Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Año Social: 2004-05

El Año de la Eucaristía

Los mensajes de Dios son traducidos por un miembro de la comunidad, quien no es un traductor profesional. S.E. Mons. Claudio Gatti reconoció el origen sobrenatural de las apariciones (Decreto del 14/9/2000), pero el dió la aprobacion eclesiastica solamente a los mensajes en italiano, para que el no es responsable de errores hechos sin querer de el traductor

Mensajes de Septiembre de 2004

Fuente S. Lorenzo (MC), 4 de septiembre de 2004 - hora 4:45 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - De lo alto de los cielos has descendido a la Tierra para estar con nosotros.

Nuestra Señora - Yo, la Madre de la Eucaristía, no tengo palabras para daros la gracias, porque finalmente habéis hecho esta peregrinación tan esperada por mi. Como siempre, hay nubecillas: el cuchichear, el hablar, el evitar hacer pronto todo lo que se tiene que hacer. Si se dice que hay que estar juntos en un automóvil cuatro o cinco, es necesario obedecer, porque así evitáis el tener que traer más coches. Cuando el Obispo dice algo es siempre para vuestro bien.

De todas formas, para mí es una gran alegría veros aquí reunidos después de haber afrontado tantos sacrificios, partiendo desde Roma, desde Castel Sant'angelo, desde Visso y de la Domus Laetitiae. Habéis pensado en el cuerpo, pero habéis pensado también mucho en el alma, habéis recitado el S. Rosario. Hace un año, el 30 de agosto, Dios bajó y bendijo este lugar y el agua. Aquí todo es taumatúrgico. Personas que no lo sabían, se detuvieron a hacer una merienda y bebieron agua. Una niña que estaba enferma, bebiendo el agua se curó. Hoy está sana, ya no tiene el feo mal que todos teméis. Las personas, que vienen aquí a beber agua porque tienen sed, no saben todavía que pueden tener la gracia de la sanación.

Dios, que ha hecho taumatúrgico el lugar de Roma, ha hecho taumatúrgico también este lugar, que tiene que permanecer intacto, tal como está ahora. Aquí no hay nada: hay el arroyo y el agua, hay los árboles. Aquí mis dos hijos han vivido conmigo una larga aparición de tres horas. Pensad: vuestra hermana ha estado tres horas de rodillas y cuando se ha levantado, ha continuado rezando el S. Rosario desde donde había sido interrumpido, sin saltarse ni un Ave María. Claro, hoy, pobrecita, no puede hacer otro tanto, más bien, ha hecho incluso demasiado por sus condiciones, pero lo ha hecho con amor por Dios y por vosotros. Habéis visto que puede caminar cuando yo estoy a su lado, pero más de esto no puede hacer.

Aquí harán peregrinaciones y vendrán muchas personas. Conocerán la fuente, sabrán que el agua es taumatúrgica y vendrán también, como os ha dicho vuestro Obispo, los sacerdotes y los obispos, pero el primero que vendrá será el Santo Padre; no Juan Pablo II, porque no puede hacer lo que habéis hecho vosotros. Habéis recorrido un camino fatigoso, lo reconozco, pero ahora que ya ha terminado todo, sentís una gran alegría en vuestro corazón, a pesar de los sacrificios que habéis afrontado, porque habéis llegado hasta este lugar perdido en un valle, conocido sólo por pocas personas que vienen a pasar el fin de semana. Yo, la Madre de la Eucaristía, hoy os pido que oréis por vosotros aquí presentes y por los que se han quedado en Roma y no han podido venir. Cuantas personas habrían querido venir, pero no han podido, porque hay quien está mal y quien es anciano, como veis, el lugar no es fácilmente asequible.

Alguno ha dicho en su corazón: "Yo no vengo a este lugar otra vez". Esto me ha hecho daño, porque significa que no ha comprendido que antes de alcanzar algo hermoso, está el sacrificio y el amor hacia Dios, hacia Jesús, hacia la Madre de la Eucaristía y hacia vuestro Obispo, que os ha enseñado altas y profundas verdades y que está siempre dispuesto a hacer las oraciones particulares, catequesis y encuentros bíblicos, durante los cuales hay quien duerme y hay quien está despierto, pero si lo escucháis con atención, comprenderéis qué hermoso es el amor a mi Hijo Jesús.

Os lo ruego, me arrodillo delante de vosotros, y os digo con lágrimas en los ojos, con el corazón que sangra: "¡No hagáis sacrilegios!". Si cometéis pecados, confesadlos, no recibáis a mi Hijo Jesús en pecado mortal, porque cometéis sacrilegio y este es el momento en el que el demonio da vueltas alrededor, os hace caer, caer, caer y os hace decir muchas mentiras. Entonces penetra la soberbia, el orgullo y tantos otros defectos que conocéis bien porque vuestro Obispo lo ha hablado muchas veces.

Marisa - Madre mía, ¡está descendiendo todo el Paraíso!.

Dios Padre - Yo, Dios Padre, que he hecho taumatúrgico este lugar, os doy las gracias por haber venido. Os invito a no faltar a la caridad, a no chismorrear, a no hablar mal el uno del otro, sino a amaros, porque, recordad, el amor es la única virtud que estará presente en el Paraíso. Si habéis hecho hoy el sacrificio de venir aquí, podéis hacer todavía más, pero sin exagerar.

He traído conmigo a todos los ángeles y santos, que cantan: "Gloria a Dios en lo alto del Cielo". Yo estoy aquí y la Santa Virgen, la Madre de la Eucaristía, está de rodillas adorándome. Recordad: si queréis subir al Paraíso, no hagáis pecados graves, no chismorreéis, no seáis envidiosos ni celosos, antes bien quereos; Yo, Dios os espero a todos en el Paraíso.

Marisella, tu no me ves, me verás sólo cuando vengas al Paraíso. Tú ves a Jesús, pero soy Yo el que habla. Yo os quiero santos. No chismorreéis, no habléis mal el uno del otro. Cantad, recitad el S. Rosario, dad gloria a Dios, ayudad a un hermano vuestro que tenga necesidad, no os echéis atrás nunca.

Mi querido Obispo, no pienses nunca que eres un fracasado, porque las almas no te escuchen. Tú eres como mi Hijo Jesús, también él se ha sentido un fracasado, pero después todo se ha realizado según Mi voluntad.

Quiero dar la bendición a todos los niños que están presentes, a las pequeñinas Sara y Mariasole, a Emmanuel, a Samuel y Jacobo y a la pequeña de Mary. ¡Benditos los niños! Los niños cansan muchísimo. ¿Verdad Lauretta? Pero no hacen sufrir; no son malos, son vivos, y a veces es fatigoso tenerlos quietos, tranquilos. Cuando todos vosotros erais pequeñitos, empezando por el Obispo, erais traviesos también vosotros, aunque erais menos vivaces. Vosotros padres, sed fuertes, ayudad a crecer a los niños pequeños. También Jacobo tiene que ser bueno, escuchar la S. Misa y orar.

Marisa - Dios se ha ido. Ahora está la Virgencita y todos los ángeles y santos que han descendido.

Nuestra Señora - No quiero entreteneros más, porque estar de pie o de rodillas es fatigoso, pero quiero deciros: "Ánimo, no os desaniméis y amaos, como yo os amo".

Gracias por vuestra presencia en este lugar perdido entre las montañas, pero muy importante y hecho taumatúrgico por Dios.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Yo, la Madre de la Eucaristía, mando un beso a todos los niños, a las madres, a los padres, a las abuelas y a los abuelos.

Marisa - A mi nada porque no soy ni mamá ni abuela, no soy nada, ¿no soy nadie?

Nuestra Señora - Mira a tu madre, bésala.

Marisa - ¡Qué hermosa eres!

Nuestra Señora - También vosotros os volveréis todos hermosos. En el Paraíso seréis todos hermosos, todos jóvenes, dispuestos a dar gloria a Dios.

Marisa - Adiós, mamá.

Nuestra Señora - Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, dio Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Felicitaciones a todos y buena Santa Misa.

Marisa - Adiós.

Roma, 8 de septiembre de 2004 - hora 7:00 p.m. (Carta de Dios)

Natividad de la Bienaventurada Virgen María

Marisa - María es una niña pequeña, más pequeña que Mariasole. Virgencita crece rápido y ven a ayudarnos a todos, tu sabes cuanta necesidad tenemos de tu ayuda. Nos has dicho que quitemos las manzanas podridas y nosotros las hemos quitado, pero yo no quiero hablar de esto, porque me hace mucho daño.

Nuestra Señora - Marisella, es verdad, pero un día, muy pronto tendrás que hablar de ello.

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Nos hemos visto hace poco en el lugar llamado Fuente San Lorenzo y ha sido maravilloso. Todo el Paraíso descendió allí y Dios habló. Todos, los del Cielo y de la Tierra, éramos felices. Cuando nosotros hablamos, vosotros no siempre lo ponéis en práctica, no siempre reflexionáis sobre lo que os dice la Madre, sobre todo cuanto Dios dice; tratad de cambiar. Ha empezado un nuevo año, cuyas primeras celebraciones serán la fiesta del nombre de María y sobre todo la Exaltación de la Santa Cruz, cuando ocurrió el primer milagro eucarístico. A su debido tiempo os explicaremos cómo y dónde ha ocurrido el primer milagro eucarístico que Dios ha dado a mis dos hijitos, cuando estaban fuera de Roma.

Vuestra hermana me ve grande, pero junto a mi hay en una cuna una pequeña niña; soy siempre yo, porque Dios puede hacer todo lo que quiera. Igual que ha ordenado a Don Claudio Obispo, también ha puesto a la pequeña María en la cuna que mi amado esposo, con tanto amor había preparado para Jesús, y ahora la ha cogido para la Virgencita. Dios ha querido esto y yo, como siempre, aunque a veces es duro, obedezco a Dios, como tendríais que hacer vosotros también, como hacen vuestro Obispo y vuestra hermana. Marisella no quiere ser llamada vidente, pero ella es la única vidente del mundo. Sin embargo es tratada muy mal, no por todos, gracias a Dios, sino de pocos. No os preocupéis de lo que dice un alma; observad si lo dice con voz fuerte, alta y dura. Cuando mis dos queridos hijitos os dicen algo, incluso con voz fuerte, tenéis que decir que hablan con verdad. A vosotros sólo os tiene que interesar esto: si lo que dicen es la verdad. Yo ruego también por los que no están presentes, por los que hoy festejan el aniversario del matrimonio y desgraciadamente no han podido venir por motivos serios, que a vosotros no os interesa conocer. Yo los pongo al lado del Obispo y de la Vidente, con la V en mayúscula, como dice una persona. Aprended a escuchar y a poner en práctica lo que la Madre dice, a veces en un tono fuerte. También Dios muchas veces ha alzado la voz; ¿por esto tenéis que condenarlo? ¿Os atreveríais a condenar a Dios? No, porque lo que dice es la verdad. Os tenéis que comportar del mismo modo con mis queridos hijos, ¡porque os dicen la verdad! La verdad os hace libres, la verdad, aunque sea dicha por un demonio, permanece siempre verdad. Y entonces, vosotros, adultos y jóvenes, tratad de poner en práctica lo que Dios Padre dice, lo que yo os digo, porque Él me da la carta. Amaos, no recibáis nunca a Jesús Eucaristía si no estáis en gracia. Las manzanas podridas han sido quitadas porque han hecho sacrilegios. El que recibe a Jesús Eucaristía sin estar en gracia comete sacrilegio; pensadlo bien. Espero que todos vosotros aquí presentes estéis en gracia. En otros lugares, donde he aparecido, no dicen nada, dan la S. Comunión y hacen lo que quieren; tanto los sacerdotes, como las hermanas, como los laicos, hablan en la iglesia. Aquí, en el lugar taumatúrgico, hay seriedad, porque habéis tenido y tendréis todavía, por poco, al Obispo, que ha sabido comprender, que ha sabido amar a todos, indistintamente. Ha amado también a las manzanas podridas, que, no han comprendido nada y han seguido el camino del demonio. Al menos vosotros sed coherentes con cuanto la Madre os dice. Quereos, no hagáis pecados y si los cometéis, porque sois débiles, porque no sois perfectos, sólo Dios es perfecto, id enseguida a confesaros. Si os avergonzáis del Obispo, id a cualquier sacerdote, id a S. Pedro, a S. Pablo, id a las otras cuatro basílicas, id donde queráis, pero confesaros y no recibáis a Jesús Eucaristía en pecado.

Vosotros no la oís, pero la pequeñísima María está diciendo algo importante. ¿Habéis oído alguna vez hablar a Mariasole? Pues lo mismo está haciendo la pequeñina María, como lo hacen todos los niños. Ánimo, vuestra hermana tendrá que deciros algo que os hará daño, pero no hoy, porque no está bien. Vosotros estáis pensando: "De todos modos, para variar, nunca está bien". Pero decir algo feo es doloroso, necesita estar bien físicamente. Marisella tiene que hablar en lugar del Oobispo, porque tiene que permanecer al margen. Mons. Claudio Gatti tiene otra cosa que hacer y tiene que prepararse para ir a alturas estupendas. El que quiera comprender, que comprenda lo que quiero decir.

Quereos y amaos unos a otros, como Jesús y yo os amamos.

Mi saludo, mi abrazo y mi beso son especialmente para los niños pequeños, incluso a los que están lejos. También yo soy una Madre y he tenido la fortuna de tener a Jesús como hijo, que no me ha hecho sufrir nunca. Vosotros, jóvenes, no hagáis sufrir; vosotros, padres, y abuelos, no hagáis sufrir, os lo ruego. El sábado os supliqué de rodillas que no hicierais más sacrilegios y hoy de nuevo me arrodillo y os pido: no hagáis sacrilegios. Puede llegar el pecado, la imperfección, pero Dios, que es grande y bueno, ha instituido el sacramento de la Confesión. Vosotros sabéis que cuando habéis cometido pecados no mortales y os confesáis tenéis un aumento de gracia. No tenéis que tener miedo de nada, sino continuar siempre adelante, con el corazón lleno de alegría, con todo el amor que podáis dar; hacedlo, ¡os lo ruego!. Gracias.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a los que hoy celebran el aniversario del matrimonio y mando un beso a los niños, a los de cerca y los de lejos. Ruego por todas las personas que el sábado estaban presentes en el lugar que Dios ha querido hacer taumatúrgico.

Os cubro a todos con mi manto materno, teniéndoos junto a mi corazón. Id en la paz ce Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Veo a la Virgencita pequeña y a la Virgen grande. Adiós, gracias por todo.

>Roma, 12 de septiembre de 2004 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Perdona si me he permitido.

Nuestra Señora - Has hecho bien, porque los niños tienen que portarse bien, pero también tienen que reír y bromear; es su tiempo.

Yo me llamo María y felicito a todas las que se llaman como yo. Está Mariasole: María, la Virgen, el sol, la Eucaristía; los padres no podían escoger un nombre más bonito. Yo estoy siempre con vosotros, os ayudo y ruego por vosotros.

Mis queridos hijos, Nosotros los del Paraíso todavía gozamos de la gran fiesta, de la gran peregrinación del 4 de septiembre. Por desgracia no todo se ha desarrollado perfectamente, pero no importa, porque solo dos personas no se han comportado bien. Nuestra alegría es inmensa, como espero que también la vuestra. Tenéis que continuar gozando de aquel día. Recordad bien el mensaje que primero yo y después Dios os ha dado, con Su voz imponente; ponedlo en práctica. Sí, Mariasole, es necesario ponerlo en práctica, canta después. Sara, pórtate bien.

Es una gran alegría para mi veros aquí reunidos, aunque penséis: "Somos pocos y siempre los mismos". No importa. Las manzanas podridas se han ido y esto es un gran alivio, porque es difícil hablar y orar junto a los que no viven en gracia. Os lo he dicho yo y lo repetiré cada vez: vivid en gracia, recibid a mi Hijo Jesús en gracia.

No me alargo más. Felicito a Mariasole, a Marisella y a todas las que se llaman María; que festejan el primer nombre, no el segundo, en resumen a todas las Marías. Rezaré por vosotros y ciertamente también por las que no se llaman María.

Marisa - Gracias, tu sí que eres una Madre. Ayúdanos, sobretodo ayuda a nuestro Obispo a prepararse para llegar a las alturas estupendas. Gracias.

Nuestra Señora - Excelencia, te repito que no pienses más en las manzanas podridas, sino en ti mismo, en el camino que tienes que hacer. Se que te estás preparando poco a poco para subir a las alturas estupendas, aunque tienes mucho trabajo y has de ayudar a tu hermana. Date completamente al trabajo, dedícate a las tres Encíclicas a las que has pensado con tanto amor. ¡Adelante y ánimo!.

Junto a mi Obispo y vuestro bendigo a los niños, las que se llaman María y Mariasole. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Emmanuel y Mariasole son un don de Dios, como lo son Sara, Jacobo, Samuel; todos los niños, los del Cielo y de la Tierra, son un don de Dios. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

(La Virgen besa a Mariasole)

Marisa - La Virgencita te manda un beso. Adiós.

Obispo - ¿Ha bendecido el anillo?

Marisa - Creo que no ha pensado.

Obispo - Entonces vuelve y bendice el anillo.

Marisa - Pero ya ha dado la bendición final.

Obispo - Este es un anillo particular.

Nuestra Señora - Sí, Excelencia, bendigo el anillo particular, que te han dado los miembros de la comunidad.

Roma, 14 de septiembre de 2004 - hora 8:50 p.m. (Carta de Dios)

Exaltación de la Santa Cruz

Marisa - Jesús, ¿has bajado Tú del cielo? Has descendido triunfante: la Santa Cruz es signo de victoria para nosotros.

Jesús - Vosotros estáis conmemorando el primer gran milagro eucarístico. El 14 de septiembre de 1995, mientras tu, Marisella, dulcemente me querías besar la frente, de mi costado ha salido la Eucaristía y tu con mucha agilidad has alargado las manos para recogerla. No tenéis que olvidar nunca este gran milagro.

Yo he descendido triunfante y tengo en la mano la cruz: conmigo han descendido todas las personas del Paraíso.

Fiesta de la santa Cruz, fiesta de la resurrección, fiesta de la vida. El morir es vida, Yo he muerto, he resucitado y estoy aquí en medio de vosotros, vivo. Mi corazón late de amor cada vez que veo almas orando delante de Jesús Eucaristía. Hoy Marisella ha sufrido una atroz pasión y mientras sufría, murmuraba: "Perdona a los que durante años nos han hechos sufrir al Obispo y a mi"

Esta fiesta es grande, es inmensa, está llena de alegría.

Vosotros no os habéis dado cuenta, pero mientras vuestra hermana llevaba el crucifijo, de nuevo una hostia ha salido de mi costado y se ha ido hacia ella, que ha Comulgado. No os habéis dado cuenta porque estabais recogidos y no os girabais mirando aquí y allá. Ha salido una hostia de mi costado y ha puesto fuerte a Marisella, le ha dado la posibilidad de caminar y de llevar mi cruz y la suya.

No olvidéis nunca el milagro eucarístico que ha sido visible a todos, con gran estupor. Dejemos estar lo que han dicho después lo grandes hombres de la Iglesia, pero el que ha visto sabe como han ido las cosas. Yo os invito a orar, no cansaros nunca de orar. Cuidado, ayer alguno ha dicho mentiras, ha desobedecido al Obispo; esto me hace sufrir. De la alegría se pasa al dolor; esta es la vida, pero el dolor se puede volver tranquilamente alegría, si se adquiere de nuevo la gracia con la santa Confesión. Muchas veces mi Madre ha dicho: "No dejéis grietas abiertas, no dejéis entrar al demonio dentro de vosotros, porque tiene una fuerza que os hace caer lo más abajo que puede, cuando no estáis en gracia". Vivid siempre en gracia, no miréis si los otros actúan mal, si otros grupos no funcionan como yo querría, cada uno tiene que preocuparse de sí mismo y orar por el hermano: esta es la alegría más hermosa y más grande.

Dios Padre - No me ves, Marisella, porque Yo soy Dios y también Yo he querido venir a ver el triunfo de mi Hijo. Yo, Dios, os amo inmensamente, pero ¿vosotros me amáis?.

Marisa - ¡Madre mía! Yo creo que sí, mi Dios, no te veo, no consigo verte. Nosotros te amamos, a pesar de nuestras debilidades y nuestras imperfecciones, pero si alguno comete pecado no es culpa nuestra.

Dios Padre - ¿Todavía no habéis comprendido que Yo soy Dios? Los hombres, los que tienen los birretes en la cabeza, los que tienen el poder no pueden hacer lo que quieran. Sólo Yo, Dios, puedo hacer lo que quiero. Como ha dicho Jesús: orad, orad, orad.

Marisa - Como no veo a Dios, no se si se ha dio.

Jesús - Sí, Marisella, Dios ha vuelto a su trono. No estaba amargado, no estaba disgustado, porque todavía os dejáis llevar por las tonterías. A Dios le interesa la obediencia al Obispo. La obediencia al Obispo es importante. Puede equivocarse también él, porque es un hombre, no es Dios, pero ¿quiénes sois vosotros para acusarlo? ¿Sois mejores que él? Orad y ayudaos unos a otros.

Marisa - ¿Dónde vas? ¿También te vas tu? Se ha dio también Jesús.

Nuestra Señora - Yo, vuestra Madre, no tengo nada que añadir después de lo que Dios Padre y Jesús han dicho. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Mando un beso a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Cristo vence, Cristo reina, aleluya.

Marisa - Adiós

¡Madre mía! Don Claudio, cuando oigo la voz de Dios, tiemblo toda.

Roma, 15 de septiembre de 2004 - hora 7:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Hoy es una fiesta que, humanamente hablando, a mi no me gusta. Ha sido muy doloroso para mi ver a mi Hijo Jesús morir en cruz después de haber sido torturado y coronado de espinas. Tenéis que comprender que yo no me ofendí cuando mi Hijo Jesús dijo: "Mujer, he ahí a tu hijo" y después, dirigiéndose al discípulo Juan, añadió: "He ahí a tu Madre". No me ofendí, porque sabía cual era la misión de mi Hijo Jesús, aunque si como Madre y como toda madre, habría podido decir: "Hijo mío, yo soy tu Madre, yo he sufrido contigo desde que te he llevado en mi seno". No me he rebelado, no me he ofendido, sino que con la cabeza inclinada he aceptado cuanto mi querido Jesús me decía desde la cruz. Me ha dejado, me ha dado otro hijo, Juan, que en aquel momento representaba a todos los hombres de la Tierra.

Era hermoso callar y sufrir en silencio, porque lo que decía y hacía Jesús era querido por Dios Padre. Probad vosotros a ver a un hijo sangrando en la cruz, que casi ya no respira y a media voz pronuncia ciertas frases. Vuestro Obispo ha experimentado todo esto y sabe lo que quiere decir, porque ha asistido muchas veces a Marisella mientras vivía la pasión.

Quiero haceros una recomendación una vez más: cuando uno de mis dos hijos habla y dice algo a un miembro de la comunidad, no es necesario que un tercero defienda la persona. Si el Obispo y la Vidente hablan, hay motivos que a vosotros no os tienen que interesar. ¿Cuántas veces mi Hijo Jesús ha hablado y regañado a los apóstoles y a los discípulos? ¿Cuántas veces ha tratado de convertir a Judas? Y yo callaba. Cuando mi hijo Jesús subía sangrando hacia el calvario, caía y se volvía a levantar bajo los golpes de látigo, yo he derramado sólo lágrimas. No he dicho nada a los que trataban por todos los medios de herirlo, pegarle y humillarlo, especialmente cuando le han arrancado los vestidos de encima.

Vosotros, cuando tenéis algo que decir a una persona, antes de hablar, pensad en mi Hijo Jesús en la cruz y pensad que ha muerto por cada uno de vosotros, entonces os daréis cuenta como todo se vuelve más fácil.

Me han dado el nombre de María Dolorosa; en aquel momento estaba verdaderamente dolorida, humanamente hablando, pero sabía que el sufrimiento de Jesús era necesario para reabrir el Paraíso, para hacer que las almas buenas y santas pudiesen entrar en el Paraíso y gozar de Dios. Por tanto en mi ha habido mucho dolor, pero también mucha alegría. ¿Por qué la alegría? Porque yo amaba a los hombres y quería ayudarlos a entrar en el Paraíso con mi amor, mi sufrimiento y mi abandono a Dios. Todo esto ocurría mientras los apóstoles, por miedo, huían por todas partes. En la historia de la Iglesia se habla y se piensa sólo en María dolorosa y no en María gozosa, llena de alegría porque Jesús abría el Paraíso y salvaba a todos los hombres.

Me he dado cuenta que las cartas de Dios son escuchadas en el momento en las que se dan, pero después son olvidadas con mucha facilidad. Cuantas veces he dicho: las cartas de Dios tienen que penetrar en vuestro corazón. Tenéis que meditarlas hasta la aparición siguiente. Si sólo escucháis sólo por escuchar y no ponéis en práctica lo que digo, ¿no os parece que perdéis el tiempo? Si Jesús pide alguna cosa es porque sabe que podéis hacerlo. Cuando hay algo que no funciona, incluso en la familia, si tenéis un crucifijo en vuestra casa y espero que sí, antes mirad a Jesús y después hablad con los hijos, con el marido, con la mujer, con quienquiera que sea y os daréis cuenta como todo se vuelve fácil.

Os dejo, mis queridos hijos, pensando en la crucifixión de Jesús y en mi alegría, porque mi Hijo os ha abierto el Paraíso. Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro o bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo y beso a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 19 de septiembre de 2004 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es una gran alegría, como bien sabéis, estar en medio de vosotros rezando con vosotros, sobretodo traeros las cartas de Dios. Si consiguierais poner en práctica las cartas de Dios, todo sería más fácil, más hermoso, no haríais pecados graves, sino tan solo pequeñas imperfecciones, pecados veniales. Sois criaturas humanas y es fácil que puedan ocurrir estos pecados, pero no los sacrilegios.

