Texto de la Adoración Eucarística del 14 septiembre 2014
Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz
Aniversario del 1er milagro eucarístico (14 Septiembre 1995)
Aniversario de la investidura sacerdotal del Obispo y firma del decreto episcopal para el reconocimiento de las apariciones de la Madre de la Eucaristía (14 Septiembre 1999)
Señor, al inicio de este año social y con ocasión de esta fiesta, queremos rogarte por todos los miembros de nuestra comunidad que viven su cruz de manera particularmente sufrida, tanto desde el punto de vista físico como moral, para que Tú puedas darles todo lo que necesitan y puedan sentir el calor del manto materno de la Madre celeste. Ayúdanos a amarte y a hacer siempre tu voluntad.
Canto: Me rindo a tu amor
Bajo Tu cruz, abro mis brazos,
acojo Tu perdón, tu misericordia,
adoro en el silencio Tu esplendor,
Tu rostro que libera mi corazón.
Estr. Me rindo a tu amor Señor Jesús,
no puedo estar alejado de Ti, me rindo a Tu amor Señor
Jesús, en Tu presencia permaneceré por siempre.
A los pies de la cruz, visitas mi corazón,
me das Tu paz, consueles mi vida,
contemplo la majestad de Tu gloria,
Tu sangre que sana las heridas
Estr. Me rindo a tu amor Señor Jesús,
no puedo estar alejado de Ti, me rindo a Tu amor Señor
Jesús, en Tu presencia permaneceré por siempre.
A Dios no le gusta lo que es ostentoso, sino que le gusta lo reservado, la discreción y el recogimiento. Todos los eventos fundamentales de la historia de la Iglesia se han desarrollado bajo los ojos de un número restringido de personas, desposeídas de poder o influencia, desde el punto de vista humano. El nacimiento de Jesús ha ocurrido en presencia de algunos pastores y de algunas personas del pueblo; en la muerte en cruz de Cristo había presentes la Virgen, el apóstol Juan y algunas mujeres; además en la Resurrección del Señor no ha tenido testigos oculares del acontecimiento. También en este lugar taumatúrgico, definido por Dios como un rincón del Paraíso, es frecuentado por un pequeño número de fieles entre los cuales no sobresalen personajes poderosos o de altos cargos, humanamente hablando. Aquí Dios ha realizado maravillas: se han verificado Teofanías Trinitarias, apariciones marianas, grandes milagros eucarísticos, la ordenación episcopal de nuestro Obispo, recibida directamente por Dios, y la puerta santa. Cada obra de Dios ha sido siempre acogida con alegría, en el silencio y en el recogimiento, tal como se ha enseñado. “Este es un templo de Jesús Eucaristía, aquí se viene sólo a rezar, amar, no hay nada más. El que viene a este lugar tiene que venir para amar, rezar y hacer silencio interior”. (Carta de Dios del 14 de Septiembre 1998).
El primer milagro eucarístico ocurrió en el mismo estilo, todo se desarrolló con sobriedad y recogimiento. El Señor obró casi con reserva, durante la procesión, sin que nadie hubiera sido advertido o preparado. De la narración del Obispo: “El 14, mientras los fieles estaban recogidos en oración, Marisa estaba al pie de las escaleras sentada en la silla de ruedas. Sosteniendo la Cruz, me he puesto a la cabeza de la procesión dirigiéndome hacia Marisa. Al llegar a pocos metros de ella, la he visto levantarse sin ninguna ayuda externa y caminar hacia la Cruz, siguiendo, como ella dirá, una orden precisa de la Virgen. Marisa besa a Jesús en la frente y, según dice ella, ve salir la hostia del costado. Yo, ya que sostengo la Cruz, no he visto esta “salida”, pero he visto inmediatamente después la hostia en la palma de la mano izquierda de Marisa. Incluso no siendo para mí la primera vez que asisto a este fenómeno, la emoción ha sido igualmente muy fuerte. Los circunstantes se han dado cuenta de que la hostia era visible, han reaccionado con asombro y maravilla, como puede testificar la filmación que hay disponible”. Sin embargo a partir de aquél gran milagro eucarístico, que los ombre de la Iglesia se obstinan en ignorar, empezó el triunfo de la Eucaristía, uno de los más importantes acontecimientos, no sólo de la historia de la Iglesia, sino de la humanidad entera.
“Dios ha escogido este lugar taumatúrgico. Jesús ha venido aquí en silencio sin mucho estruendo. No tiene necesidad de ruido, de fanatismo, del sonar de las trompetas. Vosotros sois pocos en comparación con toda la humanidad, pero Dios os ha escogido a vosotros”. (Carta de Dios del 1º de enero 1998).
Señor, no te agradeceremos nunca lo bastante por habernos conducido aquí, en Tu camino, y por habernos hecho partícipes de todo lo maravilloso que has realizado en este lugar. Gracias porque nos has hecho encontrar a dos criaturas llenas de amor y a las que echamos mucho de menos, pero que junto a Tu Madre y nuestra están siempre a nuestro lado. Gracias a ellas Te hemos conocido mejor a Ti, fuente de nuestra salvación; haznos siempre dignos de todo esto.
Canto: Nuestra gloria es la cruz
Estr. Nuestra gloria es la cruz de Cristo, en ella está la victoria,
el Señor es nuestra salvación, la vida, la resurrección.
No hay amor más grande que quien da su vida,
o cruz tu das la vida, y resplandeces de gloria inmortal.
Estr. Nuestra gloria es la cruz de Cristo, en ella está la victoria,
el Señor es nuestra salvación, la vida, la resurrección.
Oh árbol de la vida, que te alzas como bandera,
guíanos hacia la meta, o signo poderoso de gracia.
Estr. Nuestra gloria es la cruz de Cristo, en ella está la victoria,
el Señor es nuestra salvación, la vida, la resurrección.
Tú enseñas toda la sabiduría y confundes la necedad,
en ti contemplamos el amor, de ti recibimos la vida.
Estr. Nuestra gloria es la cruz de Cristo, en ella está la victoria,
el Señor es nuestra salvación, la vida, la resurrección.
“En vuestra vida mirad la cruz, no paséis de manera distraída ante ella sin casi deteneros o echarle una mirada, porque allí encontraréis a Aquél que nos asombra por el amor que nos ha dado. Amadla, miradla a menudo, dirigíos a la cruz y entonces vuestras jornadas serán más luminosas y vosotros os sentiréis más fuertes, porque como de la cruz, el famoso 14 de Septiembre 1995, salió la Eucaristía, de la cruz continúa saliendo el amor y la gracia de Dios”.
(Homilía del 14 de septiembre 2008). Esta gran enseñanza que nuestro Obispo nos ha dejado, sugiere cuál tiene que ser el justo comportamiento con respecto a la cruz: no sufrimientos, miedo o desánimo, sino alegría, asombro y sobre todo amor. La cruz es el inmenso amor de Dios para cada uno de nosotros, el instrumento a través del cual Dios ha escogido para salvarnos y nosotros no podemos hacer otra cosa que agradecérselo. Para Jesús indica el momento más alto y significativo de su servicio realizado por amor al Padre. Como leemos en el comentario a la sexta estación del Via Crucis elaborado por su Excelencia Mons. Claudio Gatti “habría sido suficiente una sola gota de Su sangre, que tiene valor infinito, para podernos salvar”, sin embargo el Señor ha querido darse a Sí mismo, con indecible sufrimiento, sin reservarse ninguna parte de su cuerpo, para librarnos de la muerte del pecado. Por esto, muy a menudo en las cartas de Dios, Jesús define la fiesta de la Exaltaciónde la Cruz “grande, inmensa, llena de alegría” (Carta de Dios 14 Septiembre 2004).
“El que no carga su cruz y me sigue, no es digno de mí” (Mt. 10, 38). Todos los hombres temen la cruz, el miedo del sufrimiento está instaurada en nuestra naturaleza, pero Jesús nos pide que vayamos a su encuentro y abracemos la cruz, porque sólo acogiéndola todo resultará más sencillo. Es por esto que el Señor nos anima: “El que toma su cruz y la abraza y la besa es ayudado por mí a llevarla” (Carta de dios 14 septiembre 1998).
“Os he dicho esto para que tengáis paz en Mí. En el mundo tenéis tribulaciones, pero tened ánimo: Yo he vencido al mundo”. Jesús pronunció estas palabras en la proximidad de su pasión; él dejó a los apóstoles la certeza de permanecer en la paz, a pesar de las dificultades de la vida. Esto es posible solamente gracias a una profunda unión con él. Cuando el mundo con su brutalidad nos quita la respiración, o la vida con sus pruebas nos toma la delantera, justo en aquel momento tenemos que comprender que se puede esperar en Jesús incluso contra toda esperanza, como han hecho nuestros amados padres espirituales. Justamente ellos representan un grandísimo ejemplo de cómo se puede amar a Dios por encima de todo, de cómo se puede abrazar la cruz por encima de toda comprensión humana y vivir el sufrimiento por encima de las propias fuerzas y capacidades naturales.
La cruz lleva también frutos de nuevos cristianos: “Recordad que os he dicho: Un siervo no es más grande que su amo. Si me han perseguido a mí, os perseguirán también a vosotros, si han observado mi palabra, observarán también la vuestra” (Jn 15, 20).
La cruz lleva consigo también una gran consolación que es la esperanza de la gloria futura. Pablo, de hecho, dice: “Considero que los sufrimientos del tiempo presente no se pueden compara con la gloria que ha de manifestarse en nosotros“ (Rm 8, 18). El sufrimiento al que Pablo hace referencia en la carta a los romanos es un sufrimiento prolífico, que está dirigido a la consecución de una realidad eterna, en comparación con los dolores de parto de una mujer embarazada. Ahora es más clara una broma que hizo nuestra hermana Marisa, para minimizarlos, con ocasión de sus intensos dolores que no le permitían enmascarar los sufrimientos que padecía. En aquellos momentos, cuando el Obispo preocupado y en constante oración le preguntaba como estaba, ella respondía con una inesperada risa, diciendo: “Estoy dando a luz”.
Canto: Signo de unidad
Estr. Tu cuerpo, oh Señor, es sacramento de amor;
para nosotros es signo de unidad, es vínculo de caridad.
En un mundo hambriento, tu Cuerpo nos has dado:
signo de tu bondad, para nosotros prenda de Vida.
Estr. Tu cuerpo, oh Señor, es sacramento de amor;
para nosotros es signo de unidad, es vínculo de caridad.
El pecado nos divide, alimenta en nosotros la pelea;
tu Espíritu nos da aquél amor que el corazón renueva.
Estr. Tu cuerpo, oh Señor, es sacramento de amor;
para nosotros es signo de unidad, es vínculo de caridad.
En nuestras divisiones tu paz nos das;
al hermano acogemos, en la luz vivimos.
Estr. Tu cuerpo, oh Señor, es sacramento de amor;
para nosotros es signo de unidad, es vínculo de caridad.
Tus dones a Ti te ofrecemos, a Ti en don te recibimos;
elevamos nuestros cantos al Amor que nos hace santos.
Estr. Tu cuerpo, oh Señor, es sacramento de amor;
para nosotros es signo de unidad, es vínculo de caridad.