El triunfo de la Madre de la Eucaristía
Crónica de la fiesta del triunfo de la Madre de la Eucaristía, celebrada el 26 de octubre de 2003 en el lugar taumatúrgico.
"Finalmente, después de 10 años, ha llegado el triunfo de la Madre de la Eucaristía. Para Nosotros los del Cielo, hoy es también vuestro triunfo, que sin embargo para los hombres de la Tierra tiene que llegar todavía". Este es un fragmento de la carta de Dios, que nos comunicó Nuestra Señora, la cartera de Dios, como a ella le gusta definirse, el domingo 26 de octubre, día en el que la comunidad 'Movimento Impegno e Testimonianza - Madre de la Eucaristía', ha festejado el triunfo de la Madre de la Eucaristía, anunciado por ella muchas veces en el pasado: "Yo soy Madre de la Eucaristía y poco a poco todos me conocerán bajo este nombre" (Carta de Dios, 11 de febrero 1992). Un gran don ha sido dado a los presentes en esta histórica jornada que será recordada en toda la Iglesia: Dios Padre en persona ha hablado: "Bendigo el triunfo de la Madre de la Eucaristía, de la Madre de Jesús y Madre vuestra; os bendigo a vosotros y vuestro triunfo espiritual. Ánimo, hija mía, estás derramando la sangre por la Iglesia, por los que amas, por tu comunidad, y tus sufrimientos me son muy agradables". Además del triunfo de Nuestra Señora, Dios Padre ha bendecido y anunciado el triunfo de sus dos hijos que El ha llamado para la gran misión. Y también su triunfo porque una de las misiones más importantes confiadas por el Señor al Obispo y a la vidente, es la de trabajar para el renacimiento de la Iglesia, por el triunfo de Jesús Eucaristía y de la Madre de la Eucaristía.
"Mi nombre, Madre de la Eucaristía, es ya conocido en todo el mundo. Todos conocen a la Madre de la Eucaristía, todos conocen al Obispo ordenado por Dios, Mons. Claudio Gatti y a la vidente Marisa Rossi". Esto es lo que nos había hecho saber Nuestra Señora en las cartas de Dios del pasado mayo. Después del triunfo de Jesús Eucaristía, proclamado por Dios el 10 de enero de 2002, ha llegado también el de la Madre de la Eucaristía, título que le ha sido dado por el Hijo.
"Quiero deciros que estaría contento si la gran fiesta a la Madre de la Eucaristía se hiciera el 24 de octubre, cuando celebréis los diez años de las apariciones, diez años de sufrimiento, diez años de amor", esto dijo Jesús en la carta de Dios del 27 de junio de 2003. La comunidad ha seguido las indicaciones del Hijo de Dios y ha celebrado este gran triunfo con una novena que ha tenido los momentos más importantes y conclusivos el 24 de octubre, día en el que se ha celebrado el 10º aniversario del inicio de las apariciones de la Madre de la Eucaristía abiertas a todos, el 25 de octubre, en el que se ha hecho un vigilia de oración y el 26 de octubre, cuando se ha desarrollado la solemne procesión para celebrar la victoria de la Madre celeste. El mismo día Nuestra Señora ha expresado nuevamente el deseo del Señor: "Desde este año la fiesta grande para el triunfo de la Madre de la Eucaristía será siempre celebrada el 24 de octubre" (Carta de Dios, 26 de octubre de 2003).
