Año Social: 2003-04
Regreso a los orígenes
Los mensajes de Dios son traducidos por un miembro de la comunidad, quien no es un traductor profesional. S.E. Mons. Claudio Gatti reconoció el origen sobrenatural de las apariciones (Decreto del 14/9/2000), pero el dió la aprobacion eclesiastica solamente a los mensajes en italiano, para que el no es responsable de errores hechos sin querer de el traductor
Mensajes de Septiembre de 2003
Roma, 6 de septiembre de 2003 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, ya que habéis orado, yo he venido en nombre de Dios. Vosotros no lo sabéis, pero en una de las últimas apariciones, cuando mis dos hijos no estaban en el lugar taumatúrgico, Dios ha dicho: "Poned una piedra en el pasado y volved a empezad desde el principio". Vosotros sabéis que no es fácil recomenzar este camino tan hermoso y tan lleno de amor de Dios. ¿Os acordáis cuando dije: "Haced un paso adelante, uno cada vez, poco a poco, pero no volváis nunca atrás?"; esto no se ha hecho. Quiero aclarar de una vez por todas que cuando la Madre os hace una advertencia, cada uno tiene que tomar para sí lo que digo y si en conciencia os sentís con la conciencia tranquila, no tenéis que temer nada. Muchas veces he dicho hasta las lágrimas: "Recibid a mi Hijo Jesús en gracia. Si no estáis en gracia, no hagáis la Santa Comunión, porque cometéis sacrilegio". En un primer momento he creído que mis consejos, mis advertencias de Madre eran comprendidas por todos, sin embargo me he dado cuenta que no son aceptados. Repito: que cada uno tome para sí lo que tiene que coger. Cuantas veces he hecho esta recomendación: ¡releed al menos un mensaje al día, porque cada vez encontraréis algo importante!.
Leed con atención la carta de Dios del 15 de mayo y no juzguéis, no miréis al otro, no penséis sólo en vosotros mismos. Cada uno debe pensar en sí y puede decir: "Gracias Dios, porque yo no estoy en aquella situación", o tal vez: "Estoy, pero quiero convertirme, iré enseguida a confesarme para estar en gracia". No podéis ni siquiera imaginar cuantas gracias os ha hecho Dios, no os habéis ni si quiera dado cuenta y tampoco le habéis dado las gracias. Vosotros pedís, pedís, pedís, ¿pero decís alguna vez: "Gracias, mi Dios, gracias por lo mucho que nos quieres, gracias, porque mandas a la Madre a hacernos estas advertencias maternas tan hermosas, tan dulces, para ayudarnos a caminar hacia la santidad"?
Dad gracias a Dios, aunque no lo sepáis todo, porque un joven que está entre vosotros, a causa de un incidente ocurrido ayer, hoy podía no estar. Junto a mi dad gracias a Dios también porque está a vuestro lado y me manda a menudo junto a vosotros; vosotros ni siquiera os dais cuenta, pero yo estoy a vuestro lado, mando al ángel a ayudaros. Nosotros estamos a vuestro lado y cuando ocurre algo, gozáis de la protección de Dios. Por esto tenéis que aprender a dar gracias a Dios, porque os ayuda y, a pesar de todas las tempestades, las maldades y todo lo que os circunda, está con vosotros. Vosotros sois privilegiados respecto a los hombres del mundo, porque tenéis al lado a la Madre. Yo me aparezco aquí, no voy a los grandes santuarios, donde se congregan tantas personas; Dios me manda aquí con vosotros. ¿Os dais cuenta cuanta gracia, qué don habéis recibido de Dios?. Corregid los pequeños defectos, vivid en gracia y amad. ¿Os acordáis cuando Jesús dijo: "Aprended a amar y luego orar"?.
Yo repito: es inútil decir muchos rosarios, es inútil leer los libros y después no tener amor. Entonces aprended a amar y después orad.
Gracias, porque estáis aquí presentes. Hoy es el primer sábado de mes y las apariciones públicas han empezado el primer sábado de mes. El número de los que frecuentan el lugar ha disminuido, porque hay personas cercanas y lejanas que tratan por todos los medios de combatir este don de Dios, pero no pueden conseguirlo en sus intentos. Sed fieles a la Santa Misa, a la Santa Comunión recibida en gracia, al Santo Rosario. Agarraos lo más que podáis a la oración.
Gracias. Amad a vuestro Obispo. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós
Roma, 7 de septiembre de 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Vuestra hermana ha sufrido la pasión hasta las nueve de esta mañana y no estaba en condiciones de bajar en medio de vosotros, aunque lo deseaba mucho. Lo importante es que la Virgencita esté con vosotros, lo importante es participar en la Santa Misa con todo el amor, lo importante es poner una piedra sobre el pasado y recomenzar, como ha dicho Dios, como ha dicho Jesús, lo importante es que os améis el uno al otro.
Os invito a orar por vuestra hermana para que tenga la fuerza de soportar la pasión tan larga y dura, que durará hasta su muerte, cada noche, para salvar a los hombres y para que cesen las guerras. ¿Pensáis que hay paz en el mundo?. No, más bien, la postguerra es más dura, los hombres sufren, se matan y cometen muchas otras acciones atroces que hacen sufrir.
Ayer os dejé repitiendo la frase que ha dicho Jesús: aprended a amar y después orar. Os he dicho también que leáis la carta de Dios del 15 de mayo. El que lo ha hecho se ha dado cuenta de lo que Dios ha dicho; el que aún no la ha leído, porque es un poco perezoso, que la lea, porque se requiere poco tiempo para leerla y meditar las cartas de Dios. Detenerse cinco minutos hace bien incluso al cuerpo, porque descansáis.
Empezad este nuevo año social con más amor y caridad hacia todos. Si el demonio se ha infiltrado en medio de la comunidad, expulsadlo con la oración y con la Santa Misa. ¿Cuántas veces os he dicho: "Cuidado, no dejéis ninguna rendija abierta, porque el demonio se infiltra inmediatamente y hace caer a las almas"? Vosotros escucháis los mensajes, vivís el entusiasmo del momento y después parece que todo se acaba y lo olvidáis todo, como ayer, cuando alguno ha dicho a Marisella que bajara, pero no se acordaba que ella está viviendo la pasión cada noche y a veces también durante el día.
Mañana por la tarde, si Dios quiere, estará en medio de vosotros. Ha aprendido a hacer la voluntad de Dios, aunque le cuesta muchísimo; aprended también vosotros a hacer la voluntad de Dios, en el fondo no os pide que sufráis la pasión.
Gracias, mis queridos hijos. Mañana es la fiesta de la Madre, es su natividad, en todo el mundo nadie dice cuando ha nacido verdaderamente. Yo, para no crear confusión, donde celebraban mi nacimiento el ocho de septiembre me presentaba aquel día y donde la celebraban el cinco de agosto aparecía aquel día, pero ahora las apariciones han terminado, acaecen solamente en este lugar taumatúrgico. Justamente porque es un lugar taumatúrgico yo vengo aquí en medio de vosotros. Nosotros, los del Cielo no miramos el número de los presentes o si son personajes importantes, sino que venimos porque tenéis un alma que salvar y yo os quiero santos.
Gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados.
Bendigo a todos los que están lejos y también a los que nos os aman. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Hasta mañana. Buena jornada a todos, pero sobretodo, buena santa Misa. Haced la Santa Comunión en gracia de Dios.
Marisa - Adiós. Se ha ido.
Roma, 8 de septiembre de 2003 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)
Fiesta de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María
Nuestra Señora - Sí, mi alma magnifica al Señor. También vosotros, cuando vivís en gracia, podéis perfectamente decir: "Mi alma da gloria al Señor".
Hoy es mi fiesta, es el aniversario de mi nacimiento y en torno a mi están todos los ángeles y los santos que me dan gloria. Yo, valiéndome de ellos, he dicho: "Dad gloria a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo" y todos en coro han respondido: "Así sea, oh Madre de la Eucaristía".
Este aniversario lo quiero alargar a los dos esposos que celebran diez años de matrimonio y a sus niños: Jacobo y Samuel. Estos dos esposos han deseado tanto esta fiesta porque cuando se casaron su padre espiritual era don Claudio Gatti, ahora es Su Excelencia Mons. Claudio Gatti. Hoy se puede hacer una celebración diferente respecto a la de hace diez años: no hay prisa y nadie trata de echar a las personas. Aquí se hace todo con calma, como ha dicho Selenia a su tía: "Estate tranquila, haz una respiración profunda, Nuestra Señora comprende si no podemos ser puntuales". La Madre del Cielo, que os ama profundamente, ha esperado en silencio, estaba aquí y os miraba a cada uno de vosotros.
Las felicitaciones más grandes, más hermosas parten del Paraíso y llegan a Laura y a Giacomo, Jacobo y Samuel, una familia muy bendecida por Dios; su modo de comportarse ayuda a los hijos a crecer buenos, santos y puros.
Y para mí es una gran alegría estar en medio de vosotros y ver con cuanta fatiga y amor lo habéis preparado todo. Gracias, esta es una demostración de que tratáis de quereros, porque si tratáis de hacer lo mejor significa que amáis; esto es lo que yo quiero: el amor hacia todos los hermanos, pequeños o grandes.
Mis felicitaciones van también a Su Excelencia; todo parte de él, que trata por todos los medios de llevar adelante esta pequeña comunidad, formada por pocas personas que tiene el gran deseo de quererse.
Querría oír decir: "¡Felicidades Madre del Cielo!", como de las almas del Paraíso. Cuando es la fiesta de vuestras madres tratáis de festejarla de muchos modos, corréis a comprar los regalos y todo lo que hace falta. Hoy es la fiesta de la Madre del Cielo y de la Tierra, es una fiesta grande, pero lo es también para vosotros y yo estoy aquí por vosotros. Dios, que es inmensamente bueno, me manda a menudo aquí con vosotros, a pesar de las diversas dificultades que ha habido y que habrán todavía. Dios está siempre dispuesto a perdonar, porque ama y pide vuestro amor por todos.
Marisa - ¿Querías ver esto?.
Nuestra Señora - Este Folleto de la Santa Misa sido hecho con mucho amor, sacrificio y a veces con dolor, pero de estas tres cosas, lo que Dios agradece más es el amor hacia el hermano y la hermana. Vosotros, esposos, Laura y Giacomo, conservad en vuestro corazón la certeza de que hoy la fiesta es más grande que aquella de hace diez años. Cada día tendría que ser fiesta para vosotros y tiene que aumentar el amor.
Marisa - ¡Felicidades Madre!.
Se ha ido, acompañada por una multitud de ángeles y santos.
Roma, 12 de septiembre de 2003 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Hoy es la fiesta del nombre de María, es mi fiesta y en el Paraíso todos me han felicitado. Mis felicitaciones van a todas las que se llaman María y a ti, Marisella, muchas felicidades de parte de todos Nosotros. Sé que estás sufriendo todavía por tu madre; hay altos y bajos, hoy parecía que estuviese partiendo para otros caminos y tu sabes cuales, pero Jesús me ha dicho: "Dejémosla todavía entre sus hijos" y yo he respondido: "Entre sus hijas".
Os he enseñado tanto, os he hablado siempre de amor, de mansedumbre y de sencillez. Fuera el orgullo, fuera la soberbia, fuera la maldad, tenéis que ser todos como Jesús, tenéis que asemejaros a Él y entonces veréis como poco a poco conseguiréis caminar. No os detengáis nunca.
Yo vengo cada día con vosotros, pero vosotros naturalmente no os dais cuenta de mi presencia. He ido con vuestra hermana a Eslovaquia, donde se encuentra el Santo Padre, ayer también él estaba a punto de irse, pero Dios ha creído oportuno dejarlo todavía con vida. ¡Cuántos enfermos no tienen la posibilidad de curarse y de estar mejor, sino que yacen en una cama abandonados de todos! ¡Cuántos enfermos, en cambio, tienen la posibilidad de curarse, yendo incluso al extranjero, porque tienen mucho dinero! ¡Cuántas personas mueren porque no tienen dinero! El Santo Padre se ha repuesto rápidamente, porque tiene todas las posibilidades de curarse, tiene doctores y personas a su lado que tratan por todos los medios de hacerle estar bien, por lo que esta mañana viajaba en medio del pueblo. El que tiene dinero consigue curarse, consigue remontar la vida corriente con mucha facilidad y en poco tiempo.
Tú, Marisella, dices que, a pesar de todas las curas, estás siempre mal.
Marisa - No, yo no digo nada, pienso solamente. Hay personas enfermas mucho más graves que yo, que están solas y no tienen a nadie a su lado, aquellas me dan mucha pena. Mi madre, gracias a los que están a su lado, no está nunca sola. Todavía yace en su lecho de dolor y cuando se repone tiene una hermosa sonrisa, nos sonríe y luego vuelve al silencio. Quería agradecerte Jesús que me has dado la posibilidad de encontrarla todavía viva y de que me haya reconocido. Te doy gracias, Jesús, te doy gracias a ti, María, Madre de la Eucaristía. ¿Durante cuánto tiempo podremos gozar todavía de nuestra madre?. Después la gozaré en el Paraíso, como tú has dicho.
Nuestra Señora - Sí, así será, Marisella, no te tienes que preocupar. Tu salud cada vez declina más, pero nosotros te damos la fuerza de moverte al menos aquel poco que te hace falta para ocuparte de ti misma, porque no puedes ayudar a tu madre.
Marisa - Esto me hace sonreír, Virgencita, porque ella ha hecho tanto por mi y yo no puedo ni siquiera darle una cucharadita de sopa.
Nuestra Señora - Pero no son estas las cosas que te tienen que preocupar, piensa en el Paraíso y deja estar todo lo demás.
A vosotros, mis queridos hijos, os recomiendo el amor hacia todos y de nuevo felicidades a todos y también felicidades a todos los que ya he nombrado. Querría felicitar a todos, pero sobre todo a mi Obispo y vuestro que está sufriendo muchísimo por esta situación tan dura y difícil. Vosotros, viviendo en vuestro pequeño nido, que Dios ha hecho taumatúrgico, no os dais ni siquiera cuenta de lo que ocurre en el mundo. Entonces orad, siempre.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisella, vamos a dar un beso a tu madre.
Marisa - No puedo caminar.
Mamá, la Virgencita te manda un beso, ¿has entendido?
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo. Adiós, Marisella, muchas felicidades.
Marisa - Gracias, adiós.
Roma, 14 de septiembre de 2003 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¿¡Jesús!?
Jesús - Sí, mi esposa dilecta, soy yo. Vengo a darte las gracias por las oraciones, la procesión y todo lo que haréis después. El 14 de septiembre es la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz y es el aniversario del primer milagro eucarístico. Entonces hubo alegría y gloria para todos. Siguieron días hermosísimos y la alegría resplandecía en vuestros rostros, después los hombres de la Iglesia han intentado destruir todo lo que Dios ha querido llevar a cabo. Vosotros gozad por este día y que cada día sea como este. ¿Os acordáis cuando la hostia salió del costado de Jesús crucificado?.
Yo, vuestro Jesús, estoy aquí porque hoy festejáis la Exaltación de la Cruz y el gran milagro eucarístico, el primero en la historia de la Iglesia, cuando la Eucaristía salió de mi costado, de una estatua, de una cruz de madera. El que lo ha visto puede dar testimonio. Alguno se ha retirado, porque ha tenido miedo de estos milagros eucarísticos, que sin embargo os han dato fuerza y valor. Cuando habéis pedido gracias, las habéis obtenido, si era la voluntad de Dios. No a todos le es dado el recibirlas, pero si Dios no da la gracia pedida le da otra. Dios conoce los motivos, sabe el porqué de todo lo que ocurre.
Aquel día en el lejano 1995 hubo gran alegría y fiesta, pero alguno ha querido arruinarla. Yo he estado siempre a vuestro lado, como la Madre de la Eucaristía, todos los ángeles y los santos.
Mis queridos hijos, no sé como daros las gracias por vuestra presencia. Dad a mi corazón una gran alegría, participando con todo el corazón en la S. Misa. Felicidades a todos.
Marisa - Se ha ido. ¡Eh ahí a la Madre!.
Nuestra Señora - Soy vuestra Madre, la Madre de la Eucaristía, pero hoy no tengo la Eucaristía en la mano. También yo he venido para felicitaros, porque este es un día memorable. He venido en nombre de Dios para deciros gracias y para daros mi bendición, pero como Madre de Jesús y Madre vuestra, permitidme felicitar al pequeño Jacobo, que ha nacido justamente en aquel día. Soy una Madre, no puedo no recordar al menos a los niños y a la abuela Yolanda, que el que la haya visto sabe bien como está.
Felicidades a todos. Como ha dicho Jesús, acordaos de este día, es muy importante y hablará de él la historia, porque por primera vez la Eucaristía ha salido del costado de Cristo. Dios ha hecho taumatúrgica la cruz de madera de la cual ha salido la hostia; todo lo que está aquí dentro es taumatúrgico. Taumatúrgico quiere decir santo, milagroso.
Una recomendación parte del Cielo: ¡recibid a mi Hijo Jesús en gracia!. Si no estáis con la conciencia tranquila, si estáis en pecado, confesaos; no recibáis a mi Hijo Jesús si no estáis en gracia, de otro modo cometéis sacrilegio sobre sacrilegio y la misión no va adelante, mientras la gente mala continúa yendo adelante. La mala gente está más serena y feliz. ¿Por qué? Yo quiero ver la felicidad primero en vuestro corazón y después en vuestros rostros y en vuestros ojos. Por otra parte si Dios hace sufrir a vuestra hermana cada noche la pasión, habrá un motivo importante. ¿Pensáis quizás que Dios se divierte haciendo sufrir a un alma?. Por tanto continuad orando. El otro día dije: agarraos a la Santa Misa, a Jesús Eucaristía, al Rosario y a la Santa Cruz, la cruz hecha taumatúrgica.
Junto a mi recitad el Padre Nuestro, dando gracias a Dios por el don hecho.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Bendigo a la abuela Yolanda, Jacobo y a todos los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón, siempre. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Os ruego, durante el intervalo entre la aparición y la Santa Misa, orad, no habléis, no os giréis detrás. Jesús está delante de vosotros, miradlo y orad. Gracias. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. ¿Se lo tengo que decir yo?. Díselo tu. Está bien, se lo digo yo. Adiós.
Roma, 21 de septiembre de 2003 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Perdona por mi retraso, pero me cuesta mucho trabajo y es muy doloroso prepararme para bajar. Has esperado porque, como Madre, nos amas a todos. Quiero encomendarte a tres personas enfermas que se han confiando a mis oraciones. Han pedido ayuda, pero yo digo siempre: os encomiendo a la Virgencita, pero aprended a decir: "Que se haga la voluntad de Dios"
Nuestra Señora - Eres heroica, Marisella, porque nadie en tus condiciones habría bajado.
Marisa - Deja estar lo que se refiere a mi, porque me haces avergonzar, y hablemos de la carta de Dios; ¿la has traído?.
Nuestra Señora - Las cartas de Dios ya se van acabando; Dios ha dicho todo lo que tenía que decir y ahora se repite. Alguno ha dicho: "Los mensajes de Dios se repiten, Dios se repite" y yo aún una vez más replico: "¿Habéis cambiado vosotros?". No podéis ser como las otras personas del mundo, vosotros sois privilegiados, porque Dios os ha escogido y os ha llamado a este lugar taumatúrgico. Últimamente ha hecho taumatúrgico un nuevo lugar cercano a Frontignano, en la provincia de Macerata, un hermoso valle.
Como bien sabéis, la misión de mis dos queridos hijitos se ha ralentizado, más bien se ha detenido por culpa de alguno que con mucha ligereza ha recibido a mi Hijo Jesús en pecado y ha cometido sacrilegios. No me gustaría hablaros más de esta dolorosa situación, porque las lágrimas riegan mi rostro que tu, Marisella, ves bañado de lágrimas. No me gustaría hablar más de sacrilegios, al menos en este lugar taumatúrgico, hecho santo por Dios. Mis queridos hijos, recibid a Jesús en gracia; si no estáis con la conciencia tranquila, no hagáis la Santa Comunión. Recibid el Cuerpo y la Sangre de Jesús en gracia. Si os avergonzáis de confesaros con el Obispo, podéis ir a otras iglesias para hacer una buena confesión. Los que tienen como director espiritual al Obispo no tienen que contarle las tonterías y callar los pecados graves, que confiesan en otras partes; Dios no quiere esto, porque el director espiritual puede comprender mucho mejor que todos los otros sacerdotes que no os conocen.
Vivid en gracia, vivid con amor. Tenéis que recordar que cuando es el aniversario de la fiesta de la Madre o de Jesús hay la aparición. El 15 de septiembre es la fiesta de María Dolorosa y estaba escrito también en el Folleto de la Santa Misa, pero no ha venido nadie, ni los jóvenes ni los adultos. Ya nos acercamos al aniversario de los diez años de mis apariciones en este lugar taumatúrgico y no es posible que el Obispo tenga que decir: "Mañana hay la aparición porque es la fiesta de Nuestra Señora". En diez años tenéis que haber aprendido cuando es la fiesta de la Virgen o de Jesús. Si no habéis leído las cartas de Dios no podéis acordaros. Puedo comprender que podéis olvidar los aniversarios de los milagros eucarísticos, porque son muchos, a veces uno detrás del otro y no está escrito en el Folleto de la Santa Misa, leed el Folleto de la Santa Misa hasta el fondo, donde están relacionadas las fiestas que hacen referencia a toda la semana. El Obispo, la vidente o cualquier otra persona ya no tienen que recordaros más cuando son las fiestas de la Virgen o de Jesús o el primer sábado de mes. Basta, han transcurrido diez años, mis queridos hijos, ahora tenéis que acordaros solos. Si venís, la puerta está abierta, si no venís la puerta está cerrada y yo me quedo en casa con mis hijitos; a vosotros os toca escoger.
Dentro de poco el Obispo subirá al altar y celebrará la Santa Misa; en el intervalo preparaos, haced un examen de conciencia y preguntaros: "¿Estoy en gracia? ¿Puedo recibir la Santa Comunión? Si no podéis, no pasa nada, nadie os tiene que juzgar; ¡ay del que juzga al que no recibe la Comunión, ay!. Cada uno se mire a sí mismo. Gracias.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Espero haberme explicado y haber aclarado alguna cosa. Acordaos: cada uno responda a su propia conciencia, no vayáis a llorarle a vuestra hermana porque no sabéis o no habéis comprendido; tenéis una conciencia, ésta os tiene que decir si estáis en orden.
Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Se ha ido.
Roma, 28 de septiembre de 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia, gracias por haber cruzado la Puerta Santa y rezado y gracias por vuestras oraciones.
Es hermoso veros aquí, en mi capillita, que yo siempre he llamado mi pequeño joyero, y gozar con Nosotros. Os doy las gracias sobretodo porque habéis hecho la adoración eucarística para reparar los sacrilegios cometidos; esto me ha conmovido y ha conmovido muchísimo a mi Hijo Jesús. Desgraciadamente los hombres continúan cometiendo muchos sacrilegios. Claro, vosotros, los que tenéis familia, niños o por otros motivos, no podéis hacer siempre adoración eucarística, pero cuando sintáis la necesidad de ayudar a la Iglesia, hacedla. Orad sobretodo hoy, porque serán nombrados Cardenales, orad al Espíritu Santo, porque estos nuevos Cardenales sean buenos, santos, puros y vivan en gracia.
En el lejano 1917 dije a sor Lucía, y os habéis dado cuenta también hoy, que estáis casi en el 2004, que la Iglesia continúa sin ir bien; mientras los que trabajan en la Iglesia están bien económicamente porque tienen mucho dinero y están bien físicamente porque tienen todas las posibilidades de hacerse curar, estos desgraciadamente están mal espiritualmente y aprovechan de la enfermedad del Santo Padre, que a veces lo hacen levantarse y a veces lo aplastan físicamente. Los doctores están siempre dispuestos a darle algo para levantarlo. Oh si se pudiese hacer algo por todos los enfermos, pero dejemos hacer a Dios. ¡Los hombres de la Iglesia son débiles y pueden faltar!. Orad a Dios, para que aspiren a la santidad.
Una vez al mes cruzad la Puerta Santa y rezad; es un don que habéis recibido de Dios, que ha decidido dejárosla para siempre. Hacedla para vosotros, para los pecadores y para las conversiones de todos los hombres.
Mis queridos hijos, me da gran alegría veros aquí reunidos orando, aunque estéis sin luz; en el Paraíso hay mucha luz.
Marisa - Mándanos un poco también a nosotros.
Nuestra Señora - ¿Por qué estáis sin luz?. ¿Os lo habéis preguntado?. Porque los responsables no se han preocupado. Pensad en los pobres, en los que están solos o sin luz, que no pueden telefonear o coger el ascensor; ellos tienen necesidad de una palabra de consuelo. Amaos, dice Jesús, como yo os he amado.
Marisa - ¡Hoy no es el 2 de octubre!
Nuestra Señora - Sí, el 2 de octubre es el cumpleaños de abuela Yolanda, que el Señor tiene todavía en medio de sus hijos. Ella en su cama está tranquila y pacífica; ayer por la mañana me ha visto, yo estaba delante de la venta, la miraba y la sonreía. Ella me ha visto, pero la hija no ha hecho mucho caso de lo que decía su madre, que ha dicho, indicando los lugares: "Allí está el cuadro de la Virgen, allí está la estatua de la Virgen", pero en la ventana estaba la Virgen, la de verdad. Sí, era yo; había venido para consolarla, confortarla y aplacarle un poco los dolores, porque han aumentado, especialmente por la noche. Ya tiene su edad, es verdad, pero el sufrimiento se siente en cualquier edad.
Marisa - Yo, Marisa, querría recomendarte a algunas personas que se han encomendado tanto a mis oraciones, sobretodo a las personas enfermas y a las personas jóvenes que tienen niños, querría recomendártelos a todos. A veces las gracias llegan a los que ni siquiera conozco, pero querría que llegasen también aquí.
Nuestra Señora - Marisella, Dios sabe lo que hace. ¿Te acuerdas cuando en el lejano 1971, antes de encontrarte con tu director espiritual, Mons. Claudio Gatti, yo te dije que cogieras en brazos al niño que estaba muriendo en brazos de su madre y Dios lo curó?. Tu fuiste solamente un instrumento, obedeciste a cuanto te decía y Dios curó el niño. Dios no puede curar a todas las personas enfermas porque, desgraciadamente, el pecado de Adán y Eva os persigue. Entonces, ánimo, agarraos a la oración, al Santo Rosario. Hace mucho tiempo os dije: "No recitéis el S. Rosario con el anillito, sino tened en la mano la corona, orad con la corona". ¿Pesa tanto tener en la mano una corona?. Tenéis bolsas grandes, tenéis bolsillos con capacidad, tomad la corona y recitad el S. Rosario. Si no lo podéis recitar todo junto, porque no tenéis tiempo, decid una decena cada vez, pero no dejéis nunca de decir el S. Rosario. Os he dicho que es un arma potente para aplacar las guerras, para que las familias se reúnan, los divorcios terminen, los abortos cesen y para evitar tantos otros sufrimientos.
Marisa - Virgencita, ¿quieres ayudarnos para aquella intención que sabes y por todas las otras que hacen referencia a los jóvenes y a los niños? ¡Cuántos niños quedan sin padres, cuantos niños mueren!. Haz que gocen también ellos un poco de esta vida terrena. Que se haga la voluntad de Dios. Nosotros estamos dispuestos a hacer su voluntad. También yo refunfuño mucho, pero después siempre hago su voluntad; pienso que también los otros, el Obispo y nuestra pequeña comunidad hacen su voluntad
Nuestra Señora - A veces refunfuñáis y os lamentáis, pero tratáis de hacer la voluntad de Dios, siempre. El refunfuñar y el lamento no son pecados que ofendan a Dios, pero tenéis que tener más fe y confianza en Dios.
Gracias por haber cruzado la Puerta Santa y rezado, pero sobretodo, repito, por haber hecho la adoración eucarística. Dios os bendiga a todos.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Felicidades a la abuela Yolanda, felicidades a todos los enfermos, para que se curen. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Protégenos a todos, te lo ruego. Virgencita, tenemos todos necesidad de tu ayuda, o por un motivo o bien por otro. Ayúdanos a todos. Que se haga la voluntad de Dios, siempre. Adiós.
Nuestra Señora - Dale un beso a tu madre.
Marisa - Gracias, gracias.
Roma, 4 octubre 2003 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Se alabado Jesucristo, mis queridos hijos. La Madre os da las gracias por vuestra presencia. Es el primer sábado del mes y, como todos los otros sábados, deja mucho que desear. En los primeros tiempos muchas personas venían el primer sábado, después algunos se han habituado a estas apariciones y ya no han venido más y otras se han ido, porque seguir este camino espiritual es muy difícil, como dijo un día una señora: "Es muy difícil seguir vuestro camino espiritual, vuelvo a mi comunidad". Justamente vuestra hermana le ha dicho: "Vaya, es libre de ir donde quiera, sin embargo, nosotros queremos seguir este camino".
Marisa - Virgencita, nosotros queremos seguirlo hasta el fondo y, como tu ya sabes, estamos preparando la fiesta para tu triunfo, el triunfo de la Madre de la Eucaristía. Claro que somos pocos, estamos cansados, estamos probados, pero tú, naturalmente, nos ayudarás y estarás cerca de nosotros.
Nuestra Señora - Claro, mis queridos hijos, no sería vuestra Madre si no estuviese a vuestro lado para miraros, para leer en vuestros corazones y para ayudaros. Ya que vuestra hermana sufre la pasión todas las noches y a menudo también durante el día, y ya que su cuerpo continúa sangrando y ya son cuatro días que sangra, significa que algo grande se está verificando. No miréis los otros lugares donde van tantas personas y donde están preparando la fiesta del Santo Padre. ¿Quién no ama al Santo Padre?. Todos aman al Santo Padre, pero si él, a pesar del sufrimiento y de la edad, fuese capaz de hacer la voluntad de Dios, que consiste en llamar a vuestro Obispo, todo volvería a la normalidad. ¡Quién sabe!, vosotros sois un pequeño grupo; si fuerais 3 ó 4 mil personas habría venido mucha gente que habría dicho: "Allí está seguramente Nuestra Señora, porque va mucha gente". No es verdad, yo estoy aquí donde hay pocas personas y estoy aquí, porque os amo. Dios me ha mandado a este lugar taumatúrgico, porque os ama. ¿Qué más podéis esperar?. Preparad la fiesta, como dice a menudo mi hijo Jesús, a la Madre de la Eucaristía, para el triunfo de la Madre de la Eucaristía. Espero que Dios haga también que pronto sea vuestro triunfo. Cada poco parece que os acercáis a este triunfo y luego todo se detiene por culpa de los fieles, por culpa de los hombres de la iglesia, por culpa de los pecados, sobre todo por los sacrilegios que se cometen. Pero no os preocupéis, puesto que vuestras oraciones, la adoración que hacéis y la adoración que hacen mis hijos en la habitación de Marisella son agradables a los ojos de Dios.
Me gustaría mucho que os acordaseis de venir el primer sábado de mes porque mi primera aparición para todos ocurrió el primer sábado de mes. Dios me ha dicho: "Cada primer sábado de mes irás con mis hijos" y yo he venido entre vosotros siempre. Si he faltado en esta Basílica, ha sido porque vuestra hermana no estaba bien y era natural que yo estuviese con ella en su habitación. Hoy he dicho a vuestra hermana: "Marisella, no bajes, reponte para mañana que es domingo" y ella con mucha sencillez e ingenuidad me ha preguntado: "¿Tú habrías bajado con tu hijo?". Yo le he dicho que sí y ella ha respondido: "Entonces deja que vaya también yo en medio de mis hermanas y de mis hermanitos, en medio de los que, espero, nos quieran". Le ha dicho: "Ve, y si el sufrimiento aumenta, ofrécelo por la conversión de los pecadores, por los sacrilegios que se cometen en todo el mundo y por los sacrilegios que se han cometido en este lugar taumatúrgico".
Marisa - ¿Quieres que descubra las heridas de las manos?. Me da vergüenza. Las del costado y las de los pies no, porque de todas formas tu las has visto. ¿Por qué me haces hacer esto?
Nuestra Señora - Porque tu eres humilde y sencilla, porque podías haberme dicho perfectamente: "No, Virgencita, esto no, no me lo hagas hacer"; sin embargo con mucha sencillez has hecho cuanto te he ordenado que hagas. Así quiero a mis hijos: humildes y sencillos. A los que saben coser, bordar, hacer de zapatero, ocuparse de los adornos les digo que han recibido los dones de Dios y no tienen que decir que no son capaces de hacer lo que tienen que hacer, sino poner toda su buena voluntad, después si no pueden, paciencia. Ya veis, os he dado un ejemplo de la sencillez y humildad de vuestra hermana.
Orad por vuestro Obispo, porque está pasando un período muy triste, muy amargo y muy probado. No os canséis nunca de orar por él. Una vez más os doy gracias por la adoración eucarística que hicisteis el jueves. Gracias.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a los que están lejos y no pueden venir, por razón de salud o de trabajo. Bendigo a los ha han hecho una obra de caridad, porque han hecho venir aquí a otras personas y les han sustituido en sus tareas. Bendigo a todos.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Hoy, porque es su fiesta, está junto a mi San Francisco; también él ha sufrido mucho a causa de los estigmas, pero también él, como Padre Pío, tenía muchos hermanos que lo ayudaban. Orad por vuestro Obispo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - ¿Cuándo terminarán estos estigmas?
Nuestra Señora - Cuando Dios quiera.
Marisa - No digo nada más; está bien, soy buena. De acuerdo, adiós.
Nuestra Señora - Dale un beso a tu madre. Doy gracias a todos los que han cooperado en la preparación de los festejos para aquella pobre abuelita que está en la cama; habéis hecho cosas muy hermosas, gracias a todos.
Marisa - Gracias también en mi nombre, que soy la hija.
Nuestra Señora - Cierto.
Marisa - Adiós.
Se ha ido con San Francisco y Santa Clara; ellos estaban al lado de Nuestra Señora.
Roma, 5 de octubre de 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Esta carta de Dios es muy breve, pero abarca todo: amor y misericordia, amor hacia todos y misericordia hacia todos. Gracias por las oraciones que habéis hecho y continuaréis haciendo.
Esta es una jornada muy dolorosa para vuestra hermana; pensabais verla hoy en medio de vosotros, pero no ha sido posible.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Ayúdame, porque ya no se que parte del cuerpo me hace más daño. Adiós, Virgencita, adiós. Emmanuel, ¿mandas un besito a la Virgencita?. Adiós, perdóname.
Roma, 7 de octubre de 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy, fiesta de Nuestra Señora del Rosario, es la jornada del Santo Rosario. Todo el año está dedicado al S. Rosario, para que llegue esta bendita paz en todo el mundo, para que los hombres se amen y los hombres de la Iglesia no continúen haciendo cosas que no son buenas; no digo nada más, digo solamente no buenas. El señor Ruini ha distribuido a sus hombres por toda Italia y también en el extranjero. Vosotros no podéis imaginar cuán triste está mi corazón, porque hay sacerdotes pedófilos. El arzobispo, que todos conocéis bien, ha hecho todo lo que le ha parecido bien. El demonio le ha vencido y le ha permitido tenerlo todo. Muchos hombres acuden todavía a él, porque piensan que obtendrán la curación, pero esto es imposible, porque el Espíritu Santo no lo puede permitir. La gente va a él y le da muchísimo dinero. El arzobispo, a su vez, ha dado mucho dinero a los grandes hombres de la Iglesia, que se han construido villas y han comprado todo lo que hace cómoda y confortable la vida. Yo digo: no deis dinero a estas personas, sino más bien dádselo a los pobres de todo el mundo.
Nuestra Señora del Rosario, de la cual hoy se celebra la fiesta, tiene que ayudaros a comprender donde está el bien y donde está el mal. Continúa habiendo mucho mal en la Tierra. Cuantos hombres de la Iglesia continúan mofándose y ultrajando este lugar que Dios ha declarado taumatúrgico, a vuestro Obispo y a la vidente. Oh, no podéis ni siquiera imaginar como son tratados mis dos hijos, pero ¡llegará el triunfo también para ellos!. Ríe mejor el que ríe el último. ¿Se dice así?. Pues bien, el triunfo llegará. Mis queridos hijos, os ruego que comulguéis más frecuentemente, que hagáis cada vez más adoraciones eucarísticas y que os améis cada día más; cada día tiene que aumentar en vosotros la gracia y la alegría, no penséis sólo en el dinero y en la ganancia.
Marisa - Yo quería saber
Nuestra Señora - Marisella, no te tienes que preocupar de nada, tienes ya muchos sufrimientos. La sangre discurre por tu cuerpo y el dolor lo come todo. Deja decir, deja hacer, no te preocupes.
Mis queridos hijos, ayudadme y rogad por la paz en el mundo, en la Iglesia y en las familias. ¡Ayudadme!. Cuando hace tres días a vuestra hermana se le han abierto los estigmas, Jesús y yo hemos descendido a la Tierra y hemos entrado en su habitación. Jesús caminaba y sangraba y ha dejado su huella sobre el pavimento, yo lloraba y vuestra hermana gritaba por los dolores, mientras la sangre continuaba saliendo de su cuerpo. ¿Por qué todo este sufrimiento?. Por la Iglesia, por la paz y por el Papa, que no se decide a hacer la voluntad de Dios.
Mis queridos hijos, sed comprensivos, buenos, ayudaos recíprocamente, no os dejéis caer, quereos. Jugad, como Su Excelencia en este momento, que se divierte jugando con la pequeña Sara, mientras el pequeño Emmanuel habla, habla, siempre habla. Emmanuel, ¿mandas un besito a la Virgencita?. Gracias. Sí, dentro de poco me voy, se termina todo y queda mi pobre hija, Marisella, solo con su madre enferma.
Ánimo a todos. Gracias por la adoración eucarística y por el inicio de los encuentros bíblicos. No os equivoquéis: sólo por esta semana el encuentro bíblico será el martes, porque su inicio coincide con la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, después será siempre los jueves.
Marisa - Está bien; nos tratas como a niños.
Nuestra Señora - Soy vuestra Madre, por esto os trato como a niños.
Gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados; bendigo a los niños, los que duermen y los que están despiertos; bendigo a la abuela Yolanda. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Se ha ido.
Roma, 12 de octubre de 2003 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Gracias por vuestra presencia. Como siempre, no sois numerosos, sin embargo yo vengo aquí a hablar y a orar con vosotros, porque os amo. ¿Os acordáis que el domingo pasado dije: amor y misericordia; amor hacia todos y misericordia hacia todos?.
Todavía una vez más los estigmas de vuestra hermana se han abierto y han sangrado. Sangre copiosa ha salido de sus pies y de la frente, porque os estáis preparando para el triunfo de la Madre de la Eucaristía. El sufrimiento de vuestra hermana es a beneficio de todo el mundo: de los sacerdotes, de los laicos, de los jóvenes y de los niños. Tengo que decir que pocas personas, más bien dicho, poquísimas, aceptan este sufrimiento y no hay nadie que sufra la pasión tan a menudo durante el año como vuestra hermana. Algunos sufren del jueves santo al sábado santo, otros sufren durante la cuaresma, pero vuestra hermana no sufre solo durante la cuaresma, porque cuando Dios lo decide, se abren los estigmas y derrama sangre. Vosotros no podéis ni siquiera imaginar como la ropa blanca se mancha de sangre, en un modo tan impresionante que a veces viene la tentación de tirarlo todo. Pero la primera en decir: "No tiréis nada, lavadlo y volvedlo a poner con la ropa blanca", es justamente vuestra hermana, de otro modo, es ella la que a estas horas habría tenido que comprar otra vez toda la ropa blanca. He querido haceros esta broma, porque no quiero que os aflijáis al ver a vuestra hermana reducida a este estado. Ella no se aflige, sino que sufre y sonríe, es capaz incluso de hacer chistes, pero el dolor, creedme, mis queridos hijos, es muy fuerte, es un dolor que no se puede comparar a nada.
Marisa - ¿Por qué te sale también la sangre a ti?
Nuestra Señora - Porque quiero ser como tu.
Marisa - Soy yo la que quiere ser como tu o como Jesús.
Nuestra Señora - Este es el espejo de lo que tienes cuando empiezas a sangrar; eres así, como yo. Tu eres un alma que sonríe y bromea sobre este sufrimiento que es tan grande que come la carne por dentro.
Mis queridos hijos, os he dicho todo esto, para que podáis continuar orando para el triunfo de la Eucaristía. Ahora se acerca también el triunfo de la Madre de la Eucaristía; estad preparados, preparaos, hacedlo bien. Repito las palabras que ha escrito Dios: haced una hermosa fiesta, grandiosa; os deseo que podáis gozarla también vosotros. Nuestra basílica, digo nuestra porque es también mía, está hecha con un toldo, no está hecha de piedra, como tantas otras iglesias. A veces las iglesias cuestan treinta, cuarenta o cincuenta mil millones. Vosotros habéis hecho grandes sacrificios para levantar una carpa de cuarenta, máximo cincuenta millones de liras, incluidos los otros gastos.
¿Por qué Dios me manda aquí? Porque ama este joyero, ama esta basílica hecha de toldo. Nosotros cuando íbamos a los diversos lugares teníamos tiendas, aunque no tan bonitas como esta; aquellas tiendas servían sólo para pasar la noche, porque hacía frío.
Estad contentos, no aspiréis a grandes cosas humanas, aspirad a las divinas, sobrenaturales, aspirad al Paraíso.
Me repito: preparad con cuidado el triunfo de la Madre de la Eucaristía; el que pueda colaborar ayudando que lo haga y no se vuelva atrás. La Madre os ayudará siempre en la vida.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños y a la abuela Yolanda. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Está bien, como queráis Vosotros los del Cielo. Adiós.
Don Claudio, ¿Cómo nos las arreglamos?
Obispo - ¿Para hacer qué?
Marisa - ¿Continuamos adelante?
Obispo - ¿Te quieres parar ahora que estamos llegando a la penúltima estación?.
Roma, 16 de octubre 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Cuando he venido, he visto tu rostro oscurecerse, Marisella. Dios ha pensado en pedirte el gran sacrificio para ayudar a todas las almas que tienen necesidad. No tenéis que pensar sólo en vosotros mismos, mirad alrededor y mirad el mundo entero. No miréis si hoy con el Santo Padre había millares de personas, Jesús no mira esto.
El sufrimiento y la penitencia que Dios ha pedido a vuestra hermana es enorme y todo esto la está destruyendo. Dios ha dicho: "Ella no bajará entre sus hermanos para la fiesta del triunfo de la Madre de la Eucaristía". Orad y pedid a Dios junto a mi, la gracia de la conversión de las almas y que vuestra hermana descienda entre vosotros, porque como sabéis perfectamente, el 26 de octubre es la fiesta del triunfo de la Madre de la Eucaristía, pero también del triunfo de vuestra hermana, porque es ella a la que se le aparece la Virgen desde hace muchos años. Jesús me ha mirado de manera compasiva y me ha dicho: "Mamá, oremos por nuestra hijita, para que pueda participar en esta gran fiesta que precede a la fiesta del triunfo de nuestro obispo, que no será en aquél día".
Atención: cuando os comunico la carta de Dios, tratad de comprender bien lo que digo. Éste es el designio de Dios, pero si quiere, puede cambiarlo. Vosotros tenéis que orar y ayudar a esta criatura que cada día y a menudo noche y día sufre la pasión de Jesús. Vosotros os preguntáis porqué Dios le ha pedido precisamente a ella el gran sacrificio. ¿Y por qué no?. Yo os respondo: Dios sabe a quien pedir, Dios sabía perfectamente que vuestra hermana no habría dicho que no, aunque al inicio se ha rebelado a esta última petición. No estaba de acuerdo con Jesús y ha dicho que no porque quería bajar en medio de los otros, pero después, cuando se ha encerrado en sí misma y ha empezado a pensar, ha dicho: "Si todo esto sirve para que los hombres se conviertan, está bien que muera una persona por todos". Hoy por la fiesta del Santo Padre hemos orado también nosotros, pero ¡cuantas, cuantas, cuantas personas no estaban allí en gracia!. Los hombres de la Iglesia han gastado mucho para la fiesta. Solo los hábitos cuestan millares de euros, no como tu hábito, Marisella.
Marisa - No soy yo la que digo que cuesta caro, es el Obispo.
Nuestra Señora - El Obispo está moralmente decaído porque Dios ha dicho que tu no tienes que bajar para la fiesta de mi triunfo.
Marisa - ¿Sólo el Obispo? ¡No! Todas las personas que forman parte de esta pequeña comunidad están amargadas. Todos suplicamos a Dios que nos haga este regalo, no pedimos otra cosa, podríamos pedir mucho más.
Esperamos con alegría el triunfo del Obispo, no el mío; yo estoy dispuesta a sufrir y a renunciar a todo por nuestro Obispo. Claro, la petición de Dios me está haciendo sufrir mucho y mi salud cada día declina, porque para mi aquel día permanecer en casa sola y no poder gozar de la fiesta del triunfo de la Madre de la Eucaristía es muy doloroso. Por tanto también yo, incluso aceptando la voluntad de Dios, me uno a vuestras oraciones.
No sé que más decir, haced lo que queráis, ya estoy en vuestras manos, he estado siempre en vuestras manos, pero ¿cómo me habéis tratado? Como una pelota que los jugadores tiran de una parte a otra para hacerla entrar en la portería. Yo me siento así, me siento tirada de una parte a la otra; me siento juzgada, criticada. Por tanto, si ésta es la voluntad de Dios, yo la acepto sólo por el triunfo del Obispo, por él, lo acepto todo. El triunfo del Obispo tiene que llegar, no puede continuar así.
Entre nosotros: no es bonito que el Papa viva en aquella situación. ¿No es mejor un Papa joven? Si esperamos un poco más, también Don Claudio envejecerá y no puede más.
Nuestra Señora - Marisella, Nosotros los del Cielo te damos las gracias, porque has dicho: "Estoy dispuesta a aceptarlo todo, pero quiero que el Obispo triunfe". También Nosotros lo queremos, pero no conocéis los tiempos de Dios; a veces parece que esté acercándose el triunfo del Obispo y después cualquier cosa lo detiene todo. Oh, cuántas personas están en pecado, cuantas personas cometen sacrilegios, incluso las que estaban con el Papa. Vosotros no podéis comprender hasta qué punto está la Iglesia en ruinas. El mensaje dado a sor Lucía: "Habrá obispos contra obispos, cardenales contra cardenales" y después repetido a ti, Marisella, se está realizando desde hace años. Estos hombres de la Iglesia hacen competiciones para ver quien es el que más figura, quien tiene más dinero y más poder.
Alguno ha dicho que vuestro Obispo vive en el lujo con el dinero que vosotros le dais. Pobres hijos míos, morirían de hambre, os lo aseguro, si vivieran con el dinero que vosotros le dais.
Vosotros no podéis imaginar cuantos miles de millones son ofrecidos a las grandes iglesias, especialmente donde está el Santo Padre. Pensad en los niños que mueren, cada segundo muere un niño de hambre, por motivos de salud o por falta de medicinas, mientras que los hombres de la Iglesia hacen competiciones para comprar el vestido más hermoso, a ver quien vive con más lujo. Querría haceros comprender que vuestro Obispo no ha pedido nada para sí mismo y si ha tenido algún regalo, es por que la comunidad ha querido hacerlo. No ha pedido nunca nada y no quiere nada para sí, sino para la iglesia. Por lo demás, los gastos son muchos. ¿Quién ha cooperado?. Poquísimas personas. Si ésta hubiese sido una iglesia o una basílica de Roma, mis hijos serían ricos, pero ellos no quieren estas riquezas, quieren la riqueza del corazón, la paz del corazón, quieren recibir a Jesús Eucaristía en su corazón, en gracia.
Gracias y perdonadme por esta larga carta. Tengo más que deciros, pero hay el encuentro bíblico y es muy importante. Os dejo en la paz del Señor. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón; no llores, Marisella. Os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, te mando un beso; si quieres, llévaselo también a Jesús. Adiós.
Roma, 19 de octubre de 2003 - h. 10:45 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Mi alegría es estar hoy aquí en medio de vosotros con vuestra hermana. Le habíamos dicho que no bajara, que no cogiera frío, pero ella ha bajado por amor a vosotros. Es difícil para ella aceptar los dolores delante de los otros, porque se avergüenza y entonces intenta esconderlos. La orden de Dios, aunque la deja en plena libertad, es que el 24 y el 26 vuestra hermana se quede en su habitación orando. Yo tengo todavía esperanza y confianza en su venida en medio de vosotros y también vosotros tenéis que tenerla.
Hoy vuestra hermanara os desvelará el quinceavo secreto, si estáis de acuerdo. Tenéis que prestar atención a sus palabras; son palabras de una persona sencilla, que no ha estudiado y no es licenciada. Por tanto no deis importancia si hace cualquier error gramatical y escuchad lo que os tiene que decir. Por esto mi venida a este lugar taumatúrgico hoy será más larga. Está bien que la comunidad sepa; yo ya os había dicho que cuando Dios decidiera desvelar el secreto, lo desvelaría a todos: primero al Obispo y después a los jóvenes y a los adultos.
Este secreto no hace feliz al que está muy alto y no nos hace felices ni siquiera a Nosotros, porque si los grandes jefes que gobiernan la Iglesia no se comportan bien y dicen mentiras, Nosotros sufrimos mucho. Está bien que conozcáis el secreto. El sufrimiento de vuestra hermana es en beneficio de todo el mundo. Ella a menudo dice: "Por el Obispo y por Selenia", pero sabe perfectamente que abarca a todo el mundo, sobretodo a la Iglesia.
¿Creéis que porque veis grandes masas que van a S. Pedro o a los grandes santuarios, todo está en orden?. No, se cometen pecados y pecados. Oran, recitan el S. Rosario y luego hacen lo que hacen los chicos de la calle. Esto hace sufrir mucho el Corazón de mi Hijo Jesús y a mi, la Madre de la Eucaristía. Vosotros estáis haciendo la novena para el triunfo de la Madre de la Eucaristía y lo estáis preparando todo del mejor modo y con amor. Esto es importante: hacerlo todo con amor.
Hoy en San Pedro se celebra la beatificación de madre Teresa de Calcuta: yo la he traído conmigo aquí, no a San Pedro y ella os mira con rostro alegre, pero al mismo tiempo triste, porque ve como los hombres de la Iglesia continúan haciendo lo que les va bien y buscan lo mejor para sí mismos y no para los otros. Como ya os he dicho, cada segundo muere un niño de hambre. Hay niños que no tienen medicinas para la salud, mientras que cuando llegan las fiestas, los señores de la Iglesia gastan millones de euros y hacen competiciones a ver quien se pone hábitos más hermosos y más elegantes. Mirad a vuestro Obispo, si tiene algo hermoso es porque se lo han dado y no os ha costado nunca demasiado. En cambio en los grandes santuarios aunque ya no me aparezco desde hace años, continúan gastando dinero. Hablan del tercer mundo, pero no hacen nada. Son los laicos los que hacen algo y tratan de ayudar, son los pobres los que son generosos. Mi Obispo trata de ayudar en su pequeñez, con su pequeña pensión; hay quien tiene millones y quien tiene calderilla.
Marisa - Excelencia, mejor calderilla que millones. Tener un alma buena y santa, esto es lo importante; así lo dice Nuestra señora.
¿Has visto que se lo he dicho?. Yo tengo miedo de decirle las cosas, me avergüenzo, eso es todo.
Nuestra Señora - Dios bendiga cada día vuestro, mis queridos hijos, que estáis todavía aquí, junto a vuestro Obispo. Dios os de la fuerza de continuar y de cogeros a vuestro Obispo, mientras vuestro Obispo se coge al altar, como hacen los escaladores que suben las montañas y se agarran el uno al otro. Formad esta cadena: Jesús, Nuestra Señora y pongamos también a San José, por vuestro Obispo; el Obispo que se pega al altar y vosotros que os pegáis al Obispo y todos juntos subamos hacia el Paraíso. Gracias a todos. Lástima que sois muy pocos. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Se ha ido.
Roma, 24 de octubre de 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Hoy es una fiesta grande: han transcurrido ya diez años desde que aparecí para todos en este lugar taumatúrgico. Estoy contenta que hayan venido también personas de lejos, para celebrar este aniversario, pero sobretodo el triunfo de la Eucaristía y de la Madre de la Eucaristía; este último año será festejado a lo grande, el 26. Orad para que vuestra hermana pueda bajar en medio de vosotros. Mientras orabais, recitaba esta oración: "Señor Dios perdónanos, Señor Jesucristo ten misericordia de nosotros, Señor Espíritu Santo ayúdanos a salvarnos. María Madre de la Eucaristía, Madre de Dios, Madre de Jesús, Madre de la Iglesia, Madre de todos nosotros, ayúdanos a aceptar todo lo que Dios quiere y a hacer siempre Su voluntad"
Como ya os he dicho celebraréis el triunfo de la Madre de la Eucaristía el 26, porque es domingo y es más fácil para las personas poder venir. Sois afortunados, porque antes no se fijaban en esto y si la fiesta era durante la semana, se celebraba en aquel día. Hoy es el décimo aniversario, desde que se abrieron para todos las apariciones de la Madre de la Eucaristía a Marisella. Le ha dado muchas alegrías, pero también muchos sufrimientos por amor de la Iglesia, por amor de todos los hombres. ¿Qué más puede deciros la Madre?
Orad, ayunad, haced adoración, pero sobretodo amaros.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Felicidades a todos y buena fiesta. Orad con recogimiento, no habléis durante la Santa Misa, estad siempre unidos en el amor, en la misericordia y en la paz. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
He aceptado hacer la voluntad de Dios, me ha costado y me costará todavía. Adiós a todos, felicidades a todos, buena fiesta a todos.
Roma, 26 de octubre de 2003 - h. 11:00 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Emanas tanta alegría de tu corazón. ¿Estás contenta de todos nosotros?. Habríamos querido hacer mucho más para glorificarte, junto a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. Quiero confiarte a todas las personas que se han encomendado a mis oraciones. Espero que la sangre que me haces salir continuamente y me da tanto dolor sea para el bien de la Iglesia, de los hombres de la Iglesia y por todos nosotros aquí presentes, que te amamos, te veneramos y queremos vivir cada vez más en comunión contigo.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia; es vuestra Madre la que os habla y os da las gracias con mucha alegría por todo lo que habéis hecho. Por otra parte, también da las gracias a todas las personas que han venido a este lugar taumatúrgico, porque finalmente, después de 10 años, ha llegado el triunfo de la Madre de la Eucaristía. Desde este año la fiesta grande para el triunfo de la Madre de la Eucaristía será siempre celebrada el 24 de octubre, el día en el que Dios me ha dicho: "Ve, María, empieza a aparecer para todos mis hijos" y yo he empezado con mucho dolor y mucha alegría a venir al lugar taumatúrgico para todos. También mis dos hijos han sufrido mucho y han tenido en contra a muchísimas personas, especialmente los grandes hombres de la Iglesia, solamente por envidia, por celos y por miedo de que los fieles se fueran hacia ellos. Pero también ha habido alegrías: la alegría de mis apariciones, de los milagros eucarísticos, la alegría del Episcopado, la alegría del triunfo de la Eucaristía y del triunfo de la Madre de la Eucaristía. Falta todavía vuestro triunfo, aunque para nosotros los del Cielo, hoy es también vuestro triunfo, que sin embargo para los hombres de la Tierra tiene que llegar todavía. El mismo día en que el Santo Padre ha nombrado los nuevos cardenales, todos los príncipes de la Iglesia han empezado a discutir entre ellos sobre quien tenía que ser el nuevo Papa, sobre quien tenía que estar más alto que los otros. Así se ha intensificado la lucha entre los obispos y los cardenales y el mensaje de Fátima continúa todavía verificándose. El secreto de Fátima no es el que han revelado, ¡en absoluto!. Si hubiese sido aquel, habrían hablado mucho tiempo antes; tras todo este posponer y no desvelar el secreto están los grandes hombres de la Iglesia.
¿Qué obispo habla siempre de la Eucaristía, hace los encuentros bíblicos, tratando de hacer de cada palabra un poema, para inculcar en el corazón de los hombres la palabra de Dios y ama a las almas?. Vuestro obispo ama a la Eucaristía. El que ama a la Eucaristía, ama también a las almas, ama todo.
Quizás es difícil para vosotros comprenderlo, pero hoy es también vuestro triunfo; el de los hombres llegará, pero es necesario tener paciencia todavía. Como veis, el Papa quiere vivir todavía, es un pobre hombre sufriente, pero a los cardenales les va bien tener un Papa en sus condiciones.
No os desaniméis, vuestro momento llegará y será tan grande y glorioso que no podéis ni siquiera imaginarlo. Entre tanto hoy, espiritualmente hablando, se celebra también vuestro triunfo, de otro modo, toda la sangre derramada y la pasión vivida por vuestra hermana, ¿para que servirían?. ¿Para nada?. Incluso esta mañana ha derramado sangre, estaba insegura si bajar entre vosotros y entonces ha dicho a mi Jesús: "Yo acepto todo esto pero déjame bajar entre mis hermanos, yo con ellos me encuentro bien". Así que hela aquí. ¿Por qué padece todo este sufrimiento? Porque quiere el triunfo de la Eucaristía, el triunfo de la Madre de la Eucaristía y vuestro triunfo. El 24 y el 26 de octubre son fechas muy importantes.
Ánimo, no olvidéis nunca que Dios está con vosotros, la Madre de la Eucaristía y todo el Paraíso están con vosotros.
Gracias una vez más por vuestra presencia, gracias a todos los que han adornado con amor y sacrificio este lugar taumatúrgico, pequeño y sencillo, pero grande a los ojos de Dios. Gracias. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo el triunfo de la Madre de la Eucaristía, bendigo vuestro triunfo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Marisa - ¡Mirad la gran llama!. ¡Allí está Dios! Mi Dios, no puedo verte, pero te percibo, percibo tu perfume.
Dios Padre - Sí, Yo soy Dios y, como Dios, también yo bendigo el triunfo de la Madre de la Eucaristía, de la Madre de Jesús y Madre vuestra; os bendigo a vosotros y vuestro triunfo espiritual. Dejad que los hombres hablen y digan lo que quieran. Han dicho tantas maldades y calumnias contra Mi, ¿queréis ser menos?. ¡No!.
Yo soy Dios, Yo mando en el Cielo y en la Tierra, Yo mando a todo hombre y si Yo he ordenado Obispo a Don Claudio, si le he dado el Episcopado, ningún hombre de la Tierra puede quitarlo. Los hombres de la Iglesia son orgullosos, chismosos y montan tanta calumnia en lo que se refiere a mi Obispo, solo por envidia y celos, pero Yo, Dios, quiero que sea Obispo de por vida, para siempre.
Marisa - ¡Madre mía, hay un gran fuego!. Mi Dios, no verte y sentirte hablar me infunde un cierto temor.
Dios Padre - Ánimo, hija mía, estás derramando la sangre por la Iglesia, por los que amas, por tu comunidad, y tus sufrimientos me son muy agradables.
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Como habéis comprendido, también nuestro Dios ha participado en esta gran fiesta. Dios no va donde hay millares y millares de personas, Él ha venido aquí, a este pequeño lugar. ¿Habéis oído nunca que Dios haya hablado en otros lugares? No. Por tanto, gracias de todo.
Marisa - Adiós.
(Marisa da un beso a Nuestra Señora)
¿Puedes llevar a Dios este beso?. Tu puedes. Adiós.
Todo el Cielo se ha ido.
Vosotros que podéis, aplaudid a nuestro Dios.
Se han ido todos. Estaban todos los ángeles y los santos dispuestos en fila; Dios no se veía, había una gran llama, estaba Jesús, Nuestra Señora y San José; he visto sólo a Jesús como Dios. Además de los ángeles y los santos, estaban también nuestras personas queridas que han muerto y que han ido al Purgatorio, de donde levantarán el vuelo para ir al paraíso, cuando Dios quiera. ¡ Si hubieseis visto qué grande era el fuego de donde provenía la voz de Dios!
Obispo - Bien, ahora vivamos el momento más importante: la Sana Misa.
Roma, 30 de octubre de 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, estoy aquí con vosotros. Os doy gracias por las oraciones y por todo lo que habéis preparado para mi fiesta; además habéis hecho hablar a Dios Padre, y esto es hermoso y maravilloso. Mis queridos hijos, si escuchaseis con mayor atención el encuentro bíblico, la catequesis de vuestro obispo y todos los consejos que se os han dado, probablemente ahora estaríais mucho más altos, pero no importa, veo que poco a poco estáis aprendiendo a caminar.
¿Cómo puedo haceros comprender la importancia de vuestra oración y de vuestro amor?. La sencillez y la caridad de algunos deja mucho que desear. Alguno falta todavía de sinceridad, de lealtad y es muy testarudo, como dicen en Roma. Cuando uno es testarudo y no hace lo que se le dice, es difícil para él caminar en la vida espiritual, por el camino que conduce hacia el Paraíso. Vosotros diréis: "La Virgencita se repite siempre". Ya os he respondido: "Sí, porque vosotros cometéis siempre los mismos errores". Es natural que una Madre se preocupe y os corrija.
Cuando escucháis la Santa Misa, vivid aquel momento con Jesús y con María, porque yo estoy presente junto a vuestro Obispo. Almacenad todo lo que se os dice para entrar en el reino de los cielos.
Vosotros estáis esperando el gran día, según el punto de vista humano, porque para Nosotros el gran día ya ha llegado. Claro es más difícil, más duro convertir a los grandes hombres, que piensan solo en el poder y en sus intereses, pero llegará este momento y entonces ¿cuantos darán gloria a Dios, cuantos pedirán perdón o misericordia?. ¿Habrá lugar para estas personas?
Alegraos y estad alegres en el Señor Jesús, con Jesús y cantad, cantad, cantad. A veces el cantar comporta pequeños sacrificios, Jesús os concederá gracias y bendiciones. Cuando cantéis no tenéis que distraeros, sino estar recogidos, porque basta equivocarse de una nota para desentonar; como en la vida espiritual basta faltar de sencillez para equivocarse.
Mis queridos hijos, os invito a orar por los enfermos, por los niños, por todas las personas que sufren en los hospitales, que no tienen a nadie, que están solos. Esta noche yo y vuestra hermana daremos la vuelta por todos los hospitales de Roma para ayudar, sobretodo a convertirse a los enfermos.
Gracias. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 1 de noviembre de 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Todos los Santos
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Estate quieta con las manos, Marisella, no puedes hacerte la señal de la cruz.
Hoy es la fiesta de todos los santos. Han venido aquí conmigo para orar con vosotros. Alguno ha visto cuanta sangre ha derramado y cuanto sufre vuestra hermana. Además de para las habituales intenciones: su Obispo, Selenia, Ángel y todos los enfermos, ha querido ofrecer este sufrimiento para cuatro jóvenes: para su auténtica conversión, para que sean sinceros, para que ya no hagan más un falso misticismo, para que no digan más falsedades y mentiras. Todo esto es muy grave. Si continúan burlándose de Dios, de la Virgen y del Obispo y si continúan haciendo comuniones sacrílegas, ¿os podéis quejar de lo que hacen los jóvenes fuera de aquí? ¿Os escandalizáis de los otros? ¿Os escandalizáis de los sacerdotes que no viven en gracia?. Pero lo que han sido llamados a hacer este camino duro, pero hermoso, duro y santo, ¿cómo pueden continuar caminando por el camino pecaminoso?. Afortunadamente éstos son pocos. En vez de convertirse y creer en el Evangelio siguen diciendo mentiras y embustes, haciendo sacrilegios, burlándose de Cristo, de la Madre de la Eucaristía y del obispo. El gran sufrimiento que hoy padece vuestra hermana es sobretodo por ellos; esta vez ha sido ella la que ha pedido sufrir.
Os deseo una santa fiesta a todos los que aman a mi Hijo Jesús. Vuestra hermana tiene dificultades para hablar a causa del gran sufrimiento. Quiero que celebréis la fiesta de los santos y la conmemoración de vuestros queridos difuntos. Si han vivido hasta la muerte en gracia o se han convertido incluso en el último momento, están salvados, porque Dios es misericordioso. Dios no es misericordioso con los que hacen lo que les conviene, lo es, en cambio, con los que no han recibido una formación religiosa, que no conocen la Eucaristía como vosotros, que no han vivido lo que habéis vivido vosotros: los milagros eucarísticos, la teofanía de la Santísima Trinidad, que ha venido a este lugar varias veces. Estas personas tendrán misericordia delante de Dios, pero los que han recibido tanto y continúan sin andar por el camino recto no podrán pedir misericordia, porque a ellos no les será dada. Os digo que todavía hoy Dios os da la gracia de la conversión. Convertíos, convertíos, convertíos. Yo espero vuestra verdadera conversión, y tenéis que decir: "Que se haga la voluntad de Dios. Dios, perdona nuestros pecados, perdónanos, hemos pecado, pero hoy renacemos, queremos renacer y recomenzarlo todo desde el principio". Es difícil convertirse cuando durante años han sido cometidos muchos pecados, pero si pedís ayuda a Dios, Él os ayudará. Dios da su gracia a quién pide con amor, con convicción y con sinceridad.
La Madre os felicita a todos vosotros. Recordad que los santos no son sólo los que han sido canonizados por la Iglesia, sino también los que han vivido en el silencio y en el amor de Dios.
Os doy gracias por vuestra presencia. ¡El que tenga oídos que oiga!.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Sed puros y sencillos como niños.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Marisa - Adiós, gracias. Ayúdanos. Ayúdame a soportar este gran sufrimiento, porque es mucho más fuerte que otras veces: los clavos continúan penetrando en la carne y las espinas a clavarse en la cabeza; me duele todo el cuerpo.
Adiós, saluda a todos los santos de mi parte. Adiós.
Roma, 2 de noviembre de 2003 - h. 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Conmemoración de los Fieles Difuntos
Nuestra Señora - Te doy la pequeña Sara para que la tengas en brazos, Marisella.
Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. En este día dedicado a los difuntos, la gente va a los cementerios para rezar en la tumba de los propios seres queridos, pero no saben que éstos no están en la tumba. Junto a mi tengo a muchas almas salvadas y muchas son parientes de los miembros de la comunidad.
Me gustaría que este día fuese considerado un día de resurrección y no de muerte; la muerte ya pasó, ahora es necesario esperar la resurrección. Estas almas están salvadas, pero vosotros tenéis que esperar, tenéis que hacer decir la Santa Misa, para que cada día suban un escalón más hacia arriba para entrar por la puerta del Paraíso. En el Paraíso no hay puertas ni escalones, me he expresado así para haceros comprender mejor el concepto.
La vida se vuelve cada vez más difícil, los hombres son cada vez más duros y se pelean fácilmente, por una tontería están dispuestos incluso a matar. Estos, ciertamente no se salvarán porque, como ya os he dicho, Dios concede misericordia hasta el fin, pero a los que no han conocido a Cristo, que no han conocido la Eucaristía. Pero para los que han conocido la Eucaristía, que han seguido los encuentros bíblicos, que han visto los milagros eucarísticos, que han participado en las Teofanía Trinitaria y en mis apariciones en este lugar taumatúrgico, será difícil entrar en el Reino de los Cielos, si no se convierten verdaderamente. Éstos, hoy mismo tienen que renacer. ¿Cómo se hace para renacer? Con una buena confesión y diciendo: "Mi Dios, he pecado gravemente, perdóname" si la verdadera conversión no llega, no hay posibilidad de ir al Paraíso. Ir al Paraíso es fácil para el que ama, pero para quien no sabe amar o se ama sólo a sí mismo y no a los otros, es difícil. Una queridísima persona no quería cambiar en absoluto, pero luego ha tenido un cambio muy hermoso, muy grande y Jesús me ha dicho: "Esta es otra alma convertida por mis dos queridos hijitos". Esta alma, si continúa así, entrará en el Paraíso, pero los otros no podrán entrar. No hay lugar en el Paraíso para los que no aman, que se comportan mal, que hacen sacrilegios para disgustar al Obispo.
Por tanto, repito una vez más y os digo a todos vosotros: "Para entrar en el Reino de los Cielos es necesario estar convertidos". ¿Os da vergüenza confesaros con el Obispo?. Id a otro lugar, porque los otros no lo comprenderían. También vosotros podéis ir a otros sacerdotes, pero éstos no pueden comprenderos. Repito la frase dicha ayer: "Convertíos hoy, no esperéis a mañana, porque podría ser demasiado tarde". Cuando el dueño no está en casa, entra el ladrón para robar y cogerlo todo. La muerte puede llegar en cualquier momento, a cualquier edad, y si no estáis en gracia, no entraréis en el Reino de los Cielos. La muerte parece lejana porque sois jóvenes; pero no es verdad, porque también los jóvenes mueren. Yo he ido con vuestra hermana por los hospitales y he visto a muchos jóvenes morir: a veces son más los jóvenes que mueren que los ancianos.
Mis queridos hijos, tratad de renacer; empezad el nuevo camino con paz y serenidad, pidiendo perdón a los que habéis hecho sufrir, sabiendo que los hacíais sufrir. Todo se volverá más fácil y más sencillo si hay verdadero amor, verdadera conversión.
Orad por vuestros seres queridos, pero sobre todo haced decir la S. Misa por ellos, porque cuantas más S. Misas hagáis decir, más escalones subirán.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Marisa - Sí, me acuerdo de la carta. Hemos hecho lo que tu has dicho, hemos escrito a los grandes hombres de la Iglesia, yo los llamo así, no príncipes de la Iglesia, no me gusta la expresión príncipes de la Iglesia. Los grandes hombres de la Iglesia tiene dinero, poder, lo tienen todo. Les hemos escrito, como tu has dicho; ahora te toca a ti hacer que reciban la carta, que la lean y que no la rompan. En el futuro para nosotros, esta carta, será un verdadero documento. La nuestra, es una tentativa para salvar al Santo Padre, porque no sabe nada, le hacen hacer y decir lo que quieren. Pero el Papa sabe que tiene que hacer la voluntad de Dios.
Nuestra Señora - Marisella, ya lo sabes, algunas cartas han sido aceptados y otras han sido rotas.
Los que las han roto son masones y los que las han conservado tienen miedo de los poderosos y fuertes.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Id en paz. Orad por vuestros seres queridos y pensad en ellos no como difuntos, sino como vivos, porque la muerte es vida; recordadlo.
Roma, 6 de noviembre de 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Cuando estáis aquí presentes mi corazón exulta de alegría. Continuad orando y acercándoos con amor y sencillez todos los días al Sacramento de la Eucaristía. Acoged a Jesús y estrechadlo en vuestro corazón, como un niño cuando abraza a su madre es feliz, así también vosotros cuando Jesús entra en vuestro corazón, tenéis que estrecharlo y darle gracias, siempre, porque os ama.
Estoy presente en este día porque hay el encuentro bíblico. Yo estoy muy contenta de venir y de estar en medio de vosotros, pero, creedme, cuando alguna alma deja mucho que desear mi corazón sufre, como sufre el de mi Hijo Jesús. Seguid adelante paso a paso, sin retroceder nunca. Mi agradecimiento es para los que ayudan a mis dos queridos hijitos. Tienen necesidad de vuestra ayuda y la Madre os da las gracias por todo lo que hacéis. Vuestro amor tiene que ser tan grande que os tiene que llevar a soportarlo todo y a todos, a tener paciencia, a ser sencillos y honestos. Orad y vigilad para no caer en tentación; orad y trabajad para no caer en la pereza, porque aquél es el momento en el que el diablo penetra y os hace caer. Orad como Jesús os ha enseñado. Las cartas de Dios enseñan la oración y el amor. Sed agradecidos a Dios. Aprended a decir también gracias, no pidáis solamente ayuda a Dios, sino que también debéis decir: "Gracias, mi Dios, por la jornada pasada. He tratado de hacer lo mejor; acéptame como soy". Dios estará contento de vosotros y de todas las personas que verdaderamente aman a mi Hijo Jesús.
Durante este mes dedicado a los difuntos, escuchad siempre la Santa Misa por vuestros seres queridos, procurad que cada vez que participáis puedan dar un paso adelante y subir al Paraíso.
Marisa - Sabía que vendría el abuelo Agustín. Está abuelo Aladino, están todos. Al lado del abuelo Agustín está Stefanuccio. ¡Qué hermoso eres!. Abuelo Agustín, ¿estás triste?. No tienes que estar triste.
Nuestra Señora - Marisella, ¿cómo puede no estar triste cuando ve las condiciones espirituales de su familia?
Marisa - Virgencita, dile que nosotros en la Tierra somos personas débiles, de carne y hueso y a veces caemos, otras nos levantamos. Hazme una sonrisa.
Abuelo Agustín - Sufro por mi hijo, mi querido y dulce hijo.
Marisa - ¡Has hablado, has hablado! ¿Sufres por él?
Nuestra Señora - Sí, Marisella, sufre por las maldades que le han hecho a su hijo; vosotros sólo conocéis la mitad.
Marisa - No quiero saber nada más, es suficiente así. Adiós abuelo Agustín, adiós querido. Nosotros rezaremos para que vayas pronto al Paraíso y desde allí podrás rezar más por Su Excelencia.
Abuelo Agustín - ¡Mi dulce hijo Obispo! ¡Qué gracia tan grande ser ordenado Obispo por Dios!.
Marisa - No sufras, Don Claudio tiene otras muchas personas que lo quieren.
Abuelo Agustín - Te doy las gracias, porque has vivido la pasión y has sufrido también por mis seres queridos.
Marisa - Calla, no lo había dicho a nadie.
Abuelo Agustín - ¿Cómo puedes esconder estas cosas? ¿Crees que mi hijo no lo haya llegado a comprender?
Marisa - ¿Pero cómo es que hablas? Tu no ves todavía a la Virgencita.
Abuelo Agustín - No la veo, pero ella me ha dicho que hable. ¿Te disgusta?
Marisa - No, estoy contentísima. Este es Emmanuel, tu nietecito.
Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Todos vuestros difuntos esperan vuestras oraciones. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Emmanuel, ¿quieres dar un besito a la Virgencita?.
Marisa - Adiós. Te encomiendo a la pequeña Sara, me has dicho que la protegerás siempre. Adiós.
