El aniversario del gran milagro eucarístico ocurrido durante la Santa Misa celebrada por el Obispo ordenado por Dios
El 11 de junio, nuestra comunidad recuerda el sexto aniversario del gran milagro eucarístico ocurrido durante la Santa Misa celebrada por el Obispo ordenado por Dios. Aquél día la Eucaristía sangro entre las manos del Obispo. A continuación volvemos a describir la importante intervención de Dios.
Durante la celebración eucarística, apenas terminada la fórmula de la consagración, el rostro de Su Excelencia Mons. Claudio Gatti se tornó pálido de repente. Entre los numerosos presentes, muchos pensaron que el celebrante no se encontraba bien. El Obispo, visiblemente emocionado, continuaba fijo en la hostia consagrada durante largos instantes, que parecieron una eternidad. El Obispo, a continuación, nos confirmó que el tiempo en aquel momento para él fue como si se hubiese detenido. Apenas comenzó a levantar la hostia grande, los presentes se dieron cuenta que había sangrado; la sangre, desde el interior, había llegado casi a los bordes de la hostia. El Obispo, mientras hacía la genuflexión, notó que sobre la patena habían sido depositadas, por intervención divina, dos hostias grandes, que, como diría a continuación la Madre de la Eucaristía, fueron sustraídas a la profanación. Terminada la consagración del vino, el Obispo pasó entre los bancos de la Basílica para que todos la pudiesen ver y en el futuro dar testimonio de la gran intervención de Dios. Todos los fieles sintieron un perfume proveniente de la hostia manchada de sangre, mientras Su Excelencia enseñaba las tres hostias a los miembros de la comunidad. Jesús nos comunicó que el milagro del 11 de junio del 2000 es el más importante de toda la Historia de la Iglesia y es el "sello" que el Señor ha puesto a todos los milagros eucarísticos ocurridos en el lugar taumatúrgico de via delle Benedettine.
"Todo está cumplido" afirmó Dios Hijo, después de este gran milagro. Éste, de hecho, ha sido el último de una serie de milagros en los que diversas hostias han sangrado, algunas más de una vez. A pesar de esto, muchos eclesiásticos, en lugar de reconocer estas intervenciones de Dios y aceptar la ordenación episcopal de Mons. Claudio Gatti, cuyo origen divino ha sido confirmado por el milagro eucarístico ocurrido entre sus manos, han continuado difamando y calumniando, devorados por la envidia y los celos. Este milagro, junto con los otros, está cambiando el rostro de la Iglesia porque cada acción de Dios es infinita y no es limitada en el tiempo ni en el espacio. El Señor ha querido confirmar que ha llamado a Claudio dos mil años después de haber llamado a Pedro y a Pablo. Diversas hostias que han sangrado, están guardas celosamente en la sede de nuestro Movimiento. Desde hace años, la sangre no muestra ningún signo de descomposición, yendo contra las leyes de la física y de la química. Nunca, ningún eclesiástico, ha querido analizar estas hostias, mientras que se han apresurado a condenar injustamente al Obispo y a la Vidente. Los altos eclesiásticos ni siquiera han interrogado a los numerosos testigos del milagro eucarístico, no han participado nunca en los encuentros de oración. Ninguno se puede atribuir el derecho de prohibir a un fiel que vaya a orar donde quiera, ni siquiera el Santo Padre. Pero la maldad de los hombres ha llegado incluso a esto.