"Cuanto más pobre es la Iglesia, más poderosa es. Cuanto más se adhiere la Iglesia a Dios, más caminos encuentra para llegar a los hombres"
"Cuanto más pobre es la Iglesia, más poderosa es. Cuanto más se adhiere la Iglesia a Dios, más caminos encuentra para llegar a los hombres"
La Madre de la Eucaristía nos ha invitado a menudo a rezar por las personas del tercer y cuarto mundo, porque están privados de alimentos, de medicinas y de todo tipo de asistencia. S. E. Mons. Claudio Gatti, durante la S. Misa celebrada el pasado 1º de noviembre, fiesta de Todos los Santos, ha hecho conocer a la comunidad algunas informaciones referentes al estado de degradación en que se encuentran millones de personas, citando uno de los informes de la FAO. Hoy en el mundo hay 854 millones de personas que están desnutridas, muchas de las cuales mueren de hambre. La falta de alimentación y de agua potable causa la aparición y la rápida difusión de una gran cantidad de enfermedades. Una de las más tremendas, que afecta sobre todo a los niños, es la ceguera. La enfermedad es producida por un microorganismo que está presente en las aguas nocivas, no potables, que estos niños beben. El microorganismo afecta a la córnea y progresivamente paraliza todo el sistema ocular. Por desgracia, la enfermedad, puesto que es contagiosa, se difunde también del niño a todos los miembros de la familia. El balance de las consecuencias de la enfermedad es gravísimo: cada hora 600 niños se vuelven ciegos. Lo que es más absurdo es que, si la enfermedad está en el primer estadio, para curar a un niño es suficiente un tubo de pomada, cuyo coste es de 2,50 euros, y en algunos casos puede ser necesaria una simple intervención quirúrgica que cuesta solo 15 euros.
Haciendo un careo entre estas modestas cifras y las que cada año se gastan para la construcción de armamentos, nuestro Obispo ha afirmado: "Cada vez que se construye cualquier tipo de armamento, mata antes incluso de ser puesto en funcionamiento. Si el gasto necesario para construir órdenes de muerte fuera transferido para la asistencia de quien no tiene comida, ni agua potable, ni medicinas, hoy no habría 854 millones de hambrientos ni perderían la vista 600 niños cada hora. Yo no puedo acusar tan solo a los políticos, tengo que acusar también a los hombres de la Iglesia y lo hago en nombre de Dios y estimulado por la Madre de la Eucaristía. Cuánto dinero que ellos administran, si fuese transferido en obras de caridad, podrían devolver la sonrisa al rostro de los niños, la serenidad en el corazón de los padres y la esperanza en el alma de quien sufre de toda privación. El "¡Ay de vosotros!" que dice Dios, es tremendo. No es la riqueza en cuanto tal la que es perniciosa, sino el uso negativo y egoísta de la riqueza lo que la convierte en perniciosa"
Con ocasión del 50º aniversario de la ordenación sacerdotal de Juan Pablo II, los periódicos han hecho pública la noticia de que los cardenales, alrededor de un número de 130 personas, habían dado al Papa una suma de 500.000 euros. En la festividad de la Madre de la Eucaristía, celebrada el pasado 24 de octubre, nuestra comunidad, con un número de personas poco superior al de los cardenales, consiguió recoger una suma de 2.550 euros, que ha sido transferida a favor de los niños africanos que mueren de hambre. También en este caso el contraste con los números es estridente y ha llevado a nuestro Obispo a afirmar: "La Iglesia no puede seguir adelante así. Juan Pablo I dijo una frase emblemática: "Si Cristo volviese hoy, ¿reconocería a su Iglesia?". La Iglesia tiene que estar dispuesta a vender las propias riquezas para dar el beneficio a los pobres, no solo con la simple asistencia material, sino también construyendo realidades sociales que puedan dar puestos de trabajo y consolidar la seguridad y tranquilidad económica. ¿Cómo es posible que hombres de la Iglesia vivan en el lujo, en la abundancia del confort, en la seguridad más descarada, en la elegancia más escandalosa, y a la vez haya personas que mueren de hambre? La Iglesia tiene que ser pobre: cuanto más pobre es la Iglesia, más poderosa es; cuanto más se adhiere la Iglesia a Dios, más encuentra los caminos para llegar a los hombres. Hoy glorificamos a los Santos, y el primero de entre todos a Dios, fuente de la santidad; justamente los Santos, hoy, nos invitan a dirigir nuestra mirada no hacia lo alto, sino hacia la Tierra, para ver cuanta caridad es necesaria hacer y cuanto amor tenemos que dar a los necesitados, a los pobres y a los que sufren. El mundo y la Iglesia no cambian a través de los encuentros de los hombres poderosos o escribiendo muchos documentos, sino solamente a través del amor. No hace falta parecer buenos, como aquellos fariseos que hacían limosna tirando puñados de dinero para hacerse ver por todos, puesto que en ellos había soberbia y ostentación, sino que hay que ser buenos y la bondad se concreta solo en el amor y con el amor".