Año Social: 2002-03
Ha llegado el último golpe de Satanás
Los mensajes de Dios son traducidos por un miembro de la comunidad, quien no es un traductor profesional. S.E. Mons. Claudio Gatti reconoció el origen sobrenatural de las apariciones (Decreto del 14/9/2000), pero el dió la aprobacion eclesiastica solamente a los mensajes en italiano, para que el no es responsable de errores hechos sin querer de el traductor
Mensajes de Septiembre de 2002
Roma, 14 de septiembre de 2002 - h. 10:45 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Gracias, gracias, Virgencita.
Nuestra Señora - Hijitos míos, también yo me he sentido una fracasada. Escuchabais las cartas de Dios en el momento en el que eran dadas, pero después todo acababa. Vosotros sois un grupo escogido por Dios; este lugar es taumatúrgico. Y vosotros ¿qué habéis hecho? No quiero decir que no seáis buenas personas, pero por todo lo que habéis recibido tendríais que dar más, mucho más. Sois mejores que las personas que están fuera, pero ¿cuánto habéis recibido? Si habéis recibido cinco tenéis que dar diez, si habéis recibido cien, tenéis que dar mil.
Dios me ha dicho: "María, ¿qué vas a hacer si dices que eres una fracasada?". Hoy Dios me ha mandado en medio de vosotros, por las oraciones de mis dos queridos hijitos y por los sufrimientos que cada día continúan atormentándolos. Alguno no se ha comportado como Dios quiere en este lugar. En este pequeño lugar escogido por Dios, hay solo oración y amor. Hijos míos, yo soy vuestra Madre, os quiero y os amo. ¿por qué me habéis hecho sentir una fracasa y habéis hecho sentir a vuestro obispo un fracasado? Para los hombres quizás es un fracasado, pero para Dios, para Nosotros y todo el Paraíso, no. Todos habéis sufrido de un modo u otro, pero nadie ha sufrido como vuestro obispo y esta pobre hijita. Recordad que la muerte no es sufrimiento, es vida. Aparece el sufrimiento cuando una persona está martirizada por las calumnias y las difamaciones. Se pueden aceptar las calumnias y las difamaciones de las personas lejanas, de las que no se aman, pero de las que están al lado del obispo yo espero la ayuda, la alegría y el amor. He tardado porque esperaba la carta de Dios. He venido acompañada de mis ángeles, de los santos, de las almas salvadas y de vuestros parientes difuntos. ¿Qué más queréis, hijitos míos? Lo tenéis todo, Dios os lo ha dado todo. Alguno de vosotros ha sufrido mucho y continua sufriendo, per ¿habéis comprendido que la Madre os ama inmensamente? Si no os amase no estaría aquí en medio de vosotros: aunque he tardado en venir, pero he venido. Procurad que no ocurra más lo que ha ocurrido, amaos. Vuestro obispo os ha recordado: "Donde hay caridad y amor, allí está Dios". Si no tenéis caridad y amor, Dios no está. Amaos, hijitos, como Dios os ama, si no os amáis como hermanos Dios no está. Dios no es aceptado porque no es aceptado el obispo. Hoy habéis festejado la exaltación de la cruz y habéis recordado tantas obras de Dios que han ocurrido en este lugar taumatúrgico. Durante los meses de verano alguno ha sufrido muchísimo. Yo había dicho a mis dos queridos hijitos: "Viviréis dos meses de trabajo y sufrimiento", pero creedme, el sufrimiento anunciado se ha multiplicado. Es verdad, como ha recordado vuestro hermano, que a menudo el obispo ha dicho: "Soy un fracasado. ¿Dónde he fallado? ¿Qué he hecho mal? ¿Por qué no se me respeta?". Mis queridos hijos, tenéis que amar a vuestro obispo. Creedme, si os exhorta, es porque os ama, porque si no os amase, os dejaría ir a la deriva. Sin embargo no quiere esto, yo no quiero esto, pero sobretodo Dios no quiere esto. Amad la cruz, porque la cruz es vida, como la muerte es vida.
La partida de vuestro hermano José ha sido dolorosa para los familiares y para vosotros, pero su muerte es vida. Un día, cuando vuestra hermana se siente mejor, os contará algunos pormenores de la Santa Misa de hoy.
Tendría muchas cosas que deciros, pero es tarde. Porque, cuando Dios decía: "Convertíos y creed en el Evangelio", ¿os sentíais todos en orden, todos convertidos? Cuando a vuestra hermana alguno le decía que era una santa, replicaba: "¡Por caridad, no! ¡Orad por mi conversión! Orad el uno por el otro para la verdadera conversión. Vosotros que habéis recibido tanto de Dios en comparación a los otros hombres de la Tierra, orad por vuestra conversión. Amaos el uno al otro, por favor, amaos como yo os amo. Fuera el querer sobresalir, fuera la irritabilidad, fuera el orgullo, fuera el hablar a la espalda.
Cuantas veces os he dicho: "Cuando tengáis algo, id al obispo", no me han obedecido ni los grandes ni los pequeños.
Ánimo, reemprendamos juntos este camino, muy doloroso para mis dos queridos hijitos, muy doloroso para los que le aman y espero que vosotros le améis. Cuando el obispo os exhorta, decid enseguida: "Lo hace porque me ama". Creedme, exhortar a una persona es un sufrimiento, no una alegría.
Ánimo, mis queridos hijos. Dios está con vosotros, yo estoy con vosotros y todos juntos formáis un hermoso círculo, estrechaos el uno al otro, amaos el uno al otro y amad a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, os traigo a todos junto a mi corazón.
Permitidme que bendiga y que mande un beso al pequeño Jacobo, nacido el 14 de Septiembre. Cada 14 de septiembre, pobre niño, es olvidado. Es pequeño. Felicidades para ti, Jacobo y a tu familia.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Os espero, mis queridos hijos, procurad que no suceda más todo esto. Prometed a Dios que os comportaréis como verdaderos cristiano, como Dios quiere. Ánimo, mi amado obispo, la lucha es larga, el golpe de Satanás, aquel fuerte, aún no llega. Tenéis que orar por la paz en el mundo.
Marisa - Adiós. ¿Puedes quedarte todavía un poquito con nosotros? Parece que hace una eternidad que no te veo.
Está bien, adiós.
Era aún más hermosa.
Roma, 15 de septiembre de 2002 - h. 10:45 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Te has hecho esperar. Te doy gracias de nuevo, en nombre de todos, por tu venida en medio de nosotros, teníamos necesidad.. se que quieres de nosotros la perfección, la humana, y que Dios ha pedido mucho, porque nos ha dado mucho. Por la noche cuando me hablas, yo te escucho y me dices lo que el hombre tendría que hacer o corregir, yo no tengo siempre el valor de decir cuando algo no va bien, pero espero con esto, no faltar a cuanto enseña el Evangelio. Si no corregimos al hermano pecamos, pero si yo, Marisa, repito siempre las mismas exhortaciones, al final no sé cómo debo comportarme. Yo no estoy mucho tiempo junto a las personas, las veo poquísimo y no puedo hacer mucho.
Nuestra Señora - Mis queridos hijitos, también esta vez Dios os ha llamado hijitos. Mucha gente va de un lugar a otro del mundo, hay quien va a un santuario, quien a otro, pero vosotros estáis aquí, donde Dios me manda con todo su amor. ¿Habéis sentido mi falta? Quizás os habéis habituado a mi presencia y no habéis corregido vuestras pequeñas o grandes imperfecciones. Después de la carta de Dios de esta noche, espero que hayáis comprendido y que os comprometeréis en vuestro interior a cambiar.
Puede parecer una tontería, pero hace tiempo había dicho a vuestra hermana que dijera a las personas que no estuvieran en la iglesia con las chaquetas en las espalda, especialmente durante la Santa Misa, por respeto a Jesús. Vuestra hermana lo ha dicho, pero no ha sido escuchada. Mis hijos no son escuchados y si no los escucháis a ellos, ¿cómo me podéis escuchar a mi y a Dios que no veis? Parece que cuando un persona reprende a otro salta la rabia y se diga: "¿Quién eres tu?". Nadie, soy una criatura como tu que trata por todos los medios de hacer lo que Dios dice. Poned en práctica las enseñanzas del obispo y tratad de obedecerle, así os daréis cuenta como todo se volverá fácil y os sentiréis más ligeros. No miréis si la persona es grande o pequeña. Si es culta o ignorante; no tiene importancia, tenéis que mirar si la observación hecha es justa. Me disgusta que mis hijos no sean escuchados. Si la persona que os habla es simpática, la escucháis, pero si no os es simpática no la escucháis. Yo no os he enseñado esto, sino que os he enseñado el amor, como he dicho esta noche: es necesario dar siempre el amor a Dios, en todas las situaciones.
No me parece que las cartas de Dios sean incomprensibles, sino que son muy sencillas y adaptadas a las personas que Dios ha elegido para hablar. Es mi gran amor el que me hace hablar, porque os querría ayudar tanto. Os he dicho que os querría llevar a alturas estupendas, al Paraíso a gozar de Dios y a reuniros con vuestros difuntos, para gozar y alegraros con ellos dando gloria a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.
Las cartas de Dios son muy, muy fáciles, ¿por qué no las ponéis en práctica? ¿es tan difícil? Recuerdo que en los primeros tiempos vuestra hermana era criticada porque se ponía pantalones, sin embargo, todos sabían que sufría y tenía dolores atroces en los huesos. He sido yo quien le impuso que se pusiera pantalones y le dije que se vistiera como quisiera, pero con respeto, porque Jesús Eucaristía se ha de respetar siempre, en cualquier momento.
Mis queridos hijos, hemos recomenzado nuestra vida, sigamos adelante. Tengo una noticia hermosa que daros. Vuestro obispo, con humildad, ha dicho que no vayáis a orar delante de este cuadro porqué no es un santo, sino que oréis a Jesús Eucaristía. Yo os digo, a parte de que vuestro obispo es un hombre santo, que aquel retrato hecho con tanto amor, que reproduce el milagro eucarístico, puede ayudaros a obtener gracias; una vez más es el amor de Dios el que os ha hecho este regalo.
A ti, Marisella, tendría que darte una pequeña reprimenda.
Marisa - Mientras sea una pequeña reprimenda, la acepto, de todas formas me riñen todos, incluso mi sobrina me riñe siempre. Pero tiene razón.
Nuestra Señora - Quería solamente decirte que estés atenta: ten cuidado de no comer lo que no puedes comer. Este es tu mayor sacrificio.
Mis queridos hijos, la Madre os da las gracias por vuestra presencia. Espero que esta reanudación sea completa para todos, que améis a Jesús Eucaristía con todo el corazón, con toda la devoción y con todo el respeto.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Esta noche Jacobo dormía y le he deseado felicidades; hoy la familia y los parientes lo celebrarán y también la Virgencita felicita a Jacobo, a su familia y a todos sus parientes.
¡Gracias! Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - ¿No nos cubres con tu manto?
Nuestra Señora - Sí, aunque no lo diga, siempre os cubro con mi manto materno y os tengo a todos junto a mi corazón, de otro modo no estaría aquí con vosotros. Gracias. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. No nos abandones más, te lo ruego, te necesitamos tanto.
Nuestra Señora - Depende de vosotros, solo de vosotros.
Marisa - Adiós, adiós pequeño. Se ha ido.
Roma, 22 de septiembre de 2002 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Mirad como actúa Dios en lo que se refiere a vuestra hermana: no ha estado nunca bien, sin embargo ella con fuerza y valor ha dicho: "Voy a bajar para participar en la Santa Misa y para tener la alegría de estar junto a mis hermanos", pero Dios ha decidido de diferente manera para ella: no puede bajar porque no está bien. vuelve a empezar para vuestra hermana un nuevo año de sufrimientos. Mis queridos hijos, su amor por vosotros es grande y se alegra cuando puede estar con vosotros, sin embargo, Dios ha decidido diferente, le ha pedido el gran sufrimiento: ser privada de la alegría de estar en medio de vosotros. Cuando veis que sonríe, canta o bromea, trata de esconder su dolor. A veces interpretáis mal las situaciones: si alguno está triste o llora, entonces está mal y sufre, sin embargo, si otro sonríe, canta para esconder el propio dolor, entonces está bien. Habéis llegado a decir que Marisa está bien: "Hoy la he visto bien, estaba muy bien". No, mis queridos hijos, está muy mal, pero trata por todos los medios de esconder su propio dolor. Muchos todavía no han comprendido el carácter de Marisa, de mi adorada hijita. Vengo a vosotros, mis queridos hijos, pero cuanto más la Virgencita os habla, más disminuye la gente, a pesar de que he hablado mucho en este lugar taumatúrgico, en este lugar santo, escogido por Dios, la gente no viene. Afluye más gente en las grandes fiestas, pero cuando hay el banquete de la Santa Misa, el banquete Eucarístico, tenéis que estar todos presentes. Es siempre una gran fiesta recibir a Jesús Eucaristía, que os ha amado tanto y ha venido tantas veces en medio de vosotros en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
Quiero hablaros una vez más de vuestra hermana. Hace tiempo ella ha dicho con alegría a una hermana: "Yo no tengo ni un euro" y ha añadido: "Estoy muy contenta de no tener nada y pedir todo lo que necesito, no me ha sido nunca negado nada y vivo en la pobreza", a alguno la pobreza le puede hacer sonreír, ella no tiene dinero y cuando lo necesita, lo pide. Tantos otros, sin embargo, si no tienen dinero en el bolsillo están mal, ella en cambio está bien y se alegra de esto, por lo demás no le falta nada. Su obispo no deja que le falta nunca nada.
En treinta y un años, no ha tenido necesidad de nada, pero ha sufrido mucho y por tanto todo es compartido: la alegría y el dolor, la pobreza y el sufrimiento, la caridad y el amor, aquella caridad que todavía alguno no es capaz de comprender. Cuantas veces habéis cantado "Donde hay caridad y amor allí está Dios". Dios no está donde no hay caridad y amor.
Amaos, mis queridos hermanos, como Dios os ama, alegraos y orad. Gracias por la adoración que habéis hecho para dar gracias a Dios por que me ha mandado de nuevo entre vosotros, aunque para dar gracias a Dios no bastarían días y días de adoración. De todas formas, gracias por lo que habéis hecho y continuad así.
No seáis celosos, no seáis irritables y no seáis como los que saludan al obispo a la espalda sin mirarlo de frente y después se ofenden, porque no han recibido respuesta al saludo. El pobre obispo estaba ayudando a la pobre hermana que no podía caminar sola. ¿Tenía que pensar en la hermana o responder a un saludo hecho a su espalda? No, esto no es amor, es sólo egoísmo porque se piensa sólo en sí mismo.
Ánimo, tratad de caminar por el camino de la santidad, alguno lo está haciendo, podría ser fácil para vosotros, si lo queréis y no os paráis a mirar tantas tonterías.
Ánimo, mis queridos hijos, la Madre está con vosotros y os ruego que oréis por vuestra hermana, para que si el Señor se la quiere llevar, se la lleve y tenga el valor de sufrir hasta el fin por vosotros, sobretodo por la Iglesia, por el obispo, por su querida sobrina, que en este momento tiene más necesidad que nadie.
Ánimo, os quiero, caminad por el camino de la santidad, y si encontráis una piedra, dad la vuelta o pasad por encima, pero seguid adelante.
Querida abuela Yolanda, ya sé que sufres mucho, pero tus sufrimientos son humanos. Dios te ayuda, de otro modo serían más fuertes y a estas horas ya no estarías. Dios te ama, mi querida abuela Yolanda y también los hijos y sobrinos que viven en casa te aman, no estás sola. ¡Marisella, hazle una caricia a tu madre!
Marisa - ¿Puedo poner la mano en la parte que le duele para calmarle un poquito el dolor? Dame a mi todo el dolor, quizás soy un poco más fuerte que ella y puedo soportarlo mejor. Yo no puedo verla sufrir todos los días.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo y a vuestros seres queridos. Bendigo este jarrón lleno de flores, hecho con tanto amor por la mamá-tía de Laura, del pequeño Enmanuel, de Yari.
Yari, piensa en hoy, mañana será otro día y el pasado está en manos de Dios. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Adiós, Marisella.
Marisa - Adiós, adiós. Don Claudio, ¿has oído?
Roma, 29 de septiembre de 2002 - h. 10:50 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es la Madre la que os habla y os pide una vez más que améis a vuestros hermanos. Os habéis dado cuenta que cuando se pide un compromiso espiritual muy fuerte, las almas se alejan, porque tienen miedo de comprometerse, tienen miedo de amar a Jesús Eucaristía y esto no es bonito. Si se cree en todo esto que ha ocurrido en este lugar taumatúrgico, es necesario también dar ejemplo y testimonio. Vuestra hermana ha dado un ejemplo muy grande; no está bien y su salud vacila cada vez más, pero ella me ha dicho: "Virgencita, te lo ruego, mándame junto a mis queridos hermanos y hermanas". Tenéis que dar ejemplo y testimonio, no tener miedo de dar testimonio de eso que veis, de eso que sentís, y de una manera particular dar testimonio del gran milagro eucarístico del 11 de junio de 2000. Como veis, las cartas de Dios se repiten, son cartas de ánimo, son cartas que quieren llevaros a la santidad, como siempre he dicho y una vez más me repito: ¿Leéis las cartas de Dios?, y si las leéis, ¿las ponéis en práctica? Es tan hermoso estar unidos a Dios, a Jesús, al Espíritu Santo, estar unidos a la Madre de la Eucaristía y, añado: estar unidos a vuestro obispo.
No he visto nunca a un obispo sufrir tanto y amar tanto; amaros a todos vosotros, incluso a los que se han alejado. No he visto nunca a un obispo amar y sufrir por sus hermanos, y vosotros veis que los hermanos no están. Hoy tenemos a un sacerdote -Padre Virgili- que es español, que ha venido de lejos; ¡este es un testimonio! ¡Oh, si él hiciese una campaña de testimonio por la Madre de la Eucaristía, por Jesús Eucaristía!
Mis queridos hijos, recordad que la noche está cercana: quiero decir con esto, que la muerte está cercana, que puede llegar en cualquier momento y a cualquier persona, no hay edad, Por tanto tenéis que estar siempre preparados, y vivir en gracia de Dios. Tratad de amaros. Si alguno falta a la caridad, ayudadlo con amor, por lo demás, ninguno de vosotros es perfecto, sólo Dios es perfecto. Permaneced unidos, amaos el uno al otro, orad el uno por el otro, orad por mis sacerdotes predilectos, que no han respondido a la llamada, orad por los enfermos, por los misioneros, orad para que la guerra finalice en todas partes y entonces llegará un triunfo grande, muy fuerte, muy hermoso y será una alegría para todos los buenos. Pero para los que han traicionado, los que han calumniado y difamado, que han hecho, incluso, sacrilegios, que han celebrado la Santa Misa o recibido a Jesús Eucaristía sin estar en gracia, para ellos, será bien difícil entrar en el reino de los cielos.
Amaos como yo os amo, pero sobretodo amaos como Jesús os ama, y os ama todo entero y es por esto que ha muerto en cruz por vosotros.
Gracias, mis queridos hijos, por vuestra presencia. Junto a mi obispo y a mi sacerdote, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, adiós.
Se ha ido.
Mensajes de Octubre de 2002
Roma, 5 de octubre de 2002 - h. 6:35 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Oye, Virgencita, antes que empieces a leer la carta de Dios quiero encomendarte a nuestros enfermos y tu sabes a quien me refiero. Te encomiendo a los nuevos esposos Franz y Annita, como habíamos prometio a la madre y a todos los familiares.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, los enfermos graves son muchos, hay millones de enfermos graves y yo siempre que voy ante el Padre, me arrodillo, me postro ante Él y pido ayuda para ellos. Pero como bien sabéis, no se puede curar a todos los enfermos, Dios elige, Él decide a quien sanar, y vosotros tenéis que aceptar todo esto. Ya lo sé, ya son muchos años que aceptáis todo lo que Dios Padre os dice, pero el mundo va mal. Y vosotros, naturalmente, os lamentáis: "¿Estamos siempre en medio nosotros?". En un cierto sentido, si: vosotros sois una pequeña comunidad, sin embargo hay muchas otras personas solas que son víctimas de amor por la paz del mundo, por la curación de los enfermos, por los hombres que no aman a los propios hijos y por los hijos que no aman a los propios padres. ¡Cuántos son los padres que no aman a los hijos, porque tienen una mentalidad diferente de la suya! Les gustaría que los hijos actuaran como ellos dicen y entonces ocurre lo que ocurre y vosotros lo sabéis. ¿Tenéis idea de cuántos delitos hay en el mundo? No miréis sólo a vuestra hermosa Italia, sino más bien alargad la mirada hacia todas las naciones de la Tierra. Hay mucha pobreza, hay mucha miseria y, sobretodo, hay mucha maldad: y los hombres continúan matando.
Me gustaría tanto haceros comprender que si Dios os ha dado esta prueba es porque os ama, porque cuenta con vosotros. Cuenta más con vosotros, pequeña comunidad elegida por Dios, que con sus hijos predilectos, que ha amado tanto y continúa amando. Cuenta con vosotros y cuenta con vuestro Obispo, un hombre lleno de amor, de caridad, de sensibilidad, de humildad, de paciencia. Cuanta paciencia ha tenido con los adultos y con los jóvenes, siempre, cada día. Hay también momentos en los que es justo que reprenda a las personas y todo esto está dictado por su gran amor.
Tenéis que quereros, tenéis que amaros y no me cansaré nunca de repetiros: "La caridad, mis queridos hijos, puede con todo, la caridad continuará también cuando, si Dios quiere, estéis en el Paraíso, porque la caridad es amor, Dios es amor". Continuad amandoos entre vosotros, ayudaos recíprocamente, ayudad a quien está enfermo, estad cerca del que está enfermo, sobretodo los enfermos espirituales tiene necesidad de ayuda muy fuerte, y vuestro obispo la ha dado siempre, a todos, también a los que el lunes se casan. Ha dado todo de sí mismo para mejorar todo y a todos.
Mis queridos hijos, la Madre os repite: "Aceptad esta prueba, aceptadla". Vosotros no tenéis los sufrimientos que tienen muchas almas que están solas y sufren la pasión, vosotros sois un bonito grupito y tenéis que tratar de amaros y amar a vuestro obispo, ayudarlo, y no hablar a sus espaldas. Continuad adelante, haced lo que vuestro obispo os dice y os daréis cuenta de cómo todo será más hermoso, como todo será grande y os llevará al Reino de los Cielos.
Abuela Yolanda, se que el 2 de octubre ha sido tu cumpleaños y ya que no he venido, te deseo hoy muchas felicidades por tus años y cuando los tuyos y tus hijos, tus sobrinos y nietos lo celebrarán contigo, yo vendré y estaré con vosotros y os bendeciré. Gracias por todo lo que haces por mis hijos, por la Iglesia, por tus sobrinos y por las oraciones que recitas. Ora mucho, ora, abuela Yolanda, ya sé que sufres mucho, acepta también esto. A veces tu hija me dice: "Me has tomado a mi, ¿por qué también a ella?". A todos estos porqués yo no puedo responder, es Dios quien tiene que responder, te ha elegido, dale gracias a Él y un día gozarás y será feliz, estarás contenta y sonriente y desde lo alto del cielo verás a tus hijos, a tus sobrinos y nietos. Gracias por vuestra presencia, me disgusta que no todos respondan a la llamada de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. El primer sábado de mes ya no es aceptado; los primeros tiempos venían muchas personas, ahora ya no viene nadie. Vosotros sabéis de quien es la culpa, han echado tanta cizaña, han creado un círculo muy estrecho en torno a vuestro obispo, porque quieren eliminarlo. Al menos, vosotros, permaneced a su lado y amadlo.
Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Participad en la santa Misa y orad por todas las intenciones que os he dicho.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Excelencia, permíteme que te diga que no estés todo el tiempo de rodillas, porque como tu sabes, Dios te ha dado algo particular que los otros no tienen.
Por favor, evita estar demasiado tiempo de rodillas, es la Madre la que te lo pide. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 6 de octubre de 2002 - h.10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy, si escucháis con atención las lecturas y el Santo Evangelio encontraréis muchas enseñanzas y mucha ayuda. El que lee tiene que tener una voz fuerte, hermosa, de modo que lo puedan oír también los que tienen el oído un poco débil. Es necesario pensar en todos: en los enfermos y en los que no oyen, porque lo que dice Pablo a los Filipenses es muy hermoso, y son hermosos también el S. Evangelio y la primera lectura.
Lo que ha dicho vuestro obispo durante la catequesis es muy importante. Una vez más os ruego: no escuchéis solamente, sino ponedlo todo en práctica. ¿Qué hay más grande que el amor? Nada. Por esto os invito a orar por una intención mía particular. Yo no tengo necesidad de oraciones, pero si os pido que oréis por una intención mía particular, que es también la vuestra, hacedlo. Orad por los dos jóvenes que mañana se unirán en matrimonio, orad mucho por ellos, por sus parientes y por su familia.
Es importante orar el uno por el otro. Una vez os dije: "el que de vosotros salve a un alma tiene el Paraíso asegurado", tratad de salvar a un alma y así tendréis el Paraíso asegurado.
Si notáis algo que no funciona o sentís hablar mal, defended, además de al Obispo, a Dios: defended la Eucaristía y no tengáis miedo. ¿os habéis dado cuenta como casi todas la Iglesias de Roma hacen la adoración eucarística y además la procesión eucarística? Todo esto ha partido de este lugar taumatúrgico. Incluso vuestra parroquia, la que está aquí al lado, ahora hace la procesión y la adoración eucarística. Dais la impresión de estar cerrados en vuestro caparazón, pero no es verdad. ¿Vuestros hijos no os responden, os tratan mal y no os hablan? Peor para ellos, ellos tienen el defecto, no vosotros, si habéis creído en las apariciones eucarísticas. No digo que crean en mis apariciones, porque no me veis, pero sí en las apariciones eucarísticas, en la sangre surgida de la Hostia que todos habéis visto. Vuestros parientes, azuzados por sus vice párrocos, párrocos y obispos, los escuchan a ellos que hablan mal de este lugar y no a vosotros; más bien, a veces sois tomados incluso por tontos y crédulos. Los sacerdotes saben que vosotros estáis con Dios y hacen como que no saben, pero saben que, habiendo insultado la Eucaristía, están excomulgados, ¡oh si lo saben! Conocen bien el Código de Derecho Canónigo. Sì, porque saben donde está la verdad, pero quieren permanecer con el cardenal, con el obispo, con el párroco, con el vice párroco. Éstos, ¿qué hacen cuando se encuentran juntos? ¿Qué ocurre cuando un grupo de eclesiásticos se reúnen? Hablan mal de este lugar y entonces yo vuelo a vosotros, aunque no me veáis, ni siquiera vuestra hermana. Yo no os dejaré nunca, si vosotros me dejáis, la culpa será vuestra. ¡Yo, la Madre de la Eucaristía, no os dejaré nunca! Estos benditos sacerdotes, en lugar de ayudar a las almas, en lugar de decir: "Id y ved", les dicen falsedades, mentiras y calumnias. Afirman que la Hostia que ha sangrado es una invención vuestra o es obra del demonio. Cuidado: la Eucaristía que sangra no puede ser una invención, la Eucaristía que ha sangrado durante la consagración en las manos de vuestro obispo no puede ser obra del demonio. Es muy fácil para los sacerdotes condenar, calumniar y difamar, porque están habituados, en cambio las personas que tienen una familia a su cargo y trabajan, no tienen tiempo de estar reunidos para hablar mal de este lugar.
Vosotros sabéis que los planes de Dios siguen adelante lo mismo y que en el extranjero continúan amando a estos dos hijitos míos, amando sobretodo a Jesús Eucaristía y amando a la Madre de la Eucaristía. Desgraciadamente, primero en Roma y luego también en toda Italia, el señor Ruini, ha conseguido alejar del lugar taumatúrgico a muchos obispos, a muchos sacerdotes, a muchas hermanas y muchos laicos. Ha conseguido su intento de impedir que los fieles vengan a orar aquí, porque un laico entre un débil y un poderoso, escoge al que es más fuerte. Para los hombres el más fuerte es el señor Ruini, los más fuertes son los señores obispos y párrocos, pero para Dios el más fuerte es vuestro obispo, porque lo hace todo con amor. Deseo el amor, también de vosotros, deseo que os améis siempre como Jesús os ha amado.
Muchas veces he pedido oraciones, hay necesidad de orar para ayudar a las personas tan llenas de odio, de rencor hacia vuestro Obispo. "Me vengaré y lo pisotearé", éstas son las palabras del señor Ruini y ha conseguido, en un cierto modo, pisotearlo, ha alejado a las personas del lugar taumatúrgico, ha dicho embustes y muchas mentiras contra Don Claudio y Marisella. Permaneced en la verdad y no digáis nunca mentiras. No tenéis ni siquiera que tener miedo de hablar, de combatir a aquellas personas, de hacer comprender que con su modo de actuar comenten pecados mortales: decidlo y gritadlo a los cuatro vientos. Si alguno habla mal de la Eucaristía y de los milagros eucarísticos sucedidos aquí peca gravemente, tenéis que decirlo sin miedo. Pero, atención: no agredáis, actuad con amor, decid siempre la verdad. La verdad se ha de decir a todos y cada uno, incluso al Santo padre si es necesario. ¡Oh si el Papa llamase a nuestro Obispo, si hablase con este pobre Obispo! Han readmitido a Monseñor Milingo, le han dado la casa, la villa, todo; sin embargo sabéis lo que ha hecho. Para defenderlo han inventado excusas: "Lo han drogado, lo han plagiado". ¿Cómo puede ser plagiado y drogado un hombre de 72 años? ¡Oh no! Yo he llorado cuando he oído pronunciar estas palabras por el Sr. Bertone, que sería un obispo; he llorado cuando en la televisión monseñor Milingo ha afirmado que ha sido perdonado, readmitido en la comunidad e integrado a la dignidad episcopal. Primero ha hecho lo que ha querido y luego ha sido readmitido por la autoridad eclesiástica sin que ésta tuviese en consideración ni los pecados, ni las ofensas contra el voto de castidad. Lo han readmitido porque es un arzobispo, porque muchas personas dicen que es bueno y que ha salvado muchas almas con las bendiciones de sanación. Pero, ¿cuántos millones ha recibido? Y ¿cuántos millones ha dado a la Iglesia? ¿Cuántos millones han sido gastados para hacer una gran villa, una gran casa? Entonces, yo digo: "Vuestro Obispo no tiene nada, pero tiene mucho amor, y su alma es pura y casta". Me desagrada deciros que quien ha estado en una secta, haciendo lo que le gusta, haya sido readmitido, salvado y bendecido por el Papa y por todos, mientras que quien se comporta bien ha sido condenado, sólo porque no ha inclinado la cabeza delante del señor Ruini. "Me vengaré y lo pisotearé", esto es lo que ha dicho y hecho el señor Ruini.
Vuestro Obispo no tiene muchas personas alrededor y no todas son fuertes para luchar; así es difícil luchar con pocos soldados. Lo importante es que vosotros oréis siempre por vuestro Obispo, por los hombres de la Iglesia, porque piensan sólo en tener dinero, en tener poder, en tenerlo todo para disfrutar ellos y que disfruten sus familiares. Sin embargo, ved vosotros mismos lo que hay aquí; los que frecuentan el lugar taumatúrgico desde 1993 puede notar que las cosas son siempre las mismas, han visto construir los baños y un cobertizo: la Basílica Madre de la Eucaristía, ¿qué otra cosa ha sido hecha? Nada. Mis dos hijos han encontrado esta casa porque Dios la ha elegido y se la ha dado a ellos que han pagado verdaderamente poco por ella. ¿Pues qué otra cosa se ha hecho? Nada, nada. Entonces, ¿quién está con Dios? ¿El Sr. Ruini y los otros obispos o vuestro Obispo? Responded vosotros.
Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Estad al lado de vuestro Obispo, no lo abandonéis, amadlo porque él es el verdadero sacerdote, como Jesús quiere.
Marisa - Adiós, adiós, pequeño.
También tu, Padre Pío, haz algo por nuestro Obispo. Tu sabes que el está en orden en todo. Vosotros, todos los santos, id ante Dios, zarandeadlo y decidle: "Dios, ayuda a aquel pobre Obispo de allí abajo, porque él ama y no ha hecho nada para ofender, sin embargo él ha sido muy ofendido". Padre Pío, coge a todos los santos y llévalos contigo. Adiós.
Roma, 10 de octubre de 2002 - h. 8:35 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre; Dios habla conmigo todos los días de los problemas que hay en la Tierra. Cada aurora la Madre surge cada vez más hermosa y llena de gracia y también vosotros en cada aurora surgiréis hermosos, triunfantes y ricos de gracia de Dios. Es tan hermoso vivir en gracia, amar al prójimo, a los enfermos y a los que sufren, a los que lloran porque los hijos se alejan. Sí, cada aurora yo surjo más hermosa y que lo mismo sea también para vosotros, mis queridos hijos: en cada aurora naced cada vez más hermosos.
La Madre os pide que oréis por una intención muy particular. Os ruego que no os canséis de orar y ayudar como podáis a estos dos mis pobres hijitos. Hay todavía una persona en medio de vosotros que continúa faltando al respeto al obispo, a la vidente y a los que trabajan en su casa. Dios no quiere esto, porque es pecado y se puede llegar incluso al pecado mortal. ¿Recordáis que os he afirmado que el falta de respeto a mi obispo comete pecado? El Sr. Ruini y tantos otros sacerdotes han cometido este pecado, ¿por qué no podríais cometerlo también vosotros? También vosotros faltáis y pecáis, pero por fortuna ahora solo hay una persona que hace sufrir a mis queridos hijitos; os he pedido que oréis también por esto. Cuántas personas y cuántas intenciones hay para orar por ellas. Ánimo, mis queridos hijos. Ahora es necesario mucha valentía, sobretodo para mis dos hijitos queridos. Cuando yo estoy arrodillada delante de Dios Padre, con la cabeza inclinada hasta tierra, oro por vosotros y os encomiendo a todos, pero vosotros sabéis que Dios Padre sabe qué debe hacer y trata de ayudar a las almas hasta el final. Podríais decir que, a veces, parece que también Él se rinde frente a tanta maldad. Pensad que Dios está con vosotros, por lo demás dejad decir, dejar hacer.
Gracias por vuestra presencia, mis mejores deseos para el inicio de los encuentros bíblicos y del nuevo año social; sois pocos, pero no importa, dad testimonio, invitad a las personas a venir para escuchar lo que vuestro obispo explica, en los años anteriores ha explicado el Santo Evangelio y ahora las cartas de S. Pablo.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 13 de octubre de 2002 - h. 10:35 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Hoy la Madre no quiere hablaros de los grandes señores de la Iglesia y del Estado, sino de fe, de amor y de esperanza. Tenéis que tener siempre confianza y esperanza con respecto a lo que dice Dios. El no defrauda nunca al hombre, porque lo ama. Si Dios ha creado un mundo tan hermoso: el cielo, la tierra, el mar, las plantas, la luna, las estrellas, los animales, y al final el hombre, a su imagen y semejanza, es porque nos ha amado y nos ama mucho. No tenéis que estar siempre pensando: "¿Cuándo llegará, cuando llegará el triunfo?". ¡Dios no traiciona nunca! ¿Puede Dios traicionar? ¡No!
Os pido que tengáis fe, la fe en Dios, la fe en aquel que os habla, esperanza hasta el fin, sin derrumbarse, sin desmoralizaros y la caridad hacia todos. Son tres grandes virtudes y como sabéis, la caridad es la virtud que viene con nosotros al Paraíso, mientras la fe y la esperanza se acaban con la muerte.
Mis queridos hijitos, tratad de traer a este lugar taumatúrgico a otras personas.
Marisa - Quiero encomendarte, Virgencita, tantos, tantos enfermos, muchos de ellos viven en el extranjero. Te encomiendo a Vincenzo, Pietro, Gianluca, Francesco, Maria, Roberta y tantos otros: no puedo nombrártelos a todos, tu los conoces, es inútil que te diga los nombres.
Nuestra Señora - Sí, Marisella, yo ya sé por quién orar y oro siempre, oro también por ti; pero para ti Dios ha escogido un camino muy difícil, muy duro. Cuántos escollos, cuántos grandes lagos, has tenido que pasar, cuántos sufrimientos has padecido, cuántas frustraciones has recibido del demonio, cuánta adversidad has afrontado. Te han atormentado los estigmas invisibles y a veces visibles, para que todos pudiesen comprender tu sufrimiento; pero desde el primer momento en que Dios te ha pedido tanto sufrimiento has dicho siempre que sí y continúas diciéndolo hasta el infinito.
Marisa - Un momento, ¿el infinito?, ¿cuánto tengo que vivir? Pongámonos de acuerdo.
Nuestra Señora - El infinito puede ser esta tarde, mañana, pasado mañana, no lo he dicho. Quédate tranquila que oro por todas las personas que me has encomendado y por las que hay escritas en el folleto, porque desde el momento en que son tantas no puedes nombrármelas a todas.
Mis queridos hijos, ejercitad las tres virtudes: fe, esperanza y caridad y estad siempre unidos a Dios Padre, a Jesús, al Espíritu Santo, a mi amado esposo José y a la Madre de la Eucaristía. Dad testimonio, no tengáis miedo. No tenéis que tener miedo de hablar; los otros siguen adelante con desfachatez, aunque yo no me aparezca ya en ninguna parte. Toman grandes iniciativas, tienen dinero, tienen de todo y a ellos van millares de personas. A vosotros os tiene que bastar Dios. El Obispo es el don más grande que Dios podía daros.
Junto a mi obispo y vuestro so bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Vuestra hermana no se siente bien, por esto yo vuelvo al Padre, pero durante la santa Misa estoy al lado de vuestro obispo, como siempre.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, adiós pequeño, adiós tesoro.
Roma, 17 de octubre de 2002 - h. 8:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, es vuestra Madre la que os habla. Os he pedido que oréis por una intención mía, continuad haciéndolo.
Os doy una noticia que vuestra hermana no querría que fuese comunicada, pero está bien que la comunidad lo sepa: el lunes, vuestra hermana será hospitalizada. A causa de esta hospitalización no tenéis que faltar el jueves y el domingo: yo estoy con ella y con vosotros, aunque no me veáis.
Es verdad: muchas veces hemos prometido las intervenciones que todavía Dios no ha cumplido. Me gustaría haceros conocer los motivos de estos aplazamientos. ¿Por qué Dios todavía espera y no realiza lo que ha prometido? Tampoco yo quiero ponerme tantos porqués. Os invito sólo a la oración del corazón, a la conversión: "Convertíos y creed en el Evangelio", es muy importante este fragmento del Santo Evangelio. Es muy importante lo que está escrito en el Santo Evangelio y tenéis que seguirlo con mucha atención. Tenéis que conocer las cartas de S. Pablo, porque tal como explica vuestro obispo, no lo hace nadie. Tenéis que seguir y poner en práctica la Palabra de Dios, así en el momento oportuno, cuando encontréis a alguno que habla al contrario de cuanto habéis aprendido, tenéis que replicar, pero os lo ruego: con caridad, tenéis que responder siempre con caridad.
Deseo que os améis. Vosotros no tenéis todos aquellos sufrimientos que tienen mis dos hijos y la abuela Yolanda. Ellos tiene unos sufrimientos que sólo Dios sabe hasta cuando durarán. Si os ruego que oréis, no me parece que os pida tanto. Os pido que hagáis florilegios, el ayuno del cigarrillo; no es tan difícil coger un cigarrillo y decir: "No, no te enciendo. Lo ofrezco a Jesús", aunque Jesús no fuma. Si vosotros pedís gracias y Jesús os invita a hacer florilegios, ¿cómo podéis pedir ayuda si no ponéis en práctica las pequeñas peticiones? Ánimo, valor, seguid adelante con amor.
Marisa - Te quiero decir..
Nuestra Señora - Pero yo ya he visto todo y lo sé todo.
Marisa - Deseo saber sólo si es justo lo que he dicho.
Nuestra Señora - Un poco sí y un poco no. Está bien que el niño esté entre vosotros, pero puede también estorbar y no dejar comprender lo que estoy diciendo. Está bien pues que a esta hora el niño duerma. Ya lo sé, Marisella, te falta Enmanuel, nosotros sabemos el motivo.
Marisa - Sí, pero digámonoslo cuando estemos solas, ¿de acuerdo? Adiós, adiós, hermosa mía, adiós.
Roma, 20 de octubre de 20002 - h. 10:50 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy es una jornada hermosísima y como brilla el sol así tendrían que brillar vuestros corazones. ¿Os acordáis que os he hablado de la aurora, cuando veis las estrellas, la luna, también el sol que está a punto de nacer? Decís alguna vez: "Gracias, Dios, por este nuevo día; gracias, Dios, porque nos conduces a una vida espiritual llena; gracias, Dios, porque me ayudas a ser humilde, sencillo, no susceptible, no orgulloso, a ser yo mismo; gracias, Dios porque estoy todavía en la Tierra; gracias, Dios, porque me amas siempre". Habéis pensado en repetir estas gracias a Dios por todo lo que os circunda, aunque no sea bonito, por los sufrimientos humanos y por los morales? "Gracias, Dios, porque eres tu quien lo decides todo y lo haces todo". Decir sí a Dios es muy hermoso: también yo, como Madre, digo: "Gracias, Jesús, gracias, Dios, que me has elegido entre todas las mujeres". "Gracias, Dios". Tú, Marisella, puedes decirlo porque te ha elegido como vidente y tu sabes que el don no es para ti, sino para las personas que te rodean. Sobretodo puedes decir gracias, tu Obispo, porque Dios te ha elegido para hacer tanto bien a las almas, aunque muchas dejan tanto que desear y no obedecen. Lo que más hace sufrir es decir con sinceridad los errores a las almas, porque dejan salir la susceptibilidad, el orgullo y la soberbia. ¿La humildad y la sencillez donde van a acabar? Es inútil llorar después de haber faltado gravemente de caridad durante años hacia una persona, de la cual habéis tenido siempre un juicio negativo y habéis hablado a sus espaldas con otros. Esto no es un simple desahogo, sino un pecado muy grave y a pesar de esto continuáis haciendo la Santa Comunión.
¿Cuántas veces la Madre os ha dicho: "Recibid a mi Hijo Jesús en gracia? Muchas personas se acercan en pecado mortal a la Santa Comunión, especialmente los que durante años acusan con mucha facilidad a mis dos hijos. Antes, incluso de que empezaran las apariciones para todos, cuando vuestra hermana tenía escondido su don, era ya objeto de habladurías y de calumnias por estas personas que, al encontrarla, intercambiaban el beso de buenos días y de la tarde. En la persona que ha sido herida permanece una llaga que no se cicatriza con tanta facilidad; se puede perdonar, porque todos tenemos que perdonar, pero cuando las llagas están abiertas es difícil olvidar. Tengo que decir que tú, Marisella, has sido heroica, porque no has dicho nunca nada. Pero está bien hablar de ello, porque las personas que se comportan mal y luego se sienten en orden, resulta que se sienten víctimas, se sienten incomprendidas, sin embargo son susceptibles, orgullosas y cambian literalmente el comportamiento. Estas personas están del lado de Dios cuando no se dice nada para corregirlas, pero cuando se les dirige, incluso, una pequeña regañina, se consideran a sí mismas víctimas y a mis hijos verdugos.
Vuestro Obispo no es un diplomático ni se calla cuando ve algo que no está bien; cada uno de vosotros tendría que ser así. Cuando algo no va bien o notáis que vuestro hermano se equivoca, tenéis que hablar, después si las personas se ofenden y son resentidos, paciencia; mirad a lo alto, hacia Dios y decid: "Mi Dios, yo he hecho mi deber, te doy gracias, pero no quiero faltar a la caridad por temor a que la otra persona se ofenda".
Mis queridos hijos, gustad siempre la bondad de Jesús; ¡cuántas gracias ha dado! ¿Os habéis dado cuenta que muchos han recibido gracias y luego han desaparecido, mientras vuestra hermana, que Dios ha elegido, no ha recibido gracias sino solo alguna ayuda?
Cuando hay algo que no va bien, me hacéis repetir siempre las mismas recomendaciones: a veces me parece estar en la guardería, mientras que yo os he llevado a la universidad. Cuando se os hace cualquier reproche, ¿por qué os ofendéis? ¿Por qué sois tan susceptibles? Sed humildes y sencillos y reconoced el error. No tenéis que rendir cuentas a la persona que os regaña, sino a Jesús: "Sí, es verdad, Jesús, me he equivocado, perdóname". Es tan hermoso decir: "Jesús, perdóname, quédate junto a mi, sé mi hermano, mi padre, mi esposo, mi Todo".
Os había encomendado rezar por vuestra hermana, no tanto por su curación, sino para que tenga la fuerza de continuar adelante incluso en el lugar donde mañana será hospitalizada, porque a veces hay también dificultades con los médicos y con los técnicos sanitarios. Encontrar un doctor humano como Dios querría no es fácil; los hay, pero son muy pocos, por tanto, tenéis que ayudar a vuestra hermana, para que tenga la fuerza de soportar a los que no la aceptan, porque saben que ve a la Virgen y frecuenta un lugar taumatúrgico no reconocido. Tampoco otros santuarios han sido reconocidos, sin embargo han salido adelante y se han engrandecido, incluso sin mi presencia. Amad a Dios que os ama tanto; amad a Dios que os ha dado a su Hijo, que ha muerto en cruz por todos, del más pequeño al más grande.
Muchas veces os he pedido que ayudéis a vuestro hermano Obispo estándole cerca y tratando de quitarle trabajo, aquel humano, porque tiene mucho que hacer.
Alguno de vosotros que se preste a ayudarlo, el vicepresidente y los que puedan tienen que ayudar, porque hoy, los jóvenes, gracias a Dios, trabajan todos y ya no están libres como antes. Sin embargo, cuando hay necesidad están aquí presentes para ayudar, incluso dos días seguidos, especialmente cuando se tiene que preparar la ceremonia del matrimonio.
Ánimo, mis queridos hijos, amad a Jesús Eucaristía, amad a la Madre de la Eucaristía, amad a vuestro obispo y entonces estaréis todos en la gloria de Dios.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestro seres queridos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Has dicho que estarás a mi lado. Ayúdame. Adiós.
Nuestra Señora - También yo le deseo felicidades a la abuela Yolanda. Hoy es feliz, porque tiene alrededor suyo a los hijos, a los sobrinos y a los nietos. Adiós, abuela Yolanda; ánimo, hija mía, sé fuerte. Sé que el dolor es fuerte y los calmantes no te hacen nada. Ánimo, el doctor Selenia te está ayudando, verás que el dolor se calmará y podrás estar en medio de tus hijos.
Adiós, Marisella, ahora tengo que ir al Padre.
Marisa - Oye, ahora que vas al Padre, ¿no puedes despertarlo un poquito? Se me ha escapado, perdóname. Adiós.
Roma, 24 de octubre de 2002 - h. 8:00 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hoy han transcurrido nueve años desde que se hicieron públicas las apariciones y son nueve años de alegría y de sufrimiento. Vosotros sabéis perfectamente que mientras estéis en la Tierra no os faltará el sufrimiento, pero quién padece verdaderamente en el propio cuerpo los sufrimientos de Dios, es Marisella, esta pobre criatura. A todas las personas venidas a festejar el noveno aniversario del comienzo de las apariciones públicas, recomiendo que sean más valientes, más comprensivas y más dedicadas a la oración.
¡Me gustaría tanto que todas las personas que han pasado por aquí volvieran!
Marisa - ¿Al Paraíso?
Nuestra Señora - No, Marisella, quería decir al lugar taumatúrgico. Desgraciadamente la batalla contra vosotros ha sido grande, pero si Dios está con vosotros no tenéis que tener miedo de nada. Estáis cansados, desmoralizados, probados, como dice Pablo, tu Pablo, Excelencia, pero no vencidos, no seréis nunca vencidos, si estáis unidos a mi Hijo Jesús.
Don Claudio ahora te puedo decir que el sufrimiento de tu querida hermana ha llegado al máximo, ha sufrido, sea por los estigmas o sea por otras causas que tu sabes, todo le ha afectado a su cuerpo.
Mis queridos hijos, os invito a orar, a tratar de comprenderos mutuamente, perdonaros mutuamente y pediros perdón mutuamente. Una vez más os repito: ninguno se tiene que sentir bien situado, ninguno tiene que sobresalir, enorgullecerse, ser susceptible; todos sois imperfectos, sólo el Padre Celeste, que está en los cielos, es perfecto, pero igualmente podéis alcanzar la santidad.
Ha terminado el noveno año que ha sido probado en todos los sentidos, ¡quizás en el décimo año habrá el triunfo! Pero si esto no ocurre no tenéis que derrumbaros, porque repito: quién está con Dios no tiene que tener miedo a nada.
Ánimo, Excelencia, noto tu cansancio, no me preocupa tu dolor de cabeza, el resfriado, me preocupa tu cansancio. Yo estoy a tu lado, aunque tu hermana no esté contigo. Yo estoy contigo, cuando celebras la Santa Misa.
Querría abrazaros a todos, mis jóvenes, vosotros pagáis las consecuencias de todo.
(Nuestra Señora dicta un mensaje secreto en silencio que será conocido por el obispo).
Vuelvo al mensaje para todos. Mis queridos hijos, tratad de caminar siempre adelante, haced un paso, aunque pequeño, pero seguid adelante. Tratad de poner un pié delante del otro, incluso medio; para llegar alto, muy alto.
Desgraciadamente hay personas que todavía no se acercan a recibir a mi Hijo Jesús porque no están en gracia. ¿Qué les desmoraliza? El orgullo. Ánimo, Excelencia, ánimo mis queridos jóvenes, ánimo mis queridos adultos. Amad a Dios, amad a Jesús Eucaristía, amad al Espíritu Santo, amad a la Madre de la Eucaristía y esteréis felices y contentos. Don Claudio no te tienes que afligir cuando tu hermana sufre; ésta es su misión.
Gracias. He venido con un poco de retraso porque era difícil venir antes con el ir y venir de los doctores, pero ahora estoy con vosotros para daros mi abrazo, mi saludo y mis felicitaciones por esta noveno aniversario que, si Dios quiere, festejaréis domingo. Si Dios quiere que vuestra hermana salga del hospital, lo celebraréis espiritualmente y si podéis, haced algo en casa. Tu, Yari, no te preocupes, tienes que ir a trabajar para construir la casita para tu querida mujer, para tus hijos y para ti.
Mi saludo va también para los que están lejos, para los niños, para los enfermos, para todos, porque yo estoy con vosotros; una madre buena no abandona nunca a sus hijos. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro, ordenado por Dios, os bendigo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Ánimo, Marisella, sé fuerte.
Marisa - ¿Por qué no has venido cuando sufría tanto?
Roma, 26 de octubre de 2002 - h. 8:00 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Me has dado una gran alegría porque has venido.
Nuestra Señora - He venido por ti, Marisella, pero sobre todo por Su Excelencia y por mis queridos hijitos. Mis queridos hijos yo os amo y me gustaría ver, cuando vengo entre vosotros, más serenidad, más paz y más alegría. Cantad Aleluya a Jesucristo, a Jesús Eucaristía, amadlo como Él os ha amado. Cuando vengo, veo en vuestros corazones que estáis pensativos y entristecidos. Me gustaría veros más alegres y felices.
Cuando os llevo los mensajes, cuando escucháis el encuentro bíblico, seguid con atención, es Jesús el que os habla, si no escucháis bien lo olvidáis todo. Es caridad corregir al hermano, pero vosotros no lo corregís por vivir tranquilos, esto no es justo, no es justo que un hermano vuestro falte y vosotros no hagáis nada; así faltáis a la caridad. He venido hoy porque Jesús me ha dicho: "Madre, ve con mis hijos" y yo he venido. No tengo otra cosa que deciros sino desearos paz y bien, convertíos y creed en el Evangelio.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados y os ciño con mi manto materno.
Marisa - Gracias por haber venido. ¿Puedo pedirte que si cuando vengas, puedes traer contigo también a Pío XII, mi querido Papa tan acosado, sobretodo por los hombres de la Iglesia?
Roma (Villa del Rosario), 27 de octubre de 2002 - h. 6:00 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Estoy contenta de que hayas venido. La noche no ha ido bien, a causa de los dolores y de la tos persistente he descansado poco, pero estoy contenta de haber hecho compañía a Jesús. Te encomiendo a María Gracia, a los jóvenes, a los enfermos, a los sacerdotes, para que comprendan y acepten nuestra misión y a las hermanas de esta comunidad y de la congregación entera.
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo. La Madre está con vosotros para daros ánimo y estimularos a continuar adelante con humildad, paciencia, sencillez, sin celos mutuos, sin deseos de sobresalir y demostrando un gran amor hacia todos.
Ya que mi hija Marisella está en vuestra clínica, he traído conmigo a San Vincenzo, para que ayude a sus hermanas. El ha dado mucho y ha hecho mucho por sus hermanas, pero desgraciadamente, como ocurre en las grandes comunidades, no todas se comportan bien, son esposas, llamadas por Jesús, pero no todas se comportan bien.
Cuando entre vosotras hay algo que no va bien, decidlo con caridad, si no os escuchan, paciencia, vosotras habéis hecho vuestro deber.
Pedid cada día el don de la fe, de la esperanza y de la caridad, que tenéis que cultivar hasta el fin de vuestra vida.
Recordad que la muerte es vida. La fe, la esperanza y la caridad permanecen en la vida presente, y en el Paraíso tendréis sólo la caridad, la más grande entre estas virtudes.
Para aumentar la caridad se requiere sufrimiento, donación y comprensión hacia todos. Dad confianza y esperanza a todos.
¿Estás contenta, Marisella, que haya venido con San Vincenzo?
Tu ruegas por esta y por las otras comunidades suyas, aunque algunas hermanas han hablado mal de ti y del sacerdote.
Amad y respetad al sacerdote, quienquiera que sea, porque ninguno puede juzgar si se equivoca, será él el que tenga que dar cuentas a Dios. No habléis mal de mi sacerdote, como han hecho otros sacerdotes, incluido Ruini.
Vosotros tenéis que amar. Convertíos y creed en el Evangelio. No pretendáis corregir a vuestro hermano, si antes no so corregís vosotros mismos.
El sacerdote presente es un santo sacerdote, ha sido ordenado Obispo por Dios, es el Obispo de la Eucaristía; amadlo y ayudadlo.
Poned todo el amor y la fuerza para servir a mi Hijo Jesús.
Dios lo decide todo, aprended a aceptar la voluntad de Dios hasta el fondo.
Dios puede hacer lo que quiera: curar a un enfermo o no, ordenar Obispo a un sacerdote o no. Hermanas de esta congregación, amaos todas, sois elegidas por Dios.
Vuestra hermana está aquí para curarse, pero también para orar y sufrir por vuestra congregación. He traído a vuestro fundador, y es hermoso que algunas hermanas estén aquí presentes para escuchar, pero no todas las otras creen.
San Vincenzo Pallotti - Yo soy vuestro fundador. Cuánto deseo vuestro cambio. Sé que algunas hermanas no creen, otras no comprenderán.
Yo, desde el cielo, veo a tantas hermanas flaquear porque en ellas falta el amor. Yo sufro al ver las incomprensiones y celos entre mis hijas. Tratad de amaros como yo he amado a vuestro esposo, que ha muerto en cruz por vosotras.
Yo soy vuestro fundador, pero no todas escuchan y ponen en práctica mis consejos y enseñanzas. Si creéis en mi, que he recibido de Dios el permiso de hablaros antes, corregiros vosotras mismas, después a las otras, sin tener miedo, porque vuestro esposo está con vosotras.
Alguno pide una gran señal, pero ¿qué señal es más grande que la de la corrección fraterna? Corregid con amor a la hermana, después alzad los ojos al Cielo hacia Jesús y decid: "Tu has muerto en cruz por nosotros, queremos amarte".
Dad confianza, esperanza y amor a todos.
Nuestra Señora - Si habéis comprendido cuanto os ha dicho el fundador, ponedlo en práctica, decidlo a las otras hermanas sin miedo. Ayudad a vuestra hermana que sufre mucho, sus estigmas sangran también por vuestra congregación.
San Vincenzo respeta y ora por el obispo ordenado por Dios.
Junto a mi hijo predilecto, Obispo ordenado por Dios, os bendigo, a los queridos enfermos, a vuestros parientes y a la comunidad entera. Os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Mensajes de Noviembre del 2002
Roma, 1 de noviembre de 2002 (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy es fiesta grande en el Cielo, en la Tierra y en todas partes. He traído conmigo a todos: a los ángeles, a los santos y a las almas salvadas, incluidas las de los parientes de las personas aquí presentes que han hecho un sacrificio para venir, pero recordad que todo se vuelve hermoso cuando estáis en gracia, tenéis vuestro ángel custodio y vuestro protector que os ayudan. Hoy es la fiesta de cada uno de vosotros, especialmente de los que no tienen el santo en el Paraíso y que, justamente, por este motivo, tienen que volverse santos ellos mismos. Mis queridos hijos, orad para alcanzar la santidad, todos tenéis que volveros santos. Hoy es la fiesta de todos los santos, de todas las personas en gracia de Dios y sobretodo de los que ofrecen el sufrimiento para salvar a las almas.
La vida es muy difícil y dolorosa para vuestra hermana, su sufrimiento es grande y ella lo ofrece por su pequeña comunidad, sobretodo por el obispo. Es tan hermoso amar, darse a los otros, sacrificarse por los otros y no volverse nunca atrás, cuando el hermano tiene necesidad. No refunfuñéis cuando os sintáis cansados y fatigados, especialmente vosotros jóvenes. Abuela Yolanda puede decir que está cansada y a pesar de todo, no lo ha dicho nunca; sin embargo oigo que vosotros, jóvenes, decís a menudo: "Estoy cansado, tengo el trabajo, tengo la familia"; ésta es la vida terrena, el hombre tiene que trabajar, así lo ha decidido Dios después del pecado de Adán y Eva, después de la muerte de Abel, y todo lo que está escrito en el Viejo Testamento.
Tengo a mi lado a tantos angelitos, los niños salvados que juegan continuamente, los ángeles grandes y los santos. La Madre hoy os quiere invitar a orar por la canonización del Papa Pío XII, porque, como bien sabéis, los hombres han sido muy duros con él; incluso ahora, a tantos años de su muerte, continúan persiguiéndole y calumniándole. Ocurren tantas desgracias: terremotos, aluviones, guerras y niños que mueren, pero los hombres continúan calumniando y difamando. Orad por estas personas, por estos niños y por todas las almas que tienen necesidad de ayuda. No os preocupéis solo de vosotros mismos, no os miréis solo unos a los otros con ojos no buenos, sino con amor. Como he dicho tantas veces, el amor comporta sacrificio y sufrimiento, el amor es donación y todo lo que hay de hermoso sobre la Tierra. Buscad algo hermoso sobre la Tierra, no lo veáis todo negro, todo oscuro, existe también lo hermoso, si vivís en gracia.
¡Atención, atención a Satanás! Satanás no es sólo el diablo, sino que puede ser también un hombre o una mujer que está a vuestro lado y trata por todos los medios de haceros caer. Dios ama, Dios perdona, pero al final será justo y os juzgará.
Comportaos bien y vivid en gracia de Dios aunque el sufrimiento de esta vida terrena a veces destruya a la personas.
Este planeta Tierra está muy corrompido, vosotros sois valientes, amaos recíprocamente, y Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, estarán siempre con vosotros.
Todo el Paraíso os bendice, todos los ángeles y santos que me circundan os aman. Os toca a vosotros no traicionar, os toca a vosotros amar. Felicidades a todos y gracias por vuestra presencia.
Ánimo, Marisella, sé fuerte.
Roma, 2 de noviembre de 2002 - h. 6:40 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Has traído a todos los niños que en estos días han dejado el planeta Tierra. Querría encomendarte a tantas personas que se han confiado a mis oraciones, tengo tantas, verdaderamente tantas, pero tu sabes quién ha pedido oraciones, no te las enumero, sería demasiado largo.
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Vuestra Madre está aquí presente con todas las almas salvadas, con todos los niños que en estos días han muerto, con todas las personas que continúan muriendo porque este planeta Tierra continúa estando más corrupto que nunca. He traído también a vuestros queridos parientes conmigo: ellos son felices. Muchas veces os he dicho que la muerte es vida, es vivir para la eternidad en la gloria de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. La esperanza en lo concerniente a Dios, que ayuda a todos, no tiene que desilusionaros. Dios es amor, y si os falta el amor, mis queridos hijos, no tenéis nada, porque el amor es donación, el amor es sacrificio, el amor es ayudar al prójimo, el amor es sentir que el hermano está con nosotros porque está en gracia, porque Dios está con él. ¿Pensáis que amar es muy difícil? El que no sabe amar es muy insensible, no tiene una conciencia, no tiene nada, el que sabe amar, siente la alegría y el deseo de estar al lado del hermano. A veces son pronunciadas frases como esta: "Estoy contenta de que hayas vuelto a casa, pero para nosotros aumenta el trabajo"; esto es una insensibilidad, esto no es amor. Os he dado este ejemplo para haceros comprender lo que no es amor. Jesús ha muerto por amor a sus hijos y después de la muerte ha habido la resurrección, por esto digo cada vez que la muerte es vida, que la muere es resurrección. Cuando un ser querido parte, se va, la muerte os hace sufrir; también yo he sufrido, humanamente hablando, cuando mi querido esposo José me dejó, pero sabía perfectamente que iba a gozar, que iba a vivir la verdadera vida. No penséis en la muerte como algo desagradable, pensad que la muerte os hace vivir, siempre con Jesús. Tened esperanza en Dios y en el hombre que sabe amar. Si el hombre no sabe amar, muchas situaciones empeoran. En lugar de mirar tan lejos, mirad en vuestro pequeño ámbito, hay personas que no saben amar y hacen sufrir y, creedme, este sufrimiento destruye a la persona, la debilita, la hace estar mal.
Todas estas personas que están a mi lado están vivas, han superado la muerte y ahora viven en la alegría, esperando la resurrección y el juicio final de Dios. Yo os ayudo a amar, por esto cada vez os digo: "Amaos, amaos, amaos, no despreciéis al prójimo, no destruyáis con la palabra al que está a vuestro lado". Se puede amar sólo con la ayuda de Dios, sólo viviendo en gracia. Sed fuertes, valerosos y ayudad a los que tienen necesidad.
La Madre tiene que hacer llegar a todos los que están salvados, tengo que ir ante Dios Padre para hablar de estas personas que han muerto. Orad, orad por vuestros seres queridos. Haced decir santas Misas; vuestro obispo no está pendiente de si pagáis o no la Misa, haced decir la Misa por vuestros seres queridos, para que un día podáis estar todos juntos gozando de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Esta noche iremos a ver a los niños, Marisella, te vengo a buscar e iremos a San Giuliano.
Roma, 3 de noviembre de 2002 - h. 10:55 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, habéis escuchado la catequesis, habéis cantado y yo he volado en medio de vosotros para festejar este difícil noveno aniversario de mis apariciones. Éstos han sido nueve años de alegría y de sufrimiento para todos, pero en este día, el sufrimiento es de todo el mundo. Yo he estado al lado de los niños con vuestra hermana, hemos ayudado a las madres a aliviarlas con los niños y sus juguetes, quitando los envoltorios que los cubrían, hemos estado toda la noche en oración con las madres, con los padres y con los hermanitos. Ayer, como sabéis bien, estos pequeños niños y la maestra estaban conmigo. Dios ha decidido mandar conmigo a vuestra hermana para estar al lado de estas madres, que en profundo silencio sufrían y oraban. Es difícil alejarse de los hijos cuando tienen seis, siete, ocho años. Cuando tratábamos de ayudar a estas madres y de decirles que sus niños eran felices, al lado de los ángeles, de los santos y de otros niños, ellas se consolaban un poco, después lloraban y observaban un profundo silencio. El momento más desgarrador ha sido cuando los pequeños ataúdes han salido del tinglado. El sufrimiento afecta sólo cuando le llega a uno mismo. Todos han cooperado para ayudar a los niños y a la maestra, toda Italia se ha movilizado y han llegado ayudas también del extranjero. Yo estaba allí con vuestra hermana orando, ayudando y haciendo todo lo que puede hacer una criatura humana para ayudar al prójimo.
La Madre os pide que oréis por estas familias, no por los niños, porque ellos están gozando en el Paraíso, sino por los padres y los abuelos que estaban allí. Es triste haber criado a los hijos y que hayan tenido una muerte imprevista, sin haber tenido tiempo de salvarse, de correr, de escapar, aunque haya sido un suceso natural. Os ruego que oréis por estas familias y para que Dios mitigue los acontecimientos naturales, os ayude, os salve y os libre de todo mal.
Hoy he venido para celebrar el noveno aniversario de mis apariciones abiertas a todos. La fiesta ha sido aplazada para esperar a que vuestra hermana volviese de la clínica y el trabajo ha sido grande. Mis queridos hijos yo también soy una Madre y, especialmente cuando estoy en la Tierra con vosotros, comprendo vuestro dolor y vuestro sufrimiento, pero no por esto tenéis que rendiros y volveros duros y severos con vosotros mismos. Celebrad vuestra fiesta con una hermosa santa Misa, orad por estas familias que sufren, ponedlo todo en un hermoso cesto y ofrecedlo a Dios.
Os doy un consejo con todo el corazón: cuando alguno propone alguna iniciativa o hacéis alguna fiesta en este lugar taumatúrgico, siempre hay alguno que se queja, que no está contento y lo critica todo, porque -dice- no se ha hecho bien, sin embargo, es hermoso celebrar, incluso si en el corazón hay sufrimiento, pero ¿quién no tiene sufrimiento en el corazón y la cruz en la espalda? Quién de un modo, quién de otro, todos, mientras estéis en este planeta Tierra, sufriréis. Vosotros veis cosas desagradables y nunca como este año han sido tan desagradables, pero ¿creéis que es Dios quién quiere esto? ¡No! Esto ocurre porque ésta es la naturaleza. Dios no tiene nada que ver. Lo que más entristece son las guerras, porque los hombres continúan todavía matándose mutuamente. Por tanto, cuando alguno quiere hacer algo para estar con la moral levantada, celebradlo y no os quejéis. ¿Es posible que cada vez haya siempre alguien que se queje? Me dirijo mayormente a los jóvenes: si se decide tomar una iniciativa, sea para la gloria de Dios, hacedla por vosotros, por los que están a vuestro lado, por los que os han ayudado durante tantos años. Mis queridos hijos, ¿no os dais cuenta que yo aparezco sólo en este lugar taumatúrgico? ¿No os dais cuenta de la importancia de estas venidas mías en medio de vosotros que Dios quiere? Esto está dictado solamente por su amor hacia todos.
Celebrad este noveno aniversario en este lugar taumatúrgico; celebrad siempre la Eucaristía, amadla y hacedla amar lo más que podáis.
Perdonad este hablar mío. Como Madre de la Tierra sufro yo también y como Madre del Cielo estoy en la gloria de Dios, como estos niños y tantas almas salvadas. Los niños son muchos, muchos, muchos. Amad a vuestros niños, amadlos. Es normal que a veces hagan perder un poco la paciencia, pero tratad de estar siempre a su lado con todo el amor y con todo el corazón, como yo, vuestra Madre, os amo a cada uno de vosotros.
Ánimo a ti, sé fuerte, porque estás con Dios no tienes que tener miedo de nada.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a las madres de estos niños, bendigo a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Felicidades y haced una hermosa fiesta, mis queridos hijos, al escuchar la Santa Misa, al hacer la Santa Comunión y después al festejar, como ha dicho vuestro obispo, cada uno en su propia casa. Gracias.
Marisa - Adiós. ¿Nos vamos enseguida?
Nuestra Señora - Pero tu ya estás allí, Marisella.
Marisa - Está bien, adiós.
Roma, 7 de noviembre de 2002 - h. 8:35 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. La Madre está aquí con vosotros y ha orado con vosotros. Tengo pocas recomendaciones que haceros y son las más hermosas, las más grandes: la sensibilidad hacia el prójimo, el altruismo, la sinceridad, pero sobretodo el amor hacia todos. Si falta el amor falta todo, si falta el amor, no dais nada a Jesús Eucaristía, mi Hijo adorado ni a vuestro obispo, mi hijo predilecto.
Amor, amor y amor; no pido otra cosa que amor, pero sabéis bien que amor significa también sufrimiento, a veces un gran sufrimiento que no acaba nunca. Amor es también alegría. El amor permanece siempre con vosotros.
Escuchad bien la Santa Misa, orad por mis sacerdotes; orad por todas aquellas personas que están sufriendo frío y hambre; en todas las naciones del mundo hay un rincón donde personas, pequeñas y grandes, sufren. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
No te preocupes, Marisella, no tengo que dar siempre cartas largas, las cartas de Dios son amor, basta esta palabra para abarcar todo lo que Dios ha dicho.
Marisa - Adiós.
Roma, 10 de noviembre de 2002 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - He comprendido lo que me estás diciendo, pero ¿hasta cuándo tendremos que soportar todos estos sufrimientos? ¿Cuándo llegará nuestro momento? ¿Cuánto tenemos que sufrir todavía, especialmente el obispo, que dices que amas tanto? ¿Tenemos que continuar ayudando a las personas, incluso después que lo hemos dado todo de nosotros mismos? Para ser ayudadas, las personas, exigen que digamos lo que ellos quieren; si les decimos la verdad, como enseña el Evangelio, se nos echan encima. ¿Tenemos que continuar todavía haciendo esta vida tan dura, tan difícil, tan llena de sufrimiento?
Sonríes, pero tienes las lágrimas en los ojos; yo lo veo, y estás abrazando al pequeño. ¿No crees que ya estamos cansados de soportar todos estos sufrimientos? La comunidad no sabe qué grande es nuestro sufrimiento. Todos acaparan al obispo y luego lo condenan. Si dice lo que ellos quieren, entonces todo va bien, pero si hace la corrección fraterna, si sigue cuanto el Evangelio nos ha enseñado, entonces le dan la espalda. Así son los hombres, incluso los de la Iglesia. Te pregunto una vez más: ¿cuánto tiempo todavía tenemos que sufrir en este mundo? Ya lo has dicho: "Dios no defraudará", ya lo sé que Dios no defrauda, pero esta cruz ¿tenemos que llevarla hasta el fin? Ayer me hiciste ver que en la cruz estaba Don Claudio, no estaba tu Jesús. ¿Así tiene que continuar nuestra historia? No es la muerte la que nos da miedo, porque la muerte es vida, lo has dicho tu, pero es este continuo ser bombardeados por todos. Habla fuerte, así te sentirán todos. ¿Por qué nos habéis escogido justamente a nosotros?
Nuestra Señora - Marisella, te respondo como siempre: ¿y por qué no? Dios os ha llamado para una gran misión, de la cual todavía no podéis comprender la grandeza y la importancia. Vosotros esperáis nuestra intervención, pero el triunfo de la Eucaristía ya ha sido, porque en todas partes hablan de la Eucaristía, hacen adoración eucarística y oran delante de la Eucaristía. Todo esto ha salido de aquí, de los milagros eucarísticos que Dios ha hecho en este lugar taumatúrgico, del modo como vuestro obispo ha hablado de la Eucaristía. Esto os tiene que dar alegría: en todo el mundo hoy hablan de la Eucaristía, hacen adoraciones eucarísticas, incluso nocturnas.
Dios ha elegido este lugar taumatúrgico para hacer triunfar a la Eucaristía y ha triunfado. Vosotros esperáis que llegue algo, para que seáis reconocidos por los hombres de la Iglesia. ¿Cuál es la diferencia entre vosotros y los hombres de la Iglesia? ¿Quién está en gracia? ¿Quién ama verdaderamente a mi Hijo Jesús? Ahora hacen adoraciones, hablan de la Eucaristía y además organizan encuentros eucarísticos para hacer ver que no es verdad lo que digo, porque ellos ya hablan de la Eucaristía, y no se enfadan conmigo, como ya os he dicho, sino con vosotros; esto forma parte de la envidia y de los celos.
Vosotros, ya que sois puros de corazón, amad a Jesús Eucaristía, y sed humildes y sencillos, no llegaríais nunca a ser celosos, orgullosos y a querer sobresalir como estos hombres. Cuanto más adelante vais, tanto más la tierra está corrompida, los hombres no cambian y las guerras continúan. No tenéis que desanimaros, os lo ruego, al menos vosotros que formáis parte de esta comunidad.
Conozco bien tu sufrimiento, Excelencia, conozco bien cuanto has hecho por las almas y cómo han respondido, pero no por esto no tienes que ayudar a las otras que vienen a pedir. Escucha, da el consejo evangélico y basta, di pocas, poquísimas palabras. El que quiera entender que entienda.
La Madre os da las gracias por vuestra presencia. Estoy muy orgullosa de vosotros. Humanamente hablando parece que os están cercando, que os están destruyendo. Me duele decirlo, pero los párrocos, los obispos y los cardenales continúan luchando contra este lugar, pero escondiéndose porque envían por delante a los sencillos sacerdotes y a las hermanas que dicen: "Ha llegado una carta del card. Ruini, no podemos no obedecerlo, de otro modo nos quita el trabajo y se venga de nosotros". ¿Es esto el amor a Dios? Sed felices de ser como sois, porque todo el Paraíso está con vosotros, yo estoy con vosotros.
Os repito: cuando vayáis a orar a las otras iglesias, no miréis a derecha e izquierda, no giréis la cabeza, mirad el tabernáculo donde está Dios, está Jesús, está el Espíritu Santo y, en adoración, está la Madre de la Eucaristía.
Sé que esperáis con ansia que la Madre llegue y diga: "¡Todo se ha acabado!". No puede estar todo acabado, mientras el hombre no cambie.
Marisa - Entonces, ¿sabes qué te digo?: si tengo que esperar que el hombre cambie, es mejor que me lleves. Dices siempre que ha llegado el tiempo de llevarme, pero siempre estoy aquí. ¿Qué hago aquí?, porque no haga nada.
Nuestra Señora - No, Marisella, tu haces muchísimo; incluso en el ocultamiento, también encerrada en una habitación, tu haces muchísimo y Dios está contento.
Marisa - ¿Dios está contento también cuando me enfado?
Nuestra Señora - Sí, porque comprende que en aquel momento tienes necesidad de enfadarte.
Marisa - ¿También cuando don Claudio está tan abatido?
Nuestra Señora - Don Claudio está en cruz con Jesús. Es un sacerdote que lo ha dado todo para las almas, pero éstas no lo han comprendido.
Me repito, tratad de comprenderme: si el obispo dice a un alma lo que quiere, entonces todo va bien; si dice que su comportamiento es orgulloso y tiene deseos de sobresalir, entonces las personas se vuelve contra él. Pero ¿qué tiene que hacer este pobre obispo? Él sigue el Evangelio, y cuando explica el Evangelio, de cada línea hace un poema. Ahora está llevando verdaderamente en alto a San Pablo. Encontradme un sacerdote que explique el Evangelio y las cartas de San Pablo como lo hace vuestro obispo. Lo que tendríais que admirar, lo que tendríais que comprender es esto: es el amor el que lo hace hablar. Volvamos una vez más sobre la palabra amor; es el amor el que hace hablar bien, el que ayuda a las almas, que habla según el Evangelio. Cuando lleguéis a comprender cuán importante es el amor hacia las almas, hacia sí mismos y hacia todos, entonces podréis decir: "Yo estoy con Dios, porque amo al prójimo, quienquiera que sea. Aunque se enfade o grite, yo le amo porque es mi hermano".
Ánimo. Digo siempre ánimo, ánimo. Claro, poniéndome en vuestro lugar, comprendo vuestras dificultades, pero sobretodo poniéndome en el lugar de Su Excelencia y comprendo su amargura y su lucha continua y, a pesar de todo, continúa ayudando a las almas que lo han hecho sufrir, porque ama, porque sabe tener caridad hacia todos. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestro seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Ánimo, hijitos míos, ánimo a todos, la Madre está con vosotros. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - ¿Puedo hablar?
Nuestra Señora - No, Marisella, sé buena, hija mía, ya sabes que hablamos a menudo yo y tu, cuando estamos solas.
Marisa - Como quieras.
Se ha ido, ha cogido al pequeño y se ha ido.
Roma, 14 de noviembre de 2002 - h. 8:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es vuestra Madre la que os habla, viene a orar con vosotros y a estar con vosotros durante la Santa Misa y durante este encuentro bíblico. Sabéis muy bien que estoy siempre al lado de mi obispo y vuestro. Las criaturas humanas, buenas si quieren, permanecen buenas; las no buenas, si quieren permanecen no buenas: recordad que el que no quiere cambiar, al final no tendrá un juicio bueno de Dios.
En este momento vuestra hermana está sufriendo, además de los dolores físicos, también los que Dios le manda; a vosotros os pido que oréis por la paz del mundo. Muchas veces os he dicho que prestéis atención porque el mal momento se está avecinando y la guerra no perdona. Estad siempre preparados, estas siempre en gracia de Dios.
No me cansaré nunca de repetiros: amaos, amad a todos, prolongar vuestro corazón a todos. Los que viven al lado de mis hijos no aman; mis hijos no son amados por las personas que tendrían que gozar por haber recibido la gracia de ser llamados a estar a su lado. Vosotros, queridos míos, sois muy valerosos y fuertes para seguir este camino hirsuto y espinoso; vosotros, en vuestra pequeñez, sufrid y ofreced vuestros sufrimientos por la paz, la verdadera, no por la paz impuesta con la guerra. Ofreced por la paz hecha con amor, aquel amor que mi Hijo Jesús ha enseñado, que en las cartas de Dios es casi siempre repetido.
Tendría aún muchas cosas que deciros y estar todavía con vosotros y hablaros de Dios y de los hombres de la tierra, que trabajan para obtener aplausos y al final no resuelven nada. Escuchad la Santa Misa en gracia, no digáis embustes; procurad que vuestro corazón sea puro, limpio, que vuestro amor sea grande. No hagáis las cosas sólo por hacerlas, no hagáis el trabajo sólo para que os paguen al final. Lo que hacéis, hacedlo con amor, por la paz del mundo; ofreced desde por la mañana la jornada a Dios. Gracias por vuestra presencia.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Ánimo abuela Yolanda, ánimo, sé fuerte; lo sé, el sufrimiento es mucho, sé fuerte. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Un día me haces estar bien y diez mal, a ver que tengo que hacer. Si te pido que me hagas estar un poquito mejor, no hay respuesta, si pregunto algo, respondes que no me tengo que preguntar tantos porqués. ¿Qué tengo que hacer?
Nuestra Señora - Lo que estás haciendo, aceptar la voluntad de Dios.
Marisa - Adiós, pequeño.
Roma, 17 de noviembre de 2002 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¿Has venido tu, Jesús? ¿Has venido para consolarnos?
Jesús - Sí, hijitos míos. Ha llegado el último golpe de satanás, es fuerte, es duro para vosotros, pero es peor para los que lo han inferido, porque perderán su alma. Ha llegado una carta muy perversa, de pocas líneas. Han engañado al Santo Padre, aunque él no lo sabe, porque le hacen firmar las cartas sin que él sepa el contenido. El Papa ha firmado, no la carta que os ha llegado a vosotros, sino el documento que permanece en el Vaticano y en el Vicariato. Os había advertido que tenía que llegar el último golpe de satanás y ha llegado. A vuestro obispo se le ha quitado todo, porque ha sido reducido al estado laical.
Ya que habéis escrito y prometido que no lo abandonaríais nunca, ahora os toca decidir si continuáis a su lado o lo dejáis; pero quien lo deja sabe bien que deja un tesoro.
¿Qué os ha enseñado vuestro obispo? Os ha enseñado el santo Evangelio y como ya he dicho Yo y Mi Madre, de cada línea hace un poema; no hay ningún sacerdote en el mundo que hable como él.
Os ha enseñado el amor, a participar en la Santa Misa, a vivir en el silencio y en el ocultamiento.
Algunas personas que vienen al lugar taumatúrgico, lo notifican todo, incluso las noticias más reservadas de esta familia. Hoy hay presentes aquí también espías. Yo, Jesús, os pregunto: ¿Queréis continuar estando con vuestro obispos o queréis dejarlo también vosotros? Sabed que la vida de vuestro obispo, hasta que no estalle todo, será muy dura y muy sufrida, pero si tiene amigos alrededor conseguirá superar más fácilmente tantos problemas. A vosotros os repito lo que he dicho a mis apóstoles: "¿Queréis iros también vosotros?"; ellos han respondido: "¿Dónde iremos?, sólo tu tienes palabras de vida eterna". Yo os pregunto a vosotros: "¿Dónde iréis, donde encontraréis otro obispo que os hable de Jesús, de la Eucaristía, de la Madre de la Eucaristía, como él?".
Este golpe de satanás es duro, por lo demás os advertí que llegaría este último golpe de satanás y ha llegado, ahora está en Dios decidir cuándo y cómo intervenir.
Hay muchas guerras en el mundo, algunas son tan peligrosas que hacen temblar, por esto Dios espera. Vosotros no conocéis los tiempos de Dios y no podéis pensar que Dios no mantendrá cuanto ha prometido, pero antes es necesario estar en cruz y la vuestra es una cruz muy dura.
Sabed que en esta comunidad no se dice ni se hace nada en secreto, incluso lo que ha llegado del Vicariato os ha sido comunicado. Hoy, aquí, hay espías presentes que están contentos y satisfechos, porque humanamente hablando, sus cabecillas han obtenido victoria. Pero tal como ha triunfado la Eucaristía, triunfaréis también vosotros, pero todavía tenéis que apretar los dientes y seguir adelante.
Desgraciadamente el Papa no ha hecho la voluntad de Dios y por esto la Madre y Yo repetimos a menudo: "Orad, para que el Papa haga la voluntad de Dios".
¿Qué padre no llama al propio hijo para hablarle y comprenderle? En cambio, vuestro obispo no ha sido llamado por el Papa para dialogar juntos.
Los hombres de la Iglesia no han venido nunca al lugar taumatúrgico para examinar y vosotros lo sabéis.
Habéis visto muchos milagros eucarísticos, el más grande es el del 11 de junio del 2000, ocurrido en las manos del obispo durante la consagración.
¿El demonio puede superar a Jesús? No.
Os pido sólo que no os dejéis caer, lo pido al obispo, a la vidente, a los apostolitos y a los adultos. Si queréis, quedaos con el obispo, si tenéis miedo, id a otra parte. Querría que en vuestro corazón respondieseis: "¿Dónde iremos? Sólo Don Claudio nos habla tan bien del santo Evangelio".
Mis queridos hijos, la vida del cristiano que sigue el Evangelio es muy difícil. El que sigue el Evangelio a la letra, lleva un pesado fardo de sufrimiento, pero es mejor llevar la cruz que ir al infierno.
Las personas que tienen la fuerza y el poder en la mano, en lugar de reunirse para pensar en los pobres, en los enfermos, en las guerras, se han reunido en una mesa redonda para condenar a vuestro obispo; esto no durará todavía mucho. Dios sabe cuando llegará el momento para derrotar a estas personas. Querría que antes de morir el Papa, comprendiese el error y llamase a este sencillo obispo que ama tanto a las almas, y que ha dado todo de sí mismo, incluso la salud física".
Hijitos míos, ¿qué queréis hacer? ¿Cuál es vuestra intención? Alguno de vosotros notifica lo que se dice aquí a las personas que no forman parte de esta comunidad. Cuando notifiquéis las cartas de Dios, la catequesis del obispo, notificadlo todo con amor y exactamente, sin añadir nada vuestro porque perjudicáis al obispo.
Alguno de vosotros notifica mal, no exactamente, lo que decimos Nosotros y vuestro obispo y este modo de hablar lleva descrédito a Don Claudio y a toda la comunidad.
Sé que tenéis un gran abatimiento dentro, pero Nosotros estamos a vuestro lado, ¿verdad Madre, que estamos cerca de nuestros hijitos?
Nuestra Señora - Sí, y no los abandonaremos nunca, nunca. Esta cruz tan pesada que lleváis en la espalda es para el bien de toda la humanidad. El Sr. Ruini ha vencido, el Sr. Ratzinger ha vencido, el Sr. Bertone ha vencido, todos los señores cardenales, obispos y sacerdotes han vencido, incluso el que es el más alto de todos ha vencido, aunque no sabe lo que ha firmado. Han pensado: "Destruyamos a este sacerdote y viviremos tranquilos disfrutando de las riquezas acumuladas y el poder conquistado".
Si vuestro obispo hubiese sido un gran prelado, no habría sido tratado como sabéis.
Un prelado, después de que se ha ido de la Iglesia, se ha casado, ha hecho el acto conyugal, el acto sexual y todo lo que ha querido, ha vuelto luego triunfante a la Iglesia. Le han dado una hermosa villa, con un toldo anejo, donde celebrar las misas de curación.
¡Cuántas excusas han inventado los grandes sacerdotes para defender a aquel prelado!: "Ha sido drogado, ha sido plagiado, no estaba en sí". ¿Se puede plagiar a una persona de setenta años? Aquel prelado ha vuelto a la Iglesia, porque ha llevado mucho dinero. Vuestro obispo hace el bien, trata de salvar a las almas y es pisoteado, porque molesta a aquellas personas por su sinceridad, por su bondad y por su amor a todos.
Ahora os toca decidir a vosotros. Jesús ha vuelto al Padre y al Espíritu Santo, yo estoy aquí con vosotros.
Querría estar siempre con vosotros, querría haceros entrar en el corazón mi pensamiento, que es el pensamiento de Dios.
No traicionéis, no traicionéis, porque la muerte llega para todos y cuando estéis muertos, ¿dónde iréis? ¿Queréis ir al infierno?, iros de aquí. ¿Queréis ir al Paraíso?, seguid las huellas de vuestro obispo. Y la paz sea con todos vosotros.
Ánimo a todos, orad por vuestro obispo; no os digo que oréis por la conversión de aquellas personas, no vale la pena. Vosotros, espías, que escucháis, notificad cuanto es justo, notificad la verdad, no ofendáis gravemente la verdad, no calumniéis y difaméis para tener un puesto elevado en la Iglesia.
¿Qué os importa si matáis al hombre, si matáis al obispo? Señor Ruini, Señor Ratzinger, Señor Bertone y la hermosa compañía, ¿por qué no tenéis el valor de hablar francamente entre vosotros y deciros a la cara lo que pensáis el uno del otro?
¡Cuántas personas han ido al Vicariato!
Muchas personas que han estado en este lugar, que han tenido curaciones milagrosas, que han sido ayudadas por Dios, por vuestras oraciones, se han ido de este lugar, no en silencio, no con reconocimiento, no orando, sino calumniando y difamando; y vosotros los conocéis. Los cabecillas de todo esto son ... Y otras personas que han continuado condenando a este pobre obispo. La madre del obispo ha traicionado al hijo, no ha tenido nunca el valor de decir la verdad. A vosotros os confío el trabajo de orar por estas personas.
Marisa - Basta, no digas nada más, te lo ruego.
Nuestra Señora - Marisella, está bien que la comunidad sepa que algunas personas han tenido el milagro de la curación y han condenado a mi obispo, al obispo ordenado por Dios, al obispo de la Eucaristía y añado, al obispo del amor.
Espero haber sido clara al decíroslo todo; está en vosotros ahora decidir lo que hacer. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo, sobretodo, a los enfermos y a las personas que se han alejado de la Iglesia.
Procurad que no estalle la guerra, porque entonces todos se pondrán de rodillas a orar, incluidos los obispos y cardenales y arrastrarán las rodillas hasta el altar para pedir perdón, pero será demasiado tarde.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Os lo ruego, no habléis entre vosotros y mucho menos con las personas que no pertenecen a la comunidad. El que no sepa hablar, que calle, porque el que ha hablado sin permiso lo ha arruinado siempre todo.
Escuchad la santa Misa por las personas que he nombrado, pero sobretodo, por la paz en el mundo.
Marisella, tenía que hablar, tesoro, tenía que hacerlo.
Roma, 21 de noviembre del 2002 - h. 8:40 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Gracias por haber venido. Querría encomendarte a Bárbara, Ricardo y pascual que me pide siempre que lo encomiende y a todos los enfermos, sobretodo los enfermos de espíritu, los que reciben a tu Hijo
Jesús sin estar en gracia; sé que esto te hace sufrir mucho.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos: "Derribó del trono a los poderosos y enalteció a los humildes"; meditad esta frase que antes o después se cumplirá.
Sois muy probados, como ya hemos dicho yo y mi Hijo Jesús. Este es el momento en el que podréis ver quien está con Jesús Eucaristía y con el obispo, este es el momento más duro, porque ha llegado el golpe de Satanás más fuerte. Recordad: Satanás no es sólo un espíritu que se ha rebelado a Dios, sino también el hombre que, con tal de vengarse, está dispuesto a matar; no tiene importancia si es hermano, hermana, padre o madre. algunas personas que han recibido milagros de mi, quieren vengarse, quieren matar. Dios le ha hecho la gracia de no morir y ellos se lo agradecen calumniando a mis dos hijitos. Cuántas oraciones han sido hechas, cuantos sufrimientos han sido vividos por estas persona que estaban muriendo, por el niño que estaba perdiendo la vida bajo un camión y Dios los ha salvado. ¿Qué hace Dios?. ¿Salva a las malas personas y no ayuda a las buenas?. No es así, Dios espera que los hombres se conviertan, al menos lo que quieren convertirse. Otras veces ya os he dicho que el círculo se está estrechando cada vez más, pero recordad: aunque quedéis poco, Dios padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo y yo, la Virgencita, como me llama Enmanuel, todos los ángeles y los santos, estaremos con vosotros. ¿Hasta cuándo podrá vencer el demonio?. Recordad que los demonios son muchos, los malos son más numerosos que los buenos y por ahora cantan victoria, están dispuestos a matar, pero yo esto no permitiré. Si estáis con mi Obispo y vuestro, Dios está con vosotros. dios ayuda a todos los que quieren ser ayudados. Nuestro sufrimiento es grande, porque estas personas sacrílegas cada día van a recibir a mi Hijo Jesús.
Querría dejarlo, no hablar más de estas tristes realidades, porque me hacen sufrir y también a vosotros. ellos continúan faltando a la caridad, tergiversan las cosas y os inculpan a vosotros, inculpan a todos y no saben que sobretodo inculpan a Dios. Yo, vuestra Madre, la Virgencita, que tanto os ama, vengo por vosotros: si vengo a este lugar es por vosotros, pequeño rebaño, que todavía sentís el amor. Continuad teniendo siempre amor hacia todos, amor hacia Dios, amor hacia el prójimo y hacia los que están al lado de Dios y del Obispo. Sed valientes, a veces tengo casi temor de decirlo: ánimo, ánimo, no os rindáis y recordad: "Derribó del trono a los poderosos y enalteció a los humildes". Ánimo, Dios Omnipotente, el Padre de todos los hombres está con vosotros.
Hoy es la presentación en el templo de María Niña. Tú, Marisella, ves a María Niña.
El problema más grande es que muchas personas reciben a mi Hijo Jesús y, no estando en gracia, hacen sacrilegios cada día; esto es grave. Son tantas estas personas. Parece que se divierten hablando mal del Obispo y de la vidente, como hacen los cardenales, los obispos y los sacerdotes, que se reúnen para hablar mal. No se reúnen para orar, sino para hablar mal, difamar y calumniar: "Me vengaré y lo pisotearé", esto es lo que ha dicho el Señor Ruini y lo ha hecho. Vosotros continudad amando a Dios, a vuestro Obispo y amaros entre vosotros. gracias.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Ayúdanos, te lo ruego, no nos abandones. Enmanuel di adiós a la Virgencita por lo que puedo hacer, porque tampoco yo puedo más. ¿Has dado el besito a la Virgencita?.
Roma, 24 de noviembre del 2002 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Jesús - Soy yo, Jesús y soy acogido por los lloros y los gritos de los niños. Vengo en nombre de la Madre de la Eucaristía, de los ángeles y de los santos, a dar las gracias a los que cada vez, con mucho amor y algunas discusiones, embellecen el altar, ésta es una gran alegría para todos.
Hoy es la fiesta de Cristo Rey. Recordad Cristo sin la corona, o con la corona de espinas. Es una gran alegría veros aquí reunidos, aunque ha llegado muy fuerte el último golpe de Satanás. No me preocupa el golpe de Satanás, pero me preocupan aquellas personas que no han sabido amar. Es justo decir: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen".
Mis queridos hermanos, vuestro Jesús y todo el Paraíso se alegran, en este día, al veros aquí reunidos para orar y para hacer la procesión la cual a mi, Jesús, me gusta tanto; soy feliz de que améis y adoréis a Jesús Eucaristía. Creedme, digo esto con mucha sencillez, porque en el Paraíso no hay orgullo ni envidia, sino mucha humildad y mucho amor; y os lo digo a vosotros porque sois mi pequeño rebaño, que Jesús ama tanto. Os lo ruego, cuando notifiquéis el mensaje no digáis cosas que no son verdaderas para haceros los interesantes ante los que os escuchan. Decid la verdad, por lo demás, aquí se habla en voz alta, el Obispo habla a todos a través del micrófono y no hay secretos; los secretos los conserva vuestra hermana en el corazón y son muy pesados para ella y en un futuro muy duros para los hombres si no se convierten.
Gracias por este amor que demostráis a Cristo Rey, pero sobretodo a Jesús Eucaristía y a la Madre de la Eucaristía que está siempre conmigo. También cuando hacía viajes largos, de un pueblo a oro, mi Madre, en bilocación, como haces tú, Marisella, estaba siempre a mi lado y me ayudaba muchísimo. También alguno de vosotros ha sentido a vuestra hermana en bilocación; soy yo quien la envío para que os ayude, para daros ánimos y haceros aceptar la voluntad de Dios. haced la voluntad de Dios y no miréis a los otros cómo se comportan y cómo actúan. El que hace la voluntad de Dios es siempre feliz, vive en la alegría y vivirá en el Paraíso, yo os quiero en el Paraíso.
Abuela Yolanda, tu sufrimiento es muy grande, pero Dios continúa teniéndote en vida porque quiere que sufras por este mundo tan corrupto, y te da las gracias por lo que haces, por todos los rosarios que dice, por el dolor que sufres. Dios os ha escogido a las dos: madre e hija, y yo os doy las gracias en nombre de todo el Paraíso.
Mi querido Obispo, Excelencia Reverendísima, tú si que eres el verdadero Obispo, porque eres bueno y humilde. Cuando hablas del Santo Evangelio, no eres tu, sino que soy Yo dentro de ti el que habla. Hablas bien y actúas bien; tu lealtad y sinceridad a algunos les hace bien, a otros les hace reventar de envidia y de celos. Tu eres mi Obispo, el Obispo de todo el Paraíso, el Obispo de este rebaño, que a ti te parece pequeño, pero que sin embargo, está presente en todo el mundo. si hablan de la Eucaristía, lo debemos a este lugar taumatúrgico, te lo debemos a ti, Excelencia, que hablas tan bien de la Eucaristía. La gente accede a Internet para conocer, para entender que es Jesús Eucaristía y quién es Jesús Eucaristía. Tu lo explicas tan bien y por esto, todos nosotros te damos las gracias. Gracias, sé fuerte, sé fuerte; que sepas que siempre están en la verdad. Si te digo que eres humilde, no te debes avergonzar, es la verdad: sólo se tiene que avergonzar si se ofende a Dios, si se peca contra Dios y contra el Espíritu Santo; desgraciadamente muchos pecan contra el Espíritu Santo.
Mis queridos hijos, una vez más la Madre y yo os repetimos: dad gracias a Dios por tener un obispo dispuesto a todo, a ayudaros, a haceros comprender el Santo Evangelio y a introducirlo dentro de vuestro corazón. Dad gracias a Dios y dad gracias a vuestro obispo, sed solidarios con él, no habléis a sus espaldas, sino más bien hablad siempre de amor, en cualquier momento. Los que sufren por enfermedad y tienen sufrimientos morales, que lo ofrezcan a Dios padre, a Dios Espíritu Santo y a Mi, Dios Hijo.
Gracias por esta fiesta de Cristo Rey. Os repito: Cristo Rey sin corona, pero con la corona de espinas, ¿verdad, Marisella?.
Marisa - Sí, la siento bien.
Jesús - Estaré presente en la Santa Misa, en la Consagración, que es el momento más grande. La Madre de la Eucaristía estará conmigo y hoy, Dios lo ha querido así, estará presente también San José.
Marisa - ¡Jesús se ha ido y a mi no me ha dicho nada!.
Nuestra Señora - Marisella, Jesús te ha hablado de la corona.
Marisa - ¡Gracias!.
Nuestra Señora - Sabéis que con la presencia de Jesús, con la presencia de la Eucaristía tenías ya la bendición, pero yo, como Madre, junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a estos niños charlatanes y llorones. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Sé siempre humilde y no te avergüences de serlo, Excelencia.
Marisa - Se han ido todos.
Roma, 28 de noviembre del 2002 - h. 8:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. ¿Recordáis lo que ha dicho vuestro obispo este jueves y domingo pasados?. No seáis sólo oyentes y poned en práctica cuanto ha dicho. Cuántas veces Jesús y yo nos repetimos para haceros comprender lo que tenéis que hacer para poner en práctica lo que vuestro obispo dice.
Tratad de aceptar todo lo que ocurre a vuestro alrededor, no tengáis miedo de nada, el demonio no puede haceros nada si estáis en gracia, y vosotros lo estáis, ¿no es verdad?. Por esto la Madre os habla con todo el corazón y os pide que oréis, que hagáis florilegios y sacrificios, os pide que améis. La palabra que todos queremos oír decir es "amar". Es la palabra más hermosa.
Qué hermoso es, Señor, estar contigo en el Paraíso y gozarte; qué hermoso es cantar y glorificar a Dios cada instante, qué hermoso es, Jesús, estar contigo. Por esto, mis queridos hijos, no tenéis que abatiros y no tenéis que dejaros caer. Los que se dejan caer son débiles y no viven en gracia. Hay todavía personas que hacen sufrir a mi obispo, pero esta vez son apenas dos que viven en casa, no conseguimos hacerlos cambiar. Han tenido el don de la llamada, pero no han respondido a este don, y esto hace sufrir a mi Hijo Jesús, a mi, al obispo y a la vidente. Pero vosotros tenéis que ayudar. No piensan en otra cosas sino en su pequeño trabajo y en reñir la una con la otra, no son capaces de amar como deberían. Yo quiero que todos os améis, que penséis también en los otros y no sólo en lo que se refiere a la cocina o a la lavandería y todas estas cosas ordinarias. Tenéis que pensar también en las personas que están enfermas, en aquellas que esperan una sonrisa o un saludo; no lleguéis delante de ellos siempre con la cara larga, como hacen también algunos que habitan con sus parientes. Es necesario sonreír siempre, porque vosotros no tenéis los grandes sufrimientos y las grandes penas que tienen mis dos queridos hijitos y por tanto, ¿por qué estáis siempre con lama cara y reñís por tonterías?. Vosotros no tenéis problemas graves, tendríais que vivir bien y dar alegría a los que están a vuestro lado. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Ánimo, mis queridos hijos, amor, amor, amor.
Marisa - Adiós, adiós, Virgencita.
Se ha ido.
Mensajes de Diciembre de 2002
Roma, 1 de diciembre del 2002 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hoy es el primer domingo de Adviento y vosotros tenéis que prepararos, como cada año, esperando al pequeño Jesús, con oraciones y sacrificios, tratando de no fumar, de ver menos televisión, de ayudar al prójimo, de amar. El amor tiene que reinar siempre, es necesario amar a todos, también a los que os hacen sufrir y están contentos de haceros sufrir. El amor que Dios tiene hacia vosotros se manifiesta al daros a su Hijo Jesús. Tenéis que prepararos durante el Adviento, no sólo con la oración, sino también con los sacrificios, lo florilegios. Tratad de no fumar, ved menos televisión, ayudad al prójimo; la Madre se repite, como se repite mi Hijo Jesús.
Os estáis preparando a la fiesta de la Inmaculada, haciendo la novena. En el día de la fiesta de la Inmaculada, vosotros festejáis a la Madre de la Eucaristía. No olvidéis prepararos bien para la Santa Navidad.
El Hijo de Dios, mi Hijo Jesús, fue traspasado en la cruz por amor de los hermanos. A vosotros no os digo que muráis en cruz, porque vuestro camino no es este, pero haced algún pequeño sacrificio. Hay quien sufre y no es comprendido en el lugar de trabajo, porque los superiores maltratan a los inferiores. Recordad cuanto he dicho a vuestra hermana: "Obedeced a los superiores, obedeced a los inferiores, obedeced a los iguales y estad siempre en cruz". Abrazad vuestra cruz, que no es tan pesada como la de algunas personas; las personas que viven la pasión, desgraciadamente, son muy pocas.
Me gustaría que hicierais una gran fiesta, porque cada vez que festejáis a la Inmaculada llega un decreto. ¡Oh cuántos han hecho y cuánto dinero han gastado en estos decretos!. ¿Qué ha hecho Dios?. Ha permanecido con vosotros, no os ha dejado y no os dejará nunca; también yo, vuestra Madre, estoy con vosotros y no os dejaré nunca. Marisella, sé que tienes personas que encomendarme.
Marisa - Sí, son muchas. Aquellos folios bajo tu estatua contienen los nombres de las personas que tengo que encomendarte: están también Pedro, Agata y Nicolás; aunque ya tienen una ayuda de lo alto y hay tantas otras personas que escriben pidiendo ser ayudadas para la conversión, para tener el don de la fe.
Nuestra Señora - Marisella, ha sido obediente esta mañana, porque tenías una fuerte tentación de bajar, pero es necesario obedecer a los doctores, al obispo y también al segundo doctor.
Marisa - Pero ella, ha dicho que te tenía que preguntar si podía bajar.
Nuestra Señora - Yo no voy en contra de los doctores, Marisella. Tu haz lo que te dicen los doctores y quizás el día de la fiesta de la Inmaculada podrás descender, gozar y estar en medio de los otros como tu deseas.
Marisa - ¿Por qué hay un punto interrogativo?. ¿No estás segura?. No, no me des este sufrimiento, no podré soportarlo; cada vez, como ahora con la novena en la que no puedo participar, tengo un nudo en la garganta. Me parece que soy inútil, que no hago nada. ¿Quién soy yo?.
Nuestra Señora - Eres Marisella, eres la esposa de Jesús, eres la heroína del sufrimiento, eres la mártir sobre esta tierra.
Marisa - Don Claudio, si soy mártir ¿qué hago?. No hago nada.
Don Claudio - Pero tienes la palma del martirio.
Marisa - No tengo la palma.
Don Claudio - Idealmente si.
Marisa - ¿Lo oyes?.
Nuestra Señora - Es así, Marisella y tienes que aceptar. Con humildad tienes que decir: "Sí, Jesús, es así". Pero pide ayuda a tu esposo y verás que podrás soportarlo todo. Naturalmente, continuar adelante con los calmantes no es bonito, pero éste es tu camino. Jesús te ha indicado muy bien y poco a poco te está orientando a lo que Jesús te ha preparado para ti.
Mis queridos hijos, buena santa Novena a la Inmaculada; preparaos para la venida del Niño Jesús, preparaos para este gran día de la Madre de la Eucaristía, de la Inmaculada y para el gran día del Niño Jesús. Gracias por vuestra presencia. Junto a mi obispo y vuestro, Su Excelencia, os bendigo a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Entonces, ¿me tengo que quedar aquí?.
Nuestra Señora - Sí, hija mía amadísima, quédate aquí con la Madre y ora con ella.
Marisa - Está bien, adiós. Saluda a todo el Paraíso. Adiós.
No puedo bajar.
Don Claudio - Ya lo sabía.
Roma, 5 de diciembre del 2002 - h. 8:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Vuestra Madre ha venido antes del horario establecido porque es importante dejar tiempo para seguir el encuentro bíblico. Ya conocéis las cartas de Dios; cuando es necesario hacer algún reproche, Dios lo hace, cuando yo tengo que hacer un reclamo materno, lo hago, pero es más importante escuchar y conocer la palabra de Dios y participar en el encuentro bíblico.
Sabéis que la aparición de la Virgen es la última en importancia: primero viene la Santa Confesión, la Santa Misa, y el encuentro bíblico y por último la aparición. Tenéis que escuchar al que os habla de Dios y tenéis que hacer todo lo posible para construir sobre una roca dura que no os hace caer nunca, sino que os lleva cada vez más alto a los Cielos. Si construís sobre una roca que no vale nada, si no vivís en gracia y no recibís a mi Hijo Jesús continuáis derrumbándoos porque el demonio entra en vosotros. Pido siempre el amor hacia todos y pido que construyáis sobre esta roca dura, porque Dios quiere que seáis fuertes. Yo, vuestra Madre, estoy con vosotros.
Mis queridos hijos, hoy es el día del encuentro bíblico y no puedo prolongarme mucho porque, como ya he dicho, la Santa Misa y el encuentro bíblico son más importantes que la aparición. Continuad orando, continuad amándoos. Recordad: el que no hace la Santa Comunión tiene el demonio dentro y no sólo no puede seguir adelante, sino que continúa yendo cada vez más abajo. El demonio está contento de esto y se adueña de vuestra alma. Tratad de ser obedientes a Dios, a la Madre y a vuestro obispo y haced todo con amor.
Tu, Marisella, no estés siempre sufriendo y no tengas miedo de nada. ¿Por qué tiemblas, hija mía?. Yo estoy a tu lado.
Marisa - Porque no estoy muy bien y trato de esconder el sufrimiento pero no lo consigo.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os quiero mucho. Orad el uno por el otro, todos tenéis que orar el uno por el otro y tenéis que ayudaros. Ánimo, mis queridos hijos, Dios está con vosotros, yo estoy con vosotros.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Se ha ido.
Roma, 7 de diciembre del 2002 - h. 10:35 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Heme aquí, delante de vosotros, mis queridos hijos, para continuar vuestras oraciones. Lo he escuchado todo, no se me escapa ni siquiera una palabra. Todo lo que ha sido dicho esta tarde es verdad: el que no lo ha comprendido, ya no lo comprenderá. "Derribó del trono a los poderosos y enalteció a los humildes". ¿Recordáis esta frase que ya os he dicho otras veces? ¿Quiénes son los humildes?. Son los que hacen la voluntad de Dios, son los que aman a Jesús Eucaristía, que aman al prójimo y que dan a las almas todo de sí mismos.
El golpe de Satanás que ha llegado es muy pesado y el sufrimiento es muy grande. Vosotros no podéis ni siquiera comprender qué grande es el sufrimiento de mis dos queridos hijitos, sobre todo el de nuestro querido obispo: Su Excelencia Monseñor Claudio Gatti, ordenado por Dios. Su ordenación episcopal tiene más valor porque ha sido hecha por Dios, que la que hacen los hombres. Todo ha estallado por esta ordenación episcopal hecha por Dios. Los hombres de la Iglesia están celosos y envidiosos por esta elección que Dios ha hecho y no hará otra. ¿Por qué no aceptar un obispo más en la Iglesia?. Un obispo más haría el bien y un obispo ordenado por Dios haría mucho bien, pero los celos y la envidia continúan siempre adelante y haciendo sufrir y destruyendo a los hombres de Dios. Vosotros habéis dicho bien que Dios ha obtenido su victoria y que Su Excelencia Monseñor Claudio ha obtenido su victoria. Oh, será todavía calumniado, escarnecido y se mofarán de él, será todavía abandonado y traicionado también por los que han venido a este lugar y han recibido gracias espirituales y curaciones milagrosas. Podría deciros los nombres de estas personas, pero no quiero subrayar continuamente lo que ellas han hecho de malo contra el Obispo. Dios ha escogido este pequeño lugar taumatúrgico, no ha querido un gran espacio, una gran extensión del tierra donde se podía construir, fabricar y hacer tantas otras cosas; Dios ha inclinado la cabeza sobre este pedacito de terreno, sobre esta pequeña casa y se ha dado todo a Su Obispo.
El que haya comprendido, que ponga en práctica lo que ha sido dicho. Los que han sido nombrados cabezas de la Iglesia matan a los verdaderos cabezas de la Iglesia.
Mis queridos hijos, la Madre os da las gracias por vuestra presencia. Naturalmente, habría sido muy hermoso ver aquí reunidas a todas las almas que han sido llamadas, que han venido a este lugar taumatúrgico, que han orado, que han pedido gracias y las han recibido. Vuestra hermana no ha recibido gracias para sí, pero ha orado por los otros, ella sufre y no está nunca bien, pero esto no le preocupa, lo ofrece todo por su Obispo, por la Iglesia y por vosotros que venías a est lugar, que afrontáis también largos viajes para venir a escuchar la Palabra de Dios y lo que yo, Madre de la Eucaristía, digo. Mi amor es grande, también vuestro amor tiene que ser grande. ¿Veis cómo poco a poco vuestros problemas se resuelven?. Se arregla todo, pero no se arregla vuestra hermana. También vuestro Obispo triunfará y triunfará con Jesús Eucaristía, triunfará con su Madre, la Madre de la Eucaristía, triunfará con mi esposo José, que tanto le ama, y triunfará con los ángeles y los santos. Cuando triunfe, para los que se han alejado, calumniado y difamado, y para los que han escuchado estas calumnias y difamaciones sin defenderle, sin luchar, oh, será muy triste.
Mis queridos hijos, hoy es el primer sábado de mes, mañana es mi fiesta, la fiesta del vuestra Madre. Cuando es la fiesta de alguno de vuestra familia, hacéis de todo para celebrarlo, para hacer feliz al festejado. Yo, para mi fiesta, deseo vuestras oraciones, vuestros pequeños sacrificios, vuestros ayunos. Tu, Marisella, continúa sufriendo por la Iglesia y por nuestro querido Obispo.
Felicidades a todos, mis queridos hijos, felicidades a los que han venido de lejos, felicidades a los que son de Italia y a los que son de fuera de Italia y no pueden venir. Veros aquí reunidos, aunque no sois numerosos, me da alegría. Recordad que donde va tanta gente, millones y millones de personas, tenéis que estar atentos a la masonería y a los que hacen de todo para enriquecerse. Vuestro obispo no busca la riqueza, busca las almas, quiere ayudar a las almas a salvarse. Si habéis comprendido lo que ha sido leído, si habéis comprendido lo que ha sido hecho para condenar al Obispo, éste era el último golpe de Satanás, tenéis que estar a su lado. Los enemigos de mi Hijo Jesús no desistirán de luchar, antes bien continuarán con más fuerza, porque ven que vuestro Obispo es fuerte, es valeroso, y lucha; pero ama a todos.
Mis queridos hijos, no quiero alargarme, ya es muy tarde y todavía tenéis que escuchar la Santa Misa. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados; bendigo a los niños, a los ancianos, a los enfermos. Yo, como Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Ves, Marisella, Lauretta está contigo. El designio de Dios era este: que esta tarde te ayudase a soportar el sufrimiento.
Marisa - Gracias.
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, pequeño.
Se ha ido. Pero no he entendido; ¿qué quería decir?.
Roma, 15 de diciembre de 2002 - hora 10:30 (Carta de Dios)
Marisa - Querría hacerte muchas preguntas, pero me resulta difícil. Te encomiendo muchas personas enfermas, pero tu que lo sabes todo y conoces los pensamientos de los hombres, sabes quién me pide oraciones. Alguno te pide tener la moral alta y estar alegre, incluso cuando el sufrimiento es muy fuerte. Todos te pedimos que pasemos una Navidad de espiritualidad y armonía en familia y con los amigos; es muy importante.
Nuestra Señora - Sí, Marisella, es muy importante pasar la Santa Navidad en armonía, con la familia, con los parientes, con los amigos; pasar la Santa Navidad orando y también comiendo, porque yo también sé el proverbio: el saco vacío no se sostiene de pie.
Pero pensad, sobre todo, en estar unidos al Niño Jesús. Hoy empezáis la novena de preparación a la Santa Navidad y empezáis a confeccionar el famoso ajuar al Niño Jesús.
No penséis solamente en los regalos y en los adornos. ¿Queréis hacer un regalito? Hacedlo, pero tiene que salir del corazón y si de la otra parte no es aceptado, no os importe. Este es otro proverbio: ojos que no ven corazón que no siente.
Marisa - ¿Tienes ganas de bromear esta mañana?
Nuestra Señora - Sí, tengo ganas de bromear y me gustaría bromear siempre así, pero como bien sabes, Marisella, y como sabéis perfectamente todos vosotros, la guerra continúa y la maldades de los hombres se vuelven cada vez más graves.
Cuando alguno tiene un sufrimiento tiene que tratar de vencerlo y de no hacerlo recaer sobre los otros, es necesario aceptarlo todo y soportarlo todo. Pueden salir las lágrimas, pueden venir momentos de desaliento, pero tienen que ser solo momentos.
Para prepararse a la venida del Niño Jesús es suficiente orar y hacer pequeños sacrificios y florilegios.
El Niño Jesús viene para todos, acompañado por los niños salvados, por los angelitos y por todas estas personas que ahora están a mi lado, por todo el Paraíso.
Marisa - ¿Dónde vas? ¿Te vas? ¡Hablabas tan dulce y ahora te has ido!
Dios Padre - Yo Soy Dios y he venido para deciros pocas, poquísimas palabras. Mi amor por este lugar taumatúrgico es grande.
El que ha mandado la carta reduciendo al estado laical al mas grande obispo de todo el mundo, tendría que ser excomulgado.
Recordad que para reducir al estado laical a un sacerdote es necesario hacer los siguientes graves delitos: volverse apóstata, herético, cismático; profanar la Eucaristía; usar la violencia física contra el Papa; cometer determinados graves pecados contra el VI mandamiento.
Vuestro obispo no ha hecho nunca nada de todo esto
Yo, Dios, de nuevo una vez más declaro que Don Claudio es obispo con todos los poderes y ningún hombre de la tierra, ninguno, desde el Papa para abajo, puede quitarle su episcopado.
Naturalmente se requiere fuerza y valentía, es necesaria vuestra ayuda, vuestra oración.
Cuando tengáis un pequeño sufrimiento o aunque sea grande, pensad un poquito en lo que está sufriendo vuestro obispo. Cuando alguno os dice: "Don Claudio ha sido reducido al estado laical", sabed responder, sabed decir cuáles son los motivos para la reducción al estado laical y después marchad sin hacer otros comentarios.
Yo soy Dios y no hay otro Dios fuera de Mí; Yo he creado el cielo y la tierra; Yo he creado al hombre; Yo puedo hacer lo que quiera, pero veo que los hombres de la Iglesia se aprovechan de Mi Bondad y hacen lo que quieren. Sí, es verdad, tratan de obtener el mayor poder posible, se divierten yendo con mujeres, hacen lo que les gusta, y tienen el valor de reunirse para hablar mal de mi obispo, del obispo que yo he ordenado.
Es hora de terminar. Sed fuertes, sed fuertes como los apóstoles, luchad y no os aflijáis.
Os repido: cuando alguno os dice: "No vayáis a Via delle Benedettine porque aquel sacerdote ha sido reducido al estado laical", responded: "No, no es verdad, tu estás mintiendo, vete a informar". Jurídicamente para reducir al estado laical es necesario que un sacerdote haya cometido determinados delitos. Basta uno de los enumerados por el C.I.C. para ser reducido al estado laical. Pero los señores de la Iglesia ¿qué han hecho? No sabiendo qué poner en los documentos, porque no podían acusar a Don Claudio de haber cometido ni siquiera uno de los delitos previstos por el C.IC., no han puesto ninguno.
Tenéis un ángel entre vosotros que tiene necesidad sólo de Mi, y de vuestras oraciones.
Ya sé que sufres al no verme, Marisella, pero no puedes verme. Yo te veo y os veo a todos vosotros. Os bendigo a todos. Tratad, en estos días de la novena, de ser más buenos y amaros mutuamente y amar, sobretodo, a vuestro obispo. Creéis en Dios y si creéis en Dios, tenéis que creer también que vuestro obispo es un santo. Los hombres de la Iglesia lo atacan y dicen calumnias y difamaciones, por celos y por envidia.
Felicidades a todos de parte de Dios.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre. Tiemblo todavía, después de haber oído la voz de Dios tan potente. Bastan sus palabras para haceros comprender lo que han hecho los hombres de la Iglesia y lo que está sufriendo vuestro obispo. Ánimo, la Madre está con vosotros. Dad gracias a Dios por el gran don que os ha hecho: hablaros Él mismo. Ánimo.
Marisella, veo que te sientes mal: sé fuerte, sé fuerte, sé fuerte. Tu no hablas, no dices nada, no te lamentas, callas y los otros no siempre pueden comprender o no quieren comprender o hacen como que no comprenden lo que estás sufriendo. No temas.
Mis queridos hijos, empezad esta santa novena como Dios os ha dicho y amaos el uno al otro.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Os recuerdo que vendré el jueves a las 20:30 y el domingo y las otras fiestas a las 10:30, siempre después que hayáis cantado el Magníficat. Es necesario ser puntuales, porque a Dios le gusta la puntualidad.
Adiós, hijitos míos, adiós a todos.
Marisa - Oye, cuando vayas con Dios, dale las gracias de parte nuestra, porque ha venido en persona a decir la verdad sobre nuestro obispo.
Roma, 19 de diciembre del 2002 - h. 11:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es vuestra Madre la que os habla y os da las gracias por vuestra presencia y por la novena que estáis haciendo para la venida del Niño Jesús. Tenéis que comprender cuán grande es mi alegría al veros aquí reunidos orando. Pensad, también yo con mi amado esposo José oraba, orábamos muchísimo, alabábamos a Dios con Salmos, himnos y cánticos; eso hacíamos.
Cuánto más adelante vais en la vida terrena, más cosas nuevas encontráis, cosas que Dios ha preparado, porque Dios sabía perfectamente lo que ocurriría, cómo iban las cosas, lo hermoso que habría sido tratar a todos con mucho amor. Cada cosa, si lo pensáis bien, reclama el amor: el amor hacia el anciano, el amor hacia el niño, el amor hacia los que sufren, el amor hacia todos; el amor hacia vosotros, el amor hacia el marido y el marido hacia la mujer; éste es el verdadero amor: amar a cada hombre, amarlo sobre todas las cosas, amarlo como Dios nos ha amado a nosotros.
Continuad esta novena, queda poco, y después todo volverá y empezará el nuevo año. Espero en Dios, como vosotros, que sea un año feliz para vosotros; a alguno ya le empieza a sonreír, a alguno no; no le sonríe a quien no quiere sonreír. ¿Por qué vuestra hermana, a pesar del enorme sufrimiento que tiene, sobrenatural, natural y moral, es capaz de reír y de hacer tantas bromas?. Pero a veces sucede que también ella decae y esto es humano. Dios os ama todavía más, cuando aceptáis el sufrimiento, cuando refunfuñáis, cuando lloráis, cuando reís, entonces Dios os ama cada vez más.
Mis queridos hijos, continuad vuestra novena, escuchad bien el en encuentro bíblico y orad por vuestro obispo. Sabéis perfectamente qué dura es para él la vida, es un calvario continuo. Orad por todos los que sufren, invocad al Niño Jesús para todos, y amaos todos.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Tengo algo que deciros: me he dado cuenta de que cuando vuestro obispo habla y no reprende, entonces decís que es Jesús el que habla a través de él. Cuando dice la verdad y es una verdad que a veces hace daño, entonces decís que no es Jesús que habla a través del él. Esto es un error grave, es una ofensa a Dios y al obispo. Jesús habla y el sacerdote habla y os ayuda a todos. El que no escucha la Palabra de Dios no es digno del Reino de los Cielos; recordad bien esta frase. Gracias. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
Roma, 22 de diciembre del 2002 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Gracias por obedecer a Dios. Veo entronizada la estatua de mi amado esposo José: es muy hermoso a los ojos de los hombres. Veo que estáis preparando lo que os he dicho. Cuando obedecéis todo es hermoso y se hace bien, porque hay amor, aunque no falta la cansancio. Deseo que la estatua de mi amado esposo José sea bendecida por el obispo y después, sí Dios quiere, la volverá taumatúrgica porque es importante para vosotros y para nosotros.
Mis queridos hijos, una ovejuela ha vuelto al redil, ahora os toca a vosotros ayudarla: lo habéis hecho siempre, continuad haciéndolo, es necesario perdonar siempre. ¿Cuántas veces es necesario perdonar?: setenta veces siete, es decir: siempre. Mis queridos hijos, la preparación que estáis haciendo para el pequeño Jesús me da gran alegría, pero también sufrimiento, porque pienso en su muerte. Después vuelve la alegría por la resurrección, porque Dios nos ama, porque Dios es amor.
Sí, suspira, Marisella, ya sé que me tienes que encomendar a muchas personas, pero no te preocupes, ya conozco sus nombres. Sé también que es el cumpleaños de alguno, lo sé todo, no te preocupes, no tienes necesidad de decírmelo todo.
Mis queridos hijos continuad preparando la canastilla al Niño Jesús, ya estamos al final de la novena, en estos últimos días dadlo todo de vosotros mismos a Jesús. Para ir a Jesús es necesario pasar a través de la Madre y del Padre, pero sobretodo a través de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Vuestra hermana sangró también ayer. Todos os habéis preguntado por qué, también vuestro obispo y la misma vidente, que cuanto menos lo quiere, Dios más lo hace. Responder a los porqués de Dios es imposible; si Dios quiere esto, tiene sus motivos y creedme son tantos, tantos, tantos.
Ya son muchos los años que luchamos contra todos, somos pobres soldados, pero tenemos un general fuerte y valeroso: vosotros imitad a vuestro general. Dios hace abrir los estigmas a Marisella y Él sabe el porqué, a vosotros no os importa, a menos que Dios decida comunicarlo. Cuántas veces la Madre os ha dicho: "No preguntéis tantos porqués, es difícil responder a los porqués de Dios".
San José - Yo soy San José y os doy las gracias por lo que habéis hecho por mi. Estaba contento de que estuviese la estatua de mi amada esposa y de Jesús; ahora está también la mía. Estoy presente aquí con vosotros, no estoy en el Paraíso ahora y quiero ayudaros a todos. Cuando pedís algo, antes que nada, pedidlo a Dios y después a los intermediarios: a la Virgen, a mi, a los ángeles y a los santos.
Pedid, no os canséis nunca de pedir lo que necesitéis. Ahora, S. E. Monseñor Claudio Gatti, Obispo ordenado por Dios, Obispo de la Eucaristía, bendecirá mi estatua y después, si Dios quiere, será taumatúrgica.
Yo estoy aquí delante de vosotros, vosotros veis la estatua, pero yo, José, estoy presente entre vosotros.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias de todo lo que hacéis, por la novena y los sacrificios que habéis hecho. Cierto, no todos han podido participar en el Santa Novena, pero el que ha participado sabe perfectamente qué grandes enseñanzas ha recogido, ponedlas en práctica. ¿Cómo termino?: Amaos todos.
Junto a mi obispo y vuestro y a mi amado esposo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Ven también tu al lado del Obispo.
Nuestra Señora - Marisella, estoy siempre al lado del obispo.
Marisa - ¿Sabes que el otro día habló Dios?. ¡Madre mía!.
Nuestra Señora - Claro que lo sé, estaba a Su lado.
Marisa - Está bien, adiós.
Roma, 24 de diciembre del 2002 (Carta de Dios)
Marisa - ¡Vas toda vestida de oro!. Virgencita querida, cuántas cosas he de decirte y cuántas personas he de encomendarte, pero hoy es la fiesta del pequeño Jesús que dentro de poco vendrá. ¿Crees que vendrá a la Tierra en medio de nosotros?.
Nuestra Señora - Tómalo, Marisella, tómalo contigo.
(Nuestra Señora pone en los brazos de Marisa al pequeño Jesús)
Marisa - Duerme, duerme, pequeño, que la Madre vela por Ti. Gracias.
Nuestra Señora - Te lo he dado antes de la medianoche, antes de que en todo el mundo se cante el "Gloria a Dios en lo alto del cielo y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad".
Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. La Sagrada Familia está aquí reunida. Gracias a vosotros que, a pesar de todo, estáis aquí presentes. El Niño Jesús tiene que bendeciros a todos, uno a uno, por lo que hacéis en este lugar taumatúrgico. Nos encanta cuanto habéis hecho. Recordad que yo he sugerido a Marisa todo esto, en ninguna parte del mundo hay un pesebre concebido así: una cabaña encima del altar, sobre el cual dentro de poco estará presente Jesús Eucaristía y sobre el pequeño Niño, los ángeles y los pastores". En las iglesias se piensa en hacer un pesebre sólo en cualquier rincón, donde se pone el platillo de las ofrendas. Vuestra estatua es taumatúrgica y santa, como santo es todo lo que hay en este lugar, como bien sabéis.
La medianoche se acerca, no me prolongo más. Es fiesta grande y la noche ha llegado para todos.
Mis queridos hijos, Dios os ama, mi amado esposo os ama, yo os amo y el pequeño Jesús, que está aquí en mis brazos, os ama; estad felices y contentos.
También vuestro Obispo tiene una cruz muy pesada que llevar sobre sus espaldas. Ayudadlo a llevarla, no como el Cirineo, sino como criatura en gracia de Dios, como verdaderos apóstoles. El pequeño Jesús, que he dado a vuestra hermana, tenía una pequeña cruz violeta tras la espalda. Hoy alegraos por el nacimiento, después será la muerte y la resurrección y finalmente será la ascensión. La ascensión será para todos los que han creído y que han frecuentado este lugar taumatúrgico, porque yo, en nombre de Dios, vendré a buscaros y os llevaré conmigo. Gracias.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los que por motivos familiares, no han podido venir. Bendigo a los enfermos. Os traigo junto a mi corazón, como estrecho al Niño Jesús, y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 25 de diciembre del 2002 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Es Navidad. Muchas felicidades a todos. Una vez más repito lo que he dicho esta noche: en todo el mundo no encontraréis un pesebre así. Dios ha dado una orden, vosotros habéis obedecido y habéis hecho lo que habéis podido; habéis sido buenos. No querría que fueseis buenos solo el día de Navidad.
Recordad que cada día tiene que ser Navidad, cada día tiene que ser fiesta y tiene que haber alegría en la familia, en la comunidad, en las congregaciones religiosas y entre todos los hombres de la Iglesia. En ellos hay la alegría de haber acumulado mucho dinero, pero yo ruego a Dios para que este dinero sea distribuido a los pobres y no a sí mismos.
Ha nacido el pequeño Jesús. Quién sabe si el día en el que subirá para siempre y nosotros subiremos con él, como he dicho esta noche, habrá una gran alegría, pero faltan todavía muchas conversiones.
A veces os preguntáis: "¿Por qué Dios no hace algo?". Dios lo puede hacer todo, pero ¿vosotros seriáis capaces de matar a un hijo vuestro para salvar a otro?. No, ninguno de vosotros haría esto. Poneos en el lugar de Dios: ¿puede matar a tantos hijos suyos para salvar a otros?. Si no hay la verdadera conversión, ellos no pueden salvarse. Oremos por la conversión de todos los hombres, especialmente de los políticos, para que terminen todas las guerras.
Para muchos Navidad significa comer, estar con los amigos y hacer regalos. Pero ¿quién habla de Jesús y de su venida a la Tierra?. Orad por la conversión de todas estas personas, de las cuales algunas son conscientes, mientras que otras no conocen a Dios, ni al Niño Jesús y mucho menos la Eucaristía.
Felicidades a todos, mis queridos hijos. Felicidades a los que no han podido venir, a los enfermos, a los que oran, que hacen florilegios y ofrecen sacrificios por la paz en el mundo entero.
No os canséis nunca de orar. Orad por vuestro obispo, que ha recibido muchas cartas y ha tenido muchas llamadas telefónicas de solidaridad. Sabéis que para él el sufrimiento es muy grande, pero está en nosotros estar a su lado y ayudarlo, así tendrá la fuerza necesaria, porque Dios da la fuerza para seguir adelante. Obedecer a Dios, a veces, comporta muchos sacrificios y muchos sufrimientos, pero quien está con Dios tiene que obedecer a Dios. Seguid adelante sin deteneros, sin pensar en lo que dicen o hacen los otros. Pensemos en nosotros, oremos el uno por el otro y por la paz, que se aleja cada vez más. Vivamos en la gloria del pequeño Niño Jesús, en la gloria de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. No nos has bendecido y no has abierto tu manto.
Nuestra Señora - Si, pero ya sabéis que la Madre os cubre siempre con su manto materno y os tiene siempre fuertemente unidos junto a su corazón.
Marisa - Adiós. Los ángeles han venido, la han cogido y se la han llevado.
Roma, 29 de diciembre del 2002 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, a veces en la familia del Obispo ocurren situaciones tan preocupantes que, desgraciadamente, no permiten que puedan ser puntuales, que puedan bajar y orar junto a vosotros. Cuando hay dos enfermos, cuando hay una mujer que llora por los dolores y otra persona que sufre, se vuelve más difícil el preparase y ser puntuales porque es necesario dar alivio a quien sufre, pero vosotros en el intervalo, habéis orado, no habéis perdido tiempo. Estos pobres hijos míos, no consiguen orar demasiado porque hay alguna cosa en la familia que no funciona. Todos vosotros conocéis a la abuela Yolanda: estaba mal, lloraba por los dolores y naturalmente, en este momento la doctora Selenia está arriba con ella. El que está al lado de quien está mal, sufre, como yo he sufrido mucho durante ocho años al lado de mi esposo José. Pero en esta casa la situación es mucho más crítica y difícil que la mía cuando cuidaba a mi amado esposo. Vosotros tenéis que dar gracias a Dios de la mañana a la noche porque os ha dado un poco más de salud. Cierto, no todos estáis bien, hay quien tiene necesidad de ayuda, y quien puede hacerlo todo él solo. Hay enfermos que no tienen necesidad de ayuda y enfermos que tienen necesidad de asistencia continua.
Ha pasado la Santa Navidad, pero para vosotros que hacéis un cierto camino, es siempre Navidad.
A mi lado está mi amado esposo José: juntos sostenemos al pequeño Niño Jesús, que os mira, como hace de costumbre, y sonríe. Quiero deciros, aunque la abuela no está presente, que la mañana de la Santa Navidad, el Niño levantó el bracito y permaneció bastante tiempo en aquella posición para saludar a la abuela Yolanda. Y ella, a pesar del dolor, sonrió y sintió una gran alegría, pero pensó que quizás era un efecto óptico. Sin embargo, era el pequeño Jesús que la saludaba, levantando el bracito; lo está haciendo también con vosotros ahora. Vosotros no veis nada, pero Nosotros os vemos, amamos a todos, incluso a los que no son buenos.
Todos estáis en conocimiento de la carta que ha llegado a vuestro obispo. No hay nada, dice solamente que ha sido reducido al estado laical, no indica el motivo, no dice nada al respecto. Ha sido hecha ver a más juristas, a más personas que estudian Derecho Canónico y todos han dicho: "Pero, ¿qué es esto?: No dice nada, no dice el motivo". Para nosotros ha sido una gran alegría sentir a estas personas y a algunos sacerdotes que trabajan en el Vaticano afirmar: "¿Qué carta es esta?. No hay el motivo de la condena, no hay nada". No se condena, no se reduce al estado laical a un sacerdote, por que sigue las apariciones, porque cree en las apariciones eucarísticas. Vosotros ya lo sabéis bien, porque más veces ha sido dicho, que para reducir a un sacerdote al estado laical se tienen que cometer delitos muy graves, enumerados en el Código de Derecho Canónico, por tanto defended a vuestro Obispo.
Ahora pensad en José, en María y en el pequeño Jesús, tratad de imitarle tanto como os sea posible. Recordad que entre todas las familias que tienen más sufrimientos, que luchan cada día, es aquella en la que viven vuestro Obispo, Marisa y su madre; orad por ellos. Yo oro por todos vosotros, por las personas enfermas, por todos los que tienen necesidad.
Felicidades a todos, continuad amando la Eucaristía.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a la pobre abuela Yolanda. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisella, no llores, sé fuerte, has sido siempre fuerte.
Marisa - Si estoy mal yo no importa, pero no soy capaz de ver a mi madre sufrir tanto. Puede llegar incluso a 300 años, pero verla en estas condiciones me mata, no lo soporto. Tendría que darte las gracias, porque le has dado tantos años de vida, pero ¿tendrá que sufrir siempre de este modo?
Perdóname, adiós.
Adiós a todos vosotros que conozco. Están nuestros queridos difuntos. Están los niños, los ángeles y los santos que circundan a la Sagrada Familia. Adiós a todos, adiós.
De tanta gente que había no se ha quedado nadie.
Don Claudio - ¿Somos nadie nosotros?.
Marisa - No.
Mensajes de Enero de 2003
Roma, 6 de enero del 2003 - h. 10:50 a.m., Fiesta de la Epifanía (Carta de Dios)
Marisa - Perdona el retraso, pero no ha dependido de mi. Has venido con toda la corte celestial. Hoy es la fiesta de la Epifanía. ¿Has preparado los regalos?.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos he venido en nombre de todo el Paraíso, junto a todos los ángeles, los santos, las almas salvadas y las de vuestros queridos difuntos para desearos todo el bien. Para mis dos hijitos el año no ha empezado bien; he orado a Dios Padre que los ayudase en todo y para todo. La vida en este planeta Tierra se vuelve cada vez más difícil y dura. La guerra no se detiene; todos quieren luchar: sean los poderosos hombres de la Iglesia, sean los del Estado, porque así pueden obtener una considerable ganancia. Desean aumentar el poder, sobresalir y cantar victoria. No han comprendido que se obtiene la victoria con la sencillez, con la humildad y con el amor hacia el prójimo.
Os preguntáis porque se han reabierto los estigmas de vuestra hermana. Desde el 15 de diciembre han continuado abriéndose las heridas en los pies, en las manos y en el costado. ¿Se divierte Dios con esto?. No, todo este gran sufrimiento es por la Iglesia y para evitar la guerra. Si estalla la guerra, habrá una gran pérdida de personas y destrucción de casas. He traído conmigo a todos los ángeles, los santos y las almas salvadas para orar con vosotros, para participar con vosotros en la Santa Misa que vuestro obispo, a pesar de los duros sufrimientos de estos días, celebra en medio de vosotros, con todo el amor que él tiene por Cristo Jesús.
Mis queridos hijos, vuestro obispo no tiene personas a su lado que lo ayuden, y cuando falta por cualquier motivo, no se cumplen las actividades espirituales. Sabéis que el primer sábado del mes, aunque no esté la vidente, vengo a orar con vosotros, aunque no me veáis. No tenéis que escuchar a quien os ha dicho que no vengáis, porque las apariciones hayan empezado el primer sábado del mes, sino que tenéis que responder: "Tenemos que venir el primer viernes y el primer sábado del mes para orar en el lugar taumatúrgico". Desgraciadamente, por pereza, esto no ha sido hecho. Cuando digo que vuestro obispo no tiene personas que lo ayuden, quiero decir sacerdotes, vosotros hacéis lo que podéis. Hoy están presentes personas enfermas para dar testimonio y faltan personas que están bien porque han pensado que la vidente y el Obispo no estarían presentes. El Obispo había avisado de que el 6 de enero estarían presentes, a pesar de todos los sufrimientos y todo lo que le ha ocurrido a vuestra hermana. Cuando llega la pasión para ella, el Obispo es el primero en sufrir, y con él sufren los que saben amar.
Dios, en su carta, continúa pidiendo oraciones, para que el Obispo encuentre un santo sacerdote que lo ayude, que no piense sólo en sí mismo. El sacerdote no tiene sólo que pensar en comer y dormir, tiene que cumplir su deber. ¿Habéis visto alguna vez a un obispo limpiar el suelo, hacer la cama, ayudar en las tareas, levantarse a las tres de la noche para dar de comer a quien está mal?. Ningún obispo, ningún sacerdote haría esto por caridad. ¿Habéis visto alguna vez a un obispo inclinarse incluso dos veces al día para curar las llagas de una persona anciana y ayudarla también a levantarse de la cama para soportar mejor los fuertes dolores?. Ningún sacerdote u obispo lo haría. ¿Quién es el sacerdote si no sabe amar a los hermanos?. Quién no sabe amar, puede celebrar todas las santas Misas que quiera, pero delante de los ojos de Dios el que celebra sin amor no es grato. La Santa Misa da la gracia a quien la escucha, pero para el sacerdote que, por pereza, no ayuda y que no ha querido celebrar el primer sábado del mes, es estéril.
A veces os preguntáis: ¿Por qué el Obispo ha perdido casi su sonrisa mientras que antes era un sacerdote brillante, siempre alegre?. Porqué está exhausto, probado, desilusionado, pero ama y continúa amando y ayudando a quien lo necesita, no echándose nunca atrás. Cuando vivía en su casa tenía personas a su servicio y en el seminario no le han enseñado nada, excepto el estudio y la oración, sin embargo, cuando hay necesidad, lo hace todo, recoge lo que sale de la boca de vuestra hermana; limpia el suelo, lava y seca los pies de vuestra hermana.
¡Mirad, mirad, a Jesús en la tierra!. Él es el dulce Cristo en la Tierra. Cuando lleguéis a comprender todo esto, os diré que sois hombres santos.
Marisa - Hoy habría sido el cumpleaños de abuela Esperanza, la veo pequeñita, a tu lado. Hola pequeño.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, tomad ejemplo de vuestro obispo. Pertenecéis al Movimiento Compromiso y Testimonio. El que pueda que ayude al prójimo. Hay personas enfermas a las que vais a buscar a casa para traerlas a este lugar taumatúrgico, Dios es feliz por esto. Tenéis que amaros, no tenéis que cultivar la simpatía o la antipatía y amar solamente a los que os son simpáticos. Hay que amar a todos; en el Paraíso no existe ni antipatía ni simpatía y me gustaría que tampoco en este lugar taumatúrgico hubiese antipatía o simpatía por las personas. Cuando hay algo que no funciona, me repito una vez más, decídselo al interesado con amor y dulzura y también con firmeza.
Perdonad si os he traído esta carta de Dios un poco amarga, porque hace sufrir. Los que estaban presentes cuando fueron dichas aquellas palabras tenían que decir: "No, padre, lo sentimos, pero el primer sábado del mes tenemos que estar presentes aunque no esté la vidente". Sin embargo habéis callado. Atención al pecado de omisión. No tenéis que callar, tenéis que corregir a todos los que se equivocan, incluso al Papa. Esta carta de Dios termina afirmando que los que estaban presentes cuando fueron dichas aquellos palabras han fallado.
Ahora la Madre os desea todo el bien y esperamos que podáis poner en práctica esta carta de Dios, que os ha dado tantas enseñanzas. Recordad: habéis empezado el nuevo año, pero no ha habido aquel amor que Dios ha enseñado. ¡Amaos, hermanos!. Cuántos cantos hacéis con los que festejáis el amor. No tenéis sólo que cantar o decir palabras, es necesario dar ejemplo y testimonio en todo.
Felicidades a todos. Querría, bromeando, desearos unos buenos reyes, pero os digo: deseos de santidad a todos: grandes y pequeños. Amaos, hijos míos, amaos como Cristo Jesús os ama, como Dios os ama y entonces tendréis alegría y también la fuerza de soportar los sufrimientos y las preocupaciones. Todos, quien en un modo, quien en otro tenéis sufrimientos, pero vuestro Obispo y la vidente tienen un sufrimiento que ninguno de vosotros podría soportar. Dad gracias a Dios porque no tenéis lo que tienen ellos y recordad que si no hay amor, no hay fuerza. Amaos todos.
Hola, abuela Yolanda, estoy a tu lado, hija mía. El sufrimiento es fuerte y quien está a tu lado tendría lo que comprender mejor que cualquier otra persona, pero sólo el Obispo lo ha comprendido. Tu hija, pobrecita, no puede ayudarte y su sufrimiento es más grande porque se siente impotente y no puede hacer nada por ti. Ella pide tus sufrimientos para sí, tu pides a Dios sus sufrimientos para ti: os ayudáis mutuamente, pero Dios sabe qué tiene que hacer. Adiós, abuela Yolanda, un beso de tu Madre.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos. En este momento doy una bendición particular a los que estáis presentes. Continúo llovándoos a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Tratad de poner en práctica cuanto he dicho. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Buena Epifanía a todos.
Marisa - Adiós a todos, un beso a todos mis parientes. Adiós a ti, angelito mío; ayuda, ayuda, ayuda. Adiós.
Se han ido, ¡pero cuántos habían!.
Obispo - Nosotros somos pocas personas, pero estaba presente todo el Paraíso. Estamos bien juntos.
Roma, 9 de enero del 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Vuestra hermana me ha encomendado a todos los que sufren y tienen necesidad de ayuda. Para alguno el sufrimiento es muy grande, es muy fuerte y a veces difícil de soportar. Me ha encomendado a Pedro, Ana, Stefano, María, Juana y muchas otras personas, pero no a sí misma. Me gustaría mucho que en este día tan hermoso, en el que conmemoráis la victoria obtenida, continuaseis orando. No podéis comprender qué importante es la oración en este momento. Gracias por la adoración que habéis hecho delante de Jesús Eucaristía, gracias por todo. Me gustaría mucho que continuarais caminando por este difícil camino, o mejor dicho, muy difícil, porque sabéis perfectamente que los grandes hombres de la Iglesia han destruido la obra de Dios. Todo lo que está aquí alrededor vuestro es obra de Dios, los hombres y el diablo pueden destruir las obras de Dios, pero no pueden destruir a Dios Omnipotente, porque nadie puede destruir a Dios. Si continuáis orando, sufriendo, aceptando cualquier sufrimiento, amandoos, siendo sinceros, puros y leales, Dios estará con vosotros.
Muchas veces os he dicho que améis a todos, no sólo a las personas que os aman; vuestro amor tiene que ser grande como el Corazón de Jesús. El Corazón de mi Hijo Jesús es enorme y ama a todos, porque Jesús ha muerto por todos. Mi Corazón ha sufrido por todos. Nuestro amor es siempre grande, incluso si alguno nos hace sufrir. Jesús y yo, la Madre, continuamos amando, también a los que voluntariamente, con maldad, hacen sufrir y hablo de los grandes hombres.
No podéis ni siquiera imaginar cuántos niños mueren de hambre cada día, en todas las naciones, éstos no tienen ayuda, ni medicinas, no tienen nada, mientras que los poderosos continúan enriqueciéndose con las guerras y acumulando tesoros. ¡Oh, si los tesoros del Vaticano fuesen dados a los pobres de todas las naciones!. No pueden continuar muriendo los niños y las madres porque no tienen nada. Los que se encuentran en los hospitales comprenden perfectamente lo que quiero decir. Eh ahí porque digo que estas personas poderosas, que tienen bienes, tesoros, y miles de millones, tienen que ayudar a estos niños, a estas madres y a estos padres que no tienen trabajo.
Has escrito una hermosa carta, Excelencia, has consumido de nuevo tus fuerzas por los cardenales, los obispos, los responsables de la Curia Romana, el Vicariato y los sacerdotes de Roma, para que comprendan el mal que están haciendo y que han hecho, para que comprendan que están luchando contra Dios y siguen a Satanás. La carta saldrá, porque Dios lo ha decidido así. Podrán convertirse todavía algunos de mis hijos predilectos, pero habrá otros que, de un modo u otro, tratarán de destruiros. Su satisfacción más grande y más hermosa sería matar al obispo y a la vidente, pero Dios no lo permitirá. Mis dos hijos pueden sufrir y están sufriendo muchísimo; la vidente está sufriendo las llagas de mi Hijo Jesús y ha derramado mucha sangre, pero nadie podrá hacerles daño. Han venido algunos médicos que se han entretenido examinando los estigmas, han constatado que no había mal olor, ni infección. Han observado que los ojos y los dedos no tenían síntomas de debilidad y han exclamado: "¡Qué perfume se percibe!".
Vosotros, que lo habéis visto tantas veces, tendríais que ser los primeros en estar convertidos. Esta carta podría hacer el bien a todos, incluso a los grandes. Por tanto, Excelencia, manda la carta, pero como siempre, te repito: no esperes nada. Oh, muchos creen, muchos saben que estás en la verdad y que has obtenido la victoria, de la cual mañana celebráis el aniversario. Muchos saben que eres una persona honesta, buena y generosa, que tienes caridad y amor hacia todos, pero prefieren estar de parte de los hombres que están contra Dios. Yo sólo te digo: ánimo, ánimo. Tu hermana sufre la pasión, tu sufrimiento es diferente, pero es muy grande.
Me gustaría mucho estar siempre a vuestro lado y hablar con vosotros, que a pesar de todo, continuáis este duro y doloroso camino.
Bendigo esta carta que ha escrito mi sacerdote predilecto, mi obispo, el gran obispo ordenado por Dios. Los hombres pueden decir lo que quieran, pero Dios lo ha ordenado obispo y nadie puede mandar a Dios, que es el dueño del Cielo y de la Tierra y de cuanto contiene el mundo entero; sólo Dios puede hacer lo que quiera.
Os deseo todo el bien a todos, deseo que oréis, pero sobretodo, que améis.
Junto a mi obispo y vuestro, ordenado por Dios, al obispo de la Eucaristía, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los enfermos que están en casa, a los de los hospitales y a los enfermos que se encuentran solos luchando contra la enfermedad.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Excelencia Reverendísima, la Madre del Cielo quiere tu bendición, pues ya cierro esta carta de Dios.
(El Obispo imparte la bendición episcopal)
Gracias, Excelencia, yo estoy aquí arriba, ¿no me ves?. Me has bendecido.
La Madre os trae a todos junto a su corazón y os cubre con su manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, gracias. Eres una verdadera Madre, una Madre buena, buena. Adiós.
Ha mirado la carta y la ha leído toda.
Obispo - ¿Le ha gustado?.
Roma, 12 de enero del 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Es verdad: mi alma magnifica al Señor. En este momento vuestra hermana ve a Jesús sumergido en el agua, el Espíritu Santo que desciende sobre Él y oye la voz del Padre que dice: "Este es mi hijo predilecto". Reflexionad sobre esta frase. ¿Cuántas veces Jesús, Dios y Nuestra Señora han repetido la expresión: mis hijos predilectos?. Vosotros, si estáis en gracia, sois todos hijos predilectos. Dios se lo ha dicho a Jesús cuando recibió el santo bautismo y también otras veces, pero lo ha dicho también a vosotros hombres de la Tierra, especialmente a sus sacerdotes. ¡Cuánto amor ha tenido Jesús por su sacerdotes!. Estoy segura que los ama a todas horas, incluso si están en condiciones espirituales que no son buenas, incluso si hacen sufrir y parece que casi se divierten haciendo sufrir. Organizan encuentros y reuniones sólo para hablar, de un modo que no es bonito, del Obispo. Dios, a Don Claudio, le ha dicho: "Mi hijo predilecto, Obispo ordenado por Mi, Obispo de la Eucaristía". Pero a los otros, ¿cómo les puede decir esto?. Sin embargo el amor de Dios es inmenso, grande y maravilloso para todos, incluso para los pecadores. Dios envía a alguno para ayudar a los pecadores para que se salven, pero quien no quiere ser salvado, quien continúa recorriendo un camino vacío, no puede salvarse, no puede gozar de Dios y no puede sentirse hijo predilecto de Dios.
Este santo bautismo es maravilloso y hermoso a nuestros ojos. Con mucha sencillez, Jesús, entra en el agua, inclina la cabeza y recibe el bautismo. ¡Qué ejemplo y cuánto amor!. Vosotros tenéis que tener amor hacia quien sufre, hacia los pobres y hacia vuestro Obispo, amadlo como Dios lo ama. Dios lo ha amado hasta darle el episcopado, hasta llamarlo Obispo de la Eucaristía, Obispo del amor hacia todos.
Mis queridos hijos, tratad de imitar a vuestro Obispo y ser humildes, y sencillos para ser llamados también hijos predilectos de Dios, porque Dios nos ha creado y somos todos hijos suyos. Cuando llegue el momento de la muerte, entonces Dios pronunciará su juicio y las personas no buenas no Lo verán, las buenas, en cambio, Lo verán tal como es Él. Me gustaría deciros esto: si sois capaces de amaros, todo será más fácil. No os paréis a mirar los defectos de los otros. Todos, mientras estéis en esta Tierra, tendréis momentos de sufrimiento y de desilusión. Puede haber pequeñas discusiones entre vosotros, pero todo tiene que terminar con las buenas noches y entonces sentiréis la presencia de Dios, mi presencia, la mi amado esposo y, sobretodo, la de Jesús Eucaristía. Jesús Eucaristía es amor; el que recibe a Jesús Eucaristía sabe amar; el que no lo recibe en gracia, no sabe amar.
Vivid esta jornada, es la clausura de todo el período natalicio, pero recordad que para el que vive en gracia de Dios, cada día tiene que ser Navidad, cada día tiene que ser alegría para todos.
En este momento vuestra hermana está viendo las almas salvadas, sobretodo, las que ella conoce: su padre, abuelo Agustín, José, Antonio, Silvano, Bruno, Margarita, don Enrico, muchos sacerdotes y muchos papas. Es una alegría grande ver a todas estas almas salvadas en torno a mi.
Marisa - Sí, la veo, están nuestros padres, el uno de una parte y el otro de otra y después está también José. José es un grandísimo amigo mío, ¿lo sabías?.
Nuestra Señora - Sí, lo sé perfectamente.
Marisa - ¿Puedo saludarlo?. Hola a todos, hola papá, hola abuelo Agustín, hola José. Os amo a todos. Adiós y un beso otra vez.
Nuestra Señora - Gracias por vuestra presencia. Junto a mi y vuestro Obispo ordenado por Dios, recibid la bendición. La Madre os lleva junto a su corazón y os cubre con su manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, pequeño.
Se han ido todos. He visto a mi padre, al abuelo Agustín, José y detrás estaban la abuela Esperanza y todos los otros parientes
Roma, 16 de enero del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¡Dios mío, quién te esperaba!.
Dios Padre - ¿Os maravilláis de que Yo, Dios, haya venido?. Ya es hora de cambiar, son demasiadas veces que dejo mi trono para venir a hablaros. Y vosotros ¿qué hacéis?. Continuáis sin dar ejemplo ni testimonio, continuáis viviendo encerrados en vuestro reducto. ¿Quién ha dado testimonio?. Un niño de 7 años, Jacobo, ha sabido hablar de lo que sufre vuestra hermana, ha sabido explicar sin miedo todo lo que ocurre en el lugar taumatúrgico. Vosotros tenéis miedo de encontraros con las personas, tenéis miedo de hablar; esto concierne a los jóvenes adultos y a los adultos.
Yo soy Dios y estoy cansado de esta situación, estoy cansado de todo lo que ocurre en la Tierra, estoy cansado de vuestras mentiras y embustes y están cansados también mis dos queridos hijitos. Vuestro obispo está ofreciéndolo todo, pero es atacado por los sacerdotes masones, que lo tratan mal por teléfono y le dicen frases tan malvadas que ni siquiera un ateo diría. Vuestro obispo ha tenido siempre la valentía de responder con calma, saludar y colgar el teléfono. Aquellos que se comportan de esta manera son masones. Mis dos hijos ya sabían que el sacerdote que hoy, por teléfono, ha ofendido muy gravemente al obispo era un masón; se ha enfurecido de tal manera, se ha enconado de tal manera y ha dicho palabras tan malvadas que será difícil que entre en el Reino de los Cielos.
¿Vosotros qué hacéis por vuestro obispo?. Sí, algunos hacen adoración, oran y Yo, Dios, les doy las gracias por esto, pero otros, dentro de casa y fuera de casa, lo hacen sufrir. ¡Es hora de terminar!. Don Claudio es un sacerdote que ha dado 40 años de vida por las almas; a algunos de vosotros os ha dado 16, 14, 12 y ¿qué habéis hecho?. Habéis continuado haciéndolo sufrir. Lo habéis invitado a pasar unos días con vosotros, durante los cuales ha padecido solamente sufrimiento, sufrimiento y sufrimiento. Dios se puede cansar también de todo esto y mandar un segundo castigo universal; Dios no puede continuar soportando todas estas maldades. El que es malvado que siga malvado y se vaya, el que es bueno tiene que amar al sacerdote, al obispo ordenado por Mi. Los sacerdotes están celosos, tienen envidia de que Yo, Dios, lo haya ordenado obispo. Los celos, la envidia y el orgullo le hieren a muerte. No hacen otra cosa que reunirse para hablar mal de mi obispo, hacen competiciones a ver quién la dice más grande. Estas personas no entrarán en el Reino de los Cielos, donde Yo, Dios, quiero personas buenas, puras, santas, como niños; no quiero personas que no sepan amar y que hacen sufrir voluntariamente.
No he venido sólo por vosotros, he venido por el mundo entero, que en este momento no me oye, pero al que vosotros podéis dar testimonio y decir: "Hermanos, acabemos con esta maldad, acabemos de atacar a un sencillo obispo, sólo porque ha sido ordenado por Dios, esto es solamente maldad". A estos malvados se le añaden las personas que viven en casa y las personas que vienen a este lugar taumatúrgico. Yo he elegido este lugar, he querido que fuese un rincón del Paraíso y vosotros, ¿qué estáis haciendo?. ¡Oh, cuántos tienen que decir mea culpa, mea culpa, mea culpa!. Vuestro obispo no busca nada, no busca dinero, no quiere el poder, no se viste de gran pompa, busca sólo las almas y las ama.
Hijitos míos, no hagáis sufrir más a vuestro obispo. Yo, Dios, estoy cansado; mi Hijo Jesús está cansado, el Espíritu Santo está cansado; la Madre de la Eucaristía, vuestra Madre, que os ha seguido paso a paso, está cansada. Formáis parte del Movimiento Impegno e Testimonianza, y ¿quién demuestra compromiso y testimonio?. Tenéis miedo de dar testimonio de que Yo soy Dios y no hay otro Dios fuera de Mi y que Yo he ordenado al obispo. Es hora de terminar y de hacerle la vida difícil, de hacerle sufrir por vuestras tonterías, por vuestro llorarle encima. ¿No veis cómo están reducidos estos dos hijos míos?. Ofrecen su sufrimiento por la Iglesia, por vosotros, por la paz, por las personas que tienen necesidad; están siempre dispuestos a sufrir para salvar a las almas. Está también la abuela Yolanda que sufre mucho y ora mucho. Y vosotros, ¿qué hacéis?. Me dirijo a vosotros, pero ciertamente sabed que hablo a todo el mundo, a todos los hombres, a los grandes hombres de la Iglesia, a los grandes políticos, que se pelean, discuten y además se pegan. Tienen dinero, tienen riquezas y podrían ayudar a muchos niños que están muriendo, sin embargo, no, tienen que hacer la guerra, tienen que vencer, tienen que acumular mucho dinero, tienen que ser más poderosos.
¿Por qué tenéis miedo de decir: "Dios ha hablado y yo, que soy hijo de Dios, tengo que obedecerle"? ¿Por qué?. Yo a vosotros no os he dado el sufrimiento que he dado a mis dos hijos, no intentaría ni siquiera daróslo, porque como dijo un día vuestra hermana, no podríais soportar ni siquiera por un segundo lo que ella sufre continuamente.
Cuando Dios habla, habla con autoridad. Cuando sea el juicio será muy severo, ahora todavía tengo paciencia y uso misericordia y vosotros os habéis habituado a esta misericordia, pero recordad que al final seré justo y entonces los malvados irán al infierno, para siempre, los buenos vendrán Conmigo a gozar, junto a los niños, a los ángeles y a los santos. Tengo un pequeño a Mi lado. ¿Recordáis lo que dice el Evangelio: "Si no os volvéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos"?. Esto no se refiere a la edad civil; los pequeños son los buenos, los sencillos, los humildes y los que saben amar. ¿Cuántas veces la Madre os ha traído Mi carta donde hablaba de amor, de amor, de amor?. ¿Dónde está este amor?. Amor no significa hacer la guerra, odiarse, hacer llamadas telefónicas ofensivas y hablar con maldad al obispo que Yo, Dios, he ordenado. ¿Dónde está el amor, dónde está la caridad, dónde está la ayuda al propio hermano?.
Marisa - Ahora los ángeles se han ido todos con Dios.
Nuestra Señora - Sí, Marisella, me he quedado yo, vuestra Madre. poned en práctica cuanto os ha dicho Dios; Dios ha hablado a todos, Dios se ha hecho sentir para todos. Tratad de comprender, de poner en práctica lo que Dios ha dicho y de no tener miedo. Dios os ha hablado; no lo habéis visto, ni siquiera vuestra hermana lo ha visto, pero habéis oído, a través de Marisella, lo que ha dicho. Yo quiero ayudaros a poner en práctica todo lo que Dios Padre ha dicho.
Junto a mi obispo y vuestro, al gran obispo ordenado por Dios, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Adiós, pequeño. Don Claudio, ¡madre mía!. He visto iluminarse todo y a todos los ángeles y santos postrarse en adoración y he oído Su voz que todavía oigo en mis oídos. ¿Has visto?
Obispo - Nadie puede ver a Dios.
Marisa - Tampoco yo lo he visto, pero ¿has oído?.
Obispo - He oído.
Roma, 19 de enero del 2003 - h. 10:45 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia y por la solidaridad que demostráis a mi Obispo y vuestro, al Obispo ordenado por Dios, pero sobretodo gracias si sois capaces de amaros como Dios quiere. Amaos los unos a los otros como Dios quiere.
Las fiestas de Navidad han pasado pero, como ya dije, querría que cada día fuese Navidad, fuese fiesta. Querría que cada día, laborable o festivo, fuese siempre Navidad, para todos; para los que sufren y para los que trabajan.
Orad y continuad orando. La guerra está cercana, muy cercana, porque los jefes de muchos estados quieren tener cada vez más poder, más riquezas. Cada uno de ellos se siente fuerte y grande.
Orad por esto. La Madre os da las gracias a los que han hecho adoración para vencer el mal que circunda el mundo.
Gracias una vez más por vuestra presencia.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
Está bien, ¿qué tengo que hacer?. Sólo vosotros, los del Paraíso, sabéis lo que queréis aún, yo no comprendo nada. De todos modos, gracias. Las intenciones son muchas, pero ¿tienen que pasar todas por mi? ¿todas?. Está bien, adiós.
Obispo - ¿Puedes estar aquí?.
Roma, 23 de enero del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. La Madre os repite que el don que tiene vuestra hermana no es para ella. Marisella, es un ser humano como vosotros, con los sufrimientos, las enfermedades y los dolores. El don que Dios le ha dado es para todos vosotros, para que pueda pedir las gracias que necesitéis, siempre que estén conformes a la voluntad de Dios. No digáis: "Dichosa tú, Marisella, dichosa tú". Oh no, ella hace un servicio para la Iglesia y para vosotros, no para sí misma. Muchas veces os he dicho: "Orad por vuestra hermana, para que tenga la fuerza de soportar, de aceptar todo y hacer la voluntad de Dios en todo".
Parece que la guerra está cada vez más cercana. ¡Dicen muchas palabras, hacen muchos discursos!; hay quien quiere la guerra, hay la rechaza, pero si no interviene Dios estallará una guerra muy sucia. Por esto me dirijo a vosotros, pequeño rebaño y os pido que oréis, para que haya paz en el mundo, entre los sacerdotes, en las familias y entre vosotros; estad en paz con todos.
He venido a traeros esta pequeña carta de Dios y para deciros que mi corazón sufre mucho. Vosotros sabéis que cuando me encuentro en la Tierra, mi sufrimiento es grande, como grande es el de vuestra hermana. Os ruego que oréis por la abuela Yolanda, está muy mal y sufre mucho. Orad, para que haga la voluntad de Dios. A veces no cuenta la edad, a veces el sufrimiento es duro sea para el que lo vive sea para quien la ve.
Orad y quereos; al menos vosotros que frecuentáis este lugar taumatúrgico donde Dios os ha hablado, que gozáis siempre de mi presencia y a veces de la de Jesús; sed buenos y amaos. No os creéis dificultades a vosotros mismos, al Obispo, a la vidente y dad amor, mucho amor a todos.
Ahora la Madre os deja, tengo que volver al Padre para oír su voz. Os lo ruego, continuad orando, hay personas en esta casa que sufren muchísimo. Orad para que tengan la fuerza de aceptar y soportarlo todo.
Gracias, mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
Manda un besito a la Virgencita, Enmanuel. Ayúdanos, tenemos mucha necesidad de tu ayuda.
Gracias, gracias porque Dios continúa mandándote todavía entre nosotros para ayudarnos, gracias. Adiós.
Roma, 26 de enero del 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Perdona si te recibo en este estado.
Nuestra Señora - Tu sabes que la Madre no tiene en cuenta la indumentaria, sino sólo el corazón de un alma. En este momento estoy también presente para tu madre, tienes que orar y hacer orar muchísimo y después abandónate a la voluntad de Dios.
Mis queridos hijos, el mensaje y la explicación que os ha dado vuestro Obispo son suficientes para ayudaros a cambiar vuestra manera de ser. Hay alguno que no escucha nunca lo que dice el Obispo, porque en el momento más importante, está ocupado en hacer lo que no tiene que hacer. Vosotros sois elegidos por Dios y nos os dais cuenta; Dios y la Virgencita os han elegido; tendríais que ser felices. ¿Cuántas veces os he dicho que aquí, y que en ninguna otra parte del mundo, ha aparecido Dios, aunque vuestra hermana no lo haya visto?, porqué ningún hombre de la Tierra puede verLo, pero lo habéis oído. ¿En qué otro lugar, Dios, se ha manifestado y ha hablado?. Eh ahí, porque digo que sois elegidos, privilegiados; aunque no todos estáis en gracia. Por fortuna poquísimas personas no están en gracia y todavía no han comprendido el amor de Dios, de la Madre de la Eucaristía y del Obispo. Cuánto más tiempo transcurre, más se alejan de mi Hijo Jesús y continúan sin vivir en gracia.
¿Qué más puede decir una Madre?. Pensad en cuantos ríos de palabras he dicho, cuántas cartas ha dado Dios para ayudaros a vivir siempre en gracia. Sin embargo, no sois probados por Dios como vuestro Obispo, vuestra vidente y como la abuela Yolanda, que a pesar de su avanzada edad, está sufriendo mucho. Vosotros tenéis pequeños sufrimientos y como ya he dicho, mientras viváis en esta Tierra no faltarán, pero tenéis que reaccionar y orar. Recordad: Si oráis y no amáis, todo es inútil. Es inútil orar, hacer adoración si no hay amor. Tenéis que tener amor, amor, amor; no me cansaré nunca de repetirlo: ¡amor!. El amor falta muy a menudo.
No tengo nada más que deciros. Me repito: si no sabéis amar es inútil orar.
Gracias por vuestra presencia.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Sé fuerte, Marisella, ánimo.
Marisa - ¿Por qué me dices esto?.
Roma, 30 de enero del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Doy las gracias a los que han dado una ayuda al Obispo para asistir y socorrer a la abuela Yolanda; tiene necesidad de ayuda y de personas que le asistan. Los que se han ofrecido han hecho bien lo que tenían que hacer. Ésta es la gran caridad; recordad que la caridad está delante de todo.
Marisa - Oye, Virgencita, querría hablar en nombre de todos.
Nuestra Señora - Pero yo ya lo sé, el Obispo ya ha hablado.
Marisa - ¿Por qué tenemos siempre que sufrir tanto?. ¿Con tantos millones y millones de hombres que hay en la Tierra, por qué sólo nosotros tenemos que sufrir tanto, sea físicamente sea moralmente?. ¿Por qué nos rodean de tanta amargura, de tantas dificultades y sufrimientos?. Son numerosos los que nos hacen sufrir. ¿Por qué?. Llévate a nuestros seres queridos, estamos todos probados, físicamente y moralmente. Me tienes que perdonar si soy yo la que te habla a ti en lugar de tu a mi.
Nuestra Señora - Habla, pues, Marisella, te escucho.
Marisa - ¿Qué quieres que te diga?. Tú ya lo sabes todo, el Obispo te lo ha dicho todo. ¿Cuándo terminará este calvario para nosotros?. Quizás te hago una pregunta que no es bonita: ¿Cuántos días Jesús, he pedido permiso al Obispo para hacértela, ha sufrido la pasión?. ¿Cuántos años son los que nosotros estamos sufriendo por la Iglesia, por las conversiones y para evitar la guerra?. ¿Cuántos años?. Estamos cansados, estamos verdaderamente cansados, ya no tenemos más fuerzas para hacer nada. Nosotros os queremos mucho; ve a decir a Dios que no se ofenda si digo esto, porque lo amo a morir. ¿Por qué permite todo este sufrimiento?. ¿Por qué sólo nosotros tenemos los sufrimientos más grandes?. ¿Por qué no se dividen un poco entre todos?. Con siete mil millones de hombres que hay en la Tierra, ¿por qué no se dividen los sufrimientos?
Quizás me he explicado mal, no he dicho todo lo que mi corazón siente, pero tu lees en el corazón, tu ves y comprendes. Yo quiero solamente la felicidad y la alegría del Obispo, que triunfe su episcopado y sea aceptado por todos. Por esto te he dado mi vida y continúo dándola, dile esto a Dios.
Y luego hay otras personas de las cuales no digo el nombre porque las conoces, que sufren con nosotros. Ve ante Dios, habla con Dios. Tu dices a menudo: "Ahora vuelvo al Padre", una hija ¿qué hace con el padre?, habla, pues bien, habla tú también de nosotros aquí presentes, que tenemos necesidad de la ayuda de Dios.
Perdóname por lo que he dicho, pero yo amo mucho a mis hermanos y verlos sufrir me duele mucho. Tu dices siempre que nos quieres, que nos tienes muy junto a tu corazón, estréchanos aún más hasta hacernos daño, pero ayúdanos ante Dios, ante tu Hijo, ante Dios Espíritu Santo, ante tu amado esposo.
Oh, Madre de la Eucaristía, Madre de todos nosotros, ayúdanos a todos. Hay personas que necesitan una casa, otras que necesitan un poco de salud, hay quien tiene dificultades morales, físicas y espirituales, ayuda a todos. Y ayuda a Laura, te lo ruego, es mi hija.
Que se haga la voluntad de Dios. Es un poco difícil decir: ¡Que se haga la voluntad de Dios!, pero nosotros la estamos haciendo desde hace muchos años.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi y vuestro Obispo ordenado por Dios, Obispo de la Eucaristía, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Buen encuentro bíblico, pero sobretodo, buena Santa Misa. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
Mensajes de Febrero de 2003
Roma, 1 de febrero del 2003 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Yo he dado un horario y tengo que obedecer a Dios; he venido puntual porque Dios me ha mandado entre vosotros en el horario que ha establecido.
Esta carta de Dios es un poco penosa, porque cuando Dios os dice que sois habilidosos o bien os da las gracias por las oraciones o por la adoración, vosotros enseguida os dormís, os sentís en orden y ya nada os hace efecto, como dice una persona que conozco. Cuando Dios dice que sois habilidosos, tenéis que continuar dando más, no os tenéis que dormir. Si Dios os da cien, vosotros no podéis dar uno; si Dios os regala diez, vosotros no podéis dar cero. Dios os regala mucho, pero vosotros os dormís y no camináis.
A causa de vuestra escasa participación, vuestra hermana ya no quería estar presente y quería abolir el primer sábado de mes. Este es un día escogido por Dios y no puede ser abolido. Aunque sólo se quedaran el Obispo y la vidente, yo vendría por ellos. Desgraciadamente todavía no habéis comprendido la importancia del primer sábado de mes. Hoy no os daré las noticias que tenía que daros, quizás os la dé el próximo primer sábado de mes, si habéis comprendido su importancia. Hacéis adoración, recitáis el rosario, participáis en los encuentros bíblicos, pero cuando os digo que Dios y yo, la Madre de la Eucaristía, le damos mucha importancia al primer sábado de mes, disminuís y ya no venís. El encuentro del sábado es sólo una vez al mes, no todos los sábados. Mis queridos hijos, este comportamiento nos disgusta, nos hace sufrir; en algunos momentos dais alegría a Dios, pero en otros os volvéis atrás. El Evangelio dice: "Si no os volvéis pequeños como niños no entraréis en el Reino de los Cielos"; recordad, no pequeños de edad, sino sencillos y humildes. Vosotros tratáis siempre de tener más, pero no dais de más. ¡Si fuerais capaces de dar cuanto Dios os da a vosotros!. ¡Cuántos privilegios os ha dado Dios!. Dios, ¿dónde se manifiesta?. ¿Dónde manda a la Madre de la Eucaristía?. Aquí, a este lugar taumatúrgico. No podéis ni siquiera imaginar cuán grandes son los sufrimientos de los estigmas que lleva vuestra hermana. No sufre solamente cuando sangran, sino también cuando no sangran y el dolor es fuerte y atroz. Ella sufre como ha sufrido mi Hijo Jesús, tiene los mismos dolores, el mismo sufrimiento.
Mis queridos hijos, yo he llegado a tiempo, pero vosotros no habéis sido puntuales. Yo os comunico la carta de Dios y vosotros la escucháis, pero no comprendo porqué no sois capaces de poner en práctica cuanto Dios dice. Os preparáis para las grandes fiestas, para hacer la adoración eucarística, para participar a los encuentros bíblicos, pero yo os comunico en nombre de Dios que tenéis que dar importancia también al primer sábado de mes, porque en primer sábado de mes han empezado las apariciones públicas.
Ánimo, mañana es la fiesta de la Presentación del Señor; uníos a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, a mi amado esposo José, a María, Madre de la Eucaristía y amaos, amaos, amaos.
Cuando tenéis que trabajar no podéis decir: "He hecho tarde", sino que tenéis que ser puntuales. Cuando vais a un fiesta, a una recepción, os preparáis con tiempo y tratáis también de embelleceros. Por qué no os comportáis del mismo modo cuando venís a orar, a hacer adoración y a escuchar la Santa Misa?. Tenéis que ser elegantes para el Señor y para vosotros mismos: elegantes dentro, puros de corazón y elegantes por fuera.
Junto a mi y vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos; bendigo a este angelito que duerma aquí, Samuel, el gran Samuel. Bendigo a Jacobo, Enmanuel y a todos los niños, especialmente los enfermos. Bendigo, abrazo y mando un beso a ti, abuela Yolanda. En este momento estoy a tu lado y de Lauretta, que está a tu lado para ayudarte, y a todos los que han tomado parte de este gran sufrimiento para ayudar a la abuela Yolanda. Gracias, sobretodo a Selenia, a la hija Ana, a Lauretta, al obispo y a los que han ido a ayudarlos. Gracias a todos.
Os estrecho junto a mi corazón, fuerte, fuerte, fuerte y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 2 de febrero del 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - ¿Te quema la lengua, Marisella?.
Marisa - Me he abrasado. Hoy no hablo, no digo nada, pero quiero solamente referirme a cuanto dice el Evangelio: "Pedid, buscad, llamad". Son ya años que pedimos, buscamos y llamamos, pero ¿tu has visto algo?. No digo nada más, sólo esto.
Nuestra Señora - Te comprendo, Marisella, pero ten fe.
Marisa - ¿Todavía?. Desde que he nacido, me repites la misma frase.
Nuestra Señora - Continúa teniendo fe y confianza en Dios. no perdáis la confianza en Dios y aunque refunfuñéis y os desaniméis, después volved de nuevo a Dios.
Mis queridos hijos, hoy es la fiesta de la Presentación del pequeño Jesús al Templo. También yo, como Madre, me he tenido que purificar, para dar ejemplo a todas las madres, porque no tenía necesidad de purificación. Lo he hecho así, para que todas las madres tomaran ejemplo de mi, aunque tener un hijo no exige el tenerse que purificar. La mujer que tiene un niño con amor no tiene necesidad de purificarse. Llevamos al pequeño niño al templo, donde encontramos al viejo Simeón y a la profetisa Ana. Vuestra hermana está escuchando la oración del viejo Simeón que dice: "Ahora deja que tu siervo se vaya en paz, porque ha visto al que tenía que venir, el Mesías".
Vosotros habéis visto tanto milagros eucarísticos, surgir la sangre de la hostia y habéis recibido tantísimas gracias y tantos milagros, pero yo os pregunto: "¿Por qué no ponéis en práctica todo lo que habéis recibido?. Hay quien lo hace, pero son pocos.
Cada día, vuestra hermana ora por los que sufren, que buscan casa, que están lejos de Dios, pero sobre todo, por el Obispo.
Vosotros tenéis que escuchar y poner en vuestro corazón las cartas de Dios y las palabras que dice vuestro obispo. Sabéis perfectamente que continúa siendo calumniado y difamado, pero a pesar de esto, no os ha dejado y no lo ha cerrado todo. Podía perfectamente cerrarlo todo y hacer una vida tranquila, en cambio a escogido el camino de la cruz. Para él, lo primero son las almas, por las cuales está dando todo de sí mismo, aunque el cansancio aumenta, la salud falta y los sufrimientos lo atormentan. También vosotros, cuando tenéis algún pequeño sufrimiento, pensad en vuestro obispo. No os digo que penséis en vuestra hermana, porque sería demasiado duro y difícil tener sus sufrimientos.
Ánimo, permaneced unidos. Si estáis unidos, Dios está con vosotros, si no estáis unidos, Dios no está con vosotros. Mirad cuántas palabras dicen los políticos y cuántas chácharas hacen, como se dice en Roma. ¿Y cuál es el resultado?. Hacer la guerra, vencer, aumentar el poder y el dinero. Mis dos hijos, sin embargo, se contentan con trabajar para las almas, no buscan el poder y no persiguen la ganancia. ¿Qué quieren los grandes sacerdotes?. El poder, el dinero y la riqueza. ¡Oh, será muy difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos!. Nada les falta a los grandes hombres de la Iglesia, tienen incluso camarera, que les sirve la mesa y todo bien de Dios. Vuestra hermana ha ido en bilocación a sus casas y sabe perfectamente cómo viven. A mis dos hijitos no les sirve todo esto, sino un poco de paz, de tranquilidad y de amor por parte de los hombres, pero desgraciadamente no tiene nada de todo esto. Las cartas han llegado y como de costumbre, o se leen a escondidas o se dejan de lado o se rompen. Todos los que han recibido la carta saben perfectamente, y lo han dicho claramente entre ellos, que en la carta está la verdad, pero no dan un paso adelante y se limitan a decir: "Don Claudio Gatti está en la plena verdad y ha respetado siempre todo". Por esto os digo: sed solidarios con él, orad por él, orad el uno por el otro y amaos como hermanos, amaos como Dios os ama.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Esperamos algo, esperamos, siempre esperamos. Pero yo también estoy cansada. He comprendido que has interrumpido el mensaje porque veías que no podía más, pero también podías haberme ayudado. Que se haga tu voluntad.
Se ha ido.
Roma, 6 de febrero del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Hoy es el aniversario del primer milagro eucarístico con efusión de sangre. Cuando ocurrió, hubo una gran fiesta, mucha alegría en vuestros corazones, pero ahora, cuando ocurren estos milagros, o cuando a vuestra hermana se la abren los estigmas, ya no os hace ningún efecto. Ayer el golpe de lanza traspasó su costado y tuvo dolores atroces. Por otro lado, el médico le dio ocho pinchazos en el cuello y a pesar de todo esto, fue a buscar a su querida madre. Me gustaría también veros a vosotros fuertes y valientes.
Vosotros olvidáis los milagros; si ahora ocurriese un nuevo milagro eucarístico, en vosotros no suscitaría nada, porque ahora ya os habéis habituado a los milagros eucarísticos, como os habéis habituado a ver a vuestra hermana sangrar. De muchas personas que han sabido que se le habían vuelto a abrir los estigmas, sólo dos se han dejado sentir. Esto no es bonito, porque, creedme, el sufrimiento es muy fuerte, es muy grande. De todos modos está en vosotros el no caer en el hábito, como los que se han habituado a escuchar la Santa Misa. No tenéis que habituaros a nada, tenéis que vivir siempre la Santa Misa y la Santa Comunión como si fuese la última de vuestra vida.
A veces falta la participación frente al sufrimiento del hermano, falta la sensibilidad, el amor, la caridad. Algunos, cuando salen de este lugar, tienen deseos de marcharse, de echárselo todo tras la espalda; no tiene que ser así.
Vosotros sabéis del peligro de la guerra, conocéis los sufrimientos de mis dos queridísimos hijos. ¿Por qué no hacéis algo más?. Alguno viene a hacer la adoración eucarística, pero recordad que antes que nada está la caridad, la caridad hacia los enfermos. ¿Quién ha tenido caridad hacia la abuela Yolanda?. ¿Quién ha tenido caridad hacia su hija?. ¿Quién ha tenido caridad hacia el Obispo?. ¿Quién ha tendido caridad hacia el que sufre?. Tenéis caridad hacia la persona simpática, que no refunfuña, que es buena. Mis dos queridos hijos no son malos, ¿o acaso os molesta que Dios los haya proclamado santos?.
Os comunico que las cartas que han sido enviadas a todos los cardenales del mundo, a los obispos de Italia, a los responsables de la Curia Romana y a los párrocos de Roma, han tenido una respetuosa acogida de más del 50% de los destinatarios, porque han comprendido que el Código de Derecho Canónico está a favor de vuestro Obispo. Hablan entre ellos y dicen que vuestro obispo está en la verdad, pero ninguno tiene el valor de decirlo públicamente, de ayudarle, de ir a su encuentro, de llamarle por teléfono, de decirle buenas palabras.
Mis queridos hijos, eh ahí porque mi Hijo Jesús ha dicho que es más fácil que una prostituta entre en el Reino de los Cielos. Reflexionad sobre esta frase. Venir al encuentro bíblico, participar en la Santa Misa, recibir la Santa Comunión y después preocuparos sólo de vosotros, de vuestro trabajo, de vuestra familia, no es bonito. Dios, en sus cartas, no os ha enseñado esto, os ha enseñado el amor, el gran amor, con la letra mayúscula, que nadie es capaz de comprender y aún menos lo comprenden los que habitan en esta casa.. ¿Por qué esto?. Si el obispo llama la atención, las personas se alejan, no hacen la comunión, son como pasmarotes, están de morros y no se comportan bien. ¿Cuándo cambiará todo esto?. Pedís la paz en el mundo, cuando no hay paz en las familias, en la comunidad, incluso en esta pequeña comunidad. ¿Qué paz pedís?. ¡Me gustaría entenderlo también yo!.
Ánimo, de todos modos; os hago estos reclamos maternos, no para desanimaros, sino que os los hago de todo corazón y con amor, porque os amo, porque Dios os ama.
Se acerca el aniversario de la ordenación sacerdotal de vuestro obispo: 40 años de vida dada a la Iglesia, a los hombres de la Iglesia que, mirad cómo lo han reducido, todos: grandes y pequeños. Por esto, la Madre sufre; como sufre porque habéis recibido mucho y correspondéis poco. Ningún rincón del mundo ha recibido lo que vosotros habéis recibido, por esto tendríais que dar gracias a Dios cada día. Tendríais que besar por donde pasa vuestro Obispo y sin embargo, todavía es tratado mal, a menudo recibe faltas de respeto. ¿Cuándo terminará todo esto?. Vosotros preguntáis cuándo acabará la guerra y yo os pregunto: ¿cuándo cesaréis de hacer sufrir a vuestro Obispo?. Ya están los sacerdotes, los obispos y los cardenales contra él, ¿por qué también vosotros?. ¡Me gustaría mucho comprenderlo!. Sin embargo os ama, cada vez que queréis hablar con él, está siempre dispuesto a escucharos. Haced un examen de conciencia, hablad con Dios y preguntadle: "Dios mío, yo, ¿cómo me estoy comportando con mi Obispo?". Cambiad, cambiad, y veréis que todo cambia.
Mis queridos hijos, recordad: "participad en la Santa Misa, haced la Santa Comunión como si fuese la última de vuestra vida", y os daréis cuenta que cada vez será más hermoso.
Amaos, amaos, amaos todos y amad a vuestro obispo.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Enmanuel, dale un besito a la Virgencita, adiós.
Marisa - Adiós. Nosotros hacemos todo lo posible, pero cada uno tiene el propio carácter, el propio modo de pensar y de ver. Adiós.
Nuestra Señora - No olvidéis que hoy es el aniversario del primer milagro eucarístico con efusión de sangre. ¿Es posible que haya que recordároslo todo?
Adiós, Marisella, ánimo, hija mía.
Marisa - Si se calma un poco el dolor, estoy un poco mejor, porque el golpe de lanza me duele por delante y por detrás.
Nuestra Señora - Lo sé, pero ésta es la voluntad de Dios.
Marisa - Adiós. Es mejor que te vayas, sino
Roma, 9 de febrero del 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, ya que habéis orado tanto, la Madre ha venido en medio de vosotros para daros las gracias por lo que hacéis y por estimular a los que aún no son capaces de caminar y hacer un pasito después del otro. Si continuáis orando y no os dejáis caer, veréis como todo se vuelve más fácil. Os he hablado siempre de amor, pero ahora hablo de obediencia. ¿Pensáis que el amor, la obediencia, la castidad y la pobreza sean virtudes que tienen que practicar sólo los sacerdotes y las hermanas?. Veréis que cuando obedezcáis a lo que vuestro Obispo, u otra persona os dice, para corregiros, os sentiréis más tranquilos y serenos.
Ya conocéis la hermosa noticia: los que han recibido la carta de vuestro Obispo con respeto y amor son más del cincuenta por ciento, más bien son muchos más, porque las adhesiones han aumentado aún más. Éstos han dicho también con disgusto: "¿Qué están tramando los grandes hombres de la Iglesia?". El Código de Derecho Canónigo habla a favor de Don Claudio y ellos continúan tratándolo injustamente; además han llegado a reducirlo al estado laical, cuando es el único que se comporta como verdadero sacerdote y sigue el santo Evangelio. ¿Por qué mis hijos predilectos, que yo he elegido, no se comportan bien?. ¿Qué pide Dios?. Pide que vosotros oréis, hagáis adoración, que améis y también que obedezcáis. A veces cuesta obedecer, pero después veréis que la obediencia a Dios es hermosa, porque todo lo que Dios hace o dice es hermoso; aunque en este momento os encontráis en el más profundo precipicio, humanamente hablando, naturalmente. Invito a mis sacerdotes predilectos a tomar ejemplo de mi Obispo y vuestro. ¡Cómo les molesta a ellos que Dios haya escogido a Monseñor Claudio Gatti como Obispo!. Desgraciadamente la envidia, los celos, el enojo y la insinceridad son vicios peligrosos. Cuando un alma quiere trabajar verdaderamente para Dios y para las almas tiene en contra a muchas personas. A muchos de mis hijos predilectos les interesa quedar bien, ir a la televisión y hablar bien. Todavía continúan diciendo muchas mentiras sobre el secreto de Fátima. Os consideran, mis queridos hijos, como si fuerais pobres criaturas que no comprenden nada. Si el secreto de Fátima era bonito, ¿por qué los papas no lo han revelado?. ¿Por qué este Papa lo ha manipulado de todos los modos y no lo ha revelado?. Ha hecho hablar a Sodano, ha hecho leer y comentar el secreto a Ratzinger, a Bertone y a Fisichella, pero aquél no era el secreto.
Si el secreto, como dicen, no era tan feo, ¿por qué no lo revelaron en el lejano 1960 o incluso antes?. Este modo suyo de obrar es del todo equivocado; el triunfo, sin embargo, llegará: por varios motivos tarda, pero llegará y entonces dirán "mea culpa" y pedirán perdón, pero será demasiado tarde.
Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia y gracias a los que aman a mi Obispo, que ha recibido de Dios tantos dones.
Os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Ahora ven conmigo, Marisella.
Marisa - ¿Dónde?
Nuestra Señora - Vamos a ver a tu madre.
La Virgencita te bendice, abuela Yolanda.
Marisa - Adiós, adiós.
Abuela Yolanda - Gracias, Virgencita, gracias porque me has hecho estar mejor.
Roma, 11 de febrero del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo. Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Vosotros sois pocos y los enfermos son muchos. ¡Cuántos enfermos hay!. Celebráis el día del enfermo y yo estoy con vosotros. Pensad en los numerosos enfermos que están en los hospitales y que no están bien cuidados: vosotros estáis en conocimiento de esta situación por experiencia. Orad por estos enfermos y, sobretodo, orad por vuestros enfermos, empezando por los que forman parte de la comunidad: Ana, Pedro, abuela Yolanda y por todas las personas que han llamado por teléfono y se han encomendado a vuestras oraciones porque tienen enfermos en la familia. Orad por los que podían venir, pero por pereza no han venido. El día del enfermo tendría que ser una fiesta grandísima, una ocasión para reunirse juntos y orar por todos los enfermos. Cuando un enfermo muere, los parientes tienen sufrimiento y dolor, pero si muere en gracia de Dios, irá directamente al Paraíso o si su alma tiene necesidad de ser purificada, pasará antes por el Purgatorio.
Yo sufro porque veo muchos enfermos en los hospitales que no están bien atendidos, especialmente los ancianos. Un joven simpático que habla bien, que hace reír y sabe bromear, está bien cuidado; mientras que los ancianos son casi dejados de lado y luego se mueren porque sienten la falta de los familiares; son muchos, creedme; vosotros orad por estos enfermos.
Orad, para que la guerra no estalle, porque si hay guerra, entonces habrá verdaderamente llanto para todos.
Me gustaría pediros una oración particular por vuestro obispo y por sus 40 años de ordenación sacerdotal. Orad para que Dios haga lo que ha prometido, arranquemos juntos esta gracia a Dios. Gracias, mis queridos hijos.
Marisa - Ahora ha llegado la Madre de la Eucaristía; hay dos Vírgenes, está Bernardette y está Marisella. Bernardette está al lado de la Inmaculada y Marisella está al lado de la Madre de la Eucaristía.
Nuestra Señora - Marisella, no te escondo que tendrás que sufrir todavía muchísimo.
Marisa - ¿Y qué tengo que responder?. Haced un poco vosotros, espero que me deis la fuerza.
Sí, veo la pequeña Sara. Adiós, pequeño, adiós amor, ora por papá y por mamá.
Nuestra Señora - Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los enfermos uno a uno, los que están en los hospitales y los que están en las familias. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Te bendigo también a ti, Marisella, querida hija, esposa de mi Hijo Jesús. ¡Cuánto sufrimiento tienes tú!. ¡Cuánto sufrimiento tiene abuela Yolanda!. Os bendigo con todo el corazón.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Oye, ¿me haces estar un poco mejor, sólo para bajar, así puedo participar en la Misa?. No hoy, porque no puedo, el doctor me ha dicho que tengo que hacer reposo absoluto, sino el domingo. No te pido que me quites la enfermedad, pero que pueda bajar para participar en la Santa Misa.
Nuestra Señora - Veremos, será lo que Dios quiera.
Marisa - Sí, siempre Dios; ¿Querrá Dios?. ¿Querrá Dios?. Está bien.
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. ¿Podrías decirle a Dios que haga también un poco nuestra voluntad?. De todas formas has visto que lo pensaba y entonces lo he dicho. Adiós.
Roma, 13 de febrero del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.
Habéis orado y recitado el santo rosario y ahora yo estoy aquí con vosotros. Estáis esperando las gracias; llegarán, pero tenéis que tener mucha paciencia y tienen que terminar las guerras, no sólo la de los Estados Unidos y las de las otras naciones contra Iraq, sino todas las guerras. La guerra que tenéis que temer más es aquella entre hermanos y hermanas, entre hijos y padres y entre mujer y marido. Os he dicho muchas veces que los niños mueren, pero a los grandes hombres esto no les interesa, a ellos les interesa el poder y obtener la victoria.
Aquél que ha gritado contra la mafia, ¿por qué no grita también contra los masones?. Hay guerra también entre los grandes hombres de la Iglesia. Con tal de calmar y tener a la población en calma y tranquila, no revelan el verdadero tercer secreto de Fátima, y saben perfectamente en qué consiste. Esto a ellos no les interesa, porque quieren solamente conservar el poder. Entretanto algunas almas sufren el martirio por la paz en el mundo; Dios Padre lo tiene todo en cuenta.
Dios está preparado, pero no puede, no puede, no puede hacer lo que vosotros queréis, si los grandes hombres de la Iglesia no hacen la voluntad de Dios y los grandes hombres del Estado no se convierten. ¿Por qué estallan las guerras?. Para ganar dinero.
Id a los hospitales y os daréis cuenta cuántas almas hermosas, a menudo maltratadas, sufren en aquellas camitas de hospital. Abuela Yolanda, que está sufriendo el verdadero martirio, es tratada como una reina, empezando por Su Excelencia Monseñor Claudio. La cuidan, la aman, hacen de todo para aliviarle el dolor. A los hombres poderosos, ¿qué les importa todo esto?. Ellos sólo buscan el poder y el dinero.
Vosotros, que venís aquí para orar, orad también en familia, tratad de hacer comprender a vuestros hijos o a vuestros padres que el mundo va hacia atrás y va hacia la destrucción sin que nadie se preocupe de esto. Una vez al año hacen iniciativas para el enfermo, pero el enfermo todos los días necesita de alguno que le proporcione asistencia.
Ánimo, mis queridos hijos, amad y amaos el uno al otro, como mi Hijo Jesús os ha amado. Si llegasen sufrimientos, no como los de la abuela Yolanda, aceptadlos y ofrecedlos por todas aquellas personas que mueren de hambre y no tienen medicinas para salvarse. Vuestra hermana, cada día y noche ve cuánta miseria y pobreza hay en estos lugares y sufre. En cambio los grandes hombres están serenos, tranquilos y banquetean continuamente. Será difícil para éstos entrar en el Reino de los Cielos.
Ven conmigo, Marisella, vamos con abuela Yolanda a llevarle mi beso y el de mi Jesús. No hay palabras para agradecerle por lo que sufre y por lo que hace.
La Virgencita y Jesús te mandan su beso y te dan las gracias por todos tus sufrimientos. ¡Ánimo, abuela Yolanda!.
Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi y vuestro Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, los objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Gracias, Enmanuel, por el besito que has mandado a la Virgencita.
Marisa - Adiós. Ayúdale, te lo ruego. Estamos todos sufriendo, porque no podemos verla sufrir. Adiós.
Roma, 16 de febrero del 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - He seguido palabra por palabra lo que el Obispo ha dicho y es todo verdad. El secreto de Fátima no ha sido revelado, no es aquello de lo que han hablado los poderosos hombres de la Iglesia. Lo que me entristece y me hace sufrir es que las personas sean tratadas como ignorantes, como si no comprendiesen ni entendiesen. Los poderosos hombres de la Iglesia se permiten decir lo que quieren e imponen a Sor Lucía que diga lo que ellos quieren, obteniendo la obediencia con el chantaje. El secreto, no es el que han declarado. En el momento establecido lo revelaré a mis dos queridos hijitos. ¿Por qué este secreto ha sido guardado durante años y años?. Han impuesto, primero, un silencio de tumba sobre el tercer secreto de Fátima y después, de repente, lo han dicho. El primer secreto no era una profecía y el segundo no ha sido desvelado. La segunda guerra mundial ha comportado la muerte de millones y millones de personas, pero para los hombres de la Iglesia tal guerra no ha sido una tragedia y de todas formas el contenido del segundo secreto no es este. Están manipulando también el tercer secreto como quieren y como a ellos les va bien. ¿Quiénes sois vosotros?. Los hombres de la Iglesia os consideran personas ignorantes que no comprenden y no entienden. Si el secreto hubiese sido hermoso, los papas lo habrían desvelado enseguida; sin embargo, han seguido adelante en silencio. Han pensado que los hombres eran ignorantes. ¿Dios os ha creado ignorantes?. No, los hombres pueden tener poca cultura, pero no son ignorantes. Incluso el más pequeño hombre de la Tierra comprende que el secreto no es el que ellos han revelado.
Orad, orad, porque estos hombres de la Iglesia continúan confundiendo a todas la personas que van a escuchar lo que dicen y luego entre ellos se preguntan: "¿Pero cómo es posible?. Si era hermoso, ¿por qué no decirlo?". Os dejo con este interrogante.
Mis queridos hijos, os doy gracias una vez más, por las oraciones. Doy gracias a aquellos que sufren para el renacimiento de la Santa Iglesia. Esperemos que todo suceda después que hayan revelado cuál es verdaderamente el secreto de Fátima. Es muy importante, como es importante que termine la guerra. Cuando termina una, otras diez empiezan; de esta manera no se llega nunca a la meta que Dios quiere.
Orad, os pido sólo que oréis.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo, sobretodo, a los que sufren muchísimo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Tu no puedes bajar, Marisella, ya que tienes una fuerte bronquitis y las piernas enfermas; si alguno no lo comprende, tu no te tienes que preocupar.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - No he comprendido demasiado bien, quizás formo parte de los ignorantes.
Nuestra Señora - El Obispo, sin embargo, lo ha comprendido perfectamente.
Marisa - Adiós.
Roma, 20 de febrero del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la Madre quiere haceros una pequeña corrección sobre el Ave María, porque tenéis que orar todos del mismo modo. Repetid conmigo: "Ave María, llena de gracia, bendita tu eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu seno, Jesús". Entre vosotros hay quien dice una preposición y quien dice otra, sin embargo, es hermoso orar todos juntos del mismo modo. Esta es una pequeña corrección que os he querido hacer.
Mis queridos hijos, ¿sabéis qué quiere decir amar, tener caridad hacia todos, especialmente con los que sufren?. Una persona que tiene sufrimientos físicos, es Cristo en la Tierra. ¿Cómo cuidaríais a Cristo en la Tierra?. Nada os tiene que molestar, porque en aquel momento mi Hijo Jesús está en la criatura enferma. ¡Cuántos enfermos hay!. Muchas veces vuestra hermana me los encomienda en silencio, especialmente a los enfermos que conocéis. Además de la oración tiene que haber la ayuda y un gran amor, porque el enfermo es mi Hijo Jesús, en él tenéis que ver a Jesús. Yo hablo siempre de caridad, de amor y de sensibilidad hacia los que sufren, pero desgraciadamente no hay mucha sensibilidad, ni mucho amor hacia el enfermo. Cuando en el lugar taumatúrgico todo termina, vosotros volvéis a vuestras casas y no pensáis que hay enfermos que necesitan un poco de consuelo y ayuda. Muchas veces he hablado de este modo, cuando Marisella estaba mal; tampoco hoy está bien y no estará nunca bien, pero no ha habido comprensión. Nadie ha puesto en práctica cuanto yo he dicho; el motivo es que no veis a mi Hijo Jesús en la criatura que está mal. ¿De qué sirve orar si, cuando una criatura tiene necesidad, no hacéis nada?. No pongáis de nuevo la excusa de que no queréis molestar, porque ésta es solamente un excusa. Vuestra hermana ora todos los días por cada uno de vosotros y sobretodo por quien está enfermo; haced algo también vosotros. Orad por la paz y ayudad al prójimo que sufre; Jesús estará contento.
Mis queridos hijos, hay personas que vosotros no podéis ni siquiera imaginar, cuán probadas son. No miréis si sonríen o si bromean, porque el enfermo, a veces, se comporta así para no llorar. Hablando a mis dos hijos, dije: "El sufrimiento os consumirá" y ahora, día a día, está consumiendo también a la abuela Yolanda. ¿Por qué nadie va a ver a esta pobre abuelita?. Los hombres van a ver a las personas poderosas, a las ricas y que tienen un buen aspecto, en cambio Jesús ayuda a las personas pobres.
Yo hablo, hablo, hablo; ¡cuántos, cuántos, cuántos mensajes os ha dado Dios!. ¿Quién los ha puesto en práctica?. ¿Quién hace lo que Dios dice?. Vosotros pensáis en la guerra y en tantas personas lejanas que mueren, pero por las que están cerca no hacéis nada.
Me he permitido deciros todo esto porque me hace sufrir la falta de amor hacia los hermanos; esto no es bonito y Jesús no lo quiere. Tampoco la Virgencita, la Madre de la Eucaristía, quiere esto.
Gracia por vuestra presencia.
Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos; bendigo a todos los enfermos, a los niños y a la abuela Yolanda. Os traigo a todos junto a mi corazón, porque ésta es caridad, y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Buenos deseos a todos los enfermos.
Marisa - ¿La gripe no te afecta?. Adiós. No digo nada más, no pregunto nada: será como Dios quiera. Sí, está bien. Adiós.
Se ha ido.
Roma, 23 de febrero del 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos, la Madre os da las gracias por vuestra presencia; aunque algunos están ausentes, quien por salud, quien por otros motivos, pero yo ruego también por ellos.
Mis queridos hijos, es hermoso vivir en un pequeño rincón de paz, porque en otras partes hay guerra. Los poderosos continúan hablando, dicen muchas palabras, pero no saben hablar de amor.
A propósito del amor, el jueves pasado hablé de amor, de caridad, sobretodo hacia los ancianos, hacia los enfermos, aunque éstos no se den cuenta de quien va a verlos y dos personas faltaron a la caridad. Éstos, que estaban presentes en los cantos y tenían que ir a Misa, aunque sabían perfectamente que, terminadas las pruebas, el Obispo habría celebrado la Santa Misa, se fueron sin ni siquiera volverse a mirar y saludar a una pobre abuela anciana, enferma, que no abre los ojos y no habla. Esta falta de amor, no ha hecho sufrir sólo a la vidente, sino también a los jóvenes que estaban presentes en las pruebas de canto; esto no es bonito. ¿Qué vengo a hacer yo?. El jueves hablé de caridad, de amor, sobretodo hacia los enfermos, porque el enfermo es mi hijo Jesús. Venís aquí, escucháis, os recogéis en meditación, oráis y después no hacéis lo que Dios dice. Oh, habría sido tan hermoso, entrar en aquella habitación, hacer una pequeña caricia y después ir a la Santa Misa. Algunos pasan de un extremo al otro, están siempre o se alejan definitivamente; esto no es bonito, ésta no es caridad.
Acordaos que la caridad es primero que todo, primero la caridad y luego todo el resto; la Santa Misa es importante, la Comunión es importante, pero si faltáis a la caridad, ¿para qué valen la Santa Misa y la Santa Comunión?. Para nada. Esto sirve también en lo que se refiere a los otros enfermos de la comunidad. Vais a ver a una persona que os habla y os mira, pero si la persona enferma no habla, no abre los ojos, no dice nada y, por suerte o por desgracia, comprende todo, porque Dios le ha dejado todavía la inteligencia de entender, os vais y decís: "De todas formas no ve, no oye, está con los ojos cerrados, vamos a Misa". La Santa Misa más importante es estar la lado del enfermo. Yo he hablado de caridad, sin embargo, después de un solo día, algunos han faltado a la caridad. ¿Quién falta a la caridad?. Las personas que están siempre presentes. Entonces, Dios, ¿por qué motivo me manda aquí, a este lugar taumatúrgico, para hablar?. Vuestro Obispo, que dice muchas palabras y os explica punto por punto cada cosa, ¿para quién habla? ¿A quién habla?. Tiene razón cuando dice que quizás los animales y las piedras escuchan mejor. Cualquiera que sea el enfermo, ha de ser respetado. Me interesa mucho que el enfermo sea respetado, porque es mi Hijo, que está enfermo, porque el enfermo es Cristo. Os lo he explicado bien, el jueves he hablado casi todo el tiempo de esto, de la caridad. ¿A quién he hablado?. ¡Oh, cuánto hay que caminar todavía!. Estas personas hace años y años que vienen. No digo nada más, porque haría reprimendas todavía más fuertes.
Mis queridos hijos, quiero que comprendáis lo que digo: los que se han ido me parecían el gato y la zorra.
Perdonad esta osadía mía. Mis mensajes eran muy hermosos, daban fuerza y valor, pero desde hace un tiempo por culpa o de los hombres poderosos de la Iglesia, o de los hombres poderosos del Estado, o de algunas personas de esta comunidad que se comportan mal, porque faltan a la caridad, ya no puedo dar una carta de Dios sin reclamos maternos. ¿Quién sufre por esto? ¿Quién tiene sensibilidad, quién tiene amor, quién tiene caridad?. Vuestra hermana ha tenido caridad, porque ha dado la vida por una persona enferma, pariente de una de aquellas que se han ido.
¿Cómo podéis faltar a la caridad y después recibir a mi Hijo Jesús?. ¿Habéis faltado hacia mi Hijo Jesús y después recibís a mi Hijo Jesús?.
En estos momentos, si no os quisiera os diría: he hablado mucho, os he dado muchos consejos, ahora haced lo que queráis, caminad como queráis, yo no diré nada más. En el fondo, ¿qué diferencia hay entre los hombres de la Iglesia que no escuchan a Dios y algunos de entre vosotros que no escuchan ni a Dios, ni a mi, ni al Obispo, cuando hablamos?.
¿Es posible?. Sin embargo, hablo a personas inteligentes. Últimamente ha habido varios aniversarios de los milagros eucarísticos y es siempre el Obispo el que tiene que recordarlo, tiene que recordarlo, tiene que recordarlo. Entonces ¿qué efecto han hecho en vosotros los milagros eucarísticos?. Querría que reflexionaseis durante 5 minutos antes de empezar la Santa Misa. Cuidado, no toméis la Eucaristía después de haber faltado a la caridad. Si no vais a ver a quien habla, a quien ríe, a quien bromea, no iréis tan siquiera a ver a una persona que está echada en una cama, que no habla, que no abre los ojos, que no responde. Orad a Dios para que esto no os suceda también a vosotros. Yo quiero mucho a mi abuela Yolanda y me hace sufrir mucho cuando veo estos comportamientos. ¿Cómo se puede faltar a la caridad cuándo el jueves hablé sólo de caridad y dije: el enfermo es Cristo, el enfermo es mi hijo Jesús?. Y después con tanta facilidad vais a recibir el Cuerpo de Cristo.
¿Esperáis algo de Dios?. Lo siento por mis dos queridos hijitos, pero ¿qué tiene que daros Dios?. ¿Qué le dais vosotros a Dios y al hombre?. ¿Dónde está la caridad que yo os he enseñado?. ¿Dónde está el amor?. La carta de Dios hablaba de amor y de caridad hacia el enfermo, hacia los pobres, hacia los niños. ¿Quién ha hecho esto?. Nadie. No han respetado al enfermo que es Cristo y van a recibir a Cristo.
Tenía que hablaros del tercer secreto de Fátima, tenía que daros muchas hermosas noticias, pero me he visto obligada, una vez más, a hablar de caridad y de amor. Recordad que la abuela Yolanda no ha hecho nunca daño a nadie, ha querido siempre a todos, ha respetado a todos, incluso a quien la ha hecho sufrir durante años. Pero hay quien la ama; Dios la ama, yo, la Madre de la Eucaristía la amo, el pequeño Enmanuel la llama a menudo: "Abuela Landa, abuela Landa".
Marisella besa en mi nombre a tu madre, dile que la amo mucho.
Marisa - Esto te lo manda la Virgen, ¿has oído?. La Virgencita te manda un beso grande.
Nuestra Señora - Os doy gracias por vuestra presencia. Junto a mi obispo y vuestro, a pesar de todo, os bendigo, a vuestros seres queridos, pero sobretodo, bendigo a los enfermos: Ana, Pedro y muchos otros que, lejos de Roma, se encomiendan a las oraciones. Os traigo a todos, todos, todos, incluso a los que han faltado a la caridad, junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Perdonadme, pero tenía que hablar de esta manera. Sea alabado Jesucristo. Adiós. Enmanuel, ¿das un besito a la Virgencita?. Adiós.
Marisa - ¿Qué quieres hacer?. Somos criaturas humanas.
Se ha ido, tenía las lágrimas en los ojos.
Roma, 27 de febrero del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.
El gran don que Dios da a los místicos es el sufrimiento, la unión continua con Él. Cuando Dios escoge a un alma, la hace suya de todos los modos. Tu te preguntas todavía: "¿Quiénes son los místicos?". Tú eres una mística, porque Dios te ha elegido. Yo no os pido tantos compromisos, sacrificios y renuncias, porque Dios en sus cartas no ha pedido todo esto. Dios conoce vuestro sufrimiento y conoce a los que hacen sufrir. Poco a poco os daréis cuenta que estas personas que os han hecho sufrir tanto y que aún os hace sufrir, se desmoronarán una después de la otra. Permaneced unidos a Dios, apretad aún los dientes y luchad, sin polemizar ni criticar. Los grandes místicos están unidos a Dios y a las almas que aman a Dios y a la Iglesia.
Referente a la guerra, los poderosos no hacen otra cosa que hablar continuamente y si, finalmente, Dios no interviene, la guerra llegará. ¿Es culpa de Dios si ocurre todo esto, o es culpa del hombre que persigue siempre el poder y el dinero?. ¿Es culpa de Dios si hay sacerdotes que no están en orden?. Estas personas se desmoronarán una tras otra, no os preocupéis. Ya sé, que para vosotros cada día que pasa es duro, pero os acerca a la victoria. Orad todavía.
Sé, Excelencia, que no querrías celebrar tu quadragésimo año de sacerdocio, pero Dios quiere que lo celebres con tus seres queridos; cuando digo seres queridos, quiero decir tus jóvenes y las personas que te quieren. No te pido que celebres la novena, es demasiado para quién tiene personas enfermas en casa; te pido sólo que hagas un triduo: el 6, el 7 y el 8 de marzo. Acepta, no te alejes de lo que los otros quieren hacer y celebra tu quadragésimo año de sacerdocio. Ya te he dicho una vez que cada Santa Misa que celebras salva al menos a un sacerdote o a un fiel; piensa en cuantas almas has salvado en cuarenta años de celebraciones eucarísticas, y a veces, ¡no una sóla, sino muchas almas se han salvado!. Piensa ¡cuántas personas, un mañana, en el Paraíso, vendrán a darte las gracias por haberlas ayudado a subir al Padre!. ¡Ánimo!. Ánimo a todos vosotros, hijos míos, jóvenes, ánimo a ti, Marisella, necesitas mucho, mucho valor y mucha fuerza.
Marisa - Deja pasar al menos el 9 de marzo.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la Madre os da las gracias a los que oran, a los que hacen adoración y que ayudan a estos dos hijos míos.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros enfermos, a los objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Marisa - Pero, ¿es grave?.
Nuestra Señora - Sí, tres personas están graves. Ahora lleva mi beso a la abuela, Marisella, y dile que estoy siempre a su lado, incluso en el sufrimiento.
Marisa - ¿Por cuánto tiempo me la dejarás disfrutar todavía?. ¿Podrías llevarnos a las dos?.
Nuestra Señora - Ahora vamos a besar a la abuela, ven.
Marisa - La Virgencita te manda un beso y está siempre a tu lado. ¿Has oído?.
Nuestra Señora - Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Como quieras, de todas formas si digo no, vosotros decís sí. Quería decirte tantas cosas, pero quizás es mejor que hablemos a solas, tu y yo. Adiós. ¿Y ahora?.
Obispo - ¿Y ahora?. Adelante.
Mensajes de Marzo de 2003
Roma, 1 de marzo del 2003 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy es el primer sábado de mes y, como quería demostraros, son siempre las mismas personas las que obedecen a Dios. Dios ha dicho que el primer sábado es importante, porque las apariciones abiertas a todos han empezado el primer sábado del mes, pero con el paso del tiempo, las personas se han cansado de venir a orar en este día tan hermoso e importante.
El jueves pasado os he hablado de los místicos: el místico es el que está cerca de Dios, hace su voluntad, sufre y abraza la cruz con todo el corazón. Vuestra hermana no os ha dicho nunca qué ocurrió en el lejano 1971, cuando sanó a un niño, solamente tocándolo. Dios le dijo: "Toca las piernas de este niño y ora". Ella obedeció y el niño sanó. Hoy está casado y tiene 5 hijos, todos sanos. Os preguntáis: ¿Por qué esto no sucede a todos?. Aquel día, Dios lo quiso así, pero otras veces, decide diferentemente, porque quiere el alma para sí.
Vuestra hermana está orando muchísimo para Ana, Pedro, abuela Yolanda y para todos los niños y las personas que están en el hospital. Ella ora por todos, pero estando enferma, no ora nunca para sí misma, porque el don que ha recibido es para todos, no para ella; esto, vosotros, lo sabéis perfectamente, pero cada poco es necesario repetiros las mismas cosas, porque lo olvidáis todo con mucha facilidad. Cuando Dios llama a las almas, no es para sí mismas, sino para los otros. Aquellas personas que dicen que ven a Jesús y a la Virgen y no sufren, y tienen todas las alegrías de la Tierra, no son ni místicas ni videntes.
No tengo otra cosa que deciros sino que oréis por la paz, antes que nada en las familias y después en el mundo.
He pedido que hagáis el triduo para el aniversario de la ordenación sacerdotal de vuestro obispo. Don Claudio quiere que el 9 de marzo se celebre el sacerdocio, vosotros obedecedle. El viernes 7 de marzo tiene que ser una jornada de ayuno, pero el que no pueda, no tiene que ayunar en absoluto, no tiene que hacerse el héroe. En este momento también uno de los jóvenes no tiene que ayunar en absoluto.
Marisa - ¿Quién es?. ¿Lo puedo saber?. ¿Yo puedo ayunar?.
Nuestra Señora - Tu no tienes que ayunar, en absoluto.
Tratad de celebrarlo del mejor modo posible. Si veis a vuestro Obispo un poco triste y melancólico, tratad de comprenderlo, está muy probado. Si lo amáis, tratad de comprender su estado de ánimo y si sonríe y hace bromas, no digáis que está bien. Recordad: el que sabe esconder sus propios sufrimientos y sus propios dolores bajo la sonrisa o con bromas, es la persona que realmente sufre.
Gracias, gracias, abuela Yolanda.
Ahora con tu hija vengo a darte un beso.
Marisa - Mamá, la Virgencita te da un beso grande, grande.
Nuestra Señora - Gracias a todos por vuestra presencia. Junto a mi y vuestro grande Obispo, santo sacerdote, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. No te preocupes, Marisella.
Marisa - Gracias, gracias. Cada día que pasa te doy gracias. Por la mañana, cuando la veo todavía en la cama, te doy gracias. Adiós.
Se ha ido.
Roma, 2 de marzo del 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. La Madre os da las gracias por las adoraciones y las oraciones por la paz y por la conversión de las personas que todavía hoy, después de años, no son capaces de comprender qué es el amor y la caridad. He hablado tantas veces del amor y de la caridad hacia los enfermos, pero veo que este amor deja mucho que desear, mayormente en algunos que desde hace años frecuentan este lugar taumatúrgico.
Marisa - Deseo recomendarte a Pedro, a Ana, a mamá y a tantas personas enfermas que están en los hospitales. Esta noche me has llevado por los hospitales y he visto muchos enfermos graves. Son numerosos también los que están alejados de Dios, porque no aceptan la muerte. Sólo tú puedes obtener para ellos la gracia de aceptarla, ellos tiene necesidad de la fe.
Nuestra Señora - Si los familiares, en lugar de hablar entre ellos alrededor del enfermo, hablasen con él del Paraíso, todo sería más fácil, pero la mayor parte de los enfermos no comprenden, tienen miedo y se aferran a la vida, dirigiéndose a Dios y a los que lo cuidan, de un modo, a veces, duro y con maldad.
Quizás alguno no lo aceptará, pero el sufrimiento es la consecuencia de la culpa de Adán y Eva; desde entonces ha habido siempre sufrimiento en el mundo, fuerte o ligero. A veces también hay personas que buscan el sufrimiento, pero esto a Dios no le gusta. No tenéis que buscar el sufrimiento, porque cada día tenéis que llevar una pequeña cruz; tenéis que amar a Dios, a Jesús Eucaristía y a mi amado esposo José.
¡Orad!. Insisto mucho en que oréis y ayudéis a los enfermos con amor. Si consideraseis al enfermo como a Jesús con las llagas, los dolores y todas las enfermedades, estaríais inclinados sobre él para cuidarlo, para ayudarlo y amarlo. Esto se ha de hacer con todos, porque cada enfermo es Cristo que sufre.
Gracias, una vez más por las oraciones. Os lo ruego, haced el triduo por vuestro Obispo y sobretodo por el sacerdocio. Gracias.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
¿Pensabas que me había olvidado de besar a tu madre?. No, mientras esté aquí, iremos a besar a tu mamaíta; yo ya estoy allí.
Marisa - Yo estoy aquí. Perdona si camino así, pero no puedo andar esbelta.
Mamá, la Virgencita te manda un beso grande, grande. ¿Estás contenta?.
Abuela Yolanda - Sí.
Marisa - Me parece que está peor que ayer. Mamá, ¿qué te pasa?. ¿Estás cansada?.
Abuela Yolanda - No.
Marisa - Créeme, es difícil aceptar, pero ayúdame.
Nuestra Señora - Id en paz. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 6 de marzo del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy empieza el triduo de preparación para la gran fiesta del sacerdocio, para la fiesta de vuestro Obispo.
Es triste, a veces, hablar de ciertas situaciones o de ciertas personas. La felicidad viene solamente de Dios, solamente Dios puede hacer feliz al hombre. Si el hombre no es feliz, quiere decir que no está en gracia. Dios ha elegido a Su Excelencia Monseñor Claudio Gatti y le ha dado el episcopado, pero los hombres, especialmente los poderosos hombres de la Iglesia, no lo han comprendido. No tenéis que pensar que Dios no ve todo lo que sucede en el mundo: Él ya ha empezado a realizar sus programas. Ni siquiera podéis saber hasta qué punto Dios es capaz de hacer que se desmoronen sus enemigos, como bolos, uno tras otro. Os pido que os abandonéis a Dios, siempre, aceptad la voluntad de Dios. Sé que es muy difícil, pero cuando aceptáis su voluntad, os sentís bien, incluso si vuestro corazón protesta ruidosamente. Querríais dar más, querríais hacer más, querríais amar más. Este amor, este hacer y este dar que siente vuestro Obispo es objeto de envidia y de celos por parte de sus hermanos. La envidia y los celos, como dijo una vez Dios en una carta suya, llevan a la calumnia y a la difamación. El que calumnia o difama a un hermano, aunque aquello que dice sea verdad, peca gravemente, ofende gravemente a Dios.
Vosotros esperáis desde hace tiempo, desde 1999, que Dios intervenga, pero las guerras no se han detenido. Vosotros no podéis saber lo que ocurre detrás de los muros de ciertas iglesias, no podéis comprender, sois demasiado pequeños para comprender. Permaneced pequeños, sed felices de ser pequeños, porque entonces comprenderéis más a Dios, amaréis más a Dios y seréis felices con Dios. Lo sé, estos hombres de la Iglesia, tratan de destruir las obras de Dios. Después del último golpe de Satanás, no se han aplacado; no se aplacan sólo por envidia y celos en lo referente a vuestro Obispo. Ellos han sido llamados por Dios y después lo han traicionado. Vosotros tenéis un Obispo que no ha traicionado nunca su vocación, no ha calumniado ni difamado; ha sido siempre sincero, leal, honesto, respetuoso hacia todos. Tenéis que dar gracias a Dios por este Obispo, especialmente en estos tres días del triduo. Si Dios decide hacer lo que ha prometido, bienvenido sea, bienvenido sea. También yo, junto a vosotros, digo: lo más pronto posible, porque hace tanto que estáis esperando. Leo en vuestros corazones tantos pensamientos que protestan, especialmente en el corazón de mi amado Obispo y de esta pobre vidente, echada de todas partes. Vosotros no podéis comprender qué grande es su sufrimiento y con cuanta ansia esperan lo que vosotros esperáis. El don más grande será para ellos, sobretodo para mi amado Obispo.
¡Orad! He pedido el ayuno, pero tenéis que ser inteligentes: puede hacer el ayuno el que está en condiciones físicas de poderlo hacer. Me repito, quien no pueda, no tiene que hacerlo, porque Dios lo acepta todo. Hay otros ayunos: el ayuno del cigarrillo, el ayuno de la televisión. Se pueden hacer pequeños florilegios: no comer la fruta o comidas exquisitas.
Vuelvo a repetir: el que no está bien, que toma muchas medicinas, el que padece sufrimientos físicos y morales no tiene que hacerlo. Tampoco el que no es capaz de hacerlo, no es obligatorio, pero el que lo observa hace un sacrificio por el Obispo y por todos vosotros.
Hoy, un alma ha subido al cielo, está salvada, ya no está entre vosotros. Yo me alegro porque era una hermana que ha amado siempre y que ha sufrido siempre. Vosotros os preguntáis: "Pero, ¿para salvarse es necesario sufrir siempre?". No, para cada día es suficiente su pena; hay quien sufre más, hay quien sufre menos y hay quien sufre muchísimo.
Mis queridos hijos, amaos, amaos y convertíos. Ayer, miércoles de ceniza, el Obispo ha repetido a cada fiel: "Convertíos y creed en el Evangelio". Sólo quien cree en el Evangelio y lo observa se salvará. Gracias.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los enfermos, bendigo, sobretodo a Ana y Pedro y a la pequeña abuela Yolanda, pequeña porque cuando se tiene una edad avanzada se vuelven pequeños; en su silencio, sufre muchísimo. Mando un beso a los niños, sobretodo a los niños enfermos. Os traigo a todos, todos, todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Sí, ya lo sé, ya lo sé. Está bien, adiós, adiós. Te ruego: ve ante Dios e implóralo, no por mi, sino por el Obispo. Tu eres Madre, Hija y Esposa de Dios. Nosotros hemos quedado pocos, pero os queremos. Ve ante Dios, no puede defraudarnos. Tu has dicho muchas veces que Dios no defrauda. Se ha ido.
Roma 9 de marzo del 2003 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Soy vuestro Jesús; junto a mi Madre y vuestra y a mi padre José, he venido aquí, circundado por todo el Paraíso, para felicitar al Obispo, que se ha dado todo por las almas. Vosotros esperáis algo grande, algo hermoso, pero mientras la guerra no se aquiete, mientras los terroristas continúen destruyendo al hombre, ¿cómo puede el Grande y Supremo daros lo que esperáis?. Pero habéis tenido ya la gracia más grande, el don más grande que hoy confirmo: el Triunfo de la Eucaristía, la Victoria espiritual, por ahora esto es lo que cuenta.
También Yo, Jesús, he vivido muchas tribulaciones, he esperado las decisiones de mi Padre Celeste; he inclinado la cabeza y he dicho: "Me abandono a Ti, oh, Dios" y he llorado. Vosotros habéis recibido más de Mi, habéis recibido el don más hermoso que Dios podía haceros: el Triunfo de la Eucaristía y el Triunfo de la Verdad. Muchos sacerdotes saben dónde está la verdad, pero no siendo hombres llenos de Dios, no son valientes, no luchan por la verdad, no reconocen que están equivocándolo todo y que la Iglesia va a la ruina. No os engañéis cuando veáis tanta gente recogida en la iglesia, especialmente cuando va el Santo Padre. Son los párrocos los que invitan a los fieles a ir a la iglesia, al menos cuando va el Papa. Vosotros no tenéis necesidad de estas invitaciones para ir a la iglesia porque, bajo el perfil espiritual, estáis muy altos.
¿Os dais cuenta que a cada pequeña falta que cometéis, la Madre está dispuesta a reprenderos?. Con los otros no hace esto, porque a vosotros, Dios os ha pedido más y os dará más. ¿Qué hay en la Tierra más hermoso y más grande que el triunfo de la Eucaristía?. La Eucaristía ha triunfado y triunfa cada día, porque la recibís en gracia.
Quizás, Excelencia, éste no es el regalo que esperabas, pero que deseabas mucho, mucho más y tienes razón, tienes mucha razón. Pero tienes que culpar a los poderosos, a los grandes hombres de la Iglesia, que piensan sólo en sí mismos y en ser más ricos y poderosos. Sí, cuanto Dios ha prometido tarda en realizarse.
Recuerda: tu estás con Dios, los otros no están con Él: viven para sí mismos, fingen ser amigos e hijos de Dios, pero en realidad entre ellos hablan mal el uno del otro, porque tienen envidia y celos. Aquí se ha realizado el don más hermoso: el Triunfo de la Eucaristía y el Triunfo de la Verdad. No pidáis todavía a Dios que la Verdad triunfe en todo el mundo, porque poco a poco está triunfando. Los hombres saben perfectamente dónde está la verdad y si hacen ver que no conocen esta verdad, será peor para ellos.
Quiero felicitarte una vez más, aunque probablemente no aceptarás, pero te ruego, deja que todo el paraíso te felicite. ¿Preferirías ser como los otros?. ¿Preferirías ser como los que delante hablan de un modo y por detrás traicionan, calumnian y difaman?.
Sé feliz y contento con tu rebaño. Te he dicho que los enemigos de Dios poco a poco caerán uno después del otro como bolos y la verdad triunfará incluso sobre los hombres que no creían.
Hay cuatro, cinco personas que continúan destruyendo tu rebaño, pero sobretodo a ti y a la vidente, diciendo sobre vosotros frases muy graves y ofensivas. Ellas lo sabe, ya le he dicho quiénes son. Esta mañana en lugar de estar sufriendo por lo que han dicho, ella es feliz y sonríe. No importa lo que digan, la única cosa que tiene que preocuparos es vivir en gracia e Dios, el resto no tiene importancia.
Excelencia, dame la posibilidad de felicitarte, aunque si en este momento en tu corazón, probablemente no lo aceptes. Quizás no me he explicado, quizás no has comprendido bien quien eres delante de Dios y delante de los hombres que creen y saben perfectamente que estás en la verdad y que los poderosos lo han equivocado todo. Un día tu hermana te dijo: "Don Claudio, tu hasta ahora has sido un cáncer para los grandes hombres de la Iglesia, especialmente para Ruini que se ha liberado de este cáncer". Pero el cáncer puede reflorecer, no el de la enfermedad, naturalmente. Cuando ayer cantasteis "El desierto florecerá", pensé en este reflorecimiento. Cada día que pasa esperáis el gran día. No, abandonaos a Dios y decid: "Gracias, mi Dios, gracias porque nos ha dado la fe, porque nos has dado la caridad hacia todos y porque nos has dado la esperanza de que un día todo triunfará.
Nuestra Señora - Soy María, Madre de la Eucaristía, y estoy de acuerdo con todo lo que ha dicho mi hijo Jesús. Don Claudio, yo, como Madre, estoy muy cerca de ti y sufro contigo. Leo en tu corazón tantos pensamientos que querrías decir, pero por amor de todos, no hables; te doy las gracias por esto.
San José - Excelencia queridísima, soy tu amado José. ¡Si supieras cuánto te amamos y cuánto consideramos lo que haces por la Iglesia y por los hombres!. Hoy, Dios, hace mi estatua taumatúrgica, sobretodo por ti. Quizás en tu corazón estás pensando: "¿Qué haré con esta estatua taumatúrgica?. Lo que has hecho con todas las demás.
Mis queridos hijos, mi pequeño rebaño, no repitáis cada días los mismos lamentos, no acoséis con vuestras preguntas al Obispo, así solamente lo hacéis sufrir. Vivid cada día lo que Dios os presenta; por la mañana cuando os despertéis, dad gracias a Dios porque todavía estáis en la Tierra, que gozáis del sol, de la luna, de las estrellas y podéis estar todavía en medio de este rebaño tan amado por Dios, aunque golpeado por tantas tribulaciones.
Os aconsejo que no os canséis nunca de orar. Cuando el pequeño Jesús estaba en la cuna y yo volvía a casa, me ponía de rodillas delante de él y oraba, oraba. No me preguntaba nada, no pedía nada, oraba y adoraba a aquel pequeño ser en la cuna, que a veces estaba silencioso y otras lloriqueaba. Vosotros haced lo mismo, continuad orando cuando tengáis tiempo, orad delante de Jesús Eucaristía, adorad a Jesús Eucaristía porque Él ha triunfado con vosotros y vosotros habéis triunfado con la Eucaristía. La Eucaristía ha triunfado y triunfará todavía. Por eso, yo, José, me uno a vosotros, oro con vosotros y con vosotros amo a Jesús Eucaristía.
Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Sonriendo, id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Dad un aplauso afectuoso y fuerte a vuestro Obispo.
Roma, 13 de marzo del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sé, Marisella, que tienes muchos enfermos que encomendarme.
Marisa - Sí, tengo muchos. Entre ellos hay un joven, Enzo, que si no consigue curarse, ha decidido matarse. Apenas tiene 24 años y pide tu ayuda. Yo te pido: "Si puedes, si es la voluntad de Dios, ayuda a Enzo, Pedro, Ana, Francisca, Juana".
Nuestra Señora - ¿No me encomiendas también a tu madre?.
Marisa - Ya me lo has dicho todo, no me atrevo a pedirte nada más. Tengo tantas personas que encomendarte, te ruego que haya la curación al menos de alguno, si ésta es la voluntad de Dios. Es difícil hacer la voluntad de Dios cuando se refiere a los propios seres queridos. Lo sé, es una gran gracia la de haber tenido a mi madre hasta esta edad, pero cuando la veo sufrir, para mi es difícil aceptarlo.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, cuando tengáis que pedir gracias, hacedlo. Llamad, pedid con insistencia, con fe y Dios, si es su voluntad, os ayudará. Habéis orado mucho, hecho adoraciones, sacrificios y ayunos y yo os repito: "Preguntad, pedid a mi Hijo Jesús todo lo que tengáis necesidad" y después, aunque sea difícil, inclinad la cabeza y decid: "Que se haga la voluntad de Dios".
¿Pido quizás demasiado si os invito a continuar orando?. La guerra, en vez de cesar, se alarga a otros lugares. Marisella, tu pensarás: "Pero, ¿por culpa de los otros, tenemos que pagar siempre nosotros?". Oh, no sois sólo vosotros los que pagáis, sino también aquellos pobres niños, las madres y los padres que mueren, los que se quedan sin techo, sin comida, sin medicinas para curarse. Los hombres hacen una carrera a ver quien dice las palabras más hermosas, sintiéndose grandes y poderosos, pero no terminan nunca.
Os digo a vosotros, casi con cierto engorro: "Orad y aceptad este largo calvario"; recordad y no olvidéis nunca lo que yo, mi Hijo Jesús y mi amado esposo José, hemos dicho al Obispo: "Tu eres el Obispo de la Eucaristía, tu has obtenido el triunfo de la Eucaristía, el triunfo de la Verdad".
Don Claudio, no estás bien físicamente. Si por lo que respecta al campo moral y espiritual, es necesario inclinar la cabeza y hacer la voluntad de Dios, por lo que respecta a la salud tienes que amarte y ayudarte. Me repito: "Dios ha alargado los tiempos, pero no os abandonará y hará lo que ha prometido". Los hombres, sin embargo, tienen que convertirse y cambiar de vida, empezando por los poderosos hombres de la Iglesia y del Estado. Todos luchan haciendo una carrera a ver quien dice las palabras más hermosas. Algunos quieren la guerra, otros no la quieres, pero ¿cuáles son los resultados?. La guerra sigue su curso.
Quiero daros las gracias por lo que hacéis. Vosotros dais gloria a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo y a mi, la Madre de Jesús, vuestra Madre. Gracias.
Junto a mi gran Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Ahora lleva mi beso a tu madre.
Marisa - ¿También a la pequeña Sara?. Mamá, está aquí la Virgencita que te da un beso.
Abuela Yolanda - ¡Gracias!.
Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Quiero hacer la voluntad de Dios, pero en este momento te pido: "Tómame toda, pero salva al Obispo. Estoy dispuesta a sufrir todo lo que quieras. Te encomiendo a Laura, Sara y al pequeño Enmanuel, sobretodo cuando no está la madre, porque yo, desgraciadamente, no tengo la fuerza de hacer nada. Gracias, adiós.
Se ha ido. Es un poco duro aceptar la voluntad de Dios.
Obispo - ¿Es duro?.
Marisa - Es un poco duro.
Roma, 16 de marzo del 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.
Marisa - Ahora no hables de mi, háblanos de Jesús y di algo hermoso que todos esperamos.
Nuestra Señora - Entretanto, la noticia hermosa es: que ha nacido la pequeña Sara.
Abrid el Evangelio y leedlo, allí lo encontraréis todo; no esperéis al jueves para poder oír a vuestro Obispo hablar de la Palabra de Dios y quizás no leéis lo que debéis.
Vuestra hermana no está bien, aunque trata de esconderlo a todos. Os lo ruego: no os canséis nunca de orar, de llamar, pedir, buscar, porque en el momento en el que dejáis la oración, os hundís definitivamente. Orad por vuestros enfermos y por todos los que tienen necesidad. Para una familia el nacimiento de un niño es un hermoso momento. Pero es un momento triste cuando un miembro de la familia tiene que irse, porque es la voluntad de Dios que para esta persona haya llegado el momento. Tenéis que ser siempre fuertes y buscar siempre lo mejor. Cuando os vienen deseos de criticar a una persona, no lo hagáis, mirad sus lados positivos, no sólo los negativos. Si notan o ven algo bonito, no lo dicen nunca, miran siempre si el hermano se equivoca, aunque es humano equivocarse.
Cuando una persona os hable mal de alguno, decidle inmediatamente: "O vienes con la otra persona o no te escucho". Es fácil criticar y es difícil perdonar, pero tenéis que perdonar, porque no habéis hecho tanto camino espiritual que digamos, porque Dios no os pasa ni una.
Mis queridos hijos, ¡cuántos dones Dios ha hecho a este lugar taumatúrgico!. Ahora también la estatua de mi amado esposo es taumatúrgica. ¿Sabéis que quiere decir?. Quiere decir que podéis pedir las gracias, ya sea delante del cuadro del milagro eucarístico, que reproduce a vuestro Obispo, ya sea delante de la estatua de San José y de la Virgen. Aquí, cualquier cosa que toquéis es santa. Las personas que viven en el lugar taumatúrgico son santas, pero no todas, porque hay algunas que hacen sufrir, pero es necesario mirar también sus lados positivos. Aprended a no mirar sólo los lados negativos, sino también los positivos; esto vale para todos, grandes y pequeños.
¡Cuánto has sufrido, hija mía, por la pequeña Sara!.
Marisa - Calla, ésta es una cosa entre tu y yo. Tu, sin embargo, conoces mi oración, sabes por quién oro y por quién ofrezco mis sufrimientos, esto es un lado positivo.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a la abuela Yolanda y le mando mi beso, porque sufre mucho. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Ánimo, Marisella, la jornada es larga.
Marisa - Adiós. He comprendido, está bien así, adiós. Don Claudio, se ha ido.
Obispo - Pero tu lloras.
Marisa - No.
Roma, 19 de marzo del 2003 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy es la fiesta de mi amado esposo y yo había pensado quedarme en silencio junto a él, pero Dios me ha confiado un trabajo que debo desarrollar: bendecir a esta pequeña criatura.
Os agradezco mucho la novena que habéis hecho para mi amado esposo. Él es un hombre muy silencioso, ha sido siempre así. Lo ha aceptado todo en silencio, ha hecho siempre la voluntad de Dios, y todo se ha allanado para él.
Mis queridos hijos, querría que entrase en vuestros corazones que mi amado esposo es un gran hombre, lleno de amor y sensibilidad; me amaba a mi y a mi hijo Jesús más que otra cosa en el mundo. Querría que vosotros padres, y que vosotras madres, amaseis a vuestros hijos más que otra cosa en el mundo.
Marisella, he traído conmigo a las almas salvadas, y entre éstas, hoy está tu querido José y todos los parientes de los que están presentes. Me encomiendas a menudo a las personas para su curación; son tantas, tantas, tantas; pero es necesario inclinar la cabeza y hacer la voluntad de Dios. Hay muchos otros enfermos que esperan la curación o ir a gozar para siempre.
Marisella, toma en brazos a la pequeña. Ven, Enmanuel, tienes que estar al lado de Sara. Tendría que decirte muchas cosas, pero las diré solamente en tu corazón. Sí, es mejor no decir nada, después te hablaré. Ahora dejo el sitio a mi amado esposo José.
San José - Mis queridos hijos, soy vuestro José, el que vuestro Obispo ama inmensamente; por este amor, Dios ha hecho taumatúrgica a esta estatua. Tenéis que imitar a San José, en su silencio y en su recogimiento. Es un hombre fuerte, silencioso.
Mi querido sacerdote predilecto, Obispo ordenado por Dios, ¡si supieses con cuanto amor oramos por ti!. Recuerda siempre que si junto a ti no estuviese Dios, no estuviese la Madre de la Eucaristía y no estuviese yo, el pequeño José, no podrías más. Esto vale para ti y para Marisella. Ya empiezas a perder un poquito las fuerzas, pero, si Dios quiere, te las restituirá. Deseo que hagáis siempre la voluntad de Dios, incluso en los momentos difíciles, en los momentos duros por el sufrimiento, que también puede pasar a todos. No os preocupéis, tenéis que estar siempre serenos y pensar que Dios está con vosotros, mi amada esposa está con vosotros y yo, José, estoy con vosotros.
¡Ánimo!. No olvidéis nunca el silencio interior, el silencio en torno a vosotros. No critiquéis y tened mucha fe y mucha caridad.
Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro y a mi amado esposo José, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños aquí presentes y a los enfermos. Bendigo a la pequeña y gran abuela Yolanda, que se está apagando poco a poco. Bendigo a todos los que están mal. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Dame fuerza, necesito verdaderamente mucha fuerza.
Roma, 23 de marzo del 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Si leyerais los mensajes veríais que muchas veces he dicho: "Orad, haced adoración y ayuno, porqué estallará la guerra, después otra y otra más". Os he dicho también que hay 46 guerras en el planeta Tierra y su número está aumentando. ¿Pensáis que la Madre bromea cuando hace estos anuncios?. ¿Vosotros estáis tranquilos, porque Italia no está envuelta en esta guerra?. Recordad que Italia forma parte de Occidente y puede ser acosada, si no por otra cosa, por despecho, por venganza y rabia, incluso contra el Santo Padre por lo que dice.
Había pedido una jornada de oración por la guerra, había pedido el ayuno y los florilegios y en cambio durante la novena las personas han disminuido. Los que trabajan están justificados, pero los que no trabajan, ¿por qué no hacen el sacrifico de venir a orar?. ¿Es tan duro salir de casa y venir a orar a esta lugar taumatúrgico?. Vosotros pensáis que las personas que hacen manifestaciones por la ciudad para pedir la paz son escuchadas?. No, sólo la oración, el sacrificio, la adoración eucarística y el ayuno pueden detener la guerra. Es inútil dar vueltas por las plazas para obtener la paz. Es necesario encerrarse en una iglesia y orar delante del Santísimo expuesto, es necesario venir a orar a este lugar taumatúrgico, para que termine esta guerra que tenía que durar tres o cuatro días y sin embargo hemos pasado ya de los días establecidos. No es verdad que quieran golpear sólo los lugares donde están las armas y los soldados, golpean también la población civil. Yo no hablo de los dos presidentes, ni de los otros grandes hombres políticos, cada uno tiene una conciencia para comprender el error que está cometiendo. El hombre, creado por Dios, es considerado un objeto; los niños y las madres son usados como escudos humanos.
Alguno todavía se acerca a la vidente para preguntarle cuando llegará el triunfo de la verdad. Espiritualmente hablando, el triunfo de la verdad ya ha llegado y ya se ha realizado el triunfo de la Eucaristía. Preguntad sin embargo a la Virgen, a San José y sobre todo a Jesús Eucaristía cuándo terminarán todas estas guerras. ¿Es este el mundo que Dios ha creado?. El hombre sabe ser cruel y malvado. También en las familias hay guerra: los padres y los hijos son malos y crueles. Hay guerra en los ambientes de trabajo, por todas partes imperan celos y envidias. ¿En qué se ha convertido este mundo que Dios ha creado?. Tenía que vivir en la paz y con alegría, sin embargo está destruido por la guerra. Por esto Dios me ha dicho: "Dirígete a mis hijos, a aquel pequeño rebaño que va a orar al lugar taumatúrgico, y diles que intensifiquen la oración, los sacrificios, los ayunos y las adoraciones eucarísticas". Cuando estáis delante de Jesús Eucaristía hablad también vosotros, no dejéis hablar sólo al Obispo, porque sabéis que es una avalancha de palabras y que Jesús habla dentro de él. Pero también vosotros decid alguna cosa a Jesús, llamadlo en ayuda de aquellas madres, de aquellos niños que mueren cada día, de aquellas personas enfermas que están en los hospitales y por los enfermos de la comunidad; esto es caridad y amor, esto significa tener una gran fe en Dios. Tenéis que repetir: "Dios mío, haz que esta guerra termine pronto"; no por los grandes hombres, porque se llevarán mucho dinero, sino por los niños y las madres, por los padres y los hijos que van a luchar, estos últimos son todos jóvenes. Vosotros vivís todavía en una nación bastante tranquila: orad para que esta tranquilidad dure y que todo se aplaque. Esta es la verdadera victoria, este es el triunfo de la verdad. Sin embargo termina una guerra y empiezan cinco, seis, siete, incluso diez, no sólo las que conocéis. Hay guerra en Angola, en el resto de Africa y en otras partes del mundo, por todas partes hay guerra. Es triste hablar de estas cosas.
Las cartas de Dios están llenas de amor, pero también hacen sufrir, porque Dios sabe lo que sucederá y sabe lo que quieren verdaderamente estos hombres poderosos. ¿Cuándo llegará la paz?. La Madre está preocupada por los niños que nacen y por los padres. He oído a la abuela Yolanda que decía llorando: "¿Por qué de nuevo la guerra?. Yo he vivido dos feísimas. ¿Quizás porque no oro suficiente y no puedo recitar el santo Rosario?". No, hija mía, tu ya sufres bastante, di las oraciones que puedas decir. La otra noche yo, La Virgen, he llegado y le he dicho: "Llama a Elena y Laura, hazlas venir a la habitación y ora con ellas". Abuela Yolanda, en plena noche, las ha llamado y han orado por la paz. Este gesto, hecho por una pobrecita que está en la cama con dolores y tiene sus años, es muy hermoso; el que pueda que lo haga, pero cuando estéis solos en casa recitad una oración y dirigiendo la mirada a Jesús, decid: "¡Ayúdanos, Jesús!". Decir un Padre Nuestro no creo que sea una pérdida de tiempo. Gracias.
El martes, si no me equivoco, como hace vuestro obispo que se equivoca en las fechas y horarios, me celebraréis a mi, la Madre de la Eucaristía. ¿De acuerdo, Excelencia?.
Obispo - Está bien, está bien.
Nuestra Señora - Os ruego, que el pueda, que no tiene problemas de trabajo, e incluso el que los tuviese y hubiese de llegar con un poco de retraso, que venga aquí. Después de la santa Misa, si es posible, quedaos para hacer adoración; arranquemos esta gracia a Dios.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno, especialmente a los enfermos de la comunidad. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Se ha escapado enseguida, como si tuviese prisa.
Obispo - Se ha ido a rogar a Dios Padre por la paz.
Roma, 25 de marzo del 2003 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es triste para mi hablaros, porque vuestro Obispo y la vidente están sufriendo como nunca por el silencio de Dios que todavía continúa. Hay muchas guerras en el mundo. Hay hombres malos y no soy capaz de haceros comprender el motivo por el que Dios no hace algo a estos, por culpa de los cuales están pagando dos inocentes. Es difícil comprender la razón de este silencio.
Marisa - Yo puedo hablar en mi nombre: no comprendo por qué Dios continúa en su silencio, sólo sé que me ha pedido muchos y muchos sufrimientos, como a ningún otro hombre y tu misma has reconocido. Esta tarde he bajado y estoy presente por el Obispo. ¿Por qué continuáis destruyéndonos y haciéndonos sufrir de un modo tan espantoso, que ningún hombre de la Tierra puede entender?. ¿Por qué?. Tengo deseos de preguntar: ¿Por qué Dios no escucha nuestras súplicas y oraciones?. Pide a este pequeño rebaño que ore, que haga adoración, sacrificios y ayunos; a mi me ha pedido todo lo que se le puede pedir a una criatura. ¿Por qué no interviene y continúa haciéndonos sufrir de este modo?. Has dicho que no tenemos que preguntarnos tantos porqués, pero yo tendría mil. Es difícil responder a los porqués de Dios, pero quiero preguntarte igualmente: "¿Por qué Dios nos ha puesto en este camino tan difícil, duro y lleno de sufrimientos?. Ha hecho milagros eucarísticos, pero con qué finalidad?. Dinos, ¿para qué sirve todo esto?. Por un milagro eucarístico, en otros lugares han construido basílicas y enormes iglesias, en cambio nosotros, después de tantos milagros eucarísticos, hemos padecido sólo mucho sufrimiento. ¿Tenemos que callar y pagar siempre?. ¿Es necesario sufrir siempre?. Ayuno, sufrimiento, oración: eh ahí nuestro pan cotidiano. ¿Hay Paraíso para nosotros?. Para ir al Paraíso ¿tenemos que pasar por este largo Calvario?. Pues bien, me vienen deseos de decirte: "¡Prefiero estar en el lugar de los otros videntes, que han gozado, han tenido y continúan teniéndolo todo, incluso si ya no te ven, antes que sufrir de este modo!". No sufrimos solamente nosotros, sino también estas criaturas que vienen casi todos los días a orar, a hacer adoraciones y entre ellos hay quien hace ayuno, quien sufre y quien está mal. ¿Por qué todo esto?. ¿Cuál es nuestra alegría?.
Nuestra Señora - Sigue, Marisella, di todo lo que quieras decir.
Marisa - ¡Oh no!. Si tuviese que decir todo lo que siento en mi corazón, creo que los otros podrían incluso escandalizarse y no comprender. Yo os amo mucho; es verdad; cuánto más se ama, más se sufre. Dios lo puede hacer todo, ¿por qué no hace algo por nosotros que lo amamos tanto?. ¿Por qué no hace algo por nosotros?. Yo no puedo más con tanto sufrir y sufrir. Dios me ha pedido sólo sufrimiento desde que he nacido. ¿Por qué no me da también un poco de alegría?. Tu has gozado en la Tierra con tu esposo y con Jesús, pero a nosotros, ¿no nos puedes dar un poco de alegría?. Dios, ¿no nos puede dar un poco de alegría?. Ha pedido además los sufrimientos de una mujer de 96 años por la Iglesia y por la paz. ¿Qué hacen los hombres de la Iglesia?. ¿Por qué el Papa no interviene?. ¿Por qué no llama a este Obispo y reconoce lo que es?. ¿Por qué?. ¡Dímelo!. Hazte oír por todos. ¿Por qué nos has reducido así?.
¿Lloras tu también?. ¿Por qué?. Tu lo sabes, ¡haznos saber algo!. ¿Es posible que este Obispo no os de un poco de compasión?. En estos momentos pedimos ¡compasión y piedad!. ¿Tenemos que continuar hasta la muerte de este modo?. Los hombres van al Paraíso orando, no sólo sufriendo y sufriendo. ¿Por qué?. ¿Por qué la gente nos odia tanto, empezando por los grandes hombres de la Iglesia hasta los pequeños, y nuestros parientes?. ¿Por qué has permitido todo esto?. Si tu no puedes hacer nada, pídeselo a Dios; ¡ve, no te quedes ahí mirándome!.
Nuestra Señora - Marisella, comprendo tu dolor, tu drama.
Marisa - No me repitas las mismas cosas, no las quiero oír.
Hoy es tu fiesta; Dios había indicado el día 25 de marzo como fiesta de la Madre de la Eucaristía, hasta que la Iglesia no reconociera las apariciones y el título. El papa ha invocado a la Madre de la Eucaristía y lo han censurado, quitando esta invocación. Pero es que la Madre de la Eucaristía ¿tiene la peste?. Si se invoca a la Madre de la Eucaristía en las iglesias, el sacerdote está dispuesto a gritar. ¡Díselo a Dios!. ¿Qué espera aún?. ¿Dios espera aún? ¿Qué?. Ha habido conversiones, la guerra ha terminado y ha comenzado otra. ¿Qué quiere Dios de nosotros?.
Nuestra Señora - Yo creo que os ha pedido una prueba en tal manera grande
Marisa - ¡No quiero más pruebas, porque no puedo más!. Yo no sé lo que el Obispo decidirá, pero yo no puedo más. Creo que tampoco estas pobres personas aquí presentes no pueden más. Vienen a mi y me preguntan, pero yo ¿qué puedo responder?. No sé nada.
Nuestra Señora - Marisella, trata de escucharme: si Dios ha pedido esta prueba, habrá sin duda un motivo grande. ¿Qué puedo decirte a ti y a vosotros aquí presentes?. Vuestra hermana no quiere oír las mismas palabras.
Marisa - No es que no quiera oírte, yo no quiero oír siempre: "Orad, sufrid, ayunad". Dios no olvida lo que promete, Dios mantiene su promesa, ¿pero cuándo?, ¿cuándo estemos todos muertos?.
Espero que Dios no se haya ofendido conmigo, yo no soy digna ni siquiera de nombrarlo, pero que haga algo por nosotros, si verdaderamente nos ama, como ha dicho.
No tengo nada más que decir, sólo te ruego: Madre de la Eucaristía, ora con nosotros y ves con Dios. Ciertamente ha oído lo que he dicho. Esperamos, pero no hasta la muerte, los otros no quieren morir sin saber, sin conocer.
Mira al Obispo, déjate ver por él, no delante de todos, cuando esté sólo en su habitación, habla con él, dale un poco de fortaleza y coraje. Antes que ser sacerdote es un hombre, hecho de carne y hueso como todos. ¿Por qué lo hacéis sufrir tanto? ¿Por qué ha amado demasiado? ¿Por qué ha hecho su deber y ha seguido las palabras del Santo Evangelio? ¿Por qué?.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, no me queda más que daros mi bendición, junto a mi querido Obispo, si quiere. Tratad de ir en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Pido perdón por lo que he dicho, pero he dicho con el corazón lo que tengo en el corazón. Este silencio de Dios me hace sufrir muchísimo. Adiós.
Está bien, haré todo lo posible.
Obispo - Has sido valiente, has dicho lo que has creído que tenías que decir.
Marisa - Pero no hay respuesta.
Obispo - Lo sé, no hay respuesta, por ahora.
Roma, 27 de marzo del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, durante el largo coloquio que tuve con vuestra hermana en el día de mi fiesta, mi corazón sufrió muchisimo, pero no por lo que dijo, porque es la verdad, es el desahogo de una hija con la Madre, sino porque como veis, la situación en el mundo es muy grave. Repito una vez más: lo que veis en la televisión y leéis en los periódicos es poco en comparación a lo que ocurre en aquellos lugares. Vuestra hermana ha ido al lugar y ha visto escenas horrendas. Por esto Dios continúa pidiendo este sacrificio y este sufrimiento, no porque no os ame o porque os haya abandonado. No, Dios no abandona a sus hijos. ¿Creéis que Dios ha abandonado a todos aquellos jóvenes que hacen la guerra?. No. desgraciadamente son los hombres poderosos los que luchan para tener siempre algo más y no piensan en cuantos jóvenes mueren bajo las armas y en cuantos niños y madres han sido usados como escudos humanos en esta guerra tan sucia. El hombre es considerado un animal, mejor dicho, el animal es mejor tratado y está más mimado.
Dios ha aceptado vuestro desahogo, lo ha aceptado todo. Dios no me ha dicho nada, Marisella, ni siquiera que te diera una pequeña regañina, porque sabía perfectamente que lo que decías era la verdad. Querría dar las gracias a los que han escuchado a vuestra hermana y sufrido con ella y sobretodo con el Obispo. Doy gracias a los jóvenes que han mandado los mensajes, animando a mis dos hijos a seguir adelante. Doy gracias a todos los que verdaderamente aman a mi Hijo Jesús, a pesar de todos estos numerosos sufrimientos.
Ánimo, mis queridos hijos, de otro modo, yo no puedo venir más entre vosotros, si no hay una mayor armonía. Tratad de comprender, tratad de entender cuantas y cuantas personas están muriendo cada día y cada noche. El que está en gracia se salva, pero también los que no están en gracia se salvan, porque Dios manda a sus apóstoles a aquellos lugares tan malos para ayudarlos a bien morir.
Me gustaría mucho que pronto se realizasen los planes de Dios, sin embargo todo se atrasa porque también los hombres de la Iglesia sólo piensan en acumular dinero, a ellos no les interesa si muchas personas mueren en la guerra. Se limitan a decir: "Orad por la paz", pero ¿quién ora? ¿Quién hace ayuno? ¿Quién sufre verdaderamente?.
Os confieso que hoy he venido de puntillas, porque casi no tenía valor para venir, pero como he visto que tu, Marisella, hablabas con el pequeño Enmanuel con tanto afecto y tanto amor de la Virgencita, pues he venido, porque quiero estar con vosotros, quiero sufrir y gozar con vosotros. Gracias y perdonad.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisella, ven a dar un beso a tu madre, mártir de la Iglesia, mártir de amor.
Marisa - La Virgencita te manda un besito y te sonríe.
Adiós, gracias. Yo estoy dispuesta a hacer la voluntad de Dios por mi madre. Haced lo que queráis, ya he dado su vida por la Iglesia y por el Obispo, pero dadme fuerzas, porque me tambaleo bastante.
Roma, 30 de marzo del 2003 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Primero has venido a hablarme a mi habitación; has visto que estaba atrasada porque estaba ocupada con mi madre. Has estado a mi lado y me has ayudado, por esto te doy gracias. Pero querría disculparme con las personas que han tenido que esperar.
Nuestra Señora - No te preocupes, Marisella, en el intervalo han orado. Tenía que hablarte de algunas situaciones y en aquel momento he podido hacerlo, porque estabas sola con tu madre.
Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es el corazón de Madre el que os habla y sangra por todos mis hijos, que están muriendo en la guerra; es el corazón de Madre el que llora, porque en las familias y en las grandes y pequeñas comunidades no hay paz. Antes sólo en las grandes comunidades faltaba paz y serenidad, hoy también en las pequeñas. No vale nada todo lo que hacen aquellas personas -hablo en general- que piden paz y hacen manifestaciones, pero después no tienen paz en las familias ni en las comunidades. Hacen sólo bonitos paseos, si hay días de sol. Sería hermoso si, mientras hacen estas manifestaciones por la paz, orasen intensamente a Dios; sin embargo no oran, hablan continuamente, no dicen el Padre Nuestro, no invocan al Espíritu Santo y sólo alguna vez invocan a San Padre Pío. Son invocados más frecuentemente los santos que Dios mismo, la Virgen y san José, que es el más grande santo. Si queréis hacer una manifestación por la paz, hacedla en silencio, elevando a Dios la oración que parte del corazón.
Hoy dirijo mis felicitaciones a dos parejas: la una festeja el aniversario de matrimonio, la otra se prometen. Cuidado: los que se prometen tienen que estar más atentos, más despiertos; tienen que tratar de ser personas más fuertes y decididas. Como dice una persona que conozco y vosotros también, no tienen que estar siempre con la cabeza en las nubes, porque las nubes no ayudan. He querido hacer una broma, pero, a los efectos, os he dicho una verdad. Felicito a estas dos parejas, para que se comporten siempre bien y vayan adelante por su camino con sinceridad, lealtad, caridad y sensibilidad. Estas son todas virtudes de las que habla también "el gran Pablo", como lo llama vuestro Obispo.
¡Orad!. No tengo otra cosa que deciros sino que oréis, que oréis y que oréis. Repito una vez más: recordad que orar no significa coger el rosario en la mano, conducir el coche con el rosario, cocinar con el rosario en la mano y recitar de corrido el Ave María. Os he dicho muchas veces que orar significa hablar con Jesús Eucaristía, hablar con Dios; ésta es la verdadera oración, porque es muy fácil ponerse de rodillas y decir el Santo Rosario. Acercaos a Dios lo más que podáis, os está dando una prueba muy fuerte. Esta prueba indescriptible, no os toca a vosotros, sino a mis dos queridos hijitos. Os digo solo y tengo casi miedo de repetirlo: ánimo, ánimo, ánimo y seguid adelante.
Gracias y perdonadme, si hago consideraciones a veces un poco fuertes, pero sé que vosotros podéis comprenderme. Si tampoco me comprendéis, entonces también yo, la Madre de Dios, he fracasado, como se sienten fracasados Jesús, vuestro Obispo y la vidente, como se sienten fracasados todos los que han orado siempre. Gracias. Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Adiós, abuela Yolanda, ánimo, ánimo, hija mía, dentro de poco vendrás conmigo. Dale ánimos a tu hija.
Marisa - Adiós. Perdona, pero tengo un nudo en la garganta. Está bien, adiós.
Mensajes de Abril de 2003
Roma, 3 de abril del 2002 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. La carta de Dios es muy breve, sólo dice que oréis, que oréis, que oréis; que ayunéis, que ayunéis, que ayunéis; que hagáis adoración, que hagáis adoración, que hagáis adoración. No hay más.
Tengo que hablar sólo contigo, Marisella, pero en secreto, sino que los otros escuchen. Buena Santa Misa, buen encuentro bíblico, o, mejor, buena adoración eucarística. Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Un beso a la abuela Yolanda y a los pequeños.
¿Tengo que recordaros cada vez que mañana es el primer viernes de mes y pasado mañana es el primer sábado de mes?. No está bien recordar siempre lo que tenéis que hacer. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Haced de mi lo que queráis. Adiós.
Roma, 5 de abril del 2003 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo mis queridos hijos. Vuestra Madre está de nuevo aquí en medio de vosotros para hablaros, desgraciadamente, de situaciones que no son agradables. El don más hermoso que habéis recibido es: que habéis llegado a comprender y a amar a Jesús Eucaristía. La Eucaristía hace la Iglesia, la Eucaristía, para un alma que ama, lo es todo. Todas estas almas que ves en torno mío, Marisella, son almas que han amado a la Eucaristía. Míralas como están todavía llenas del amor de Dios, llenas de amor por la Eucaristía.
Marisa - Oye, ¿cuándo estemos en el Paraíso tendremos también allí la Eucaristía?.
Nuestra Señora - En el Paraíso está Dios; Dios lo es todo para ti y para todos los que quieren ir al Reino de los Cielos.
He dicho: orad, ayunad, haced florilegios y poco a poco, como veis, llega alguna alegría para quien sabe esperar. Aprended a esperar, tened más fe y confianza en Dios, porque Dios está con los que lo aman; no puede estar con los que no le aman. Éstos, hoy gritan victoria, y lo tienen todo. ¿Pero, y en el futuro?. La eternidad dura para siempre, la vida terrena, antes o después, se acaba.
Marisa - Quiero encomendarte también a todos los enfermos de la comunidad y a todas las personas que se han confiado a mis oraciones. Nosotros trataremos, por todos los medios, de hacer la voluntad de Dios, pero si puedes, sana a alguno y permítele vivir todavía un poco en la tierra.
Nuestra Señora - Hoy es el primer sábado de mes. ¡Oh, como querría que todas las personas que han pasado por este lugar, especialmente los que han recibido gracias, estuvieran aquí!. ¡Cuántas personas, a las que Dios ha hecho la gracia de la curación, no sólo no están aquí, sino que condenan y calumnian al Obispo y a la vidente!. Pero no quiero hablaros de esta triste realidad. Pensad en cuantas personas han pasado por aquí y sobre todo pensad que sois conocidos en todo el mundo. Como Jesús, Rey, Dios, que ha nacido en un establo, ha crecido en el silencio y en el ocultamiento, ha muerto en cruz, es conocido en todo el mundo, así este oasis de silencio y de paz es conocido en todo el mundo. No a todos, Dios, les da los mismos dones, a uno le da un don, a otro, otro. A vosotros os ha dado este pequeño lugar taumatúrgico, os ha dado los Milagros Eucarísticos y, por su voluntad, sois conocidos en todo el mundo. Mis queridos hijos, os amo mucho y os tengo junto a mi corazón, como os tiene mi hijo Jesús y mi amado esposo José. Lo que querría, y no consigo obtener, es el respeto al Obispo, especialmente por parte de los que pertenecen a la comunidad interna. Deseo el respeto al Obispo, el amor al enfermo; ved a Cristo en el enfermo. ¿Si fuese Cristo el enfermo, qué haríais?. Tratad de ver en el enfermo a Jesús y haced obras buenas, de caridad y de amor.
Ven, Marisella, vamos a dar un beso a tu madre. Estoy contenta porque has aceptado los sufrimientos que Jesús te ha dado. Sé que los estigmas son dolorosos, te los ha dado para que las guerras cesen.
Ven conmigo, vamos a dar un beso a la abuela Yolanda. Dios te bendiga, hija.
Junto a mi Obispo y vuestro, que todos tienen que respetar y amar, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - ¿Los estigmas se pasarán o continuarán?. Dame un poco de paz, sólo para poder hacer algo, porque así no puedo hacer nunca nada. Está bien. Adiós. Dale un beso a Jesús y a José y a todas las almas que me conocen. Adiós.
Don Claudio, se ha ido. El rostro estaba más sereno que las otras veces.
Obispo - ¡Menos mal!.
Roma, 6 de abril del 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es vuestra Madre la que os habla. Si estáis en gracia de Dios, yo estoy con vosotros, incluso cuando no estáis presentes en el lugar taumatúrgico o no es el día de la aparición. Yo estoy siempre con quien está en gracia y vive unido a mi Hijo Jesús.
También hoy tengo que hablaros de la guerra. Continúan imperturbables matando cada día a niños, mujeres y jóvenes. Muchos jóvenes militares mueren en la guerra y Dios, que es clemente y misericordioso, los salva a todos y en un futuro los llevará junto a sí. Vosotros tenéis que continuar orando, haciendo adoraciones y practicando el ayuno, sobretodo el del cigarrillo y el de la televisión; no esperéis a tener un niño para dejar de fumar, tenéis que empezar enseguida. ¿Queréis o no que acabe esta guerra?. Procurad que acabe pronto, no por los grandes hombres políticos o los grandes hombres de la Iglesia, que piden la paz, pero no oran y no ayunan, sino por la población que sufre, por las madres, por los niños y por los jóvenes militares que mueren. La guerra se está esparciendo como una mancha de aceite, por tanto, orad para que no llegue también a vuestra hermosa ciudad.
Mis queridos hijos, os amo a todos con un amor inmenso, con amor tan grande que ninguna otra madre podría dar a su propio hijo. Tratad siempre de amar y no penséis sólo en vosotros mismos, sino en la guerra y en todas aquellas personas que sufren. Yo estaré siempre con vosotros.
Mis queridos hijos, la gente que no ha comprendido la gravedad de la situación, se divierte todavía difamando, calumniando y diciendo mentiras como si tal cosa. Por desgracia, si una persona es sincera, es atacada, escarnecida, maltratada y la desprecian, porque el hombre que no ama no puede apreciar la sinceridad y la lealtad.
¿Cómo actúa el que sabe que no está con la conciencia tranquila?. Condena a quien lo está. Orad, mis queridos hijos, no os canséis nunca de orar. No penséis solamente en vosotros mismos, en vuestro pequeño lugar, en vuestro chico o chica, en vuestra familia, extended vuestro amor hacia todos y yo estaré siempre con vosotros.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Adiós, abuela Yolanda, recibe un beso de la Madre. Sea alabado Jesucristo. Marisella, Dios te ha abierto los estigmas para la paz en la Iglesia y en todo el mundo
Marisa - Adiós. San José, también a ti te digo adiós. Se han ido.
Roma, 13 de abril del 2003 - h. 11:00 a.m. - Domingo de Ramos (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Habéis cantado "Hosanna, hosanna, al hijo de David", porque hoy es un día triunfante para mi Hijo Jesús. Ha entrado en Jerusalén mientras la gente gritaba: "Hosanna, hosanna al hijo de David", pero ya en el corazón de alguno había la intención de matarlo. Molestaba, era demasiado sincero, leal y verdadero y esto, a los deshonestos, les molestaba mucho. Apartados en los rincones de las calles y escondidos estaban los que pensaban en el modo de matarlo. La misma situación se repite hoy: en los rincones externos de esta casa hay alguno que lo filma todo, lo graba todo y busca el modo de destruir a mis dos hijos, que son almas martirizadas por los hombres de la Iglesia y por los laicos que han frecuentado el lugar taumatúrgico, que han tenido gracias de curación y ahora se esconden y estudian el modo de captarlo todo y tratar de destruirlo todo. Mirad, mis queridos hijos, después de siglos, la historia se repite: entonces pensaban en cómo matar a Jesús, ahora piensan en cómo destruir a mis dos queridos hijitos, pero Dios no lo permitirá. Habrá todavía luchas, habrá todavía calumnias y difamaciones contra ellos, sólo por venganza, por rabia y porque los que los acusan son personas orgullosas y soberbias. Os pido que no temáis: dejad que hagan, que lo filmen todo, que lo graben todo y que digan lo que quieran. Lo que me duele mucho y hace sufrir a mi Hijo Jesús es que éstos reciben cada día la Santa Comunión sin estar en gracia. Esto lo digo yo, la Madre de la Eucaristía; yo sé como están las cosas. Reciben a Jesús sin estar en gracia y se dejan ver por sus sacerdotes como buenos, píos y santos.
Querría que todo esto no os turbase, sino que os empujase a orar más y a no tener en cuenta lo que dicen o lo que hacen. Vosotros estáis en gracia de Dios, recibís a Jesús en gracia y el que no lo esté que se confiese. Me repito, mientras vosotros gritabais: "Hosanna, hosanna al hijo de David", algunas personas escondidas buscaban la manera de destruir al Obispo y a la vidente. Vosotros decís la verdad, especialmente vuestro Obispo dice la verdad; habla como un sabio, como un profeta, habla en nombre de Jesús, porque Jesús está en él.
Yo vengo aquí, doy los mensajes tan llenos de amor y a veces también de dolor. Aquellas personas saben perfectamente que soy yo la que trae las cartas de Dios, pero ¿qué dicen?. Que es el Obispo el que escribe los mensajes y que la vidente los aprende de memoria. ¿Por qué dicen estas calumnias?. Porqué en ellos hay rabia por no haber conseguido destruiros. No os han destruido ni os destruirán nunca. Recordad, mis dos queridos hijitos, que incluso si tuvieseis que quedar solos, Dios estará siempre con vosotros, todo el Paraíso estará con vosotros. Dentro de poco tendréis a otra alma en el Paraíso que orará por vosotros, porque es la madre de todos vosotros. Marisella, sé feliz, no tienes que
Marisa - Espera un poquito, espera, déjame reponerme un poquito.
Nuestra Señora - Tu piensa que con quien se encontrará la abuela Yolanda es con Jesús, conmigo, María, Madre de la Eucaristía, con los ángeles, con los niños y también con las almas salvadas. Será un encuentro entre santos, porque de la que hablo es ya santa en la Tierra. Marisella, Dios te ha hecho abrir los estigmas que cada día sangran por la guerra, pero sobretodo por todas las familias, porque las familias no se aman. Los miembros de las familias llegan al punto de odiarse; los padres llegan al punto de matar moralmente a los hijos. Piden que la guerra se acabe, pero no se acaba, porque la postguerra es terrible, hace sufrir y continúa matando. Mueren muchas personas, porque no tienen ayudas, no tienen medicinas, no tienen comida ni agua. Me gustaría gritar con vosotros: "Hosanna, aleluya a Jesús y a estos mis dos queridos hijitos, para los cuales ésta será una semana santa dura, especialmente para Marisella. A vosotros os pido sacrificios, como siempre; durante la semana santa sed más fuertes, más valientes; no tengáis miedo de decir quienes sois y qué es lo que testimoniáis. Haced florilegios. Una persona que yo conozco ha dicho que durante toda la semana santa quiere comer azucarillos, porque no le gustan. Parece una cosa de risa, de broma, pero es verdaderamente un gran sacrificio. No comáis fruta, no fuméis, no miréis la televisión; en el fondo Jesús, pide pequeños sacrificios. Ánimo a todos y una vez más gritad conmigo: "Hosanna, hosanna al hijo de David". Gracias.
Junto a mi amado Obispo, santo Obispo y vuestro, os bendigo y a vuestros seres queridos. Bendigo de todo corazón a la abuela Yolanda, a la cual estoy a su lado. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi mando materno. Id en la paz de Dios Padre de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Aleluya.
Marisa - Adiós. Ayúdame y dame mucha fuerza porque estoy muy débil. Adiós, un beso a todos los niños. Adiós.
Roma, 17 de abril del 2003 - Jueves Santo (Carta de Dios)
Jesús - Soy vuestro Jesús, mis queridos hijos. Un gracias sale de lo profundo de mi corazón por el maravilloso regalo que habéis hecho a vuestro obispo y a la vidente: el cenáculo donde yo estoy representado junto a mis apóstoles.
Yo soy sacerdote in eterno. Veo que has tomado mi lugar, Marisella, tienes tantas llegas que yo no tengo ninguna en este momento. ¡Cuántas, cuántas almas son salvadas con tu sufrimiento!. ¿Y la guerra?. Hay todavía tantas y Dios te ha elegido también para ayudar a los que sufren. Dios se sirve de almas muy sencillas y humildes, para ayudar a los pobres. Cuando Dios elige a un alma y le da dones particulares, éstos no son para sí misma, sino para los otros. Como podéis constatar, Marisella sufre muchísimo y esto me duele también a mi. Al igual que yo, cuando llegué al cenáculo, me retiré a una habitación para hablar y conversar con mi Padre, así también ella se retira, a veces, a su habitación y no pide ayuda, sino que continúa diciendo: "¿Por qué?, ¿para qué sirve todo esto cuando hay grandes hombres que pueden ayudar?". Conocéis la respuesta: no son los grandes hombres los que salvan a la Iglesia.
Quiero terminar con el tema sobre la víctima que sostiene al sacerdote y quiero hablaros del sacerdocio y de vuestro Obispo. El sacerdocio, si no es vivido hasta el fondo, aceptando el sufrimiento y a veces también la crucifixión, no produce frutos.
Como le ha ocurrido a vuestro Obispo, se puede ser crucificado incluso sin ser crucificado materialmente. Él cumple con su deber hasta el fondo: su sacerdocio es intachable. No os asombréis si a veces su modo de hablar es duro, también yo he sido duro, y he cogido también el látigo para arrojar al suelo los tenderetes. Si a veces, mis dos queridos hijitos, están un poco tensos, tratad de comprender y de entender su situación, porque ninguno de vosotros tiene su sufrimiento y Dios os ha elegido para ayudarlos; ninguno de vosotros tiene su sufrimiento. Creedme, los suyos, son sufrimientos muy grandes: no podéis comprender hasta el fondo, cuán dura es su vida, cuántas lágrimas y cuánta sangre derraman. Os veo y os amo a cada uno y si en vosotros hay algún pequeño defecto, tratad de pulirlo. Y si alguno tiene un poco de orgullo, de presunción, de susceptibilidad: fuera todo, son pequeños defectos.
Esforzaos para venir al Paraíso. Una vez en el Paraíso no volveréis atrás, una vez entréis os quedaréis para siempre y entonces será el gran gozo, el gozo eterno.
Habéis estado muy cerca de vuestro Obispo, sobre todo con las oraciones. Habéis hecho a mis dos hijitos el regalo que ninguno de ellos se podía imaginar. En este cenáculo estoy vivo.
Marisa - Jesús está allí vivo, no es una imagen.
Jesús - Estoy vivo y estoy en compañía de mis apóstoles. He querido a mi lado también a mi Madre y vuestra, que no se llama mujer Eucarística, sino Madre de la Eucaristía, porque es nuestra Madre, es la Madre de todos, es mi Madre y Madre de la Eucaristía.
Continuad amando a la Eucaristía, continuad amando a la Madre de la Eucaristía, continuad amando al Obispo de la Eucaristía y a la víctima de la Eucaristía.
Me quedaría de buena gana largamente con vosotros conversando y hablando, pero ahora hay la Santa Misa. Durante la Santa Misa, como ya he dicho otras veces, estoy dentro del Obispo y el Obispo está dentro de Mi, somos una única persona. En el momento de la consagración, vuestra hermana no ve al Obispo, sino que me ve a mi, Jesús, porque el Obispo está dentro de mi. Cuando él habla y reprende, yo pongo en su corazón las palabras. Vivid esta Santa Misa y, aunque no me veáis, yo estoy allí, fundido con vuestro Obispo y oro por vosotros; a mi lado está también mi Madre, la Madre de la Eucaristía.
Jesús os da las gracias a todos, uno a uno, por todo lo que habéis hecho. Continuad orando por la paz en las familias, por los que no saben amar. Me hace sufrir mucho cuando los hombres me reciben sin estar en gracia. Sabéis que quien recibe mi cuerpo sin estar en gracia comete un sacrilegio. Orad por estas personas. Muchas veces os he dicho: orad por la guerra; ahora os digo: "Orad por vuestras familias". Gracias. Vuestro Jesús, os da las gracias.
Marisa - Se ha ido con los apóstoles. ¿Te has quedado tu?.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, es vuestra Madre la que os habla. También yo, como Jesús, os doy las gracias por todo lo que habéis hecho, sea en el campo espiritual, sea en el material. Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos. Bendigo a la abuela Yolanda, que yace en su cama y sufre, porque comprende que se está yendo de este mundo, pero yo la llevaré enseguida conmigo.
Bendigo a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Lleva a Jesús mi beso, antes no se lo he dado. ¿Has oído, don Claudio?.
Obispo - ¡Estaban todos los apóstoles con Jesús y la Madre de la Eucaristía!.
Marisa - Era el propio Jesús.
Obispo - Estaban vivos, no representados.
Marisa - Sí.
Roma, 20 de abril del 2003 h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Esta felicitación viene de Jesús y de todo el Paraíso: felicidades y Santa Pascua de resurrección a todos. Vivid en la paz, en la alegría y en gracia.
Me habéis festejado con alegría en este pequeño lugar taumatúrgico, donde se recoge un pequeñísimo rebaño. Por motivos justos, en algunos momentos ha habido risas: eran risas de alegría, de cansancio y para alguno de dolores. Yo no soy como los hombres de la Tierra, he gozado con vosotros; también mi Madre y vuestra ha gozado con vosotros. La paz esté siempre con vosotros cada día. Mi resurrección es vuestra resurrección como mi muerte es vuestra muerte. Si yo no hubiese muerto en la cruz, si yo no me hubiera dejado crucificar, hoy no habría ni redención ni gracia. Recordad: Yo he resucitado en el silencio y tenía a mi lado a la Madre. La Madre de la Eucaristía me ha dado fuerza y valor durante la pasión, me ha tenido entre sus brazos cuando me bajaron de la cruz y estaba conmigo en el momento de la resurrección.
Llevé conmigo, al Paraíso, inmediatamente después de mi muerte, a mi padre José y a todas las almas que se habían comportado bien, que habían vivido su vida unida a Dios.
Vosotros creéis que era más fácil vivir para los hombres antes de que yo viniese a la Tierra. Tu, Marisella, piensas esto, ¿verdad?.
Marisa - No mires lo que digo, digo muchas cosas.
Jesús - Sin embargo, es más fácil, más hermosa, más llena de gracia vuestra vida, porque vivís cada día con Jesús Eucaristía.
Paz a vosotros, mis queridos hijos, paz a vosotros mi pequeño rebaño. Que haya paz para cada hombre de buena voluntad. No miréis lo que hacen los grandes, mirad como se comportan los pequeños. Me repito: los pequeños son los humildes, los sencillos. Miradlos a ellos, y si queréis, imitadlos. No imitéis nunca a los grandes, solamente os harían sufrir y perder el alma.
Ánimo a todos. Mi agradecimiento, mi aleluya y mi deseo de paz es para cada uno de vosotros. Os estrecho en mi corazón en un gran abrazo que comprende todo el mundo, especialmente a los pobres, a los que sufren y a los enfermos. Paz y felicidades a todos. Un beso particular a los niños que están gritando cándidamente y a la abuela Yolanda, como la llamáis todos. Orad por ella, para que tenga la fuerza de soportar el sufrimiento, de aceptar esta gran prueba. Orad el uno por el otro. Al oír el griterío de estos niños me viene a la mente el repetiros: sed como los niños, sed sencillos, humildes, ayudaos unos a otros. Cuidado, no ayudéis sólo al hermano, al amigo, al pariente; vuestro amor se tiene que extender incluso a los que os son antipáticos. Entonces sí que el amor se vuelve grande, se vuelve inmenso, porque amáis también a los que os son antipáticos o no os aman. Yo estaré siempre con vosotros.
Marisa - Jesús se ha ido.
Nuestra Señora - Ya que os ha hablado mi Hijo Jesús, yo me limito a desearos una Santa Pascua, una Santa Paz y un Santo Amor a todos.
Junto a mi gran y amado Obispo y vuestro Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
No escuchéis a los que hablan mal del Obispo, de la vidente y de este lugar, hablan mal sólo por celos y envidia y llegan a la malignidad, a la calumnia y a la difamación: esto es grave y hace sufrir, por tanto no los escuchéis. No contéis ni siquiera lo que dicen estas personas. Creed en Dios y permaneced con él.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Felicidades y un gran beso de la Madre a los pequeños hijitos y a la abuela Yolanda.
Marisa - Adiós. Estaba todo el Paraíso, pero han hablado sólo Jesús y Nuestra Señora.
Obispo - Los jefes hablan, los subditos escuchan.
Marisa - A veces hablan también los otros.
Obispo - Hoy no.
Roma, 24 de abril del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¡Jesús!. ¿Has venido también hoy?.
Jesús - Soy Yo, Jesús. He resucitado después del tercer día y vivo entre vosotros en la Eucaristía. Yo soy Jesús Eucaristía. Sé que sois muy perseguidos, especialmente por mis queridos sacerdotes predilectos y por las instituciones religiosas. Muchos laicos que no conocen el Código de Derecho Canónigo, no saben qué responder a los sacerdotes que hablan mal del Obispo ordenado por Dios y, o vienen lo mismo o se alejan de este lugar. Recordad cuanto está escrito en el Catecismo de la Iglesia Católica: el que calumnia y difama, comete un pecado grave y si recibe la Eucaristía sin confesarse, comete sacrilegio. Mi corazón sangra, porque muchos sacerdotes, obispos y cardenales celebran la Santa Misa después de haber calumniado y difamado a un sencillo y humilde Obispo que no molesta a nadie. He venido Yo para deciros que todo lo que Dios ha realizado es bueno. Al inicio de la historia de la Iglesia, Dios ordenó obispos a los apóstoles y por último ordenó obispo a Pablo. Hoy, Dios, ha querido escoger a Claudio y ordenarlo obispo. ¿Por qué tanta maldad contra él, por qué tanta envidia y celos en lo que a él se refiere?.
He venido para deciros que oréis y oréis por estas personas, aunque mi Madre y vuestra, últimamente, os ha pedido que oréis por las familias. Orad por las familias y por los sacerdotes que no saben amar, que sólo saben calumniar y difamar y después, con mucha desfachatez, suben al altar, celebran la Santa Misa y Comulgan. ¿Creéis que las guerras han terminado?. No, son muchas y por todas partes continúan luchando. Recordad que también la postguerra es tremenda. Vosotros esperáis lo que Dios ha prometido y repito lo que ha dicho mi Madre: "Dios no defrauda". Sabed esperar, sé que es duro, es muy duro, pero sabed esperar, porque Dios está con vosotros, está con los humildes, con los sencillos, con los buenos. Ayudadme a salvar muchas almas.
Mis queridos hijos, vuestro Jesús está con vosotros y sufre aunque haya resucitado. Yo he resucitado y también vosotros habéis resucitado; cada vez que comulgáis resucitáis conmigo; y después habrá el Paraíso donde verdaderamente habrá fiesta, alegría y amor para todos.
Te bendigo, Excelencia.
Nuestra Señora - Como es habitual, después de hablar Jesús, yo no puedo decir nada más. Me ha dejado con vosotros, porque junto a mi Obispo y vuestro quiero bendeciros, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Ven conmigo, Marisella.
Marisa - He entendido; si he entendido, vamos con mi madre.
Mamá, la Virgencita te manda un beso. ¿Estás contenta?. Ánimo mamaíta, el Paraíso es hermoso, es muy hermoso.
Nuestra Señora - No podéis imaginar, mis queridos hijos, quién es la abuela Yolanda: es una santa en la Tierra y pronto estará conmigo en el Paraíso. Sea alabado Jesucristo. Ánimo, Marisella, sé fuerte.
Marisa - Adiós. Llévame también a mi, porque ya no soy buena para nada. Cuanto más adelante voy, tengo más miedo de no ser aquella Marisa que vosotros queréis, tengo miedo de no poder. Adiós. Se ha ido.
Roma, 27 de abril del 2003 - h. 10:40 - a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, las cartas de Dios ya se acaban; a veces se limitan a hacer reclamos maternos.
Se acerca el mes de mayo y Dios ha decidido daros una tarea: cada día leed un mensaje, empezando por el primer libro; cada día meditad un mensaje. No se requiere mucho tiempo, aunque hay algunos mensajes que son largos. Meditad el mensaje y después haced un examen de conciencia, examinad si lo que Dios ha dicho lo habéis puesto en práctica.
Yo no vendré todos los días, pero, si queréis, podéis venir al lugar taumatúrgico para recitar el santo rosario y participar en la Santa Misa; todo tiene que empezar a las 18:30. Yo vendré el jueves, el sábado y el domingo. Me parece que he sido bastante clara. Veremos que dirá Dios durante los tres días en los que me envía junto a vosotros.
Dios ha decidido daros la tarea de leer un mensaje al día para ayudar a los que trabajan y a los que están enfermos, porque la lectura de la carta de Dios requiere poco tiempo. Vuestra hermana, cuando trabajaba, que fue por poco tiempo, repetía a menudo que las operarias encontraban el tiempo para fumar incluso durante el trabajo y a veces, por añadidura, se escondían en los baños para fumar. Encontrad también vosotros el tiempo para leer la cartas de Dios, porque os hacen bien, os dan la fuerza y la posibilidad de hacer su voluntad. Dios no os ha escogido para hacer de ceremoniantes o de acólitos, os ha llamado porque os quiere suyos, os quiere santos, y podéis conseguirlo; al menos vosotros dad esta alegría a mi Hijo Jesús.
Me repito: leed un mensaje al día, una carta de Dios al día, meditadla, si podéis. No la leáis como se puede leer un periódico; mejor dicho, con el periódico os entretenéis más; leed con calma, no se requiere mucho tiempo, al máximo cinco minutos; no son tanto cinco minutos para dar a Dios. Y después meditad. Venid a las 18:30 para el santo rosario y la santa Misa. El jueves, naturalmente, el horario sigue siendo a las 20h, el sábado a las 18:30 y el domingo como siempre.
Gracias, si respondéis a cuanto Dios ha escrito en esta carta.
Mis queridos hijos, la Madre os da las gracias; no vengo solamente para haceros reclamos maternos, vengo también para daros las gracias y a veces para pediros perdón, si lo que os digo es demasiado fuertes o si os hace daño, pero lo tengo que hacer porque he de obedecer a Dios.
Gracias por todo lo que hacéis. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os llevo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Quiero haceros una recomendación: no vayáis a ver al Obispo para decirle que no podéis venir o que no tenéis tiempo. Tenéis que actuar según vuestra conciencia, porque el Obispo no puede haceros nada. Dejadlo un poco tranquilo, no le llaméis por teléfono para preguntar qué medio tomar o a que hora es el encuentro o la función. Ya conocéis los horarios. Al que pide ayuda para asuntos espirituales, el Obispo está siempre dispuesto. Cuando llamáis por teléfono para pedir oraciones para algún enfermo, decídselo a quien responda, no es necesario llamar a la vidente o al Obispo, porque el que responde refiere: tal persona ha pedido que ore por el hijo, por el marido, por la cuñada, por otros. Las llamadas telefónicas son referidas a los interesados, no os preocupéis; pero si tenéis necesidad de ayuda espiritual, de una corrección por parte de vuestro Obispo, entonces concertad una cita y venid, pero no habléis por teléfono, porque no se puede hablar bien con las personas; para hablar bien, en cambio, es necesario hablarse a la cara, ¿verdad Marisella?.
Marisa - ¡Es verdad!.
Nuestra Señora - Reservad día, anotadlo y venid. Hablad de vuestra alma, no de otras personas o de otras situaciones, sino de vuestra alma.
Sea alabado Jesucristo. Adiós, abuela Yolanda. Marisa, adiós a ti también.
Marisa - Don Claudio, se ha ido.
Mensajes de Mayo de 2003
Roma, 1º de mayo del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Hoy es primero de mayo, ha empezado el mes dedicado a mí. Dios ha querido que este año mis venidas en medio de vosotros fueran menos frecuentes, porque ya tenéis muchas cartas de Dios y me podéis tener igualmente cerca de vosotros al leerlas. Esta tarde, los que viven en esta casa, las han leído y han notado que cada vez que se leen, en ellas, se encuentra siempre algo hermoso.
Leed las cartas de Dios, una al día, y os daréis cuenta como entrarán mejor en vuestro corazón.
Yo os reservo para vosotros, que formáis parte de este cenáculo, de esta comunidad, el mes dedicado a mi. Sois pequeñas ovejas, a veces casi descarriadas, no sois muchos y hoy aún sois menos numerosos, porque los hombres están habituados a hacer fiesta y hacer los puentes. Antes esto no existía.
Marisa - ¿Hablas de tus tiempos?
Nuestra Señora - De todos modos, aunque yo no venga todos los días, estaré a vuestro lado cuando escuchéis la Santa Misa, porque como sabéis, mi lugar está al lado del Obispo y recibo la Santa Comunión con vosotros y oro junto a vosotros.
No quiero prolongarme más, os ruego solamente que viváis este mes de mayo dedicado a mi con todo el amor, con todo el corazón y si hace falta, con sacrificio.
Entre vosotros hay quien sufre muchísimo y ofrece los propios sufrimientos por otras personas. Hay quien las ofrece por una sobrina, quien por un tío, quien por una hermana, quien por otros. Que cada uno de vosotros ofrezca sus sufrimientos por alguna persona elegida entre los que tienen más necesidad, entre aquellos que tienen que prepararse para un futuro.
Os dejo, mis queridos hijos. No quisiera que os alejarais de mi, porque todos los días no haya la aparición; vuestra ausencia haría mucho daño a mi hijo Jesús.
Felicidades a los niños y a todos.
Marisella, hay dos anillos que quiero bendecir. Cógelos en tus manos y después ve con mi abuela, con tu madre, abrázala y bésala de parte mía.
Marisa - Ofrezco mis sufrimientos por los propietarios de estos anillos; bendícelos con todo el corazón.
Mamá, la Virgencita te manda un beso.
Gracias de todo y protege a estos niños, protege a sus padres. Cuando te lleves a mi madre, haz que todos podamos continuar ayudándote.
Nuestra Señora - Claro, Marisella.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados.
Deseo que el obispo os lea la parte de la encíclica que trata de la relación entre la Eucaristía y María, después comprenderéis y entenderéis.
Os traigo a todos junto a mi Corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Ánimo, Excelencia, has vencido el mundo. Es una frase que te viene como anillo al dedo, porque se te puede aplicar. Ánimo, siempre, no te derrumbes, tenemos necesidad de un obispo como tu.
Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, bendícenos a todos y ayúdanos a todos.
Roma, 3 de mayo del 2003 - h. 7:10 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es vuestra Madre la que os habla y bendice a todos vosotros y a vuestros seres queridos. Este es el tercer día del mes dedicado a mi. Vosotros no conocéis todo lo que ha ocurrido en este último período. A vosotros os parece que permanecéis en el silencio, en el ocultamiento, sin embargo Jesús Eucaristía y la Madre de la Eucaristía, continúan triunfando. Los que han dudado siempre, por no decir otra cosa, de todo lo que ha ocurrido en el lugar taumatúrgico, hoy hablan de Jesús Eucaristía y de la Madre de la Eucaristía. Dicen también que la Virgen está al lado de cada sacerdote que celebra la Eucaristía. Sin embargo esto es un don que Dios ha hecho a vuestro Obispo, aunque gracias a vuestras oraciones. Parece que todo lo que ocurre en el lugar taumatúrgico queda en el ocultamiento, sin embargo, en todo el mundo, hoy más que nunca, se habla de la Madre de la Eucaristía; hablan también los que han calumniado y difamado. Muchos peguntan: "¿Qué es este nombre Madre de la Eucaristía?". Y yo digo: "¿Qué quiere decir Mujer de la Eucaristía o Virgen de la Eucaristía?. ¡Yo soy la Madre de la Eucaristía!.
Vosotros esperáis algo de Dios, pero Dios os ha dado muchos dones y lo que os ha dado a vosotros no lo ha dado en ningún otro sitio. Millares de personas van a otros lugares, a famosos santuarios y a San Pedro, pero yo, por orden de Dios, vengo aquí.
Cuando Padre Pío, tu hermano, fue canonizado, ¿cuánta gente estaba presente en San Pedro? Y sin embargo, ¿dónde estaba Padre Pío?. Estaba aquí con vosotros. ¿Dónde estoy hoy yo?. Estoy aquí con vosotros. Las personas continúan escondiéndose para espiar, para sentir lo que la Madre de la Eucaristía dice. Todo esto tendría que daros alegría, porque vosotros habéis visto y creído. Habéis visto el milagro eucarístico en las manos de vuestro Obispo, el milagro más grande en la historia de la Iglesia. Tenéis que estar contentos y felices. Tenéis que amaros siempre y hacer obras de caridad hacia todos los enfermos. No penséis sólo en vuestros enfermos, pensad también en los otros enfermos, que son muchos. El que trabaja en el hospital sabe perfectamente como están las cosas. Yo deseo estas obras de caridad: id a ayudar a los enfermos. La Madre da las gracias a los que ayudan a la abuela Yolanda cada día y también por la noche. La abuela Yolanda no puede ser ayudada por su hija Marisa, que está muy mal y tiene fuertes dolores, pero está la otra hija, la sobrina y también Elena, Laura y Clara que ayudan muchísimo. Si no estuvieran estas personas, mis dos queridos hijitos no conseguirían salir adelante. Creedme, están muy, muy, muy cansados, porque no consiguen descansar. Todos estos cuidan bien a la abuela Yolanda, la quieren y no la dejan nunca sola; hay siempre alguien que la vigila. En este momento la doctora Selenia está haciendo compañía a la abuela y la cuida; esto es hermoso. Desgraciadamente, los otros parientes no cuidan a la abuela Yolanda.
Querría que cada uno de vosotros escogiera un enfermo que cuidar. Habéis escogido un sacerdote y una familia, ahora escoged un enfermo al que ayudar. No podéis imaginar cuanta necesidad de compañía y de ayuda tienen los enfermos. Cuando mi amado esposo José estaba enfermo, me ayudaba Jesús y también algunas señoras, pero era natural que mi amado esposo me quisiera a mí y, sobretodo, a su hijo, que sabía que era Dios.
Cuando estáis cerca de un enfermo, pensad que es Jesús crucificado y martirizado. Hay dos personas que me son queridas que todavía son martirizadas moralmente y físicamente.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a la abuela Yolanda y a todos los enfermos. Bendigo a los que están haciendo compañía a la abuela; para poder estar a su lado ya han escuchado la Santa Misa. Bendigo a todos los que aman a mi Hijo Jesús. Gracias. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Leed los mensajes, gracias.
Marisa - Adiós.
Se ha ido. Ha dicho que nosotros, aún estando encerrados en nuestro pequeño lugar, hemos difundido por el mundo el conocimiento de la Madre de la Eucaristía y todo el resto.
Roma, 4 de mayo del 2003 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - He venido en medio de vosotros para demostraros todo mi amor y afecto y para daros las gracias de todo lo que hacéis por Jesús Eucaristía. Dios ha decidido que venga con menos frecuencia y ha dicho: "Leed los mensajes, allí encontraréis enseñanzas maravillosas". No es suficiente leer las cartas de Dios una sola vez porque cada vez que las releáis descubriréis algo nuevo y hermoso y os sentiréis más cercanos a la Madre de la Eucaristía y a Dios.
Estoy contenta de estar en medio de vosotros; este año es la primera vez que no vengo todos los días en el mes de mayo. Dios lo ha decidido así y yo hago su voluntad; espero que la hagáis también vosotros.
Aunque yo no venga a traeros la carta de Dios, estoy siempre presente al lado del Obispo, Monseñor Claudio Gatti, cuando celebra la Santa Misa. Vosotros no podéis faltar; si no venís, no habéis comprendido que la aparición ocupa el último lugar entre las oraciones. Cuando no doy el mensaje, vosotros tenéis que estar igualmente recogidos en oración; yo veo a cada uno de vosotros y leo en vuestros corazones vuestras preocupaciones y sufrimientos. Yo pienso en las personas enfermas y en los niños enfermos; también en el Paraíso tengo que trabajar.
Marisa - Trabajas cuando vienes a la tierra, no en el Paraíso.
Nuestra Señora - He querido haceros comprender que cuando las almas vienen al Paraíso, tienen que tener los ojos abiertos sobre el mundo.
Aceptar la muerte es duro y difícil, porque causa la separación del afecto de una persona querida, pero sabéis que tras la muerte está la vida eterna, que es la vida más hermosa que Dios puede darnos.
Aquí, a mi lado, hay muchas almas salvadas: Pedro, Silvano, Bruno, Margarita y muchos otros.
Marisa - ¡Está también Stefanuccio!.
Nuestra Señora - Stefanuccio está un poco más arriba. Están abuelo Aladino, abuelo Agustín, muchas otras personas y vuestros parientes salvados. Cuando una persona querida falta, sufrís por la separación humana, pero después está la alegría y el amor, porque un alma se ha ido a gozar de Dios. En el Paraíso veréis todo el bien que habéis hecho y vuestro triunfo, porque habéis triunfado.
El Obispo está todavía en la sombra, pero todos saben que ha sido ordenado por Dios. Dios puede hacer todo lo que quiera y lo ha ordenado Obispo porque lo ha merecido. Como ya dije ayer tarde, vosotros sois conocidos y amados en todo el mundo. No os ama el que está preso de los celos y la envidia. Podría cerrar incluso un ojo sobre los celos y la envidia, pero no puedo aceptar las calumnias y difamaciones, porque calumniar y difamar a una persona es pecado mortal; nadie puede ofender la buena fama de un hermano. Por tanto, las calumnias y las difamaciones no os tienen que afligir ya más, porque vosotros estáis con Dios, con Jesús Eucaristía y con la Madre de la Eucaristía.
Gracias, gracias a todos vosotros aquí presentes y también a los grupos que están lejos: en América, en Canadá, en Australia, en España y en tantas otras naciones.
Junto a mi Obispo, os bendigo, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno, especialmente a los enfermos. Abuela Yolanda, querida abuela Yolanda, cada día es un sufrimiento continuo, pero ¡cuántas almas ha salvado!.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea albado Jesucristo.
Mañana por la tarde, participad en la Santa Misa con María, Madre de la Eucaristía y con el Obispo de la Eucaristía; y el mes mariano continúa.
Felicidades a Samuel; a los niños se les puede felicitar, haciéndolo extensivo a los padres, a los abuelos, a los tíos, a los tíos abuelos y a todos los que aman a los niños. ¡Felicidades a Samuel de la Mamá del Cielo!. Ya sé, Marisa, que tiene tres años, aunque parece tener cuatro.
Marisa - Adiós, hermosa. Don Claudio, se ha ido, pero después vendrá a tu lado. Te he llamado Don Claudio y sin embargo tenía que decir Excelencia.
Roma, 8 de mayo del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Este es el octavo día del mes dedicado a mi. Me gustaría mucho que hubiese un río de personas en el lugar taumatúrgico. Este es un lugar escogido por Dios y cada cosa que Dios ha obrado aquí, como los milagros eucarísticos y la ordenación episcopal de Don Claudio, ha fastidiado mucho a los hombres de la Iglesia. Sed humildes y sencillos, amad a vuestro Obispo; espero que no lo dejéis nunca. Recordad: yo estoy al lado del Obispo, sobretodo cuando celebra la Santa Misa; este don no es dado a todos los sacerdotes. Os ruego que ayudéis al Obispo con la oración.
Era tan hermoso cuando hacíais tantos turnos de adoración delante de Jesús Eucaristía, yo me alegraba mucho. Pero ahora hay mucho cansancio, tanto en los adultos como en los jóvenes. Antes de que acabe el mes de mayo, haced adoración eucarística- ¿Os habéis preguntado desde cuando no hacéis un retiro espiritual?. A mi Hijo Jesús le gusta mucho. Haced un día de retiro espiritual todos juntos: adultos y jóvenes.
Orad por los enfermos, por los pecadores, por los jóvenes que se drogan y por tantas personas que se han encomendado a mis oraciones. Yo lo veo todo y lo se todo, pero quiero que seáis vosotros los que pidáis mi ayuda, porque luego yo voy a Dios y pido ayuda.
Sed prudentes, listos. El verdadero cristiano tiene que ser fuerte, listo, inteligente. No es bonito que una persona hable mal de los otros, como no es bonito que en una comunidad que ha crecido muy bien, haya personas que no se hablen y no se saluden. Yo me pregunto: ¿Cómo pueden recibir a mi Hijo Jesús?. Tenéis que amaros todos, dejad de lado la formalidad, dejad de lado los errores cometidos. Jesús ha hablado de perdonar 70 veces 7, Jesús ha venido por los pecadores, Jesús ha dado su vida por todos. ¿Por qué no dejáis algunos maneras de ser y no os reconciliáis delante de Dios?. Cuando digo esto quiere que hay algo en el grupo que no funciona, por fortuna hace referencia a pocas personas; el resto sigue adelante muy bien, porque como ya os dije otras veces: "Vosotros habéis recibido mucho más que todos los hombres y mujeres que están fuera de aquí"; por esto Dios os pide más. Por tanto, basta con el no hablaros, no saludaros; Jesús no quiere esto, yo no quiero esto, el obispo no quiere esto. Dios, en sus cartas, pide continuamente que os améis; el Obispo cuando habla dice: "Amémonos todos". Todos tienen necesidad el uno del otro.
Alguno ha criticado un poco a la vidente, pero yo la admiro, porque no se ha enriquecido con las apariciones, mientas todos los otros vidente se han enriquecido y se han convertido en estrellas. Ella ha permanecido en su sencillez, no pide nada y si algo le es dado, da las gracias. El don que Dios le ha hecho, no es para ella, es para todas las personas que aman a mi hijo Jesús. Esta es su misión: sufrir por los enfermos y por los jóvenes. Yo pienso como ella, por esto os digo: tratad de amaros el uno al otro, amaros recíprocamente, no podéis continuar de este modo, Dios no está contento. Si Dios os ha dado 100, vosotros tenéis que dar el doble, el triple, no podéis coger de Dios 100 y luego dar solamente 10. Si dos personas no se aman no están con Dios.
Gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados y este cuadro. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Ánimo, Marisella, sé fuerte. Ya se que es duro separarse de un afecto humano, como la madre, pero trata de ser fuerte, yo te ayudaré. ¿Quieres dar un beso a tu madre, como siempre, de mi parte?.
Marisa - Sí, ¿se lo das tu también?. Ella, esta tarde, quería venir a la aparición pero, ¿cómo lo hacía para traerla?, yo no puedo.
Mamá, la Virgencita te bendice porque eres buena. ¿Has rezado?. Tienes que rezar por los jóvenes, por las familias, por los enfermos. ¿De acuerdo, amor?.
Tienes tantos, tantos y tantos dolores.
Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Calma un poquito los dolores, porque no puedo más, no me siento bien.
Nuestra Señora - Ya sé que no estás bien, hija mía.
Marisa - Pero los otros no lo saben y por tanto piden y pretenden de mi. Adiós.
Roma, 10 de mayo del 2003 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Hoy habéis empezado el triduo por el aniversario de los votos de mi hijita, pero sobretodo por todas las almas consagradas. ¿Qué más puede deciros la Madre?. Mi mirada se dirige a los enfermos y a la abuela Yolanda. Vuestro amor por las almas tiene que ser grande. Os dije en un mensaje que vuestro Obispo, poco a poco, será conocido por todos, en todo el mundo. Algún cardenal ha empezado a escribir cartas de solidaridad llamándolo "Excelencia Reverendísima"; no como ha hecho el señor Ruini que ha escrito "señor Claudio Gatti". Aquel señor no ha comprendido nada y continúa sin comprender nada. Esta caída de la situación está ocurriendo también por las oraciones que habéis hecho por vuestro Obispo. Tenéis que orar también el uno por el otro y tenéis que amaros, quereros, porque la vida terrena no es fácil, no es bonita. Vosotros, llamados por Dios, vosotros que frecuentáis este lugar santo y taumatúrgico, tenéis que ser mejores que los otros.
Os daréis cuenta que poco a poco también los obispos y los cardenales comprenderán finalmente dónde está la verdad; esto tendría que alegraros.
Felicidades, sobretodo a mi amado Obispo. Sed, de todos modos, felices. Os invito a orar también por todos los que os calumnian y difaman. Orad, para que llegue su conversión, pero será muy difícil.
Mi abrazo y saludo es para los que trabajan o que están en el hospital en medio de los enfermos y no pueden participar en este triduo. Mi saludo y mi amor es para todos. La abuela continúa sufriendo mucho, mucho más de cuanto podáis imaginar. El sufrimiento es grande, porque Dios la ha escogido también a ella. Dios sabe, lo sabe todo. ¿Y si todo este sufrimiento fuese por la conversión de los hijos?. ¿Si el sufrimiento del Obispo fuese por la conversión de sus seres queridos? ¿Si el sufrimiento de Marisella fuese por la conversión de sus seres queridos?. Cuando os llega algún sufrimiento y a veces, para alguno, es muy grande, sabed que Dios lo sabe todo y quiere que colaboréis para ayudarlo a salvar las almas.
Se que mañana es la fiesta de la madre, también yo soy madre y mañana, si Dios quiere, felicitaré a las madres, a la futuras madres, a las madres espirituales. Es muy hermoso festejar a la madre, al padre, a los padres, cuando están en orden, cuando se lo merecen.
Gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, bendigo a todos los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Vamos, Marisella, a dar el beso a la abuela.
Marisa - La Virgencita te besa, la Virgencita te manda un beso.
Abuela Yolanda - ¿Ya ha venido?.
Marisa - Sí, ha venido y te da las gracias por los sufrimientos.
Roma, 11 de mayo del 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy es la fiesta de las madres, así es costumbre en la Tierra, y yo, como madre, felicito a todas las madres y a las futuras madres. Es muy hermoso sentirse llamar "mamá", es la primera palabra que dicen los niños. Renuevo mis felicitaciones a todas las madres aquí presentes y a las futuras, sobretodo, a las que están ausentes por motivos de trabajo.
Ayer os dije que hay cardenales, obispos y sacerdotes que son solidarios con nuestro Obispo. La solidaridad se está alargando como una mancha de aceite, porque además de escribirle, hablan también con otros; algunos de estos escuchan, otros lo rechazan. Por otra parte, ¿qué decía el secreto de Fátima?. Habrá obispos contra obispos y cardenales contra cardenales. Muchas veces os lo he repetido también a vosotros. También lo que Dios ha obrado en el lugar taumatúrgico hace discutir a los eclesiásticos entre ellos. A vosotros esto no os tiene que importar, pero tenéis que orar, para que el Espíritu Santo descienda sobre estas personas y comprendan hasta el fondo donde está la verdad.
Orad, para que esta mancha de aceite se alargue pronto, pronto; tiene que alargarse y progresar con rapidez, como cuando el mar está agitado y llegan olas muy fuertes, como cuando hay viento y tempestad. Vosotros seréis los primeros.
Como ya os he dicho a menudo, el triunfo de la Eucaristía y el vuestro ya ha sido, aunque aquí en Roma, los sacerdotes, los obispos, los cardenales, tienen mucho miedo de que la gente acuda a vosotros y vaya al lugar taumatúrgico. Por esto han tratado y tratan de aislaros y vosotros, más tenaces que ellos, aguantad y continuad haciendo este camino que a veces es difícil, lo admito. Para los que viven fuera de esta comunidad, todo es fácil, porque una vez escuchada la Santa Misa, y a veces participan sólo en la Santa Misa vespertina, todo está en orden y están felices y contentos. A vosotros, sin embargo, Dios os pide cada vez más. ¿Os habéis preguntado por qué?. Porque Dios os ha dado mucho más respecto a todas las personas que están fuera de esta comunidad; vosotros habéis recibido mucho más. Ya que participáis en la catequesis, conocéis el Evangelio mucho mejor que algunos sacerdotes y hermanas. Por tanto tenéis que estar felices de todo esto. Ya sé, tenéis sufrimientos morales y físicos, pero este es el planeta Tierra. Cuando estéis en el Paraíso, será diferente, todo será hermoso; por esto os repito: amad, amad, amad, porque el amor continúa en el Paraíso, porque en el Paraíso permanece solo el amor. Por tanto, tratad de amaros, de perdonaros e imitad a los niños que dicen: "Hagamos las paces y démonos el dedito". Seguid, si venís a orar, si venís a recibir a mi Hijo Jesús, ¿qué hace falta para que os habléis, para pediros perdón, para hacer una sonrisa y decir: "adiós"?. ¿Qué hace falta para saludar a una persona que os ha hecho sufrir?. Jesús, ¿qué tendría qué hacer con vosotros?. El os ama, haced lo mismo también vosotros: amaos. Si no os amáis, y el amor es la virtud más grande, no recibáis a Jesús, porque mi Hijo sufre por estas faltas de amor. Basta, estrecharos la mano y decir: "paz, paz, paz". Tenéis que orar para que todo el mundo goce de la paz.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a la abuela Yolanda y a los niños.
Felicidades de nuevo a todas las madres.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Este beso llévaselo a tu madre.
Marisa - De acuerdo, adiós. La solidaridad hacia el Obispo se está alargando como una mancha de aceite, esto es importante para nosotros. Sí, claro. Adiós.
Nuestra Señora - Adiós, Excelencia.
Roma, 13 de mayo del 2003 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es vuestro Jesús el que os habla. No me atrevo, como he hecho con el Obispo, a felicitar a vuestra hermana, mi esposa dilecta.
Habéis orado mucho y vuestras oraciones no se han perdido, han servido para personas que sufren y viven en la soledad. Es hermoso cuando las oraciones dichas por una persona querida, sirven para otras almas que tienen necesidad.
¿Creéis que Jesús no ama a su esposa?. Yo la amo, por esto quiero felicitarla, por el gran don que ha hecho, haciendo los votos de pobreza, de castidad y obediencia. No es fácil hacer los votos y mantenerlos siempre, especialmente cuando el sufrimiento es muy fuerte.
Tenéis que celebrarlo lo mejor que podáis con la oración, porque yo estoy con vosotros y la vidente estará presente en medio de vosotros en bilocación, junto a Mi, a mi Madre y a mi padre José.
No os desaniméis, no penséis que hayáis perdido el tiempo y que vuestras oraciones no han sido escuchadas por Dios; han sido aceptadas todas, porque habéis puesto todo vuestro amor por esta hijita que está sufriendo mucho. Creedme, el sufrimiento es tremendo, aunque ella no diga nada y alguna vez cuenta alguna santa mentira para esconder la fiebre y los dolores, que son muy fuertes y difícilmente soportables.
Mi dilecta esposa, tu Jesús te ama y te ha amado siempre. Yo quiero que Me seas siempre fiel. Ofrece tu sufrimiento por aquellas personas que tu sabes y de las cuales te he dicho los nombres; ofrécelo con todo el corazón.
Mi Madre y vuestra ha dicho frecuentemente que os améis y también ha bromeado con la ocurrencia: "Daos el dedito y decid paz, paz". ¿Por qué algunos de entre vosotros, pocos en verdad, son todavía duros y no buscan la verdadera conversión, hasta el fondo?. Vuestra hermana continúa sufriendo por todos vosotros, por las personas lejanas, por otras personas de las cuales sólo ella conoce los nombres, por vuestro Obispo y por todas las personas que sufren.
No podía no felicitarla, aunque con tristeza, porque ella está muy atribulada.
No digo nada más, os repito solo: tratad de amaros, porque la muerte puede llegar en cualquier momento, a cualquier edad y si no estáis preparados no podréis gozar del Paraíso.
Ánimo, mis queridos hijos, recordad que vuestras oraciones no se han perdido. Gracias.
Tengo que terminar porque mi dilecta esposa no está bien.
Junto a mi obispo y vuestro, a la Madre y a mi padre José, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a la abuela Yolanda y a todos los niños, especialmente a los que tienen fiebre.
Nuestra Señora - Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Gracias, porque me has ayudado a soportarlo todo. Adiós, mi amado esposo.
Jesús - Adiós, mi dilecta esposa.
Marisa - De acuerdo, adiós.
Se ha ido.
Roma, 15 de mayo del 2003 - h. 8:30 p.m. (carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. ¿Veis como cada año, el mes de mayo pasa velozmente?. Hemos llegado ya al 15 de mayo y todo procede tranquilo, porque hay personas que están pagando duramente, para que todo vaya bien. Jesús y yo hemos hablado del amor hacia el prójimo, de la caridad, del amor preventivo hacia el que tiene necesidad. Pero todavía hay algunos que no saben amar. Los que sólo piensan en la parte externa de la vida, interiormente tienen un vacío total. Lástima, porque sois un hermoso grupo, pero hay cuatro personas que no se comportan bien y no saben amar. No aman ni siquiera a vuestra hermana, ¿cómo pueden amar a Jesús que no ven, si no aman a la que ha sufrido tres días la pasión?.
Ya sé, Marisella, que estás mal, estás cansada, pero no te preocupes, yo te ayudo.
Estas personas que no aman a quien sufre, aunque dicen que aman a Jesús, creen que lo aman, pero Jesús lo ve todo. Si no amáis a las personas que veis, ¿cómo podéis decir que amáis a mi Hijo Jesús que no veis?.
Hoy vuestra hermana me ha dicho: "Para mi fiesta, querría un regalo". No me ha pedido la posibilidad de bajar y estar en medio de vosotros. El regalo que me ha pedido es que todas las almas se amen y que también en lo que a ella se refiere, haya un poco de amor, no piedad o misericordia. Es fácil amar a los que no os dicen nada, a los que no os reprenden, y no fastidian. Es necesario saber amar a todos, incluso a los que hacen la corrección fraterna. Os he dicho también: "Amad a los enfermos, en cada enfermo tenéis que ver a Jesús". Antes que nada es el enfermo, después todo el resto, esto es lo que Dios quiere, esta es la misión de vuestra hermana.
Ella es la primera que no es amada, esto no es bonito. Parece una tontería, pero es una gran falta, que obstaculiza la vida comunitaria, para vosotros que formáis parte de este pequeño cenáculo. Vosotros os preguntáis continuamente: "¿Cuándo intervendrá Dios?". Yo os pregunto: "¿Cuándo seréis capaces de amaros todos, sin estar condicionados por la antipatía o la simpatía?. Tenéis que amaros todos. Amar significa también sufrir, porque a veces amar a una persona puede comportar también el sufrimiento, pero el sufrimiento, si es vivido con amor, tiene un gran valor ante Dios.
¿Qué más puedo deciros?. Quitad este defecto tan grande y amad, de otra forma es inútil que recibáis a mi Hijo Jesús. Estos es lo que os dijo el domingo Jesús y es lo que he dicho yo también: "Cómo podéis decir que amáis a Jesús, como podéis recibir a Jesús Eucaristía en vuestro corazón, cuándo no está lleno de amor?. ¿Es posible que sea tan difícil amar?. Si no amáis, no recibáis a Jesús, dejadlo tranquilo en el tabernáculo. Muchos lo reciben con amor, con caridad, con sensibilidad y con sufrimiento, porque el amor comporta el sufrimiento. Marisella no ha pedido nada, ni poder bajar, ni estar mejor, ha pedido solamente que todos vosotros, los del cenáculo, que venís aquí al lugar taumatúrgico, os améis. No de palabra, no como una representación, porque el amor parte del corazón. ¿Por qué Jesús y yo amamos tanto a vuestro Obispo?. Porque él sabe amar, a pesar del gran sufrimiento, ama a todos y trata de ayudar a todos como puede, pero es un hombre como vosotros, hecho de carne y hueso.
Mis queridos hijos, espero que hayáis comprendido lo que he dicho. No me queda más que desearos una buena continuación del mes mariano, un bueno encuentro bíblico y, sobretodo, una buena participación en la Santa Misa. No toméis a mi Hijo Jesús, no recibáis a Jesús en vuestro corazón si no amáis a las personas.
Una última observación: cuando alguno está mal, vuestra hermana está dispuesta a dar la vida por la persona que está enferma. Esto es amor, quizás es demasiado y tendría que reñirla un poco, porque se comporta al contrario de cómo lo hacéis vosotros, pero es hermoso saber amar, saber dar. Amad a estos niños.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a la abuela Yolanda, al pequeño Emmanuel, la pequeña Sara y a los otros niños que a menudo vienen aquí: Jacobo, David, Samuel, la pequeña Elisa y tantos otros niños. La Madre los bendice a todos. Gracias por vuestra presencia.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Felicidades a todos, mis queridos hijos.
Marisa - Manda un besito a la Virgencita, Emmanuel.
Adiós, adiós. Se ha ido.
Roma, 17 de mayo del 2003 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - He esperado con paciencia para venir entre vosotros, mientras veía a dos ángeles en pleno trabajo, el uno en dar y el otro en recibir, cuando decía: ¿Por qué no le hago tomar la medicina?". Esto es hermoso. Marisella, estabas feliz de que Selenia te hiciera tomar la medicina. Pero a veces no todo sale como queréis porque estáis absorbidos del ansia de dar y de hacer. El trabajo ha sido hecho con amor, lo importante es que, cuando alguien hace algo, lo haga con amor, después si no puede, si no funciona o si no estáis contentos de cómo ha ido, no significa nada. Vosotros sabéis cómo Jesús y yo le damos muchísima importancia al amor, también a vuestra vidente le importa muchísimo el amor por los otros. No ha pensado en su dolor, sino en amar al que trabaja. Es muy hermoso este amor recíproco, aunque a veces comporta mucho sufrimiento e impide estar presentes en ciertas ceremonias muy hermosas y agradables. El que está mal no puede seguirlo todo. Dios tendrá sus motivos, para dar esta prueba. Como siempre, hay motivos, cuando Dios pide sufrimiento.
Estoy aquí, Marisella, estoy bajando más cerca de ti. Mañana haremos de todo para permitirte estar en medio de los otros, en esto pensará tu doctora. No te preocupes de nada y sé feliz, siempre. Acepta cuando los otros te dicen que eres valiente y buena. Tienes también imperfecciones, como todos, pero a veces, para Nosotros los del Cielo, es difícil encontrar alguna. En cambio, vosotros hombres de la Tierra, encontráis fácilmente imperfecciones en esta mujer fuerte, valiente, dispuesta a dar la vida por todos. No miréis si en ella hay algo que no funciona como vosotros queréis, mirad el amor, porque ella os ama a todos. Mis dos hijitos os aman a todos y os aman mucho.
Marisella, sé que te disgusta no estar presente en medio de ellos, sé que en silencio has sufrido mucho el martes, el jueves y esta tarde también. Yo, como vosotros, pediré a Dios que mañana pueda estar entre los otros, aunque tenga dolores, pero al menos que aquellos fuertes se vayan y se queden sólo los otros.
Mis queridos hijos aquí presentes, que habéis venido también de lejos a festejar a vuestra hermana, no os preocupéis, orad, orad siempre. El Señor a veces envía pruebas y sufrimientos para hacer que oren más. Hace sufrir a esta hijita para que oréis, para que podáis entrar en su círculo, en su misión. Os pide que oréis para ayudarla en todo.
Os doy las gracias a todos y orad para que mañana sea otro día para vuestra hermana. Ahora ella tiene que dejaros, porque es duro, es difícil hablar con los dolores fuertes. Ella os saluda a todos y desea veros felices; ora por todos vosotros, por vuestras familias, por vuestros hijos, por los niños. Se ha inmolado por todos, a veces sus oraciones han sido escuchadas; otra veces no y Dios no le ha dicho el motivo. Es difícil explicar a las personas el motivo por el cual Dios permite todo esto. ¿Quiénes somos nosotros para preguntar a Dios por qué hace esto o aquello?. Nosotros oramos y luego Dios hace el resto.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Oye, ¿puedo preguntarte por qué no ha venido Jesús?.
Nuestra Señora - Marisella, hoy me ha mandado a mí, verás que tu esposo vendrá mañana.
Marisa - Está bien. Gracias.
Nuestra Señora - Lleva mi beso a la abuela.
Marisa - Adiós. Saluda de mi parte a Jesús.
Se ha ido.
Roma, 18 de mayo del 2003 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¡Hola Jesús!.
Jesús - Hola, mis queridos hijos. Es vuestro Jesús el que os habla y se dirige sobretodo a su dilecta esposa. El amor que ella tiene hacia todos, lo ha recibido de Nosotros. El amor es sufrimiento, sacrificio, es prevenir al otro y vuestra hermana ha dado este amor a todos, sin excepciones, si dejarse condicionar por la simpatía o la antipatía. En su carne martirizada ha tratado de amar a todos, sobretodo a su esposo Jesús, a la Madre de la Eucaristía, a san José, a todos los ángeles y los santos y a todas las personas que sufren, a los enfermos, pero sobretodo a los que tienen verdaderamente necesidad de ayuda.
Marisa - Jesús, hoy te quiero encomendar a Eleonora. ¿Puedes hacer algo por ella?. Pero que se haga tu voluntad.
Jesús - Mi esposa dilecta, había prometido que te quitaría los dolores más atroces y duros, pero hay mucha necesidad de tu ayuda por los hermanos. Espero que todos te agradezcan el gran sacrificio que has hecho al venir en medio de ellos. Has hecho un sacrificio grandísimo, porque cualquier otra persona se habría quedado tranquilamente en su cama, incluso también para rezar. En cambio tú has querido hacer de todo para estar junto a tus hermanos; tu esposo dilecto te da las gracias por este sacrificio.
Varios de vosotros están pensando: "¿Cómo puede un esposo hacer sufrir a su esposa y llamarla esposa dilecta?". No todos podéis comprender los caminos del Señor y Su voluntad. ¿A vosotros os parece que pretende demasiado?. Desde el punto de vista humano, Nosotros pretendemos demasiado, pero desde el punto de vista espiritual vuestra hermana está haciendo un trabajo muy grande y hermoso.
No quiero prolongarme más para no cansarla, porque hay la Santa Misa. Procurad que sea una santa Misa llena de amor hacia vuestra hermana y hacia los que querían venir, pero no han podido por motivos justos. Esta vez digo: participad en la Santa Misa como si fuese la última, por vuestra hermana; por tanto orad por ella.
Termino impartiéndoos mi bendición.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os estrecho fuertemente junto a mi corazón. Felicidades, Marisella. Id en la paz de Dios Padre de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Gracias por todo. Adiós.
Don Claudio, se ha ido.
Roma, 22 de mayo del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es vuestra Madre la que os habla y cada vez tiene algo que decir, que no es fácil decir, ni siquiera para mí. Antes de nada quiero agradecerle a los que oran y ayudan a la familia del Obispo, gracias de parte de todos Nosotros. Vuestra hermana no quiere que diga que está sufriendo muchísimo; quizás nadie comprende cuán grande es su sufrimiento. Ella querría sufrir siempre en silencio, pero, a veces, es imposible ocultar los sufrimientos.
Mis queridos hijos, hoy es el vigésimo segundo día del mes dedicado a mí. Soy muy feliz porque muchos de vosotros, además de estar presentes, hacen sacrificios, pero lo que interesa más a mi hijo Jesús es que participéis en la Santa Misa en gracia de Dios y frecuentéis el encuentro bíblico, porque nadie hace el encuentro bíblico como vuestro Obispo. El anuncio más hermoso que os quiero decir es que las parroquias continúan haciendo adoración eucarística, continúan orando delante de Jesús Eucaristía; esto, Dios, os lo atribuye a vosotros, a vuestra iniciativa y a vuestras oraciones. De este lugar taumatúrgico, gracias a vosotros, parte todo lo que hacen ahora los sacerdotes y los obispos; yo, en nombre de Jesús, os doy las gracias por lo que hacéis. Vosotros pensáis que hacéis poco, pero no es verdad. A veces, si no es posible orar, basta ofrecer el sufrimiento, sobretodo, de parte de las personas enfermas que forman parte de esta comunidad. Yo, naturalmente, oro junto a vosotros, pero vosotros sabéis que tenéis que hacer siempre la voluntad de Dios, cualquiera que sea, en el dolor, en la prueba y en la alegría. Ya sé, mis dos queridos hijitos, que la alegría para vosotros es poquísima y el sufrimiento no es comprendido. Este es el momento más difícil que estáis viviendo y tenéis que hacer comprender a vuestros seres queridos vuestro sufrimiento y vuestra necesidad.
No os digo: "Id de vacaciones", sino "tenéis que ir de vacaciones", porque vuestra situación de salud es muy grave, aunque los parientes no lo comprenden. Yo os doy las gracias, mis dos queridos hijos, que comprendéis todo y que habéis ofrecido siempre a Dios todos vuestros sufrimientos y a todos los parientes que verdaderamente saben amar.
Marisa - No me lo digas, te lo ruego, de todas formas comprendo e intuyo muchas cosas. Tengo un gran remordimiento y tú lo conoces. Si el sufrimiento tiene que tomarnos completamente, haced lo que queráis, me desagrada solamente por el Obispo. No me digas nada más, te lo ruego.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi santo obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los que involuntariamente hacen sufrir. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Ánimo, Marisella, combate esta batalla.
Marisa - Lo tienes que hacer por el obispo, no por mi. Adiós. Llévale tú un beso a mi madre; te ruego que no la hagas sufrir tanto, no soy capaz de verla sufrir siempre. Adiós.
Roma, 24 de mayo del 2003 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es vuestra Madre la que os habla. Tenéis que saber que la vidente ha hablado con Dios, no ha podido verlo, ha visto solamente una grandísima y hermosísima luz de varios colores, circundada por los ángeles. Solamente el Obispo sabe lo que ha dicho a Dios.
He venido para estar junto a vosotros y para deciros que hay muchas personas que sufren, pero ninguno tiene un sufrimiento tan grande como vuestra hermana; ni siquiera los santos que están en el Paraíso han sufrido como ella. Marisella ha peguntado a Dios: "Dios mío, ¿por qué me das tantos sufrimientos? ¿Por qué me has abandonado?. Cuando os pido que recéis por todos los enfermos, por todas las personas que sufren, sabed que entre ellos están vuestra hermana y la abuela Yolanda. Vosotros tenéis que hacer la voluntad de Dios y tenéis que orar, para que los enfermos puedan, a su vez, hacer la voluntad de Dios. Por tanto, orad y decid: "Dios mío, que se haga tu voluntad": pedid, sobretodo, que de al enfermo la fuerza de soportar el sufrimiento.
Hoy, una hermana vuestra ha muerto, pero vive, porque morir es vivir. Orad por Eleonora, orad por sus hijos; esto es hermoso. Sois una pequeña comunidad, tenéis que ayudaros en el bien y en el mal y tenéis que amaros, porque Dios quiere que os améis el uno al otro como Él os ama y como os ha amado siempre, aunque esté presente el sufrimiento.
¿Veis como pasa el tiempo?. Hoy es 24 de mayo y es también la fiesta de María Auxiliadora. Este es otro título, pero recordad que mi verdadero nombre es Madre de la Eucaristía. Mis títulos son muchos. Los hombres pueden invocarme como María Auxiliadora, Nuestra Señora de Fátima, Nuestra Señora de Lourdes y de otros modos, pero mi nombre sigue siendo Madre de la Eucaristía. Creedme: yo sufro con vosotros, especialmente cuando vengo al planeta Tierra, soy una persona como vosotros, sufro con vosotros y con los que sufren. Ánimo a todos.
Querría deciros que la meta, la salvación está cercana, pero vosotros sabéis que los tiempos de Dios no son los vuestros. Pero os repito una vez más que Dios no defrauda nunca y mantiene las promesas. ¿Cuándo?. No lo sé. Quizás con la muerte de vuestra hermana todo se allanará porque ya no habrá más apariciones y las personas no criticarán, calumniarán ni difamarán más. Mientras decía esto vuestra hermana ha sonreído y en su corazón ha pensado: "Entonces llévame hoy mismo, así todo se allanará". Vosotros no sabéis lo que Dios quiere de esta vuestra querida hermana y orad por todos, por los buenos, por los malos, los no creyentes y para que todos se conviertan. Es más fácil que se conviertan los pecadores que las personas que dicen que creen. Estos dicen que creen en Dios, pero no participan en la Santa Misa, o van a la vespertina para estar libre el domingo, o incluso van por hábito. Todos han olvidado que la Santa Misa vespertina ha sido instituida para los que trabajan el domingo, especialmente en el hospital. El que se comporta así quiere decir que no ama a Dios, no ama a Jesús Eucaristía. Querría deciros que sois los elegidos de Dios, aunque ninguno de vosotros sea perfecto. Dios os ha escogido para ayudar a mis dos hijitos a llevar adelante su misión tan dura y difícil. Ánimo a todos; ánimo a ti, Excelencia, mi querido sacerdote predilecto, tu eres ya santo, y no quiero repetirlo. Vosotros, miembros de esta pequeña comunidad, no olvidéis nunca que tenéis un Obispo santo: si no es santo para el señor Ruini, para el señor Bertone ni para el señor Ratzinger, no tiene ninguna importancia, porque según Dios es santo. Amadlo, respetadlo todos, especialmente los que viven en casa con él: Don Claudio está dispuesto a todo para ayudar a los que sufren y tienen necesidad de él. Trabaja en su estudio para mejorar todas las actividades pastorales, aunque está solo y a su lado no hay ningún sacerdote. Si tuviese otro sacerdote, éste trataría de quitarle su sitio; para conseguir este objetivo, a veces, algunos han llegado a decir calumnias. Aquellos sacerdotes que han estado aquí han tratado de quitarle el sitio, pero no han podido porque Dios ha intervenido. Sé que Don Claudio ha pensado varias veces: "Antes de la ordenación episcopal estaba mejor". Desde entonces sus sufrimientos han aumentado muchísimo, porque nadie acepta que Dios pueda ordenar Obispo a quien quiera y cuando quiera; nosotros no somos nada, Dios lo es todo.
Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Aunque seáis pocos y otras personas no respondan porque se ha echado mucha cizaña, junto al Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los que no creen y a los que han echado cizaña, pero bendigo, sobretodo, a los enfermos, a los que sufren en el hospital y en casa. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
Nuestra Señora - Lleva mi beso a tu madre, a la abuela Yolanda. Marisella tendrás que ser feliz cuando tu madre ya no esté. Tampoco tú, a menos que Dios lo quiera diversamente, vivirás por mucho tiempo. Tu estás contenta de morir, así se allanarán vuestras situaciones y se resolverán vuestros problemas en este planeta Tierra, porque tu molestas mucho, sobretodo a los sacerdotes. Éstos, sin embargo, toman conceptos y reflexiones de las cartas de Dios que después predican a los otros. También las homilías del Obispo y sus catequesis son tomadas por los sacerdotes, por los obispos y los cardenales que las hacen suyas. ¿Pensáis que esto es malo?. No, es hermoso, porque quiere decir que leen, siguen y cuentan a las personas lo que yo digo, lo que vuestro Obispo dice. Así pues, ¿quién molesta?. ¡La vidente!.
Marisa - De acuerdo, de acuerdo, adiós. He hablado con Dios y le he dicho todo lo que tenía que decir, pero no sé si te lo dirá.
De acuerdo, adiós.
Se ha ido. No le he pedido lo que he pedido a Dios, porque no podía pedirles a los dos las mismas cosas.
Roma, 25 de mayo del 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Vosotros sabéis que muchas veces Jesús y yo hemos anunciado que vuestra hermana será feliz sólo en el Paraíso, pero vosotros tenéis que orar lo mismo, porque Dios sabe a quien distribuir vuestras oraciones.
En este momento el sufrimiento de vuestra hermana es muy grande. Vosotros no podéis comprender cuán grande es su sufrimiento, que iguala al amor que tiene por todos. Jesús, antes de empezar su pasión dio el nuevo mandamiento: "Amaos como yo os he amado". También vuestra hermana os dice: "En el futuro, cuando yo no esté, quereos, amaos".
¿Qué testamento espiritual puede dejar Jesús o un alma para los otros?. Amaos los unos a los otros, no juzguéis, no miréis la paja en el ojo de vuestro hermano, cuando vosotros tenéis una viga". Este es el testamento más hermoso y más grande: el amor. No miréis los pequeños defectos que puede haber en la comunidad. Vosotros, que habéis hecho este camino, sabed amar y seréis felices también vosotros.
Hace años, cuando daba la carta de Dios, los dolores de vuestra hermana desaparecían y ella estaba bien, ahora, en cambio, Dios permite que los dolores continúen también durante la aparición, para que sean ayudados todos los hombres que tienen necesidad, y sobretodo los enfermos de espíritu y de cuerpo.
Orad por vuestra hermana, para que tenga la fuerza de aceptar hasta el fondo el sufrimiento, incluso tiene que tener cuidado y tiene que hacer todo lo que los médicos le dicen.
Marisa - Este es mi testamento, muy breve y muy sencillo, pero muy grande: el amor hacia todos, el amor que os acompañará hasta el Paraíso; la fe y la esperanza se acabarán, el amor hacia todos permanecerá.
Obispo - Marisa se ha desvanecido, os ruego por tanto, que continuéis orando en silencio.
Marisa - En el Paraíso estoy bien y gozo, es muy difícil volver a la Tierra, pero Dios quiere que esté todavía un poquito con vosotros. Yo os amo a todos, mis queridos hermanos. Tenéis que pensar en el Paraíso; es muy hermoso y allí todos se aman, gozan, cantan, recitan salmos y ven a Dios. Me gustaría mucho que no sufrierais en la Tierra. Cuando me vaya de la Tierra no tenéis que sufrir sino decir: "Feliz de ella, ahora se ha ido a gozar". Al fin y al cabo Nuestra Señora y Jesús muchas veces me han dicho que me harán feliz sólo en el Paraíso.
No puedo soportar los sufrimientos, antes era más fuerte, mas buena, escondía mejor el dolor, nadie se daba cuenta que sufría. Ahora el físico está muy probado y espero que mi partida esté cercana porque, finalmente, como ha dicho Jesús, gozaré en el Paraíso. Pero no me siento digna del Paraíso, no estoy preparada, tengo que sufrir todavía. Por esto permanezco todavía un poco con vosotros, porque no estoy preparada y tengo que sufrir, sufrir, sufrir mucho, antes de subir al Paraíso.
Hablad del Paraíso, hablad también con los enfermos y veréis que les daréis también mucha alegría. Ahora Jesús me hace descender de nuevo a la Tierra y todo empieza otra vez, el gran sufrimiento místico y el sufrimiento de todo mi cuerpo. Estoy gorda, así tengo más sufrimientos que ofrecer por los otros, si fuera delgada, podría ofrecer poco.
Adiós a todos. Buen domingo, os amo mucho. Adiós, pequeño rebaño, como Jesús os llama.
Roma, 29 de mayo del 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy es 29 de mayo, el mes dedicado a mí está a punto de acabar. Querría que el treinta y uno hicieseis una gran fiesta para la clausura del mes y ya que el primero de junio es domingo, haréis la apertura del mes de junio dedicado al Corazón de mi Hijo Jesús.
Mis queridos hijos, ¿os dais cuenta cómo pasa el tiempo?. No podéis imaginar como mi santo título se ha difundido en toda la Tierra. Todos conocen a la Madre de la Eucaristía, todos conocen al Obispo ordenado por Dios, Mons. Claudio Gatti y a la vidente Marisa Rossi. El que calla, o dice que no cree, se comporta así sólo por celos. Ahora las calumnias y las difamaciones con respecto a mis dos queridos hijitos están disminuyendo. Los que han leído en Internet toda vuestra historia, están creyendo. Alguno, incluso ha dicho: "Entre el superior y el inferior, el que tiene la razón en todo es el inferior". Pero no pueden, abiertamente y valientemente defender la verdad, porque está condicionado por tantos compromisos que nadie puede imaginar. Vuestra más grande alegría tiene que ser ésta: junto a la Madre de la Eucaristía, sois conocidos en todo el mundo. Jesús Eucaristía es más amado, muchas, muchas personas han empezado a hacer adoración eucarística, a adorar a mi Hijo Jesús; ¿no os parece una grande y hermosa satisfacción?. Los que creen aumentan siempre, cada vez que yo vengo aquí. A vosotros os he dicho que, acabada la guerra, la postguerra sería crítica y difícil. Hoy mi Corazón continúa sangrando. En otros lugares dicen que, ya que la guerra ha terminado, yo he aparecido feliz. No, yo no me aparezco en otros lugares, ya lo sabéis. No es necesario que sea yo la que os diga que la postguerra es crítica, lo sabéis a través de los medios de comunicación. Vuestras oraciones no se desaprovechan nunca, Dios las acepta y las distribuye donde quiere y a quien quiere.
Vuestra hermana es feliz porque mi nombre se ha difundido por todas partes y los sacerdotes empiezan a creer que la verdad está aquí, en este lugar taumatúrgico, escogido por Dios.
Ánimo, os espero el 31 de mayo para la clausura del mes de mayo. Tratad de organizar una hermosa y Santa Misa, orad, recitad el Santo Rosario y yo estaré con vosotros. El primero de junio empieza el mes dedicado a mi Hijo Jesús, a vuestro Jesús, en el horario de costumbre, como cada domingo.
Gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro, el gran Obispo de la Tierra, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Sí, Marisella, bendigo también a Ágata y a Nicolás.
Marisa - Yo lo había pedido en silencio.
Nuestra Señora - Ya sé que pides en silencio que bendiga a todas las personas, como me has pedido tantas veces que bendiga a tu hermana Anna, a su marido y a los hijos.
Marisa - Sí, ésta es una cosa mía y tuya, porque me da vergüenza.
Nuestra Señora - Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, gracias.
Roma, 31 de mayo del 2003 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. He querido que el ala blanca de jóvenes estuviese presente en la habitación de Marisella para celebrar el último día del mes dedicado a mí. La Madre os da las gracias a todos, también a los niños: Jacobo, Emmanuel, Samuel y la pequeña Sara. Os doy las gracias, jóvenes casi adultos, por todo lo que hacéis el sábado, el domingo y en las otras fiestas y porque estáis dispuestos a hacer cada vez algo más hermoso para adornar el lugar taumatúrgico.
Como ya he dicho muchas veces, mi nombre, Madre de la Eucaristía, es ya conocido en todo el mundo. El que dice Mujer de la Eucaristía, Señora de la Eucaristía o Virgen de la Eucaristía, se equivoca; lo dicen para esconder el verdadero nombre; yo soy Madre de la Eucaristía.
Vuestra hermana está sufriendo muchísimo y vosotros tenéis que ayudarla con la oración, pero que se haga la voluntad de Dios. Dios decidirá si estas oraciones irán a ella o a otras personas. Repito: las oraciones nunca, nunca se pierden, siempre hay alguno que saca beneficios. Ya que vuestra hermana ha dado la vida por la Iglesia, por vosotros, por las familias, por los sacerdotes, es natural y justo que todas vuestras oraciones vayan a beneficio de aquellas personas que tienen necesidad. Hace poco tiempo vuestra hermana os ha dejado un testamento de amor, de caridad: "Amaos siempre, tratad de evitar la cizaña y de hablar mal". No miréis la paja en el ojo de vuestro hermano, cuando vosotros quizás tenéis la viga, naturalmente hablo en general, no hablo solo a vosotros que estáis aquí presentes.
Mayo se ha terminado y yo doy las gracias a todos los que han hecho el sacrificio de venir. Cuando pienso que Dios quiere para el mes de Junio los mismos compromisos que en el mes de Mayo, sonrío y digo: "¿Cómo lo tomarán mis queridos hijos?. ¿Estarán contentos o alguno soplará y se quejará?.
Marisa - ¿Entonces dices que Junio será como Mayo?
Nuestra Señora - Sí, Jesús vendrá en Junio en los mismos días en que yo he venido en Mayo. No os quita mucho tiempo. El jueves, el primer sábado de mes y el domingo ya venís; por tanto, no me parece que os ocupe tanto tiempo. Yo quería otra cosa para mi hijo Jesús, pero Él me ha dicho: "Mamá querida, hagámoslo como lo hemos hecho contigo porque los hijos de hoy son mucho más débiles que los hijos de antes, que eran más fuertes, más valientes. Ahora están más débiles, más cansados.
Marisa - Incluida mi sobrina que duerme siempre, siempre tiene sueño.
Nuestra Señora - Marisella, sé buena. Ya sé que pasas las noches en blanco, ya sé que nos miras y no puedes ni siquiera recitar una oración, nos miras con los ojos llenos de lágrimas pidiendo ayuda. ¿Tú crees que no eres ayudada?. ¡Oh!, sí no lo fueses, sería un desastre para ti; por tanto quédate tranquila.
Marisa - Quería hablarte de todos ellos.
Nuestra Señora - Cuando hagan el retiro hablaré de ellos, a cada uno de ellos.
Mis queridos jóvenes, estoy contenta de veros entorno a la vidente que Dios ha escogido desde niña. ¿Qué le ha dado Dios?. ¿Qué ha tenido ella con este don?. Nada, sólo sufrimientos.
Jacobino, espera un momentito. El don que Dios le ha dado es para los otros. Acuérdate: el verdadero vidente no recibe nada, pero tiene que sufrir por los otros, tiene que amar a los otros. El verdadero vidente no se deja nunca abatir, aunque tenga imperfecciones. Vuestra hermana tiene imperfecciones según los hombres, pero a los ojos de Dios es diferente.
Querría decir algo sobre la abuela Yolanda que parecía que tuviese que morir pronto y alcanzar el Paraíso. Vuestra hermana ha pedido poderla ver que esté un poco mejor, verla sonreír y disfrutarla durante un poco de tiempo como estaba antes. Dios la ha escuchado y ha permitido a la abuela Yolanda que esté todavía con vosotros, pero no está bien. Naturalmente sabéis que antes o después volará a Nosotros. Dios ha dado a la hija la satisfacción de disfrutar de la madre todavía por un poco de tiempo en buenas condiciones. Mi agradecimiento va también para la hija Anna, que se prodiga con la madre, aunque a veces tiene contrariedades y choques con alguno. Lo que me ha impresionado a mí y a vuestra hermana es la paciencia que tiene con la madre; tiene una gran paciencia.
Marisa - Yo no la tendría, porque no puedo.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, ¿veis cómo poco a poco Dios os está ayudando?. La última ayuda se la ha dado a Alejandro, que es el más joven después de Yari.
Por tanto os doy las gracias a todos, doy las gracias a las queridas mujeres que están siempre presentes. Participad en la santa Misa, y no os tengo que decir cada vez, como si fuese la última de vuestra vida. Vosotros ya sabéis como comportaros porque, como dice vuestro Obispo, estáis en la Universidad, por tanto sed competentes. A los que dicen: "Yo no he estudiado", yo respondo: "Dios no tiene necesidad de personas que hayan estudiado, sino que amen y conozcan la Palabra de Dios", por esto digo que estás en la Universidad.
Excelencia, no es fácil estar a tu lado, porque estás muy alto, estás muy cerca de Jesús, del que te ha elegido y ordenado Obispo de la Eucaristía, Obispo de la paz. Ya lo sé, estás solo. Ahora no hablamos de los parientes, pero acuérdate que muchas personas están a tu lado y te aman.
Marisa - ¿Crees que podré estar presente en el bautismo de la niña?. ¿De veras?. ¿Cuándo podré levantarme?.
Nuestra Señora - Se lo preguntaré primero a Dios Padre.
Marisa - Ya sabes que nosotros los de la Tierra tenemos diversos trabajos. Mi sobrino tiene que avisar con tiempo a los parientes y tratar de resolver varios problemas. Vosotros los del Paraíso no los tenéis, pero nosotros sí.
Nuestra Señora - Ahora no te puedo dar una respuesta precisa, tengo que preguntarlo a Dios Padre, porque es Él el que manda.
Marisa - Oye un momento, ¿y si Dios dice que no?.
Nuestra Señora - Que se haga su voluntad. Ahora querría recitar junto a todos la oración que nos ha enseñado mi Jesús y vuestro: Padre Nuestro Gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos; bendigo a los que por motivos de familia han tenido que marchar; bendigo los objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
(Marisa recibe el golpe de lanza)
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo de Dios Espíritu Santo. Gracias una vez más. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. No me lo esperaba. Está bien, adiós. Gracias.
Se ha ido.
Mensajes de Junio de 2003
Roma, 1 de junio de 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. El amor que la Madre tiene hacia vosotros y hacia todos los hombres de la Tierra es muy grande. Algunos me comprenden y tratan de poner en práctica las Cartas de Dios, otros no me escuchan. En el mundo hay muchas personas que se han convertido. Creen en Dios, pero todavía no sienten la necesidad de escuchar la Santa Misa. Son mejores los no cristianos convertidos al cristianismo, que los cristianos.
¡Oh, si todos pudiesen gritar junto a mi: "Mi alma magnifica al Señor"! Desgraciadamente no es fácil decir esta frase con todo el corazón.
La salud es importante para todo hombre, es importante para todos, para el que trabaja y para quien tiene niños. Vuestra hermana tiene muchos niños, tiene muchas hermanas y hermanos; para esto ha sido llamada al sufrimiento mucho más que otros. Ésta es otra de sus misiones. Siente comerse la carne dentro de su cuerpo, que, como dice ella, sí, es grueso y cuanto más una persona es gruesa más puede dar a Dios. Una vez, bromeando sobre si misma, he oído que decía a una persona delgada: "Tu faltas a la caridad; cuando estés muerta, ¿qué darás a los señores gusanos que están bajo tierra?. Yo, al menos daré algo!". Parecen frases tontas y sin embargo son sabias; ella repite siempre que conviene estar gruesos, porque así el cuerpo puede contener mucho más sufrimiento.
Mis queridos hijos, os lo ruego, participad en la novena al Espíritu Santo y frecuentad el lugar taumatúrgico durante el mes dedicado a mi Hijo Jesús el jueves, el sábado y el domingo. Invocad al Espíritu Santo con todo el corazón, llamadlo como llamaríais a un hijo que está lejos, invocadlo porque el Espíritu Santo ayuda. Invocadlo por los sacerdotes que pecan continuamente contra el Espíritu Santo. La Tercera Persona de la Santísima Trinidad entra en vuestro corazón junto a Dios Padre y a Dios Hijo.
Mis queridos hijos, vuestra hermana ruega mucho por todos vosotros, por los enfermos y por los que están bien. Convertíos plenamente al Santo Evangelio; la conversión, con el amor puede llevaros a alturas estupendas. Gracias.
Junto a mi amado Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo, siempre. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Eh ahí la paloma sobre Nuestra Señora, ha descendido el Espíritu Santo. Ayúdame también a mi, necesito convertirme. Si quiero ir al Paraíso, primero tengo que sufrir, sufrir y sufrir. Adiós.
Se ha ido. Había una paloma, el Espíritu Santo.
Roma, 5 de junio de 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo. Mis queridos hijos, es vuestro Jesús el que os habla. Este mes está dedicado a mi Corazón, por esto os invito a dirigiros a Mi. Querría que oraseis por una señora que está muy mal y por una intención particular de mi Madre.
Mis queridos hijos, mi sola presencia os bendice a todos. Durante todo el mes de mayo mi Madre y vuestra ha repetido: "Amos, como mi Hijo Jesús os ha amado". Hay tanto sufrimiento y tanta maldad en el mundo; al menos vosotros sed buenos y amaos siempre. A menudo mando en bilocación, a una persona o a un lugar, según las necesidades, a una persona muy querida por Mi. Mi Madre ha estado siempre a mi lado en bilocación durante los viajes y durante la pasión. Incluso el grande S. Pablo y todos los apóstoles han tenido el don de la bilocación. Recordad que S. Pablo y don Claudio han sido ordenados obispos por Dios; uno hace dos mil años y el otro en el dos mil. No os fijéis en las fechas, pensad solo en el gran don que Dios Padre, Dios Espíritu Santo y Yo, Dios Hijo, hemos hecho a Pablo, a Claudio y a la Iglesia.
Cuando tenéis que hacer alguna cosa, hacedla con amor; el que hace la costura, el que piensa en las flores y en el jardín, el que en la capilla y en la basílica, trabaje siempre con amor y humildad.
Acordaos de orar por la intención de mi Madre y vuestra, es muy importante. Un día os desvelaré esta intención.
Mis queridos hijos, os dejo, porque tenéis que participar en la Santa Misa. Durante la celebración eucarística estoy con vosotros y en el momento de la consagración estoy dentro del Obispo y el Obispo está dentro de Mi y los dos formamos una sola cosa. Yo estoy al lado del Obispo incluso cuando habla del S. Evangelio y durante el encuentro bíblico; tengo que ayudarlo, inspirarlo, porque a veces no tiene el tiempo necesario para preparase, ya que tiene dos enfermos graves en casa.
Ánimo a todos y a todos os bendigo junto a mi amado Obispo. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Espíritu Santo y de Mi, Dios Hijo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, Jesús, yo estoy dispuesta a todo; nosotros nos entendemos. Adiós.
Don Claudio, ha venido primero Nuestra Señora que sólo ha orado y después Jesús que ha hablado.
Roma, 7 de junio de 2003 - h. 19:00 (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. De nuevo es Jesús el que os habla. La Madre me ha dicho: "Dí a mis hijos que hagan el retiro". El primer encuentro es abierto a todos los jóvenes, también a los que no se ponen las vestiduras blancas y el segundo, por la tarde, para todos: jóvenes y adultos. Si hacéis el retiro espiritual, daréis alegría a mi Corazón y al Corazón de mi Madre y vuestra.
Cuando viajaba de una ciudad a otra oraba sin cesar y decía al apóstol que estaba más a mi lado: "Hermano mío, qué dura es esta vida que tiene que ser recorrida en santidad y justicia". Lo mismo os repito a vosotros: "Recorred cada día el camino que Yo he recorrido para dar gloria a Dios y para salvar a las almas". He caminado tanto que los pies sentían un fuego ardiente. Pensaba en el momento de la pasión, de la flagelación, de la muerte en cruz, en los clavos que me horadarían las manos y los pies, en la lanza que me desgarraría el costado, pero me alegraba con el pensamiento de que habría convertido y salvado a las almas.
Mis queridos hijos, Yo, Jesús, el Hijo de Dios, no he conseguido convertir a todas las almas que se han acercado. Incluso el Obispo hace todo lo que puede, pero no todas las almas se convierten. No por esto tenéis que abandonar la oración, antes bien, tenéis que intensificarla. Conocéis bien las intenciones y las personas por la cuales tenéis que orar. Os recuerdo que oréis por la intención que ha pedido mi Madre.
Mis queridos hijos, mañana es la fiesta del Espíritu Santo y celebraréis el aniversario del milagro eucarístico ocurrido en las manos del Obispo; el día no es el mismo, pero como aquel día, es la fiesta de Pentecostés. Vivid también hoy toda la alegría que ha brotado de los milagros eucarísticos. No es fiesta solamente el día de Navidad, Pascua o Pentecostés, sino que cada día para vosotros tiene que ser fiesta y la celebraréis junto a Mi, Jesús, a la Madre, que es la Reina del Cielo y de la Tierra, a mis apóstoles y junto a vuestro Obispo.
Cuantas personas han estudiado y después se han dado cuenta que no estaban unidas a Nosotros. Se han convertido en grandes profesores de teología, pero no han comprendido qué quiere decir Madre de la Eucaristía y han acuñado el nombre de mujer eucarística. Mi Madre es Madre de la Eucaristía desde el primer momento.
Os invito a orar por todos; que cada uno ore por el otro. Vuestra jornada tiene que ser toda una oración: cuando trabajáis, estudiáis, estáis en casa y fuera de casa-
Os lo ruego, mañana haced la procesión eucarística con recogimiento. Es la fiesta del Espíritu Santo y festejaréis el milagro eucarístico. No podéis imaginar ni siquiera cuantas personas pecan contra el Espíritu Santo. Orad al Espíritu Santo, invocadlo a menudo e invocad a mi Corazón, el Sacratísimo Corazón de Jesús.
Gracias por vuestra presencia. Os bendigo a todos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - ¿Me dejarás bajar mañana?
Jesús - Está bien, mañana te dejaré bajar, pero no exageres.
Marisa - No, yo estoy buena, buena, no exagero. Adiós.
Obispo - ¿Estás contenta?
Marisa - Sí, estoy contenta. Nuestra vida tiene que convertirse en un cúmulo de oraciones; tenemos que orar el uno por el otro.
Roma, 8 de junio de 2003 - h. 10:30 (Carta de Dios)
Marisa - Jesús querido, yo más que esto no puedo hacer. No puedo estar sentada, ni a estar de pie, pero estoy contenta de estar aquí en medio de todos.
Han venido los tres Jesús, pero delante de todos está el Espíritu Santo, porque hoy es su fiesta. Hoy es la fiesta del Espíritu Santo, es el aniversario del milagro eucarístico ocurrido en las manos del Obispo; es toda una gran fiesta.
Espíritu Santo, Espíritu Consolador, queremos invocarte siempre y pedir tu ayuda.
Dios Espíritu Santo - Mis queridos hijos, es el Espíritu Santo el que os habla. Amad al Espíritu Santo, como Yo os amo, como Dios Padre os ama, como Jesús os ama. Si todos comprendieran la importancia de amar al Espíritu Santo y de invocarlo cada día, todo sería más hermoso y más fácil. Vosotros estáis disfrutando de esta fiesta como ningún otro hombre en el mundo; tendríais que ser felices. Vosotros habéis tenido milagros eucarísticos, las cartas de Dios y tantos otros dones.
Dios ha escogido una persona, que está a vuestro lado, no físicamente, porque no está nunca bien, sino espiritualmente, porque os ama mucho. Ella no mira si una persona es pobre o rica, culta o ignorante, sino que trata de amar a todos, desde el más pequeño al más grande.
Siéntate, Marisella, que si no las piernas se te doblarán.
Marisa - Perdóname.
Dios Espíritu Santo - Yo soy la Tercera Persona de la Santísima. Trinidad. Recordad que las personas de la Santísima Trinidad son tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Alguno añade también a la Virgen, pero la Virgen, por santa y pura que sea, no forma parte de la Trinidad. Como una persona ora y ayuda al sacerdote, pero no es el sacerdote, así la Virgen ayuda a la Trinidad, pero no forma parte de la Santísima. Trinidad.
Os invito, una vez más, a amaros todos, como dice Jesús, como dice la Madre de la Eucaristía y, con tono más potente y fuerte, como dice Dios Padre. La palabra amor resuena cada vez en las cartas de Dios. En cada aparición la Madre de la Eucaristía repite amor, amor y amor. También yo deseo de vosotros el amor verdadero.
Al final de la procesión algunas personas han hablado entre ellas. Cuando está presente la Eucaristía tenéis que estar en silencio, tenéis que orar, cantar, adorar y caminar con recogimiento, sin mirar a derecha o izquierda, ni siquiera a vuestra hermana, más bien ignoradla y andad derechos por vuestro camino orando y cantando.
Mis queridos hijos, sé que pido mucho, pero Dios os ha dado cien veces más de cuanto Yo pido. Habéis recibido mucho y quien es capaz de poner en práctica cuanto ha recibido es ya santo. Vosotros ¿queréis volveros santos?. Alguno de la comunidad es ya santo en la Tierra.
No habléis en la iglesia, no os giréis a observar a nadie, no miréis el vestido y los zapatos que llevan las personas, sino estad recogidos y si algo os distrae, cerrad los ojos, inclinad la cabeza y orad.
Junto a Mi, a Jesús, a Dios Padre decid con todo el corazón: Padre Nuestro Gloria Espíritu Santo, Espíritu de amor, ilumina mi mente, inflama mi corazón, fortalece mi voluntad.
Gracias, mis queridos hijos.
Marisa - Se han ido los tres. El Hijo y el Espíritu Santo han entrado dentro del Padre.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre. Vengo solamente para desearos todo bien. Junto a mi amado Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
Excelencia, se ha repetido la escena en la que Jesús y el Espíritu Santo entran dentro de Dios Padre.
Roma, 12 de junio de 2003 - h. 20:30 (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Como siempre es vuestro Jesús el que os habla. Este es le mes dedicado a Mí y, considerando todo lo que habéis recibido, es un mes que ve la afluencia de pocas personas. Aquí no vienen muchas personas, porque se trasladan donde pueden, de algún modo, sobresalir y triunfar. Este es un lugar santo y taumatúrgico, escogido por Dios Padre. Todo es taumatúrgico aquí: la casa y el jardín. Vosotros no os dais cuenta de lo que tenéis. Algunos extranjeros cuando han venido aquí, se han quitado los zapatos, un sacerdote, cuando ha entrado en la habitación de la vidente, no solo se ha quitado los zapatos, sino que también ha besado el suelo. Aquellos han comprendido la importancia de este lugar. Vosotros en cambio os habéis habituado a todo y nada os impacta. Os habéis habituado a las apariciones de Jesús, de la Madre de la Eucaristía, de los santos, de los ángeles. Habéis recibido todo y nada os hace ya efecto. Según vosotros tendrían que llegar grandes intervenciones de Dios, pero no sabéis sin embargo cuantas gracias ocurren en el mundo, especialmente cuando vuestro Obispo dice la Santa Misa y cuando la vidente sufre la pasión. Muchas personas que vosotros no conocéis y viven en países lejanos se convierten sólo accediendo a Internet y leyendo lo que contiene vuestro sitio. ¡Cuántas conversiones se verifican!.
Tenéis que venir aquí para buscar la fe en Dios y el amor. Cuantas veces Yo y la Madre hemos hablado del amor!. Amaos como yo os he amado, quereos. Estáis conociendo a S. Pablo; es todo un poema y vuestro Obispo lo hace todavía más grande. Aprended a obedecer a vuestro Obispo cuando os dice que leáis la Sagrada Escritura antes de venir aquí, os daréis cuenta cuantas maravillosas enseñanzas contiene, cuán grande ha sido S. Pablo y cuán grande es vuestro Obispo. Escuchadlo, obedecedlo, porque si él os dice que leáis, tenéis que obedecer, de otro modo faltáis de respeto a la persona que se sacrifica preparándose y que a veces no tiene mucho tiempo, porque los enfermos de casa le absorben o porque muchas personas llaman por teléfono y piden ayuda. Don Claudio atiende a tantos compromisos como no he visto hacer a ningún otro Obispo. No faltéis de respeto, no desobedezcáis, leed a S. Pablo; la lectura de una carta no requiere mucho tiempo. Vuestro Obispo os explica pocos versículos de una carta y convierte a S. Pablo aún en más grande. Os lo repito: también vuestro obispo es grande. Conoced bien las cartas de S. Pablo, no podéis conocerlo solamente meditándolas el jueves durante el encuentro bíblico, tenéis que leerlo también en casa, os quita pocos minutos.
Cuando hablaba a los jóvenes o a los adultos que encontraba a lo largo del camino, aquellos se complacían de lo que les decía y decía más o menos lo que ahora os dice vuestro Obispo. Las personas me venían detrás, caminaban horas y horas con los pies descalzos con tal de oírme hablar. Vosotros, en cambio, estáis cómodamente sentados para escuchar, non camináis horas y horas, solo cuando alguno de vosotros vive un poco lejos, pero aquellas personas caminaban, caminaban y las calles no eran confortables, sin embargo había mucha gente que me escuchaba. Vuestro Obispo os dice exactamente todo lo que ha dicho S. Pablo.
Mis queridos hijos, tratad de comprender cuanto vuestro Jesús está diciendo, lo digo por vosotros, no por mi, naturalmente, sino porque os amo. Tratad de hacer lo que el Obispo os dice, porque podéis faltar de respeto no haciéndolo. Cuidado: no tenéis que faltar a los encuentros bíblicos porque hace mucho calor, o porque hay un programa en televisión que os interesa. Incluso en transmisiones de contenido religioso como "Milagros", los sacerdotes presentes hacen afirmaciones que no son verdaderas, o no tienen el valor de reprender a los que dicen inexactitudes, como ha ocurrido cuando han hablado del perfume de Cristo. Sería feliz si vuestro Obispo os hablase de nuevo del perfume que se siente al lado de un alma escogida por Dios. Aquellas transmisiones que hablan de fenómenos sobrenaturales y de milagros, aunque parecen bien hechos, ¿qué os dan?. Nada. Tratad de comprender.
Acordaos de no perder los encuentros bíblicos y de no faltar de respeto al Obispo. Me interesa muchísimo. Gracias. Buena continuación. Os doy mi bendición: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, Jesús. Está bien, haz como tu quieras. Si se tiene que quedar en Roma, ¿tu la ayudarás?. No digas que la ayudas como el domingo me has ayudado a mi. Tenías que ayudarme y en cambio me he sentido mal.
Está bien, gracias. Adiós. Está bien, esperemos.
Excelencia, Jesús se ha ido.
Roma, 14 de junio de 2003 (Carta de Dios)
Jesús - Os deseo felicidad: a la madre, al padre, al padrino, a la madrina y también a todos vosotros aquí presentes. Éste es un día muy grande porque una nueva criatura entra a formar parte de los cristianos: una niña. Felicidades también al hermanito Emmanuel y a los primitos. En el Paraíso hay una gran fiesta y tendríais que hacerlo también vosotros; especialmente en el campo espiritual. Orad, a fin de que esta criatura sea siempre buena y querida por todos. Es una niña dulcísima y tiene que continuar siéndolo porque cuando los niños se vuelven más grandes cambian, ¿no es verdad Jacobo, Samuel y Emmanuel?. Sin embargo, lo niños tienen que tratar de permanecer siempre dulces y buenos, cantar como hace ahora la pequeña Sara y dar gloria a Dios Padre, a Dios Espíritu Santo y a Mí, Dios Hijo.
He venido esta mañana justamente por el bautismo de la pequeña Sara; ya que esta tarde no habrá el encuentro.
Marisa - Jesús, querría pedirte que me dieras la fuerza de llevar a la pila bautismal a la pequeña Sara, me harías un gran regalo.
Jesús - No te preocupes, piensa solamente en escuchar bien la Santa Misa, como si fuese la última. Esta mañana te he dado la Santa Comunión, de otro modo ahora no estarías aquí entre tus hermanos, sino en la cama, en tu habitación, entre cuatro paredes, circundada de tantas fotos de niños: sin embargo, estás aquí en medio de la madre, del padre, de los parientes y de todos los que aman a la pequeña Sara. Nadie puede venir aquí sólo para participar de la comida, sino que tienen que venir para orar por la pequeña Sara, por los padres y por todos.
Mañana es la fiesta de la Trinidad y el domingo siguiente es la fiesta del Corpus Domini.
También vosotros participad en la Santa Misa como si fuese la última de vuestra vida.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Dale un beso a tu madre.
Marisa - Gracias.
Excelencia, estaban los tres Jesús, como siempre estaban hermosísimos.
Roma, 19 de junio de 2003 - h. 20:30 (Carta de Dios)
Jesús - Soy vuestro Jesús. Empecemos con el signo de la cruz. Mis queridos hijos, estamos casi al término de este mes dedicado a Mí. Quedan pocos días y después haréis la clausura de este año social, un año muy sufrido, pero que ha visto la conversión de muchas personas, aunque desgraciadamente no de Roma. Algunas almas han subido al Padre, no están en el Paraíso, pero están salvadas. Este ha sido un año lleno de sufrimiento y de sacrificio, pero también de alegría y de amor, si no por otra cosa, por el nacimiento de la pequeña Sara. El sacrificio y el sufrimiento hacen referencia especialmente al Obispo y a la vidente, pero también a vosotros, jóvenes y adultos de la comunidad.
Durante estos años, Dios ha tomado consigo a algunas almas y está preparando el lugar para otras y de esto no tenéis sólo que sufrir, sino también alegraros; la separación humana se siente y es incluso muy fuerte, pero también tenéis que alegraros. Recuerdo cuando mi dulce padre, ya moribundo, se estaba preparando para ir al Padre y me decía: "Jesús, hijo mío, ayúdame a morir, dame tu bendición y ayúdame a llegar al Padre, tengo mucha necesidad de ayuda". Vuestra hermana os dice: "Ayudadme a ser santa y a aceptar el sufrimiento. Antes de llegar al Paraíso es necesario sufrir, sufrir y sufrir". Me dan alegría las personas que aman el lugar taumatúrgico y a estos niños que son esbeltos y a veces también caprichosos. Es una alegría verlos sanos, verlos dar vueltas por aquí y por allá, sentirlos cantar y gritar, como hace la pequeña Sara, que en este momento me ha respondido; esto os tiene que dar alegría a todos.
Marisa - Jesús, ayuda a la que espera un niño, tiene necesidad de tu ayuda; si no la ayudas, todos nos derrumbaremos. Se que no responderás a cuanto te pido, no quiero una respuesta tuya, pero te pido solamente que la ayudes. Ha sufrido ya muchísimo y ha sido un sufrimiento duro para todos, pero ahora haz que pueda alegrarse ella también. El inicio de la maternidad ha sido difícil, haz que continúe, como ayer y hoy a seguir adelante. Pregunta a tu madre cuál es la alegría más grande para una esposa. Tu Madre ha tenido un niño, te ha tenido a Ti, ¡y qué alegría ha sentido!. Haz que esta alegría puedan sentirla muchas otras madres que están esperando un niño. Yo y las personas que la conocen te encomendamos a una hermana nuestra. Ayúdala y todos estaremos felices y contentos, aunque haya otros sufrimientos. Yo estoy dispuesta a todo, a todo, a todo, incluso a ser quemada, cortada, por amor a esta familia. Te lo ruego, Jesús, te lo ruego, haz de mi lo que quieras, pero ayúdala, te lo ruego. No puedo decirte nada más; solamente Tú sabes lo que he pasado, nadie sabe lo grande que ha sido mi sufrimiento. Ayúdala mucho, mucho, mucho; haz que yo muera con la alegría de ver a esta familia feliz. Nosotros rezamos todas las tardes, hemos rezado siempre por ella. Jesús, tú que eres el hijo de María, tú que eres Jesús bueno, Jesús Eucaristía, ayúdala. Te lo ruego con todo el corazón, por esta familia y haz de mi lo que quieras. Hoy me has hecho vivir una jornada de sufrimiento y de dolor que continuará, lo siento, porque no estoy bien, pero no importa. Si me quejo, perdóname, soy de carne y hueso también yo, pero ¡ayúdala!.
Mira, Jesús, yo tenía miedo por esta aparición, no siento ya la alegría que sentía antes, tengo siempre miedo que digáis algo que me haga sufrir; yo no sé si lo soportaría otra vez. Cuando vengas, te lo ruego, dame un poco de ayuda para aceptarlo todo. Perdóname si he hablado yo y he interrumpido tu discurso, tu carta, que con tanto amor has traído.
Nosotros hacemos todo lo que decís, sean los adultos, sean los jóvenes y especialmente el Obispo. También yo, pobre criatura, trato de hacer todo lo que puedo. Resuelve este problema, sino será difícil para nosotros continuar, muy difícil.
Gracias, Jesús, no me digas nada, te lo ruego, no quiero saber nada, te he pedido esta gracia y ahora te doy gracias.
Jesús - Mis queridos hijos, nos vemos el sábado para el santo retiro. El domingo fiesta del Corpus Domini, habrá una bendición particular para Alejandra, que recibirá el Sacramento de la Confirmación. Marisella, hija mía, muchas felicidades para mañana que es tu cumpleaños.
Marisa - Gracias, Jesús, pero no me importa esta conmemoración, me importa el 13 de mayo y sobre todo que felicites a quién sabes.
Jesús - El domingo haced una hermosa procesión, utilizad también las banderas, no es preocupéis. Ha sido un pensamiento muy hermoso, Marisella, el de utilizar las banderas para honrar a Jesús. Ánimo y adelante. Orad por una hermana vuestra; Yo, la Virgencita, todos los ángeles y los santos orearemos junto a vosotros por ella.
Junto al Obispo o bendigo a todos, mis queridos hijos, pequeños y grandes.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, ayúdanos, Virgencita.
Excelencia, se ha ido. Estaba Jesús, después ha venido la Virgencita. Quizás he hecho una cosa que no es bonita. He interrumpido el discurso.
Obispo - No, has hecho bien.
Marisa - Tu dices que he hecho bien, pero es necesario ver.
Roma, 20 de junio de 2003 - h. 19:30 (Carta de Dios)
Marisa - ¿Has venido tu, dulce Madre de la Eucaristía?, porque Jesús dijo: "Nos vemos el sábado", no creía que hoy habrías venido tu.
Nuestra Señora - Hoy he venido sobre todo por vuestro obispo. El 20 de junio de 1999 Dios dijo: "Te ordeno Obispo", por esto hoy es su fiesta; aunque es una fiesta muy sufrida y muy probada para él y para todos vosotros. Don Claudio es el Obispo de la Eucaristía, el Obispo del amor, el Obispo de sus hijos.
Ya sé, Marisella, que no quieres que diga: "Felicidades también a ti por tu cumpleaños". Yo sé que prefieres festejar el 13 de mayo, pero déjame decir junto a todos: "Felicidades, Marisella". Cuando llegue el día de tu partida de esta tierra, nadie te felicitará ya porque no estarás, aunque estarás siempre presente.
Hoy quiero recordar sobre todo aquél día tan grande y tan importante cuando Dios dijo: "Te ordeno Obispo". Aquel "te ordeno" no podía ser de ninguna manera cambiado por vuestro Obispo, que sólo tenía que callar y aceptar. ¡Oh!, sería tan hermoso festejar cada día y orar cada día con Jesús Eucaristía, la Madre de la Eucaristía, todos los ángeles y los santos y estar siempre unidos, siempre juntos, sin embargo mis dos hijitos cada día tienen nuevos sufrimientos, cada día algo les hace sufrir.
Hoy, vuestra hermana, ha tomado calmantes para poder bajar en medio de vosotros, por esto probablemente tendrá dificultades para escuchar la Santa Misa y recibir la Eucaristía. No olvidéis nunca recibir a Jesús en gracia. Ánimo, Dios os ha hecho un regalo mandándome en medio de vosotros y yo he venido de buena gana, porque mi amor es tan grande que no podía decir que no. Una felicitación particular a vuestro Obispo y a todos vosotros que lo amáis, que habéis vivido con él momentos de alegría y de tristeza. Estabais presentes cuando Dios dijo: "Te ordeno Obispo", cuando ocurrió el milagro eucarístico en sus manos, cuando se verificaron muchos otros milagros eucarísticos y cuando Dios ha hecho obras grandes y hermosas que los hombres no quieren reconocer sólo por celos y envidia, aunque saben que vuestro Obispo está en la verdad; pero poco a poco todo empieza a calmarse y a cambiar. Vosotros esperáis la victoria: la espiritual ya ha ocurrido, ahora tenéis que esperar que todo explote con Dios, con el papa y con los sacerdotes. Orad, para que todo ocurra pronto y todo se calme y para que la Iglesia se vuelva una, santa católica y apostólica. La Iglesia es de Dios, no de los hombres; son los hombres los que pertenecen a la Iglesia.
Mis queridos hijos, la Madre os da las gracias por vuestra presencia. Sois pocos, muy pocos, pero no importa, Jesús está contento lo mismo; pocos, pero buenos y santos. Felicidades, de nuevo, a todos, sobretodo al Obispo, a nuestro querido Obispo.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisella, ánimo. Ya sabes que te haremos felices en el paraíso, no esperes nada en la Tierra. Sufre y ofrece por lo que sabes. Gracias.
Marisa - No sabía que vendrías. Gracias. Adiós, adiós a todos. Está bien.
Roma, 21 de junio de 2003 - h. 19:00 (Carta de Dios)
Marisa - ¿Has venido tú porque hoy es sábado?. Veo que también está Jesús. Os doy gracias, porque quiere decir que estáis presentes para ayudar a todos los que tienen necesidad.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, es vuestra Madre la que os habla y os da las gracias por vuestra presencia. Este lugar tiene que estar lleno de almas deseosas de venir a rezar y a pedir gracias. Han venido, han rezado y pedido las gracias pero, una vez obtenidas, han desaparecido. No hagáis lo mismo también vosotros. Todos tenéis necesidad de pedir algo a Jesús Eucaristía; mañana es la fiesta del Cuerpo y Sangre de Jesús, es una gran fiesta. Os ruego que vengáis y que hagáis la procesión que tanto le gusta a mi Hijo. Sé que estáis cansados, pero llevad las banderas, las velas y las flores, orad y haced fiesta a mi hijo Jesús. Él os ama muchísimo.
Poned en práctica las cartas de S. Pablo, tratad de comprenderle y de vivirlas; vosotros sabéis que son importantes. Vuestro Obispo lo explica tan bien, que no tenéis nunca que preguntar nada. Él habla mucho, explica muy bien y cuando dice: "¿Tenéis algo que preguntar?", también yo, como vosotros, digo: "Ya lo has dicho todo tu". S. Pablo es grande; leed sus cartas y las cartas de Dios en casa; no todos hacen esto. Lo que Dios ha dicho es todo hermoso, lo que S. Pablo ha escrito es todo hermoso.
Querría deciros algo que hace referencia a vuestra hermana, aunque ella no está de acuerdo. Su sufrimiento es muy grande y muy fuerte, es difícil para ella participar en el encuentro bíblico y en la catequesis, porque no tiene la fuerza de estar en pie, ni de estar sentada. Hoy ha querido tomar parte también ella en este pequeño retiro, pero ha sido muy fatigoso, muy duro y muy sufrido. Sabe para quien ofrecer este sufrimiento, por esto se ha querido quedar. Orad por ella, para que pueda trabajar, como ha dicho S. Pablo: "Me quedo para trabajar, para ayudar a las almas". No podéis ni siquiera imaginar cuantas personas telefonean y quieren hablar con la vidente para pedir ayuda y oración. Ella dice que sí a todos y su sufrimiento se redobla. Ésta es la vida de quién acepta a Dios y ofrece todo lo que Dios pide para las almas que tienen necesidad.
Me ha gustado que hayáis participado en el retiro, tanto los jóvenes, como los adultos. Ha sido un retiro muy breve, habría tenido que ocupar toda la jornada, pero el cansancio de todos, especialmente de vuestro Obispo, es mucho. Dad gracias a vuestro Obispo de esta fuerza suya de dar y de hacer conocer lo mejor posible a S. Pablo.
Jesús está aquí conmigo, no habla, está recogido en profunda oración y ora por todos vosotros. Yo, como su Madre y vuestra, os doy gracias a todos.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los enfermos y a la pobre abuela Yolanda que se está apagando día a día. Orad para que Marisella pueda aceptar la separación humana de su madre. Os traigo a todos juntos a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Recordad la promesa que habéis hecho por vuestra hermana. Vuestra Madre os da las gracias.
Marisa - Se han ido. Jesús no ha hablado, ha estado todo el rato en oración.
Roma, 22 de junio de 2003- h. 10:50 (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Soy vuestro Jesús. Habéis empezado a festejarme con la santa procesión y Yo estoy aquí para daros las gracias. La fiesta del Corpus Domini es muy grande en todo el mundo, aunque no todos comprenden que es necesario amar y hacer triunfar a Jesús Eucaristía. Vosotros estáis siempre dispuestos a festejar a Jesús Eucaristía, tanto bajo la lluvia como con el sol ardiente. Alguno que no está bien, tiene fiebre y tos, está presente para festejarme; Dios quiere esto; tenéis que estar siempre presentes, a menos que estéis impedidos por motivos graves.
Sé que queréis encomendarme a las personas enfermas o que por varios motivos no han podido venir y están sufriendo por esto. Es hermoso cuando una persona sufre, porque no puede estar presente en las funciones. A menudo estáis presentes, aunque la salud flaquea. Jesús Eucaristía os da las gracias por lo que hacéis.
Miro a los jóvenes con las albas blancas y un poco me dan pena y un poco me hacen sonreír. También yo en el desierto, donde no había ni un árbol para gozar de un poco de sombra y el sol era abrasador, llevaba la túnica y tenía calor, mucho calor. A pesar de todo caminaba con los apóstoles horas y horas por medio del desierto y orábamos. A veces nos tendíamos en tierra por el cansancio, durante pocos minutos y después reempredíamos el camino. Vosotros que lleváis la túnica blanca, sin embargo, podéis sentaros, descansar y escuchar la homilía de vuestro obispo. Alguno está sudando, os digo que aquel sudor que sale es la gracia de Dios, de la cual los demás pueden gozar; nada se pierde, ni siquiera el sudor. Hay quien suda mucho y quien poco. ¿Os parece extraño que yo haga este discurso sobre el sudor?. Yo he sudado sangre incluso vuestra hermana ha sudado sangre. Éstos son hechos muy, muy grandes que llegan a Dios. ¿Qué es el sudor, en el fondo?. A vosotros, hombres de la tierra, os parece casi una tontería y sin embargo es una cosa muy grande a los ojos de Dios.
Quiero felicitar a Alejandra y a la pequeña Elisa. Alejandra, después de tanto tiempo ha vuelto a Mí, que la amo, la he amado y llamado muchas veces; hoy ha respondido y recibirá el sacramento de la Confirmación. Qué alegría para ella y también para nosotros. Felicidades Alejandra.
Nuestra Señora - Yo soy vuestra Madre, la Madre de la Eucaristía. He venido, sobretodo, para felicitar a mi Hijo Jesús y también a Alejandra, a la pequeña Elisa y a sus parientes; Alejandra comprende el porqué de todo esto, comprende porqué después de tantas llamadas ha llegado a Nosotros. Gracias también a vosotros que, en el ocultamiento y con la oración habéis sostenido a Alejandra. La Madre te desea muchas felicidades.
Marisella, ¿te disgusta dar un beso a Alejandra en mi nombre?
Marisa - Te lo manda la Virgencita. Ánimo.
Me haces hacer siempre cosas de las que me avergüenzo
Nuestra Señora - Ahora escuchad bien la Santa Misa, participad en el Sacramento de la Confirmación.
Marisa - Está bien, tu me entiendes; es que estoy emocionada.
Nuestra Señora - Continuad orando por Alejandra y por su pequeña. Mis queridos túnicas blancas, orad el uno por el otro, orad por los adultos, orad por las personas que están lejos y por tantas otras intenciones que conocéis muy bien.
Gracias por lo que hacéis por mi Hijo Jesús y por las oraciones que hacéis por mi Obispo y vuestro.
Marisa - ¿Podrías ayudarlo un poco?
Nuestra Señora - Gracias de todo corazón. Junto a mi Obispo y vuestro, a los ángeles y a los santos del paraíso y a mi amado José y suyo (N. d. T.: del Obispo) os bendigo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
Roma, 26 de junio de 2003 - h. 20:30 (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es vuestro Jesús el que os habla. El mes dedicado a Mí está terminando y Yo quiero estar todavía con vosotros. Preparad una gran fiesta el 29 de junio para la clausura del año social y para el aniversario de la ordenación episcopal de vuestro Obispo. Sobretodo, os invito a orar por las personas enfermas.
Éste ha sido un año muy duro, muy difícil para todos por un motivo u otro; quizás todavía no os habéis dado cuenta que Yo he estado siempre a vuestro lado para ayudaros.
Marisella, tu madre se está apagando, pero le hemos dado todavía la posibilidad de abrir los ojos, de mirarte y de sonreírte; esto te tiene que alegrar. La alegría más grande será cuando ella llegará delante de Dios Padre y la verás inmediatamente hermosa, joven y radiante, mientras camina junto a los otros santos. Sé que a veces coge de sorpresa el ansia y el deseo de llorar porque la separación humana crea siempre sufrimiento. También yo he llorado cuando ha muerto mi padre, porque he sufrido por la separación humana, pero acto seguido me he alegrado, porque ha ido a gozar también él. Cuando murió mi Madre, Yo ya estaba en el Paraíso, donde la llevamos enseguida con Nosotros. Así será para tu madre; cuando Dios decida el día, vendrán los ángeles y los santos a llevársela. Para todos vosotros, ya lo sé, será difícil afrontar la separación, especialmente lo será para la nietecita que no podrá verla, pero decidle que va a la gloria del Padre.
Mis queridos hijos, os recomiendo que terminéis este año social con más amor, con más caridad hacia todos. Además, no contéis mentiras; cuando prometáis algo, hacedlo sin atormentar a las personas cada día. Os ruego también que ayudéis a vuestro Obispo y que oréis por él, ya que está muy cansado y agotado, pero como veis, no dice nunca que no. Ha ido corriendo a ver a vuestra hermana Anna Pelliccia para llevarle la S. Comunión. Cuando se le llama, él acude, casi arrastrando los pies, yendo a quien tiene necesidad y llevando la sonrisa y la alegría. También vosotros tenéis que hacer lo mismo: cuando alguno tiene necesidad, id con la sonrisa y con todo el amor. Pensad en el testamento de vuestra hermana. ¿Qué dice?: sed sencillos, humildes, amaos el uno al otro como Jesús os ha amado, como la Madre de la Eucaristía os ha amado. Es un testamento sencillo, pero lleno de amor y de caridad hacia el prójimo. Id, caminad con alegría y llevadla a los que sufren, a los que solicitan vuestra ayuda. Para el que no la quiere, no podéis hacer nada, solamente tenéis que orar. En la casa del Obispo, están contentos cuando las personas van a ver a la abuela y a Marisella y, aún sin querer, también al Obispo; esto nos gusta, esto es amor, esto es caridad, pero tenéis que tenerla hacia todos.
Repito: orad por una hermana vuestra y un hermano vuestro, para que coronen su sueño de amor sin sufrimiento y con alegría.
Están lejos, no pueden venir y tienen que estar en casa porque vuestra hermana tiene necesidad de reposo. Vosotros que la conocéis bien, sabéis que es fuerte, cuanta alegría ha dado, cuanto amor ha puesto en todo lo que ha hecho. Orad por ella; tendría que ser una futura madre y tenéis que orar todos, porque quien es madre, sabe lo que quiere decir tener un hijo.
Marisella, has dado todo, y más de esto no puedes dar, porque también tu vida se está apagando.
Marisa - Sí, pero yo querría ver este niño, querría verlo, querría verlo; dame esta alegría, te lo ruego, no te pido nunca nada para mí, pido sólo para los demás. Jesús, si me amas, como has dicho siempre, ayúdanos a todos, haznos este regalo a todos. Jesús, cuando vayas al Padre, pide ayuda, Tú puedes hacerlo, Tú eres Dios, ¿no?. Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Aunque no vayas al Padre, Tú lo puedes hacer, lo puede hacer el Espíritu Santo, puede hacerlo la Madre de la Eucaristía; uníos todos juntos y dadnos esta alegría. Gracias.
Nosotros haremos todo lo posible para hacer la fiesta espiritual el domingo, pero mándanos un poco de viento, porque sino no nos sostendremos de pie por el calor.
Jesús - Marisella, he escuchado lo que has dicho y voy al Padre, voy al Espíritu Santo y a ti te dejo a la Virgencita, porque Mi presencia es ya una bendición.
Marisa - Te mando un beso.
Nuestra Señora - Soy vuestra Madre. Jesús ha dicho mucho, Marisella, y yo sólo he venido para daros la bendición. Junto a mi amado Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Trata de estar bien, Marisella, yo te ayudaré. Ahora piensa solamente en escuchar la S. Misa y en orar, no pienses en nada más.
Marisa - Adiós. Tú que eres Madre, me puedes comprender. Está bien, adiós.
Se ha ido. Pero estos dos nunca se pronuncian.
Roma, 27 de junio de 2003 - h. 19:00 (Carta de Dios)
Jesús - Mis queridos hijos, es vuestro Jesús el que os habla. Quedan pocos días y después el mes dedicado a Mí se acabará. Yo continuaré viniendo con mi Madre a este lugar taumatúrgico y, de rodillas, oraremos por vosotros. Os habéis dado cuenta que no he recitado el Ave María. He querido enseñaros que cuando está Jesús no se dice el Ave María; cuando está Jesús Eucaristía expuesto, no se dice el Ave María, sino que se recita el Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Hoy es la fiesta de mi Corazón, es una gran fiesta. Este Corazón que ha amado tanto a los hombres y ha buscado a las almas que sufran con Él. Mientras abrazaba a un alma, ésta me ha respondido: "Jesús, no me estreches demasiado, porque siento tus espinas". El mío es un Corazón que ha amado, ama siempre y sabe amar. Me gustaría que también vosotros aprendieseis a amar como vuestro Jesús, como la Madre de la Eucaristía, como los ángeles y los santos del Paraíso.
Quizás ya os habéis cansado de oír repetir: amor, amor; amad, amad; pero éste es el amor grande que Dios quiere y que pide cada día, aunque no haya la aparición. Tenéis que tener amor hacia todos, amor hacia los que hacen sufrir, amor hacia los enfermos, amor por todos los hombres de la Tierra. Este Corazón mío, que ha sangrado, pero que ha sabido amar mucho, os pide también a vosotros: "Aprended a amar". Recordad la frase: "Aprended a amar y después orad". Si no sabéis amar, ¿cómo podéis orar?. Recordad que yo he hecho escribir esta frase con letras gigantes.
Mañana nos encontraremos de nuevo en este lugar taumatúrgico y el domingo haréis una fiesta grande. Quiero deciros que estaría contento si la gran fiesta a la Madre de la Eucaristía fuese hecha el 24 de octubre, cuando celebréis los diez años de las apariciones, diez años de sufrimientos, diez años de amor. Vuestro Obispo decidirá, pero Yo, ya que el domingo 29 de junio festejáis el aniversario del episcopado y la fiesta de los santos Pedro y Pablo, aplazaría la fiesta de la Madre de la Eucaristía al 24 de octubre. De todos modos no quiero arruinar vuestros planes, haced como creáis. Excelencia, plena libertad y mucho amor, como demuestras siempre a las almas. Gracias a todos. Os bendigo.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre, vengo sólo para agradeceros vuestra presencia, aunque no seáis tan numerosos como Dios querría.
Junto a mi Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en el la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Emmanuel, ¿mandas un besito a la Virgencita?. Gracias.
Marisa - Adiós. Sí, después llevo a mi madre tu beso. Está bien, gracias.
Roma, 28 de junio de 2003 - h. 19:00 (Carta de Dios)
Marisa - Gracias, Jesús, por tu presencia; una vez más estás en medio de nosotros.
Jesús - ¿Querías que viniese la Virgencita?.
Marisa - No, a mí me da igual, porque Tú eres mi Esposo y Ella es mi Madre.
Jesús - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia; gracias a los que han venido de lejos para festejar el 29 de junio. Es una fiesta grande: se celebra el aniversario de la ordenación episcopal de vuestro Obispo y la fiesta de S. Pedro y S. Pablo. He querido posponer al 24 de octubre la celebración del triunfo de la Madre de la Eucaristía. Mañana llevaréis en procesión la reliquia de Nuestra Señora, la única sobre toda la Tierra: los cabellos de Mi Madre y vuestra. Puedes llevarla también tú Marisella, sentada, porque no es Jesús Eucaristía; pero haz como te diga tu Obispo. Sabes que debes obediencia a tu Obispo, por tanto haz como te diga él. Yo te daré la fuerza de estar en medio de los otros y de estar con tus hermanas y hermanos.
También dar las gracias a veces es difícil. Cuando en el pasado quería ayudarte también a ti, lo rechazaste muchas veces y dijiste: "No, no quiero ser ayudada. No quiero que la que ya tiene la gracia de ver a Jesús, a la Madre de la Eucaristía, a los ángeles y a los santos, tenga lo que otros no tienen". ¿Cuántas veces no has querido la gracia de la curación?. ¡Cuántas veces el Obispo ha tratado de imponerte las manos y de curarte!. Tu decías: "El don que Dios me ha dado es para los otros, no para mi". Entonces Yo, Jesús, ¿puedo ayudarte mañana a estar un poquito mejor y a estar en medio de los otros?.
Marisa - ¿Qué quieres que te diga?. No lo sé. Si quieres ayudarme digo que sí. No puedo decirte: "No, no me ayudes", no sería bonito, porque si debo obediencia al Obispo, te debo obediencia, sobretodo, a Ti. Por tanto, haré lo que tu decidas y estaré contenta.
Jesús - Ayer hablé de mi Corazón que ha sufrido tanto, de mi Corazón que, cuando abraza a un alma, ésta siente las espinas. Hoy, sin embargo, quiero hablaros de mi gran amor por todos vosotros. Jesús os ama a todos: a los que oran mucho y a los que oran poco porque están cansados. Yo os amo a todos, porque sois todos mis hijos y tú, Marisella, eres mi esposa.
Marisa - No lo digas fuerte, dilo bajito, así solo lo sentimos yo y Tú, porque me da vergüenza. Ya lo sé, desgraciadamente soy tímida y me avergüenzo cuando dices ciertas cosas sobre mí.
Jesús - ¿Ha venido también la pequeña Sara?.
Marisa - Sí, Jesús, bendice a todos los niños, incluso a los que no están presentes.
Jesús - Mis queridos hijos, éste es un mensaje muy breve y muy fácil, tratad de comprenderlo y de ponerlo en práctica. Comprended lo que quiero decir: el don que ha recibido vuestra hermana no es para ella, sino para todos vosotros aquí presentes. Dios decide a quien dar las gracias. Vosotros tenéis que hacer siempre, en todo momento, la voluntad de Dios Padre, de Dios Espíritu Santo y de Mí, Dios Hijo. Gracias.
Ahora me retiro a orar con los ángeles y los santos delante de Dios Padre y de Dios Espíritu Santo.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre. Como siempre, cuando Jesús habla, yo escucho. Soy muy feliz cuando Él habla; después a mi me deja la posibilidad de daros la bendición, porque tiene que hacer triunfar también a vuestro Obispo.
Gracias por vuestra presencia, gracias a los que han venido de lejos. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Adiós. Emmanuel, ¿mandas un besito a la Virgencita, tesoro?.
Gracias, un besito a Sara y a la abuela Yolanda.
Marisa - Sí, ahora voy.
Mamá, la Virgencita te manda un besito.
Se ha ido.
Roma, 29 de junio de 2003 - h. 10:30 (Carta de Dios)
Marisa - Jesús, hoy es Tu fiesta y la del Obispo. Esta mañana lo he preparado todo para tu Madre.
Jesús - Yo soy feliz cuando tratáis de hacer triunfar a mi Madre.
Nuestra Señora - Y yo soy feliz cuando tratáis de hacer triunfar a mi Hijo.
Jesús - Mis queridos hijos, es vuestro Jesús el que os habla, porque así lo ha querido mi Madre y Yo tengo que obedecer a María, Madre de la Eucaristía.
Hoy es el aniversario de la ordenación episcopal de vuestro Obispo y la fiesta de todos los ministros extraordinarios. Alguno lo ha olvidado y Yo, dándole un golpecito en la espalda, he dicho: "Acuérdate que hoy se celebran dos aniversarios". La Madre Me ha mandado a Mí y me ha dicho: "Jesús querido, ves tú, porque no quiero reprenderlos sólo yo, hazlo también tú con amor y caridad, como lo has enseñado". Yo, obedeciendo a mi Madre, os digo lo que tengo de decir. El Obispo, cuando tiene que reprender a alguno, tiene que hacerlo con amor y firmeza. También vosotros, si notáis alguna cosa, tenéis corregir al hermano. Igual que en el canto, si hay alguna nota disonante, se corrige, así también entre vosotros, si alguno no camina por el camino justo, llamadle la atención, pero poned en la corrección todo el amor y la firmeza que podáis. El que recibe la llamada de atención tiene que comprender que todo se hace sólo por amor; en aquel momento se puede reaccionar, se puede no comprender, pero luego si se razona un poco, se tiene que reconocer que el toque de atención es merecido. La corrección fraterna se tiene que hacer también a los grandes hombres de la Iglesia, a los videntes y a cualquier hombre de la Tierra. Cuando se os hace una llamada de atención, podéis tener una pequeña rebelión, pero luego pensadlo bien y reconoced en vuestro corazón: "Sí, es verdad, me lo he merecido, gracias a quien me ha dado el toque de atención".
Es tan hermoso amarse, quererse y decírselo todo con sinceridad y con sencillez. Quereos, mis queridos hijos, es Jesús el que os lo pide con todo el Corazón. Amaos, como Yo os he amado, uno por uno; no he mirado la riqueza, la posición, la cultura, no he mirado nada de todo eso, he mirado sólo el amor. Os amo a todos; no tengo preferencias en mi amor. Amo, sobre todo, a los que fácilmente sienten mis espinas, los amo muchísimo. Para estas almas llamadas al sufrimiento, es muy difícil aceptar los estigmas y las espinas, pero con la ayuda de Dios, pueden hacerlo.
Felicidades a todos, mis queridos hijos, pero mis felicitaciones son sobretodo para Su Excelencia, Monseñor Claudio Gatti y a todos los ministros extraordinarios y, naturalmente, también para la vidente.
Marisa - Gracias.
Ahora se marcha, como de costumbre.
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es vuestra Madre la que ahora os habla. ¿Qué más puedo deciros? Es difícil hablar después de Jesús. Cuando participáis en el encuentro bíblico y el Obispo os dice: "¿Tenéis algo que preguntar?", vosotros calláis porque es difícil preguntar algo después que ha hablado el Obispo. Lo mismo me ocurre a mí: me es difícil hablar después que ha hablado mi Hijo Jesús. Después que ha hablado Dios, ¿qué puedo decir yo? ¡Nada!. Así también vosotros: escuchad, meditad y tratad de poner en práctica cuanto os dice el Obispo.
Ahora, junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en el paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Mi beso es, sobre todo, para la abuela Yolanda.
Marisa - Adiós, Virgencita.
Nuestra Señora - También vosotros, mis queridos hijos, si queréis, mandadme un beso, porque yo estoy aquí y espero.
Marisa - Te pido que me des sólo un poco de voz, porque no tengo.
Manda un beso a la Virgencita, Emmanuel. Hoy no quiere. Está bien, adiós, de todos modos, tu lo aceptas todo. Adiós.
Se ha ido. Ha querido el beso de todos. ¿Se lo habéis dado? Tu te has resistido un poco.
Obispo - No, no.
Mensajes de Julio de 2003
Tortoreto (TE), 20 de julio de 2003 - h. 12:00 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia y gracias por vuestra venida a este lugar para festejar a mis dos queridos hijitos. No podéis imaginar cuánta necesidad tienen de consuelo, de ayuda, de afecto; desgraciadamente sois pocos y no todos conseguís dar lo que yo pido para vuestro Obispo: el amor; esto todavía no está siempre presente en todos. Algunos lo aman verdaderamente, otros se alejan de él por miedo a que les llame la atención. Pensad en Jesús, el buen pastor, que se quedó solo porqué las ovejas habían huido de Él; éste es un gran sufrimiento. También vuestro obispo, cuando una oveja se aleja, sufre muchísimo. No podéis ni siquiera imaginar cuan grande es su sufrimiento, como Dios Padre, lo ha sentido de todas las maneras: con la familia, con los hombres más poderosos de la Iglesia, con los Obispos, con las personas que no saben amar. Recordad que las personas que no saben amar, no pueden ni siquiera dar ayuda, consuelo y afecto.
Jesús ha dicho: "Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos". Vuestro Obispo es pequeño, pero grande a los ojos de Dios y entrará en el Reino de los Cielos. Estad preparados en cualquier momento, a dar a luz a un niño, a esperar un niño, a encaminaros al matrimonio. No penséis sólo en el trabajo y en la ganancia. Alguno sólo piensa en esto; incluso aunque no haga bien el trabajo, para él no tiene importancia, lo que cuenta es tener dinero. Yo no os he enseñado esto. Tenéis que trabajar y tener dinero para vivir, pero a Jesús no le gusta que os peguéis al dinero y no le gusta tampoco a la Madre de Jesús, vuestra Madre.
Los años de sufrimiento que han vivido mis dos queridos hijitos no han terminado, pero al final Dios triunfará y ellos triunfarán. Me gustaría que ya desde hoy empezaseis a preparar la fiesta a la Madre de la Eucaristía y su triunfo. Deseo que preparéis bien la fiesta del 8 de setiembre: el décimo año de matrimonio de Jacobo y Laura. Me gustaría mucho que hicieseis una gran fiesta, porque aquel día, que fue hermoso, se vieron obligados, posculpa de los religiosos, a apresurar la ceremonia y a salir apresuradamente de la iglesia. El 14, la Exaltación de la Cruz, aniversario del primer milagro eucarístico y añadamos el cumpleaños del pequeño Jacobo, haréis otra gran fiesta. Ya sé lo que me querríais pedir, Marisella, querríais un poco de ayuda y un poco de descanso
Marisa - Verdaderamente lo pido en nombre del Obispo. Si no nos dejas descansar al menos un poco, si no nos ayudas a superar todas estas pruebas, ¿cómo lo haremos para volvernos a templar? Tenemos tantos problemas y tu lo sabes: problemas en la familia y problemas de salud que tu no has tenido, más que cuando se ha enfermado tu esposo José en los últimos años de su vida. Son muchos años, no los he contado nunca, que sufro la pasión de tu Hijo Jesús. Estamos muriendo cada día por el sufrimiento que nos viene de todas partes. Con el triunfo de la Madre de la Eucaristía, tu triunfo, haz que llegue también nuestro triunfo. Nosotros lo esperamos, lo queremos y te lo pedimos con todo el corazón.
Nuestra Señora - También yo pido a Dios que llegue el triunfo y termine el sufrimiento. Quiero de vosotros el verdadero amor, la verdadera santidad, de todos, incluso de quien todavía continúa tropezando. No digo que no seáis valientes, porque muchos muchachos fuera de aquí desgraciadamente están muy enfermos y pecan continuamente, mientras que vosotros sois mejores, pero sois débiles y con todo lo que habéis recibido, tendríais que hacer algo más. El Obispo os amonestará, hablará con cada uno y esperará que también vosotros os convirtáis y la paz, la verdadera, entre en todos vosotros.
Emmanuel, Samuel y Jacobo, ¿dais un besito a la Virgencita?
La pequeña Sara en su corazón hace también lo que tiene que hacer.
Ánimo a todos, orad el uno por el otro, no oréis solo para vosotros mismos, orad el uno por el otro; es tan hermoso unirse en oración. Gracias.
Marisa - Adiós.
Mensajes de Agosto de 2003
Roma, 2 de agosto de 2003 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, si no escucháis las cartas de Dios y no las ponéis en práctica, ¿cómo podéis escuchar a un pobre Obispo que hace de todo para ayudaros, para corregiros y para llevaros a la santidad? Si no os corregís y no hacéis cuanto Dios dice, quiere decir que no creéis en Dios, ni en mí, que os estoy hablando, ni en el Obispo.
¡Es tan hermoso quererse y amarse! ¡Es tan hermoso ayudarse recíprocamente, mostrar a los otros que sois hijos de Dios, que van hacia la santidad, pero ¿por qué dejáis siempre que el pobre Obispo os llame la atención a unos y a otros, una vez a los adultos, una vez a los jóvenes? Es tan bonito decir: "La carta de Dios habla de amor y de caridad. ¿Por qué no tengo que tenerla también yo con mis familiares, con los amigos, con los parientes y sobretodo con los que forman parte de la comunidad?".
Vosotros, que formáis parte de esta comunidad, tenéis que dar más, tenéis que hacer más. Alguno ha dado pasos hacia delante y alguno se ha detenido. ¿Por qué? Es tan hermoso caminar con Jesús, porque os toma de la mano y os lleva a lo largo de su camino. Caminad sobre las huella de Jesús. ¿Habéis notado que vuestro Obispo está agotado? Lo habéis maltratado bastante. ¿Por qué no decís: "Basta. Quiero cambiar, quiero pertenecer verdaderamente del todo a Dios y obedecer al que ha sido llamado por Dios?".
Ánimo, yo no os riño para haceros daño, sino porque os quiero y os quiero santos; lo mismo desea mi Obispo y vuestro.
Mis queridos hijos, vuestra hermana está aquí y también mañana estará con vosotros. Tendríais que ser felices; en otros lugares darían saltos de alegría por estar al lado de Obispo y de la vidente, en cambio tengo la impresión de que estáis cansados de comprometeros. Si no estáis dispuestos a caminar paso a paso con Jesús a lo largo de su camino, id a otra parte, donde la vida espiritual es menos exigente, donde no se respetan los mandamientos, porque dan fastidio, especialmente el sexto. Aquí, es necesario caminar en el pleno respeto de los mandamientos, porque esta comunidad existe por voluntad de Dios. El que no esté dispuesto, el que no pueda más, que se vaya a otro lugar, donde se puede hacer lo que se quiera, pero esta separación será una gran espina para Dios, para mí, para el Obispo, para la vidente y para los que se esfuerzan en caminar.
Ahora tengo que dar un mensaje secreto a vuestra hermana, por tanto, os ruego que continuéis orando. Orad por vosotros, por la comunidad, por vuestros amigos, parientes, hermanos, por todas las personas que caminan por un camino equivocado, tratad de ayudarlos con la oración. Continuad orando y recordad: si no os volvéis pequeños y sencillos como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Sed humildes y sencillos, aprended a amar y después orad, no olvidéis esta frase, repetidla cada día. Ahora orad, mientras vuestra hermana escribe la carta de Dios
Marisa - ¡Cuánta luz! ¡Qué fuego! Dios, ¿eres tu?.
Dios Padre - Sí, soy Dios Padre y vengo con mucha aflicción aquí en medio de vosotros. Cuando están ausentes el Obispo y la vidente, os dejáis caer y no seguís adelante. No ponéis en práctica lo que vuestro Dios dice y entonces repito cuanto la Madre de la Eucaristía ha dicho: "Vosotros no me amáis, no creéis ni en Mi, ni en las apariciones, ni en el Obispo".
Me gustaría que todo esto no fuese verdad. Vivís una vida de paz y tranquilidad, mientras que en otras partas hay muchas personas que mueren. Cuantas veces he dicho que hay niños y madres a los que matan, padres que matan a los hijos, madres que lloran a causa de los hijos. Y vosotros, pequeña comunidad, que habéis recibido tanto, todo de Mí, Dios Padre, ¿qué estáis haciendo? ¿Por qué no camináis siempre adelante, un pasito después del otro? Si hablo así es porque mi amor es inmenso, mi amor es para todos los hombres de la Tierra, incluso para los que hacen sufrir.
La Madre de la Eucaristía viene en medio de vosotros a hablaros con mucha dulzura, porque es una madre. Yo soy Dios, he creado el mundo, he creado al hombre y vosotros me habéis traicionado. Estoy muy desilusionado.
Hay otros lugares, donde dicen que se aparece la Virgen, pero no es verdad. Todos están felices y contentos, hacen lo que les va bien y nadie les dice a los fieles que están equivocados, mientras vosotros estáis siguiendo bien. Hablo así porque os quiero llevar al Paraíso. Aquí aparece la Madre de la Eucaristía, sólo aquí se aparece la Virgen, pero vosotros ¿qué hacéis a cambio? ¡Nada!
Veo a mi Hijo y a la Madre de la Eucaristía que sufren, a mis dos hijitos, que han sido llamados por Mí, que sufren a causa de todos, desde el Papa al más pequeño sacerdote. ¿Por qué el Papa no interviene, por qué no recibe a mi Obispo? Sin embargo era un santo sacerdote. Todos son valientes y buenos mientras no son reprendidos. Para mí es un gran disgusto ver tanta maldad. El que más sufre por todo esto es vuestro Obispo.
Vosotros no podéis comprender cuan grande es el sufrimiento, cuantas veces ha llorado por vosotros, porque os ama, como Yo os amo. El ama a todos, incluso a los que le han hecho sufrir tanto. ¡Ahora basta!. Yo os digo: "Poned una piedra encima y empezad desde el principio". Vosotros adultos reuníos y decid: ¿Dónde faltamos? Pongamos una piedra encima y empecémoslo todo desde el principio". Sería tan hermoso para vosotros, para Mí, para la Madre de la Eucaristía, para el Obispo y para la vidente, para todos.
Mis queridos hijos, hablo así para vuestro bien. En otros lugares dicen que se aparece la Virgen y sin embargo no se aparece: allí todo va bien, pero ¿quién me ama a Mí, Dios, quién ama a la Madre de la Eucaristía?. Ánimo, he querido haceros una demostración de mi bondad, de mi fuerza, de mi amor para corregiros. ¿Seréis capaces de poner esta piedra sobre el pasado y recomenzar la vida con Dios Padre, con Dios Hijo, con Dios Espíritu Santo, con la Madre de la Eucaristía y con el Obispo? ¿Quién de vosotros ha comprendido el sufrimiento de vuestro Obispo y cuanto está sufriendo? ¿Tenéis miedo del Obispo? Quién dice que tiene miedo del Obispo no tendría que ofenderlo, ni hacerle sufrir, sino irse en silencio, sin calumniar, sin difamar.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, Dios ha hablado por vuestro bien, porque os ama, como yo os amo. También yo repito lo que ha dicho Dios: "Poned una piedra encima y continuad adelante". Sois muy pocos y no es difícil quererse. Ánimo, yo estoy al lado del que quiere caminar; el que no quiera caminar, que siga el camino que quiera, yo no quiero forzar a ninguno.
Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a pesar de todo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. He acogido entre mis brazos al pequeño que ha subido al Cielo. Ahora está en el Paraíso, para él es mejor así, porque habría sufrido mucho. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Ven, Marisella, vamos a dar un beso a la abuela Yolanda.
Marisa - No puedo caminar tanto. Mamá, la Virgencita te manda un beso.
Abuela Yolanda - ¿Ah sí?
Marisa - La Virgencita te quiere mucho. ¿No sientes que la Virgencita está a tu lado?
Abuela Yolanda - Oye
Marisa - Dime
Abuela Yolanda - Quiero dar un beso
Marisa - ¿A la Virgencita?
Abuela Yolanda - Sí
Marisa - Claro.
Nuestra Señora - Adiós, abuela Yolanda.
Abuela Yolanda - Gracias, Virgen.
Marisa - Ahora viene tu nieta Lauretta para estar a tu lado.
Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Ánimo, poned una piedra en el pasado y seguid adelante. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Marisa - Adiós. Los niños están jugando.
Se ha ido.
Frontignano (MC), 6 agosto de 2003 - h. 9:00 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Tres personas, vestidas de blanco, están al lado de la Madre de la Eucaristía: Pablo VI, Pío XII y Juan Pablo I. Papá, has avanzado, una vez más, unos pasos adelante. Ruega por nosotros y por todos tus hijos. La mamá está mal y, como ha dicho la Virgen, cuando muera irá directamente al Paraíso.
Pablo VI - Yo soy el gran Pablo VI y amo a Su Excelencia Monseñor Claudio Gatti, porque ha pronunciado muchas palabras hermosas por lo que respecta a mi. Vosotros no sabéis cuantas personas me han calumniado y difamado, pero desde que mi Obispo y vuestro ha empezado a hablar de mi, de mi persona, de todo lo que he sufrido y todo el bien que he hecho, hablan bien de mi y me llaman el Papa gigante. Oh no, soy pequeño, pero estoy al lado de la Madre de la Eucaristía. Gracias, Excelencia, por todas las palabras hermosas que has dicho de mí. Te digo solamente que no te dejes abatir. También yo me he abatido y no sabes cuantas maldades han dicho sobre mi, cuantas personas cercanas me han calumniado y difamado y era Papa. Te lo digo: no te dejes abatir, no abandones la misión, se fuerte, lleva adelante esta durísima misión. Ningún santo y ningún hombre de la Tierra ha sufrido tanto como tu.
Haz lo que dice nuestro Jesús y nuestra Madre de la Eucaristía. Si te dejas abatir también tu hermana y todos los que te quieren sucumbirán. Yo soy el Papa que tu has amado tanto y te ayudo y oro por ti. No es necesario ser declarados santos por la Iglesia, porque Dios ha hecho santos a los tres Papas que estamos aquí.
Marisa - Jesús, ¡qué hermoso eres! ¡Eres blanco como la nieve! Te has transfigurado. Junto a ti están Moisés y Elías. ¿Por qué no nos ayudas también a nosotros a transfigurarnos interiormente, a ser buenos? Jesús, tengo miedo de no ir al Paraíso.
Jesús - Tu vendrás pronto al Paraíso y estarás junto a tu madre.
Marisa - ¡Es una escena maravillosa! ¡Me has llevado también a mi al Paraíso! ¡Qué alegría! Cantamos, amamos, estamos todos unidos. ¡Qué hermoso! No me vuelvas a mandar a la Tierra, Jesús, déjame aquí contigo.
Jesús - Marisella, tienes que estar todavía un poco en la Tierra para ayudar a las personas, no con las palabras, sino con el sufrimiento y con la pasión que sufres cotidianamente. Quiero verte siempre blanca, pura, como los vestidos blancos que tengo en este momento.
Marisa - ¿Tengo que vestirme de blanco?. ¿Sabes, Jesús, que me están confeccionando un vestido blanco?
Jesús - Pero yo hablaba del alma, que tiene que ser hermosa, pura y blanca. Comprendo porque cuando hacen discursos difíciles tu no eres capaz de comprenderlos, porque eres demasiado ingenua, muy sencilla, muy pura; eres santa.
Marisa - Jesús, ¿Por qué me dices estas palabras? Yo siento que no las merezco, a veces no me siento buena, porque cuando hay algo que no funciona, refunfuño siempre y reprendo a las personas.
Jesús - Esto es lo que tienes que hacer.
Marisa - Gracias, Jesús. ¡Qué hermoso eres! ¿Podemos quedarnos todavía un poco en el Paraíso, con los ángeles y los santos? ¿Cuándo te llevarás a papá al Paraíso?
Jesús - Todavía no es tiempo, hijita.
Marisa - Hay tantas personas que conozco, son muchas, muchas. ¿Llevarás pronto al Paraíso al abuelo Agustín?.
Jesús - Sí, pero todavía no ha llegado la hora; no te preocupes, Yo, Jesús, ¡pienso en estas almas!.
Marisa - Jesús se ha ido. Me ha devuelto a la Tierra, ya no está. Se ha quedado la Madre con los tres Papas. ¡Está Stefanuccio!. Stefanuccio haz algo por tus parientes, ve a pedir a Dios por ellos.
Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Se alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Ayúdame a hacer lo que tengo que hacer.
Frontignano, 15 de agosto de 2003 - h. 11:30 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¡Eres tu, Jesús!
Jesús - ¿No me quieres? ¿No ves que llega también la Madre? Quiero presentártela yo, porque hoy es su fiesta y la vuestra. Cada vez que es la fiesta de mi Madre, tenéis que festejar siempre a la Madre de la Eucaristía.
Quiero deciros, antes de dejaros a mi Madre y vuestra, que hoy habéis hecho hermosas reflexiones. No tenéis que hablar solamente, sino también poner en práctica cuanto decís. Hoy os desvelo una particular de mi vida. También yo cuando hacía largos viajes me cansaba y cada poco me paraba. Una vez, con los ojos vueltos al cielo, dije: "Dios, haz que encuentre un bastón para apoyarme, porque estoy cansado" y delante de mis pues se ha posado un bastón: hermoso y rígido. Lo recogí y me he apoyado en él para continuar el viaje con mis discípulos y, naturalmente, con mi Madre. Me apoyaba en este bastón porque, aunque era joven, estaba cansado. Cuando vuestro obispo dice que está cansado, lo está verdaderamente, pero no ha llegado para él el tiempo de caminar con el bastón. He hecho largos viajes de una parte a la otra de la tierra de Israel, he pasado a través de varias ciudades y a veces me he sentido cansado, porque, cuando llega el cansancio, la edad no cuenta. El mío era un cansancio moral, ya que sabía a que me dirigía, cuanto tenía que sufrir y que muerte me estaba esperando. Apoyarme en el bastón que a mi, Jesús, Dios me había hecho encontrar, me proporcionaba mucho alivio. Vosotros aquí presentes y todos los otros que forman parte de esta pequeña comunidad, tendríais que ser los bastones que sostienen al Obispo con la oración y con el sacrificio. Creedme, tenéis que ser los bastones de vuestro Obispo. Esta mañana, yo y la Madre hemos venido a animar a vuestra hermana, después de una noche transcurrida en pleno sufrimiento, por los dolores de la pasión y por los físicos. Dios Padre ha decidido mandarte este sufrimiento para salvar a los hombres de la Tierra. Esta mañana vuestra hermana os ha repetido lo que le he dicho a ella: al igual que una flor para no marchitarse tiene que ser regadas con agua, del mismo modo, el planeta Tierra para no morir necesita de almas que sufren mi pasión. Las personas que sufren mi pasión son pocas y ninguna la sufre con la intensidad de vuestra hermana. Dios la ha elegido, Dios le ha pedido muchísimo. Quizás un día comprenderéis hasta el fondo, lo que quiere decir vivir cada día y cada noche la pasión que para ella continuará hasta la muerte. No será siempre como esta noche, porque ha sufrido muchas horas. Nosotros desde el Cielo la miramos y la llamamos esposa, hija, hermana, niña, porque queremos que permanezca siempre una niña en su modo de hablar y de comportarse. He aquí a la Madre de la Eucaristía, no tiene la Eucaristía, pero está radiante. Marisella, tu ves todas las veces a mi Madre y tuya, cada vez más hermosa, más radiante y más luminosa. Un halo de luz la circunda y los ángeles, los santos y todas las almas salvadas están con ella.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra madre. Gracias por la Santa Misa que habéis vivido con tanta fe, por las oraciones, por el Santo Rosario, por la adoración eucarística, que habéis hecho; para mi todo esto es una gran alegría. Hoy es mi fiesta, es verdad, pero también es la vuestra. Deseo mucho estar con vosotros y rezar siempre con vosotros. Ahora os encontráis en un hermoso lugar, aunque para algunos no es tan hermoso como el Alto Adige. Pero Jesús y yo venimos a menudo aquí, con mis dos hijitos. Me gustaría mucho, como ha dicho Jesús, que fueseis verdaderamente los bastones para sostener a vuestro Obispo. Volved a casa alegres y contentos, aunque habrán todavía sufrimientos, porque el mundo está lleno de personas que continúan calumniando y difamando. Como dije ayer, haced como ha escrito Dante: "No te preocupes de ellos, pero mira y pasa". No vale la pena, no perdáis tiempo en discutir o hablar con estas personas, más bien recogeos en oración, como habéis hecho hoy. Estoy contenta de cada uno de vosotros, pero tratad de permanecer al lado del Obispo. Estad al lado del Obispo y de la vidente, haced sentir vuestro afecto y vuestro amor a estos mis dos queridos hijitos que sufren tanto. Su sufrimiento es inmenso, como es inmenso mi amor por todos. Vosotros, con ocasión de mi fiesta, me habéis felicitado; yo os felicito a todos vosotros y aún una vez más os doy las gracias. Marisella, mira a mi alrededor a los ángeles, los santos y a las almas salvadas; ahora está también Anna.
Marisa - ¿También las almas salvadas son tan hermosas?
Nuestra Señora - Sí, Marisella, incluso si sienten la falta de Dios. Non ver a Dios es un sufrimiento, pero poco a poco, con las oraciones de vuestros seres queridos llegarán al paraíso.
Marisa - Nicolás, tesoro, pequeño, tienes el Evangelio en la mano y estás circundado por otros niños.. ¡Oh cuántas personas! Veo a mi papá y también al abuelo Agustín. ¿Por qué está triste abuelo Agustín?.
Nuestra Señora - Te lo diré cuando estemos solas, Marisella.
Marisa - Me gustaría verlo sonreír ¿Qué tengo que hacer? Tu puedes hacerlo, hazlo al menos por el Obispo. ¡Danos un poquito de esperanza! Yo te he dado la vida también por esto. Ya me haces sufrir mucho a mi, ¿por qué haces sufrir también al Obispo? Por enésima vez te recuerdo que en Lourdes has dicho que sólo yo tendría que sufrir siempre, no el Obispo. Sin embargo sufre mucho también él. ¿Por qué? Tengo miedo de que Dios cambie de idea y me deje para siempre en la Tierra!. Sí, tu sonríe, pero yo tengo miedo, porque cuanto más tiempo permanezco en la Tierra más sufre el obispo. Sin embargo cuando yo me vaya, él ira donde tu sabes.
Nuestra Señora - ¡Siempre tienes ganas de sonreís y de bromear!
Marisa - ¡No, no, también deseos de llorar!
Nuestra Señora - Ahora, mis queridos hijitos, como os he enseñado, alzad los ojos al cielo y recitad conmigo el Padre Nuestro
Marisa - Virgencita, el Obispo ¿tiene que publicar estos mensajes estivales?
Nuestra Señora - El Obispo publicará lo que es para todos, el resto se queda con él.
Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, mando un beso a Jacobo y Samuel, bendigo a todos los que están lejos de este lugar. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Jacobo y Samuel, ¿dais un besito a la Virgencita?. Gracias.
Marisa - Jesús se ha ido. Él viene, habla y se va.
Nuestra Señora - Prepárate, Marisella, para esta noche, será
Marisa - Era mejor que no dijeses nada, porque empiezo a tener miedo. Adiós.
Nuestra Señora - No sé cuanto tiempo ha decidido Dios, pero será mucho menos que esta noche.
Marisa - Te pido que el obispo no se de cuenta de nada. Estate tu conmigo, pero los otros tienen que dormir, esto lo acepto. ¿Sabéis que os digo? Haced un poco vosotros. Adiós. Eres cada vez más hermosa.
Fonte San Lorenzo (MC), 16 de agosto 2003 - h. 12:00 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - He dicho a vuestra hermana: "Caminad, seguid más adelante", porque quería aparecer, donde no había otras personas. En este lugar un mañana será colocada una piedra con los nombres de mis dos hijitos. Este lugar será santificado por Dios, se convertirá en taumatúrgico y estará abierto a las personas que querrán rezar.
Mis queridos hijos, yo estoy siempre con vosotros, estoy ya lo sabéis. He ayudado a vuestra hermana a llegar hasta aquí; lo he hecho sobretodo por vosotros, porque ella ya vino conmigo ayer.
Marisa - ¿Por qué la cruz?. No me arruines esta jornada, te lo ruego, de noche sí, pero de día no.
Nuestra Señora - No te preocupes, Marisella. Mis queridos hijos, si amáis a estos dos hijitos míos, tendríais que estar orgullosos de ayudarlos. Como dije ayer, tendríais que ser los bastones sobre los cuales vuestro Obispo puede apoyarse, como mi Hijo Jesús se apoyó en el bastón para caminar. También él, aunque era joven, estaba cansado, porque viajaba continuamente. Os he pedido que seáis bastones de vuestro Obispo. Don Claudio tiene que apoyarse en vosotros. Gracias.
En este momento Jesús está bendiciendo este lugar y me gustaría que también mi amado y santo Obispo junto a Jesús, diese su bendición a este lugar.
(El Obispo da la bendición)
Marisa - ¡Te has inclinado también tu para recibir la bendición!
Nuestra Señora - Mandad un beso a Jesús, que está aquí presente y que vosotros no veis. Jacobo, Samuel, ánimo, mandad un beso a Jesús.
Yo, junto a vuestro obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Gracias. Oye: ahora cuando regresemos, ¿me ayudarás? ¿Pido demasiado? Hagamos lo que decida Dios Padre.
Tengo hambre, ¿podría comer algo?
Nuestra Señora - Marisella, está el obispo, es él el que tiene que decidir. Pero sí, come, hija mía, come.
Marisa - Tengo la glucemia alta y estoy gorda, mientras que tu eres hermosa, delgada, radiante, luminosa. A tu lado, yo soy un bodrio.
Está bien. De todos modos, ya me ha pasado el hambre, porque he bebido agua.
Nuestra Señora - Ahora id en paz, mis queridos hijos, y os lo ruego: prudencia, prudencia y prudencia al volver a casa.
Marisa - Adiós.
Forche Canapine (PG), 17 de agosto de 2003 - h. 6:00 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Quiero continuar con el discurso de Su Excelencia, porque se ha olvidado que no solo Italia, sino también Austria, Alemania, Dinamarca, Suiza, Noruega, Portugal, España, Grecia y otras naciones, donde mis dos hijos han ido, tienen lugares para hacer peregrinaciones, porque he aparecido a Marisa. Yo los haría viajar todavía, pero quien no se siente capaz es precisamente Su Excelencia.
Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Este mensaje os llega inesperado. Dios a veces me llama y me dice: "María, ¿vamos con nuestros hijos?". Yo, la madre, digo "Sí" y Él me deja ir. Heme aquí con los ángeles, los santos y las almas salvadas. También todos los niños están conmigo; Marisella, el pequeño Nicolás te mira con ojos grandes, luminosos y hermosos.
Mis queridos hijos, tenéis que tratar de ser una ayuda a vuestro Obispo. La distancia no os tiene que impedir el estar dispuestos a ayudarlo, cuando tiene necesidad; en este momento tiene más necesidad de ayuda. Ayer dije que teníais que ser su bastón, sobre el cual él se pueda apoyar; esto vale para todos, incluso para los adultos.
No tenéis que pensar solamente en vosotros mismos, sino también en los otros. Cuando Dios me dice que tengo que venir, yo vengo de buen grado, siento el deseo de daros mucha fuerza y valor.
Os he dicho que mi Hijo Jesús una vez, que estaba muy cansado, pidió ayuda al Padre y un bastón ha descendido del cielo. Jesús lo ha recogido, se ha apoyado en él y ha proseguido el camino. Estaba cansado a causa de todas las calumnias y las difamaciones que los hombres le dirigían. El miedo de los fariseos y de los sacerdotes los empujaba a escupir cuando pasaba mi Hijo. Jesús estaba cansado de todo esto, el suyo era cansancio moral.
Mis queridos hijitos, desgraciadamente tenéis siempre alrededor vuestro a personas que no saben amar, que sufren de envidia y celos, que están dominados por el despecho y no tienen sencillez. Oh, ¡es tan hermosa la sencillez!
El lugar que Dios ha bendecido es taumatúrgico es un dono Suyo y vosotros sois los primeros en disfrutar de esta gracia Suya, no lo olvidéis. El que tiene hijos, que les enseñe lo que Dios ha hecho.
Esta noche, Marisella, mientras estabas presa del gran sufrimiento, te he llevado conmigo. Hemos ido primero a ayudar a las personas y luego al lugar taumatúrgico y te he dicho: "Este lugar ha sido bendecido por Dios". Tu sabes que Dios te ha elegido para una gran misión y el sufrimiento será cada vez más grande.
Lo que me gusta de ti es que eres capaz de sonreír y hacer bromas divertidas, incluso cuando sufres. Por otro lado, si hay algo que decir y no puedes hablar, estás mal; tu tienes necesidad de hablar. Mis dos queridos hijitos vosotros habláis frecuentemente de la misión que Dios os ha confiado. Cuando estáis solos tenéis un lenguaje de santos, de personas que han terminado la vida en la Tierra y están ya en el paraíso, pero para Su Excelencia el camino será largo y duro, y tu, Marisella, irás a verlo y a ayudarlo.
Marisa - ¿Puedo hacerte una pregunta?
Nuestra Señora - La conozco Marisella, la has preguntado tantas veces y sabes que Dios te llevará
Marisa - Tenía que llevarme en noviembre de 1971 y después otras veces, ¿Cómo puedo saber cuándo me llevará?
Nuestra Señora - Ahora no pienses en esto, pienso que viajas conmigo y en cada lugar donde vamos está también Su Excelencia, pero él no me ve, por el momento.
Marisa - A propósito, ¿cuándo te dejarás ver por el Obispo? Porque después que él te hay visto, te verán todos. Ya me has dicho esta frase: "Cuando Dios quiera, volaré a vosotros".
Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos. Bendigo a los dos niños que están presentes y a los ausentes. Los niños pueden cansarse, pero son buenos y no dan sufrimiento; el sufrimiento viene de los grandes hombres. Jacobo y Samuel son dos criaturas buenas. Jacobo me verá antes que Su Excelencia, no sé porque Dios ha decidido esto.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz e Dios padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Acordaos que vuestra hermana vive la pasión, a veces incluso de día, que es muy, muy dolorosa. Ayudadla. Gracias.
Marisa - gracias lo digo yo. ¿Has oído que antes he cantado "Tu eres Pedro"?. Ahora vamos a dar un paseo.
Frontignano (MC), 24 de agosto 2003 - h. 7:45 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, he querido que os quedaseis aquí, delante de esta iglesita, donde Jesús está siempre solo.
Os he enseñado que, cuando veáis una iglesia, tenéis que recitar esta jaculatoria: "Sea bendito y alabado en todo momento Jesús presente en el Sacramento", pero no la habéis dicho más. La carta, que Dios Padre me ha dado, afirma que no se puede continuar mandando fuera de la comunidad a las personas y luego readmitirlas. Hablad claro y decid con mucha sencillez: "El que no sea capaz de hacer este camino, el que no acepte lo que Dios ha dicho y lo que la Madre de la Eucaristía dice, que cambie de acera". Hay muchos otros caminos, son muy fáciles, pero ninguna os lleva a mi Hijo Jesús. Es hora de decidir, ya se avecina el décimo año de mis apariciones. Una vez salen los grandes, otra salen los muchachos, cada poco salta algo que hace sufrir. No seáis quisquillosos, el despecho no sirve para nada, os hace sólo volveros duros con quienes os dicen algo. Hoy me ha gustado oír lo que habéis dicho durante la comida y el viaje.
Excelencia Reverendísima, ahora basta: o fuera o dentro, Dios no quiere las medias tintas. El tuyo es un trabajo muy difícil y no todos lo comprenderán. Poned una piedra sobre todo lo que ha ocurrido, lo ha dicho también Dios, pero la primera persona que no haga cuanto decimos, que no escuche a Dios, a la Madre de la Eucaristía y al Obispo, salga de la comunidad sin discusiones y vaya a otra parte. ¡Es tan hermoso caminar por el camino que Dios ha enseñado!. Sois tan pocos, sin embargo ¡no sois capaces de comprender, no sois capaces de cambiar, ni de amaros! Pero ¿es tan difícil? ¿Creéis que solo mis dos hijos son capaces de hacer esto? No, si lo queréis, podéis amar también vosotros, como aman estos dos hijos, así de dos, os convertiréis en tres, cuatro, cinco y seguiréis adelante con el amor que es inmenso. El amor os hace ser puros, no os hace ser quisquillosos, no os hace pensar mal del hermano. Si hay amor no hay orgullo, no hay celos, no hay envidia. Amor hacia Dios, Jesús, la Madre de la Eucaristía, a todos los ángeles, los santos y a vuestros parientes que os hacen sufrir, porque no tienen a Dios. Todos tenéis alguien por quien rezar, ahora estoy hablando de las almas salvadas, no de las que están todavía en vida. Orad por vuestra hermana, no podéis comprender cuan duro es para ella vivir la pasión; incluso si alguno lo ha visto, no lo puede comprender hasta el fondo. Este mensaje está dirigido a todos. Amaso todos, corregíos mutuamente, no tengáis miedo de decirle al hermano: "Hermano mío, estás equivocado". Convertíos y creed en el Evangelio, aprended a amar y después orad. Son pequeñas frases, pero lo dicen todo. Marisella, yo estoy a tu lado y te ayudo, más de esto no puedo hacer. Dios te ha escogido y te da la fuerza y el valor para vivir. Ya que hoy has sufrido muchísimo, esta noche te dejará descansar. Después la vida muy dura recomenzará para ti y para el Obispo, que te ve sufrir y no puede hacer nada, si no es orar y sufrir. Gracias, mis queridos hijos.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a los que se han ido hoy, a los que están lejos y a todos vuestros seres queridos.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisella, apoya tus manos en mi corazón.
Marisa - Muy bien. Te lo agradezco, esto no me lo esperaba. Querría hablar a las personas pero con amor y con dulzura. Cuando algo no va bien, yo tengo que decirlo, el amor me empuja a hablar.
Nuestra Señora - ¡Bien! ¿Qué hay de malo? Si la otra persona a la que le haces la corrección fraterna es inteligente, comprenderá perfectamente que es para su bien. No te desanimes, Marisella, ¡ojalá fuesen todos como tu! Lo que te digo ahora no es para todos
Fonte San Lorenzo (MC), 30 de agosto de 2003 - h. 5:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia.
Jesús ha bendecido este lugar santo y lo ha vuelto taumatúrgico. Vosotros habéis disfrutado por lo que Jesús ha hecho y también Nosotros del Paraíso estamos todos contentos. Digo a los jóvenes: no volváis atrás, os lo ruego, os lo he dicho muchas veces. Caminad un paso después de otro, un pie después del otro y andad adelante, o quedaos quietos, pero no volváis atrás.
También el agua que la gente venga a beber a este lugar es bendita.
Marisa - ¡He aquí a Jesús! Jesús, ¿estás contento? Me gustaría recordarte también a los otros hijos que están en Roma.
Jesús - Yo soy vuestro Jesús y os amo con un amor inmenso. Me da alegría ver que alguno de los presentes ha cambiado, ha dejado el camino no bonito, trazado por el demonio y ha retomado al camino hacia Dios. La bendición que ha vuelto taumatúrgico este lugar ha sido impartida por Dios. Todos vosotros estáis muy felices por esto.
Marisella, estas personas hoy vienen conmigo al Paraíso.
Marisa - Yo no conozco ni siquiera una.
Jesús - Mira bien.
Marisa - ¿Por qué tienen la cruz sobre las espaldas?
Jesús - Para hacer comprender que en el purgatorio han sufrido, porque no veían a Dios. Ahora desde lo alto de los Cielos orarán por vosotros. No tiene importancia si los presentes no ven nada, es suficiente que sepan que hoy he llevado a diez almas al Paraíso. Estas almas orarán por vosotros.
Marisa - Nuestros padres, ¿cuándo llegarán al Paraíso?
Jesús - Marisa, ¿no ves donde están?
Marisa - ¡Falta poco! ¿Tan poco?
Jesús - Sí, muy poco, porque la bondad de Dios es grande: ellos no han tenido ninguna guía, sin embargo mira donde se encuentran. En cambio, los que han recibido tanto, conocen el S. Evangelio y no lo ponen en práctica difícilmente entrarán en el Reino de los Cielos.
Mis queridos hijos, si vosotros creéis en Dios y creéis en la Madre de la Eucaristía, Yo, Jesús, estaré a vuestro lado y os ayudaré.
Claro que, mientras estéis en el planeta Tierra no será todo fácil y los sufrimientos no faltarán, lo importante es que aprendáis a amar. Tenéis que amar, como ha dicho hoy el Obispo y no ser ni resentidos ni orgullosos. Si sois sencillos y humildes, llegaréis a amar a todos. El amor tiene que ser dirigido hacia todos.
Gracias por la cruz que habéis levantado y por la piedra sobre la que habéis escrito los nombres de mis queridos hijitos, pero sobretodo gracia si aprendéis a amar.
Ahora preparaos para la S. Misa que el Obispo celebrará. En este lugar santo en 1971 han sido celebradas muchas Misas por Don Claudio con gran sufrimiento. Pero al final ha tenido una gran alegría, porque aquellos muchachos se han convertido todos; eran cuarenta. Después de tantos años, hoy estáis en este lugar que Dios ha hecho taumatúrgico y santo y participáis en la S. Misa. Poned todo el corazón, todo el amor y preguntaos: "¿Y si ésta fuese la última Misa?". Tratad de comportaros bien, como si ésta fuese la última Misa que escucháis y que el Obispo celebra.
Marisa - Yo digo: ¡ojalá! Yo, pero no ellos, porque tienen que trabajar todavía mucho.
Te encomiendo a una persona aquí presente, muy querida por mi. Te ruego, Jesús, ayúdala. Ayuda a todos, a las familias de todos los que nos hacen sufrir. Conviértelos tú.
Jesús - Marisella, mientras estés en la Tierra vivirás la pasión día y noche.
Marisa - ¡Ciertamente me has hecho un bonito regalo!
Jesús - Marisa, mira quien está viniendo
Marisa - José y la Virgen que tienen en brazos al Niñito. Jesús en los brazos de la Virgen, eres pequeño, pequeño, mientras delante de mí eres grande, grande.
Jesús - Gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y vuestros objetos sagrados.
Marisa - ¡Mira: este lugar está lleno de ángeles y santos que vuelan!
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Gracias, Excelencia, por todo lo que haces para tenernos contentos, sobre todo por lo que haces por la Iglesia. Sea alabado Jesucristo. Buena S. Misa a todos.
Frontignano (MC), 31 de agosto de 2003 - h. 6:00 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Bienvenida entre nosotros. Para ti no hay horario en el Cielo, por tanto puedes venir cuando quieras. Hoy nos has dado la posibilidad de descansar y de pasear. ¿Estás triste por culpa nuestra? Estamos dispuestos a convertirnos en lo que Jesús y tú queréis. Cada uno de nosotros tiene que hacer lo que nos has enseñado: amar. En la Tierra me doy cuenta que es muy difícil amar: cada uno piensa en sí mismo y nadie piensa en el otro. Ya sé que mientras no lleguemos a pensar en los otros, a ayudarnos recíprocamente, quiere decir que el amor todavía no existe.
En nombre de todos te pido perdón por nuestro comportamiento, porque no sabemos amar y porque pensamos sólo en nosotros mismos. Te lo ruego, dile a Jesús, que a pesar de todas nuestras imperfecciones, lo amamos mucho.
Nuestra Señora - Marisella, Jesús ya ha escuchado tu oración. Mira aquellas manos que sostienen el cenáculo, son las grandes manos de Jesús que os sostienen a todos vosotros. Aquello es un don precioso y muy hermoso, no por su valor, porque la Madre no mira nunca eso, sino por la intención con la que ha sido hecho. En este momento Jesús levanta sus manos y os ayuda a crecer. Habéis crecido en edad pero, espiritualmente hablando, dejáis todavía que desear. Por otra parte, cada poco hay algo grave que no funciona, tanto entre los adultos como entre los jóvenes. Si Dios os ha elegido, tiene sus motivos. Haced un examen de conciencia y preguntaos: "¿Quién ha ayudado al Obispo en su misión, que se ha retrasado, porque estaba solo?". Mi Hijo Jesús hace tiempo dijo: "Sed los bastones para vuestro Obispo, sobre los que se pueda apoyar" y sin embargo, creedme, mis queridos hijos, ninguno ha sido el bastón del Obispo. Está solo sacando adelante esta misión que no procede, porque no se puede seguir adelante solo. Cuando Jesús caminaba por el desierto, por Galilea, por Judea tenía siempre personas a su lado. Había quien lo amaba, quien no lo amaba y quien lo criticaba, pero no estaba solo, estaba solo únicamente cuando se retiraba a Getsemaní para orar, mientras los otros dormían.
Vuestro Obispo está solo, no tiene sacerdotes, no tiene adultos, no os tiene ni quiera a vosotros jóvenes. ¿Queréis hacer hoy un pequeño paso y caminar poco a poco, como os dije ayer? Procurad que vuestro Obispo pueda contar al menos con alguno de vosotros, no digo con todos. No miréis la paja en el ojo del hermano cuando a veces en vosotros hay la viga. Vosotros conocéis aquellos cuatro que son
Marisa - No llores.
Nuestra Señora - Es muy grave lo que han hecho. Alguno ayer trató de defenderlos, pero ha hecho sufrir al Obispo porque no se puede defender a quien ha sido peor que Judas, porque él traicionó a Jesús sólo una vez y después se ahorcó. Aquellos cuatro, sin embargo, han traicionado a menudo a Jesús y están seguros de estar en orden y de poderlo recibir. Cuantas veces os he dicho: "Recibid a mi Hijo en gracia. Si no estáis en orden no lo recibáis; es un pecado muy grave, cometéis sacrilegio". Cuando he dicho esto, quien estaba en pecado mortal se ha ido igualmente a recibir a mi Hijo Jesús. No hagáis nunca sacrilegios. Yo quiero el amor, como quiere mi Hijo Jesús. También vuestro Obispo quiere el amor y desea tener amigos a su lado, y apóstoles. Pero, ¿dónde están los apóstoles? Espiritualmente hablando habéis huido y lo habéis dejado solo, con la víctima a su lado. ¿Es posible que sea tan difícil ayudar al Obispo, amar y estar a su lado? Ánimo, mis queridos hijitos. Si estoy aquí es porque os amo, de otro modo no habría venido. Cuando hayáis quitado el resentimiento y la insinceridad, cuando os hayáis vuelto sencillos como niños, entonces creceréis espiritualmente y caminaréis por el camino de la santidad. Vuestra hermana a una persona le ha dicho: "Te quiero llevar conmigo a la santidad". Es esta la frase que tenéis que deciros. Tenéis que hacer una carrera a ver quien llega primero a la santidad. A veces en vuestro grupo ocurre que cuando dos se prometen, piensan solo en sí mismos. Yo, cuando estaba prometida con mi amado esposo José, no me comportaba a sí, vivía una espiritualidad muy elevada. Desgraciadamente vivís en un mundo sucio, en un mundo donde el hombre destruye al hombre, donde no hay amor. Vosotros que habéis sido llamados y sois muy amados por Dios, más que ningún otro grupo, creced en la santidad y amaos en la santidad.
Gracias. Todavía tendría muchas otras cosas que deciros, pero harían falta días. Lo importante es que hayáis comprendido lo que he dicho.
Junto a mi Obispo y vuestro, nuestro santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, os traigo a todos junto a mi corazón hacia la santidad y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Si alguno no comprende bien los mensajes, en lugar de hablar con los otros, pregunte al sacerdote. No tengáis miedo de pedir, de preguntar, porque vuestro Obispo está dispuesto a responder. El que esté lejos que escriba, y no mire si la escritura es fea o si hay errores. ¿Tenéis algo que preguntar? Escribid con sencillez, tenéis que rendir cuentas a Dios, no al hombre. Sea alabado Jesucristo.
En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo.
¡Que guapa estás, toda de rosa, Marisa!
Marisa - A mi me gustan mucho las flores. Adiós. ¿Nos perdonas? No sé si recaerán. Nosotros les hemos hablado mucho y los hemos ayudado. El Obispo ha hablado con todo el sufrimiento que tiene en el corazón que sangra cada día. Ahora les toca a ellos responder.
Nuestra Señora - Este mensaje es para todos.
Marisa - Sí, gracias. Adiós.
Frontignano (MC), 31 de agosto de 2003 - h. 9:40 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¿Te puedo decir todo lo que pienso?
Nuestra Señora - No, Marisella. Comprendo tu dolor, pero me ha hecho mucho daño sentir que querías decir que no me habías visto nunca.
Marisa - Lo habría dicho para salvar al Obispo, no por mi.
Nuestra Señora - En el Obispo pensamos Nosotros.
Marisa - ¿Cuándo?
Nuestra Señora - Lo sabe Dios.
Marisa - Hoy has dicho esta frase que me ha hecho tanto daño: "El sufrimiento es grande y el tiempo es largo" ¿Qué querías decir?
Nuestra Señora - El tiempo es largo porque desde hace tanto que esperáis el triunfo, el sufrimiento es grande porque sufrirás hasta la muerte. Esto te ha sido dicho por mí y por Jesús muchas veces. Espero que el Obispo no haya interpretado
Marisa - También lo ha interpretado así y ha llorado.
Nuestra Señora - Lo he visto llorar y he llorado con él, ni siquiera ha sentido mi abrazo.
Marisa - ¿Por qué lo has abrazado?
Nuestra Señora - Ver llorar a vuestro Obispo me conmueve; he llorado también yo con él y lo he abrazado tiernamente.
No tenéis que faltar de confianza hacia Dios. Dios no defrauda, tened fe en Él. ¿Qué sabéis vosotros lo que está sucediendo en la Iglesia? Estáis cansados y esperáis. En los primeros años de la misión os hicimos ir por varias naciones y os hemos manado a los obispos y sacerdotes para convertirlos. ¡Cuantas veces, Marisella, te han abofeteado! Comprendo vuestro cansancio, pero no quiero ver vuestra desilusión, no quiero oíros hablar como lo has hecho tú, Marisella. Quédate tranquila, Dios no se ha ofendido, yo no me he ofendido, porque hemos comprendido vuestro drama.
Marisa - Puedo preguntarte: "Si Dios lo puede hacer todo, ¿por qué tenemos que sufrir, sufrir y sufrir todavía?". Quitad de en medio a las personas que no están en orden. No digo que tengan que morir, sino que tienen que, o convertirse o ser destituidas.
¿Por qué el Santo padre no llama a Su Excelencia?
Nuestra Señora - El Papa no llama a los pequeños. El Papa recibe sólo a personas importantes y va solo donde hay una masa de personas. Él no sabe lo que le ha sucedido al Obispo, porque sus colaboradores se lo han escondido. ¿Existe el documento firmado por el Papa que reduce al estado laical a vuestro obispo? Recordad que el Papa no ha hecho la voluntad de Dios, no ha llamado al Obispo, no sabe que ha sido reducido al estado laical. No le entregan las cartas que le son dirigidas. Vive del entusiasmo de los jóvenes y del obsequio exterior de los políticos, de los cardenales y de los obispos. No recibe a los pobres sacerdotes que permanecen siempre detrás; esto Dios no lo quiere.
Cuando el Obispo subirá a las estupendas alturas que Dios le ha preparado, tendrá que hacer muchos cambios. Repito una vez más que en los inicios del sufrirá mucho, a causa de la envidia, de los celos, de la maldad, del orgullo y de la soberbia de los hombres de la Iglesia, pero nosotros le daremos la fuerza para soportarlo.
¿Quién de vosotros ha comprendido realmente el drama de vuestro Obispo? Nadie. Ni los adultos ni los jóvenes han comprendido nada del drama que vive vuestro Obispo.
Ánimo, mi querido Obispo, ánimo, vives un momento dramático en el cual no me sientes a tu lado, pero yo estoy a tu lado. Ánimo, en el mundo hay mucha gente que ora por ti y que ama a la Madre de la Eucaristía. Muchos sacerdotes aman a la Madre de la Eucaristía. Tu estás pensando: "¿Por qué no hay ningún obispo o sacerdote a mi lado?". Por miedo, porque no tienen valor. Para estas personas que tienen miedo habrá el juicio de Dios y será muy difícil que entren en el Reino de los Cielos.
Digamos un "Padre Nuestro" a Jesús.
Ahora, mi Obispo predilecto, mi santo Obispo, junto a mi, da la bendición a estas personas
(El Obispo da la bendición)
Marisa - Gracias, adiós. Sí, estoy dispuesta a todo.
Nuestra Señora - No repitas más lo que has dicho hoy. Comprendo el sufrimiento, lo comprendo todo, pero no digas más que no me ves. Pequeña mía, porque para mí eres siempre la pequeña niña de dos años y medio, no digas más que no me ves porque ofenderías a Dios, a mi, al Obispo y los que te quieren.
Marisa - Está bien. El Obispo ya me ha dicho que tengo que obedecerle.
Nuestra Señora - Obedece siempre.
Marisa - Está bien. Adiós. Ahora regresamos a Roma. ¿Nos acompañas?
Nuestra Señora - Estaré en el coche con vosotros durante el viaje.
Marisa - Gracias. Adiós. Don Claudio...
Obispo - ¿Has visto que ha venido?
Marisa - ¿Has sentido el abrazo?