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S. José, S. Pablo, Pablo VI y el Obispo de la Eucaristía

Vigilia para la fiesta del sacerdocio del 13 de marzo de 2004

Nadie puede amar plenamente a Dios y a los hermanos si no está unido a Jesús Eucaristía. El que se niega a sí mismo y toma su cruz se asemeja cada vez más a Cristo y vuela hacia alturas espirituales inimaginables. El Obispo ordenado por Dios ama profundamente a la Eucaristía y la ha convertido en la razón principal de su ministerio sacerdotal. El que vive en gracia y se alimenta de la Fuente tiene las mismas cualidades de Cristo y recorre el mismo camino, obstaculizado a veces por la maldad de los hombres que no comprenden los designios de Dios. La intensa vida espiritual y la virtud de nuestro Obispo están presentes en tres grandes santos que han puesto en el centro de su vida a la Eucaristía, defendiéndola y protegiéndola de los enemigos de Dios. Es sorprendente ver la semejanza, los puntos de contacto y el mismo amor por Dios y por el prójimo que comparten nuestro Obispo con S. José, S. Pablo y con el Papa Pablo VI.

Mons. Claudio Gatti ama profundamente a estos grandes hombres porqué, antes que él, han protegido y amado el tesoro más precioso: la Eucaristía.

LA RELACION CON LA EUCARISTÍA

S. José - S. José es el santo más grande después de la Madre de la Eucaristía: Dios lo ha colocado muy alto y le ha dado el título de "Santo Custodio de la Eucaristía" ya que ha sido particularmente diligente y atento custodiando y adorando a Jesús durante su vida terrena. En la carta de Dios del 2 de marzo de 2002 la Madre de la Eucaristía nos ha revelado un hecho desconocido durante los dos mil años de la historia de la Iglesia: "Cuando Jesús murió, mi amado esposo estaba junto a mi, espiritualmente hablando, y me ayudaba con sus dulces palabras como había hecho siempre durante la vida". Y el 3 de marzo continuó: "Ayer, empecé a hablaros de mi amado esposo José y os dije que él estaba presente durante la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús; estaba a mi lado, me ayudaba y me sostenía". S José permaneció siempre al lado de Jesús.

S. Pablo - El mismo amor por la Eucaristía ha sido el centro de la vida de S. Pablo. El afirmaba que tiene que haber unión entre los siervos de Dios, ellos tienen que construir el edificio del Señor sin antagonismos. El edificio se funda sobre la Eucaristía, único y verdadero fundamento, y Pablo amonestaba a los constructores para que lo edificaran correctamente, es decir, permaneciendo perfectamente fieles a las enseñanzas de Cristo. Pablo vivía intensamente la celebración de la S. Misa y era consciente que nada podía sin la ayuda de la Eucaristía: "Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro, para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros" (II Cor 4, 7).

Pablo VI - En la vida de Pablo VI domina la Eucaristía. Para el Papa Montini en Ella "está contenido todo el bien espiritual de la Iglesia". En la Encíclica "Mysterium Fidei" define la Eucaristía como "Medicina de la inmortalidad".

Pablo VI, durante su pontificado, le llegaron rumores de que algo se estaba introduciendo en la Iglesia y que iba a mancillar el bien más precioso de un cristiano: la Eucaristía. "El humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios", dijo en un discurso. El objetivo de la Encíclica Mysterium Fidei, de hecho, era el de desmentir de manera firme y decisiva las opiniones de algunos que ponían en duda la centralidad de la Eucaristía en la Iglesia. Pablo VI subraya que en la Eucaristía, por transubstanciación, Jesús está realmente presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad bajo las especies del pan y del vino y que la presencia real perdura incluso fuera de la S. Misa, por lo que la Eucaristía tiene que ser conservada de manera digna y tiene que dársele el culto debido de adoración.

