Año Social 2001-2002
Mi Obispo, ordenado por Mí, ha obtenido victoria
Los mensajes de Dios son traducidos por un miembro de la comunidad, quien no es un traductor profesional. S.E. Mons. Claudio Gatti reconoció el origen sobrenatural de las apariciones (Decreto del 14/9/2000), pero el dió la aprobacion eclesiastica solamente a los mensajes en italiano, para que el no es responsable de errores hechos sin querer de el traductor
Mensajes de Octubre de 2001
Roma, 6 de octubre de 2001 - h.6:40 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Gracias por haber venido, sobretodo da las gracias a Dios Padre que ha querido enviarte una vez más entre nosotros. Deseo encomendarte al pequeño Jacobo y a Mauricio, tu sabes que está muy mal; te encomiendo también a todos los niños que son curados por Selenia en el hospital y todos los enfermos, incluido nuestro obispo. Él no está grave, pero te lo encomiendo igualmente, porque cuando no está, sentimos que falta verdaderamente la columna.
Te encomiendo a todas aquellas pobres personas que han perdido a los familiares y todas aquellas que mueran cada día. El jueves, cuando hubo el milagro eucarístico, Jesús dijo: "Si todos los hombres no vienen a mi, no habrá paz, sino muchos muertos, muertos, muertos". Tu puedes obtenerlo todo de Dios Padre, ve a pedirle ayuda para nosotros.
Alguno ha pedido perdón de todas las culpas cometidas hace siglos, pero ahora debemos pedir perdón a Dios con todo el corazón por las culpas presentes, haciendo el propósito de no ofenderlo más y esforzándonos en amar a Jesús Eucaristía cada día más.
Nosotros hemos hecho la adoración eucarística como se nos ha pedido y tu, si quieres, intercede ante Dios, haz que esta guerra tan sucia, tan peligrosa y llena de maldad, no estalle.
Nuestra Señora - Marisella, es difícil parar esta guerra. Vosotros continuad orando como podáis y cuanto podáis y si Jesús-Dios ha dicho: "Si no venís todos a mi habrá muertos, muertos, muertos", yo, ¿qué puedo hacer?
Marisa - ¿Quieres que te lo diga? Sólo tienes que ir ante Dios y pedir su ayuda y que nos perdone. Nosotros somos pecadores, pero a nuestro modo os amamos a todos. Cada uno de nosotros trata de hacer aquello que puede y el que puede hacer algo y no lo hace tendrá que rendir cuentas a Dios.
Nuestra Señora - Marisella, tu has orado mucho por muchos enfermos que conoces y que te han encomendado otras personas, pero tienes que encomendarme también a los grandes hombre políticos y de la Iglesia, que no piensan en la tragedia a la cual se dirige el mundo, en esta terrible guerra llena de odio, de venganza, de rabia y hecha para acumular dinero. Por esto la Madre os invita a continuar orando como podáis y lo más que podáis y si quizás os coge cansancio, no importa, descansad en los brazos de mi Hijo Jesús, Él estará contento lo mismo. Orad, orad mucho.
Ahora es tiempo de que también tu vuelvas a cumplir tu misión, pero ahora, más que a los Estados Unidos, irás a Afganistán y a Pakistán con nuestro obispo.
Marisa - ¿Incluso si está mal?
Nuestra Señora - Sí, porque cuando vais a estos lugares no estáis mal.
Mis queridos hijos, os invito a la oración constante y a la adoración, todo lo que podáis; el que pueda que lo haga con amor y el que hospeda a los sacerdotes en casa que los invite a venir a este lugar. Continuad orando en silencio, en profunda adoración, sin giraros para ver quien está en la capilla y quien ha hecho o no su deber, a vosotros esto no debe interesaros, cada uno de vosotros rendirá cuentas a Dios. Animo, la Madre está con vosotros y mañana estaré también con vosotros.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a los niños enfermos, a los adultos enfermos, especialmente a los que tienen hijos y bendigo vuestros objetos sagrados.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Esta noche, Marisella, la pasión ha sido dura, pero he estado a tu lado toda la noche. Tendrás que sufrir todavía la pasión durante varios días, pero no estarás nunca sola, porque yo y los ángeles estaremos a tu lado. Adiós, hija mía, gracias por todo lo que haces por ayudar a los hombres de la Iglesia, a los hombres del estado y a todas las personas enfermas; la Madre te dice gracias.
Marisa - Y yo ¿qué tengo que decir?
Nuestra Señora - Nada. Adiós, hija mía.
Marisa - Adiós.
Roma, 7 de octubre de 2001 - h.10:45 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Todos quieren luchar, todos quieren vencer y en los hombres hay odio y venganza. Cuánto odio y venganza había también en el rostro de los niños que llevaban las armas en la mano y tenían los ojos de rabia, de odio. Orad por aquellos que podrían ser vuestros hijos y vuestros sobrinos.
Yo no tengo otra cosa que deciros que: orad, orad, orad. Recordad lo que dijo Jesús el jueves: habrá muchos muertos, muertos y muertos, si los hombres no vuelen a Él. Yo he visto hablar a muchos, también a los sacerdotes, pero no he oído nunca decir un palabra de amor, de afecto, de caridad; ¿para qué sirve entonces todo este hablar?
A vosotros os digo: orad, orad, orad.
(Marisa tiene fuertes dolores, vive la pasión)
Marisa - Por la paz, por la paz, por la paz, por la paz, por la paz, por la paz. ¡Basta!
Nuestra Señora - Gracias, mi querida Marisella, gracias por todo. La Madre os repite todavía que oréis, oréis y oréis.
Y junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos. Bendigo a los dos futuros esposos, bendigo a los padres de Nicolás, la abuela, los tíos cercanos y los tíos lejanos, bendigo al pequeño Jacobo, a los que no han podido venir porque están enfermos.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Se han ido.
Roma, 14 de octubre de 2001 - h.10:45 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Todos juntos, aunque sois pocos, podéis llegar a arrancar el don de la paz a Dios. Me hace sufrir mucho, ya lo he dicho, que sacerdotes y hermanas llamen por teléfono, pidan oraciones para la salud y no vengan al lugar taumatúrgico. También los sacerdotes de Roma se comportan del mismo modo, especialmente uno, que ha venido cada poco a molestar al obispo para hablar de sus innumerables... no digo la palabra porque sería demasiado penoso; le ha acosado por teléfono y ahora que ha resuelto sus problemas, ha desaparecido.
Esto no es caridad, no es amor a Dios, al prójimo y al hermano; este comportamiento ha hecho sufrir mucho a Jesús y a mi. ¿Para qué pedir tanto tiempo ayuda a Dios, al obispo y a la vidente? A cualquier hora que se ha presentado, ha sido siempre aceptado, ahora se ha limitado a hacer una llamada por teléfono y puesto que el obispo, aquel día estaba mal, no podía hablar, porque, como vosotros sabéis, apenas hablaba y tosía, esta persona no ha llamado más, no ha venido más y se ha limitado a decir: "No tengo tiempo". No tengo tiempo, ¿para qué? ¿Hablas así por qué ahora ya no te sirve el obispo?
Mirad, nosotros vemos la guerra, la gente que se mata, vemos tanta maldad, pero mayormente sois vosotros, pequeños hombres los que os maltratáis, os matáis unos a otros, pedís cuando tenéis necesidad y después no os interesa nada más, esto ofende gravemente a mi hijo Jesús y también al obispo, porque es también un hombre y tiene una dignidad, ¿por qué ofenderlo?
Os pido, por tanto, que oréis por el Cardenal Ruini, muchísimo por el Papa y por los diferentes presidentes, sobretodo por los que se sienten fuertes y poderosos para poder matar cuando quieren, hacer la guerra cuando quieren, ellos vencen siempre.
Y después la guerra santa. ¿Cuál es esta guerra santa? ¡Vosotros sois santos!
Mis queridos hijos, una oración por los nuevos esposos, porque siempre tienen necesidad, todos tienen necesidad de ayuda y oración de la comunidad. Yo bendigo
Marisa - Sí, sé que no lo puedes decir en voz alta.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la Madre os pide que oréis, no os pide nada más; os pide que os améis. No miréis la guerra, no miréis las cosas lejanas, pero amaros el uno al otro.
¡Sí Jacobo escuchase que necesita orar un poquito! También los niños deben orar. Si Jacobo conoce el descubrimiento de Cristobal Colón, tiene que saber también que la oración os ayuda a ser más buenos, ¿verdad Jacobo?
Jacobo - Sí, pero no quiero rezar siempre, me aburro.
Nuestra Señora - No, no siempre, una vez al día, con la mamá dices el Ave María, una vez, ¿de acuerdo?
Un beso a los niños de parte de todos Nosotros, los del Paraíso.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
¡Estos niños! Jacobo tu eres el más grande, deberías ser el más bueno.
Marisa - Se ha ido.
Roma, 21 de octubre de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Me disgusta que vuestra hermana no haya podido bajar entre vosotros, desgraciadamente su salud deja siempre mucho que desear. Hoy os pido que oréis también por vuestro Obispo, porque no está del todo bien. Él está sólo y tiene que hacerlo todo, pero estad tranquilos, bajará con vosotros y dirá la Santa Misa: ofrecedla por todos los que han muerto, no sólo en América, sino también en las otras naciones. Mueren muchas personas por esta guerra sucia, que ve fraticidios, suicidios, homicidios; es una guerra tremenda, hecha por dinero y quienes sufren son los pobres, los niños, los enfermos, los que no pueden escapar. Esta noche mis hijos han visto quitar los trajes a las personas muertas, robar la comida, el agua o los vestidos.
Vosotros habéis hecho mucha adoración eucarística, pero la Madre, en nombre de Dios, os pide todavía que continuéis orando, porque la oración hecha con el corazón es poderosa, es fuerte y puede salvar a los hombres.
¿Vosotros pensáis, que porque estáis en Italia, la situación es tranquila? No, hay terroristas también en Italia, éstos están en todas partes, pocas naciones están exentas. Yo os pido solamente que oréis y hagáis adoración eucarística. Recordad lo que ha dicho Jesús: "Si los hombres no vienen a mi, Jesús Eucaristía, habrá muchos muertos, muertos, muertos". No todos pueden comprender cuan peligrosas son estas tres palabras, que es la misma que se repite.
Os pido también que oréis por los sacerdotes que todavía continúan sin creer, aunque también hay diversos sacerdotes que después de la gran prueba de Dios, han vuelto a creer, especialmente en el extranjero y en el norte de Italia, mientras que en Roma son pocos, porque en esta ciudad hay quien hace escuela y continúa hablando mal de este lugar, desde los seminaristas a los grandes hombres de la Iglesia.
Vosotros sufrís y estáis cansados, tenéis ganas de cerrar, de dejarlo todo y deseáis tener un vida más fácil: todos tienen alegrías y dolores, sin embargo, vosotros, humanamente hablando, tenéis solamente dolores, pero llegará vuestro tiempo y entonces será muy difícil que algunos hombres de la Iglesia, algunas hermanas y laicos, entren en el lugar taumatúrgico. Acoger en el lugar taumatúrgico a muchas personas será tarea de los jóvenes y de los niños, que ahora son pequeños, pero comprenden. Jacobo comprende muy bien: parece que no oiga, pero oye y pide explicaciones. Vosotros, madres, padres, abuelos, tíos, en el futuro ¿qué diréis a vuestros hijos y sobrinos de esta guerra hecha solo por dinero y para tener los máximos intereses?
¿Qué puedo deciros? ¿Animo? ¿Gracias? Me parece casi tomaros el pelo, pero, mis queridos hijos, adorados hijos, tengo que deciros: ánimo, adelante, adelante; haced que el demonio no venza, no lo dejéis entrar, como ha ocurrido esta mañana.
La Madre os saluda y os desea todo el bien a todos. No os canséis de orar. Vosotros diréis: ¿por qué tenemos que venir a este lugar para orar, cuando hay tantas iglesias más cercanas? Porque Dios ha elegido este lugar y lo ha declarado taumatúrgico; aquí, por donde quiera que pongáis el pié, es taumatúrgico, es santo.
Ánimo, la Madre está con vosotros, todos los ángeles, los santos, estos niños que me rodean, están con vosotros. Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia.
Acordaos que hoy empieza el triduo por el octavo aniversario de cuando las apariciones fueron abiertas para todos. Vosotros no sois numerosos, pero la semilla ha sido sembrada por todas partes y ya ha llegado a todo el mundo.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. También este objeto es sagrado, porque ha sido hecho con amor. Bendigo a todos, sobre todo a los enfermos, porque son los que tienen más necesidad y muchos enfermos no tienen a nadie.
Tu, pequeña Selenia, haces bien tu trabajo, te das verdaderamente toda a ti misma, enhorabuena y felicidades.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Don Claudio, ¿te encuentras bien?
Roma, 24 de octubre de 2001 - h.7:10 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Hoy estás acompañada por los ángeles y los santos, vestidos de fiesta. No estéis tristes porque seamos poco; en ocho años nos has dado mucho a todos; has dado muchas gracias en nombre de Dios, has ayudado a muchas personas, muchas de ellas no están aquí presentes, pero esto no tiene importancia, porque lo importante es que tu seas conocida en todo el mundo. Quiero encomendarte a todas las personas que tienen necesidad cada día de tu ayuda; te encomiendo especialmente a Marcos, a todos los niños enfermos y a todas las personas aquí presentes que no gozan de buena salud; te los encomiendo a todos.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia, gracias por la confianza que tenéis en Dios; no la perdáis nunca, incluso aunque a veces os derrumbéis y en vosotros haya amargura, desilusión y desánimo. Cuando vengo a la Tierra yo soy como vosotros y sufro, porque veo muchas miserias, muchos dolores, la guerra y muchos, muchos, muchos muertos. ¿Recordáis el mensaje de mi Hijo Jesús? "Si no venís a mi Jesús Eucaristía, habrá muchos muertos, muertos, muertos"; desgraciadamente esto se está verificando. Vosotros, con todo el amor, orad, haced adoración eucarística, venid cada día a este lugar taumatúrgico a orar. Incluso si sois pocos, no importa; los que han recibido y no han respondido, deberán rendir cuentas a Dios.
Hoy debería ser celebrada una gran fiesta y el lugar taumatúrgico debería estar llena de criaturas, recogidas en oración, a la espera de mi venida, pero no están, porque amar a la Eucaristía, vivir en gracia y hacer todo lo que Jesús enseña es muy difícil y molesta al hombre. Sin embargo no es tan difícil; Dios acepta más una amargura, un derrumbamiento, un refunfuñar continuo por las desilusiones y los sufrimientos, que los que han recibido y no han respondido. Hoy hay gran fiesta en el Paraíso, junto a los ángeles, a los santos, a las almas salvadas, a vuestros queridos parientes y a los niños que me rodean.
Había dicho a mis hijos, a mi obispo y a la vidente, que hicieran fiesta; desgraciadamente no la han hecho, porque les ha faltado la fuerza. Yo estoy con ellos y lloro con ellos, porque para ellos es verdaderamente difícil aceptar esta gran misión y luchar cada día contra aquellas personas que se creen superiores a Dios y dicen: "Dios está en el Cielo y nosotros estamos en la Tierra. Nosotros no vemos a Dios y no lo sentimos". Vosotros, en cambio, que escucháis a Dios sin verlo, demostráis que tenéis el don de la fe; tenedlo siempre junto a vosotros.
Para quien sabe amar hay lucha y sufrimiento; el sufrimiento sirve para cambiar el mundo y para salvar a las almas. Os había dicho que el último trecho sería muy difícil, pero vosotros no pensabais que fuera hasta este punto. Hay personas que sufren noche y día y otras que por una sonrisa o un saludo que no reciben, se ofenden, están de morros, no hablan o dicen: "Tu la tienes conmigo, porque no me has sonreído, no me has hablado". Esto no es sufrimiento; es otra cosa el sufrir por la paz y para salvar a las almas.
Marisella, querría felicitar a tu querida hermana, el único pariente que tienes cercano. Es difícil hacerle festejos, porque la amargura y el sufrimiento no faltan, pero nosotros queremos felicitarla igualmente; mis queridos hijos, permitidme que felicite a la que es la pariente más cercana, porque además de la madre, Marisella, sólo tiene a su hermanita.
Bueno, tenéis que alegraros por esto. A veces cuando llegan las fiestas no hay alegría, hay amargura y desilusión, falta el amor; eh ahí porque yo digo: amor, amor, amor. Entonces os percataréis como todo se vuelve fácil.
¿Creéis que nosotros no amamos a vuestra hermana porque esta recluida en una habitación día y noche con sufrimientos atroces? Nosotros la amamos. Dios la ha escogido y vosotros tenéis que orar, para que tenga la fuerza de aceptarlo todo, de otro modo habrá el derrumbe total. Con vuestras oraciones, vuestra ayuda y vuestro amor, si queréis, podéis ayudarla.
Doy gracias a los que con tanto amor han preparado la Basílica de la Madre de la Eucaristía. Recordad que los grandes murales y los grandes trabajos hechos en la iglesia no sirven para nada si no hay amor, que a veces lleva al sufrimiento. Gracias a los que han colaborado. La colaboración se vuelve cada vez más difícil, porque los jóvenes, los llamo todavía jóvenes, trabajan o frecuentan la universidad. Gracias a todos.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños: Jacobo, Samuel y Enmanuel que tiene fiebre, pero éstas no son enfermedades; es natural que tenga fiebre por los dientes o por la gripe, también el pequeño Jesús la tuvo. El lo tuvo todo como los otros niños y también yo he tenido todo como vosotros aquí presentes.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sed misioneros, difundid el amor a Jesús Eucaristía. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós pequeño. Vosotros hacéis una gran fiesta, en cambio nosotros la hacemos decaídos, decaídos. ¿Se dice decaídos?
Don Claudio - No, aunque nuestra fiesta es grande, porque está hecha con sufrimiento.
Marisa - ¡Es una gran fiesta! Adiós. Mira los niños: hay quien le estira del vestido, quien de las manos; se la llevan y él está en primera fila. Adiós. ¿No te vas? Espera, te quería preguntar una cosa: hace pocos meses Dios Padre dijo que quizás no vendrías más entre nosotros y cada vez, antes de venir, tenías que pedirle permiso. ¿Qué ha decidido Dios?
Nuestra Señora - Dios Padre me ha dado permiso para venir siempre e incluso cuando habrá grandes nubarrones yo estaré con vosotros.
Marisa - Dios Padre parece que duerme, pero cuando se despierta, se despierta. Está bien, gracias, adiós.
Don Claudio, ha dicho que ahora vendrá siempre.
Don Claudio - Porque tengo necesidad.
Marisa - ¿Tu tienes necesidad?
Don Claudio - Sí, ¿por qué, tu no tienes necesidad?
Roma, 28 de octubre de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, aún vuelvo a hablaros de 1999. Cuando parecía que vuestro triunfo se estaba acercando, empezasteis a hablar de la gran prueba de Dios y vosotros no comprendíais porque os parecía imposible y decíais: "Si Dios lo ha prometido, Dios lo mantendrá". Ciertamente, Dios lo mantendrá, pero antes tenía que verificarse la gran prueba, que ha llegado; vosotros sabéis cómo ha llegado. ¿Recordáis cuándo los hombres de la Iglesia hablaron del secreto de Fátima y yo en la carta de Dios dije enseguida que no era verdad nada de los que habían dicho? Han tratado, también en aquella circunstancia, de jugar con Dios y de una manera negativa. Ahora todos se están dando cuenta poco a poco que este secreto no ha sido revelado. Sin embargo, sacerdotes y grandes prelados continúan jugando con el secreto de Fátima, involucrando a la pobre Sor Lucía, ya anciana y atribuyéndole afirmaciones no verdaderas: "He mentido, he dicho una mentira, me he equivocado". Esto dice la pobre Sor Lucía, para defender a los grandes prelados, a los grandes hombres. ¿Os acordáis cuando el cardenal Ratzinger, monseñor Bertone y monseñor Fisichella hablaban del secreto de Fátima? Muchos de vosotros pensabais: "Pero si no era catastrófico, ¿para qué esconderlo durante tantos años?". Han transcurrido muchos años, en el solio pontifico se han alternado diversos papas y os habéis dado cuenta que el secreto no era tan sencillo, como decían, porque ha comenzado la prueba de Dios, ha estallado la guerra, han ocurrido terremotos, los terroristas han golpeado duramente. Sólo después que todo ha empezado, después que la guerra ha estallado, después que los terroristas se han hecho sentir, después que los terremotos han ocurrido, también ellos han empezado a hablar. ¿Dónde está la verdad?, ¿dónde está la verdad? Solamente el Papa y los que han leído la carta original de Sor Lucía, la conocen. El que tiene un secreto no puede revelarlo con tanta ligereza, como hacen muchos sacerdotes que afirman que conocen el secreto de Fátima, ¿qué es lo que saben? El secreto es mantenido hasta que Dios decide revelarlo. Vuestra hermana custodia muchos secretos que le hemos confiado y calla; desde niña conocía algunos secretos y no ha hablado nunca con nadie, porque Dios le da la fuerza, la ayuda para no revelarlos.
A vosotros Dios os pide que oréis, que hagáis adoración, si podéis; no quiero pediros todavía que hagáis turnos para la adoración, es vuestro corazón el que debe decidir. La guerra sigue, los muertos aumentan y son muchos: mujeres, ancianos, pobres y niños. Esta noche han sido socorridos por mis hijos muchos niños, muchos han recibido el bautismo, varios se han salvado, pero la mayor parte han muerto junto a sus madres. Mis hijos, el obispo y la vidente no han podio hacer ora cosa que bautizarlos. El suyo no es un trabajo ni cansado ni peligroso, porque es sobrenatural, pero deja en sus corazones una secuela de tristeza, de amargura y de sufrimiento. A vosotros Dios os ha pedido que oréis, que hagáis adoración, pero esta vez os deja libres de hacerla o no hacerla, pero hasta que no empecemos los encuentros bíblicos, el jueves, os suplico, haced adoración, orad por estos hombres que luchan y matan solamente por ganar, para tener dinero, mucho dinero y no saben que al final tienen que morir. ¿Qué harán de todo este dinero? Bienaventurados los que no tienen nada, bienaventurados los que viven al día, bienaventurados los que sufren por amor a Jesús.
Mis queridos hijos, si no os amase tanto, no estaría aquí con vosotros, estaría en los grandes lugares, donde acude tanta gente, pero donde yo no aparezco. Yo vengo aquí, porque Dios me envía a vosotros para orar con vosotros y quedarme con vosotros.
A todos os deseo que sintáis en el corazón la alegría de hacer adoración, y de orar para que todo se acabe cuanto antes, ¿veis como poco a poco se descubre la verdad?, ¿veis como poco a poco lo que Dios os ha dicho se está revelando? Dios no tiene prisa. Lo que os he dicho en las apariciones, poco a poco va saliendo. Esto da alegría y mucha amargura, porque el hombre está todavía en alta mar; todavía piensa en el dinero, en el poder, en las mujeres. Cuando digo hombres, quiero decir también sacerdotes, obispos, cardenales. Dad gracias a Dios por tener un obispo santo, bueno, puro, honesto; no es fácil que haya obispos como el vuestro.
Marisa - Tu ya has leído la carta. ¿Estás de acuerdo?
Nuestra Señora - Ciertamente, estoy de acuerdo, pero si la hubiesen escritos los jóvenes
Marisa - De acuerdo, pero un padre trata siempre de ayudar a sus propios hijos.
Nuestra Señora - Bendigo esta carta y mucho espero que haga bien a los sacerdotes, sobretodo a los que tienen tanto miedo del señor Ruini.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Recordad: el que se humilla será ensalzado y el que se ensalza, será humillado, siempre.
Marisa - Adiós, adiós.
Mensajes de Noviembre del 2001
Roma, 1º de noviembre de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Está bajando todo el Paraíso.
Jesús - Hoy es la fiesta de todos los santos y de las almas salvadas, pero también es vuestra fiesta, si estáis en gracia. Yo, Jesús, he querido traer conmigo a todo el Paraíso a este pequeño rincón taumatúrgico, donde hay un pequeño rebaño, pero donde, a diferencia de tantos otros lugares, hay mucho amor. Marisella, tu ves que están aquí con vosotros algunos enfermos.
Vosotros esperáis de Dios algo grande y tenéis razón, pero ¿qué puedo deciros si el mundo está yendo a la ruina? ¿Qué puedo hacer?. ¿Tendría que hacer algo sólo por este pequeño rebaño?. ¿Cuál sería la suerte de todos los otros, empezando por el Papa, de todos los hombres del estado y de los que pertenecen a otras religiones?. ¿Qué está pasando en el mundo? Vosotros podéis decir todavía que os encontráis en el Paraíso, pero empezará también aquí la tribulación, porque los terroristas repetirán lo que han hecho en otras naciones. Si en otras partes hay terroristas ¿por qué no tendría que haber también en Italia? ¿Por qué no en Europa y en todo el mundo?. Éstos continúan matando: hay quien mata convencido que yendo en busca de la muerte van hacia Dios y hay quien mata por la alegría y el deseo de matar, sin darse cuenta de nada. Aprended a hacer la voluntad de Dios, siempre. Cuando digo que Dios mantiene la palabra debéis creeroslo, pero vosotros mismos comprendéis que la situación es muy preocupante y lo que vosotros veis no es nada en comparación con lo que Nosotros vemos desde el Cielo.
Yo, Jesús, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, he venido con mi Madre, mi padre, todos los ángeles y los santos y las almas salvadas a este lugar taumatúrgico. ¿Qué puedo deciros?. Orad, orad, orad. No hay otras soluciones. Vosotros pensáis que Dios puede hacerlo todo y puede cambiarlo todo en un momento. Sí, es verdad, pero esto significaría matar a muchos hombres, así quedarían poquísimas personas y se repetiría la historia del Arca de Noé. Yo no creo que vosotros queráis esto.
Hoy es la fiesta de todos los santos, pero yo digo: hoy es la fiesta de todos los que hacen la voluntad de Dios, que oran y aceptan el sufrimiento por la salvación del mundo. Una vez pedí que oraseis por vuestra hermosa Italia, pero hoy os pido que oréis por la salvación del mundo, aquel mundo que Dios Padre ha creado.
Con la oración, viviendo en gracia, la adoración eucarística y el ayuno, tenéis que arrancar la gracia de la paz a Dios Padre, a Dios Espíritu Santo y a Mi, Dios Hijo. Cuando habrá paz, todo será más fácil para todos, pero la situación está empeorando y los hombres continúan matando; incluso los que se llaman practicantes y van a la iglesia, matan. Matan en todas partes, no solo en Pakistán o en Afganistán, sino también en Europa, en América, en Africa, en todas partes. También en Italia matan, pero más con la lengua que con la espada. No quiero afligiros más con estas malas noticias, pero tengo que decirlas para haceros comprender tantos por qué de Dios. Vosotros, de hecho, os preguntáis siempre muchos por qué.
Gracias a los que continúan haciendo la voluntad de Dios y que han comprendido mis palabras. No os preguntéis tantos por qué, es suficiente mirar la televisión, pero lo que veis no es nada en comparación a lo que está sucediendo.
Gracias. Junto a mi obispo, a todos los ángeles, a los santos del Paraíso y a todas las almas salvadas, os bendigo y os traigo a todos, junto a mi corazón.
Nuestra Señora - Yo, vuestra Madre, os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Hijitos míos, os ruego, aprended a hacer la voluntad de Dios, siempre, en los bienes y en los males; basta con los por qué, Dios no defrauda, sino que son los hombres los que defraudan. Felicidades a todos.
Marisa - Adiós. Han venido pocos a la vez, pero se han ido todos juntos.
Roma, 3 de noviembre de 2001 - h.6:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Hoy es el primer sábado de mes y, como veis, las personas presentes no aumentan, son siempre las mismas. Los hombres no sienten ni siquiera el deseo de venir a orar ni de convertirse; sin embargo, en el mundo hay mucha guerra, pero cada uno piensa solamente en si mismo. Primero la guerra era muy pequeña, pero ahora es grande y sucia, sin embargo la gente no se mueve, porque aún no les ha tocado. Yo no quiero afligiros siempre hablandoos de la guerra, pero desgraciadamente esa es muy sucia. Un día gritaremos: "Hosanna al Hijo de David", gritaremos: "Jesús, Tu que estás en lo alto del Cielo, ayúdanos a llevarnos al Paraíso y a gozar de Dios para siempre". Un día cantaremos el Hosanna y el Santo con todo el corazón y todo el amor que un alma que ama a Dios puede tener.
Vosotros os encontráis todavía en este planeta tierra que no es hermoso, no es santo, aunque continúen declarando nuevos beatos y santos; esto es hermoso, pero para ser canonizado no es necesario colgar la banderola del balcón; ya hay santos que viven en la tierra y yo estoy contenta. También vosotros, mi pequeño rebaño, podéis ser santos en la tierra si camináis por el camino recto y si en vosotros no estallan los celos, la envidia, la falsedad, la malicia y la impureza. Bienaventurados los puros de corazón porque verán a Dios; esto es lo que tenéis que repetir cada día. Después, junto a los ángeles, a los santos y a las almas salvadas cantaréis el hosanna a toda voz e incluso el que hoy no tiene voz, aquel día la tendrá y cantará.
Tengo aquí a mi alrededor a todas las almas de vuestros queridos parientes difuntos, los niños y los papás.
No habléis todavía del secreto de Fátima, porque no ha sido revelado ningún secreto de Fátima. Exceptuando el secreto de la guerra, ningún otro secreto ha sido revelado, ni siquiera aquí donde aparezco, como Madre de la Eucaristía; los diez secretos son todavía actuales y no son bonitos. El secreto de Fátima no ha sido revelado. La carta de sor Lucía no es verdadera; aquella pobre mujer no ha dicho nunca que haya mentido, no puede decir: "He mentido", es como si vuestra hermana dijese: "He mentido, no es verdad que veo a Nuestra Señora", para librarse de todas las preocupaciones, de todos los sufrimientos. A aquella pobre hermana anciana y enferma le hacen decir todo lo que quieren, por que está en clausura y porque tiene que obedecer. Pero ¿recordáis cuando os dije: obediencia sí, chantaje no?. Poned en práctica estas enseñanzas: obediencia sí, chantaje no; no obedecer nunca con el chantaje. No tengo otra cosa que deciros, os deseo solamente que viváis bien este mes, dedicado a vuestros queridos difuntos.
Marisa - He visto a todos mis parientes.
Nuestra Señora - Junto a mi santo obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Bendigo al pequeño Samuel y a Jacobo, que no han podido venir por motivos de salud. Bendigo a sus padres y al joven que está enfermo. Quiero bendecir a todos los enfermos y a vosotros aquí presentes. Orad, para que la guerra termine pronto, de otro modo, habrá cada vez más muertos. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 4 de noviembre de 2001 - h.10:45 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¿Quién eres tu?
Dios Padre - Yo soy Dios Padre y he venido a este lugar, elegido por Mi, para daros las gracias y para invitaros a orar, como ha pedido a menudo María, Madre de la Eucaristía. Esta vez os invito a orar por todos los sacerdotes, desde el Papa al sacerdote más pequeño, y por todos los superiores, desde el más grande al más pequeño. Yo estoy harto de ver tanta porquería en este mundo que he creado y de lo cual ahora los hombres no se dan cuenta. La porquería arranca de los jóvenes, de los adultos y de los ancianos. Estoy harto de ver tanta porquería. Vosotros habéis sido elegidos por Mi, a vosotros os he mandado a María, Madre de la Eucaristía para orar con vosotros y para llevar mis cartas, que no siempre son tomadas en consideración.
Sí, Yo soy Dios. Tu no me puedes ver, Marisella, porque nadie puede ver a Dios. Cuando termine vuestra vida, después del juicio, conoceréis a Dios, a aquel Dios que ha creado el mundo, aquel Dios que ha entregado a su Hijo a la muerte por vosotros y por todos los hombres.
Vosotros preguntáis por qué Dios no interviene y repetís: "¿Por qué, Dios, por qué?". Aquellos largos porqué, aquella sarta de por qué que oigo a menudo, me afligen.
Caminad por el camino recto, pensad en orar por la paz; no penséis en cultivar antipatía o simpatía recíproca, no caigáis en la envidia, en los celos, en la calumnia y la difamación. Os invito a participar en la oración más santa, más grande, más elevada, que es la Santa Misa y a hacer la Santa Comunión. Como tantas veces se os ha dicho, recibid la Eucaristía en gracia, de otro modo, no la toméis y continuad bien. No se puede recibir a Jesús Eucaristía en pecado, porque hacéis un sacrilegio y entonces el demonio os atrae hacia sí. Cuando el demonio entra en un alma es bien difícil que salga, si no hay una voluntad firme y decidida.
Repito: estoy harto de ver tanta suciedad en este planeta tierra, que he amado tanto y que, a pesar de todo, continúo amando y a donde continúo enviando a la Madre de la Eucaristía por vosotros. La Madre de la Eucaristía aparece solo aquí, con vosotros. En este momento vuestra hermana la ve de rodillas a mis pies, con la cabeza inclinada hasta tierra y lo mismo hacen todos los niños, las almas salvadas, los santos, los ángeles, porque Yo soy Dios y no hay otro Dios fuera de Mí. Pero no por esto los miembros de otras religiones no son salvados, si se comportan bien. Yo soy el Dios de todos, amo a todos y quiero salvar a todos.
Y entonces Yo, Dios, confío en vosotros, pequeño rebaño, como siempre.
Dentro de poco empezarán los encuentros bíblicos. ¿Qué oración es la más importante después de la Santa Misa?. Conoced la Palabra de Dios, Mi Palabra. Conoceréis al gran Pablo y Yo enviaré a la Madre de la Eucaristía, junto a sus niños, donde vosotros y con vosotros, cada vez; pero que entre vosotros haya amor, oración, sacrificio.
Marisa - Ya no se le oye.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre. ¿Habéis oído todo lo que Dios Padre ha dicho?. Este planeta tierra es todo una porquería. Lo que ha dicho es grave, es triste, pero yo os ayudaré a orar, por las almas que no saben orar, por aquellas almas que viven en la porquería.
Marisa - Yo, Virgencita, te quiero encomendar a todos los niños. Que no sufran nunca por culpa de los hombres malvados y las mujeres malvadas; protégelos tú. Los niños son radiantes, unos soles, buenos, protégelos tú. Te encomiendo a todos los niños, a los enfermos, a todos.
Nuestra Señora - Te confío a toda la Iglesia, Marisella.
Marisa - Pero no como esta noche, un poco menos.
Nuestra Señora - A todos os confío mi Iglesia, la Iglesia de Jesús. El que pueda que haga ayuno y adoración eucarística. Os lo ruego, participad en el encuentro bíblico, una vez a la semana haced este sacrificio, después estaréis más contentos y satisfechos.
Junto a mi santo obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños. Estad tranquilos, mis hijos los protegerán. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, Virgencita. Sí, cuando he oído la voz de Dios he tenido un poco de... no sé si miedo o sugestión. Nosotros continuamos estando en medio de esta porquería. Tu, una vez dijiste que un lirio sumergido en el fango sale siempre limpio, si quiere.
Nuestra Señora - ¿Te acuerdas?
Marisa - Adiós. Don Claudio ha venido Dios Padre.
Don Claudio - Lo hemos oído.
Marisa - Tenía un poco de tembleque.
Roma, 11 de noviembre de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Veo una gran luz.
Jesús - Ya que está presente Jesús Eucaristía sobre el altar, he venido Yo, Jesús, para estar con vosotros y para traer una sencilla carta de Dios omnipotente. Habéis hecho adoración, pero he notado que conversáis poco, habláis poco conmigo. Recitar el Santo Rosario es muy hermoso, pero debéis mirar, hablar, conversar con vuestro Jesús y pedir todo lo que necesitáis y si es voluntad de Dios que tengáis lo que pedís, llegará.
Marisa - Jesús, estaba preparada para encomendar a los enfermos a la Madre, pero ahora te encomiendo a Ti a nuestros enfermos, sobre todo a Jacobo, Nicolás, al pequeño Samuel, todos los niños que están enfermos, los adultos y los enfermos aquí presentes, que vienen por Ti, Jesús, porque Te aman. Haz, pues, que todos los enfermos puedan hacer tu voluntad, aceptar lo que vosotros queréis.
Jesús - Cuando uno está enfermo, a veces dice frases muy fuertes, es el cansancio, es el dolor el que hace hablar al hombre de una cierta manera. Cuando el dolor es continuo y es fuerte y no se sabe qué calmantes tomar, salen también frases que no son bonitas.
Marisa - Yo soy una de esas personas y te pido perdón.
Jesús - Marisella, ¿no crees que en tu lugar cualquier hombre de la Tierra, incluidos Yo y la Madre, la Madre de la Eucaristía, haría o diría lo mismo?. Humanamente hablando es difícil, es muy difícil soportar todo tu sufrimiento, por tanto no te preocupes si alguna vez te lamentas. Es más, nosotros te damos las gracias por lo que haces por este mundo tan puerco, tan sucio, que solo piensa en el poder, en el placer y en el dinero, como ha dicho Dios Padre. Es fácil desde lo alto de una ventana o de un balcón, decir "orad para que llegue la paz" y después no hacer nada para ponerlo en marcha. Es fácil conversar con los grandes personajes y después ir a un opíparo banquete y todo se acaba allí. En cambio hay quien sufre y da la vida por la paz. A vosotros os pedimos mucho porque lo podéis dar, habéis recibido mucho, tenéis que dar mucho, unos más otros menos. Si habéis recibido diez, tenéis que dar veinte por la paz, en todo el mundo, en la Iglesia, en la familia. Por todas partes hay guerra, que tiene su origen en la calumnia y la difamación, hay lucha continua entre amigos, parientes, hombres de la Iglesia, institutos religiosos y entre los grandes hombres del Estado; y todo esto para alcanzar el poder.
Vosotros no actuáis así, permanecéis sencillos, buenos, pero no por esto tenéis que aprovecharos de lo que os estoy diciendo; tenéis que trabajar y orar siempre. Como ya dijimos la semana pasada, orad y haced ayuno, el que pueda, porque no todos pueden hacerlo; el que no pueda hacer ayuno que haga florilegios: que se abstenga de fumar o de la televisión. Participad en la Santa Misa, haced la Santa Comunión, la Santa Confesión. Cuando estéis en gracia de Dios, tomad en la mano la coronilla y recitad el Santo Rosario y si no podéis, porque el tiempo es un tirano, decid solo diez Ave Marías y, después, otras diez, y no os daréis cuenta y habréis recitado casi por entero el rosario. Casi parece que Dios lo espere todo de vosotros. Quiere que seáis los hombres de la paz, los hombres que sostengan la Iglesia, los hombres que saben amar a todos; pero antes tenéis que amaros entre vosotros. Hay tantos y tantos hombres que para obtener el vil dinero y el poder calumnian, difaman y condenan. Vosotros alzad los ojos al cielo y decid: "Jesús, ayúdanos Tu a luchar con esta gente tan mala, que no se da cuenta de cuanto hiere".
Sí, es verdad, la guerra es sucia, la guerra continúa y los hombres hacen una competición a ver quien tiene más armas, quién es más fuerte, quién gana más. En las familias, entre los parientes, entre los amigos, entre comunidades, ¿no hay guerra?. ¿No hay por todas partes calumnias y difamaciones?. Este no es el mundo que Dios ha creado; es el hombre el que destruye el mundo, que destruye el planeta tierra, pero ninguno se da cuenta. Es suficiente que tengan mucha gente a su alrededor y ya son felices, el resto no cuenta. Dicen: "¡Orad por la paz!". No, es necesario decir: "¡Oremos por la paz!". Es inútil salir a una ventana, a una terraza, a un balcón y decir: "Orad por la paz"; todos tenemos que orar, todos tenemos que hacer ayuno, todos tenemos que amarnos.
¿Os acordáis cuando la hostia sobre el cáliz de la Virgencita sangró por dos veces?. El que lo vio, lloró, después se olvidó de todo. ¿Por qué sois así?. Los hombres malos no olvidan nunca, es más, continúan avanzando y buscando el modo de destruir. Vosotros, en cambio, olvidáis. Si el Obispo no os recuerda los acontecimientos más importantes, los olvidáis todos. No, no tiene que ser así. Tenéis que recordar los milagros, que son muy importantes. Poco a poco, los hombres empiezan a hablar de los milagros eucarísticos; los que han ocurrido en el lugar taumatúrgico serán los últimos, porque estáis en Roma y tienen mucho miedo de que toda la ciudad se vuelque hacia vosotros y deje los otros lugares. Pero Jesús ha puesto los ojos sobre vosotros y pide vuestra ayuda; no tiene necesidad, pero la pide, porque quiere que forméis parte de esta misión, de estos grandes dones que Dios ha hecho a todos.
Marisa - Se ha ido Jesús y ha venido la Virgencita. Oye, Virgencita, contigo tengo más confianza y te pregunto: ¿por qué Jesús se va así sin bendecirnos?
Nuestra Señora - Pero si su presencia es ya una bendición, ya lo sabes.
Marisa - Si, está bien, pero nos gusta que nos diga "adiós". Está bien.
Nuestra Señora - ¿Y si viene la Madre a deciroslo?
Marisa - Es igual, tu lo dices siempre.
Nuestra Señora - Está bien, ahora oremos todos juntos como Dios ha enseñado.
Gracias por vuestra presencia. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los enfermos; bendigo vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, adiós a todos. Se han ido todos.
Don Claudio - Está el Santísimo Sacramento.
Roma, 15 de noviembre de 2001 - h.8:35 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Sabéis que me desagrada venir a hablaros de hechos que no son bonitos y que suceden en la tierra. Era mi gran deseo venir a participar junto a vosotros de la Santa Misa y escuchar el encuentro bíblico, sobretodo porque el Obispo habla del gran Pablo, su gran amigo, pero esta guerra está arruinando a diversas naciones. Aquellos bandidos continúan luchando y matando con mucha ligereza. Esos dicen que muriendo van al Cielo, pero ¿cómo pueden decir esto si matan a los hombres, a los niños y a sus madres?. Mis dos queridos hijitos, vuestra visita a un lugar muy malo os ayudará a comprender más y tu, Marisella, tendrás que hablar al pequeño rebaño y contar lo que tu y el Obispo hacéis y vivís. Yo llegaré a aquel triste lugar después que vosotros dos con mi amado esposo José y el pequeño Jesús.
Muchas veces os he dicho que el arma poderosa para detener la guerra es el Santo Rosario; recitad el Santo Rosario, también a la vuelta, pero os ruego que no dejéis la Santa Misa, la Santa Comunión, la confesión, el encuentro bíblico, son todo oraciones grandísimas y muy importantes, mientras, como os he dicho siempre, la aparición está en último lugar de importancia. Orad, no escuchéis lo que dicen los grandes hombres, porque ellos hablan solo por propio interés, pensando en sí mismos, en la propia ganancia, en el poder y no en los hombres que mueren. El que pueda que haga el ayuno; de los presentes en esta estancia taumatúrgica solo uno puede hacerlo. Cada uno de vosotros sabe el que puede hacer el ayuno y el que no puede; es posible hacerlo también durante media jornada.
Oración, sacrificio, acciones: haced todo lo que podáis. Hijos míos, tenemos que detener esta guerra a toda costa, porque siembra muerte y destrucción. Todos los grandes jefes quieren obtener la victoria, pero vosotros inclinad la cabeza y orad; no penséis si aquella nación tiene razón o si la otra se ha equivocado, no penséis en nada y orad. Gracias.
No puedo daros mensajes muy largos, porque vuestro obispo quiere terminar en perfecto horario el encuentro bíblico y es justo. Si yo hablo mucho, él habla poco, por tanto es mejor que el Obispo hable del gran Pablo.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Esta noche tenemos que ir otra vez a Afganistán. Adiós.
Roma, 18 de noviembre de 2001 - h.10:45 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Habéis orado y escuchado la catequesis y el obispo ha hablado más allá del tiempo establecido, pero es justo que haya sido así, porque ha hecho un largo discurso y tenía muchas reflexiones que exponer.
No puedo no alegrarme con la que ha sido entrevistada por el periodista. Esta entrevista ha hecho más bien del que esperaba el cronista; muchísimas personas que la han leído se han quedado maravilladas y alguno ha exclamado: "¿Cómo puede un alto prelado comportarse en este modo hacia las simples criaturas?". Podéis daros vosotros solos la respuesta, porque la he repetido muchas veces: tienen miedo de que la gente venga a este lugar, pero vosotros ¿qué culpa tenéis si ha sido elegido por Dios?. Se abalanzan contra vosotros porque no pueden hacerlo contra Dios. Ahora, sin embargo, las personas están cambiando, aunque quizás tienen miedo de decirlo cara a cara a estos altos prelados. El que ha leído el artículo, no ha sido tocado por lo que cuenta el cronista, porque ha escrito más o menos lo que se dice a menudo, sino por la entrevista que ha sido muy buena.
Yo estoy contenta porque veo que, a pesar de todos los golpes que recibís, lográis avanzar, porque sabéis que detrás de vosotros estamos nosotros; de esto no dudéis nunca. Hay momentos en los que parece que todo se derrumba, que todo y todos están en contra vuestra. Si, esto puede ser también verdad, humanamente hablando, pero nosotros no estamos en contra vuestra, como no lo están muchas personas.
¡Cuántos sacerdotes últimamente han vuelto a creer, y siempre por el bendito miedo, no hablan ni se comportan!. Si todos los que creen en este lugar se echaran para adelante y dijeran al propio superior: "¿Qué estamos haciendo? ¿Qué estamos diciendo?", entonces todo cambiaría y sería más fácil. Pero Dios, para vosotros, ha elegido el camino más difícil, porque ve que, a pesar de todo, sabéis superar cualquier obstáculo: refunfuñáis, sufrís, estáis amargados, lloráis, pero después estáis siempre dispuestos a luchar; ahora sois los últimos, pero como bien sabéis, los últimos serán los primeros.
Hoy, muchas personas hablan de la Eucaristía porque habéis sido vosotros los que habéis hablado y no ningún otro, habéis dado testimonio con vuestro modo de comportaros en la oración, al recibir a Jesús, al decir el Santo Rosario, sobre todo al escuchar la Palabra de Dios. No dejéis nunca el encuentro bíblico, es muy importante, porque tenéis que responder, educadamente, pero de manera justa a las personas que os hacen preguntas o bien os combaten, sabéis que los periodistas son bastante listos para dar la vuelta al tema en su favor, pero esta vez no ha sido así y el Vicariato no ha dicho nada, no ha reaccionado, no lo ha prohibido. Vosotros no sabéis el motivo, lo sabréis a su debido tiempo, ahora alegraos de esto y orad, como sepáis, para que la guerra acabe. Hay muchas personas que oran, pero otras muchas no lo hacen, porque se sienten tranquilas en sus casas, la guerra no les toca y entonces están serenos, creen que ésta está lejana, pero podría estar a un paso de vosotros y de todas las otras naciones.
No voy a repetiros de nuevo que oréis, que hagáis ayuno, penitencia, ya sabéis cual es el camino y qué tenéis que hacer, porque sois mayores, estáis en la universidad, como dice vuestro Obispo, y por tanto tenéis que caminar solos.
Marisella, tienes que preocuparte más de tu salud, tu me comprendes, sabes porque digo esto. Dado que hoy es su cumpleaños, buenos deseos y felicidad a la presidenta de los jóvenes, orad por ella. Orad por estos niños, para que crezcan bien, para que no se desperdiguen y sigan al pastor.
Marisa - Está bien, si. ¿Esta tarde?
Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Don Claudio, se han ido.
Roma, 22 de noviembre de 2001 - h.8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Estoy muy triste y apenada, porque siempre tenéis necesidad del empuje del obispo para recordar o para comprender. No habéis comprendido que ayer era un fiesta grande: mi presentación en el templo, la fiesta de las almas consagradas. Si el obispo no os lo recuerda, no venís, lo olvidáis todo y así habéis dejado esta fiesta en último lugar. Sólo alguno la ha recordado, pero esto no me sorprende mucho, me sorprende, en cambio, esta continua falta de amor y de caridad. Yo querría excusaros, como he hecho delante de Dios: a Él le he dicho que probablemente no lo hacéis a posta, pero Dios, que lo ve todo y lo sabe todo, ha afirmado que falta la caridad y el amor; a todos os falta, a los adultos y a los jóvenes, casi adultos diría, naturalmente no les falta a los pequeños. Afortunadamente hay un pequeño que da un poco de alegría a esta casa.
Esta noche mis dos hijos, elegidos por Dios, irán a Kosovo; vosotros orad, para que todo vaya bien, no porque ellos corran peligro, estamos nosotros que los protegemos, sino para que no vean más escenas desgarradoras, que verdaderamente hacen sufrir. Hay la guerra de Afganistán y es una guerra sucia, hay otras en diversas naciones, hay mucho sufrimiento en el mundo, muchos enfermos y a vosotros os basta una pequeño sufrimiento para echaros atrás y para llorar por vosotros mismos. ¿Pero es que no comprendéis cuan peligroso es lo que está sucediendo en el mundo?. ¿Cuántas veces he dicho esto?. Sin embargo, sucede que cada uno piensa en sí mismo, en su propio reducto, como os decía hace tanto tiempo. Entre tanto, la guerra continua, los hombres se matan y ¿vosotros qué hacéis?. Oráis, sí, pero no hay amor, como lo pide Jesús. El amor falta a menudo y alguno tiene que pagar por todos. ¿Por qué no pensáis en los otros?. ¿Por qué no pensáis en aquellas pobres personas que luchan, mueren y a las que matan?. Como os dijo, vuestra hermana el domingo, los hombres caminan sobre cadáveres y sobre niños todavía vivos con indiferencia, como si no pasase nada.
Yo pido siempre oración, pero la oración es amor, sacrificio, es darse a los otros, ayudar al prójimo. Tenéis que amar al prójimo, quienquiera que sea, no solo a la persona que os es simpática y con la que tenéis una amistad profunda, sino también con las personas antipáticas. No me muevo de este argumento porque Dios ha dicho: "María, habla solo de amor", y yo os hablo de amor: el amor verdadero es darse, sacrificio, oración. El Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria al Padre, son oración, pero la oración grande y verdadera es el amor hacia todos, sobretodo hacia los ancianos, a los enfermos, a los discapacitados, a los niños enfermos. Habéis recibido mucho de Dios y a El ¿qué le dais?. Habéis dado pasos hacia delante, pero basta aflojar un poquito la cuerda, es suficiente que el Obispo se olvide de deciros cualquier cosa, porque él también es una criatura humana, para que volváis atrás. Cada vez tiene que recordaros y empujaros para que avancéis, sin embargo, tenéis que caminar solos, los jóvenes y los menos jóvenes. No tiene que ser el Obispo el que os espolee continuamente para recordaros las apariciones o el milagro eucarístico.
Es hermoso venir al encuentro bíblico y escuchar la palabra de Dios, escuchar lo que dice el gran Pablo, es más hermoso amar y Pablo ha amado. La conversión de Pablo ha sido grandiosa, la conversión verdadera os lleva a la santidad y Pablo se ha vuelto santo. Perseguía a los cristianos y los mataba, pero después escuchó a mi Hijo Jesús y cambió, y se convirtió en San Pablo, aunque no por esto cambió su carácter. Recordad, como ya os he dicho, que el carácter permanece, se puede limar, podéis corregir cualquier defecto, pero cada uno de vosotros tiene su carácter, podéis convertiros en santo lo mismo; tomad ejemplo del gran san Pablo.
Gracias y perdonadme si os he dicho todo esto. Cuando lo crea oportuno, el Obispo, leerá el mensaje de ayer.
Marisa - He comprendido, sí, gracias. Adiós.
Nuestra Señora - Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 25 de noviembre de 2001 - h.10:45 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Jesús, Cristo Rey, ¿has venido tu?
Jesús - Sí, porque es mi fiesta, pero como ves he venido sin corona. Soy Cristo, Rey de reyes, sin corona. Hoy en el Paraíso hay mucha fiesta y mucha alegría. Vosotros festejáis también el aniversario del gran milagro que ha creado tanto sufrimiento. Aquel día el Espíritu Santo intervino con una fuerte lluvia, expulsó a los que querían destruiros. Festejad también a mis dos queridos hijitos, que hoy se convertirán en ministros extraordinarios de la Eucaristía. Eucaristía es una palabra que abraza todo el amor que puede haber en el mundo. Me aman como Jesús misericordioso, paciente, pero desgraciadamente, no son tantos los que me aman como a Jesús Eucaristía, como a Jesús que ha muerto en cruz y vosotros sabéis que la muerte es vida. Algunas personas tienen miedo de la muerte, de la cruz, pero la muerte es vida para los que viven en gracia.
Mis queridos hijitos, tendría que dar muchas felicitaciones a muchas personas, pero hoy mis felicitaciones se dirigen a los dos jóvenes que recibirán el mandato de ministros extraordinarios de la Eucaristía. El que tiene el mandato de llevar la Eucaristía a los enfermos, tiene que tener en el corazón una gran alegría.
Volvamos a Cristo Rey. Ves, Marisella, ¿qué simple soy?. Estoy vestido como tu, tengo una túnica blanca y un manto rojo. No tengo corona, pero tengo mi corazón grande y lleno de amor para dar a todos.
Marisa - Jesús, antes de que te vayas, en silencio, querría encomendarte a muchas personas enfermas. Te pido también que hagas algo por la familia. No digo nada más, solamente que tenemos necesidad de tu ayuda y la esperamos con ansia. Piensa en tu Madre, en tu padre, piensa en ti, cuando eras pequeño y entonces pensarás también en nosotros y en la familia. Adiós, Jesús.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre. También yo he venido para la fiesta de mi Hijo Jesús, Cristo Rey, tampoco yo tengo corona, y sobretodo para felicitar a los que reciben el mandato de ministros extraordinarios de la Eucaristía. Lo sé, estáis emocionados, porque es hermoso tener el mandato de ministro extraordinario de la Eucaristía, es grande y no todos lo pueden comprender. Se que tu, Marisella, has encomendado a algunas personas en particular, continúa orando por ellas.
Quiero que este día sea un día de fiesta por Cristo Rey, por el aniversario del milagro Eucarístico del 26 de noviembre y por los que se convierten en ministros extraordinarios. Tiene que haber fiesta en las almas y en los corazones. Fiesta significa alegría, vivir en gracia, quiere decir también que, si tenéis dolores, tenéis que dejarlos dentro y dar alegría a los otros. Ya sé que es difícil, que es duro tener sufrimientos y tener que hablar, sonreír, dar siempre, ¿verdad Obispo?. Es difícil, lo comprendo. Vosotros podéis decir: "Si lo comprendéis vosotros los del cielo, por qué no nos ayudáis?".
Marisa - Nosotros, no somos santos, pero hacemos todo lo posible, hacemos de todo para ser buenos, para orar. A veces es el amor, es la caridad lo que falta, quien sabe por qué. Yo no sé por qué, quizás para nosotros, hombres, es el trabajo más difícil.
Nuestra Señora - No, Marisella, cuando uno ama, ama a todos: a los buenos, a los malos, a los antipáticos y a los simpáticos. Amar a la novia, a la mujer, al marido o a los hijos, es natural, pero amar a la persona lejana, la persona enferma, al anciano enfermo, es cristiano. Todos vosotros conocéis a la abuela Yolanda, pero no sabéis que grande es su sufrimiento, tenéis que amarla, porque tiene necesidad de afecto, ella que está siempre encerrada en aquella habitación.
Dad vuestra ayuda, si podéis, a los enfermos. Hay muchos enfermos que están solos, ayudadlos, a veces no quieren ser ayudados porque aparece el orgullo y, sin embargo, tienen que ser más sencillos, más humildes, aceptar la ayuda del hermano.
Hoy es el último domingo del tiempo ordinario, el próximo es el primer domingo de Adviento. ¿Verdad que no equivoco las fechas como las equivoca cada poco vuestro obispo?
Marisa - Porque él tiene muchas cosas en que pensar.
Nuestra Señora - El 29 de noviembre empieza la novena y también tu abstinencia, Marisella.
Marisa - Llega en buen momento. Cuanto tengo necesidad llega la abstinencia, está bien, basta con que me ayudes.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, buena fiesta a todos. Felicidades a todos, sobre todo a mis dos jóvenes. Cuando voy delante de Dios Padre, me arrodillo, me postro delante de Él y le pido que no os deje nunca solos ni de daros la fuerza para aceptar el sufrimiento, cuando llega. Yo estoy con vosotros.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Don Claudio - ¿Empieza la abstinencia?
Marisa - Desde el domingo.
Roma, 29 de noviembre de 2001 - h.8:35 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la carta de Dios es muy breve, porque Dios ha decidido que vengáis para escuchar la palabra de Dios y lo que el Obispo explica. Hoy os hace conocer a Pablo y en el futuro a los otros apóstoles. Tenéis que almacenar todo lo que él dice, no sólo escuchar y después cuando salís no se habla más, no recordáis nada más y hacéis un vacío en torno a vosotros. Tal como os acordáis de las cosas materiales, así también tenéis que acordaros de las espirituales. Os acordáis de hacer la compra, de pagar las facturas, de hacer la comida y corréis, corréis, corréis y olvidáis lo que Dios dice; ¡y pensar que os ama tanto!.
Os ruego que el que pueda que haga el ayuno y que todos hagan la oración y los florilegios; cada uno que escoja lo que puede hacer y Dios, que es grande y misericordioso, os recompensará de todo.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, adiós. Gracias, gracias, muchas gracias.
Mensajes de Diciembre de 2001
Roma, 1 de diciembre de 2001 (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hoy es el primer sábado del mes y os doy gracias porque estáis aquí presentes. Naturalmente no sois tan numerosos como mi hijo Jesús querría, pero de todos modos es muy hermoso que hayáis venido a orar a este lugar taumatúrgico. El Adviento es un momento muy duro para vuestra hermana, porque está en abstinencia y como consecuencia de eso yo y Jesús, vendremos solamente el domingo y el jueves para traer las cartas de Dios.
Habéis releído los mensajes y habéis visto cuantas cosas ha dicho Dios; algunas todavía tienen que ocurrir, pero no dudéis de Dios, tened confianza en Él. Dios os ama, Dios es amor; ama a los grandes y a los pequeños, a los niños que están solos, a los huérfanos que no tienen a nadie y a los enfermos. No me has encomendado hoy a los enfermos, pero yo ya sé a quién querías encomendar de modo particular. Yo te sigo siempre y leo en tu corazón lo que querrías decir.
Marisa - Si, quiero encomendarte también al pequeño Valerio.
Nuestra Señora - Sí, lo sé, no te preocupes. Cuando oráis por un hijo enfermo, tenéis que orar también por los padres, y por los hijos, si el enfermo es adulto, hasta que Dios dé la fuerza a todos para aceptar el sufrimiento. En este planeta Tierra hay enfermedades, desgracias y, la peor cosa, los hombres matan por diversión a los niños. Es tan hermoso, es tan dulce ser pequeños; Dios ama a los pequeños; pequeños no por edad, sino porque son sencillos, humildes y llenos de amor por todos.
Te he pedido, Jacobo, que ores, pero tu continuas hablando y no escuchando lo que la Madre te está diciendo; yo soy la Virgencita y tu eres grande. Es tan hermoso, de todos modos, para vosotros los adultos escuchar a estos niños que juegan y ríen: no tenéis que preocuparos, lo importante es que sigáis la carta de Dios. Ánimo, la novena para mi fiesta comporta algún disgusto, pero no se puede contentar a todos, el tiempo es el que es. Cuando yo, mi amado esposo José y el pequeño Jesús, íbamos a orar a lugares muy lejanos, hacíamos muchos kilómetros a pié y no mirábamos la lejanía, el tiempo, el camino, a veces hirsuto, espinoso e interrumpido por masas. Ir a lugares lejanos, comporta sacrificio, lo comprendo, pero no por esto tenéis que dejaros decaer, tenéis que hacer sacrificios. El que no pueda hacer ayuno, puede hacer florilegios. Repito por última vez: vosotros sabéis el que puede hacer y el que no puede hacer ayuno; el que no puede hacer ayuno y lo hace, quiere hacerse el héroe, pero está equivocado porque este ayuno no es acepto a Dios.
Marisa - ¿Estás enfadada conmigo?
Nuestra Señora - Con todos; el ayuno lo tiene que hacer el que está en buen salud, de otra forma no es una ofrenda agradable a Dios. Oración, mucha oración, muchos florilegios; hacer florilegios es fácil, así pues adelante, adelante. Mis queridos hijos, habéis adorado y continuáis adorando a Jesús Eucaristía y en tantos y tantos lugares hoy, leen las cartas de Dios, incluso si no lo dicen, y hacen la adoración eucarística, de la cual antes ni siquiera hablaban, porque mi pequeño rebaño ha orado, ha hecho adoración.
Deseo a todos un buen Adviento de oración, de acción, de sacrificio, de ayuno, para el que pueda.
Gracias y buenos deseos, sobre todo a los enfermos y a los que viven en medio de los enfermos. Buenos deseos a quién está ausente, porque está enfermo.
Estos niños han sido un poco traviesos, ¿verdad Jacobo? Ahora Enmanuel canta y Samuel berrea.
Marisa - ¡Míralo! Está bien te escucho, está bien, sí.
Nuestra Señora - Gracias por vuestra presencia. Junto a mi obispo ordenado por Dios y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, a vuestros objetos sagrados; bendigo sobretodo a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
Roma, 2 de diciembre de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¿Has venido tú, Padre Pío?
Padre Pío - He venido yo para deciros, mis queridos hijos aquí presentes, que los grupos de Padre Pío no han venido al lugar taumatúrgico por miedo de perder el propio terreno, el propio huertecillo. Cuando estoy en la tierra esto me hace daño, como me ha hecho sufrir ver a mis hermanos bailar con mujeres de la televisión, bailes nada bonitos, pero no diré nada más. No habría pensado nunca que mis hermanos pudiesen llegar a tanto, aunque ya habéis entrado en el 2000, en el tercer milenio y las situaciones han cambiado mucho. Es verdad, antes éramos muy severos, ahora son demasiado permisivos y libres, cada uno hace lo que quiere y esto me hace sufrir como sacerdote y como fraile.
Hablan mal del obispo ordenado por Dios y después defienden a quien ha hecho algo nada bonito, incluso muy malo. Defienden a los que se comportan mal, que faltan al sexto mandamiento y calumnian al que obedece a Dios. Yo pido la penitencia, el florilegio de no fumar, pero los sacerdotes fuman, los frailes fuman y bailan en la televisión de un modo muy incorrecto; por los que hoy están en la tierra, me siento morir por dentro.
Mis queridos hijos, mis queridos hermanos, dad gracias a Dios de tener un obispo como Don Claudio, disciplinado en todo. Creedme: su sufrimiento, como ya os dije, es mucho más fuerte que el mío; no hacen sufrir sólo los estigmas, es más bien otro. Vosotros, a veces, no sois capaces de defenderlo, a veces tenéis miedo de decir la verdad a las personas. Yo he visto a vuestra hermana responder a dos sacerdotes con decisión, con caridad, con amor, sabía bien lo que decía y como tenía que hablar para defender al obispo.
El que se comporta mal es defendido por los hombres de la Iglesia, el que se comporta bien es destruido. Sabéis que el señor Ruini trata por todos los medios de destruir lo obrado por Dios; ya ha divulgado por toda Italia, a todos los obispos y también fuera, calumnias y maldades contra Don Claudio, porque cada tanto los obispos se reúnen para hablar.
Dios me ha dicho: "Padre Pío, ves tu a llevar la carta a mis hijos, porque la Madre no se siente con fuerzas para ir". ¿Os habéis preguntado por qué Nuestra Señora no viene? No por vosotros, naturalmente, sino por los hombres de la Iglesia que tienen tanto boato, tanto lujo, gastan mucho dinero, y continúan tomando iniciativas que no sirven para edificar a la Iglesia, sino para recoger una masa de personas. Con tal de tener alrededor todas las almas que quieren, están dispuestos a todo, como ha ocurrido en ocasión de la última jornada mundial de la juventud, cuando han pedido dinero y hospitalidad a las familias.
Yo he sido siempre un pobre fraile, pero he sido siempre duro y fuerte cuando tenía que decir algo que no era bonito; no me arrepiento de haberlo sido, porque la mayor parte de las personas que he tratado con dureza se han convertido y han caminado por el camino recto.
Doy gracias a Dios que tenéis un obispo así y si le doy gracias yo deberías dar gracias también vosotros de la mañana a la noche, orando por él, para que tenga la fuerza de luchar. Vosotros no podéis saber cuantas humillaciones y sufrimientos reciben cada día, por teléfono, a la cara o por escrito, mis dos hijos. Vosotros no sabéis que cada tanto alguno traiciona al obispo, pero no lo traiciona sólo a él, hombre y obispo, sobretodo traiciona a Dios. Aquellos, después que han traicionado, que se han burlado del obispo y de la vidente y mentido se acercan a Jesús Eucaristía y con un comportamiento de santos van a recibir a Jesús Eucaristía. ¡Esto es grave! Cuantas veces la Virgencita ha dicho: "¡No recibáis a mi hijo Jesús si no estáis en gracia!". ¿Es respeto humano? Tenéis miedo de que los otros puedan juzgaros? No importa, pero no toméis a Jesús Eucaristía si no estáis en gracia. Tenéis que estar siempre con la conciencia tranquila para recibir a Jesús Eucaristía. Querida Marisella, hermanita mía, es dura la vida terrena para ti, ¿verdad?
Marisa - Sí, no siempre lo consigo, pero veo que después llega la ayuda de lo alto, y yo me desplomo si llevo adelante cualquier cosa, no puedo hacer mucho.
Padre Pío - ¡Tú haces mucho! Métetelo bien en la cabeza, de otro modo te grito también a ti: ¡tú haces mucho! Tienes que ser más sencilla y decir: "Sí, yo hago mucho".
Marisa - En una palabra, lo digo porque lo dices tu. ¿Te he dicho que eres más hermoso desde que estás en el Paraíso? En la tierra no eras tan hermoso. Se lo he dicho también a San Pablo y a San Pedro que son hermosos en el Paraíso, así tengo alguna esperanza también yo.
Padre Pío - No repitas más aquella frase de que no eres útil; recuérdalo: tu haces mucho, mucho, mucho. Y te repito de nuevo: ¡no me hagas alzar la voz!
Marisa - No, estaría bueno, estaríamos buenos, buenos.
Padre Pío - El Obispo es demasiado bueno contigo, ha dicho alguno, no nombro a nadie, que te mima.
Marisa - No, no me mima, cuando tiene que gritarme, me grita, también a mi. ¿Tú amas al obispo?
Padre Pío - Si todos los sacerdotes y los frailes fuesen como Don Claudio, la Iglesia estaría salvada. Es por esto que la Virgencita cuando viene pide siempre oraciones, florilegios, sacrificios, ayunos. Tu no, tu no tienes que ayunar.
Marisa - Entonces, ¿tengo que obedecerte también a ti?
Padre Pío - Naturalmente, si Dios me ha enviado, es porque debes obedecerme. Ánimo, mis queridos hermanos y hermanas, ánimo. Sabed que la Madre de la Eucaristía es conocida en todo el mundo. Hay capillas dedicadas a la Madre de la Eucaristía, hay grupos de oración "Madre de la Eucaristía" hay quien nombra la fuente, hay quien no la nombra, incluso aquí en Roma, porque decir la fuente empujaría a muchas personas a venir a este lugar. ¿Lo sabéis esto? Entonces salta el miedo de perder el propio huertecillo. Sed felices así, vivid en gracia, acercaros a los sacramentos, haced todo lo que la Virgencita os dice, cuando os trae la carta de Dios y seréis felices también vosotros.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre. Gracias por vuestra presencia. Poned en práctica el mensaje de Dios.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo los objetos sagrados. Bendigo estos dos anillos que deberán sellar el inicio de un camino hacia el matrimonio, hacia la santidad, con sinceridad, con lealtad, con valentía.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, dios Hijo, Dios Espíritu Santo.
Marisa - Adiós. Se han ido.
Don Claudio - ¿Todos?
Marisa - Sí, cuando se van, se van todos. Padre Pío ha hablado y cuando ha venido Nuestra Señora ha hecho una profunda inclinación.
Roma, 6 de diciembre de 2001 - h.8:35 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¿Estáis en orden de alteza o de grandeza?
Mira, ahora todos los santos se apartan porque entra la Virgencita fijando los ojos en Jesús.
Nuestra Señora - Sí, quiero abrazar enseguida y bendecir a mi Hijo.
Gracias, Marisella por la idea que has tenido por haber hecho hacer un Jesús Dulce Maestro, sobre la cruz episcopal de Don Claudio; es un pensamiento muy bonito, quiere decir que amas a tu esposo.
Marisa - Sí, ya lo hemos pensado, no te preocupes.
Nuestra Señora - Estoy muy contenta por esta idea que has tenido. Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Mi Corazón Inmaculado está triunfando, en todo el mundo se habla de la Madre de la Eucaristía y de la Inmaculada, se habla de la Inmaculada, que soy siempre yo. En todo el mundo me conocen, hay quien me aprecia y quien no me aprecia por culpa de alguno que hace las veces de Jesús en la tierra. La envidia y los celos ponen obstáculos a mi triunfo, pero mi Corazón esta triunfando y está lleno de alegría al ver cuantas almas en el mundo invocan a la Madre de la Eucaristía. La ha invocado en una audiencia general también el Santo Padre; lástima que después la invocación ha sido quitada de los documentos publicados por el Vaticano, de todas formas cuando ora solo también él dice: Madre de la Eucaristía, Madre de Jesús, Madre nuestra". Estas invocaciones hacen feliz el Corazón de mi Hijo Jesús y el mío. Sí, triunfaré en todo el mundo, así lo ha dicho Dios, no os sé decir cuando y como, pero triunfaré. Probablemente vosotros tendréis un sufrimiento enorme, pero yo triunfaré con las almas que han amado a mi Hijo Jesús, que han amado a Jesús Eucaristía. Triunfaré entre los pequeños, los pobres, los enfermos, en medio de todas las personas que han amado y no han pensado sólo en sí mismas, sino que han dado la propia vida por los otros. Sí, en todo el mundo oran a la Madre de la Eucaristía, y a la Inmaculada Concepción. Es inútil dar tantos títulos a la Virgen, soy siempre yo. Yo soy la Madre de la Eucaristía, la Madre de Jesús, que ha muerto por todos.
Mi amor por vosotros, que amáis a Jesús Eucaristía es muy grande, muy elevado. No es difícil amar, mis queridos hijos, si tenéis a Jesús en el corazón. Hablad con Él, charlad con Él, no critiquéis, y no tengáis envidia o celos de las otras personas. Las personas que forman parte del grupo tienen que darlo todo, desgraciadamente todavía hay alguno que no da al prójimo. A veces el prójimo es el propio hijo o el nieto. ¡Esto no es amor! Venir a escuchar la catequesis y todas las hermosas palabras que dice vuestro obispo es fácil, ponerlas en práctica es difícil.
Tenéis que amar, sobre todo a los que están cerca de vosotros. Cuando vuestros hijos, nietos y diría también nueras, están enfermos han de ser ayudados. Cuando yo curaba a mi amado esposo José no llamaba a las mujeres para que me ayudaran, eran ellas las que venían, llamaban a mi puerta y preguntaban: "María, ¿podemos ayudarte?". Yo decía que sí, porque el suyo era un gesto de caridad. Cuando uno está mal no tiene que llamar al otro para que lo ayude. El que está bien, especialmente si no tiene un trabajo y está libre, tiene que ir a encontrar al que está mal para ver si tiene necesidad de algo. Haced silencio en vuestro corazón, haced un examen de conciencia y preguntaos: "Yo, ¿cómo me he comportado? ¿He ayudado en el momento difícil a los que tenían necesidad?".
Decir que se ama a la Virgen, venir a Misa, hacer la Santa Comunión y no tener caridad es inútil. Me gustaría tanto inculcaros la caridad, el amor hacia los que están cerca de vosotros, y hacia los que están lejos, porque a veces, hacéis más por los que están lejos que por los de cerca, y esto, creedme, mis queridos hijos, no es bonito; es necesario ayudar a todos, especialmente a los enfermos, a los ancianos, a los niños enfermos y orar por ellos. El que trabaja en los hospitales sabe muy bien qué triste es y doloroso ver sufrir a tantas personas y verlas morir, porque no comprenden que morir es vivir y que la muerte es vida.
¿Habéis visto? Os habéis lamentado un poco por el horario que era incómodo y hemos llegado casi al final de la novena; el que ha hecho el sacrificio de venir, será bendecido por Dios.
Mis queridos hijos, os amo demasiado para no deciros lo que he dicho, del resto es Dios el que habla, es Dios el que escribe sus cartas, es Dios el que invita a los hombres a ayudar a los que están mal, antes que todo a los propios allegados.
Gracias. Mañana por la tarde haréis la vigilia, es el último día de la novena; la Madre no vendrá, porque vuestra hermana está de abstinencia. Vendré por la fiesta de la Inmaculada. Espero que todos estéis en gracia de Dios; los que no lo están, que hagan una buena confesión para recibir a mi Hijo Jesús en gracia, como lo están estos pequeños niños, estos adultos, estos papas y estos santos que tengo delante de mi.
Gracias una vez más por la cruz episcopal de Don Claudio sobre la cual está Jesús Dulce Maestro. Gracias.
Perdonad a la Madre si os hace reproches maternos, porque quiere ayudaros a corregiros, de otro modo no se forma parte de una comunidad. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Buena participación en la Santa Misa, buena participación en la catequesis. Os lo ruego: no durmáis, y si os coge el sueño, abandonaos en los brazos de mi Hijo Jesús.
Marisa - Adiós. Está bien, adiós.
Roma, 8 de diciembre de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¡Cuánta gente baja del Paraíso por nosotros, pequeño rebaño! Cuando las fiestas son grandes están todos: está la Trinidad, está la Madre de la Eucaristía y la Inmaculada. ¡Don Vírgenes! Se parecen muchísimo, pero la Madre de la Eucaristía tiene la Eucaristía en la mano. Hay muchos santos y muchas almas salvadas. Cuando venís a la Tierra, ¿cómo os encontráis? Nosotros no nos encontramos bien, a causa de la guerra y de todas las cosas feas que ocurren en el mundo. No se quién de vosotros tiene la carta de Dios. Quiero encomendaros a todos los enfermos y a todas las personas que en este día sufren por motivos diversos.
Jesús - Yo, Jesús, traigo la carta de Dios Padre, de Dios Espíritu Santo, que están a mi lado; Yo, Dios Hijo, tengo la carta.
Mis queridos hijos, hoy hay una gran fiesta en el Paraíso y querría que la hubiera también en la Tierra. No os contentéis con participar con todo el corazón en la Santa Misa, sino también esparcid alguna Ave María aquí y allá, a lo largo del camino; hay necesidad de oración, porque esta bendita guerra continúa adelante. Los grandes jefes no se preocupan de los que mueren. Mis dos hijos que han ido en bilocación donde hay guerra, han visto muchos muertos, muchas miserias, muchos niños torturados, despedazados, cuerpos esparcidos sobre la tierra. Los soldados preparados para la batalla, caminan sobre este tapete de muertos. por esto os ruego: esparcid por todas partes la oración; un Ave María en un sitio, la jaculatoria: "Corazón Eucarístico de Jesús, Tu sabes, Tu puedes, Tu ves, provee nuestras necesidades, ayúdanos con Tu gracia", en otro.
Mirad el reloj, se requiere poco, poquísimo tiempo para decir estas oraciones que podéis recitar también durante un paseo, en un momento de diversión, en un encuentro con los amigos o cuando estáis solos. Invocad a María. Yo digo: "Invocad a María para llegar a Dios Padre, a Dios Espíritu Santo y a Mi, Dios Hijo". María dice: "Invocad a mi Hijo Jesús para llegar a mi". Durante el trayecto, especialmente el que tiene que ir lejos, orad y hablad de la Madre de la Eucaristía. Alguno de vosotros, recordará cuando mis dos hijos, cansados y probados, han salido para ir a encontrarse con quinientas personas a una ciudad en la provincia de Génova y han dado muchísimo. De estas quinientas personas, han quedado pocas, muchas han traicionado, sobre todo la que había sido elegida por la Madre como presidente. Os preguntaréis si también la Madre se equivoca. No, ella da siempre confianza y puede llamar incluso a un gran pecador para un trabajo particular, para que con su caricia materna se convierta. Ha llamado a una persona que parecía a los ojos de todos, sincera, valiente, fuerte, en cambio se ha revelado como un desastre. ¿A cuántos lugares han ido mis dos hijitos? ¿Cuántas personas han encontrado? ¿Cuántas de estas personas han venido a este lugar taumatúrgico? Dos, tres, máximo diez personas; esto nos hace sufrir, porque Nosotros los del Paraíso hemos ayudado, hemos salvado muchos enfermos y curado a las personas que no formaban parte de este grupo. En cambio, el que pertenece a este pequeño rebaño y está mal, no es curado, pero Jesús da la fuerza de soportar el sufrimiento y también la calumnia y la difamación, para salvar muchas almas.
Pero no quiero entristeceros, festejad a María, Madre de la Eucaristía; festjead a la Inmaculada; es siempre ella, la misma Virgen, mi Madre. Buenos deseos para todos.
Nuestra Señora - Sí, soy vuestra Virgen, soy la Madre de la Eucaristía, soy Inmaculada. Es un poco difícil explicar lo que sucede, parece que seamos dos a hablar, pero es siempre una Virgen la que habla, soy siempre yo, la única, la Madre de Cristo, la Madre de la Eucaristía.
Mis querido hijos, poned en práctica lo que dicho Jesús, sembrad oraciones, Ave Marías y jaculatorias por donde quiera que estéis. Orad por aquellas almas que han recibido tanto, pero no han dado nada a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.
Buenos deseos a todos. Querría explicaros algo de mi cabello. Vuestro obispo os dirá lo que él y Marisa han vivido, primero fuera y después en Roma. Ésta es la única reliquia mía sobre toda la Tierra. Nadie tiene una reliquia mía, nadie tiene un cabello mío, un cabello fundido con el de José y el del niño Jesús. Alguno se ha apropiado de mi cabello, quizás el demonio, pero no puedo decir más. Vuestro obispo os explicará.
Gracias por vuestra presencia, gracias por los cantos de los niños que dan gloria a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestro objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Felicidades y gracias a todos los que han venido de lejos. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 9 de diciembre de 2001 - h.10:35 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. La fiesta de ayer me ha dado mucha alegría aunque no todos habéis dado lo que os había pedido: sembrar oraciones a lo largo del camino; esto es muy hermoso y agradable al corazón de mi Hijo Jesús. Yo os amo a todos y trato de ayudaros. Cuando digo que os cubro con mi manto materno, éste abraza a todos, incluso si estuvieran presentes millares o millones de personas, abraza incluso a los que sufren y están lejos.
Me disgusta que vuestra hermana no haya podido bajar entre vosotros, pero a causa de la pasión que ha sufrido esta noche, tiene casi 41 de fiebre. Cuando el sufrimiento es grande, la fiebre sube mucho. En los dos días pasados vuestra hermana ha bajado en condiciones no demasiado buenas, así que por prudencia su director espiritual, hoy no la ha dejado bajar; esto a ella le disgusta mucho, porque le gusta estar entre vosotros. Os invito, como siempre, a orar y a hacer ayunos, florilegios y sacrificios. Dentro de poco comenzará la novena al Niño Jesús y tenéis que hacerle un hermoso equipito, que cada año tiene que ser cada vez más hermoso. Tratad de sacar adelante vuestro trabajo lo mejor que podías para sentiros libres de hacer la novena con la esperanza de que la próxima Navidad sea de paz para todos. Esto es difícil, porque el hombre, a pesar de todo, quiere ganar, quiere el poder, el dinero y todo lo que lleva a lo más alto. Pero al final, ¿cuándo muera qué quedará de este hombre? El que tenga la posibilidad de ayudar, que ayude, pero no luche por conquistar el poder; naturalmente vosotros no lucháis por el poder. Alguno hoy, puede ayudar a mi Obispo, yo cuento con esta ayuda.
Mis queridos hijos, la carta de Dios es sencilla y repetitiva; Dios os pide que recéis, sufráis y hagáis ayuno. Con letras muy grandes en oro ha escrito: Amor, amor, amor hacia todos. Os basta esto y recordad lo que dice Jesús: "Aprended a amar, después orad". Si no sabéis amar ¿Cómo lo haréis para orar? si no amáis al hermano, al hijo, al nieto, al padre y a la madre que están a vuestro lado, ¿cómo podéis amar a mi Hijo Jesús que no veis? Cuando lo recibís en vuestro corazón ¿qué le decís a Jesús, si no habéis amado a vuestro hermano? Acordaos que Dios ha escrito en letras muy grandes, en oro: Amar, amor hacia todos.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestro objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno, que cubre todo el mundo. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Sí, está triste, paciencia. ¿Podemos hablar cuando estemos solas yo y tu? Protégelos, ayúdalos, acarícialos, acompáñalos. Adiós, pequeño. Tienes muchos niños alrededor
Roma, 13 de diciembre de 2001 - h.8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. La guerra continua, el hombre se destruye y los poderosos se enriquecen. La guerra continua también entre los cardenales y los obispos, como os he dicho en otros mensajes y como he predicho en Fátima.
La guerra entre ellos ha empezado hace tiempo; tratan de esconderlo, pero no pueden. Incluso intentan poner en la cruz al que manda en todo el mundo sin conseguirlo, por ahora.
En la mente de Dios está presente lo que sucederá y no será bonito. Cuando hablé de ello hace algunos años, no todos comprendistéis que lucharían cardenales contra cardenales y obispos contra obispos, pero ahora están luchando incluso contra el Papa.
Permitidme que os diga que en lugar de declararse, entre los eclesiásticos, furibundas luchas, pesados insultos y extenuantes carreras por conquistar poder y dinero, debería practicarse la corrección fraterna en lo que a ellos se refiere.
Vuestro obispo ha sido perseguido y continúa siendo perseguido. Don Claudio es el obispo más cercano al Santo Padre. Ahora la han tomado también con el Santo Padre.
Los masones ricos y poderosos se han adueñado de las radios católicas, abarcan toda Medjugorje y están dispuestos a luchar, pero para defender ¿a quién? ¿A los débiles y a los pobres? No. Para defenderse a sí mismos y para enriquecerse. Después de haber calumniado a los inocentes y a los honestos recitan el Santo Rosario, celebran la santa Misa, hacen catequesis.
La radio católica es escuchada para recibir bienes espirituales, no para oír como discuten los sacerdotes que hablan mal el uno del otro.
¿Para quién sirve el rezar por medio de la radio?
Puede servir a las personas enfermas, solas, obligadas a permanecer en cama que oyen la radio para tener un poco de ayuda y compañía y no sirve para el que trabaja en la radio y tiene la dirección. Aquellos saben muy bien que es inútil rezar después de haber calumniado y difamado. Por tanto aquella oración es válida para los pobres, los enfermos, los sencillos y los humildes, no es válida para los soberbios y los poderosos. Os estáis dando cuenta que poco a poco todo se está volviendo peor y el que no forma parte de la masonería tiene dos posibilidades: callar o morir.
Este es nuestro gran sufrimiento, cuando venimos a la tierra.
Cuando, desde el Paraíso, veo todo lo malo y perverso que sucede en este mundo, me viene a menudo a la mente la frase que ya os he dicho: "Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza, pero hoy ¿quién es el hombre?". Que cada uno de vosotros haga un examen de conciencia y viva en paz.
Pero ay de aquellos que hablan mal del hermano, que tratan de destruir lo que Dios ha creado y a quien ha recibido los dones de Dios. Estos dones son dados para el bien común y no para el que los posee. Muchos hombres de la Iglesia tienen envidia de las personas que tienen los dones pero no miran su sufrimiento por haber dicho sí a Dios.
Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, la Madre de la Eucaristía, el obispo y todos los hombres de la tierra que aman a Dios, ¿han fracasado? ¡No!
Aquella gente, ¿cree en el más allá, cree en el Paraíso?
El Santo Padre ha canonizado a muchos santos, pero ningún hombre puede conocer su grado de santidad. Sólo Dios lo conoce, como sólo Dios puede declarar santas a las personas que viven todavía en la Tierra.
Los hombres de la Iglesia calumnian, difaman, gastan mucho dinero para oponerse a quién ha sido declarado santo por Dios, mientras vive todavía en la Tierra. Algunas veces un gran santo, según Dios, no es canonizado por los hombres, porque sus hijos y devotos no tienen dinero para llevar adelante los procesos de beatificación y canonización. Tu me comprendes, Excelencia. Sabes lo que quiero decir.
Dentro de poco empezará la novena del Santo Nacimiento, hacedla según estas intenciones: por todos los hombres buenos, por los que aman verdaderamente a mi Hijo Jesús, por la paz; en el mundo no hay paz, solamente hay odio. Durante la novena haced florilegios, sacrificios y ayunos. Estaría contenta, si mañana, el que pueda, hiciera el ayuno por la paz, unido al Santo Padre.
Mis queridos hijos, antes, cuando venía, os daba buenas noticias, ahora, cuando vengo, veo que vuestra hermana no es feliz, está triste, porque traigo noticias que no son buenas, no son bonitas, que hacen daño al corazón del hombre bueno.
Ninguno es perfecto, todos tenéis imperfecciones, pero vosotros amáis a mi Hijo Jesús; continuad amándolo, a pesar de todo.
Os animo a luchar por la verdadera paz, la paz hecha con honestidad, con sencillez, con amor, no por la paz querida por los grandes hombres. Amar, amor; es todo.
Junto a mi obispo y vuestro o bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Estoy triste porque la situación se vuelve cada vez más crítica.
Roma, 16 de diciembre de 2001 - h.10:35 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Marisella, ya sé que me quieres encomendar a los niños que hoy reciben el santo bautismo.
Marisa - Querría encomendarte sobretodo a los padres de estos niños, para que comprendan la importancia de vivir en gracia.
Nuestra Señora - Esto tenía que ser el trabajo de dos hermanas, pero dejemos hacer a Dios. Llegará el tiempo en el que los padres comprenderán que vivir en gracia es la mejor elección.
Mis queridos hijos, me disgusta que vengáis siempre pocos a este lugar taumatúrgico. Si los hombres supiesen que algo grave iba a suceder en vuestra hermosa Italia, en el propio barrio, correrían a este lugar taumatúrgico y no tendrían ni frío ni calor, ni cansancio, ni dolores porque correrían al abrigo de Dios. Pero ya que todos viven todavía con una cierta tranquilidad, continuarán sin preocuparse y quedándose en el calorcillo de su casa. Los terroristas están en todas partes, también en Italia y en Roma y pueden actuar cuando quieran. Mirad como estáis hechos vosotros hombres: alguno quiere bajar para venir a orar al lugar taumatúrgico, pero no puede, mientras que otros no se mueven de casa, porque hace frío, cuando sería suficiente taparse. Mirad a vuestro Obispo: ¿qué lleva de más? Nada. De hecho, siente más que vosotros el frío, porque mientras vosotros estáis uno al lado del otro, él está solo y no recibe calor, sino de Dios.
Hemos llegado al tercer domingo de Adviento, pero veo que hacéis pocos sacrificios y florilegios. Este año tenéis que hacer una preparación más intensa que los pasados años, porque vivís momentos tristes y oscuros. Parece que todo siga normalmente, sin embargo tenéis que dar más a Dios para salvar al mundo. No pido que salvéis a una sola criatura, por la que sería justo sufrir, hacer florilegios y sacrificios, sino por el mundo entero. Viendo las imágenes en la televisión os dais cuenta de cuánta miseria, cuántos muertos y cuántas destrucciones ocurren. Pero vosotros no os preocupáis, sólo porque todo esto todavía no ocurre en Italia. Si cuando llueve o hace frío, corréis a trabajar, y es justo que vayáis, porque os garantiza el pan cotidiano, ¿por qué no corréis también por las cosas espirituales? Mis queridos hijitos han hecho todo lo que podían. Antes estabais al descubierto y veníais muchos más, mientras que ahora que está cubierto y cerrado, venís menos numerosos. Los hombres no vienen o probablemente no irán ni siquiera a la Santa Misa de medianoche, porque hace frío, o elegirán ir a misa de mediodía o a la de la tarde. Yo os he dicho muchas veces que si llegan enfermedades, gripe, tos, resfriados o fiebre, no es porque vayáis a orar a un lugar frío, sino porque la naturaleza comporta estos achaques. También vuestra hermana, cuando ha entrado en una gran iglesia antigua, ha estado mala a causa del frío.
Venir a escuchar la catequesis es muy importante, porque el Obispo da las explicaciones del mensaje, que a veces no es comprendido hasta el fondo. A parte de que así obtenéis amor, unión y caridad y oráis juntos, tratando de hacer el mismo camino, que no todos han comprendido todavía: éste, es el camino de la santidad. Han pasado ocho años desde que las apariciones se han abierto a todos, pero en el lugar taumatúrgico hay sólo un pequeño rebaño. Alguno tiene el terror de que el pastor sea apaleado y las ovejas dispersadas. En 1973 dije a mis dos hijos: "Os quedaréis solos". Cada día hay algo que no funciona: un día hacen sufrir los jóvenes, otro los adultos. Ayer algunos jóvenes sólo pensaron en sí mismos y no pensaron en ayudar al Obispo de corazón. Cuando han llegado, primero han afligido al Obispo y después que ha alzado la voz, han hecho lo que tenían que hacer. ¿Por qué? También yo tengo que deciros: faltaba la serie A. Estas situaciones enojosas no tienen que ocurrir más, ya sois grandes, mis queridos hijitos, y cuando venís a este lugar taumatúrgico, si podéis, tenéis que dar. Hoy yo uso palabras bastante fuertes y digo: "No vengáis aquí sólo para hacer una comida, para estar juntos o para reír y bromear, sino más bien venid también para ayudar". Pensaba que lo habíais comprendido, pero veo que todavía no es así. Sin embargo vuestro Obispo os ama, él es feliz y cuando se forman nuevas parejas, que llegan al matrimonio, es el primero en estar alegre. Ciertamente falta la renovación de los jóvenes: desde el más pequeño, Yari, se pasa a Jacobo. Los jóvenes que participan el domingo, que se agreguen a los otros jóvenes, que vayan con ellos, y los nuestros, llamémosles todavía jóvenes, que se acerquen a ellos, a veces es suficiente una palabra o una sonrisa para acercarse y conquistar a una persona.
Yo tengo un gran deseo por la venida del Niño Jesús: ya que cuando hace frío os penéis el abrigo, haced uno también al Niño Jesús, dadle todo lo que podáis. Yo repetiré hasta el final la palabra amar, escrita en grandes letras de oro. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños que reciben el sacramento del bautismo y a sus padres, con la esperanza de que se conviertan. Bendigo a los pequeños niños que hoy faltan y a todos los que tiene necesidad, especialmente a los enfermos. Os cubro con mi manto materno, estrechándoos fuertemente contra mi corazón. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, pequeño. Se ha ido.
Roma, 20 de diciembre de 2001 - h.8:35 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la carta de Dios es corta, pero importante. Vuelve a advertir lo que Jesús ha dicho: "Si los hombres no se convierten y vienen a mí, Jesús Eucaristía, habrá guerra, guerra, guerra". Hoy, en su carta, Dios dice: "Si no oráis, no ayunáis, y no amáis, habrá guerra, guerra, guerra". No os sintáis tranquilos, sólo porque vuestra hermosa Italia aún no ha sido golpeada, porque no hay tranquilidad ni siquiera en Italia. El que conoce la situación, lo sabe. Acercaos a Jesús Eucaristía, vivid en gracia y orad. Si no respondéis a la llamada de Jesús Eucaristía, habrá guerra entre los hombres, entre los eclesiásticos, entre las familias, entre hijos y padres. Es inútil que vengáis a orar si no estáis en gracia.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno para ayudaros a convertiros. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Quédate tranquila, hija mía.
Marisa - Se ha ido, Don Claudio, estaba Jesús con ella, pero estaban tristes. Nos dice siempre que oremos, que nos convirtamos y que ayunemos, pero ¿no estamos convertidos? ¿Qué tenemos que hacer para convertirnos?
Don Claudio - Amar más.
Marisa - ¿Aún más? Yo no sé como.
Roma 23 de diciembre de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Tengo ganas de sonreír porque después de todo lo que ha dicho vuestro obispo, para mi no es fácil hablar. Sería mejor cambiar: primero hablo yo y después él. ¿Qué decís? Soy una Madre, y, como he dicho siempre, quiero llevaros de todo corazón por el camino de la santidad, pero tenéis que hacer todavía mucho camino. Hay diversos medios a lo largo del camino, la mayor parte de los cuales dependen de vosotros. Si no sobrepasáis estos medios colocados en el camino del orgullo, de la soberbia y de la insinceridad, no conseguiréis nunca a llegar donde Dios quiere.
Tengo aquí a Padre Pío que he llamado siempre santo, porque lo es. No es necesario que sea declarado santo, lo es ya desde hace tiempo, desde que estaba en la Tierra. Él está aquí y sonríe cándidamente, aunque a veces, en la tierra ponía ojos ariscos. Era fuerte, duro, valiente y dispuesto a luchar con todos y con todo, pero estaba más ayudado que estos dos hijitos míos que, en cambio, están solos para luchar. Padre Pío tenía muchos hermanos a su lado que le ayudaban. Como sabéis, la vida del hermano grande y la del hermano pequeño y la vida del hermano grande y de la hermana pequeña, son muy semejantes. El mismo Padre Pío les ha dicho: "Vosotros dos, mis queridos hermanos, sufrís mucho más que yo".
No podéis comprender qué grande es su sufrimiento, porque no lo vivís. A veces os detenéis por un resfriado, por la tos o por una sonrisa que falta involuntariamente; a veces no escucháis los mensajes o los aceptáis si os van bien. Vuestros sufrimientos no son nada en comparación a los que sufren mis dos hijos.
Si no amáis, es inútil orar. Pagan a las radios católicas para que no digan la verdad, para calumniar y difamar al prójimo, especialmente a los hermanos sacerdotes. La oración y el Santo Rosario son importantes, porque ayudan a detener la guerra, pero si no la recitáis con el corazón y en gracia de Dios y si no aceptáis las advertencias maternas que, como cartera, os traigo de parte de Dios, son inútiles. A veces no aceptáis los mensajes, sin embargo, sois personas inteligentes y comprendéis lo que quiero decir. El Paraíso está abierto a todos los que viven bien y en gracia de Dios. Es fácil hacer una limosna, ayudar a una persona que tiene necesidad y que pide. Probad, en cambio, de ayudar al que tiene necesidad y no pide nada, porque pedir puede ser humillante, entonces sois vosotros los que tenéis que lanzaros.
Padre Pío - Gracias, Madre, porque me dejas a mi la posibilidad de hablar a mis hijos. Sí, lo digo para quien no me ve: soy Padre Pío, no San Padre Pío, soy un hombre que ha luchado mucho por la gloria de Dios y por la salvación de las almas y ahora estoy gozando del Paraíso. Cuando vengo entre vosotros, a la Tierra, veo tanta miseria, especialmente en mis grupos y no estoy contento. Oigo repetir: "Mi grupo, mi grupo". ¡No! Todos los grupos tienen que estar unidos a Dios y ligados por el mismo fin: la santidad. No existe "mi grupo, tu grupo". Yo, mis queridos hijos, soy el "hermanote" de todos, pero permitidme que os diga que soy el hermano grande de vuestro obispo y de vuestra vidente, porque ellos han comprendido a sus expensas qué significa el sufrimiento, porque soportan muchas dificultades e injusticias. Estas injusticias y dificultades no tendrían que venir de vosotros; mis dos hijos pueden aceptar las que vienen del exterior, no las de la comunidad.
La pasión que ha vivido vuestra hermana esta noche ha sido una de las más fuertes: la sangre salía por todas partes y ella, encomendándose a Dios, pedía ayuda para quitar aquella sangre y para no despertar ni turbar a nadie. Todos nosotros hemos pedido a Dios Padre que mandara a la Madre a limpiar aquel cuerpo ensangrentado para que los otros no lo vieran, porque no es una visión agradable. Vosotros no podéis comprender cuanto ha sufrido, pero yo sí, yo lo he pasado. Por tanto, como hombre del cielo, que ha vivido tantos años en la Tierra, os invito a orara por la paz. Orad mucho por mis hermanos sacerdotes, grandes y pequeños; orad por todos.
Nuestra Señora - Yo, vuestra Madre, ya he deseado los mejores deseos, en silencio, a uno de los componentes del grupo de los jóvenes, a aquel que ya es papá; ahora los extiendo a su familia, a sus parientes y a ti, Marisella, que conmigo has colaborado por la vida de estos. Gracias a ti, Marisella.
Marisa - Un momento, ¿no tendría que ser yo quien te diera las gracias?- ¿Sabes que ahora no comprendo tan bien los mensajes? Soy yo quien te tiene que dar las gracias a ti. Estábamos las dos allí aquel día, yo te digo gracias a ti y tu me dices gracias a mi.
Nuestra Señora - Mis mejores deseos a todos. Nos veremos la noche de Navidad, cuando la mayor parte de las personas estarán todavía en la mesa. El que pueda que venga aquí a orar, yo y todo el Paraíso estaremos en este lugar taumatúrgico.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos; bendigo a los niños y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 24 de diciembre de 2001 - h.11:50 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, habéis orado hasta este momento y ahora la Madre está presente aquí en medio de vosotros, con el Niño Jesús en brazos y al lado San José. En esta noche santa, mientras tantísimas personas están todavía jugando y comiendo en familia, vosotros estáis aquí al frío para acoger el Niño Jesús. Yo y mi amado esposo José tenemos al niño en brazos y lo adoramos, porque Él es Dios. Detrás de Él hay siempre una corona violeta y una cruz que, a diferencia de los pasados años, es oscura, porque es una cruz de sufrimiento. Vosotros no lo veis y no podéis comprender hasta el fondo lo que quiero decir, pero si queréis, cerrad los ojos y pensad que el pequeño Jesús está aquí en medio de vosotros, os sonríe, os mira y os invita a la oración. Con la manita levantada os bendice a todos vosotros, todos los niños que en este momento están durmiendo, todas las personas ancianas y los enfermos que no pueden participar en las funciones.
No habéis llegado a confeccionar el abrigo al Niño Jesús, pero habéis dado y cada uno en el propio corazón sabe qué ha dado y que sacrificios ha hecho, de esto no tenéis que rendir cuentas a nadie, ni al obispo, ni a los hombres, sólo a Dios.
Marisella, se que quieres encomendarme a muchas personas enfermas y tantas otras que no viven en gracia. Yo, mi amado José, el pequeño Jesús y todo el Paraíso, que nos rodea, estamos aquí, en este pequeño lugar taumatúrgico, en medio de este pequeñísimo rebaño. Dios nos ha dicho: "Id con mis hijos y quedaos con ellos"..
Marisella, tu ves al pequeño Jesús que está jugando con mis cabellos, que girándolos hace casi un tirabuzón, como a veces hace también Enmanuel, que ahora finalmente está contigo. Todos los niños juegan con los cabellos de las mamás.
Marisa - ¿Me das un poquito al pequeño Jesús? Lo quiero tener en brazos. ¡Qué pequeño y tierno, es como Enmanuel! No, ahora Enmanuel es más grande y no puedo tenerlo en brazos.
Adiós pequeño Jesús, ayúdanos a todos, porque todos queremos que no exista más el mal sobre esta tierra y queremos que tu te quedes con nosotros para siempre.
José, no lo dejes caer; los papás son un poco más distraídos. No, perdona, me ha salido espontáneo el decirlo, porque las mamás son más delicadas con los niños, mientras que los papás son un poco más juguetones; yo conozco algunos. No lo dejes caer, tenlo con delicadeza.
Cuando me lo has dado en brazos, Jesús no tenía la cruz detrás, pero tenía en la mano una gran Eucaristía.
Nuestra Señora - Tenéis que amar siempre a Jesús Eucaristía, siempre. Hija mía, la abstinencia se ha terminado, pero no te puedo prometer que también la pasión se termine. Tu sabes que este planeta tierra tiene necesidad del sufrimiento y Dios te ha escogido para esta misión tan dolorosa, pero me tendrás a tu lado todos los días y yo te ayudaré.
La Madre, junto al amado esposo José y al pequeño Jesús, os desea los mejores deseos de santidad; no dice buen año o buena Navidad, no os hace esas felicitaciones que se hacen por tradición. ¡Deseos de santidad a todos!
Marisa - Ahora todo los niños se están arrodillando alrededor del pequeño Jesús. También todos los santos y los ángeles se postran delante del Niño Jesús.
Nuestra Señora - Dios está en medio de nosotros, porque Dios está con nosotros. Dios está con vosotros cuando vosotros estáis con Él y sabéis bien porque, como dice vuestro obispo, ya estáis en el universidad, que estáis con Él, cuando vivís en gracia.
Junto a mi obispo y vuestro, a mi amado esposo José y al niño que continúa teniendo levantados los tres dedos, os bendigo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Deseos de santidad.
Marisa - Aprovecho que está el Niño Jesús para hacerte una pregunta: ¿cuándo me llevarás contigo? Yo estoy muy cansada y me gustaría tanto venir con vosotros.
Nuestra Señora - Marisella, comprendo lo que quieres decir, pero ahora participemos en la Santa Misa.
Marisa - Está bien, adiós. Adiós, pequeño.
Roma, 25 de diciembre de 2001 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia que, desgraciadamente, es muy reducida, pero quiero esperar que esté llena de espiritualidad. Esta noche os he deseado con todo el corazón deseos de santidad: no he dicho buena Navidad o buen año, porque son expresiones que se dicen por hábito. En cambio desear santidad a todos, a los grandes y a los pequeños, a los que sufren, a los ancianos y a los niños pequeños que están aquí y escuchan, aunque no comprendan, significa vivir la Navidad. Deseos a todos de santidad.
Marisella, toma sobre tu corazón al pequeño Jesús, mientras yo os comunico la carta de Dios. Tengo pocas cosas que decir, también esta noche he dicho pocas palabras, pero importantes y vuestro Obispo os ha dado una explicación muy hermosa y profunda, aunque haya celebrado una Misa muy angustiado porque de principio a fin ha sufrido durante todo el tiempo. Todo ha ido torcido y la composición que tenía que coger, porque estaba ligada a la Eucaristía, estaba cubierta. No es bonito no darse cuenta de lo que sucede y de lo que falta. ¿Cuándo aprenderéis a abrir los ojos? Yo he dicho: "Abrid los ojos y mirad lo que falta en el altar o en la basílica"; tenéis que estar recogidos, pero no tenéis que pasar al extremo opuesto: estar con los ojos bajados y no daros cuenta de nada, o incluso si os dais cuenta de algo no intervenir, porque no es trabajo vuestro. Esto no es bonito. Tanto lo adultos como los jóvenes han sido muy superficiales. La Madre os habla, os advierte y os hace caricias maternas; también el Obispo os advierte y os hace reproches con sufrimiento. La Misa ha sido de mucho sufrir, porque el Obispo os ama y él se ocupa de la belleza, de la precisión y del orden de su iglesia, de vuestra iglesia
Procurad que esto no suceda más, hacedlo todo con orden y no dejéis los trabajos siempre a las mismas personas. Las luces, que yo deseaba tanto, estaban apagadas y el que ha entrado el último se ha dado cuenta, pero no las ha encendido. Aquel pobre Niño Jesús, no este que ahora está en tus brazos, no tenía ni siquiera el vestidito. Estos inconvenientes no tienen que suceder. Que mis deseos de santidad os lleven verdaderamente a la santidad en las pequeñas cosas; y ¡seguid adelante, adelante! Cuántas veces os he dicho que hagáis un paso adelante, aunque pequeñito, pero siempre adelante. Cada poco tropezáis y entonces la Madre y el Obispo tiene que intervenir. Os repito con mucho amor: cuidad vuestra basílica, vuestra capillita; no tenéis necesidad de grandes iglesias para amar a la Eucaristía, para amar el orden y daros cuenta si alguna cosa no está en su sitio. Os repito de nuevo: deseos de santidad a todos.
Junto a todo el Paraíso, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todas las personas que están lejos, a vuestros familiares y a vuestros padres. Mando mi bendición a todos, particularmente a los enfermos.
Os traigo a todos junto a mi corazón, como tengo en este momento apretado al niño Jesús, os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, pequeño.
Nuestra Señora - Don Claudio, si algo no está en su sitio, cierra los ojos.
Don Claudio - No, ahora está todo en orden y en su sitio.
Roma, 30 de diciembre de 2001 - h.10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Dios niño está en brazos de vuestra hermana, que lo estrecha contra su corazón. Me gustaría que también vosotros estrecháseis contra vuestro corazón al Dios-hombre, cuando recibís la Eucaristía. "Eucaristía": éste es un nombre grande y sublime, un nombre que abraza todos los conceptos. Si los sombres la amaran, todo sería más fácil; pero ¿de quién es conocida? ¿Quién conoce verdaderamente la Eucaristía? Ni siquiera los sacerdotes. Muchos dicen la Santa Misa sólo por deber, por hábito y según el número de fieles: si está presente una marea de personas, la celebran solemnemente y añaden los ornamentos solemnes, pero su corazón deja que desear.
En este lugar, en cambio, vuestro Obispo se comporta de la misma manera tanto si las personas son pocas como si son muchas; él habla bien en cualquier caso y esto asombra mucho a mi hijo Jesús. Si la iglesia está vacía, vuestro obispo sufre, pero habla, hace la catequesis, el encuentro bíblico, explica el Santo Evangelio; en aquel momento es Cristo el que habla y no mira si las personas son muchas o pocas. En cambio, muchos grandes prelados, cuando están circundados por poca gente, no hablan, antes bien, a veces, su Misa dura sólo un cuarto de hora. ¿Cómo puede una Misa durar tan poco? Sólo la consagración y la comunión con la acción de gracias tendrían que durar un cuarto de hora y en cambio, toda la misa se celebra en quince o veinte minutos, porque no está el pueblo, no hay personas. Vosotros, en cambio, tratad de participar en la Misa sin tener prisa, ni pensar en el trabajo, en el estudio o en la casa, pensad sólo en vivir la consagración y en recibir a Jesús en gracia. Vuestro obispo hace recitar todas las oraciones después de la comunión justamente para que se prolongue el tiempo de acción de gracias y esto es hermoso; él no se va enseguida al acabar la Misa, no da la bendición y después sale rápido de la iglesia para ir a quitarse los ornamentos, sino que se queda en la iglesia y canta y ora con vosotros: ¡esto es amar a Jesús!
Hoy es el último domingo del año, que ha sido duro para todos los hombres de la Tierra, buenos y menos buenos. No quiero usar la palabra "malos" pero muchos continúan matando y linchándose unos a otros, porque el que gana, después obtiene el poder y el dinero. Los hombres de la Iglesia y del Estado tienen grandes responsabilidades. Vosotros os preguntaréis: ¿son siempre los hombres de la Iglesia y los poderosos? Pero ¿qué pueden hacer las personas humildes, sencillas y pobres?, ¿qué pueden hacer los niños? Ellos pueden jugar, gritar y cantar, los ancianos pueden orar. ¿Y vosotros? A vosotros os pido la oración, el sacrificio, el ayuno, para el que pueda, y los florilegios. Es tan bonito estar siempre unidos a mi hijo Jesús, también en los trabajos doméstico y en el trabajo. En cualquier lugar permaneced unidos a Él, abrazadlo fuertemente junto a vuestro corazón, así como abrazáis a vuestros niños cuando son pequeños y continuad.
Dad gracias a Dios, a pesar de tanto sufrimiento, por este año que está acabando. Os deseo que el año nuevo sea mejor que este que tendría que haber sido hermoso, os deseo un año de santidad, no solo para vosotros, que habéis continuado con sufrimiento para seguir a Cristo, sino para todos. Tenéis que cultivar la mansedumbre, la paciencia, la caridad y el amor recíproco; ¡qué hermoso sería amar sin mirar como se comporta y actúa el hermano! Si notáis algo que no funciona, u oráis o se lo decís al interesado, pero con caridad, con paciencia y con mucho amor. Mando mis mejores deseos a todas las personas que están de vacaciones, a los jóvenes y a los niños que están lejos. El día de la Epifanía yo estaré aquí con mis dos hijos. El Obispo ha dicho que sólo el primero de año no estará presente, pero el 6 de enero, fiesta de la Epifanía, yo estaré y también mis hijos estarán presentes, por tanto espero que también vosotros. Tratad de comprender cuando uno os habla, en aquellos momentos tenéis que estar a la escucha, después ya pensaréis en todo lo demás.
Os deseo un año de santidad a todos, también a los que probablemente os dejarán y se irán a reunir con el Padre, si viven y mueren en gracia. Algunos se quedarán todavía durante este año para sufrir, para salvar a los que no se comportan bien y continuarán orando por todos: desde el Papa al más pequeño hombre de la Tierra. Al que os deje, yo le digo que es afortunado porque irá a hacer un viaje hermosísimo.
Bendigo, junto a mi obispo y vuestro, sobretodo a los enfermos y a los que os dejarán en este año. Bendigo a los niños; bendigo a mi obispo y quiero que él me bendiga a mi, porque él es sacerdote, yo no lo soy. Marisella, sabes que tu vocación no es un sacramento, pero sostiene al sacramento; también yo he sostenido a mi hijo Jesús, el Sacerdote Eterno, el gran Sacerdote. Bendigo vuestros objetos sagrados. Os deseo de nuevo, un buen año de santidad a todos y os estrecho a todos junto a mi corazón, como vuestra hermana estrecha al niño Jesús.
Marisa - ¿Lo quieres?
Nuestra Señora - Es mi hijo, lo quiero.
Marisa - Ha crecido un poco.
Nuestra Señora - Os cubro a todos con mi manto materno. También el pequeño Jesús os está bendiciendo.
¡Gracias!, Vuestro obispo os ha bendecido a todos vosotros, pero sobretodo me ha bendecido a mi, con el Niño junto a mi corazón. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Recordad, mis queridos hijos, que estas cartas que os doy a vosotros, llegan a todas partes de la Tierra, por medio de vuestra página de Internet. Yo también aprendo a hablar según vuestros tiempos.
Mensajes de Enero de 2002
Roma, 5 de enero de 2002 - h.6:40 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¡Por fin te veo!. Gracias por haber venido a verme en este momento difícil.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Siempre repito que el primer sábado de mes es muy importante, porque mis apariciones en este lugar empezaron en aquel día, pero a pesar de esto, siempre estáis presentes muy pocos. No os desaniméis, porque hay alguno que sufre y ofrece por todos vosotros presentes, porque lo merecéis.
El nuevo año ha empezado y tendría que estar lleno de amor y de paz, pero desgraciadamente la paz todavía no existe; por esto os pido que continuéis orando. Yo he venido por vosotros, para orar junto a vosotros y deciros cuanto os amo y cuanto deseo estar con vosotros y escuchar vuestras oraciones. Vuestra hermana no está del todo bien y yo estoy a su lado para ayudarla. Vosotros tenéis que orar para ayudarla, porque es muy duro vivir la pasión. Los sufrimiento son muy fuertes y sola, probrecila, no es capaz de nada. Vosotros podéis estar de rodillas y orar a Dios omnipotente que venga en su ayuda, como lo hago yo. Amad, amaos, no os repleguéis sobre vosotros mismos y sed humildes y sencillos. Vuestra hermana os da ejemplo sobre todo esto; sin estas virtudes no podéis seguir adelante en la vida espiritual, hacia la santidad. En Navidad os expresé mis mejores deseos de santidad y hoy repito: deseos de santidad a todos. Estáis demasiado agobiados por las cosas terrenales, veo que ponéis en primer lugar las cosas terrenas y después las de Dios.
Hace mucho tiempo, en un mensaje os pregunté: "Durante la jornada, ¿cuánto tiempo dedicáis a Dios y cuánto a las cosas terrenales?. Os habéis dado cuenta que a Dios le das bien poco. Cuando tenéis necesidad de una cosa terrena estáis siempre dispuestos a cualquier sacrificio. Os digo esto para ayudaros a corregiros y para llevaros a todos a la santidad. Todos tenéis que correr al padre y competir para ver quien da más a Dios. El os pide la santidad, la pureza de corazón, la humildad y la sencillez. En muchos otros lugares las personas no oran, no son humildes, no tienen la valentía de decir nada, y especialmente mis hijos predilectos no dicen, cuando se trata de cosas que no son bonitas, que no es ese el camino que lleva a la santidad.
¡Animo!, ¡Os quiero santos!. Así lo dice Jesús Eucaristía y así lo dice vuestro obispo ordenado por Dios, el Obispo de la Eucaristía. ¡Yo os quiero santos!. Competid todos para llegar a la santidad, grandes y pequeños; no pequeños como Jacobo, Samuel o Enmanuel, sino pequeños de espíritu, humildes y sencillos como vuestra hermana, que os da tanto testimonio. Tal vez parezca que su manera de ser sea dura, pero es sincera y leal con todos. Ella tiene aquel gran amor que Dios desea de todos los hombres pero que, desgraciadamente, no todos tienen.
Ahora tengo que dejaros, porque tengo que quedarme con vuestra hermana, que está sufriendo muchísimo, para ayudarla. Poned en práctica cuanto os he dicho, porque he venido por vosotros, para ayudaros.
Marisa - ¡Qué hermosa eres!. ¡Qué hermosa eres!.
Nuestra Señora - Muchas veces he dicho que soy hermosa porque el alma es hermosa. Todo hombre es hermoso cuando refleja la hermosura de su propia alma.
Gracias a vosotros que habéis venido para el primer sábado de mes, que está muy descuidado porque no es comprendido. Algunos no comprenden cuando habla el obispo. Os dejo en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. No os olvidéis que os llevo siempre junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Mis mejores deseos a la abuela Yolanda, que está en un lecho de dolor, como Marisella, aunque ésta sufre mucho más. Mando un beso a los niños y os repito: sed más fuertes, amaos más y Dios estará contento. Os bendigo junto al obispo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. ¿Te quedas conmigo?. Yo no puedo hacer nada sola. Adiós. Adiós.
Roma, 6 de enero de 2002 - h.10:45 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos ¿habéis hecho regalos al Niño Jesús?. He traído muchas cartas de Dios y vosotros ¿las habéis puesto en práctica o continuáis olvidandoos?
Os digo esto porque os amo y vosotros lo sabéis; si no os amase no estaría aquí hablandoos y trayendo las cartas de Dios.
Las fiestas natalicias están acabando, queda solo el octavario de la Epifanía, pero para vosotros que recibís a Jesús Eucaristía, cada día tiene que ser Navidad, a pesar de las dificultades, los dolores físicos y morales y de las enfermedades. Tenéis que tratar de estar siempre alegres, porque para el que recibe a Jesús es siempre Navidad, pero recibidlo en gracia, siempre. No los recibáis si no tenéis el corazón limpio y santo y veréis como el camino que os he indicado, hacia la santidad, se vuelve más fácil.
Marisella, sé que no respiras bien, pero no te preocupes, esto es un dolor La Madre no tiene otra cosa que deciros. Poned en práctica cuanto he dicho. Releed los mensajes, aquellos que os impacten más, que sintáis dirigidos directamente a vosotros y no penséis en otra cosa. Ayudad al hermano con caridad y amor. En la vida espiritual no es menester sentirse nunca bien situados, mientras viváis en este planeta Tierra. ¡Os quiero santos!. Si vosotros sois santos, el que está al lado puede miraros y decir: "¿Quién está a mi lado?. ¡Una persona santa"!. Los santos pueden ayudar a los otros a volverse santos, así mano a mano el círculo se alarga y se vuelve más grande. Dios os ha escogido, ha escogido este lugar, a elegido a vuestro obispo, que Él ha ordenado y el que no lo cree, peor para él. ¡Ay, ay el que calumnie o difame a mi obispo, ay!. Dios puede hacer lo que quiera, con quien quiera y cuando quiera. Dios también puede elegir al más mísero hombre de la Tierra y ordenarlo obispo y nadie puede decir nada, porque Dios ha creado el mundo y puede hacer lo que quiera.
Recordad: aprended a amar, después orad. Que vuestro amor sea grande, escrito con todas las letras mayúsculas. Yo os pido amor verdadero, amor sincero, no pido otra cosa: éste es el camino hacia la santidad.
Bendigo estas alianzas y a los que hacen la promesa.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños, a las personas ancianas y a la abuela enferma. Abuela Yolanda, gracias, gracias, gracias de todo el Paraíso.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en paz y creed hasta la médula a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Por favor, tienes que ayudarme porque ahora me quedo sola en la Tierra. Adiós. Se han ido.
Roma, 10 de enero de 2002 - h.8:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Año nuevo y primer encuentro bíblico; os ruego que este encuentro sea el inicio de una nueva vida. Hoy naced de nuevo, con Jesús, con los ángeles y los santos. Pensad que cuando recibís a Jesús tenéis a la Trinidad dentro de vosotros: Padre, Hijo y Espíritu Santo, ¿qué alegría más grande, qué gracia y qué don más grande os podía hacer Dios?. ¡Bienaventurados vosotros!. Pero ay los que reciban a mi Hijo Jesús sin estar en gracia, ay!. Es mejor para ellos que se retiren.
¡Ay de los que hacen sufrir a mis hijos!.
Tengo que deciros también que vuestras oraciones han llevado a la victoria a mi hijo predilecto, a mi obispo, vuestro obispo. Orad, mis queridos hijos.
Tenéis tantas cartas que mirar, que releer, que meditar. Dios no podía deciros nada más, solamente felicitaros para cuando recibáis a Jesús y tengáis a la Trinidad dentro de vosotros.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los enfermos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. ¿Cuándo podría hablar?. Adiós.
Roma, 13 de enero de 2002 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hoy participad en la Misa de agradecimiento por la victoria obtenida por vuestro obispo; es una victoria grandiosa y abarca a toda la Iglesia. Muchos la reconocen y otros no. Vosotros tenéis que alegraros de esta victoria, siempre: no tenéis que tener más dudas, no miréis cómo se comporta vuestro hermano, si ríe o llora, porque esta victoria ha sido obtenida, también por mérito vuestro; esto os tiene que dar alegría cada día.
¿Qué más puede deciros aún la Madre?. Habéis recibido todo y ningún vidente en la Tierra ha recibido tantos mensajes como habéis escuchado vosotros. Por esto os dije el jueves: Releed y meditad los mensajes" y hoy añado: "Ponedlos en práctica". No es difícil ponerlos en práctica, basta leerlos con calma y meditar dos o tres líneas veréis como todo se vuelve más fácil y como todo será necesario para llevaros a la santidad. No me prolongo más.
En este momento Jesús entra en el agua del Jordán para hacerse bautizar por Juan, una paloma desciende sobre él y una voz proclama: "¡Este es mi Hijo predilecto, escuchadle!". Jesús triunfa, como siempre; ha triunfado en el Santo Bautismo y ha triunfado con la muerte, porque la muerte ha llevado a la vida y a la resurrección a muchas personas. ¿Qué otra cosa puedo deciros sino que os alegréis con esta victoria obtenida con tantos sacrificios, tantos florilegios y tantos sufrimientos?. Naturalmente el demonio continuará tentando y algún hombre de la Iglesia continuará fustigando, porque el último golpe de Satanás no ha llegado, a menos que vuestras oraciones, adoraciones, ayunos y florilegios puedan llegar a evitarlo. ¿Por qué Dios os pide todo esto?. Para llevaros a la santidad, porque os ama inmensamente y todos sois sus hijos; también las personas no buenas, también los que se encuentran en los lugares más elevados de la Iglesia y no son buenos. Dios ama a todos y espera, hasta el final, la conversión de los hombres.
Os dejo, mis queridos hijos y querría que sintierais fuerte esta victoria. Vosotros sabéis que la roca de esta victoria es vuestro obispo y, quiero añadir, que también vuestra hermana, que ha pedido sufrir en silencio y en el ocultamiento. Os invito a hacer una Misa solemne, vividla lo mejor que podáis. Cada uno hace la guerra con los propios soldados, y vosotros seguid los cantos con las personas que hay.
Mis mejores deseos al gran obispo, mis mejores deseos a ti, hija mía, mis mejores deseos a todos vosotros aquí presentes; Nuestra Señora os da las gracias. Alguno todavía continua orando y sufriendo por vosotros. Creedme, lo necesitáis.
Marisa - ¡Es mi padre!. Felicidades, papá, recuerdo que hoy es tu cumpleaños y quiero felicitarle. Ayer pensé en José y le he felicitado también a él. Virgencita, trataré de hacer todo lo que tu dices, dentro de mis posibilidades, pero dame un poco de alivio porque ésta no es la casa del alivio, sino del sufrimiento.
¡Padre Pío se ríe!.
Padre Pío - Río, hija mía, porque me hace reír tu voz.
Marisa - Gracias. Adiós papá. Te mando muchos besos, como no lo he hecho en la tierra. Adiós a todos, a todas las almas presentes.
Nuestra Señora - Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los enfermos, a los niños, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Adiós papá, te saluda la mamá. Sí, aquí tienes a los nietos y sobrinos. ¡No habla!.
Don Claudio - Pero lo ves.
Marisa - El rostro esta muy distendido.
Don Claudio - Si ellos no tienen el rostro distendido, ¿quién quieres que lo tenga?
Roma, 17 de enero de 2002 - h.8:35 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Quédate tranquila, no eres tú quién me preocupa, sino otras personas, las de alta posición.
Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. A causa de varios motivos y por la gripe que da vueltas por la tierra y que no querría coger también yo, muchos adultos y jóvenes están ausentes. Hace ocho días que Dios os ha dado el gran anuncio de la victoria, pero no ha sido comprendida por todos. Espero que Su Excelencia explique con palabras sencillas en qué consiste la victoria que ha obtenido él en primera persona y todos vosotros que lo seguís. El obispo tiene miedo de decir que él es la roca de la iglesia. Es la roca porque ha luchado muchos años, porque ha estado siempre sólo para luchar, para defender la verdad y sobretodo a la Eucaristía, cuando algunas personas muy elevadas se han burlado de la Eucaristía que les había llevado para que la examinaran. La victoria ha sido obtenida justamente por su valentía y su fuerza. Vosotros tenéis que estar reconocidos al obispo, porque ha hecho mucho por cada uno de vosotros: grandes y pequeños. El obispo es la roca y vosotros sois las roquitas.
Mis queridos hijos, hoy han transcurrido ocho días desde que Dios ha querido daros la hermosa noticia y todavía dará otras, pero tenéis que continuar orando, haciendo sacrificios y ayunos en unión con Jesús Eucaristía, formad todos una gran comunión y orad. No os enorgullezcáis, que haya alegría en vosotros, porque lo merecéis, pero permaneced siempre sencillos y humildes, por lo demás resto yo estoy hablando a una criatura que es muy humilde y sencilla; vuestra hermana sufre muchísimo, vosotros lo sabéis, pero no quiere que se hable de ella y en parte tiene razón. Como ha dicho vuestro obispo, cuando el sol está en el cielo, es decir, Jesús, la luna, o sea, yo, desaparezco; así también vuestra hermana, cuando está el obispo, quiere desaparecer. No sabéis que quiere desaparecer también con todos vosotros, porque quiere vivir en el ocultamiento, en la humildad, en la sencillez. Ya veis, querría que todos fueseis así.
Sí, Enmanuel canta: "La, la, la " es un canto de alegría para Jesucristo, por el pan eucarístico que os ha dado a todos. Defended siempre la Eucaristía, defended siempre la verdad, no tengáis miedo de nada, nadie os puede hacer nada, y luego pensad en el Paraíso.
No me prolongo más porque veo que vuestra hermana está muy cansada, hoy para ella ha sido una jornada muy dura, llena de sufrimiento. Os basta lo que Dios ha dicho, es muy importante; todo lo que dice es muy importante, ponedlo en práctica. Después, un día, cuando estéis todos curados de la gripe, haréis una gran fiesta por esta victoria obtenida. En este momento estoy viendo a los numerosos enfermos y los estoy bendiciendo.
Gracias, gracias a todos.
Junto a mi obispo y vuestro, la roca, os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
(Marisa se dirige a los presentes en la capilla)
Soy Marisa. Tenéis que perdonarme si tampoco hoy estoy entre vosotros, pero el sufrimiento me lo impide. Estoy siempre sola, pero creedme os amo, y oro por cada uno de vosotros. Gracias y buena vigilia de oración a todos.
Roma, 20 de enero de 2002 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Veo que la gripe ha afectado mayoritariamente a mis jóvenes, a los cuales envío mi bendición. Son demasiados enfermos, a causa de la gripe.
Marisa - Oye: tu que vas por todas partes, ¿sabes si en los otros estados llega la gripe italiana?. Aquí viene la asiática, la japonesa, la de ahora ¿de dónde es?.
Nuestra Señora - ¡Estás consiguiendo hacerme sonreír, Marisella!. ¿Has visto esta noche qué difícil y grave es la situación en Argentina?.
Mis queridos hijos, lo que ha dicho el obispo es muy importante. Tratad de comprender y poner en práctica cuanto ha dicho. Os habéis dado cuenta solos qué difícil es hacer un camino cuando hay orgullo, soberbia, insinceridad, falsedad. Todo es más hermoso cuando hay pureza, sencillez y sinceridad; desprendeos del orgullo y de la soberbia, que lo arruina todo, y en mayor medida arruina la vida espiritual. La victoria obtenida es muy grande y espero que hoy hayáis comprendido profundamente en qué consiste la victoria de vuestro obispo, de la vidente y vuestra victoria, porque también vosotros habéis cooperado con la oración, con la adoración, con el sacrificio, con el ayuno. No tenéis que deteneros, sino que habéis de continuar.
Juan Bautista, éste es un fragmento de su vida, sabía muy bien que había alguien más grande que él. Hasta que Jesús no llegó, el siguió adelante, continuó bautizando y hablando del Salvador, el hombre que sería el más grande del mundo. También vosotros sabéis todo lo que ocurrirá, pero no tenéis que deteneros. Aunque la victoria ha llegado, falta todavía la victoria del Papa y de los sacerdotes; por tanto tenéis que continuar orando, haciendo adoraciones. Veo que algunas mujeres vienen a menudo a orar; para los jóvenes es más difícil porque trabajan. No tenéis que juzgarlos, porque no sabéis si en su casa algunos tratan de hacer adoraciones, especialmente ahora que están enfermos. Como Madre os pido: ayudad a estos jóvenes míos, o ex jóvenes, como dice el obispo. Ayudadlos a seguir adelante, a seguir este camino tan hermoso, tan limpio y tan sano. Tenéis que sentiros madres de todos estos muchachos que tratan por todos los medios de ayudar al Obispo, de trabajar por la comunidad. Mis queridos hijos, el amor de Dios es tan grande que abarca a todos los hombres de la Tierra, incluso a los que no le aman, a los que no creen. Dios ama a todos, yo amo a todos. También vosotros tenéis que amar a todos, sobretodo ejercitar la caridad hacia el prójimo. No tenéis que tener caridad sólo hacia la persona simpática o sólo hacia el obispo o la vidente. No, caridad hacia todos, especialmente hacia los enfermos. Los enfermos no se tienen que quedar solos, sino que se tiene que estar pendientes de ellos y ser ayudados: esto es lo que quiero de vosotros. Hoy, alguno se podía haber quedado en casa perfectamente con los enfermos y después ir a misa cerca de casa; esto es caridad. Vosotros sabéis cuanto ama la Madre a los enfermos, así también vosotros tenéis que amarlos.
También el pequeño Enmanuel, pobrecito, tiene mucha fiebre. La gripe le ha afectado también a él y a algún otro, que cuando está mal no se queda nunca solo. Así tenéis que comportaros. Si tenéis caridad sólo hacia los que amáis o estimáis, os equivocáis, porque la caridad se ejerce hacia todos los hombres. Yo repetiré este mensaje de caridad, mientras viva vuestra hermana, pero todavía no se ha comprendido qué quiere decir tener caridad hacia todos, especialmente hacia los enfermos.
Mientras esperáis que empiece la Santa Misa, haced un examen de conciencia y preguntaos: "¿He tenido caridad hacia el hermano, cualquier hermano?". Si habéis faltado hacia el prójimo, reparad con amor, con dulzura y con caridad. Pequeño Enmanuel, la Madre te desea muchas felicidades; mañana es tu primer cumpleaños; también la tía, en su primer cumpleaños estaba enferma, tenía la gripe. La Madre te abraza y te besa, mañana vendré y estaré contigo, pequeña flor, nacido en esta Tierra tan enfangada con tantas personas que no son buenas. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a todos los enfermos; ¿os habéis dado cuenta que faltan muchos jóvenes?. Bendigo a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Se ha ido.
Roma, 24 de enero de 2002 - h.8:35 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. El matrimonio es un sacramento, pero también darse completamente a Dios es muy hermoso e importante. Probablemente vosotros no habéis conocido a muchos videntes; desgraciadamente ninguno de los últimos se ha consagrado completamente a Dios y esto me hace sufrir a mi y a mi Hijo Jesús. Cuando Dios llama a un alma y le da un gran don, desea que ésta se consagre a Él. No se ha dicho que todos deban consagrarse o que todos deban casarse, pero ¿por qué en estos últimos tiempos entre tantos videntes, ninguno se ha consagrado a Dios?. Todos tratan de tener a Dios y el sacramento del matrimonio, pero a Dios ¿qué le dan?. Darle hijos es hermosísimo, pero dar la propia alma y consagrarse a Él es un gesto más alto y más grande. Muchas personas dicen que me ven, aunque no sea verdad, porque de esta manera pueden obtenerlo todo: personas, dinero y poder. Esos continúan adelante tranquilamente y felizmente, porque pueden tener todo lo que a ellos les resulta cómodo.
Hija mía, tu lo has dado todo a Dios y, como ves, no tienes necesidad de nada; Dios te ama y tu tienes que corresponder a su gran amor.
¿Os habéis preguntado alguna vez por qué tantas personas dicen que tienen el don de la bilocación, del discernimiento u otros dones, pero cuando se trata de darse completamente a Dios, renuncian?. ¿Es difícil consagrase a Dios?. No creo. Tratad de comprenderme: el matrimonio es un sacramento, pero el que es llamado por Dios y ha recibido un don, tiene que darse completamente a Él. ¡Es tan hermoso hacer esto!. Yo me he casado y he tenido un niño, pero he sido toda de Dios y lo que ha sucedido en mí ha sido una obra suya. Él ha querido que yo me convirtiera en su madre. ¿Por qué el que dice que es vidente rechaza el darse al Señor?.
Mis queridos hijos, ¿veis qué difícil es caminar por el camino recto, por el camino de la santidad?. Es muy difícil comprender lo que Dios quiere, pero cuando hacéis su voluntad todo es más fácil, más hermoso y tenéis más satisfacciones. Los santos no son solamente los que mueren, van al Paraíso y son canonizados, son los que han hecho siempre la voluntad de Dios.
Hoy han hablado de paz y de justicia, pero ¿qué quiere decir paz y justicia?. Los grandes estudiosos dicen muchas palabras, hacen muchos discursos bonitos, compiten para ver quien habla más mejor, pero falta el amor. Yo quiero el amor a Jesús Eucaristía y hacia todos. Dios no ama solamente a los cristianos o a los católicos, Dios ama a todos, creyentes y no creyentes, ateos y no ateos, blancos y negros; Dios ama también a los pecadores, a pesar de que éstos no comprenden cuan grande es su amor.
Marisella, quiero darte las gracias por lo que haces por la Iglesia y por haberte dado del todo a Dios, por haber conocido cual es tu verdadero camino. Tu vocación no es un sacramento, pero complementa al gran sacramento, hermoso e importante que tienen mis hijos predilectos que viven en gracia.
Tenéis que predicar paz y amor, no paz y justicia.
Gracias, mis queridos hijos, poned en práctica cuanto la Madre os dice, porque también yo os amo a todos de un modo particular y especial. El amor de una madre hacia su propio hijo es grande, pero el amor de María, Madre de la Eucaristía, hacia todos los hombres es inmenso. Pensad que el amor de Dios hacia sus hijos es infinito.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Os ruego: tened respeto por vuestro obispo, él ama y ha obedecido a Dios, que lo ha amado y escogido.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 27 de enero de 2002 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Marisella, he esperado junto a vosotros hasta que habéis acabado de cantar el himno al amor.
Tienes muchas personas que encomendarme, Marisella, pero encomiéndate también a ti misma alguna vez, diciendo: "Virgencita, te encomiendo a Marisella".
Marisa - Si te lo digo, tu me respondes que tengo que hacer la voluntad de Dios y que tengo que sufrir por la Iglesia. Me haces estar un día bien y diez mal, un día bien y quince mal, pero no es posible
Nuestra Señora - Tienes razón, pero Dios quiere esto de ti. Te ha llamado, tu has dicho sí, tu estás consagrada a Él, te has ofrecido toda. Recuerda: la primera vez que hiciste los votos y te consagraste totalmente a Dios tenías apenas 17 años, entonces tu director espiritual no estaba todavía contigo. Has dicho sí a los 17 años. Encuentra la imagencita en donde está escrita la fecha de cuando hiciste los votos.
Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia y gracias una vez más porque si vuestro obispo ha conseguido la victoria, es también mérito de vuestras oraciones. Gracias, sobretodo, a aquellas personas que silenciosamente han venido para hacer adoraciones, gracias por todo. Ha dicho bien vuestro obispo, aunque esta vez él lo ha copiado de mí, no es justo decir paz y justicia y en cambio es justo decir paz y amor; el amor hacia todos, hacia los que sufren, amor grande, que no hace diferencia entre el pobre, el rico, el negro, el blanco, sino que se dedica a todos. A cualquier persona que tiene necesidad, dad amor, solo amor, entonces habrá la verdadera paz.
Mis queridos hijos, vosotros que estáis siempre aquí presentes y que respondéis a la llamada de Dios, continuad; sois pocos, pero estáis en el camino de la santidad, si hacéis siempre la voluntad de Dios, porque ser santos significa hacer la voluntad de Dios. No es necesario hacer grandes actividades o acciones, ni grandes sacrificios, que Dios pide sólo a alguno que vosotros conocéis muy bien. Dios sabe a quién pedir el gran sufrimiento, el gran sacrificio, es decir, la pasión, pero a vosotros no os pide esto. Recordad: cuando hay un luto en la familia hay dolor, pero vosotros sabéis que la muerte es vida, por tanto, es menos doloroso que sufrir la pasión. Os ruego una vez más que oréis. Hablad a todos de Jesús, del gran amor que tiene por todos sus hijos, sin echar nada en cara a nadie aunque muchos no respondan, no os preocupéis, vosotros habéis hecho todo lo que teníais que hacer. Tengo que dejaros, mis queridos hijos, porque espero que vuestra hermana se reponga un poquito; os dejo en el beso del Señor, a todos, grandes y pequeños.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Don Claudio, estoy exhausta, no puedo más, y ahora ¿qué hago?.
Don Claudio - Participar en la Santa Misa.
Marisa - Participo en la Santa Misa.
Roma, 31 de enero de 2002 - h.8:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Aún hoy estoy aquí entre vosotros. Gozad y alegraos en Dios Padre omnipotente que cada vez me manda en medio de vosotros para orar y par ayudaros. Gozad cada día, incluso si a veces es difícil, sonreid también si la vida no es, pues, tan fácil sobre este plante Tierra. Pero vosotros que tratáis de hacer un cierto camino, que le gusta tanto a mi Hijo Jesús, tenéis que alegraros y estar contentos y felices.
Recordad y continuaré repitiéndolo: amaos, amaos, amaos y después orad. Como ha dicho Jesús: aprended a amar y después orar. decid todas las oraciones que queráis, pero tenéis que amaros. Si en vosotros no hay comprensión, generosidad, altruismo, no hay tan siquiera amor.
Habéis ayudado al Obispo a obtener la victoria, gozad por esta victoria, que será cada vez más grande y más hermosa. Gracias por vuestra presencia.
San Juan Bosco - Me gustaría hablar a todos mis sacerdotes. Yo, don Bosco, me gustaría mucho hablar a todos los que han sido llamados por Jesús y no responden, no aman y no saben hablar a los grandes. Saben jugar sólo con los pequeños y cuando tienen que decir algo a los grandes, a los jóvenes, mis sacerdotes dejan mucho que desear.
Os invito a orar por mi congregación, por todos los salesianos.
Marisa - Sí, estoy un poco decaída.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, vuestra Madre bendice a los que no han podido venir, por el trabajo, por la familia, por la salud. Bendigo a los niños enfermos, especialmente a los enfermos graves que están en los hospitales. Bendigo, junto a mi obispo y vuestro, a todos los presentes. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Marisa - Adiós. Se han ido todos.
Mensajes de Febrero de 2002
Roma, 2 de febrero de 2002 - h.6:40 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia, es vuestro Jesús el que os habla. Hoy es la fiesta litúrgica de la purificación de mi Madre en el templo, ella no tenía necesidad, pero para dar testimonio a todas las madres del mundo, ha aceptado también esto, y como siempre, ha obedecido a Dios Padre. Quizás para vosotros esta fiesta es secundaria, pero en realidad es grande, porque la Madre de Dios se humilla hasta el punto de irse a purificar. Cada uno de vosotros tiene que seguir adelante con el corazón puro y limpio, aunque la pureza de corazón es un gran don espiritual. Bienaventurados vosotros que habéis comprendido hasta el fondo la llamada de Dios y que venís a este lugar taumatúrgico. Bienaventurados vosotros, porque estáis aquí para orar. Bienaventurados vosotros, porque habéis respondido a la llamada de Dios Padre, de Dios Espíritu Santo y de Mi, Dios Hijo. Llegará el momento en que muchas almas vendrán a este lugar y entonces será vuestro trabajo el acogerlas. Tenéis que sentiros humildes y sencillos, no grandes, porque el Reino de los Cielos es de los pequeños. No es el estudioso, el inteligente, o el que se siente grande el que entra en el Reino de los Cielos; el Reino de los Cielos está abierto al pobre y al humilde. Puede suceder que un rica vaya al paraíso, pero porque es humilde y sencillo. Jesús quiere de vosotros humildad y sencillez, por lo demás, mis dos queridos hijitos os dan ejemplo.
Valor a ti, mi amada esposa dilecta, continua aceptando lo que Dios te manda. Yo estoy a tu lado y esta tarde ha venido para darte la Comunión, para que puedas tener un poco de fuerza y de valor.
Marisa - Me gustaría verte un poco más a menudo, Jesús.
Jesús - ¿No estás contenta que venga mi Madre?
Marisa - Sí, pero me gustaría verte también a Ti, si eres mi esposo deseo verte.
Jesús - Tienes razón, todo esposo tiene que sentir la necesidad de ver a su esposa y cada esposa a su esposo, con amor, con sencillez y con humildad, sin sentirse ni grandes ni bien situados. Ánimo.
Mañana las velas que hoy bendice el obispo, serán puestas bajo vuestra garganta. Vosotros pedís estar bien, sobretodo estar bien con la voz. Mira, pídelo también tu, Marisella.
Os deseo todo bien a todos vosotros y una vez más, os digo: bienaventurados vosotros que os encontráis en este lugar taumatúrgico.
Marisa - Oye, la Virgencita ¿no se deja ver para nada? ¡Hela aquí! Se ha ido Jesús y ha venido la Virgencita.
Nuestra Señora - He venido para decir a vuestro obispo que se siente y que no esté de rodillas, porque no puede arrodillarse. He venido también para deciros, como Jesús: bienaventurados vosotros que venís a este lugar taumatúrgico. Sed puros de corazón, sencillos como palomas, pero astutos como serpientes; no tenéis que dejaros atropellar por los que no aman a Jesús Eucaristía.
Gracias por vuestra presencia. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños, también a los que tengo aquí conmigo en el Paraíso. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Ánimo, Marisella. Ánimo, nadie puede comprender lo que sufres.
Marisa - No importa, basta que lo comprendas Tu, Jesús y el obispo. Adiós. Se han ido todos. Jesús ha hablado y después, cuando ha terminado se ha girado, se ha ido y ha venido Ella, rodeada por los ángeles, por los santos y por las almas salvadas. Tenía a todos los niños a su alrededor.
Roma, 3 de febrero de 2002 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, es vuestra Madre la que os habla. Yo he sido purificada aunque no tenía necesidad y soy feliz de haber dado ejemplo a tantas madres, porque dar buen ejemplo es cosa agradable a Dios y yo lo he hecho.
Esta carta de Dios no es larga, por motivos que sólo Él sabe. Como ha dicho el obispo, el jueves próximo haréis la adoración eucarística para dar gracias a Dios por el milagro eucarístico del 6 de febrero de 19978, el primer milagro con la sangre. Esta iniciativa me ha dado mucha alegría a mi y podéis imaginar cuanta ha dado a mi Hijo Jesús, porque es Él el Cordero inmolado, es Él el que ha reabierto el paraíso y con su muerte nos ha dado la vida. ¡Agarraos a Jesús Eucaristía y no lo dejéis nunca!
Ayer Jesús dijo: bienaventurado este lugar, bienaventurados los que vienen aquí. Hoy lo repito yo: bienaventurados vosotros que habéis comprendido y continuáis viniendo a este lugar taumatúrgico. No todos lo comprenden, pero vosotros que estáis aquí presentes habéis comprendido qué importante es orar en los lugares taumatúrgicos, en los lugares santos, en los lugares donde Dios, si quiere, puede dar las gracias que cada uno necesita. Pero recordad, haced siempre la voluntad de Dios y abandonaros siempre a Él.
Marisa - Deseo encomendarte a muchos enfermos, especialmente a los niños y a los que se encuentran en los hospitales y están muy enfermos. Te encomiendo también a los ancianos que a veces son abandonados o encerrados en un hospicio, incluso si tienen muchos hijos. Te encomiendo a los que están solos en este valle de lágrimas. Te encomiendo a todos nosotros, aquí presentes y a todas nuestrs familias, a fin de que se conviertan y crean en Dios Padre, en Dios Hijo y en Dios Espíritu Santo.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, qué grande es el amor de Dios por vosotros. Dios ama a todos los hombres de la Tierra, pero creo que por vosotros tiene un amor particular, por esto estáis aquí.
Abandonaos a Él, no murmuréis, no penséis mal y no juzguéis al prójimo. Vosotros sabéis que para el que juzga y habla mal es difícil entrar en Reino de los Cielos. Bienaventurados vosotros si habéis comprendido todo esto.
Gracias y perdonad si la Madre a veces hace exhortaciones un poco fuertes, pero los hace para haceros crecer, para haceros caminar.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós a todos. ¿Me permites estar un poquito mejor, solo un poco, para estar en medio de los otros?
Nuestra Señora - Haz lo que Dios quiere.
Marisa - Adiós. Se han ido todos.
Roma, 7 de febrero de 20002 - h.8:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hoy habéis adorado a Jesús Eucaristía, le habéis hecho compañía y habéis conmemorado la Eucaristía que ha sangrado por primera vez. Mientras mirabais a Jesús Eucaristía ¿habéis dicho: "¡Jesús te amo!"? Marisella, tu lo has pensado, pero no lo has dicho.
Marisa - Siento que es una palabra demasiado grande y no he tenido valor para pronunciarla.
Nuestra Señora - Cuando decís: "Jesús te amo", aunque no seáis perfectos, dais una gran alegría a todo el Paraíso.
Mis queridos hijos, quiero daros las gracias por todas las adoraciones que habéis hecho, especialmente en el 2001. Se que para alguno esto ha comportado muchos sacrificios, pero Dios os lo agradece y os ayuda siempre en todo lo que necesitáis.
La victoria que habéis obtenido es una victoria sobrenatural, pero llegará también una victoria humana, porque por todas partes se oye hablar de la victoria del obispo ordenado por Dios, de la vidente y de vosotros que estáis siempre presentes aquí a orar. No celebréis la victoria haciendo suntuosos banquetes y grandes fiestas profanas. La victoria de Cristo os lleva a alturas estupendas, a elevaciones vertiginosas y os lleva a gozar de Dios. Todo esto lo debéis a vuestro obispo por el valor que ha tenido al afrontarse a todo y a todos y continuar adelante la misión él solo. Vosotros sabéis perfectamente que han venido sacerdotes con la intención de ponerse en su lugar, pero ya que no han tenido éxito, se han retirado, es más alguno se ha comportado muy mal. Una vez más pido ayuda para mis sacerdotes predilectos.
Marisa - Yo te pido ayuda para José y Constanzo.
Nuestra Señora - Nosotros estamos aquí para mendigar vuestra ayuda para los sacerdotes, tratad de infundir valor a los sacerdotes que tienen miedo. Os pido también que oréis por vuestra hermana, porque la Santa Cuaresma será muy dura para ella. El año pasado fue muy dura, pero este año todavía será más dura; vosotros solamente tenéis que orar y dar un poco de amor también a los que no veis casi nunca. Su gran deseo es estar siempre junto a vosotros y orar con vosotros, pero Dios lo ha querido de otra manera y tenéis que aceptarlo, tenéis que amar y decir: "Jesús, yo te amo, te amo tal como soy, con mis defectos y mis imperfecciones".
Buena Santa Misa, buen encuentro bíblico y amad a todos. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 10 de febrero de 2002 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la Madre os invita a orar. Este domingo es el último del tiempo ordinario, después comenzará la Santa Cuaresma y será un período muy duro para vuestra hermana, por eso os invito a orar por ella.
Esta semana es de mucho trajín para vosotros. Los que trabajan no pueden responder a esta llamada, pero alguno puede incluso dejar antes el trabajo para llegar dentro del horario a este lugar taumatúrgico.
Mañana es la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes; es siempre mi fiesta y quiero que sea celebrada la Santa Misa por los enfermos. Pasad la voz a otras personas e intentad que comprendan la importancia de participar en esta santa Misa, porque hay muchos enfermos.
Martes, último día de carnaval, las personas se divertirán mucho y cometerán también pecados, porque eufóricos estarán presos de la diversión frenética. Los años anteriores por la tarde hicisteis una hora de adoración justo para reparar estos pecados, pero quizás este año os pido demasiado porque la próxima semana está muy llena y no me gustaría cansaros; pero, de hecho alguno se cansa fácilmente y dice: "¿Tenemos que recitar todas estas oraciones y hacer todas estas adoraciones?". Dios desea esto, no yo y menos vuestro obispo. La próxima semana está llena y la Cuaresma es larga, pero cada uno de vosotros que haga del mejor modo lo que pueda, lo que sienta en el propio corazón y piense lo que pueda agradar a Dios. El cansancio se apodera de todos y cada día a alguno la salud se le resiente cada vez más, pero esto no tiene que desanimaros y no tenéis que dejaros llevar, porque yo os hablo a través de vuestra hermana. Ella está pasando momentos difíciles y duros, pero raramente la veréis derrumbarse, porque lo hace todo por amor a Dios. Todos juntos tenéis que vivir el amor, tenéis que estar unidos y hacer sacrificios. Amaos como Dios os ama. Nos volveremos a ver mañana para los que puedan venir. Os repito: anunciadles que aquí será celebrada la Misa por el enfermo. Yo estaré con vosotros. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós pequeño. Dale un besito a la abuelita, al tío y a todos. Adiós. Don Claudio, se han ido todos.
Roma, 11 de febrero de 2002 - h.6:40 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¿Quiénes son todos aquellos enfermos junto a ti?
Nuestra Señora - ¿No los reconoces? Son los enfermos que hoy hemos ido a visitar juntas a los hospitales y a las clínicas. ¿No te acuerdas?
Marisa - Sí, me acuerdo. Quiero encomendarte a las personas enfermas de nuestra comunidad, no te digo los nombres de todos porque son muchos, pero te encomiendo de manera particular a María; ve a verla. Te encomiendo también a todas las personas que han hecho el sacrificio de venir aquí. No todos han comprendido la importancia de esta Misa por los enfermos.
Nuestra Señora - Mi queridos hijos, esta presencia mía en medio de vosotros es para todos los enfermos, también para los que están en los hospitales. A mi lado tengo muchos enfermos, sobretodo de espíritu. Hoy tendría que ser una jornada tranquila, serena, llena de amor y de caridad hacia los enfermos. Vosotros no podéis imaginar cuantas personas ancianas, que no están enfermas, están solas, por tanto también ellas forman parte del grupo de los enfermos.
Yo había esperado ver esta basílica llena de enfermos que no conocen este lugar, pero todavía tenemos que contentarnos con orar por todos los que no vienen, por todos los presentes y por los que no pueden venir a causa del trabajo; orad también por los que encuentran siempre una excusa para no venir. Incluso si en tantos lugares es festajada María, Nuestra Señora de Lourdes, yo estoy aquí en medio de vosotros para bendecir a todos los enfermos y para ayudarlos a aceptar el sufrimiento y ofrecerlo a Dios por la conversión de los pecadores. Cuántos pecadores, cuántas personas se alejan de Dios, especialmente cuando tienen una prueba.
Yo no hablo ya de la guerra, pero vosotros sabéis mejor que yo que esa está todavía y que hay también mucho odio en todo el mundo. Yo vengo para hablaros de amor en nombre de Dios; el domingo dije: amor igual a unión, sacrificio y oración.
No os distraigáis con los niños, dejadlos estar y escuchar lo que la Madre está diciendo. Orad por los pecadores, que son muchos, creedme. Es muy hermoso orar por los que están enfermos en el alma y no creen. El que no cree y no ha conocido la Palabra de Dios es perdonado por Dios, por esto, vosotros tenéis que orar por los que conocen la Palabra de Dios y no creen en el más allá. El Paraíso y el Infierno existen, pero yo deseo que vengáis todos al Paraíso.
Vuestra hermana ha visitado muchos hospitales y ha visto como son tratados los enfermos: no hay caridad ni amor para ellos; son tratados como un objeto, echados en una cama. Si son afortunados, encuentran alguno que lo hace todo por amor y ésta es ya una gran gracia, pero desgraciadamente estos lugares son pocos. Vosotros no podéis imaginar en cuantos lugares festejan a Nuestra Señora de Lourdes y llevan de viaje a los enfermos, pero yo no estoy, yo estoy aquí con vosotros y me contento con pocas personas, como me he contentado con la gruta, cuando en Belén nació el pequeño Jesús; nosotros estábamos solos, pero teníamos a Dios con nosotros. También vosotros estáis solos, sois pocos, pero tenéis a Dios con vosotros; por esto dad siempre gracias a Dios con todo el corazón.
Quiero mandar mi bendición a todos los enfermos que he visitado hoy, especialmente a los que están solos y son tratados mal, a los enfermos de esta comunidad humilde y sencilla, a la abuela Yolanda, que desgraciadamente continúa su calvario y a todos vosotros aquí presentes. Tratad de amaros. Vosotros padres amad a los hijos, respetadlos y dad gracias a Dios que han sido bien formados. Dad gracias al obispo que los ha educado de una manera tan hermosa, tan grande, incluso con sus defectos y sus imperfecciones. Ellos siguen adelante y recorren este camino duro y fatigoso para todos.
Gracias también a todos vosotros que venís a ayudar, a preparar y a decorar esta basílica, pequeña a los ojos de los hombres, pero grande a los ojos de Dios. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón: grandes y pequeños, creyentes y no creyentes. Os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - ¿Nos bendecirás también esta tarde cuando estemos en la cama en compañía de los dolores? Hay personas que ni siquiera pueden ponerse en cama a causa de los dolores. Está bien, adiós. ¿Oirás la Misa con nosotros?
Nuestra Señora - Naturalmente, yo estoy al lado de mi obispo.
Marisa - Se ha ido con todos los enfermos.
Roma, 14 de febrero de 2002 - h.8:35 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia, gracias sobretodo a los que han hecho la adoración: los miembros enfermos de la familia en casa, los otros en la capilla. Hay tanta necesidad de oración, de adorar a Jesús Eucaristía, hay tanta necesidad de amor. Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza, pero ¿qué ha hecho el hombre de sí mismo, en qué se ha convertido respecto a cómo lo ha creado Dios? Los hombres continúan pecando, haciendo todo lo que quieren, y dicen: "Dios no está o está en el Paraíso y nosotros vivimos en la Tierra". Nadie obedece a Dios, ni siquiera mis queridos sacerdotes predilectos, porque si verdaderamente Le obedecieran, no se comportarían mal. Muchos sacerdotes, a los fieles, y sobretodo tratan mal a los que han sido llamados por Dios. La misión de sacerdote es muy difícil, requiere mucha oración y mucho sufrimiento. Ya sabéis perfectamente que vuestra hermana en este período vive la pasión día y noche, pero sabe esconderlo muy bien, sabe bromear, reír y tener también ocurrencias divertidas. Creedme, la pasión es el sufrimiento más grande, más fuerte, pero con la pasión se obtienen muchas gracias.
Vosotros diréis: "La Virgencita nos pide siempre que oremos para obtener las gracias". Sí, os pido que oréis para obtener las gracias y os digo gracias por lo que hacéis. Pido más adoraciones por los enfermos, por los niños abandonados, que son muchos, por los muchos padres que tratan mal a los hijos, por los hijos, y son muchos, que no tratan bien a los padres. Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza y el hombre ¿cómo se comporta? ¿Cómo actúa? ¿Quién es Dios para ellos? ¿Quién es Jesús Eucaristía para ellos? ¡Ahora todos hacen la adoración eucarística y la catequesis! Todos hacen lo que vosotros ya hacíais, porque leen los mensajes, aunque a escondidas, pero no dirán nunca que hacen la adoración porque desde este lugar taumatúrgico han llegado los mensajes. Vosotros, sin embargo, no os preocupéis, gozad de esto. Sois pequeñas luces y habéis formado una luz grandísima para todas las iglesias y las parroquias que hacen adoraciones. Muchas pequeñas luces puestas juntas han formado una gran luz. En el iglesia hay quien habla y esto no es bonito, pero hay también quien ora verdaderamente, quizás incluso más párrocos y vice párrocos. Vuestro obispo no pudiendo descender a la capilla, porque tiene mucho que hacer en casa, tiene ocupaciones espirituales y materiales, y porque tiene que ayudar también a vuestra hermana, ha expuesto a Jesús Eucaristía y los miembros de la familia han hecho la adoración en casa, mientras vosotros la hacéis en la capilla. Imaginad que hermoso: estabais unidos para orar delante de Jesús Eucaristía; por esto os digo gracias.
Orad por vuestro obispo. La victoria espiritual ha llegado, la terrena es más difícil, pero a vosotros os interesa sobretodo la espiritual. El obispo ha obtenido la victoria, porque ha luchado sólo, ha defendido la Eucaristía; ha sido calumniado y difamado por defender la Eucaristía. Ha obtenido una gran victoria, amadlo y orad por él.
Felicidades a todos, mis queridos hijos, y gracias, una vez más por la adoración que habéis hecho. Gracias a Enmanuel que canta continuamente y a los otros niños pequeños que no están. Mi paz y mi bendición son para el pequeño Samuel, un niño de un año y medio que enciende el lavavajillas y lo saca adelante para ayudar a la mamá, al pequeño Jacobo, a Davide María, y a todos los niños. Gracias, gracias, gracias. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Gracias abuela Yolanda, por los rosarios y las oraciones que dices y por el sufrimiento que ofreces.
Marisa - Adiós. Adiós, pequeño, adiós tesoro. Se han ido.
Roma, 17 de febrero de 2002 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Te he visto mientras cantabas con nosotros. Oye, Virgencita, tengo tantas, tantas personas que encomendarte que no te los voy a nombrar a todos, porque tu ya los conoces. Pero es justo que yo, como miembro de esta comunidad, te pida las gracias por mi comunidad, por los adultos, por los jóvenes y las madres. Tu sabes lo que te pido día y noche, pero que siempre se haga la voluntad de Dios, pero tu ve ante Él y pide lo que puedas para ayudar a nuestra comunidad y a las futuras madres. Tantas madres abortan a sus niños, ayuda a las que no quieren abortar.
Nuestra Señora - También tú pídelo a Dios. Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Vengo siempre en medio de vosotros con mucha alegría, estoy presente sobretodo cuando hacéis la adoración. Os lo ruego: adorad a Jesús sin hablar en la iglesia. Si tenéis que hablar de argumentos serios, llamad al interesado, hacedlo salir de la capilla y luego hablad.
Ayer hubo un milagro en esta casa. La abuela Yolanda cayó y podía haber acabado mal, pero Dios ha dicho: "Esta abuela me sirve para salvar a muchas almas" y ella ha vuelto de nuevo en medio de nosotros. Vuestra hermana ha sufrido terriblemente la pasión toda la noche y está aquí en medio de vosotros. Hay varias personas que en este momento están sufriendo muchísimo.
Por esto os pido a vosotros que oréis ante todo por los miembros de vuestra comunidad, grandes o pequeños, ancianos y jóvenes. No he insistido nunca como ahora al pediros que oréis por vuestra comunidad, he dicho siempre: "Orad por los sacerdotes, por los religiosos, por la comunidad religiosa". Hoy la Madre os dice: "Orad por vuestra comunidad, porque lo merece". Ciertamente de mi corazón sale un gracias grande por lo que hacéis.
Pero mirad, a pesar de todo, siempre hay alguno que forma parte del demonio y que trata de destruiros; no es de la comunidad, naturalmente, pero la quiere destruir sirviéndose de una persona que pertenece a la comunidad. Tenéis que ser fuertes, como he dicho siempre, el buen cristiano tiene que ser fuerte y sencillo, astuto y valeroso. El ejemplo lo tenéis en vuestro obispo, que tiene mucho valor. Desde el momento en que los verdaderos cristianos son muy pocos en comparación a los que se llaman cristianos, pero no lo son, a vosotros os pido ánimo y fortaleza para continuar adelante.
Habéis escogido esta comunidad que vive en el ocultamiento, en la tempestad, en la lucha, sin embargo habéis salido victoriosos. Dios pensará en el planeta Tierra; Dios puede alargar los tiempos pero no defrauda. Recordad, ha comenzado la Santa Cuaresma. Hay personas que durante la cuaresma sufren mucho por deseo de Dios, vosotros haced algún florilegio para ayudar a estas personas. Hoy ya no existe la abstinencia de la carne, pero el que quiera puede hacer florilegios, pequeños sacrificios, pero con alegría. La carne y el pescado son caros, a quién no le guste una comida que se la coma y al que le guste que no la coma.
Marisa - Entonces, ¿yo tengo que comerlo todo, porque no me gusta nada?
Nuestra Señora - No, tu eres un capítulo aparte, como dice tu obispo. No os pido que durante la cuaresma hagáis grandes sacrificios, haced más oración, más adoración, más florilegios y más sacrificios. Alguna vez, el que pueda, que haga el ayuno, pero no hagáis el ayuno a la fuerza o porque la Virgencita lo ha recomendado. No, tenéis que sentir en vuestro corazón lo que podéis o no hacer. Os repito: el que toma medicinas, que está mal, puede hacer florilegios, pero no el ayuno, el viernes podéis comer carne o pescado, pero comed la mitad. En el Paraíso os aseguro, que ¡no se como nada!
Marisa - ¡Menos mal!, así ahorráis.
Nuestra Señora - Allí cantaréis y habrá gran alegría. Creedme, hijos míos, el Paraíso existe y es gozo, amor, caridad; os encontraréis bien y cantaréis; incluso el que desentona y no tiene voz. Todos cantaréis y todos daréis gloria a Dios, junto a mi, a mi amado esposo, a los ángeles y a los santos y será una gran fiesta para todos. El Paraíso existe, pero existe también el infierno. Cuantas y cuantas almas, las más preparadas culturalmente, las que han estudiado teología, piensan que pueden escaparse de los ojos de Dios: no, nadie puede escapar de los ojos de Dios. Ánimo y buena cuaresma a todos, Santa Cuaresma a todos. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados, bendigo sobretodo a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Don Claudio, se han ido todos.
Roma, 21 de febrero de 2002 (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia y por la paciencia que demostráis al esperar que Dios haga lo que ha prometido. Vosotros sabéis que si Él espera es porque quiere la conversión, sobretodo la de los hombre de la Iglesia. Es triste decir esto y crea mucho sufrimiento en Jesús Eucaristía, en mí y en todos los que aman.
Hoy recordáis el día en que vuestra hermana encontró una hostia rota y manchada de sangre en la caja. ¡Cuántos milagros ha obrado Dios y cuánto amor ha demostrado por vosotros! Vosotros armaos de santa paciencia, de bondad y de amor. Para quien ama verdaderamente a Jesús Eucaristía y vive en gracia cada día, el Paraíso está asegurado. Pero ay de los que continúan burlándose de aquel en cuyas manos el día 11 de junio de 2000 ocurrió el milagro eucarístico, aquel que ha dado todo de sí mismo por el Señor, por la Iglesia y por las almas. Se han parado a ironizar sobre el episcopado, pero no hablan del milagro grandísimo que ha ocurrido a continuación, actúan así sólo por envidia y tienen miedo de que muchas personas vengan aquí, a este lugar. Los sacerdotes saben hablar y saben también confundir a aquellas pobres almas que no conocen la teología y repiten que el obispo de Vicenza, el obispo de Chiavari, el obispo de Bolonia, el obispo de Ivrea y los otros obispos y cardenales tienen razón. Estos eclesiásticos, en cambio, tienen miedo de un simple sacerdote al que Dios ha dado el episcopado y todos los poderes, en ellos se desata la envidia, que llega a la calumnia y a la difamación. Pero vosotros que amáis no los escuchéis, no les hagáis caso, seguid adelante, amad a mi Hijo Jesús.
Ay de los que han profanado la Eucaristía llevada al Vicariato para hacerla examinar: ha sido despreciada con palabras y con la mirada; esto es un pecado grave, como también es grave el haber calumniado y difamado al que ha sido elegido por Dios. Dios es amor, pero será también justo.
La Madre os repite una vez más que a Dios le han agrado vuestras oraciones y las ha escuchado. Yo os he dicho que améis la Eucaristía, que hagáis adoración eucarística y el encuentro bíblico. Hoy todo esto se hace en otras iglesias. He dicho que se aboliera el horario para las confesiones y en otras iglesias ha sido eliminado. En el pasado había que confesarse en horarios establecidos, por ejemplo de 16 a 18 y si uno pecaba a las 19 no podía confesarse porque estaba fuera del horario. Veis que hermoso es: todo lo que ya hacíais vosotros, hoy lo hacen también los otros, con intenciones justas o equivocadas, por copiar, pero esto a vosotros no os tiene que importar, lo importante es que lo hagan, porque las almas que van a la iglesia a orar son sinceras, mientras que los sacerdotes quieren demostrar que también ellos hacen adoraciones y los encuentros bíblicos. Está bien, bienvenido sea y sed felices.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Adiós, Marisella, gracias.
Roma, 24 de febrero de 2002 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Vuestra hermana me ha encomendado a todas las personas enfermas, yo escucho siempre sus oraciones y las ofrezco a Dios Padre que sabe lo que tiene que hacer. Pero hay un comportamiento vuestro que me deja un poco perpleja. Primero hacíais la adoración con más entusiasmo, con más amor. Ahora, ya que las personas disponibles han disminuido, hacéis la adoración sólo para decir que la habéis hecho. Las mismas personas no pueden adorar a Jesús de la mañana a la noche. Para adorar bien a Jesús, podéis hacer sólo una hora de adoración llena de sol, pero si hacéis tantas horas os entra el cansancio, el aburrimiento y no podéis orar bien. Es inútil hacer adoración de la mañana a la tarde, no sirve de nada que las mismas personas estén presentes durante la jornada entera. Es hermoso, en cambio, que cada hora cambien las personas, incluso si está presente una sola persona, porque dice otras oraciones, hace otros coloquios, hace otras reflexiones, habla con Dios. Cada uno de vosotros habla a su modo, y entonces las oraciones aumentan. Pero si la misma persona están en la capilla de la mañana a la noche ¿qué puede decir a Dios? Ni siquiera los más grandes santos pueden, durante todo el día, vivir en contacto con Dios estando delante de la Eucaristía, es difícil. Yo he dicho que se ore y se puede orar en el trabajo, en los hospitales, en la escuela, en la universidad, en casa, mientras se hacen las tareas; pero estar de la mañana a la tarde en adoración es imposible, porque entra el aburrimiento, el cansancio, no sabéis que más decir y a veces habláis entre vosotros. Os ruego que hagáis sólo una hora de adoración, pero bien hecha. Hablad con Jesús, conversad con Él. Cuando en la santa Misa entre en vuestro corazón, continuad conversando con Jesús y cuando salís de la Iglesia hablad todavía con él y veréis que la adoración no ocupa tan sólo una hora. En fin, participad a la santa Misa y después, si queréis, en coche o a pie, podéis continuar hablando con Jesús y orar con las personas que están a vuestro lado. Entrado en vuestras casas hacedlo todo con amor, como si lo hicieseis por Jesús.
Estáis conociendo a San Pablo, hombre fuerte, leal, sincero, también arisco y en el momento oportuno me gustaría que vuestro obispo fuese un poquito más fuerte, para hacer entrar en vuestras cabezas lo que dice. También en el encuentro bíblico no os limitéis a ser tan solo oyentes, sino que tenéis que poner en práctica todo cuanto oís. Cada encuentro bíblico es grande; el del jueves pasado ha sido grandísimo, hermosísimo. Lo que habéis escuchado no era solo de Pablo, era también de Claudio, de vuestro obispo: Pablo y Claudio. De cada palabra que decía, hacía, como ya he dicho, un poema. Tenéis que comprender lo importante que es el encuentro bíblico; no consiste solamente en leer el capítulo y después irse a casa, como hacen en tantas parroquias, no; el obispo intenta hacer penetrar en vuestro corazón lo que dice. Pablo es grande, y vuestro obispo es grande.
Casi no me atrevo a pediros que hagáis la novena por la fiesta de vuestro obispo, por la fiesta de su ordenación sacerdotal, incluso si él quiere que se festeje el sacerdocio, por tanto la fiesta es de todos los sacerdotes. El año pasado respondisteis más al vía crucis, erais numerosos también para la novena. No penséis en los jóvenes, desgraciadamente trabajan, o mejor dicho, digamos que menos mal que trabajan, y no todos pueden venir en el horario que deseáis. Entonces hacedlo vosotras madres, abuelas, y tías. Me gustaría mucho que hicierais esta novena por el sacerdocio, es muy importante orar por todos los sacerdotes, por todos los que tienen el sacramento del orden. Continuad amando como Jesús os ama.
Marisa - Sí, es Silvano, lo he reconocido. Están también papá, abuelo Agustín, Octavio, Stefanuccio, tía Lucía, tío Domingo, abuela Esperanza, abuela Carmela y las hermanas de mamá.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la Madre os desea todo bien y desea que comprendáis todo lo que el sacerdote, vuestro obispo ha dicho. Ánimo, ánimo, adelante, adelante siempre. Ha llegado la victoria espiritual, llegará también la victoria terrena. Os repito, como ya he dicho el jueves: los tiempos de Dios no se conocen, pero Dios no defrauda y realiza lo que ha prometido.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Se han ido.
Roma, 28 de febrero de 2002 - h.8:35 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Hoy es el primer día de la novena por la fiesta del sacerdocio. Espero que alguno venga en los próximos días para hacer esta santa novena; hay mucha necesidad de orar por todos, por todo el mundo, porque no va bien. No quiero deciros continuamente que el mundo va mal, pero ya os dais cuenta vosotros solo qué cruel es y cómo el hombre se vuelve cada vez más duro y más perverso. No os hagáis ilusiones respecto a las masas, de que aquellos millares de personas que van a los lugares a orar, tengan todos la conciencia tranquila, no es así, orad también por ellas. Dios ha escogido una víctima de entre vosotros y la está probando de todas las maneras; ella ofrece sus sufrimientos especialmente por vosotros que formáis parte de esta comunidad, que a los ojos humanos es muy pequeña y débil, pero no a los ojos de Dios. Estáis pensando que vivís en el planeta Tierra, ¿no es verdad, Marisella?
Marisa - Sí, nosotros decimos eso.
Nuestra Señora - Pero ¿preferís vivir en gracia en esta vida, para salvar el alma y gozar del Paraíso, o vivir como los otros, no salvar el alma y no ir al Paraíso? El amor de Dios tiene que llevaros a aceptar los sufrimientos, sean grandes o pequeños. Todos los hombres tienen sufrimientos, pero la mayor parte reacciona de manera equivocada: se drogan, se emborrachan, matan a los hijos y los hijos a los padres. ¿para qué sirve esto si después pierden el paraíso? En cambio vosotros tratáis por todos los medios de amaros, de amar a Dios y sobre todo amar a Jesús Eucaristía.
Se que para ti, Marisella, este período de Cuaresma es muy difícil y muy duro, tanto que ni siquiera los más grandes santos han pasado lo que tu estás pasando, pero tu sufres por la Iglesia, por las almas y por el Papa. Trata de comprender lo que te digo entre líneas.
Marisa - Lo importante es que me ayudes, que nos ayudes a todos, porque cuando sufre uno de la familia, sufren todos, por tanto ayuda sobretodo al obispo. Yo he dado la vida por él, pero veo que no está bien, aunque esté contento de haber dado todo de sí mismo por la Iglesia, y yo sufro. Yo no estoy contenta de ver a mi hermano sufrir. Yo soy la hermana de Padre Pío, mi hermanote y en este momento busco, buscamos la ayuda del cielo. Tenéis que ayudarnos, tenemos mucha necesidad, grandes y pequeños, por la salud, para seguir adelante en este mundo no me atrevo a decir la palabra, pero da miedo.
Nuestra Señora - No tenéis que tener miedo, mientras viváis en gracia, mientras seáis mis discípulos y améis a Jesús Eucaristía.
La sangre y el sudor que has derramado sirven para ayudar a las almas, aquellas que quieren cambiar y que tienen necesidad de ayuda, las otras han hecho su elección, paciencia, Dios tenga piedad de ellas.
Ánimo, hijitos míos. Ahora la Madre sube al Padre, después volverá de nuevo para estar al lado de mi obispo durante la Santa Misa. Quiero estar también con vosotros, aunque seáis pocos, esto no tiene importancia, lo importantes es que améis a Jesús Eucaristía y que os améis entre vosotros.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los enfermos, especialmente a los que están obligados a estar en el hospital. Te bendigo a ti, Marisella, que tienes mucha necesidad.
Marisa - Si tengo que decir la verdad, necesito todas las bendiciones del Paraíso.
Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Está bien, adiós.
Mensajes de Marzo de 2002
Roma, 2 de marzo de 2002 - h.6:35 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hoy se celebra el primer sábado de mes, un día muy importante porque, justamente en esa circunstancia yo vine por primera vez entre vosotros y desde entonces ya no os he dejado. Cuántas personas se han retirado, porque querían hacer lo que les resultaba más cómodo, querían llevar la vida como todos los otros y no querían estar ligados a la Santa Misa, al Sacramento de la Eucaristía, de la confesión y respetar los mandamientos.
Desde hace mucho tiempo yo vengo a este lugar taumatúrgico junto a mi amado esposo José, al pequeño Jesús, a los ángeles, a los santos y a todos los niños que ahora me circundan. Tened paciencia, porque llegará el día en el que podré hablaros más abiertamente. Yo ya he revelado a mi obispo algo que ningún hombre de la tierra conoce: cuando Jesús murió, mi amado esposo estaba en espíritu a mi lado y me ayudaba con sus dulces palabras como había hecho siempre durante la vida, y eso se repitió también cuando Jesús resucitó. Esta es una cosa hermosísima.
La victoria espiritual ha llegado, pero llegará también la humana; tenéis que permanecer tranquilos y serenos, dad tiempo al tiempo y no hagáis todos los días preguntas. Dios no defrauda nunca, porque no es un hombre cualquiera, os ama a todos. ¡Cuánto me gustaría que comprendierais qué grande es el amor de Dios por vosotros y por los que sufren!. Recordad que el sufrimiento moral es mucho más doloroso que el físico, pero para quién los tiene los dos, podéis comprender perfectamente cuán difícil es a veces tener que sonreír y hacer como si nada. En medio de vosotros hay personas que dicen que os aman y que os quieren, pero luego son las primeras en hacer sufrir. No, esto no es amor, estas personas se aman a sí mismas, no a los otros y es una tarea muy difícil estar siempre dispuesto a corregir y a reprender. Hablad con amor, con dulzura y ayudaos recíprocamente; si uno cae, si está en dificultades, tiene un dolor moral o físico, que el otro le ayude a superarlo todo; ¡esto es verdadero amor!. Es tan hermoso hacer una exhortación y decir: "Hermano, hermana, corrígete". Es tan hermoso hacerlo todo con mucho amor y mucha firmeza.
Alguno ha hecho un gesto de generosidad muy grande y ha dicho: "Quiero dar todos mis bienes por la Iglesia". Pero ¡cuánta sangre ha derramado vuestro obispo por esto y cuánto tendrá todavía que derramar!. Aquello ha sido un gesto de amor sólo momentáneo después se ha retractado. Mis queridos hijos no seáis así.
Gracias a los que han comprendido cuan importante es la novena para el sacerdocio. Es verdad, hay muchas fiestas y muchas novenas, pero tratad de hacer este sacrificio. ¡Ánimo!. Nosotros tenemos mucho deseo de que oréis y de que lleguéis a la santidad con facilidad. Recordad que el amor y la caridad continúan en el Paraíso, mientras la fe y la esperanza se acaban. Gracias. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Buena novena y felicidades a todos; buena Santa Misa.
Roma, 3 de marzo de 2002 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Ayer empecé a hablaros de mi amado esposo José y os dije que durante la pasión, la muerte y
la resurrección de Jesús, él estaba a mi lado, en espíritu, me ayudaba y me sostenía. Mi esposo no es muy aclamado, invocado y no se le ora. Los hombres se acuerdan de él sólo en el día de su fiesta, sin embargo, es un personaje muy importante en la historia de la Iglesia, como también en el Paraíso.
Él ha concedido muchas gracias, todo lo que ha sido pedido por su intercesión ha sido obtenido. Mi amado esposo ha vivido durante la vida terrena de manera silenciosa, humilde y oculta y continúa viviendo del mismo modo también en el Paraíso, donde ora por todas las personas que tienen necesidad. Me gustaría mucho que hicierais algo para hacer triunfar a mi amado esposo José, porque después de Jesús y de mi, viene él, aunque me gustaría ponerlo delante de mí y después todos los ángeles y los santos.
A veces hablo también de los santos que están en la Tierra, vosotros no los conocéis a todos, pero no os preocupéis, porque no son muchos. Los que han hecho siempre la voluntad de Dios, aceptando el sufrimiento y que viven siempre en gracia son santos en la Tierra; esos son muy pocos.
A los tres mil millones de convertidos hoy puedo añadir otros cien millones: por estos cien millones de convertidos ha sido pagado un precio muy alto. Lo que me hace sufrir es que entre ellos no hay muchos sacerdotes, sino muchos laicos sencillos, humildes, pobres y enfermos, yo no os decía nada más sobre las conversiones, porque deseaba que entre ellos hubiesen sacerdotes; cuando digo sacerdotes, quiero decir también obispos y cardenales. En cambio esos continúan corriendo hacia el dinero y el poder; se preocupan de hacer buen papel y de mostrarse píos y devotos cuando los filman las cámaras de televisión. Yo y mi Hijo Jesús no queremos esto; vosotros estáis tratando de vivir como nosotros queremos. Cierto, estáis en el tercer milenio, las situaciones cambian y el progreso sigue adelante, pero tenéis que vivir con humildad y sencillez, sin buscar siempre el vil dinero para enriqueceros, porque no sirve de nada. Buscad, en cambio, lo que sirve para vivir bien vuestra jornada y hacer bien vuestro trabajo.
Cuando de vuestro corazón sale el deseo de hacer ofrendas, especialmente para la Iglesia, no retiréis lo que habéis ofrecido, no hagáis sufrir y no hagáis pesar todo esto sobre las personas porque alguno invisiblemente ha derramado sangre. Si habéis hecho un gesto de generosidad, ¿qué motivos hay para retirarlo o esperar?. Mis queridos hijos cuando hacéis un don a Dios, no podéis volver a cogerlo; Dios os dará a cambio la fortaleza de soportar y aceptarlo todo. Cuando un alma es llamada para sufrir la pasión junto a mi Hijo Jesús, es por motivos muy elevados: la conversión de todas las naciones, de todos los hombres, aunque pertenezcan a otras religiones; este es el gran deseo de Jesús Eucaristía.
Mis queridos hijos, como dije ayer, viviréis también en el amor y la caridad, mientras la fe y la esperanza se acaban con la vida terrena. Buscad siempre el amor por los enfermos, por las personas ancianas, por los niños, por las madres que esperan un niño; para los padres, para los verdaderos padres tiene que ser más fuerte. Repito: el verdadero padre no es aquel que ha engendrado, sino el que ama. Que sabe amar y sabe sacrificarse por los propios hijos. Ánimo, tratad de hacer siempre la voluntad de Dios, incluso si Dios se hace esperar, es precioso.
Marisa - ¿O se hace el precioso (difícil de ver)?. No se si he equivocado la traducción, pero no te enfades, porque yo digo lo que siento.
Nuestra Señora - Dios no es una persona cualquiera, él ha creado el mundo limpio, pero hoy se ha vuelto sucio, lleno de palabras y acciones sucias; en esto triunfan el sexo y el dinero. Dios no quiere un mundo sucio y vosotros comprendéis lo que quiero decir, porque todos sois bastante grandes.
Amaos, orad, sufrid, haced florilegios, haced el florilegio del cigarrillo que ni los mayores ni los jóvenes son capaces de hacer, ¿por qué?. Sería tan fácil y hermoso hacerlo al menos durante el tiempo de Cuaresma. Si lo hacéis durante el tiempo de Cuaresma, podéis llegar a hacerlo también en otros tiempos, porque habréis quitado el vicio; podéis hacer también el florilegio de la televisión y del comer. Alguno ayuna todos los viernes, pero Jesús no quiere esto, porque se consumen muchas calorías. Tenéis que hacer lo que sintáis, no os hagáis los héroes si no podéis. Por tanto la Madre os da las gracias lo mismo a los que han querido hacer e ayuno. Al menos en esta Cuaresma, el que pueda, que trate de hacer el ayuno, pero después no vengáis aquí con caras tristes, casi enrabiados porque habéis hecho ayuno. Los otros no tienen que saber que habéis ayunado, sino que, como dice Jesús, perfumaos la cabeza. Seguid adelante, dad ejemplo y testimonio, esto es lo más hermoso que podéis hacer durante la Santa Cuaresma.
Continuad la novena por el sacerdocio y el que pueda, venga a este lugar. Festejad a vuestro obispo y al sacerdocio. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 7 de marzo de 2002 - h.8:35 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias a todos por la novena que estáis haciendo por vuestro obispo y por el sacerdocio que es un sacramento muy grande y hermoso pero no comprendido por todos. Mis dos queridos hijos sufren por la conversión de los sacerdotes, de las almas consagradas y de los que forman parte de esta comunidad. Es tan hermoso ser humilde, sencillos, inclinar la cabeza y decir: "Fiat voluntas tua". Sin embargo, en alguno se desata el orgullo, la presunción, la soberbia y el rechazo de las caricias maternas. No se es capaz de hacer morir el orgullo. En algunas personas no hay humildad, ni sencillez, hay solamente orgullo, presunción y esto les impide entrar en el Reino del Cielo, si no se convierten hasta el fondo. Recordad que la conversión es muy importante; si uno no se convierte, sino que permanece encerrado en su yo, en su orgullo y en su soberbia, no es posible hacerlo entrar en el Reino de los Cielos. Por este motivo yo pido a mis dos ángeles, a mis hijitos que ayuden a estas almas, pero desgraciadamente cuando son ayudadas se rebelan, tienen crisis y lloran solo porque han sido reprendidas y corregidas; la corrección fraterna se hace a todos, grandes y pequeños. Mi Hijo Jesús habla a través del obispo, pero ¿por qué cuando os hace elogios, los aceptáis y si, en cambio, hace reproches los rechazáis?. Este camino ¿lo hacéis por Dios o por el demonio?. Yo quiero esperar que sea por Dios. Si alguno todavía no tiene la conciencia tranquila, porque el orgullo y la soberbia están en él, entonces es muy difícil que entre en el Reino de Dios. Es tan hermoso, cuando uno que es exhortado, dice: "Gracias, gracias, hermano mío, por haberme ayudado a comprender, a entender". En cambio se desata el orgullo, la soberbia, la malevosía, estas personas no aceptan el rapapolvo y dentro de ellos se machacan, se hunden, se consumen y no hacen lo que tienen que hacer en familia.
Esto sucede en muchas familias, pero en este lugar taumatúrgico no tiene que ocurrir. También el domingo pasado, después de la Santa Misa y la Santa Comunión, después de la aparición y de la catequesis, alguno ha hecho una escenita en el lugar taumatúrgico. Yo no os he enseñado esto, yo desde hace años, estoy hablando siempre de amor. No por esto, os quiero desanimar, pero el que se sienta culpable, que se confiese. Cuando la Virgencita habla, se dirige a todos, pero no todos tienen que tomar para sí todo lo que digo, cada persona sabe lo que tiene que coger y poner en práctica de mis palabras.
Ea, Marisella, tu sufrimiento tan cruento, fuerte y doloroso, es para ayudar a todas estas almas. Cierto, Dios no tiene necesidad de los sufrimientos, pero tu has dicho tu "fiat". Gracias, gracias de parte de todos.
Mis queridos hijos, ánimo, faltan poquísimos días para la fiesta de vuestro sacerdote, de vuestro obispo, no le hagáis sufrir, tratad de ayudarlo y estar a su lado. Vosotros no podéis ni siquiera imaginar sus sufrimientos, son verdaderamente muchos; al menos vosotros tratad de no hacerle sufrir. Gracias.
Marisa - Sí, el pequeño Enmanuel llora, ¿no puedes ir donde está él y hacerle una caricia para hacerlo dormir?.
Nuestra Señora - No está bien el pequeñín. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Como quieras. Me siento tan pequeña que no me atrevo a pedir nada. Don Claudio se han ido.
Roma, 9 de marzo de 2002 - h.8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, si hoy vosotros estáis en fiesta, podéis imaginar que grande es la fiesta en el paraíso. Ahora nosotros estamos en la Tierra para festejar con vosotros al gran obispo de la Iglesia. El ha dado toda su vida por la Iglesia. La victoria espiritual ha triunfado en todas las partes del mundo. Esta victoria es conocida en todas partes y yo, la Madre de la Eucaristía, sé como han ido las cosas. El sufrimiento es todavía mucho, pero la alegría será mayor si vosotros conseguís aceptar todo lo que Dios quiere. Dios ha llamado a vuestra hermana y la ha querido toda para sí y ha llamado a una sencilla y humilde criatura antes del nacimiento, que se ha convertido en su hijo predilecto, pequeño a los ojos de los hombres, pero grande a los ojos de Dios. De hecho, Dios lo ha ordenado obispo, le ha dado el episcopado y lo ha llamado Obispo de la Eucaristía. Todas estas personas que están a mi lado y que vuestra hermana ve, han sido salvadas por mis dos queridos hijitos. Están presentes también papas, obispos, sacerdotes y hermanas, pero los laicos son más numerosos; hay también niños, pero esos no tiene necesidad de vuestras oraciones, porque están en la gracia de Dios. Yo os querría llevar a todos vosotros en brazos de Dios.
Me ha sorprendido todo lo que habéis preparado por vuestro obispo: los ornamentos, las flores, los tapetes, es todo hermosísimo. Tenéis como basílica una tienda, pero esa está llena del amor de Dios y está llena de ángeles que dan vueltas alrededor y gozan de todo esto que habéis hecho con sacrificio y empeño aunque haya habido las acostumbradas nubecillas, pero es normal. El tiempo no es propicio: no hay sol. Pero el sol es Jesús Eucaristía, la luna soy yo, la Madre, que quiero vivir casi en el ocultamiento y las estrellas sois vosotros, mis queridos ángeles. Los niños son las criaturas más amadas del Corazón de Dios, ellos no sufren, sino que ríen, lloran y cantan. Mis queridos hijitos, vosotros dos habéis gozado, pero habéis sufrido también porque Dios os ha dado una misión que, humanamente hablando, es mucho más grande que vosotros, pequeñas criaturas, pero os ha dado también la fuerza y el amor de aceptarlo todo, aunque refunfuñen; a veces llega también el desánimo, pero vosotros levantad los ojos al cielo y decid siempre: Padre nuestro .
Marisella, se que me quieres encomendar a muchos enfermos; yo conozco a todas las personas que tienen necesidad de ayuda pero sobretodo de la ayuda de Jesús Eucaristía.
Hija mía, dulce ángel mío, ¡cuántas pruebas te ha dado Dios Omnipotente!. La pasión que estás sufriendo por las almas es fuerte, dura y difícil y aunque nosotros estemos a tu lado, el sufrimiento no cesa nunca. Jesús ha querido ponerte a prueba y tu has aceptado todo estupendamente, has sido verdaderamente la heroína del sufrimiento, la víctima de la Eucaristía, la víctima de amor por todos. Tu estás dispuesta a callar cuando alguno te reprende, pequeño o grande, estás dispuesta a aceptarlo todo, aunque a veces a los otros les parezca que no sea así, pero nosotros sabemos que es así, hija mía.
Ahora volvamos la mirada hacia nuestro santo obispo. Quizás os parecerá excesivo decir "santo obispo", pero hace tiempo os expliqué que los santos no son solamente los que son canonizados y por los que se gastan millones y millones, esos son también personas que viven en la Tierra, como vuestro obispo. No olvidéis que cuando él os habla y penetra en vuestros corazones, Jesús habla a través suyo, por esto tenéis que aceptar también las palabras que no os gustan. Sin embargo, algunos piensan que cuando el obispo habla con dulzura y os mima, habla Jesús, pero que cuando el obispo levanta la voz y tiene que hacerse respetar, no habla Jesús. Fuera el orgullo, fuera todo lo que os aleja de Dios. Jesús ha dicho: "Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón", vosotros tenéis que ser mansos y humildes de corazón.
Hago este llamado sobretodo, a los nuevos esposos y a todas las jóvenes parejas que han llegado a la meta del matrimonio. Recordad: el amor se acompaña del sacrificio, del sufrimiento y de la oración, pero permanece siempre el amor.
En nombre de todo el Paraíso, felicito al obispo, Monseñor Claudio Gatti. Muchos sacerdotes están celosos de esta llamada de Dios, pero tu ora por ellos y no te aflijas tanto, Dios no quiere esto. Mis queridos hijos, tampoco vosotros no os aflijáis y mirad siempre a lo alto y buscad siempre el amor.
Deseo hacer una felicitación también a la abuela Yolanda, que está siempre orando y sufriendo. Vosotros no podéis comprender cuanto está sufriendo la querida abuela Yolanda por el obispo, por sus hijos, por sus sobrinos y nietos y por la hija, que ha tratado de esconder el sufrimiento, pero al final la madre ha descubierto todo. Es tan hermoso tener una madre, una abuela así; vosotros sobrinos sois afortunado al tener una abuela así. Sin la abuela, sin Marisella, sin su ayuda de oración, sacrificio y ofrecimiento cotidiano, el obispo no sería capaz él sólo, pero está también Jesús en él y esto basta.
Mis queridos hijos, gracias por todo lo que habéis hecho por mi obispo y vuestro.
San José - Mi amada esposa, ya que el obispo me ama tanto, ¿puedo decir también yo algo?. Don Claudio, soy José y te deseo mucha felicidad. Gracias por el amor que sientes por mi y por todos nosotros.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias a todos los que estáis presentes. Junto a todos los ángeles y santos del Paraíso, a las almas salvadas de vuestros parientes y junto a Marisella, te bendigo Excelencia, y os bendigo a todos vosotros. Bendigo a los enfermos y a los que por varios motivos no han podido venir; bendigo también a los que se han alejado de este lugar taumatúrgico y sobretodo a los enfermos.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Excelencia Reverendísima, un beso para ti de parte de todo el Paraíso, de los niños a José, a los santos, a San Claudio. Adiós a todos.
Marisa - Adiós. Don Claudio se han ido. Ha bajado todo el paraíso.
Don Claudio - ¿Han cabido todos bajo el toldo?
Marisa - Sí, hay mucho sitio para ellos.
Roma, 10 de marzo de 2002 - h.10:45 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Esta fiesta tan grande continúa; es la fiesta del sacerdocio. El gran deseo de Jesús es: tener a todos los sacerdotes, a sus hijos predilectos, a mis hijos predilectos en este lugar taumatúrgico. No puedo olvidar la novena que habéis hecho para dar gracias a Dios por el sacerdocio y por todos los sacerdotes, desde el santo Padre al más pequeño y humilde. Os doy gracias por todo lo que habéis hecho y preparado para festejar a vuestro obispo, el gran obispo ordenado por Dios, el obispo de la Eucaristía, el obispo del amor a las almas.
¿Por qué Dios no podía ordenarlo obispo?. ¿Quiénes son estas personas que pretenden mandar a Dios?. Dios puede hacer lo que quiera y puede elegir a cualquier otra persona y ordenarla obispo; esto ha fastidiado mucho a la autoridad eclesiástica. El rechazo de aceptar a don Claudio como obispo por parte de la autoridad eclesiástica nos hace sufrir, no nos gusta. ¿Por qué no aceptan al obispo ordenado por Dios?. Vosotros sabéis que después de la ordenación episcopal ha ocurrido el milagro eucarístico en sus manos, durante la consagración. ¿Lo habría hecho Dios si no lo hubiese ordenado obispo?. Pero el hombre está siempre dispuesto a matar con la lengua. Recordad: se mata más con la lengua que con la espada. Han matado, han calumniado y difamado, por lo que hoy no encontráis aquí a los sacerdotes, a los religiosos, a las hermanas, ni a muchos laicos. En los primeros tiempos de las apariciones había traído una carta de Dios donde estaba escrito el decálogo del sacerdote y como se tiene que comportar. Un mandamiento decía que los celos llevan a la envidia y la envidia lleva a la calumnia y a difamar. Los celos pueden ser hermosos si son vividos con amor y sufrimiento, pero cuando llevan a la envidia a la calumnia, a la difamación, se vuelve un feo defecto. No quiero afligiros con estas exhortaciones maternas; ahora, mis queridos hijos, conocéis bien todas las cartas de Dios, pero me repito una vez más para hacer comprender a todos, grandes y pequeños, que cuando se desatan los celos y el orgullo, se vuelve todo más difícil.
¿Vosotros recordáis cuando vuestro sacerdote dijo que no quería el episcopado y lloraba?. No lo quería, pero no podía decir que no a Dios y le ha obedecido. A veces los superiores usan la obediencia con el chantaje, como han hecho con Don Claudio: "O haces esto o te suspendo. Si aceptas lo que te digo te hago obispo; si tiras aquel trozo de pan, lo tendrás todo". Tenía que tirar a mi Hijo Jesús Eucaristía que ha sangrado, porque para ellos era un trozo de pan, un fenómeno de feria, era fruto de la intervención diabólica.
Imaginad, mis queridos hijos, según ellos en este lugar taumatúrgico escogido por Dios, estaría el demonio; mientras ellos dicen que viven en gracia, pecan contra el Espíritu Santo.
Fuera la tristeza, pensemos en este segundo día de fiesta y en toda la novena que habéis hecho por nuestro y vuestro Obispo. Continuad orando por él y por los pocos sacerdotes que lo aman, lo estiman y tienen confianza y también por los que tienen miedo de decir: "Yo creo". La víctima del sufrimiento ha padecido la pasión por los sacerdotes. Ella, pobrecita, quería orar por los laicos, por los enfermos, para que las guerras terminen, pero Dios ha querido este sufrimiento también para la conversión de los sacerdotes. Los sacerdotes han estudiado teología, conocen bien la Escritura, sin embargo no aman a Jesús ni a las almas. Me gustaría que al menos la mitad de mis hijos predilectos se salvasen y por tanto os invito a orar por ellos. Eh ahí porque vuestro obispo quiere que el aniversario de su ordenación sacerdotal sea la fiesta del sacerdocio. Naturalmente, nosotros los del Paraíso y vosotros de la Tierra festejamos su fiesta.
San José - Mi querido obispo, soy tu José. Se me ha permitido decirte que das tanta alegría a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, por el amor que tienes y por el sufrimiento que ofreces. A veces es difícil hacer comprender a las personas lo que dices pero ellos saben que Jesús habla a través de ti. Me da alegría oír que me amas y yo desde lo alto del cielo, así como puedo, -porque también yo, como tú, me siento el último, aunque Dios me haya puesto alto después de Jesús y María - te ayudo.
Marisa - Pequeño, habla tu ahora. Está bien.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, buena santa Misa a todos. Felicitaciones al sacerdote que quiere concelebrar y que ha venido a dar su testimonio; Dios te bendiga siempre. Junto a todo el Paraíso, a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los que han tenido la fortaleza de decir: yo voy, porque quiero estar cerca del obispo, del sacerdote, de monseñor Claudio Gatti, para no dejarlo solo y para que pueda tener muchos amigos a su lado. Bendigo a los niños presentes, a los niños enfermos, los que no pueden venir porque no vienen los padres. Bendigo a la abuela Yolanda; ánimo, abuela Yolanda. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con el manto materno. Buena fiesta a todos, buena Santa Misa a todos. Participad en la Santa Misa con todo el amor y cuando recibáis a mi hijo Jesús en vuestro corazón, hablad con él y haced silencio, silencio dentro y fuera. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, pequeño. Se han ido todos, Don Claudio.
Roma, 14 de marzo de 2002 - h.8:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos habéis recitado las oraciones y ya que después habrá la Santa Misa y el encuentro bíblico, la Madre os comunica enseguida la carta de Dios.
Alguno de vosotros ha visto lo que está sufriendo vuestra hermana, pero ha subido a casa para ver, pensando en sí mismo, sin preocuparse además de lo que había ocurrido y hablando de otros argumentos; ¡cuánto se necesita trabajar aún!.
Apenas la Madre os dice que estáis mejorando y os da las gracias de lo que hacéis, alguno vuelve atrás, porque se le desata el orgullo, se siente bien situado o quiere, además, tomar el lugar del obispo y mandar. Estas personas hablan también a las espaldas del prójimo; por fortuna son poquísimos en comportarse así, pero aunque sean pocos hacen sufrir. Yo he pedido tantas veces respetar al obispo y a menudo os he dicho: "nadie en el mundo tiene un sacerdote como vuestro obispo". Cuántas enseñanzas os ha dado, cuántas exhortaciones, incluso fuertes, ha hecho, pero no obstante su firmeza, fortaleza y valor, algunos continúan faltándole al respeto.
No tenéis que amar al obispo y a la vidente sólo porque tienen dones particulares, sino porque el amor se ha de dar a todos. Algunos continúan sintiéndose bien situados y creen tener un sexto sentido en comprender a los otros; esos dicen que tratan de ayudar a la persona que está en dificultades, pero no se dan cuenta que solo hacen un acto de orgullo, pasando por encima del obispo y le faltan al respeto. El sábado y el domingo estaba muy contenta de cómo os habíais comportado, por vuestra manera de hacer, de trabajar, de estar unidos, incluso con alguna nubecilla dando vueltas y he tenido mucha alegría al decirlo, pero ¿qué ha pasado?. El obispo ha dicho una cosa y los adultos han hecho otra; el obispo ha dado órdenes concretas, pero ellos han hecho lo contrario.
Os dije que fuera de la comunidad hay una persona diabólica que continúa hablando mal, calumniando, difamando al obispo, a la vidente y a toda la comunidad. Me pregunto: ¿Qué habéis hecho para defender a la comunidad?. No habéis hecho nada y no hacéis nada más que hablar entre vosotros sin daros cuenta de que faltáis a la caridad, aunque no de manera grave. Cada vez tienen que ser reprendidas las mismas personas. ¿Vosotros que haríais en lugar del Obispo?.
Os hablo con mucha dulzura, pero también con mucha amargura, tal como os llevo un poco adelante y os doy un empujón, volvéis atrás. Basta de querer sobresalir, basta de ser primeras figuras, ¡basta!. El obispo y la vidente os dan buen ejemplo, ellos no se sienten nunca los primeros en nada, sino que siempre han estado a vuestro nivel. ¿Por qué sucede todo esto?. Si no releéis y no ponéis en práctica las cartas de Dios, ¿cómo podéis caminar por el camino de la Santidad?. Por fortuna poquísimas personas se comportan así, pero con la ayuda de Dios Omnipotente, vuestro obispo ha tenido siempre la fortaleza y el valor de mantenerse duro. Mis queridos hijos, recordad que si el obispo hubiese sido como tantos otros sacerdotes que dicen siempre que sí, incluso cuando tienen que decir que no, vosotros lo habríais destruido más de lo que ya está; esto no es bonito.
Hay alguien que está sufriendo muchísimo por la Iglesia, por los sacerdotes y también por la comunidad. Vosotros la habéis visto y creedeme, el sufrimiento es mucho y fuerte, aunque tiene la ayuda de Dios y es una mujer capaz de esconder perfectamente lo que está sufriendo. Ella sufre también por vosotros, por todos, porque os ama, pero vosotros ¿qué hacéis?. Tenéis que dejar de controlar a la vidente, dejarla vivir en paz; su vida es muy dura y difícil; también ella tiene necesidad de tranquilidad, de paz y serenidad. Si no podéis darle serenidad, al menos dejadla vivir en paz.
Mis queridos hijos, esta es una carta de Dios dulce y amarga al mismo tiempo, porque quien quiere, puede comprender lo que he dicho y puede cambiar, porque se puede cambiar. No podéis comprender el enorme sufrimiento que tienen mis dos queridos hijitos, porque no podéis y no tenéis que saber, pero yo os he pedido que oréis mucho por ellos.
Marisa - Está bien. ¿Puedo preguntarte cuándo acabará todo esto?. El acuerdo era que yo tenía que sufrir, pero los otros no tenían que ver.
Nuestra Señora - Ves, Marisella, yo tengo que hacer lo que Dios dice, yo tengo que obedecer y abandonarme a Dios, como tu tienes que obedecer y abandonarte a Dios. Si todos los hombres se abandonaran y obedecieran a Dios, todo sería fácil. No habría más guerras, ni las madres matarían a los niños, mientras hoy continúan abortando y tantas malas acciones. Sí, Marisella, IHS. ¡Ánimo!. Jesús es tu esposo y no dejará que te falte su ayuda. ¡Es duro, lo sé!. También yo he vivido los estigmas invisibles y sé que quiere decir. ¡Ánimo!. Ánimo, mis queridos hijos, tampoco vosotros no os dejéis decaer. Os repito una vez más: dad gracias a Dios siempre, cada día por tener un obispo como Don Claudio, que os ayuda siempre y está siempre dispuesto con todos. No habléis más a la espalda y no hagáis carreras a ver quién es más bravo al hablar; esto no es bonito. Espero que hayáis comprendido todo. Ánimo, Marisella, ánimo. Junto al obispo os bendigo a todos.
Roma, 17 de marzo de 2002 - h.10:35 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Desde hace tiempo deseaba encomendarte a todas las personas que se han confiado a mis oraciones, sobre todo los enfermos, porque les tengo mucho cariño.
Cuando vas a pedir algo por nosotros, ¿Él te escucha, te responde, te dice algo?.
Nuestra Señora - ¿No quieres saber otra cosa, Marisella?.
Marisa - No es por curiosidad, sino por saber.
Nuestra Señora - Yo pregunto todo a Dios, pero no espero su respuesta y me voy con los ángeles y los santos a cantar y a recitar salmos. Me gustaría que también vosotros os comportaseis así: cuando pidáis algo al Señor, aprended a hacer su voluntad y no esperéis la respuesta. Porque Dios sabe cuando dárosla y cuando es el tiempo oportuno.
Yo pido a vuestra hermana que ore y que sufra. Le son pedidos tantos sufrimientos y es muy duro, humanamente hablando, pero si Dios quiere esto, que se haga Su Voluntad.
Aprended a hacer la voluntad de Dios, aprended a obedecer y estaréis todos felices y contentos.
Quedan sólo dos días de la novena de mi amado esposo José, después el martes habrá gran fiesta. Tratad de poner todo el empeño que podáis para hacer una gran fiesta para mi amado esposo José, que no es amado por todos y es casi dejado en el olvido. Aunque en el evangelio no se ha narrado ni siquiera una palabra suya, él ha hecho grandes acciones en el silencio y en el ocultamiento, como mis dos hijos. No es necesario tocar campanas y que todos conozcan lo que estáis haciendo, Dios no quiere esto. Dios solo quiere el amor hacia todos y mayormente hacia quien sufre por la Iglesia, por los sacerdotes, por las almas consagradas, por los laicos, por tantos niños enfermos, por los que sufren en la guerra, por los padres que matan a los hijos y por los hijos que matan a los padres.
Cuanto más adelante vais, más difícil se vuelve el vivir sobre este planeta Tierra y a veces, como dice vuestra hermana, el deseo de escapar es fuerte; pero ya que Dios quiere que ella se quede sobre la Tierra para hacer el bien, ella permanece todavía aquí abajo. Esto tiene que valer también para vosotros, para todos. Haced el bien, amad también a los que no saben amar. Hay tantas almas que no saben amar y saben solo hablar del más y del menos, pero no hacen nada en concreto; amad también a aquellos, amad a todos.
Marisa - Yo quería preguntarte que tengo que decir a aquel sacerdote.
Nuestra Señora - Marisella, cuando los sacerdotes son buenos caen en la trampa tendida por las almas; cuando son malos, a ellos no les interesa nada de lo que sucede alrededor y obtienen la victoria. Aquel sacerdote no tiene que seguir aquel camino.
Marisa - ¿Y cómo lo hago para decírselo?.
Nuestra Señora - Ya pensará el obispo, no es tu trabajo hablar al sacerdote.
Marisa - Está bien, estoy contenta, no me desagrada retirarme en silencio. ¿Podrías calmarme un poco el dolor?. Todo el cuerpo está devorado por el sufrimiento, mi madre me mira y después está mal al verme sufrir.
Nuestra Señora - Ánimo, la cuaresma está terminando, hagamos la divina voluntad día a día y después veremos lo que Dios Padre decide. Entretanto abraza este día y mañana será otro día.
Marisa - No se que decir. Está bien, abracemos este día.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la Madre os da las gracias por vuestra presencia. El que ha empezado el camino espiritual que continúe haciéndolo; el que aún no se ha puesto en camino que empiece hoy. Esta vida espiritual es difícil para muchos hombres, pero es fácil para los que dicen: "Que se haga tu voluntad, oh Dios". Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Yo tengo que decir siempre que sí. Está bien, hablaré con el obispo. Adiós.
Roma, 19 de marzo de 2002 - h.6:30 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¡Oh, San José!. Es una gran alegría verte aquí entre nosotros. Tengo que decirte tantas cosas y encomendarte a tantas personas, pero tu ya sabes todo lo que cada uno de nosotros quiere pedirte. Tú, para nosotros, eres el hombre casto, eres el custodio de la Eucaristía.
San José - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy es mi fiesta. ¿Cuántos años tendría que tener si cada año festejáis a José?. Pero hablemos de santidad. ¿Qué es la santidad?. No es difícil ser santos, basta con abandonarse a Dios y esto yo lo he hecho desde los primeros años de mi vida.
Estoy contento de que Dios me haya dado la tarea de comunicaros cuantas almas más se han convertido. Pensad que el año pasado, el día 19 de marzo, eran solamente 90 y hoy hemos llegado a 3 mil millones 250 mil almas convertidas. Eso da mucha alegría a todo el Paraíso, y os la tiene que dar también a vosotros, que habéis orado y habéis hecho la novena, aunque haya habido estas santas nubecitas que no dejan nunca en paz a nadie. El demonio ha intentado hacer algo muy malvado: ha tratado de parar motores y empujar a hablar mal del obispo y de la vidente a personas que no están en gracia de Dios, a personas diabólicas, que piensan sólo en sí mismas. Ha habido obstáculos, pequeños y grandes, pero vosotros habéis continuado orando y viniendo al lugar taumatúrgico, y Dios enseguida os ha recompensado, convirtiendo otros 150 millones de personas; por tanto hemos llegado a una cuota de 3250 millones conversiones.
Ya se que tienes dificultad en pronunciar los números, Marisella, pero no te preocupes, no me preocupo ni siquiera yo.
Marisa - Tu no te preocupas, porque los sabes todo.
San José - Es una gran alegría, sobretodo, ver a vuestro obispo lleno de amor, aunque está chafado de tanto sufrimiento. Vosotros no podéis comprender hasta que punto sufre y ama. También yo he sufrido y he amado mucho, pero, cuando se ama, el sufrimiento se siente menos. Cuando uno ama llega a aceptar cualquier sacrificio, como hacer la vigilia, en la que sentís cansancio o sueño. Pero estáis aquí conmigo y juntos damos gloria a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.
No miréis los 3 mil millones, sino los 150 millones que hoy, Dios, me ha dicho que os comunicara. Continuad orando. Como dice mi amada esposa, sois pocos, pero Jesús prefiere pocos pero santos; pocos sacerdotes, pero santos; no es el número lo que cuenta, sino la santidad y vosotros queréis volveros santos. Dios me ha dicho : "José, ves tu con el obispo e infunde en él mucha fortaleza, coraje y amor, aunque no haya tanto que dar y vender a todos".
Orad, orad por todos, grandes y pequeños; por los hombres de la Iglesia, por los políticos, por los enfermos y los que están en la guerra; por los padres que no aman a los hijos, y por los hijos que no aman a los padres. Recordad: no se hace feliz a un hijo con el dinero, sino con el amor; se requiere mucho amor y mucha comprensión hacia el hijo. Igualmente el hijo tiene que comprender a los padres; tienen otra mentalidad, pero os aman. Al menos vosotros que estáis aquí presentes, que formáis parte de esta comunidad, amaos todos, porque Dios os quiere santos. Se que estáis cansados y afligidos y tenéis necesidad de descanso, por eso os dejo en el Corazón de Jesús, mi Hijo, de María, Madre de la Eucaristía, mi esposa.
Marisa - ¿Te vas así?
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre y os doy gracias por vuestra presencia. Mi amado esposo ha hablado para todos.
Junto a mi obispo y vuestro y a todo el paraíso os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados; bendigo a los niños presentes y a los que no lo están. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Bendigo al pequeño bichirrín Jacobo, que lo hace muy bien. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno, como hacía mi amado esposo cuando se levantaba tanta arena en el desierto y con su mando me cubría a mi y al pequeño Jesús.
Felicidades a todos los que se llaman José, felicidades a los enfermos y a los que hacen la voluntad de Dios. Felicidades a ti, padre espiritual de esta comunidad. Ánimo Marisella, la cuaresma todavía no ha terminado, pero como ves, nosotros te ayudamos, de otro modo no podrías. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Adiós pequeño. Adiós a todos.
Roma, 21 de marzo de 2002 - h.8:40 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Mis queridos hijos, soy vuestro Jesús. Hoy yo no tendría que estar en medio de vosotros, pero he venido porque os amo. Todavía hoy, después de dos mil años, soy perseguido, apuñalado, burlado, calumniado y difamado, como les sucede a mis dos queridos hijitos. Jesús no os abandonará nunca. Yo he venido a la Tierra por los enfermos, no por los sanos, porque esos no tienen necesidad del médico. ¡Cuántas personas están enfermas, porque han nacido y crecido en la mentira, en la calumnia, y en el difamación!. Cada día vuestra hermana tiene fuertísimos sufrimientos. ¿Por qué todavía alguno de vosotros la hace sufrir?. Ella vive en una cama sola, enferma, con sufrimientos atroces, pero algunos no lo comprenden, no tienen ni piedad, ni compasión y, si pueden, la contestan y la tratan mal. Gracias a Dios sólo dos o tres personas se comportan así. Pero ¿Por qué todo esto?. La Madre y yo hablamos siempre de amor, pero cuál es el amor que tenéis hacia el obispo y vuestra hermana?. ¿Por qué os justificáis siempre y decís mentiras?. La verdad es tan hermosa, la verdad da alegría, luz, lo da todo. Yo he venido para los enfermos, pero para aquellos que se quieren curar; en cambio para los que no quieren curar, yo me retiro, porque yo no puedo ayudarlos si no quieren ser ayudados. Esto vale para todos, grandes y pequeños: si un enfermo no quiere ser ayudado, el médico se retira; así también lo hace vuestro Jesús: si queréis ser ayudados yo me prodigo por vosotros y vuestro obispo os ayuda, pero si vosotros queréis sobresalir, id donde vuestro orgullo y vuestra soberbia puedan triunfar, porque este es un lugar santo y taumatúrgico, es un lugar elegido por Dios, aquí no hay primero, ni segundo ni tercero. Aquí estáis todos al mismo nivel; sólo vuestro obispo es superior a vosotros porque tiene que ayudaros, tiene que enseñaros y tiene que amaros y él os ama verdaderamente. Jesús os garantiza que vuestro obispo os ama y también la vidente os ama y ella está sufriendo muchísimo, porque no ha tenido amor de los que viven en casa y que ella llama hermanos y hermanas. Esos no han tenido piedad y compasión al ver aquel rostro ensangrentado, las manos, los pies y el costado ensangrentado, no les ha impresionado demasiado; ni se han emocionado, sino que la han hecho sufrir mucho, hasta hacerla llorar. Creedme, esto no es bonito, a Jesús no le gusta y no le gusta a Dios Padre, a Dios Espíritu Santo ni a la Madre de la Eucaristía. Me pregunto: ¿por qué vosotros que habéis recibido tanto de Dios, os comportáis así?. Perdonad mi osadía, pero yo no quiero en modo alguno que esta criatura tenga que sufrir también por culpa vuestra; ella ya sufre por la salud, pero no tiene que ocurrir que las personas la hagan sufrir voluntariamente, arremetiendo contra ella y tratándola mal. Quiero esperar que al menos en una de ellas no hay voluntad de hacerla sufrir. ¿Por qué no la dejáis en paz y no la dejáis gozar aquel tanto que Dios le permite junto al obispo, a sus queridos sobrinos, a su madre y al pequeño Enmanuel, que vive aquí con ellos?. ¿Por qué la madre tiene que verla siempre sufrir?. Hoy la gritado: "¡Basta, no hagáis sufrir más a mi hija!". ¿Por qué hay que llegar a esto?.
Marisa - ¿Me lo preguntas a mi?. Sinceramente yo no lo sé, pero si actuando de esta manera están contentos, dejémosles hacer.
Jesús - No, Marisella, yo no he enseñado esto, vuestro obispo no ha enseñado esto y la situación es más grave de lo que os podéis imaginar, sobretodo por lo que respecta a ti que se desatan los celos y la envidia.
Marisa - ¿Hacia mi?. ¿Tal como soy?. Entonces me dan pena.
Jesús - Mis queridos hijos, orad por cada uno de vosotros, amaos el uno al otro como yo os amo, como vuestro obispo os ama, como la vidente os ama. Yo no he dicho nunca antes que la vidente os ama y es la única vidente en el mundo que sabe sufrir y amar.
No quiero decir nada más porque tenéis que participar en la Santa Misa. Yo estaré de nuevo con vosotros durante la consagración, cuando el pan y el vino se conviertan en mi cuerpo y en mi sangre.
Ánimo, yo os digo esto solamente para ayudaros. ¿Con qué valor hacéis sufrir a una persona que ya tiene tantos sufrimientos sobrenaturales?. Por otra parte, vosotros os sentís ofendidos e inculpáis a los otros de ser la causa de todo: estáis de morros, no habláis o si habláis respondéis mal; esto no es bonito a los ojos de Dios. Me desagrada, la carta de Dios era diferente, pero en el último momento Dios ha dado esta carta y yo la he tomado de las manos de la Madre porque ella habría sufrido al leerla y le he dicho: "Madre no te preocupes, voy yo a llevar la carta".
Vosotros hacéis fiesta, hacéis regalos al obispo y a la vidente, hacéis ver que los amáis, pero ¿qué hacéis después a la espalda?. ¡Basta!, yo quiero llevaros al Paraíso y continúo viniendo aquí en medio de vosotros para llevaros al Paraíso. El Paraíso existe y existe también el infierno; vosotros no podéis imaginar cuantas almas están en el infierno por orgullo, soberbia y venganza. ¿Quizás queréis esto?.
Mis queridos hijos, Jesús os da las gracias sobretodo si ponéis en práctica cuanto os he dicho. Pedid perdón, pedid excusas a las personas que habéis hecho sufrir, pero la petición de perdón tiene que ser definitiva, no tenéis que pedir excusas cada día y confesaros: si lo hacéis así no habéis comprendido nada. Adiós, mi dulce esposa.
Marisa - Adiós, Jesús.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre y he venido para saludaros. Poned en práctica cuanto os ha dicho mi Hijo Jesús. Yo he sufrido mucho, mis dos hijitos han sufrido mucho y la abuela Yolanda sufre cuando ve a la hija sufrir. Marisella está también serena cuando llega la pasión y se abren los estigmas, porque sabe que esto sirve para salvar tantas almas, pero cuando criaturas de la tierra la hieren, la humillan y la maltratan, estos sufrimientos no son queridos por Dios. El obispo, que hoy estaba presente, sabe como han ido las cosas. Basta ya, poned en práctica cuanto mi Hijo Jesús ha dicho.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Te bendigo, abuela Yolanda; no sufras por tu hijita, ora por ella y ofrece al Señor. Bendigo a los niños, que en este momento están durmiendo. Bendigo sobretodo a los enfermos de espíritu y de cuerpo. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Se han ido
Roma, 24 de marzo de 2002 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Es hermoso ver a Jesús que entra en Jerusalén. Es una escena maravillosa, encantadora.
Nuestra Señora - Sí, Marisella, todo lo que ves es hermosísimo. Mis pobres hijos no ven nada, pero han comprendido perfectamente lo que ocurre aquí. Todas las personas, también las que no creen, continúan levantando las palmas y gritando : "Hosanna al hijo de David".
Es una gran fiesta, es un gran triunfo, pero en mi corazón sé que después de esto se acabará y habrá la muerte de mi Hijo Jesús, aquel que ha dado todo de sí mismo por los hombres, que ha hecho siempre grandes milagros y grandes curaciones; de hecho, después de un "Hosanna" tan espectacular, tan hermoso y fuerte, está el "Crucifícalo". Pero hoy exultemos, cantemos "Hosanna" a mi Hijo Jesús, a aquel que ama y continuará amando a los hombres, aunque éstos no sienten su amor; van a San Pedro y a otras iglesias, pero en su corazón no hay el verdadero motivo por el que se canta "Hosanna al hijo de David". Los sacerdotes no explican el verdadero significado a las personas que en este día frecuentan la iglesia, más que los otros días, que los otros domingos y que las otras fiestas. El domingo de Ramos cantan "Hosanna" sólo por cantar. Cuando vosotros cantéis "Hosanna", pensad en lo que decís, no tiene importancia tener una hermosa voz, pero sí pensar en las palabras. Cantad "Hosanna al hijo de David" con todo el corazón y con todo el amor que podáis. Los que no están en gracia, que no se acerquen a recibir a mi Hijo Jesús, porque cometen un pecado grave, un sacrilegio, antes tienen que hacer una confesión verdadera y, sobretodo, sincera; si no hacen una verdadera confesión es inútil que reciban a mi Hijo Jesús. Estáis siempre dispuestos a excusaros y a acusar, a decir mentira y falsedad, pero esto no viene de vosotros. Este hermoso camino que habéis hecho, continuad llevándolo adelante y cantad con todo el corazón y con todo el amor "Hosanna al hijo de David". Este "Hosanna" tiene que ser cantado siempre en vuestros corazones, cada día.
Cada día tiene que ser Pascua de Resurrección, cada día tiene que ser Navidad; no es necesario esperar las grandes fiestas para festejar y después todo acaba. Para vosotros cristianos, para vosotros que frecuentáis este lugar taumatúrgico, tiene que ser siempre fiesta, tenéis que estar siempre unidos a mi Hijo Jesús, a la Madre de la Eucaristía y a mi amado esposo José. Ánimo, la Madre está con vosotros. Os invito a orar por vuestra hermana que también ayer tarde y esta noche ha continuado sangrando y sufriendo la pasión, una pasión verdadera, cruenta y que duele mucho. Orad, para que tenga la fortaleza de soportarlo. Es difícil que se lamente, la veis a menudo sonreír, bromear y casi burlarse para esconder algo que le hace tanto daño. Así no se derrumba, no decae, quizás alguna lágrima ha corrido por su rostro, pero más por el sufrimiento que le dan los hombres que por aquellas fechas le da Jesús. Por tanto, tomad ejemplo de esta hermana vuestra. No le saquéis defectos, no es perfecta porque es una criatura como vosotros; la diferencia es que ella sufre la pasión de Jesús y vosotros no, por tanto, ayudadla con la oración y cada día cantad "Hosanna al hijo de David". Cada día tiene que ser Pascua de Resurrección, tiene que ser Navidad; no esperéis las grandes fiestas sólo para ir de vacaciones, para comer más y mejor. Mirad a vuestra hermana, pobrecita, no puede comer porque tiene que respetar las prescripciones médicas, y por eso no puede gozar ni siquiera de esto. Nosotros queríamos pedirle una semana de ayuno, siempre que su Obispo y director espiritual esté de acuerdo; un ayuno a pan y agua.
Marisa - No sé si seré capaz.
Nuestra Señora - Tu harás lo que te diga tu director espiritual, él manda en ti, tu no eres nada. ¿Tengo que repetirte que vales sólo en el momento en que hay la aparición y cuando sufres la pasión?. No todos pueden comprender y entender. El perfume que emanas de tu cuerpo y que todos pueden sentir es porque yo estoy dentro de ti, Jesús está dentro de ti. ¿Querrías hacer el ayuno para salvar otras cien mil almas?.
Marisa - ¿Cien mil?. Cien millones.
Nuestra Señora - ¿Qué haces, me chantajeas?.
Marisa - Estoy dispuesta a todo, pero tengo que oír al director espiritual, tendré que saber también qué opina el doctor.
Nuestra Señora - Está bien, nosotros te lo hemos dicho, lo importante es que tu obedezcas. La obediencia es una virtud muy hermosa, te da fortaleza y valor, por tanto obedece a quien es superior a ti.
Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Cuando el obispo entre, levantad los ramos de olivo y las palmas y cantad con mucha alegría "Hosanna al hijo de David".
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Bendigo a los enfermos que en este momento están en su cama, muchos niños y muchas personas ancianas; bendigo a los que han dejado esta tierra y sobretodo a sus parientes. Dios los acoja en su Reino. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Ha bendecido a todos.
Roma, 28 de marzo de 2002 (Carta de Dios)
Marisa - Has llegado triunfante y de fiesta. Todos los apóstoles están a Tu lado.
Jesús - Es el día de la institución de la Eucaristía y del orden, dos sacramentos muy grandes, hermosos, puros y castos por el que es puro y casto.
Mis queridos hijos, es vuestro Jesús el que os habla. Estoy contento de haber dado mi vida por todos, de haberos reabierto el paraíso. Hoy, jueves santo, he instituido la Eucaristía y el orden. Durante todo el año pasado y en este 2002, he tenido que pedir a algún alma que sufra conmigo la pasión, por esto se han salvado muchas almas, pero se han convertido pocos sacerdotes. Yo espero y quiero que den mucho más los sacerdotes: han recibido mucho y quiero que den el doble de cuanto han recibido. ¿Quién puede ser mejor que el maestro?. Nadie. Yo soy el Maestro, pero también soy vuestro siervo, soy aquél Jesús que ha lavado los pies a sus discípulos, soy aquél que ha redimido al mundo, soy aquél que ha dado la vida; después de la muerte hay la vida, la verdadera, la que gusta a todos los que creen y aman, sobretodo a Mi, Jesús Eucaristía.
Este es un día muy hermoso, pero no es comprendido por todos, porque no es explicado. Los sacerdotes se limitan a leer el evangelio, pero no dan explicaciones; el evangelio tiene que ser bien explicado, el sacerdote tiene que infundir en el hombre la palabra de Dios, pero esto no se hace, no hay tiempo y tienen mucho que hacer. Muchas parroquias tienen tantos sacerdotes, especialmente en estos días, porque hay también sacerdotes estudiantes que ya no van a la escuela y van a ayudar, sin embargo no tienen tiempo. ¿Cómo es que vuestro obispo encuentra el tiempo de prepararlo todo, de hacerlo todo, tratando de dar lo mejor?.
(Marisa vive la pasión)
Marisa - ¿Pero cuándo acabará, Señor, todo esto?. Me has prometido que acabará, mantén la palabra.
Jesús - Bebe, hija mía.
Marisa - Jesús, tu me has prometido que cuando acabe la cuaresma, acabará también la pasión.
Jesús - Sí, hija mía, hoy ha sido una jornada muy dura, muy difícil, pero tendrás que sufrir para ayudar a mis hijos predilectos. Yo, Jesús, te doy gracias, mi dilecta esposa, porque estás dispuesta a superar, a hablar, a dialogar, incluso teniendo el corazón traspasado por una espada; una espada que me ha traspasado a Mí, y te ha traspasado a ti.
Mis queridos hijos, vuestro Jesús os da las gracias por todo lo que habéis preparado, y si algo no sale bien, es porque no habéis podido. Los sacerdotes pueden dar más, pero no lo hacen, a menos que haya periodistas o la TV que los filme; vosotros haced todo lo que podáis hacer porque yo os he enseñado el amor. Mañana os espero y será una jornada de amor todavía más grande, la que yo tendré hacia vosotros y vosotros hacia Mi y después, al final, gozaremos todos, nos alegraremos todos.
¡Ánimo!. A ti, hija mía, mi dilecta esposa, gracias, has sido verdaderamente heroica soportando todo el sufrimiento.
Marisa - Se ha ido Jesús y todos los apóstoles.
Nuestra Señora - Después de las palabras de mi Hijo Jesús, la Madre, ¿qué puede decir frente a tanta grandeza, a tanta hermosura?. Puede, solamente, deciros: amaos como Jesús os ama.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños que están aquí presentes: Samuel, Jacobo y el pequeño Enmanuel que duerme y otros niños que en esta hora están reposando con los ángeles. Bendigo vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Ánimo, hija mía.
Marisa - ¿No me dices los millones?. ¿Los miles de millones?. Espera un momento, ¿Lo millones o los miles de millones?.
Don Claudio - Miles de millones y millones.
Marisa - Miles de millones y millones.
Nuestra Señora - Tu sabes que has salvado las almas.
Marisa - Sí, pero ¿a cuánto hemos llegado?.
Nuestra Señora - Te lo diré el domingo.
Marisa - Está bien.
Nuestra Señora - Adiós, hija mía.
Marisa - Acuérdate, me lo has prometido. No hagas eso de no venir porque tengas resfriado o gripe y mandes a Jesús que no lo dice, porque tu no eres así. Está bien. Adiós, adiós pequeño. Se han ido todos y han formado el cenáculo: Jesús con todos los apóstoles a su alrededor, pero no estaban sentados, sino repantigados. ¿se puede decir así?
Don Claudio - Sí, se puede decir también así.
Marisa - ¿Tu dices repantigados?
Don Claudio - No, yo digo recostados.
Roma, 30 de marzo de 2002 (Carta de Dios)
Jesús - Mis queridos hijos, soy vuestro Jesús. Todo lo que habéis hecho en estos días ha sido maravilloso, pero lo que me ha sorprendido y me ha traído en medio de vosotros ha sido el Vía Crucis: un Vía Crucis dulce, delicado, sentido.
No podía dejar de venir junto a mi Madre, a mi padre y a todos los ángeles y santos, ahora estoy aquí en medio de vosotros y mi Madre ha participado en la Santa Misa con vosotros, al lado de mi sacerdote predilecto, del obispo ordenado por Dios. Cuántas otras iglesias están en fiesta, pero en los fieles no hay aquella armonía y aquella dulzura que habéis demostrado con tanto sacrificio, corriendo de un lugar a otro, tratando de hacer lo mejor por mi Corazón, por vuestro Jesús, que os ama. He muerto en cruz, pero vivo por vosotros, en medio de vosotros. Felicidades a todos. Para los que no han comprendido la importancia de este lugar, ¡paciencia!. Yo estoy aquí. Gracias a todos por haber participado en estos tres días tan hermosos en las ceremonias litúrgicas, cuidadas con amor e inteligencia.
Marisa - Ahora los apóstoles están llevándose a Jesús.
Nuestra Señora - Me quedo yo, vuestra Madre. No os preocupéis, os mando a dormir pronto, os dejo solo mis felicitaciones de todo corazón. Os doy gracias por lo que habéis hecho por mi hijo, por vuestro Jesús. Todos cantan aleluya, aleluya, aleluya: Gloria a Dios en lo alto del cielo, Gloria a Jesús que ha amado tanto y que continúa amándoos. Felicidades a todos. Id junto a mi obispo y vuestro en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo, cantando en vuestro corazón aleluya al Dios resucitado, aleluya, aleluya.
Marisa - Podías haberme avisado que venías.
Nuestra Señora - Yo vengo cuando quiero y cuando Dios Padre me dice que vaya a hablaros. Ánimo, Marisella, por el momento, está a punto de terminar tu gran sufrimiento. Dios está alargando sus tiempos.
Marisa - Que se haga la voluntad de Dios. ¿Qué tengo que decir?
Nuestra Señora - Adiós, hija mía.
Marisa - Adiós. ¿Don Claudio no está?.
Don Claudio - Está, está.
Roma, 31 de marzo de 2002 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Hoy es la fiesta de la Resurrección. Que lo sea para todos. Danos un poco de serenidad y un poco de paz. Quiero encomendarte a todos los enfermos aquí presentes. Haz que sea una pascua de Resurrección también para nosotros. Gracias.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, aleluya, aleluya. Cristo ha resucitado y es fiesta para todos, pero sobretodo, tiene que ser una fiesta espiritual. Vosotros no sabéis que muchas personas no van a Misa y no vienen aquí porque tienen que preparar la comida, porque tienen huéspedes. Llevad a la Santa Misa a los huéspedes y preparad antes la comida.
También nosotros hemos celebrado la Resurrección, sobretodo uniéndonos a Cristo Resucitado. Durante la pasión, he visto a mi amado José, siempre a mi lado. Nadie sabía lo cerca que estaba yo de mi Hijo Jesús en el momento de su pasión. En la resurrección, la familia se ha reunido y los apóstoles han estado de nuevo con Jesús. Después Jesús ha vuelto al Padre, pero ha permanecido siempre con vosotros en la Eucaristía. Todas las veces os hablo de la Eucaristía y vuestro obispo os habla de la Eucaristía: amad la Eucaristía, amad a Jesús Eucaristía. Una vez más, quiero daros las gracias por como habéis preparado las ceremonias de la Semana Santa, por vuestra seriedad y esfuerzo. Imaginad si hubiesen estado presentes aquí más personas, ¿cuántas gracias habría dado Dios?. Pero los hombres quieren ir a los grandes lugares donde hay muchas personas y, aunque estén el último lugar y no vean, prefieren ir allí. Todavía no han comprendido que este lugar es taumatúrgico, que este lugar es santo. Gritad aleluya, cada vez, por que tiene que ser siempre aleluya. Ya os he dicho en un mensaje que no existe el día de Pascua o el del nacimiento de Jesús o de otras fiestas, porque cada día tiene que ser Pascua, cada día Navidad y cada día tenéis que gritar aleluya, aleluya, aleluya. Esto es lo que quiero de vosotros. No tiene importancia si sois pocos, vuestro obispo os habla; Jesús viene en medio de vosotros y yo estoy con vosotros. Ahora, Marisella, dame a la pequeña Elisa.
Marisa - Mira como duerme; si la despiertas, la culpa es tuya, no mía. Ésta será una nueva cristiana, dentro de poco será tuya también ella. Ayúdala y bendícela siempre, hazla crecer bien, buena, santa.
Nuestra Señora - Mirad, cada niño tiene que ser presentado en el templo, cada niño tiene que ser consagrado a Jesús y a María. Felicidades a todos, mis queridos hijos. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Marisa - Sí, éste es Enmanuel, canta y también él te habla.
Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo, aleluya, aleluya, aleluya.
Marisa - Adiós. Se ha ido. Había una escalera de ángeles y de santos.
Mensajes de Abril de 2002
Roma, 4 de abril de 2002 - h.8:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la Madre os dice gracias porque habéis venido a escuchar el encuentro bíblico y sobretodo a participar en la Santa Misa.
La carta de Dios contiene pocas palabras: oración, sacrificio y amor. Donde hay oración, sacrificio y amor está Dios. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Deseo, como desea vuestro obispo, que el sábado hagáis una jornada de oración por la paz en el mundo, para que terminen las guerras. No he dicho "la guerra" sino "las guerras", pues hay muchas. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Si la carta hubiese sido un poco más larga, para nosotros habría sido mejor.
Nuestra Señora - Tenéis que escuchar el encuentro bíblico y participar en la Santa Misa, así que id todos en paz. Adiós, Marisella.
Marisa - Ayúdame. Adiós, pequeño.
Roma, 6 de abril de 2002 - h.6:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Mi corazón está triste porque no todos responden a la llamada. Hoy, primer sábado de mes, había pedido que hicierais un día de oración por la paz. Lo sé, en los días bonitos las familias quieren salir, ir de paseo, pero el primer sábado es solamente una vez al mes y los otros no tenéis obligaciones, por lo que estáis libres. He pedido que oréis por la paz en el mundo y a vosotros os pido ahora que oréis por la paz en la comunidad y en las familias; que haya paz entre los padres e hijos, entre los hijos y padres y paz entre vosotros.
No hay paz sin amor y no hay amor sin oración, sacrificio y ayuno, para quien lo puede hacer. No estáis obligados, pero el que quiera ayudar al prójimo puede hacerlo. Cuando Nosotros pedimos oración por la paz, responden pocos, mientras que cuando se trata de ir a San Pedro porque el Papa ha pedido un día por la paz, todos corren, como si el Papa los viese uno a uno. Cuando se pide venir a orar por la paz a este lugar taumatúrgico, son pocos los que responden. El que trabaja y el que está fuera de Roma está excusado, pero el que está en Roma, incluso si vive lejos, tiene que venir. Hoy no es difícil desplazarse de un lugar a otro de la ciudad, mientras que lo es para el que viene de fuera de Italia. También yo viajaba mucho, y recorría los senderos, no tenía coche, a veces tenía un pequeño asnillo. Podéis imaginar qué fatiga era para nosotros recorrer 150 kms. Con el asnillo, en medio de las espinas, zarzas, rocas; pero siempre íbamos.
Cuando he pedido la paz para el mundo, os he dicho que estaba ligada a la paz entre vosotros, en la familia, en la comunidad donde tendría que haber fraternidad, amor, pero éstos faltan. Si alguno es reprendido, se siente con la conciencia tranquila y dice: "Yo no me siento como el que me está reprendiendo me describe, no me siento mala, yo soy buena", haciendo saltar el orgullo y la soberbia. ¿Quién es bueno? ¿Quién es santo? ¿Quién es maestro? Sólo Dios. ¿Cómo puedes tu, simple criatura, llamarte buena, y además, hacerte juzgar de los otros como una persona santa? La oración no consiste en arrodillarse con la cabeza inclinada y orar, sino en amar al hermano, especialmente al hermano que sufre, en obedecer, en aceptar las correcciones fraternas. Vosotros esperáis que las almas se conviertan, pero ¿os sentís convertidos, o por el contrario titubeáis todavía, haciendo saltar el orgullo y la soberbia, sintiéndoos siempre con la conciencia tranquila? Os habéis lamentado porque Dios no ha dicho cuantas almas se han convertido. Dios no os ha dicho "Os diré", ha dicho a la vidente "Te diré". Hoy, de hecho, la vidente sabe cuantas almas se han convertido, pero no tiene que hablar porque Dios se lo ha prohibido, hasta que vosotros, criaturas, no mostréis un fuerte reconocimiento a Dios. Habéis recibido mucho de Dios y de vuestro Obispo y habéis gozado de apariciones eucarísticas, las apariciones de la Madre de la Eucaristía, habéis visto con vuestros ojos muchos milagros, habéis visto a vuestra hermana derramar sangre por la paz y por las conversiones. ¿Quién sois vosotros para lamentaros porque Dios no ha hecho lo que ha dicho? Dios también puede revocar lo que dice. Y recordad bien, sobretodo el que conoce bien el italiano: no ha dicho "Os diré", ha dicho "Te diré".
Vuelvo a repetir: la vidente sabe y con ella sabe el que tiene que saber.
No os preocupéis por esto, preocuparos más bien de orar, de amar, de hacer sacrificios, de amaros entre vosotros. Habéis formado pequeños grupos, según los lugares de los que provienen de Roma. ¡No! Tenéis que amaros todos, grandes y pequeños; Junto a mi obispo y vuestro o bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
No hay mejor o peor, primero o último, para Dios sois todos iguales; el que puede avanzar un paso de mas hacia Dios es el Obispo, pero vosotros sois todos iguales. Ayudaos y amaos recíprocamente. Pedid la paz, porque si en el futuro la guerra sigue y se alarga serán vuestro hijos, vuestros sobrinos los que sufrirán. No penséis en otra cosa, pedid sólo la verdadera paz, primero que todo en familia, entre vosotros, en la comunidad; podrá parar también la guerra y evitar muchos muertos. Continúan muriendo muchos.
Por tanto Jesús y la Virgen dan las gracia a los que han respondido a la llamada para hacer un día de oración por la paz y tendrán en cuenta el sacrificio y las oraciones que habéis hecho.
Gracias por vuestra presencia. Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños. Te bendigo a ti, abuela Yolanda. El sufrimiento te está consumiendo, junto a tu hija. Os llevo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Perdónanos si no sabemos ser buenos como tu quieres, ayúdanos a serlo, porque nosotros tratamos de amar pero somos humanos. ¿Es verdad que nos ayudas a todos?
Nuestra Señora - Yo os ayudo, pero tenéis que poner en práctica cuanto dicen Jesús y la Virgencita.
Adiós Marisella, gracias por lo que haces por la Iglesia y por el mundo entero.
Marisa - Adiós.
Roma, 7 de abril de 2002 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hoy he venido para los que, con sacrifico y amor, han podido hacer la jornada de oración. Hablo delante de Jesús Eucaristía, que ha derramado sangre por segunda vez; vosotros sabéis que cuando sangra una hostia grande es a causa de la situación espiritual de los sacerdotes, en cambio cuando sangran las hostias pequeñas es por los laicos. La Madre os da también las gracias por la procesión eucarística que habéis hecho en silencio y con tanto amor.
Poco a poco estáis comprendiendo que se requiere poca cosa para hacerlo todo con amor. Como ya he dicho tantas veces para llegar al amor se requiere oración, sacrificios, florilegios y también el ayuno, para quien pueda hacerlo; así llegaréis al amor más grande y más hermoso, al amor de Dios. Dios es amor y os ama a todos, Dios os ha creado a su imagen y semejanza y desea muchísimo que sus sacerdotes predilectos y los laicos que se llaman comprometidos vayan por el camino recto.
Hace más de dos mil años que Jesús entró en Jerusalén triunfante y después fue puesto en la cruz. Hace dos mil años que dicen que aman y dan gloria a Jesús, participando en la Santa Misa por hábito y después, terminada la celebración, todo acaba y se pasa "del Hosanna al Crucifícale" y para poner a Jesús en cruz, para clavarlo en la cruz, basta solamente que vosotros no os comportéis bien y no améis al prójimo.
Vuestro obispo os ha dicho que hagáis tres días de oración para la preparación a la fiesta de la Madre de la Eucaristía, que tenía que ser el 25 de marzo, pero ha sido aplazada porque era durante la semana santa. El que pueda que venga y esté con Jesús. Ha sido dado un horario, pero el que quiera venir antes también puede orar cuanto quiera. Incluso si hay solamente una sola persona, la iglesia permanece abierta para todos y Jesús os espera a todos. Está también la Madre de la Eucaristía, cuyo vestido está manchado por la hostia que ha derramado sangre; aquella es la sangre de mi Hijo Jesús. El que quiera ir a al iglesia basta con que llame a la puerta y diga: "Yo quiero estar con Jesús y orar". Pero si os marcháis, tenéis que avisar, porque ninguna iglesia de Roma puede estar abierta sin una persona presente, porque pueden entrar personas que no quieren orar, que no aman a la Eucaristía y pueden entrar aquellos pobres muchachos desorientados, que buscan cualquier cosa para poder coger y después vender para comprarse, ya sabéis qué.
Mis queridos hijos, mi amado esposo José está aquí a mi lado: él es el custodio de la Eucaristía; título más hermoso y más grande no se podía dar. Orad y decid: "San José, custodio de la Eucaristía, ruega por nosotros"; ¡es tan hermoso!
En este lugar taumatúrgico no hay aglomeraciones de personas, no hay muchos sacerdotes, sino un solo sacerdote, un obispo, y pocas personas, aunque tendría que estar lleno de personas, que en cambio continúan yendo a lugares donde hay mucha gente, donde no se ora, donde no son controlados por el sacerdote. Aquí, a pesar de todo, el sacerdote controla al que quiere ser ayudado.
Mi pequeño rebaño, contentaos con este lugar taumatúrgico, porque aquí ganáis el Paraíso, si os comportáis como os enseña vuestro obispo, porque Jesús habla a través de él.
Deseo a todos, todo el bien, deseo a todos felicidad, alegría y que améis siempre, en cualquier parte. Marisella, aquí hay muchas almas salvadas, pero hoy tengo a mi lado, a tu don Enrico que te dijo: "Hijita mía, el sufrimiento para ti es grande, pero sigues adelante porque el que ama a Cristo tiene que sufrir".
Marisa - Hola, don Enrico, ¿te acuerdas de mi?
Nuestra Señora - Naturalmente, él se acuerda de ti y es él el que te ha animado a continuar este camino tan duro y lleno de sufrimientos y sacrificios. También están a mi lado todas las almas salvadas de vuestros parientes. No preguntéis más: "Mi madre, mi padre, mi hijo está aquí"? Aquí están todas las almas salvadas de vuestros parientes. Naturalmente, el sacerdote don Enrico está a mi lado, como lo están los otros sacerdotes; yo digo sacerdotes, pero quiero decir también papas y obispos. Hoy está don Enrico junto a mi porque hay personas que lo conocen bien.
Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Participad en la Santa Misa con todo el amor, recibid a mi Hijo Jesús en vuestro corazón y agradecedle que os haya llevado a este lugar taumatúrgico, escogido por Dios.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os llevo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 11 de abril de 2002 - h.8:45 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Tenéis una perla preciosa que ningún hombre de la Tierra posee: mis cabellos. El primero ha sido quemado por el demonio pero Dios no ha permitido que fueran quemados también los segundos. También el primero volverá y veréis un hermoso cabello que comprenderá el mío, el de mi amado esposo y el del pequeño Jesús, todos juntos.
Hoy es una gran fiesta para vosotros, pero también para Nosotros, que hemos querido festejar con vosotros a la Madre de la Eucaristía, la anunciación del Señor, el fiat de María, su sí. Decir sí a Dios es un regalo muy grande, hacer la voluntad de Dios os hace sentir fuertes y valientes al afrontar cualquier situación. Hacer la voluntad de Dios no es solamente una obligación para los sacerdotes y las religiosas, sino también para los laicos, para los jóvenes, para los que quieren casarse y afrontar un nuevo camino. A veces el camino puede ser también duro, podéis encontrar muchas piedras, muchas rocas y zarzas, pero si hacéis la voluntad de Dios tendréis también la fuerza de soportarlo todo. Yo he dicho sí y sabía qué sufrimiento iba a encontrar, pero he hecho la voluntad de Dios, que deseo hagáis también vosotros. Se que el sufrimiento todavía es fuerte y continúa y que hay quien sufre por un motivo y quien por otro. Hay quien avanza con fuerza y quien tiene miedo y se atrasa o huye. Alguno se ha retirado sólo porque le han dicho la verdad. Cuando la Madre dice la verdad, ¿por qué os retiráis? Vosotros sólo me creéis cuando os hablo de amor y os digo que os amo, que os comportáis bien y os doy gracias por todo lo que hacéis en ocasión de las grandes fiestas, pero si me permito hacer pequeñas exhortaciones, que yo llamo caricias maternas, ¿por qué alguno se retira? Ocurre también que no la tomáis conmigo, sino con el obispo. ¿Qué culpa tiene él? Dejadlo un poquito en paz;: esto vale para todos: grandes prelados, sacerdotes, hermanas y laicos; dejad vivir en paz a este obispo, a este hombre que con su valentía está llevando un fardo muy pesado sobre la espalda. También él ha dicho sí a Dios, como yo y mi amado esposo José. Hacer la voluntad de Dios no es siempre fácil, creedme. Pero en el fondo a vosotros, Dios ¿qué grandes sufrimientos os ha dado? Os ha dado pequeños sufrimientos, aceptadlos.
No tratéis siempre de triunfar. Podéis encontrar notables dificultades en el trabajo y en el estudio, pero recordad: mientras estéis en la Tierra encontraréis siempre algo de que lamentaros, porque los otros no son como vosotros, porque en ellos no hay limpieza interior. Entonces, ¿qué tenéis qué hacer? ¡Silencio! Si podéis ayudar, hacedlo, sino, silencio, dentro de vosotros, con los hombres, con todos. Pero hacer silencio no significa tener que callar por miedo. Cuando es necesario luchar, luchad; por lo demás vuestro obispo os da ejemplo; ¡qué coraje y fuerza tiene! Yo era fuerte porque tenía a José a un lado, pero él a ¿quién tiene? Os tiene a vosotros jóvenes, pero sois débiles. Tenéis que ser más fuertes y valientes y cuando sabéis que lo que decís es la voluntad de Dios, tenéis que hacerla sentir a todos, tenéis que gritarla. Si notáis que alguno se equivoca o habla mal, tenéis que defender la verdad.
Vosotros laicos no continuéis callando para vivir tranquilos. El verdadero cristiano hace silencio cuando las personas a corregir no forman parte de la comunidad, pero cuando forman parte de la comunidad, el verdadero cristiano debe actuar, debe hablar y defender la verdad.
Ánimo, hoy es fiesta grande; otras almas se han convertido y son muchas, pero no digo el número para impedir que os derrumbéis, porque hay muchas almas que están volviendo atrás y están cansadas de sufrir y luchar. Se han superado los 3 mil millones, de almas convertidas y otras almas continúan salvándose a través del sufrimiento, muy grande, de la que Dios ha llamado y de vuestro obispo; cada uno de vosotros, a su sufrimiento, añade lo que puede.
Os doy gracias porque durante un largo período oráis y hacéis adoración. Si todos los hombres respondiesen a esta llamada y comprendieran qué significa adorar a Dios y orar por la paz, no sólo para que las guerras acaben, sino también para que reine la paz en las familias, en las comunidades, entre los jóvenes, entre todos, entonces habría el gran triunfo.
Os invito, cosa que no decía desde hacía tiempo, a orar por el Santo Padre, que tiene la mente muy despierta, pero no tiene la fuerza de combatir contra los que tratan de hacerle hacer acciones que no quiere. Orad, para que haga la voluntad de Dios y recordad: decir que el Papa tiene que hacer la voluntad de Dios no significa hablar mal; quien ha pensado esto no es de buena fe. Hacer la voluntad de Dios significa también ayudar al prójimo, quienquiera que sea. Orad, hasta que el Papa haga la voluntad de Dios, en lo que se refiere a los hombres, a los sacerdotes, a vosotros, a todos. Hoy el Papa es Juan Pablo II y tenéis que orar por él, después Dios Sabrá. Gracias por vuestra presencia.
Vosotros tenéis un don precioso: mis cabellos, que nadie tiene. Muchos dicen que tienen esta o aquella reliquia de la Virgencita, pero no tienen ninguna, ésta es la primera y tenéis que estar felices y contentos porque habéis sido elegidos por Dios para tener mis cabellos, la única reliquia mía sobre la Tierra. Gracias, gracias a mi Dios, gracias a todos vosotros.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Marisa - Ha descendido una paloma y se ha colocado sobre los cabellos de Nuestra Señora. El Espíritu Santo desciende también sobre ti, Don Claudio.
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo. Felicitaciones y buena fiesta a todos. Participad en la Santa Misa con todo el amor que podáis, incluso si estáis cansados y el tiempo no es favorable; por otra parte es justo que llueva, en tanto lugares hay necesidad de agua. Dad gracias a Dios por todo: de la lluvia, del sol, de la luna y de las estrellas, de todo lo que ha creado. Una vez más gracias.
Marisa - Adiós. Se ha ido. Ha dicho que volverán sus otros cabellos, pero no sé cuándo.
Don Claudio - ¿Los otros?
Marisa - Sí, aquellos que quemó el demonio.
Roma, 14 de abril de 2002 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - No estás bien, hija mía, pero yo he venido igualmente para todos. Habéis orado, cantado y escuchado la catequesis del obispo. Si la Virgencita un hubiese sido mandado por Dios, tendría dificultad en comunicaros la carta de Dios. Después de todo lo que ha dicho vuestro obispo, ¿qué otra cosa he de añadir? Todo lo que ha dicho está escrito en la carta de Dios. Tendríais que estar felices y contentos, si no por otra cosa porque la mayor parte de vosotros tiene una salud discreta. Pensad en la que por un día que está bien y goza, hay muchos otros en los que, en cambio, está mal noche y día, día y noche, y sigue adelante así. De esta manera, trata de ofrecer todo por la paz en las familias, en toda la Tierra, pero es muy difícil que el mundo acepte esta paz tan deseada por hombres buenos, pero sobretodo deseada por Dios.
¡Cuánta paciencia tiene Dios, cuánta paciencia! Oh, sí Él tuviese que perder la paciencia como hacéis vosotros por tonterías, ¡cuántas personas se condenarían! Dios tiene paciencia y espera, porque quiere la conversión, especialmente de sus sacerdotes.
Yo, mirando la carta de Dios, puedo deciros solamente pocas cosas, pues ya han sido dichas y redichas y que ha repetido también vuestro obispo. ¡Oh si meditaseis lo que él ha dicho esta mañana y lo pusieseis en práctica! Esto es todo. Esta es la demostración de que Dios habla a través de él, Jesús está en él, que habla y ayuda a las personas que quieren ser ayudadas. Pero las que no quieren ser ayudadas que no vengan a estorbar, que se queden en casa. Tenéis que venir aquí para orar, hace años que repito esta frase. Aquí se viene sólo para orar, para cambiar y para llegar a ser santos.
Dios da pruebas, pero sabe a quién escoger. A vosotros os digo solamente paz, paz, paz; amor, amor, amor. Si no hay paz no hay amor. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Estás mal, Marisella, hija mía. Paciencia, mucha paciencia. Te vigilo siempre, adiós. Buena jornada a todos. Amaos, si podéis y orad por la paz.
Marisa - Adiós. ¿Entonces me ayudarás un poquito para no dar preocupaciones al obispo y a mi madre? No soy capaz ni siquiera de estar en pie, aquel poco que puedo estar. Perdóname si no he sabido aceptar hasta el fondo el sufrimiento, porque he llorado, pero no podía más. Perdóname si no soy capaz de soportarlo todo.
Nuestra Señora - Ánimo Marisella, Dios está contento de ti, muy contento.
Marisa - Don Claudio, yo ahora me tumbo un poco, porque no me siento capaz de estar sentada en la cama.
Roma, 18 de abril de 2002 - h.8:35 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. ¿Habéis aprendido a amar como os he enseñado? Veréis que poco a poco conseguiréis amar como Jesús y yo os amamos. Me gustaría mucho que la sacristía, que se encuentra al lado de la capillita, donde está Jesús Sacramentado, estuviese más ordenada. Si venís a turnos cada día ¿por qué no ponéis en orden también la sacristía? ¿Por qué la dejáis en desorden? Jesús está por todas partes, incluso en los rincones. ¿Por qué no lo ponéis en orden? Vosotros veis que vuestro obispo está solo y tiene que cuidar de dos personas ancianas y una enferma, mejor dicho, dos enfermas, que no pueden hacer nada, así que todo recae sobre sus espaldas. Vosotros, si queréis, podéis ayudarle.
Mis queridos hijos, Jesús ha resucitado, resucitad cada día junto a él. Cantad aleluya al Señor resucitado. También vosotros resucitaréis; el que se ha comportado bien, será feliz, estará sereno, lleno de alegría y cantará himnos a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.
Mis queridos hijos, ¡oh si pudieseis comprender cuánto os ama la Madre, cuánto quisiera que cada uno de vosotros se comportase bien y que os ayudaseis mutuamente! Ayudad al enfermo, al que está cansado y al que trabaja.
Os habéis dado cuenta que cuando reprendéis a una persona enseguida se ofende, se aleja e inventa excusas contra el obispo, contra la vidente y contra la comunidad.
Esto significa que esta persona no es nunca sincera y ha sido buena mientras no se le ha dicho nada. Así pues, cuando alguno os reprenda, aceptad y decid: "Gracias, hermano, gracias hermana, porque me has ayudado a crecer". Esto vale para todos, lo mismo para los jóvenes que los adultos.
Orad por la que, por un motivo u otro, continúa estando siempre en cama por el dolor; esperamos que el Señor diga: "Ve, hija, mía, ve a descansar, ya es hora"
Mis queridos hijos, os dejo. Participad en la Santa Misa con todo el amor, recibid a Jesús en vuestro corazón en gracia; después escuchad la palabra de Dios, que está tan bien dicha y explicada. ¿Os habéis dado cuenta que cuando el obispo os pregunta: "¿Tenéis algo que decir?", vosotros respondéis: "No", porque lo ha dicho todo? Os acordáis cuando os he dicho: "Después de hablar el obispo, ¿qué puede deciros la Madre?". Mirad, yo, humanamente hablando, cuando me encuentro en el planeta Tierra con vosotros, vivo la misma situación.
Mis queridos hijos, ánimo, orad, orad, porque Satanás ha empezado a fustigar con el ultimo golpe y continuará, pero no sobre vosotros, no os preocupéis.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, pequeño.
Roma, 21 de abril de 2002 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, mi alma magnifica al Señor y me gustaría mucho que vuestras almas magnificasen a Dios Omnipotente.
Hoy es una gran fiesta, porque una niña pequenísima entra en la comunidad de los cristianos. Vosotros que estáis presentes, sois todos madrinas y padrinos: orad por esta pequeña niña, por su mamá y por sus seres queridos.
Un deseo de felicidad parte del Cielo para esta niña, para que sea una verdadera y auténtica cristiana y creciendo continúe siendo honrada, buena y obediente, como el pequeño Jesús, que cuando jugaba, hablaba y cantaba, era un niño como todos los demás, pero cuando tenía que unirse en oración al Padre era el Mesías, el Salvador. Mis queridos hijos, ¿os cuesta orar por una niña que entra a formar parte de la comunidad cristiana?
Hoy la carta de Dios habla sólo de la pequeña Elisa: yo no quiero añadir noticias o hechos que puedan ensuciar esta pequeña flor, este lirio puro que vive en medio de vosotros; Elisa es un alma inocente y he pedido que oréis para que se mantenga siempre así. Ahora para ella es fácil ser pura, pero después, a medida que crezca, ya que la vida es cada vez más difícil, será tarea de la madre y vuestra ayudarla con la oración.
Dios bendiga a Elisa, todos los ángeles y santos del Paraíso bendigan a Elisa. Cuando reciba el Santo Bautismo, invocad al Espíritu Santo que descienda sobre ella y orad por ella.
Pequeño ángel del Paraíso, pequeña Elisa, todos nosotros te deseamos muchas felicidades. Deseamos a la madre que tenga ánimo y fuerza al afrontar la vida, que a veces es tan difícil y dura, pero por fortuna, están los parientes y amigos y también la comunidad que puede ayudar. Gracias por vuestra presencia.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, bendigo a la pequeña Elisa, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Oro por los niños, desde Jacobo al más pequeño; Elisa es su hermanita. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Mensajes de Mayo de 2002
Roma, 1º de mayo 2002 - h. 6:40 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Hija mía, ¿por qué lloras y no hablas? Yo soy tu esposo.
Marisa - Jesús, tengo tantas gracias que pedirte y me había preparado para decirlo a la Virgencita. Yo estoy dando mi vida por todos, pero hoy quiero encomendarte a una pareja de esposos, a la Sra. Ana y antes que nada a nuestro obispo. Tu sabes a quién me refiero y por quien quiero darme toda. Te doy gracias por los cuarenta días de pasión que me has hecho sufrir por la salvación de las almas y sobretodo por los que te he encomendado día y noche.
Quiero encomendarte también a la abuela Yolanda. Sería tan hermoso si tu me tomases por la salvación de los otros. Yo ya te lo he dado todo, tómame y haz vivir a los que te he encomendado; dales alegría, valor y fuerza.
Jesús - Marisella, el heroísmo es muy hermoso: hay personas que han sido heroicas y lo son a todas horas; aunque sufran, ellas luchan y lloran y el heroísmo está siempre presente en ellas.
Mis queridos hijos, he venido Yo, Jesús, a traeros la carta de Dios y quiero recomendaros que caminéis siempre adelante y no volváis atrás, como cada poco sucede, sea a los jóvenes sea a los adultos. Es mi gran deseo que me recibáis en vuestro corazón en gracia; hay quien habla a la espalda o dice falsedad y se acerca luego a la Eucaristía, pero yo no deseo esto. Cuántas veces mi Madre y vuestra ha dicho: "Recibid a mi Hijo Jesús en gracia!". Yo deseo que oréis y me recibáis en gracia y si tenéis algún pequeño sufrimiento, aceptadlo. Alrededor vuestro hay personas que sufren muchísimo; no hablo de vuestra hermana, porque ella ha dado su vida y yo la he cogido toda, por esto la considero mi esposa predilecta; Dios sabe a quien elegir. Vosotros la veis sonreír, hablar y bromear, pero en su corazón hay mucho sufrimiento; ella no sufre para sí, sino para los otros y sobretodo para sus seres queridos. A vosotros sólo os pido que oréis y me recibáis en gracia. No contéis mentiras, no vengáis aquí a traer mensajes que no provienen de la Madre de la Eucaristía. Dios ha querido esto y nadie puede decir nada que no sea de la Madre de la Eucaristía. Repito: nadie puede decir nada que no sea de la Madre de la Eucaristía. En ningún otro lugar del mundo, Nuestra Señora se aparece como Madre de la Eucaristía. Nadie posee algo hermoso y grande de la Madre de la Eucaristía: vosotros, sólo vosotros, tenéis sus cabellos y no hay reliquias de la Virgen en ninguna otra parte del mundo. y sin embargo, las personas no vienen a este lugar, esas no comprenden y no reflexionan. Habéis tenido muchos milagros, habéis tenido verdaderamente tanto de Dios, sin embargo, algunos no responden y no se presentan bien a los ojos de Dios. Procurad que este mes, dedicado a mi Madre y vuestra, sea un mes de oración por la victoria conseguida. La idea del obispo y de la vidente de celebrar el 29 de junio es grande y hermosa y es lo que esperaba y lo que quería. Cuando sea el momento, cuando el obispo esté mejor, os dirá cómo preparar la fiesta del 29 de junio. No os preocupéis, considerar la oración y la Santa Misa, el resto se os dirá después.
Deseo que todos podáis venir aquí cada día, aunque para alguno será difícil y requerirá un poco de sacrificio, pero si queréis, podéis llegar también al sacrificio, que no es un sacrificio cruento, sino un sacrificio de valor y de heroísmo.
Gracias. Ahora vuelvo al Padre.
Marisa - ¡Hela aquí! Menos mal que has venido. Esta tarde tenía tanta necesidad de ti.
Nuestra Señora - Marisella, he oído todo lo que has dicho.
Todos vosotros haced lo que mi Hijo Jesús ha dicho y respetadlo. Jesús ha dicho palabras sencillas, porque nosotros hablamos a vuestra hermana con mucha sencillez, no utilizamos grandes palabras, como hacen, en cambio, los grandes teólogos; hablar con grandes palabras no hace entender nada, por eso nosotros hablamos con sencillez. Gracias por vuestra presencia.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os llevo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Buen mes de mayo a todos. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Vale, ya no lloro más. Adiós. Gracias.
Se ha ido. Primero ha venido Jesús, luego la Virgencita.
Don Claudio - ¿Y San José?
Marisa - Estaba presente, pero no ha hablado. Tenemos que hacer la estatua de San José y colocarla donde ahora está la de la Virgen.
Roma, 2 de mayo de 2002 - h. 8:40 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¡San José! El obispo estará contento que hayas venido tu.
San José - Ayer vino mi Hijo Jesús: Él es Dios y yo soy un humilde siervo de Dios. He venido a traeros su carta que os invita a releer todos los mensajes que habéis recibido hasta ahora para que podáis comprenderlos mejor. Dios quiere que releáis los mensajes, lentamente, sin prisa. Leed uno al día, no requiere mucho tiempo. Algunos son largos, pero son mensajes de Dios; Dios os habla, no una persona cualquiera o un santo, por tanto, volved a leer los mensajes y ponedlos en práctica.
Que este mes, dedicado a mi amada esposa, sea un mes lleno de amor, esperanza y caridad hacia el prójimo, hacia los que sufren, los enfermos, los drogadictos, los presos, los alcoholizados. Hay mucha guerra, no solo en los países extranjeros, sino también aquí, en Italia, porque los hombres continúan matando con mucha facilidad. ¿Qué pide Dios? Oración y sacrificio. Si alguno puede hacer el ayuno, que lo haga; vosotros tenéis que saber si podéis hacerlo, pero no digáis: "Hoy he hecho el ayuno, estoy cansado, tengo dolor de estómago y dolor de cabeza". El ayuno sirve también para sentir algún dolorcillo de estómago y de cabeza. Pensad cuanto bien podéis hacer.
Ánimo, hijitos míos, sois pocos y cada uno de vosotros tiene que hacer por cien, por mil personas, así que tenéis mucho que hacer. Como bien sabéis, Dios se dirige a vosotros porque cuenta con vosotros. A veces estáis embobados y cansados, no comprendéis bien lo que se os dice, estáis distraídos, pero Dios no se ofende por esto. Pero, os ruego, la precisión, la delicadeza, la amabilidad, el silencio, especialmente durante la Santa Misa y también en los preparativos. Tenéis que comprender que todo lo que dice el obispo y todas las correcciones que os hace son para vuestro bien.
Ayer pasó Jesús y los sacerdotes presentes no se arrodillaron, mientras vosotros, los laicos, os arrodillasteis. En todas las iglesias, cuando llevan la Eucaristía, los sacerdotes no se arrodillan.
El obispo os habla para educaros y para hacer que en el futuro, cuando vuestro obispo podréis hacer lo que os ha enseñado. Entonces podréis decir: "Tenía razón al enseñarnos como teníamos que comportarnos en cada situación".
El mes de mayo está dedicado a María, Madre de la Eucaristía. Mi amada esposa, ha vivido en el silencio y en la pobreza, de hecho, nosotros éramos pobres, sin embargo, hemos seguido adelante hasta que la muerte nos ha llevado, primero a mi, después a Jesús y por último a María. Esta vida es un paso, casi diría que una peregrinación, antes de ir a gozar de Dios en la otra vida. Todos tienen que morir y después, acabada la peregrinación, el que la ha hecho con amor, devoción, caridad y en silencio, entrará en el Paraíso. Entonces ya no será una peregrinación, sino una vida de amor, amor, amor.
Felicidades a ti, Marisella.
Marisa - ¿Ahora te vas y viene la Madre, cómo hizo Jesús ayer tarde?
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, yo he venido solamente para dar mi saludo, mi abrazo y mi beso a cada uno de vosotros. Gracias porque estáis aquí presentes; a alguno le ha costado sacrificio llegar hasta aquí, pero ¿con quién nos vamos a enfadar si Dios ha elegido este lugar taumatúrgico? Se requerirían muchas casas cercanas a este lugar, pero quizás, Dios puede hacer también esto.
Marisa - Entretanto, que Él nos haga hacer lo que ha dicho, luego ya pensaremos en las casas.
Nuestra Señora - Tú, Marisella, siempre tienes que hablar, ¿verdad?
Marisa - Sí, pero menos que el obispo, él habla más que yo. Y también su vice habla.
Nuestra Señora - Ahora, después que mi amado esposo ha hablado, cuando habéis terminado vuestras oraciones, dirijamos juntos los ojos a Dios y digamos: Padre Nuestro
Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Participad con todo el corazón en la Santa Misa y en el encuentro bíblico.
Junto a mi amado obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Se han ido todos.
Roma, 3 de mayo de 2002 - h. 6:40 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Hoy es el primer viernes del mes, ¿por eso has venido tu? Aprovecho para encomendarte a todos los enfermos, a los jóvenes esposos que no pueden tener hijos, pero lo desean tanto, lo que tienen que afrontar una operación quirúrgica, los enfermos de espíritu y, como siempre, a todos nosotros presentes, que somos pocos, pero te amamos. Protégenos también a nosotros que hemos venido aquí a pedir tu ayuda y después ve ante Dios y dile: "Mi Todo, estos hijos tuyos de ahí abajo tienen necesidad de tu ayuda".
Nuestra Señora - Está bien, Marisella, obedezco. Mis queridos hijos, cuando la aparición termina yo voy siempre con Dios Padre, pero estoy aquí presente también durante la S. Misa, al lado de vuestro obispo, que a veces sostengo, porque no está bien y tiene un peso muy grande en sus espaldas. Para un pequeño obispo, humilde y sencillo no es fácil llevar este peso y vosotros sois pocos para ayudarlo. Como dijo ayer mi amado esposo José, no tenéis que orar por una persona, sino por diez, cien, mil, según la necesidad.
Yo voy al Padre y pido cada día por vosotros, por todas las personas que tienen necesidad y pido que las guerras terminen, porque desgraciadamente éstas alejan lo que vosotros estáis esperando. Habéis conseguido la victoria espiritual, aquella es vuestra, ninguno puede quitarosla y también yo estoy a la espera, como vosotros de la fiesta del 29 de junio. Como una niña espero aquel día, porque si realizáis lo que tenéis en mente, nos daréis una gran alegría a Nosotros los del Paraíso. Aquel día todos Nosotros los del Paraíso estaremos con vosotros, aunque no nos veáis. Vosotros veréis sólo una sencilla y humilde basílica, pero nosotros veremos una gran vaguada, un lugar infinito, donde no habrá ni principio ni fin, porqué todos, los ángeles, los santos y las almas salvadas, estaremos con vosotros el 29 de junio.
Yo pido siempre a Dios lo que os ha prometido: verme, pero todavía no hay las condiciones y los tiempos de Dios son diferentes de los tiempos de la Tierra. Habéis tenido mucha paciencia, ahora procurad tener todavía y perdonarnos si no os damos enseguida lo que queréis. Ciertamente Dios puede hacer enseguida lo que quiere, pero Él quiere salvar a otras almas: no puede aceptar que su Hijo Jesús haya fallado y haya muerto en vano y no puede aceptar que su Iglesia, después de dos mil años, esté en estas tristes condiciones. Por esto Dios os pide a vosotros que tengáis paciencia, oréis y sufráis; no lo pide a los grandes hombres, a los grandes políticos y a los poderosos, sino a vosotros. Cuando nació Jesús no estaban presentes los poderosos, sino los pastores, hombres sencillos. Por esto Dios ha puesto su mirada sobre vosotros y espera de vosotros la respuesta. Obedeced a Dios y no lo traicionéis nunca; obedeced a vuestro obispo, no lo traicionéis, no lo apuñaléis por la espalda, porque tantas y tantas personas están ya pensando cómo destruir este lugar taumatúrgico. Desde el año 1994 han empezado a destruirlo, pero hoy habéis llegado al 2002 y estáis aquí. No todas las personas que han pasado por este lugar están presentes, porque conducir la vida espiritual como enseña Dios es difícil y han preferido alejarse. Desgraciadamente no todos lo han hecho en silencio, pero han inculpado al obispo y a la vidente, buscando tantas excusas para justificar su alejamiento. Si uno no quiere volver más no es cogido del cuello, si decidís marchar, no habléis mal. Desgraciadamente ha sucedido esto: los sacerdotes que han venido se han lamentado que había demasiada oración. ¿Vosotros pensáis que aquí haya demasiada oración? La adoración eucarística, el encuentro bíblico, la Santa Misa, ¿pueden alejar a una hermana, a un sacerdote o a un laico? Si ellos no quieren hacer ni siquiera esto, ¿qué dan a Dios? A vosotros, Dios os pide más porque os ha dado más y vosotros sabéis que cuanto más se recibe, más se tiene que dar.
Mis queridos hijos, yo estoy siempre con vosotros y no os traicionaré nunca, ni os dejaré nunca; tampoco el obispo os traicionará y no os dejará nunca y ni tampoco la vidente, pobrecita, os dejará nunca, porque le gusta mucho estar con vosotros. Esta tarde ella estaba preocupada porque no había bastantes chicos para bajarla; estaban presentes sólo dos, pero después, finalmente, llegó el tercero; todos se han cansado, pero ella quería bajar para escuchar la S. Misa y estar con vosotros.
Mis queridos hijos, la Madre os agradece vuestra presencia. Lástima que no todos responden.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós pequeño, adiós amor. Se han ido todos.
Roma, 4 de mayo de 2002 - h. 6:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.
Hoy es el primer sábado del mes; las apariciones han empezado con el primer sábado de mes. Cuánta gente ha pasado desde aquel día, cuantos han venido a pedir gracias y cuantas han recibido, muchas personas han sido curadas, pero desgraciadamente, después que han recibido lo que querían han desaparecido porque querían mandar aquí, querían ocuparse de todo. Cada uno de ellos decía que Jesús, el Espíritu Santo y yo, hablábamos a través de ellos y cuando se sabía la verdad, desaparecían, no se dejaban ver más. Vosotros estáis aquí desde hace años, al menos algunos de vosotros y no habéis dicho nunca nada, por que no teníais que decir nada.
Recordad que cuando las personas tienen dones de Dios, no hablan, no dicen nada, si se conocen es porque Dios lo quiere. Para este primer sábado de mes de mayo, pensaba ver la basílica llena, en cambio, a medida que se acercaban las fiestas y el calor, primero es la diversión y luego Dios. Es justo que haya diversión y uno vaya a tomar un poco de aire, es justo tomarse un día de descanso cada tanto, como he dicho a menudo a vuestro obispo, pero él no es capaz, no tiene tiempo porqué está solo.
La sana diversión es bonita, pero poned a Dios en primer lugar, no en el segundo, en el tercero o en el último.
Mis queridos hijos, os invito a hablar con humildad y con sencillez; mirad a vuestra hermana cuando se queda a hablar con vosotros; es de una sencillez hermosísima y bromea, ríe, hace chistes, pero en primer lugar está Dios.
Mis queridos hijos, ya que el pequeño Samuel no está presente, felicitamos al primito, el pequeño Enmanuel. Hoy cumple apenas dos años; démosle la alegría de felicitarlo, después mañana, si Dios quiere que esté presente, lo felicitaremos de nuevo.
Las felicitaciones son también para todos vosotros que estáis aquí presentes, felicitaciones sobretodo de santidad, como repito a menudo, felicitaciones de amor y de caridad a todos: grandes y pequeños. Aprended a permanecer en el silencio de vuestros corazones, en aquellos momentos en los que oráis, no dejéis entrar a nadie en él, sólo Jesús, la Madre de la Eucaristía, san José y vosotros.
Ayer tarde Marisella os dijo que alguna vez, cuando yo aparezco ella también os ve a vosotros; os lo dijo ayer porque se dio cuenta que el día antes faltaba una persona que, en cambio, estaba presente el día después. Esa se ha preguntado si tenía que morir, pero vuestra hermana, os ve porque estáis en gracia, porque tratáis de vivir en gracia, por esto os quiero alrededor y cerca de mi. Naturalmente, tengo santos, tengo a mi lado a mi amado esposo José, quédate tranquilo Excelencia, él está siempre presente, incluso cuando no lo digo, porque no puedo decir cada tarde que están los ángeles, los santos, las almas salvadas y todos vosotros aquí presentes. Hay alguno muy pequeño que da gloria a Dios; cuando estáis en casa orad, cantad, alegraos y trabajad, de este modo ponéis a Dios en primer lugar.
Mis felicitaciones van también a la bisabuela del pequeño Samuel. Se que sufres mucho, abuela Yolanda, pero Dios te ha elegido y las personas tienen que orar, para que tu tengas la fuerza de aceptar y soportarlo todo. Adiós, abuela Yolanda, la Madre te está siempre cercana, como está cercana de tu adorada hija, del obispo y de todos los que sufren.
Querría deciros muchas cosas, pero luego se hace tarde y tenéis que preparar la cena para vuestros maridos y para los hijos.
También yo preparaba la cena, pero no teníamos problemas de horario, porque no teníamos reloj: comíamos cuando era la hora, pero no había un horario; hoy, en cambio si lo hay y se respeta para no crear problemas en familia.
Hablad con Jesús cuando lo recibáis en vuestro corazón y, como ya os he dicho otras veces, decidle: "Jesús Eucaristía te amo, te amo mucho", solo esto, esto no lleva mucho tiempo.
Gracias sobretodo por vuestra presencia.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, también a San José y a todos los demás.
Don Claudio, San José está siempre, no te has de preocupar, no puede decírtelo todas las tardes.
Don Claudio - Pero si no estoy preocupado.
Marisa - Él está siempre
Don Claudio - Ya lo sé.
Marisa - ¿Lo sabes? ¿Lo has visto? Por tanto lo has visto aquí alguna una vez.
Roma, 5 de mayo de 2002 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Me he asustado un poco porque esta vez te has retrasado en venir.
Nuestra Señora - No, estaba presente y observaba vuestros rostros. Es hermoso observar los rostros de las personas en gracia de Dios, también yo deseo tanto que viváis siempre en gracia de Dios.
Hoy dos jóvenes pronuncian el compromiso de vivir según el Evangelio, antes de llegar al matrimonio. La Madre os invita a orar por estos dos hijitos, para que sean siempre obedientes, sencillos y humildes. Tenéis que orar por ellos, podrían ser vuestros hijos.
Hoy para nosotros los del cielo es fiesta grande, porque un nuevo santo, no un santo de altar, ha entrado en el paraíso. Ya os he explicado una vez que no es santo sólo el que es declarado como tal por el Papa, sino también el que no es declarado santo por la Iglesia, a veces por falta de dinero, pero ha hecho siempre la voluntad de Dios; para ser santo se requieren muchos estudios y dinero.
Dios me ha dicho: "Llámame a aquel santo y tráemelo arriba", para nosotros en el Paraíso ha sido una gran alegría.
Si la traducción de vuestra hermana no es exacta, es tarea del obispo volverla exacta. A veces la Madre no se da cuenta del tiempo que pasa y hace como vuestro obispo que habla mucho y tendría tanto que decir aún, pero después cuando mira el reloj dice: "Es tarde, basta, hemos de terminar". También yo tengo tantas cosas que decir, pero tengo que hacer las cuentas con vuestro tiempo y debo pararme. No puedo deciros quién ha llamado Dios, pero es uno de vuestra comunidad, tendríais que ser felices y alegraros como nosotros, pero vosotros no sabéis alegraros. Cuando he hablado de noventa millones de almas convertidas y cuando he hablado de tres mil millones, para vosotros ha sido lo mismo, no he visto alegría, no he visto entusiasmo en vuestros corazones. Pero ¿os dais cuenta, mis queridos hijos, que un alma de vuestro grupo ha subido al Paraíso? Tenéis que comprender, pues, que no es tan difícil ir al Paraíso, es suficiente hacer la voluntad de Dios, obedecer a los superiores, a los inferiores, a los iguales y como ya os he dicho, estáis en la cruz. Todos tenéis la posibilidad de ir al Paraíso donde veréis cosas maravillosas, veréis solamente amor, allí cantaréis cada día himnos de alegría, himnos de júbilo, delante de Dios y veréis al Padre; ésta es la alegría.
Es importante la diferencia entre noventa millones y tres mil. A veces me pregunto porque tengo que deciros el número de las almas convertidas, humanamente hablando tendría que callar, de todos modos no hace ningún efecto, pero es mi deber decirlo todo.
Orad por vuestros sacerdotes, han recibido la carta, muy hermosa y comprensiva, pero no responden. El Sr. Ruini ha dado esta orden: "No respondáis, dejadlos decir, dejadlos hacer"; sólo alguno ha respondido, pero de un modo no agradable. En ellos estallan los celos y dicen: "¿Quién es este sacerdote ordenado obispo por Dios?". Es un sencillo sacerdote que sabe amar, que ama a la almas y que busca siempre lo mejor para llegar a Dios. Este es vuestro obispo: un sacerdote muy sencillo y muy humilde que quiere lo mejor y la perfección en todo. Si alguna vez levanta la voz, porque no es perfecto en todo, aceptadlo, lo hace por vuestro bien.
Hoy tratad de no equivocaros, jovencitos, y no durmáis, despertaos de este largo sueño, mis queridos hijos y orad a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo. Mis felicitaciones son para el pequeño Samuel y para sus padres. Querría añadir también a los abuelos, a los bisabuelos, a los tíos y a los tíos abuelos, la Madre desea la felicidad a toda la comunidad por este niño. Orad por estos niños, para que crezcan bien. gracias.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Está bien, gracias. Se han ido.
Roma, 6 de mayo de 2002 - h. 6:40 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¿Has venido con el Niño Jesús?
Nuestra Señora - Sí, porque hoy quiero bendecir a todos los niños, especialmente a los enfermos. Ahora el pequeño Jesús está bendiciendo con su manita.
A veces vengo a este lugar a regañadientes, porque las personas no responden a la llamada. Si responden pocos para el mes dedicado a mi, ¿cuántos responderán después para el mes de mi Hijo Jesús, cuando haga más calor y vayáis de un lado a otro? Pero Dios me ha dicho: "Ve lo mismo, María, aunque estuviesen presentes solamente el obispo y la vidente". Heme aquí con el pequeño Jesús, que con la manita y abriendo tres deditos bendice a todos los niños. Con el pequeño Jesús y la vidente recorro los hospitales para ayudar a los enfermos, para darles ánimo y fortaleza.
Mis queridos hijos, os doy gracias por estar aquí presentes. Siempre sois las mismas personas y, como ya os he dicho, Dios tendrá que haceros un regalo, porque lo merecéis. Es muy difícil para el obispo tener que dejar todo el trabajo espiritual que está haciendo para bajar en medio de vosotros, cuando podría perfectamente continuar hasta tarde, pero es su deber estar aquí; humanamente hablando parece que casi descuide su trabajo para estar entre vosotros, pero no es así, no descuida las almas, no descuida a nadie. Espero tanto que vengáis por mi Hijo Jesús y por la Madre de la Eucaristía y no por dar gusto al obispo o a la vidente; venid por nosotros, por vosotros mismos, para pedir gracias.
Mis queridos hijos, si aquí en lugar de milagros eucarísticos hubiese habido una lacrimación o hubiese sangrado una estatua, muchas personas habrían venido. Parece que el lugar taumatúrgico sea escondido y que no sea conocido por nadie, sin embargo todo el mundo lo conoce, pero pocos vienen aquí, donde no hay un Padre Pío que llora o sangra, sino que está la Eucaristía que ha sangrado; esto, el hombre no lo comprende. ¿Quién ha explicado quién es la Eucaristía y su importancia, el motivo por el que ha sangrado y por qué es necesario recibirla? Esto, muchos hombres no lo saben, para ellos es difícil quien es esta Eucaristía que sangra. ¿Como explicarles que es el cuerpo y la sangre de Jesús, de mi Hijo? Corren a los lugares donde no hay nada, donde los hijos me han visto, o sólo donde hay una Virgencita que ha sangrado, sin saber cómo ni por qué. En estos lugares llega muchísimo dinero para fabricar casas, villas, una iglesia más grande y se sale de tono; aquí, en cambio, no hay nada, sólo está Dios y esta basílica muy humilde, pero muy hermosa a nuestros ojos y espero que también a los vuestros.
Orad mucho, para que el hombre llegue a comprender quién es Jesús Eucaristía. Pensad en cuantos sacrificios hacéis por encontrar trabajo y para trabajar, para levantaros pronto y correr al trabajo o a la escuela o para preparar la comida a vuestros hijos. Hacéis todo de prisa, con premura y con ansia; si los hombres hicieran lo mismo también por mi Hijo Jesús, hablo por todos, no sólo por vosotros, entonces sería todo hermoso y lleno de felicidad y habría paz y ya no más guerras.
Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Como los sacerdotes tienen que ser pocos, pero santos, también vosotros sed santos, que pocos ya lo sois.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno, junto al Niño Jesús. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Buena participación en la santa Misa, orad también por los que no han venido.
Adiós a todos y felicidades.
Marisa - Adiós, adiós pequeño. Somos pocos.
Don Claudio - ¿Te parecen pocos? Están aquí el Niño Jesús, la Virgen, San José, los ángeles y los Santos. Somos muchos.
Roma, 7 de mayo de 2002 - h. 6:40 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - En este momento te quiero encomendar a Selenia, Angel, Ana y al obispo; te pido esto a menudo.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la Madre ha descendido de nuevo en medio de vosotros pero sólo tiene que pediros que oréis por el mundo entero y por vuestra hermana; tampoco ella está bien. Su presencia entre vosotros dura poco porque luego se enferma de nuevo. El que quiera que ore también por ella y Selenia, Ana, Angel y por el obispo, por todas aquellas personas que están enfermas, por todos los niños enfermos, especialmente los del tercer mundo.
Os invito a ser siempre buenos, caritativos, generosos, sencillos y humildes. Veréis que si sois como la Madre os está pidiendo, todo se volverá más fácil para todos.
Gracias por vuestra presencia.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Buena participación en la Santa Misa.
Marisa - Adiós. Enmanuel manda un besito a la Virgencita.
Roma, 9 de mayo de 2002 - h. 8:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, sea alabado siempre, siempre Jesucristo. También hoy estoy aquí en medio de vosotros, porque este mes está dedicado a mi. Es jueves y hay encuentro bíblico. Dios os ha dado un don muy hermoso e importante: un obispo que os explica muy bien la Palabra de Dios. El encuentro bíblico lo hace con amor, con devoción, con sufrimiento y sacrificio.
Cuántas veces ha sido dicho: "La mies es mucha y los operarios son pocos?". Los operarios santos son pocos, por esto os invito, como siempre, a orar por los sacerdotes: mejor pocos, pero santos.
Os invito a empezar desde hoy a hacer un pequeño triduo por todas las almas consagradas, especialmente por vuestra hermana. Vosotros quizás no os habéis dado cuenta nunca que es muy tímida, cuando bromea y se ríe lo hace para vencer su timidez. Orad por ella, porque está viviendo de nuevo dolores muy fuertes, espirituales, morales y físicos. Tenéis que orar, para que ella pueda bajar en medio de vosotros, porque si la situación continua así es difícil que pueda estar de nuevo con vosotros. No os digo que oréis para su curación, orad para que pueda estar con vosotros para orar y también para bromear y reír y me atrevería a decir, que incluso para jugar. Es tan hermoso estar juntos, hablar de Jesús, también de modo divertido, porque ella habla así de Jesús desde niña; por otro lado es su esposa predilecta.
Orad, mis queridos hijos. Esperemos que el tiempo que Dios ha anunciado se acerque para una cosa y se aleje para otra.
Es difícil que durante la aparición vuestra hermana tenga dolores, alguna vez ha ocurrido, como esta tarde; por esto orad, para que tenga la fuerza de aceptarlo y soportarlo todo. Os maravilláis que hable tanto de vuestra hermana, pero ninguno de vosotros ha comprendido hasta el fondo qué grande es su sufrimiento, que ofrece por todos vosotros, por cada uno de vosotros. Ella ora, no recitando el Padre Nuestro, el Ave María, o el Gloria al Padre, sino con el sufrimiento, noche y día, porque os ama como yo os amo a todos, desde vuestro obispo al más pequeño de entre vosotros, que es el pequeño Enmanuel.
Mis queridos hijos, os dejo para la Santa Misa y para el encuentro bíblico. Gustadlo todo; participad en la Santa Misa como si fuese la última de vuestra vida; gustad el encuentro bíblico, bebed todo lo que vuestro obispo dice, porque la explicación que da es grande, es hermosa y es inspirada por Dios.
Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Mando mi beso a la abuela Yolanda que es la mayor y al pequeño Enmanuel que es el pequeño. Enmanuel, manda un besito a la Virgencita. Ya veo, Marisella, donde está.
Marisa - Adiós, ayuda un poquito a todos. Adiós. Adiós, pequeño, adiós.
Roma, 10 de mayo de 2002 - h. 6:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Para mi es más fácil hablar a los niños y a los pequeños que a los grandes. Jesús, mi amado esposo y yo, hemos hablado y también el obispo ha hablado, para invitaros a hacer bien el mes de mayo, pero vosotros no respondéis a la llamada. Cuando tenéis necesidad de ayuda o de cualquier gracia estáis aquí presentes, pero cuando no tenéis necesidad, ¿por qué no venís?, naturalmente esto que digo no vale para las personas que están siempre presentes. Yo estoy triste y me llora el corazón porque Nosotros, los del Paraíso, hemos dado mucho, el obispo da mucho y también la vidente en su pequeñez, como pequeña criatura, da mucho.
Yo he dicho siempre: cuando vengan los tiempos duros, incluso aquí, en Italia, todos correrán arrastrando las rodillas por tierra hasta el altar para pedir perdón y que termine toda cosa grave que pueda llegar sobre este planeta Tierra, pero será demasiado tarde.
Yo no quería hablaros así, pero mi corazón sangra y llora al ver pocas personas. Si un día algunos son capaces de hacer un sacrificio, otro día no lo hacen; si hay algo importante venid, pero quizás ni siquiera vendréis para la fiesta del 29 de junio, en la que Nosotros nos interesa más que cualquier otra. Si las personas no tuvieran que estar, paciencia; Dios juzgará y sabrá qué decir y qué hacer. Yo me abandono a Dios. Vosotros abandonaos junto a mi a Dios. Cuando nos abandonamos a Dios todo se vuelve más fácil, pero naturalmente es necesario abandonarse con el corazón, no solamente de palabra.
Hoy la Madre os da las gracias a vosotros aquí presentes. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los que no han venido a causa del trabajo o por pereza. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Perdónanos, somos humanos, somos imperfectos. En cambio, ¿por qué no dejas bajar a quien querría bajar?
Roma, 11 de mayo de 2002 - h. 6:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Gracias por el amor que demostráis a vuestra hermana, Jesús y yo estamos contentos de esto. Gracias por todo lo que estáis haciendo; alguno de vosotros está muy cansado, pero todos tomáis parte para que sea hermosa la basílica para la fiesta de todas las almas consagradas. Yo os ruego oración, sobretodo por vuestra hermana, para que mañana Dios le de la fuerza para bajar en medio de vosotros.
Mis queridos hijos, el 13 de mayo es una gran fiesta: para todos es la fiesta de Nuestra de Fátima y de la Señora de la Eucaristía, que es la Madre de la Eucaristía, pero para vosotros es también la fiesta de todas las almas consagradas; por esto os invito a orar. Orad también por los enfermos y por los niños. Tengo a mi alrededor muchos niños que oran por vosotros, ellos son muy felices. Cantad y estad contentos.
Dentro de poco celebraréis otra gran fiesta, que a Dios le interesa muchísimo: la fiesta de los santos Pedro y Pablo, la fiesta de vuestro obispo, la celebración de la victoria y la clausura del año social. Tratad de todos los modos posibles de no faltar. Alguno ha preguntado a vuestra hermana: "Si vengo el 13 de mayo, no puedo venir el 29 de junio. ¿Qué tengo que hacer?". Vuestra hermana ha respondido: "Venid el 29 de junio, porque es una fiesta importante para vosotros".
Mis queridos hijos, no me alargo más, porque se que alguno de vosotros tiene que terminar lo que estáis preparando, pero mientras trabajáis, orad a Dios omnipotente, para que acepte mi petición. Gracias por vuestra presencia y felicidades a todos.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Cuando digo que os cubro con mi manto, se abre también el manto de mi amado esposo José y el del pequeño Jesús. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubrimos con nuestro manto. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 12 de mayo de 2002 - h. 10:50 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Hoy hemos tardado un poco porque no sabía si tenía que bajar. Tu no has venido a decirme nada, por tanto he obedecido al obispo y he bajado.
Aprovecho para encomendarte a Carmelo, Constanza, Ana, la familia de la que te he hablado y todos los que se han confiado a mis oraciones. Te encomiendo también a mi madre, hoy también ella ha bajado a celebrarlo conmigo y estoy muy contenta.
Nuestra Señora - Marisella, como siempre, rogaré por todas las personas que me has encomendado. Yo no he venido a decirte si tenías que bajar porque quería que obedecieras al obispo. Tu le has obedecido y esto nos pone contentos a todos.
Mis queridos hijos, la guerra continua, los hombres continúan matándose y el que tiene el poder sigue adelante. Vosotros pedís la paz en todo el mundo, pero ¿cómo puede llegar la paz si el que hace la guerra se preocupa sólo del poder y del dinero? Mis queridos hijos, Dios, como siempre, se dirige a vosotros os pide que oréis por la paz, que significa orar con el corazón, no con palabras. Se dicen muchas palabras, pero se requieren también los hechos, por tanto pedid la paz con el corazón y con todo el amor que podáis. Salvad aquellos pobres niños, aquellas madres y aquellos hombres que cada día continúan muriendo. Ellos luchan, se matan y el que tiene más fuerza, vence; por norma vence siempre el que es rico y poderoso, mientras que el que es bueno y acepta la paz es el que lo paga siempre. Recordad: ser bueno no significa aceptarlo todo; quizás no habéis comprendido bien el santo Evangelio, que habla de poner la otra mejilla. Es necesario ser buenos, pero es necesario también saberse defender de los que, con su manera de actuar tan fuerte y vulgar, quieren cerrar el lugar taumatúrgico para vencer y ganar lo más posible. Esos se aprovechan de una persona buena, pero no se aventuran a decir nada contra una mala persona. Yo os pido bondad y firmeza, vosotros tenéis que ser fuertes y buenos al mismo tiempo, como vuestro obispo, que es fuerte y bueno, muy bueno y alguno todavía no lo ha comprendido.
Mis queridos hijos, perdonadme, pero hoy quiero dirigir dos palabras a la esposa de mi hijo Jesús, porque es el aniversario de cuando hizo sus votos, que ha mantenido hasta el fondo. Ella ama a mi Hijo Jesús con todo su corazón y con todo el amor, no porque ore de la mañana a la noche, sino porque ama y sabe comprender. Cada vez que Jesús le ha dicho: "Ven, esposa mía dilecta", ella ha obedecido siempre.
Hacer los votos de castidad, pobreza y obediencia es el compromiso más hermoso y más grande para Dios, para todos Nosotros los del Paraíso y para los hombres que lo comprenden. Hija mía, felicidades de parte de todo el Paraíso y por todo lo que haces por la Iglesia; felicidades por el amor que tienes hacia las almas y por tus queridos sobrinos que están siempre a tu lado, felicidades al más grande y más hermoso, para tu hermano obispo.
Ánimo, hija mía, el momento se acerca.
Tu piensas: "¿qué momento, el de Dios o el de los hombres?
Marisa - Sí, esto quiero saber, porque no lo entiendo. Se acerca, pero a mi me parece que se aleja cada vez más. Yo hablo de mi momento, porque el de la victoria espiritual ya ha llegado y después llegará también la victoria humana.
Nuestra Señora - Bueno, Marisella, es necesario hablar y es necesario hacer siempre la voluntad de Dios. Gracias. Quédate tranquila, rogaré por las personas que me has encomendado y sobre todo por el obispo. Cada día ruego por todos vosotros aquí presentes; gracias por vuestra presencia.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados; bendigo sobretodo a los enfermos y a los niños enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Está bien así, estoy contenta. Adiós.
Se han ido todos.
Roma, 13 de mayo de 2002 - h. 8:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Cuando cantéis, poned más amor.
¿Puedo haceros una advertencia? Cuando cantáis, especialmente vosotros los del coro, estáis un poco distraídos, sin embargo tendríais que mirar a quien dirige y veríais que entonces todo iría bien. La oración tiene que ser calmada, lenta, pero no tenéis que dormiros. Os pongo un ejemplo: cuando yo me prometí con mi amado esposo José, no olvidaba y no abandonaba los trabajos o las otras ocupaciones que tenía que hacer. Aquí, en cambio, cuando os enamoráis, no comprendéis nada más y lo abandonáis todo, no pensáis en ayudar al obispo y a la vidente, que tienen que hacerlo todo solos y corren siempre. ¿Por qué sucede todo esto, mis queridos hijitos? ¿Ya no amáis a la Madre y a vuestro obispo? Mientras os encontréis en este planeta Tierra, todos correréis por el trabajo y otras ocupaciones porque la vida es toda una carrera; hay quien trabaja más y quien menos, pero todos corren. Quien tiene dos niños enfermos es su deber quedarse con ellos. En la vida terrena hay enfermedad, desánimo, desconsuelo, celos, envidia y otros. Quizás es demasiado grande lo que voy a deciros: tomad ejemplo de mi amado esposo José y de mi que hacíamos de todo; mi amado esposo trabajaba de la mañana a la noche, en pleno sol y con el calor y el pequeño Jesús iba a ayudarlo mientras yo preparaba lo de casa, pero no nos olvidábamos de hablar a los otros de Dios, cantábamos con ellos y cuando cantábamos mirábamos al que dirigía y que controlaba el coro. Cantáis bien la primera vez después, cuando el canto se repite, os perdéis, estáis distraídos, pensáis en otra cosa, no miráis ni siquiera al sacerdote, que en aquel momento es Cristo sobre el altar, estáis agobiados por vuestros pensamientos y esto no es bonito, mis queridos hijos, porque sea el que canta, sea el que dirige, sea el que celebra, todos estáis cansados, porque el planeta Tierra lleva a esto.
Siento, Marisella, tener que decir esto hoy que es tu fiesta, pero tenía que decirlo. Pero mira que regalo te ha hecho Dios: te deja ver a la Madre de la Eucaristía, a la Inmaculada y a la Virgen de Fátima, ¡somos tres!
Marisa - Antes, a veces, veía dos Vírgenes, ahora veo tres. Para mi no es muy fácil comprender. La Madre de la Eucaristía al centro, Nuestra Señora de Lourdes está aquí y Nuestra Señora de Fátima al otro lado y todos los ángeles y santos a su alrededor para celebrarlo.
Nuestra Señora - Escuchad, hay una pequeña criatura que canta a Dios a su manera.
Mis queridos hijos, la Madre os da las gracias por vuestra presencia, aunque no todos hayan respondido a la llamada. Cuando no respondéis me hace daño y creo que también a la que hoy es festejada.
Marisa - No te preocupes por mi, tengo tantos dolores que no he hecho caso para nada del número de las personas.
Nuestra Señora - Ya lo se, Marisella, pero la Madre tiene que decir todo lo que debe, como hace vuestro obispo que a menudo dice: "¡No dejo pasar ni una!".
Marisa - Pero podrías también ayudarlo, porque no está bien, tu lo sabes. Concede un poco de ayuda, al menos a los presentes que vienen todas las tardes.
Nuestra Señora - Animo a todos a continuar este mes de mayo, este mes que Dios me ha dedicado.
Marisa - Aprovecho para encomendarte a los enfermos que están en el hospital y a Carmelo, Ana, la otra Ana y aquella familia que te he dicho; sobre todo te encomiendo al obispo, solo le tenemos a él, no tenemos otros sacerdotes, hazlo estar bien, de otro modo, ¿cómo lo haremos? Las personas no saben como está porque no lo ven, pero yo sí.
Nuestra Señora - Marisella, tienes razón, pero cuando la voluntad de Dios se hace presente, yo, ¿qué puedo hacer? Voy ante Él a pedirle, a preguntarle, pero es preciso hacer su voluntad.
Marisa - Sí, pero la voluntad de Dios ¿es que el obispo esté mal? Me has cogido a mi, no cojas a los otros, de mi familia has cogido bastantes. Tu has tenido sólo a José enfermo y durante ocho años, pero el obispo ¿desde cuántos años ayuda a una persona que está siempre mal?
Nuestra Señora - ¿Me haces reproches maternos, Marisella?
No te enfades, yo he venido con todo el Paraíso para felicitarte, mi querida hija. ¿No ves a tu amado esposo que te mira y te admira?
Marisa - Sí, veo que todos me miran.
¿Se han convertido otros cien millones de personas? Entonces empecemos de nuevo con las cuentas. Espera un poco que se lo digo al obispo.
Tres mil millones y trescientos cincuenta millones. ¿Está bien? ¿Sí?
Nuestra Señora - Ahora os dejo, mis queridos hijos, porque estáis cansados y está bien que vayáis a descansar, pero antes de acostaros orad a Jesús, para que esté siempre con vosotros y os ayude siempre.
Junto a todo el Paraíso os bendigo y a vuestros seres queridos. Bendigo a los que están en casa enfermos, a los pequeños Jacobo y Samuel. Bendigo a los enfermos que están en el hospital y a todos vosotros aquí presentes.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Jesús - Adiós, mi esposa dilecta.
Marisa - Adiós, Jesús. ¿No me dices nada?
Jesús - Ya sabes que hablaremos cuando estemos solo yo y tu.
Marisa - Está bien, adiós.
Ha venido y solo me ha saludado.
Don Claudio - El resto lo dirá esta noche.
Roma, 14 de mayo de 2002 - h. 6:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Sois pocos y los bancos no se llena. Vosotros haced la voluntad de Dios y si podéis continuad viniendo. Podríais ser más numerosos, vuestra hermana no baja porque no están los chicos para ayudarla a bajar, hacen falta cuatro jóvenes y desgraciadamente a causa del trabajo y de la universidad no están, pero ella está con vosotros, no la veis, pero yo la he traído, porque quería que estuviese en medio de vosotros. Continuad orando en este mes para que seáis capaces de comprender lo que Dios quiere para el mes de junio, dedicado a mi Hijo Jesús. Vosotros tenéis que dar la respuesta: ¿estáis contentos de venir cuando aparece Jesús o no? Después preguntaré a Dios qué hacer. Conseguid, no obstante, que no se cierre este lugar, porque las personas no responde, porque están cansadas, o vienen de lejos, o encuentran tráfico, o porque empuja la familia y porque hay tantos otros problemas que comprendo perfectamente, pero no estar presentes cuando viene Jesús es triste, yo sufro, querría que por mi Hijo las almas respondieran más; me gustaría tanto que hicierais por Él lo que no habéis hecho por mi.
Claro, no hablo por vosotros, los presentes, pero difundid el mensaje, decidlo a las otras personas. Yo estoy dispuesta a pedir gracias, mientras que vosotros, cuando se trata de venir, de hacer pequeños sacrificios, no tenéis tiempo. ¿Queréis gracias? Dad algo a Jesús Eucaristía, a mi Hijo Jesús, que ha derramado sangre por todos los hombres de la tierra, por la paz, por tantas personas que tienen necesidad de ayuda, de consuelo. No tengo más que deciros que esto. Preparaos a acoger a Jesús; si en el mes de junio no estáis dispuestos, si no podéis venir, decidlo y la aparición será en casa, si estáis dispuestos a venir, Jesús estará con vosotros y estaré también yo, mi amado esposo José y todo el Paraíso, porque Jesús es Dios. Gracias por vuestra presencia.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Ánimo, mis queridos hijos, ánimo. Haced este sacrificio por vuestro Jesús, por la Madre de la Eucaristía, por vuestro obispo.
Gracias, Enmanuel, ¿mandas un besito a la Virgencita?
Marisa - Adiós.
Roma, 15 de mayo de 2002 - h. 6:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Habéis recitado el santo Rosario y en la carta de Dios, hay sólo la invitación a recitar todos juntos diez Ave María. Esta es la carta de Dios que he traído; pide sólo oración, no hay otras palabras; cada uno de vosotros ya sabe lo que Dios quiere.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Mientras el obispo se prepara para la Santa Misa, recitad lo que Dios ha pedido.
Marisa - Adiós.
Roma, 16 de mayo de 2002 - h. 6:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Antes no era yo. He visto que mirabas, pero no era yo. Tenía mi vestido, pero no era yo, no era la Madre de la Eucaristía. Por fortuna te has dado cuenta a tiempo que era el demonio y has inclinado la cabeza. Sí, se que ha sufrido por esto, pero no te preocupes, la Madre está siempre a tu lado. Quería hacerte daño: se ha presentado como si fuese yo, la Madre de la Eucaristía. Muy bien, has inclinado enseguida la cabeza.
Marisa - Sí, ahora eres tu, porque eres muy hermosa, muy hermosa. Quiero encomendarte a Carmelo, Ana, Ana María, la familia que tu sabes, todas las personas que se han confiado a mis oraciones, a todos nosotros aquí presentes.
Quiero agradecerte por la paciencia que tienes al venir cada día a este lugar taumatúrgico. Tu no miras si hay muchas personas presentes o pocas, tu tienes que venir y vienes. Te doy gracias en nombre de todos, porque creo que todos están contentos de que vengas en medio de nosotros.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, desgraciadamente os habéis olvidado de la novena, pero Jesús, el Espíritu Santo y sobre todo Dios Padre no han dicho nada, comprenden vuestra situación, comprenden el gran trabajo del obispo, que está solo. Ahora os invito a hacer el triduo, para la fiesta. Era tarea también de los adultos y de los jóvenes recordar al obispo: "Excelencia, ¿no tenemos que hacer la novena?". ¿Por qué no recordáis nunca nada? Este es el modo de ayudar a vuestro obispo y tenéis que hacerlo. ¿Este es el amor y la caridad que demostráis? Hace ya tanto tiempo que venís aquí, ayudadlo al menos en estas pequeñas cosas.
Orad al Espíritu Santo que descienda sobre cada uno de vosotros, que os proteja y os ayude a todos. No podéis ni siquiera imaginar cuantos pecados se cometen contra el Espíritu Santo. Oradle, pedid su ayuda. Os he enseñado una oración hace tiempo, ¿la habéis recitado? "Ven Espíritu Santo, Espíritu de amor, ilumina mi mente, inflama mi corazón, fortalece mi voluntad". En estas pocas y sencillas palabras, está todo. En estos tres días que faltan para la fiesta, preparaos, haced bien al menos el triduo.
Os he dicho que si cada uno de vosotros consigue traer aquí a alguno, tendría ya asegurado el Paraíso; no tenéis que pensar solo en vosotros mismos. Ahora yo me voy. Tratad de traer a otras personas; claro que podrían torcer la boca y decir algo desagradable, pero después poco a poco, se acercarán, porque también los tiempos están cerca. Cuando llegue el tiempo, cuando llegue el último golpe de Satanás, será demasiado tarde, será inútil arrastrar las rodillas por tierra hasta el altar e invocar a Dios, invocar a Jesús, invocar al Espíritu Santo. Lo que tenéis que hacer, hacedlo enseguida, en nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo.
Gracias. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los enfermos, a los objetos sagrados. Os traigo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Gracias por haberme ayudado. Adiós.
Roma, 18 de mayo de 2002 - h. 6:50 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Ayer tarde, hija mía, si no hubiese intervenido mi Hijo Jesús, tu amado esposo, habrías venido con Nosotros al Paraíso, pero Jesús quiere que te quedes todavía en la Tierra para ayudar a la Iglesia. Hoy no estoy aquí por ti, porque para ti tengo otros momentos en los que puedo venir, estoy aquí por todas las personas presentes. No son muchas, son pocas. Hay una falta que me hace sufrir mucho. No veo el respeto de los unos por los otros. Cuando vengo hablo de amor, de caridad, de comprensión, de ayuda fraterna, en cambio, veo que algunos jóvenes faltan al respeto de los adultos. A veces puede suceder al contrario, es el adulto el que falta el respeto al joven. Esto no es bonito, yo os he enseñado la comunión, la unión, la caridad. ¿Y vosotros qué hacéis? No estáis en comunión, no estáis unidos. Habéis hecho dos partidos: los jóvenes y los adultos y van siempre en cabeza los jóvenes. Jesús no quiere esto, no está contento con esto, vosotros tenéis que ser una sola cosa. Cuando yo, en bilocación, me encontraba con los apóstoles, notaba que no estaban divididos, estaban todos unidos. También los discípulos estaban todos unidos, no miraban al joven, al adulto, al anciano, antes bien tenían un gran respeto por el anciano. Los jóvenes tienen que respetar a los adultos y los adultos tienen que respetar a los jóvenes, esto desgraciadamente no sucede.
Cada poco hay algo que no funciona, todos quieren ser los primeros, los que lo hagan todo. Oh, hijos míos, no podéis ni siquiera imaginar cuando trabajo habría que hacer en esta pequeña casa, en este pequeño lugar taumatúrgico, pero vosotros solo hacéis lo que os gusta y si algo no os gusta no lo hacéis. Si alguno hace algo con tanto amor, dejadlo hacer, ¿qué os interesa a vosotros? Yo vengo por todos, no vengo por los adultos o por los jóvenes, yo vengo para todos y quiero la unión. Si vosotros no estáis unidos, ¿cómo vais a ayudar al obispo?
Hoy os pido también que ayudéis a vuestra hermana. No podéis imaginar ni cuales son sus condiciones físicas, ni cuales son los diez secretos, más otros dos, que lleva dentro de sí. Es un lastre muy pesado ¿y vosotros la ayudáis? Cuando digo estas cosas, vuestra hermana sufre, vuestro obispo sufre. Sois tan pocos, mis queridos hijos, ¿por qué no amaros?, ¿por qué no quereros? Pedid ayuda al Espíritu Santo, para que os ayude a todos a estar unidos, a formar una unión perfecta. En cualquier lugar donde he ido se han formado dos o tres partidos. Esto ha ocurrido también aquí, y Jesús no lo quiere, yo no lo quiero, por tanto continuad orando e invocando al Espíritu Santo. Quizás estéis unidos en la oración. Cuando oráis, buscad ayuda, invocad al Espíritu Santo para vosotros y que cada uno de vosotros ore por el otro, sería tan hermoso, sería todo más fácil, sería más sereno. Ya os he dicho que oréis por los otros, por los que están cerca de vosotros, no sólo por vosotros mismos, que cada uno ore por el otro. No me gusta este modo de actuar, no me gusta este deseo de sobresalir al hacer las cosas, no me gusta esa falta de respeto, porque faltando al respeto entre vosotros, faltáis al respeto a mi Hijo Jesús, a mi, Madre de la Eucaristía, a vuestro obispo y a vuestra hermana, que ora cada día por todos vosotros. Vosotros haced lo mismo, os lo ruego, con todo el corazón.
Ahora, Marisella, levántate y ve a imponer la manos a
Marisa - ¿A mamá? ¿Por qué no la haces estar un poco mejor? Somos dos que estamos muy mal. Sí, obedezco a cuanto tu dices. Gracias, Virgencita está sufriendo demasiado, tiene demasiados dolores. No estamos bien y somos de peso. Por fortuna nos has puesto al lado a una persona santa. Ayúdala un poquito, no soporto verla sufrir, como ella no soporta verme sufrir a mi. Haz que yo esté mal cuando no esté mi madre presente, porque después sufre demasiado.
Nuestra Señora - Tienes razón, hija mía, pero mira, nosotros hacemos todo lo que podemos, pero no podemos curaros, de otro modo tendríamos que curar a todos los enfermos del mundo.
Marisa - Está bien, nos abandonamos a Dios y será lo que Él querrá. Si no hay otro remedio que nos de la fuerza para soportarlo. ¿Me ayudarás a bajar mañana? El doctor me ha dicho que tengo que estar en reposo absoluto, pero yo quiero bajar, ¡te lo ruego! Pide a Jesús que me deje bajar en medio de los adultos y de los jóvenes, así estamos juntos.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracia por vuestra presencia. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Unión, mis queridos jóvenes, unión para siempre. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Sonríe un poquito. Adiós.
Don Claudio, no sonreía mucho.
Roma, 19 de mayo de 2002 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. He orado junto a vosotros y me ha gustado todo lo que habéis preparado para la fiesta de Pentecostés, para la venida del Espíritu Santo. Cuando queréis, sabéis trabajar muy bien. ¡Recordad el mensaje de ayer! Tenéis que estar siempre en comunión con los que están a vuestro lado, lo mismo adultos que jóvenes.
Marisa - ¡Se ha ido!
¡Los tres Jesús! Habla Dios Espíritu Santo!
Dios Espíritu Santo - Sí, Yo Dios Espíritu Santo, desciendo a vuestros corazones, vengo a purificar vuestros corazones. Como ha dicho la Madre de la Eucaristía, orad al Espíritu Santo, para que os ayude y os ilumine. Yo, Dios Espíritu Santo, quiero ayudaros, pero hacedme entrar en vuestro corazón, pedid mi ayuda para cada cosa, y si es la voluntad de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo, todo será concedido. Tenéis que amaros. No miréis que hacen los otros, cómo se comportan, qué dicen, no, pensad sólo que Yo estoy aquí, en este lugar taumatúrgico, en este pequeño lugar, en esta pequeña basílica, hecha con una sencillez tan grande, que le gusta a Dios.
Queridos míos, hijos os amamos tanto: Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, la Madre de la Eucaristía, los ángeles, los santos, todos. Como ha dicho tantas veces la Madre de la Eucaristía, nosotros venimos a este lugar, porque lo ha elegido Dios. Hayan pocos o muchos, nosotros estamos aquí. Jesús vendrá el mes de junio, pero está en vosotros el pedirlo. Esta vez vendremos sólo si vosotros lo queréis, de otro modo habrá la aparición sólo el sábado, pero esto no le gusta a Dios. A vosotros os toca decidir. Cuando la Madre de la Eucaristía pidió que escribierais en hojitas, sí o no, y que las pusierais en un cesto, lo hicisteis, pero no todos habéis mantenido lo que escribisteis. Hoy, pensad, Dios os pide que escribáis de nuevo en hojitas sí o no. Si escribís sí, vendremos todos los días, pero creedme, mis queridos hijos, que el sacrificio más grande es el de vuestra hermana y también el del obispo, porque tiene mucho trabajo. Venid aquí por vosotros mismos porque un mañana, cuando la situación cambie, tendréis que llevar a adelante esta misión, ayudando al obispo.
Escribid una hojita, ponedla sobre el altar en un cestito, no es necesario poner el nombre, basta con escribir sí o no, y nosotros estaremos con vosotros, siempre.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, habéis tenido la palabra del Espíritu Santo. Los tres Jesús han entrado uno dentro del otro, se han ido, y me han dejado a mi, la Madre de la Eucaristía, porque soy vuestra madre. Como hacen los papás tantas veces cuando salen de casa, se van y la madre se queda, con sus niños, así yo también estoy aquí con vosotros para daros mi bendición.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos. Bendigo a los niños, a los enfermos, a vuestros objetos sagrados. Os llevo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Se ha ido, se han ido todos poco a poco.
Roma, 20 de mayo de 2002 - h. 6:35 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Espero, y estaría muy contenta, que el Espíritu Santo haya descendido sobre cada uno de vosotros. Cuando oréis al Espíritu Santo decid: "Ven Espíritu Santo" y ese "ven" decidlo con todo el corazón.
Mis queridos hijos, hemos llegado al 20 de mayo, falta poco para el fin del mes dedicado a mi. La Madre da las gracias a las personas que han hecho sacrificios para venir, da las gracias también a los que por el trabajo o por otros motivos serios no han podido venir. Os ruego que oréis y continuéis invocando al Espíritu Santo. Orad por todos, sobretodo porque hay tantas guerras y no se consigue detenerlas. Vuestras oraciones tienen que detener las guerras, son demasiadas y son demasiados los que mueren. Vuestras oraciones tienen que ayudar a las familias, tienen que conseguir que los hombres amen a mi Hijo Jesús, como Él los ha amado.
Orad por los enfermos. So tantos los enfermos que tienen necesidad de ayuda. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
Roma, 21 de mayo de 2002 - h. 6:45 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Estoy aquí con mi amado esposo José y me dirijo en estos momentos a los sacerdotes. Vosotros, sacerdotes, tenéis que intervenir, tenéis que hablar si un alma, incluso llamada por Dios, equivoca los conceptos teológicos, no tenéis que decir siempre sí. Tu, padre Pablo sé como S. Pablo, fuerte y valiente. La sencillez es hermosa, pero es necesario ser también prudente. Yo he dicho que aparezco en poquísimos lugares, casi ya no aparezco, porque el hombre, de todas las maneras posibles trata de hacerme caer en error y el demonio tienta a las personas. Hay tantas y tantas personas que dicen que me ven y que mi hijo Jesús les habla, pero no es verdad. Cuidado, cuidado, cuidado, el demonio puede servirse también de estos engaños.
Yo no te he dicho, ni el Señor te lo ha dicho que dejes la congregación salesiana. Eres libre, libre de quedarte o de dejarla, nadie te obliga. ¡no digáis nunca el Señor o la Virgen lo ha dicho!
Yo hablo también en nombre de Jesús. Dios me manda en medio de vosotros. Vosotros, sacerdotes, conocéis la teología, las almas sencillas no la conocen y pueden cometer errores. La que ha sido elegida por Dios pide siempre ayuda a su director espiritual y pide explicaciones de lo que Dios escribe en la carta. Repito una vez más que, como Madre de la Eucaristía, aparezco sólo en este lugar. Cuidado, alguno dice que yo aparezco en otros lugares como Madre de la Eucaristía, o como Señora de la Eucaristía o Virgen de la Eucaristía. ¡No, no es verdad! Como Madre de la Eucaristía, aparezco solo en este lugar taumatúrgico, pequeñísimo y escondido, pero elegido por Dios. Dios manda sus cartas, Dios me manda a la Tierra, porque yo soy su sierva; soy la sierva de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo, soy vuestra sierva, soy la mensajera de Dios.
No digáis nunca "La Virgen ha dicho, el Señor ha dicho", tened cuidado, mucho cuidado, porque de este modo se dañan también las verdaderas apariciones y los lugares donde Jesús y yo vamos.
Mis queridos hijos, me encomiendo a vuestras oraciones. Gracias por la adoración eucarística que hacéis cada jueves, llenad la jornada haciendo compañía a Jesús Eucaristía, estad siempre con él. Amándole tenéis que amaros también a vosotros mismos, porque si vosotros no os amáis no podéis decir que amáis a Jesús Eucaristía. Insisto siempre sobre el mismo tema: amor, caridad hacia todos: grandes y pequeños, pobres y humildes, con los enfermos y los niños necesitados. Tenéis que comportaros sencillamente, pero como hombres fuertes y valientes. Jesús os quiere valientes. El verdadero cristiano no tiene que tener miedo de nada y cuando se da cuenta que algo no funciona, interviene.
Lo que los sacerdotes dicen con respecto a mi obispo, me hace sufrir. Por descontado que tenía que haber oposición, sabíamos perfectamente que habrían hablado de manera negativa de nuestro Obispo, pero no se dan cuenta que ofenden a Dios, porque no creen que Dios lo haya llamado y no los hombres. En ellos se desencadenan la envidia y los celos. Dios Omnipotente, Dios misericordioso, ¿no puede hacer lo que quiera? Pero ¿quiénes sois vosotros, hombres, para juzgar, para calumniar, para difamar? ¿Cuántas veces tengo que repetir que el que calumnia y difama al obispo ordenado por Dios, peca gravemente?
Animo, mis queridos hijos. He pedido que oréis para que las guerras terminen; continuad orando, pero recordad que la primera guerra está dentro de vosotros. Si estáis en gracia y en orden habrá alegría, habrá la sonrisa, habrá tanto amor por todos.
Marisa - Sí, no es fácil para mi, Virgencita, hablar con Don Pablo. Porque tengo miedo de equivocarme. Como tu has dicho yo valgo solo aquel cuarto de hora de la aparición y después tengo que esconderme, es el sacerdote, es el obispo el que tiene que sobresalir; yo me tengo que quedar en el silencio, no me des este trabajo. Está bien, si tu me ayudas.
Nuestra Señora - Hoy, hija mía, has sufrido mucho la pasión y todavía no has terminado. Dios te pide todo esto por los hombres de la Iglesia, para que hagan también ellos la voluntad de Dios.
Gracias, hija mía, hijita mía. Gracias, Marisella, por todo lo que haces, gracias por la aceptación del sufrimiento, aunque a veces lo hagas con desánimo, con quejas, con cansancio, con agotamiento. Ya sé, estás cansada de sufrir, pero serás feliz sólo en el Paraíso.
Junto a mis sacerdotes, a mi obispo predilecto, os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Bendigo al pequeño Enmanuel.
Roma, 22 de mayo de 2002 - h. 6:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.
Vengo siempre para haceros algunas exhortaciones maternales. Os ruego que no seáis quisquillosos, ni orgullosos; sed, en cambio, humildes y sencillos. Cuando os hago exhortaciones es para vuestro bien, para haceros ganar el paraíso. Me preocupa que los que son llamados por Dios hagan sufrir a mis dos queridos hijitos, porque no son sinceros, sencillos, sino orgullosos y susceptibles. Cuando se os hace una exhortación, aceptadla con todo el amor; esto es lo que quiere Jesús, no os pide compromisos gravosos. A menudo os he dicho que a vosotros Jesús no os pide grandes cosas. Si viene una enfermedad, no es culpa nuestra, es la naturaleza, por lo demás, ¿cuántos enfermos hay?
Hablad con sencillez y lealtad. No seáis susceptibles, celosos, orgullosos, porque los celos, como bien sabéis por las cartas de Dios, llevan a la envidia y la envidia a la maledicencia, a la calumnia y a la difamación. Vosotros no deseáis esto, queréis a mi hijo Jesús y queréis a la Madre de la Eucaristía.
Cuando hacéis la señal de la cruz sabéis muy bien que se dice: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Os lo ruego, si alguno tuviese que añadir alguna cosa además de la Santísima Trinidad es herético. Yo, la Madre de la Eucaristía, vengo mucho, mucho después de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Yo soy la última después de la Santísima Trinidad; soy su sierva y también vuestra sierva. Que cada uno de vosotros se sienta siervo de los que están a su lado.
Ya sé que estás sufriendo, Marisella. Tampoco entre vosotros tiene que haber un primero y un último, sino que tenéis que ser todos siervos el uno del otro; siempre con sencillez y sobretodo con caridad.
En este mes de mayo muchas personas se han acercado a Jesús, pero como bien sabéis, las guerras continúan, por eso intensificad la oración. Tendría casi el deseo de deciros que hagáis frecuentemente la adoración eucarística; tendría deseos de deciros: "Haced la adoración todo el día, 24 horas al día", pero sé perfectamente que pediría demasiado. Vuestra hermana hacía adoración también durante la noche y con ella estaban presentes dos jóvenes que se intercambiaban. Hoy hacer la adoración continua, incluso de noche, parece imposible.
Yo digo solamente lo que Dios ha escrito en su carta, vosotros en vuestro corazón sabéis qué hacer. No puedo ordenaros nada, sabéis que la Madre os deja siempre libres. Sólo Dios ordena, como ha ordenado a vuestro obispo. Amaos, amaos, amaos; si no os amáis, no recibáis a mi Hijo Jesús, no lo recibáis en vuestro corazón, si no sabéis amar, y sabéis solamente hacer sufrir al prójimo. Tenéis que comprender que quien hace exhortaciones actúa por amor, para llevaros a gozar para siempre de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Ahora orad conmigo: Padre Nuestro
Mis queridos hijos, repetid a menudo: "No nos dejes caer en la tentación". Cuidado, el demonio está siempre al lado y siempre está dispuesto a haceros caer si vosotros dejáis abiertas las rendijas. Repetid a menudo: "No nos dejes caer en la tentación y líbranos del maligno". Como vosotros sabéis, Dios quiere que se recite también el Ave María.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los enfermos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Te bendigo, pequeño Enmanuel. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Hazme estar un poquito mejor.
Roma, 23 de mayo de 2002 - h. 8:40 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Te encomiendo, como siempre, a todos los enfermos. Tanto si Dios los sana o los lleva consigo, que se haga siempre su voluntad. Te encomiendo a Carmelo, Emilio, Ana, Ana María, a los pequeños Michele, Fancesco, Giovanni y a todos los otros, concédeles vivir, si es la voluntad de Dios.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia, gracias por el amor que demostráis a la Eucaristía y porque rezáis al Espíritu Santo. Rezad cada día, siempre, no esperéis Su fiesta.
Los tiempos son muy difíciles, a veces parece que algo se acerque y a veces parece que algo se aleje. Aquel sueño tuyo, Marisella, es profético.
Marisa - Entonces, ¿qué tengo que hacer?
Nuestra Señora - Volveremos a hablar como en los primeros tiempos.
Marisa - ¿Puedo pedirte algo? Si los tiempos son muy difíciles, ¿Dios no puede intervenir y ayudar al menos a aquellas almas que lo aman verdaderamente y que sufren cada día? Ya sé que Dios ha mandado a su Hijo para salvarnos a todos, para reabrirnos el Paraíso, pero yo querría saber: ¿cómo es este mundo que Dios ha creado? Todo lo que Dios ha creado es hermoso, pero nosotros los hombres somos imperfectos, a veces incluso somos susceptibles, orgullosos. ¿Qué tenemos que hacer para corregirnos? Nosotros tratamos de amar.
¿Por qué no haces que el obispo triunfe en la Tierra? ¿Por qué continuáis haciéndonos sufrir tanto?
¡Ha venido la Santísima Trinidad en este momento!
Están presentes las tres Personas divinas, Dios Uno y Trino, los tres Jesús distintos. El domingo se lo expliqué a Jacobo, pero es difícil. ¿Por qué ha venido la Santísima Trinidad?
Nuestra Señora - Oh, mi pequeña criatura, mis queridos hijos, ¿no habéis comprendido cuánto os amamos? Sois vosotros los que no os amáis.
Marisa - Nosotros lo estamos intentando. ¿Qué quieres de nosotros? ¿Qué tenemos que hacer aún para que Dios esté contento de nosotros? ¿Qué tenemos que hacer aún nosotros, pobres criaturas, por la Iglesia y por el mundo entero?
Nuestra Señora - Amad.
Marisa - Nosotros intentamos amar, pero estamos en el planeta Tierra, estamos llenos de imperfecciones, pero queremos a Jesús Eucaristía y te queremos a ti.
¿Por esto estás triste? También nosotros estamos tristes; menos mal que hoy no es viernes. ¡Creía que era viernes! Está bien, te doy gracias en nombre de todos por haber venido aquí, en medio de nosotros. También la Santísima Trinidad ha venido en medio de nosotros, ¡gracias por todo!
Nuestra Señora - Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id siempre en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Sí, he comprendido. ¿Ahora?
Don Claudio - Ahora continuamos.
Roma, 24 de mayo de 2002 - h. 6:45 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Prefiero que hables tu, porque yo no me sé hacer entender.
Nuestra Señora - Es muy difícil comprender lo que sucede en el mundo, porque hay hombres puros, sinceros y hombres falsos, son falsos, sobretodo, lo que mandan. Hay también hombres que mandan, que no siendo nadie, son falsos, mentirosos, susceptibles y orgullosos. Vosotros tenéis que tratar por todos los medios de no tener estas imperfecciones, que parecen pequeñas, pero que acarrean graves daños a las personas.
Orad y continuad orando al Espíritu Santo, para que os ilumine, os dé fuerza y valor para continuar adelante y aceptar el sufrimiento y la enfermedad.
Vuestra hermana ruega también por todos vosotros, especialmente por los que están enfermos. Las oraciones son acogidas por Dios, para vosotros hombres, pero si estáis recogidos y unidos a mi Hijo Jesús todo se volverá más fácil, tendréis la fuerza y el valor de soportarlo todo. Tenéis que quitaros las imperfecciones que son graves, no son pequeñas porque no os dejan caminar espiritualmente, no os acercan a Dios, al Paraíso.
Ánimo, yo estoy con vosotros. Soy vuestra Madre, no os puedo abandonar, no puedo dejaros.
Gracias, mis queridos hijos por vuestra presencia.
Hoy es la fiesta de María Auxiliadora. Tu, Marisella, ves a María Auxiliadora y a la Madre de la Eucaristía, soy siempre yo. Tengo tantos títulos, cada uno ruega como puede a la Virgen. Mira, también yo hablo con mucha sencillez, porque me encuentro en la tierra y quiero que todos comprendáis lo que digo.
Ánimo, seréis felices.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - ¿Cuándo hablará también él? Hace mucho que no habla.
Nuestra Señora - Cada cosa a su tiempo, Marisella, no te preocupes.
Marisa - Está bien, adiós. Me gusta mucho obedecer, pero es difícil.
Nuestra Señora - Continúa así.
Marisa - Ha dicho continúa obedeciendo.
Roma, 25 de mayo de 2002 - h. 6:40 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Te encomiendo a todas las personas enfermas: Alejandro, Carmelo, Emilio, Michele y los niños pequeños Francesco, Giuseppe y María. Da fuerza a nuestros jóvenes para afrontar esta vida tan difícil y fatigosa. Te encomiendo a todas las personas que tienen necesidad de tu ayuda, especialmente los ancianos que están siempre solos.
Nuestra Señora - Tus oraciones de cada día, Marisella - incluso si no quieres que sepan que oras- son siempre aceptas a Dios. También tu madre ora mucho y recita muchos rosarios. Gracias, abuela Yolanda, por las oraciones.
Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Os estáis preparando para una nueva ceremonia, veo que habéis empezado los trabajos y lo hacéis lo mejor que podéis, para que los que tienen que recibir el sacramento del matrimonio estén felices y contentos. Orad por estos dos jóvenes y por sus familiares. Cada vez que un joven afronta algo es siempre duro y fatigoso, pero cuando tiene a Jesús en el corazón, tiene la fuerza y la valentía de afrontarlo todo.
No miréis los pequeños nubarrones que giran alrededor, mirad siempre a lo alto, mirad a mi Hijo Jesús, a los ángeles, a los santos, a todos los niños y a las almas salvadas, que están a mi lado. Todos ellos oran por vosotros, para daros mucha fuerza. No os alarméis del escaso número de participantes, no os preocupéis si sois pocos, porque si amáis a Jesús con todo el corazón, los otros os imitarán, os mirarán y tomarán ejemplo de vosotros.
No seáis, por lo tanto, sólo cuarenta, sino ochenta, ciento sesenta y multiplicaos cada vez más.
La Madre de la Eucaristía es conocida en todo el mundo, también en las naciones que no son católicas, donde se preguntan: "¿Quién es esta Señora?", ¿Quién es esta Virgen que llaman Madre de la Eucaristía?". Entonces se informan y se convierten; estas conversiones son auténticas.
Ánimo, seguid adelante y pedid siempre ayuda a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. Invocadlos siempre, son vuestros amigos, invocadlos junto a los ángeles y a los santos.
Gracias por vuestra presencia. Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños que están aquí presentes y a los niños enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 26 de mayo de 2002 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¿Puedo encomendarte a todas las personas que se han confiado a mis oraciones? Oh, Santísima Trinidad, ayúdanos a ser buenos, a orar, a estar alegres y a cantar en honor de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Son tres Jesús iguales y distintos. ¿Quién habla de vosotros?
La Virgen está toda curvada, inclinada hasta tierra orando.
Jesús - Yo, Jesús, hablo en nombre de Dios Padre y de Dios Espíritu Santo. Vosotros no podéis comprender el misterio de la Santísima Trinidad, único y verdadero Dios en tres personas, iguales y distintas.
Yo soy Dios Hijo, están presentes Dios Padre y Dios Espíritu Santo. Hoy es nuestra fiesta, grandísima para la Iglesia, pero desgraciadamente no en todas las Iglesias se explica qué quiere decir Trinidad, que quiere decir Padre, Hijo y Espíritu Santo. Hablan a menudo de Jesús misericordioso y del Espíritu Santo, ¿pero y de Dios Padre? A menudo hablan de Jesús misericordioso, pero no comprenden que al final tienen que rendir cuentas a Dios Padre. Nosotros somos tres personas, y tu, Marisella, me reconoces porque tengo los estigmas. La pasión que has vivido esta noche ha sido fuerte y yo estaba a tu lado. El Espíritu Santo es reconocido porque tiene la paloma. ¿Y Dios Padre? Nosotros salimos de Dios Padre. El me ha dado la tarea de reabriros el Paraíso; Dios Espíritu Santo ha descendido sobre cada uno de vosotros, sobre todos los hombres de la tierra para convertiros, es Él el que llama a los corazones. Nosotros tres os amamos inmensamente.
¡Oh Trinidad Santa! Cantad a la Santísima Trinidad, orad, amad a la Santísima Trinidad, y me repito, único y verdadero Dios en tres personas. He hecho una explicación muy sencilla, que ha comprendido incluso el niño Jacobo, tan bien que ha hecho un dibujo. Por tanto, si lo ha comprendido un niño de 6 años, podéis hacerlo también vosotros. Yo he salido del Padre, el Espíritu Santo ha salido del Padre y somos iguales, pero distintos: yo tengo los estigmas, el Espíritu Santo que ilumina a todos, tiene la paloma. Os acordáis de la Santísima Trinidad sólo cuando es su fiesta. Los otros días, ¿os acordáis de orar a la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo? He aquí porque en el primer libro de la catequesis de Dios, la Virgen ha enseñado a decir: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En el signo de la cruz no tiene que ser invocada María, aunque es la Madre, María está en el último lugar, hay una distancia enorme entre Dios y Ella. No se dice en el nombre del Padre, de María, del Hijo y del Espíritu Santo, es una grandísima herejía. Si los sacerdotes no saben corregir estas herejías, ¿qué más podemos esperar de ellos? En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo: esta es toda la Santísima Trinidad.
Gracias, mis queridos hijos, por vuestra presencia.
Marisa - Se están marchando. Han entrado dentro de Dios Padre, Jesús y el Espíritu Santo.
Ha venido la Virgen.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre. Jesús ha dicho pocas palabras sobre la Santísima Trinidad. Ponedlas en práctica, yo estoy con vosotros y os ayudaré siempre.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados; bendigo a todos los enfermos que están en el hospital en casa y los que están presentes. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - He visto que estabas toda inclinada cuando estaba la Santísima Trinidad.
Nuestra Señora - Sí, Marisella, así es necesario estar ente la Santísima Trinidad. Claro, vosotros no podéis pero nosotros en el Paraíso podemos y honramos, alabamos y adoramos a la Santísima Trinidad de esta manera.
Marisa - Adiós.
Se han ido todos. ¿Has visto qué hermosa estaba la Santísima Trinidad?
Don Claudio - Me lo imagino.
Roma, 28 de mayo de 2002 - h. 6:45 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Preparaos para la fiesta del Cuerpo de Jesús. No me atrevo a deciros que hagáis la novena, o el triduo, porque el mes de mayo y el mes de junio están llenos de fiestas de mi Hijo Jesús, de vuestro Jesús, por lo que tendríais que orar mucho todos los días.
Nos acercamos a la gran fiesta. Lo que me aflige y deja mucho que desear es que los grandes hombres de la Iglesia no dejan el poder, el puesto y no se retiran. Cuando llegan a una cierta edad tienen que retirarse y sería hermoso si entrasen en un convento para orar, hasta la muerte, por todos los hermanos.
Yo digo lo que el Padre me ha dicho: Dios Padre cuando habla sabe lo que dice y quiere, porque Él lo sabe y lo puede todo.
Vosotros sois muy pocos, incluso cuando llegue el gran día seréis siempre los mismos. Aquí no aumentan las personas porque el lugar no es considerado importante y porque muchos hombres de la Iglesia, grandes y pequeños, han hablado mal de mis dos queridos hijitos. En cambio, los hombres van donde las personas ya se han hecho un nombre, aunque se comporten mal y además están dispuestos a pagar, para escucharlos. Vosotros no sabéis que pagan para oír hablar a un sacerdote. Aquí todo es espiritual, el Obispo no pide nada. Comprended lo que digo, porque me es muy difícil hablar de ciertos argumentos. ¿Os ha dicho alguna vez vuestro Obispo que para oírlo hablar teníais que pagar? Sin embargo, hay no videntes que siguen a los sacerdotes-frailes que hacen pagar un billete cuando hablan, y no me ven, porque poco a poco todo va a desaparecer. Se han creado un nombre, pueden incluso pecar delante de todos, pero no importa, ahora la gente va donde hay masa. ¿Cuántas veces os he dicho que todos van donde hay gente, porque -dicen- qué vamos a hacer donde van pocas personas? Entonces, ¿vienen por Jesús, por María o por qué hay un gran número de personas? Dios ha querido otra cosa de vosotros y estad felices y contentos, porque de otro modo habría habido también aquí una gran confusión ya que los hombres se desplazan sólo para ser protagonistas y no para amar y orar.
Cuando voy al Padre, llevo vuestras oraciones, llevo todo lo que pedís a Dios, y Él me mira y me sonríe: "María, quédate tranquila, yo lo sé todo y sé lo que tengo que hacer, no te preocupes". Esto me dice Dios Padre y yo inclino la cabeza y digo: "Sí, mi Dios, mi Todo". Así tenéis que hacer vosotros, no miréis a los otros, no miréis nada, mirad este lugar taumatúrgico elegido por Dios, inclinad la cabeza y decid: "Sí, mi Dios, que se cumpla lo que quieres, como quieres, que se haga siempre tu voluntad".
Me gustaría mucho que sintierais fuertemente la fiesta del Corpus Domini, del Cuerpo de mi Hijo Jesús, haced la procesión con la Eucaristía que ha sangrado, estad recogidos, orad, orad siempre. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os llevo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Adiós Enmanuel, pilluelo.
Marisa - Adiós.
Roma, 29 de mayo de 2002 - h. 6:40 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Quiero encomendarte a todos los enfermos que se han confiado a mis oraciones: te encomiendo de nuevo a Agata. Danos la fuerza de hacer la voluntad de Dios, tenemos necesidad.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Preparaos para la fiesta del Cuerpo de Jesús Eucaristía. Haced que sea un día de fiesta muy hermosa y grande, porque es la fiesta solemne del Cuerpo de Jesús, de mi Hijo Jesús, de vuestro Jesús.
Cuando paseaba con él me contaba tantas cosas del cielo, me hablaba dulcemente, me ponía una mano en la espalda y decía: "Querida Madre, también cuando suba al Padre, me quedaré siempre contigo". No tienen que separarse: los padres de los hijos y los hijos de los padres. Padres, abrazad a vuestros hijos y vosotros, hijos, abrazad a vuestros padres y deseadles todo el bien, veréis como todo será más fácil para ir a gozar del Paraíso. Se han convertido 3 mil millones y 350 millones de personas, pero cuanto trabajo hay todavía por hacer y cuanto por que orar. Cuando lleguéis a lo que Dios ha establecido, habrá todavía tanto por que orar para que acaben las guerras, por los hombres de la Iglesia y por los políticos. Vosotros sabéis cuantas palabras inútiles continúan diciendo los hombres, mientras la gente muere. Orad por los niños abandonados, que no tienen padres, no tienen comida y tampoco medicinas. Cuando Dios querrá y lleguéis a los 3 mil millones y 500 millones de conversiones, para vosotros no habrán terminado las oraciones, más bien tendréis que aumentarlas, sea para dar gracias a Dios, o sea para convertir a los otros, especialmente a los hombres de la Iglesia.
¡Cuántos sacerdotes hay que son pedófilos y que echan a perder a los niños! Después, ¿qué ocurre? Los hombres que no saben que la Iglesia no está formada sólo por los sacerdotes, sino también por los laicos, vuelven atrás. El pecado continúa, la ofensa a Dios continúa. Oh, han hablado mucho de América, ¡pero no han hablado de Italia! También en Italia y en otras naciones hay aquellos hijos míos predilectos, hijos escogidos por mí, que echan a perder a los niños. Estos sacerdotes, cuando leen las cartas de Dios se escandalizan y dicen: "¡La Virgen habla de nosotros!". Claro que hablo de ellos, ellos han sido llamados por Dios, son los hijos predilectos de Dios y ¿cómo corresponden a todo esto? Echan a perder a los niños, arruinan a las pequeñas criaturas; por eso os ruego que oréis por estos sacerdotes no me atrevo a repetir la palabra, es muy fea.
Marisa - ¡Piensa que yo no soy capaz ni siquiera de pronunciarla! Lloré tanto aquel día, pero no sabía ni siquiera repetir aquella palabra.
Nuestra Señora - No importa, Marisella, no es importante saber decir las palabras, es importante amar y defender al débil.
Los sacerdotes se reúnen para hablar mal de un obispo cuando ellos están podridos. Orad. Hoy os pido que oréis por estos sacerdotes corruptos que lo han querido todo, han aceptado todo lo que está mal, todo lo que Dios no quería y han arruinado este planeta Tierra de un modo muy sucio. Dios trata de ayudarlos de todas las maneras, de salvarlos, pero será difícil, al menos para algunos. Vosotros orad y amad. No miréis las pequeñas faltas que ocurren entre vosotros, son nada frente a lo que hacen mis hijos predilectos.
Gracias si ponéis en práctica esta carta de Dios. Gracias por todo. Perdonad a la Virgencita si se ha atrevido a hablar de este modo, pero el Corazón de mi Hijo Jesús sangra cada día y también el mío. ¿Cuántas Eucaristías habéis tenido de las cuales ha surgido Su sangre? En aquellas hostias, junto a la sangre surgida de mi Hijo Jesús, ha salido también mi sangre.
Ánimo y adelante. Todos los que van a los santuarios, millares y millares de personas, tendrían que saber que allí no encontrarán ningún sacerdote que los siga y que haga dirección espiritual y organice el encuentro bíblico. A menudo las personas van a los santuarios para pasar algunos días de vacaciones.
Bienaventurados vosotros, bienaventurados vosotros que habéis elegido este lugar.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestro seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 30 de mayo de 2002 - h. 8:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. La Madre, como siempre, os dice que oréis y que os améis. El jueves, cuando hay el encuentro bíblico, Dios no da una carta larga, porque tenéis que escuchar su Palabra. En la carta de Dios está contenido un estímulo a seguir adelante, a orar y a amar. Cuando llegue el día tan esperado y deseado por todos, vosotros os alegraréis, pero no todos se alegrarán.
Los hombres no estarán contentos de lo que vosotros tendréis, porque no saben amar; por esto os invito a todos a orar.
Hoy mi Hijo Jesús se ha alegrado al veros adorar su cuerpo, sangre, alma y divinidad. También yo me he alegrado. Mis queridos hijos, gracias por todo lo que hacéis.
Dije ayer que el Corazón de Jesús sangra, mi Corazón se une al suyo y sangra por todas las cosas sucias que ocurren en este planeta Tierra; vosotros con vuestra oración, tenéis que ayudar a salvar a todos. Todo lo que ha sido escrito en lo referente a los sacerdotes, y vosotros sabéis a lo que me refiero, ha alejado a muchas almas de la Iglesia.
Ahora ya no creen en el sacerdocio, ya no creen en el sacerdote, ya no consideran al sacerdote como el dulce Cristo en la Tierra, el ministro de Cristo. Por esto la Madre os invita siempre a orar. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los enfermos. Bendigo a la abuela Yolanda que a fuerza de sembrar rosarios y rosarios, ayuda a muchas almas.
Os traigo a todos junto a mi corazón. Enmanuel, amor, la Madre te estrecha fuerte contra su corazón. Os cubro a todos con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Besa también a Enmanuel y hazlo estar bien. Gracias, adiós.
Roma, 31 de mayo de 2002 - h. 7:10 p.m. (Carta de Dios)
San José - Soy San José, el amado esposo de María. He venido para daros las gracias, porque habéis dedicado este mes a mi amada esposa. Gracias a los que han hecho sacrificios para venir aquí. La Madre de la Eucaristía hoy cede el lugar a nuestro Hijo Jesús, porque empieza el mes dedicado a él.
Hoy festejáis la visita de María a Santa Isabel, cuando mi esposa cumplió un acto de caridad hacia su prima. No fue allí para curiosear, para ver y para discutir qué nombre dar al hijo de Isabel y Zacarías, sino que fue allí para ayudar a Isabel.
Ved como un gesto de caridad puede hacer tanto bien a otras personas. Sin caridad no está Dios, cuando está Dios hay caridad.
Yo he vivido casi siempre en el silencio y en el escondimiento, porque estaba Jesús, estaba María, la Madre de la Eucaristía; y yo, José, conservando la castidad, la pureza, la virginidad, era el último.
El matrimonio es una sacramento muy hermoso, cuando se observan todos los mandamientos. Los hombres no tienen que llegar al matrimonio solo para estar juntos, sino por amor, tienen que pensar el uno en el otro y luego están los hijos, los niños. María ha hecho todo lo que tenía que hacer como Madre de Dios, como sierva de Dios y de todos los hombres.
Hoy tendría que ser una gran fiesta: la clausura del mes mariano, dedicado a mi amada esposa, pero las fiestas son muchas y quizás alguno dirá: "¡Cuántas fiestas!, ¡Cuánto nos pide el obispo!". No, soy yo el que lo pide en nombre de Dios, es la Madre de la Eucaristía la que lo pide en nombre de Dios, no es vuestro obispo, el cual acusa un cansancio que no podéis comprender.
Nosotros traemos las cartas de Dios y Él continúa pidiendo la adoración eucarística y que oréis por todas las personas que no voy a enumerar.
Mis queridos hijos, imitad a María, la Madre de la Eucaristía, imitadla en todo y para todo. Decid a menudo: "¿Qué haría María en mi lugar? ¿Cómo actuaría? ¿Cómo se comportaría?". Entonces todo se volverá más fácil. Fuera el nerviosismo y el afán. Cuando tengáis deseos de gritar, de responder mal a alguno decid: "¿María haría esto?". No, a menos que sea algo grave que se refiera al Santo Evangelio porque entonces es necesario intervenir y ser también fuertes, pero siempre con caridad, con bondad, ayudando al hermano.
Os dejó, mis queridos hijos, os dejo a la Madre de la Eucaristía, porque ella es superior a mi y yo me inclino delante de ella.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, lo que ha dicho mi esposo José es verdad, es todo lo que Dios quiere. Yo no puedo ni quitar ni añadir otra cosa, puedo solamente deciros que os amo, porque sois todos mis hijos.
Gracias por el mes dedicado a mi, pero querría que el mes de junio, dedicado a mi hijo Jesús, a Jesús Eucaristía, estuviese más lleno de oración; dad lo más que podáis, dad lo más que podáis. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Se ha terminado el mes de mayo y empieza el mes de junio.
Mensajes de Junio de 2002
Roma, 1 de junio de 2002 - h. 7:10 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¿No viene Jesús?
Nuestra Señora - Sí, también viene tu esposo, pero hoy es el primer sábado de mes y he querido venir también yo para desearos todo el bien. Os deseo que este mes de junio esté lleno de amor y de felicidad por lo que habéis prometido.
Jesús - Sea alabado Jesucristo. Mis queridos hijos, soy vuestro Jesús. Después de los deseos de Mi Madre y vuestra, he llegado Yo y quiero daros las gracias por vuestra presencia. El mes dedicado a mi Corazón tiene que estar lleno de amor por todos y hacia todos. Tengo impresa en mi mente la imagen de cuando caminaba a lo largo del río Jordán con mis apóstoles; me giraba para mirarlos, leía en sus corazones y sabía que esperaban de Mi grandes cosas. Cuando les hablé de mi pasión y muerte, lloraron, pero después de la muerte hubo la resurrección. Quiero que también para vosotros sea lo mismo, ya que esperáis algo grande, no lloréis, sino más bien orad, ya que será vuestra victoria, vuestra resurrección. Vuestra hermana ve salir de mi Corazón la sangre, que se une a la sangre de mi Madre y vuestra, por todos los hombres de este planeta Tierra.
Yo he bajado a la Tierra, a este lugar taumatúrgico, para estar con vosotros, para orar con vosotros, como a menudo hace mi Madre y vuestra, la Madre de la Eucaristía. ¡Oh, rezadle, mis queridos hijos, rezadle! Dios escucha las oraciones de vuestra Madre y también las vuestras.
Sed dóciles a la llamada de Dios, a la misión que Dios os ha dado a todos, por grande o pequeña que sea, Dios sabe qué hacer, cómo hacer, vosotros tenéis solamente que escuchar y obedecer. Primero se tiene que obedecer a Dios, después, si es necesario, a los hombres.
Es una gran alegría para Mi venir aquí en medio de vosotros, aunque no me veáis, pero tenéis que estar felices porque hacéis un gran acto de fe: creer sin ver. Bienaventurados los que creen sin ver, pero sienten en su corazón mi voz, mi llamada. Continuad este largo camino tan duro, tan penoso, tan sufrido, porque tenemos que ayudar a salvar a nuestros hermanos. ¿Quién mejor que vosotros puede hacerlo? Después de todo el mes dedicado a mi Madre y vuestra, ha empezado el mes dedicado a mi Corazón. Yo soy el Cristo, Yo soy vuestro Jesús.
Amaos el uno al otro, así puedo entender que me amáis también a Mí. Gracias por vuestra presencia.
Marisa - ¿Se ha ido y ni siquiera me ha saludado? He aquí que vuelve la Madre.
Nuestra Señora - Gracias, mis queridos hijos. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a los niños enfermos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Os lo ruego, haced bien este mes de junio por la paz en todo el mundo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Dale a Jesús un beso por mi porque se ha ido sin saludar. Está bien, adiós.
Roma, 2 de junio de 2002 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Has estado presente en medio de nosotros hasta hace poco en la Eucaristía, en cuerpo, sangre, alma y divinidad; ahora vienes a traernos la carta de Dios.
Jesús - Mis queridos hijos, hoy es un día muy grande y muy hermoso, especialmente para vosotros que habéis recibido tantos milagros eucarísticos. ¿Los hombres de la Iglesia no los reconocen? No importa, no os preocupéis de nada. Dios sabrá ayudaros, Dios sabe lo que hace, Dios está con vosotros.
Os doy gracias por todo lo que habéis hecho: el triduo, la jornada entera de adoración eucarística y la procesión. Ha habido mucho recogimiento y mucho silencio; esto no ocurre en otros lugares donde, en cambio, las personas hablan continuamente. Vuestro obispo os ha enseñado el recogimiento, la oración, el silencio y por esto mi Corazón se alegra.
Hoy mi Corazón no sangra, se alegra y está contento por cómo os estáis comportando, pero no por esto tenéis que acomodaros y decir que estáis en orden. Recordad: mientras estéis en este planeta Tierra no estaréis nunca en orden, las imperfecciones estarán siempre. El demonio trata por todos los medios de haceros caer. Vivid junto a mi, abrazaos a vuestro Jesús, hablad con Él. Cuando me recibáis en vuestro corazón habladme y sed felices, es entonces que mi Corazón no sangra. Sangra cuando ve tanta maldad en este planeta Tierra, que Dios Padre ha creado, hermoso, limpio, en orden en todo y por todo. Después el hombre ha empezado a sentirse dueño, desde Adán y Eva hasta el tercer milenio y la situación ha empeorado. El hombre está lleno de orgullo, de soberbia, de egoísmo, tiene deseos de poder y de dinero. ¿Qué ha cambiado desde que Dios ha creado el mundo hasta hoy? ¡Nada! Ha cambiado el aspecto exterior de la situación humana. Tenéis todo, mis queridos hijos, nos os falta de nada. En vuestra vida, poned mi Corazón, el Corazón de vuestro Jesús. Tratad de cambiar. ¿Os parece extraño que la Iglesia, apoye sobre vuestras pobres, humildes, sencillas espaldas? Continuamente, junto a mi Madre y vuestra, decimos: "Orad, orad, mis queridos hijos, para que el hombre cambie y vuelva a ser como Dios lo ha creado". Enorgullecerse y tratar de ser más grande y más poderoso que Dios es un gravísimo pecado. Cuando Dios dice algo hermoso todos están contentos, pero cuando dice algo fuerte, duro, entonces no creen que sea Dios el que habla. Cuántas veces se oye decir: "Jesús es misericordioso, Jesús tiene compasión, tiene piedad de todos". Sí, es verdad, pero no hasta el punto que el hombre pueda hacer lo que quiera, tanto que después, al final Dios perdona y el infierno no existe. Oh no, ¡existe el infierno, mis queridos hijos, oh si existe!
Que esta sea una hermosa jornada, tratad de vivirla bien hasta tarde; procurad que el demonio y los pequeños demonios no entren a formar parte de vuestra familia, que no entren en vuestro corazón. Luchad, alegraos, orad, cantad, haced todo lo que queráis, divertíos también, siempre en unión a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.
Felicidades a todos. Adiós, Marisella, sino dices que tu esposo no te saluda.
Marisa - Digo lo que pienso.
Mira, ahora se ha ido no ha dicho nada más. Están de fiesta, mira la Madre de la Eucaristía.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre. Gracias por todo lo que hacéis por amar a Jesús Eucaristía, gracia si conseguís poner en práctica todo lo que os decimos, sobretodo mostrad amor, el amor hacia vosotros mismos, el amor hacia el hermano, el amor hacia Dios.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos. Bendigo a los niños y a todos los enfermos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisella, si quieres, puedes levantarte, harás algo tu también. Participarás en la Santa Misa; no estás presente casi nunca, hija mía. Yo sé que sufres, que es triste todo esto, pero Dios ha pedido este sacrificio. Hoy te hará caminar, te hará estar junto a los otros.
Marisa - Pero durante la procesión no he caminado.
Nuestra Señora - No importa, has permanecido muy unida a Jesús y yo estaba junto a ti.
Marisa - ¿Me lo dirás tu cuando tenga que levantarme?
Nuestra Señora - Claro, estoy a tu lado.
Marisa - Adiós, gracias.
Eres tan hermosa, muy hermosa. Ningún pintor, ningún escultor puede hacerte tan hermosa. Adiós, dulce mamaíta. No te pido nada para los próximos días: si Dios decide que me quede en casa, estaré en casa, aunque me cuesta, si decide que baje, yo bajaré; quiero hacer siempre la voluntad de Dios, siempre, siempre, hasta la muerte.
Nuestra Señora - Ojalá también los otros, incluidos los grandes hombres, dijeran: "Quiero hacer la voluntad de Dios". Gracias, Marisella.
Marisa - Don Claudio, era hermosa, hermosa, no se puede comprender ni explicar.
Don Claudio - Cuando la veamos, nos daremos cuenta también nosotros.
Roma, 3 de junio de 2000 - h. 7:10 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Cuando encomendáis personas a vuestra hermana, yo ya tengo en mi corazón a los que necesitan ayuda; después que se haga la voluntad de Dios.
La Madre os da las gracias por todo lo que hicisteis ayer: una procesión silenciosa, recogida y una Santa Misa vivida; tendría que ser siempre así. También yo espero la fiesta de San Pedro y de San Pablo, haced una gran fiesta; no tenéis solamente que cansaros, sino que tenéis también que disfrutar de lo que hacéis.
Mis queridos hijos, cuanto os amo, cuanto me gustaría veros a todos felices y serenos; desgraciadamente es difícil, mientras os encontréis en este planeta Tierra. También es difícil trabajar con las personas que se sienten acomodadas, que se sienten en orden y ¡amar a los que hacen sufrir! Pero vosotros podéis hacerlo, porque al traeros las cartas de Dios os he dado muchas enseñanzas; ponedlas en práctica.
Hoy tenía que haber venido Jesús, pero está en conversaciones con Dios Padre. ¿Qué preparan? ¿Y si preparan algo para vosotros? Es tan hermoso hablar con Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. ¿Verdad, Enmanuel? ¡Es tan hermoso vivir así, tesoro!
La Madre os da las gracias por lo que hacéis, os da las gracias, sobretodo, a las personas que vienen cada día a orar al lugar taumatúrgico. Vivid de la Eucaristía, es el corazón de la Iglesia, sin Eucaristía no podéis hacer nada. Gracias. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. ¿También vas tu con el Padre?
Nuestra Señora - Claro, estoy siempre con el Padre.
Marisa - Jesús está hablando con el Padre.
Don Claudio - Esperemos que estén preparando algo para nosotros.
Roma, 4 de junio de 2002 - h. 7:10 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Mis queridos hijos, soy vuestro Jesús. Sea alabado Jesucristo. Os amo tanto que querría ponerme de nuevo en la cruz con tal de ayudaros, pero vosotros sabéis que esto no es posible, porque Jesús ha muerto una vez y ha resucitado. Cada vez que los hombres me hacen sufrir, mi Corazón sangra, porque amo demasiado.
Permaneced unidos en el nombre de Dios Padre, de Dios Espíritu Santo y de Mi, Dios Hijo. Amad a la Trinidad, amad a la Madre de la Eucaristía y a su amado esposo San José. Mis queridos hijos, es tan dulce y suave estar junto a vosotros, aunque no me veáis, pero tenéis que sentir Mi presencia porque mi amor es grande, es inmenso. Orad, para que se realice todo cuanto Dios ha prometido, junto a vosotros esperamos que ocurra pronto.
Mis queridos hijos, ¡cuánto os amo! Aunque sufráis y tengáis sufrimientos físicos y morales, Yo estoy siempre con vosotros, porque os amo. Sólo con mi presencia quedáis bendecidos, pero la Madre, la Madre de la Eucaristía, vendrá a bendeciros.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Enmanuel, ¿le das un besito a la Virgencita?
Marisa - Adiós. ¿Has oído? Te lo ruego. Adiós. Se ha ido.
Roma, 5 de junio de 2002 - h. 7:10 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Has llegado. Sabía que vendrías, porque este es tu mes. Jesús, te pido desde lo más hondo del corazón: se que le has regalado 11 años de vida, pero si puedes, ayuda todavía a José. Si, en cambio, ha llegado su hora, dale la fuerza, sobretodo a su hija, para aceptar, para hacer tu voluntad. Pero, si quieres, puedes darle todavía algún otro año. Ya se que 11 años son muchos, pero te lo encomiendo y después haz según tu voluntad. Te encomiendo a todos los otros enfermos que se han confiado a mis oraciones, son tantos y te encomiendo también a los que no conozco. Cuando vamos por el mundo y vamos con la Madre a los hospitales, hay tantos, tantos niños enfermos y tantas personas que están sufriendo en aquellas camitas de hospital. Te pido solo que los ayudes y si es su hora dales la fuerza, el valor, la serenidad y la conversión para llegar al Padre. Ayúdales a todos, Jesús.
Jesús - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Os hablo siempre de amor, como hace a menudo mi Madre y vuestra, del amor verdadero, aquel sentido, que comporta sacrificio y sufrimiento. Veo que muchas personas se han replegado sobre sí mismas; veo en ellas la irritabilidad, el orgullo; cuidado con exhortarles y hacerles una simple regañina, enseguida se ofenden y ya no hacen lo que tienen que hacer; responden mal, dicen que está en orden, pero no es así, mis queridos hijos. El verdadero amor abraza el sufrimiento, el sacrificio, la inmolación y abraza también la dulce sonrisa de un hijo, de una madre, de un padre; el dulce amor por todos. El amor no tiene que tener obstáculos.
Yo quiero que seáis todos hermanos, una vez más os repito: he muerto por vosotros, porque os amo, porque Dios es el gran amor. A vosotros no os pido que muráis por el hermano, sino que os améis como hermanos. Si el hijo no sabe amar a los propios padres, no es verdadero hijo y si los padres no saben amar a los propios hijos, no son verdaderos padres. Padres, hijos, comunidades de cualquier género, son hermosas, grandes, si hay amor verdadero, aquel con A mayúscula. Cuantas veces lo ha pronunciado mi Madre y vuestra: amor, amor, amor; sin amor no se hace nada.
No seáis egoístas, no penséis solo en vuestros seres queridos, pensad también en los otros, pensad en el hermano que está a vuestro lado, aunque no sea hermano de sangre, a veces es mejor. Es inútil llorar por un hijo que no sabe amar o por padres que no saben amar y están llenos de egoísmo, tenéis sólo que orar; no hay otra cosa que hacer creedme.
Gracias mis queridos hijos. No escuchéis solo la carta de Dios, después salís de aquí y la olvidáis, ponedla en práctica, meditadla y os daréis cuenta que en ella hay solo la palabra amor. Gracias. Yo, Jesús, os doy mi bendición junto a mi amado obispo, al obispo ordenado por Dios, al obispo de la Eucaristía. Bendigo a todos los presentes. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, Jesús, ¿puedo darte un beso? Ayúdanos porque nosotros dos, de otro modo, nos derrumbamos.
Han venido los ángeles y se lo han llevado.
Roma, 6 de junio de 2002 - h. 8:45 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Soy vuestro Jesús. Mis queridos hijos, hoy es el aniversario del gran milagro eucarístico: el milagro del milagro en el milagro. Vosotros recordáis que la hostia grande sangró una primera vez y luego de nuevo. Mi sangre, cada vez, sale de mi Corazón por amor de todos vosotros aquí presentes.
Como puedo no repetiros que mi amor es grande y que mi Corazón quiere entrar en vuestros corazones para haceros comprender qué grande es mi amor. El milagro de la efusión de la sangre se ha repetido el 6 de junio de 1999. Cuántos milagros eucarísticos ha obrado Dios en el lugar taumatúrgico, entre este milagro eucarístico y el del 11 de junio, cuando mi sangre ha salido en las manos de vuestro obispo, Dios ha ordenado obispo a Don Claudio. Este obispo ordenado por Dios ha entrado a formar parte de los milagros eucarísticos. Cuando habéis dicho esto, os han criticado, se han burlado, escarnecido y han cometido otras ofensas que, ya que hoy celebráis una aniversario tan grande, no quiero repetir.
Cuántas, cuántas veces de mi Corazón ha salido, ha brotado la sangre para salvar las almas, para ayudarlas, porque cuando mi Corazón sangra es para las almas buenas y para las que no son tan buenas. Mi Corazón quiere salvar a todos, pero es difícil; a veces Yo, Jesús, encuentro que es tan difícil ayudar, sin embargo, podría cambiar en cualquier momento la cabeza de estos hombres tan duros, que llegan hasta la calumnia, a la difamación, a los celos y a la envidia. ¿Por qué el obispo ha sido ordenado por Dios? ¿Quién ha sufrido como él? ¿Quién ha amado siempre a Dios, a la Madre de la Eucaristía, a la almas, como él? ¿Dios no puede hacer lo que quiera? ¿Quiénes son estos hombres que se permiten siempre el juzgar? El Evangelio habla de amor, no de juzgar; ellos hablan de amor, pero entretanto continúan juzgando. Toda la fuerza que habéis tenido para llegar hasta hoy os ha sido dada por Dios, ha sido dada por mi Sangre.
Ánimo, mis queridos hijos, es una hermosa jornada. El que se ha acordado de este milagro habrá pasado una jornada de amor, de alegría de oración.
Sé que habéis hecho la adoración eucarística y por esto Yo, Jesús, os doy gracias.
Gracias por todo lo que hacéis, mi Corazón está muy contento cuando oráis, adoráis, sobretodo cuando os amáis.
Junto a mi obispo y vuestro, ordenado por Dios, obispo de la Eucaristía, os bendigo.
Nuestra Señora - Soy vuestra Madre, vengo para saludaros.
Marisa - Te encomiendo a José, a Marco, a todas las personas que se han confiado a mis oraciones y a todos los niños, especialmente los que están enfermos.
Nuestra Señora - Sí, mi querida hija, quédate tranquila, Dios sabe lo que tiene que hacer; vosotros tenéis que hacer la voluntad de Dios, siempre.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Un beso. Adiós. Gracias, gracias por todas las gracias que nos habéis dado. Adiós. Se ha ido.
Roma, 7 de junio - h. 7:15 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Vuestro Jesús también hoy ha venido en medio de vosotros. Hemos llegado al 7 de junio y Yo vendré hasta final de mes; el que quiera que se aproveche de esta venida mía a la Tierra. Os pido que os preparéis bien para el 29 de junio y que hagáis ayuno. Cuando vivía en la Tierra, era un hombre como todos los otros y he hecho 40 días de ayuno. A vosotros sólo os pido que hagáis el ayuno durante los pocos viernes que quedan antes del 29 de junio. Haced el ayuno por todo lo que ocurre en el mundo.
Cuando predicaba y caminaba junto a mi Madre, ella sabía cuál era mi futuro, sabía perfectamente que tenía que sufrir la pasión y morir para reabrir el Paraíso. Hoy aparezco aquí, en este lugar taumatúrgico y estoy contento de vosotros, porque estáis llenos de fe. He dicho: "Bienaventurados los que creen sin haber visto", vosotros no me veis, pero veis a Jesús Eucaristía, el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad están presentes en la Eucaristía. En la Eucaristía estamos presentes Dios Padre, Dios Espíritu Santo y Yo, Dios Hijo. Os pido con mucha sencillez: el que pueda, según la propia conciencia, que haga el ayuno estos pocos viernes que quedan antes del 29 de junio. Orad, recitad el santo Rosario a mi Madre y vuestra; es un arma poderosa para detener guerras, para convertir a los pecadores, para dar fuerza a los enfermos. Si Dios llama al enfermo, que se haga su voluntad; si Dios lo sana, que se haga su voluntad. Es siempre Dios el que obra, es siempre Dios el que trata por todos los medios de salvar a los hombres.
Mis queridos hijos, hermanos queridísimos, vuestro Jesús está muy contento cuando desciende sobre la Tierra en medio de vosotros, a orar junto a vosotros, sentir todo lo que decís en nombre de Dios Padre, de Dios Espíritu Santo y de Mi, Dios Hijo. Tened compasión de las almas que tienen necesidad, de los enfermos, de los que sufren en espíritu y cuerpo; junto a Mi, ayudadlos y amadlos.
Gracias, mis queridos hijos, os bendigo junto a mi obispo y dejo que mi Madre termine las oraciones.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os traigo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
¿Y ahora cómo lo hago?
Roma, 9 de junio de 2002 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Cuando llegas tu, Jesús, me emociono muchísimo. Ten encomiendo a nuestro José, Analisa y a sus familiares, dales fuerza y valor para hacer la voluntad de Dios. Te encomiendo también a Marcos y a todos los enfermos que se han confiado a mis oraciones. Si tu quieres, Jesús puedes hacerlo todo. Nosotros, como nos ha enseñado la Madre de la Eucaristía, estamos dispuestos a hacer la voluntad de Dios. Ayuda a todos. Gracias.
Jesús - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Veo que a veces el grupo aumenta y a veces disminuye, aunque el jueves no erais numerosos. ¿Os dio miedo la lluvia? ¿Sentisteis el cansancio? Son los últimos jueves del mes, tratad de venir y de retener lo que vuestro obispo dice. Podéis ir donde queráis, pero un obispo que hace la catequesis y explica el Evangelio como el vuestro, no lo encontraréis. Ya sé que es muy tarde, pero cuando estáis delante de la televisión, cuándo asistís a un partido, ¿miráis si es tarde? Yo deseo que vengáis a este lugar taumatúrgico; no os doy una orden, porque Dios sabe a quien dar órdenes, digo solamente: si queréis, podéis hacer todo lo que Dios pide; si ponéis un poco más de voluntad, de fuerza, de valor, podéis venir para el encuentro bíblico estos poquísimos jueves que quedan. Os he pedido también que hagáis el ayuno en estos últimos viernes; no digo por la paz o por los enfermos, sino por el mundo entero. Sabed que cuando digo por el mundo entero hay una gran círculo de personas que tienen necesidad de todos las maneras y comprende buenos y malos. A vosotros os dejo esta tarea, quizás os parecerá difícil hacer un ayuno, pero una vez a la semana no es difícil. Como ya os he dicho, he ayunado 40 días, a vosotros os pido un día a la semana; cierto, me repito, tenéis que ser responsables, tenéis que saber si podéis hacer ayuno. Vosotros tenéis que escoger, ya sois grandes, la Madre ha dicho que estáis en la universidad, demostradlo.
Ánimo, Yo, la Madre, los ángeles y los santos estamos todos con vosotros. No creáis que en los santuarios donde va tanta gente estén todos en orden, oh no, oran, pero hacen también acciones que no son bonitas; es entonces cuando mi Corazón sangra. Vosotros estáis preparados, estáis dispuestos, podéis también ayudar al prójimo porque habéis tenido muchas enseñanzas. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestros os bendigo.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os trigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. ¿Cuánto tiempo aún? Está bien, adiós.
Roma, 10 de junio de 2002 - h. 5:10 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia y por el amor que tratáis de tener el uno al otro, pero tenéis que trabajar mucho todavía. Ayer me distéis una alegría, porque habéis tratado de hacer algo hermoso, aunque no lo hayáis logrado. Todo lo que estáis preparando para el 29 es hermosísimo, pero no podéis llegar a aquel día cansados, fatigados, deprimidos: hay quien tiene también grandes sufrimientos. No os preocupéis de nada, haced todo lo que podáis, lo mejor que podáis y basta. Si no podéis, pararos, porque he visto vuestra buena voluntad, el deseo de hacer y darMe alegría a Mí, a la Madre de la Eucaristía, a mi obispo y vuestro. Pero he visto también que desgraciadamente el cansancio es mucho para todos. Mientras viváis en este mundo, pagáis también vosotros las consecuencias de las acciones de los hombres malos, de los que no saben amar, de los hombres que tratan por todos los medios de destruiros, pero no os preocupéis. Yo, Jesús, estoy contento con lo que hacéis; en cada cosa poned amor y no os preocupéis de nada más. Dad alegría, ejemplo y testimonio a todos. Las personas comprenderán de vuestra manera de actuar el amor que tenéis hacia Mi, hacia la Madre de la Eucaristía, hacia vuestro obispo, que es nuestro sacerdote predilecto, el obispo ordenado por Dios, el obispo de la Eucaristía. Vosotros, jóvenes, gozaréis de esto.
Ánimo, os invito a la oración y todavía una vez más os repito, al ayuno. Alguno espera el viernes para hacer ayuno, lo podéis hacer cuando queráis; Yo he indicado el viernes, pero si este día tenéis huéspedes, ya que no se puede hacer ayuno cuando se tienen huéspedes, buscad el día adecuado a vosotros. Quien no pueda hacerlo, sabe perfectamente que no debe. Jesús no quiere que las acciones sean hechas a la fuerza, sino solamente con amor, con todo el amor que podáis.
Gracias mis queridos hijos. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo a todos.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
Roma, 12 de junio de 2002 - h. 7:10 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Mi dulce Jesús, quiero encomendarte a José y a Analisa. Nosotros hacemos tu voluntad, pero ayúdalo, si éste es el querer de Dios. Piensa, Jesús, que la operación durará 10 horas y es duro para quien espera. Te lo ruego, haz algo por él, no lo hagas sufrir. Te encomiendo a Ana, al pequeño Francisco, a José, Mateo y todos los niños que están enfermos y todos los enfermos que se encuentran en el hospital y están solos; te los encomiendo a todos.
Jesús, te encomiendo también a aquel sacerdote que tu has dicho que es bueno, pero que no tiene ninguna disposición para ayudar a las almas, espiritualmente hablando.
Jesús - Mi querida Marisella, estoy contento que tu puedas ver y comprender sola quiénes son mis sacerdotes; aunque los buenos tienen miedo, creen en todo, también en lo que no existe. Se que has sufrido mucho, físicamente y moralmente, pero no te preocupes, tienes que comprender hasta el fondo quiénes son mis sacerdotes predilectos, los que han sido escogidos por Dios. Llegan a una edad avanzada y todavía no son capaces de corregirse, son débiles, tienen miedo, no tienen el valor de tu obispo y nuestro; también es verdad que su molde ha sido erradicado.
Trata de comprender, Don es un buen sacerdote, pero no puede en absoluto ayudar a las almas que tienen dones de Dios, es necesario tener un don particular para ayudar a estas almas, pero no todos lo tienen, porque Dios elige a quien dar este don.
Mis queridos hijos, nos estamos acercando al 29 de junio, sería hermoso hacer una novena de preparación para aquel día, pero a veces, la Madre de la Eucaristía y Yo no nos atrevemos a pedir tanto porque podríais cansaros y decir: "¿Qué hemos de hacer aún por el Señor? Estamos haciendo todo lo que nos pide". Pero Yo continuaré pidiendo, si no podéis o no queréis, no por esto os amo menos, Yo os amo a todos. El que sigue mis huellas es amado más, pero quien sigue mis huellas acepta mi sufrimiento, mi pasión y tiene también mi valor para luchar.
Sé que mañana recordaréis el milagro ocurrido hace dos años, conseguid que estén todos presentes. Vosotros no sabéis que cuando hemos pedido quien quería estar presente el mes de junio y participar por la tarde en el encuentro de oración, 75 personas han respondido sí; pero estas 75 personas Yo no las he visto nunca, si no es el domingo. ¿Qué hacéis? Pedís a Jesús, pedís a Dios tantas gracias, no hacéis otra cosa que pedir gracias y después cuando Yo, si violentar vuestra voluntad, os he pedido que mantengáis el compromiso suscrito de 75 personas, no respondéis. En los lugares donde dicen que todavía se aparece la Virgen, y sin embargo ya no se aparece, ¿cuántas personas van? Hacen sacrificios, toman el tren, el avión, el coche para ir donde no hay nada, nada de nada, creedme. Vosotros sois afortunados al tener a Jesús, a la Madre de la Eucaristía, a los ángeles y a los santos.
Orad por vuestros seres queridos, por vuestros hijos, por vuestros sobrinos, para que se conviertan. Vosotros, hijos, orad por vuestros padres, es hora de que se conviertan. Son dos mil años que pido conversión, conversión, conversión, y no llega. Yo deseo que lleguéis a la verdadera conversión, sobre todo lo deseo a vuestros seres queridos, que no van a Misa y no siguen la palabra de Dios.
Ánimo, junto a Mi orad por los enfermos, por José, y que se haga la voluntad de Dios. La pequeña Ani está dispuesta a todo, porque hace la voluntad de Dios. Orad por todas las almas que tienen necesidad de la ayuda de Dios, gracias.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo a todos.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Te lo ruego, acuérdate de José. Adiós.
Sí, ya lo sé, hay muchos enfermos graves, entonces acuérdate de todos, tu puedes hacerlo. Adiós.
Roma, 13 de junio de 2002 - h. 8:40 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Mis queridos hijos, sea alabado Jesucristo. Gracias a vuestras oraciones, nuestro querido José ha superado la operación, pero ahora tenéis que intensificar la oración porque habrá días más duros y difíciles. Pedid cada día a Dios que se haga su voluntad para José, hombre bueno, y que ayude a Analisa en todo. Estoy contento que oréis por los enfermos y en modo especial por los que forman parte de la comunidad, como José. Sé que todos habéis orado, quien más quién menos habéis dado algo, para que José superase la operación: esto ha ocurrido y ahora empieza el período más difícil y duro. Cuando ha sido abierto, vuestra hermana ha visto qué tenía este pobre hombre. Yo os pido solamente que oréis.
Hoy estáis celebrando el gran milagro eucarístico del 11 de junio de 2000. Como ya os he dicho, todos los milagros son grandes, pero aquel del 11 de junio es el más grande: este ha ocurrido en las manos de Don Claudio, un año después de haber sido ordenado obispo por Dios. Antes de este milagro eucarístico habían ocurrido otros, después fue la ordenación episcopal y finalmente el gran milagro eucarístico. El que no cree, que habla mal y calumnia, al final tendrá que rendir cuentas a Dios. Tratad de no prestar atención a estas personas y superad todo esto aunque ya sé que es muy difícil, pero vosotros podéis conseguirlo porque estáis unidos a Mi, a la Madre de la Eucaristía, a mi padre José, a todos los ángeles y a los santos.
Os repito una vez más que Yo o la Madre de la Eucaristía no estamos presentes donde hay masa. Ya os he dicho que el día de su canonización, Padre Pío estará aquí con vosotros, aunque seáis pocas personas. Me ha dolido ver que 75 personas que habían escrito que vendrían a orar no han venido. ¿Habéis escrito sí para dar gusto a vuestro obispo o a Dios? No respetando el compromiso tomado Me habéis hecho sufrir a Mi y a vuestro obispo. Con Dios no se juega: cuando se hace un compromiso, es necesario mantenerlo hasta el fondo.
Espero con ansia la fiesta del 29 de junio. Aunque aquel día habrán sufrimientos y preocupaciones, pero vosotros haced todo lo que podáis y si no conseguís realizar todo lo que habéis preparado, no importa: Dios mira el corazón, mira cuanto amor ponéis al hacer las cosas. También cuando en el pasado ha habido nubecitas, Dios no os ha hecho caso, porque sois hombres y es normal que entre vosotros haya incomprensiones o que tengáis gustos diferentes, pero no por esto Dios está dispuesto a juzgar. Solamente tenéis que hacerlo todo con amor; Todos Nosotros estamos con vosotros.
Os ruego que intensifiquéis la oración por José, Analisa, Ana, Ana María, el pequeño Francisco y Mateo; hay tantos niños que tienen necesidad, vosotros orad por todas estas personas sin cansaros nunca.
No tenéis que lamentaros si el obispo pide siempre algo. No es él, sino Yo quién os lo pido, por tanto decidme a Mi: "¡Uf, Jesús, cuántas cosas nos pides!". No se lo digáis al obispo.
Gracias por vuestra presencia. Junto a mi amado obispo os bendigo a todos.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y so cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Don Claudio, no hay nada más. ¿Qué estás mirando?
Don Claudio - Nada, yo no veo nada. Estoy rezando.
Roma, 14 de junio de 2002 - h. 7:10 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Mis queridos hijos, soy vuestro Jesús. Hemos llegado al 14 de junio, ¿os habéis dado cuenta cómo vuelan los días? Hemos llegado casi a mitad de mes y, como dije ayer, desgraciadamente no todos han respondido a la llamada, como sucede en todas partes. Ha sido la Madre de la Eucaristía la que ha pedido que vengáis a orar, no un sacerdote o un laico cualquiera.
Os pido que oréis, porque todavía continúan masacrando a los hombres, matándolos sin piedad, sin compasión. No hay respeto por el hombre creado por Dios, es tratado peor que un animal. A veces los animales, cuando sucede algo, les dan socorro y es compadecido, en cambio los hombres son masacrados, muertos sin piedad. Los terroristas continúan actuando en muchos lugares que vosotros no conocéis. Los terroristas no están presentes solamente en los Estados Unidos o en Gran Bretaña, se encuentran por todas partes y en todos los lugares donde se encuentran pueden, perfectamente, matar muchos niños y millones de hombres. Jesús y la Virgen piden siempre que oréis porque el mundo no va bien. Dios no tiene necesidad de vosotros, pero pide vuestra ayuda, porque quiere estar con vosotros y ayudar a tantas pobres almas.
Marisella, ayer cuando estábamos con José, has visto cómo se comportaban los doctores y has sufrido y llorado; no tanto por el sufrimiento de José, porque no sufría en aquel momento, sino por el modo en el que los doctores se comportaban; había solamente uno que cumplía su deber hasta el fondo, con dolor, y se leía en su rostro. Tu has ayudado junto a la Madre, estabais allí en oración y habéis continuado orando por este hombre bueno que ama mucho a la Madre de la Eucaristía y a este lugar taumatúrgico. Inclinad la cabeza y decid: "Que se haga la voluntad de Dios".
Marisa - Jesús, ¿puedo recomendarte también a Alejandro? Que se haga siempre la voluntad de Dios. Si también él ha sido elegido para ayudar a estos hombres, estos grupos que se haga tu voluntad; por lo demás has llamado a otras personas hace tiempo; has llamado a mi madre, tu abuela Yolanda, que sufre tanto. Ahora tengo la impresión que estás llamando también a nuestro obispo, no está bien y tu lo sabes, solamente tu sabes que no está bien, trata de ayudarlo, todos nosotros tenemos necesidad de él. ¿Qué haremos sin él? Gracias.
Jesús - Mis queridos hijos, junto a mi obispo y vuestro os bendigo.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
Roma, 15 de junio de 2002 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Sí, cantad "Tierra entera alaba a Dios", porque toda la Tierra tiene que dar alabanza a Dios. Desgraciadamente este planeta no alaba a Dios, más bien continúa corriendo hacía su propia ruina, no piensa en los pobres, en los enfermos, en los que están solos. "Tierra entera alaba a Dios", repetid a menudo este canto. ¿Quién alaba a Dios? ¿Los sacerdotes, las hermanas, los laicos comprometidos, los religiosos? No, son los pequeños, los humildes, los sencillos los que alaban a Dios.
Quinceavo día del mes del Sagrado Corazón de Jesús, de mi Corazón, de este Corazón que a menudo sangra. Dad gloria a Dios Padre, a Dios Espíritu Santo y a Mi, Dios Hijo. Cuando cantéis, manifestad todo vuestro amor, no penséis solo en dar voz, sino meditad lo que decís y encontraréis tantos motivos de meditación. ¡Tierra entera alaba a Dios!
¿Cuántas veces la Madre os ha dicho: "Convertíos y creed en el Evangelio?". Estas son palabras que Yo he dicho. Hasta que no haya una verdadera conversión, no podréis creer en Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.
Los mensajes que Yo os doy, esto ya os lo he dicho muchas veces, no se refieren sólo a los presentes, sino a todos los hombres de la tierra, ya que llegan a todas partes. Todos tienen que saber qué significa dar gloria a Dios, qué significa convertirse y creer en el Evangelio. Mi Corazón desea esto. Recordad: todo lo que os digo a vosotros es repetido en todo el mundo.
La Madre de la Eucaristía, que aparece en este lugar escogido por Dios, continúa trayendo las cartas de Dios. Estas cartas de Dios no son pequeños mensajes de tres o cuatro líneas, sino que son mensajes largos, por medio de los cuales Dios quiere que el mundo conozca quién es verdaderamente Aquel que ha creado el universo, Aquel que ha mandado a su Hijo a morir para salvar al hombre. Preguntaos a menudo: "¿Quién es Dios?".
Ahora quiero daros las gracias porque veo que al menos algunos jóvenes y adultos vienen a menudo aquí a trabajar, a ayudar. Hacedlo con amor, sólo con amor. Ya sé que hace mucho calor y también Yo, ahora que me encuentro en la Tierra, sufro mucho calor. Puede suceder, que el calor salga también de la boca; puede suceder que alguna nubecita pasajera disturbe, puede suceder que alguno diga al otro algo un poco demasiado fuerte. Yo comprendo esto y no os reprendo, pero tratad de hacerlo todo con amor.
Espero, como vosotros, también Yo con ansia, la fiesta del 29 de junio; lo que tenéis que realizar, hacedlo con amor.
Gracias por vuestra presencia. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a los objetos sagrados, a los enfermos y a los que, Marisella, todos los momentos me encomiendas. Os bendigo a todos.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Repetid: "Tierra entera alaba a Dios".
Marisa - Se ha ido.
Roma, 16 de junio de 2002 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Padre Pío, estás acompañado de todos los ángeles y santos, eres muy hermoso.
Padre Pío - Estoy aquí, hermantia mía, porque Dios me ha dicho: "Ves al lugar taumatúrgico tan amado por mi, ve a estar con mis hijos y ora con ellos", y yo he venido aquí para orar con vosotros.
Había pedido a mis grupos de oración que vinieran a este lugar taumatúrgico, pero no ha venido ninguno, no obedecen nunca. Si pedimos algo hermoso que da alegría y felicidad, también en la diversión, entonces todos corren; yo había pedido que hicieran una peregrinación una vez cada tanto, no siempre. Hoy mi canonización se hace también por mérito vuestro, porque en el silencio y en el ocultamiento me habéis amado y continuáis amándome.
Ánimo, hermanita mía, la vida para ti es muy dura como lo ha sido también para mí, pero te repito que estás sufriendo mucho más de lo que yo haya sufrido, lo mismo vale también para mi hermano, el obispo Claudio.
Yo estoy con vosotros y oro con vosotros, hago todo lo que Dios me dice por todos vosotros, mis hermanos aquí presentes. Hay gran fiesta en el cielo, y en la tierra se han reunido millares de personas en San Pedro donde he nacido y vivido, pero ¿os habéis preguntado si todas estas personas escuchan a Dios y oran, o están allí sólo porque yo soy canonizado? Sería tan hermoso para mi ser canonizado en el silencio y en el ocultamiento, pero también esto sirve para que algunas personas puedan convertirse. Convertirse no significa hacer lo que a uno le va bien y después ir donde hay masa y orar poco. Si Dios hoy no ayuda a todas las personas que están bajo el sol tan potente, habrán muchos enfermos y me disgusta que esto ocurra por culpa mía.
Cuando te toque a ti, Marisella, no será así, será celebrada una ceremonia muy hermosa, pero silenciosa.
Marisa - ¿Estás hablando de mi?
Padre Pío - ¿No eres tu mi hermanita?
Marisa - Sin embargo yo he venido a ti solamente una vez.
Padre Pío - Y yo he venido a ti millares de veces. Ahora me retiro para dejar el lugar a Jesús.
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. He querido que Padre Pío estuviese en medio de vosotros para daros la alegría y el valor para afrontar todas las dificultades y los sufrimientos. Orad y ayudaos mutuamente.
Lo que nos hace sufrir, como ya os he dicho, es que habéis escrito tarjetitas a Dios y después no habéis puesto en práctica lo que le habéis prometido. Es honesto decir: "vengo o quizás no pueda venir". Sé que hace calor y muchos no lo soportan por motivos de salud o por otras razones; cuando vengo a la Tierra sufro las mismas incomodidades: si vosotros tenéis calor, Yo tengo calor; si vosotros tenéis frío, Yo tengo frío; si vosotros sufrís, Yo sufro con vosotros, pero si vosotros no me amáis, Yo os amo y amo a todos, incluso a los que hacen sufrir. Amo a vuestros hijos, a vuestros padres, a vuestros sobrinos, a vuestros tio-abuelos; amo de manera particular a las parejas casadas.
Ánimo, mis queridos hijos, es la canonización de Padre Pío, pero él está aquí con vosotros, dad gracias a Dios por esto; en este momento no se encuentra en ningún otro lugar. Ánimo, imitadlo en la oración, en el ocultamiento y en el silencio, porque comportándoos así también se puede dar mucho y ayudar al prójimo.
Junto a mi amado obispo os bendigo a todos.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Marisa - Eres hermoso, Jesús.
Jesús - También tu serás hermosa.
Marisa - Primero es necesario sufrir mucho y después iremos al Paraíso, yo tengo todavía que sufrir.
Está bien, adiós.
Don Claudio, ¡qué hermoso era Padre Pío!
Don Claudio - ¿Puedes describirlo?
Marisa - ¿Cómo puedo describirlo? No era viejo como cuando murió, sino que era joven y hermoso. Los ojos luminosos mandaban rayos de luz muy hermosos.
Don Claudio - Somos privilegiados por haberlo tenido entre nosotros el día de su canonización.
Marisa - Sí.
Don Claudio - ¡Bajo esta carpa!
Marisa - A ellos no les importa la carpa, a ellos les importan las almas.
Roma, 17 de junio de 2002 - h. 7:20 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Yo, el Hijo de Dios, cuando caminaba a lo largo de las calles de Palestina no tenía nada, trataba de evangelizar a los hombres que encontraba y les hablaba de Dios Padre, les enseñaba a amarse y a quererse. Ni Yo, ni los apóstoles teníamos dinero, hoy, sin embargo, los hombres de la Iglesia se enriquecen. No podéis imaginar qué contento estoy de venir a este lugar donde hay sólo una sencilla carpa: vuestra Basílica. Aquí no hay dinero como en todas las otras iglesias, especialmente en las grandes. Han pasado dos mil años ¿y qué han hecho los hombres de la Iglesia? Han tratado de gozar, de tener poder, de mandar, de exigir obediencia con el chantaje y condenar a los que se comportan bien. Sí, estoy muy afligido, mis queridos hijos, y me desagrada decíroslo a vosotros, que no lo merecéis y que sois pocos, muy pocos; querría gritarlo a todo el mundo, pero sobre todo querría gritarlo en las grandes iglesias. No me enfado con los laicos, porque no pueden comprender muchas cosas; pero sí con los cardenales, los obispos, los sacerdotes y con el que lo manipula todo.
Oh, ¡mi alma está muy triste! Por todo esto continúo pidiendo sufrimientos a vuestra hermana. Nadie puede comprender lo que ella está sufriendo por todo lo que ocurre en este planeta Tierra, tan probado y destruido. El mundo creado por Dios ha sido casi destruido. Muchos tratan de seguir adelante y engrandecerse, mientras otras personas mueren de hambre y muchos niños están enfermos. Los que forman parte del voluntariado llevan adelante iniciativas para estas personas tan desastradas, pero cuando sus bolsillos están llenos.
Sí, estoy triste, mi Corazón Sangra. Os doy las gracias a vosotros, aunque seáis pocos, os doy gracias por todo el amor que ponéis al prepararos para la fiesta del 29 de junio; os doy gracias por el sacrificio hecho para estar aquí presentes todas las tardes y doy gracias a los que trabajan para la gloria de Dios.
Orad, orad, para que vuestro obispo sea él el cabeza de todo y entonces surgirán más envidias y celos y los sacerdotes continuarán hablando mal y pisoteándolo. Alguno sufre a causa de los propios parientes y Yo, Jesús, os digo: "Estad contentos de sufrir por la gloria de Dios". Gracias.
Mi Madre esta tarde no vendrá, porque está muy triste. Os doy mi bendición junto a mi sacerdote predilecto, al que Dios ha declarado santo. Os dejo en el nombre de Dios Padre, de Dios Espíritu Santo y en Mi nombre. Sea alabado Jesucristo. Participad en esta Santa Misa con todo el amor, orad lo más que podáis y amad siempre.
Marisa - Ánimo, Jesús, trato de ayudarte como puedo. Hay personas que te aman mucho.
Jesús - Los niños me aman, vosotros me amáis. Gracias.
Marisa - Adiós, Jesús.
Jesús - Adiós, mi esposa dilecta, gracias por todo lo que haces, gracias, gracias.
Marisa - Adiós. Estás muy triste, adiós.
No lo he visto nunca tan triste.
Don Claudio - Me lo esperaba.
Marisa - ¿Y entonces qué hacemos?
Roma, 18 de junio de 2002 - h. 7:20 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Vuestro Jesús ha venido solamente para daros Su bendición junto a vuestro obispo. El mensaje de ayer comprende todo lo que la Iglesia tiene que hacer: renacer. No tengo nada más que deciros.
Marisa - Quería encomendarte a José y a tantos otros enfermos, Jesús. ¿Tienes prisa? ¿Nos amas?
Jesús - Claro que os amo y no quiero haceros sufrir, como sufristeis ayer, pero la carta que os traje ayer tiene que ser conocida por todos. Mis hijos predilectos sufrirán todavía más, pero es esto lo que Dios quiere. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, siempre obedeciendo a Dios Padre, sufro con vosotros. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Ánimo, mis queridos hijos, la guerra se puede vencer también con pocos soldados.
Marisa - Adiós. Está también Padre Pío detrás de ella.
Intercede, Padre Pío, por todos nosotros, por todos los sacerdotes, intercede ante Dios. Adiós.
Roma, 19 de junio de 2002 - h. 7:10 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Os invito a orar por vuestra hermana que ya está sufriendo la pasión desde hace casi veinticuatro horas; quien no la ha sufrido nunca no lo puede comprender. Estoy contento de vuestra presencia y de las oraciones que hacéis, poned todo el amor que podáis.
Estoy contento de la preparación que estáis haciendo con esfuerzo, sean los adultos o sean los jóvenes. Os invito a orar por este día tan importante para Nosotros los del Cielo, por la Tierra y por la Iglesia que no va bien.
Mis queridos hijos, es vuestro Jesús el que os habla y que os pide que os améis a vosotros mismos y a los otros; amaos como Yo os he amado. Os he amado siempre, incluso cuando vuestro comportamiento no era correcto, incluso cuando había imperfecciones y pecados. Vuestra hermana continua sufriendo por la Iglesia, por los niños que mueren de hambre, por todos los enfermos y por todos vosotros aquí presentes.
Nuestra Señora - Y yo, junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Adiós, pequeña víctima del sufrimiento, amor en medio de las espinas. Adiós.
Marisa - Jesús me ha hecho dos cruces en los ojos y me ha devuelto la vista, porque he estado mucho tiempo sin ver, veía solo a Jesús, a nadie más.
Gracias por esta ayuda, aunque no me la merezco. Adiós. Se ha ido.
Roma, 20 de junio de 2002 - h. 8:40 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Gracias, Marisella, por todo lo que soportas. Muchas felicidades a ti y al obispo al cual hace tres años Dios Dijo: "Te ordeno obispo", felicidades de todo el Paraíso. Mis queridos hijos, este es un día muy grande y muy importante, pero si vosotros os comprometéis, cada día se vuelve más importante, cada vez más hermoso. Vosotros tenéis que participar de esta alegría, de estas bellezas que Dios dispensa en este lugar taumatúrgico.
Mis queridos hijos, con cuanta alegría vengo aquí en medio de vosotros, con cuanta alegría estoy aquí, a pesar de todo lo que ocurre en el planeta Tierra. El sufrimiento de vuestra hermana es muy fuerte; tengo que decir que ella es muy heroica, porque ha querido unirse a vosotros aquí, en este lugar taumatúrgico. Todo lo que está aquí: la casa, el jardín, la basílica, la capilla, es taumatúrgico. Este es un rincón de Paraíso, es nuestra alegría estar en medio de vosotros.
Mis queridos hijos, Dios pide un gran sufrimiento a Marisella, no porque no la quiera, sino porque necesita, si puedo decirlo así, de almas que le ayuden a arreglar la Iglesia, a hacer renacer la Iglesia. Sus dolores son fuertes y nuestra ayuda ha sido notable. Pensad que ya son 48 horas de continua lucha y durante dos horas ha estado ciega completamente, sin ver nada, después Yo con mis manos he hecho que ella viera de nuevo. ¿Quién puede comprender estas cosas? El obispo, que a pesar de su fuerza y su valor, sufría mucho viéndola sufrir, estaba a su lado, no podía ayudarla, pero oraba, oraba mucho. Tenéis que saber que cuando se verifican estos sufrimientos es para una fin muy grande; la tierra tiene necesidad de estas almas. Oh, mi corazón es feliz porque he visto con cuanto amor vuestra hermana ha sabido aceptar todo lo que Dios le ha mandado. Orad y ayudadla con la oración. Ella no quería que la pasión fuese visible, quería sufrir, pero los otros no tenían que verlo. Pero que se haga la voluntad de Dios y ella ha hecho la voluntad de Dios, por todos los hombres de la tierra, por vosotros aquí presentes, por vuestras familias, por todos sus parientes.
¡Oh, hay tanta necesidad de oración y de sufrimiento! Hay parientes que destruyen y quieren destruir a estos dos hijos míos sólo porque dicen la verdad; la verdad os hace libres, mis queridos hijos: sed siempre libres, sinceros, sencillos y listos. Atención, tenéis que estar atentos, porque el demonio podría haceros caer. Vosotros cerrad todas las puertas de vuestro corazón y no le dejéis entrar, pero dejadme entrar solamente a Mi, Jesús, y a mi corazón, entonces todo será más fácil y más hermoso. Gracias. Felicidades de nuevo a mis dos queridos hijitos; a menudo ocurre que vuestras fiestas coinciden, aunque esto ha sido querido por Dios.
Ánimo y adelante.
Marisa - ¿No te puedo dar más que esto?
Jesús - Ayuda y ora por todos mis sacerdotes; te lo ruego, Marisella, si eres mi esposa dilecta, ayúdame.
Marisa - No he dicho nunca que no, Jesús, te he dicho siempre que sí, aunque refunfuñando he hecho siempre lo que pedías.
¿Puedo pedirte una cosa pequeña, pequeña? Que hagas estar un poquito mejor a mi madre, porque la veo sufrir siempre; solo un poco. Ayuda a José, Analisa y a todas aquellas personas enfermas que tienen necesidad de tu ayuda, Jesús. Tu has visto cuanto ha sufrido tu padre, ha estado mal durante 10 largos años, tu estabas preocupado, estabas allí y tratabas por todos los medios de ayudarlo en el silencio, con la oración, haciendo la voluntad de Dios.
Jesús - Adiós, Marisella, vuelvo al Padre.
Nuestra Señora - Mis dos queridos hijitos, felicidades de vuestra Madre. Mis mejores deseos, sobretodo de santidad a los dos. Y deseos también para que consigáis hacer bien cuanto Dios os pide; esto lo estáis haciendo, Jesús está contento y yo estoy contenta.
Marisa - Padre Pío, ¿no dices nada tu?
Padre Pío - No, hija mía, hermanita mía, comprendo tu gran sufrimiento y estoy a tu lado.
Nuestra Señora - Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Gracias, Marisella, por lo que haces por mi Hijo y por todos los hombres de la tierra.
Marisa - Adiós.
Roma, 21 de junio de 2002 - h. 7:10 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¡Pero si eres San Luis Gonzaga!
San Luis Gonzaga - Sí, Dios me ha mandado a mi para ayudaros a orar, para que podáis llegar a 3 mil millones y medio de conversiones; para convertir a un hombre se requieren millares y millares de oraciones; por esto os ayudo también yo a orar.
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Soy vuestro Jesús y vengo a daros la enhorabuena una vez más por todo lo que estáis preparando para el 29 de junio. Vosotros pensáis: "¡Oh, cuantas veces repite esta fecha!". Sí, la repito porque tengo interés en que sea una hermosa fiesta, sentida, vivida con todo el amor que podáis. Es necesario que sintáis la fiesta dentro de vosotros, no basta solamente hacer la actividad exterior, es hermosa esta también, a nosotros nos gusta, pero la fiesta tiene que ser preparada con todo el amor que podáis. Yo, vuestro Jesús, os lo agradezco siempre.
A ti, mi dulce y dilecta esposa, te digo que la pasión, cada día que pasa, es cada vez más fuerte, los dolores aumentan y son muchos. Nosotros te ayudamos; cuando estás sola, Yo estoy a tu lado y te ayudo. Hoy el fuerte dolor no te ha permitido ni siquiera tomarte la medicina y el obispo ha tenido que alimentarte como si fueras una niña, porque en el fondo, para nosotros, eres una niña, aunque muy dulce y con un carácter un poco particular. Nosotros te amamos y nuestro amor es grande, incluso si dices: "Jesús, cuanto más te amo, cuanto más te abrazo, más siento tus espinas". Cuando Dios decide algo, ármate de valentía, de paciencia, de aguante. El que está a tu lado tiene que ayudarte con amor y paciencia y soportar también si alguna vez das un salto por el fuerte dolor; pero todo es dictado por el amor.
A vosotros, mis queridos hijos, os pido oraciones por esta hija, pido oraciones para el 29 de junio. Vosotros sabéis porque pido oraciones: este planeta Tierra está corrupto, arruinado por los hombres que Dios ha creado y que ha escogido como a sus predilectos. En vuestra pequeñez estáis dando muchísimo, pero no os enorgullezcáis si os digo esto, tratad de permanecer siempre sencillos y humildes. Mirad a vuestra hermana, a veces se avergüenza incluso de dejarse ver cuando sufre mucho por vosotros, por todos y permanece en su humildad, en su sencillez, en su honestidad. Ay, ay los que mienten sabiendo que mienten, ay. Como ya os he dicho una vez: será demasiado tarde para convertirse cuando todo haya pasado.
Gracias, mis queridos hijos. Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados.
Nuestra Señora - Yo, vuestra madre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Don Claudio, ¿has oído lo que ha dicho?
Don Claudio - Sí, lo he oído.
Marisa - Es necesario orar todavía; orar, orar, orar; quizás nos acercamos a la meta.
Roma, 22 de junio de 2002 - h. 7:10 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es, una vez más, vuestro Jesús el que os habla. Ánimo, faltan poquísimo días para terminar la novena, después celebraréis la fiesta, sobretodo espiritual. Cuántas veces he dicho: "Orad, orad, orad para que todo se allane y se vuelva más fácil, para que los hombres se conviertan, porque este mundo tan corrupto cambie literalmente". Oh, que hermoso y suave es gozar del Paraíso y tu, Marisella, lo sabes, porque lo has experimentado. Tantas veces me has dicho: "Jesús, estoy cansada de estar en este planeta Tierra. Cuando me lleves al paraíso, no me dejes bajar otra vez, déjame arriba contigo". Sí, te comprendo perfectamente, vosotros podéis gustar el Paraíso, si gustáis la Eucaristía, el pan del cielo, si gustáis mi amor.
Yo os amo y querría que también vosotros me amaseis y me amaseis todos. ¡Cuánto deseo, como he dicho a mis apóstoles, comer siempre la Pascua con vosotros! Cada día es Pascua, si recibís la Eucaristía. No es necesario esperar las grandes fiestas para ir a Misa, para celebrar, cada día tiene que ser fiesta para todos, incluso en el sufrimiento. Tu has dicho una vez, Marisella: "Sufro y ofrezco"; sí, sufrir y ofrecer.
Vosotros, mis queridos hijos, a pesar de este calor tan tórrido, estáis aquí presentes, incluso si sois porquísimos, podéis ayudar a salvar las almas, según vuestra generosidad. Mi Corazón ahora está feliz y contento, porque estoy con vosotros, pero sangra cuando veo a los hombres que no Me aman, que no creen en Mi.
Mis queridos hijos, hoy es sábado; el próximo sábado celebraréis la gran fiesta y yo estaré con vosotros, la Madre de la Eucaristía y todos los ángeles y santos estarán con vosotros. No los veréis, veréis sólo a vuestra hermana feliz y contenta, pero sentiréis la presencia de todas estas personas. Gracias, gracias, mis queridos hijos
Marisa - Ánimo, Jesús, ¿has visto que poco a poco te estamos ayudando?
Jesús - Oh sí, tu sí. También vosotros que estáis aquí presentes me estáis ayudando. Cuando bajo a la Tierra a veces mi Corazón sangra, pero a veces, es feliz, cuando vengo en medio de vosotros, a este lugar taumatúrgico.
Gracias por vuestra presencia. Junto al obispo os bendigo.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
La alegría de los niños me ha hecho tan feliz.
Marisa - Está bien, como quieras.
Don Claudio, ¿has oído?
Don Claudio - ¡Como no!
Roma, 23 de junio de 2002 - h. 10:35 a.m. (Carta de Dios)
Jesús - Mis queridos hijos, sea alabado Jesucristo. Soy vuestro Jesús y también hoy estoy aquí con vosotros. He orado mucho junto a vosotros, aunque no me veáis, pero sed felices lo mismo. Vosotros tenéis que sentirme en vuestro corazón, porque Yo estoy dentro de vosotros, especialmente cuando me recibís en cuerpo, sangre, alma y divinidad en la Santa Comunión.
Tenéis que sentir la preparación que estáis haciendo para la fiesta del 29 de junio, como la sentimos Nosotros los del Paraíso, aunque no tenemos necesidad de estas cosas, nos alegramos y estamos contentos.
Marisella, veo que estás mirando a los ángeles que dan vueltas a mi alrededor, a la Madre de la Eucaristía y también ves alguno que conoces.
Marisa - Sí, Jesús, pero no digamos nada más.
Jesús - Tienes razón, hija mía, mi esposa dilecta.
Mis queridos hijos, Yo os digo que es hora de convertirse porque ninguno es perfecto, sólo nuestro Padre que está en los cielos. Todos sois imperfectos y tenéis algo que corregir. Habéis seguido el encuentro bíblico, el comentario al evangelio y a las cartas de Dios; ¡cuantas, cuantas enseñanzas habéis recibido! ¿Las habéis archivado todas? Si no recordáis algo, coged el libro de los mensajes, allí encontraréis siempre algo nuevo que no habéis comprendido. Os hará bien leer los mensajes también en vacaciones, o donde quiera que estéis. Estas vacaciones serán muy sufridas para mis dos queridos hijitos. Tendrán mucho trabajo, vosotros ayudadlos con la oración.
En este momento recuerdo cuando paseaba con mis apóstoles: eran apenas doce y alguno traicionó. Vosotros sois más afortunados porque sois más numerosos, a pesar de que no sois aquella marea de personas que se encuentran en otros lugares. Yo estoy contento así: buenos, pero santos pocos, pero santos.
Marisella, traduce bien.
Marisa - Está bien, pero no tardes mucho porque estoy un poco cansada.
Jesús - Lo entiendo muy bien, pero ya verás que llegará el momento en el que Dios te dejará libre de hacer lo que desees y desaparecerán al menos los estigmas visibles. Esta mañana has sangrado dos veces, hija mía; Yo sé por experiencia qué doloroso es. Desde el martes estás sufriendo cada día a causa de la sangre que sale, incluso con grumitos. Ánimo, pasará también esto, pero acuérdate que los estigmas invisibles los tendrás siempre en tu cuerpo.
Marisa - Jesús, como tu esposa, ¿puedo decirte una cosa? Espero no decir algo que no debo entonces es mejor que no diga nada. Yo sé solamente que me quieres, como a todos los presentes. Ellos, en mi nombre, te encomiendan a todas las personas enfermas, especialmente a las mas graves y las que forman parte de la comunidad. Tu sabes cuanto he hecho y cuanto he dado por mi José; te lo ruego, Jesús, nosotros estamos dispuestos a hacer la voluntad de Dios, pero ayúdanos. Además de él, también Ana y tantos enfermos esperan tu ayuda, pero que se haga siempre tu voluntad, aunque si a veces es difícil.
Jesús - Es verdad, lo sé por experiencia.
Marisa - También tu hacías la voluntad de Dios, pero ¡Tú eres Dios!
Jesús - Cuando vivía en la Tierra, como hombre, también para Mi era difícil, pero la he hecho siempre.
Marisa - ¿Puedes esperar un segundo? Don Claudio, ¿también Jesús ha hecho la voluntad de Dios?
Don Claudio - Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre.
Marisa - Jesús, como hombre, ha hecho la voluntad de Dios.
Don Claudio - Que, en el fondo, es su voluntad.
Marisa - Es lo que le quería decir. ¿Se lo puedo decir?
Don Claudio - Díselo, díselo.
Marisa - El obispo ha dicho que cuando tu has hecho la voluntad de Dios, en el fondo has hecho tu voluntad, porque '¡Tú eres Dios! ¿Has visto que he conseguido hacerte sonreír? Estoy contenta, porque cuando sonríes eres hermosísimo. He elegido a un hermoso esposo no, tu me has elegido a mi.
Jesús - Mis queridos hijos, orad por las conversiones, especialmente por los grandes hombres. Orad por la conversión de vuestros seres queridos, todos tienen que orar por las conversiones. Veréis que poco a poco se convertirán, pero se requiere tiempo. Gracias por estar todos aquí presentes para escuchar a vuestro Jesús, que os ama tanto.
Marisa - Ahora se ha ido, no nos ha dado ni siquiera la bendición.
Estaban también Padre Pío, Don Bosco y todos los santos canonizados recientemente; he visto muchas sacerdotes y hermanas que conozco, pero también muchos laicos y muchos niños.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre. Gracias por vuestra presencia. Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados; bendigo a todos los enfermos, grandes y pequeños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Mando mi bendición sobre todo a los enfermos que están en un lecho de hospital. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Gracias por los sufrimiento que me das, así puedo ayudar a la Iglesia, como tu has dicho.
Nuestra Señora - Quédate tranquila, Marisella, porque los sufrimientos son demasiado grandes, demasiado fuertes.
Marisa - Está bien, saluda de mi parte al pequeño. Un beso, pequeño. Adiós.
Roma, 24 de junio de 2002 - h. 6:40 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Cada vez eres más hermoso, Jesús. Tu conoces a todas las almas que te quiero encomendar, te las encomiendo todas de nuevo. Que se haga siempre la voluntad de Dios.
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es tan hermoso, dulce y suave veros recogidos, orando a vuestro Jesús y recitar el S. Rosario que es el arma poderosa para recibir las gracias y que terminen las guerras; recitad el santo Rosario. Ayer tarde me conmoví cuando vosotros, miembros de esta casa, lo recitasteis; orasteis, haciendo una sencilla meditación y cantando y Yo estaba allí con vosotros, que me alegraba. Sería hermoso si los miembros de cada comunidad y de cada familia, además de decir las oraciones que tienen que ser recitadas según las reglas, se uniesen para orar y estar en compañía Mía, con Jesús, con la Madre de la Eucaristía, con los ángeles, los santos y las almas salvadas de vuestros seres queridos. Es bonito recitar juntos las oraciones, pero hay alguno de entre vosotros que se avergüenza de orar con el propio cónyuge. Sin embargo, es tan hermoso recitar un Padre Nuestro por la noche antes de dormir, incluso cogidos de la mano y quien tiene niños que ore cogiéndoles de la mano.
La preparación que estáis haciendo para el 29 de junio es muy hermosa; veo la alegría en vuestros corazones, mientras continuáis adelante el trabajo que os obliga muchísimo, pero lo hacéis con mucho amor. Os repito que no me molesta si alguno se queja, porque hace calor o por algo que no va bien, me molesta si no se actúa con amor, y en vuestro corazón leo mucho.
Donde hay caridad y amor allí está Dios; Dios está sólo donde hay caridad y amor.
Continuad de esta manera. En los meses en los que mis dos hijitos no estarán presentes, sentiréis la falta de esta unión de oración. Cuando yo apareceré a vuestra hermana, cuando se aparecerá mi Madre, vosotros estaréis unidos a mis dos hijitos, porque tenéis que estar unidos en la oración. Haced como los jóvenes: daos una hora para la oración y a aquella hora establecida orad juntos, diciendo un Padre Nuestro, una Gloria al Padre y una Ave María.
A ti, hija mía, mi esposa dilecta, no te doy una buena noticia, tus estigmas continuarán siendo visibles, los dolores serán cada vez más fuertes y la sangre continuará manando. Pero veo, a pesar de todo, tu alegría, tu serenidad y tu valentía para ayudar también a los otros; lo hermoso es que, a pesar del gran dolor y el sufrimiento, tu puedas bromear, tener ocurrencias, reír y también llorar, cuando el dolor es muy fuerte. Yo estoy a tu lado, tu eres mi esposa dilecta, pero no por esto te puedo quitar los sufrimientos, Dios no quiere esto, pero te doy la fuerza y el valor de aceptar.
Sí, dime, hija mía.
Marisa - Me gustaría hacerte una pregunta: quizás es demasiado pronto para pedirlo, pero ¿qué haré el día 29 que tanto deseas y que todos esperamos con alegría?
Jesús - Entretanto continúa haciendo la voluntad de Dios, como has hecho hasta ahora. Si Dios lo decide, se te cerrarán los estigmas, pero la sangre continuará saliendo. Quien ha hecho cerrar la herida del costado, en aquella cruz que tu amabas tanto y de la que decías: "¡Qué hermosa es!". Aquella se ha cerrado, pero el dolor ha quedado. Ánimo, hija mía.
Y vosotros, mis queridos hijos, perdonadme si a menudo hablo de mi amada esposa, pero es justo que yo hable de ella, como hacen dos esposos que tratan de estar juntos y hablar entre ellos. Yo hablo con ella delante de vosotros, para que conozcáis hasta el fondo que grande es el sufrimiento que ofrece a Dios por todos vosotros, por la paz en todo el mundo, por los sacerdotes y por la Iglesia, sobretodo.
Os bendigo a todos junto a mi obispo, amadlo porque él os ama, os da mucho y está dispuesto a todo con tal de ayudaros. La mayor parte de vosotros conoce sus sufrimientos, amadlo, ayudadlo con la oración y, a veces, con el sacrificio.
Adiós, esposa mía.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, pequeñito, manda un besito a Jacobo, a Samuel y a Enmanuel. Adiós. Está bien, será como Dios quiera.
Don Claudio se ha ido.
Roma, 25 de junio de 2002 - h. 7:10 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Mis queridos hijos, sea alabado Jesucristo. Dios, nuestro Padre celestial que está en los cielos, y ha mandado a su Hijo a la Tierra, os invita a orar cada día por aquellas almas que son llamadas a sufrir su pasión. Vosotros mismos habéis comprendido que las almas que aceptan sufrir la pasión de Jesús no son numerosas. Yo, Jesús, habría querido más almas, más esposas a mi lado, pero éstas disminuyen cada día que pasa, porque piensan sólo en sí mismas, en sus asuntos. Las que verdaderamente me aman y continúan amándome no son muchas: estoy hablando de almas consagradas que dan toda su vida por los hombres y por la salvación del mundo entero.
Cuando vengáis conmigo al Paraíso encontraréis mucha alegría y daréis mucha gloria a Dios Padre, a Dios Espíritu Santo y a Mi, Dios Hijo.
En este momento Yo, incluso siendo Dios, me siento un hombre como vosotros y sufro, porque veo que las cosas no van bien. Los hombres me traicionan con mucha facilidad, ellos dicen que creen en Dios, pero luego matan con la calumnia y la difamación; no es necesario coger un arma para matar. Hay todavía tantas y tantas guerras en el mundo, pero también hay los que matan con la lengua y esto me hace sufrir mucho, como hombre que ahora se encuentra junto a vosotros y a todos los hombres de la tierra. Cuando digo que este planeta Tierra está corrupto, hablo seriamente y mi Corazón sangra. Vosotros esperáis tanto la fiesta del 29 de junio que la estáis preparando con mucho amor, como os he pedido cada día. Haced lo que podáis, pero no por eso tenéis que dejar la oración. Una vez la Madre dijo: "¿Cuántas horas dedicáis al trabajo humano? Es justo dedicarle muchas horas, porque el trabajo dignifica al hombre, sirve para dar de comer y para ayudar al prójimo, pero ¿cuántas horas dedicáis a Dios, al que os ha credo?". Vosotros sois puntuales cuando tenéis que ir al trabajo, pero que hay una tarjeta que sellar y sois puntuales también cuando tenéis que iros a divertir y es justo que haya también la diversión sana, sin embargo, dejáis mucho que desear cuando la cita es con Dios.
Hay todavía quien llega con retraso en cualquier iglesia: si las funciones empiezan a las 8, éstos llegan a las 8'10 y no a las 8 menos 5. Aquí las funciones empiezan a las 18,30, pero algunos llegan a las 18,35 y no a las 18,25. Esos cinco minutos ¿hacen daño? Hay quien se une a Mí, Jesús Eucaristía, y quien trata de llegar antes para orar o para arreglar el altar y las flores.
Hay los que llegan con retraso porque saben que hay personas que lo preparan todo. Es posible que lleguéis con retraso cuando venís del trabajo, pero cuando estáis en casa, se requiere tan poco para llegar antes, para comprobar que sobre el altar está todo en su sitio y si las flores son frescas; no hacen falta muchas flores, basta una cogida del jardín par darme gloria.
Mis queridos hijos, quedan poquísimos días antes del 29 de junio y después habrá la clausura del año social, pero sobretodo, como dice vuestro obispo, celebraréis el triunfo de Cristo Jesús. Dad gloria a Cristo Jesús, pero Yo, Jesús, tengo que deciros también: festejad a vuestro obispo, porque uno como él no lo encontraréis en la tierra; festejad la clausura del año social, festejad a los ministros extraordinarios de la Eucaristía, porque todo esto es dar gloria a Cristo Jesús. Obedced a vuestro obispo y haced como él os diga.
Yo estoy seguro que él está de acuerdo conmigo sobre lo que tenéis que hacer.
Todavía una vez más Jesús os da las gracias porque tratáis de hacer lo mejor que podéis, no por satisfacción personal, sino para la gloria de Dios Padre, del Espíritu Santo y por mi gloria. Gracias.
Marisa - Jesús se ha ido, ahora llega la Virgencita.
Nuestra Señora - Hoy yo me aparezco solo en este lugar y en ningún otro del mundo; hoy yo estoy aquí solo con vosotros. Poned en práctica cuanto mi Hijo Jesús ha dicho; yo no puedo añadir nada a lo que ha dicho Dios Hijo.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Ánimo, Marisella, sufre todavía, para ti la novena termina mañana, pero Dios sabrá en que modo.
Marisa - Pero no me dices nunca que se acabará todo, me parece vivir en la oscuridad más absoluta.
Yo he contado diez días; me lo ha preguntado el obispo, y como tu dices siempre, que es necesario obedecer al obispo, le he respondido al obispo.
Nuestra Señora - Has hecho bien, tienes que obedecer al obispo.
Adiós, Marisella. Muchas felicidades, hija mía.
Marisa - ¿Me has quitado de nuevo la voz? Está el niño que llama tío, tía, Yari. ¿Jesús era así de pequeño? ¡Esto es una tempestad! Adiós.
Se ha ido con todos los niños que estaban a su alrededor.
Roma, 26 de junio de 2002 - h. 7:10 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Jesús, te veía y no te veía. Tengo tantas personas que encomendarte, pero sobretodo a una persona que esta noche has querido contigo. Te lo ruego, ayúdanos a todos, querido Jesús.
Jesús - Mis queridos hijos, sea alabado Jesucristo. Hemos llegado al día 26; ¿os habéis dado cuenta como ha volado este mes dedicado a mi? Tengo que decir que habéis sido valientes, aunque no todos hayan respondido. Es muy hermoso veros orar y mi Corazón se alegra al veros unidos en la oración y sobre todo en el amor. Tiene que haber amor entre dos prometidos, entre dos esposos, entre los hijos, entre la comunidad. Creedme, éste es el amor que yo deseo tanto, pero ese no lo hay por todas partes. Vosotros que habéis tenido el don de Dios de tener a la Madre de la Eucaristía todo el mes de mayo y a Jesús todo el mes de junio, tendríais que estar felices y contentos, porque en ningún lugar de la Tierra mi Madre y Yo venimos tan frecuentemente. ¿Por qué ha sido elegido este lugar? ¿Os lo habéis preguntado? ¿Por qué Dios os ha escogido a vosotros? Alguno podría responderme: "¿Por qué no?", ¿verdad, Marisella?
Marisa - Sí, lo he pensado.
Jesús - Estabas muy preocupada durante el Rosario, totalmente preocupada por aquel lejano 12 de diciembre que has vivido de manera tan trágica, pero tienes que superar todo esto y no tienes que afligirte; llevas casi toda el día en estas condiciones. Reza, reza, para que cada uno haga la voluntad de Dios y yo estaré siempre a vuestro lado en el dolor, en la prueba y en la alegría.
Marisa - Pero, si tengo que ser sincera, tengo más alegrías que dolores; no, un momento, perdona, Jesús, tengo más dolores que alegrías. Si nosotros tenemos que tener estos dolores para la conversión de las almas, como tu dices siempre, estamos dispuestos, aunque no sea fácil y tratamos por todos los medios de hacer la voluntad de Dios.
Jesús - Y esto es lo que Dios quiere: que se haga su voluntad, como ha hecho mi Madre y vuestra. Aquel sí pronunciado con todo el amor abrazaba a todos vuestros sí, así vuestro sí tiene que abrazar los sí de las almas que tienen que convertirse.
Os bendigo junto al obispo.
Marisa - Jesús dice: os bendigo, y se va enseguida.
Nuestra Señora - Cierto, Marisella, Jesús se va y ahora he venido yo para deciros que os tengo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Adiós, Marisella.
Marisa - Adiós, pequeño.
No nos hablamos, por ahora. Adiós. Se ha ido.
Roma, 27 de junio de 2002 - h. 7:10 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. El mes se aproxima al término y dentro de poco celebraréis la gran fiesta, el triunfo de la verdad, de la Eucaristía, el triunfo de todo lo que Dios os ha enseñado.
Sí, Yo soy la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Yo soy Dios Hijo. Es difícil explicaros: Yo soy Dios Hijo, soy Dios; soy la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, está Dios Padre, Dios Espíritu Santo y Dios Hijo, pero somos uno solo. El amor que Nos liga tiene que estar también entre vosotros. Pero veo que cada poco alguno falta a la caridad de manera fuerte, diría que casi cruenta, haciendo sufrir al prójimo, al que o a la que aman mucho y se sienten apuñalados por la espalda por los embustes y las mentiras.
Cuantas veces os he dicho: "¡Cuidado con las mentiras y los embustes!". Vuestro hablar tiene que ser siempre leal, sincero con todos, sobretodo con mis dos queridos hijitos, que sufren tanto por cada uno de vosotros, pero como de costumbre, quien los hace sufrir más son las personas más cercanas a ellos. Es tan hermoso decir la verdad, ser siempre claros, tener el rostro lleno de alegría y de amor, y amar a todos. Recordad que la mentira lleva al embuste, a la calumnia y a la difamación; las personas que caen en estos pecados no pueden entrar en el Reino de los Cielos, para ellos está cerrado.
Mi dulce Madre ha dicho: "Incluso una mujer de 84 años puede convertirse, no hay edad para convertirse y no hay ninguna razón para no convertirse"; pero si el orgullo y la soberbia crecen, el camino espiritual se para. No se puede caminar con Dios, no se puede decir que se ama a Dios, que se ama a la Madre de la Eucaristía, si hay orgullo y soberbia que destruyen al hombre.
¡Oh, cuántas enseñanzas tiene que daros Jesús, pero me gustaría que fueseis hermosos, felices! Sin embargo, cada día hay algo que no va bien, algo que me lleva a hablar de este modo.
Pero volvamos al día 29, establecido para celebrar la victoria de todo lo que Dios ha hecho. Nos separa apenas un día y medio y después lo celebraremos. Vuestra hermana ha sufrido durante nueve días y todavía las llagas están abiertas y le hacen mucho daño. ¿Por qué todo este sufrimiento? Para la victoria, por vuestro obispo y por todos vosotros aquí presentes. Cuidado: cuando en medio de vosotros hay alguno que no está en gracia puede destruir también a las personas que están a su lado, con su modo de comportarse falso, con el misticismo que no le gusta a Dios Padre, a Dios Espíritu Santo y a Mi, Dios Hijo.
Mis hijos han trabajado tanto para llevaros a la verdad: en el fondo el día 29 celebraréis el triunfo de la verdad. Cuántas veces os he dicho: "No hagáis sufrir más a mis dos hijitos, hay ya muchas personas que le hacen sufrir", al menos vosotros tratad de amarlos como Yo los amo. Gracias.
Yo, Jesús, os pido perdón por haberos hablado en este modo, pero tengo que hacerlo. El que no habla y no hace la corrección fraterna, falta a la caridad; ¿Queréis que vuestro Jesús falte a la caridad? Yo tengo que llamaros la atención, ¿cuántas llamadas de atención maternas os ha hecho la Madre de la Eucaristía? Ponedlas en práctica. Vivid bien los días que Dios os regala: pueden ser pocos o muchos, pero vividlos en plena santidad.
Marisa - Gracias, Jesús, perdónanos si no somos como tu quieres. Quiero encomendarte con todo el corazón a José, pero como siempre inclino la cabeza y digo: ¡que se haga tu voluntad!". Ayuda a Analisa y a todos los que quieren a José.
Gracias, Jesús, una vez más, en nombre de todos, te pido perdón, pero tu has visto que cuando nosotros decimos la verdad y tratamos de hacer vivir a las personas en la verdad, diversas de ellas, se revuelven en contra de nosotros. Si viviésemos como los otros, probablemente no sufriríamos tanto, pero la verdad nos hace libres, como nuestro obispo nos ha enseñado. Dios es siempre verdad, aunque cueste.
Adiós, Jesús, dale un beso a tu esposa. Adiós.
Quería pedirte a ver si me quitabas estas cosas para el 29. Como quieras, que se haga tu voluntad.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre. He venido solamente para bendeciros junto a mi obispo y vuestro. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Escuchad a mi Hijo Jesús y poned en práctica cuanto os ha dicho.
Marisa - Adiós. Adiós a todos, como quiere Jesús. Sí, paciencia.
Don Claudio, tenemos que hacer la voluntad de Dios.
Roma, 28 de junio de 2002 - h. 7:40 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Está a punto de llegar el día tan esperado; ¡y como ha volado este mes dedicado a mi Corazón! Estoy contento que hayáis respondido cada día a mi llamada.
Que hermoso es meditar la frase: convertíos y creed en el Evangelio. Aquellos que han seguido siempre el encuentro bíblico, han almacenado mucho, han conocido hasta el fondo el S. Evangelio. No tenéis que dejarlo en estos meses en los que no me veáis, continuad meditando el S. Evangelio, continuad amando y amándoos. Como dije ayer, no digáis mentiras o embustes, porque la mentira y el embuste llevan a la calumnia y a la difamación. Dios perdona a todos, pero para llegar al perdón de Dios se requiere mucha paciencia y mucho amor. Os lo ruego: que mañana sea una gran fiesta, llena de amor, de espiritualidad. No habléis durante la procesión, no os giréis y miréis atrás, mirad a Jesús Eucaristía, miradme a Mi y Yo entraré dentro de vosotros para ayudaros.
Mis queridos hijos, es tan hermoso y tan dulce amarse, quererse y hacer la voluntad de Dios. Hay muchas personas enfermas, que vosotros a menudo encomendáis a Dios, para que se curen; pero como os he enseñado, añadid siempre: "que se haga tu voluntad"· El sufrimiento corporal es duro y hace sufrir mucho, el moral hace sufrir más. El espiritual es el más doloroso, pero es el más santo porque ayuda a santificar a las almas. Ánimo, Jesús está con vosotros y con vuestro obispo os bendigo a todos.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Mi bendición va dirigida sobretodo a los enfermos, a los ancianos, a los que sufren, a los niños, donde hay tanta guerra y a todos vosotros aquí presentes.
Marisa - Adiós.
Roma, 29 de junio de 2002 - h. 10:50 a.m. (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Vuestro Jesús está contento de cómo habéis preparado la fiesta; habéis sido verdaderamente hábiles en hacerlo funcionar todo de la mejor manera. Desde el Paraíso hemos descendido todos a la Tierra y nos hemos alegrado con vosotros. El calor no os espanta; humanamente hablando, es duro estar quietos bajo el sol, pero Dios ha mandado un poco de aire, y habéis notado un poco el frescor. Pensad que entre vosotros hay quien no puede soportar absolutamente nada el calor, porque puede tener colapsos, sin embargo ha superado todo el malestar provocado por el calor porque ha sido ayudado, como ha sido ayudada vuestra hermana para caminar.
Mientras estabais sumergidos en el silencio, le he dicho: "Ve, hija mía, camina". Naturalmente no caminará siempre, caminará solamente durante la fiesta, después volverá a estar como antes. No por esto se tiene que desanimar, la vida continua aunque esté sentada en una butaca, en una silla de ruedas, en una silla. Si conseguís amaros como yo os amo, os daréis cuenta de cómo todo será más fácil. Oh, es dulce y suave estar aquí en medio de vosotros con mi Madre y vuestra, con mi padre José, con los ángeles, los santos y todas las almas salvadas. Hay gran fiesta en este pequeño lugar taumatúrgico, llamado así por Dios. Este lugar, poco a poco tendrá que engrandecerse, pero a Dios le gusta esta tienda-basílica, este entoldado hecho con tanto amor y sacrificio. Nosotros estamos aquí, la Trinidad: Padre, Espíritu Santo y Yo Dios Hijo, está aquí.
(Se recita el Gloria al Padre)
Inclinad la cabeza junto a mi y a la Madre del cielo y continuad orando en silencio en vuestros corazones, hablad con Jesús, hablad.
Está presente el último santo canonizado por el Papa: san Padre Pío de Pietralcina, porque ama a sus hijos que lo aman.
Dios Padre - Ahora soy Yo, Dios, quien os habla. No me veis, ninguno de vosotros puede verme, ni siquiera tu, Marisella, puedes verme. Estoy aquí presente para deciros que todos vuestros sacrificios, vuestros sufrimientos, vuestro amor, han realizado la conversión de tres mil quinientos millones y una personas.
Mis queridos hijos, soy Yo, Dios quien os habla y os da las gracias: Yo, Dios, os doy gracias a vosotras pequeñas criaturas, por todo lo que habéis hecho, pero aún no habéis terminado de orar, de hacer florilegios y sacrificios. En este pequeño lugar que Yo he buscado, que Yo he definido taumatúrgico, tenéis que continuar orando hasta que se acaben las guerras, se acabe el terrorismo y tantas otras maldades que ocurren en este mundo tan corrupto, como ha dicho mi hijo Jesús. Sí, tenéis que continuar, también porque ya es tiempo de que los padres dejen de matar a los hijos y los hijos a los padres con tanta facilidad. Los hombres tienen más compasión por un animal, que por una criatura de Dios.
Hoy alegraos por este gran anuncio que os he dado, os habéis merecido esta alegría. Yo, aunque vosotros no me veis, os veo, lo veo todo, ayudo a todos los que quieren ser ayudados. No os preguntéis nunca: "¿Por qué Dios no hace esto? ¿Por qué Dios no hace esto otro?". Yo soy Dios y sé lo que tengo que hacer. Cuando he ordenado obispo a vuestro sacerdote, he dicho: "Te ordeno obispo", no he dicho: "Si quieres, te ordeno obispo"; la situación es muy diferente. Pero los hombres no lo han aceptado, mis hombres no lo han aceptado. Eh ahí porque es necesario orar tanto por los hombres de la Iglesia que reciben a Cristo sin estar en gracia; por los hombres de poder que hablan y no son capaces de obtener nunca nada ni de salvar el mundo. Tenéis que orar por vuestros hijos, por vuestros sobrinos, porque en el futuro serán ellos los que saquen adelante este mundo tan pervertido, este mundo que solo busca diversión malsana; Yo quiero que os divirtáis, pero con diversión sana.
Marisa - Te oigo hablar y no Te veo, Dios mío.
Jesús - Mis queridos hijos, es de nuevo vuestro Jesús quien os habla, y una vez más gracias por esta Misa. Vividla como si fuese la última de tres mil millones quinientas mil y una misas.
Os bendigo a todos, aunque hoy hayáis tenido tantas bendiciones. Quizás habrá pronto algún santo entre vosotros.
Marisa - Tu lo sabes, Jesús, si no lo sabes tu, ¿quién lo sabe?
Jesús - Adiós, hija mía, gracias por todo lo que has hecho por la Iglesia.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os cubro a todos con mi manto materno. Os tengo a todos muy apretados junto a mi corazón; id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Se alabado Jesucristo.
Aplaudid una vez más y cantad aleluya en honor de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. A todos vosotros gracias.
(Se canta del Aleluya en agradecimiento)
Buena santa Misa y buena jornada a todos.
Marisa - Se han ido todos, eran muchos.
Don Claudio - Todo el paraíso estaba aquí.
Marisa - Sí.