Tengo un pequeño reclamo que haceros, pero no os asustéis. Mientras recitáis el S. Rosario que, recitáis muy bien, porque vais despacio, tenéis que prestar atención a que cuando entonáis el canto, el que tiene el micrófono tiene que cerrarlo, no tiene que cantar con el micrófono abierto, porque si la persona no entona o tiene una voz demasiado alta o demasiado baja, pone en dificultad a los otros, incluida vuestra hermana que desde su habitación sigue el santo rosario y oye que los cantos están desentonado. Es verdad, yo he dicho: "Todos tenéis que cantar, aunque sea desentonado", pero el que es desentonado que no cante en voz alta y sobre todo que no cante con el micrófono para no crear confusión. Cuando haya el canto cerrad el micrófono y volvedlo a abrir para el santo rosario. Espero haberme explicado; gracias y perdonad esta intervención mía, pero como habéis comprendido, Dios os quiere llevar a la perfección. Es difícil, es duro llegar, pero el que vive en gracia, el que ama, el que es sencillo, que no es soberbio, que no es orgulloso, que es dócil a los reclamos de Dios, de la Madre de la Eucaristía y de vuestro Obispo, se dará cuenta como todo se facilita y estará contento. Volviendo a vuestras casas no penséis en lo que es feo o que os ha hecho sufrir, pensad en poner en práctica las cartas de Dios. Mientras trabajáis, en cualquier actividad que se haga, decid alguna oración; es suficiente decir: "Jesús, te amo!" no comporta tiempo y podéis continuar trabajando. Si ha habido una pequeña falta, decid: "Dios, te pido perdón"; y la jornada sigue y todo se vuelve más fácil.

Después de todos los mensajes que os he dado puedo sólo añadir: "Releedlos también en casa, no solamente aquí". No hay obligación, aunque yo la daría, si queréis, leedlos y tratad de ponerlos en práctica. Si no tenéis ganas, paciencia, querrá decir que los pondremos en práctica yo y el Obispo. He hecho una broma porque también a la Madre del Cielo le gusta hacer bromas, especialmente cuando viene a la Tierra para hablaros, para daros fuerza y ánimo para continuar adelante.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos; mando un beso a todos los niños y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Yo no canto porque no tengo voz y desentono. Está bien, adiós. Excelencia, ¿has oído?

Roma, 26 de septiembre de 2004 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es vuestra Madre la que os habla. La Madre de la Eucaristía está aquí en medio de vosotros, ora y participa de la santa Misa con vosotros. Sois todos mis queridos hijos, pero hoy mi querido saludo y mi felicitación son particularmente para los que han venido de lejos. Yo los sigo, los protejo, los ayudo y abro mi manto sobre ellos.

Hemos hablado siempre del amor hacia Dios, hacia la Madre de la Eucaristía, hacia el Obispo y hacia cada uno de vosotros. Si consiguierais amaros, como Dios os ha amado dándoos a su Hijo Jesús, muerto en cruz por cada uno de vosotros, seríais más buenos, más comprensivos y os ayudaríais mutuamente. Ayudaos todos a amaros, a quereros, a recibir a mi Hijo Jesús Eucaristía en gracia. Si no estáis en gracia, id a confesaros.

Orad, convertíos, creed en el Evangelio. El que conoce el Evangelio, conoce a Jesús y todo lo que hace referencia a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo.

Mis queridos hijos, se que alguno de vosotros tiene problemas, porque los leo en vuestros corazones, pero creedme, vuestro Obispo tiene el sufrimiento y los problemas más grandes. Vuestro Obispo ha dicho y es verdad: "Me siento como san Sebastián, traspasado por las flechas que llegan de todas partes"

Al menos vosotros, que formáis parte de este pequeño cenáculo que Dios ha elegido, no lo hagáis sufrir. Dios ha hecho taumatúrgico este lugar y el agua que sale. No ha buscado grandes lugares, sino que ha escogido este pequeño cenáculo, porque quiere que os améis. Solamente con el amor, que es la virtud más grande, la única virtud que os sigue hasta el Paraíso, podéis volveros santos. Por esto os repito: amaos el uno al otro, no miréis los pequeños defectos, las pequeñas discusiones que pueden ocurrir entre vosotros. Cuando alguno, aunque involuntariamente, es causa de sufrimiento, perdonadlo y amadlo. ¿Os acordáis cuando mi Hijo Jesús dijo: "Aprended a amar, después orar"? si oráis y no amáis, ¿para qué sirve orar? Primero amaos vosotros mismos, a vuestros seres queridos, a los vecinos, amaos todos, pero sobretodo amad a Dios, después orad. No olvidéis nunca esta frase: aprended a amar, después orad.

Mis queridos hijos, no digo nada más, la carta de Dios termina aquí.

Gracias a los que han afrontado un largo viaje para venir a este pequeño lugar taumatúrgico. No han buscado la multitud, los lugares grandes donde hay solamente confusión, sino este pequeño lugar taumatúrgico, donde se reza, se está en silencio, se está recogido y se ama. Gracias a todos.

Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Saluda a mi madre. Adiós.

Se ha ido. Habla siempre de amor, amor, amor.

Mensajes de Octubre de 2004

Roma, 2 de octubre de 2004 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy, primer sábado de mes, estoy en medio de vosotros, como siempre; no os he abandonado nunca, no os he dejado nunca. Por desgracia las personas no responden a la llamada, pero no importa, yo vendría incluso si estuviesen presentes solamente mis dos queridos hijitos. Vengo en medio de vosotros porque os amo con un amor que no llegaréis nunca a comprender. Sólo el que ha subido al cielo puede comprender cuán grande es el amor de Dios, de Jesús y el mío.

Hoy, os parecerá extraño, nuestras felicitaciones en el Paraíso han sido para la abuela Yolanda, porque es su cumpleaños; si la vierais os daríais cuenta que es hermosa, joven y santa. El Paraíso ha querido festejarla, especialmente los niños y los ángeles. Para nosotros la abuela Yolanda es santa, santa, santa; no ha tenido necesidad "del entoldado" para ser declarada santa, después alguno… la elevará a los honores del altar.

Quiero daros las gracias, a vosotros jóvenes, por el encuentro y las hermosas reflexiones que habéis hecho, tratad de ponerlas en práctica. Fuera el pasado, fuera el año feo y triste, ha empezado el año hermoso y, como ha dicho vuestro Obispo, esperemos que sea el año bendito. Vosotros sois los escogidos de Dios. El que quisiera alejarse ahora, habría perdido solamente tiempo. En cambio el que todavía continúa viniendo, a pesar de todo, ha comprendido cuán grande es mi amor. Uno puede estar ausente porque la salud vacila, entonces es suficiente avisar: "Yo no estoy bien, por esto no puedo venir". Vuestra hermana no está nada bien, y sin embargo ha querido bajar en medio de vosotros, y, dentro de poco, Dios le hará la gracia de ver a su madre y a los pequeños sobrinitos.

Ha empezado el nuevo año y espero que ya hayáis comprendido hasta el fondo que tenéis que recibir a Jesús en gracia. Vosotros diréis: "Pero ¿cuántas veces la Virgencita hace las mismas recomendaciones?". Sí, y sin embargo, a pesar de esto, muchas personas han recibido a Jesús sin estar en gracia. Su Corazón y el mío han sangrado y vuestra hermana ha sufrido la pasión día y noche por la liberación de las dos jóvenes y por la paz en todo el mundo. Nadie puede comprender qué grande es el sufrimiento de vuestra hermana. Nadie sabe siquiera que en Manila salvó al Santo Padre Pablo VI y el 13 de mayo de 1981 salvó al Santo Padre Juan Pablo II en San Pedro. Ella con su fuerza y sobre todo nosotros con nuestra ayuda, hemos conseguido que todavía hoy el Papa esté con vida. Se puede reñir sólo al Papa por no haber hecho la voluntad de Dios. El Pontífice tenía que llamar a vuestro Obispo y hablar con él. No tiene que hablar solamente con los grandes hombres de la Iglesia, con los ministros, con el rey, la reina y los príncipes, sino también con los sencillos sacerdotes que están en el sufrimiento y con vuestro Obispo que ha sido calumniado y difamado por sus hermanos. Sólo en el Paraíso comprenderéis cuanto mal se ha hecho contra este lugar taumatúrgico. Dios en este lugar no ha querido, por ahora, la gran multitud, sino pocas personas buenas, santas, que den ejemplo y testimonio, sin miedo y sin avergonzarse de venir a este lugar taumatúrgico. Mis queridos hijos, eh ahí a la abuela Yolanda.

Marisa - ¡Mamá, mamá!.

Abuela Yolanda - Dios me ha dado permiso para hablarte. No tienes que llorar, hija mía, sé que tu sufrimiento es enorme, pero Dios quiere esto de ti; también yo he sufrido mucho cuando estaba en la Tierra. Nuestro sufrimiento ha arrancado a Dios gracias y milagros, como el nacimiento de mi pequeña Mariasole, un milagro viviente. He sufrido también por los otros dos sobrinitos, pero para el nacimiento de Mariasole he podido observar y seguirlo todo desde el Paraíso. Marisella, hija mía, sé que sufres mucho, pero sabes que estoy a tu lado como estoy al lado de todos vosotros, porque os he amado siempre y todavía os amo a todos.

Gracias por las flores. Orad sobre todo por su Excelencia, mi Obispo, vuestro Obispo. Marisella, acuérdate de la promesa, tengo otros tres hijos, tengo otros nietos, ora por ellos.

Marisa - Mamá, mamá, espera no te vayas, quédate todavía un poquito conmigo. Eres hermosísima, eres muy hermosa.

Abuela Yolanda - También tú eres hermosa. Oh, si tus ojos pudiesen ver ¡qué bella y blanca es tu alma! ¡Cuánto sufrimiento padeces, hija mía, para salvar las almas!.

A todos un beso de vuestra afectísima abuela Yolanda.

Marisa - Adiós, mamá.

Abuela Yolanda - Adiós, Excelencia.

Marisa - Ya sé que lo querías mucho, ahora ora mucho por él, porque está viviendo un momento lleno de sufrimiento. Tú lo sabes.

Abuela Yolanda - Sí, adiós, Marisella, tengo que irme.

Marisa - Adiós, mamá, adiós.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, todos vosotros podéis subir ante el trono de Dios si ponéis en práctica las enseñanzas que os da vuestro Obispo y las cartas de Dios. Cuando recibís correcciones y llamadas de atención, aceptadlas con amor, porque quien las hace, os ama.

¿Estás contenta, Marisella, de haber visto a tu madre?

Marisa - Sí, era muy hermosa.

Nuestra Señora - Ha mandado un beso a todos sus sobrinos, nietos e hijitos, pero sobretodo lo ha mandado a la Excelencia, como ella lo llama.

Marisa - Me acuerdo del respeto que ella tenía por la Excelencia. Decía: "Cuando esté curada, me ocuparé yo de hacerle la comida". Sin embargo os la habéis llevado. Yo estoy contentísima, pero aunque la veo, la echo de menos. A veces me siento sola, me siento traicionada por las personas que más he amado. Me han apuñalado, me han abierto una herida tan grande que no se puede cicatrizar. Virgencita, ayúdame a superar este momento.

Nuestra Señora - Ánimo, Marisella, ánimo, sé feliz, el Obispo te quiere, estas almas te quieren, y pronto vendrás al Paraíso donde encontrarás a tu madre.

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Mando un beso a todos los niños, especialmente a los niños enfermos, a los pobres. Os traigo a todos junto a mi corazón y o cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, da las gracias a Dios, porque me ha permitido ver y escuchar a mi madre.

Nuestra Señora - Dios ya lo ha oído, Marisella.

Marisa - Adiós.

Roma, 3 de octubre de 2004 - h. 10:50 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy vais con retraso porque a vuestra hermana se le ha reabierto la herida provocada por la corona de espinas, pero yo, como siempre, estaba ya en medio de vosotros para recitar el santo Rosario, para escuchar las cartas de Dios que eran leídas y que me gustaría que pusierais en práctica.

Hoy es el ventiocho avo domingo del tiempo ordinario, pero tenéis que vivir cualquier Misa, cualquier día, cualquier momento, como si fuese el último de vuestra vida y, perdonadme si me repito, recibir a mi Hijo Jesús siempre en gracia. Si no estáis con la conciencia tranquila porque habéis cometido pecados graves, no os acerquéis al Sacramento de la Eucaristía, haced primero una buena confesión.

Sé que os pido mucho, pero si Dios ha elegido este lugar y a vosotros, es porque os quiere llevar a la santidad. Tenéis que dar ejemplo y testimonio a las personas, no tenéis que ser duros al responder a los que os tratan mal, sino más bien saludadlos y marchad. No tenéis que esconderos ni tener miedo de decir: "Voy a rezar, voy a la santa Misa, voy al lugar taumatúrgico, voy donde se aparece la Virgen" porque, como bien sabéis, yo aparezco sólo aquí, hasta que Dios quiera, hasta que vuestra hermana viva.

Hoy os pido que recéis por este año eucarístico, el año más grande y más hermoso. Vosotros ya lo habéis iniciado y lo terminaréis cuando Dios querrá. Creo que vuestro año eucarístico se alargará muchísimo porque si la Eucaristía ha triunfado, si hablan por todas partes, si hacen adoraciones eucarísticas, todo esto parte de este lugar, gracias a aquel que Dios ha ordenado Obispo y ha llamado "Obispo de la Eucaristía", porque habla siempre de la Eucaristía.

Hija mía adoradísima, Marisella querida, sé que sufres mucho; también yo, como tu, pensaba que continuarías viviendo la pasión de modo incruento, pero tu sabes los motivos por los cuales Dios lo ha querido diferente. Nosotros estaremos a tu lado, te daremos la fuerza, como ya te la hemos dado hoy para bajar en medio de este pequeño y gran grupo.

Ahora os invito a todos a orar por este año eucarístico, por las personas que sufren, y a amaros y vivir en gracia.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Mando un beso a los niños, también a los que están jugando. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Haz la cruz sobre el corazón, Marisella, porque no puedes mover el brazo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Nuestra Señora - No estás bien, hija mía.

Marisa - Sí, estoy muy cansada. No te preocupes por mi.

Nuestra Señora - Soy la Madre, me preocupo de todos, sobretodo por los que sufren.

Marisa - Adiós.

Se ha ido.

Roma, 10 de octubre de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo. Mis queridos hijos, la jornada de hoy tendría que estimularos a caminar hacia delante. Escuchad bien y poned en práctica la lectura, especialmente el santo Evangelio y cuanto dice vuestro Obispo.

Cada día, cuando comulguéis, si recibís a Jesús en gracia, el Paraíso está dentro de vosotros. Yo os amo, mis queridos hijos, más de lo que podéis pensar. Vosotros amáis a vuestros hijos con un amor inmenso, pero yo os amo más. El mío es un amor grande, inmenso, supera cualquier otro amor.

Mariasole me está diciendo algo, pide por su mamá y por su papá, no sola naturalmente, sino que es ayudada por alguno.

Mis queridos hijos, tratad de dar testimonio, de dar ejemplo y de estar unidos entre vosotros. Cualquiera que llegue al lugar taumatúrgico, hablo de personas nuevas, tiene que ver que entre vosotros hay unión, amor. De este modo, conseguiréis hacer cambiar la cabeza, como dice vuestro Obispo, incluso a los otros. La vida es dura, pero lo es sobretodo para vuestro Obispo y la vidente. Tentéis que comportaros como os he dicho. Si las faltas son graves, intervenid, si son pequeñas, no digáis nada, callad. Tú, Marisela, no has podido estar callada esta mañana.

Marisa - Sí, pero he hablado con calma, no he discutido, me he portado bien.

Nuestra Señora - Sé que te hacen mucho daño los dientes. ¡Si fuese solo eso! Tienes un dolor continuo que parte desde la cabeza y llega a los pies. Veo que te cansa incluso el hacer la traducción de lo que te digo en arameo.

Marisa - Si me hablases en italiano en lugar de arameo, para mi sería más fácil.

Nuestra Señora - Pero Dios quiere esto y tu sabes lo obediente que soy yo a Dios.

Marisa - ¿Yo no te soy obediente?

Nuestra Señora - Canta, Mariasole, canta.

Mis queridos hijos, me gustaría mucho deciros a vosotros padres, que oréis por los niños que están enfermos, que están solos, especialmente por los del tercer mundo. Si hicierais esto, tendríais ayuda para vosotros mismos. Vuestra hermana a fuerza de orar y sufrir, de sufrir y orar, poco a poco ha abierto las puertas, como deseabais; también ésta es una gracia que Dios os da.

Mis queridos hijos, os dejo provisionalmente, porque durante la Santa Misa yo estoy al lado del Obispo, oro con vosotros, oro con él. Durante la consagración soy una de vosotros, estoy de rodillas y me recojo en una oración profunda delante de mi Hijo Jesús. Como bien sabéis, durante la consagración, Jesús se hace presente y el sacerdote está dentro de Jesús. Gracias. Recordad: escuchad bien las lecturas de hoy.

Junto a mi gran Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 14 de octubre de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Los encuentros bíblicos han empezado con la lluvia y probablemente muchas personas no han podido venir. Vosotros aquí presentes tratad de almacenar cuanto oigáis en este encuentro. Además empieza la novena a la Madre de la Eucaristía, a mi. Pensad, son once años que vengo con vosotros, a este lugar taumatúrgico.

Me gustaría mucho pediros que continuéis orando, haciendo la hora de adoración, que os queráis y que os ayudéis mutuamente, como yo os ayudo, aunque no os deis cuenta.

Ánimo, tratad de no pararos sólo en escuchar la Palabra de Dios, sino de ponerla también en práctica, y si no comprendéis algo, pedid explicaciones a vuestro Obispo, que está dispuesto a dároslas. Pero haced preguntas que hagan referencia al argumento que estéis tratando.

Orad el uno por el otro. No me cansaré nunca de deciros que si Dios ha elegido este pequeño lugar, este pequeño cenáculo, esta pequeña comunidad, es porque os ama inmensamente. De esta raíz tan grande ha salido muchas ramas. Hoy muchos hacen la adoración eucarística y hablan del triunfo de la Eucaristía. ¿Quiénes son los que han obtenido esta victoria? Tú, Excelencia, y tu, Marisella. Ya por todas partes, en todo el mundo, hablan de la Eucaristía, hacen adoraciones en las parroquias. Desgraciadamente hacen adoraciones incluso los que no están en gracia, me refiero a los sacerdotes. Como a vosotros os he dicho: "No recibáis la Eucaristía si no estáis en gracia, si no tenéis la conciencia limpia", así también digo a los sacerdotes, y cuando uso el término sacerdotes abarco a todos los miembros del clero, desde el más pequeño al más grande: "Si no tenéis la conciencia limpia, si no creéis en la Eucaristía, no organicéis la adoración, dejad a los otros, dejad hacer a los pequeños". ¿Cuantas veces Jesús ha dicho: "Dejad que los pequeños venga a Mi"? es más fácil organizar la adoración eucarística para un niño que se acerca a Jesús que para un grande que a menudo se aleja.

Sara, pequeña flor, Emmanuel, pequeña joya. Os abrazo y os beso. Mi abrazo y mi beso son para todos los niños, presentes y no presentes, especialmente a los enfermos, a los del tercer mundo. Los viajes que Marisella hace conmigo, con mi esposo y su Excelencia, son muchos, son tristes, son penosos; hacen llorar.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo a vosotros y a los que se han quedado en casa. Bendigo vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Sí, la he visto. Adiós, adiós, mamá.

Roma, 17 de octubre de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

La Madre está todavía aquí con vosotros y os invita a orar. La oración es muy importante, pero recordad la frase de Jesús: "Aprended a amar, después orad".

"La madre se repite", ha pensado alguno en su corazón. Sí, me repito, porque si oráis y no amáis, ¿qué vale la oración? La oración elevada a Dios es muy importante, pero si no amáis al hermano, ¿cómo podéis decir que amáis a Dios? ¿Cómo podéis decir que amáis a Dios, que no veis, si no amáis al hermano que veis? Se necesita mucha oración, pero sobretodo mucho amor hacia todos, especialmente hacia los enfermos que sufren, que están en los hospitales y hacia los niños.

Cuando sintáis aridez en vuestro corazón, no tenéis que decaer, sino adheriros más a Dios; tened fe, confianza en Dios y en vosotros mismos y seguid adelante. Si alguno se para y dice: "Tengo aridez, no puedo rezar, estoy distraído" no avanzará nunca. La distracción estará siempre, la aridez cada tanto, pero no os alejéis de la oración y tened siempre fe en Dios y confianza en aquel que se preocupa de vosotros. Entonces tendréis de nuevo la fuerza para decir: "Estoy con Dios, no siento aridez en mi corazón". No os alejéis nunca de los sacramentos, porque cada sacramento aumenta la gracia y os sentiréis más fuertes para continuar adelante.

No digo nada más, aunque tendría muchas recomendaciones que haceros, pero en esto os trataría como niños, ahora, como ya os dije una vez, ya estáis en la universidad.

Pensad a menudo en esta frase: "Aprended a amar y después orar". Primero amad al hermano y después a Dios. ¿Os parece extraño que diga esto? Si no amáis al hermano no podéis decir que amáis a Dios. Por tanto oración, fe, confianza en Dios y en vosotros mismos. Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos; bendigo a los niños, vuestros objetos sagrados.

(Mariasole grita de alegría)

Mariasole está contenta porque he dicho: bendigo a los niños.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 21 de octubre de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Vengo en medio de vosotros siempre con gran alegría. La Madre os invita a la oración. Hoy es el antepenúltimo día de la novena y tenéis también el encuentro bíblico. ¿Qué hay más hermoso que sentir la Palabra de Dios explicada por vuestro Obispo? Ya os he dicho que de cada línea hace un poema. Escuchadla, pero sobretodo ponedla en práctica, porque las cartas de S. Pablo son hermosas y hablan a todos: a grandes y pequeños, a almas hermosas y menos hermosas. Seguid a vuestro Obispo, porque os da ejemplo de fuerza, valor, caridad y amor hacia todos. Os invito a terminar la novena con mucha oración; intensificad la oración y el amor hacia todos. Recordad que no existen las medias tintas, está el bien y el mal, los buenos van al paraíso, los malos al infierno. Tenéis que cambiar la mente, tenéis que aprender a amar y a pensar en los otros, no solo en vosotros mismos; ciertamente la Madre no habla de todos en este modo, cada uno tome para sí lo que digo. Tenéis que orar por vuestro Obispo, porque tiene que llevar adelante una misión muy importante, pero muy dura y sufrida. Un día comprenderéis lo que han sufrido el Obispo y la que está a su lado: la Vidente.

No quiero prolongarme más, porque está bien que escuchéis la santa Misa y sigáis el encuentro bíblico. Por tanto la Madre se retira y vuelve a Dios, porque tiene muchas oraciones que presentar. Aunque Dios ya lo sabe todo, pero está bien continuar pidiendo y decir: Dios mío, ayuda a todos los que sufren la guerra, a los que sufren el hambre y la pobreza, los que dicen que aman a mis dos hijitos, pero desgraciadamente este amor, que la Madre os ha enseñado, no está presente en todos.

¡Ánimo! Doy las gracias a los que han participado en la novena, mañana es el penúltimo día y el sábado os esperaré a todos para la vigilia.

Haced como dice vuestro Obispo y aprended a obedecer y a escuchar lo que dice.

Para todos mi agradecimiento y mi saludo.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños.

Marisa - Hay muchos niños enfermos y hay también un abuelo enfermo por el cual estamos orando, ayúdalo para que no sufra.

Nuestra Señora - Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. La próxima vez ¿responderás a cuanto te he preguntado? Adiós, mamá; adiós, pequeños.

Se ha ido con toda la corte.

Roma, 24 de octubre de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¡Madre mía! ¡Qué hermosa eres!

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Siento una gran emoción en mi corazón al veros aquí reunidos para festejar los 11 años de mi venida a este lugar taumatúrgico. Todo el Paraíso está aquí, a mi lado. Quiero invitaros a orar por lo que tiene que llegar para vuestro Obispo, pero no tenéis que pensar cada día: "¿Cuándo llegará la victoria del Obispo?". Los tiempos de Dios no son los vuestros, los tiempos de Dios os parecen muy largos, pero para Dios no lo son. Si me ha mandado a mi, durante estos 11 años para vosotros y desde hace muchísimos años para vuestra hermana, hay un motivo. Dios no ha escogido este pequeño lugar solo para que yo venga aquí y después todo termine. Ha realizado muchas obras grandiosas, sobretodo los milagros eucarísticos, ocurridos en las manos de vuestra hermana, en las plantas, en las flores y sobre objetos sagrados. El milagro más grande es aquel ocurrido durante la Santa Misa, en el momento de la consagración, cuando vuestro Obispo ha levantado la hostia impregnada de sangre: ¡Jesús que sangraba! Dios ha realizado el milagro eucarístico para haceros comprender que Jesús está siempre con vosotros.

Este milagro ha ocurrido después de un año que Don Claudio haya sido ordenado por Dios Obispo. Primero ha sido ordenado Obispo y después de un año ha ocurrido el gran milagro eucarístico; pero como bien sabéis, nosotros podemos hacer todo en nombre de Dios pero el que no cree continúa sin creer, y quien cree hace ver que no cree. Los hombres de la Iglesia dicen que es imposible que Dios haya ordenado Obispo a Don Claudio. Después de un año de la ordenación episcopal, ¿puede el demonio hacer sangrar la Eucaristía durante la consagración? Jesús no puede estar con el demonio. Tendríais que comprender que si ha sido ordenado Obispo por Dios y un año después ha ocurrido el gran milagro eucarístico, esto es una intervención de Dios.

Como veis este es un lugar pequeño, no hay multitud de personas, como en los otros lugares, que por otro lado no han habido milagros eucarísticos, no hay ningún sacerdote ordenado Obispo directamente por Dios. Esta ordenación episcopal molesta, sobretodo a los prelados, pero no os tenéis que preocupar, seguid adelante por vuestro camino. Os repito una vez más: ¡Dios no defrauda nunca! Los tiempos de Dios no son vuestros tiempos. Para mis dos hijitos han pasado muchos años, y sin embargo siguen adelante, aunque a veces están tristes y gritan: "¡Date prisa Dios en hacer algo!". Pensad solamente en esto: ¿cómo puede un sacerdote, aunque convertido en Obispo, llevar adelante él solo una misión tan grande? No tiene sacerdotes y no tiene personas disponibles al cien por cien. Tiene a sus jóvenes, a los que quiero dar las gracias, junto a los adultos, por la hermosa y conmovedora vigilia que han hecho. Habéis quitado un gran peso a vuestro Obispo, le habéis dejado libre para dedicarse a otras ocupaciones. Vosotros sabéis bien cuanto ha de hacer para preparar las tres encíclicas. Yo, con mis ángeles y santos, he gozado durante la vigilia de ayer tarde. Probablemente alguno estaba cansado y dormitaba, pero no importa, nosotros los del Paraíso éramos felices, como lo eran los que estaban presentes. Hoy conseguís hacer ceremonias tan hermosas que me conmueven y nos conmueven, ¿verdad mi amado esposo José? Saben hacerlo muy bien, y me gustaría que lo hicieran todo siempre en gracia de Dios y tomaran la santa comunión, a mi Jesús, en gracia de Dios. Veréis entonces como todo irá mejor. Soy feliz y hoy no tengo la cruz detrás de mi. Últimamente, cuando he aparecido, tenía siempre la cruz, hoy no la tengo y soy feliz por todos y oro por todos.

Marisa - Puedo pedirte que hagas algo por el abuelo Amadeo y Andrea, una joven muchacha?. Da la fuerza al abuelo Amadeo, a su hijo y a sus parientes y la curación a Andrea, pero añado: que se haga la voluntad de Dios. Quiero orar y sufrir por todos los enfermos, sobretodo por todos los niños pobres y enfermos.

Nuestra Señora - Comprendo lo que quieres decir, Marisella, y estoy contigo, pero has dicho bien: "Que se haga la voluntad de Dios". Todos tenéis que decir siempre, en el momento del desánimo y del abatimiento, en el momento en el que deseáis algo que no llega: "Que se haga la voluntad de Dios". No perdáis la fe, la paciencia, la caridad, y seguid adelante.

Deseo a todos una buena fiesta, que no tenéis que celebrar solamente hoy en este lugar, sino siempre, en familia, en la comunidad, y donde quiera que estéis. ¡Once años! De los niños presentes, ninguno tiene 11 años. Pensad, yo he venido aquí hace 11 años y por eso soy más vieja que los niños.

Marisa - Pero tu eres hermosa, eres siempre hermosísima. Sí. ¿Para el Obispo?

(Nuestra Señora habla en secreto del futuro del Obispo)

Cada tanto decimos: "¿Pero cuándo llega?" lo decimos porque somos criaturas terrenas, no somos santos del Cielo. Sí, de todos modos esperamos, y esperamos que Dios abra bien sus hermosos ojos sobre todos nosotros, nos proteja a cada uno de nosotros, a nuestras familias y todos lo que tienen necesidad de su ayuda, sobretodo de la gracia de la conversión.

Nuestra Señora - Orad para que vuestros seres queridos se conviertan: primero la conversión y luego la salud.

Mira, Marisella, como estoy sonriendo con Jesús, con mi amado esposo José y con todos los santos que me circundan. Hay también muchos niños.

Marisa - Sí ¡están todos postrados!.

Dios Padre - ¡Heme aquí, soy Dios, vuestro Dios! He venido también Yo para congratularme con vosotros. No solamente esto, sino que cada día sea para vosotros una fiesta más grande. A ti, mi querido, dulce y santo Obispo te digo: "Ánimo, no te defraudaré, quédate tranquilo". Ya sabes cuál es el recorrido que tienes que hacer, y ¡ten fe! Te doy las gracias de cómo enseñas la Biblia, el Evangelio, te preparas con cuidado, pero también tienes la ayuda de Jesús. Lástima que no todos pueden venir a escuchar, comprender y conocer la Biblia que tu comentas.

Yo soy vuestro Dios y como Dio lo veo todo, conozco vuestras almas y las almas de todo el mundo, desde el Papa al más pequeño sacerdote, y de los adultos y los jóvenes y niños.

Marisa - Me da alegría sentirte, pero no te veo.

Dios Padre - Y no me verás, hasta que no vengas al Paraíso.

Marisa - Virgencita, se ha ido.

Nuestra Señora - Ya lo sé, Marisella, que se ha ido.

Marisa - Hay también almas salvadas. ¡Mamá! Tu sabes que cada tarde oro por la Excelencia, como tu lo llamabas, por tus hijos, sobrinos, nietos, sobrinos añadidos, por todas las personas que se han encomendado a tus oraciones y por la comunidad.

Abuela Yolanda - Pero no has orado nunca para ti misma.

Marisa - No me viene el rezar para mi misma, pero se que hay personas que oran por mi. Si mi misión es sufrir, no hay nada que hacer.

¿Puedo saludar a mi madre? Adiós, mamita.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, una vez más gracias. Continuad amándoos, al menos vosotros no apuñaléis a vuestro Obispo, escuchadlo, y cuando os llama la atención no os ofendáis, no seáis orgullosos. Sed felices incluso en la prueba, aunque haya algún disgusto. Haced siempre la voluntad de Dios y decid: "Mi Dios, te ruego, pero quiero hacer tu voluntad".

Gracias una vez más por todo lo que habéis preparado; es todo hermoso. Me gustaría quedarme con vosotros, estaré durante la Santa Misa; estaré al lado del Obispo.

Orad, participad en la Santa Misa con todo el corazón y orad por los que han traicionado, por los que no pueden venir porque están demasiado lejos. Orad por vuestros hijos, por vuestros padres, por vuestros niños.

Gracias por la fiesta que habéis preparado para vuestra Madre. Permitidme que felicite a la que ha aceptado esta misión desde hace años, desde que era niña, a Marisella, y dar las gracias al Obispo que ha dicho sí, junto a Marisella en el lejano 1973.

Marisa - A veces pienso y digo, lo confieso: "Si aquel día no hubiese dicho sí, probablemente no habría sufrido tanto". Está bien. Los sobrinos se ríen de mi, porque parece que quiera hacerme la dura contigo y después digo siempre que sí. Lo tengo que decir, tu eres la Madre de Dios.

Nuestra Señora - ¿Decimos juntos un Padre Nuestro a Dios?

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, todos los que están lejos, a los niños, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 28 de octubre de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Ninguno ve a la Virgencita como vuestra hermana y yo no voy a ningún otro sitio. Vengo a menudo en medio de vosotros: el domingo, el jueves, el primer sábado de mes y en ocasiones de fiesta importantes.

Mis dos hijitos están viviendo un momento muy difícil, por esto os invito a orar por ellos. Su conducta casi perfecta, de verdaderos cristianos, molesta mucho. Vosotros ya conocéis bien a vuestro Obispo y a la Vidente y sabéis perfectamente cuán prestos están a sacrificarse pro vosotros, a amaros.

No hago un largo discurso, repito solamente lo que vuestra hermana ha dicho a una persona: "Si el Obispo os llama la atención es sólo porque os ama; si no os llamase la atención, cuando nota algo, querría decir que no os ama". Él sigue el S. Evangelio y os ayuda a seguirlo. Participad del encuentro bíblico, almacenad, vivid este encuentro y orad para que la Palabra de Dios y de vuestro Obispo, entren definitivamente en vuestro corazón.

Gracias, os abrazo a todos. Junto a mi querido Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a los que están lejos, a todos los niños, a los pobres niños enfermos y los que mueren de hambre. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Se alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Se ha ido, no había nadie.

Roma, 31 de octubre de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Como siempre para mi es una gran alegría estar en medio de vosotros. Desgraciadamente si las fiestas no son grandes, no vienen muchas almas a almacenar la Palabra de Dios, la carta de Dios, las oraciones y los mensajes que leéis antes de la S. Misa; pero no importa. Dios sabe quien actúa con el corazón, quien con pereza, quien viene y no piensa en lo que está haciendo. A Dios no se la juega y no se le puede esconder nada. Si os ha dado este gran don en este pequeño rincón, es porque, como he dicho siempre, os ama con un amor inmenso. Tantas y tantas almas se encuentran en los santuarios, o en san Pedro, pero Dios me manda aquí. ¿Os habéis preguntado por qué Dios quiere que yo venga aquí, a este lugar escondido? Parece que se repita lo que ha acontecido en el nacimiento de Jesús, cuando estábamos presentes yo, José, los ángeles y los pobres pastores, personas humildes, sencillas que habían venido a encontrar al Rey acostado sobre la paja de nuestro amor materno y paterno. Tendiendo las manitas parecía que dijese: "Venid a mi todos los que estáis cansados, que estáis fatigados, que yo os ayudaré". Quizás ni siquiera os dais cuenta de la ayuda que Dios os da, quizás queréis que cuando Dios habla se realice enseguida lo que dice, pero no es así. Los tiempos de Dios no son los vuestros, y no esperéis todos los días que se cumpla lo que Dios ha prometido.

Yo estoy con vosotros, Jesús está con vosotros, Dios está con vosotros y no olvida a ninguno.

Muchas veces os preguntáis porque una persona que no es buena lo tiene todo en la vida y una persona buena sufre, pero no es así. La persona que no es buena actúa sin respetar las reglas, no tiene preocupaciones, no se preocupa de si su modo de actuar ofende a Dios. En cambio el bueno, el humilde está siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios, cree en -Dios, tiene fe en Él, y vosotros sois buenos. Las personas que no son buenas están siempre dispuestas a mirar, a juzgar, a cotillear, a calumniar y cuando están en la iglesia no escuchan la Palabra de Dios, siguen sus propios pensamientos. ¿Os acordáis cuando antes algunos miraban como estaba vestida la vidente, y estaban dispuestos a observarla de pies a cabeza? El que actúa así no ora; orad y estad delante de Dios. Si está Jesús Eucaristía agarraos a Él, si no está Jesús Eucaristía, cerrad los ojos y hablad con Dios, no miréis a las personas, no os distraigáis; y no penséis solo en vosotros mismos. Hace falta humildad, mucha humildad, fuera el orgullo, la soberbia, el hablar a las espaldas. Son poquísimas las personas, que se comportan así, y me gustaría llevar también a éstos a comprender lo importante que es ser humildes, amar y orar.

Gracias. Yo he repetido solamente lo que Dios me ha dicho. Vosotros daos la respuesta dentro de vuestro corazón.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Sí, después lo recordará el Obispo, sabemos que mañana es la fiesta de todos los santos. Adiós.

Mensajes de Noviembre del 2004

Roma, 1 de noviembre de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Solemnidad de Todos los Santos

Marisa - ¡Madre mía, cuántas personas! Es difícil veros a todos juntos. Desde hace tiempo que no te encomiendo, en los días de fiesta, a las personas enfermas y a las personas muertas. Te ruego por los padres, los hijos, los niños y los jóvenes enfermos que saben que han de morir. Da fuerza y valor a todos los parientes para aceptar la muerte de sus seres queridos, pero sobretodo para que aquellos puedan morir en gracia de Dios.

Sois tantos, tantos, tantos: veo el gran san José en primera fila, al lado de su Hijo Jesús y de su esposa. Veo a todos nuestros parientes muertos, especialmente los últimos, y te veo a ti mamá. Los niños y los ángeles continúan cantando y girando alrededor de todos los santos.

Nuestra Señora - Lo que ves, Marisella, te va bien también a ti. Cuando sufres tanto, cuando parece que todo alrededor tuyo se derrumba y que tu vida ya no tiene sentido, piensa en el Paraíso. Es muy dura tu vida, pero te comportas muy bien, reaccionas delante de las personas y haces ver que estas contenta y feliz, porque sabes lo que te espera después de la muerte. Cuando te encuentras sola, y esto le ocurre también al Obispo, parece que el mundo no existe y estéis solamente vosotros dos para luchar. Cuando salís de vuestra casa, os dais cuenta como la situación es diferente. Tanto los pequeños como los grandes murmuran y hablan vulgarmente, pensando solo en la diversión, en los intereses terrenos y en los placeres pecaminosos.

Mis queridos hijos, ¿os habéis preguntado porque Dios os ha escogido a todos vosotros y a este lugar? Porque a pesar de vuestras imperfecciones, sois mejores que los otros. Tratáis de alcanzar y de gozar del Paraíso, pero tenéis un poco de miedo a morir, a dejar este valle de lágrimas. ¿Es verdad, Mariasole? Ella siempre está de acuerdo, siempre dice que sí. Ea pues, tomad ejemplo, decid sí a Dios, a Jesús al Espíritu Santo, a la Madre de la Eucaristía, al gran San José y a todas las personas que os circundan. Pronunciad un sí continuo, bueno, grande y veréis como todo se vuelve más fácil. No seas quisquillos; si alguno se permite deciros alguna cosa no os ofendáis, habla solo porque os ama, porque quiere corregiros. Corregíos mutuamente, ayudaos mutuamente y después experimentareis cuán grande y hermoso es el Paraíso. Conoceréis muchas personas y seréis felices, contentos de volar hacia lo alto. El Obispo volará a alturas estupendas y la Vidente volará al Paraíso. A los jóvenes y a los niños les espera el llevar adelante esta misión, pero los jóvenes son un poco débiles, mientras los adultos son más fuertes, porque tienen más experiencia.

Mi agradecimiento va dirigido para los que, a pesar de todo, continúan viniendo a orar. No dejéis nunca la oración, incluso cuando sintáis la aridez o no tenéis deseos de orar, aunque estéis cansados de esta vida tan dura. Acercaos más a Dios, como he dicho al Obispo, pegaos al tabernáculo, pegaos a la Eucaristía. ¡Fiesta de todos los santos!. Antes era costumbre celebrar a los que no tienen un santo en el Paraíso; a estos les doy mis felicitaciones, para que se conviertan en santos. ¿Me he explicado? Creo que sí, porque os reputo personas inteligentes. Ya frecuentáis la universidad, no volváis atrás, no repitáis el año, sino continuad adelante. Cuando el Obispo y la Vidente ya no estén, porque el uno irá a alturas estupendas y la otra al Paraíso, acordaos de ellos, orad por ellos y con ellos continuad viniendo a este lugar taumatúrgico. Yo apareceré aquí mientras vuestra hermana viva, después continuaré estando presente en medio de vosotros de manera invisible y os ayudaré. Tenéis que orar, pero ante todo tenéis que amaros, por tanto fuera el enojo, la susceptibilidad y el orgullo. Sed humildes y sencillos: sencillos como palomas y prudentes como serpientes, porque la prudencia hace falta y es muy importante.

Gracias a todos. Nosotros los del Paraíso os deseamos los mejores deseos, especialmente a los que han dejado desde hace poco la Tierra.

Marisa - Naturalmente te encomiendo al abuelo Amedeo; que se haga la voluntad de Dios, pero ayuda a los parientes, que ya han tenido una gran desgracia. Ayuda a los padres de la niña que ha muerto. Todos, como ves, tenemos necesidad de ti.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro, a todos los ángeles y santos el Paraíso, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo de modo especial a los niños incluso aquellos que no están presentes.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Ánimo, Marisella.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, mamá; adiós, pequeños; adiós a todos.

Ya no están.

Obispo - Estamos nosotros.

Marisa - Ellos se han ido, nosotros estamos aquí.

Obispo - Mientras esté en pie este tinglado.

Roma, 4 de noviembre de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Os repito una vez más que para mi es una gran alegría estar con vosotros y ver a los que oran intensamente por el Obispo. Si todos orasen de este modo, todo sería más fácil. Continuad amando, porque hay siempre el peligro de la guerra: guerra entre familias, entre los pueblos y sobretodo entre los grandes hombres de la Iglesia y del Estado. Hay odio en el mundo y odiar es pecado mortal. Al menos vosotros dad un poco de alegría a mi Hijo Jesús, amadlo, vosotros podéis amarlo porque habéis recibido mucho. Os invito a orar también por las personas que no conocen a mi Hijo Jesús, pero que son buenas, son mejores que las que lo conocen. Yo estoy siempre con vosotros, conozco las dificultades y las alegrías de cada uno de vosotros. Os invito a una oración fuerte, intensa.

La carta de Dios acaba así: "Hijos míos queridísimos, Yo os bendigo". Si Dios dice esto quiere decir que os ama y espero de vosotros un empeño que otros no saben dar. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños, especialmente a los enfermos y los que mueren de hambre a causa de la guerra. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Tu eres una verdadera Madre, lo respetas todo.

Adiós, adiós. Está bien, esperemos que pueda lograrlo.

Roma, 6 de noviembre de 2004 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Antes que empieces a hablar deseo encomendarte a todos los enfermos, especialmente los más necesitados, como aquella madre enferma que tiene también un niño enfermo; te encomiendo aquella familia tan probada. Oye… ¿Por qué has venido sola, sola?

Nuestra Señora - No te preocupes, Marisella, dentro de poco llegarán los otros.

Marisa - ¿Vosotros no tenéis un reloj para ver el tiempo que transcurre? Dices una cosa y parece que tenga que realizarse enseguida y sin embargo pasa tanto, tanto tiempo. ¿Cómo está ahora la situación?

Nuestra Señora - Marisella, Marisella, ya te he explicado que los tiempos de Dios no son los vuestros. Vosotros lo queréis todo y enseguida. Sí, ya se lo que piensa mi querido Obispo.

Marisa - Pero tiene razón, porque se lo has prometido. Prometes, prometes…

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Vengo siempre con gran alegría en medio de vosotros, pero por desgracia me doy cuenta que no todos responden a la llamada. No os preocupéis del tinglado de la basílica, preocupaos de vivir siempre en gracia. Decid en vuestro corazón: "Jesús, yo te amo, no quiero pecar, ni ofenderte". Yo quiero vuestros corazones. Nosotros los del Cielo miramos vuestro corazón, vuestro amor hacia los pobres, los necesitados, las personas que sufren. Cuando veis a Marisella que sonríe y bromea no creáis que esté bien, no, al contrario, está mal. Tenéis que ser más solidarios con vuestros amigos y con las personas que forman parte de esta comunidad. Orad, orad siempre. No he hablado más del ayuno, no he dicho nada más, porque repetir siempre las mismas recomendaciones significa trataros como niños de parvulario, pero vosotros estáis en la universidad; por tanto tratad de comportaros en consecuencia sin que yo repita cada vez las mismas recomendaciones. ¿Os parece extraño que la Madre no se preocupe de lo que sucede en este lugar y se preocupe de vuestro corazón, de vuestras almas?

Os digo siempre que oréis y que améis, no solo a las personas simpáticas, sino a todas. Por desgracia no todos han respondido a su amor. ¿Cuántas almas ha llamado Jesús? ¿Cómo llama a los sacerdotes? "Mis sacerdotes predilectos" sin embargo no todos responden a la llamada. Cuando se enferman, cuando acaban en una silla de ruedas, cuando ya no son idóneos para servir a la Iglesia, se vuelven listillos y dicen: "Sufro y ofrezco este sufrimiento mío". Pero cuando estaban bien ¿cómo se comportaban? Cuando se enferman asumen el comportamiento de la víctima, pero así se burlan de Dios. No se puede engañar a Dios. Mientras estéis en la Tierra no podéis ver a Dios, pero Él lo ve todo, lo sabe todo y lee en los corazones. Naturalmente me dirijo a todos, porque las cartas de Dios dan la vuelta al mundo. Tenéis que ser buenos, santos, siempre, sobretodo cuando estéis bien, sobretodo cuando podéis dar algo a los otros.

Los tiempos no son bonitos. ¿Cuanto tiempo hace que digo esto? El planeta Tierra está todavía a merced de sí mismo. Los hombres piensan sólo en el dinero, tratan por todos los medios de pisotear incluso a los propios seres queridos, con tal de tener dinero. Se aprovechan de las personas buenas, piden ayuda a las personas buenas, porque no saben decir que no. Hay quien se ha aprovechado también aquí. Se han aprovechado del Obispo, porque sabían perfectamente que no habría dicho que no. Don Claudio no quiere las riquezas, piensa en ayudar y en salvar a las almas. Alguno se ha aprovechado, pero Dios lo sabe, Dios ve y al final intervendrá también con estas personas.

Tengo mucho interés en el primer sábado de mes, porque las apariciones abiertas a todos se han iniciado justamente el primer sábado, pero veo que las personas no responden. Una vez más tengo que decir que Dios es colocado en segundo, tercer y cuarto lugar, hay muchas otras ocupaciones antes que Dios. Vais a Comulgar, pero tenéis que iros a Confesar también y continuar viviendo siempre en gracia, con amor hacia Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, hacia vuestro Obispo y vuestros hermanos. Que cada uno haga lo que pueda y aleje las distracciones. He notado que alguno no escucha, está lleno de pensamientos, de otras preocupaciones, se da la vuelta continuamente. Os he enseñado a mirar al altar, allí está Jesús, no os tiene que interesar lo que ocurre alrededor vuestro. Tenéis que orar, me corrijo, tenéis que amar, después orar.

Gracias. Respetad el primer sábado del mes, claro, no me dirijo a los que están presentes. Si no queréis venir el primer sábado del mes, porque comporta sacrificio, entonces es inútil que yo venga. Vengo por vosotros, porque os amo. ¿Veis cuan grande es mi amor por vosotros? Estaré siempre con vosotros, sobretodo con las personas enfermas, con las personas que no pueden venir porque están impedidas por algún gran problema.

Amaos, mis queridos hijos, amaos siempre. El tiempo vuela, pasa, pero el Paraíso existe y es hermoso. ¿Verdad, Marisella?

Marisa - Sí, pero hace ya mucho tiempo que no me llevas arriba. Cuando me lleves de nuevo arriba, no me vuelvas a mandar abajo, porque en el Paraíso cantamos los salmos y damos gloria a Dios. Cuando vuelvo a la Tierra todo me parece feo.

Nuestra Señora - Marisella, no llores.

Marisa - Tu sabes que no estoy bien.

Nuestra Señora - Está muy mal, hija mía.

Marisa - Sí, está bien.

Mira, ahora han llegado san José, el Niño Jesús, los santos y los ángeles. ¡Mamá! Mamá, ¿por qué no me llevas contigo?

Abuela Yolanda - ¿Dejas sólo a la Excelencia?.

Marisa - Llévale también a él. Espero que Nuestra Señora nos lleve a los dos.

Nuestra Señora - No. No es bonito esto, Marisella. La Excelencia, como lo llama la abuela Yolanda, tiene que quedarse todavía en la Tierra.

Junto a mi querido Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, los enfermos, los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Tu sabes que las órdenes del médico son que no tienes que bajar cuando hay humedad.

Marisa - Cuando hace calor no tengo que bajar, cuando hay humedad no tengo que bajar, cuando llueve no tengo que bajar, y entonces ¿qué hago?

Nuestra Señora - La voluntad de Dios, Marisella.

Marisa - Está bien, después hablamos mejor tu y yo. Yo estoy siempre recluida entre estas cuatro paredes.

Adiós, adiós a todos.

¿Has entendido a la listilla? Le da vuelta y vueltas pero no te lleva al punto.

Roma, 7 de noviembre de 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. He dicho a vuestra hermana que cuando llueve o está húmedo, no tiene que bajar. Si queréis que todavía pueda bajar en medio de vosotros, tiene que resguardarse del frío y de la humedad. Ella sufre muchísimo, cuando no puede bajar. Esta mañana, apenas se ha levantado, ha abierto la ventana para ver como era el tiempo. Ha tenido un duro golpe, ha dicho: "No puedo bajar". Ha obedecido con gran dolor, a lo que yo y el Obispo hemos dicho.

Os digo esto para haceros comprender que si alguno os dice algo, lo dice para vuestro bien. Si la Virgencita os hace amonestaciones maternas, es por vuestro bien. Yo trato de todos los modos de llevaros a todos a la santidad. Quiero llevaros a todos al Paraíso, a pesar de las aventuras y desventuras del planeta tierra, porque no es fácil seguir una vida recta, una vida de amor hacia Dios. La vida es difícil, porque en el mundo hay muchas personas malas; hay quien espía, quien piensa mal, quien dice maledicencias. No solo aquí, sino en todos los lugares penetran los celos; esto entre vosotros no tiene que ocurrir, de otro modo, perdonad, ¿qué vendría a hacer? Si yo os hago amonestaciones y no las ponéis en práctica, ¿qué vengo a hacer?. Sin embargo sabéis cuán grande es mi amor. El amor es lleno, puro, santo. Hablad de esto: la plenitud del amor hacia todo y todos, pero sobretodo hacia vosotros mismos. Tenéis que amar, tenéis que amaros y no comeros la moral. Claro, algunos piensan que la edad avanza, pero vosotros sabéis muy bien que para Dios no hay edad en el Paraíso, aunque muráis a los 100, 120 años, no sois ancianos, sois jóvenes y hermosos. Tratad este tema: la plenitud del amor, aquel amor verdadero, con la A mayúscula.