Monseñor Pasquale Macchi, su secretario particular, escribe: "Deseo revelar que nunca se privó de la celebración de la S. Misa, ni siquiera en los días de enfermedad, excepto en ocasión de la intervención quirúrgica de 1967". El Papa siguió también la última S. Misa de su vida con intensa devoción y en el momento de la Comunión se postró hacia la Eucaristía, "como la cierva anhela las fuentes de agua". Pablo VI abolió el latín de la liturgia de la S. Misa justamente para hacer que los fieles la siguieran y amaran más y los exhortó a participar cotidianamente al sacrificio eucarístico.

Obispo de la Eucaristía - El Obispo Mons. Gatti ha hecho de la Eucaristía el centro de su propia vida pastoral, llegando a alcanzar altas cimas espirituales y a dar todo de sí mismo para las almas. El habla de la Eucaristía con un arrebato tal que sus palabras llegan al corazón de quien le escucha. El Obispo, como tendría que hacer todo sacerdote de la Iglesia, ha basado su vida en la S. Misa, que es la forma más grande de oración que nos acerca al Señor, y ha tratado de traer una renovación, un mayor amor y una fe más ardiente en lo que se refiere a la Eucaristía.

El Obispo ha hecho de la Eucaristía su razón de vida y ha pagado en primera persona por defenderla de los ataques de los enemigos de Dios.

EL ANSIA APOSTOLICA Y LA PREDICACION

S. Pablo - Para S. Pablo la centralidad de la predicación es Cristo. Leemos en la segunda carta a los Corintios: "No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús; y a nosotros como siervos vuestros por Jesús" (II Cor 4, 5). El grande amor que ha tenido S. Pablo hacia Jesús, lo ha empujado a predicar el S. Evangelio afrontando persecuciones, sufrimientos y fatigas. El ansia de la predicación de la Palabra de Dios se deja ver de la incisividad de sus palabras. Su único deseo es anunciar a Cristo con coherencia y claridad y no quiere deslumbrar con palabras elegantes a sus fieles para obtener su aprobación o para hacer sobresalir la propia persona: "Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mi si no predicara el Evangelio!" (I Cor 9, 16).

La eficacia y la fuerza de la predicación de Pablo, que ha llevado a la Iglesia grandes frutos espirituales, derivan de su profunda unión con Cristo, de la presencia de la gracia de Dios que ha sostenido su misión de evangelización: "No que nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos cosa alguna, como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios, el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva Alianza" (II Cor 3, 5).

Pablo VI - La misma ansia apostólica ha estado siempre presente en Pablo VI. El Papa Montini ha tenido la difícil tarea de llevar adelante tres de las cuatro sesiones del Concilio Vaticano II y ha sido obligado a tomar decisiones importantes que ha tratado de imponer, movido por su gran amor a la Iglesia y del conocimiento de que algo estaba cambiando. Todo eso lo ha llevado a ser amado y odiado al mismo tiempo. A tal propósito, en la encíclica Ecclesiam suam se nota la preocupación de Pablo VI de conseguir que la Iglesia se adapte a las circunstancias históricas y sociales en las que desarrolla la propia misión. Tiene que buscar una forma de diálogo y de apertura hacia el progreso al mismo tiempo para alcanzar más fácilmente el corazón de quien está alejado de Cristo, pero esto no tiene que traducirse en una atenuación o en una disminución de la Verdad; el apostolado no puede llegar a un compromiso respecto a los principios de pensamiento propios de la profesión cristiana. Solo permaneciendo siempre fieles a la doctrina de Cristo se puede ejercitar el apostolado con fuerza y vigor.

Obispo de la Eucaristía - El gran deseo que tuvieron S. Pablo y Pablo VI de anunciar a Cristo a los hombres es el mismo que todos nosotros hemos encontrado en nuestro Obispo. La difusión del conocimiento y del amor hacia la Eucaristía, la predicación de la Palabra de Dios son compromisos que Mons. Claudio ha tratado siempre de llevar adelante, con la fuerza y la autoridad que le competen. Ha tenido siempre la firme convicción de que acercar a los hermanos alejados de Cristo no quiere decir condescender a compromisos, sino explicar a las almas la importancia de la vida de la gracia, una vida que comporta sacrificios y un notable compromiso.