El domingo 26 de octubre, numerosas personas, provenientes de todas partes de Italia estaban presente en el lugar taumatúrgico en Vía delle Benedettine, en Roma, para participar de los festejos en honor de la Madre de la Eucaristía. La procesión ha partido de la capillita donde, sobre un dosel, ha sido colocada la estatua de Nuestra Señora. Esto tiene un preciso significado, de hecho, la primera gran enseñanza de la Madre de la Eucaristía en estos diez años de apariciones es que en la Eucaristía no sólo está presente Jesús en cuerpo, sangre, alma y divinidad, sino que están también presentes el Padre y el Espíritu Santo, es decir la Santísima Trinidad. Frente a la Eucaristía, por tanto, nos encontramos en la misma situación de los ángeles en el paraíso con la única y gran diferencia de que ellos ven a Dios Uno y Trino tal como Él es. Y este es el motivo por el cual la procesión ha comenzado con la salida de la estatua de Nuestra Señora de la capillita, donde se conserva la Eucaristía; en este modo se ha querido indicar que la Madre de la Eucaristía ha venido del paraíso donde están el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y ha ido al encuentro de los hombre apareciendo en la Tierra. A los dos lados del pasillo que separa la puerta de la Iglesia, habían sido dispuestos los alféreces que sostenían las banderas que representaban las diversas naciones. La estatua de la Madre de la Eucaristía ha sido llevada al final del lugar taumatúrgico, junto a la puerta de entrada, y dirigida al mundo, lo ha bendecido, y a esta bendición, a esta presencia de Maria en el mundo, han seguido las respuestas de las diversas naciones. La primera en responder ha sido Italia; nuestra nación tiene el derecho de primogenitura, porque es en Italia, y exactamente en Roma donde Nuestra Señora se ha hecho presente como Madre de la Eucaristía: "Yo soy Madre de la Eucaristía, pero no todos aceptarán este nombre que cierra la historia. Yo deseo ser amada e invocada como Madre de la Eucaristía" (Carta de Dios, 11 febrero 1992); la primera bandera, por tanto, siguiendo la estatua de Nuestra Señora en procesión ha sido la de Italia junto a la bandera del Vaticano. Esta última ha sido escogida no solo por un respeto hacia el Papa, sino también porque el 3 de noviembre de 1993, apenas diez días después del inicio de las apariciones de la Madre de la Eucaristía abiertas a todos, el futuro Obispo y la vidente han ido a la audiencia general que el Papa tiene en la sala Nervi en el Vaticano. Con ellos estaba la estatua de la Madre de la Eucaristía. Juan Pablo II cuando ha entrado y ha visto la estatua la ha reconocido enseguida, porque ya la conocía. Se ha dirigido con rapidez hacia ella, una sonrisa ha iluminado su rostro y la ha bendecido sin que ninguno se lo indicase ni tanto menos le dijese a quien representaba aquella estatua. Después, dirigiéndose a Don Claudio y Marisa, ha dicho: "Vosotros sois los de Nuestra Señora". Ha sido el Pontífice, por tanto, el que dio a Don claudio y Marisa el título que les compete. El sucesor de Pedro aprecia y reconoce la autenticidad de las apariciones de la Madre de la Eucaristía, y esto emerge también del hecho que el 13 de junio de 2001, en el vigilia de la fiesta del Corpus Domini, él termino su catequesis del miércoles diciendo: "María, Madre de la Eucaristía, os proteja a todos". Por otra parte, ya el 7 de diciembre, de 1997, Juan Pablo II había adorado a la Eucaristía que estaba sujeta, por intervención de Dios, en el cáliz dibujado en un estandarte que representaba a la Madre de la Eucaristía. Esta Eucaristía ha sido llevada por Don Claudio y Marisa, acompañados por miembros de la comunidad, a la plaza de San Pedro. Aquel día Nuestra Señora hizo un anuncio profético: "Hoy he hecho mi entrada en el Vaticano y esta entrada continuará". Por tanto la bandera del Vaticano, que en la procesión ha seguido a la estatua de la Madre de la Eucaristía, representa la adhesión del Papa a las apariciones de la Madre de la Eucaristía, en el lugar taumatúrgico de Via delle Benedettine.
A medida que avanzaba, detrás de la estatua, se han alineado las diversas banderas representantes de los otros países, que estaban desplegadas en diversos puntos. Esto significa que Nuestra Señora, como Madre de la Eucaristía, ha sido progresivamente conocida, aceptada y amada por todas las naciones. El hecho de que la Madre avance y todas las naciones le vayan detrás representa la voluntad de Dios expresada por Jesús cuando todavía vivía en la Tierra: "Ut omnes unum sint", es decir: "Para que todos sean una sola cosa", (Jn, 17, 21-22). Voluntad remarcada por Jesús cuando, en alguna carta de Dios, ha profetizado que todas las naciones, todas las religiones y todos los pueblos serán reunidos gracias a la potencia divina que emana de la Santa Eucaristía.