No os pido la novena, pero sí un triduo, tres días para preparaos a la fiesta de Cristo Rey. Haced una hora de adoración al día y terminad con la S. Misa. Si ponéis buena voluntad, podéis conseguirlo.

Gracias. Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, bendigo sobretodo a los enfermos, a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. No puedo reír con la boca abierta. Ha dicho Emmanuel que tengo que reír con la boca cerrada; tu sabes el motivo.

Roma, 11 de noviembre de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Dios os ha dicho que intensifiquéis la oración, que hagáis florilegios, ayuno y habléis con la dulzura con la que os habla la Madre. Dios recomienda que estéis atentos a los celos y a la envidia, porque os empujan a decir falsedades y entonces surge la mentira, la calumnia y la difamación. Os hablo de la plenitud del amor y espero que habléis de ello también vosotros el jueves, cuando hagáis de nuevo del encuentro bíblico. Sabéis que para festejar a Cristo Rey tenéis que hacer el triduo, que consiste en una hora de adoración y en la participación en la S. Misa. Recordad: Cristo es Rey, pero no tiene corona.

Hoy he hablado mucho con vuestra hermana y ella, con un poco de tristeza y un poco de alegría ha dicho: "Que se haga la voluntad de Dios". Es hermoso decir esto: hacer la voluntad de Dios, aunque cueste, aunque sea difícil. Cada uno de vosotros tiene momentos de dificultades y descorazonamiento y puede incluso llorar. Pero levantad los ojos al Cielo y decid: "Mi Dios, que se haga tu voluntad". No es fácil decirlo cuando alrededor todo hace ruido, hay tempestad, pero luego de la tempestad, el sol ilumina la Tierra. Jesús Eucaristía es el Sol, y yo, como ha dicho vuestro Obispo, soy la luna que desaparece para dejar el lugar a Jesús Eucaristía. Este es el año eucarístico; orad mucho, amad la Eucaristía, recibidla en gracia y todo será más hermoso y más fácil para todo el mundo. Hoy todo el mundo habla de la Eucaristía y muchos La aman, porque yo, en nombre de Dios, he hablado de la Eucaristía en este lugar y porque vuestro Obispo ha hablado del amor a la Eucaristía. Tenéis que estar orgullosos de esto; el orgullo en ciertos casos es positivo. El año eucarístico y el amor a la Eucaristía han salido de este pequeño lugar taumatúrgico, por esto tenéis que estar contentos y felices. Gracias.

Os lo ruego: 18, 19 y 20, tres días de triduo, cada día haced una hora de adoración y participad en la Santa Misa.

Gracias a todos.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Oye, puedo pedirte…

Nuestra Señora - Está bien así, Marisella.

Marisa - Adiós. He visto a Andrea.

Roma, 14 de noviembre de 2004 - h 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Por desgracia la naturaleza llora y no permite a Marisella bajar entre vosotros, pero creo que el que está bien, aunque llueva, tendría que venir.

Nosotros íbamos al templo incluso cuando un gran viento levantaba la arena. Si mi esposo José no nos cubría con prontitud con su capa, comíamos mucha arena. Cuando llueve, basta abrir el paraguas. ¿Os parece extraño que la Madre diga esto? De todos modos he venido para haceros siempre las mismas recomendaciones: orad, haced sacrificios y la adoración; es tan hermoso hacer adoración eucarística. Durante el triduo no olvidéis de hacer adoración. A causa del trabajo, para algunos es posible empezar la adoración a las 20:00 horas y para otros a las 17:30. Como en otras iglesias, haced un doble turno: uno a las 17:30 y otro a las 20:00 de modo que todos puedan participar.

Mis queridos hijos, quizás alguno dentro de si está pensando que la Virgencita pide demasiado, pretende demasiado. Vuelvo a repetir el tema sobre el que os hablé hace tiempo. ¿Cuántas horas dais a vuestro cuerpo, a vuestra casa, a vuestra familia? Dar una hora de adoración a Dios ¿es pedir demasiado? No os pido la adoración de la mañana a la tarde, os pido sólo una hora durante el triduo.

Mientras Dios no me de una carta particular, la que todos esperáis, mis palabras serán siempre estas: oración, adoración, sacrifico y amor.

Gracias a todos. Os invito a orar por las personas enfermas, por las personas abandonadas en los hospitales y sobretodo por los niños, los adultos y los jóvenes que viven donde hay guerra.

Abandonaos a Dios y os daréis cuenta que Dios os dará la fuerza de hacer todo lo que pide.

Marisa - Sí, me ha dejado ver a Sara.

Nuestra Señora - Este es su juego: subir y bajar, mientras vosotros, mis queridos hijos, tenéis que subir siempre, subir, subir. Dad siempre un paso adelante y conseguiréis llegar muy alto.

Os deseo mucha fuerza y valor a todos, tanto a los jóvenes como a los adultos.

Os pido una oración particular para una joven; a vosotros no os tiene que importar saber el nombre sino solo rezar por ella, para que vuelva sobre sus pasos y se comporte como hacía antes. No habléis más sobre las manzanas podridas, ya están fuera. Cuando las encontréis, saludadlas y basta, siempre con educación. Y luego, prosiguiendo por vuestro camino, orad: "Señor, ayúdame a ser comprensivo con todos".

Marisa - Sí, hablamos luego, porque me tienes que decir como me tengo que comportar.

Nuestra Señora - ¿Alzamos los ojos al cielo y recitamos juntos un Padre Nuestro? Os recuerdo un milagro eucarístico del cual no habéis festejado el aniversario: cuando de la hostia que había apoyado en el cáliz de mi estatua ha emanado sangre, que ha descendido a lo largo del cáliz, el vestido y los pies de la estatua. ¡Oh, cuántos milagros ha hecho Dios en el lugar taumatúrgico, cuantas gracias habéis recibido! En ningún otro lugar del mundo ha habido todo esto. Haced adoración, orad a Jesús Eucaristía, amad a Jesús Eucaristía. Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, mando mi beso a todos los niños. Os cubro a todos con mi manto materno, estrechándoos fuerte, fuerte en mi corazón.

Excelencia, tu Madre te estrecha fuerte en su corazón. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Se ha ido con toda la corte celestial.

Roma, 18 de noviembre de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mi venida en medio de vosotros me llena siempre de alegría. Dios me ha dicho: "María, ve con mis hijos, porque los quiero llevar a la santidad". Orad por el Obispo que ama a la Eucaristía. Por esto Dios, cuando lo ha ordenado, lo ha llamado Obispo de la Eucaristía y yo añado Obispo del amor. Me gustaría llamaros también a vosotros "predilectos del amor, hijos el amor". Os he hablado de la plenitud del amor. La frase: "Si tenéis amor, lo tenéis todo", tiene que guiar vuestra vida. Dar amor no significa solo amar a los hijos, al marido, a la mujer, al hermano o a la hermana, sino a todos. Orad por los que hacen sufrir y todavía no se cansan de calumniar y difamar con rabia. Están finalmente rabiosos consigo mismos, porque no consiguen, en sus intentos, destruir al Obispo. Claro, alguno, después de la reducción al estado laical de vuestro Obispo, se ha alejado, pero quien ha comprendido lo que Dios ha dicho, lo que yo he dicho, ha comprendido que ha habido un engaño, cometido una injusticia, y los que la han llevado a cabo están excomulgados, así lo enseña el C.I.C.

Pero a vosotros estos temas no os interesan, son demasiado grandes para vosotros. Pensad en amar, en rezar por todos, sobretodo por mi Obispo y vuestro.

Cada poco alguno se aleja, porque no es capaz de hacer este camino que, en el fondo, es un camino de oración, de amonestaciones maternas y paternas. Paciencia, yo continuo viniendo incluso si no hay nadie. Con mis dos hijos hablo a menudo y con Marisella también muchas veces en el mismo día, porque ella con su profunda humildad, me pide siempre explicaciones de todo.

Una persona ha hecho voluntariamente daño a vuestra hermana, hiriéndola con las tijeras en un pie. No lo digo para meteros miedo, sino para que la ayudéis a soportarlo todo. Tenéis que orar por vuestra hermana, porque ella ora por vosotros. Sabéis muy bien que lo ofrece todo por vosotros y cada noche antes de dormirse, si se duerme, ruega por la comunidad. Claro primero está el Obispo, luego la comunidad. Duerme poco, una, dos o tres horas al máximo. ¿Qué hace entonces? Ora por vosotros, en silencio, sin que nadie se de cuenta, y se acuerda de cada uno de vosotros con el nombre. Alza a Dios su oración por los enfermos, por los que aman, que saben amar a todos. Mis queridos hijos, esta carta de Dios está llena de amor y de dulzura; mostrad también vosotros amor y dulzura hacia todos.

Hago una recomendación que quizás no todos comprenderán: amad a vuestra hermana, la tendréis todavía por poco tiempo en medio de vosotros. No la critiquéis, no miréis como viste, si lleva o no oro; ella se pone lo que le regalan para hacer contenta a la persona que se lo ha regalado. ¿Qué tiene qué hacer, pobre hija? Está recluida entre aquellas cuatro paredes y a veces no puede bajar, porque el tiempo no lo permite; pero ora por todos y ama a todos, como yo, vuestra Madre, amo a todos. Amo a los niños, a los enfermos, a mis sacerdotes predilectos, aunque no todos respondan a la llamada.

El amor trae siempre la victoria, el amor nos lleva a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.

Mis queridos hijos, os amo mucho; mi amor por vosotros es igual para todos.

Junto a mi Obispo y vuestro, que sufre mucho, os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños y la que hoy cumple años, junto a su familia. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Da un besito a mamá y a todos los niños. Adiós.

Excelencia, Obispo, ¿Dónde estás? ¿Estabas aquí?

Obispo - Sí.

Roma, 21 de noviembre de 2004, h. 10:45 a.m. (Carta de Dios)

Fiesta de Cristo Rey

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. La Madre os da las gracias por vuestra presencia. No hablaré yo, sino Jesús, Cristo Rey. Vuestra hermana Lo ve sin corona, Cristo Rey sin corona.

Marisa - ¡Qué hermoso eres, Jesús!

Jesús - Soy vuestro Jesús y he venido para felicitaros a todos, sobretodo a aquél que hoy se convierte en mi soldado.

Es una gran alegría veros aquí reunidos, aunque no todos responden a la llamada. Sabéis bien que muchos discípulos se alejaron de Mí y un apóstol me traicionó. Yo continúo estando con los que abandonaron el lugar taumatúrgico sin calumniar ni difamar, pero no puedo estar con los que calumnian y difaman todavía hoy. Los hombres que no son buenos quieren gozar en la Tierra. Gozad en la Tierra, pero luego perderéis el Paraíso. Podéis gozar en la Tierra santamente, unidos a Jesús Eucaristía y a la Madre de la Eucaristía. Cada uno tiene que tener amor hacia el otro: los padres, los hijos, los parientes, los amigos, los benefactores, todos. Mi Madre y vuestra ha dicho que el amor es algo grande que lo abarca todo. ¿Por qué? Porque Dios es Amor y no hay un amor más grande que el que Dios tiene por cada uno de vosotros. Yo estoy aquí en medio de vosotros, no me hallo en los grandes lugares donde hay mucha gente, porque Dios quiere que Yo esté aquí. Yo soy Dios Hijo y estoy contento de estar aquí, en medio de vosotros. A veces, como dice mi Madre, es difícil hacerse comprender por los hombres porque no escuchan. Nosotros utilizamos palabras sencillas, adaptadas a todos, pequeños y grandes, pero no todos escuchan bien lo que Dios dice. Yo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Cristo Rey, tengo mucha alegría al estar aquí con vosotros. Creedme, mis queridos hijos, mi amor es grande, grande, grande hacia todos.

Dios ha ordenado Obispo a Don Claudio y esto ha molestado mucho a los grandes hombres de la Iglesia que han esparcido mucha cizaña. No quiero detenerme más sobre este punto, pero quiero hacer hincapié en que vuestro Obispo ha obedecido a Dios. También vosotros tenéis que poner a Dios en el primer lugar; sobre esto dejáis un poco que desear, porque primero ponéis lo que tenéis que hacer sobre la Tierra y luego, si queda un poco de tiempo, ponéis a Dios. No. Estad bien atentos. Tenéis que ser puntuales en el trabajo, dispuestos para la familia y para los amigos, pero poned delante a Dios. Yo quiero que la Santísima Trinidad esté en el primer lugar; esto, por desgracia, no lo habéis conseguido, porque ponéis a Dios en el segundo lugar, en el tercero y en el cuarto lugar. Si queréis que las situaciones cambien, aprended a poner a Dios en el primer lugar. Esto no quiere decir que tenéis que sentaros o arrodillaros y orar durante todo el día, significa que tenéis que ofrecer a Dios todo lo que hacéis durante la jornada. Dios sabe a quien distribuir sus gracias. Dios puede hacerlo todo y hace todo lo que tiene que hacer. Falta solo vuestro triunfo humano, porqué Nosotros continuamos esperando que los hombres se conviertan verdaderamente y no vuelvan atrás, que los hombres aprendan a amar antes que nada a Dios y después al prójimo.

Vuestro Obispo está solo, no tiene sacerdotes a su lado, porque el que ha venido quería ocupar su lugar, y esto no es posible porque el Obispo ha sido elegido por Dios, ha sido llamado por la Madre de la Eucaristía. Cuando Pablo perseguía a los cristianos, no era bueno, después Dios lo ha llamado y él ha cambiado totalmente, ha puesto a Dios en el primer lugar y ha comenzado a predicar el Evangelio. ¿Qué hace vuestro Obispo? Os explica el Evangelio, y como bien sabéis, de cada línea hace un poema. Seguir lo que dice el santo Evangelio para quien no ama es difícil, para quien ama es fácil.

Felicidades, Pascual, de parte de tu Jesús. Felicidades a ti, a tu familia, a tus amigos, al Obispo. Sé siempre soldado de Cristo, es decir, mi soldado. Todos tenéis que ser mis soldados, mis amigos. Yo me he convertido en siervo por vosotros, vosotros convertíos en siervos para vuestros amigos.

Marisa - Se ha ido.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños, te bendigo a ti, Pascual. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Nos os digo: id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo, sino que escuchéis bien la S. Misa, como si fuese la última de vuestra vida y recibid a mi Hijo Jesús en gracia. Gracias.

Ya lo sé, Marisella, quieres que diga: os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Marisa - Sí, porque a mi esta frase me gusta mucho.

Adiós a todos.

Roma, 25 de noviembre de 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. He hablado muchas veces del amor. Pensad en lo que os digo: si llueve y cae mucha agua, es porque la tierra tiene necesidad, por tanto esto es amor. Todo lo hermoso que ocurre en el mundo es siempre dictado por el amor, como puede también, de un mal, nacer un bien. También la muerte es amor, porque, como sabéis muy bien, el amor es lo que permanece en la Tierra y en el Paraíso. Amor y sensibilidad, sensibilidad y amor hacia los enfermos, los niños y las personas que sufren. Algunos no tienen esta sensibilidad que Dios quiere. En lugar de sentirse culpables, se sienten con la conciencia tranquila. Cuando reciben una corrección, piensan mal o no piensan que eso que se dice es dictado por el amor. Cada uno de vosotros que hace una amonestación al propio hermano, tiene que hacerlo con sensibilidad y amor. Contad cuantas veces he dicho la palabra "amor". ¿Qué más os puedo decir? El amor, escrito en grande, porque Dios lo quiere así, abarca a todos. Y me repito: amor hacia los que sufren, los enfermos y los niños. Los niños son los angelitos, los pajarillos, pequeñas criaturas, pequeños joyeros de Dios y es necesario amarlos, aunque sean caprichosos y cansen. Los niños hacen esto no porque no amen, sino porque quieren jugar. Amad a los enfermos, a los que sufren y a los niños que tienen necesidad de vuestro amor, de vuestro calor, de vuestra sensibilidad. Solo si actuáis así podéis decir: "Yo amo a Dios, porque Dios es Amor".

Mis queridos hijos, la Madre os deja con estas palabras: amaos todos, amor hacia todos y mostrad sensibilidad hacia el que sufre. A veces los niños durante la Santa Misa gritan, juegan, corren, pero son angelitos, es su momento; ¡amadlos! Si conseguís amar al prójimo como la Madre os está diciendo, podré comprender que amáis a Dios. Dios os ama porque Dios es Amor. Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños enfermos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Recordad que el amor de la Madre y el amor de Dios es sobretodo para Su Excelencia Monseñor Claudio. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Ha hablado de amor…

Obispo - …y de sensibilidad, palabras que pronuncio a menudo.

Roma, 28 de noviembre de 2004 - h. 10:35 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Desde hoy, primer domingo de Adviento, nos preparamos para el nacimiento del niño Jesús. Como siempre repito: "Vivid este Adviento como ya sabéis"; os pido que hagáis florilegios y sacrificios, y si alguno puede, también ayuno, sino que ofrezca todo lo que hace durante la jornada.

La preparación durante el Adviento os tiene que llevar a un mayor crecimiento espiritual. Creced poco a poco, haced un paso cada vez, no volváis atrás, porque cuando os elogio volvéis atrás. Yo os indico el camino de la santidad. Aquí no hay diversiones u otras actividades recreativas, como hacen en otros lugares, aquí sólo se hace un camino de oración, de perfección y de amor.

Os he hablado siempre de amor hacia todos y hacia todo, incluso la muerte es amor. El amor y la sensibilidad están juntas. El que no es sensible, no puede amar. El que se ama sólo a sí mismo y a los que están a su lado, marido, mujer, hijos, no ama verdaderamente. Tenéis que amar a todos, ser sensibles con todos sin distinciones. Tenéis que mostrar sensibilidad antes que nada hacia los enfermos y los niños. Estos últimos tienen necesidad de una sonrisa, de una ayuda y no pueden comprender si hacen alguna cosa que a vosotros os disgusta, como en la habitación del Obispo que la han pintado toda para jugar. ¿Qué tenéis que hacer vosotros, los grandes? ¿Gritarles? No, son pequeños. El pequeño Jesús no pintaba en las paredes o por tierra, porque no tenía colores, pero jugaba con mi amado esposo José, con los otros niños y después se retiraba a orar. Los niños tienen que jugar, y recordad que si un niño no juega no es una buena señal.

Ahora tengo que haceros una amonestación materna. Cuando se acerca una gran fiesta, no tiene que recordároslo siempre la maestra, porque ella puede también tener problemas: el marido, la hija y el trabajo; también ella tiene que ser ayudada. Os toca a vosotros decir: "Tenemos que hacer las pruebas de canto, porque la fiesta de la Inmaculada Concepción está cerca", sin embargo os habéis olvidado. Se le ha dicho a un joven, que había que hacer las pruebas de canto, pero éste no lo ha dicho a los amigos y los adultos no lo han preguntado, sin embargo todos sabéis que la fiesta de María Inmaculada está cerca. Todos sabéis que cantar con el corazón y con amor es orar dos veces. Vosotros oráis dos veces cuando cantáis. No vengáis a hacer las pruebas de canto sólo por pasar un momento de alegría; gustar un poco de diversión o decir algún chiste, también está bien esto, pero ofreced el canto a Dios, y cantad con el corazón. ¿No es hermoso así? ¿Por qué cada vez que tenéis que hacer algo la Madre del Cielo tiene que intervenir? A mi, como Madre, me disgusta. Si vosotras madres, reprendéis a vuestros hijos, ¿no sufrís? Sufro al haceros la corrección materna. Cada uno de vosotros tiene que asumir las propias responsabilidades. No se puede dejar a una sola persona, porque es la maestra y tiene la responsabilidad del canto. Esto vale para cualquier situación cuando tenéis que pasar la voz. Todos tienen que saberlo, incluso aquellos que vienen de tanto en tanto tienen que ser informados. Quizás a alguno le pueden parecer tonterías. No. Si cantar es orar dos veces, no es una tontería porque dais gloria a Dios dos veces.

Ánimo, preparaos bien durante el Adviento, preparaos para celebrar la Inmaculada Concepción. Mañana empieza la novena para la fiesta de la Inmaculada Concepción. Si queréis, podéis continuar viniendo a orar hasta la novena de la S. Navidad. Ya sé que alguno podrá decir: "Nosotros venimos desde lejos y hay mucho tráfico". Es verdad, comprendo perfectamente, esto es un sacrificio, no un florilegio, pero es para vuestro beneficio. Mis queridos hijos, es el amor de Madre el que habla, porque os amo. Oh, si también vosotros consiguierais amar como yo os amo, como Dios os ama, ¡porque Dios ama a cada uno de vosotros! Gracias.

Y a ti, Marisella…

Marisa - No, no me digas nada, estoy bien así.

Nuestra Señora - De acuerdo, hablaremos cuando estemos solas.

Gracias sobretodo si conseguís poner en práctica cuanto os he dicho. Si os dais cuenta que alguno no está presente cuando os doy la carta de Dios, por motivos justos, tenéis que preocuparos de avisarlo y repetirle lo que Dios ha dicho.

Junto a mi Obispo y vuestro por el cual os invito a orar, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños a los que mando mi beso materno. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Si alguno no comprende mis mensajes, lo que digo, que pida explicaciones al Obispo.

Ánimo, Marisella, ánimo.

Marisa - Si me ayudas, tengo ánimos. Adiós. ¿Cómo lo hago yo sola?

Nuestra Señora - Y el Adviento, Marisella, me verás solo el jueves y el domingo.

Marisa - ¡Oh Madre mía! ¿Y el primer sábado de mes? ¿Cómo haré yo sola?. Está bien, como quieras.

Alguno a menudo dice que soy el último mono, que no valgo nada. Nosotros aquí, en la Tierra, hablamos así.

Está bien, como Dios quiera, está bien. Adiós.

Acuérdate de bendecir a los que están trabajando y los que están ausentes por motivos de salud.

Nuestra Señora - Sí, Marisella, obedezco.

Marisa - ¡Qué hermosa eres! Adiós.

Excelencia, ¿has oído lo que ha dicho?

Mensajes de Diciembre de 2004

Roma, 2 diciembre 2004 - h. 8:45 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Como siempre, es para mí una gran alegría venir en medio de vosotros. Hoy para vosotros es un día particular y también Nosotros celebramos la fiesta de la que ha volado enseguida al Paraíso. Esta mujer ha mostrado mucha fuerza, amor, valor hacia todos, incluso hacia los que la han hecho sufrir. Ha estado siempre dispuesta a amar, como os he enseñado cada vez que he venido en medio de vosotros. El amor comporta también sacrificio, el amor es sensibilidad hacia el prójimo, quienquiera que sea éste. Me gustaría que todos juntos, aunque no seáis numerosos como antes, dieseis gracias a Dios por el amor que os ha dado y a esta hermosa señora que ha llevado al paraíso. Creo que ésta es una alegría grandísima para todos vosotros presentes, por los que la han amado y para los que han comprendido el amor y el sufrimiento de esta bella persona.

Hoy solamente hablaré de esta señora, que todos conocéis como abuela Yolanda, y que dentro de poco estará aquí a mi lado. Tú, Marisella, la verás y te alegrarás con ella, pero no le pidas eso que tantas veces ya le has pedido.

Marisa - ¿Lo de que se me lleve? Sí, se lo pido, es mi mamá.

Nuestra Señora - Vosotros no podéis imaginar cuanto ora esta hermosa señora por la comunidad, sobretodo por Su Excelencia, por sus hijos, los sobrinos, nietos y nietos adoptivos, y su yerno al que llama "sus pupilas". Abuela Yolanda siempre ha amado a todos y orado por todos y continua orando desde lo alto de los Cielos por vosotros, por los que han partido del planeta Tierra y se han salvado; ella ora por estos últimos, para que puedan, poco a poco, subir al Paraíso. Están aquí presentes vuestros seres queridos que están salvados; ella ora también por ellos.

No podéis imaginar que la muerte sea amor y vida, porque la vida continúa después de la muerte y es una vida muy hermosa, feliz, alegre. No hay ni sufrimientos, ni preocupaciones, porque terminan con la muerte. Como Dios Padre escribe a menudo en sus cartas, después de la muerte empieza la vida, hermosa para todos los que han hecho el camino espiritual. Un paso tras otro, continuad adelante para llegar al Paraíso. Podéis gozar del Paraíso ya en la Tierra. ¿Cómo se goza del Paraíso? Ante todo viviendo en gracia y amándoos mutuamente.

Marisa - ¡Mamá!, ¡mamá! ¡Qué hermosa eres! Mamá siento que no estén presentes todos tus hijos, los sobrinos y los nietos, falta alguno, pero tú sabes bien que está ausente por necesidad.

La Virgencita no quiere que te haga esta pregunta: "¿Cuándo me llevas para arriba?". Ve a Dios a preguntar cuando me lleva.

Abuela Yolanda - Marisella, no puedo pedirlo a Dios.

Marisa - Mamá, gracias por las oraciones y por la ayuda que nos das a todos nosotros. Te encomiendo a Su Excelencia.

Mamá, nosotros te amamos. Yo te quiero mucho; cuando estoy en aquel estudio a veces siento que tu apoyas la mano en mi espalda y me dices: "Ánimo, Marisella, ánimo". Veo muchos pequeñines junto a ti, dales un beso de parte mía a todos.

Abuela Yolanda - Y tu, Marisella, dale un beso a mis hijos, a mis sobrinos y a mis nietos y a la pequeña que he visto en el seno materno. También tú reza mucho por todos; sé que ofreces tu vida por todos, como he hecho yo. La vida terrena, especialmente para vosotros dos, es muy dura, muy difícil y llena de sufrimiento. Tenéis al lado a personas que no saben amar y cuando uno no sabe amar, no puede hacer el camino hacia la santidad.

No tienes que llorar, Marisella, tienes que ser feliz de que Dios me ha permitido venir.

Marisa - Mamá, no sabía que te quedarías todo este tiempo con nosotros. Te ruego, intercede por todos nosotros ante Jesús y la Madre de la Eucaristía, lo necesitamos mucho.

Abuela Yolanda - Gracias a todos vosotros, mis queridos, que pertenecéis a este pequeño grupo. Si seguís la huella de vuestro Obispo y de mi hija, llegaréis también vosotros a ser salvados y a la santidad.

Ahora tengo que retirarme, Marisella, y dejar a la Madre la tarea de bendeciros.

Marisa - Espera mamá, tenía tantas cosas que decirte y ahora no me viene nada a la mente.

Abuela Yolanda - Entonces sé feliz y contenta de haberme visto. Tú sabes que vengo a menudo a verte.

Marisa - ¿Podrías ir también a ver a Ana? Protege a Roberto, Franco y a todos tus sobrinos. Todos te quieren mucho. Te mando un beso, mamá.

Adiós, mamá. Ayúdanos, te lo ruego. ¿Te acuerdas cuando decías: "estoy rezando para la Excelencia. Espero que la Excelencia me de la bendición por la noche"? Ora por nuestro Obispo, no por mí, no pienses en mí. Adiós, hermosa.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, es vuestra Madre la que os habla. Dios ha querido hacer este gran don a su hija, a los hijos, a los sobrinos y nietos, a todos vosotros presentes y a Su Excelencia. La abuela Yolanda reza, reza, reza mucho por todos vosotros.

Marisa - ¿Pues entonces por qué no cambia la situación? ¿Por qué no llega el reconocimiento del Papa por Su Excelencia? ¿Por qué desde que Dios le ha dado el episcopado empezó tanto, tanto, tanto sufrimiento?.

Nuestra Señora - Ya te he dicho, Marisella, que no es bonito preguntar tantos porqués a Dios y es difícil obtener respuesta. Tenéis que tener mucha fe, mucho valor y mucho amor hacia todos.

Marisa - Quiero darte las gracias, Virgencita. Hace un año que ha ido al Paraíso mi mamá, pero yo la echo de menos, aunque está cerca de mí, especialmente cuando estoy tan mal y la llamo; porque aunque uno sea anciano, busca siempre a su madre.

Nuestra Señora - Ánimo a todos. Buena santa Misa y buen encuentro bíblico, si Su Excelencia se siente con ánimos de hacerlo. Junto a Su Excelencia, mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Mando un beso a todos los niños y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós y gracias; da las gracias a Dios por mi. Tengo ganas de llorar, quería estar un poco más con mi madre. Nuestros queridos difuntos estaban con ella.

Roma, 4 diciembre 2004 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy, primer sábado de mes, os veo con gran alegría aquí presentes, aunque por desgracia, no todos responden a la llamada, porque no han comprendido bien las cartas de Dios. Vosotros, y especialmente las personas que no forman parte de esta comunidad y vienen desde lejos con sacrificio, a pesar de las censuras de los propios seres queridos, habéis dicho sí a Dios y a mí, la Madre de la Eucaristía, pero sobre todo a Jesús Eucaristía.

Yo estoy siempre muy, muy feliz cuando estoy aquí con vosotros. Todos los días, y también más veces al día, hablo con vuestra hermana, pero por desgracia, ahora está de abstinencia y me ve solo los días de fiesta, el primer sábado de mes y el jueves antes del encuentro bíblico. Veo que las personas que participan en el encuentro bíblico han disminuido; para favoreceros ha sido cambiado el horario, pero no todos lo aprovechan.

No podéis ni siquiera imaginar qué importante es escuchar la Palabra de Dios. Cuando caminaba al lado de Jesús a lo largo de los caminos, Él hablaba siempre y enseñaba con sencillez, de modo que todos pudiesen comprender; no entendía aquel que no quería entender. Su lenguaje era sencillo, fácil, adaptado a todos; incluso las cartas que Dios da son sencillas, fáciles y adaptadas sea a la personas que ha elegido, sea a todos vosotros. Me gustaría mucho haceros un regalo grande por mi fiesta. Recordad: la Inmaculada Concepción abre la historia y la Madre de la Eucaristía la cierra. Solo Dios podía hacer esto. Habituaos a considerar todo como un don de Dios: la lluvia y el sol, el cielo y la tierra. Por la mañana cuando os despertéis, pueden haber momentos fatigosos para quien tiene niños pequeños, es difícil para quien está mal, pero decid: "Gracias Dios mío, por este nuevo día, ayúdanos a vivirlo en paz con todos". Es tan hermoso vivir en paz, con amor, pensando en los otros, no sólo en sí mismos. Cuando digo "los otros" quiero decir los pobres, los niños enfermos, los niños del tercer mundo, que vuestra hermana conoce bien, porque muy a menudo va a aquellos lugares de sufrimiento para ayudar a los necesitados. También vuestro Obispo va con ella en bilocación; Dios manda en bilocación al Obispo y a la Vidente a todos los lugares del mundo donde hay necesidad. Vosotros no podéis ir a aquellas regiones tan lejanas, orad sobretodo por los niños que no tienen padres, están enfermos y privados de medicinas. Estos pequeños sufren mucho y esperan mucho de Nosotros, de vosotros y sobretodo de los que podrían hacer tanto. Las personas pobres están más dispuestos a ayudar que los ricos y los poderosos. Os pido que ayudéis a estos niños con la oración y con el amor. Cuando abracéis a vuestros niños, pensad que abrazáis a niños solos y enfermos, orad por ellos y amadlos, aunque no los conozcáis. Este es un tiempo duro para las personas lejanas que no tienen los medios necesarios. En fin, os pido que oréis por las intenciones de S.E. Mons. Claudio Gatti: para que sea reconocido Obispo ordenado por Dios por estos tercos hombres de la Iglesia, que piensan solo en sí mismos y no aman a los otros. Delante se hacen elogios recíprocamente y por detrás se critican.

Orad por vuestro Obispo y si llegáis a saber algo que lo puede herir, no le digáis nada, dejadlo vivir y trabajar en este despacho, que yo llamo la "cátedra de oro". En este despacho escribe todo lo que sucede, atiende la correspondencia, hace las presentaciones de los libros y de las cartas de Dios, que son muy hermosas y me han conmovido a mi, María, la Madre de la Eucaristía. Vuestro Obispo está encorvado, diría que casi en postración, delante de lo que hace. No estoy exagerando, orad por él, por la Excelencia, como lo llamaba la abuela Yolanda. El Obispo ama a todos; tenéis que aceptar las amonestaciones que os hace, porque las hace con amor, para haceros crecer espiritualmente.

Faltan pocos días para mi fiesta, tratad de orar, después abandonaos a Dios y preparaos para el nacimiento del pequeño Jesús. Cantad, pero como ya os he dicho, no tratéis de hacer una carrera a ver quien canta más fuerte. Cuando cantéis, pensad que dais gloria a Dios dos veces: cantar con amor es orar dos veces. A Dios no le interesa la voz, sino el amor que ponéis al cantar.

Gracias, gracias, gracias. Me gustaría que leyeseis los mensajes, porque todavía no se han leído como Dios quiere. Cada uno tome para sí lo que digo. Después de haberlos leído, tendrían que gustaros más y tendríais que vivirlos más.

Mis queridos hijos, la Madre os da las gracias con todo el corazón por vuestra presencia.

Junto a mi Obispo y vuestro, santo Obispo, os bendigo a vuestros seres queridos. Mando un beso a todos los niños, especialmente a los de muy lejos, pobres y solos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Roma, 5 diciembre 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Los días lluviosos a veces dan tristeza, pero vosotros sabéis que también la lluvia es amor y tenéis que alegraros.

Hablaros de amor me es muy fácil, porque el amor tiene que estar siempre presente en cualquier momento, en cualquier lugar, especialmente en el Paraíso, donde permanece para siempre. Quedan dos días y después haréis la vigilia para preparaos a la fiesta de María Inmaculada. La idea que ha lanzado vuestra hermana para la procesión es muy hermosa: delante la Inmaculada, al final de la procesión la Madre de la Eucaristía triunfante; de todos modos soy siempre yo.

Marisa - Ya sé que eres siempre tú.

Nuestra Señora - Os invito a orar por las personas enfermas. Muchos enfermos han telefoneado a vuestra hermana para pedir oración para su curación; me gustaría que la pidiesen también para la salud espiritual. Es hermoso orar por los otros, da mucha alegría. Ayer he pedido que oréis por las intenciones de vuestro Obispo, no lo olvidéis, es muy importante. No creo que durante la jornada no os acordéis del Obispo, por tanto orad por él, y por los niños, especialmente los enfermos.

Estáis pensando: la Madre pide siempre oración, oración, oración. Sí, porque solo de este modo, siempre que estéis en gracia, podéis obtener las gracias, pero siempre haciendo la voluntad de Dios. Vuestra hermana a veces hace esfuerzos y sacrificios muy grandes por amor hacia los otros, pero hoy está obligada al reposo absoluto. Vosotros la veis bromear, reír y hacer bromitas, pero el sufrimiento es mucho, es grande, pero lo ofrece por Su Excelencia, por sus familiares y por la comunidad, que a menudo la abuela Yolanda nombra y por la cual ora; de tal madre, tal hija.

Marisa - Sí, me falta mucho, para alcanzar a mi madre.

Nuestra Señora - Cuando Marisella sufre, y sufre cada día y cada noche, no se lamenta, sino que ofrece su sufrimiento para todos, ora por todos, porque quiere veros felices y contentos. El planeta Tierra deja mucho que desear, pero al menos vosotros, que sois un pequeño rebaño, haceos fuerza el uno al otro y orad por todos, incluso por los que hacen sufrir y han hecho sufrir mucho.

Haced algún florilegio y sacrifico, ofreced algún pequeño dolor a Dios por la comunidad; antes orad por el Obispo, que está a cargo de la comunidad. Recordad siempre a los niños y a los jóvenes enfermos que están en los hospitales, a veces solos, sin familia, porque vienen de lejos. Vosotros no podéis imaginar como viven estos niños. Esta jornada sea de oración continua, de amor y de sacrificio.

¿Recordáis la frase que dijo vuestra hermana?: "Sufro y ofrezco". ¿A quién ofrece? A Dios Padre. ¿Por quién sufre? Por vuestras intenciones. Participad con amor a la santa Misa, recibid a Jesús en gracia y amaos, siempre. No estás bien, Marisella.

Marisa - Me falta un poco la respiración, pero ofrezco.

Nuestra Señora - Gracias a vosotros aquí presentes. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a todos los niños y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Rezad al Niño Jesús. Hablaremos también de la canastilla. Buena jornada a todos.

Marisa - Adiós.

Excelencia, se ha ido.

Roma, 8 diciembre 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Fiesta de la Inmaculada Concepción

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy es una gran fiesta en el Cielo y en la Tierra. Hoy es la fiesta de la Inmaculada Concepción y de la Madre de la Eucaristía; soy siempre yo, la Madre de todos, la Madre del Cielo y de la Tierra. He venido con una sencilla carta de Dios, donde en la primera raya está escrito: "No digáis que no tendría que llover" también la lluvia es amor. Dios quiere que todo lo que ocurre en el planeta Tierra, creado por Él, lo consideréis amor. Dentro de poco llegará todo el Paraíso. Cuando tú, Marisella, veas que yo me arrodillo, comprenderás que ha venido la Trinidad.

Marisa - Mientras los ángeles y los santos cantan y ensalzan a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, la Trinidad aparece. Es hermosísimo ver como el Hijo y el Espíritu Santo salen de Dios Padre y como vuelven a entrar.

Dios Padre - Yo, Dios Padre, he venido con Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Recordad que Yo, Dios, no aparezco en ningún otro sitio. La Vidente no me ve, me ve la Madre de la Eucaristía, la Inmaculada Concepción, los ángeles y los santos.

Marisa - ¿Cómo te ven?

Dios Padre - Mis queridos hijos, Dios Padre os agradece lo que habéis preparado para la fiesta de la Inmaculada Concepción. La lluvia desciende sobre el planeta Tierra, también para purificar aquellos lugares que se encuentran en medio de los bosques, donde hacen las misas negras. La lluvia da un poco de miedo, miedo de mojarse y de resfriarse y obliga a las personas a huir para refugiarse, pero cae para rociar los campos. Por esto la lluvia es amor, como es amor el sol ardiente. Yo he creado la lluvia y el sol, he creado al hombre y le ha dado enseguida la posibilidad de tener a su lado a una mujer. Yo no he creado ni las guerras, ni las divisiones. Yo no quiero que mis sacerdotes predilectos, vivan en la riqueza y en el lujo. Hay el bien y el mal en la Tierra por el pecado de Adán y Eva. Todos tenéis que ser, no digo como María, pero acercarse a ella, con humildad, sencillez y sobretodo con claridad.

Ayer alguno ha festejado los cincuenta años de sacerdocio. ¿Para qué han servido los festejos cuando el alma no estaba en gracia? Han quedado contentos los que han sido invitados. Dejad que celebren, dejad que alaben, dejad que exalten al que cumple cincuenta años de sacerdocio.

Aquí, en este lugar, está encerrado todo mi amor, el amor de Jesús, el amor del Espíritu Santo. Yo, Dios, os invito a venir a este lugar y a vivir una vida sencilla, serena, a pesar de los sufrimientos. Ayer vuestra hermana ha sufrido la pasión de modo atroz y hoy podía perfectamente quedarse cómodamente en la cama, pero ha bajado en medio de vosotros por amor. Yo he venido en medio de vosotros porque os amo. Repito: lo que he prometido llegará. Tenéis que orar y tener confianza en Mí y no atormentaros cada día, porque no realizo lo que he prometido. Hay quien sufre de manera fuerte y cruenta y quien sufre pequeños sacrificios como el cansancio de la jornada, pero yo os digo a todos: "Ánimo". Escuchad lo que vuestro Obispo dice y cuando habla grabadlo todo, porque todo es un poema; es todo poesía. Cualquier argumento que trate, pequeño o grande, él hace un poema; tenéis que escucharlo siempre. Vuestro Obispo habla de modo claro, fuerte, especialmente en los encuentros bíblicos, que ven una menor afluencia de personas. Os invito a afrontar también sacrificios para escuchar a vuestro Obispo, porque lo que dice es siempre muy importante.

Aquí a mi lado están dos Vírgenes, la Madre de la Eucaristía y la Inmaculada, y vosotros sabéis que es siempre la misma; están S. José y todos los ángeles y santos, que continúan ensalzando, cantando, subiendo y bajando, como ha ocurrido en aquella escalera que tú, Marisella, has visto y has descrito al sacerdote. Vuestro Obispo se ha olvidado de decir que en este lugar taumatúrgico ha visto a la Santísima Trinidad bajo forma de tres palomas, la persona de San José y la Virgen estilizada. Él ha visto muchas escenas maravillosas en la tierra, en el mar y en el cielo.

Marisa - La Santísima Trinidad se ha ido. ¿Qué hacéis ahora?.

Nuestra Señora - Que don, mis queridos hijos, habéis tenido este día de hoy. Dios Padre ha hablado y ha pronunciado frases que no todos han sido capaces de comprender. La carta de Dios deseando buenos deseos de buena fiesta a todos. A alguno que no estaba bien vestido, vuestra hermana le ha dicho que cuando venga al lugar taumatúrgico a orar tiene que estar elegante. Vuestra hermana, a pesar de los dolores, cuando participa en la S. Misa se viste del mejor modo. Vosotros sabéis también cuanto empeño tiene vuestro Obispo en veros vestidos con los mejores vestidos durante la celebración eucarística. Habéis sido reprendidos muchas veces por este motivo. Hace ya once años alguno os amonestó porque no ibais bien vestidos para su matrimonio. La manifestación de la Santísima Trinidad, aunque no la hayáis visto, y Marisella ve solo los tres Jesús, tenía que encontraros elegantes, hermosos. Vosotros diréis: "¿La Virgencita se detiene sobre estas pequeñeces, mientras nosotros esperamos otra cosa"? es necesario saber esperar el momento de Dios y hacer Su voluntad.

Mis queridos hijos, felicidades a todos, sobre todo a ti, mi querido Obispo, que amas tanto al Cielo y a la Tierra. Felicitaciones a Marisella, hoy no sufrirás como ayer, pero sabes perfectamente cual es tu camino. Felicitaciones a los niños, dejad corretear a los niños, son pequeños y quieren hacer cosas que para ellos son grandes, son enormes. ¿Os acordáis cuando los niños se acercaban a mi Hijo Jesús? Los apóstoles trataban de alejarlos, porque creaban confusión y Él decía: "Dejad que los niños vengan a mi. Si no os volvéis pequeños como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos". Los niños no pueden estar atados o tenidos quietos, cuando hay la vigilia y la Santa Misa, es demasiado para ellos, por tanto tienen que corretear. ¿Es verdad Mariasole? Me ha respondido: "Sí, sí, sí". Ánimo a todos, se que os desagrada que a causa de la lluvia no hayáis podido hacer la procesión como queríais, pero viva la hermana lluvia, la lluvia es amor, pensad en esto.

Mira, Marisella, cuantas personas están a mi lado.

Marisa - Mamá vino también ayer tarde. Veo al abuelo Agustín y al abuelo Aladino. No conozco a todos, sino solo a alguno. Reconozco a Silvano, Pedro, Bruno, Fatina y a los niños.

Nuestra Señora - Ahora la Madre va a dar gloria a Dios, pero estaré todavía en medio de vosotros, al lado del Obispo durante la S. Misa.

Junto a mi Obispo y vuestro o bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Mando un beso a todos los niños, especialmente a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id con alegría en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Da la fuerza a nuestro Obispo, cada día tiene necesidad. Adiós, adiós, mamá.

Han llegado todos juntos y se van todos juntos. Ahora ya no hay nadie.

Obispo - Se dan prisa para irse.

Marisa - Sí, mientras que a mi me hacen falta tres horas para bajar de mi habitación.

Roma, 9 diciembre 2004 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy sabréis por vuestro Obispo hechos y acontecimientos importantes del pasado que no conocéis, escuchadlo. Tratad de imitarlo, hace todo con amor y alegría, aunque el sufrimiento no falta. Tratad de mirarlo bien, de fijaros bien en él y decid: "Gracias, Dios, que nos has dado un Obispo bueno, santo, que nos ama".

Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Para algunos de vosotros es cada vez más difícil llegar a este lugar taumatúrgico, bastaría un poco de buena voluntad, bastaría salir antes. Claro, la ciudad eterna, Roma, está invadida por los coches, tiene un tráfico notable y a veces es fatigoso llegar al lugar taumatúrgico. Para venir afrontáis también obstáculos con la familia y esto la Madre lo comprende, pero, os recuerdo, que frecuentando el lugar taumatúrgico, habéis tenido gracias y dones particulares. Esto tendría que daros alegría y fuerza para caminar y andar adelante sin miedo. Claro, entiendo perfectamente que para algunos que tienen una edad avanzada es pesado correr, pero vosotros no tenéis que correr, tenéis que tomar la vida con dulzura, con amor y llegar lo más puntualmente posible. El que no pueda venir por causa del trabajo, de la familia, de la enfermedad está excusado. Yo pongo en el mismo plano vuestra venida aquí y mi ida a casa de Isabel, mi prima. No he pensado que tenía que hacer tantos y tantos kilómetros y entonces no había carreteras, sino senderos, que el borriquillo que me transportaba recorría poco a poco. Llegamos después de días de viaje para hacer un gesto de caridad a Sta. Isabel que tenía una edad avanzada y esperaba un niño, Juan el Bautista, el que tenía que preparar el camino al Señor, a mi Hijo Jesús. Fue una gran alegría para mí sentir a los dos pequeños que estaban en mi vientre y en el de Isabel hablarse y orar juntos.

Esto no lo he dicho nunca a nadie: cuando la madre que espera un niño acaricia su vientre y habla a su pequeño, el niño oye, escucha, porque está con los ángeles. Por tanto, madres, hablad con el niño que tenéis en el vientre. Los niños a veces se agitan porque se cansan y hacen cansar, pero dan mucha alegría. Pongamos en la balanza la alegría y el cansancio, creo que la alegría prevalece sobre el cansancio.

Cuando empecéis la santa novena para Navidad, empezaréis a hablar y a jugar con vuestros niños: no solamente los padres, sino también los abuelos y los tíos. Hablad a los hijos, a los nietos, no solo a los pequeñines, sino también a los grandes, con sencillez y amor. Enseñadles como tienen que vivir los verdaderos cristianos. Haced mucha oración, porque deja un poco que desear, especialmente en los jóvenes adultos.

Marisa - Yo también veo que no oro mucho.

Nuestra Señora - Sí, la oración deja que desear en los jóvenes. Por desgracia a veces las carreras de la jornada hacen olvidar a Dios, pero Dios no los olvida. Tratad de poner a Dios en el primer lugar, puede ser difícil, pero lo podéis conseguir. Cuando os levantéis por la mañana ofreced la jornada a Dios, con vuestros familiares, vuestros niños y vuestros parientes. Sólo tenéis que decir: "Dios te doy gracias por el nuevo día y te ofrezco esta jornada, ayúdanos a estar siempre a tu lado, a pensar en ti, a amarte" y os daréis cuenta como todo se vuelve más fácil y ligero: el trabajo, el estudio, y cualquier fatiga.

Nuestro querido Obispo, cada mañana, después que ha preparado y hecho compañía a mi Hijo Jesús, se sumerge en su trabajo, inclinado sobre aquella "cátedra de oro", así la he llamado yo, y escribe palabras de amor, de bien, de felicidad, de sencillez, de mansedumbre, no de orgullo, de soberbia, de celos o de envidia; él hace siempre su deber porque pone a Dios en el primer lugar. Claro, vivir sobre el planeta Tierra no es fácil, pero si tenéis a Dios con vosotros, si tenéis a Jesús Eucaristía con vosotros todo será más hermoso.

Gracias a todos. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños, a los enfermos, a los ancianos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 12 diciembre 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Gracias por estar de nuevo con nosotros. Tengo tantas peticiones que presentarte. Te quiero confiar a las personas que se han encomendado a mis oraciones, especialmente a las personas enfermas.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. La carta de Dios no contiene nada de particular, si no es el repetiros: "Aprended a amar y después orar. Leed el santo Evangelio, participad en el encuentro bíblico. Amad a la Eucaristía, recibid la Eucaristía en gracia. Amaos el uno al otro". Cada día que pasa los tiempos se vuelven más duros y difíciles. Hoy el mundo está atrapado por las fiestas natalicias, los hombres corren a la locura y después, si queda tiempo, piensan en Dios; esto no es bonito. Preparaos para el nacimiento de Jesús con la penitencia, el sacrificio, los florilegios y el amor hacia todos. Fuera la calumnia, la difamación y la maledicencia, quereos bien y Dios sabrá como recompensaros por el amor que dais a los demás.

No os olvidéis nunca: aprended a amar y después orad. Una vez os dije que lo escribieseis en letras grandes, porque si no aprendéis a amar, es inútil orar. La Eucaristía lo abraza todo. Vuestro Obispo os ha explicado de tantas maneras que tenéis que recibirla siempre en gracia. Yo sufro mucho cuando recibís a Jesús sin estar en gracia; esto vale para todo el mundo. Por desgracia la mayor parte de las personas recibe la Comunión por respeto humano, sin haber hecho antes una buena confesión. Oh, en cuantas iglesias reciben la Comunión por respeto humano. No se confiesan cuando están en pecado, hacen lo que les da la gana y después reciben a Jesús. No, así no está bien, así el mundo no cambia, así los hombres no se convierten. Mis sacerdotes predilectos no hacen nada para corregir a estas personas. Tienen que hablar de la confesión, del pecado mortal, del sacrilegio; sólo así llegaréis a una culminación hermosa y de fiesta para todos.

Gracias. Ánimo a ti, Marisella.

Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos y a los niños, a los que mando mi beso. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Cuando digo "id en la paz" quiero decir id a evangelizar, a hablar con las personas que encontréis, que conocéis y si no os escuchan, dad un buen saludo y marchad. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Durante la abstinencia, si no me ayudas, yo no puedo sola. Espero vuestra ayuda. Adiós.

Roma, 16 diciembre 2004 - h 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Este es el segundo día de la novena al pequeño Jesús. ¿Qué puede deciros la Madre? Pediros que preparéis una pequeña canastilla para Jesús niño, hecha de amor, de paciencia y de caridad.

El amor abraza todas las otras virtudes; si tenéis la plenitud del amor, lo tenéis todo. Revivo la vigilia, cuando los jóvenes han hablado de la plenitud del amor que lo abraza todo.

Insisto siempre en pediros que oréis, que oréis, que oréis; no dejéis de lado el Santo Rosario que puede ser recitado en cualquier momento de la jornada. No hay necesidad que se diga todo junto, podéis recitar una decena cada vez: Dios Padre recomienda mucho que recitéis el Santo Rosario. Naturalmente no tenéis que dejar de lado la Santa Misa y la Santa Comunión por el Rosario. Ya sabéis que la Santa Misa, la Santa Comunión, la confesión, el encuentro bíblico y el Santo Rosario preceden a la aparición, que se queda para la última. Si conseguís poner en práctica, meditar cuanto Dios escribe en sus cartas, encontraréis mucha alegría y felicidad.