Encontramos en las palabras del Obispo su gran ansia apostólica: "Cuando Nuestra Señora nos comunica que también en otras partes se hacen encuentros bíblicos, yo siento una gran alegría porque el ansia del verdadero sacerdote es que Cristo sea conocido, porque cuando es conocido, es tan fuerte, simpático y vivo que no se puede no amarlo. Se ama al Cristo que se conoce, no se ama al Cristo que no se conoce. El sacerdote tiene que tratar de llevar adelante esta ansia e infundirla en los encuentros bíblicos que tienen que ser deseados, preparados, alimentados por la meditación y por la oración y tienen que estar acompañados por la presencia de la Eucaristía, que, ella sola, puede hacerlos vivos y vitales, por esto no se puede escindir la Palabra de Dios de la Eucaristía"

A menudo Nuestra Señora nos ha repetido: "Habéis conocido hasta el fondo a Jesús Eucaristía, este conocimiento es fruto del amor de vuestro Obispo, el Obispo de la Eucaristía, el Obispo del Evangelio; de cada línea del S. Evangelio hace un poema" (Carta de Dios, 1 de enero de 2000).

LA HUMILDAD

S. José - S. José es un auténtico ejemplo de la humildad. Cuando la Sagrada Familia aparece a nuestra hermana Marisa, ella nos cuenta que S. José se coloca siempre un paso atrás con respecto a Jesús y a su esposa, y es siempre la Madre de la Eucaristía quien lo invita a dar un paso adelante para ponerse a su lado. José ha sido llamado por Dios para custodiar a Jesús durante la vida terrena y a este deber ha respondido con un amor inmenso. Ha vivido el papel de esposo y de padre putativo con madurez y responsabilidad, porque se ha preparado con profunda humildad a vivir el cometido que Dios le ha confiado.

El amor de S. José ha estado alimentado por la humildad, el ha alcanzado las más altas cumbres espirituales porque ha vencido al propio yo, ha dominado el orgullo y ha vivido sereno y confiado en el ocultamiento. Ha reservado el primer lugar a Dios, colocando al prójimo inmediatamente después y reservando para sí el último puesto.

S. Pablo - S. Juan Bautista decía: "Cristo tiene que crecer y yo disminuir". S. Pablo ha aplicado a la letra esta enseñanza durante toda su vida. La humildad es también sinceridad y verdad, el apóstol declaraba abiertamente haber sido llamado por Dios y tener dones, pero admitía enseguida que éstos provenían de Dios y no de él. De hecho, en la primera carta a los Corintios S. Pablo escribe: "Me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios" (I Cor 2, 3-5).

Pablo VI - Entre las muchas cualidades de Pablo VI estaban seguramente la humildad y la sencillez. En la navidad de 1957 donó, para la construcción de nuevas iglesias, lo más querido de su consagración episcopal, que conservaba: una estupenda cruz pectoral de oro macizo con gemas y un anillo pastoral con un gran brillante, regalo de la nobleza romana.

Al arzobispo de Milán, fututo Pontífice, le gustaban las cosas sencillas, abolió todo lo que no servía para dar gloria a Dios, sino sólo a los hombres, comprendida la silla gestatoria. Bajo su pontificado, los ornamentos litúrgicos, sin embargo, perdieron los ricos encajes y todo lo que era ostentoso y superfluo, a fin de que se alcanzase una religiosa sobriedad. A los obispos del Concilio Vaticano II les dio un anillo episcopal muy sencillo y sin piedras preciosas: este gesto inauguró un nuevo estilo. En su testamento escribió: "Que mis funerales sean píos y sencillos. Me gustaría que la tumba estuviese en la tierra, con una humilde inscripción que indique el lugar e invite a los cristianos a la piedad. No deseo ningún monumento para mi".

