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María Santsima Madre de Dios

Carta di Dios, 1 de enero de 2001

Roma, 1 de enero de 2001 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Felicidades, Madre de Dios, Madre de la Eucaristía, Madre de Jesús y Madre nuestra. Queremos felicitarle en primer lugar.

Nuestra Señora - Felicidades a vosotros, mis queridos hijitos. Veo que estáis un poco adormilados, pero Dios premiará el sacrificio que habéis hecho al venir aquí, a este lugar taumatúrgico. Dios mantendrá su promesa. Os preguntáis: "¿Cuándo?". Si, tenéis razón, ¿cuándo?. Yo estoy siempre con vosotros siempre que vengo a la Tierra y también cuando estoy en el Paraíso rogando y cantando delante de la Trinidad con los ángeles y los santos. Nosotros, cuando miramos el mundo, oramos siempre por todos vosotros, hombres de la Tierra.

En un primer momento muchos hombres se habían acercado a mi Hijo Jesús, pero después algunos se alejaron por la poca seriedad que muestran los hombres de la Iglesia y del Estado.

Vosotros sabéis que el señor de Nápoles ha sido absuelto, porque los hombres de la Iglesia tienen un poder más fuerte incluso que los de los políticos. Son tantas las personas que no han creído en él; los que le han creído lo han hecho sólo por dinero o por interés.

Vosotros sabéis que muchos de mis hijos predilectos no se comportan bien y yo que soy su mamá, sufro más que vosotros. Aquellos juegan con la Santa Madre Iglesia y con los hombres sencillos, con los hombres pobres de espíritu, con los hombres que no saben responder a los discursos teológicos. Vosotros, en cambio, estáis a la altura de poder hablar y discutir también con los sacerdotes que se hacen fuertes en la teología, con los mariólogos y con todos los que han estudiado. Eh ahí porque siempre he dicho que es importante el encuentro bíblico: lo que hoy conocéis, hace pocos años no lo sabíais. Oh, vosotros sabéis más que muchos sacerdotes, ¡creedme!. Esto me hace sufrir, porque cuando Dios llama y da la vocación espera de ellos algo más grande. Si han recibido ciento deben dar mil, en cambio hay quien ha recibido ciento y da diez o por añadidura nada, porque hoy en el mundo lo que importa es tener poder y dinero. Los fieles cuando notan estas cosas se retiran, porque no han recibido una buena educación y dicen: "Si ellos se comportan mal, ¿por qué debo yo comportarme bien?". En cambio si los sacerdotes se comportan mal, vosotros debéis orar por ellos, no alejaros de la Iglesia porque un sacerdote no marche bien o el otro traicione. A veces también los laicos comprometidos no se comportan bien y los fieles sencillamente se alejan de la Iglesia. Mis queridos hijos, vosotros no debéis ir a la Iglesia por el sacerdote, por el obispo, por el cardenal, sino que tenéis que ir por vosotros mismos, para orar, para esta con mi Hijo Jesús que hoy tengo en brazos; es pequeñito y os mira con ojos resplandecientes, que emanan una grandísima luz. Vosotros debéis participar en el encuentro bíblico, acercaros a la confesión, porque es un Sacramento y como todo Sacramento os da la fuerza y el coraje para seguir hacia delante. Id por Jesús, no vayáis por el hombre, porque quien va a Misa por hacerse notar, para hacerse ver, se equivoca en todo.

Mis queridos hijos, os doy gracias por vuestra presencia; os doy gracias porque a pesar de todo, habéis venido a este lugar taumatúrgico. Dios os recompensará.

Gracias por lo que habéis hecho por el Niño Jesús. Os doy gracias por todo. Orad por vuestros hermanos cercanos y lejanos, por los sacerdotes y para que la Iglesia se renueve y sea todo como Dios quiere, como Jesús ha enseñado.

Como primer día del 2001, orad por cada uno de vosotros. Que ésta no sea sólo una jornada dedicada a comer y a divertirse, sino también a la oración. Cuando podáis orad juntos o bien retiraos un momento a vuestra habitación y orad, Jesús os ayudará. Dirigíos a Jesús mientras llega lo que ha prometido para todos.

¡Orad!. No hay necesidad de hacer largas oraciones, no leáis en libros escritos por otras personas, hablad con Jesús, con vuestro corazón y con palabras sencillas. Jesús no tiene necesidad de que los grandes estudiosos o los grandes mariólogos hagan las oraciones, vosotros hablad con él, pedidle todo lo que necesitéis. Orad por todos.

Junto a mi y vuestro obispo, a mi amado esposo, a todos los ángeles, los santos y el pequeño Niño, os bendigo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Si he pedido tanto sufrimiento a vuestra hermana es por el bien de todos vosotros, por la Iglesia. Orad por ella y por vuestro obispo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.