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El encuentro con Mons. Claudio y Marisa: recuerdos personales y testimonios de los miembros de la comunidad

Vigilia de oración del 14 de mayo 2005

Cada uno de nosotros, seguramente puede testificar que, desde que ha conocido a Mons. Claudio y a Marisa y ha empezado a asistir a las apariciones e la Madre de la Eucaristía, la vida de cada uno ha cambiado; la vida ha adquirido un cierto significado, un valor, un sentido particular, que de otro modo no habría tenido. Juntos hemos oído sonidos jamás escuchados, saboreado sabores nunca gustados, cogido flores con perfumes jamás olidos. Hemos tratado de amar con una intensidad que no habríamos nunca imaginado, hemos probado sensaciones que en ningún otro lugar hemos advertido, hemos gozado, pero también sufrido por los acontecimientos que han involucrado a toda la comunidad. El Señor nos ha regalado en estos años numerosos instantes de Paraíso. Hemos recibido gratuitamente y gratuitamente hemos de dar. En esta vigilia trataremos de hacer hablar a nuestro corazón, ofreciendo los recuerdos personales o los testimonios que tendrían que hacer comprender que la vida sin Dios, sin Jesús Eucaristía, no llena el deseo del hombre de mejorar cada vez más su propia existencia.

Silvana

Cuando entro en el lugar taumatúrgico, me vuelve a la mente la primera vez en la que sentí un perfume embriagador, una sensación que no olvidaré nunca. Es el mismo perfume que siento al lado de Marisa, signo de unión entre ella y la Eucaristía. Los recuerdos encerrados en mi corazón son muchos y espero que permanezcan siempre vivos, para poderlos dar a los demás. Gracias de todo, Señor.

Franco y Lina

Madre de la Eucaristía, tu, que en cada encuentro nos das siempre las gracias por nuestra presencia, permítenos decirte un gracias muy grande por todo lo que has hecho por nosotros, por haber sentido siempre tu presencia junto a nosotros, dispuesta y vigilante, por habernos sostenido con tu gran amor de Madre. El Obispo y Marisa han guiado nuestra regeneración espiritual, consiguiendo colmar todas las lagunas, llegando a hacernos aceptar que la verdadera paz se obtiene sólo cuando se está en gracia. El conocimiento de la Palabra, dosificada y explicada con tanto amor, nos ha llevado a encontrar a Jesús Eucaristía todos los días. Nos hemos sentido ayudados, sostenidos y guiados en el papel de padres en los momentos más difíciles. Si hoy tenemos alegrías, lo debemos también al Obispo y a Marisa, a su paciencia, a su amor, pero sobretodo las fuertes y penetrantes palabras del Obispo, que siempre nos ha sostenido y animado. Por todo esto os damos gracias en el día de vuestra fiesta, estamos a vuestro lado y os sostenemos con nuestras oraciones.

Maria Carta

Hostia consagrada, fuente de vida y de luz para todos nosotros. Santísima Trinidad, que estás siempre dispuesta sobre el altar sacrificial a darnos Tu amor, para transmitirlo a las personas que están a nuestro lado, exhortándonos a ser ejemplo y testimonio para todos. Tu llenas nuestros corazones con Tu infinito amor, dándonos una alegría inconmensurable. Gracias, Señor, por habernos dado la presencia de dos almas benditas, el Obispo y Marisa, a las cuales dirigimos todo nuestro afecto, nuestra devoción y nuestras felicitaciones.

Giovanni

Estando a vuestro lado he experimentado el sufrimiento, la incomprensión, la amargura. He comprendido que solo de la cruz viene la salvación. Esta verdad es vivida sólo por los que están unidos al crucifijo. Quiero mirar siempre adelante, quiero estar a vuestro lado para volar alto. La fuerza, el valor y la perseverancia vienen de la Eucaristía; pegado al tabernáculo para no sentir la soledad.

Luisa

Gracia, Señor, por haber puesto en el camino dos faros que han iluminado nuestra vida, que nos sostienen cuando encontramos algún obstáculo y nos llaman la atención cuando estamos equivocados. Junto a ellos recorremos un camino que nos lleva cada vez más cerca de Ti. Brota de mi corazón un sincero gracias a ti, mi querido Obispo, por todo lo que haces por nosotros. Tu sufrimiento nos entristece, pero estamos a tu lado y que te queremos. A ti, querida Marisa, que te has dado toda al Señor ofreciendo el sufrimiento por todos nosotros, por la Iglesia y por el Obispo, queremos estar a tu lado aunque no conseguiremos nunca demostrar la gratitud y el afecto que tenemos por ti. Te queremos. Gracias.

Giovanna Ruggiu

Emociones, agradecimientos, esperanzas, se alternan en el corazón de un pueblo en camino en este día de fiesta. Hay mucha conmoción en nuestros corazones, pero cuando nos acercamos a la mesa del amor, parece que Dios quiera decirnos: "¿Que prisa tenéis, no estoy Yo con vosotros? Por eso no temáis, seguid al Obispo ordenado por Mi, sus manos han recogido Mi sangre" Él nos ama y nuestros temores se desvanecen, continuamos orando para que su episcopado sea reconocido por todos. A Marisa dirigimos todo nuestro reconocimiento y nuestro afecto, y aunque esta tarde no estás físicamente con nosotros, tu amor nos llega y nos caldea el corazón.

Maria Teresa

¡Qué alegría haberte conocido Marisa! Tu eres para mi el puente que une el Cielo con la Tierra, porque junto al Obispo me has ayudado a comprender la estrecha relación entre la Madre de la Eucaristía y la redención. ¡Consagración fecunda, la tuya! Tu vida es un parto que no acaba nunca, en el que a las alegrías se alternan los dolores cada vez más fuertes y más intensos. Obispo de la Eucaristía y Víctima de la Eucaristía, ¡cuánto os está costando este renacimiento de la Iglesia! Almas santas, que os sostenéis el uno al otro y ambos sostenidos por la gracia de Dios. Las palabras pronunciadas por Dios sobre el monte Tabor suenen así en mi corazón: "Este es mi Obispo predilecto, escuchadlo, seguidlo, amadlo". Gracias, querido Obispo, por tus divinas instrucciones, sugeridas por el Espíritu Santo, que nos regalas como gemas preciosas en tu catequesis. Danos siempre, Señor, la capacidad de extasiarnos ante Tus dones y de aceptarlos con alegría. Ánimo, hermano y hermana, este desierto, que ahora parece sofocaros, acabará y nosotros, con vosotros bajo la Cruz, esperamos el renacimiento de la Iglesia y el triunfo de la Madre de la Eucaristía, y con el suyo, vuestro triunfo. Gracias por todo.

