La Cuaresma Eucarística
Durante el Año Eucarístico propuesto por S.E. Mons. Claudio Gatti en el 2003 y convocado el 10 de junio de 2004 por el Santo Padre, también la Cuaresma tiene un significado profundamente eucarístico. El 9 de febrero, con ocasión del Miércoles de Ceniza, nuestro Obispo durante la homilía nos ha explicado el sentido eucarístico de la Cuaresma.
Los días más solemnes de la Cuaresma son el Jueves Santo, el Viernes Santo y la Pascua, fuertemente ligados a la Eucaristía. Durante el Jueves Santo recordamos la institución del sacerdocio y de la Eucaristía, durante el viernes Santo la pasión y muerte de Jesús y el día de Pascua, Su Resurrección; cada santa Misa es la actualización de estas grandes realidades: pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Cada día de la Cuaresma tiene que ser vivido para prepararse a vivir con más amor y responsabilidad el Triduo Pascual. En el arco de la Cuaresma, tiene que haber un impulso cada vez más creciente y fuerte que se manifieste con la fe y el amor en lo que se refiere a la Eucaristía. Cada acción nuestra tiene que tender a Jesús Eucaristía. El ayuno, el sacrificio, los florilegios, la limosna sirven para purificarnos para tomar la Eucaristía con el corazón más limpio y puro.
En este período cada uno tiene que vivir con más firmeza el gran mandamiento que Jesús nos ha dado: "Este es mi mandato: que os améis los unos a los otros como yo os he amado" (Jn. 15, 12); así podemos gustar más el Amor de Dios que se manifiesta en el Misterio Eucarístico. "Dios es amor y si os falta el amor, mis queridos hijos, no tenéis nada, porque el amor es donación, el amor es sacrificio, el amor es ayudar al prójimo, el amor es sentir que el hermano está con nosotros porque está en gracia, porque Dios está con él. ¿Pensáis que amar es muy difícil? El que no sabe amar es insensible, no tiene conciencia, no tiene nada, el que sabe amar siente la alegría y el deseo de estar al lado de su hermano" (Carta de Dios, 2 noviembre 2002).
Tenemos que buscar e intensificar el diálogo con Jesús Eucaristía. Cada pensamiento nuestro o invocación que dirigimos a nuestro "Dulce Maestro" llega inmediatamente a su corazón y repitiendo continuamente estos actos, progresivamente conseguiremos tener una relación habitual y constante que nos acompañará en lo cotidiano. "Mientras trabajáis, quien hace una actividad quien otra, decid cualquier oración; es suficiente decir: "Jesús te amo" No quita tiempo y podéis continuar trabajando. Si ha habido una pequeña falta, decid: "Dio, te pido perdón"; y la jornada continua y todo se vuelve más fácil" (Carta de Dios, 19 septiembre 2004)
La Madre del Cielo en los últimos meses pide la conversión de sus hijos, empezando por los grandes de la Iglesia. Podemos afirmar que convertirse significa tener un aliciente y un amor eucarístico cada vez más fuerte. Mientras el hombre no llegue a nutrir, en lo que se refiere a la Eucaristía, un amor intenso, vehemente, continuo y habitual, no está todavía convertido. "Convertíos y creed en el Evangelio", significa, por tanto, cambiar de mentalidad, abrir el corazón y la mente al s. Evangelio, Palabra de Cristo que enseña el amor y el más elevado y más hermoso es el Amor Eucarístico.
La Iglesia, desde la cumbre al más pequeño miembro, renace si hay una auténtica conversión, o sea un amor eucarístico, cada vez más fuerte e intenso. El fuerte momento litúrgico que estamos viviendo, la Cuaresma, es una ocasión para encontrarnos con más fe, con más conciencia, con más amor hacia la Eucaristía. Juan Pablo II ha dicho: "La Iglesia renace de la sangre de sus hijos" y nuestro Obispo ha añadido: "La Iglesia renace del Cuerpo y de la Sangre de Jesús Eucaristía, porque el sacrificio y la inmolación de Cristo tienen un valor infinito, Su Sangre tiene un valor infinito. A pesar de que el Señor puede pedir el gran sufrimiento también a algunas almas elegidas por Él, como en estos días la está pidiendo a nuestra hermana Marisa que ha sufrido la Pasión más de una vez durante el mismo día; así daremos también nuestra sangre para el renacimiento de la Iglesia, pero la sangre humana sin la presencia de la Sangre Divina es estéril e improductiva: la Iglesia renace de la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia".