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Texto de la Adoración Eucarística del 8 diciembre 2015

Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Introducción

Querido Jesús Eucaristía, estás aquí presente en medio de nosotros en cuerpo, sangre, alma y divinidad y hoy es un día muy importante para nuestra comunidad y para toda la Iglesia. Es el día de la Fiesta de la Inmaculada Concepción que, en esta ocasión, coincide con la apertura del Jubileo extraordinario de la Misericordia impulsado por el Papa Francisco. Es una gran oportunidad de gracia para que vuelvan a Ti tantos hijos tuyos. Nunca como en estos tiempos ha habido tanta necesidad de rezar para la paz y para que todos los hombres se conviertan y abran las puertas a Cristo. María, Madre de la Eucaristía, que es también reina de la paz, nos ha dicho muchas veces que el S. Rosario es un arma potentísima que puede detener las guerras. En los años pasados Monseñor Claudio Gattti, nuestro Obispo, obispo de la Eucaristía, que tú has ordenado, nos había exhortado a menudo a que rezáramos por la paz y había impulsado, a partir del 2004, años dedicados a un tema particular. Nos gusta pensar, Señor, que cada uno de estos años ha sido preparatorio y que nos ha preparado a vivir el Jubileo de la Misericordia del mejor modo posible. A partir del año dedicado a Ti, Jesús Eucaristía, hemos pasado por el Año del Amor, de la Humildad, de la Esperanza y de la Fe. Nuestra comunidad y los miembros unidos espiritualmente a nosotros de todo el mundo, han rezado por las intenciones del Obispo, que son Tus intenciones y las de Tu Madre. Si tomamos el tema dedicado a cada año en particular podemos ver cómo, de cada uno de ellos, surge la profunda belleza interior y espiritual de la Virgen.


Año de la Eucaristía

La Virgen es la raíz de la Eucaristía, la corredentora del género humano, la que, con su Sí, nos ha dado a Su Hijo y, a través de él, la salvación. El propio Jesús, recién nacido, le da el título más hermoso y más agradable a Dios, el que cierra la historia, diciéndole: “Tú eres Madre de la Eucaristía”.


Año del Amor

La Virgen es la criatura humana que más ha amado. Es el mismo Jesucristo que, mientras está en la Cruz, le confía la humanidad entera, haciéndonos un inmenso don, sabiendo que, a la plenitud de su gracia, corresponde la plenitud del amor que no tiene límites.


Año de la Humildad

La Virgen es la humildad hecha persona. Esto surge de las maravillosas catequesis del Obispo: de hecho Don Claudio nos había contado que cuando Jesús, con los apóstoles, se desplazaba de un lugar a otro para evangelizar, ella, a menudo, para dejar espacio al Redentor, permanecía detrás; era el Hijo que luego, con amor y respeto, intervenía diciendo a la Madre que diera un paso adelante porque la quería a su lado. Por otra parte también los evangelios hablan poco de la Virgen justo porque ella quería que fuese el Hijo el que sobresaliera. Nuestra Madre celeste, de hecho, ha vivido toda su vida en el ocultamiento, a pesar de ser la Madre de Dios.


Año de la Esperanza

La esperanza es certeza, nos decía nuestro Obispo, y no hay criatura humana que haya sabido encarnar esta esperanza mejor que María. Ella misma es la esperanza de la humanidad, mediadora entre Dios y el hombre, aquella que ha continuado esperando y rezando incluso en el momento más dramático, bajo la cruz, cuando ha visto morir a su Hijo, porque sabía que dentro de poco resucitaría venciendo a la muerte.


Año de la Fe

La fe de la Virgen es más grande que la de los santos que viven o que han vivido en la Tierra en todos los tiempos. Su fe inquebrantable la ha sostenido hasta el momento de la resurrección de Cristo. Es en su fe que tenemos que inspirarnos para no derrumbarnos y para arrancar de Dios la gracia para la resurrección espiritual de toda la humanidad. A ella, Señor, pedimos que interceda ante Ti para que al mundo, que Tú has creado, pueda volver la paz entre los pueblos y la paz en los corazones. A ella, Señor le pedimos el triunfo de la verdad y el reconocimiento de los que han dado la vida por Ti y por el renacimiento de Tu Iglesia.