Adele

El camino espiritual a veces es lento, incierto, imperfecto, pero progresa hasta que se ve una certeza: no estamos solos y descubrimos que Dios nos ama con un amor estremecedor y nos conduce a través de caminos impensables para nosotros. Hemos sido testigos de milagros extraordinarios, me pregunto cómo todo esto me haya pasado también a mi. En mi indignidad he asistido con gran emoción a cada milagro eucarístico, expresión del amor de Dios hacia nosotros y hacia toda la humanidad. Recordamos el sufrimiento del Obispo y del de Marisa, Víctima de la Eucaristía, sufrimientos que no han terminado todavía. Recordamos su ansia de llevarnos a todos hacia la santidad. Nosotros os amamos mucho y querríamos venir siempre a este lugar tan amado por Dios y escuchar una vez más sus cartas. Os amamos mucho y estaréis siempre en nuestro corazón.

Daniela

Cuando vine por primera vez a este lugar era octubre de 1994. Había ya emprendido un camino de conversión desde hacía algunos años y recuerdo que quería meterme en una comunidad, para no estar sola durante este camino. Recuerdo que nuestro Obispo, entonces Don Claudio, el domingo explicaba su catequesis en la capillita y yo escuchaba cada palabra suya con gran interés, manteniendo siempre alta la atención hasta el fin, como ocurre también hoy, a pesar de que hayan transcurrido otros diez años, durante los cuales he tenido el privilegio de escuchar homilías, catequesis, comentarios nunca repetitivos y siempre iluminadores. Frecuentando este lugar santo he advertido en mi un gran cambio, he sentido una alegría y una serenidad que nunca había tenido antes, que se han mantenido constantes en todos estos años. Hoy quiero expresarle, mis gracias, Excelencia, por todas sus enseñanzas, que me han hecho crecer espiritualmente, por su ejemplo y por su guía de buen pastor, que ilumina, sostiene y conduce a las almas a la verdadera conversión. Gracias también a ti, Marisa, porque, por medio tuyo, el cielo ha descendido sobre nosotros y esta extraordinaria experiencia sobrenatural que vivimos a través tuyo, me ha llevado a tener una relación más íntima, confidencial, concreta, y sentida con Jesús, la Virgen, San José. Un puente con la divinidad, una comunicación con lo trascendente, que ha asumido, a través tuyo y por voluntad divina, un rostro más sencillo, más asequible a nuestra condición humana. Gracias también por tus oraciones, tus sufrimientos, tu ejemplo de sencillez, valor, serenidad y jovialidad que demuestras siempre, a pesar de todo.

Giuliana

Si miro atrás y observo lo que era, veo una persona que casi ya no reconozco. Desde que encontré en mi camino a dos ángeles, han transcurrido ya casi diez años desde aquel encuentro, he visto la luz, la verdadera, que ilumina el corazón y resplandece siempre, porque ellos emanan luz. He conocido la alegría, la que se siente en lo profundo, porque ellos transmiten alegría. He percibido la paz del corazón, porque ellos dan paz. He aprendido a amar, porque ellos aman mucho. Ya no me he sentido nunca más sola, porque he sentido sobre mi y en torno mío el amor de un padre y de una madre, unido al de la Madre de la Eucaristía. Gracias, Señor, porque todo esto es obra Tuya.

Augusta

Te doy gracias, Dios mío, porque Tu verdad y Tu luz me han guiado a Tu monte santo. Con gran alegría divido mi corazón entre mis seres queridos y esta gran y humilde familia, que lleva adelante la misión que Dios le ha confiado. También yo puedo decir: "Grandes cosas ha hecho en mí el Omnipotente y Santo es Su nombre". Llevo impreso en mis ojos y en mis orejas la potencia de Tus obras y de Tus palabras, que no podría contar en pocos minutos. A mi gran Obispo, a mi querida hermana Marisa, les pido perdón si alguna vez no he estado a la altura de la situación, pero una cosa es cierta: ¡os quiero!. Oh Señor, mira mi debilidad y ven mi ayuda, porque yo no puedo hacer nada sin ti.

Elena

En mi corazón hay un grandísimo gracias a Jesús, a la Madre de la Eucaristía y a sus dos ángeles, que han ofrecido su sufrimiento por mi y me han acogido con tanto amor y caridad. Un gracias es también para toda la comunidad que ciertamente ha orado por mi.

Titti

La primera vez que he venido a este lugar ha sido el 16 de noviembre de 1995, cuando una lluvia torrencial se abatía sobre nosotros. Yo me quedé hasta la tarde, completamente mojada, pero feliz por haber encontrado finalmente a la Virgen, que buscaba desde que estaba en mi pueblo. Para encontrarla había ido a Lourdes y a Medjugorje, pero la he encontrado solo aquí, donde he visto sangrar a Jesús Eucaristía en las manos de nuestro Obispo durante la consagración. Del mismo modo, lo han visto sangrar en la Cruz hace dos mil años sus discípulos. Entonces comprendí verdaderamente que Jesús está vivo en la Eucaristía, ha sido una grandísima emoción y un grandísimo don que he recibido, aunque no soy digna. Desde entonces me he sentido ligada a Jesús, a la Madre de la Eucaristía, porque comprendo que el Cuerpo y Sangre de Jesús son nuestro alimento y nuestra bebida y son nuestra salvación. Gracias a Dios, a la Madre de la Eucaristía, al Obispo y a Marisa.

Claudia

Cargada por graves problemas familiares, he entrado en este lugar de puntillas, un poco escéptica, casi incrédula. Me he esforzado en fusionarme, pero luego la santidad del lugar, la excepcionalidad de los sucesos que se han verificado, han redimensionado mi vida. Frente a los sufrimientos de Marisa y del Obispo, frente a su total inmolación para la salvación de las almas, he comprendido que mis sufrimientos eran infructuosos. He comprendido que la tolerancia que da un verdadero sentido a la vida es solo el amor. Doy gracias a Dios que me ha dado la oportunidad de conocer este lugar. Doy gracias a la Madre de la Eucaristía por su constante ayuda. Doy gracias al Obispo y a Marisa, a los que renuevo mis sentimientos de estima y admiración.

Annamaria

Después de tantos años de búsqueda espiritual, he encontrado en este lugar lo que siempre he deseado: oración y silencio. La vida cristiana es un empeño y en el Obispo y Marisa he encontrado la guía que ha cambiado mi vida. Me siento espiritualmente más fuerte y capaz de resistir el careo con quien me quiera poner en dificultades. Ruego a Dios y a la Madre de la Eucaristía que me ayuden a no traicionar nunca al Obispo y a Marisa, porque sería como traicionar a Jesús y a la Virgen.

Anna Ferruti

En un momento doloroso de mi vida conocí a la Madre de la Eucaristía, que sanó mis heridas. Empezó así mi camino espiritual bajo la guía amorosa del entonces sacerdote Claudio Gatti, el faro que ha iluminado el camino, que me acerca cada vez más a Dios. Los milagros eucarísticos y las cartas de Dios en este lugar han alimentado en mi, cada vez más, el deseo de acercarme cada día a la Eucaristía. Ruego al Señor para que dé a nuestro Obispo el don de lenguas. Gracias, Excelencia, gracias Marisa, por vuestro gran amor por todos.

Sra. Giulia

Hablaré sobre uno de los dones más hermosos y espectaculares que el Señor nos ha hecho. Marisa había bajado a la capilla sentada en la silla de ruedas, yo estaba sentada a su lado, en el primer banco, delante del sagrario. La Madre de la Eucaristía se apareció a Marisa, le dijo que se levantara, que cogiera de un vasito, colocado sobre el altar, una rosa y un lirio y que los llevara al sagrario. Acto seguido, de las dos flores salieron hostias en abundancia. El Obispo acudió para evitar que cayeran a tierra pero Marisa, con gesto autoritario y real, alargando un brazo, lo detuvo. Fue una cascada de Eucaristías, un río de agua viva, el corazón latió fuerte. Gracias, Señor.

Maria Poggiolesi

El camino espiritual que la Madre de la Eucaristía nos indica, me ha enriquecido de tal manera, que no puedo hacer otra cosa que continuar en este camino difícil de recorrer, porque comporta también sacrificio físico. Una de las más grandes enseñanzas que he recibido aquí es el de amar más al prójimo, aunque a menudo es difícil ponerlo en práctica. Os doy gracias por vuestra gran generosidad y me siento cercana a vosotros en el sufrimiento.

Zea

De varias maneras, el Señor ya me había llamado, pero una vez llegada a via delle Benedettine, el empuje a amarlo fue mucho más fuerte, gracias también al mayor conocimiento de Dios, que he recibido en las catequesis. Por todo lo que nos habéis dado, gracias, Marisa, gracias Excelencia.

Ede

En los primeros tiempos de mi participación no era capaz de comprender el gran sufrimiento de Marisa, viéndola siempre alegre y serena. Así, al mismo tiempo, me ha maravillado siempre la humildad del Obispo, que se pone a nuestro nivel. Sus llamadas de atención me han ayudado mucho a mejorar y la esperanza de ser escuchada por el Señor se ha convertido en certeza gracias a su enseñanza, ejemplo y testimonio. Felicidades por este aniversario tan importante y gracias por la total dedicación.

Franca

Hace más de diez años, terminada la primera aparición, a la que estuve presente, presa de mil sensaciones, corrí hacia Marisa y le pedí que rezase por mis hijos, entonces adolescentes y ella me respondió: "Pero tu tienes que rezar". No es que no rezase entonces, pero fue una fuerte sacudida que, unida a la ayuda paterna del Obispo, ha dado claridad a mi vida y se ha convertido en un programa de vida cotidiano cada vez más necesario, que lentamente ha traído frutos de paz y de abandono a Dios. Gracias, Marisa, gracias, Excelencia, por tanto sufrimiento y tanto amor que habéis tenido también por mi.

Maria Viola

Ego Claudius Episcopus Totus sum Vester. Eres sacerdote por amor y lo has vivido siempre hasta la inmolación, junto a Marisa, Víctima y Heroína de la Iglesia. Entre los muchos recuerdos, los que me han impactado mayormente están ligados al valor, a la humildad y sobretodo al ansia apostólica del Obispo. Estoy agradecida al Señor por haber respondido a Su llamada, porque en este lugar taumatúrgico he crecido mi amor por Jesús Eucaristía y a través de la Vidente he amado a la Virgen como Madre de la Eucaristía. Nadie como vosotros está viviendo con más fidelidad la promesa hecha a Dios, combatidos de todos los modos por los hombres de la Iglesia. En el mensaje del 11 de julio de 1993, Jesús ha dicho: "He querido venir Yo para confirmaros que mi Madre y Yo queremos guiaros en la hermosísima e importante misión que Dios Padre, Dios Espíritu Santo y Yo, Dios Hijo, os hemos confiado, para repetiros que estamos siempre a vuestro lado y os damos ánimo". Yo me uno a todo el Paraíso y doy mis felicitaciones de santidad a las dos columnas de la Iglesia, que renacerá pura y sin mancha.

Mercedes

Una atmósfera de alegría y de gozo han acompañado, hace cerca de diez años, una aparición a la que participé. El clima tan festivo y familiar hizo renacer en mi esta oración: "Si tu, Virgencita, deseas que otras personas de mi tierra, Cerdeña, puedan gozar de tu presencia, yo abro de buena gana las puertas de mi casa a estos tus dos hijos". No me habría imaginado que la Virgen me tomara enseguida la palabra. De hecho, apenas quince días después, Marisa y el futuro Obispo llegaron a Cerdeña, exactamente el 18 de junio de 1995, fiesta del Corpus Domini. Desde entonces, también las personas de Cerdeña han podido gozar de las apariciones de la Madre de la Eucaristía y a continuación de los milagros eucarísticos, que se han verificado en el mar, por la calle, en las casas. El futuro Obispo no se cansaba de darnos sus enseñanzas y consejos, pero sobre todo se prodigaba en transmitirnos incesantemente a todos su gran amor por Jesús Eucaristía, del que hablaba con una vehemencia tal, que las personas se sentían atraídas e involucradas. De hecho, muchas se convirtieron. En particular, han vuelto a vivir en gracia y se han nutrido de la Eucaristía quienes desde hacía años que ya no lo hacían. Al queridísimo Mons. Claudio y a Marisa, dos joyeros preciosos a los ojos de Dios, quiero expresar, desde lo hondo de mi corazón, mi agradecimiento por haber transcurrido una parte de su historia en medio de nosotros, edificándonos. Habéis dejado muchos bellos recuerdos de vuestra presencia en la isla, pero lo que es más querido para mí es la estatuilla de la Madre de la Eucaristía que Dios ha hecho taumatúrgica, durante un milagro eucarístico ocurrido en mi casa. A Ella le confío nuestras penas y nuestras alegrías y, cuando nos recojamos en oración, estéis cada vez también vosotros presentes para proseguir juntos aquel camino que la Madre de la Eucaristía ha trazado. Gracias por vuestro empeño y vuestro testimonio. Felicitaciones de la pequeña comunidad de Cerdeña, que os recuerda siempre, os quiere y nunca podrá olvidaros.

Stefania

Me disgusta no estar presente para orar con vosotros y, sobre todo, me duele no poder abrazar al Obispo y a Marisa. Durante estos largos años de sufrimiento y tribulación os he visto siempre orar y alabar a Dios, os he visto llorar, sufrir, pero en vuestros ojos he visto siempre amor. En ningún otro lugar se reza como en el lugar taumatúrgico, en ningún otro sitio se ora por el que no ama a Dios y nadie continua adelante con fe y esperanza como nuestro Obispo. Cada día Jesús Eucaristía me habla de vosotros, no hay noche que no me duerma sin la imagen del Obispo que me manda su bendición. Vuestro gran amor ha encendido, también en Cerdeña, muchas pequeñas llamitas que la Madre de la Eucaristía guarda con afecto y premura. Cuando vuestra tribulación y sufrimiento son demasiado grandes, vuestras lágrimas llegan hasta nuestra alma y la profunda atadura que nos une a todos a la Eucaristía se vuelve todavía más fuerte. Ni siquiera vuestro más pequeño sufrimiento se ha perdido. Gracias.