Obispo de la Eucaristía - Ser humilde, como nos ha enseñado nuestro Obispo, no quiere decir renegar de la propia cualidad. El humilde es el que reconoce la grandeza de los dones que recibe del Señor y los pone al servicio del prójimo. El Obispo ha afirmado siempre que sin la ayuda de Dios no habría podido continuar nunca su gran misión, no ha confiado jamás en sí mismo, sino en la fuerza que emana de la Eucaristía. Él nos ha invitado a dar gracias a Dios por las profundas enseñanzas que nos transmite, porque es el Señor el que lo inspira. El Obispo nos ha enseñado que Dios tiene que triunfar, no los hombres, por esto ha escogido las insignias episcopales dignas, pero sencillas, evitando todo lo que pueda servir sólo para alimentar la vanidad humana.

LA PUREZA

S. José - El lirio es una flor que describe el candor y la belleza del alma de S. José que ha ofrecido su pureza a Dios.

Los puros recuerdan la condición definitiva y final del hombre, en un mundo que se sumerge cada vez más en los placeres desordenados de la carne: "Seréis como ángeles de Dios en el cielo" (Mt 22, 30)

La pureza permite al hombre vivir con Dios una relación más íntima y dedicarse de modo generoso al servicio de los hermanos, desprendiéndose de las inclinaciones negativas. S José ha estado dispuesto y feliz de poder ofrecer a Dios el lirio de su pureza, el mismo lirio que después con María, ha ofrecido de nuevo durante los años de la vida conyugal.

S. Pablo - "Para los limpios todo es limpio; mas para los contaminados e incrédulos nada hay limpio" (Tt 1, 15). S. Pablo ha exhortado siempre a sus hijos espirituales y a la comunidad a vivir de manera casta respetando y amando el propio cuerpo. "Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de la fornicación, que cada uno de vosotros sepa mantener su propio cuerpo con santidad y honor y no dominado por la pasión" (I Ts 4, 3) "Huid de la fornicación. Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo y que lo habéis recibido de Dios y que no os pertenecéis?" (I Cor 6, 18-20).

Pablo VI - La importancia de la pureza se evidencia claramente en la encíclica "Sacerdotalis Caelibatus", en la que hablando del celibato de los sacerdotes, afirma que esta es la condición que todos nosotros tendremos en el paraíso: "El precioso don divino de la perfecta continencia por el reino de los cielos constituye precisamente un signo particular de los bienes celestiales, anuncia la presencia sobre la tierra de los últimos tiempos de la salvación con el advenimiento de un mundo nuevo, y anticipa de alguna manera la consumación del reino, afirmando sus valores supremos, que un día brillarán en todos los hijos de Dios. Por eso, es un testimonio de la necesaria tensión del Pueblo de Dios hacia la meta última de su peregrinación terrenal y un estímulo para todos al alzar la mirada a las cosas que están allá arriba".

Obispo de la Eucaristía - Para el Obispo, la pureza ha representado siempre uno de los pilares de su vida como hombre y sacerdote. A menudo ha manifestado la importancia de vivir la pureza del alma y del cuerpo para brillar inmaculados como astros en el cielo, presentándonos como vestidura blanca ante los ojos de Dios.

LA CARIDAD Y EL AMOR

S. José - El amor de S. José respecto a su casta esposa María y hacia su Hijo Jesús destaca en cada acción suya. Nuestra Señora nos cuenta: "José era feliz de ofrecer sus sacrificios a Dios. Lo amaba de manera extraordinaria. Mi esposo estaba lleno de ternura y de amor". La caridad de José ha alcanzado alturas vertiginosas; cuando dejó a María, que era huésped en la casa de Zacarías e Isabel, para volverse a Nazaret, estaba destrozado porque sentía el sufrimiento del la separación de su esposa, pero estaba feliz, porque sabía que la permanencia de María era un gesto de caridad respecto a su prima Isabel, aunque ninguno comprendía aquel gesto. El gran amor por Dios y la caridad provocan envidias, celos, incomprensiones y calumnias por parte de quien no está unido al Señor.

S. Pablo - El himno a la caridad resume el ferviente amor que ha caracterizado toda la vida de S. Pablo: "Aunque hable las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, no soy más que una campana que toca o unos platillos que resuenan. Aunque tenga el don de profecía y conozca todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tenga tanta fe que traslade las montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque reparta todos mis bienes entre los pobres y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso; no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal; el amor no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera." (I Cor 13, 1-7).

Pablo VI - Leemos en la biografía de Pablo VI: "El primer deseo era el de servir y contentar a toda persona que se dirigiese a él. Recibiendo sacerdotes y laicos, su atención era toda para ellos, como si cada uno fuese el único; así el tiempo de las audiencias se postergaba mucho más allá del mediodía, y a menudo la preparación de discursos y homilías lo tenía ocupado durante horas después de la medianoche". Toda la vida de Pablo VI ha estado caracterizada por la caridad. Pablo VI hacía el bien, pero no lo hacía saber a los demás. Su secretario particular recuerda: "El arzobispo de Milán, cada viernes por la tarde se trasladaba de manera totalmente reservada, a visitar a los enfermos o pobres o discapacitados: era el encuentro con Jesús en la persona humillada y sufriente. Nadie estaba al corriente: con el chofer, yo lo acompañaba a casas pobrísimas, a veces en verdaderos tugurios o en pequeñas barracas"

Obispo de la Eucaristía - Nuestro Obispo no ha evitado nunca a nadie y como el gran S. Pablo "se ha hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos", a pesar del cansancio y el sufrimiento que algunas veces se notaban gravemente en su físico muy probado. Él no ha cerrado nunca la puerta a quien le ha pedido con sinceridad su ayuda y se ha dejado consumir por las almas como un buen pastor. La caridad del Obispo hacia los que sufren y los enfermos es una perla engarzada en su vida de hombre y de sacerdote: ha asistido siempre con amor a nuestra hermana Marisa y a la abuela Yolanda y ama de manera particular a los ancianos porque son "las perlas de Dios", como los llama la Madre de la Eucaristía. Sus años de sacerdocio han sido cuarenta y un años de caridad y amor hacia todos.

LA FIGURA DEL PADRE

S. Pablo - S. Pablo ha sido un auténtico padre espiritual para todos sus hijos a los que ha amado e instruido para conducirlos a la vida eterna "Como un padre a sus hijos, lo sabéis bien, a cada uno de vosotros os exhortábamos y alentábamos, conjurándoos a que vivieseis de una manera digna de Dios, que os ha llamado a su Reino y Gloria". Una tarea importante de todo pastor que quiere ayudar a las almas confiadas a Dios, es la corrección fraterna, que si se hace con amor, y es aceptada con humildad, lleva a un verdadero crecimiento espiritual. "En efecto, la tristeza según Dios produce firme arrepentimiento para la salvación" (II Cor 7, 10). S. Pablo corrige a su comunidad cuando se alejan de sus enseñanzas, con la autoridad y con el amor de un padre. Él sufre a causa de las faltas de sus hijos y teme que no acojan las correcciones y se alejen de su guía y por tanto, de Cristo; cuando, sin embargo, se da cuenta que el dolor de sus hijos es fértil, porque los lleva a la conversión, entonces su corazón estalla de alegría por los frutos espirituales obtenidos y olvida sus sufrimientos.

Pablo VI - Pablo VI, en la encíclica "Sacerdotalis Caelibatus" ha evidenciado la figura del pastor como padre por sus hijos espirituales: "Antes de ser superiores y jueces, sed para vuestros sacerdotes maestros, padres, amigos y hermanos buenos y misericordiosos, prontos a comprender, a compadecer, a ayudar. Animad por todos los modos a vuestros sacerdotes a una amistad personal y a una apertura confiada, que no suprima, sino que supere con la caridad pastoral, el deber de la obediencia jurídica, a fin de que la misma obediencia sea más voluntaria, leal y segura.

Id con ansia y amor en busca de la oveja perdida para traerla de nuevo al calor del redil e intentad como Cristo, hasta el fin de exhortar al amigo infiel"

Obispo de la Eucaristía - Estas palabras nos traen a la mente las que nuestro Obispo ha usado en uno de los encuentros bíblicos: "El auténtico sacerdote que en sí mismo se esfuerza en reproducir los sentimientos de Cristo es el que se deja consumir por las almas que le son confiadas. La responsabilidad paterna no tiene que cesar nunca, en sus catequesis, en los encuentros bíblicos, en los encuentros privados, hacer sentir la fuerza de la exhortación, del aliento, del empuje y del acompañamiento. El padre acompaña a los hijos; el verdadero sacerdote, el verdadero obispo acompaña a las almas que le son confiadas, las pone en guardia, hace lo imposible para que éstas no cometan determinados errores o recaigan en errores ya cometidos, tiene el ansia de impedir a las almas que cuida que hagan el mal".

El obispo de la Eucaristía ha sido siempre un buen padre hacia todas las almas que le han sido confiadas; no ha dudado nunca ni un instante en hacer todo lo posible para traer de nuevo al redil a las ovejas descarriadas y hacer la corrección fraterna cuando ha sido necesario. Su paternidad refulge y brilla en su ánimo de hombre y sacerdote porque no descansa hasta que, aunque sea uno solo de sus hijos, no ha vuelto a la casa del Padre.

EL ABANDONO Y EL SUFRIMIENTO

S. José - S. José se ha abandonado siempre a Dios incluso cuando se ha sentido desgarrado en el alma y en los afectos y ha vivido situaciones humanamente incomprensibles o dramáticas: la maternidad de María, la fuga a Egipto y la pérdida del Niño Jesús.

El abandono de S. José a Dios ha sido perfecto y convincente y ha tenido siempre presente las palabras de Isaías: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos. Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamientos a los vuestros" (Is 55, 8-9). Abandonarse a Dios provoca un profundo desgarro interior aliviado, sin embargo, por el conocimiento de hacer Su voluntad. Abandonarse a Dios significa decirle "Sí" con el corazón y la voluntad, aunque sea fuerte la tentación de decir "No".

S. Pablo - Cristo, después de subir al Cielo, ordenó obispo a Pablo. El apóstol aceptó la misión a la que el Señor lo había llamado y para hacer la voluntad de Dios se ha encontrado en situaciones difíciles. El, de hecho, ha tenido que afrontar la hostilidad de los que no se abrían al anuncio evangélico y trataban de censurarlo en su predicación. San Pablo reivindicó con fuerza la propia calificación de apóstol y a veces ha sentido predominantes la depresión y el desánimo, pero siempre se ha abandonado a Dios hasta dar la propia vida, con tal que los designios divinos se realizaran. Consciente de su debilidad humana, ha recibido fuerza y vigor de la gracia del Señor:"Con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mi la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte". (II Cor 12, 10).

Obispo de la Eucaristía - Nuestro Obispo, como S. Pablo, ha recibido la ordenación episcopal directamente del Señor: Dios ha dicho: "Te ordeno Obispo" (Carta de Dios de 27 de junio de 1999) y ha puesto su sello sobre esta ordenación con el milagro eucarístico del 11 de junio de 2000. El Obispo no ha tenido la libertad de aceptar o rechazar la plenitud del sacerdocio, pero se ha abandonado completamente a los designios de Dios. Él ha gozado por el inmenso don recibido, aunque también ha temblado, previendo ulteriores calumnias y hostilidades, que tendría que afrontar. Ha escogido seguir a Dios con decisión y valentía, ha abrazado la cruz y ha aceptado la difícil tarea de llevar adelante su dura misión junto con Marisa.

"Tolo lo puedo en Aquel que me da fuerza", esto es lo que han repetido juntos el Obispo de la Eucaristía y la víctima de amor, sin perder nunca la confianza en el poder de Dios.

LAS CARTAS DE DIOS: EL ALIENTO AL OBISPO DE LA EUCARISTÍA

S. José: "Mi querido Obispo, soy tu José. Se me ha permitido decirte que das tanta alegría a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, por el amor que tienes y por el sufrimiento que ofreces. A veces es difícil hacer comprender a las personas lo que dices pero ellos saben que Jesús habla a través de ti. Me da alegría oír que me amas y yo desde lo alto del cielo, así como puedo, -porque también yo, como tú, me siento el último, aunque Dios me haya puesto alto después de Jesús y María" (Carta de Dios, 10 marzo 2002)

Nuestra Señora: "Cada encuentro bíblico es grande; el del jueves pasado ha sido grandísimo, hermosísimo. Lo que habéis escuchado no era solo de Pablo, era también de Claudio, de vuestro obispo: Pablo y Claudio. De cada palabra de la Sagrada Escritura ha hecho, un poema. El Obispo intenta hacer penetrar en vuestro corazón lo que dice. Pablo es grande, y vuestro obispo es grande". (Carta de Dios, 24 de febrero de 2002).

Pablo VI: "Yo soy el gran Pablo VI y amo a Su Excelencia Monseñor Claudio Gatti, porque ha pronunciado muchas palabras hermosas por lo que respecta a mi. Vosotros no sabéis cuantas personas me han calumniado y difamado, pero desde que mi Obispo y vuestro ha empezado a hablar de mi, de mi persona, de todo lo que he sufrido y todo el bien que he hecho, hablan bien de mi y me llaman el Papa gigante. Oh no, soy pequeño, pero estoy al lado de la Madre de la Eucaristía. Gracias, Excelencia, por todas las palabras hermosas que has dicho de mí. Te digo solamente que no te dejes abatir. También yo me he abatido y no sabes cuantas maldades han dicho sobre mi, cuantas personas cercanas me han calumniado y difamado y era Papa. Te lo digo: no te dejes abatir, no abandones la misión, se fuerte, lleva adelante esta durísima misión. Ningún santo y ningún hombre de la Tierra ha sufrido tanto como tu. Haz lo que dice nuestro Jesús y nuestra Madre de la Eucaristía. Si te dejas abatir también tu hermana y todos los que te quieren sucumbirán. Yo soy el Papa que tu has amado tanto y te ayudo y oro por ti. No es necesario ser declarados santos por la Iglesia, para Dios y para la Madre de la Eucaristía soy santo". (Carta de Dios, 6 agosto 2003).

CONCLUSION

Las enseñanzas de nuestro Obispo ordenado por Dios están en perfecta sintonía con las de S. Pablo y de Pablo VI, él se ha inspirado siempre en ellos y en el estilo de vida del gran S. José.

La figura de S. José y la del gran Papa Pablo VI han sido redescubiertas hoy en la Iglesia gracias a las cartas de Dios y a las catequesis de nuestro Obispo.

El Obispo Claudio Gatti, en sus cuarenta y un años de sacerdocio, ha obedecido siempre a Dios y ha continuado llevando adelante la tarea que el ha confiado el Señor. La misión del Obispo y de la vidente ha dado muy buenos frutos, pero el último tramo de camino que todavía queda por recorrer es el más duro y difícil.

A nosotros, como comunidad, se nos pide mucho, porque mucho se nos ha dado. Aprendamos, ante todo, a amar después de lo cual viene la oración, pero sobretodo, como ha dicho nuestro Obispo en un encuentro bíblico, tenemos que convertirnos en una comunidad santa, si queremos participar activamente en la misión.

Ánimo, Excelencia, para nosotros eres el Obispo Ordenado por Dios, Obispo de la Eucaristía, el Obispo del amor.