Oigo cada poco decir por algunos que la Navidad trae melancolía, que no ven el momento de que la Navidad haya transcurrido. Hijos míos, no es así; cada día es Navidad para quien recibe la Santa Comunión en gracia, para el que escucha la Misa, para el que ora, para el que hace obras de caridad. Después está la Navidad cuando todos los hombres festejan el nacimiento del Niño Jesús. El Niño Jesús, cuando nació, estaba solo con la Madre, con el padre, y el buey y el asno. Los ángeles cantaban y volaban entorno a Jesús, como en este momento vuelan en torno a mi. No me dejan nunca sola, estoy siempre rodeada de sus cantos y de su amor. Meteos bien en la mente que Navidad son todos los días, cada día es Navidad. Tendríais que rivalizar cada día para hacer la Navidad cada vez más hermosa. ¿Cómo? Con la oración, con los florilegios, con los sacrificios, con el trabajo, con todo lo que requiere el planeta Tierra. Acusáis mucho cansancio, pero esto es normal, es natural; la vida de cada día esta llena de fatigas, es pesada, pero si vosotros pensáis que cada día es Navidad y estáis unidos a Jesús Eucaristía os daréis cuenta de que todo es más fácil. No dejéis de lado nunca la oración, la confesión, la Santa Comunión en gracia, la Santa Misa. Vivid en gracia cada día para vivir la Navidad más alegre y festiva. Navidad es sobretodo grande para los pobres, porque son perlas preciosas a los ojos de Dios. Navidad no quiere decir hacer grandes comidas, grandes regalos, no, Navidad es vivir en gracia con Jesús Eucaristía. Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños, sobretodo a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Ya sé que estoy en abstinencia, pero podrías hacer una excepción, ¿no? Está bien, aunque esté en abstinencia y no te vea, ¿me ayudarás igualmente durante el día? De otro modo no puedo sola.

Adiós, hermosa, hermosa, hermosa. Ningún pintor, ningún escultor puede pintarte o esculpirte como eres.

Sí, he comprendido, está bien. Si pudieses hacer una pequeña excepción… está bien, adiós, adiós.

Roma, 19 diciembre 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Se acerca el tiempo del nacimiento del Niño Jesús y los ángeles en coro ya le cantan la nana nanita. Yo estoy emocionada y me estoy preparando con la oración para recibir a Dios con nosotros, el Mesías, el Emmanuel. Mi corazón exulta de alegría, como exulta el de mi amado esposo José, después de haber sufrido y vivido en la duda. Ahora somos felices y nos estamos preparando para Su venida. Me gustaría que también vosotros os preparaseis y, como indiqué en los días pasados, preparaseis la canastilla al Niño Jesús, con sacrificios, con el ayuno, el que pueda, con florilegios y recitando la jaculatoria: "Niño Jesús, Dios de amor, ven a nacer a mi corazón".

Ahora ya sabéis que cada día es Navidad; cada día Jesús Eucaristía entra en vuestro corazón, permanece con vosotros y tenéis el Paraíso.

Ahora la Eucaristía ya ha triunfado en todo el mundo; hoy en casi todas las parroquias y en las iglesias hacen adoraciones. Los que hacen verdaderamente adoración, el que demuestra amor a Jesús Eucaristía son los laicos preparados, que aman a Jesús. Esto tiene que daros una gran alegría. Preparad, o terminad de preparar la canastilla al Niño Jesús.

Veo que en la novena están presentes pocas personas. En las grandes ciudades hay un tráfico muy intenso que provoca mucho desasosiego, pero por el Niño Jesús, que yo desearía llamar Jesús Eucaristía, se puede hacer algún pequeño sacrificio. Por lo demás nadie podrá nunca retribuir, lo que Jesús ha hecho por todos los hombres.

Marisa - Acepto, pero sin sangre, te lo ruego. Sí el sufrimiento, pero sin sangre.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la presencia del Niño Jesús en medio de vosotros tiene que traeros alegría y felicidad, pero no acaban los sufrimientos, las preocupaciones, las enfermedades, porque Dios sabe a quien sanar y a quien no sanar. Preparaos para hacer siempre la voluntad de Dios y aceptar cualquier decisión Suya.

Gracias a ti, Excelencia, por todo el amor que tienes y el esfuerzo que haces; serías capaz de hablar incluso a las piedras, con tal de hacer conocer a mi hijo Jesús. Gracias.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos. Bendigo a los niños, especialmente a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Nuestra Señora - ¿Qué miras, Marisella?

Marisa - Estoy mirando a las personas que están a tu lado. Veo a mi madre y a los niños. Están todos de fiesta. Adiós.

Nuestra Señora - Emmanuel, ¿mandas un besito a la Virgencita?

Marisa - Tenía barriguita.

Obispo - Quería hacer ver que estaba en cinta.

Marisa - La barriguita era pequeñita, el rostro era hermosísimo. Las madres cuando esperan un hijo, se vuelven más bellas.

Roma, 24 diciembre 2004 - h. 10:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - A medianoche cantad el "Gloria", puede entonarlo también el Obispo. Mis queridos hijos, he vendido con mi amado esposo José y estoy rodeada de los ángeles, de los santos y de las personas que tu ves, Marisella. Todos dan gloria al pequeño Jesús que está agitando las manitas y me está acariciando los cabellos. Con la manita levantada bendice a todos vosotros aquí presentes; claro no estáis todos. A veces las fiestas sirven sólo para comer y estar juntos y, si hay tiempo y los parientes se han ido, entonces las personas van a Misa, van delante del pequeño Jesús.

Es una gran fiesta la Navidad, pero, como ya os he dicho, no es Navidad solamente hoy, sino todos los días, cuando recibís a mi Hijo Jesús en gracia.

Hay tantas ovejitas que no vuelven a entrar en el redil, algunas lo intentan pero no lo consiguen, otras voluntariamente están fuera para poder vivir como quieren. El pequeño Jesús, que en un futuro será muerto para salvar a los hombres, os mira con ojos llenos de amor. No podéis imaginar cuantas personas en estos días de fiestas piensan solo en la diversión y en comer; tienen de todo, pero no tienen a mi Hijo Jesús. Por esto el buen Dios, Dios omnipotente, ha pedido a un alma que se dé toda á sí misma para salvar a aquellos hombres que quieren ser salvados, para ayudar a los enfermos y a los niños abandonados. Esta criatura, Marisella, ha aceptado todo, sufre y ofrece cada día, cada hora, cada minuto. Cuando está enferma, cuando sufre, porque Dios lo quiere así para ayudar a las almas, alguno sonríe y no aprecia este gran sacrificio, este gran sufrimiento para ayudar a los hombres. En mis brazos está el pequeño Jesús que mira a la criatura que Dios ha llamado y dice: "Ánimo, animo, pronto cantaremos juntos en el Paraíso". Y ahora, Marisella, Jesús quiere venir a tus brazos.

Mis queridos hijos, es una escena maravillosa que vosotros por desgracia no podéis ver. No podéis comprender la importancia de este gesto que Dios Omnipotente ha querido hacer. Encontraos, ayudaos mutuamente, que el uno tienda la mano al otro y juntos subid delante del trono del Altísimo. Yo os invito a amaros, a orar y a amar a los niños enfermos y a todas aquellas personas que tienen necesidad. Sé que es tarde, se que estáis cansados, porque la noche de Navidad comporta mucho trabajo y sacrificio, pero espero que haya mucho amor en vosotros para dar a quien sufre. Escuchad la S. Misa con devoción y con amor, recibid a Jesús Eucaristía en gracia.

Felicitaciones a todos de parte del Paraíso, desde el más pequeño al más grande de los santos.

Junto al Niño Jesús, a mi amado esposo José, a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos juntos a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Te quería pedir solamente que si mañana me dejas bajar y me haces estar un poco mejor, siempre si Dios quiere. Que se haga Su Voluntad. Adiós.

Roma, 26 diciembre 2004 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Deseos a todos de buenas fiestas. Ayer vine, pero vuestra hermana estaba en condiciones pavorosas, estaba muy mal. Le hice una caricia, la saludé y la dejé tranquila. Os invito a orar por vuestra hermana, como hacéis siempre.

Os deseo una buena Navidad. Orad al primer mártir, san Esteban.

La Navidad tiene que ser de alegría para todos, pero por desgracia, a causa de las guerras y de tantas catástrofes, muchas personas no gozan la Navidad.

Tened paciencia. Vuestra hermana tampoco hoy está en condiciones de escucharme, pero vosotros, tratad de comprender el esfuerzo continuo que tiene que hacer. Estáis pensando: "¿Por qué Dios no interviene para ayudarla?" Oh, sí, ha habido la intervención de Dios, pero la naturaleza humana tiene que proseguir su curso. De todos modos os agradezco por la preparación espiritual que habéis hecho durante la santa novena y de todas las decoraciones que habéis puesto para embellecer lo mejor posible el lugar taumatúrgico.

Alguno, después de 5 años, quiere volver a llevarse el muñequito taumatúrgico que ha dado. Esto no es justo ni según la ley de Dios, ni según la de los hombres. Vosotros orad para que esta persona pueda comprender y no cree problemas.

Es Navidad para mí, la Madre de Jesús, para mi amado esposo José y para el pequeño Niño, el Mesías; para todos los niños, tiene que ser una Navidad festiva. ¿Cuándo tendré una Navidad con todos los niños alrededor del pequeño Jesús? Cada vez que estrechéis a un pequeño en vuestros brazos, pensad que es Jesús y amadlo mucho. Pensad en aquellas madres que tiran a sus hijos, que no quieren a los niños. Quieren el placer, la diversión, pero no quieren el niño y lo tiran. Pensad también en aquellas madres que quieren un hijo y no pueden tenerlo. Orad por estos, por todas las madres, por todos los niños. La Navidad tiene que ser un día de alegría, pero, como ya he dicho y lo repito, no solamente en Navidad, sino todos los días tiene que ser de alegría. Ya lo sé, la vida del mundo es caótica, os cansa y os vuelve nerviosos, pero vosotros que habéis hecho un camino tan hermoso, tratad de ser como Jesús Eucaristía os quiere. Este es el año eucarístico, tendría que ser el año del amor y de la paz.

Pequeños, dulces niños, aquí tenemos niños pequeños, la pequeñísima Mariasole, Sara, Emmanuel, Dios con nosotros, Samuel, el pequeño santo Samuel; Jacobo, David María, Mauro y todos los niños por los que, los abuelos, los tíos, las madres, vienen aquí y rezan por ellos. Repito: orad por aquellas madres que no pueden tener niños, y por aquellas madres que los tiran como si fuesen un pedazo de papel; esto hace mucho daño a mi corazón.

Felicidades, buena Navidad a todos, también a los que sufren, y a los enfermos. Esta noche he traído a vuestra hermana para ayudar a los niños y a vuestro Obispo a los adultos a los lugares donde hay guerra.

Tendría que ser un año de paz para todos, pero ésta no llega porque el hombre corre siempre tras el poder, el dinero y, con tal de tenerlo, está dispuesto a matar. Os digo: orad por la paz en el mundo; hoy más que nunca hay necesidad de orar por la paz.

Marisella, tu madre y tus sobrinitos, están a mi lado; oran por todos vosotros, pero hoy no hablan. ¿Ves como giran alrededor mío? Tu madre está en un lado y Stefanuccio en el otro, me hacen de ala, oran mucho y cantan continuamente.

Marisa - ¿Cuándo me llevarás?

Nuestra Señora - Pronto, pronto.

Marisa - ¿De verdad? ¿Pero el pronto de Dios cuándo sería?

Nuestra Señora - Quieres saber demasiado, Marisella.

Marisa - Es porque estoy cansada, muy cansada. Tengo que hacer el esfuerzo de hacerme ver de los míos que estoy bien, pero no siempre soy capaz. Hoy no estoy bien, pero me lo tengo que quedar sólo para mí. Ayúdame al menos a esconderlo, si no me ayudáis a estar mejor. ¿Me permitís que de un beso a mi madre y a todos los sobrinos? Stefanuccio, Fatina, adiós. Adiós a todos, orad, orad por nosotros.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestros os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, adiós.

Excelencia, se han ido todos.

Mensajes de Enero de 2005

Roma, 1 enero 2005 - h. 0:00 a.m. (Carta de Dios)

Jesús - Hace tiempo que estoy aquí esperando. Soy vuestro Jesús y he bajado con mi Madre, con mi padre, con los ángeles, los santos y todas las almas salvadas.

Año nuevo. Hemos orado a Dios, para que conceda mucha alegría y serenidad a todos, a unos de un modo, a otros de otro. No tenéis que desanimaros nunca, tenéis que tratar de seguir adelante y de poner en práctica todas las cartas que Dios ha dado.

Quizás os disgusta que vuestro Jesús trate así a su esposa, pero esta es su vida, llena de sufrimientos, pero también una vida que le da alegría cuando consigue ayudar a las almas, los enfermos y los niños. Ella, a menudo, va con mi Madre a los lugares donde Dios decide mandarla, para ayudar a los niños que llama las joyitas de Jesús.

Tenéis que empezar este nuevo año con alegría y regocijo, cantando y dando gloria a Dios Padre, a Dios Espíritu Santo y a Mi Dios Hijo. Hoy, primer día del 2005, la Madre está todavía aquí con vosotros y vendrá a vuestro encuentro hasta la muerte de Marisella. Yo, Jesús, he querido venir para traeros alegría y regocijo tanto en vuestras obligaciones humanas como en las espirituales.

Os pido que oréis, sé que no podéis orar mucho a causa del trabajo, de los niños y de tantas otras obligaciones, pero podéis dedicar un podo de vuestro tiempo a la oración y hacer cualquier pequeño sacrificio. A veces, algunas personas dicen que seguir este camino es difícil, pero no es verdad. ¿Qué se os pide en el fondo? Se os pide que oréis y que hagáis algún pequeño sacrificio. El que pueda, el que tenga tiempo, que ayude al Obispo con afecto y con amor en sus múltiples actividades que lleva adelante él solo; creedme lleva adelante mucho, mucho trabajo. Eh ahí porque mi Madre y vuestra ha llamado a su bufete "la cátedra de oro". Las cartas, las presentaciones, los mensajes, todo pasa por la cátedra de oro.

Yo, Jesús, os felicito a todos, a los que no han podido venir por causa del trabajo, felicito a todas las personas que tratan de hacer este camino. ¿Es difícil? ¿Qué hacéis de difícil? Decidmelo. ¿Quizás es difícil tener a los niños en silencio: Sara, Mariasole, Emmanuel, Samuel y Jacobo, que es el más grande y el más valiente, son los frutos de vuestro amor; habrá todavía otros frutos. Vuestro Obispo desea que os améis y que os ayudéis mutuamente. Decid buenas palabras, ofreced una mano a quien sufre.

Durante este año tendría que triunfar todo; digo tendría. Os preguntáis: "¿Por qué tendría?". La purificación ha empezado de manera bruta y fuerte desde hace tiempo. En la última catástrofe en el sudeste asiático, vuestra hermana ha ido cada noche a ayudar a aquella población junto a mi Madre, al Obispo, a los niños y a la abuela Yolanda que en Paraíso es la alegría de todos.

Marisa - Jesús, ¿dónde vas ahora? Se va. Nos ha felicitado y se ha ido.

Nuestra Señora - Si, Marisella, pero yo tengo en brazos al pequeño Jesús. Qué puedo deciros si no es felicitaros, sobretodo felicitaciones de santidad. Como ha dicho mi Hijo Jesús, quereos, amaos todos indistintamente. No penséis en vosotros mismos, después de una jornada de trabajo, no volváis a casa nerviosos, sino sonrientes, yo quiero que sonriáis.

Tenéis que estar sonrientes, alegres incluso si estáis cansados y si tenéis preocupaciones; mientras estéis en esta tierra habrá preocupaciones. Gritad, exultad de alegría, difundid la alegría. ¿Qué puede hacer un Obispo solo? Su soledad acabará. Recordad, como ha dicho Jesús, que la purificación no ha terminado, habrá otros sufrimientos y otros momentos duros y difíciles. He oído decir a alguno: "¡Dios no puede hacer esto!". ¿Quién sois vosotros para decir esto? Dios sabe que hacer, porque si mandase la purificación a los lugares donde hay sacrilegio, maledicencia, calumnia, difamación, los hombres se condenarían para siempre. No me toca a mi deciros lo que tiene que hacer Dios. Dios sabe lo que hacer. Cada vez que hay una catástrofe os preguntáis: "Dios, ¿por qué?". Lo sé, es humano, vivís en el planeta Tierra, pero Dios sabe, y cuando afirma que la purificación ha empezado desde hace tiempo, que no ha terminado, sabe el porqué de todo esto. Sé que sufrís mucho por esto que ha sucedido en el sudeste asiático. Vuestro sufrimiento es grande, muy grande. Cuantas madres, cuantos padres, cuantos niños han muerto. Vuestra hermana sabe bien cómo es verdaderamente la situación, todavía una vez más tengo que deciros que los medios de comunicación no cuentan todo lo que verdaderamente sucede. Hay personas que todavía quieren ir para las vacaciones, cuando allí hay cadáveres que flotan en medio del agua y en medio del fango. Los hombres piensan solo en divertirse.

Os digo con todo el corazón, no os preguntéis: "¿Por qué Dios?", sino más bien dadle gracias hoy, primer día del año, que os ha llamado a este lugar que Él ha hecho taumatúrgico, porque os quiere santos. Sabéis perfectamente que es bonito divertirse y tener una diversión sana, llena de amor hacia todos.

Felicitaciones a todos, mis queridos hijos, felicitaciones de todo corazón. Sé que muchas personas se han ido de este lugar, pero tu, mi querido Obispo, has hecho todo lo que podías hacer por estos jóvenes y adultos, te has dado todo a ti mismo, has comprometido incluso tu salud. Puede desagradarte, pero no tienes que sentirte culpable. Repito: lo has dato todo y mucho de todas maneras. El pequeño Jesús sonríe y mira a los niños; es un niño también Él.

Marisa - Mamá, ¿hoy no dices nada? Ayúdanos a todos nosotros incluso a los que no son tus hijos, sobretodo a la Excelencia, como tu lo llamas.

Nuestra Señora - Sí, Marisella, tu madre todavía dice "la Excelencia", oremos por la Excelencia. También tu cuando por la noche rezas y encomiendas a todas las personas dices: la Excelencia.

Marisa - Mamá, ¿por qué Dios no te ha dado permiso para hablar? ¡Eres feliz, eres hermosa, hermosa!.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os dejo porque para vosotros es de noche, mientras que para nosotros es siempre de día, siempre gloria, siempre fiesta. A todos os deseo un hermoso año, alegre tanto como sea posible. Cuidado con la irritabilidad.

Marisa - Podías haber hecho hablar también a mi madre.

Nuestra Señora - Marisella, sufre y ofrece. Esta es tu máxima.

Gracias, mis queridos hijos, y una vez más felicidades de todo el Paraíso. Junto a mi y vuestro Obispo, santo Obispo, aunque lo veáis muy preocupado, os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Un beso a todos los niños. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. Felicidades, Marisella, y ánimo.

Marisa - Adiós. Está bien, haced un poco vosotros. Hay oscuridad aquí.

Roma, 2 enero 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Gracias, porque me haces sentir un poco mejor. Ya sé que no durará mucho, pero te doy gracias: es necesario decir siempre gracias; me has enseñado tu a decir: "Gracias, Dios".

Nuestra Señora - Felicidades a todos, mis queridos hijos, de vuestra Madre y del pequeño Jesús. Sé que habéis orado muchísimo, continuad orando por la catástrofe ocurrida en el sudeste asiático. Orad, esta vez os lo pido con todo el corazón, por vuestra hermana. Yo le he dicho: "Vete un poco fuera para descansar". Os preguntaréis: "¿Qué hace?" hace muchísimo, vosotros no podéis ni siquiera imaginar cuanto trabaja por vosotros de la comunidad, por las personas que sufren, por los niños, por todos.

Habéis empezado el año sin la aparición, pero yo estaba presente cuando orabais y sobretodo durante la Santa Misa. Tenéis que recordar que yo estoy siempre al lado del Obispo Claudio Gatti cuando celebra la Santa Misa, oro y adoro, especialmente en el momento de la Consagración.

El año eucarístico tiene que ser el año de paz, de amor y de felicidad para todos los que se encuentran en este planeta Tierra, pero vosotros sabéis que hay tantas y tantas personas que piensan solo en las cosas profanas, no piensan en la paz del corazón, en amar a Cristo y al prójimo. Es siempre la caridad que deja mucho que desear. Es necesario prevenir, ayudar a quien tiene necesidad, quienquiera que sea. Cuando os encontréis a quien tiene necesidad, tenéis que ayudarlo, incluso si comporta sufrimiento. Si lo hacéis con amor, seréis premiados porque todo lo que hacéis con amor no se pierde.

A su regreso, vuestro Obispo os leerá el mensaje que he dado a los jóvenes al inicio del nuevo año. Tendréis que estar dispuestos, despiertos de este largo sueño y continuar adelante a cualquier edad. No tenéis que tener miedo de nada, solo de no estar en gracia de Dios. Si estáis en gracia de Dios no tenéis que tener miedo de nada. Como los niños cuando todavía no comprenden, no tienen miedo de nada y se tiran por cualquier sitio, así vosotros tampoco tengáis miedo, continuad adelante. Este es el año eucarístico, el año que vuestro Obispo ha propuesto y declarado.

Todo el Paraíso os felicita. El Paraíso, que está lleno de personas, de niños, os felicita a vosotros, pequeño grupo, pequeño rebaño. ¿Quién tiene esa fortuna? Dios ha venido y os ha hablado, Jesús os ha hablado, algunos santos os han hablado. Yo estoy presente, si vuestra hermana está en condiciones de estar presente.

Marisa - Sí, de todos modos los ves, están Mariasole y la pequeña Sara. Emmanuel duerme, Jacobo y Samuel no sé si han venido. Esta noche mientras tu ibas a recoger los cadáveres, yo en un determinado momento me he parado sobre aquella roca y he empezado a rezar. No sé porque oraba, de todos modos aquellos niños estaban ya en el Paraíso.

¿Vamos ahora a Iraq?

Nuestra Señora - No, esta noche, pero tienes que ser muy fuerte porque encontrarás situaciones de las que nadie habla.

Marisa - Yo no tengo el valor de pedírtelo, quizás no es el momento, pero quiero decirte si me puedes ayudar un poquito a sentirme mejor, poco a poco. Quizás me equivoco al pedírtelo porque hay tantas personas que sufren, que piden ayuda, pero te lo pido para obedecer al Obispo. Hazme estar un poquito mejor.

Nuestra Señora - Si tu eres grande, grande, ¿cómo lo hago para hacerte estar mejor un poquito?

Marisa - Bueno, en resumen, ve tu lo que puedes hacer. Ve a Dios a pedir. Mamaíta, hazte oír también tu, como hiciste aquella noche cuando fuiste ante Dios a pedir; ve también ahora.

Nuestra Señora - Os recuerdo, mis queridos hijos, el año eucarístico. También los años que siguen serán eucarísticos, pero ahora haced el año eucarístico como ha dicho vuestro Obispo, al cual se ha unido el Papa, porque ahora ya todo lo que decimos nosotros es cogido y repetido. No importa, lo importante es hablar bien de Jesús Eucaristía.

Gracias y felicidades de nuevo a todos. Un buen año a todos, pero querría que todos los días fuesen buenos para todos.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Acompáñanos en estos días, te lo ruego.

Se ha ido.

Nocera Umbra (PG), 9 enero 2005 - h. 1:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Naturalmente este mensaje es para todos, incluso para las personas que no están presentes. Dios Padre quiere que celebréis bien, a lo grande, alguno diría con pompa magna, el tercer aniversario del triunfo de la Eucaristía. Probablemente, y esto me sorprende, no os habéis dado ni siquiera cuenta cuanto ha triunfado la Eucaristía, ha triunfado con vosotros, no con los altos prelados. Ellos lo saben, pero no lo atribuyen a vosotros, han pensado celebrar el año eucarístico, que parte siempre del lugar taumatúrgico.

Mis queridos hijos, hoy no os encontráis en el lugar taumatúrgico y las personas esperan mucho vuestro regreso, pero también a ellos les hace bien esperar y comprender que tienen que ir al lugar taumatúrgico no porque está el Obispo o la Vidente, sino porque está mi Hijo Jesús. Allí han ocurrido muchos milagros eucarísticos, muchas teofanías trinitarias, ha hablado Dios, ha empezado el triunfo de la Eucaristía, ha sido ordenado Obispo vuestro sacerdote; todo esto ha ocurrido en aquel pequeño lugar taumatúrgico, que es grande para quien quiere comprender. El que no quiere comprender y continúa ironizando sobre estas apariciones, lo hace sólo por maldad, no porque no ha comprendido.

Hoy estamos en el 2005, y también los niños más grandecitos, no Samuel y Sara claro, han comprendido lo qué es el triunfo de la Eucaristía y de donde ha partido. Yo os pido todavía y con todo el corazón: el amor recíproco, el amor hacia todos, el prever todo lo que sucede. Ayudar y amar; como un niño ama a su madre y a su padre y los padres aman al niño, así también vosotros amad a la Eucaristía, amad al prójimo, ayudad al prójimo, si tiene necesidad. Cuántas veces os lo he repetido y cuántas veces he hablado de amor. El que no ama, no ora bien y no sabe orar bien, no conseguís hacer florilegios, no aceptáis los sacrificios. El amar lo abarca todo. Ahora ya sabéis que el amor triunfa siempre, y en el Paraíso habrá solo el amor, porque Dios es amor.

Tenéis que tratar de amar y orar por algunas personas enfermas, muy enfermas. Sé que es difícil y a veces imposible orar por algunos. Pero si es imposible para vosotros, pensad como pueda serlo para mi y para mi Hijo Jesús, porque lo han traicionado y han hecho sacrilegios sobre sacrilegios. Vosotros estáis en vuestro pequeño mundo y lo tenéis todo de Dios. En el mundo muchas almas son sacrílegas. Estas almas por respeto humano, especialmente en los conventos y en los institutos religiosos, comulgan en pecado mortal y son tantas, tantas, tantas; por estas tenéis que orar. No se puede recibir a Jesús Eucaristía sin estar en gracia. Se avergüenzan del superior, del amigo, de todos y reciben igualmente a mi Hijo Jesús porque todos lo toman. Piensan: "¿Qué dirá de mi la gente si no comulgo?". Hijitos queridos, no comulguéis si no estáis en gracia. Todavía hoy en el 2005, han aumentado los sacrilegios.

En vuestra hermosa Italia, en Roma, ciudad eterna, se cometen muchos sacrilegios.

Que puedo deciros todavía si no hablaros de amor hacia todos, amor verdadero, incluso en las pequeñas cosas. Si conseguís hacer bien incluso las pequeñas cosas, habréis hecho un acto de gran amor hacia Dios. No es necesario hacer grandes cosas, esto lo deja Dios a los que ha escogido y a los que da grandes sufrimientos. A vosotros Dios os pide pequeños actos de amor.

Tenéis que ayudar al hermano, cuando no lo ayudáis es porque pensáis en vosotros mismos, en vuestras preocupaciones, en vuestros deseos; no, tenéis que pensar en los otros. Jesús ha amado hasta la muerte, seguid su ejemplo. Hoy no afrontáis muchos sacrificios, como ocurría en los tiempos pasados cuando había dificultad para comer, para encontrar casa, para pagar el alquiler, y otros problemas que yo conozco bien. Tratad de comprenderme: no es que no tengáis que salir a dar una vuelta, a jugar, a divertiros de manera sana, esto os lo he dicho siempre. También tenéis que hacer esto: salir con vuestros seres queridos, salir en pandilla, pero siempre en gracia de Dios. Yo estaré siempre en medio de vosotros, como en la S. Misa estoy al lado de mi querido Obispo. Cuando estéis juntos, jugad, hablad, tocad temas espirituales o cualquier otro buen tema, yo estoy con vosotros, como ayer cuando canté. Alguno afirma que no me ha oído, y sin embargo cantaba fuerte, vuestra hermana no tenía voz y sin embargo cantaba para dar gloria a Dios. Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos. Bendigo a los niños que se han quedado huérfanos y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - No me des también este trabajo, te lo ruego, no puedo más.

Roma, 16 enero 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Has venido puntual a las 10:30.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy celebráis un aniversario muy importante: el tercer aniversario del anuncio del triunfo de la Eucaristía. En cada iglesia está escrito que éste es el año eucarístico y hacen adoración eucarística. Todo esto ha salido de este pequeño lugar taumatúrgico, tan querido a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. Todos saben que el año eucarístico sale de este lugar, pero nadie se atreve a decirlo. Todos lo atribuyen al Santo Padre: él ha proclamado el año eucarístico, pero la fuente de todo es este lugar.

En estos días, aunque mis hijos no estaban aquí con vosotros, he traído para todos, cartas de Dios muy importantes. La Madre desea mucho agradecer a los que han orado, que han hecho adoración eucarística y que han prestado servicio en este lugar taumatúrgico, en silencio y con amor. Os doy gracias por lo que hacéis por mis dos queridos hijitos. El tiempo pasa y su sufrimiento permanece, es siempre duro, fuerte, pero si sienten vuestro amor, tendrán más valor para continuar y afrontar todas las situaciones. A cada día le es suficiente su pena; para ellos cada día es sufrimiento, que lo viven con alegría, aunque a veces también ellos sienten tristeza, porque es humano. Viven el sufrimiento con alegría, porque saben que después habrá el gran triunfo de todo, tiene que haberlo, pero habrá todavía momentos de purificación: terribles catástrofes. Mis queridos hijos, a pesar de que ocurran grandes desgracias y haya tantos muertos y tantos huérfanos, el hombre no cambia y continúa su carrera por el dinero y la diversión, no sana. La diversión es bonita si es sana, si es limpia. Cuando las personas persiguen la diversión no sana, no limpia, no son aptas para el Reino de los Cielos, ni para ayudar al prójimo, porque en ellos no hay caridad.

Os doy las gracias de todo corazón, porque os veo aquí presentes en cada momento. No os escondo que mis dos queridos hijitos han sentido añoranza de vosotros. Cuando yo llegaba ellos deseaban vuestra presencia; por otra parte tenían derecho al reposo, que ha sido muy sufrido.

Os ruego que celebréis este día con la oración, participando en la santa Misa, en gracia y recibiendo a Jesús Eucaristía en gracia. Me sorprende la fantasía que los jóvenes han tenido para preparar los adornos. Todo está hermosísimo y original. Me congratulo con vosotros, porque cuando queréis, sabéis hacerlo todo muy bien. Es muy hermoso ver las banderas alrededor de las flores blancas que simbolizan la Eucaristía, ver el gorrito del Obispo y la rosa. No os explico el significado de la rosa porque pondría en evidencia a alguno, pero vosotros podéis comprender solos.

Os pido el permiso para felicitar a Mariasole y a Emmanuel, que celebran el cumpleaños, no es hoy, sino que el de la una es el 20 y el del otro el 21. Quiero felicitar a Mariasole por el primer año de su vida, que ha dado alegría a todos, y al filósofo Emmanuel. Jueves, que es el propio día de la fiesta de Mariasole, mandaré a los ángeles a felicitarla y a besarla. Felicidades a los padres, felicidades también a los abuelos. Ya lo sé, Marisella, esperas que felicite a los tíos y tíos abuelos.

Marisa - A mí no me gusta el nombre de tío abuelo.

Nuestra Señora - Está bien. Mis felicitaciones son sobretodo para el santo Obispo y para todos vosotros aquí presentes. Orad, orad, orad, no os canséis nunca de orar. Gracias.

Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños del mundo, especialmente aquellos que se han quedado huérfanos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Felicidades a todos.

Marisa - Sí, adiós.

Ella pide, pide, pide siempre. ¿Cómo hago yo para decirle "no"?

Roma, 19 enero 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. He venido para deciros poquísimas cosas: amor, sacrificio, oración; amor hacia todos, sacrificio por los que sufren y oración para todos.

Gracias y ánimo. Gracias por la adoración que hacéis, pero no os hagáis de rogar demasiado. Sabéis cuando hay adoración, estad dispuestos a hacerla.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Después el Obispo os dirá qué ha ocurrido y porqué vuestra hermana no puede bajar.

Marisa - Adiós. Sí, aquella la reconozco, es Marina, veo al abuelo Agustín, al abuelo Aladino, los reconozco. Está Stefanuccio y otros que no nombro. Mamá, adiós, mamá, ¿podrías ayudarme un poquito también tu? No vayas a Dios Padre a orar por mi, ven conmigo. Adiós, mamá, adiós.

Roma, 23 enero 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Vengo en medio de vosotros siempre con gran alegría. He oído leer las cartas de Dios, me gustaría mucho que pusieseis en práctica todo lo que Dios ha dicho. La recomendación que más se repite es: vivir en gracia, recibir a Jesús en gracia. Vosotros no sois un grupo grande, una multitud de personas, sois pocos y por esto es posible ver quien reza con el corazón, quien por hábito y quien está distraído. El que está distraído no conseguirá nunca poner en práctica las cartas de Dios, que son muy importantes. Para leer una carta poco a poco, palabra por palabra, sin correr, hacen falta diez minutos como máximo; si lo hicieseis cada día, estaríais más felices y contentos y os daríais cuenta donde os equivocáis. Podéis hacer mucho más, porque sois pocos y estáis mejor atendidos por Dios Padre, por Dios Hijo, por Dios Espíritu Santo y por mi, vuestra Madre.

¿Os acordáis cuando os he reprendido y os he dicho: "No habléis en la iglesia, no giréis la cabeza aquí y allá, tratad de estar recogidos, tratad de poneros cerca del sagrario y no en las últimas sillas, para estar cerca de Jesús y hablar con Él?". ¡Cuántas veces os he recomendado el silencio interior, aquel silencio que os lleva a hablar solo con Jesús!.

¿Cuántas promesas ha hecho Jesús? Alguna ya la ha cumplido. ¿Quién se esperaba el triunfo de la Eucaristía? Y sin embargo ha sido. Cuando Dios decida, cuando el planeta Tierra sea mejor, cuando ya no haya más catástrofes, cuando el mundo, que va hacia atrás, termine de llorar a sus muertos, todo se ajustará, la Iglesia renacerá y los hombres cambiarán. Habrá siempre algo que no irá bien, no será mucho, muy pequeño. Ahora tenemos que orar por la renovación de la Iglesia.

Recordad, mis queridos hijos, que la Iglesia no va bien, aunque hagan grandes encuentros en todas las partes del mundo. He pedido muchas veces al cabeza de todos que hiciese la voluntad del Padre, pero no ha sido hecha. Vosotros pedís continuamente explicaciones al Obispo o a la Vidente, pero ellos saben exactamente tanto como sabéis vosotros, pero no se afligen por esto, oran continuamente y leen las cartas de Dios.

Desde el próximo domingo, empezad a leer el último libro de las cartas de Dios, porque los primeros los podéis leer solos. Empezad por el último libro y os daréis cuenta cuanto amor tiene Dios hacia los hombres, pero sobre todo hacia vosotros.

Espero no haberos cansado repitiéndoos continuamente: "Recibid a mi Hijo Jesús en gracia, no cometáis pecado. Si no estáis en gracia, no recibáis a mi Hijo Jesús, id primero a confesaros". Es muy importante la confesión, es muy importante estar en gracia de Dios, porque seréis todos más felices y estaréis contentos y conseguiréis también aceptar las penas, las dificultades y los sufrimientos de este mundo.

Quizás a vosotros todo os parece hermoso y radiante, sin embargo no es así, hay mucho, mucho que hacer. Si algo no funciona, dirigíos a Dios y preguntadle a Él. Si preguntáis a la Vidente, no sabe daros la respuesta. Si preguntáis al Obispo, tiene más facilidad, porque tiene el don de la palabra. Tratad de vivir bien y sobre todo de vivir en gracia, el resto dejémoslo en las manos de Dios.

Alguno quiere quedar bien delante de los hombres. No, Dios no quiere esto, Dios quiere paz y amor, aquél verdadero.

Recordad: aunque hayáis hecho un buen camino espiritual, no estáis nunca en conformidad, porque siempre hay algo que corregir y cambiar. Ningún hombre del mundo está en orden: el que se siente en orden ya ha pecado de orgullo y por lo tanto no está en conformidad.

El miércoles dije: amor, oración, sacrificio; esto os lleva a alcanzar la tan suspirada meta del Cielo.

Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Nos tienes que ayudar siempre, porque somos pobres criaturas y tenemos necesidad de tu ayuda, querida Mamá. Adiós.

Roma, 26 enero 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sí. Este día está reservado a todos y yo vengo para traeros las cartas de Dios. Sé que esperáis con ansia todo lo que Dios ha prometido, pero no ha llegado el momento, hijitos queridos. Hay demasiada maldad en el mundo y no solo estáis sufriendo vosotros, sino que hay muchas otras personas que sufren. Pensand en todo lo que ha ocurrido en el sudeste asiático, en los padres que han perdido a sus hijos y a los niños que se han quedado solos. En las naciones arrecia la lucha política y reina una burocracia que da miedo. Yo vengo para deciros que oréis y no os canséis nunca de orar. Dios me manda en medio de vosotros porque os ama; si venís porque esperáis lo que Dios ha prometido os equivocáis. Venid, orad, escuchad. ¿Puede Dios olvidar tantas y tantas almas para hacer felices a los que lo aman y que oran? ¡Es imposible! Muchas veces os ha sido dicho que Dios no defrauda y mantiene sus promesas; claro el tiempo pasa y vosotros cada día esperáis la intervención de Dios. Veo tanto sufrimiento en vuestro Obispo y en vosotros, mi pequeño rebaño, que venís al lugar taumatúrgico con ansia, con palpitación, casi con miedo, pero lográis orar y amar. ¡Qué diferencia hay entre este pequeño cenáculo y los grandes santuarios en donde hay confusión, no reciben la Eucaristía en gracia y no respetan los mandamientos!. Vosotros al menos respetáis los mandamientos y espero que todos viváis en gracia

La Madre os habla, sufre con vosotros y no quiere dejar de aparecer antes de que sea obtenida la gran victoria. Habéis tenido el triunfo de la Eucaristía y ahora todos esperáis la gran victoria, para demostrar que estáis en la verdad, tanto a vuestras familias como a los hombres de la Iglesia. Éstos no viven en gracia, hacen lo que les va bien, cometen pecados contra el sexto mandamiento, infringen los otros mandamientos, se adhieren a las sectas y viven en la Iglesia, solo porque lo permiten los grandes jefes. Preguntaos: "Vuestro Obispo, ¿qué ha hecho? ¿Por qué hay una gran lucha contra él?" os lo digo yo. Porque tienen miedo de su triunfo, tienen miedo de su ascenso a lo alto y entonces se comportan de este modo. Hay también hombres de la Iglesia que lo estiman, lo aman, oran por él, pero no quieren acercársele porque tienen miedo. Vosotros sabéis quién es vuestro Obispo. No añado nada más porque me repetiría. Os invito a la oración, al amor, al sufrimiento.

Participad con todo el corazón en la Santa Misa y orad por vuestro Obispo y por los niños que se han quedado solos y no tienen ni medicinas ni comida. El que los ayuda no tiene que hacerse propaganda, ir a la televisión y sentirse importante, sino que tiene que trabajar en la humildad, en el silencio y en la sencillez.

Mis queridos hijos, vuestra Madre, os ama inmensamente y desea que oréis también por los que se encuentran fuera de la comunidad; entre ellos hay quien se comporta bien y quien se comporta mal.

Os pido que probéis una vez más de orar por los grandes jefes de la Iglesia y por el Papa, que, a pesar de su sufrimiento, no ha hecho la voluntad de Dios. Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros familiares, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisella, no te tienes que preocupar más por ciertas personas, porque de otro modo tus condiciones de salud empeorarán y podrías incluso morir.

Marisa - Entonces me tienes que ayudar porque éste es mi carácter. Adiós, adiós. Está bien.

Nuestra Señora - Adiós, Sara; adiós, Emmanuel, adiós a todos los niños.

Mensajes de Febrero de 2005

Roma, 2 de febrero de 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Presentación del Señor

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy, como sabéis muy bien, es la fiesta de los que se han consagrado a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. Por desgracia en vuestro grupo sólo hay una persona que puede festejar este aniversario. Cuando José y la Virgen han llevado al Niño Jesús al templo para su presentación y para la purificación de María, se han alegrado, lo han celebrado. El viejo Simeón, ha dado gracias a Dios porque había visto al Mesías. También vosotros tendríais que ser felices y alegraros si todos los días recibís a Jesús en vuestro corazón. Dios ha dado a su Hijo para todos. Vosotros sois personas muy afortunadas, porque recibís a Jesús en gracia y lo amáis, pero tenéis que amar también a las personas que están a vuestro lado y que a veces son inoportunas. Amadlas, porque tenéis a Jesús Eucaristía en vuestro corazón. Como el viejo Simeón y la profetisa Ana, han gozado al ver al pequeño Jesús, vosotros tenéis que gozar aún más ya que cada día recibís a Jesús Eucaristía. Cada día para vosotros tiene que ser Navidad, no solamente una vez al año; así como a cada día le es suficiente su pena, también cada día es Navidad. Gozad de estos días, porque habrá otros muy duros y difíciles, preparaos a vivirlos con la oración, el sacrificio y el amor.

Gracias y felicidades a todos.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a las velas y vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Me lo has prometido…

Nuestra Señora - No te preocupes.

Marisa - Me habría gustado ver a mi madre, pero si Dios ha decidido diversamente, está bien, obedezco. Adiós.

Roma, 5 de febrero de 2005 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Os habéis dado cuenta por vosotros mismos que cuanto más se da al hombre menos se recibe.

Este primer sábado de mes tenía que ser alegre y gozoso por muchos motivos, aunque esto que esperáis tarde en venir. No es justo que una persona sea apreciada y la otra no. El culto a la persona no es bonito, no me gusta y me hace sufrir. Hoy ha sido un día triste y sufrido por vuestro Obispo; él no ha enseñado el culto a la persona, sino el respeto hacia todos, aunque sea fácil amar más a una persona que a la otra. Amar a una persona que os quiere, no cuesta sacrificio, sin embargo, amar a una persona que no nos quiere, cuesta sacrificio. Esta jornada tenía que terminar bien, porque es el primer sábado de mes, en cambio he visto sufrir al Obispo; esto me disgusta. Recordad que la fiesta de un sacerdote es fiesta del sacerdocio, es fiesta de todos. Comprendo que pueda haber diferencia entre un sacerdote y el otro, entre una hermana y otra, entre un consagrado y otro, pero ésta no se tiene que manifestar de una manera tan grade.

Mis queridos hijos, si la Virgen tuviese que amar solamente a los que os aman, quedarían excluidas muchas personas. Dios me ha enseñado a amar a todos, vuestro Obispo os ha enseñado a amar a todos, buenos o malos; no os toca a vosotros el juzgar, es Dios el que juzga. Me retiro de buen grado, después de haber consolado a los que aman a Dios

No tienes que llorar, Marisella, no hay motivo, no has hecho nada de malo, tu estás en tu lugar, has sufrido toda la noche un tremendo sufrimiento. Es verdad lo que has dicho: "El mío es un lecho de sufrimiento". Ciertas faltas pueden ser hechas solo por los niños. Los niños pueden equivocarse y se les reprende, corrige y ayuda con las palabras, sin gritar y sin pegar, pero los grandes han recibido mucho del Obispo y tienen que saber cómo comportarse. También los jóvenes son grandes, porque ahora ya son personas adultas, y sin embargo piensan en sí mismos, no en quien está mal y en quien tiene necesidad. El amor tiene que triunfar siempre, porque es la virtud que nos acompaña y permanece con nosotros en el Paraíso.

De todos modos os doy las gracias por vuestra presencia, doy las gracias a los que, a pesar de todo, no faltan nunca al primer sábado de mes dedicado a mí, por voluntad de Dios.

Junto a mi Obispo y vuestro bendigo a los que se han comportado como hombres sabios. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Bendigo a los niños enfermos, a los que tienen que nacer y a los que han nacido. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Esta es la carta de Dios, que ha cambiado en el último momento.

Marisa - Nosotros ponemos todo nuestro esfuerzo, pero ¿ves cómo no podemos? Adiós.

Roma, 6 de febrero de 2005 - h.10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es mi deber de Madre felicitar a aquél que el 7 de diciembre ha cumplido 50 años de sacerdocio. Vosotros sois afortunados porque sois un pequeño rebaño y tenéis un pastor santo. Hay muchos grupos que caminan solos, sin pastor, porque ninguno tiene deseos de atender a sus propias ovejas. Jesús atiende a todas sus ovejas, yo sería feliz si mi Hijo Jesús me dijese: "Yo soy el buen pastor y tu eres la ovejuela".

La carta de Dios de ayer ha sido dura por la falta de sensibilidad, de caridad y de respeto hacia una persona. Es vuestro Obispo el que tiene que hablar y decidir, pero al final es Dios quien juzga. No se puede hacer fiesta en la capilla y batir palmas por un cumpleaños, tenéis que salir y felicitaros fuera. Preguntad siempre al santo pastor, no os comportéis según vuestro impulso; no es bonito. Deseo más respeto, sobretodo hacia el Obispo, antes que nada porque es Obispo y después porque se lo merece: no ha faltado nunca al respeto a nadie y ha ayudado siempre a todos, no se ha vuelto nunca atrás.

Yo, La Madre, trato de todas las maneras posibles haceros comprender, ayudaros a comprender que primero es el Obispo y luego cualquier otra persona.

De todos modos festejad a aquel que hoy celebra 50 años de sacerdocio; os lo repito, los ha cumplido ya el 7 de diciembre de 2004; 50 años de consagración y de votos perpetuos a Dios.

Orad por los que están en un hospital, que viven en lugares donde ocurren tantas desgracias y por aquellos hombres que continúan matando. He notado que los hombres tienen más compasión por un animal que por un semejante suyo; esto es muy grave. Orad por cada uno de vosotros, tendríais que hacer carreras a ver quien ora más, a quereros más, a amaros. Pero, de nuevo, el amor deja que desear, y yo, como Madre, sufro y me desagrada. Si yo sufro, también vuestro Obispo sufre. Es tan hermoso amarse, no hay que amarse sólo cuando hay fiesta. Os he dicho que cada día es Navidad, no hace falta esperar el día de Navidad para ser buenos, cada día es Navidad y cada día entre vosotros tiene que ser fiesta en el amaros y en orar mutuamente.

Junto a mi Obispo y vuestro bendigo al que hoy festeja 50 años de sacerdocio, bendigo a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados, bendigo a todos los niños.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa - Orad por mi conversión.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Me hace daño el brazo.

Roma, 9 de febrero de 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Miércoles de Ceniza

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Lo repito: es una gran alegría estar aquí con vosotros. Lo sé, vosotros no me veis, pero yo os veo a todos. Os veo orar, hay quien ora con el corazón y quien ora un poco desganado, un poco cansado, un poco adormecido, pero esto es normal; mientras estéis en el planeta Tierra todo esto sucederá. Lo que a mi me disgusta más es que los hombres no se convierten. Cuando digo hombres quiero decir todos, desde los grandes hombres de la Iglesia y del Estado, a los pequeños hombres. Convertíos y creed en el evangelio; esta frase es muy importante.

Hoy empieza la S. Cuaresma, hoy es el día de la ceniza: acuérdate hombre que eres polvo y en polvo te convertirás. Si pensaseis estas palabras, tendríais que cambiar enseguida y convertiros inmediatamente. Es difícil, a veces imposible, escuchar a las personas, cuando algunas hacen afirmaciones y otras las hacen diferentes, no dicen nunca cosas idénticas. Os dije hace tiempo que la Iglesia se dividirá y habrá cardenales contra cardenales, obispos contra obispos, sacerdotes contra sacerdotes, laicos contra laicos; esto poco a poco se está llevando a cabo. Os pido que oréis por el Santo Padre, para que haga la voluntad de Dios; esto es importante. También cada uno de vosotros tiene que hacer la voluntad de Dios. A veces parece que sea difícil, pero si pensáis en el amor que Dios tiene en lo que a vosotros se refiere, todo se vuelve fácil y hermoso. Si Dios os ha amado, ¿por qué vosotros no le amáis? ¿Por qué pensáis sólo en la diversión, en el campo material y nunca en el espiritual? ¿Por qué no os comportáis como verdaderos cristianos? Mis queridos hijos, escuchadme bien, cuando hablo así no me dirijo solamente a vosotros aquí presentes, sino a todos, porque las cartas de Dios dan la vuelta por todo el mundo: es justo que Dios mande sus cartas para todos los hombres. No os desaniméis, pero preguntaros: "¿Estoy en orden ante Dios? ¿Amo a Dios como Él me ama? El resto viene por sí solo, no tenéis que preocuparos tanto.

Vuestra hermana sufre y ora continuamente por vosotros, porque todos tenéis necesidad de oración. Hoy, de nuevo, se le han abierto los estigmas y ha sufrido, porque esperaba que permanecieran invisibles, pero Dios lo ha querido así, y ella ha dicho: "Que se haga la voluntad de Dios". Es difícil, creedme, hacer la voluntad de Dios, porque el sufrimiento es grande, es muy grande, vosotros no podéis ni siquiera imaginarlo. Cuando os pincháis un dedo con una aguja o bien os cortáis la mano con un cuchillo de cocina, enseguida corréis a desinfectarla y pronunciáis incluso palabras que no son bonitas. Pensad qué sufrimiento provocan las llagas que se abren en un cuerpo. Marisella no quiere que yo diga esto, pero yo os pido que oréis, para que tenga la fuerza de aceptarlo todo hasta el fondo; y no es fácil, creedme.

Hoy la mayor parte de vosotros ha hecho ayuno y abstinencia, pero muchas personas no lo han hecho por diversos motivos. Os digo que el ayuno no tiene que hacerlo quien ha superado una cierta edad y que toma muchas medicinas. Recuerdo que la abuela Yolanda, cuando tenía ya 95 años, aunque tomaba medicinas y estaba cansada, hacía ayuno. Ahora está aquí a mi lado, os mira uno a uno y ora por vosotros, sobretodo ora por "la Excelencia", por los niños y por las personas enfermas.

Vosotros, si queréis, podéis hacer y decir más. No tenéis que tener miedo de hablar de la Madre de la Eucaristía, porque esto me hace sufrir y me ofende. Hablad de mi aunque los otros no quieran escuchar yo soy la Madre de la Eucaristía, aparezco sólo aquí y en ningún otro lado, aunque digan que me ven y tratan de plagiar los mensajes. No discutáis, sino más bien limitaos a decir: "Nosotros conocemos a la Madre de la Eucaristía, somos guiados por ella desde hace muchos años. Para nosotros la Madre de la Eucaristía aparece sólo en Roma, en via delle Benedettine". Vosotros entráis por el número 93, pero como que esta entrada no era suficiente, vuestro obispo ha abierto una más grande, para facilitar el acceso al lugar taumatúrgico. Aquí tenéis que venir para rezar, para amar, para hacer ayuno. No tenéis que esperar la Cuaresma para hacer ayuno, podéis hacerlo también en otros días. Os lo ruego: que lo haga sólo el que pueda. Naturalmente tú no, Marisella, es inútil que me mires de este modo.

Marisa - Está bien, está bien, yo no digo nada.

Nuestra Señora - Leo en tu corazón.

Marisa - Ya lo sé. Tu lees en el corazón de todos, ¿por qué no lees en el corazón de Su Excelencia, así nos dices lo que tiene dentro?