Mauro y padres

Un gran dolor es el no haberos conocido antes, así como por no sentirme culpable por haber cometido tantísimos errores, aunque desgraciadamente, pero seguramente en menor número, cometemos todavía. Queridísimo Obispo ordenado por Dios, Mons. Claudio Gatti y Vidente Marisa Rossi, sois altísimo ejemplo para todos los religiosos y para todos los laicos que se preocupan de su propia alma y de las de los demás. Señor, haz que en nuestra pequeñez podamos comprenderlos, ayudarlos y amarlos. Infinitas gracias por el camino espiritual y por la riqueza de las gracias espirituales recibidas. Gracias, porque hacéis redescubrir la centralidad del único bien material y espiritual: la Eucaristía, merecedora de ser conocida, amada, contemplada, adorada cada vez más, único camino para la paz del mundo, preludio para las almas, que un mañana podrán estar presentes en las inimaginables bellezas del eterno Paraíso.

Lino

Durante mi peregrinación espiritual, llegué aquí el 24 de octubre de 1994 durante la primera aparición pública de la Madre de la Eucaristía. Desde entonces ya no me he alejado de este lugar taumatúrgico. Con Jesús Eucaristía, la Madre de la Eucaristía, S. José, Custodio de la Eucaristía, S. Padre Pío, doy gracias a todos de todo y pido el don de la gracia de la completa conversión mía y de toda mi familia. Gracias, Excelencia, gracias, Marisa por el amor que habéis tenido siempre por mi y por todos nosotros.

Gianni

A María, Madre de la Eucaristía, queremos expresar nuestro reconocimiento por la singular experiencia de vida, de amor, de fe, vivida en estos largos años de pertenencia y de frecuentación asidua al Movimiento Impegno e Testimonianza. Por esto damos las gracias a todos nuestros compañeros de viaje, de modo particular a nuestro amadísimo Obispo Claudio, a la queridísima Vidente Marisa, a los cuales estamos afectuosamente ligados con gran reconocimiento, incluso por los inauditos, pero preciosísimos sufrimientos cotidianos soportados con tanto amor y con ejemplo admirable. María, Madre de la Eucaristía, continúa guiándonos, junto a tu Jesús, en este extraordinario camino de amor y haz que el triunfo de la Eucaristía lleve al corazón de cada hombre aquella alegría y paz profunda que nacen de la unión entre los pueblos y del compartir los valores profundos. Te rogamos por esto.

Giovanna

Diez años de presencia en el lugar taumatúrgico están llenos de tales e inimaginables experiencias, que lo vivido anteriormente, en comparación, hace palidecer y empequeñecer, como a una imagen observada con un catalejo oxidado. De qué vivía, cómo vivía antes de arribar aquí, me lo pregunto a menudo, porque, desde entonces, he cambiado mucho. Un cambio conseguido en diferentes momentos, que, a saltos y sobresaltos, me ha llevado a menudo a volar en una atmósfera enrarecida, como prendida e intuida, justo y sólo desde el corazón no desde la razón, que en especial en los primeros tiempos me ha llevado a conflictos conmigo misma de enigmática intensidad y finalmente dolorosa. La Madre de la Eucaristía me ha venido al encuentro y me ha sostenido, empezando por su nombre, sorprendentemente dulce, verdadero y completo. No lo había oído nunca antes y me ha parecido un título no solo apropiado, sino una revelación, como lo fue para Bernardette la Inmaculada Concepción. Recuerdo que, a primera vista, me pareció curiosa la imagen del mosaico de la capillita; la Virgen que con una mano llama sonriendo y con el brazo tendido indica al Espíritu Santo; una novedad del significado particularmente intuitivo, una especie de programa. En todos estos años, en efecto, el camino hecho con ella a través de sus mensajes, ha sido denso de emociones, un volar verdaderamente alto, con cada corrección, un pequeño paso adelante, con cada mensaje un ver luz, un acercarse cada vez más a la Primera y Tercera Persona de la Santísima Trinidad, que aquí, después se han manifestado maravillosamente. María nos ha indicado verdaderamente el camino para llegar al Espíritu Santo. Dejo hablar al corazón lo que siento hoy; le dirijo a Él con confianza y desde lo más hondo de mi alma, la oración más fuerte y apremiante para pedir Su intervención. A Dios nada le es imposible, así pues deseo con todo el corazón que Tu, Espíritu Santo, manifiestes pronto Tu poder para la exaltación de tus dos almas predilectas: Marisa y nuestro amado Obispo.

Fabrizio

Cuantos recuerdos se agolpan en la mente. La primera imagen es de cuando asistí por primera vez a una aparición. Emocionado y curioso, he visto el rostro de Marisa iluminarse con una luz que nunca había visto en mi vida. Y la primera catequesis en la que participé, entendí que, el entonces Don Claudio, no era como todos los otros sacerdotes que había encontrado antes. Aquella sensación extraña, que entonces no podía definir, hoy la veo como su unión con Dios y el amor apasionado hacia las almas. Y como no recordar la primera vez que me presenté a él diciéndole que había oído hablar muy bien sobre él, me respondió, bromeando: "¡Todo mentira!"; sin embargo la primera vez que hablé con Marisa, la traté de usted y por respuesta me dijo: "¿Pero qué dices? Yo soy Marisa, no me trates de usted". Cuantas veces, Excelencia y Marisa, recuerdo vuestros ojos dulces hablarme con firmeza y amor, darme consejos y pequeñas reprimendas, pero también consolarme y animarme.

Giulia

Mi primer encuentro con el Obispo ocurrió durante la primera vez que conocí el lugar taumatúrgico. Lo que me impresionó positivamente fue que, finalmente, había encontrado un sacerdote, a diferencia de muchos, sin un comportamiento permisivo. Era, al mismo tiempo, firme y dulce. Sus justas palabras me llamaban a una vida sin compromiso, lo que buscaba. Un recuerdo de Marisa que tengo en el corazón sobresale desde la primera vez que la vi. El rostro de Marisa se iluminó, en sus ojos había la expresión de quien esperaba encontrar desde hacía tiempo y cuando Marisa me sonrió, sentí una profunda alegría; desapareció el vacío y la soledad que tenía dentro. Fue entonces que decidí quedarme.