Cuando la procesión ha llegado frente a la puerta de la vivienda, las banderas han rendido homenaje a la estatua de Nuestra Señora. El obispo ordenado por Dios ha tomado el decreto con el que ha reconocido la auteticidad de las apariciones de la Madre de la Eucaristía y de los milagros eucarísticos, y lo ha enseñado a los presentes. El decreto representa el reconocimiento de la Iglesia sobre hechos sobrenaturales ocurrido en Via delle Benedettine. En un segundo momento el Obispo ha bendecido a todos los que estaban en el lugar taumatúrgico con la única y verdadera reliquia de Nuestra Señora existente en la Tierra: un solo cabello. Es una reliquia distinta de las otras porque éstas hacen referencia a la partes del cuerpo e indumentarias pertenecientes a santos, mientras vivían en la Tierra, el cabello de Nuestra Señora, en cambio, pertenece al único cuerpo glorioso, después de Cristo, que está ya en el Paraíso. Usando las palabras que el Obispo Mons. Gatti ha pronunciado el 26 de octubre podemos decir que "Dios nos ha dado una reliquia de la reliquia".
La procesión, guiada por la estatua de Nuestra Señora, seguida por la vidente con la reliquia en la mano y cerrada por el Obispo, se ha abierto reuniéndose en el jardín donde las banderas han formado un arco. Bajo este arco ha pasado la estatua de la Madre de la Eucaristía: "Esto significa que nosotros aceptamos y creemos cuanto Dios nos ha comunicado: las conversiones obradas por estas apariciones y milagros eucarísticos, han llegado a tres mil millones quinientos mil uno", ha explicado en la homilía Su Excelencia Mons. Claudio Gatti. Nuestra Señora ha triunfado y es conocida en todas las partes del mundo. Para indicar el triunfo de la Madre de la Eucaristía en la Iglesia, con las banderas ha sido dibujado un cáliz alrededor del altar de la basílica. El cáliz indica que la primera en ofrecer a Jesús a Dios ha sido Su Madre. De hecho, apenas nacido el pequeño Jesús, nuestro Salvador y único mediador entre Dios y los hombres, María y José lo han elevado al cielo y lo han ofrecido al Padre. La Madre de la Eucaristías, por otra parte, está al lado del Obispo ordenado por Dios durante cada Santa Mida celebrada por él y se une a la ofrenda del pan y del vino, para que la potencia del Espíritu Santo pueda transformar el uno y el otro en el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo. La aparición ha ocurrido en esta magnífica escenografía, embellecida por muchas flores que estaban apoyadas a lo largo del recorrido de la procesión. La flor más hermosa e importante, sin embargo, ha sido cultivada por los presentes con la participación en la Santa Misa, que ha concluido la jornada dedicada al triunfo de María. Como ha explicado en la homilía el Obispo, este triunfo de la Madre de la Eucaristía, significa un progresivo retorno de la Iglesia a sus orígenes. En la Iglesia primitiva estaban presentes María y los apóstoles. El día de Pentecostés, cuando ha nacido la Iglesia, Nuestra Señora ha dado su sonrisa, animando y bendiciendo a los doce, sobre los cuales ha descendido el Espíritu Santo. La característica de los fieles de la iglesia, primitiva era la escucha de la catequesis de los apóstoles. La Iglesia de los orígenes estaba despegada de los bienes terrenos porque estaba deseosa de poseer los bienes sobrenaturales. El renacimiento de la nueva Iglesia brota del triunfo de Jesús Eucaristía y del triunfo de la Madre de la Eucaristía. Solo a través del amor a la Eucaristía la Iglesia está volviendo a brillar y a ser pura, liberándose de todos los pesos superfluos que la debilitan.
Ha sido el triunfo espiritual. No ha llegado todavía, sin embargo, el reconocimiento desde el punto de vista humano, pero lo que cuenta es el juicio de Dios. La Madre de la Eucaristía ha confirmado, de todos modos, que llegará también la celebración y el triunfo por parte de los hombres: "No os desaniméis, vuestro momento llegará y será tan grande y glorioso que no podéis ni siquiera imaginarlo" (Carta de Dios, 26 de octubre 2003).
"La Iglesia renace de la santidad y del compromiso personal de cada cristiano", ha concluido el obispo de la Eucaristía dirigiéndose a los muchos fieles llegados de todas partes de la península y dibujando con sus palabras una espléndida imagen: "Cada uno de vosotros sea una llamita de amor que encienda otros corazones. Como de una vela se pueden encender otras, que cada uno de vosotros se convierta en una vela para los otros, para alabanza y gloria de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo".