Crónica del 29 de junio del 2002: fiesta del Triunfo de la Eucaristía
El obispo y la vidente han recibido de Dios la misión más grande de la historia de la Iglesia: hacer conocer y hacer amar a Jesús Eucaristía. Después de treinta años de sufrimientos y de duras pruebas, el 13 de enero del 2002, Nuestra Señora dio públicamente el gran anuncio: "La victoria es grandiosa y abarca a toda la Iglesia. Vosotros sabéis que la roca de esta victoria es vuestro obispo y, quiero añadir, que también vuestra hermana, que ha pedido sufrir en el silencio y en el ocultamiento".
Hoy en toda la Iglesia ha reflorecido el amor hacia Jesús Eucaristía, han sido organizadas en las parroquias momentos de adoración eucarística, vigilias y procesiones y muchos sacerdotes hacen catequesis más profundas sobre la centralidad de la Eucaristía en la vida cristiana.
El obispo y Marisa, creyendo que hacían una cosa agradable a Dios, decidieron celebrar la victoria el 29 de junio del 2002, fiesta de la ordenación episcopal de Don Claudio, fiesta de San Pedro y San Pablo y clausura del año social.
"La idea del obispo y de la vidente de celebrar el 29 de junio es grande y hermosa y es lo que me esperaba y quería. Cuando sea el momento, cuando el obispo esté mejor, os dirá como preparar la fiesta del 29 de junio" (Carta de Dios 1/5/2002).
En los meses precedentes de la fiesta, Jesús y Nuestra Señora hablaron más veces de la grandeza de este día, tan importante a los ojos de Dios, manifestando alegría y temblor en la espera:
"Espero, como vosotros, también yo con ansia la fiesta del 29 de junio; lo que tenéis que hacer, hacedlo con amor" (Carta de Dios 15/5/2002).
"Habéis obtenido la victoria espiritual, aquella es vuestra, nadie puede quitárosla y ahora también yo estoy a la espera, como vosotros, de la fiesta del 29 de junio. Como una niña espero aquel día, porque si hacéis lo que tenéis en mente, Nos daréis una gran alegría a Nosotros los del Paraíso. Aquél día todos Nosotros los del Paraíso, estaremos con vosotros, aunque no nos veáis. Vosotros veréis a una sencilla y humilde basílica, pero nosotros veremos una gran vaguada, un lugar infinito, donde no habrá ni principio ni fin, porque todos, los ángeles, los santos y las almas salvadas, estaremos con vosotros el 29 de junio" (Carta de Dios 3/5/2002).
El Señor ha pedido a toda la comunidad que se prepare espiritualmente para la celebración de la victoria ofreciendo amor, sacrificios, florilegios y ayunos: "Os pido que os preparéis bien para el 29 de junio y que hagáis ayuno. Cuando vivía en la Tierra, era un hombre como todos los otros y he hecho 40 días de ayuno. A vosotros sólo os pido que hagáis ayuno durante los pocos viernes que quedan antes del 29 de junio. Haced ayuno por todo lo que ocurre en el mundo" (Carta de Dios 7/6/2002).
Jesús y Nuestra Señora mostraron sufrimiento y preocupación por la situación de la Iglesia y del mundo:
"Dije ayer que el Corazón de Jesús sangra, mi Corazón se une al Suyo y sangra por todas las cosas desagradables que ocurren en este planeta Tierra; vosotros, con vuestra oración, tenéis que ayudar a salvar a todos" (Carta de Dios 30/5/2002).
Nuestra hermana Marisa ha vivido la espera del 29 de junio, unida a su esposo Jesús, en el sufrimiento e incluso los estigmas de la pasión se han vuelto visibles, sangrando copiosamente muchas veces: "¡Oh, Mi alma está muy triste! Por todo esto continúo pidiendo sufrimientos a vuestra hermana. Nadie puede comprender lo que ella está sufriendo por todo lo que ocurre en este planeta Tierra tan probado y destruido. El mundo creado por Dios ha sido casi destruido" (Carta de Dios 17/6/2002). Se han abierto las heridas en el interior de la palma y en el dorso de las manos y orificios en la frente, de los cuales salían gotas de sangre y se han formado en los pies excrecencias en forma de cruz y el costado le ha sido traspasado por la lanza.
El 29 de junio en el lugar taumatúrgico, se han sumado miembros de la comunidad de fuera de Roma, que han querido compartir la alegría del Triunfo de Cristo y testimoniar el amor hacia la Madre de la Eucaristía y el afecto al propio pastor y a la vidente. La celebración del Triunfo de la Eucaristía empezó con la procesión eucarística. Numerosos alféreces, que llevaban las banderas de las principales naciones del mundo, se colocaron delante de la Eucaristía para destacar el aspecto de la victoria.