Giulia y Fabrizio

Un recuerdo que tenemos en común es, naturalmente, nuestro matrimonio, la alegría de verlo celebrado por nuestro querido Obispo, el que ahora, como entonces, nos ayuda y nos enseña, a pesar de sus sufrimientos, a tener las puertas cerradas al mal. El rostro luminoso de nuestro Obispo, la presencia de Maria, su alegría al vernos juntos, lo que sentimos en aquellos momentos, la suya y nuestra felicidad la vemos todavía ahora solo mirando la foto de aquel día, pero no olvidamos cuanto sufrimiento había tras aquellas sonrisas de amor, y si estamos juntos lo debemos a su ayuda. Querido Obispo, querida Marisa, en estos años os hemos visto sufrir, reprimir a veces las lágrimas, hemos recibido correcciones, palabras dulces y a veces fuertes, pero el recuerdo más intenso no sobresale en un momento en particular, sino en lo que tenemos ahora en el corazón. Nos habéis amado, habéis dado tiempo, preocupaciones, oraciones, sufrimiento, habéis estado a nuestro lado, incluso cuando vuestro amor no era correspondido por el nuestro; no podemos deciros otra cosa que gracias y perdón, pero lo que queremos es estar a vuestro lado. Nos damos cuenta que, cada vez que estamos a vuestro lado, recibimos muchas ayudas y muchas enseñanzas. Os deseamos muchas felicidades y nos pondremos en fila en el Paraíso para festejaros, damos gracias a Dios por el gran don de haberos encontrado.

Federica

Haría falta un libro para contener todos los recuerdos que tengo con vosotros. Cuando pienso en los momentos pasados juntos, los recuerdo como apartados del mundo y, cuando volvía a casa, a la vida cotidiana, sentía la diferencia, porque con vosotros el tiempo tiene otro sabor, otra intensidad. Me gusta recordar la primera vez que te encontré, Excelencia, recuerdo el fuerte sentido de libertad y de fuerza que me transmitiste, como si no hubiese una distancia, sino cercanía incluso hacia mi, que no conocías. Tuve la alegría de oírte hablar de Jesús de un modo vivo y envolvente y que aceptabas, durante el diálogo, las provocaciones que te presentaba, con buena acogida. De ti, Marisa, en particular, recuerdo cuando en 1995 había venido a misa, pero no había decidido todavía venir frecuentemente y, terminada la celebración, mirándome fijamente a los ojos, me dijiste: "Cambia de hábito". Recuerdo que me pregunté qué era lo que estabas diciendo, pero me impresioné de tal modo, que no hice otra cosa que pensar cual sería el sentido. Hoy no se si lo he comprendido, pero creo que estaba ligado, de algún modo, a la conversión, al cambio de mentalidad y modo de ser. Son aquellas frases que te cambian la vida, como me ha cambiado la vida encontrar personas como vosotros dos. Al hablar de recuerdos, me lleno de pesadumbre, por eso prefiero hablar de que cuanto más pasa el tiempo más os quiero, de cuan hermoso y visible es el amor que tenéis por la vida y por las personas, no importa quienes sean. En esto para mi está todo, está el sentido, no solo de la vida, sino también de mi trabajo, en el que hay tanta necesidad de aplicar todo esto. Para mi es un desafío tratar de transmitir a quien sufre un poco de vuestro estilo, que es el de Dios; no hay nada más hermoso que ver a una persona que vive un disgusto abrirse a la esperanza, a la confianza, al deseo de volverse a encontrar. Esto no lo olvidaré nunca, será siempre un punto fijo del cual partir cada día.

Domenico

Recuerdo una tarde en la que fui a casa del Obispo para participar en la Santa Misa. Era un período en que estaba un poco cerrado en mi mismo. Marisa sufrió la pasión durante toda la Misa, estaba en cama, estaba sufriendo mucho y con esfuerzo conseguía seguir la celebración. Terminada la celebración, se había recuperado un poco, me ha mirado y, dirigiéndose al Obispo ha preguntado: "¿Qué dices, conseguiremos convertirlo también a él?". Yo me quedé estupefacto por el amor y por la fuerza de dejar a un lado sus sufrimientos y pensar en los demás, animándonos, ayudándonos a corregirnos. Esta fue la punta para volver a empezar. Cada vez que visitamos al Obispo y Marisa, vivimos ejemplos extraordinarios de amor, fuerza, valor y equilibrio en cada situación, incluso la más dolorosa. Es un grande ejemplo para nosotros, que nos estamos preparando para el matrimonio, ver cuanto respeto, sencillez y solicitud florece en cada palabra suya, comportamiento y mirada y que nunca una nube de acidez o de división sobrevuela su relación.

Antonella y Massimo

Contar en pocas palabras todo el amor que tu, Marisa, nos has dado es difícil. Si cerramos los ojos, nuestro corazón se abre a tu sonrisa casi celestial, en ella vemos una dulzura inmensa y la certeza de que Dios nos ama. No hemos visto nunca nada sobre las maravillas del Paraíso, pero en tu mirada en éxtasis hemos contemplado el reflejo. Muchas veces nos ha desarmado la ternura con la que coges entre los brazos a los niños, tus ojos se iluminan ante tanto candor, quizá te recuerdan al pequeño Jesús. A tu mirada de madre no se le han escapado nunca nuestros pequeños sufrimientos. Cuando tu dolor era fuertísimo, tu rostro sonreía, tratabas de ser divertida, para esconder todo tu sufrimiento y darnos serenidad y fuerza. Has luchado contigo misma para arrancarnos del demonio y nosotros ni siquiera nos hemos dado cuenta. Muchas veces nos ha puesto en guardia del peligro de caer, con la misma dulzura y firmeza con la que se dirige a nosotros la Madre de la Eucaristía. A través de tu inmolación hemos recibido grandes gracias, sin las cuales hoy no estaríamos aquí. Nos desgarra el corazón el recuerdo vivo de tus lamentos, a veces, sofocados, a veces explosionados en toda tu humanidad, cuando vives la pasión. Nos impresionas, cuando, con todo el amor que tienes dentro, pides ayuda a Dios para tu Obispo, tu gran padre, hermano y amigo. Nos sorprende la inmensa caridad con la que, cada vez, encomiendas al Señor a todos los enfermos y a los que están necesitados. Demasiadas veces te hemos visto levantarte silenciosa, pero serena, señalada por los estigmas de Jesús en todo tu cuerpo. Nos vienen escalofríos cuando escuchamos tu canto, al que, por desgracia, ahora Dios te ha pedido que renuncies, pero tu voz melodiosa y angélica, que alcanza notas altísimas, es casi sobrenatural; no sirve comprender las palabras, es una oración ininterrumpida, un diálogo continuo con lo Divino. Nuestros rostros un poco niños y despreocupados de los primeros años en este lugar taumatúrgico, se han convertido en más maduros. Pronto el Obispo irá a alturas estupendas, tu, Marisa lo acompañarás y nuestros caminos se dividirán, pero sabemos que, mientras estemos unidos a Jesús, el alejamiento de vosotros será solo material. Todo lo que hemos vivido en este lugar taumatúrgico permanecerá siempre en nuestro corazón.

