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El 6 diciembre 2009 S.E. Mons. Claudio Gatti, Obispo ordenado por Dios, ha llegdo junto a Marisa al Paraiso

 

La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos

 

En la tarde del día 6 de diciembre de 2009, el Obispo ordenado por Dios, Mons. Claudio Gatti, subió al Cielo. Nuestro pastor vivió serenamente este último periodo afrontando la enfermedad con fuerza y valores particulares, porque se abandonó siempre a Dios y vivió en la Tierra como ciudadano del cielo. En las homilías, en los encuentros bíblicos ha manifestado siempre un corazón colmado de la "nostalgia del Paraíso" ilustrándonos todo lo posible, gracias también a las experiencias sobrenaturales de Marisa, de la realidad Celeste. Su deseo del Paraíso era tan fuere que más de una vez confió públicamente a toda la comunidad que por la noche, antes e dormirse, pensaba en el día transcurrido como un día de menos con el encuentro con Dios Papá en el Paraíso.
En este momento de profundo dolor nos abandonamos a Dios, seguros de que sus designios se cumplirán; por otra parte el mismo Obispo ha repetido muchas veces que era un simple instrumento en las manos de Dios y que el Señor no tiene necesidad de los hombres para realizar sus planes. Tanto él, como Marisa, en el Paraíso tendrán más poder e intercederán ante Dios para el renacimiento de la Iglesia y por su comunidad.
"Cuando ya no esté el Obispo para daros algún golpecito en la espalda y, a veces, alguna patadita, bofetada o caricia, vosotros tendréis que marchar a vuestro ritmo, razonar con vuestra cabeza, tendréis que esforzaros, porque el Reino de Dios se conquista con tesón. Las almas se convierten con esfuerzo, con la oración y con el sufrimiento. Habéis aprendido en estos años, cuanto ama Dios a las almas y cuanto hace pagar a otras almas las colaboraciones, para que todos puedan levantarse hacia el Cielo. No seáis dependientes de nadie, depended solo de Cristo. No tenéis que sentiros descarriados pensando: "¿Pero mañana, quién nos dirigirá?", porque os dirigirá Cristo, puesto que sabe hacerlo mejor que cualquier otra persona. No os atéis nunca a las personas, ataos solo a Cristo, a la Madre de la Eucaristía y cuando estéis en su compañía, ¿qué os puede perjudicar? ¿Qué podéis temer? Nada, porque es la mejor compañía" (Obispo, 14 de mayo 2005)
A nuestro Obispo no le ha sido evitado nada: un sufrimiento moral ininterrumpido durante 38 larguísimos años y un sufrimiento físico que le ha consumido en brevísimo tiempo. Una vida que, estamos seguros, no será infructuosa porque de la sangre de nuestro Obispo saldrá un gran renacimiento espiritual.
Ha tenido una fe inquebrantable que no le ha abandonado nunca. Él nunca ha tenido miedo de la muerte y es cierto que la misión que Dios le ha confiado proseguirá más potente desde el Paraíso, rodeado de almas que lo han amado siempre y sostenido, empezando por Marisa y por la querida abuela Yolanda. Este lazo espiritual, con Marisa, tan poderoso e indisoluble, ha generado un amor que erigirá una nueva Iglesia a imagen de Cristo.
Lo vemos todavía allí, inclinado sobre su "cátedra de oro" (así llamaba la Madre de la Eucaristía al escritorio del Obispo) dedicado a meditar y preparar homilías y encuentros bíblicos, a escribir reflexiones y releer las cartas de Dios, mientras alrededor de él rugía la tempestad de la calumnia, del rencor y de la indiferencia. Tanto es así que se ha vuelto fecundo por su gran amor a la Eucaristía y unido a un intenso sufrimiento, ha nacido el patrimonio espiritual contenido en todas sus homilías y encuentros bíblicos a los que la Iglesia tendrá el cometido de extraer a manos llenas para el bien espiritual de sus hijos.
Más que eso no se podía ofrecer, cada palabra suya ha sido grabada y estamos convencidos de que no solo los que la han conocido han sido los destinatarios de sus admirables enseñanzas, sino también todos los hombres que quieran acercarse con humildad de ánimo a la heredad espiritual que nos ha dejado.
Damos gracias al Señor por avernos dado como guía para nuestro camino a Mons. Claudio Gatti, seguros de que nos ayudará y nos acompañará para continuar en la tierra lo que parece humanamente incompleto. Por esto lo queremos recordar en la S. Misa junto a Marisa cada 8 del mes: "…porque los vínculos de amor entre nosotros no tienen que debilitarse en el tiempo, sino reforzarse y convertirse verdaderamente en una cadena de oro que nos une a nosotros y sobretodo nos une a Dios y a la Madre de la Eucaristía" (Obispo, 8 septiembre 2009)

 

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