Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Texto de la Adoración Eucarística del 14 septiembre 2013

Fiesta de la Exaltación de la Cruz
18° Aniversario del Primer Milagro Eucarístico
14° Aniversario del inicio oficial del servicio Episcopal de S.E. Mons. Claudio Gatti
13° Aniversario de la firma del decreto del reconocimiento de las apariciones de la Madre de la Eucaristía a la vidente Marisa Rossi, de los milagros eucarísticos y de las teofanías trinitarias ocurridas en el lugar taumatúrgico

PRIMER MOMENTO DE REFLEXIÓN

Jesús y el poder de la cruz

Evangelio según san Juan (Gv 12,24-32): En verdad, en verdad so digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la perderá; y el que odia su vida en este mundo la conservará para la vida eterna. El que quiera ponerse a mi servicio, que me siga, y donde esté yo allí estará también mi servidor. A quien me sirva, mi Padre lo honrará. Ahora estoy profundamente angustiado. ¿Y qué voy a decir? ¿Pediré al Padre que me libre de esta hora? No, pues para esto precisamente he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre". Entonces dijo una voz del cielo: "Lo he glorificado y lo glorificaré de nuevo". La gente que estaba allí y lo oyó, dijeron que había sido un trueno. Oros decían que le había hablado un ángel. Jesús replicó: "Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora es cuando va a ser juzgado este mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, los atraeré a todos hacia mí".

Vivir la fiesta de la Exaltación de la Cruz significa contraponer dos sentimientos opuestos que son el sufrimiento y la alegría que se funden en el misterio de la redención. Jesús se da al mundo en su Pasión; esperó este momento desde el primer instante en el que se encarnó en el cuerpo santo de Su Madre. Sabemos que Él, siendo Dios, planificó desde siempre el recorrido que lo llevaría a abrir el Paraíso a todos los hombres. Con su sacrificio Jesús repara los pecados cometidos por los hombres antes y después de su venida; nos ha dado la gracia, nos da el perdón cuando, arrepentidos, vamos a confesarnos. No tenemos que olvidar nunca lo que Jesús ha hecho por nosotros. Cada vez que lo recibimos en la Eucaristía, cuando nos encontramos delante de él, tenemos que darle gracias porque ha muerto en cruz por cada uno de nosotros y porque en cada misa celebrada Él revive el sacrificio de la Pasión. Con el amor ha atraído a todos a su corazón como él mismo dice: "Cuando sea levantado de la tierra, los atraeré a todos hacia mi" (Jn 12, 32). Jesús nos atrae hacia él cada vez que el sacerdote eleva la hostia y el cáliz al cielo y en aquel momento nuestra mirada y nuestro corazón son raptados por "aquél que han traspasado" (Zc 12, 10). No podemos hacer otra cosa que ponernos de rodillas delante de Él porque Su amor es nuestra salvación. ¿Cómo podemos amar, rezar, servir a Dios si no amamos la cruz? ¿Cómo puede nuestro corazón ser arrebatado por el Esposo si olvidamos la Cruz sobre la que Él ha celebrado el rito nupcial que ata a la Iglesia para siempre a Él? La cruz es la Gloria de Cristo, es su trofeo, es el cáliz que ha recogido todo su sufrimiento y su Sangre. Si amamos a Jesús también nosotros nos despegaremos de la Tierra y el Padre nos llevará a alturas vertiginosas. "Te adoramos oh Cristo y te bendecimos porque con tu santa cruz has redimido al mundo"


SEGUNDO MOMENTO DE REFLEXION

14 septiembre 1995: Primer milagro eucarístico e inizio del Triunfo de la Eucaristía

De la biografía "Tu eres sacerdote in eterno"

El 14 de septiembre de 1995, día de la "Exaltación de la Cruz", hubo una gran alegría: el primer gran milagro Eucarístico. Una hostia bien visible a todos los presentes salió del costado del Crucificado que era llevado en procesión y se depositó en las manos de Marisa. Grande fue el dolor del Obispo, de la vidente, de la comunidad y sobre todo de Dios, por el enésimo abuso de los hombres de la Iglesia que han privado a los fieles de la Eucaristía, pero aún más grande fue Su reacción. Él se ha puesto de nuestra parte y en los años que han seguido nos ha colmado de Su presencia enviando y trayendo entre nosotros miríadas de hostias consagradas.

El 14 de septiembre de 1995, nuestra hermana recibió de Dios el don de poder caminar para llevar en procesión la Santa Hostia. Ninguno de los presentes podrá olvidar nunca aquél momento. Somos cada vez más conscientes de que, en su bondad, Dios nos ha hecho partícipes de una de sus más grandes intervenciones para la salvación de las almas. En aquél día santo empezó el triunfo de la Eucaristía, Dios empezó a "reunir a los hijos que estaban dispersos" (Jn 12, 52) para acogerlos en su Corazón Eucarístico. Después de 18 años esta imagen adquiere un sentido muy fuerte para toda la Iglesia: Don Claudio sostiene a Cristo en Cruz. El humilde sacerdote que será llamado a servir a la Iglesia en el Episcopado, sostiene la fuente de todos los Sacramentos. El sacerdote que se convierte en un intermediario entre Dios y nosotros, es abrazado por Jesús. Marisella, la esposa tan amada, recoge en su corazón el bien más precioso: la Eucaristía. Ella se hace tabernáculo viviente para Jesús, se hace víctima para ayudar al Obispo a llevar adelante su gran misión, que dará a la nueva Iglesia el rostro esplendoroso de Cristo en la Cruz. Muchas veces, incluso en el periodo de Navidad, el Niñito se ha aparecido a Marisa y detrás de Él había una gran cruz luminosa. La cruz está presente justamente porque es fuente de vida. El Obispo y Marisa han decidido seguir totalmente a Cristo encontrando aquella fuerza y aquella alegría que nace sólo de la unión con Él. La Madre de la Eucaristía es la que ha entendido totalmente la misión de Dios. En la narración hecha a Marisa de su vida, Ella dice: "Me abandoné completamente a mi Todo, estrechando en un solo abrazo la cuna y la cruz". María sabía que Su hijo había venido al mundo para morir y dar a los hombres la Salvación. Ella es la llena de gracia y por tanto es la criatura que ama a la perfección. Muchas veces el Obispo nos ha dicho: "cuánto más se ama, más se sufre". Demos gracias a María por su "Sí" ya que Ella ha sido la primera que ha amado la cruz, ha abrazado la cruz, ha aceptado el designio de Dios en Ella, pero sobre todo ha dado a Su Hijo, a Su Niño. No se ha replegado sobre sí misma, sino que ha amado a Dios, ha levantado su mirada hacia el Todopoderoso y ha abierto los brazos y el corazón a todos los hombres que bajo la Cruz se han convertido en sus hijos. Así la vemos también a Ella en Cruz, pero en el Esplendor de Dios. Demos gracias a Aquella que es Corredentora de nuestra Salvación, démosle gracias porque nos ha traído a Jesús entre nosotros y nos ha enseñado a vivir para Su Hijo.


TERCER MOMENTO DE REFLEXION

14 septiembre 1999: Inicio de la misión Episcopal

Del Vía Crucis (VII Estación)

Después de haberse burlado de él, le quitaron la túnica, le pusieron sus vestidos y lo llevaron a crucificar. (Mt. 27, 31)