Oriana

He fotografiado en mi mente el primer encuentro que he tenido con el Obispo y con Marisa, es una imagen que llevaré siempre en mi corazón y no disminuirá nunca. El primer encuentro ocurrió con el Obispo. Me habían hablado de un sacerdote, un cierto Don Claudio, que tenía una especial capacidad para comprender y ayudar a los jóvenes. Me acuerdo que estaba emocionada, tenía solo 16 años y le estreché la mano acobardada, pero noté enseguida que el apretón por parte suya era fuerte y tranquilizador al mismo tiempo, pero sobre todo, lo que me ha impresionado han sido sus ojos, de un color intenso, difícil de establecer, un azul profundo, una mirada cargada de amor, que ha penetrado enseguida en mi corazón. Nunca antes había sentido una sensación semejante, era una mirada tranquilizadora, la de quien ama, como el buen pastor que acoge a la oveja en su redil. Me quedé enseguida impresionada desde el primer encuentro bíblico al que asistí porque me enseñó el Evangelio bajo una luz diferente de lo que lo conocía antes. No era una sencilla lectura que narraba la vida de Jesús, sino que estaba viva, palpitante. Era una historia que se refería a mi y en la que también yo me sentía parte activa. Después, poco a poco, descubrí lo que habría cambiado mi vida: la Santa Misa. Antes participaba el domingo, pero no era demasiado importante, no había comprendido el verdadero significado. Viendo como Don Claudio celebraba la Misa, sobretodo durante la Consagración, me impresionó cómo cogía con la mano la especie eucarística, con cuanta delicadeza la tocaba y luego la dejaba sobre el altar. Noté una luz particular en aquel momento, su rostro estaba iluminado, en él había algo que después comprendería que era la íntima y profunda unión con Jesús, con el cual, en el momento de la Consagración, se fundía en una única realidad. Conocí a Marisa más tarde, porque en aquel período estaba en el hospital. Don Claudio me había dicho que sufría mucho, todavía ignoraba que fuera una vidente, sabía que era una laica consagrada, que formaba parte de la comunidad. La primera vez que la vi estaba sentada en un sofá, porque no podía moverse. Tenía los ojos dulcísimos, me pareció un poco tímida, pero al mismo tiempo he leído en aquella mirada mucho sufrimiento, pero también la grandeza interior de un alma hermosa y pura. Admiré su simpatía, se percibía que era una persona especial. Ella me ha enseñado a orar, sobre todo a transformar el canto en oración, me ha hecho comprender que cantar es orar. Primero cantaba para que los otros me escuchasen, pero ella con mucha paciencia me reprendía y corregía, me ha hecho comprender donde me equivocaba, me ha enseñado a modular la voz para dar gloria a Dios. Su ejemplo ha sido importante para preparar con precisión todo lo que es necesario para el culto eucarístico. Con ocasión de fiestas o celebraciones ella estaba siempre dispuesta a dar su aportación para organizar todo en el mejor de los modos. Permanecerán siempre en mi corazón su ejemplo y su testimonio, su abandono a Dios, su voluntad, incluso cuando el sufrimiento la aniquilaba y no la dejaba ni siquiera la fuerza de hablar. Su vida ha sido todo un sì y yo, al principio, no comprendía, pero con el paso del tiempo he aprendido que quien ama verdaderamente a Dios, el que ama como el Obispo y Marisa, se niega a sí mismo y se da completamente a Dios y a los hermanos. Gracias, Excelencia, gracias Marisa, por todo lo que me habéis enseñado. Gracias por haberme hacho conocer a Dios, por todos los años de paciencia y de amor y por el sufrimiento que habéis sentido por mi. Cuando subáis al Paraíso, muchas personas durante toda la eternidad renovarán esta agradecimiento, porque si están allí será también por mérito vuestro. Es la contribución que el Señor os ha pedido para cooperar en Su redención.

Giorgio

En 1994 me acerqué a este lugar, sobretodo por curiosidad y con la esperanza de recibir una gracia para algunos problemas míos de salud. Me acuerdo de la primera aparición a la cual asistí, allí en el jardín, delante de la estatua blanca de la Virgen. Recuerdo el primer encuentro con el Obispo, nuestro primer diálogo. Entonces, sin embargo, no supe comprender la importancia de este lugar y sobre todo la belleza espiritual del camino eucarístico y mariano que en el futuro el Obispo me enseñaría. En aquel momento buscaba la curación física, no la más importante, la espiritual, y no me quedé. Tuvieron que pasar tres años para que tuviera la ocasión de encontrar de nuevo al Obispo y a la Vidente. En la primavera de 1997 supe que Marisa estaba hospitalizada en el Hospital de S. Rafael, cerca de mi casa y fui a verla. En el hall del hospital tuve un encuentro con el futuro Obispo, que cambió mi vida. Me miró a los ojos con amor y con una intensidad y profundidad tales, que tuve la neta sensación que en aquel momento era Jesús el que hablaba. Me dijo: "tu has sufrido, tienes necesidad de un guía espiritual" y era justo lo que necesitaba. Parecía que supiese exactamente lo que necesitaba. En el Evangelio está escrito que cuando Jesús llamaba a los apóstoles, ellos dejaban todo lo que estaban haciendo, familia, ocupaciones, para seguirlo. Yo creo que el Señor tenía una mirada magnética, profunda, llena de amor, irresistible para toda alma que tuviese el coraje de seguirlo. El Obispo es el Dulce Cristo en la Tierra, creo que tiene la misma mirada de Jesús. Después de este encuentro fui a ver a Marisa a la habitación del hospital. Empecé a hacerle una serie de infinitas preguntas, tanto es así que cada poco, Marisa, se burla de mi recordando este episodio. Lo que me impresionó de Marisa fue la sencillez, la sinceridad y el amor por los otros. Marisa no pierde nunca la ocasión de ayudarnos y de corregirnos incluso en las pequeñas cosas. Una vez, en su habitación de hospital estaba leyendo el periódico y ella me dijo que no era bonito leerlo cuando hay otras personas. He citado este pequeño ejemplo para decir que para mi ha sido una maestra de vida, un ejemplo de cómo se tiene que vivir la vida cristiana, de cómo hace falta afrontar el sufrimiento. A menudo, incluso cuando vive la pasión, su pensamiento está en los otros, querría ver a todos felices, querría poder ayudar a todos, querría tomar para sí los sufrimientos de todo el mundo. Creo que Dios ha escuchado este deseo suyo, porque la víctima del amor está en cruz día y noche y con su vida nos dice, junto a nuestro Obispo, que la cruz es vida, es victoria.

Nadia

Tengo un cuadrito colgado en la pared de mi casa, con matices verde mar y al centro muchas pequeñas cruces de color naranja que forman la inicial de mi nombre, un nombre que está grabado en tu corazón, Marisa, con el mismo trabajo de aquel punto de cruz. Yo estoy segura que querrías grabar del mismo modo en mi corazón tu testamento que has escrito detrás, porque nunca olvidaré vuestro rostro de dolor y menos aún podré olvidar como me has amado al quererme salvar y darme a nuestro Obispo, que, con otro tanto amor, ha abierto sus brazos y me estrechado sobre sí. Gracias.

