Carta di Dios
Roma, 10 diciembre 2006 - h. 10:30 a.m.
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.
Mirad bien el altar, adornado de flores blancas y pensad en algo grande y hermoso. ¿Quién puede estar vestido todo de blanco?
Marisa - Virgencita, he comprendido, basta así, te lo ruego. Tu que eres tan buena trata de amarnos siempre y haz que no tengamos que sufrir tanto, te lo ruego. Ahora tengo dentro de mi corazón algo que me duele y que me infunde temor.
Nuestra Señora - No tienes que tener miedo, hija mía. Hacer la voluntad de Dios es siempre muy hermoso e importante y os vuelve serenos.
Marisa - No, no, no. Tu sabes lo que yo temo, no por mi, sino por el Obispo.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, tengo una gran intención, por la cual os invito a rezar. Sé que ya oráis y hacéis florilegios, y penitencias, pero hoy más que nunca os invito a rezar por vuestro Obispo. Dios está preparando algo muy importante, vosotros sólo tenéis que rezar y amar. Ha empezado el Año de la Humildad, sed obedientes y dóciles al Obispo. El que esté mal no tiene que hacer ayuno, el que está bien puede y debe hacerlo.
Estamos en Adviento, continuad haciendo la canastilla para Jesús. Invitad a otras personas a venir a este lugar taumatúrgico. Hace falta luchar, hace falta empeñarse más, y todo será más hermoso y más fácil para vosotros.
Estate tranquila, Marisella, abandónate a Dios, sea lo que sea que Él pida.
Mi pequeño cenáculo, veo que hoy sois menos numerosos y ya que sois pocos, reforzad vuestras oraciones, vuestros ayunos, vuestras jaculatorias y florilegios. Tenéis que ser sencillos, sinceros y humildes.
La Abuela Yolanda es una persona muy importante en el Paraíso y reza mucho por vosotros, se acuerda de cada uno de vosotros. Entre vosotros hay quien sufre, hay quien tiene que ir al hospital, hay quien no está bien y no puede ni siquiera ir al hospital. Ofreced esto a Dios Padre Omnipotente. Gracias a todos.
Marisa - Dios, te lo suplico con todo el corazón, no pidas aquello que sabes.
Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Gracias, adiós.