CANTO: DIA DE CONCORDIA


Primer momento: El don de la Puerta Santa en el lugar taumatúrgico

Hoy, Señor, queremos recordar el gran don que has hecho a la Iglesia y a toda la humanidad, aquí en este lugar taumatúrgico que tanto amas: el don de la Puerta Santa, es decir, la posibilidad de ganar las indulgencias. En la noche de Navidad de 1999, de hecho, Dios decidió conceder la indulgencia plenaria del Jubileo en la capilla “Madre de la Eucaristía”. Es un don enorme, y es por esto que queremos, en el día del inicio del Jubileo de la Misericordia, además de darte las gracias, Señor, recordar su importancia y Tu anuncio. El gran anuncio de la apertura de la Puerta Santa fue dado hace 16 años. Era la vigilia de la Navidad de 1999 y, pocos minutos antes que empezase la vigilia de oración en preparación a la Santa Misa de medianoche, la Virgen dijo a Marisa, a través de una locución interior, que Dios había decidido conceder la indulgencia plenaria del Jubileo a la capilla “Madre de la Eucaristía” y que para esto ordenaría al Obispo Claudio que abriera la Puerta Santa de la capilla. Marisa permaneció turbada por este anuncio, a causa de las reacciones negativas que la apertura de la nueva Puerta Santa provocaría en la autoridad eclesiástica, pero la Madre de la Eucaristía añadió: “no temas, Marisella, abandónate a Dios, cuéntale al Obispo la decisión de mi Todo y prepara sólo un martillito”. En la aparición de la vigila nuestra Madre anunció: “En la carta de Dios está escrito, con palabras de oro, que en esta capillita, la Basílica de la Madre de la Eucaristía, Dios quiere que el Obispo abra la Puerta Santa. Ahora os ruego, haced todo lo que la Virgen os dice; no tengáis miedo del frío, porque Jesús os calentará. Salid fuera de esta capillita, id por el pasillo de entra y seguid al pastor. Yo os indicaré poco a poco todo lo que tendréis que hacer. El santo Obispo abrirá la Puerta Santa de esta pequeña, pero gran capilla”. Los presentes, asombrados y conmovidos, hicieron lo que la Madre pedía recogiéndose en oración alrededor del Obispo que, para abrir la Puerta Santa, llamó a la puerta de la capilla con un simple martillo de leñador, pronunciando las palabras: “Abrid las puertas a Cristo”. A continuación el Obispo alargó los brazos y formuló esta oración: “Oh Señor, elevamos hacia ti nuestro gracias y nuestro reconocimiento por el don que nos has dado: poder ganar la indulgencia plenaria del Jubileo en este lugar, declarado por Ti, santo y taumatúrgico. Haz, oh Señor, que en este momento cada uno de nosotros sienta un profundo dolor y arrepentimiento de sus propios pecados y se comprometa delante de tu misericordia y bondad a no caer en el pecado y evitar toda ocasión de mal. Haz, oh Señor, que tu gracia esté siempre presente en cada uno de nosotros y pueda cuanto antes volver a las almas de las personas que ahora Te encomendamos en el silencio de nuestro corazón”. La noticia más importante es que la Puerta Santa de la capilla de la “Madre de la Eucaristía”, por voluntad de Dios, al término del año santo del 2000, mientras las otras puertas cerraban, permaneció abierta. Así se desprende de la carta de Dios del 25 de diciembre del 2000: “Dios, por ahora, no ha decidido cerrar vuestra Puerta Santa. Aprovechadlo para ganar la indulgencia, porque las indulgencias son importantes”.


CANTO: PACEM IN TERRIS


Segundo momento: El Jubileo de la Misericordia

El Jubileo de la Misericordia que se abre hoy es una gran ocasión de gracia y de conversión para los que están lejos de Dios y también una ocasión para la intensificación de la vida espiritual y de la oración para todos los creyentes. Hemos agradecido el hecho de que, por primera vez, un Pontífice haya abierto la Puerta Santa en áfrica, como anticipación al inicio del año santo extraordinario. Un país que a los ojos del mundo es considerado último, ha sido levantado y puesto de relieve. Querido Señor, estamos viviendo momentos duros y difíciles para la historia de la humanidad, para la vida de nuestra comunidad y otros momentos críticos para la vida de la Iglesia, para el renacimiento de la cual el Obispo y la Vidente han sufrido y ofrecido toda su vida.

A través de la intercesión de María, que es mediatriz entre Dios y el hombre, como podemos ver también en el maravilloso mosaico de nuestra capillita que muestra a nuestra Madre celeste con una mano dirigida hacia la Tierra y la otra hacia el Cielo, queremos confiarte esta humanidad dividida, que ha perdido el camino. Te rogamos por los jefes de todas las naciones y por todos los hombres de buena voluntad para que desistan de llevar muerte y destrucción con las guerras, porque el planeta Tierra está al borde del abismo y estamos en los albores de una tercera guerra mundial. Tú, Señor, puedes penetrar en los corazones, incluso en aquellos más endurecidos de los terroristas que están llenos de odio. Convierte a estos y ayúdanos a crecer en el amor, porque cada uno tiene que ser portador de paz en los lugares donde es llamado a vivir, en la familia o en el trabajo. Te rogamos también por el Santo Padre, para que pueda proseguir la obra de limpieza dentro de la Iglesia. En fin, Señor, te rogamos por nuestra comunidad, para que podamos tener la fuerza de llevar adelante con sencillez y humildad la misión que nos has confiado a cada uno de nosotros, de manera que podamos dar testimonio a nuestros hermanos, en los grandes milagros que has realizado aquí y en nuestros corazones, y dar y comunicar los inmensos tesoros espirituales recibidos, que son patrimonio de todos y que nos gustaría compartir con nuestros hermanos.