Roma, 9 de noviembre de 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Como siempre, es una gran alegría estar en medio de vosotros. Si habéis seguido con atención la catequesis, habréis comprendido que, desgraciadamente, a mis dos hijitos, los sufrimientos no les faltan nunca. Alguno se ha afligido porque no ha podido subir a ver los estigmas sangrantes de vuestra hermana.
Comprendo que os habría gustado a todos, pero es difícil conseguir siempre todo lo que queréis. El tiempo apremiaba y sólo pudieron subir las personas que llegaron primero. No tenéis que deteneros en estos episodios, tenéis que pararos en el amor hacia Dios, en la importancia de recibir a mi Hijo Jesús en gracia. Son muchos meses los que os repito que recibáis a mi Hijo Jesús en gracia, sin embargo algunos han recibido a Jesús en pecado mortal y han cometido sacrilegio. Es inadmisible cometer sacrilegios en este lugar taumatúrgico, declarado santo por Dios. Cuando yo, la Madre de la Eucaristía, en nombre de Dios he leído su carta, algunos la han aceptado y tratado de reconciliarse con Dios, otros se han alejado y han continuado haciendo pecados y ofendiéndole. Tenéis que rezar por estas personas que se comportan de modo equivocado; procurad que esto no suceda nunca en vosotros.
Si no podéis recibir a mi Hijo Jesús, porque no estáis en gracia, confesaros enseguida, o bien antes de recibir la Santa Comunión recibid el Sacramento de de la Confesión y después el de la Eucaristía.
Como os he dicho más veces, cuando recibáis a Jesús estrechadlo en vuestro corazón y hablad con Él, pedidle las gracias que necesitéis. No os pongáis a mirar a diestra y siniestra, no controléis como se peina, se mueve y habla vuestra hermana. No podéis ni siquiera imaginar cómo los dolores destrozan su cuerpo que está lleno de llagas, incluso cuando no la veis. Vosotros sabéis que los estigmas invisibles son más dolorosos que los visibles. Orad por ella, no miréis si el vestido es rojo, amarillo, celeste o si los zapatos entonan con el vestido; dejadla libre, dejadla tranquila, tiene muchos sufrimientos y sufre también por vosotros, por vuestros hijos y por vuestros seres queridos. Cuantas veces le pedís: "Reza por mi hijo, por mi hija, por mi marido, por mi mujer, por su conversión, por su curación", ella lo hace y vosotros miráis como se viste. Su director espiritual, el Obispo, le ha dicho: "Vístete como quieras, como te guste. El que mira estas cosa no ha comprendido nada".
Venid a la iglesia para rezar el uno por el otro, no solo para vosotros mismos, porque la oración para los otros vale aún más, porque está dictada por la caridad. Marisa ora por el Obispo, ora por todos vosotros, ora por las personas que se han encomendado a sus oraciones; esta es la caridad, es amor hacia los otros.
Amaos, como os ha amado mi Hijo Jesús y como yo, la Madre de la Eucaristía, os amo. Orad por vuestros queridos difuntos. Vosotros vais al cementerio una, dos veces a la semana o una vez al mes y esto es bonito, pero en aquel lugar ya no está el alma. Es más bonito rezar por los difuntos, haciendo celebrar la Santa Misa para ellos. Yo trato de ayudaros de todos los modos posibles y de haceros comprender cuán importante es el amor hacia los otros y también hacia vosotros mismos, porque si os amáis a vosotros mismos, amáis también a los otros.
Ánimo, la Madre os quiere mucho a todos, pero lo que os recomiendo, lo que os pido desde lo más profundo de mi corazón es que no cometáis sacrilegios. Si no estáis en gracia, no recibáis a mi Hijo Jesús, sino inclinad la espalda, pedid perdón y después enseguida id a confesaros. Si no queréis con vuestro obispo, porque os avergonzáis, id a otros sacerdotes. Recordad que existe el secreto de la Confesión y el Obispo es Jesús que os escucha y quiere ayudaros. Amad a mi Hijo Jesús que ha sufrido tanto, continúa teniendo sed de almas y repite: "Tengo sed, tengo sed, tengo sed", pero las almas no le dan de beber. Éstas son muchas y están esparcidas por todo el mundo. Vosotros habéis conseguido amar más a los otros, pero podéis dar todavía más. Yo pongo todo mi amor en ayudaros, pero siempre hay alguno que tropieza. ¿Por qué? Ahora, como dice vuestro Obispo, habéis llegado a la universidad, alguno ya la ha terminado y ha llegado a la licenciatura.
Ánimo, adelante, siempre adelante. Recordad la frase de Jesús, porque vosotros olvidáis a menudo lo que Jesús y yo decimos: "Aprended a amar, después orar; aprended a hacer obras de caridad y después orad". Si rezáis solo por rezar y en vosotros no hay amor, la oración no vale nada. Orad por los otros, orad por vuestros seres queridos, permaneced unidos siempre a Jesús. Aprended a amar y después orad y yo, la Madre, estaré siempre a vuestro lado.
Gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Ayúdanos mientras estemos en esta Tierra.
Adiós a todos los que están en el Paraíso. Orad por nosotros, todos tenemos necesidad de oraciones.
Don Claudio, se han ido todos.
Roma, 13 de noviembre de 2003 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Un gracias sale de mi corazón por la ayuda que dais al rezar por mis dos hijos. La vida en este planeta Tierra es dura y rica en sufrimiento. Los hombres continúan aniquilando y matando a los propios semejantes. Para ellos los hermanos no tienen ninguna importancia, valen menos que los animales, de hecho a veces los animales son ayudados. Matan a los niños, a las madres, a los padres. Orad y ayudad a vuestra hermana a soportar el duro y largo sufrimiento que continuará hasta su muerte.
Quereos. Tratad de tener limpia la capillita y la gruta de la Madre de la Eucaristía, donde está la estatua bendecida por Dios. No requiere tiempo ni fatiga abrir la gruta y limpiarla. Procurad que no suceda más lo que ha ocurrido hace pocos días.
Os he dicho muchas veces que cuando entréis en la iglesia, si notáis una flor marchita o una hoja que cuelga, tenéis que quitarla sin esperar que sea vuestro Obispo el que os haga notar lo que no funciona bien, porque de otro modo lo obligáis a trataros como a niños. Ahora ya sois adultos, sois grandes; podéis dar y hacer más.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Emmanuel, ¿mandas un besito a la Virgencita?.
Marisa - Adiós.
El niño no siempre puede comprender lo que dices.
Nuestra Señora - Pero yo lo comprendo, Marisa, no soy como los hombres.
Ánimo hija mía, la meta está cerca, se fuerte y valiente. Cuando estés cansada no te avergüences de decirlo y descansa. Ya lo sabes, serás feliz sólo en el Paraíso.
Marisa - Adiós. Te mando un beso de parte de Emmanuel, de Sara, de Jacobo, de Samuel y de Maria Sole. Te lo ruego, pon al
Roma, 8 de diciembre de 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Jesús y el Espíritu Santo te acompañan, María Inmaculada. Al lado de la Inmaculada Concepción está la Madre de la Eucaristía; los ángeles y los santos forman una corona.
Madre, hace tanto tiempo que no te encomiendo en voz alta a todas las personas que tienen necesidad de tu ayuda: quien por tener un niño, quien por la salud, quien por la conversión, la auténtica, por la cual trabaja y sufre nuestro Obispo. Tú, oh María, con todos los ángeles y los santos que te circundan, intercede ante Dios por la conversión de todas las personas que todavía no han aprendido a amar.
Nuestra Señora - Aprended a amar, después orad. Recordad siempre esta frase que ha dicho Jesús. Sin amor no podéis hacer nada, no sois nada.
La Madre está contenta de estar aquí con vosotros después de tanto tiempo. Yo quiero estar siempre con vosotros, pero me lo habéis impedido. Una madre sufre cuando no está cerca de los propios hijos. Ahora Dios me ha permitido venir, estoy aquí con vosotros y os doy las gracias por vuestra presencia; doy las gracias sobre todo a los que han venido de lejos con sacrificio a este lugar taumatúrgico.
Yo soy la Inmaculada Concepción, yo soy la Madre de la Eucaristía. Yo, la Inmaculada Concepción, abro la historia; yo, la Madre de la Eucaristía, cierro la historia. Cuando oréis, dirigíos a Jesús, pasando por la Madre de la Eucaristía: a Jesús por María.
Deseo tanto que este día sea sobretodo un día de conversión y de amor para todos: grandes y pequeños. La sencillez, la honestidad y la sinceridad sirven para ayudaros a amar y si no llegáis al amor todo está perdido. Es hora de que vuestro director espiritual no os tenga que empujar siempre a hacer vuestros deberes: sois grandes. He dicho que frecuentáis la universidad, alguno la ha terminado ya. Cuando uno se licencia hace algún sacrificio, con tal de obtener un trabajo. ¿Por qué no hacerlo también por la licenciatura espiritual? ¿Pensáis que es difícil amar?. No. Si amáis, como ya he dicho otras veces, a vuestro marido, a vuestra mujer, a vuestros hijos, ¿qué mérito tenéis? Es fácil amarlos. Amad a los que están lejos, a los que os son antipáticos, a los que os hacen sufrir. Tenéis que aprender a amar a todos, como mi Hijo Jesús, que ha amado a todos, incluso a Judas, que lo ha traicionado.
Conmigo está la abuela Yolanda que reza por vosotros, por toda la comunidad, como ha hecho siempre, al lado de sus dos nietecitos. Ha sido una mamá santa, una mujer santa y ahora está en el Paraíso para disfrutar. Marisella, no tienes que sufrir, tienes que alegrarte porque tienes una madre santa; ¿ves qué hermosa, luminosa y radiante es?
Abuela Yolanda - Hija mía, haz como te dice la Virgen. Sé siempre buena, acerca a todos tus hermanos y continúa amándolos a todos, como yo he hecho siempre.
Marisa - ¡Mamá, mamá! Gracias, mamá, ayúdame, ayúdame, ayúdame.
Abuela Yolanda - Sí, te ayudo sobretodo a ti y a Su Excelencia.
Marisa - Lo has llamado siempre así: Su Excelencia.
Abuela Yolanda - No hagáis sufrir al Obispo. Yo no lo he hecho sufrir nunca; lo he respetado y amado. A mi hijita Marisella, a mis otros hijos, a mis nietos y biznietos, a la pequeña que tiene que nacer le digo que la mamá y la abuela rezan siempre por vosotros. Rezan también por toda la comunidad. Adiós, Marisella.
Nuestra Señora - ¿Estás contenta, Marisella, de este regalo que te hecho?
Marisa - ¡Oh sí, mucho!
Nuestra Señora - Acuérdate que tu sufrimiento continuará hasta la muerte y sabes que te haré feliz sólo en el Paraíso.
Mis queridos hijos, he querido hacer hablar a la abuela Yolanda, que para todos ha sido una mujer muy generosa, de oración que desgranaba continuamente rosarios. Ha rezado mucho por vosotros y continúa haciéndolo. Dios me ha dado permiso para que hablara, es un regalo que ha querido hacer a Marisella. Rogadle para que interceda siempre ante Jesús y María.
Felicito a todos: buena y santa fiesta, quereos, amaos siempre.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos. Bendigo estas estatuas que me representan y a todos vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, mamá, ayúdame mucho. Adiós. Yo te decía "Hola, cariño" y tu me respondías: "Hola, amor"
Era muy hermosa. Los dos nietecitos estaban vestidos iguales, con la túnica de los diáconos. Mamá reza por toda la comunidad, pero sobre todo por el Obispo y por sus hijos. No esperaba que hablases.
Roma, 24 de diciembre de 2003 - h. 12:00 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Finalmente has venido para las personas que te quieren. Todos te queremos, a pesar de nuestros defectos. Tu has dicho que nadie es perfecto; nosotros no somos perfectos, pero tratamos por todos los medios de demostrarte nuestro amor. Soy tan feliz que hayas venido para todos. Gracias, Virgencita, gracias.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Finalmente Dios me ha dicho: "Ve, María, ve al lugar taumatúrgico, vuelve con mis hijos. Esperando que esta vez hayan comprendido cuán importante es venir al lugar taumatúrgico y que tu, María, vas con ellos para hablar, para ayudarlos y corregirlos". Esto me ha dicho Dios con todo el amor que puede tener un padre. Yo he venido de buen grado, esperaba con ansia este momento; este es un día muy hermoso y no podía dejar de venir.
Mis queridos hijos, os lo ruego, cuando recibáis una llamada de atención aceptadla con todo el amor; la Madre no se divierte llamándoos la atención, lo hace porque os ama con un amor inmenso. Ánimo, procurad que esta noche sea el inicio del renacimiento de la vida espiritual. Amad a Jesús.
Marisa - ¡Mamá, mamá! Ven más a menudo a verme, ayúdame a soportar todos estos sufrimientos. Hola Nicolás, hola, Simón Pedro.
Abuela Yolanda - Ánimo, hija mía. Dios me ha dicho que esté a tu lado y que te ayude. Yo soy muy feliz, estoy con Nicolás y con Simón Pedro. Mi beso de madre es para todos: para los hijos, los nietos, los biznietos y para toda la comunidad, que he amado mucho y por la cual he orado siempre. He orado por los enfermos, por vuestras dificultades, por la pequeña Elisa y por todos los niños gravemente enfermos. Emmanuel, dale un besito a la Virgencita y a la abuela.
Marisa - Gracias. Dale las gracias a Dios por el gran regalo que me ha hecho.
¿Puedes hacerme estar un poco mejor, para no fatigar tanto a los demás?
Nuestra Señora - Mis queridos hijos aquí presentes, aceptad las llamadas de atención de vuestra Virgencita. Os amo mucho y continuaré amándoos.
Espero que hayáis notado mi ausencia, yo soy feliz de estar con vosotros. Tengo en brazos al pequeño Jesús que desea que vosotros seáis siempre felices, que para vosotros sea siempre Navidad, no solamente esta noche y mañana, sino todos los días. El que ama a Jesús y a la Madre de la Eucaristía tiene que demostrar siempre alegría, amor y perdón hacia todos.
(Nuestra Señora entrega el Niño Jesús a Marisa)
Marisa - Hola, pequeño. Tengo las manos vendadas por los estigmas. Aguántalo bien, san José, no lo dejes caer, es pequeñito.
¿Puedo saludar una vez más a mi madre? Adiós, mamá, adiós. Ayúdame, estate a mi lado. Me han dado tu habitación como estudio para estar siempre contigo, ven a ayudarme.
Adiós, Simón Pedro, adiós, Nicolás.
Nuestra Señora - Adiós, mis queridos hijos, quiero que seáis soldados de Cristo, fuertes, generosos, llenos de amor, de caridad y de perdón los unos hacia los otros. Os ruego: amaos, amaos como Dios os ama. Dios me ha dicho que venga en medio de vosotros: esto es amor.
Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos y a los que no han podido venir por motivos de familia o por otros motivos. Bendigo vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Gracias, mis queridos hijos, si os comportáis bien con todos y os amáis el uno al otro. Sed todos hermanos y hermanas, confortados por el amor de Jesús y de María. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Te lo ruego, no me hagas esperan aún.
¡He visto a mi mamá!
Roma, 25 de diciembre de 2003 - h. 10:45 a.m. (Carta de Dios)
Natividad del Señor
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Desgraciadamente en muchas familias la Santa Navidad es una fiesta que hace referencia sólo al aspecto material. El aspecto espiritual del que os he hablado esta noche, es olvidado. Faltan el amor, la generosidad, la caridad, la sencillez y la humildad. Hoy he venido no tanto para daros un mensaje, porque ya os lo he dado esta noche, sino para desear una buena Navidad a todos y para desearos todo bien.
Si la salud falta, esto no depende de Dios. Dios quiere solamente vuestro amor hacia todos. Hoy he venido para felicitaros, junto a la querida abuela Yolanda a los nietos Nicolás y Simón Pedro y a todas las almas salvadas de vuestros parientes. Si hay tantas almas salvadas, quiere decir que, a pesar de todo, la comunidad ha funcionado. Conmigo están Fatina, Stefanuccio, abuelo Agustín, abuelo Aladino, abuela Esperanza, abuela Carmela, las hermanas de la abuela Yolanda, Octavio, tía Lucía y muchas otras almas salvadas.
Marisa - ¿Cómo puedo reconocer a todas estas personas?. Aquellas son santas porque están vestidas de un modo particular, mientras las que están salvadas están vestidas de manera normal. Nos has hecho un gran regalo: nuestros seres queridos están salvados y algunos están en el Paraíso.
Gracias, gracias por todo lo mucho que Dios nos quiere. Tu nos amas, a pesar de nuestras imperfecciones y nuestros pecados, como nos aman el pequeño Jesús, Dios Padre y Dios Espíritu Santo.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, deseos de santidad a todos, a los que no creen y a los que creen. Deseos de santidad también a los que calumnian y difaman a los propios parientes. Yo puedo comprender que un enemigo o uno que antes era amigo hable mal de una persona, pero no puedo comprender que madres, hermanas y sobrinos hablen mal de sus parientes; esto es muy grave. Los celos los consume y los hace hablar. ¿Creéis que los celos son una cosa tonta?. No, es muy grave y no os deja avanzar. Orad por vuestros calumniadores.
Gracias, gracias sobretodo por vuestra presencia; algunos de vosotros habéis venido también esta noche. Habéis rezado, continuad rezando. Pequeña comunidad, amaos, amaos, amaos siempre. Tenéis un Obispo santo, un Obispo que, a pesar de la enfermedad, ha bajado en medio de vosotros para explicaros la palabra de Dios. Vuestro Obispo os lo ha dado todo, os ha perdonado siempre, os ha llamado la atención siempre; tenéis un santo Obispo; ¡Oh, si también las otras iglesias tuviesen un sacerdote como vuestro Obispo; las cosas irían mejor!
Junto a mi santo Obispo os bendigo a vosotros, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños pequeñitos. Os traigo a todos junto a mi corazón junto a Jesús Niño y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, mamá; adiós a todos.
Roma, 28 de diciembre de 2003 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Sagrada Familia
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Como bien sabéis, hoy es la fiesta de la Sagrada Familia, es la fiesta de vuestra familia y de todas las familias del mundo; diciendo familia quiero decir también la comunidad y los institutos religiosos. Formar parte de una familia significa amar a sus miembros, incluso en el sufrimiento y en la tribulación, significa amar a los que os hacen sufrir, a los que abusan de vuestra bondad y perdonar, sobre todo perdonar.
José, María y Jesús Niño vivían tranquilos y serenos porque amaban, oraban y hacían el bien a las personas vecinas o a los jóvenes que estaban con Jesús. Éstos venían a orar y pedían a Jesús que les explicase la Palabra de Dios. Jesús hablaba y gozaba de cuanto decía a estos jóvenes que no conocían nada y que después se convertían. Vosotros sois más afortunados que todos. Cuantas hermosas palabras ha dicho vuestro obispo, explicándoos el S. Evangelio y las cartas de S. Pablo. Bastaría una sola de sus explicaciones para llegar a la conversión. Algunos dicen que la conversión es difícil. No, para convertirse es suficiente hacer la voluntad de Dios. Vosotros no habéis encontrado grandes sufrimientos, el dolor verdadero es el que ha sufrido Jesús en la cruz y que han sufrido algunos santos que han tenido los estigmas de Jesús. No os enfadéis por tonterías y orad el uno por el otro.
Marisa - Virgencita, deseo encomendarte a algunos niños enfermos que tienen necesidad de tu ayuda y a todas las personas que están en los hospitales y que en estos días de fiesta están solos.
No tienen parientes, no tienen a nadie, pero si quieres, tu puedes hacerles compañía.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, imitad a la Sagrada Familia y ayudaros mutuamente el uno al otro; orad el uno por el otro, amaos como mi Hijo Jesús ha amado, desde el nacimiento y hasta la muerte en cruz, a todos los hombres de la Tierra.
Gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros hijitos y nietos; bendigo vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Marisa - ¡Mamá, mamá, cada vez estás más hermosa!. Que alegría verte con los dos nietecitos al lado. Virgencita, ¿no habla la mamá?
Nuestra Señora - Hoy Dios no le ha dado permiso, pero hablará, no te preocupes. Mira la alegría de tu madre, que ha vivido con serenidad, con bondad y con generosidad.
Marisa - Adiós, mamá, te mando un beso, después, cuando Dios te diga que hables, hablarás, como has hecho la noche de Navidad y por la fiesta de la Inmaculada. Adiós.
Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Adiós, amor, adiós cariño.
Se ha ido. Estaba también mamá, pero no ha hablado.
Obispo - Hablará otro día.
Mensajes de Enero de 2004
Roma, 1 de enero de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Procurad que éste sea un año lleno de alegría de amor y perdón.
Durante el año pasado habéis fallado, habéis cometido pecados graves o menos graves, pero como ya he dicho, dejadlo todo en las manos del Señor. El año ya ha pasado y el que ha hecho una buena confesión no tiene que pensar más en los pecados. Hoy, primer día del año, empezar de nuevo a orar. Recordad: orar no significa solamente estar durante horas en la iglesia, sino orar también mientras se hacen los trabajos de casa, cuando viajáis, cuando estudiáis, mientras ayudáis a una persona: todo es oración. Orar no significa recitar rosario tras rosario, sino ofrecer la jornada a Dios y decir: "Dios mío, todo lo que haga en este día es por tu amor y el de los hombres, quiero hacer tu voluntad. Perdóname si alguna vez falto, porque soy frágil, soy débil, pero con tu ayuda puedo conseguir hacerlo todo". Pensad, Dios no me manda donde hay millares de personas, sino aquí con vosotros, que sois un pequeñísimo grupo, un pequeñísimo rebaño, una pequeñísima comunidad, que cuando camina bien, para Dios es una gran comunidad. Preguntaos: "¿Por qué Dios manda a su Madre aquí con nosotros? ¿Por qué nos ama tanto? ¿Por qué no manda a su Madre a los otros lugares, donde hay millares y millares de personas?".
Cuando nació el Niño Jesús, no había nadie, estábamos presentes solamente nosotros, después llegaron los pastores y finalmente los Magos. Sin embargo, Dios, el Mesías, estaba allí. Hoy la historia se repite: Dios no me manda donde hay muchos hombres, sino aquí con vosotros. Es muy grande el amor de Dios, no lo ofendáis nunca. Tratad de amar a Dios, de hacer su voluntad, de amaros vosotros mismos, de ayudaros unos a otros.
Hoy es la fiesta de la Madre de Dios, es una gran fiesta, pero ¿dónde está mi rebaño?. Algunos ausentes están justificados, otros no. Mis queridos hijos, las fiestas espirituales son hermosas, mientras que las materiales llevan a un consumo terrible. Los hombres piensan solo en comer y en beber, duermen muy poco y después por la mañana van a Misa, quizás a medio día, porque están cansados y han comido, bebido y jugado. ¿Qué dan a Dios?. ¡Las migajas! Vosotros que estáis aquí presentes y habéis hecho sacrificios para levantaros y venir a este lugar taumatúrgico, continuad haciendo sacrificios por amor a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, por amor a vuestra comunidad. La abuela Yolanda decía: "Yo oro mucho por mi comunidad"; y sin embargo, pobrecita, no estaba casi nunca presente en la comunidad, pero oraba mucho y vosotros lo sabéis; alguno, incluso, ha recibido gracias a sus oraciones.
La abuela Yolanda ha vivido los últimos años de su vida siempre sola en una habitación, en una cama, sin embargo ha hecho el bien a todos en el silencio y en el aislamiento. También vosotros, en la medida de vuestras posibilidades, podéis hacer el bien, no hay necesidad de hacer grandes cosas, el buen cristiano se reconoce justamente en las pequeñas cosas.
A los que están ausentes entregadle este mensaje, pero primero tiene que ser revisado por vuestro Obispo y después podéis darlo a las personas ausentes.
La Madre, que está acompañada por los ángeles, por los santos y por las almas salvadas de vuestros seres queridos, os bendice a todos. Mis felicitaciones son sobretodo de santidad a todos, a vuestros seres queridos, a los amigos, a las personas que encontréis.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós mamá; adiós Nicolás; adiós Simón Pedro. Continua ayudándonos a todos. Adiós.
Roma, 3 de enero de 2004 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Sé que ya estabas presente, perdóname si no somos puntuales, porque para nosotros, criaturas humanas, no es fácil serlo. Tú, con toda tu paciencia, estabas aquí esperándonos.
Nuestra Señora - Sí, estoy aquí desde hace tiempo. Marisella, después de tantos meses, ésta es la primera vez que bajas para el primer sábado de mes, y esto me gusta también a mi, a mi amado esposo y al pequeño Jesús.
Mira, están presentes tu madre, Nicolás y Simón Pedro.
Marisa - Virgencita, deseo encomendarte a todos los enfermos, incluso cuando no te lo digo, tu sabes que quiero encomendártelos, especialmente a los niños: Rossana, Maria, Francesco. No te digo los otros nombres porque tengo una larga lista de niños, jóvenes y adultos enfermos. Te encomiendo naturalmente a Selenia y aprovecho la ocasión para dar las gracias a todas las personas que han rezado por ella. Selenia lo intercambia y os felicita a todos; te felicita también a ti, Virgencita.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Aún no veo aquí a todas las personas que han pasado por este lugar y que han recibido gracias espirituales o físicas. La Abuela Yolanda dijo un día a su hija: "Yo le pido siempre a la Virgencita que me de a mí tus sufrimientos y no me escucha" y tú, Marisella, orabas para que te diese a ti sus sufrimientos. La abuela Yolanda ha sufrido mucho, pero ahora es feliz, alegre, luminosa y muy hermosa. Mis queridos hijos, la verdadera felicidad se encuentra en el Paraíso. La felicidad en la Tierra es recibir a Jesús en gracia.
Cuidado con el sexto mandamiento, con todos los mandamientos y con los preceptos de la iglesia. Cuando el Obispo os proporciona explicaciones, ponedlas en práctica, porque Jesús habla a través de él. Si aprendéis a escucharle y a poner en práctica cuanto os dice, escucharéis y pondréis en práctica lo que dice Jesús, como ahora Dios habla en mi. Es Dios el que me ha dicho que descienda a la Tierra, es Dios el que me ha dado de nuevo la orden de venir cuando quiera. Vendré a menudo, vendré el jueves, el domingo y las fiestas, vendré exclusivamente para haceros compañía, porque las cartas de Dios ya se han terminado y cuando sea necesario haceros amonestaciones maternas, os las haré. Dios os ha corregido cuando os habéis equivocado, ha dicho que respetéis los mandamientos, que améis al prójimo, que oréis, que perdonéis y que tengáis caridad; estos son los compromisos que cada uno de vosotros tiene que cumplir. No tenéis que tener caridad sólo con los conocidos o con los parientes, sino con todos los hombres. Claro que hay hombres que desgraciadamente es difícil amar, pero tratad al menos de perdonarlos.
Vosotros, como ha hecho la abuela Yolanda, quereos, amaos el uno al otro.
Marisa - ¿No dejas hablar a mamá?
Nuestra Señora - Marisella, hablará cuando Dios quiera.
Marisa - Adiós, tesoro.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, no puedo hacer otra cosa que daros las gracias por vuestra presencia. Os doy las gracias sobretodo si ponéis en práctica cuanto Dios ha dicho, sólo entonces la Iglesia volverá de nuevo a brillar sin mancha y sin arruga.
No os escondo que los sufrimientos que pasa vuestra hermana son grandísimos. Orad para que tenga la fuerza de soportarlos hasta el fondo. Ya os he dicho que vive la pasión las veinticuatro horas del día. Vuestra caridad, en lo que a ella se refiere, sea esta: orad, para que tenga la fuerza de soportarlo todo. Orad el uno por el otro, no oréis sólo para vosotros mismos.
Marisa - Quiero encomendarte también a María Marceletti. Tu eres madre, ella es madre, te lo ruego: ayúdala. Quiero encomendarte de nuevo a todas las personas que están enfermas.
Nuestra Señora - Marisella, ¿las tomas a todas sobre ti?
Marisa - Sí, sí, sí. Tomo a todos los enfermos, también a los de espíritu.
Nuestra Señora - Gracias, no he encontrado nunca a un alma tan generosa. Marisa tiene al Obispo a su lado que la ayuda.
Mis queridos hijos, de nuevo os deseo un buen año a todos, aunque no se presenta muy bonito, porque habrá todavía sufrimiento.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, Virgencita, adiós mamá.
Se ha ido.
Roma, 4 de enero de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo. Espero que hayáis dado gracias a Dios por el don que todavía os hace, dejándome venir en medio de vosotros todos los jueves y los días de fiesta. Cuando ayer tarde os anuncié esto, no he visto mucho entusiasmo en vosotros exteriormente, puede ser que interiormente hayáis gozado todos y hayáis dado gracias a Dios por este gran don.
¿Qué puede decir una Madre a los hijos que están siempre presentes aquí, hoy con frío, mañana con calor, para orar a la Virgencita?. ¿Qué puedo deciros?. Vengo en medio de vosotros para haceros compañía, para ayudaros en vuestras dificultades, para enseñaros a amar. Amar a todas las personas, a veces es difícil, tenéis al menos que perdonar. Amad a los niños, a los grandes y a los ancianos.
Te estoy mirando, Emmanuel, la Madre te quiere mucho, como naturalmente quiere mucho a todos los niños que son las perlas de Jesús y de la Virgen. Un mañana, de mayores, serán madres y padres, y más adelante, con los años se convertirán también en abuelos. Yo soy sólo Madre de todos, pero aquí está la abuela Yolanda, que es la abuela de todos los niños del Paraíso. Ora muchísimo por Su Excelencia, por los hijos, los nietos, los biznietos y por vosotros, ora continuamente, da gloria a Dios y enseña a los niños a rezar. Oh, vosotros no podéis imaginar qué hermoso es el Paraíso y qué grande es el goce, la gloria, la alegría, el amor hacia Dios y todos los que están en el Paraíso. Una vez más os repito: quiero llevaros a todos al Paraíso.
Como dije ayer tarde, y antes que yo, lo ha dicho Marisella, no hay edad para morir; pueden morir también los jóvenes, lo importante es morir en gracia e ir al Paraíso a gozar siempre de Dios.
Vosotros no podéis imaginar lo que es el Paraíso, pero no podéis ni siquiera imaginar qué es el infierno.
En el infierno no hay el fuego, como dicen muchos e incluso Dante; hay almas condenadas que odian porque saben que no verán ni gozarán nunca de Dios, saben que no irán nunca al Paraíso.
Quiero que todos vengáis al Paraíso, de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo, de la Madre de la Eucaristía y de las almas santas. Poco a poco también las almas salvadas, escalón tras escalón, subirán al Paraíso, pero vosotros tenéis que orar por vuestros muertos.
Gracias por vuestra presencia.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados; bendigo las dos estatuillas que están aquí. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Os lo ruego: ¡amaos todos!
Marisa - Adiós.
Roma, 6 de enero de 2004 - h. 10:45 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Los Reyes Magos han llegado a la cueva; aunque son ricos, han llegado en silencio. Primero han venido los pastores, después los Reyes Magos, y han rendido homenaje al Mesías. Pocas personas han entrado en la cueva de Belén, aunque allí estuviese Dios. Vosotros sois más afortunados, porque sois más numerosos. Tenéis que llegar al altar, al tabernáculo, a la Eucaristía.
Hoy es una gran fiesta, una de las más grandes. Delante del Mesías están los pastores, los Reyes Magos y los ángeles; nadie más. Todas son personas puras, buenas, leales, sinceras y generosas: esto es lo que a menudo os pido a vosotros. No se requiere mucho para se buenos, leales, generosos, puros; no es difícil, creedme. No dejéis abierta ninguna rendija por la que pueda entrar satanás, porque entonces todo se vuelve difícil y caéis, caéis, caéis. No lo dejéis entrar, y cuando cometáis algún pecado mortal, confesaos inmediatamente. Cuando cometéis pecados veniales, es suficiente hacer un acto de contrición para ir a comulgar. Comulgad siempre en gracia. Os deseo a todos deseos de santidad, sencillez, honestidad, bondad y generosidad, para vivir como han vivido los pastores y los Reyes Magos. Aquéllos, aunque eran importantes, eran personas sencillas, humildes y buenas. Dios os pide a vosotros que seáis personas humildes, sencillas, buenas, capaces de amar con alegría a todos los hombres de la Tierra.
A mi lado están presentes vuestros parientes difuntos y las almas que están en el Paraíso. Tu los ves, Marisella, por este motivo no digo siempre el nombre de las personas presentes.
Esta vez el golpe de lanza ha sido tan fuerte, que te ha destrozado el corazón. Has sufrido por las almas, por la Iglesia, por la conversión de todos los hombres, por tu comunidad, como dice siempre la abuela Yolanda. El golpe de lanza te ha agujereado delante y detrás y te ha herido el corazón, pero nadie lo ha comprendido. A veces vuestra hermana tarda un poco porque le sucede siempre algo y necesita más tiempo para preparase para la aparición, así el tiempo se prolonga.
Tenéis que celebrar la octava de la Epifanía: todavía ocho días y después tendréis que empezar de nuevo la vida normal, pero como ha he dicho otras veces, tenéis que procurar que cada día sea Navidad, sea Epifanía. No descuidéis nada, amad a Dios y a los hombres, siempre.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
No te doy al niño, Marisella, porque estás sufriendo demasiado.
Marisa - Está bien, no he dicho nada, pero lo he pensado.
Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Haz que éste sea un año de paz. Perdonemos a los que se comportan mal, que forman parte de la masonería y tratan de hacernos daño cada día.
Nuestra Señora - Gracias por tu comprensión.
Marisa - Adiós.
Se ha ido.
Roma, 8 de enero de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Hoy volvéis a emprender los encuentros bíblicos. No sois muchos, algunos no han venido por el tiempo inclemente, otros por pereza. Vosotros que estáis aquí presentes, escuchad con atención la palabra de Dios que es siempre profunda, grande, penetrante. El Obispo está comentando las cartas de san Pablo, releedlas y luego meditadlas por vuestra cuenta; hay de todo, hablan de todo; hablan de amor, como Dios habla de amor en Sus cartas. Dios es amor, Dios ama a los que lo aman y a los que no lo aman. Jesús ha dicho: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado".
Los sufrimientos que Dios ha mandado a vuestra hermana son muchos y grandes. En el mundo domina la incomprensión y se multiplican las matanzas. Los padres no saben amar, más bien, si pueden, hacen incluso daño a los hijos calumniándolos y difamándolos. En todo el mundo hay situaciones tristes y dolorosas y Dios ha escogido a vuestra hermana, para que las almas se salven. Vosotros os preguntáis: "¿Puede salvar a todas las almas?". No, ella sufre y Dios salva a las almas: Dios hace los milagros, Dios lo hace todo. Si podéis llegar a comprender esto, todo será más hermoso, más suave, más dulce y la vida será más fácil para todos. Desgraciadamente han aumentado las separaciones y los divorcios, muchas cosas no van bien; y sin embargo ¿qué dicen?. Que todo va bien, que todo está en su sitio. No, mis queridos hijos, no está todo en su sitio, y si yo continuo viniendo aquí en medio de vosotros es porque pido la ayuda de la oración y, para quien pueda, del sufrimiento. Todos podéis ayudar haciendo adoración eucarística, participando en la S. Misa.
Ya sé que a veces es difícil comprender a Dios, pero si Dios quiere esto tendrá sus motivos. Por lo demás, el que os da buen ejemplo es justamente vuestro Obispo que, a pesar de todos los sufrimientos, las calumnias y las difamaciones, está siempre dispuesto a seguir adelante y a ayudaros. Cuando tenéis necesidad de él, no se vuelve nunca atrás, exceptuando cuando no se lo permite la salud, pero incluso cuando no estaba muy bien, trataba de ayudar siempre a las personas.
La Navidad ha pasado, el primero de año ha pasado, la Epifanía ha pasado, pero no tenéis que olvidar estas celebraciones. Como ya os he dicho: "Cada día tiene que ser Navidad". Ya sé que la vida comporta sufrimiento: hay quien tiene que luchar con los niños, con los maridos, con las mujeres, y quien en el trabajo; en resumen todo es una lucha, pero si os queréis y os amáis entonces todo será más fácil.
Mis queridos hijos, no abandonéis nunca a Jesús Eucaristía, no abandonéis nunca a vuestros amigos, aunque os hagan sufrir, este es el momento de poner la otra mejilla. Mirad como está de reducida vuestra hermana, además de los grandes sufrimientos, ayer tenía 41 de fiebre. Está señalada por los estigmas que le producen tanto dolor, y aunque desaparecerán, el dolor permanecerá. De hecho los estigmas invisibles son mucho más dolorosos que los visibles. Orad por ella, ayudadla con la oración, y Dios os pagará por todo lo que hacéis.
Gracias. Emmanuel, ¿quieres mandarme un besito?. Yo te lo doy a ti, a Sara, a los pequeños que están en casa: Samuel y Jacobo, a David María y a todos los niños. Gracias.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Marisella, ¡que gran gracia has recibido, porque tienes a tu mamá en el Paraíso! Trata de estar más serena. Ve al estudio, trabaja y no tengas miedo. Te duele, ya lo sé, pero que sepas que ella está aquí conmigo, como ves, está siempre conmigo, junto a los dos pequeños.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Adiós mamá, adiós Nicolás, adiós Simón Pedro, adiós a todos.
Se ha ido, hoy también estaba mamá, pero no ha hablado.
Roma, 11 de enero de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - He comprendido lo que me has dicho. Quiero encomendarte a todos los enfermos. Durante el Magníficat, mientras me hablabas, tenía intención de encomendarte a todos los enfermos de espíritu y de cuerpo, tenemos muchos, tanto en la comunidad como fuera.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Sois muy pocos y, humanamente hablando, me viene el preguntarme: "¿Qué voy a hacer al lugar taumatúrgico? ¿Por qué no estoy en el Paraíso con mi Dios, con Jesús, con los ángeles y con los santos? ¿Por qué tengo que bajar en medio de un pequeñísimo rebaño?". Esto lo dice la naturaleza humana, porque sabéis que cuando estoy en la Tierra, soy una persona como vosotros y me vienen estos pensamientos. Después me digo a mi misma: "María, es tu deber ir al lugar taumatúrgico, incluso si sólo estuvieran presentes el Obispo y la vidente".
Marisa - Tú estás con nosotros dos todos los días, incluso más veces al día.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, a pesar de todo, siento el deseo de estar con vosotros. No tenéis que pensar que este largo período de abstinencia haya sido fácil para mí; tenía muchos deseos de estar con vosotros. ¿Hasta qué punto habéis sentido mi falta? Algunos la han sentido, otros no. Vosotros no podéis comprender cuan importante es mi venida en medio de vosotros. Yo vengo sólo a este lugar taumatúrgico y si no viniera ni siquiera aquí, mi misión estaría terminada.
Marisa - ¿Pero qué dices?. Tú ya estás en el Paraíso con Dios y gozas con los ángeles y los santos. ¡Mi misión no termina nunca!
Nuestra Señora - Tienes razón, hija mía, ¡tu misión es muy cruenta y dolorosa!.
Marisa - Habla de mí cuando estemos las dos solas, porque me haces avergonzar. Yo me averguenzo incluso de los estigmas; muchas veces te he dicho que los acepto, con tal de que sean invisibles. No hay necesidad de que los otros los vean.
Nuestra Señora - Mira que te dejo ver ahora.
Marisa - ¡El Bautismo de Jesús! ¡Qué hermoso!
Nuestra Señora - Las personas que estaban con Jesús no han oído a Dios Padre, ni han visto al Espíritu Santo. Pasó tiempo antes de que creyeran.
Marisa - Mis hermanos son audaces, porque no ven nada, sin embargo, creen en tu venida a este lugar taumatúrgico. En otros lugares las apariciones se han terminado, pero aquí continúas viniendo por nosotros, pequeñas criaturas. Esto quiere decir que el amor de Dios y tu amor son tan grandes que sobrepasan toda cosa. Nosotros continuamos esperando el gran día, pero quiero decirte mi preocupación: con todos estos masones que ocupan cada vez más lugares de mando, ¿cómo acabará la Iglesia?. Yo estoy dispuesta a sufrir, pero a veces me pregunto: "¿Por qué tengo que sufrir yo, una pobre e ignorante criatura? ¿Porque no coges a un sacerdote y le haces sufrir a él en mi lugar?". Yo estoy un poco cansada. Ahora, sin embargo, es mi humanidad la que habla, yo soy muy humana.
Nuestra Señora - Hija mía, la Iglesia se salvará justamente por tus sufrimientos
Marisa - Sí, pero ¿cuándo parto de este mundo?
Nuestra Señora - Dios te lo ha prometido y mantiene sus promesas, pero los tiempos de Dios no son vuestros tiempos.
Marisa - Nosotros estamos cansados de esperar.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, orad, amad, perdonad. Os doy las gracias por la adoración eucarística; hacedla a menudo, según el tiempo que tengáis y vuestro trabajo. No dejéis ni la Eucaristía ni la adoración eucarística solamente porque tenéis otros compromisos.
Marisa - Virgencita, me gustaría tanto saber pintar, hacer cuadros, sin embargo sólo soy capaz de hacer garabatos. Todo sumado, no soy buena para nada. La única cosa que conseguía hacer era cantar, pero ahora ni siquiera eso. Dios me lo ha cogido todo, no se que tenemos que hacer.
Nuestra Señora - Me gusta como estás hablando hoy, quiero que hables siempre así.
Marisa - ¿Así de tonta?
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, sostened esta misión, ayudad a estos dos hijos míos a llevarla adelante con serenidad, porque es muy, muy difícil. Cuando miran alrededor, no encuentran otra cosa que masones, masones, masones; hablo de sacerotes, de los hombres de la Iglesia. Así pues, a vosotros o pido que oréis, améis, perdonéis y hagáis adoración eucarística. No dejéis nunca la S. Comunión, a menos que hayáis pecado. Seguid adelante con serenidad. El grupo ha disminuido a causa de las fiestas y por el frío, aunque ahora nuestra basílica está caliente. A veces ponéis excusas para no venir y no habéis comprendido que mi venida a la Tierra ocurre sólo en este lugar taumatúrgico. Orad, orad a mi Hijo Jesús con todo el corazón.
Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los enfermos, a los que tienen que operarse, a los niños y a todas las mamás que esperan un niño.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi mando materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Marisella, todavía ves el Bautismo de Jesús. Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.
Marisa - Adiós. Lo he visto todo. Gracias.
¿No das un beso al Obispo? ¿Se lo das cuando está solo? Pero cuando
Nuestra Señora - Marisella, sé buena.
Marisa - Está bien, no digo nada más.
Roma, 15 de junio de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy ha habido un milagro muy importante: la sangre divina se ha posado sobre la sangre humana. ¡Os preguntaréis el por qué de este milagro tan grande! Porque estamos tratando por todos los medios de convertir a los hombres de cualquier nación y cualquier raza. Los Estados y la Iglesia tienen necesidad de conversión. Os preguntaréis todavía: ¿Por qué justamente esta pobre criatura tiene que sufrir por todos?". Dios la ha amado desde el seno materno, la ha escogido y la ha hecho suya. Cuando una persona es de Dios, le pertenece sólo a Él, es toda suya y no pertenece a ningún hombre de la Tierra; debe obediencia sólo a su director espiritual. El sufrimiento que padece cada día y cada noche, lo ofrece para la conversión de los hombres de la Tierra, por la conversión de todos los que se sienten grandes y poderosos y por vuestra resurrección.
A veces es difícil comprender lo que Dios quiere, lo sé, pero Marisella ha aceptado, desde la más tierna edad, ser toda de Dios y por esto sigue adelante con su misión. A veces ella puede llorar, a veces puede decir: "Mi Dios, ¿por qué me has abandonado?", a veces le salen lamentos, pero luego repite siempre su sí y de manera cada vez más generosa. Me gustaría tanto que aprendieseis de esta pobre criatura lo que significa sufrir por los otros, sufrir por los enfermos, por las conversiones de los pecadores, por los presos, y tantas otras personas que tienen necesidad de ayuda. Ella con Dios lo puede todo, porque Dios la guía y la lleva consigo. Muchas veces rezáis a los santos, rezad a la abuela Yolanda, para que lleguen las gracias, pero recordad que sólo Dios da las gracias y hace los milagros. Las personas que he nombrado pueden interceder, pero es Dios el que obra, es Dios el que lo hace todo, es Dios el que no quiere destruirlo todo porque tendría que declarar su fracaso, y esto no es posible. Si Dios quisiera, podría hacerlo todo inmediatamente, pero no quiere esto porque os ama, porque sois sus hijos y os ama con un amor inmenso a todos, incluso a los que Lo hacen sufrir, incluso a los que no aman a la Eucaristía o que no conocen la Eucaristía y no saben qué quiere decir pecar contra la Eucaristía.
Dios ha dicho: "Quiero hacer este nuevo milagro eucarístico por mis hijos". No podéis verlo porque vuestra hermana no puede bajar, ni podéis subir porque se haría demasiado tarde naturalmente, pero lo veréis cuando vuestro Obispo lo quiera.
Ánimo a todos, mis queridos hijos, incluso si sois pocos, responded a la llamada de Dios y yo estaré con vosotros siempre.
Marisa - Yo quería encomendarte a Rossana, María Marcelletti, y muchos otros enfermos que esperan tu ayuda, si quieres, pero que se haga siempre la voluntad de Dios.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la Madre os deja en buena compañía, os deja con Jesús Eucaristía. Cuando hagáis la S. Comunión en gracia, hablad con vuestro Jesús que está presente dentro de vosotros, pide vuestra ayuda y os ama inmensamente, como yo os amo, como vuestro Obispo os ama.
La sangre, aún hoy, ha salido de los estigmas de vuestra hermana, la fiebre le ha subido a 41; una vez se ha roto, además, el termómetro. Pero a vuestra hermana no le preocupa porque Dios le da la fuerza de aceptar, de soportarlo todo. Os digo también a vosotros: ánimo, no os dejéis llevar, invocad a Dios, invocad a su Hijo, invocad a la Madre de la Eucaristía, invocad a todos lo que han subido al cielo; como dice el pequeño Emmanuel: "La abuela Yolanda está arriba en el cielo con Jesús"; si puede decirlo un niño, ¿por qué no decirlo vosotros?
Os doy las gracias por vuestra presencia y rezo por vosotros junto a Marisella. Oramos mucho por vosotros y vosotros ni siquiera os dais cuenta. Nuestras oraciones son dirigidas a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo; nuestros cantos son dirigidos a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. Amaos, amaos siempre.
Sé que mañana habrá el encuentro de los adultos, os lo recomiendo: sinceridad, sencillez y mucho amor hacia todos.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. ¿Le das un besito a la Virgencita, Emmanuel?
Marisa - Nicolás y Simón Pedro son muy hermosos. Gracias, gracias por todo. Adiós. Espera ¿qué tengo que hacer?
Nuestra Señora - Lo que tenga que hacerse lo decidirá el Obispo, tu director espiritual.
Marisa - Cuando algo es difícil, se lo dejas siempre al Obispo.
Está bien, adiós.
Mensajes de Febrero de 2004
Roma, 15 de febrero de 2004 - h. 10:45 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. ¡Bienvenidos seáis todos! Es una gran alegría estar aquí en medio de vosotros y tener cerca a todos estos niños, sobretodo a la pequeña Mariasole. Meditad estas palabras: María, La Virgen; Sol, la Eucaristía. Mariasole será levantada hasta mí para que la bendiga delante de sus parientes, de los ángeles, de los santos y de todas las personas.
Marisa - Es pequeñita, ¿sabes? Mírala. Mira también a los padres, a los parientes y a los amigos. Pequeña flor, ¿estás contenta? Bendícenos a todos. ¿Le has dado un beso?
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, ver esta pequeña flor después de tantos sufrimientos es para mi una gran alegría. Sara, tu canta luego. Es una flor hermosísima que ha sido elevada y Dios en persona la ha bendecido. Los ángeles, los santos, la abuela, el hermanito y el primito han bendecido y besado a la pequeña Mariasole, otra flor de este invernadero. Ahora tenemos a Jacobo, Samuel, Emmanuel, Sara y Mariasole.
Marisa - Pronunciado por ti, el nombre es todavía más dulce. El tío se ríe un poco de ella.
Nuestra Señora - Pensad en las palabras que os he dicho: Mariasole, la Luna y el Sol; la Luna es María, La Virgen, el Sol es la Eucaristía.
Espero que durante el tiempo en el que mis dos hijitos han estado ausentes, hayáis orado y que hayáis orado con el corazón, y hayáis hecho una oración de paz y de perdón, una oración por todos los que sufren. Durante estos días he estado con mis hijitos y les he dado directivas; espero que sean mantenidas. Quiero haceros una recomendación y luego termino, porque los niños se pueden cansar; después de Jesús, María y san José, poned en primer lugar al Obispo. Recordad que la vidente vale sólo aquel cuarto de hora en el que estoy presente, pero es el Obispo ordenado por Dios, el Obispo de la Eucaristía el que tiene que sobresalir y estar en primer lugar. La vidente es como los otros, tiene sus defectos y sus imperfecciones. No es verdad que el Obispo sin la vidente no sería nada. El que ha dicho esto ha cometido un pecado gravísimo, porque no ha comprendido quien es verdaderamente el Obispo. No miréis al hombre y los defectos, que todos los hombres del mundo tienen, sólo Dios es perfecto; mirad, como he dicho tantos otras veces, si su amor es grande, si hace la corrección fraterna con amor para ayudaros a crecer y a llegar al Paraíso. Considerad a la vidente como una de vosotros y elevad al Obispo. Dios, que desde lo alto del cielo lo ve todo, os agradecerá el amor que demostréis hacia aquel que, después de Jesús, ha dato todo de sí mismo por las almas. ¡Oh, qué hermosa es la palabra "amor"! pensad en amaros todos.
Marisa - Virgencita, nosotros somos pobres criaturas, como tu has dicho, pero tratamos de poner en práctica todo lo que dices, de aceptar las llamadas de atención del Obispo y de volvernos buenos, valientes, y santos, como tu quieres, pero se requiere un poco de tiempo. Caminamos poco a poco, porque desde pequeños no hemos sido educados del mejor modo. Quizás estas pequeñas flores aquí presentes serán mejores que nosotros, porqué recibirán más que nosotros. Perdona nuestros errores, ámanos siempre y no nos abandones nunca. Ama sobretodo a estas flores: Jacobo, Samuel, Emmanuel, Sara y la pequeña Mariasole.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os doy las gracias por vuestra presencia, por la adoración que habéis hecho y de todas las oraciones que habéis elevado por estos dos hijos míos. Tenéis que orar por todos y que cada uno ore por el otro; entonces seréis felices y no cotillearéis más. No tenéis que tener miedo de nada y de nadie. Cuando alguno se equivoca, incluso si es el obispo, párroco o sacerdote, tiene que ser reprendido con amor y caridad; el que se equivoca tiene que ser corregido: esto enseña Mateo.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños presentes y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Se ha ido.
Roma, 19 de febrero de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Gracias, sobretodo por vuestra presencia, aunque seáis pocos, pero ya sabéis que incluso si hay dos o tres personas, cuando no me decepcionáis, yo vengo regularmente. No puedo dejar de venir, por tanto tratad de comportaros bien. El domingo hablamos largamente sobre el respeto debido al Obispo, pero aún no lo veo. Yo respetaba a mi amado esposo José: aunque era la Madre de Dios estaba sometida a él, lo amaba y lo ayudaba en cualquier trabajo, él hacía otro tanto conmigo, y juntos acogíamos al pequeño Jesús. Esto desearía de vosotros: que os ayudaseis mutuamente, que os quisierais y que os respetaseis el uno al otro. Recordad que el respeto se debe a toda persona, del más pequeño niño al más grande sacerdote, que es el Papa. Incluso los sacerdotes tienen necesidad de vuestra ayuda, tienen necesidad de ser corregidos, si luego no aceptan vuestra corrección, no importa, vosotros habéis hecho vuestro deber; esto es lo que Dios quiere. Defended a vuestro Obispo. Imaginad: un niño de ocho años ha dado testimonio, ha hablado de las apariciones de la Virgen, ha hablado del Obispo a su maestra. ¿Y vosotros tenéis el valor de hablar a las personas? La primera justificación que oigo es: "Me responde mal, ya no me habla y se aleja". No tiene importancia, yo siempre he dicho: "Dad testimonio, dad ejemplo, respetad a las personas, sobretodo a vuestro Obispo".
No quiero prolongarme más, porque además sé que esta tarde tenéis que profundizar sobre una hermosa carta de san Pablo, y también yo quiero escuchar al lado del Obispo. Si yo, la Madre de Dios, estoy al lado del Obispo, lo escucho y lo respeto, ¿por qué no tenéis que hacerlo también vosotros? ¿Por qué no releéis, no meditáis las cartas de Dios tan hermosas y llenas de amor? No leéis los libros de los mensajes, no leéis el giornalino, no leéis nada; no hablo de todos, cada uno tome para sí lo que estoy diciendo. Tenéis muchos dones, la catequesis, y el encuentro bíblico que hace vuestro Obispo, las cartas de Dios y el giornalino; pero no sabéis disfrutarlos. Habéis estado demasiado bien habituados, habéis recibido mucho más en comparación a las otras apariciones. Todo esto os ha hecho caer un poco abajo, no os habéis alegrado, no habéis gozado de todo lo que Dios os ha dado, especialmente los milagros eucarísticos. ¡Oh, si entendieseis cuán importantes son los milagros eucarísticos! ¡Cuántos han ocurrido! ¿Y el milagro que ha ocurrido en las manos de vuestro Obispo? Bastaría solo éste para convertiros, para estimularos a que os améis y os respetéis.
Ánimo, la Madre está siempre con vosotros y os ayuda, si queréis. Si no queréis ser ayudados basta que lo digáis y yo me iré a otro lado, de todos modos la vidente y el Obispo me ven siempre, yo estoy siempre con ellos. Excelencia, no me digas que aún no me has visto, porque me has visto estilizada y de otras formas. ¿Me quieres tocar, abrazar, besar?
Obispo - ¿Qué mal hay en ello?
Nuestra Señora - No hay nada de malo. Tú sabes cuanto amor por ti hay en el corazón de tu Madre, porque yo soy tu Madre y seré tu Madre por siempre.
Recuerdo lo que ha dicho Dios el domingo: habla a menudo; incluso cuando estéis en la mesa. Habla de espiritualidad, esto es muy hermoso.
A todos vosotros os digo: ánimo. Os repito una vez más: amaos, soportaos, quereos, sed todos hermanos y hermanas, no forméis pequeños grupos, sino que tenéis que ser una sola familia. Ahora os desvelo un pequeño secreto: muchas veces mis hijos juegan a "Quien quiere ser millonario", se divierten con mucha sencillez y luchan para llegar a ganar el millón que está muy alto y llegan a conseguirlo muy pocas veces. También vosotros tenéis que hacer lo mismo, luchad, seguid adelante, tratad de afianzaros hasta el fin para llegar a los mil millones, que sería Dios. Es hermoso también jugar santamente, jugar con sencillez, con alegría, porque ciertos juegos reabren la memoria y ayudan a recordar la lengua italiana, la historia y la geografía.
He querido daros un ejemplo, aunque quizás, un poco extraño, por mi manera de hablar, extraño pero no difícil; el que quiera entender que entienda.
A la noche pensáis enseguida en iros a acostar a la cama, sin embargo junto a la familia hablad de Dios, hablad de la Madre de la Eucaristía, jugad, un juego limpio, santo.
Gracias, mis queridos hijos. Escuchad bien la carta de S. Pablo de esta tarde, de todos modos sabéis que vuestro Obispo cada vez que abre la página dice: "Ah esta es hermosísima"; para él todo es hermosísimo. Han jugado también al Evangelio: el Obispo hacía las preguntas y los presentes respondían. "Oíd esta página, ¡que hermosa es!", decía el Obispo. Era bellísima, solo que no todos sabían responder. Para él todo es hermoso, todo es santo, todo es puro. Así tiene que ser también para vosotros. Gracias.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Adiós mamá, adiós Nicolás, adiós Simón Pedro.
Roma, 29 de febrero de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es una gran alegría para mí estar aquí en medio de vosotros. Os doy gracias por la adoración que hacéis, por el santo Rosario y por las oraciones que recitáis, incluso cuando estáis solos. Sabéis que donde están dos o tres personas orando, Jesús está allí; también vosotros, si podéis, orad con otras personas y Jesús os escuchará.
Como Madre, siento el deber de deciros que oréis por vuestra hermana, para que tenga la fuerza de soportar y aceptarlo todo. No podemos quitarle la pasión, que vivirá hasta su muerte, pero con vuestras oraciones la podéis atenuar un poquito. Orad, pero antes que nada, amad. A menudo digo a vuestra hermana: sufre, hija mía, y ofrece. Oh, las intenciones para sufrir y ofrecer son numerosas.
Muchas veces veo alguno que se lacera dentro viendo sufrir a mi querida Marisella. No tiene que hacerlo, porque Dios le da la fuerza de soportarlo todo. Amar consiste también en el aceptar esto que Dios pide a un alma; Dios la ha llamado para una gran misión y no puede volver atrás, pero le da la fuerza para soportarlo todo. Ya lo sé, te cansa el hablar, hija mía, pero está bien que los otros sepan, para que oren por ti.
No quiero prolongarme más, para no cansarte, pero quería solamente
Marisa - No te digo que leas la carta, porque ya la conoces, pero dale una fuerte bendición, para que pueda abrir algún corazón. Es una carta llena de amor y misericordia; no es ni siquiera larga, por lo que no pierden tiempo al leerla.
Me he olvidado de preguntarte una cosa: ¿te gusta el escudo?
Nuestra Señora - Claro, es original, es el más hermoso, a nosotros nos gusta.
Marisa - Entonces si os gusta a vosotros, también nos gusta muchísimo a nosotros, por lo demás me lo has hecho soñar tú.
Cuando bendigas todos los objetos sagrados, bendice también esta medallita sobre la que está impreso el rostro de mamá; Su Excelencia ya la ha bendecido.
Nuestra Señora - ¿Y no basta?
Marisa - Sí, pero estaría contenta si también la bendijeses tu, Jesús y todos los demás. Tengo que darle la vuelta, ¿está bien así?.
Nuestra Señora - Sí, y también es justo el pensamiento de Yari por tu mamá.
Marisa - No me lo esperaba, no se como dar las gracias a las personas que han querido hacer esto.
Ves mamá, ya eres importante, estás impresa en la medalla. Si puedes, ayúdame a sufrir y a soportarlo todo.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la Madre os tiene que dejar, porque tengo que volver junto al Padre y además no puedo cansar a vuestra hermana. Orad por ella, orad el uno por el otro y por vuestro santo Obispo.
Junto a mi querido santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Os lo ruego, como todos los años, dad lo mejor de vosotros mismos para festejar a vuestro Obispo, hacedlo todo con amor y os daréis cuenta como todo será fácil. Felicidades a todos.
Marisa - Adiós mamá, adiós Nicolás, adiós Simón Pedro.
Se ha ido.
Mensajes de Marzo de 2004
Roma, 4 de marzo de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - El 9 de marzo es el aniversario de la ordenación sacerdotal de vuestro obispo; él no quiere nada, sólo quiere oraciones, oraciones, oraciones.
Por tanto el 9, el que pueda, que venga a orar según sus intenciones. Mañana empieza la novena, siempre según sus intenciones y el 14 haréis la gran fiesta. Si vuestra hermana no está presente, tendréis que festejar igualmente a vuestro Obispo, aunque más que festejarlo querría que lo amaseis más, que lo respetaseis más. Alguno de vosotros no lo respeta, lo hace sufrir; y esto no es justo. Oh, si supierais como en otros lugares, el obispo es llevado hasta las estrellas, en alto, e incluso si toma decisiones o hace acciones que no gustan a las personas, es siempre el obispo, por eso es siempre estimado y venerado. En cambio, vosotros que tenéis un Obispo santo, todavía no lo respetáis ni amáis, aunque no todos, por fortuna.
Os ruego, que hagáis que ésta sea una fiesta de oración.
Tenga tantas recomendaciones que haceros, pero es bueno que escuchéis el encuentro bíblico, es muy hermoso, porque vuestro Obispo, de cada línea hace un poema. Ningún Obispo o sacerdote en el mundo, enseña la Biblia como vuestro Obispo.
Gracias, aunque sois pocos, por vuestra presencia.
Junto a mi santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Marisa - Oye, ¿puedo hacerte una pregunta?. Dile a mi madre que estamos un poco desilusionados porque cuando estaba en la tierra oraba por mí y por Su Excelencia, pero ahora no oímos sus oraciones.
Nuestra Señora - No digáis esto, vuestra madre está orando mucho por vosotros, porque también, su Excelencia, como dice ella, es su hijo.
Marisa - Mamá, perdóname, ora por nosotros; tenemos mucha necesidad. Hay un niñito cerca de la mamá, pero no consigo saber quién es. Está bien, no importa, porque lo importante es que los niños que mueren estén en el Paraíso contigo. Adiós.
Nuestra Señora - Adiós Sara.
Marisa - Trata de que esté bien, pobrecita, porque cada poco está bien, adiós. No os habéis ofendido si me he expresado en aquel modo, porque yo he dicho lo que tengo en el corazón. Ya que es necesario decir la verdad, yo he dicho la verdad. Adiós.
Se ha ido.
Roma, 6 de marzo de 2004 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es mi gran alegría estar junto a los niños que, sin embargo se han marchado para ir a jugar. Se han quedado las dos pequeñitas: Mariasole y Sara.
Yo, la Madre de todos, he venido para daros las gracias por la adoración eucarística que hicisteis ayer y por la novena que habéis iniciado por mi Obispo y vuestro; no todos podéis participar, pero el que pueda, que haga el pequeño sacrificio de venir aquí.
Dios Omnipotente está siempre dispuesto a realizar lo que ha prometido, pero como ya os he dicho, quiere salvar todavía a sacerdotes y hombres. Os habéis dado cuenta que el sexo continua, lo que le gusta al mundo es el sexo y los hombres se divierten hablando de un cierto modo.
Marisella, por desgracia ésta es la vida. Por otra parte, se está verificando lo que os he predicho: sacerdotes contra sacerdotes, obispos contra obispos, cardenales contra cardenales y el pobre Papa, si queremos decirlo así, está solo; el pobre Obispo, hablo de Mons. Claudio Gatti, está solo para luchar con los parientes, con la comunidad, con los jóvenes, además de con los hombres de la Iglesia.
Pero la comunidad y los jóvenes han dado un paso adelante; mientras que los parientes, por desgracia, permanecen firmes en sus posiciones. Como ha dicho vuestro Obispo, es bueno que yo calle incluso con Marisella, que ya no le cuente ciertas cosas, incluso si solamente las decía para ayudaros, para haceros comprender como se ha corrompido el mundo y lo malo que es. Vosotros sólo tenéis que tratar de amaros, de quereros, de ayudaros mutuamente.
No podéis ni siquiera imaginar lo que está sucediendo en el Paraíso por todo lo que está ocurriendo en el planeta Tierra. Vosotros, lo sabéis, habéis salvado muchas veces al Papa, cuando estaba en Francia y en otras naciones. Esta vez os tengo que decir que si el Papa está todavía vivo, lo debéis a vuestra hermana, porque ella, en el lejano 1981, ha puesto la mano delante del arma mortal para desviar el disparo y para salvar lo salvable.
Muchos se han adelantado, sosteniendo que han salvado al Papa, sin embargo ha sido simplemente una criatura, que en aquel momento, mandada por mí, en bilocación, ha alargado la mano para desviar la bala que habría herido mortalmente al Papa. Si Dios ha querido que Juan Pablo II continúe siendo Papa, habrá un motivo muy grande. Tenéis que comprenderlo cuando dice que quiere superar los años de los pontificados anteriores, se deja sentir la parte humana que hay en él, porque también él es un hombre y los hombres quieren ser siempre algo más que los otros; todos quieren triunfar. En cambio vosotros estáis cansados de luchar.
El largo llanto, Marisella, que has hecho esta noche y hoy, significa que tu vida es dura. Está cansada y enferma y no eres capaz de soportar tantas amarguras, desilusiones y sufrimientos. Pero quédate tranquila, hija mía, yo no te dirá nada más, antes hablaba solamente para ayudaros, para haceros comprender quien tenéis a vuestro lado, pero si esto tiene que reducirte a este estado, no diré nada más y si no te lo digo a ti, tampoco lo sabrá el Obispo y entonces estaréis mejor, aunque vuestro pensamiento volará siempre donde no debería.
Ánimo, continuad haciendo esta novena para el 14. Vuestro Obispo no quería hacer nada, pero yo he insistido, en nombre de Dios Padre. El martes haréis la fiesta espiritual y el 14 haréis una gran fiesta porque habrá personas venidas de fuera de Roma, pero será siempre una fiesta religiosa y nada más.
Habría querido tener alrededor mío a todos los niños, pero no está ni siquiera Sara. Tengo a la pequeña Mariasole, María Eucaristía.
Marisa - Te lo ruego, hazla crecer bien, sana, fuerte y haz que duerma por la noche.
Nuestra Señora - Ha vuelto la pequeña Sara, mientras que los otros grandecitos, Jacobo, Samuel, Emmanuel están jugando.
Os lo ruego, hijitos míos, orad sobre todo a la abuela Yolanda, porque está haciendo mucho, mucho por vosotros. Créelo.
Obispo - Gracias.
Marisa - Que te puedo decir, gracias, mamá.
Nuestra Señora - Sí, nosotros oramos y oramos mucho por vosotros.
Mis queridos hijos, estoy muy cerca de vosotros, pero tenéis que orar, no tenéis que discutir, litigar, sobresalir.
Marisa - Sí, lo veo todo, lo veo todo, pero si no nos ayudáis Adiós.
Roma, 7 de marzo de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Gracias porque me has esperado. No estoy nada bien: me has hecho vivir la pasión casi toda la noche.
Oye, Virgencita, hoy empieza el encuentro anual de los hermanos que hicieron la Misa con D. Claudio y hemos prometido que oraríamos por ellos. Te pido una bendición para estos hermanos, para que lleguen a la verdadera conversión; muchos son buenos, muchos creen en el Obispo pero tienen mucho miedo de quien tu sabes. Te los encomiendo a todos con todo el corazón, especialmente a los que hacen sufrir tanto.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os pido que oréis por los hermanos de vuestro Obispo que han sido ordenados sacerdotes junto a él. Vuestro Obispo está aquí con vosotros, mientras que sus hermanos, hoy y mañana, festejan juntos la ordenación sacerdotal; también él ha sido invitado, pero no puede ir el domingo y dejaros solos. Digamos que éste es el motivo.
Como ya os he dicho, las cartas de Dios se han terminado, pero Dios continuará mandándome para anunciaros lo que esperáis o bien para haceros algún reproche materno; creedme, cualquier reproche es hecho porque soy Madre y quien es madre puede comprender. Los reproches maternos sirven para corregir a las personas, para cambiarlas, para convertirlas; esto es lo que yo espero de todos vosotros. Ha habido en vosotros un pequeño cambio, haced que se convierta en grande, quizás exagero, como el ojo de Dios que ve por todas partes. Qué grandes y hermosas son la paciencia y la calma de Dios.
Estáis sufriendo, pero también nosotros sufrimos y tratamos de salvar aún a los sacerdotes. Vosotros sabéis bien, porque leéis los periódicos, cuantos sacerdotes no están en orden. Dios no quiere declararse fracasado, no por orgullo, sino porque quiere convertir a sus sacerdotes, porque todos son nuestros predilectos. Por esto ha llamado a dos palomas: a una le ha dado el sufrimiento físico y moral, y a la otra el sufrimiento moral, para que ofrezcan todo esto para los sacerdotes, aunque a veces lloran y querrían retirarse; vosotros orad por ellos.
Os lo ruego, haced la novena, festejad el 9 de marzo, que es el día en el que ha sido ordenado sacerdote vuestro Obispo. El 14 de marzo haréis una gran fiesta.
Gracias por lo que hacéis, por la adoración eucarística, por el amor que demostráis a mi hijo Jesús. Aprended a decir gracias cuando hago los reproches maternos, porque, recordad, provienen siempre de Dios.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Beso a todos los niños junto a mi Obispo y vuestro, porque son también sus niños. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Quería preguntarte: ¿la pasión continúa también hoy?
Nuestra Señora - No a todas las horas, pero sí a intervalos durante el día. Ya lo sé, Marisella
Marisa - No te pido que no me la hagas tener, te pido solamente que estés a mi lado, que me des fuerza y que me mandes a mi madre, porque de otro modo no puedo, estoy muy cansada. Gracias, adiós.
Adiós, mama, adiós, pequeñitos.
Se han ido todos.
Roma, 9 de marzo de 2004 - h.7:15 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Aleluya por esta gran fiesta, aunque no todos han respondido a una llamada tan grande. Espero que el 14 sea una fiesta sentida por todos. Cuarenta y un años de sacerdocio de vuestro Obispo son algo tan grande que vosotros no lo podéis ni siquiera imaginar.
Vuestra hermana esta mañana, mientras no era capaz de dormir por diversos motivos, ha pedido gracias particulares para el Obispo, pero ya conocía la respuesta, sabía que Dios les había dicho: "Tened todavía paciencia, espero otras conversiones, porque si actuase ahora no estaría contento, lloraría, sufriría y sería un fracasado". Vuestro Obispo no es un fracasado, porque él, delante de Dios, delante del Paraíso, ha hecho siempre todo lo posible para ayudar a las almas y si alguno lo ha calumniado y difamado, peor para él. Recordad, y no lo olvidéis nunca, que existe el infierno, el purgatorio y el paraíso. El purgatorio es un paso hacia el paraíso, el infierno es definitivo. Sabéis perfectamente que el que calumnia y difama comete un pecado mortal y si Comulga sin confesarse, comete un sacrilegio. Yo, como Madre, admiro al Obispo, que ha hecho todo lo posible por las almas, por los sacerdotes, por los obispos y por los cardenales, por los laicos y por los jóvenes: a cada alma le ha dado todo su amor y tiene que continuar dándolo, hasta que no lleguen otras conversiones.
Vosotros sabéis también que su triunfo coincidirá con la muerte de vuestra hermana; espero que ninguno diga: "Esperemos que muera pronto".
Marisa - Aunque si lo dicen, no me importa, estoy contenta.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la Madre os da las gracias por vuestra presencia y por vuestro amor hacia el Obispo. Pensad: cada noche vuestra hermana sube al calvario y a veces incluso también de día; los dolores se multiplican, los sufrimientos crecen y ella lo ofrece todo por el Obispo y repito lo que ha dicho siempre la abuela Yolanda: "Por la comunidad". Ha orado mucho por la pequeña Elisa, por los muchachos, por los adultos, por todos, incluso aunque no todos responden a la llamada y todavía hay quien continúa estando con la cabeza por el aire, pensado en si misma, recogiéndose en sí misma. También hoy, que es una fiesta más grande que la del 14, porque es el día de la ordenación sacerdotal del obispo, Marisella ha sufrido la indiferencia, la insensibilidad y la dureza de corazón. En vuestras posibilidades tratad de amar siempre y veréis que al final también vosotros seréis felices.
Todos juntos demos gloria a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, demos gloria al Obispo y cantemos aleluya por su gran fiesta.
Junto a todo el paraíso y al Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos; bendigo a los niños presentes y los no presentes y un beso de parte de mi corazón de Madre. Os traigo a todos juntos a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Marisella, se que te cuesta ponerte el oxígeno, se que te cuesto no poder cantar; también ahora sufre y ofrece, esto lo tienes que recordar siempre.
Excelencia, de tu Madre del Cielo, felicidades y aleluya.
Marisa - ¡Felicidades, Excelencia!
Obispo - Gracias.
Roma, 14 de marzo de 2004 - h. 11:10 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Si cada alma magnificase al Señor, todo sería más hermoso, no sucederían tantas desgracias y muchos hombres no serían malos.
Doy un gracias a todos por lo que habéis preparado para la fiesta, aunque si alguna vez no sois capaces de hacer lo que Obispo os dice. Tratad de ser más despiertos, no hagáis como los apóstoles que se durmieron. La Madre os da las gracias y con el corazón grita aleluya por esta gran fiesta del sacerdote, del Obispo, que abarca a todos los sacerdotes que aman a la Eucaristía, que son verdaderamente llamados al orden sacerdotal; porque algunos se han convertidos en sacerdotes por interés, para no volver al propio país, a su casa y éstos no son verdaderos sacerdotes; por esto os invito siempre a orar por los sacerdotes.
En esta jornada la oración no tiene que terminar solamente aquí, sino que tiene que continuar en vuestras casas. Recitad cada poco un Padre Nuestra un Ave María y un Gloria al Padre por vuestro Obispo. Creedme, ahora más que nunca está viviendo también é la pasión invisible: tiene muchos sufrimientos morales. Pero tengo que deciros también que sus compañeros de seminario, el 7 y el 8 de marzo han orado por él, excepto dos o tres que forman parte de la masonería. Algunos también han llorado, porque querían que estuviera con ellos, pero llegará el tiempo de vuestro Obispo, y cuando llegue, no todos sus hermanos entrarán en este lugar taumatúrgico, como no todos entrarán en el Reino del Cielo. Sed valientes.
¿Habéis comprendido cuán probada está vuestra hermana en todos los sentidos? Para ella participar en al S. Misa y no poder cantar es duro y difícil, pero ofrece esto por el Obispo, por su triunfo, para su gloria. Querría deciros sonriendo: ¡id todos deprisa al paraíso!. Vosotros jóvenes, todavía no, tenéis que estar en la Tierra, tenéis que trabajar, pero cuantos más años pasan, os encuentro un poco atontados, como dicen en Roma.
Marisa - Por no decir chocheando
Nuestra Señora - Sois desmemoriados, no recordáis las cosas y esto no es bonito, porque no ayudáis al Obispo, mas bien lo cansáis e incluso un poco, lo hacéis enfadar, porque le disgusta daros una disposición y no la hacéis; recientemente ha dado un encargo a cinco jóvenes y a un adulto, pero ninguno se ha acordado de hacer cuanto ha pedido. Esto hace daño, hace sufrir y entonces el Obispo dice: "Me siento solo, no tengo a ninguno, ni a sacerdotes ni siquiera los jóvenes, porque tienen la cabeza entre las nubes, piensan en sí mismos y no piensan que yo necesito ser ayudado".
Tenía que haceros este reproche materno, hijos míos; creedme, lo he hecho porque la Madre os ama a todos, pero tratar de despertaros, os lo repito, no hagáis como los apóstoles que, mientras Jesús oraba y sufría, dormían. Sed apóstoles fuertes; vuestro Obispo os da ejemplo en todo; no digo que seáis como él, porque como su molde, ya no hay, pero tratad de dar más y ayudarlo.
De todos modos o doy las gracias por todo lo que habéis hecho, todo es hermoso y limpio y Jesús, yo y mi amado esposo estamos contentos. Ahora todos los ángeles y los Santos están descendiendo del Cielo y tu madre, Nicolás y Simón Pedro están a mi alrededor.
Marisa - Sabes, mamá, Su Excelencia se he encomendado mucho a ti y ha pedido muchas gracias. Tu ve a llamar a la puerta ante de Dios, llama, llama!. ¿Pero cuántas veces necesita que llamemos a Dios?. ¿Tantas veces como perdonar? ¿Setenta veces siete? ¿Cuántas veces es necesario llamar a Dios para que nos ayude?. ¿Setenta veces siete?. Por lo tanto, siempre.
Nuestra Señora - Gracias por los besos, gracias a todos.
Marisa - Adiós, pequeños; adiós, mamá; te lo ruego, ayúdanos también tu, lo necesitamos mucho. ¿Sabes qué he dicho a Padre Pío?. Le he dicho: "Cuando estabas encerrado en tu habitación de la que no te has movido nunca, has dado muchas gracias, pero ahora que estás muerto y está en el paraíso y puede hacer más, ¿Por qué no las haces?. ¿Todos los que van al Paraíso ya no dan más gracias?". Así se lo he dicho a san Padre Pío y así se lo he dicho a mi madre: "Antes orabas por esto y por lo otro y estaba bien, pero ahora que pido sólo por el Obispo, no ocurre nada". No me importa nada de mi, de todos modos solo valgo un cuarto de hora; no me dejas ni siquiera cantar más y sabes cuanto me gusta, me has quitado también el canto.
Está bien, os doy las gracias a todos por vuestra presencia, el Paraíso esta aquí con nosotros, ayudadnos, lo necesitamos mucho; ayudad al Papa, haced que haga la voluntad de Dios. Gracias.
Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Mano un beso a todos los niños; os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
Roma, 18 de marzo de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es siempre con gran alegría que vengo aquí, en medio de vosotros; esta vez he venido para suplicaros que oréis por la paz. Los terroristas están masacrando a las personas por todas partes y es fácil que lleguen también a Italia, como han llegado a otras naciones. No tenéis que sentiros nunca tranquilos, tenéis que orar y no preocuparos de si aquello que hace una persona está bien o está mal, chismorrear y criticar. Pensad en orar para que llegue la paz en todo el mundo.-Los conflictos están empeorando de día en día, incluso en Kosovo han vuelto a bombardear, pero lo que hacen los terroristas es tan grave que es para llorar de la mañana a la tarde y para orar de la mañana a la tarde, porque éstos no se preocupan de a quien golpean, matan a niños, ancianos, mujeres, matan con mucha facilidad a quien quiera que sea. Por esto os digo: no miréis nunca la paja en el ojo del hermano cuando vosotros tenéis una viga, sino más bien orad por la paz. Quizás todavía no os habéis dado cuenta cuán terrible es este momento, pero si ponéis todo vuestro empeño y continuáis orando, Dios os escuchará como os ha escuchado muchas veces, y ésta vez es la más importante de todas para ser escuchados. Yo estoy con vosotros y oro con vosotros: donde dos o más están en oración en mi nombre, yo estoy en medio de ellos: es Jesús el que ha dicho esto. Orad incluso cuando hacéis las faenas de casa, cuando cocináis, cuando hacéis otras cosas, hacedlo con amor y poned la intención de la paz en el mundo. Vosotros no podéis imaginar cuanto está sufriendo vuestra hermana por todo esto, pero sobre todo por la paz en el mundo. Vosotros esperáis el triunfo y tenéis razón, pero como podéis tener el triunfo, cuando millares y millares de persona mueren, son asesinadas bárbaramente, especialmente los niños, las mujeres, los ancianos, por tanto orad por el triunfo, pero sobre todo por la paz. Gracias, la Madre os da las gracias si oráis, incluso mientras trabajáis podéis orar. Yo estaré con vosotros y oraré junto a vosotros. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
(Marisa se quita el micrófono)
Nuestra Señora - No puedo felicitar delante de todos, porque brotan los celos, pero el 15 he pensado mucho en la pequeña Sara, y he orado por ella, por Mariasole, por Samuel, por Emmanuel, por Jacobo, por Davide Maria, por Elisa y por todos los niños. Adiós.
Roma, 19 de marzo de 2004 - h. 7:10 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, es vuestra Madre la que os habla. Estoy aquí con mi amado esposo José, al cual Dios ha ordenado que hable. Yo, como hace tantas veces mi amado esposo, me quedo detrás con el pequeño Jesús y dejo el primer lugar a mi amado esposo José.
San José - No, mi amada esposa, quédate junto a mi, tu sabes que soy sencillo y humilde y me das fuerza y valor, si estás a mi lado. El mensaje de Dios no es distinto del que la Madre os dio ayer, que, desgraciadamente, no habéis oído, pero que el Obispo os ha repetido. Había una invitación a la oración, a ofrecer la jornada por la paz en el mundo. Los terroristas continúan haciendo la guerra, y los hombres de la Iglesia se desentienden, los poderosos hablan, hablan sin acabar nunca. Os digo a vosotros, pequeño rebaño, pero vale para todo el mundo, que oréis, ayunad, haced adoración eucarística y practicad un poco de penitencia, para que la paz reine en este mundo y la venida de Jesús a la Tierra no sea un fracaso completo. ¿Cuántas veces Dios ha dicho: "Yo, que he creado el mundo, tengo que decir que he fracasado?"
Repito lo que ha dicho ayer la Madre: no miréis la paja en el ojo de vuestro hermano, sino más bien tratad de amaros y de orar. Vosotros esperáis con ansia el triunfo. Todos, también nosotros lo esperamos; pero ¿cómo puede llegar si hay guerra y si hay terroristas en todo el mundo, si hay odio entre las familias y entre los padres e hijos?
Vosotros tenéis razón, porque oráis y hacéis adoración; aunque hay todavía entre vosotros nubes que dan vueltas, e incluso hay también algún chismorreo. Orad, pero antes de orar, como dice Jesús, aprended a amar.
Dios os pide sobretodo a vosotros, pequeño rebaño, que oréis por la paz en el mundo. No ha ido a pedirlo a las masas de personas que se recogen en los santuarios o se acercan al Santo padre. Vosotros os sentís, todavía tranquilos, porque vuestra Italia no ha sido todavía tocada, pero cuidado, los terroristas están tratando de entrar también en Italia. Solo después que los terroristas habrán cumplido los atentados, las personas se arrodillarán y arrastrarán las rodillas hasta el altar donde está Jesús para pedir ayuda. Sabed que los terrositas no respetan a nadie, matan niños, jóvenes, mujeres, ancianos. Golpean donde pueden y con preferencia justo donde hay niños, mujeres y personas ancianas.
Que reine la paz, depende sobretodo de vosotros, justamente porque sois un pequeño rebaño. Pero os lo ruego: cambiad, sed cada vez más buenos, comprensivos, amaos el uno al otro como Jesús ha amado a todos y ha dado todo de sí mismo a todos.
Yo, humilde José, he tenido la fortuna de tomar por esposa a la Madre de Jesús. Hoy Dios me ha dejado la tarea de daros este mensaje, que es igual que el de ayer. Si amáis, si os queréis, si os ayudáis mutuamente, la paz llegará, y con la paz llegará también vuestro triunfo.
Yo José, que vosotros me llamáis san José, soy muy amado por vuestro Obispo, junto a la Madre de la Eucaristía os bendigo a todos con todo el corazón.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os traigo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Permitidme que, como Madre, dé un beso a los niños.
Marisa - Gracias.
¿Cuándo me devuelves la voz?. Adiós.
Se han ido todos, también Nuestra Señora, San José y el niño Jesús.
Obispo - ¿En procesión?
Marisa - Estaba lleno, lleno de ángeles, de santos, de almas salvadas y de Papas.
Roma, 21 de marzo de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Os invito a invocar a mi Hijo Jesús, el buen pastor. Vosotros sois sus ovejitas y Él es el buen pastor; dirigíos a Él en cada necesidad vuestra y, si es voluntad de Dios, os concederá la gracia. Aquí se han concedido muchas ayudas y se han hecho muchos milagros que no todos conocen. Todo esto es debido al gran amor de vuestra hermana; os ama mucho a todos, incluso los que la hacen sufrir. Os invito a que cada día digáis: "Jesús, buen pastor, ayúdanos, pobres ovejitas" y veréis que seréis más fuertes, más valientes y más sensibles al sufrimiento del prójimo, porque a veces falta la sensibilidad hacia el que sufre. No me obliguéis a repetir siempre las mismas recomendaciones: sinceridad, humildad, sencillez, sensibilidad, amor, el gran amor que lo abarca todo. Si os amáis, como mi Jesús os ama, os daréis cuenta como todo será fácil, incluso si encontráis dificultades y sufrimientos.
Os amo, mis queridos hijos, pequeños y grandes, no hago distinciones. Como he dicho muchas veces, orad, para que la guerra termine, no aumente y llegue a todas las naciones.
Se que os pido a vosotros muchas obligaciones: la oración, el ayuna, el sufrimiento y la penitencia. Pned atención: por razones de salud no todos pueden hacer el ayuno, pero pueden hacer pequeños sacrificios, florilegios, orar; es suficiente elevar un Padre Nuestro al Cielo cada tanto. Si miráis el reloj, recitar un Padre Nuestro requiere un minuto, pero habréis hablado con Dios.
Solamente sobre el ayuno dejo a vosotros la decisión, porque hay quien no está bien, toma muchos medicamentos y no puede hacerlo, pero algún florilegio o sacrificio podéis hacerlo, todos especialmente los jóvenes.
Hay todavía alguno que deja que desear, porque piensa en sí mismo, no tiene humildad, sencillez, sensibilidad ni sinceridad. Traiciona a la que llama mamá; esto no es bonito. Mamá es la palabra más grande y más hermosa que pronunciáis: también la palabra papá es hermosa.
Escuchad estas humildes y sencillas cartas que Dios os manda; no son difíciles, ni se expresan como los grandes teólogos que dicen palabras grandes y no se comprende nunca que quieren decir. La verdadera teología es aquella que Dios comunica cada vez que me confía su carta. Gracias.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Emmanuel, ¿le mandas un besito a la Virgencita?. Gracias, tesoro. Buen domingo a todos. Felicidades a la pequeña Mariasole que ha cumplido sus dos primeros meses; los niños cuando son pequeñitos se han de festejar más a menudo.
Marisa - ¿Tu qué entiendes por festejar?
Nuestra Señora - Tú lo sabes, Marisella.
Marisa - Está bien, como quieras. Adiós.
Nuestra Señora - Dale un beso a Mariasole. Felicidades.
Marisa - Adiós. Se ha ido, Excelencia. A ti no te ha dicho nada, pero a nosotros nos lo ha dicho todo.
Roma, 25 de marzo de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy es la fiesta de la Anunciación, cuando apareció el ángel y me dijo: "Vas a concebir en el seno y vas a dar a luz a un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado hijo del Altísimo"
Este amor grande que Dios ha mostrado al darme a su Hijo Jesús a mi, María, que ya llaman Madre de la Eucaristía en todo el mundo, es un grandísimo milagro. Vosotros decís que no hay milagros, cuando ha habido tantos y tantos.
El ángel, después que me dijo que me convertiría en la Madre de Dios, se arrodilló porque el niño estaba en mi seno. Me dijo también que mi prima Isabel, que ya era avanzada en edad, había concebido un hijo. Estos son milagros grandes, todos estos niños son milagros.
Hay tantas enfermedades, tantas personas que llaman aquí, que desean y esperan la gracia, pero mis queridos hijos, Dios no puede dar la gracia a todo el que la pide, esta ha sido siempre la voluntad de Dios. Vuestra hermana ha hecho siempre la voluntad de Dios.
(Mariasole llora)
Nuestra Señora - Ha sido incluso demasiado bueno. Sara no llora, Emmanuel duerme. Os pido, mis queridos hijos, comos siempre, que os améis mutuamente, que os ayudéis mutuamente.
Hay un pecado que me duele y duele a mis queridos hijos: recibir a Jesús sin estar en gracia, hacer el sacrilegio con mucha facilitad; este pecado está matando al Obispo y a vuestra hermana. Echar a estas personas significa echarlas al infierno, pero tenerlas dentro es duro, es difícil y hace sufrir todavía más.
Marisa - ¿Qué tenemos que hacer?
Nuestra Señora - Es fácil comprenderlo: echarlas significa echarlas al infierno, en las manos del demonio. Haced todo lo posible por ayudarlas.
Marisa - Nosotros las hemos ayudado siempre, les hemos dado siempre ánimos.
Nuestra Señora - Tu y yo hablaremos a solas de estas cuestión. Ahora deja que el pequeño grupo, el pequeño cenáculo, la pequeña comunidad, como la llama la abuela Yolanda, goce de este día de fiesta. Yo soy la Madre de Dios y vosotros sois hijos de Dios, pero para quien no se comporta bien, el infierno está abierto y las puertas de Paraíso están cerradas.
Os lo recomiendo: no pequéis, pero sobretodo no recibáis a Jesús si estáis en pecado. Una vez más me repito: ayudad a mis dos hijos, ayudadlos. Hoy haced una S. Misa más solemne, ya que es fiesta grande en el paraíso, es la fiesta de la Madre de Dios, de los ángeles, de los santos y de todas las personas que están salvadas. Gracias.
Todas las veces os hago recomendaciones, pero no todos las observan, por fortuna son muy pocos los que no las observan. Si conseguís vivir en gracia, a no ofender a Dios, os espera el Paraíso. No os preocupéis, no enseguida, porque los jóvenes tiene miedo de morir. Cuando hablo del Paraíso no hablo de la edad, hablo solamente del amor hacia Dios. Ánimo, Excelencia, se que estás sufriendo muchísimo, cada día tienes una pena, una sufrimiento grande. Esta Iglesia sobre tus espaldas te está destruyendo, pero como has dicho hoy al final las situaciones cambiarán. Si las guerras continúan Dios se cansará y pensará en lo que ha de hacer. Como has dicho una vez: se requeriría el segundo castigo universal para cambiar a los hombres. De todos modos es mi fiesta y las felicitaciones que me hacéis yo os las devuelvo a vosotros. Felicidades a todos. Junto a mi Obispo y vuestro o bendigo, a vuestros seres queridos. Un beso a todos los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, adiós mamá, adiós pequeñitos. Está bien. Sí.
Se ha ido.
Roma, 28 de marzo de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. También hoy vuestra madre está aquí en medio de vosotros y ha orado con vosotros. Vosotros esperáis los tiempos que Dios ha prometido: también yo los espero. Cuando vengo a la Tierra sufro como vosotros y me disgusta que también vosotros, pequeño rebaño, antes de gozar del triunfo tengáis que esperar la conversión de los hombres. Yo soy vuestra madre, la Madre de la Eucaristía y, como bien sabéis, aparezco solo en este lugar. Desgraciadamente alguno se ha apropiado de este título, escondiéndose tras el Santo Padre. Los otros repiten todo lo que vuestro Obispo dice y continúan cogiendo todas sus ideas y sus hermosas palabras. Las hermanas que han cogido el título Madre de la Eucaristía, sostienen que está contenido en las enseñanzas de Juan Pablo II para quitaros de en medio a vosotros. Vuestro sitio en Internet es accesible a todos y cualquiera puede coger lo que quiere. Ellas sostienen que han fundado la congregación por voluntad de Dios en 1997; vosotros habéis iniciado a escribir en el sitio en 1996 y la Virgen, como Madre de la Eucaristía, se ha presentado a vosotros en 1989; en el sitio está todo esto. Yo estoy aquí con vosotros y no me aparezco en ningún otro lugar, pero las personas tratan de pellizcar aquí y allá para poder ser alguien y han fundado además una congregación religiosa con mi título.
Yo os reprocho el hecho que si hubieseis estado más unidos y os hubieseis amado más, habríais podido fundar también vosotros una congregación. Pueden formar parte de una congregación no sólo las hermanas, sino también los laicos, personas libres que puedan consagrarse a Dios y formar una congregación laica. Me he preguntado muchas veces: cuando hablo, doy sugerencias o hago reproches, ¿vosotros escucháis o estáis solo presentes? Otra vez ya os he hablado de formar un grupo de laicos comprometidos y, creedme, el compromiso pedido no habría sido muy grande. Formad también vosotros una congregación de laicos, tanto de jóvenes como de adultos. ¿Qué os cuesta ir al Obispo y decirle: "Yo me quiero preparar para formar parte de esta congregación?". Cuando hablo no siempre soy escuchada, y una vez fuera de aquí no recordáis nada y habláis de todo lo demás. Sin embargo hablad de las cartas de Dios y os daréis cuenta que si Dios dice esto quiere decir que os ama, a pesar de todo lo que puede suceder. Quiero ver si alguno de vosotros ha comprendido cuando he dicho y es capas de ponerlo en práctica. También quien tiene familia, también quien es anciano puede convertirse en miembro de la congregación laica.
Cuando hablo me parece que soy sencilla, como soy sencilla cuando hablo a vuestra hermana; yo me adapto a ella, y si comprende ella tenéis que comprender también vosotros. El amor que Dios os ha dado es muy grande, muy inmenso, que podéis dar al menos tres, cuatro, cinco veces más de lo que dais. Si alguno, como ya he dicho otras veces, no comprende, que no hable con los otros, sino que vaya al Obispo, porqué hablar entre vosotros no os hace comprender nada de lo que la Virgencita ha dicho. Quereos siempre mucho.
Se que los milagros eucarísticos son muchísimo, sean los que tienen sangre o los que no tienen y recordarlos todos, comprendo perfectamente, que es difícil, pero si alguno ya ha hecho un calendario, ¿por qué no hace otros y los distribuye a los miembros de la comunidad?
Marisa - Yo lo quiero, porque es difícil recordar todos los milagros, pero si continuamos orando y no recordamos los milagros, Jesús está contento lo mismo; lo importante es orar.
Nuestra Señora - Gracias por vuestra presencia. Los que trabajan con el giornalino que sean más autónomos. Casi todos sois licenciados, no vayáis a preguntar al Obispo cada pequeña cosa. El giornalino es muy pedido y ha hecho mucho bien, pero el que trabaja más es vuestro Obispo. Os lo ruego, no os ofendáis, pero dad cada vez más; cada día tiene que haber un empuje para continuar siempre adelante. Gracias.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a todos los niños y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós.
Mensajes de Abril de 2004
Roma, 1 de abril de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo. Mis queridos hijos, el encuentro bíblico tiene ahora una menor participación de personas. No todos han comprendido aún cuan importante es conocer la Palabra de Dios.
El domingo os invité a fundar una Congregación. No es necesario, al menos por el momento, que haya sacerdotes y hermanas, porque a éstos les han prohibido que vengan al lugar taumatúrgico, es suficiente que haya laicos dispuestos a formar esta Congregación que tiene como cabeza a vuestro Obispo. El que quiera, puede entrar a formar parte de la Congregación, dando su consentimiento.
Tengo que reprocharos algo que me duele un poco: vosotros no os movéis, no tomáis iniciativas, no favorecéis la unión de trabajo con el Obispo. En tantos otros lugares donde yo, por añadidura, ya no me aparezco, fundan congregaciones, forman grupos de oración, están dispuestos a ir por todas partes; incluso donde a veces son tratados mal. Esto no os tiene que detener, porque han tratado mal a mi Hijo Jesús, después que había hecho tantos milagros; además ha sido maltratado justamente por los que habían recibido los milagros. Tengo la impresión de que estáis un poco dormidos. Venís aquí de buena gana, pero no vais más allá, no ayudáis ni sostenéis a vuestro Obispo. Por el contrario, tendríais que decir: "¡Este pobre padre no tiene ni sacerdotes ni hermanas, hagamos nosotros alguna cosa, ayudémosle!".
Si os he dicho que fundéis una Congregación, quiere decir que podéis hacerlo; claro que no todos pueden formar parte. En vuestro corazón sentiréis la llamada de Jesús. Fundad la Congregación con vuestro Obispo por cabeza y poco a poco veréis que llegarán también otras personas. ¿Pensáis que los que forman una Congregación no tienen trabajo, no estudian, no tienen familia? Oh, sí que la tienen, pero se ayudan unos a otros, y para llevar adelante los trabajos se turnan. He notado también que estáis siempre cansados, parece casi como si solo trabajarais sólo vosotros, sin embargo todos trabajan para comer. Hay personas que mueren porque no tienen trabajo; mirad lo que ocurre en Mozambique. Mueren, porque no tienen trabajo, no tienen medicinas, no tienen doctores. Mueren centenares de millares de personas al mes, especialmente los niños.
A vosotros, ¿qué os cuesta decir: "Excelencia, quiero entrar a formar parte de la Congregación?". No tenéis que venir aquí solo para escuchar. Si alguno quiere hacer alguna cosa no tiene que tener crisis, no tiene que tener miedo, sino llevar a buen término con serenidad lo que ha emprendido.
Espero haber sido capaz de haceros comprender lo que he dicho. Os quiero más fuertes y valientes. Mirad qué fuertes son los miembros de otras religiones, siguen adelante sin temor. Vosotros os habéis parado en este pequeño lugar, declarado taumatúrgico por Dios y no hacéis nada más. Preparáis el altar y arregláis la iglesia cuando hay alguna fiesta y estáis dispuestos a venir para ayudar a mis dos pobres hijos, pero tenéis que dar testimonio en otros lugares. No se requiere mucho para decir: "Jesús, ayúdame, haz que yo también pueda formar parte de la Congregación". Se necesitan sacerdotes y hermanas, pero también los laicos; el Papa mismo cuenta con los laicos, cuenta con los jóvenes de Italia y del extranjero. Bailan, interpretan cantos profanos, pronuncian discursos conmovedores, pero no oran, no participan en la S. Misa, no escuchan la Palabra de Dios. Para estos jóvenes, es fácil venir: tienen el viaje pagado y comida gratis. Pero faltan a la oración, a la S. Comunión y a la S. Confesión. Esta tarde, durante el encuentro de los jóvenes transmitido por la televisión, después de mucha espera, ha entrado el Santo Padre, que se ha limitado a hacer el signo de la cruz y no ha hecho lo que yo he recomendado en mis mensajes. Si no lo recordáis, releed el primer libro. Cada día leed una página de los mensajes, requerirá uno o dos minutos. ¿Es posible que esto os detenga?
Ánimo, os quiero fuertes, vuestro Obispo y la vidente os dan ejemplo. A pesar de los dolores, a pesar de la pasión, a pesar de todos los sufrimientos morales, vuestra hermana ha insistido en bajar, aunque su doctor se lo había desaconsejado a causa del bronco espasmo. No podéis comprender cuan dolorosa y cuan dura es la pasión que vive, y, a pesar de todo, es capaz de hablar con quien quiere hablar con ella.
Esta tarde ha dicho con gran fuerza y valor: "Excelencia, yo también quiero bajar". Ha demostrado tener valor y fuerza para estar en medio de vosotros, sobretodo para haceros comprender la importancia de formar la Congregación. Vosotros esperáis lo que Dios ha prometido, pero en el fondo, ¿qué deseáis? ¿la satisfacción por la victoria? La victoria llegará, pero tenéis que esforzaros más y dar mas testimonio.
Mis queridos hijos, soy vuestra Madre, os quiero y hablo de este modo porque os amo, os amo, os amo; haced otro tanto vosotros también. Gracias.
Como siempre, escuchad la S. Misa y Comulgad en gracia. Después escuchad lo que el Obispo tiene que deciros, yo estaré a su lado.
Gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados.
(Marisa enseña los objetos sagrados para que los bendiga)
Marisa - Virgencita mía, me hacen tanto daño las manos que no puedo sostener las medallas.
Nuestra Señora - Haz las cosas con calma, Marisella, coge las medallas con las dos manos, porque quiero que Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, las bendigan y las vean sus nietos y todas las personas que están en el Paraíso.
Marisa - Lo hago todo con calma.
Nuestra Señora - Tengo que dar las gracia a la que ha tenido la idea de hacer estas medallas, ha sido verdaderamente estupendo. Gracias.
Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Marisa - Encomiendo a todos los enfermos, especialmente a los niños; te encomiendo a Elisa, con todo el corazón.
Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, gracias. Gracias por cuanto me has dicho antes de la aparición. Gracias, ahora estoy verdaderamente bien. Adiós. Se han ido todo juntos.
Roma, 3 de abril de 2004 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Vuestra Madre os habla después que ha tenido una conversación con vuestra hermana. Estoy contenta de estar en medio de vosotros.
Os estáis preparando para la fiesta de mañana, en la que gritaréis: "Hosanna" a Jesús que entra en Jerusalén encima de un pobre asnillo. Todos gritaron: "Hosanna al hijo de David" y después de cinco días gritaron: "Crucifícalo".
¿Cuantas veces gritan: "Hosanna" al Obispo y luego lo condenan? Lo ponen en alto, muy en alto y luego lo tiran de nuevo por tierra. Es amado y odiado, es odiado y amado. Hoy la situación es esta: los grandes y pequeños hombres de la Iglesia se pelean entre ellos, hay quien habla mal del Obispo y quien lo defiende; discuten como en los tiempos de Jesús, cuando había quien lo amaba y quien lo condenaba. Estas violentas discusiones son desagradables, pero es bueno que también los sacerdotes, los obispos y los cardenales empiecen a despertarse. Algunos, además, tienen pesadillas nocturnas, porque saben que el Obispo, Monseñor Claudio Gatti, está en la verdad y ha estado siempre en la verdad. Pero ¿qué hacen estos? Discuten y pelean, uno dice blanco y el otro dice rojo. Cuando están juntos para celebrar o comer, se besan y se estrechan la mano; terminada la fiesta empieza de nuevo la lucha, a veces acompañada del odio.
Los buenos sacerdotes defienden a Monseñor Claudio, mientras que los malos lo condenan, pero de esta rotura nace la estela que os lleva al triunfo. Tendríais que estar contentos de todo esto.
Gloria a Dios, gloria a Jesús, gloria al Espíritu Santo, gloria en lo alto del cielo y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad.
Os quiero hacer una pequeña recomendación: cuando llega la hora de la aparición, si habéis empezado el Ave María, terminadla, no la cortéis y terminada el Ave María, cantad el Magnificat, porque yo ya estoy aquí. Pero, os ruego, que terminéis el S. Rosario cuando salgáis de este lugar.
Os hago estas recomendaciones porque os amo, de otro modo, callaría. A mi no me importa si decís el Ave María por entero o parcialmente, pero es necesario ser precisos y esforzados en todo. Si habéis empezado el Padre Nuestro o el Ave María, terminadlo, aunque haya llegado el momento de la aparición. A veces me parece que esté con los universitarios y otras veces con los niños a los que hay que decírselo todo. Jesús ha dicho que hay que volverse como niños, porque sólo los niños entrarán en el Reino de los Cielos, pero no de este modo; tenéis que ser siempre grandes, pero sencillos como los niños.
Mis queridos hijos, tengo mucho interés en la fiesta de mañana, porque la semana será muy difícil y muy dura para vuestra hermana.
Marisa - ¿Aún más?
Nuestra Señora - Sí, no podrás hacer ayuno en toda la semana, porque con tanto medicamento como tomas no te lo permiten. Por tanto, nada de ayunos, pero mucho sufrimiento. Tienes que salvar las almas, hija mía.
Marisa - ¿No podría haber también alguna otra persona que sufra conmigo? No el Obispo y ni siquiera el cenáculo. Estas pequeñas y pobres criaturas que están aquí pueden afrontar solo pequeños sufrimientos diarios.
Nuestra Señora - Querría bendecir a todas las personas que han hecho un viaje para llegar a este lugar taumatúrgico y a las hermanas que han hecho suyo el nombre "Madre de la Eucaristía". Yo aparezco como "Madre de la Eucaristía" sólo en este lugar y vosotros lo sabéis perfectamente.
Quería daros un ejemplo para haceros comprender cuán enorme es el sufrimiento de vuestra hermana. Selenia, la mamá que todos conocéis, se ha hecho daño en un dedo del pie, tiene dolores atroces y no puede caminar; vuestra hermana, sin embargo, tiene todo el cuerpo martirizado, golpeado y clavado, por esto os pido que oréis. Ella es muy heroica, difícilmente hace notar que sufre y no quiere que los otros estén presentes cuando vive la pasión de Jesús, quiere sufrir sola. Yo os pido que oréis por ella, para que tenga la fuerza de soportarlo todo. Gracias.
Junto a mi Obispo y vuestro, a todos los ángeles y a los niños, oro por vosotros y os doy la bendición. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, adiós mamá, Nicolás, Simón Pedro y Pablo. Adiós.
Roma 8 de abril de 2004 - h. 9:00 p.m. (Carta de Dios)
Cena del Señor
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.
Yo, la Madre de Dios, después de lo que ha dicho vuestro Obispo, como ha ocurrido también con ocasión del domingo de las palmas, cuando ha pronunciado palabras que le salían del corazón y estaban llenas de amor, no puedo decir otras cosa más que pediros oración e invitaros a ser humildes y sencillos. A los que se les lavarán los pies, que vivan este momento con humildad y mucho amor; como veis, siempre sale el amor.
Hoy, jueves santo, Dios ha instituido el Sacramento de la Eucaristía y el Sacramento del Sacerdocio. Hoy es la fiesta de todos los sacerdotes, sobretodo es la fiesta de vuestro Obispo y vosotros tenéis que orar mucho por él. Aquellos a los que se les lavará los pies, que inclinen la cabeza con humildad y que oren, para que Dios os haga resucitar también a todos vosotros.
El sacerdocio y la Eucaristía son dos grandes Sacramentos. Vuestro obispo os ha explicado que la Eucaristía sin el sacerdocio no puede existir y el sacerdocio sin la Eucaristía no es nada. Amad la Eucaristía todo lo más que podáis.
Hoy también es una gran fiesta porque hay una nueva criatura muy pequeña, Mariasole. El Sol que representa la Eucaristía, María representa la Madre de la Eucaristía. Dios ha hecho este don a los padres después de tantas oraciones por parte de todos y después de tantos sufrimientos por parte de los que Dios ha llamado. Hoy tenéis una nueva criatura y esto se repetirá por la S. pascua, por la S. Navidad y durante todas las otras fiestas: tenéis el Sol, la Eucaristía, tenéis a María, la Madre de la Eucaristía.
Vuestro Obispo os lo ha dicho ya todo, por tanto tengo poco que añadir. A mí, como vuestra Madre, no me queda otra cosa que deciros que oréis, que améis, que os ayudéis mutuamente, sin mirar la paja en el ojo del hermano. Sed humildes, sencillos y misericordiosos. Doy las gracias a todos los que de un modo u otro ayudan a estos hijitos míos.
Felicidades, Excelencia, de parte de Dios, de la Madre de la Eucaristía, de la abuela Yolanda, y de sus nietos, que están a su lado y de todos los niños. Todos los ángeles y los santos te desean una gran fiesta. Mis dos queridos hijitos, en vosotros hay mucho sufrimiento, éste es el último en morir, pero también hay mucho amor. El amor os lleva al Paraíso y en el Paraíso existe siempre el amor hacia Dios y a todas las almas que se encuentran allí.
Gracias a todos. Junto mi Obispo y vuestro, el gran Obispo de la Tierra, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Mando un beso a los niños presentes. Hay quien duerme -quien está despierto, quien se deja acunar para dormirse- a los niños que están lejos y a las personas enfermas; a todos. Os estrecho fuerte en mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
A ti, Marisella, ánimo, por lo que te espera todavía.
Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Gracias de parte de todos. Excelencia eres un orador. No tienes que hablar antes que ella.
Obispo - De ahora en adelante habrá primero la aparición, así primero hablará la Virgen y luego yo.
Roma, 11 de abril de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Santa Pascua
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.
Antes que nada quiero felicitaros e invitaros a cantar aleluya a Cristo resucitado. Todavía hoy sucede lo que sucedió a los apóstoles: cuando Jesús se retiraba para orar, ellos dormían. Hoy, hay quien todavía está durmiendo, quien está preparando la gran comida y quien se ha marchado; mientras que vosotros, almas pequeñas, estáis aquí a pesar de todo, para orar y aunque sois pocos, el Paraíso está bajando a vosotros. ¡Eh ahí a Jesús triunfante!.
Marisa - ¡Qué hermoso eres!
Nuestra Señora - Junto a Jesús está mi amado esposo José y están todos los ángeles y los santos, también tu mamá está aquí, Marisella.
¿Cómo es que en otros lugares, como en S. Pedro, hay tanta gente? Vosotros decís que la mayor parte son extranjeros, no son romanos, porqués éstos tiene que preparar
Marisa - ¡Dilo!
Nuestra Señora - ¡El cordero lechal!. Tienen que preparar mucho en la cocina. En cambio mis dos hijos piensan primero en la oración, en la S. Misa y luego, si hay tiempo, hacen el resto. Ahora vosotros no podéis gozar del Paraíso que está en medio de vosotros, pero cerrad los ojos y pensad que aquí está Jesús con su familia, junto a los ángeles, a los santos y a los niños, que han venido para felicitaros.
Esta vez Dios ha permitido a la abuela Yolanda que os felicite; y vosotros rezadle, rezadle verdaderamente.
Abuela Yolanda - Felicidades a todos.
Marisa - ¡Hola mamá! ¿Ves a lo que estoy reducida? Puedes decir a Jesús que él ha resucitado, pero que yo estoy todavía muerta. Pídele que hoy me permita estar un poco mejor y luego mañana me haga retomar todos los dolores y los sufrimientos. Muchas veces me ha dicho que sufriré hasta la muerte. Mira: los niños juegan alrededor de ella y le tiran de la túnica. Querido Nicolás, hoy no está tu hermanita, se ha ido; Simón Pedro, ¿puedes dar un beso a tu hermanito y a tu hermanita y tu, Pablo a tus primitos?
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, aunque las fiestas os cansen un poco, especialmente a vosotras madres, no olvidéis la oración. Pequeñísimo rebaño, a vosotros que sois tan pocos, el Paraíso, que está aquí, os pide oraciones. Orad por la conversión de todos los hombres, de los sacerdotes y de los obispos. Orad por vuestras almas y tratad de tener más caridad, de ser más generosos, especialmente hacia los que no tienen familia. Se requiere muy poco para ayudar a las personas que no tienen a nadie y hacerles de madre. La generosidad es una gran virtud y os convierte en grandes. Si conocéis personas de la comunidad que no tienen a nadie, sed para ellos como madres y ayudadlos.
Gracias una vez más por lo que habéis hecho a mis dos hijos, pero hacedlo también a los que no tienen padres, que no tienen familia. Tratad de comprender lo que digo. Que entren en vuestro corazón estas palabras: yo tengo que ser generoso, puedo hacer de madre a quien está solo.
Cuando viajaba con Jesús por Palestina, hacía de madre a todos: a los apóstoles, a los niños que iban a su encuentro, no era sólo la madre de Jesús, sino de todos. También vosotros haced lo mismo, tratad de ayudaros mutuamente, en la oración y en las necesidades materiales. Quien es madre puede comprender.
De nuevo felicidades a todos: a los que se han marchado, a los que están durmiendo, a los que están preparando la comida; felicidades a todos y especialmente a los niños.
Junto a mi Obispo y vuestro, el Obispo ordenado por Dios, el Obispo de la Eucaristía y, no os olvidéis, el Obispo del amor, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Levántate, Excelencia, y bendice conmigo a los presentes y a los ausentes. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Cantad como podáis, cada uno con la voz que pueda, todos tenéis que cantar.
Marisa - Gracias. Adiós mamá, adiós pequeñines. Cada vez eres más hermosa. ¿Has visto que pocos somos?. Ruega por nosotros. Yo, por la noche, antes de dormirme, rezo a todos los santos y por último te rezo a ti y te pido que intercedas por la comunidad. Está bien, adiós. Ahora nosotros escucharemos la S. Misa y haremos todo lo posible para estar recogidos y para cantar. ¿De acuerdo?
Antes estaba todo el Paraíso y ahora ya no se ve a nadie.
Obispo - Estamos nosotros.
Marisa - Estamos nosotros. Sí, pero no había todo esto.
Obispo - Había algo mejor.
Roma, 18 de abril de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Mientras recitabais el S. Rosario, a mi, que ya estaba presente, me venían a la mente las palabras pronunciadas por un Obispo, que chantajeaba a un subordinado suyo: "Si vas a Roma, y escuchas la S. Misa y Comulgas en aquel lugar, te quito el trabajo y te echo". Este pobrecito, que ama mucho el lugar taumatúrgico, se ha sentido culpable, porque su Obispo lo obligaba a traicionar a la Madre de la Eucaristía. Así pues ha telefonado a vuestro Obispo, al cual, para desahogarse, le ha dicho: "Yo quiero venir al lugar taumatúrgico y no quiero traicionar a la Virgencita". Vuestro Obispo, con caridad y amor, como él sabe hacer, le ha respondido: "Di a tu Obispo que te ha chantajeado. De todos modos no dejes el trabajo, porque tienes una familia a la que mantener. No vengas a Roma, no te preocupes, porque tendrás la posibilidad de saber lo que sucede aquí. Tus amigos te darán el giornalino, los casetes y los libros: serás informado de todo".
Aquel obispo, que mientras hablaba tenía un rostro muy duro y perverso, estaba dispuesto a quitar el trabajo a su subordinado, no ha pensado que aquél tenía una familia a la que mantener y lo ha chantajeado para impedirle que venga a Roma al lugar taumatúrgico para escuchar la S. Misa y Comulgar. Las palabras del obispo han entrado en mi corazón, he sufrido mucho y he dicho: "Querido hijo, si no te conviertes y continúas chantajeando a tus subordinados, lo siento, pero no gozarás nunca de Dios". Sin embargo, aquella humilde persona, si continúa siendo buena, tiene el Paraíso asegurado. A mí, Madre de la Tierra, estas maldades me hacen daño y lloro.
Os he querido poner un ejemplo ocurrido ayer. Desde hace algunos días los sacerdotes y el obispo maltrataban a este pobre hombre, sin pensar en su familia. Lo mismo ocurre en otros lugares, especialmente en Roma: si alguno trabaja en las dependencias de un obispo o de un párroco y frecuenta el lugar taumatúrgico, se le quita enseguida el trabajo.
¿Creéis que aquí está presente el demonio? ¿Creéis que el milagro eucarístico con la efusión de sangre, surgida de la Hostia consagrada durante la S. Misa de vuestro Obispo, es obra del demonio? ¿Creéis que la sangre derramada de vuestra hermana, cuando se le abren los estigmas, es fruto del demonio?
Estas calumnias se repiten por los hombres de la Iglesia y de muchas personas.
Ha ocurrido frecuentemente, incluso en otros muchos lugares, que cuando un obispo o un párroco ha sabido por los espías que se esconden cerca del lugar taumatúrgico, que alguno de sus subordinados ha venido a este lugar, se ha enfadado y lo ha chantajeado: "Si vas a via delle Benedettine, pierdes el trabajo".
Muchos sacerdotes no vienen, pero lloran, tal como ocurrió el 9 de marzo, cuando han llorado tres sacerdotes y otros han sufrido, porque vuestro Obispo no estaba presente con ellos. Han rezado por él, pero no han tenido el valor de reunirse juntos y de ir a quien tiene el poder para decirle: "Nos estáis chantajeando desde hace años, ya es hora de que se acaben estos chantajes". No tienen valor porque perderían el oficio, la parroquia, la casa y el sustento económico.
Algunos sacerdotes no tienen ni siquiera el valor de reprender a las personas que hablan, ríen y bromean delante del Santísimo Sacramento, mientras ordenan la iglesia. Nadie les dice: "Permaneced en silencio, aquí está Jesús". En cambio les preguntan: ¿De qué estáis hablando? Y las personas responden: "Hablamos de aquel lugar donde el párroco no quiere que vayamos" y los sacerdotes replican: "No habléis de aquel lugar, porque allí está el demonio".
Yo no he visto nunca al demonio en este lugar y tampoco vosotros lo habéis visto. El que se ha alejado de este lugar era un demonio.
He hablado de este modo para haceros comprender cuán difícil es hacer comprender a los hombres de la Iglesia lo importante que es venir al lugar taumatúrgico. Muchos sacerdotes dicen: "No es posible que la Virgen hable mal de los sacerdotes". No, no hablo mal de los sacerdotes, hablo así porque quiero corregirlos, quiero salvarlos y llevarlos al paraíso. Sin embargo ellos se hacen daño y llevan tras de sí al infierno también a otras almas.
Gracias por la adoración que habéis hecho.
Muchas almas, después que han leído las cartas de Dios a escondidas, se han convertido y han dicho: "Aquí es Dios el que habla". Han comprendido que el sacerdote, el párroco, el obispo y el cardenal están equivocados, pero no tienen el valor de defender la verdad.
Todos esperáis el día del triunfo, yo también lo espero. Ya son 5 años que Dios repite que llegará. Dios mantiene siempre sus promesas, pero ¿Cuánto tiempo tendrá que pasar todavía?
Marisa - Esto es lo que te pregunto yo, Virgencita ¿cuánto tiempo tendrá que pasar todavía? Tu has dicho que con mi muerte el Obispo triunfará, pero me gustaría verlo triunfar y luego haz de mi lo que quieras. Basta de esperar. Estamos cansados, estamos verdaderamente cansados.
Oremos por la conversión de todos, pero para mi es más fácil orar por los que no han conocido a Cristo. ¿Por qué tengo que orar por los que han estudiado teología y el S. Evangelio? Yo quiero orar por los no creyentes, por los que no conocen a tu Hijo Jesús y a mi Obispo.
Nuestra Señora - Ánimo, mis queridos hijos, a veces tengo casi dificultad en daros ánimo. Ánimo, no decaigáis, pensad que Dios está con vosotros. Si Dios está con vosotros, ¿quién podrá estar en contra de vosotros? Perseverad en la oración, en los sacrificios, en los florilegios y sobretodo en la adoración a Jesús Eucarística.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Espera, te tengo que pedir una cosa que me ha dicho el Obispo.
Está bien se lo referiré. Gracias, adiós.
Excelencia, se ha ido.
Roma, 22 de abril de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia, gracias por el amor que mostráis hacia todos. Desgraciadamente, alguno todavía tropieza, no sabe amar, es insensible, piensa sólo en sí mismo y en hacer ver que lo sabe todo. Mis queridos hijos, no tenéis que comportaros de este modo, porque hacéis sufrir a las personas que están a vuestro lado.
Yo, la Madre de la Eucaristía, en el horario establecido vengo por vosotros, no por el Obispo y la vidente, porque para ellos puedo venir en cualquier momento. Tenéis que tratar de corregir los pequeños defectos de celos y envidia; por fortuna son pocas, muy pocas las personas que se comportan mal. Hay una persona que se siente superior a todos, que lo sabe todo, que decide todo sin pedir nunca el permiso al Obispo; esto no es bonito.
Yo pedía a Jesús, cuando ya tenía 20 años, el permiso de poder ir con él a anunciar la Palabra de Dios. ¿Y vosotros? Recordad que vuestro Obispo ha sido ordenado por Dios y tiene que ser siempre respetado. Como ya he dicho otras veces, el que no respeta al Obispo, peca. El que carece de caridad, de amor, de sensibilidad, peca, como peca si recibe la Eucaristía sin estar en gracia.
Marisella, ahora te tengo que decir algo
Marisa - No del sufrimiento
Nuestra Señora - No, algo que se refiere al Obispo.
Marisa - ¿De verdad?
Nuestra Señora - Sí. Para no haceros perder más tiempo, antes de la S. Misa y del encuentro bíblico, bendigo ahora a los niños presentes: Mariasole, que está cantando la serenata, Sara, el pequeño Emmanuel, Jacobo, David María y Samuel.
Bendecid a vuestros hijos, por la mañana o la noche. El que ya tiene niños grandes, que ore con ellos. Vosotros, padres, no tengáis miedo de rezar junto a vuestros hijos. ¿Cuánto tiempo se requiere para decir un Padre, un Ave y un Gloria en honor de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo? Rezad juntos; si rezáis juntos Jesús está en medio de vosotros.
Marisa - Sí, los veo a todos.
Nuestra Señora - Ánimo, Marisella, no puedo decirte que ya no sufrirás más, tú sabes que tu sufrimiento durará hasta la muerte. Me he alegrado mucho cuando te han elegido como madrina de la pequeña Mariasole. Quizás no podrás vestirte como querrías, quizás no caminarás, pero lo importante es que seas la madrina.
Ánimo, ayudad a vuestro obispo, estad a su lado, todo lo que podáis.
Marisa - Sí, después hablamos juntas.
Nuestra Señora - Ahora querría que todos juntos recitásemos el Padre Nuestro, levantando los ojos al cielo, mirando hacia lo alto a Dios. Repetid: "Dios, Dios mío, ven en nuestra ayuda, ayúdanos a todos, que tratamos por todos los medios de amarte"
Marisa - No es culpa mía, yo se lo he dicho. No se ni siquiera donde está.
Nuestra Señora - Está bien, querrá decir que volveré.
Marisa - Dinos donde está. Tú sabes donde está. Ya la has bendecido.
Gracias por lo que me has dicho para el Obispo.
Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a estos niños, bendigo vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 25 de abril de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. La Madre está aquí presente y, como siempre, está acompañada por todo el Paraíso.
Hoy hay un niño, Mateo, que, tu, Marisella, tendrás que presentarme en nombre de la mamá, del papá, de los abuelos y del tío, para que crezca sano, hermoso y fuerte.
Yo soy la Madre de todos y os quiero a todos, especialmente a los niños, porque ellos son el futuro de la Iglesia y gozarán más de la paz y serenidad en todo y para todo.
No me parece que de miedo cuando vengo para estar junto a vosotros a rezar y a daros consejos maternos; soy una madre, y como tal, me presento. No me veis, mis queridos hijos, pero lo que digo, no creo que de miedo.
Marisa - ¿Ahora? ¿Me dais al niño, por favor? Si llora no pasa nada.
Nuestra Señora - Todo el Paraíso bendice a este pequeño niño, Mateo, que tiene el nombre de un apóstol
(Marisa toma en brazos al pequeño Mateo y lo levanta al cielo)
Marisa - Cuando lo he levantado, he sentido que elevaba a una flor.
Nuestra Señora - Porque estaban los ángeles que te ayudaban.
Quiero bendecir también a la mamá, al papá, a los abuelos, al tío y a todos los demás.
No tengáis miedo de la Madre, porque yo amo a todos mis hijos. Papá y mamá, rezad juntos y por la noche, antes de acostaros, bendecid a vuestro hijo, haciéndole sobre la frente el signo de la cruz.
Marisa - ¿Te gusta?
Nuestra Señora - Los niños son todos hermosos, Marisella.
Marisa - Hoy ha dedicado toda la jornada a Mateo, en cambio ayer toda a Mariasole y a sus primitos.
Adiós, amor.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os doy las gracias por todo lo que hacéis. Finalmente habéis comenzado a leer las cartas de Dios recogidas en el primer libro; meditándolas se puede comprender todo el resto.
Gracias, gracias por haber obedecido después de tanto trabajo e insistencia por mi parte.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a todos los niños y a vuestros objetos sagrados.
Marisa - Bendice bien a estos.
Nuestra Señora - Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós a todos. Se ha ido.
Roma, 29 de abril de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.
Estaba presente durante el S. Rosario y quería esperar a las 20:30 para comunicaros la carta de Dios, pero habéis empezado el canto del Magnificat a las 20:25. Esto tiene poca importancia, lo importante es que estéis aquí presentes para escuchar la Palabra de Dios y para participar en la S. Misa en la que yo estoy con vosotros. Tenéis que saber que las cosas en el mundo no van nada bien, a causa de las guerras y de los hombres poderosos; no van bien ni siquiera en la Iglesia, donde se cuchichea continuamente contra una persona: vuestro Obispo. No tenéis que juzgar nunca a una persona si antes no la conocéis bien, mejor dicho, no tenéis ni siquiera que juzgar, sino rezar. El que juzga al hermano no merece el Paraíso. Los obispos y los cardenales juzgan a vuestro Obispo sin conocerlo, ni haber hablado nunca con él o haber estado documentados para comprender lo que está sucediendo. ¿Por qué no han venido aquí para ver y para analizar? Esto para mi es un gran dolor. Mis dos hijos sufren mucho y yo, su Madre, ruego continuamente por ellos. Cuando vengo a la Tierra veo tanta miseria, tanta suciedad, tanta soberbia y oigo pronunciar tantos juicios negativos contra el Obispo ordenado por Dios, por parte de los hombres de la Iglesia, que buscan el modo de deshacerse de él. Esto me duele, me hace sufrir. Quien de vosotros se ha permitido alguna vez juzgar al Obispo se ha equivocado. Recordad que juzgar mal es pecado grave.
Alguno todavía cojea, por fortuna son apenas una o dos personas, que están siempre dispuestas a juzgar al Obispo y dicen: "Él lo sabe todo, siempre tiene razón, puede hacerlo todo". Pues bien, ¿Si fuese así? Dios lo ha llamado, lo ha escogido entre tantos hombres de la Iglesia. El Papa ha sido elegido por los cardenales, nuestro obispo ha sido llamado por Dios Padre y nadie puede permitirse el ir contra Dios. Dios es Amor, pero es también Juez. Al final de los tiempos, será juez severo con quien no se comporta bien, con quien ha recibido tanto y no ha respondido. El que recibe treinta tiene que dar sesenta, el que ha recibido cien tiene que dar doscientos. El que no da nada, quiere decir que no ha aprendido a hacer este camino.
Esperáis con mucha ansia el triunfo, pero los tiempos de Dios no son vuestros tiempos. No contéis los años transcurridos, Dios sabe bien lo que hace; ¿quién sois vosotros para juzgar a Dios? ¡Nadie!
Si Dios ha llamado a vuestra hermana para sufrir hasta la muerte, ¿quién sois vosotros para discutir la decisión de Dios? Tenéis que rezar por Marisella, para que tenga la fuerza de soportarlo todo. Os doy gracias por la adoración eucarística que hacéis el viernes y porque rezáis mucho por mis dos queridos hijos, pero además de la oración, tenéis que demostrar el amor hacia ellos, porque no podéis imaginar qué grande es su sufrimiento. Si sabéis amarlos como Dios os ha amado, la situación cambiará y llegará el triunfo y todo lo que queráis, pero tenéis que caminar por el recto camino, como ha sido enseñado en las cartas de Dios.
Os he dicho muchas veces que leáis las cartas de Dios, una al día, por la noche, antes de acostaros y si es posible, leedla junto a otras personas. Sin embargo tengo la impresión de tenéis miedo o vergüenza de rezar juntos. Repetiré hasta el final que lo que Dios ha prometido se realizará, pero tenéis que tener mucha paciencia, tenéis que rezar, tenéis que amar y no juzgar. Cuidado con los juicios: el que juzga al hermano no es digno de entrar en el reino de los Cielos.
Hoy, como sabéis, es la fiesta de S. Catalina, una santa que ha amado mucho a la Eucaristía. Sostenida por la Eucaristía, se ha presentado delante de los sacerdotes; cuando digo sacerdotes, ya lo sabéis, quiero decir también obispos y cardenales. Vosotros no podéis hacer lo que ha hecho ella, porque ha recibido un don de Dios, pero podéis hacer la adoración eucarística, hablar con Dios, conversar con Él. Orad por los que sufren, por los niños, las madres, los enfermos y los ancianos.
Recordad que el verdadero sacerdote es el que no pide nada, que no desea volverse grande, que no busca el dinero. Como sabéis, vuestro Obispo no se ha atrevido a pedir dinero, sino solamente en los primeros tiempos, cuando los jóvenes no trabajaban, para ayudarlos a hacer las vacaciones. Hoy los jóvenes trabajan todos y ya no pide dinero, sino solamente amor, oración, sacrificio, penitencia, adoración, eucaristía y la participación en la S. Misa y en el encuentro bíblico. Una vez os hice esta escala de valores: antes que nada la Santa Misa, la Santa Comunión y la Santa Confesión, después el encuentro bíblico, el Santo Rosario y, por último, la aparición. Yo vengo para daros fuerza y valor para que sigáis adelante, pero no dejéis nunca la S. Misa en este lugar donde aparezco. Como ya os he dicho, yo aparezco sólo en este lugar taumatúrgico y en ningún otro lugar del mundo.
Espero que hayáis comprendido todo lo que quería deciros, me parece que he hablado de forma sencilla, como hablo a menudo a vuestra hermana, para haceros comprender qué grande es el amor.
Quiero rogar también por los niños que están enfermos y por aquellos pobres niños que están en África, en Asia y en otras partes del mundo donde sufren y mueren, porque no están cuidados. Vosotros, mis queridos italianos, sois todavía afortunados. Rogad a Dios para que no llegue a Italia lo que los hombres están tratando de hacer.
Excelencia Reverendísima, tú eres el Obispo ordenado por Dios, no lo olvides. Cuando llegan los momentos de desolación, cuando la moral se tambalea, cuando te das cuenta que estás solo, ve, como haces todas las mañanas, con Jesús Eucaristía y habla con Él, desahógate con Él. Después que hayas hablado con Jesús Eucaristía, tienes que tener un rostro sereno, tranquilo, porque tú eres sacerdote in eterno y ningún Papa, Cardenal u Obispo puede quitarte el sacerdocio. Acepta también esta gran prueba, has soportado muchas, has sufrido mucho, ¿creías que con el último golpe de Satanás, cuando has sido reducido al estado laical, todo habría terminado? Desgraciadamente han seguido otros sufrimientos, porque el mundo no funciona, los hombres no van bien, tanto los grandes hombres políticos, como los grandes hombres de la Iglesia, que hacen carreras para ver quien es más grande, más poderoso, más rico. Tú permanece tal como eres y como eras aquel día en que la poderosa voz de Dios te llamó y te dijo: "Tu eres Obispo porque yo te he ordenado". No te ha pedido permiso para ordenarte Obispo. De tu parte ha habido una gran obediencia y también sufrimiento y temor, porque todos se han puesto en contra tuya diciendo: "¿Quién es él, para que Dios lo haya ordenado Obispo?" ahora quiero deciros algo grande. Vuestro Obispo no ha sido ordenado por los hombres. El Santo Padre es elegido por los cardenales, Don Claudio ha sido ordenado Obispo por Dios, no lo olvidéis nunca. Rezad por él. Los que habitan en esta casa tienen que quererlo, respetarlo y ayudarlo. Desgraciadamente una persona todavía cojea, no le respeta, no le obedece, hace lo que quiere. Vosotros dos jóvenes que vivís aquí, orad por él y ayudadlo cuando haya algo que hacer, especialmente al ordenador, Yari, Massimo, Alessandro, Domenico, ayudad a vuestro obispo también en estas cosas.
Termino de hablar, sino hago como vuestro obispo que empieza a hablar, él dice que por dos minutos, y luego no acaba. Es importante participar en la S. Misa, es importante escuchar el encuentro bíblico. Perdonad si os he entretenido más que otras veces.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo a vuestros seres queridos, a vuestros niños, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Oye, el Obispo me ha dicho que te pregunte si podía subir un escalón al día y si puedo estar un poquito en pie y caminar sola. Te lo pido porque lo ha dicho el Obispo, sino no me atrevería a hablarte así. Sara camina más que yo.
Está bien. Como Dios quiera, que se haga su voluntad. Adiós a todos.
Mensajes de Mayo de 2004
Roma, 1 de mayo de 2004 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy empieza el mes dedicado a mí. Este es el primer día, pero estad tranquilos, porque las apariciones solo serán los jueves, el sábado y el domingo. No vendré todos los días, aunque también está bien que deseéis un poco mi venida. No tengo palabras para agradeceros el empeño que habéis demostrado haciendo las pruebas de canto, especialmente los que han participado por primera vez. El canto es dos veces oración: pensad cuanta gloria dais a Dios cuando cantáis.
Cuando Jesús caminaba con los apóstoles, conversaba con ellos, hablaba de todo lo que acontecería y yo, la Madre o en bilocación o realmente, estaba al lado de mi Hijo y escuchaba todo lo que decía. Vosotros sabéis que para una madre es difícil aceptar la muerte de un hijo; yo sabía desde hacía tiempo que mi Hijo moriría en cruz para redimir a los hombres. Mientras Jesús conversaba con los apóstoles, cada poco se giraba y llamaba a alguno. Repetía a menudo a los apóstoles con todo el corazón: "Si queréis seguirme, sabed que el camino es doloroso". Cada poco algún discípulo, o alguna persona de paso se le acercaba y le decía: "Maestro yo quiero seguirte" y Jesús replicaba: "Te repito, hijo mío, que mi camino es muy difícil". Algunos se quedaban, otros se daban la vuelta y volvían atrás, pero yo los amaba a todos, tanto a los que decían "sí", como a los que decían "no".
A vosotros os digo que cuando Dios llama a un alma, ésta tiene que hacer su voluntad, no tiene que darle la espalda y negarlo. Negar a Jesús es un pecado que hace sufrir a todos. Muchas veces he dicho a las almas: "Haced la voluntad de Dios y veréis que al final estaréis alegres y contentos". El sufrimiento no os ha faltado nunca, quien más quien menos, todos habéis sufrido, como yo he sufrido, pero si aprendéis a hacer la voluntad de Dios, a confiaros a Él, a tener fe en Él, veréis que poco a poco todo se ajustará. A los que piensen que para ellos ya no hay nada que hacer yo les digo: "Mis queridos hijos, Jesús es juez y un día será un juez severo, pero ahora, si habéis hecho una buena confesión, habéis confesado vuestros pecados, Dios ya no piensa en lo que habéis hecho o dicho de malo". Muchas veces he oído hablar a vuestra hermana así: "Los meses y los años pasados están en las manos de Dios. Hoy vuelve a empezar el camino, hazlo de nuevo, abandónate a Dios, pide ayuda a la Madre de la Eucaristía y al Obispo". Si creéis que habéis ofendido a Dios y que no os habéis comportado bien, pedidle perdón. Sabéis que Jesús ha venido por los enfermos, por los que se dejan curar. Quiero abriros mi corazón y haceros comprender la importancia de olvidar el pasado, de dejarlo en las manos de Dios y de nacer de nuevo: empezad hoy, primero de mayo.
Hoy es mi fiesta y todo el mes de mayo está dedicado a mi. Yo no quiero regalos, por caridad, pero os pido que oréis y que hagáis penitencia. Me conmuevo cuando os veo hacer la adoración eucarística. Gracias por lo que hacéis. Recordad: Dios os dará el mérito por todo.
¡Qué hermoso es escuchar la palabra de Dios! ¿Os habéis dado cuenta como se os enseña y como penetra en vuestro corazón? Me hacéis sufrir cuando decís: "Yo soy ignorante, no comprendo nada". A veces el ignorante es mejor que el diplomado; el estudio no cuenta, lo que cuenta es amar, solamente amar a Cristo y Cristo crucificado, que ha muerto, como sabéis bien, por cada uno de vosotros y ha dado todo su cuerpo por vosotros.
Me disgusta que no todos respondan a la llamada. Dios ha llamado, hay quien ha dicho "sí" y quien le ha vuelto la espalda. Quien le ha vuelto la espalda a Dios no tiene que criticar, calumniar o difamar, porque comete pecado mortal. Si no queréis seguir este camino tan fatigoso y doloroso también para mis dos queridos hijitos, id a otro sitio. Yo quiero ayudaros, quiero llevaros a todos a la santidad.
¡No podéis ni siquiera imaginar qué es el Paraíso! Vuestra hermana tiene razón cuando dice que es difícil describirlo, porque todo lo que se refiere a Dios es difícil, pero vosotros sabéis que el Paraíso está ya en vuestro corazón, cuando recibís a mi Hijo Jesús en gracia.
Ánimo a todos, a los jóvenes y a los menos jóvenes. Animaros y pedid que todo termine, que termine este mundo corrupto de los grandes hombres, no de los pequeños, porque son siempre los grandes hombres los que lo arruinan todo. Vosotros tratad de permanecer siempre pequeños y de hacer la voluntad de Dios.
Gracias, mis queridos hijos, por las oraciones, por la adoración eucarística y por vuestra presencia. Aunque el jueves erais poco, pero el Obispo no se ha vuelto atrás, ha hablado lo mismo, y ¡cómo ha hablado!. Recordad: lo que oís de vuestro Obispo, no lo oiréis nunca de nadie.
Buen mes de mayo a todos. Os lo ruego, recitad del santo Rosario y orad. Quien sabe si Dios no se decide a hacer lo que ha prometido. Había pedido a Dios el poder venir todos los días con vosotros, pero me ha dicho: "María, sería demasiado fatigoso y mi hijita se cansaría demasiado. Ya no le sostienen las piernas y a veces se le hace difícil incluso sonreír, hablar o conversar". Atención: no seáis insensibles con el sufrimiento de los demás. Aprended a amar, como yo os he amado siempre. Alguno ha oído a vuestra hermana decir: "No puedo más, no puedo más". Esta es la naturaleza humana, en la Tierra se puede llegar al punto que el cuerpo es muy probado, agotado, cansado y aquí no tiene nada que ver Dios. Dios podría ayudarla y decirle: "Levántate, Marisella, camina", pero Dios sabe lo que hace. ¿Quizás no la ama? Oh no, Dios ama a todos, pero tiene sus fines; Él sabe porque pide a alguno tanto sufrimiento.
Os doy gracias una vez más por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a todos los niños. Bendigo a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Adiós, mamá. Se ha ido.
Roma, 2 de mayo de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Una vez más estoy aquí con vosotros y he venido sobretodo para daros las gracias porque habéis permanecido fieles a mí. Esta mañana habéis leído algunas cartas de Dios y en algunas había escrito: "Seguid adelante, dad un paso cada vez, poco a poco", y sin embargo muchos han vuelto atrás se han ido ¿Donde van estos hijos que no han comprendido la importancia de este lugar taumatúrgico? Atención: no he dicho "Eucaristía", he dicho "lugar taumatúrgico, lugar santo". Por donde caminéis y todo lo que toquéis es santo, porque Dios lo ha querido así, pero a pesar de esto se encuentran algunas colillas de cigarrillos o trozos de papel. Noto que no hay todo aquel respeto que el lugar santo exige. Vosotros oráis cuando estáis delante de la urna de algún santo, o delante de Jesús Eucaristía y hacéis bien; ¿por qué cuando os encontráis bajo el toldo, que para Dios es la iglesia más hermosa, no os comportáis del mismo modo? Cuando tocáis un pedazo de toldo, una flor o una pequeña piedra, tocáis algo que es santo. Dios lo ha querido así, no ha convertido santo solamente este toldo, sino que, empezando por la capillita, ha convertido santa toda la casa. Sé, Marisella, que te da vergüenza, pero me gustaría felicitarte
Marisa - Está bien, pero lo haces luego.
Nuestra Señora - Cuando os encontréis en este lugar taumatúrgico, cuando volváis a vuestro sitio para sentaros o arrodillaros, no habléis entre vosotros; permaneced en silencio, pensad que aquí ha pasado la mano de Dios. Pensad, tocando una flor
Marisa - Espera, tocarlas sí, pero cogerlas no.
Nuestra Señora - Todo el lugar y lo que contiene es santo. A veces, los niños son colocados en su cama; pues bien aquel lugar es santo y el pequeño niño es santo, especialmente cuando ha recibido el S. Bautismo.
Tratad de comprender, todo lo que estoy diciendo, porque me esfuerzo en ser sencilla con vosotros para que todos me comprendáis.
Marisa - También porque yo misma no comprendería. No todos tenemos el don de la comprensión.
Nuestra Señora - No, Marisella, todos podéis comprender como habla la Virgencita. El que no comprende, no quiere comprender, como el que no oye es porque no quiere oír y el que no ama es porque no quiere amar. ¿Lo he explicado claramente? Pensad que cuando os apoyáis en una silla, en una cama o camináis en el lugar taumatúrgico, tocáis objetos y tierra santos.
También yo, junto a vosotros, me pregunto: ¿Por qué Dios ha convertido en santo este sencillo lugar, esta casa, que a vosotros os parece grande - pero para quien vive en ella no lo es- y cada objeto suyo?" me gustaría mucho que las personas que habitan en ella fuesen verdaderamente santas y dieran ejemplo y testimonio a todos. Recordad otra enseñanza: la corrección fraterna no se tiene que hacer sólo a los pequeños. Si los pequeños notan que los grandes se equivocan, tienen que corregirlos y no decir: "No me atrevo a hablar, porque es más grande que yo". ¿Qué significa? En la vida espiritual no existe el más grande y el más pequeño, sois todos iguales. Cuando alguno ha hecho una observación o ha regañado a vuestra hermana, ella lo ha mirado, ha sonreído y ha dicho: "Gracias". ¿Creéis que a ella no se le reprende? ¡Oh sí! Es justo que sea así; aunque ella ha recibido el don de ver a Jesús, a la Virgencita, a los ángeles y a los santos, no por esto no tiene que ser reprendida cuando se equivoca; lo mismo vale también para vosotros. Cuando tengáis que hacer alguna exhortación a alguno, os lo ruego, hacedlo con mucho amor, con mucha caridad y no miréis la edad, porque si miráis la edad, os bloqueáis; mirad el amor y el deseo de ver como al propio hermano al que se corrige. Alguna vez os podéis irritar un poquito, cuando se os corrige, pero luego la inteligencia os tendría que llevar a comprender y a decir: "Si me ha corregido, quiere decir que tiene razón, porque sé que este hermano mío me quiere". Esto es hermosísimo: amar, amar, amar a pequeños y grandes y orar, orar y orar por los que no saben amar. Felicidades, Marisella.
Marisa - Gracias.
Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos. Bendigo a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Os recuerdo que oréis también por los que reciben el bautismo, la primera comunión o la confirmación en este mes. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Eres cada vez más hermosa, más que mi madre, más que Nicolás, más que Simón Pedro, más que Pablo; sois todos hermosos. Están todos los otros ángeles y santos, los tres papas a los que rezo todas las noches por el Obispo: Pío XII, el gigante Pablo VI, como lo llamo yo y Juan Pablo I. Cuándo muera el papa actual, ¿cómo tendremos que decir "Juan Pablo II"?
Nuestra Señora - Marisella, no seas traviesa.
Marisa - Adiós.
Roma, 9 de mayo de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, antes que nada, me gustaría felicitar a todas las mamás, yo incluida, porque también yo soy una madre. Extiendo mis felicitaciones también a las abuelas, porque son dos veces madres; ¿verdad abuela Yolanda?
Hace tiempo os dije que no tenéis que partir el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria al Padre, cuando es el momento de empezar el Magnificat; no tenéis que romper la oración, sino acabarla y luego empezar el canto.
Hoy he traído conmigo a muchas madres, muchas abuelas y muchos niños. Os estáis preguntando: "¿Por qué siempre la abuela Yolanda?" porque está la hija de la abuela Yolanda, pero también están presentes muchas otras madres. Los niños felicitan a sus madres.
Mis queridos hijos, me gustaría que después de la partida de vuestro Obispo y de la vidente, sintierais que os faltan. No se van para divertirse, sino para descansar por orden del médico. Tienen un cansancio tan grande que les impide trabajar.
La vidente sufre mucho físicamente y moralmente, vuestro Obispo sufre mucho moralmente. Tenéis que comprender que 32 años viviendo juntos, el uno sufre por el sufrimiento del otro. Cuando digo que recéis por el Obispo y la vidente no bromeo, sino que hablo seriamente. Rezad por ellos y rezad para que en estos días de lejanía podáis notar su falta.
Tengo que hacer una recomendación: durante la ausencia del Obispo vendrá un sacerdote que conocéis bien. Os ruego que tengáis respeto por él, no el apego morboso. No lo demostráis con vuestro Obispo, por tanto no lo demostréis con ningún otro sacerdote que venga aquí.
El sacerdote no está solo, hay quien le asiste, por tanto no tiene necesidad de que le traigáis nada de comer. Cada vez que este sacerdote ha venido, ha habido conversaciones y cotilleos. El sacerdote no es de nadie, pertenece a Dios y a las almas que tienen necesidad, no solamente a aquellas que van sólo para cotillear y charlar. Ya que este sacerdote no tiene el valor de decir: "Si tenéis que hacer algo, id a trabajar, sino volved a casa", entonces alguno se aprovecha. Como madre me disgusta tener que deciros esto, porque es bonito estar al lado del sacerdote para ayudarlo. No vayáis a confesaros sólo para hablar con él, sino para confesar los pecados. No comulguéis si estáis en pecado. Éste es un consejo dado por vuestra Madre, que hoy, también ella, festeja la fiesta de la madre, aunque no es una fiesta religiosa; ¿verdad Emmanuel y Sara? Ayer, la pequeña Sara me vio: me miraba y yo la miraba.
Esta mañana habéis releído el mensaje en el que digo que también una abuela de 84 años se puede convertir y volverse como un niño, sencillo y humilde.
Os lo ruego, no digáis mentiras para salvaros a vosotros mismos. Sed siempre sinceros y sencillos con todos y Dios os bendecirá.
Marisa - ¡Eh aquí a Sara!
Nuestra Señora - Emmanuel, dale un besito a la Virgencita. Bravo. Mis queridos hijos, durante estos días en los que estaréis sin vuestro Obispo, os lo ruego, sed buenos, humildes y sencillos como palomas y astutos como serpientes.
Repito: id con el sacerdote sólo en caso de verdadera necesidad; el que no haya comprendido, que se haga repetir lo que he dicho. Id con el sacerdote para confesar los pecados graves, no los veniales.
La Madre, de todo corazón, felicita de nuevo, a todas las madres, a las abuelas, a las bisabuelas, que están presentes. Abuela Yolanda, ¿qué dices tu que has tenido seis nietos?
Marisa - ¿Hoy no dejas hablar a la mamá?
Abuela Yolanda - Hola hija mía, muchas felicidades. Yo soy muy feliz y ruego por vosotros.
Marisa - Hola mamá, lloro de alegría. Adiós.
Nuestra Señora - Hoy he venido para estar en medio de vosotros; no os he traído una carta de Dios, pero me he unido a vosotros y he traído conmigo a las madres, a los niños y a las abuelas.
Gracias por vuestra presencia. Naturalmente, mi beso es también para Mariasole, para Jacobo, Samuel y Elisa y para todos los niños. Gracias por vuestra presencia.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a todas las madres, las abuelas presentes y a las que están lejos, que no han podido venir. Bendigo vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
(Marisa, terminada la aparición, se dirige a los presentes)
Marisa - Felicidades de mi parte a todos vosotros aquí presentes. De cómo os tenéis que comportar os lo ha dicho ya la Virgen, yo os ruego solamente que oréis por nosotros, para que todo vaya bien y volvamos un poco descansados y con algo más que daros.
Gracias y adiós a todos. Adiós.
Roma, 23 de mayo de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Ascensión del Señor
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hoy celebramos la Ascensión de Jesús al cielo, es una gran fiesta. Jesús, después de la Resurrección, permaneció 40 días en la Tierra para ultimar la misión y luego subió al Padre. Yo siempre he estado a su lado.
Desgraciadamente, cuando llueve y hay humedad, vuestra hermana, no puede bajar con vosotros; tenéis que tener mucha paciencia. Os veo recogidos en oración, os he oído orar y esto le gusta mucho a Jesús. Jesús ha ascendido al cielo y se ido al Padre para solicitar lo que vosotros pedís. Jesús dice siempre que los tiempos están cercanos, que Dios no defrauda y mantiene sus promesas. Algunas las ha mantenido, pero vosotros esperáis algo más, ya que no llega lo que tiene que llegar. Cada vez que vengo tengo hablar siempre del respeto al Obispo. Algunos no lo respetan, lo tratan como a un igual; esto no es bonito. Os he dicho muchas veces que antes que nada le debéis respeto. Es hermoso demostrarle amistad y tratarle de tu, si queréis, pero no tenéis que faltarle nunca al respeto. Esto no lo acepto, no lo aceptaré nunca. Os repito una vez más que un Obispo como Mons. Claudio no lo encontraréis nunca, no hay Obispo como él.
En los días pasados, vuestra hermana, se ha encontrado a un sacerdote, paseando por el mar, que la miraba fijamente a los ojos. Cuando ella, con fuerza y valor, ha fijado su mirada en él, él ha inclinado la cabeza y se ha ido rápidamente. ¿Quién es aquel sacerdote? Es uno que no respetaba a nadie, es un pequeño masón. Reconocer los masones, para Marisa, no es difícil, tiene impresa en su mente la fisonomía de todos los masones. Volviendo de nuevo al respeto al Obispo, añado que, incluso un sacerdote de 70, 80, 90 años, tiene que respetar al Obispo aunque apenas tuviese 30. El Obispo ordenado por Dios, ¿por quién no es respetado? ¿Tengo que decirlo?
Marisa - No, no lo digas, porque nos duele oírlo.
Nuestra Señora - No, no lo digo. Por fortuna, la mayor parte de los miembros de la comunidad, ha comprendido que debe respeto y amor al Obispo. Éstos, sobretodo lo jóvenes, lo aman, lo respetan y lo obedecen; esto es hermoso. El Obispo es la cabeza de todo el grupo, es el que manda, a él Dios le ha confiado la misión, no a vosotros.
Yo, la Madre de la Eucaristía, muchas veces me he hecho bendecir por el Obispo, porque nosotros los del Cielo, lo respetamos y el respeto tenéis que mostrarlo también vosotros, porque habéis sido escogidos por Dios, que tiene proyectos para vosotros. Aquí, Dios, no quiere la multitud, no quiere mucha gente. El que viene aquí tiene que demostrar respeto y amor hacia todos. Jesús subiendo al cielo, llevará a Dios Padre todo esto. ¿Verdad, Mariasole que estás de acuerdo? Haber tenido a Mariasole, Emmanuel y Sara ha sido un gran don.
Marisa - Me gustaría encomendarte también a Jacobo, Samuel y Nicoló, que hoy hace la primera comunión. Me gustaría encomendarte también a todas las personas enfermas que se han encomendado a mis oraciones. A veces me siento tan inútil cuando las personas se encomiendan a mis oraciones, pero yo te las llevo a ti, te las doy todas a ti, porque yo no puedo hacer nada.
Mariasole canta. Tu nos has enseñado que el canto es dos veces oración.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, saboread esta jornada y pensad en Jesús que ha subido al cielo. Orad por cada uno de vosotros, por las personas que están lejos, por los sacerdotes que tienen miedo y no hacen su deber y por los misioneros. He llevado a vuestra hermana a Uganda, donde ha visto escenas horrendas, de las cuales no os hablo.
Gracias por vuestra presencia. Ahora el Obispo os bendecirá conmigo. Os tengo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Ánimo Excelencia.
(El Obispo da la bendición)
Nuestra Señora - ¡Gracias Excelencia!
Marisa - Te has puesto de rodillas. Yo no puedo ponerme de rodillas.
Nuestra Señora - No, tú, Marisa, desgraciadamente no te puede poner de rodillas. Tu vida es esta, no hay otra solución.
Marisa - ¡Escucha a Mariasole! Canta en mi lugar.
Nuestra Señora - Id, queridos hijitos, escuchad la S. Misa que celebrará vuestro Obispo. Doy un beso a todos los niños.
Marisa - ¿Dónde está el bichirrín?
Roma, 24 de mayo de 2004 - h. 7:20 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy los salesianos me festejan como María Auxiliadora. Mi querido S. Juan Bosco, muchas veces me pregunta: "Virgencita, ¿dónde están mis verdaderos salesianos?". Yo, la Madre, le respondo, para animarlo: "Ten confianza, volverán también ellos a ser como aquellos que formaste". Yo, la Madre de la Eucaristía, os digo a vosotros: tened confianza en Dios.
A pesar de que hoy es un día de trabajo, no podéis imaginar cuantas personas habrían podido venir, pero no escuchan nunca el llamamiento de Dios. Él ha querido este lugar taumatúrgico, aquí lo ha hecho todo taumatúrgico: la casa, el agua, el terreno en el cual apoyáis los pies y todo lo que pertenece a este lugar. Tendríais que decir a las personas que conocéis: "¿Es posible que no os deis cuenta que este lugar es taumatúrgico, es decir, santo?" desgraciadamente son justamente algunas personas de la casa las que no comprenden que el lugar donde viven es santo. Dentro de esta casa todo está lleno del amor de Dios.
Quiero dedicar esta fiesta a María Auxiliadora, pero sobretodo al Espíritu Santo. Continuad la novena al Espíritu Santo e invocadlo para que entre en cada uno de vosotros y os pueda dar alguna ayuda y las gracias de las que tenéis necesidad.
He aquí al Espíritu Santo, que se extiende sobre este lugar taumatúrgico y os coge a todos vosotros. La Tercera Persona de la Santísima Trinidad ha descendido en medio de vosotros, incluso aunque sois pocas personas. Dios en este lugar taumatúrgico, ha concedido muchas curaciones, incluso a personas que no han venido nunca, pero por las cuales habéis rezado. Muchas veces me pregunto: "Dios, ¿cómo es de grande tu Amor para ir a un lugar tan pequeño, donde hay pocas personas?" Dios me responde: "Yo soy el Amor infinito, Yo soy Aquel que ama y abraza a todos los hombres como acaba de hacer el Espíritu Santo, que ha descendido a este lugar y os ha abrazado a todos vosotros".
Sois pocos, pero me gustaría que estuvieseis llenos de amor hacia Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, hacia María Auxiliadora, de la que hoy es la fiesta, y hacia la Madre de la Eucaristía, porque este nombre mío es importante para la Iglesia y para todos. Os invito a orar para que termine la guerra. Os invito a orar por cada uno de vosotros; que cada uno ore por el otro, así tendréis más fuerza y valor para aceptar incluso los sufrimiento. Cuando os sintáis deprimidos y estéis decaídos, no os dejéis ir, venid a este lugar taumatúrgico, o mejor acercaros al tabernáculo, invocad a Jesús y decid: "Jesús, ayúdame, hoy es una jornada muy triste". Esto vale para todos, vale para el Obispo, para la vidente, para todos y para vuestros seres queridos. Ánimo, hijitos míos.
Tenéis que rezar para que el domingo no llueva, porque vuestra hermana no puede estar en medio de la humedad. Desgraciadamente esto le cuesta mucho. Cuando el tiempo es bueno ella está en medio de vosotros y si llega con retraso es porqué no están los chicos para bajarla. Hoy dos jóvenes han llegado a tiempo para ayudar a Yari, porque ella sola no puede bajar y quien sabe si alguna vez podrá hacerlo.
De todos modos, la Madre os da las gracias pro vuestra presencia. Orad siempre al Espíritu Santo, en casa o donde quiera que os encontréis: "Ven Espíritu Santo, espíritu de amor, ilumina mi mente, inflama mi corazón, fortalece mi voluntad". En el fondo recitáis una oración muy breve, que podéis decir muchas veces durante el día. Gracias.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los que no han venido, incluso si podían venir, bendigo a los niños, especialmente a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, saluda a mi madre. Gracias. Se han ido. El Espíritu Santo era enorme, abrazaba a todos.
Roma, 27 de mayo de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Siento una gran alegría cuando oigo rezar a las almas. Orad y decid a las personas a las que encontréis: "Convertíos y creed en el Evangelio".
Mis queridos hijos, me desagrada tener que deciros que las cosas no van bien en el mundo. Estallan las guerras, incluso las civiles. Vuestra hermana ha estado en bilocación en el Nepal y ha visto escenas que hacen llorar, llorar y llorar. Vosotros continuad orando y esperando lo que Dios ha prometido. También yo he dicho: "Quien sabe si al final del mes de mayo sucederá algo" ha sucedido algo: a vuestra hermana se le han abierto los estigmas, las heridas de la frente y en las piernas; ella ofrece todo por la paz del mundo.
Mi gran disgusto es que hay sacerdotes, obispos y cardenales que piensan en ir con mujeres, en el poder y en el dinero; organizan grandes reuniones de masas para tener contento al Santo Padre, mientras en el mundo la gente continúa muriendo. Pero ¿quién muere? Los pobres, los niños, las madres, los padres desocupados y los ancianos, los que no tienen nada. Por esto estallan las guerras civiles que son muy crueles y los que combaten no parecen hombres, y ni siquiera animales, porque los animales son ayudados y curados, sin embargo en aquellas zonas si un hombre o una mujer se equivoca, es inmediatamente golpeado y muerto.
Todavía hoy os digo: sois afortunados, aunque hay muchas personas que no están bien y piden oraciones para la curación. Vuestra hermana no está mejor que ellos, pero ofrece todos sus sufrimientos por la paz en el mundo, por los sacerdotes, por mi Obispo y vuestro y también por cada uno de vosotros. Tenéis que luchar: mirad como los testigos de Jehová luchan, como están dispuestos a recibir rechazos e insultos. No tenéis que vivir en vuestro pequeño reducto sin preocuparos de nada, sino que tenéis que contar las obras de Dios y si os responden mal u os tratan mal, id a otra parte. Por lo demás, sabed que se ha hecho una campaña denigratoria contra este lugar, empezando por los grandes hombres de la Iglesia hasta los más pequeños. Se ha hecho una campaña fuerte y malvada. Mis dos hijos han sufrido muchísimo y vosotros no podéis imaginar cuanto están sufriendo.
Está terminando el mes dedicado a mi y seguirá el mes dedicado a mi Hijo Jesús. Si vuestra hermana ya no tiene los estigmas en forma de cruz que llenan todo su cuerpo, Jesús vendrá en los mismos días en los que he venido yo: el jueves, el sábado y el domingo. Yo, la Madre de la Eucaristía, iré ante Dios a pedir las gracias que os ha prometido. Yo estaré siempre con vosotros. Vosotros sabéis que cuando mi Hijo iba a evangelizar con los apóstoles, yo estaba siempre a su lado en bilocación y ahora hago lo mismo con vosotros; incluso aunque no me veáis, yo estoy al lado de las personas, pero solo de las que están en gracia.
Mis felicitaciones son para los que hoy festejan dos años de matrimonio. No quería hacerlo, porque siempre ocurre que alguno es envidioso, pero ha sido más fuerte que yo. Felicitaciones de parte de todos Nosotros.
Mis queridos hijos, vuestra hermana calla, pero sufre muchísimo. Algunos han visto como se ha reducido su cuerpo, hasta el punto que no se puede vestir. Ella, a pesar de que a veces llora, como ayer, acepta todo con amor por vosotros, por vuestros seres queridos, por los que sufren, por quien tiene un pariente en el hospital que está grave. Aunque no hable, se acuerda de todos: de los jóvenes y de los niños enfermos. Cuando dice que ora, estad tranquilos, ella ora muchísimo y no se olvida de ninguno.
Mis queridos hijos, poned atención al encuentro bíblico, es importante. Sabéis que vuestro Obispo de cada línea hace un poema. Cuando os deis cuenta que una persona falta, llamadla y si ha decidido no venir más, no insistáis más. Gracias.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, pero sobretodo bendigo a las personas enfermas, a los niños solos y huérfanos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
¿Estás mal, verdad, hijita?
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Emmanuel, ¿le mandas un beso a la Virgencita junto a tu hermanita?
Marisa - Adiós. Perdóname si no puedo aceptar todos estos sufrimientos, que cada día son más fuertes. Te encomiendo a las personas que tu sabes. Adiós, saluda a mi madre y a los sobrinos. Adiós.
Nosotros esperamos; mira cuanta paciencia tenemos. Adiós.
Roma, 29 de mayo de 2004 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Vengo entre vosotros siempre con gran amor y esta vez no quiero ni hablaros de guerras ni de masones y de nada que os haga sufrir, quiero hablaros solo del gran amor que Dios tiene por vosotros. Aunque no hayáis comprendido bien lo que Dios pide y quiere, creedme: Dios os ama. Puesto que sois pocos, me viene un pensamiento que deciros: "Si sois pocos tenéis una parte del amor divino más grande, porque si Dios tuviese que dividir su amor con todos los que vendrán aquí un mañana, para vosotros quedaría poquito".
Marisa - Dices esto para animarnos. El amor de Dios es grande para todos, porque es infinito.
Nuestra Señora - Bravo. Quería oírte decir que el amor de Dios es grande para todos los hombres de buena voluntad, para todos los que hacen su voluntad, para todos los que reciben a Jesús en gracia. Os lo ruego: recibid a Jesús en gracia, cuidado a no cometer sacrilegio; ay del que recibe a Jesús sin estar en gracia.
El mes de mayo esta vez ha finalizado de modo precipitado, por diversos motivos, sobretodo a causa de la salud de vuestra hermana, que solo pocas veces ha podido estar en medio de vosotros. Mañana celebraréis la gran fiesta de Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo, la fiesta de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo, y también vuestra fiesta. Tratad de festejarla con la oración, quiero decir en el campo espiritual, lo mejor que podáis. Haced una hermosa procesión, estad recogidos, no os deis la vuelta, no miréis quien está o quién no está, e invocad al Espíritu Santo para que descienda sobra cada uno de vosotros.
Mis queridos hijos, hoy vuestra hermana ha sufrido una pasión tremenda, no se han abierto las heridas, no ha derramado sangre, porque ya está bastante señalada, pero ha sufrido mucho por todos vosotros, por los enfermos, por todos los niños pobres que ella ama; también a vosotros os pido que oréis por todos los niños.
Marisa - ¡Mírala! Esta es una niña, pero está bien.
Nuestra Señora - Tenéis que rezar por todos los niños pobres, por todos los niños enfermos, por los que no tienen alimento ni medicinas.
Tendríais que ser como angelitos, puros, castos, buenos y tratar de salvar las almas con vuestro modo de comportaros. Dios os bendecirá y seguirá amándolos. No os repito más que mantendrá sus promesas, os lo he dicho muchas veces, pero vosotros cada día pensáis en cómo y cuando mantendrá Dios sus promesas. ¡No lo sé! Tenéis que tratar de vivir cada día siempre unidos a Dios y rezarle sin preguntaros tantos porqués. Es difícil comprender o conocer los porqués de Dios, pero sabed que Dios os ama.
Buena fiesta de Pentecostés a todos y que el Espíritu Santo descienda mañana sobre cada uno de vosotros y os ayude a comprender, a entender, a amaros mutuamente.
Gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro, ordenado por Dios, Obispo de la Eucaristía, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Antes de terminar con los saludos, os recuerdo que el que habla mal del Obispo, el que lo ofende, que no lo respeta, comete pecado grave.
Os tengo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Mañana, ¿me los dejarás ver a todos?
Nuestra Señora - Sí, Marisella.
Marisa - Adiós. Acéptanos así como somos, no podemos ser perfectos, perfecto es solamente Dios.
Nuestra Señora - Perfectos no, pero buenos sí.
Marisa - Adiós.
Roma, 30 de mayo de 2004 - h. 11:00 a.m. (Carta de Dios)
Pentecostés
Marisa - El cielo se está iluminando de varios colores y eh ahí al primer Jesús. El segundo Jesús, que reconozco por los estigmas, sale fuera del primer Jesús. También el tercer Jesús, el Espíritu Santo, que tiene la paloma, sale fuera del primer Jesús. Los tres Jesús están aquí presentes en medio de nosotros. Este lugar taumatúrgico no podía recibir un don más grande.
Jesús, me dirijo a Ti, porque contigo tengo más confianza: ayuda a todos los enfermos, a los jóvenes enfermos y a los niños enfermos. Ayuda a los misioneros y a todos los que se encuentran en guerra, especialmente donde hay guerras civiles, porque allí son asesinados los niños y las madres y los hombres se matan el uno al otro con mucha facilidad.
El primer Jesús está abrazando a los otros dos Jesús. Reconozco a Jesús Eucaristía por los estigmas y al Espíritu Santo por la paloma.
Jesús - Mis queridos hijos. Soy vuestro Jesús que amáis tanto y al cual hacéis continua adoración. Soy vuestro Jesús Eucaristía, he muerto y resucitado por todos vosotros. Aleluya.
He hecho obras grandes por vosotros, he curado a los enfermos y os he concedido cualquier cosa que habéis necesitado.
¡Oh, cuantas guerras han estallado en el mundo! ¿En qué naciones combaten los hombres? Donde hay la posibilidad de ganar dinero. Y los pobres mueren. Os he dicho hace poco tiempo que he llevado a vuestra hermana al Nepal. ¡Cuánta miseria y cuantas muertes de niños y de madres ha visto!
Vosotros pedís las gracias, y, si es la voluntad de Dios, llegarán para curar los enfermos espirituales y físicos. También en vuestra hermosa Italia hay muchos pobres, muchas personas que tienen necesidad de ayuda.
En todas las iglesias se celebra la fiesta de Pentecostés, pero para vosotros esta fiesta es doble y más sentida, porque el día 11 de junio del 2000, fiesta de Pentecostés, durante la S. Misa, en el momento de la consagración, la hostia sangró en las manos de vuestro Obispo. Recordad que este milagro eucarístico se verificó un año después de que Don Claudio fue ordenado Obispo por Dios. Cuando hubo la ordenación episcopal, lo recuerdo a todos, Dios no dijo: "Si quieres te ordeno Obispo", no pidió su permiso, dijo solamente: "Te ordeno Obispo". Desde entonces mi Obispo y vuestro ha sufrido muchas maldades, especialmente por parte de los hombres de la Iglesia. Pero un año después, exactamente en el día de Pentecostés, Dios obró este gran milagro que conmocionó a todos. Este es el milagro más grande, más hermoso que podría ocurrir justamente para confirmar que la ordenación episcopal de Don Claudio ha sido hecha por Dios, porque Dios puede hacer lo que quiera. Puede conmocionar al mundo, puede hacer crecer árboles tan altos que lleguen al cielo, puede hacer morir a las personas porque ha decidido llevarlas al paraíso, o hacerlas vivir para padecer la pasión. Dios puede hacerlo todo, pero esto no es comprendido por los hombres, especialmente por los hombres de la Iglesia. Si Dios manda a un hombre sin pedirle permiso: "Yo te ordeno Obispo, Obispo de la Eucaristía", éste no puede rechazarlo. Aquél día vuestro Obispo lloró, porque sabía perfectamente que los hombres de la Iglesia no lo aceptarían. Desde entonces ha ocurrido lo que ya sabéis, pero Don Claudio, hasta la muerte, será Obispo ordenado por Dios, vuestro Obispo, el Obispo de todos y un mañana será elevado a alturas mayores.
Mis queridos hijos, es vuestro Jesús el que os habla con todo su amor, que es infinito. Yo amo incluso a los que no me conocen, que no saben amar, que no conocen el Evangelio. ¡Convertíos y creed en el Evangelio! Muchos no conocen el Evangelio, pero vosotros sí. Vosotros habéis hecho un camino muy hermoso. El que ha seguido las explicaciones del Evangelio, y ya os he dicho que de cada línea, vuestro Obispo hace un poema, el que lo ha puesto en práctica, el que ha releído en casa o ha oído los casetes, goza ya de la mitad del Paraíso. El que recibe a Jesús en gracia goza de la otra mitad del Paraíso, por tanto estáis ya en el Paraíso, si queréis.
No olvidéis nunca el milagro del 11 de junio del 2000, fiesta de Pentecostés, que ocurrió un año después de la ordenación episcopal de Don Claudio. Ésta es la prueba tangible de que Dios ha ordenado a vuestro Obispo.
Os invito a continuar orando, porque se que esperáis con mucha impaciencia el gran día, el día del gran triunfo. Aquél día llegará, cuando vuestro Obispo subirá más alto y vuestra hermana esté ya en el Paraíso. Entonces gozaréis, y el que no pueda gozar porque Dios lo habrá llamado antes, si está en gracia, lo gozará desde el Paraíso.
¡Os bendigo a todos!. Junto a la Trinidad, junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo a todos.
Marisa - Ahora Jesús ha entrado en el primer Jesús, también el Espíritu Santo ha entrado en el primer Jesús. Llega Nuestra Señora, la Madre de la Eucaristía, pero no tiene la Eucaristía; ha venido para bendecirnos.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Gracias. Pedid, pedid, pedid las gracias que necesitéis.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, los enfermos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Felicidades a todos. Buena S. Misa a todos. Recibid a mi Hijo Jesús en gracia.
Marisa - Habías prometido que me dejarías ver a mi madre y a los sobrinitos.
Nuestra Señora - ¡Helos aquí, Marisella!.
Marisa - ¡Gracias! Adiós a todos.
¡Madre mía! La luz era cada vez más inmensa y tenía varios colores. Han aparecido los tres Jesús. Jesús con los estigmas ha salido del primer Jesús, y, como siempre, también el Espíritu Santo ha salido del primer Jesús, después han vuelto a entrar en el primero.
Obispo - Esto es el misterio Trinitario: Dios Padre es la fuente de la divinidad, Dios Padre genera a Dios Hijo, del Padre y del Hijo procede el Espíritu Santo. Un solo Dios en tres Personas iguales y distintas.
Marisa - Pero hoy Dios estaba todavía más hermoso, cada vez es más hermoso.
Obispo - Ocurre como en un cuadro. Cuando estás distante, el cuadro te parece hermoso y a medida que te acercas, el cuadro es siempre el mismo, pero tu lo ves mejor y por esto te parece más hermoso. Igualmente para Dios, cuanto más te acercas a Él más hermoso te parece. Cuanto más santo es uno más ve y goza de Dios. María es la más santa de las criaturas, por esto es la más cercana a Dios que goza más que los otros y lo ve más hermoso que los otros. Este discurso es válido sea para las criaturas que gozan de Dios en el Paraíso, sea para las que están en la Tierra, a las cuales Dios decide manifestarse bajo diversas formas como la de Jesús. Solamente en el Paraíso el alma habrá llegado a un nivel de santidad tan elevado, que el gozo será completo y total, pero tenemos que tener presente que en el Paraíso el gozo de Dios es proporcional a la santidad adquirida durante la vida en la Tierra.
Marisa - Made mía, ¿tendré un poquito?
Obispo - Sí, creo que si.
Roma, 31 de mayo de 2004 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hoy es el último día del mes mariano, es la fiesta de mi visitación a S. Isabel. Yo tenía en mi seno a Jesús y S. Isabel en el suyo tenía a Juan; los dos niños hablaban entre ellos, incluso estando en el vientre de las madres.
Ha terminado el mes dedicado a mí, ahora comienza el mes dedicado a mi Hijo Jesús. Quizás diréis: "La Virgencita pide siempre mucho" ¡No! Si bien recordáis, los otros años venía todos los días, después comencé a disminuir mi presencia, porque he notado que algo no iba bien en vosotros, os cansabais, era demasiado para vosotros venir cada día a este lugar. Entonces Dios Padre me dijo: "Ves con mis hijos solamente tres veces a la semana". Incluso así el empeño y la frecuencia de las personas han disminuido; las personas no han venido. Dios había decidido el jueves ya que veníais por el encuentro bíblico, el sábado porque recordaba el primer sábado del mes y por otra parte nadie trabajaba y el domingo porque es el día del Señor, pero incluso esto, a muchos, les ha parecido demasiado y querían venir todavía menos. Yo a veces, mis queridos hijos, no sé verdaderamente como comportarme, porque si Dios Padre me dice que venga a la Tierra yo tengo que obedecer y venir, aunque solo encuentre al Obispo y a la vidente. Estoy segura que esto no sucederá.
Cuando os he hablado del respeto hacia el Obispo no me he dirigido solamente a vosotros, he alargado el discurso para todos. Sabéis como los sacerdotes, los obispos, los cardenales, las religiosas, los laicos y alguno aquí presente tratan al Obispo. El Obispo con su santa paciencia ha ayudado a un alma, y ¿qué ha ocurrido? Le ha faltado enseguida al respeto. He dicho frecuentemente que quien le falta al respeto al Obispo, peca gravemente, porque es el Obispo ordenado por Dios, es el Obispo santo, como ha dicho Jesús. ¿Por qué continuáis así? Ya no sois niños, ya sois todos grandes, excepto los pequeños. ¿Por qué os comportáis como niños? El Obispo ha dado mucho por vosotros, adultos y jóvenes. ¿Por qué todo esto? ¿Por qué faltar al respeto a una persona que os ama tanto? Por este motivo cada vez repito que recibáis a mi Hijo Jesús en gracia. Si ofendéis al Obispo, pecáis, por tanto es inútil acercaros a Jesús Eucaristía, porque Lo ofendéis.
La carta de Dios consistía en animaros y daros hermosas noticias, sin embargo he tenido que cambiarla, porque todavía se continúa faltando al respeto al Obispo. No sois muchos en faltarle al respeto, porque habéis mejorado, por fortuna sois pocos, más bien es una sola persona que todavía continúa faltando al respeto. Si uno reconoce que no es bueno, que es malo, tiene que decir: "Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo ayúdame, soy débil, no tengo la fuerza de cambiar".
Quiero cerrar este mes mariano de un modo más hermoso. Así que, mi agradecimiento es para vosotros, sea por la jornada de ayer, que ha sido hermosísima, sea por la de hoy, porque habéis demostrado amar a la Eucaristía. No sois muchos, desgraciadamente. Alguno repite siempre que vive lejos, pero si vienen personas de Pescara, Teramo, Foligno y de tantas otras ciudades, ¿no se puede venir de Ostia o del EUR? ¿Son lugares lejanos?
A vosotros jóvenes presentes os pido que os améis, que os ayudéis mutuamente y que ayudéis al Obispo.
Marisa - No tengo palabras para darte las gracias por Mariasole, Sara, Emmanuel, Samuel y Jacobo, procura que esté bien, porque tiene que andar y tomar un poco el aire. Estos son los niños que has dado a estos hijitos. Te lo agradezco enormemente desde lo más profundo del corazón. No estoy preocupada por mi, quiero solamente que el Obispo sea respetado por todos, incluso por los hombres de la Iglesia. No me parece que pida demasiado.
Nuestra Señora - Marisella, poco a poco se llegará también a esto. Se requiere mucha paciencia.
Cuando tenéis un pequeño sufrimiento, lo hacéis más grande, cuando el Obispo tiene un gran dolor, decís: "El Obispo es fuerte, si sabe que ha de sufrir". No, no es así, porque el sufrimiento se siente y es muy fuerte. Tratad, por tanto, de ayudar al Obispo y de amarlo, porque él os ama muchísimo. Quien sabe lo que haría por veros a todos reunidos juntos, como cuando hacéis la adoración. Hacer adoración eucarística es un gran regalo que dais a mi Hijo Jesús. Después de la adoración, como importancia, sigue el encuentro bíblico.
Ahora os invito a participar a la S. Misa, como si fuese la última. Orad, cantad, no con fuerza para que se os oiga la voz, sino con dulzura y con amor. Dad gloria a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. Continuad orando al Espíritu Santo cada día: la invocación es muy breve, no os hace perder tiempo. Cuando tenéis a los niños en brazos y los mecéis, invocad al Espíritu Santo sobre ellos.
Marisa - Quiero encomendarte a todos los enfermos que han llamado por teléfono: Fabricio, aquel muchacho de dieciocho años reducido a aquel estado por culpa de los médicos, tu lo sabes.
Nuestra Señora - Sí, Marisella, los médicos han sido
Marisa - Y luego te encomiendo a todas las personas que se han encomendado a mis oraciones y que, sinceramente, no recuerdo.
Nuestra Señora - Estate tranquila, las recuerdo yo, no te preocupes. Ahora hay la S, Misa.
Marisa - ¿Te gusta la niña? Que carantoñas haces. Sara, Emmanuel, que ha desaparecido, y la pequeña Mariasole, que sonríe. Te lo ruego, cuando ya no esté y ellos sean grandes. Protégelos. Tu eres la Madre de todos.
Querría pedirte una cosa: ayuda a Emmanuel y Jacobo, haz que sean niños sanos y fuertes.
Adiós, mamá; adiós, pequeños, adiós.
Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Está bien, como quieras.
Se ha ido.
Mensajes de Junio de 2004
Roma, 3 de junio de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, éste es el último mes en el que podéis escuchar los encuentros bíblicos, asistir a las apariciones y participar de la Santa Misa celebrada por vuestro Obispo. Queda poco tiempo, después tendréis dos meses de vacaciones y ya no tendréis que venir con prisas a este lugar taumatúrgico: por tanto, el que pueda, que continúe viniendo. Tenéis que orar por vuestros dos amigos, hablo del Obispo, naturalmente, y de la vidente, que se van fuera de Roma para descansar.
Este año, para ellos ha sido muy duro, lleno de mucho sufrimiento y mucho dolor moral y físico, por lo que el descanso, lo merecen por derecho. Vosotros orad para que todo vaya bien, porque cada vez que estos dos pobrecitos se han ido fuera, ha habido siempre algo que les ha estropeado las vacaciones. Esta vez, nos gustaría que todo fuese bien. Si antes algo no ha ido bien, es porque alguno de vosotros no actuaba bien; esto no es bonito.
Orad, orad a Jesús Eucaristía. El que se quede en Roma, que continúe orando y viniendo a este lugar taumatúrgico y el que se vaya fuera que continúe orando en casa o en la iglesia por los poderosos, por los pequeños, por los enfermos, sobretodo por los niños pobres que se encuentran en África y por tantas otras intenciones. Hace falta orar mucho.
Yo comprendo que, a veces cuando hablo, el que ha estudiado medicina, tiene dificultad para comprenderme, pero si se me escucha con más sencillez y pone todo su empeño en curar a los enfermos, me puede comprender. Todos pueden comprender lo que digo, porque, como mi lenguaje es adecuado a la vidente que Dios ha escogido y a la cual no hablo difícil, es también adecuado a todos; hoy podría entenderlo incluso el pequeño Jacobo.
Vosotros esperáis el triunfo y tenéis razón; yo estoy con vosotros, pero tenéis que tener mucha fe y mucha paciencia. Estáis conociendo las cartas de S. Pablo, que muchas veces ha invitado a sus fieles a tener paciencia. También vosotros decís a menudo que el Obispo se asemeja a S. Pablo cuando habla.
Marisa - S. Pablo ahora es hermoso, porque está en el Paraíso, pero cuando estaba en la Tierra no era hermoso.
Nuestra Señora - Marisella, estoy hablando de argumentos serios.
Marisa - Tienes razón, he fallado una vez más.
Nuestra Señora - Cuando el Obispo habla de S. Pablo os lo explica todo de un modo especial y particular para haceros comprender lo que escribe. Quiere que lo que dice penetre en vuestros corazones. Cuando hacéis el encuentro bíblico, hay quien se duerme en los brazos del Señor, y hay quien toma apuntes para permanecer despierto. Ya sé que es tarde y estáis cansados después de una jornada de trabajo, pero por la tarde es el único momento, en el que los jóvenes pueden estar presentes. Si os entra sueño, no os preocupéis, Dios no os culpa. El que pueda escribir o grabar, el día después puede pasar lo escrito o lo grabado a los que no han tenido la fuerza de escuchar. Tratad de comprender todo lo que vuestro Obispo dice sobre S. Pablo, porque está lleno de fuerza, de mansedumbre, de paciencia y de sufrimiento.
El triunfo espiritual ya ha llegado; armaos de mucha paciencia en la espera del humano. Sabéis como van las cosas en este mundo tan cruel, salvaje y malvado, pero aún no sabéis todo lo que verdaderamente está sucediendo: los hombres continúan matándose con mucha facilidad. Por esto os pido que oréis también cuando estéis lejos de aquí. Orad en familia, haced una pequeña oración e invocad al Espíritu Santo cada día. El que tiene niños que los bendiga. Yo estoy con Dios Padre, con Dios Hijo y con Dios Espíritu Santo, pero también estoy siempre con vosotros, aunque no os deis cuenta.
El domingo próximo es la fiesta de la Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Después será la fiesta grande del Cuerpo y Sangre de Jesús, pero me gustaría recordaros que celebréis también el 20 de junio, cuando fue anunciado que Dios había ordenado Obispo a Don Claudio. Este anuncio fue repetido el 24, el 27 y el 29 de junio de 1999.
Vosotros estáis pensando: "¿Para qué ha servido este episcopado?" Humanamente hablando, para nada, por ahora, pero para vosotros el tener un obispo que os enseña, que se preocupa de vosotros y os acoge cada vez que tenéis necesidad, como sabe hacer Mons. Claudio Gatti, es muy importante. Id con el Obispo para la dirección espiritual, pero no para hablar del uno o del otro, no perdáis tiempo y no hagáis perder tiempo.
Sí, Mariasole, ha comprendido lo que quería decir.
Id con vuestro Obispo para la dirección espiritual y para confesaros. El que conoce su propia parroquia sabe perfectamente que no hay ningún sacerdote como vuestro Obispo; aprovechadlo, no dejéis pasar el tiempo.
Repito una vez más: recibid a mi Hijo Jesús en gracia, amaos el uno al otro, orad el uno por el otro, quereos como Jesús y yo os queremos. Gracias.
Marisa - Quiero encomendarte a todos los enfermos que se han confiado a mis oraciones, son muchos, cada día llama por teléfono alguno pidiendo para los enfermos. Yo te los encomiendo a ti y tu los encomiendas a Dios.
Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Haremos todo lo que podamos, haremos de todo para ser como tú quieres, pero haznos estar un poco mejor. Adiós.
Se ha ido.
Roma, 5 de junio de 2004 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es vuestro Jesús el que os habla, ya que este mes está dedicado a Mí. No he venido en los días precedentes, porque Dios ha mandado a la Madre. Hoy he venido yo, aunque es el primer sábado de mes, pero no os preocupéis, está también la Madre conmigo. Os recuerdo que mañana es la fiesta de la Santísima Trinidad. Al igual que es una gran fiesta la de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre María, mi Madre y vuestra y sobre los apóstoles, así también mañana es una gran fiesta, porque es la fiesta de Dios Padre, de Dios Espíritu Santo y Mía, vuestro Jesús.
Ahora ya sabéis que cuando vuestro Obispo celebra la Santa Misa, Yo vivo, en el momento de la Consagración, la pasión, la muerte y la resurrección. Vuestra hermana vive todos los días la pasión; a veces parece que todo tenga que acabar y luego, de nuevo se abren las llagas y surge la sangre. ¿Por qué todo esto? ¿Tiene Dios necesidad? No, pero para haceros comprender cuan grande es su amor, se sirve de un alma sencilla. ¿Por qué? Porque las guerras causan estragos por todas partes. Si ayer no ocurrió nada grave en Italia, lo debéis a Dios, que ha escogido a esta criatura para sufrir la pasión cada día, cada vez más atroz.
Sabéis cuanto le gusta cantar y como cantaba antes y Dios le ha quitado también la voz. Ayer hubo un momento durante las pruebas de canto en el que ha llorado porque sufría la pasión, los dolores naturales y porque no podía cantar. ¿Por qué todo este sufrimiento? Por vosotros. Cada noche reza por su Excelencia, como lo llamaba la abuela Yolanda, por la comunidad, por los jóvenes o ex jóvenes de la comunidad, por todos. Si ayer hubo sólo algún pequeño incidente en Roma, se debe a Dios, que no abandona a nadie y se sirve de algunas almas. ¡Oh, son pocas las almas que se dan completamente a Dios y hacen Su Voluntad! A veces es muy difícil comprender la Divina Voluntad. Vosotros veis a vuestra hermana sonreír, hacer recomendaciones y pequeñas exhortaciones a modo de bromas, como cuando os ha hecho observar como tenéis que tener las manos durante la oración. No estáis obligados a obedecer, pero ella os ha enseñado como tenéis que estar durante la oración y la Santa Misa, después os toca a vosotros poneros en una posición correcta delante de Dios, de la Stma. Trinidad y de la Madre de la Eucaristía.
Ahora vuelvo al Padre y os dejo a la Madre. Sabéis que es suficiente mi presencia para quedar bendecidos. La Madre tiene que estar con vosotros un poquito y orar con vosotros, como hace siempre durante el S. Rosario.
Marisa - ¿Te vas sin decirme nada?
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre. Os hago las exhortaciones maternas solamente por vuestro bien, porque Dios quiere lo mejor de vosotros y podéis hacerlo, porque amáis a Dios.
Quiero daros las gracias sobretodo porque hacéis la adoración eucarística y quiero dar las gracias a los que ayudan a tener en orden la iglesia y que adornan el altar. Yo he dicho al Obispo: "Cuando te sientas desmoralizado, pégate al altar, pégate al tabernáculo y estarás a salvo", lo mismo os repito a vosotros. El Obispo permanecerá todavía bastante tiempo con vosotros, vuestra hermana, en cambio, está a punto de llegar a la meta. Yo, cuando Marisella haya llegado a la meta, no apareceré más en medio de vosotros, pero ella vendrá y vosotros sentiréis mi perfume y el suyo. Os ruego que seáis fuertes, que os améis, que no miréis quien trabaja más y quien trabaja menos, sino que lo hagáis todo por amor a Dios.
Amaos como Dios os ama, amaos el uno al otro, orad el uno por el otro y estaréis felices y contentos. La vida en la Tierra no consiste solamente en ir al trabajo, en afrontar las preocupaciones por la familia y los hijos, todo esto es bonito, pero recordad que existe Dios y cuando tenéis dificultades, Él interviene de un modo u otro. Manda a los padres, como ángeles, a ayudar a los hijos, o manda a los hijos, como ángeles, a ayudar a los padres. Se sirve también de las personas que están en la Tierra para ayudar a los hombres y a las mujeres que sufren. Espero haber sido clara; hablo con sencillez, pero si no comprendéis algo, siempre tenéis a vuestra disposición a Su Excelencia Monseñor Claudio Gatti: id a él para cualquier explicación. Os lo ruego: no dejéis la dirección espiritual. Antes no era así, ahora no hacéis dirección espiritual, pero para el trabajo sois siempre puntuales. Poned a Dios en primer lugar.
Vuestra hermana ora cada día hasta entrada la noche para cada uno de vosotros y sobretodo para los enfermos; haced otro tanto también vosotros. Felicidades por la fiesta de mañana. Festejad a Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Gracias. Sea alabado Jesucristo.
Junto a mi Obispo y vuestro, o bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños del tercer mundo que están privados de todo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios hijo y de Dios Espíritu Santo.
Vosotros no lo veis, pero está presente el Espíritu Santo que lo ilumina todo. Ánimo, Marisella, incluso si no puedes cantar. Tu sabes lo que Dios te pide.
Marisa - Está bien. Adiós. Adiós, mamá; adiós, tesoro; adiós, amor; adiós a todos, pequeñines. Si venís, tengo que saludaros, tengo que besaros; me encuentro a veces entre dos fuegos.
Nuestra Señora - Tu haz lo que te salga, porque todo es para gloria de Dios. Adiós, Marisella.
Marisa - Adiós.
Roma, 6 de junio de 2004 - h. 10:45 a.m. (Carta de Dios)
Santísima Trinidad
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Como ves, Marisella, estamos los tres Jesús: Dios Padre, Dios Espíritu Santo y Yo, Dios Hijo. Hoy es la fiesta de la Santísima Trinidad. Esta fiesta es recordada solamente un día, sin embargo tendría que serlo siempre. Todos, desde el Santo Padre hasta la más pequeña criatura del mundo, tendría que festejar siempre a la Santísima Trinidad.
