24 de octubre 1993: inician las apariciones públicas de la Madre de la Eucaristía
La apariciones de la Madre de la Eucaristía han sido vividas durante un largo período (1971-1993) en el silencio y en la discreción. En estos primeros años el obispo Claudio Gatti y la vidente Marisa Rossi han llevado adelante su misión, guiados con amor por la Virgen y desde 1986 han formado y hecho crecer un cenáculo de pocas personas llamadas a la oración y al testimonio.
Pero no todos han respondido a la llamada y el sufrimiento no ha faltado, a causa del miedo de lo sobrenatural, incomprensiones, envidia, celos y calumnias, tanto que, como ha escrito nuestro Obispo, "el desánimo, la amargura, la desilusión y el desaliento nos han hecho compañía y el deseo de mandarlo todo al aire ha sido fuerte, prepotente. Quien nos ha salvado del naufragio ha sido la gracia de Dios... nos han ayudado también los hermanos y las hermanas de nuestro cenáculo que se ha estrechado en torno a nosotros con amor y fe".
El 20 de junio de 1993 la Virgen se apareció a Marisa llevando una carta que generó miedo y turbación: "Hijitos míos, es tiempo de hacer llegar grupos de personas hacia vosotros... Dios Padre lo quiere así, después de veintidós años de silencio y de ocultamiento". Y aún, el 27 de junio: "Animo, si Dios Padre lo ha decidido así.. que se haga su voluntad". El obispo y Marisa se han sentido solos, débiles, indefensos y se han preguntado angustiados: "¿Cómo poder sostener la oposición y el peso que comportan las apariciones públicas?. Inmediatamente han recordado las palabras que la Virgen les había dicho en Lourdes en el lejano 1973, cuando respondieron "si" al Señor que los llamaba a desenvolver la gran misión: "¡El sufrimiento os consumirá. No seréis comprendidos, encontraréis dificultades y oposiciones!". La palabra de Dios les ha dado paz y seguridad: "El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad" (Rm 8, 26) y han encontrado consuelo en las palabras de Jesús del 11 de julio de 1993: "He querido venir Yo para confirmaros que mi Madre y Yo queremos guiaros en la bellísima e importante misión que Dios Padre, Dios Espíritu Santo y Yo, Dios Hijo, os hemos confiado, para repetiros que estamos siempre al lado de vosotros y daros ánimo"
Don Claudio y Marisa renovaron entonces su "si" delante del Señor, decididos a afrontar con espíritu de serenidad, sencillez y amor la nueva tarea que se les presentaba delante: difundir la catequesis de Dios y los mensajes tal como fueran transmitidos por la Virgen. El 24 de octubre de 1993, después de cuatro meses de preparación espiritual, moral y psicológica de la comunidad, las apariciones de la Madre de la Eucaristía fueron abiertas a todos, pero primero (hecho único en la historia de la Iglesia) la autoridad eclesiástica fue informada de cuanto había acontecido.
Desde el inicio Don Claudio y Marisa tuvieron la intención de trabajar en estrecha unión y colaboración con ella, remitiéndose a su juicio sobre el origen sobrenatural de la presunta aparición: el 24 de septiembre de 1993 Don Claudio mismo habló larga y detalladamente de las apariciones con el Obispo Auxiliar S. E. Mons. Cesare Nosiglia, le dejó el manuscrito de los mensajes "La catequesis de Dios", invitándolo a leerlo y a señalar, en caso que fuese necesario, sus observaciones. También expuso al Obispo Auxiliar el programa elaborado: catequesis, oración, aparición, Santa Misa, el todo de vivir en el silencio y recogimiento, escuchando y participando, en un clima privado de fanatismo; esto, de hecho, nos lo ha enseñado siempre la Virgen ("No os he llamado para ver alguna cosa ostentosa... Poned a un lado a vuestro yo, vuestro deseo de curiosidad, inclinad la cabeza y orad" (Mensaje del 24 de octubre de 1993).
La autoridad eclesiástica inicialmente no manifestó objeciones a la difusión de los mensajes de la Madre de la Eucaristía, después que no encontró en ellos nada de contraste con la doctrina del Evangelio, así Don Claudio y Marisa fueron adelante cumpliendo lo que Dios les había pedido.
Desde el día en que las apariciones de la Virgen se hicieron públicas han transcurrido siete años: el 29 de octubre de 2000 festejamos el séptimo aniversario (por decisión del obispo, de este año en adelante el aniversario de las apariciones públicas serán oficialmente festejadas el último domingo del mes de octubre) y en esta ocasión el obispo nos ha hecho reflexionar sobre como se ha verificado plenamente todo lo que había sido predicho por la Madre de la Eucaristía en Lourdes en 1973 y después en junio de 1993: "La tarea de mis dos hijos es muy bella a los ojos de Dios y lo será para los hombres humildes y sencillos, pero a causa de los hombres orgullosos y soberbios será muy dura".
