El 29 de junio de 2002, en la Basílica Madre de la Eucaristía será celebrado el Triunfo de Jesús Eucaristía
En el curso de la Historia humana Dios ha intervenido confiando a algunas almas, misiones para salvar y ayudar al hombre; cada una de ellas es importante porque Dios es el autor. El mismo decide los modos y los tiempos, escogiendo y guiando a algunos de sus hijos.
A Nuestra Señora y a San José, el Señor, confió la misión más alta: ambos tenían que proteger, cuidar y seguir a Jesús, el Hijo de Dios.
Casi todas las misiones ordenadas por Dios han encontrado la oposición y la maldad de sus enemigos; cuanto más importante, alta y delicada es la misión, tanto más las almas llamadas por Dios, sufren a causa de los hombres, recorriendo detrás de Jesús el camino del Gólgota.
"Las obras de Dios con combatidas y difamadas. Quieren destruir también esta obra de Dios" (Carta de Dios del 12/IX/1998).
La victoria y el cumplimiento de la misión está garantizada si los que son llamados permanecen unidos en la esperanza y en la fe, abandonándose completamente a Dios. De hecho, el Señor no abandona nunca a sus hijos, pero desea que hagan Su voluntad hasta el fondo, incluso aunque, según la lógica humana, parezcan vencidos y aplastados.
La misión que Dios ha confiado al obispo y a Marisa es la de hacer conocer y amar a la Eucaristía. Ella es fuente y ápice de toda la vida cristiana. Jesús está realmente presente en la Eucaristía, en cuerpo, sangre, alma y divinidad y cada celebración eucarística no es sólo el recuerdo de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, sino también presencia real y actualización del sacrificio de redención.
El anuncio de esta misión sucedió en agosto de 1972. En el santuario de Lourdes, Nuestra Señora anunció al obispo y a Marisa que Dios los había llamado a una importante misión: "Es una misión que hace referencia a toda la Iglesia y hace referencia a todo el mundo sois liberes de aceptar o rechazar, pero recordad sufriréis muchísimo" (Carta de Dios del 6/VII/1972).
De hecho, la Eucaristía no era amada, sino rechazada, olvidada, menospreciada, hostigada y combatida. Existía un plan diabólico-masónico, llevado a cabo por personas muy influyentes en el interior de la jerarquía eclesiástica (entre las cuales hay también obispos de muchas diócesis) y que consistía, fundamentalmente, en la gradual eliminación de la Eucaristía, relegándola a una vacía conmemoración de un suceso ocurrido hace siglos. Ordenaba la desaparición de la adoración eucarística, desplazaba la posición central del tabernáculo en las iglesias e invitaba a no celebrar la Santa Misa, en caso de que estuviesen presentes pocos fieles.
Después de treinta años de luchas y sufrimientos, primero durante una aparición reservada al obispo y a la vidente y después públicamente, Nuestra Señora dio el anuncio del éxito de la misión: "La victoria es grandiosa y abraza a toda la iglesia. Vosotros sabéis que la roca de esta victoria es vuestro obispo, y quiero añadir, que también vuestra hermana, la cual ha pedido sufrir en silencio y en el ocultamiento. Felicitaciones al gran obispo, felicitaciones a ti, hija mía, felicitaciones a todos vosotros aquí presentes; la Virgen os da las gracias" (Carta de Dios del 17/I/2002).
El Señor ha obtenido la victoria. Desde el lugar taumatúrgico ha emanado una fuerza tal que ha hecho renacer en la Iglesia un fuerte amor hacia Jesús Eucaristía. Hoy, muchos sacerdotes hacen catequesis mucho más ricas y profundas sobre la importancia y centralidad de la Eucaristía y han sido organizadas con una, cada vez mayor, participación de fieles: las vigilias, las procesiones eucarísticas, los congresos, los debates y los semanarios sobre la Eucaristía.
Muchas almas han vuelto a la fe. Nuestra Señora nos comunicó el 13/V/2002 que las almas convertidas han llegado a 3.350.000.000.
El obispo y Marisa, durante la larga y difícil misión han encontrado dificultades e incomprensiones; juntos han sufrido a causa de la envidia, de los celos, de la calumnia y del miedo por parte de los hombres hacia lo sobrenatural. Durante decenios han vivido encerrados, en el huerto de Getsemaní, en soledad e incomprendidos por los demás; han recorrido el camino doloroso que los ha llevado a ser condenados sin pruebas, testimonios y respeto de las leyes. Juntos han subido al Calvario, a veces el peso de la misión ha sido demasiado pesado para sus espaldas y han tenido el deseo de no volver a retomar el camino, pero como María ha invitado a Jesús a levantarse de nuevo para proseguir el camino doloroso, así la Madre de la Eucaristía ha animado a sus dos queridos hijos a continuar adelante. Quien los ha salvado del naufragio ha sido la gracia de Dios; sus pequeñas, débiles, pobres criaturas, privadas de apoyos humanos, por voluntad de Dios, han prestado voz, mente y corazón a la Virgen para hacer conocer la divina voluntad.
El obispo se ha dejado comer por las almas: en cada catequesis suya, homilía e intervención, ha afirmado siempre la centralidad de la Eucaristía en la vida cristiana, fuente de gracia, de luz, de fuerza para cada hombre y coronamiento de todos los Sacramentos. Marisa ha vivido de manera heroica su consagración a Dios, se ha inmolado en el ocultamiento, sufriendo la pasión, por la conversión de los sacerdotes y de los laicos. "Tantos, tantos y tantos sacerdotes no creen en Jesús Eucaristía y hoy Dios ha permitido de nuevo que la sangre saliese de los estigmas de vuestra hermana y ella sufre todavía por la conversión de los pecadores, pero sobretodo por mis sacerdotes predilectos" (Carta de Dios de 21/XI/1998).
Las apariciones de la Madre de la Eucaristía y sus enseñanzas han preparado y abierto el camino al Triunfo de la Eucaristía. Nuestra Señora invita a los hombres a volver a Dios con la confesión, a tener un corazón y puro y limpio para acoger a Jesús Eucaristía, a vivir en gracia, a asistir diariamente a la Santa Misa. Las cartas de Dios, a pesar de los escasos medios a disposición de la comunidad, se han difundido en todo el mundo y muchas almas han recibido muchas ayudas espirituales.
Otro don extraordinario por parte de Dios, ha sido la ordenación episcopal de Don Claudio, ocurrida el 20 de junio de 1999. El Señor le ha querido dar la plenitud del sacerdocio para ayudarlo a sacar adelante la misión: "Mi querido obispo, quiero darte le fortaleza y el coraje para sacar adelante la larga y dura misión. Dios te ha dado el episcopado para ayudar a la Iglesia. Tu tienes que escuchar solamente lo que Él te dice, no lo que dicen los hombres que no saben amar" (Carta de Dios del 3/VII/1999).
Esta ordenación episcopal ocurrida por intervención directa de Dios, ha dado fuerza, amor y gracia para llegar al triunfo de la Eucaristía.
Los milagros eucarísticos ocurridos en el lugar taumatúrgico son la garantía del origen sobrenatural de su misión. Con aquel suceso el 11 de junio de 2000, cuando la Eucaristía sangró durante la Santa Misa celebrada por el obispo, inmediatamente después de haber pronunciado la fórmula de consagración del pan, Dios puso el sello sobre todos los milagros eucarísticos precedentes y sobre la ordenación de Don Claudio.
El próximo 29 de junio de 2002, tercer aniversario de la ordenación episcopal de S.E. Mons. Claudio, toda la comunidad desea celebrar, de manera solemne, la victoria obtenida y el Triunfo de Cristo.
En este día, todas las almas que aman a Jesús Eucaristía, son invitadas a alegrarse, a dar gracias y a alabar a Dios, participando en la Santa Misa de Alabanza y de Acción de Gracias, presidida por S.E. Claudio Gatti, en la Basílica Madre de la Eucaristía.
También la Madre de la Eucaristía ha expresado su alegría y entusiasmo en espera de este importante día: "Oh, estoy esperando también yo, como vosotros, como una niña espero el 29 de junio, porque si esto que tenéis en mente se consigue, es una alegría grande para Nosotros los del Paraíso. Aquel día estaremos todos con vosotros; no nos veréis, pero estaremos con vosotros. Vosotros veréis una sencilla y humilde basílica, nosotros veremos una gran vaguada, un infinito, donde no habrá ni principio ni fin, porque Nosotros, con los ángeles, los santos y las almas salvadas, estaremos el 29 con vosotros" (Carta de Dios del 3/V/2002).
En este día, que estamos esperando con alegría, nuestros corazones cantarán himnos de alegría al unísono:
"Aclamad a Dios, tierra entera,
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: ¡Qué temibles son tus obras!
por tu inmenso poder tus enemigos te adulan.
Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre."
(Sal. 66)
El Señor no defrauda nunca, y aunque otras pruebas y sufrimientos, comprendido el último golpe de Satanás, golpearán todavía al obispo, a Marisa y a la comunidad, nuestro corazón permanecerá fuerte en espera de que Dios intervenga: "Ánimo, Yo he vencido al mundo" (Jn. 16, 33)