Probemos por un momento a cerrar los ojos y a abrir el corazón para contemplar una escena conmovedora: algunos hombres llevan una cruz, instrumento tremendo de tortura y de muerte, Jesús la ve acercarse; la mira y sus ojos se llenan de lágrimas de amor, porque sabe que por medio de esta cruz Él vencerá a la muerte, y la abraza. Los guardias, los torturadores y los verdugos lo circundan y ninguno de ellos entiende el gesto de amor del Señor al abrazar la cruz. Sólo María lo entiende. ¿Sentimos nosotros amor por la cruz? Claro, es natural que la cruz como sufrimiento dé miedo, pero tenemos que tener presente que, si queremos salvar a nuestros seres queridos, a los hijos, a los amigos, éste es el único camino. ¿Creéis que si hubiese sido posible recorrer un camino diferente al del sufrimiento y al de la cruz, no la habría preferido Cristo? Si la elección ha sido ésta es porque es la única, válida y justa para derrotar el mal y el pecado del mundo. Demos gracias al Señor que abraza, ama y estrecha contra sí la cruz y de ahora en adelante podremos comprender mejor lo que S. Pablo dice: "Yo predico a Cristo y Cristo crucificado" (1 Cor. 2, 2) porque la salvación sólo viene de la cruz. No nos limitemos sólo en tener una imagen de la cruz en nuestra casa, dirijámosle frecuentemente nuestra mirada y recemos delante de ella para que en nuestra casa, familia, comunidad no sea solamente un símbolo, una señal, sino una realidad de salvación.

El inicio de la misión Episcopal no puede ser vista más que en la luz del poder de la cruz. No tenemos que olvidar que del costado desgarrado del crucifijo nació la Iglesia y con ella todos los sacramentos. La eficacia de la misión del Obispo es obra del Espíritu Santo que hace presente el sacrificio hecho por Jesús cada día en su último acto de amor: el don de Su sufrimiento para nuestra salvación, Su muerte por nuestra vida. En el Via Crucis inspirado a nuestro Obispo, Jesús nos hace partícipes de sus emociones. Cristo, mirando la cruz, llora y la abraza. Cuántas veces hemos visto a nuestro Obispo realizar el mismo gesto con la aceptación total de la llamada de Dios unida a la de su hermana Marisa. Ellos han acompañado a Jesús al Gólgota; Jesús, que es Dios y vive fuera del tiempo, ha podido contar con el apoyo de estos dos hijos. Cerremos un momento los ojos y miremos a Jesús cargado con la pesada cruz subiendo al Calvario y al Obispo y a Marisa padeciendo y resistiendo bajo aquel enorme peso para aliviar un poco el sufrimiento de nuestro Salvador. En la subida al Calvario Jesús expía nuestros pecados. Pensemos en todas las veces que el Obispo y Marisa han sufrido a causa nuestra, por la ingratitud de los que de ellos han recibido sólo el bien y sobre todo por la oposición por parte de la jerarquía eclesiástica. Pidamos perdón a Dios por las veces que hemos obstaculizado su voluntad, por las veces que ante el amor del Obispo, llamado a cumplir una misión mucho más grande que él, no le hemos sabido entender ni amar como merecía. Sabemos que el don del Episcopado ha traído muchos frutos, en primer lugar en nuestras vidas y de manera deslumbrante en toda la Iglesia. Escuchando las enseñanzas del Papa Francisco nos damos cuenta de que para nosotros no son nuevas.

Durante la vigilia de oración por la paz en el mundo, el Papa ha subrayado en su meditación:

"En el silencio de la Cruz calla el fragor de las armas y habla el lenguaje de la reconciliación, del perdón, del diálogo, de la paz. Mi fe cristiana me empuja a mirar la Cruz, ¡cómo me gustaría que por un momento todos los hombres y las mujeres de buena voluntad mirasen la Cruz! Allí se puede leer la respuesta de Dios: allí, a la violencia no se ha respondido con violencia, a la muerte no se ha respondido con el lenguaje de la muerte".

Éste es el don que Dios ha hecho a su Iglesia gracias a los sacrificios y a los sufrimientos del Obispo y de Marisa. La Iglesia se está renovando, el nuevo Papa está poniendo en práctica aquellas enseñanzas que a través de las cartas de Dios han sido dadas a nuestra comunidad. Todas la iniciativas que el Obispo nos ha transmitido como la adoración eucarística, los ayunos, los florilegios, las vigilias de oración para poder arrancar de Dios aquellas gracias que el hombre necesita, hoy, son propuestas también en la Iglesia por el Papa Francisco y cada vez más las comunidades cristianas y no cristianas, en el mundo responden "Sí" a esta llamada.