El obispo nos ha recordado como en el primer año de las apariciones públicas había gran entusiasmo por parte de muchas personas: laicos, sacerdotes, hermanas y también obispos se habían acercado al lugar taumatúrgico y colaboraron con alegría al cumplimiento de los planes de Dios. Pero en algunas apariciones, la Madre de la Eucaristía ponía en guardia a sus dos queridos hijos, avisándoles del hecho que los hombres estaban tratando de destruir la obra de Dios y, de hecho, ya en julio de 1994 se difundieron voces según las cuales el lugar taumatúrgico había sido cerrado definitivamente y nada había quedado. Esto no se verificó porque de ninguna manera el hombre puede vencer contra la Voluntad de Dios, pero la maldad, la envidia y los celos de los hombres que no aman a la Eucaristía han destruido física y espiritualmente al obispo y a la vidente; hoy, desde un punto de vista humano, parece derrotado, pero Don Claudio nos ha enseñado que es necesario mirar la realidad con los ojos de Dios, sin quedarnos en las apariencias.
También Cristo sobre la cruz, según la lógica humana estaba derrotado, sin embargo se siente victorioso y triunfante porque está para ser glorificado por el Padre: "Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a Ti" (Jn 17). La gloria que Jesús pide es la de la cruz, porque a través de su inmolación total se realiza lo que Dios mismo ha decidido hasta la eternidad: la muerte del Hijo a fin que el hombre se reconcilie con el Padre. Por tanto la gloria deriva del hecho de hacer la voluntad de Dios.
También el obispo y Marisa, en estos siete años, han cumplido la obra que el Señor les ha confiado, por tanto en esto se encuentran viviendo la gloria de Dios. El obispo nos ha explicado como la escena de Cristo en la cruz sobre el Gólgota se presta a maravillosas similitudes con nuestra situación presente: a los pies de la cruz estaba María que había podido decir: "Padre, ¿por qué no salvas a tu Hijo?, así Don Claudio hoy frente al dolor y a los atroces sufrimientos de Marisa podría exclamar: "Señor ¿por qué no intervienes?".
En el Gólgota, al lado de Jesús moribundo había con María un solo obispo, Juan, y pocas mujeres; también hoy delante de la Eucaristía que ha sangrado está la Virgen, un solo obispo, Claudio, pocos jóvenes y pocos adultos.
Jesús durante su vida había hablado a millares de personas, había sido hosannado, había realizado grandes milagros, pero en el momento de morir había sido abandonado por todos. También en el lugar taumatúrgico ha habido milagros eucarísticos, gracias, curaciones espirituales y físicas, no obstante Don Claudio y Marisa han sido, también ellos, traicionados y ahora se han quedado solos.
Pero como nadie había podido imaginar que Cristo muriendo sobre la Cruz habría resucitado y habría derrotado a los hombres que le estaban matando, así también el obispo puede decir con alegría: "He combatido la buena batalla y la quiero combatir todavía con la certeza de la victoria. Es en este momento tan doloroso que nos asemejamos a Cristo"; del resto también la Virgen ha dicho en una aparición: "La batalla de la gente contra vuestro sacerdote continúa, pero yo y vosotros seremos fuertes; lo protegeremos y lo mismo hará también mi esposo San José. Yo voy siempre a interceder junto a Dios para el sacerdote" (carta de Dios del 26 de marzo de 1994).
Toda la fuerza necesaria y la esperanza de la victoria provienen de la Eucaristía en la cual, como nos ha enseñado nuestro obispo, se manifiesta la voluntaria debilidad y la omnipotencia de Dios: la voluntaria debilidad se ve en la Eucaristía que se entrega en las manos de los hombres, es profanada, herida, quemada, recibida en pecado mortal. La omnipotencia de Dios emerge en el milagro eucarístico: la Eucaristía ha sido sustraída de los tabernáculos, ha desaparecido de éstos contra la leyes de la naturaleza y ha sangrado manteniéndose intacta por años, sin descomponerse. La omnipotencia de Dios se manifiesta también en el amor renovado a El por parte de muchos, en las conversiones, en los frutos espirituales.
Siempre, en ocasiones de la fiesta por el séptimo aniversario desde el inicio de las apariciones públicas, Su Excelencia el obispo Claudio Gatti ha anunciado que, aunque por el momento no hay otros sacerdotes u obispos cerca de la Eucaristía que ha sangrado, el Papa irá al lugar taumatúrgico, más veces; irán los cardenales y los obispos. Por otra parte ha hecho hincapié que solo quien cree ciegamente en las realizaciones de los designios de Dios puede decir con certeza un anuncio tal. El obispo ha concluido diciendo: "Los designios de Dios contemplaban que Cristo muriese y los designios de Dios han permitido que nosotros pagásemos un tributo de sangre y quizá también de muerte. Debemos habituarnos a ver la realidad con los ojos de Dios; los enemigos de estas apariciones están exultando y haciendo ironía, nosotros los confiamos a la misericordia de Dios y al amor de María para que, al menos algunos de ellos, puedan salvarse y puedan, como ha dicho Jesús, repetir: "¡Pueblo mío, que estamos haciendo! ¡Estamos matando a quién verdaderamente ama a la Eucaristía!".