Apenas la Eucaristía llevada por el Obispo, salió de la puerta de casa, el sonido de las campanas acogió a Jesús en señal de fiesta y alegría. Las banderas que representaban a todos los pueblos del mundo, se inclinaron para rendir homenaje a Jesús Eucaristía, así como el estandarte de la Madre de la Eucaristía, mientras la Cruz era levantada hacia el cielo en señal de triunfo. "Pues la predicación de la cruz es necedad para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios" (I Cor. 1, 18).
Para salvar al mundo habría sido suficiente, incluso, un pequeño sufrimiento de Cristo ya que siendo Dios, cada acción suya, y por tanto también el más pequeño sacrificio, tiene un valor infinito, sin embargo, para demostrar a todos los hombres su gran amor, ha escogido el camino más duro, doloroso y humillante: la muerte en cruz.
Cada hombre, cada pueblo y cada nación, reconociendo y dando gracias a la Eucaristía, tiene la ayuda y la fuerza en la paz, en el respeto recíproco y en la plena realización civil y social. Las guerras y los desastres naturales pueden ser evitados gracia a la oración y a los florilegios ofrecidos "al Creador del Cielo y de la Tierra".
La procesión eucarística, se realizó por el interior del jardín taumatúrgico, en pleno recogimiento, recitando oraciones y cantos de alabanza y de acción de gracias.
El momento más emotivo fue cuando, al sonido de las trompetas de plata, la Eucaristía pasó bajo un arco de triunfo formado por las banderas a lo largo del jardín. Este es el signo que el amor de Cristo hace llegar a cada hombre sin hacer distinciones de raza, cultura o nación de pertenencia. Jesús, más de una vez, ha manifestado Su gran Amor hacia cada hombre: "Os amo tanto que querría ponerme de nuevo en cruz con tal de ayudaros, pero sabéis que esto no es posible, porque Jesús ha muerto una vez y ha resucitado. Cada vez que los hombres me hacen sufrir, mi corazón sangra, porque ama mucho" (Carta de Dios 4/6/2002).
A continuación, la Eucaristía, entró en la Basílica pasando bajo el arco de banderas: éste es el triunfo de Cristo en su Iglesia.
Esta victoria llevará el renacimiento de la Iglesia y traerá la paz entre las naciones y la reunificación de todas la religiones en la única y verdadera religión, la de Jesucristo.
"Porque él es nuestra paz,
el que de dos pueblos hizo uno solo,
derribando el muro que los separaba,
la enemistad,
anulando por medio de su carne
la Ley de los mandamientos con sus preceptos,
para crear en sí mismo, de los dos, un Hombre Nuevo,
haciendo la paz,
y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo,
por medio de la cruz,
dando en sí mismo muerte a la Enemistad.
Vino a anunciar la paz
a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca.
Pues por él, unos y otros tenemos libre acceso
al Padre en un mismo Espíritu"
(Ef. 2, 14-18).
Las divisiones ocurridas en la historia de la Iglesia han sido causadas por los hombres que han seguido sus propios intereses, el amor al poder y la adhesión al dinero, pecando de orgullo, de soberbia, de avidez y de egoísmo. Cada división se opone a la voluntad de Dios; de hecho, Jesús mismo en la última cena oró por la unidad de sus discípulos: "No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mi, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tu me has enviado y los has amado a ellos como me has amado a mí" (Jn. 17, 20-23).
Los grandes milagros eucarísticos que Dios ha obrado en el lugar taumatúrgico, reunirán a todas las confesiones cristianas y a todas las otras religiones en la única religión y cumplirán la profecía de Jesús: "Habrá un solo rebaño y un solo pastor" (Jn. 10, 16).
Después de la entronización de Jesús Eucaristía, durante la aparición, hubo el gran anuncio hecho por Dios Padre: "Ahora soy Yo, Dios, el que habla. No me veis, ninguno de vosotros puede verme, ni siquiera tu, Marisella, puedes verme. Estoy aquí presente para deciros que todos vuestros sacrificios, vuestros sufrimientos, vuestro amor, han obtenido la conversión de tres mil millones quinientas mil y una de personas".
La comunidad se conmovió, dio un caluroso aplauso y cantó el Aleluya. La fiesta se concluyó con la Santa Misa, celebrada por el obispo y animada por nuestros jóvenes.
Roma, 29 de junio de 2002 - h. 10:50 a.m.
Carta de Dios
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Vuestro Jesús está contento de cómo habéis preparado la fiesta; habéis sido verdaderamente hábiles en hacerlo funcionar todo de la mejor manera. Desde el Paraíso hemos descendido todos a la Tierra y nos hemos alegrado con vosotros. El calor no os espanta; humanamente hablando, es duro estar quietos bajo el sol, pero Dios ha mandado un poco de aire, y habéis notado un poco el frescor. Pensad que entre vosotros hay quien no puede soportar absolutamente nada el calor, porque puede tener colapsos, sin embargo ha superado todo el malestar provocado por el calor porque ha sido ayudado, como ha sido ayudada vuestra hermana para caminar.
Mientras estabais sumergidos en el silencio, le he dicho: "Ve, hija mía, camina". Naturalmente no caminará siempre, caminará solamente durante la fiesta, después volverá a estar como antes. No por esto se tiene que desanimar, la vida continua aunque esté sentada en una butaca, en una silla de ruedas, en una silla. Si conseguís amaros como yo os amo, os daréis cuenta de cómo todo será más fácil. Oh, es dulce y suave estar aquí en medio de vosotros con mi Madre y vuestra, con mi padre José, con los ángeles, los santos y todas las almas salvadas. Hay gran fiesta en este pequeño lugar taumatúrgico, llamado así por Dios. Este lugar, poco a poco tendrá que engrandecerse, pero a Dios le gusta esta tienda-basílica, este entoldado hecho con tanto amor y sacrificio. Nosotros estamos aquí, la Trinidad: Padre, Espíritu Santo y Yo Dios Hijo, está aquí.
(Se recita el Gloria al Padre)
Inclinad la cabeza junto a mi y a la Madre del cielo y continuad orando en silencio en vuestros corazones, hablad con Jesús, hablad.
Está presente el último santo canonizado por el Papa: san Padre Pío de Pietralcina, porque ama a sus hijos que lo aman.
Dios Padre - Ahora soy Yo, Dios, quien os habla. No me veis, ninguno de vosotros puede verme, ni siquiera tu, Marisella, puedes verme. Estoy aquí presente para deciros que todos vuestros sacrificios, vuestros sufrimientos, vuestro amor, han realizado la conversión de tres mil quinientos millones y una personas.
Mis queridos hijos, soy Yo, Dios quien os habla y os da las gracias: Yo, Dios, os doy gracias a vosotras pequeñas criaturas, por todo lo que habéis hecho, pero aún no habéis terminado de orar, de hacer florilegios y sacrificios. En este pequeño lugar que Yo he buscado, que Yo he definido taumatúrgico, tenéis que continuar orando hasta que se acaben las guerras, se acabe el terrorismo y tantas otras maldades que ocurren en este mundo tan corrupto, como ha dicho mi hijo Jesús. Sí, tenéis que continuar, también porque ya es tiempo de que los padres dejen de matar a los hijos y los hijos a los padres con tanta facilidad. Los hombres tienen más compasión por un animal, que por una criatura de Dios.
Hoy alegraos por este gran anuncio que os he dado, os habéis merecido esta alegría. Yo, aunque vosotros no me veis, os veo, lo veo todo, ayudo a todos los que quieren ser ayudados. No os preguntéis nunca: "¿Por qué Dios no hace esto? ¿Por qué Dios no hace esto otro?". Yo soy Dios y sé lo que tengo que hacer. Cuando he ordenado obispo a vuestro sacerdote, he dicho: "Te ordeno obispo", no he dicho: "Si quieres, te ordeno obispo"; la situación es muy diferente. Pero los hombres no lo han aceptado, mis hombres no lo han aceptado. Eh ahí porque es necesario orar tanto por los hombres de la Iglesia que reciben a Cristo sin estar en gracia; por los hombres de poder que hablan y no son capaces de obtener nunca nada ni de salvar el mundo. Tenéis que orar por vuestros hijos, por vuestros sobrinos, porque en el futuro serán ellos los que saquen adelante este mundo tan pervertido, este mundo que solo busca diversión malsana; Yo quiero que os divirtáis, pero con diversión sana.
Marisa - Te oigo hablar y no Te veo, Dios mío.
Jesús - Mis queridos hijos, es de nuevo vuestro Jesús quien os habla, y una vez más gracias por esta Misa. Vividla como si fuese la última de tres mil millones quinientas mil y una misas.
Os bendigo a todos, aunque hoy hayáis tenido tantas bendiciones. Quizás habrá pronto algún santo entre vosotros.
Marisa - Tu lo sabes, Jesús, si no lo sabes tu, ¿quién lo sabe?
Jesús - Adiós, hija mía, gracias por todo lo que has hecho por la Iglesia.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os cubro a todos con mi manto materno. Os tengo a todos muy apretados junto a mi corazón; id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Se alabado Jesucristo.
Aplaudid una vez más y cantad aleluya en honor de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. A todos vosotros gracias.
(Se canta del Aleluya en agradecimiento)
Buena santa Misa y buena jornada a todos.
Marisa - Se han ido todos, eran muchos.
Don Claudio - Todo el paraíso estaba aquí.
Marisa - Sí.