En la noche de Navidad de 1999, Dios decidió conceder la indulgencia plenaria del Jubileo a la capilla "Madre de la Eucaristía"
La Puerta Santa del lugar taumatúrgico es otro gran don para la salvación de las almas
A finales de 1999, Dios pidió al Obispo y a nuestra hermana Marisa una gran prueba de fe y un total abandono a su divina voluntad para la conversión de millones de almas.
De hecho, en los años anteriores, muchas veces, la Madre de la Eucaristía anunció que 1999 sería el año del triunfo de la Eucaristía, de la verdad y de nuestro Movimiento, sin embargo Dios decidió aplazar sus intervenciones.
La aceptación de esta gran prueba se convirtió en terreno fértil para realizar el Triunfo de la Eucaristía: "Vuestro amor a Jesús Eucaristía, vuestro gran sufrimiento, especialmente el de mis dos hijitos y aún más el de mi Obispo, han hecho que los hombres de la Iglesia ahora hablen a menudo de Jesús Eucaristía. Me alegro de esto, pero sufro con vosotros, porque la prueba que Dios os ha pedido es grandísima. Tened fe en Dios. Este sacrificio vuestro, este gran amor vuestro por Jesús Eucaristía, permitirá que los hombres hablen y continúen hablando de la Eucaristía Non podéis decir: "Pero ¿qué hace Dios?" ¿Quiénes sois vosotros? Dios sabe lo que hace, Dios no traiciona, no desilusiona aunque hoy pida la gran prueba que hará sufrir mucho. Pero si pensáis que hoy hablan mucho más de Jesús Eucaristía, esto os tendría que alegrar. Ánimo, al final triunfaréis. Dios no traiciona; si ama a los que no creen, mucho más os amará a vosotros que creéis y amáis a Jesús Eucaristía" (Carta de Dios, 23 diciembre 1999).
En la vigilia de la S. Navidad de 1999, el Señor nos reservó una gran sorpresa.
Pocos minutos antes de que empezara la vigilia de oración, en preparación a la Santa Misa de media noche, la Virgen dijo a Marisa, en locución interior, que Dios había decidido conceder la indulgencia plenaria del jubileo a la capilla "Madre de la Eucaristía" y por esto ordenó al Obispo Claudio que abriese la Puerta Santa de la capilla.
Marisa se quedó pasmada por este anuncio, a causa de las reacciones negativas que la apertura de la Puerta Santa provocarían en la autoridad eclesiástica, pero la Madre de la Eucaristía añadió: "No temas, Marisella, abandónate a Dios, cuéntale al Obispo la decisión de mi Todo y prepara sólo un martillito".
En la aparición de la Vigilia, nuestra Madre anunció: "En la carta de Dios está escrito con palabras de oro que en esta capillita, la Basílica Madre de la Eucaristía, Dios quiere que el Obispo abra la Puerta Santa Ahora os ruego, haced cuanto la Virgen os dice, no tengáis miedo del frío, porque Jesús os calentará. Salid fuera de esta capilla, id a lo largo del pasillo de entrada y seguid al pastor. Yo os iré indicando poco a poco todo lo que tendréis que hacer. El santo Obispo abrirá la Puerta Santa de esta pequeña, pero gran capilla".
Los presentes, estupefactos y conmovidos, hicieron lo que la Madre les pedía recogiéndose en oración alrededor del Obispo que, para abrir la Puerta Santa, llamó a la puerta de la capilla con un sencillo martillo de carpintero, pronunciando las palabras: "Abrid las puertas a Cristo".
De este modo, durante la noche santa de 1999, empezó el Jubileo con la apertura de tres puertas santas: en la Basílica de San Pedro en el Vaticano y en la Iglesia de la Natividad de Belén, por decisión de los hombres; en la Basílica Madre de la Eucaristía, por decisión de Dios.
Un año después, mientras en toda la Iglesia las numerosas puertas santas fueron cerradas con una cierta tristeza, porque se había terminado un período de gracias; sólo la Puerta Santa de nuestra pequeña capilla permaneció abierta por orden de Dios.
De hecho, el día de Navidad del 2000, la Madre de la Eucaristía anunció: "Dios ha retrasado la clausura de vuestra Puerta Santa, que será cerrada cuando Él lo decida" (Carta de Dios, 25 diciembre 2000). El Señor ha querido así que este don permaneciese, aquí en nuestra capillita, para siempre.
Indicamos a continuación como es posible ganar las indulgencias.
Cuando el hombre peca, ofende a Dios. A través del sacramento de la Confesión, la culpa se borra, pero el penitente permanece deudor ante Dios. La deuda se cancela con la pena temporal que se realiza haciendo florilegios, ayunos, obras de caridad y peregrinaciones o ganando las indulgencias. Si el hombre no paga su deuda durante la vida terrena tendrá que expiarla en el Purgatorio.
En la catequesis, el Obispo, nos había explicado cuáles son las condiciones necesarias para ganar la indulgencia plenaria:
1) Confesarse;
2) pasar a través de la Puerta Santa, recitar el Credo, el Padre Nuestro, el Gloria al Padre y el Ave María y rezar por el Papa y por la Iglesia;
3) participar durante el mismo día en la S. Misa y recibir la Santa Comunión;
4) realizar actos de caridad.
Durante este año social, ganaremos la indulgencia plenaria de manera comunitaria, cada cuarto domingo del mes, al terminar la S. Misa.