Yari

La primera vez que he visto al Obispo y a la Vidente era pequeño, recién nacido. Laura y yo tenemos muchos recuerdos que contar, un poco porque somos sus sobrinos y un poco porque vivimos con ellos. Serían tantos los momentos de los que hablar, momentos de alegría, de dolor y de sufrimiento que hacen referencia sobre todo a este último período. Prefiero, por tanto, volver atrás en la memoria a los tiempos en los que muchos de vosotros todavía no frecuentabais la comunidad. La salud de Marisa, entonces, le permitía salir y a veces hacíamos excursiones con el grupo de jóvenes. Eran excursiones muy bonitas, que nos enriquecían, también porque se terminaban casi siempre con la aparición de la Madre de la Eucaristía y la Santa Misa. A menudo comprendía que durante la aparición, que tenía un carácter más familiar respecto al de ahora, la Virgen daba consejos personales, pequeñas directrices espirituales a los jóvenes presentes o dictaba mensajes a Marisa, que después el Obispo refería a los interesados. Añoro aquellos momentos, sobre todo porque ahora las cartas de Dios hacen referencia a argumentos poco agradables, la situación de la Iglesia o el sufrimiento. Recuerdo con alegría también unas vacaciones de diez días transcurridos con el Obispo y Marisa en Cerdeña. Un día, mientras estábamos en el mar tratando de recitar el Rosario, se verificó un milagro eucarístico y la hostia, cayendo en el agua se exfolió, intentamos recuperar algunos pedazos, conscientes de la presencia de Jesús en cada una de ellos. Inmediatamente después vino la Virgen, la cual había asistido con alegría a nuestra tentativa de recoger los fragmentos. Otro momento que recuerdo con placer es una excursión hecha a Rieti. En aquella ocasión Marisa, que habitualmente no puede caminar, caminó durante diverso tiempo sin nuestra ayuda por las calles de aquella ciudad, después en una Iglesia, en la que habíamos entrado a rezar, la Madre de la Eucaristía ha proporcionado con abundancia de particulares, todas las indicaciones necesarias para la construcción de la nueva Basílica, dedicada a ella. Estos son recuerdos muy hermosos, pero me parece justo tener que hablar también de algunos momentos de sufrimiento, verificados sobre todo en este último período y que ninguno de la comunidad ha visto. Son los momentos en los que Marisa sufre la pasión. En algunas de estas ocasiones, ha ocurrido que cuando estaba un poco mejor o intervenía la Virgen para ayudarla a que estuviera mejor, salía todo el amor que Marisa tiene dentro de sí: un sucederse de intenciones, de oraciones para el Obispo, para la familia, los sobrinos y para la comunidad, pero nunca para sí. Ha ocurrido a menudo, durante aquellos momentos que Marisa se dirigía al Obispo llamándolo Jesús, porque realmente veía a Jesús y de este modo se establecía un diálogo entre ellos. Aunque están precedidos de un sufrimiento indescriptible, se trata de momentos muy hermosos, porque allí está todo su amor. Gracias.

Selenia

Yo creo que soy la que durante más años ha estado al lado del Obispo y de Marisa, una especie de decana. Me gustaría volver con el pensamiento a recuerdos lejanos en el tiempo, los que todavía me llenan el corazón de alegría, de nostalgia y de melancolía. Los momentos de mi infancia que he transcurrido con el Obispo y Marisa han sido decididamente los más hermosos. Me han llevado por todas partes, con gran desesperación de mi padre que habría preferido tenerme con él. Me han llevado al mar, a la montaña, al campamento y a lugares donde, estoy segura, ellos llevaban adelante su misión, mientras para mi representaban simplemente una excursión. Los recuerdos más hermosos son seguramente las Santas Misas. El Obispo me repetía a menudo: "Acuérdate que estas serán las Misas que más añorarás en la vida". Tengo que admitir que es así. Las Misas de ahora son hermosas, vivas, pero animadas de un sufrimiento tal que antes no había. Antes estábamos también tres participando en la Santa Misa, ahora somos más numerosos. Antes nos concentrábamos más, ahora es necesario pensar en el altar, en los cantos y en otros varios preparativos. Recuerdo que cuando era pequeña y veníamos en automóvil recitábamos frecuentes rosarios y, aunque no comprendía el significado de "ruega por nosotros", junto a ellos, confiada, lo repetía. Encontrábamos muchas personas y no comprendía el motivo, todo lo que se hacía era hecho a lo grande y no comprendía porqué. Ahora empiezo a comprenderlo. He visto crecer este lugar, cuando todavía no había Basílica, sino que había árboles en este jardín, cuando jugábamos al balón y nunca habría podido pensar que aquí se pudieran verificar milagros eucarísticos o ser celebradas misas. He visto construir la capillita, que antes era un garaje, he visto construir, pedazo a pedazo, el mosaico detrás del altar. Pienso que todos estos recuerdos me acompañarán toda la vida, me han enseñado mucho, no lo olvidaré nunca. Sé que es una renuncia necesaria, pero antes eran míos y ahora son también vuestros y del mundo. Sin ellos no habría tenido mi familia, sin ellos no sería la que soy. No he dicho nunca grandes cosas a Marisa, pero la cosa más hermosa que le he dicho en mi vida es que la veo en los ojos de mis pacientes. Me ha respondido que ella está de verdad allí, en cada hombre que sufre, y no está dicho que tenga que estar solamente sobre un lecho. Gracias, porque tendré estos recuerdos siempre conmigo. Gracias.

Alessandro, Paola y Maria

Mi hermana, nuestra madre y yo hemos venido a este lugar taumatúrgico en tiempos diferentes, con experiencias y expectativas diferentes. Cada uno de nosotros ha guardado en su corazón un recuerdo particular que lo liga al Obispo y a Marisa: una palabra, una frase de ánimo, una sonrisa, un apretón de manos, pero los tres queremos darles las gracias por sus incesantes oraciones, que nos han acompañado en el momento de la prueba, por la gran enseñanza de vida cristiana y por el inmenso testimonio de amor que continuamente aparece a nuestros ojos con solo mirarlos. Gracias, Excelencia, gracias, Marisa, por habernos dado la posibilidad de conocer y acercarnos cada vez más a la única, real y viva fuente de amor: Jesús Eucaristía. Gracias.

Luca

Querido Excelencia, querida Marisa, son muchos años que nos conocemos y en todo este tiempo han ocurrido muchas cosas. Por tanto puedo decir que de recuerdos de años pasados tengo muchos, algunos de los cuales han dejado un sello en mi. No trato de citar alguno porque casi me parecería disminuir a los otros. Son situaciones en las que había una corrección, una reprimenda, una caricia, un simple estar juntos para bromear y para orar. Son como una marca de fuego que permanece siempre, que es indeleble, que está bien esculpida en el alma. A menudo estos recuerdos tienen en común el hecho de que sois personas sencillas, humildes, a las que no hacen falta grandes palabras, grandes gestas, sino simples sonrisas, mirada de entendimiento, pequeños guiños de ojo para hacer comprender situaciones, expresar emociones, transmitir enseñanzas y externar sentimientos. Sí, querido Excelencia, querida Marisa, es justo esta vuestra sencillez en la expresión, sencillez de ánimo, lo que me impresiona, me atrae, me hace meditar y pensar y me permite saborear este vuestro modo de ser criaturas que aman a Dios y aman a todos indistintamente. Vosotros os dais del todo a Dios por la salvación de las almas, gran prueba de amor, ésta, que resuena en nuestros corazones y que alimenta cotidianamente nuestro propósito de caminar hacia la santidad.