Yo, Jesús, os invito a orar por las próximas elecciones. ¿Qué representan las elecciones? Un gran gasto de dinero y un gran triunfo de las personas que se sienten poderosas y fuertes. Estas personas se adhieren además a los poderosos de la Iglesia para tener votos. En lugar de desperdiciar todo este dinero para la campaña electoral, ¿por qué no lo mandan a los pobres y a los niños para curarlos y salvarlos? ¿Porque no salvar a la pobre gente, como a las madres jóvenes y ayudar a los misioneros? ¡Cuánto dinero se gasta en este mundo! No hacen otra cosa que hacer elecciones en todas las partes del mundo y no se dan cuenta de que los pobres pagan siempre. Al rico le va siempre bien: si vence o pierde, tiene siempre dinero; sin embargo, los pobres, los ancianos, los enfermos y los niños pobres sufren siempre.
Cuando Dios Me abraza a Mi y al Espíritu Santo, nos llama hijos y también Nosotros somos Dios. ¿Qué tenemos que hacer para convertir a las almas? Cuantas veces he dicho: convertíos y creed en el Evangelio? Ayudad a las personas que tienen necesidad. Sin embargo se hacen elecciones. Los políticos y los prelados de la Iglesia son siempre como Dios manda delante de los hombres, pero delante de Dios, ¿cómo se encuentran? Yo, Jesús, no tengo nada más que deciros, si no es que oréis, para que estos grandes personajes del mundo y de la Iglesia comprendan que tienen que convertirse. Hacen guerras, elecciones y grandes fiestas por dinero. Reúnen grandes multitudes de personas en torno al Santo Padre por dinero. Lo hacen todo por dinero.
Ahora vayamos a la promesa de estos dos jóvenes, pero para ésta dejo el sitio a la Madre.
Marisa - Ahora los dos Jesús vuelven a entrar dentro del Padre.
Nuestra Señora - Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos. Soy vuestra Madre. Poned en práctica lo que ha dicho mi Hijo Jesús, que ha pronunciado pocas palabras, pero justas, exactas.
Yo he venido para ayudar a estos dos jóvenes y para hacerles comprender cuán importante es la promesa. La promesa tiene que valer para siempre. No podéis pensar en hacerla y luego negarla, no podéis andar hacia delante y hacia atrás. La promesa no es una tontería, es importante; esto vale también para lo otros que tendrán que seguir a estos dos jóvenes. Tenéis que hacer la promesa con amor, con sentimiento puro, con lealtad y respetándoos mutuamente. Tenéis que ser sencillos como palomas y listos como serpientes. Bendigo estos anillos, como ha hecho Jesús. Vosotros no os dais cuenta cuando Jesús bendice, pero como ya os he dicho, no hay necesidad de que trace el signo de la cruz, porque basta su presencia para quedar bendecidos.
Mis queridos hijos, escuchad lo que Jesús ha dicho y ponedlo en práctica. Mis dos queridos hijitos, deseo que vuestra promesa sea duradera. Me gustaría decir que tiene que durar por toda la eternidad, pero ya que no puede llegar hasta la eternidad, al menos hasta la muerte.
Gracias a todos vosotros aquí presentes por las oraciones y por la adoración eucarística, gracias por todo.
Gracias a ti, Excelencia, que das todo de ti mismo por las almas. Tengo que decir que los jóvenes cada poco se duermen, a su edad olvidan lo que tienen que hacer. Es necesario despertarse de este largo sueño.
Marisa - ¡Bendito el que tiene sueño y sin embargo está despierto!
Nuestra Señora - Yo estoy con vosotros y, como os he prometido, os ayudaré siempre. Mis queridos hijos, id en la paz e Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Buena fiesta de la Santísima Trinidad. Orad a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.
Si habéis leído el primer libro de las cartas de Dios (La Catequesis de Dios), sabéis que he enseñado a no espantar las moscas cuando hacéis el signo de la cruz. El que tiene las manos buenas, los brazos buenos, tiene que hacer un hermoso signo de cruz, que recuerda verdades importantes.
Sea alabado Jesucristo.
Marisa - La han cogido y se la han llevado.
Obispo - Y nosotros estamos todavía aquí.
Marisa - Desgraciadamente todavía estamos aquí.
Roma, 12 de junio de 2004 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo. Mis queridos hijos, la Madre os da las gracias por vuestra presencia, sobretodo porque hacéis la adoración eucarística. Es una gran alegría para mi, veros orar delante de Jesús Eucaristía, aunque tengo que decir que no todos responden, pero yo soy feliz igualmente, porque lo es mi Hijo Jesús.
Sabéis que hace un año vuestro Obispo hablando del triunfo espiritual de la Eucaristía, que ya habéis tenido y que alguno ha olvidado, lanzó la iniciativa de hacer un año eucarístico, extendido a toda la Iglesia. Pues bien, hace dos días ha hablado de ello también el Santo Padre. ¿Cómo es que todo lo que dice vuestro Obispo es expuesto con las mismas idénticas palabras? Quiere decir que alguno graba lo que dice y luego lo refiere a quien está en lo alto. Cada reflexión, idea, inspiración que vuestro Obispo os comunica es conocida enseguida incluso fuera de aquí. Para vosotros tiene que ser una alegría, una satisfacción que los hombres de la Iglesia oigan, escuchen, ¿de que modo?, no importa, y que repitan lo que dice vuestro Obispo. No tenéis que preocuparos, dejadlos que hagan, dejadlos que escuchen.
Mañana es una grandísima fiesta. Vuestro Obispo os ha explicado que en el Eucaristía está el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús, está la Trinidad. Vosotros sabéis también un canto muy sencillo que dice: "Viva Jesús Eucaristía, viva la Madre de la Eucaristía, que es la raíz de la Eucaristía".
Mañana, si el tiempo lo permite, porque no depende de Nosotros, haréis una hermosa procesión. Sacad todo lo que habéis preparado: banderas, flores y estandarte. Cuando hacéis la procesión, no todos, pero la mayor parte de vosotros está recogida y ora según las intenciones del Obispo. Muchas veces os he dicho: "Orad por vuestro Obispo, tiene necesidad, creedme", como a las pías mujeres, a los apóstoles y a los discípulos: "Orad por vuestro Jesús, porque tiene mucha necesidad". Hoy, en el 2004, os digo a vosotros, aunque sois pocos: "Orad por vuestro Obispo, porque tiene mucha necesidad". Mañana es una grandísima fiesta, una de las más grandes. ¿Recordáis cuando el 11 de junio del 2000, en las manos de vuestro Obispo, de la hostia surgió la sangre? Esto es para haceros comprender que en la hostia está el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Este milagro ha ocurrido un año después que Don Claudio fuese ordenado Obispo por Dios, pero los pequeños y los grandes hombres de la Iglesia rechazan todavía esta ordenación episcopal. S. E. Mons. Claudio Gatti ha sido ordenado Obispo por Dios, él es el Obispo de la Eucaristía, el Obispo del Amor. Os pido oraciones y sacrificios para que los hombres de la Iglesia acepten al Obispo ordenado por Dios. Os pido también que preparéis la clausura del año social que haréis el 29 de junio.
Cuando os vayáis de vacaciones, no tenéis que dejar la oración, tenéis que continuar orando, orando y orando. Aprended a amar, después orad; esto lo ha dicho mi Hijo Jesús. Si oráis y no amáis, ¿qué obtenéis? Nada. Yo os veo, leo en vuestros corazones, como bien sabéis, y sé quien ama y reza y quien reza y no ama. Por tanto ánimo: amad y luego orad. Os espero a todos mañana, espero también que los que están ausentes hoy, estén presentes mañana. Por lo demás, éstos son los últimos domingos y después el 29 de junio festejaréis los cinco años de episcopado de vuestro obispo y los cuatro años del milagro eucarístico. El 29 de junio será una gran fiesta para el Paraíso y para la Tierra.
Ánimo. Jesús ha dicho: yo he vencido al mundo, vosotros venceréis, también por el triunfo de la Iglesia. Gracias.
Juan a mi Obispo y vuestro
(Marisa enseña a la Virgen la portada del giornalino, en la que están reproducidas las imágenes de S. José, de S. Pablo, de Pablo VI y de nuestro Obispo)
Nuestra Señora - Sí, los he visto, Marisella, no me interrumpas.
Marisa - ¡Quiero que veas a tu marido!
Nuestra Señora - S. José, S. Pablo, Pablo VI y Monseñor Claudio Gatti: estos cuatro personajes tienen en común muchas cosas, estos cuatro harán triunfar a la Iglesia como Jesús quiere.
Marisa - ¡Mira qué hermoso es tu marido! Perdona. Ahora me riñes también tu cada poco.
Oye, estas heridas que tengo, ¿me las curas? Yo me avergüenzo de tenerlas.
Nuestra Señora - Tu tienes que hacer lo que Dios quiere.
Empiezo de nuevo. Junto a mi Obispo y vuestro, junto a los cuatro grandes personajes de la Iglesia, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Bendigo a todos los niños, especialmente a aquellos por los que tu, Marisa, has sufrido tanto. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Alabado sea Jesucristo.
Roma, 13 de junio de 2004 - h. 11:15 a.m. (Carta de Dios)
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
(Recién terminada la procesión eucarística)
Jesús - Continuar y terminar la larga oración, la larga adoración y la procesión eucarística no es sólo tarea mía, sino también de Dios Padre y de Dios Espíritu Santo.
Marisa - Jesús, ayuda a todos los enfermos, a todos los que tienen necesidad. Ya sé que has hablado mucho en nuestros corazones y sobretodo en el de nuestro Obispo. Tratamos, del mejor modo, de festejarte, de honrarte, de orar y de sufrir.
Jesús - Mis queridos hijos, vuestro Jesús tiene que comunicaros la carta de Dios, que está llena de amor en lo que a vosotros se refiere. Pensad: ¿dónde se ha verificado en primer lugar el triunfo de la Eucaristía, el espiritual? En este pequeño lugar taumatúrgico, donde hay un pequeño cenáculo. En este santuario no llega una multitud enorme de personas, por el momento. Dios ha escogido este lugar para santificarlo y santificar a los que aquí vengan.
Hoy es la fiesta del Cuerpo y Sangre de Jesús, ¡mi fiesta! Tu estás unida a mi por la sangre que, en abundancia, continua saliendo de los estigmas y tu conoces el motivo: para salvar al Papa.
Primero Pablo VI y después Juan Pablo II, quedaron ilesos en aquellos lugares donde tenían que haber muerto. La última vez, para no enumerarlas todas, ocurrió durante la reciente permanencia del presidente americano en Italia. Incluso las jornadas de ayer y de hoy tenían que ser de fuego, y Dios Padre ha tratado por todos los medios de atenuarlas, pidiendo el sufrimiento a quien podía aceptarlo, no a todos.
Yo, frente a tanto amor vuestro, a la procesión y a las palabras dichas por vuestro Obispo, tendría que callar y todo tendría que terminar con la S. Misa, una Misa participada, que, como siempre, tratad por todos los medios de vivir como si fuese la última de vuestra vida.
Mis queridos hijos, hijitos míos predilectos, se lo que esperáis. Para vosotros el tiempo os parece muy, muy largo, para nosotros no. Dios puede decidir intervenir en cualquier momento, pero espera todavía conversiones, conversiones, conversiones. De otro modo, ¿cómo puede salvar a la Iglesia? Esta Iglesia está regida actualmente por hombres que buscan el poder, el dinero y los primeros lugares. Vosotros no queréis esto. Cuando todo cambie, cuando la Iglesia sea renovada, todo será hermoso para los que la puedan ver. Ya os he dicho que con la muerte de vuestra hermana y con la subida a las alturas estupendas de vuestro Obispo todo cambiará. Entonces para el que ha vivido lejos de aquí, para el que ha calumniado, difamado y os ha abofeteado a vosotros, que es como abofetearme a Mi, será verdaderamente demasiado tarde para convertirse. No os alejéis nunca del lugar taumatúrgico, sino que debéis hacer como hace vuestro Obispo, pegaos lo más que podáis al tabernáculo, es decir, a Mí, Jesús. Dejad de lado los pequeños afanes diarios, liberaos de la envidia y de los celos, sed sencillos, sinceros, honestos y buenos; quereos.
Ahora vuelvo al Padre, también el Espíritu Santo vuelve al Padre. Puesto que ya habéis recibido la bendición, porque mi presencia es fuente de bendición, la Madre quiere estrecharos fuertemente en su corazón y cubriros con su manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - ¿Se cerrarán estas heridas?
Jesús - Es Dios el que decide, hija mía.
Marisa - Adiós. No estoy nada bien, he tenido muchos contratiempos durante la procesión; ayúdame a escuchar la S. Misa. Adiós.
Sí, he entendido, está bien, como queráis.
Jesús - Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo y la Madre de la Eucaristía, los ángeles, los santos y las almas salvadas están con vosotros.
Marisa - Gracias, gracias. Haré todo lo posible. Adiós.
Don Claudio, perdón, Excelencia, se han ido todos, también Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.
Obispo - Durante la S. Misa, en la consagración, estarán de nuevo con nosotros.
Marisa - Contigo estará también la Virgen mientras celebras la Santa Misa.
Roma, 18 de junio de 2004 - hora 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es vuestro Jesús el que os habla. Hoy es la fiesta de mi Sacratísimo Corazón. Cuando recitáis el S. Rosario, repetís la jaculatoria a mi Corazón; esto me hace feliz. Ninguno en el mundo ha tenido como vosotros apariciones tan frecuentes; ayer vino mi Madre, hoy he venido Yo para desearos todo el bien e invitaros a empezar la novena para el 29 de junio.
Gracias por las adoraciones, aunque muchos no vienen, pero Dios, que ve desde lo alto de los Cielos, está contento de los que lo hacen con amor y no para hacerse notar. Alguno lo hace por esto, pero Dios mira a los que han amado y de los que es amado.
Mis queridos hijos, vuestro Jesús está aquí en medio de vosotros. A pesar de que haya siete mil millones de hombres y millares de santuarios, Yo estoy aquí, en este lugar hecho santo por Dios. Yo soy el Hijo de Dios, Yo soy la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Yo os amo. ¿Os acordáis de cuando dije por primera vez: "Aprended a amar y después orar"? Aprended a respetar al Obispo; haced lo que dice, no actuéis según vuestra cabeza. Si al Obispo le gusta algo de una manera, tenéis que hacerlo como le gusta a él. Podéis dar un consejo, pero haced lo que dice el Obispo; esto es respeto, esto es amor. Cada vez que os hago un cumplido o digo que habéis hecho un paso adelante, ocurre alguna cosa y alguno vuelve atrás. ¡Ahora ya basta! Hace años que venimos aquí en medio de vosotros y en ningún lugar ha habido tantas apariciones como aquí. Orad, creed en el S. Evangelio y amaos el uno al otro como Yo os he amado. Yo, Jesús, he dado la vida por cada uno de vosotros. Amaos, hermanos, amaos siempre. No miréis la paja del ojo de vuestro hermano, cuando vosotros tenéis una viga. Si alguno se equivoca, reprendedlo, pero si eso que ha hecho es una pequeña falta, dejadlo estar. Orad; mirad el tabernáculo, pegaos al tabernáculo. Solo Jesús, Hombre-Dios, puede ayudaros y salvaros.
Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo y a vuestros seres queridos. Bendigo a los enfermos, hay muchos, y a vuestros objetos sagrados. Os traigo en mi Corazón y mi Madre os cubre con su manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Espíritu Santo y de Mi, Dios Hijo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Me has prometido que mañana me dejarás ver a mi madre.
Jesús - Quédate tranquila, Marisella.
Marisa - Adiós, Jesús. Eres mi esposo, pero ¡cuánto me haces sufrir! Está bien, acepto el sufrimiento, con tal que se salven las almas; como Tu quieres. Ahora, basta ya de sangre. Dolor todo el que quieras, pero sin sangre. Adiós.
Don Claudio, Excelencia, perdona, Jesús se ha ido.
Roma, 20 de junio de 2004 - hora 10:40 a.m. (Carta de Dios)
Jesús - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Como sabéis bien, mis felicitaciones son para el Obispo por los cinco años de episcopado. Claro, no han sido cinco años de alegría. En estos años, el Obispo no ha visto muchas almas alrededor suyo, pero Dios está contento así. A Dios no lo gustan las cosas exuberantes y si se ha posado y apoyado en este pequeño lugar, es porque ama las pequeñas cosas. Delante de los ojos de Dios vuestro Obispo es un gran personaje, imitadlo en la oración y en el trabajo que hace por las almas; incluso si encuentra musulmanes tiene una palabra para todos, da ayuda a todos. Las felicitaciones de parte de todo el Paraíso son para vuestro Obispo, con la esperanza de que el nuevo año sea un año de alegría para todos.
Yo soy Jesús, Aquel que te ha ordenado Obispo y lo serás hasta la muerte, y también después, porque después comprenderán. Meditad esta frase: "Obispo ordenado por Dios". Tu eres el Obispo ordenado por Dios después de dos mil años. Después de los apóstoles, después de san Pablo ha llegado san Claudio.
Los santos no están sólo en el Paraíso, sino también en la tierra, donde dan buen ejemplo y testimonio; esto vale para todos, mayormente para vuestro Obispo. Yo os pido, como siempre, que oréis mucho por él. El empeño más importante de toda gran fiesta religiosa es la oración. Me da mucha alegría la adoración eucarística que hacéis el viernes, aunque no todos respondan. Los que responden son muy agradables a mi Corazón. Repito lo que ha dicho mi Madre y vuestra: ¡obedeced al Obispo! Si el Obispo dice que hagáis una cosa, tenéis que hacerla como él dice. Podéis dar consejos, pero la última palabra compete a vuestro Obispo.
Felicitaciones a ti, Marisella, mi dilecta esposa. Sé que no te importa esta fiesta tuya, sé que estás contenta que se festeje sobre todo a tu Obispo, tu hermano, tu amigo. Ya habéis llegado a 33 años de vida comunitaria y esta vida ha sido muy hermosa, muy pura y muy sincera. He oído muchas veces que has dicho a las personas: "Para continuar adelante, para amarse y quererse hace falta la sinceridad y la conversación". Estos dos hijos míos han ido adelante por su sinceridad; han sido golpeados de todas partes, pero la sinceridad, la lealtad y la conversación entre ellos no han faltado nunca. Querría que también vosotros hicieseis lo mismo. Esto es verdadero amor, este es el gran amor que Dios quiere. Yo, Jesús, a mis dos queridos hijos predilectos les digo: "Felicidades", a ti un poco menos, Marisella.
Marisa - Ya lo sé, yo estoy siempre detrás el Obispo, pero estoy contenta que lo amen y lo quieran. Me alegro, me alegro y me alegro cuando veo que el Obispo es amado. Sin embargo, cuando le hacen sufrir, yo también estoy mal.
Jesús - Ahora fuera la tristeza, pensad en escuchar la S. Misa por vuestro Obispo y Dios os bendecirá a todos vosotros. Yo soy Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Como ves, Marisella, tengo los estigmas. Tu te los has tapado casi del todo para que no los vean, te has hecho además un gran vendaje.
Marisa - Sí, porque me avergüenzo.
Jesús - Mis queridos hijos, ánimo y adelante. ¿Esperáis algo grande?
Marisa - Sí, si. El Obispo no responde, pero en su corazón dice que sí, estoy segura. Pero que se haga la voluntad de Dios, como siempre.
Te quiero encomendar a todos los enfermos. ¿Ahora te vas también tu?
Nuestra Señora - Mira quien te he traído.
Marisa - ¡Mamá, mamá! ¿Te acuerdas cuando decías: "Oremos por su Excelencia"? ahora que estás en el Paraíso continúa orando por su Excelencia. Si puedes ir a ver a Dios, ve a encomendarlo. Adiós, mamá, qué bella eres, sois todos hermosos.
Gracias, gracias.
Nuestra Señora - Te había prometido, Marisella, que te traería a tu madre.
Junto a mi Obispo y vuestro santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo en particular a todos los niños, especialmente a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. ¿Por qué lloras, Marisella?
Marisa - Lloro de alegría, estoy contenta.
Oye, mamá, ¿ve todas estas heridas que tengo en el cuerpo?
Nuestra Señora - No, no, he pensado en todo.
Marisa - Gracias. Adiós.
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.
Roma, 24 de junio de 2004 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Sí, he comprendido. Te encomiendo a todas las personas que esperan un niño y tienen dificultad para tenerlo, a la pequeña Elisa, Lidia y tantos otros que se han encomendado a mis oraciones. Yo te los confío todos a ti y tu confíalos a Dios Padre.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hoy es el último encuentro bíblico, quizá alguno será feliz y alguno no lo será. Las personas que participan en él son siempre las mismas, las otras no han sentido ni siquiera el deseo de venir al último encuentro.
Faltan cinco días para la gran fiesta, hablo desde el punto de vista espiritual, para el aniversario de la ordenación episcopal de vuestro Obispo y para la clausura del Año Social, un año muy difícil y muy duro no solo para mis dos hijitos, sino también para vosotros. Parece que el sufrimiento vaya detrás de todos, pero si sacáis la cuenta podéis decir: "Hemos obtenido la victoria!". Como Jesús que ha muerto en cruz para reabrir el Paraíso a todos los que quieren ir, es feliz, también vosotros tenéis que estar contentos.
El 29 festejaréis también a los santos Pedro y Pablo. Pablo es el gran amigo de vuestro Obispo, los dos se asemejan mucho, se parecen. Es una fiesta llena de recuerdos!. Os ayudaré a hacerlo todo bien, en orden. Por lo general hacéis bien la procesión, en silencio y con recogimiento, pero la última vez alguno se distrajo, se giró hacia atrás para ver quien estaba presente. Cuando se lleva a Jesús Eucaristía en procesión, es necesario permanecer siempre recogidos, no darse la vuelta por aquí y por allá, no miréis si las banderas están derechas o torcidas. Uníos a mi Hijo Jesús, orad por la conversión de tantos pecadores y por cada uno de vosotros, por vuestros seres queridos, por vuestros hijos, vuestros nietos y veréis que todo se volverá más fácil.
Cuando os hago reclamos maternos, os corregís y cuando os alabo, os derrumbáis; esto todavía no lo he comprendido. Cuando oréis, estáis en la iglesia, participad de la S. Misa, al confesaros y comulgar tenéis que estar recogidos y en silencio.
Último día de encuentro bíblico; alguno no ha participado casi nunca.
Marisa - Ésta soy yo. ¿Qué puedo hacer?
Nuestra Señora - En este último encuentro bíblico tratad también de hablar vosotros, de decir algo, de pedir algunas explicaciones. ¿Donde encontráis un Obispo que se dedica del todo a las almas? Yo voy por muchas parroquias y veo como hacen el encuentro bíblico, es muy decepcionante.
Ánimo, tratad de poner en práctica estas pequeñísimas recomendaciones que os he dicho. El 29 haced una gran fiesta, primero a S. Pedro y a S. Pablo. Perdona, Excelencia, si los pongo a ellos antes que a ti, después festejad a vuestro Obispo con armonía, sin cotilleos, sin hablar por detrás, y con amor; esto es lo que le gusta a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.
Mis queridos hijos, la Madre ahora se retira, porque se prepara también ella para participar a la Santa Misa, al lado del Obispo. Vosotros orad, no os distraigáis, sobretodo las personas del coro, tratad de hacerlo todo bien, todo por amor a Jesús.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi Corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Roma, 26 de junio de 2004 hora 7:00 p.m. (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Ha venido vuestro Jesús a hablaros, porque éste es el mes dedicado a Mí, está dedicado a mi Corazón y también al vuestro. Me gustaría mucho que vuestros corazones fuesen míos y que todos juntos formásemos un único corazón.
Para la fiesta de S. Pedro y Pablo y del aniversario del episcopado de vuestro Obispo apenas quedan tres días; continuad orando. Quiero dar las gracias a los que han hecho la adoración eucarística, a los que han venido de lejos y los que oran, aunque no pueden estar aquí presentes. Orad por los enfermos: son muchos. Los enfermos aumentan, como aumentan los que no Me aman a Mi, Jesús. Hay muchas personas que se han de convertir, por esto vengo y os pido que oréis y améis. Junto a Mi formamos un solo Corazón. Imaginad qué hermoso: el Corazón de Jesús junto a los corazones de los que han sido fieles viniendo cada vez que han sido llamados, sea para la novena, sea para la adoración, sea para la Santa Misa y han estado siempre presentes.
Ven adelante, Mamá. A mi Corazón quiero añadir el Corazón de la Madre de la Eucaristía y el corazón de mi padre José y engrandecerlo cada vez más con las almas que están en gracia, con las almas que viven en gracia, con las almas que no hacen sufrir voluntariamente.
Recordad que la vida no está hecha sólo de trabajo, de labores domésticas. Mis dos queridos hijos hacen adoración eucarística en la habitación de Marisella, porque ella no puede bajar. Hoy ha descendido, pero está muy probada por el demonio que la ha maltratado por todas las partes del cuerpo justo cuando cantaba. Tenía la alegría de cantar, porque tenía más voz que de costumbre y el demonio la ha atacado, pero no ha vencido. Ella ha continuado, a pesar del dolor y los golpes, cantando, sonriendo y haciendo bromas. Ninguno de los presentes se ha dado cuenta de lo que le estaba pasando a esta pobre hija; todo esto lo ha ofrecido por vosotros, por la conversión de los pecadores, por los enfermos y sobre todo por su Obispo, nuestro Obispo.
Tratemos de unir nuestros corazones a los de la Madre de la Eucaristía, de José, de todos los ángeles y santos del Paraíso y de tu madre, Marisella, para ser de esto modo un corazón grande, un corazón que ama a Dios, un corazón que ruega a Dios así: "Dios, convierte a los hombres, no somos nada, pero rogamos mucho por los otros".
Quedan tres días de preparación para el aniversario de la ordenación episcopal de vuestro Obispo. Recordad y no os olvidéis que Mons. Claudio Gatti es el más grande Obispo de la Iglesia, que ha sido ordenado por Dios y no por los hombres. Dios no le ha pedido permiso, ha dicho solamente: "¡Te ordeno Obispo!". No le ha dicho: "Si quieres, eres libre de aceptar o de rechazar". Él ha obedecido y esta obediencia le ha traído mucho sufrimiento, tanto que vosotros no podéis ni siquiera imaginar, pero su corazón se ha acercado al Corazón de Jesús y al de la Madre de la Eucaristía, se ha vuelto grande, hermoso como el nuestro.
¡Felicitaciones a todos y gracias!.
Nuestra Señora - Yo soy la Madre de la Eucaristía y después que ha hablado mi Hijo Jesús no tengo otra cosa que decir. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Recuerda Marisella: ¡un único corazón!.
Marisa - ¡Qué hermoso!. Adiós, mamá; ora por su Excelencia, adiós.
Don Claudio, he dicho a mi mamá que ore por su Excelencia.
Roma, 27 de junio de 2004 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Una vez más os habla vuestro Jesús. Después que ayer dije que mi Corazón, el de mi Madre, de José y vuestros corazones tienen que estar unidos juntos, dos personas continúan cojeando fuertemente, faltando de respeto al Obispo, haciendo lo que les es más cómodo. Yo, Jesús, que amo a todos, incluso a los pecadores, ¿qué debo decir? Digo que en la unión de todos estos corazones faltan dos, porque no quieren corregirse y no quieren cambiar. Cada día vuestro Obispo ha estado dispuesto a llamar la atención a estas personas con caridad y con amor, además les ha suplicado diciendo: "Comportaos bien al menos en estos últimos días que estamos juntos, pues nosotros nos marcharemos". No ha servido de nada, han desobedecido y pensado cosas que permanecen en mi corazón, porque si tuviese que hablar y decirlo todo, estallaría un escándalo. Os repito a vosotros mis queridos hijos: "Formad este corazón, como dije ayer; amad a las personas que sufren, a los enfermos, a los que están lejos, a aquellos a los que los obispos han prohibido que vengan a este lugar taumatúrgico". ¿Por qué? ¿Qué se hace en el lugar taumatúrgico? Se ora y se ora mucho, pero los obispos no quieren que sus diocesanos vengan aquí, y si estos trabajan en sus dependencias son chantajeados; esto no es bonito. ¿Sabéis qué quiere decir? Les quitan el trabajo. Entonces los laicos buenos y los sacerdotes buenos no vienen porque tienen miedo de ser privados del oficio o del trabajo. A su vez, sin embargo, también los obispos tienen miedo. ¿Pero de qué? Cuando todo triunfará, entonces sí que estos obispos tendrán que temblar. Vosotros sois valientes al venir porque sabéis donde está la verdad.
Aunque en las grandes fiestas en tantos lugares se reúnen millares de personas, mi Madre está aquí, Yo estoy aquí, en el lugar que Dios ha convertido en taumatúrgico y santo. ¿Qué significa esto? Sois personas inteligentes para comprender que si la Madre del Cielo y Yo estamos aquí, es porque este lugar ha sido escogido por Dios. No buscamos las grandes masas, ni los grandes santuarios donde van todos, pero que sin embargo no oran. Las personas razonan así: "Si allí va tanta gente, entonces yo también voy". Aquí no hay mucha gente y dicen: ¿Qué voy a hacer?". Esta es su oración. ¿Cuál es vuestra oración? La del sacrificio, porque a veces vais contra los parientes. Pero vosotros escucháis la palabra de Dios y vais adelante serenos y tranquilos. Os daréis cuenta que poco a poco todo se allanará para los que quieren cambiar. Los que viven con la cabeza por el aire, que no piensan ni en Jesús, ni en María, ni en el Obispo ni tampoco en todos vosotros, no cambiarán nunca y no se salvarán. Ya no tendrán la ayuda del Obispo, porque ya la han tenido, e incluso demasiado. Yo digo al Obispo: "Excelencia, basta, basta, basta de hablar con los cabezas vacías, con las personas soberbias, orgullosas y mentirosas, basta!" ¿Recuerdas lo que he hecho Yo? He cogido el látigo y los he arrojado fuera a todos. Tu piensa en las almas que quieren seguirte, que te quieren, que quieren cambiar, que vienen para la dirección espiritual. Te pido que me obedezcas. Tienes que hablar sólo si se verifican situaciones graves, de otro modo, basta, déjalo estar. Cuando sea el momento se darán cuenta de lo que quiere decir no haber amado.
Marisa - ¿Ya te vas, Jesús?
Jesús - Sí, me voy, pero te mando a la Madre.
Nuestra Señora - Yo, la Madre, no tengo nada que añadir después de lo que ha dicho mi Hijo Jesús, os digo solamente que Le obedezcáis y pongáis en práctica cuanto ha dicho.
Veo muchas virgencitas aquí en fila, están bien alineadas, como tendríais que estar vosotros durante la procesión: en silencio, con recogimiento, orando, cantando y sin giraros y mirando a las personas, porque está presente Dios. Mirad siempre adelante.
También yo digo al Obispo: "¡Basta!".
Marisa - ¿Tu o yo?
Nuestra Señora - Yo, pero díselo también tu.
Marisa - Ya se lo he dicho esta mañana: "¡Basta!".
Excelencia, ¡basta!
Obispo - ¡Basta!
Marisa - Ha dicho: "Basta".
Nuestra Señora - Gracias, mis queridos hijos, por vuestra presencia, sobretodo doy las gracias a los que con sacrificio han venido de lejos. Ánimo, Hugo, la meta está cercana.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Marisa - Oye, ¿dónde está la mamá?. ¡Mírala! Adiós, mamá, adiós.
¡Basta!
Roma, 29 de junio de 2004 - hora 10:50 a.m. (Carta de Dios)
Jesús - Habéis cantado a mi Madre el himno al amor, el Magnificat, y Yo, Jesús, estaba aquí en medio de vosotros. Mi Madre os ha seguido paso a paso durante la procesión eucarística y en un determinado momento, mirando a vuestra hermana, le ha dicho: "Ánimo, camina, ve hasta el final". Ha sido muy duro y doloroso para ella caminar al lado del Obispo.
Yo, Jesús, estoy contentísimo de todo lo que habéis preparado y realizado, incluso si ha habido alguna imprecisión, no importa. No siempre sale todo bien pero vosotros habéis logrado prepararlo todo perfectamente, habéis sido verdaderamente estupendos. Habéis estado recogidos durante la procesión, aunque alguno ha hablado, entre tantos, siempre hay alguno que pierde el hilo de lo que tiene que hacer. Hoy es una grandísima fiesta, más bien, son muchas fiestas y sobre todo es el aniversario de la ordenación episcopal de vuestro Obispo; os pido con todo el corazón que oréis por él. Tienen que orar de manera particular las hermanas presentes que tienen tanta dificultad en la comunidad y los laicos que se han alejado por el chantaje o por la amenaza de perder el trabajo de este lugar taumatúrgico. Hoy hacéis también la clausura del Año Social, un año lleno de fatiga, de sufrimiento, de amargura, pero también de alegría, porque vosotros no podéis ni siquiera imaginar cuantas almas, no de esta ciudad, se han convertido y han vuelto a Mi. Incluso musulmanes y protestantes que no creían en la Eucaristía, se han vuelto a Jesús Eucaristía. A vosotros os digo que no os volváis rutinarios, recibidme siempre en vuestro corazón con todo el amor que podáis. ¿Os acordáis cuando he dicho: "Hagamos un corazón grande formado por el mío, por el de mi Madre y vuestra, de mi padre José y de vuestros corazones"? Vuestra hermana ha visto en el Paraíso un gran corazón que abrazaba a todas las almas santas.
Yo y mi Madre cada vez que venimos al lugar taumatúrgico pedimos oraciones y sufrimientos, pedimos que os améis, que os queráis, que seáis humildes, sinceros. Fuera el orgullo, la presunción, el querer sobresalir; al Paraíso llegan los humildes y sencillos; si no os volvéis pequeños como niños no entraréis en el Reino de los Cielos.
Cuando hay que decir algo, hacer alguna llamada de atención, no tenéis que volveros atrás. ¿Cuántas veces os he dicho esto? No tenéis que decir: "No le llamo la atención porque es más grande, más importante que yo". Si tu sabes que estás en la verdad y que el otro miente, tienes que llamarle la atención. Esto es lo que Yo os he enseñado en el Evangelio, esto dice en sus cartas también el gran san Pablo, el amigo fraterno de nuestro Obispo. San Pedro y san Pablo eran dos personas ariscas, pero fuertes, valientes, sinceras y han luchado contra todo con tal de hacerme conocer y amar a Mi, Cristo Jesús. También vuestro Obispo hace lo mismo; lucha, combate y si ve algo que no funciona, interviene, lo dice, no lo manda decir. El Evangelio enseña que cuando alguno falta, aunque sea un superior, incluso si es el Papa, tiene que ser reprendido. Los superiores, si no hacen su deber, no son nada frente a Dios y tienen que ser reprendidos.
Yo tengo el Corazón lleno de amor por vosotros y quiero que vengáis todos al Paraíso conmigo, con la Madre, con José y todos los ángeles y santos.
Habéis hecho una hermosa y sufrida procesión. Gracias a todos: a los adultos, a los jóvenes y a los niños, que han tirado flores delante de Jesús Eucaristía. Gracias sobretodo a los que han venido de lejos, muy lejos, como Henry. Continuad así y orad, orad, orad. ¿Qué tengo que decir después de todo lo que habéis hecho, frente a tanta belleza y a vuestro amor que habéis sacado fuera? ¿Qué más puede deciros vuestro Jesús? ¡Que os améis! Aprended a amar y después orad, porque no es el niño el que hace sufrir, sino que son los grandes que a veces hablan, incluso durante la exposición de la Eucaristía.
Permitidme que felicite a los ministros extraordinarios, porque es también su aniversario, y lo merecen. Vuestro Obispo os quiere precisos, sinceros, humildes y sencillos. Cuando llegaréis a esto entonces todo será hermoso en la Tierra y en el Cielo.
Acordaos de orar por vuestro Obispo, porque tiene una pesada cruz en las espaldas, tiene la Iglesia en las espaldas, orad por él. El que no sepa orar que diga: "Jesús, María, ayuda a nuestro Obispo". Tu serás feliz, Marisella, en lo alto de los Cielos.
Sí, aquí a mi lado está tu mamá. ¿Ves que bella es?
Marisa - Sí, me conmueve verla. ¡Oh cuantos niños, también los negritos, los africanos!. Don Claudio están los niños que hemos bautizado, cuando Jesús nos manda en bilocación por el mundo.
Jesús - Sí, están todos aquí, junto a la abuela Yolanda.
Ánimo, esto te tiene que dar fuerza para aceptar el sufrimiento que Dios te manda y estos estigmas que continúan sangrando. Hazlo por tu Obispo, acepta todo por tu Obispo, por la pesada Iglesia que tiene sobre sus espaldas. No son pesadas las paredes, sino los hombres de la Iglesia. Tu sufre y ofrece por el Obispo.
Marisa - Jesús se ha ido con todos los ángeles y los santos. ¡Mira la Virgencita!
Nuestra Señora - Poned en práctica lo que mi Hijo Jesús os ha dicho: amadlo y amaos. La frase "Aprended a amar y después orar" es muy importante, es inútil recitar muchas oraciones si después no se ama al hermano o al amigo, si no se ama al Obispo.
Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós. Doy un beso también a mamá y a los sobrinitos, porque antes no se los he dado.
Excelencia, se han ido todos.
Obispo - Después vuelven por la Santa Misa.
Marisa - A la Santa Misa vienen Jesús, Nuestra Señora y san José.