Marco

En el espacio de los recuerdos afloran en mi aquellos momentos de verano vividos con Marisa, el Obispo y los muchachos en medio del mar nadando y orando juntos. ¡Qué extraño recitar el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria, mientras estás ocupado en mover los brazos y las piernas para permanecer a flote!. O quizás cuando hemos vivido el último día del año, faltaba poco para la media noche y nos hemos unido en oración cogidos de la mano, mientras fuera ya se oían los festejos pirotécnicos de los vecinos. Momentos sencillos de vida, que nadie antes de ahora me había enseñado a vivir de modo tan pleno. Marisa cuando te habla trata siempre de darte consejos y a veces, pensando en sus palabras, te das cuenta que ciertas cosas de ti mismo las conoce demasiado bien, tanto que empiezas a pensar que en los momentos de desánimo de la jornada o de soledad, durante un largo viaje en coche, no has estado tan solo. El Obispo te aconseja por fin en el momento más difícil que puede haber entre un hijo y los propios padres. Quizás enseguida no comprendes o no aceptas, pero aquella sugerencia resultará con el tiempo que era necesaria, como son necesarios la alforja y el manto para el que tiene que caminar todavía mucho. Gracias por todo.

S.E. Mons. Claudio Gatti

No es fácil tomar la palabra después de haber oído tantas intervenciones vuestras, que han despertado en la memoria recuerdos fuertes y vivos. No es signo de debilidad emocionarse y conmoverse, porque el que tiene un corazón tiene que permitir que éste pueda expresarse también con la emoción. La Madre de la Eucaristía ha dicho: "Tenéis que comportaros como personas adultas, porque ya asistís a la Universidad". Sabéis que para ejercitar una profesión es necesario asistir la Universidad, es necesario licenciarse y después afrontar el examen de Estado. Nosotros estamos recorriendo estas tres etapas, pero creo poder afirmar que esta tarde ha terminado la Universidad. Esta tarde os doy la licenciatura, sois licenciados y lo habéis demostrado, no tanto a través de las intervenciones, sino por lo que hay dentro de estas intervenciones. Para mi es una alegría particular poder decir que la comunidad está compuesta por personas responsables, conscientes, iluminadas, que desean vivir la propia vocación cristiana del mejor modo. Esto significa haber terminado la Universidad. ¿Creéis que el Señor nos ha llamado para estar aquí y sólo aquí? Error. Después de la licenciatura no se puede ejercitar inmediatamente la profesión; sí, es médico, ingeniero, abogado, pero necesita preparase ulteriormente. Hay otros exámenes que hacer. Ahora os estáis preparando para superar el examen del Cielo, no el examen del Estado. ¿Por qué el examen del cielo? Porque el Señor os ha llamado aquí para enviaros, en el futuro, como catequistas, embajadores, testimonios de la grandeza de lo que él ha obrado en este lugar taumatúrgico. Tendréis que ir como los apóstoles, donde os reclamen. Alguno podría pensar: "No nos llama nadie"; por ahora es así, pero llegará el momento en el que seréis llamados para dar testimonio. Cuando la verdad brillará en todo su fulgor, cuando vuestro Obispo vaya donde Dios ha decidido mandarlo, la situación será complementa diversa. No podré ir a todas partes del mundo, no podré ir a todas partes, tampoco limitadamente a nuestra ciudad. Tendréis que ir vosotros, no por ir vosotros mismos, sino para llevar a Cristo, no vuestra palabra, sino Su palabra. Estos es todo; esta tarde tendréis que empezar a poner en marcha y a prepararos. Os doy la licenciatura, pero tenéis que perfeccionaros todavía. Cuando ya no esté el Obispo para daros un golpecito en la espalda, y a veces, alguna patada, bofetada o caricia, tendréis que caminar con vuestras piernas, razonar con vuestra cabeza, tendréis que fatigaros, porque el Reino de Dios se conquista con el empeño. Las almas se convierten con la fatiga, con la oración y con el sufrimiento. Habéis aprendido en estos años, cuanto ama Dios a las almas y cuanto hace pagar a otras almas contribuciones para que todos puedan elevarse hacia el Cielo. No seáis dependientes de nadie, depended solamente de Cristo. No tenéis que sentiros descarriados con el pensamiento: "Pero mañana, ¿Quién nos seguirá?" porque os seguirá Cristo, que sabrá hacerlo mejor que cualquier otra persona. No os atéis nunca a las personas, ataos solo a Cristo, a la Madre de la Eucaristía y cuando estéis en su compañía, ¿qué os podrá dañar? ¿qué podéis temer? Nada, porque es la mejor compañía. Es la misma compañía que, ya desde decenios, Marisa y yo estamos experimentando. Hace dos días Jesús nos ha dicho exactamente esto: "Si no hubiese estado Yo, ahora no estarías tampoco vosotros" ni físicamente ni espiritualmente. Físicamente porque enfermedades incurables o peligros causados por los hombres o accidentes de coche nos habrían destruido o llevado, pero también y sobre todo, espiritualmente. He sentido con alegría y emoción que muchos de vosotros han dicho: "Soy diferente de lo que era antes de venir a este lugar taumatúrgico". Creedme, esto me ha llenado de alegría y creo que haya colmado de alegría también a Marisa, que en este momento está físicamente distante, pero nos ve a través de los medios tecnológicos y así ha podido participar. Mientras vosotros reconocíais haber cambiado, nosotros dábamos gracias al Señor diciendo: "Mira, Señor, éste es el fruto de nuestro trabajo, el fruto de tanto sufrimiento, el fruto del testimonio, la consecuencia del hecho de que cada día os hayamos dado este amor, siempre bañado por las lágrimas y la sangre" Os lo hemos dado con alegría, sin recriminaciones, porque saber que los frutos de nuestro trabajo se evidencian, se hacen presentes, nos hace felices. No tengáis miedo de nada, no tengáis miedo de nadie: no temáis al demonio, porque el que está en gracia es más fuerte que el demonio, no temáis a los hombres, porque pueden hacer sólo lo que Dios les permite que hagan. No tenéis que temer a nada ni a nadie, sino vivir serenos, confiados y en el momento en que el Señor esta tarde os llama a darLe testimonio, tenéis que darlo fuerte, animoso, sincero y alegre. Hoy pediré esto a Jesús durante la Santa Misa. La Misa que celebré ayer, la di para Marisa, hoy la ofrezco para la comunidad, porque realmente cada uno de vosotros y todos, en conjunto, podáis ser testimonios, misioneros y apóstoles, para alabanza de Dios y para la salvación de las almas y para el renacimiento de la Iglesia.