Nuestra Señora - Ya lo sé. ¿Por qué tengo que leerlo si ya lo sé?

Marisa - Entonces, ¿qué esperamos?. Tres puntos interrogativos. ¿Tu conoces el punto interrogativo?

Nuestra Señora - Marisella, yo lo conozco todo.

Marisa - Entonces ve ante Dios, lleva contigo a las personas santas, arrodillaros delante de Dios y pedidle esta gracia: que nuestro Obispo sea reconocido por la Iglesia. No creo que te pida tanto. Te lo ruego, hazlo por nosotros, pero sobretodo por él. Gracias.

Nuestra Señora - Ahora, Marisella, te levantas, vas a besar al pequeño Emmanuel, y yo lo beso contigo y le doy mi bendición.

Henos aquí.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Buena y Santa Cuaresma a todos.

Marisa - Sara, manda un besito a la Virgencita.

Se ha ido.

Roma, 11 de febrero de 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora de Lourdes

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Os dais cuenta por vosotros mismos que esta fiesta, que me gusta tanto, no es considerada. Hay muchas personas enfermas que querrían venir, pero los que tendrían que acompañarlas responden: "Hace frío, ¿dónde vas?", te pondrás más enferma". Tengo que decir que éstos no han comprendido nada. Cuando son acompañados donde Dios opera, el frío o el calor no es un peligro para los enfermos, si son complacidos. Esta fiesta se celebra sólo en las grandes iglesias, porque en las pequeñas el párroco, con la excusa que está cansado, no hace nada para los enfermos.

He venido con Bernardette aquí con vosotros como Nuestra Señora de Lourdes, pero estoy también presente como Madre de la Eucaristía, con Marisella.

Marisella, tu ves a dos Vírgenes, pero soy siempre yo, la Inmaculada que abre la historia y la Madre de la Eucaristía que cierra la historia. Este discurso no es comprendido especialmente por los altos prelados. Recuerda, Marisella, que aunque no estén en gracia tenéis que respetarlos siempre. Tenéis que amar al Santo Padre: sabéis como es tratado. Hay quien le dice una cosa hay quien le dice otra; sus colaboradores se pelean entre ellos y no resuelven nada. Dios sabe cuando y como llamar al Papa, Dios sabe quien será elegido Papa. Habrá momentos muy duros y difíciles, habrán luchas entre los hombres de la Iglesia; esto ha sido preanunciado en el lejano 1917 y ha sido repetido muchas veces por mi en este lugar taumatúrgico. Esto no lo dicen, el secreto de Fátima no ha sido revelado.

Mis queridos hijos presentes, os doy las gracias por haber venido, a pesar de las inclemencias del tiempo y a pesar de que alguno de vosotros tiene dificultad en la familia, pero Dios os bendecirá. Dios no permitirá que la situación continúe así para vosotros, pero sobretodo para el Obispo y para la Iglesia. Hoy vuestra hermana ha sufrido tres horas de pasión fuerte, difícil y dura por la Iglesia y por su Obispo y vuestro, por los niños y por los enfermos. Hoy es el día del enfermo y alguno no ha bajado, como bien sabéis, porque le ha sido prohibido. Orad para que el domingo pueda estar en medio de vosotros, pero orad más por la Iglesia, por la Iglesia, por la Iglesia. Su situación nos ha abierto una herida muy grande que se agranda cada vez más, el corazón de Jesús y el mío sangran. Sabéis bastante leyendo los periódicos y viendo la televisión, pero la verdadera situación es mucho más grave de cuanto dicen. He venido por los enfermos, si están o no están para mi no tiene importancia, yo soy la Madre de los enfermos y oro por ellos, junto a Bernardette.

Marisella, tu tienes un trabajo muy, muy difícil. Dios te ha escogido, tu no has dicho no, ahora ánimo, sigue adelante.

Felicidades a todos. Llevad mis felicitaciones y transmitid mi abrazo a los enfermos que conocéis, a las personas que no quieren venir, a los que aún no han comprendido que la prohibición de los hombres de la Iglesia es falso, esto al menos tratad de comprenderlo.

Bendigo también a los que no han podido venir por motivos serios y a todos los niños. Bendigo a las futuras madres y a las madres que esperan un niño, os bendigo a todos. Te bendigo, Marisella, ánimo hija mía, la cruz es pesada y es difícil llevarla.

Marisa - ¿Puedo sufrir sola sin que nadie me vea?, porque cuando me ven sufrir están también mal ellos. ¿Has visto que cuando sufro por la noche, consigo estar más tranquila?.

Nuestra Señora - Tienes que hacer lo que Dios quiere, si Dios quiere que se tenga que ver, abandónate a Él. Has hecho siempre la voluntad de Dios, continúa haciéndola. El Paraíso te da las gracias. Mira quien está al lado de tu madre.

Marisa - ¡Abuela Esperanza! Abuela, sabía que estabas con mamá. Todas las tardes os rezo a las dos, os pongo juntas. Venerable abuela Yolanda y abuela Esperanza que veláis en el Cielo, Jesús y María, orad por nuestro Obispo y por la comunidad. Gracias.

Nuestra Señora - Sé feliz.

Marisa - Qué hermosa eres, abuelita. Parecéis dos hermanas, os parecéis.

Nuestra Señora - Claro, soy siempre yo.

Marisa - Que gran regalo me has hecho. Más bien, me has hecho dos regalos. Quien sabe si el Obispo estará contento.

Nuestra Señora - Claro que estará contento. Don Claudio tiene una gran espina en su corazón.

Marisa - Yo estoy orando, nadie sabe nada, pero yo estoy orando mucho por sus intenciones.

Nuestra Señora - Ya lo sé, pero si las personas no quieren convertirse, puedes decir y escuchar todas las misas de este mundo, que no se convierten.

Marisa - Adiós mamá, adiós abuelos, adiós niños.

Abuelo Amadeo está salvado y está con la sobrina.

Nuestra Señora - Sí, Marisella. Si las almas no han recibido nada no pueden dar nada, pero Dios las perdona y las salva.

Marisa - ¡Madre mía!. Como hago ahora para decirlo, porque su hijo no cree, sabes que…

Nuestra Señora - Tienes que comprender también a su hijo, en el fondo no ha recibido nada.

Marisa - Sí, pero el Obispo le ha dado cada tanto algún mensaje, y él quiere al Obispo. Abuelo Aladino, abuelo Agustín, abuelo Amadeo, él tiene que hacer mucho camino, por otra parte hace poco que se ha ido de la Tierra. Estoy contenta, está junto a la sobrinita aunque ella está más avanzada.

Nuestra Señora - Y después están todas las almas salvadas que son parientes de los presentes. ¿No ves a Silvano, Bruno, Antonio, Francisco? No digo todos los nombres, sino no se acaba nunca.

Marisa - Gracias, Virgencita, gracias de todo.

Muestra Señora - Gracias a vosotros, mis queridos hijos. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a todos los enfermos de la Tierra, espirituales y materiales. Bendigo a los niños y vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en paz y llevad mi beso y mi abrazo a todos los enfermos. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados.

Marisa - Cuantas bendiciones nos das esta tarde.

Nuestra Señora - Muchas, querría bendeciros siempre, siempre, siempre, porque estoy siempre con vosotros y quiero cubriros con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - De dos Vírgenes se ha formado una, está solo la Madre de la Eucaristía. Adiós, adiós.

Roma, 13 de febrero de 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Siempre vengo con mucha alegría en medio de vosotros para pediros, como siempre, oraciones, oraciones, y oraciones. ¿Qué puede deciros todavía Dios después de haberos dado tantas cartas? Lo importante es que consigáis seguir adelante, caminar siempre adelante.

Os pido más fuerza, especialmente a los jóvenes, sed más valientes con todos, guiaros siempre del amor, amor hacia los niños, que son un tesoro. Los niños son la alegría de los padres. ¿Por qué os invito siempre a la oración? Porque hay mucha, muchas necesidad de oración. Haced también algún sacrificio, algún florilegio, algún ayuno, no digo todo el día para el que no puede, pero al menos una parte, y ofrecedlo a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.

El sufrimiento lleva a ser más buenos, más sensibles y a comprender a las personas que sufren.

Vuestra hermana no quiere que lo diga, pero esta noche ha vivido la pasión en tres oleadas, tres oleadas de sufrimiento, de largo e intenso sufrimiento por las almas, pero sobretodo por la Iglesia. Vuestro Obispo dice que tiene la Iglesia sobre sus espaldas. Es verdad, tiene la Iglesia sobre sus espaldas, pero también tiene a los hombres de la Iglesia sobre las espaldas: en este momento las paredes son menos pesadas que los hombres de la Iglesia.

Orad, convertíos, creed en el Evangelio. Habéis recibido la ceniza: "Acuérdate, hombre, que eres polvo y en polvo te convertirás". A vosotros esto no os tiene que preocupar, porque si camináis como os he dicho, llegaréis al Paraíso.

¿Habéis visto como es fácil para Dios ayudar a un alma? El viernes habéis sabido que el abuelo Amadeo está salvado. Marisella ha preguntado si tiene las dos piernas. Sí, tiene las dos. Vuestra hermana ha visto a la abuela Esperanza que abrazaba a su madre, ha visto a Andrea a las puertas del paraíso y a muchas otras almas; esta es una alegría grande para todos. Lástima que alguno todavía no comprenderá todo esto, pero poco a poco se convertirá. Mis queridos hijos, esta es la belleza y la grandeza del amor de Dios. Habéis visto como el que ha recibido poco y ha dado poco está salvado. El que, en cambio, ha recibido ciento, tiene que dar ciento diez, ciento veinte. A veces es más fácil que una persona no convertida, no creyente consiga salvarse, que una persona que ha recibido tanto de Dios. El que ha recibido tanto es difícil que se salve si continúa pecando, ofendiendo a Jesús, pero el que ha recibido poco y no ofende a Jesús puede salvarse. Todos vosotros si continuáis este camino seréis salvados, porque dais lo que podéis dar.

Ayudad a vuestro Obispo y festejadlo. Él, como siempre, no quiere ser festejado, pero vosotros festejadlo. Cuando lo veáis vestido con pompa magna, seréis todos felices.

Ánimo, mis queridos hijos, una persona tiene que tratar de ser más prudente, de estar atenta y de no hacer más de lo que puede hacer. Dios ayuda, pero vosotros conocéis el proverbio "ayúdate y Dios te ayudará".

Marisa - Los que están salvados y los que están en el Paraíso son todos hermosos. También hoy está la abuela Esperanza abrazada a su hija Yolanda. Abuelo Amadeo está salvado y tiene sus dos piernas, es muy hermoso. Andrea está a las puertas del Paraíso. Antonio, Francisco, Bruno, Silvano, Pedro y todos los otros se han salvado, no porque han hecho grandes cosas, Dios sabe a quien pedir las grandes cosas.

Nuestra Señora - Ánimo y adelante. Empezad a preparar la fiesta de vuestro Obispo, él es el único Obispo ordenado por Dios y no tiene ningún sacerdote a su lado, tiene solamente laicos que lo quieren mucho; espero que al menos sea así. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Ánimo, Marisella, sé que la pasión es tremenda; ánimo, ¡si supieses cuantas almas salvas!

Marisa - El Obispo y yo ¿tenemos que salir enseguida?

Nuestra Señora - No, saldréis de noche, durante el día estáis en casa.

Marisa - Verdaderamente por la noche sufro mucho. De todos modos, que sea como Dios quiera. He hecho siempre Su voluntad y la haré siempre, aunque me queje, aunque a menudo digo: "Llévame ya, aunque sé que todavía tengo algo que hacer".

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Marisa - Es la segunda vez que nos bendices.

Nuestra Señora - ¿Te hace daño?

Marisa - No.

Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Adiós, mamá; adiós, abuela; adiós a todos.

Roma, 16 de febrero de 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Os ruego que oréis mucho por la conversión del mundo entero. Oración, sacrificio y ayuno, especialmente para el que es joven. El ayuno no hace daño, aunque tenéis que ser elásticos y comprender si lo podéis hacer o no. Ahora os dejo y os ruego que oréis por todos los enfermos, por todas las personas que sufren y por todos los niños, especialmente por los que se han quedado solos; ayudadlos también vosotros, si podéis.

Junto al Obispo, os bendigo, mis queridos hijos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Orad, orad, orad, no os canséis de orar. Sea alabado Jesucristo.

Adiós a todos, muchas felicidades a todos, buen encuentro con Jesús Eucaristía.

Marisa - Adiós, perdóname, estoy muy cansada. Adiós.

Roma, 20 de febrero de 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Vengo siempre en medio de vosotros con gran alegría. Os lo ruego: escuchad con atención las lecturas de hoy, tomadas del Génesis, de Pablo y de Mateo; seguid lo que dirá vuestro Obispo y ponedlo en práctica. Cada fragmento de la Escritura es muy importante. Tenéis que almacenar y tratar de poner en práctica la Palabra de Dios, aunque a veces es muy difícil.

Orad e invitad a vuestros familiares a orar. Si en la familia no se reza, las situaciones no cambian, las familias se separan y los hijos marchan de casa; esto no es bonito. Dios ha mandado a su Hijo al mundo para que sea pacífico y tranquilo; en cambio continúan habiendo separaciones y las personas se juntan. Continúan trayendo niños al mundo, que luego no tratan bien y los tiran en cualquier lugar; esto lo sabéis. Si queréis que vuestra familia esté unida, que vaya adelante bien, orad juntos. Basta decir un Padre Nuestro o un Ave María, no os pido grandes y largas oraciones, sino pequeñas, pequeñísimas oraciones. Entonces veréis como todo irá mejor. Los grandes hombres de la Iglesia y los grandes políticos no oran juntos y no oran por nadie.

En el mundo todo va mal. Os preocupáis de que los precios aumentan y los sueldos son siempre los mismos. Es verdad. ¿Por qué? Porque el hombre que no sabe amar tendría que comprender que aumentando los precios tendría que aumentar también los sueldos. En el campo espiritual, cuanto más oráis más recibís. Si oráis poco, si en familia no os reunís a orar, las cosas no irán nunca bien. Os invito a la oración familiar y a la oración comunitaria. La oración en las comunidades deja que desear, dicen corriendo las alabanzas y las vísperas porque están impuestas por la regla, pero si no hubiese regla, no orarían. También la S. Misa es obligatoria, porque es impuesta por la regla. Mis queridos hijos, no habéis comprendido nada; la Misa es el sacrificio de Jesús, la Misa es importante, es el don más grande que Dios podía haceros. Vivid la S. Misa, participad en la S. Misa, comulgad en gracia.

Orad en familia, orad en familia, orad en familia. Cuando digo: "Orad en familia", quiero decir también "orad en comunidad". Orad por los grandes hombres de la Iglesia y del Estado; todos tienen que orar, para que el mundo cambie realmente. Cuando llegue el momento en el que cada uno verá sus propios pecados en el alma, algunos se convertirán y otros llegarán a la blasfemia y a odiar a Dios.

Os invito a la oración constante. He dicho ya otras veces que orar no significa recitar muchos rosarios de carrerilla, sino amar a Dios, confesarse y comulgar, vivir en gracia; después recitar el S. Rosario y las oraciones de la mañana y de la noche. Tiempo hay, coged el reloj, ponedlo delante de vosotros, recitad las oraciones y mirar cuanto tiempo pasa para decir: "Jesús, te amo mucho". ¿Cuánto tiempo se pierde? Controlad el reloj y os daréis cuenta qué breve es el tiempo que dais a Dios y cuanto dais a la vida material.

Orad el uno por el otro, ayudaos mutuamente, amaos el uno al otro, como Dios os ha amado.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los enfermos y a todos los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Vuestra hermana no baja por razones de salud. Hoy hace un poco de sol, pero ella no está bien, por desgracia está muy cribada. Vosotros no podéis ni siquiera imaginar cuan grande es su sufrimiento, que ofrece por vosotros, por la comunidad, por la Iglesia, por los hombres, por los niños, por los enfermos, por las personas que están en misión y por todas las familias. Gracia. Adiós a todos.

Marisa - Adiós. Adiós, mamá, ayúdame porque estoy mal.

Excelencia se han ido todos.

Roma, 23 de febrero de 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. El miércoles es la jornada reservada al encuentro bíblico, que yo llamaría "jornada de amor", porque aprendéis muchas verdades hermosas que nadie conoce, nadie explica el Evangelio como vuestro Obispo. Os pido que oréis por él, que lo améis, que lo respetéis; no faltéis al respeto a nadie, mucho menos a vuestro Obispo. ¿Cuántas veces os he dicho que vayáis a él si hay algo que no comprendéis? El que manda en esta pequeña y sencilla comunidad es el Obispo, a él le tenéis que pedir cualquier explicación. Sé que esperáis con ansia el gran don que Dios os ha prometido. No sé cuando llegará aquel día, pero no os descorazonéis, orad y seguid adelante.

Os ruego que hagáis adoración eucarística, ya que este es el año eucarístico. En tantas iglesias la hacen día y noche haciendo turnos, porque es importantísima. En todo el mundo se hace adoración eucarística y vosotros sabéis perfectamente que ha salido de este pequeño lugar taumatúrgico, todo ha salido de aquí. Claro, se dicen los nombres de otras personas, se atribuyen importantes enseñanzas a otras personas, pero no es así. Los otros escriben lo que vuestro Obispo escribe y repiten lo que vuestro Obispo dice. ¡De cuántas homilías suyas y cuantas catequesis bíblicas se han apoderado y luego explicadas! No todo, pero cerca de un cuarto de lo que dice. A vosotros os digo: ayudadlo, ayudadlo, ayudadlo.

Orad el uno por el otro, por los enfermos, por vuestros enemigos, que no sabiendo lo que decir y que hacer, inventan calumnias. No los escuchéis, pero seguid adelante con serenidad, confianza, fe, esperanza y caridad.

Os doy las gracias a todos, os doy las gracias sobretodo por vuestra presencia y por el sacrificio que hacéis cuando venía para la adoración eucarística. Es una gran alegría que dais al Corazón de mi Hijo Jesús, a Mi, Madre de la Eucaristía, a vuestro Obispo y a vosotros mismos. Todos tenéis que hacer adoración eucarística. Gracias, Marisella,

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Sara, ¿mandas un beso a la Virgencita?

Marisa - Adiós. Ayúdame, te lo ruego, prométeme al menos esto. Adiós.

Roma, 27 de febrero de 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Vengo en medio de vosotros con gran alegría. Mi alegría hoy es ver a estos cuatro jóvenes convertirse en ministros extraordinarios de la Eucaristía. Están preparados y llenos de amor hacia mi hijo Jesús. Paula, Pascual, Fabio y Alejandro, habéis sido llamados para ser ministros, demostradlo hasta el fondo, sed valientes hasta el fondo. Los otros tienen que ver que en vosotros hay algo especial, que está Jesús. En cualquier momento y en cualquier lugar demostrad que sois hijos de Dios, hijos de María, Madre de la Eucaristía, la que os ama tanto con todo el corazón.

Mis queridos hijos, ayudad a estos jóvenes con la oración, orad por ellos, para que estén siempre dispuestos y no traicionen nunca a mi Hijo Jesús.

Para vosotros la emoción es grande, pero para estos cuatro jóvenes la emoción es grandísima. Yo, la Madre, leo en sus corazones y veo el miedo, la timidez; a veces se tiene miedo de equivocarse. Sin embargo no, si uno cumple el propio deber con sencillez, con docilidad y con calma, todo se lleva bien. Recordad que sois ayudados por el Espíritu Santo, por Jesús que recibís cada día, por María, Madre de la Eucaristía, que os ama más que una madre y por vuestro Obispo, que os ama inmensamente.

Orad por vuestro Obispo, alegraos de este día, habrá otros aún más hermosos. Orad para que este sea un año de alegría para todos. Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. También yo, la Madre, os doy las gracias por la noche de oración continua por vuestra hermana que ha descansado.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Marisa - Adiós mamita. Gracias, adiós y felicidades.

Mensajes de Marzo de 2005

>Roma, 2 de marzo 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Hijos míos predilectos, veo con gran sufrimiento que mis dos queridos hijitos están mal. Quiero deciros desde lo más hondo de mi corazón: no busquéis otros caminos, no escuchéis otros mensajes. Los folletos que circulan no dicen la verdad. Muchas veces os he dicho que el que quiere seguir este camino, tiene que hacerlo bajo la protección de la Madre de la Eucaristía. Es inútil buscar novedades sensacionalistas, no habrá ni fuegos, ni tragedias, habrá momentos feos, pero no catástrofes. Estallarán incomprensiones entre sacerdotes, entre obispos y entre cardenales. ¿Habéis visto como ha sido bien cuidado el Santo Padre? Pero cuando está enfermo uno de vosotros, ¿quién lo cuida así de bien? Me disgusta decirlo, pero vuestra hermana está sufriendo mucho a causa de la respiración, por los sufrimientos físicos y por los dolores sobrenaturales, que ya conocéis. Cuando estéis aquí, orad y hablad de los mensajes de la Madre de la Eucaristía y de las explicaciones que da vuestro Obispo en el encuentro bíblico y en sus homilías, hay mucho sobre lo que hablar. Sólo entonces llegaréis a caminar por el camino que lleva directamente al Cielo. Os invito de nuevo con todo el corazón a no leer lo que no os interesa. No hagáis como las comadres, que con tal de hablar, dicen mentiras y embustes. Si continuáis leyendo las cartas de Dios, que están llenas de amor y de sencillez y que todos pueden entender, seréis muy, muy felices. Si leéis otros escritos que no son bonitos, que no os competen, no conseguiréis estar serenos.

Os doy gracias por la adoración que hacéis. Creo que habéis sentido la falta de vuestro Obispo; si él está mal, ningún sacerdote puede tomar su lugar y ayudaros.

Mis queridos hijos, vuestra hermana se encuentra en un momento muy crítico, como el Santo Padre, pero el Santo Padre está cuidado por los especialistas y los médicos; vuestra hermana sólo tiene vuestras oraciones y ella os lo agradece de todo corazón.

Os lo repito: no creáis en aquellos folletos que circulan por aquí y por allá y que no dicen la verdad. Leed las cartas de Dios, ponedlas en práctica; volved a oír las homilías, meditad el S. Evangelio y las cartas de Pablo, que son explicadas muy bien por vuestro Obispo. Os pido que oréis intensamente por vuestra hermana, porque corre el peligro de ser hospitalizada. Ella no puede entrar en los hospitales, porque están llenos de infecciones y esto podría agravar su situación. Por tanto orad; lo que dais a vuestro hermano os será dado a vosotros. Gracias.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Ayuda a nuestro Obispo, lo tenemos sólo a él, ayúdalo. Adiós, mamá.

Se ha ido.

Roma (Hospital Villa S. Pietro), 8-9 de marzo 2005 (Carta de Dios)

8 de marzo - h. 11:00 p.m.

De repente han aparecido la Madre de la Eucaristía, S. José, los últimos Papas, la abuela Yolanda, muchos santos, los ángeles y las almas salvadas.

Marisa sufría a causa de los graves problemas físicos y de la pasión, particularmente dolorosa. Mientras estaba en estado estático y era consciente que podía morir, ha dicho: "Si quedarme es un bien para el Obispo y para las almas, estoy dispuesta a quedarme y hacer la voluntad divina. Si marcharme es un bien para el Obispo, al cual doy tantas preocupaciones, estoy dispuesta a marchar. Amaos, quereos, sed sinceros y sensibles.

Somos almas pequeñas y Dios nos pide cosas pequeñas. No hay necesidad de hacer grandes cosas para ir al Paraíso a gozar de la Santísima Trinidad. Si para salvar las almas quisierais mandarme al infierno, estoy dispuesta a ir. Amad a nuestro Obispo, ayudadlo, defendedlo y respetadlo. Quereos; yo, en la medida de mis posibilidades, os he amado a cada uno de vosotros.

La cadena de amor entre nosotros nos lleva hacia Dios. Pensad en el Paraíso".

9 demarzo - h. 5:00 a.m.

A las 5:00 horas del 9 de marzo ha aparecido de nuevo Nuestra Señora, S. José, los últimos Papas, la abuela Yolanda, todos los ángeles y los santos del Paraíso y las almas salvadas de nuestros parientes y de las personas que se han convertido por la acción y el sufrimiento de los dos llamados por Dios. Todos tenían lágrimas en los ojos, porque pensaban en los grandes sufrimientos, de todo género, padecidos por las dos personas escogidas por Dios, durante todos estos años.

Nuestra Señora - Queridos hijitos, Dios Padre nos ha mandado para felicitar al Obispo de la Eucaristía y a la Víctima de la Eucaristía. Habéis vivido una noche de pasión. Dios lo ha querido porque aún quiere salvar almas y para el renacimiento de la Iglesia. Habéis dado mucho a Dios y esto Dios no lo olvida. Marisella, durante la Semana Santa, no sufrirás la pasión, ni se te abrirán los estigmas.

Este es el momento más hermoso de la jornada, porque estáis con todo el Paraíso; nosotros y vosotros, Cielo y Tierra se estrechan en un gran abrazo. Mi Obispo había pedido con mucha insistencia y mucha oración una noche tranquila para su hermana Marisa y ha tenido ayuda, aunque sea difícil entenderlo. Me producía tanta ternura, parecíais dos corderitos dispuestos al sacrificio. Esto quería Dios de vosotros y esto le habéis dado, aunque con lágrimas.

Dios os ama con un amor tan grande, que ningún hombre de la tierra ha sentido nunca. Ya lo sé, Excelencia, es muy duro inclinar la cabeza y decir: "Dios mío, que se haga tu voluntad".

Me gustaría que este 9 de marzo 2005 fuese para vosotros, mis dos queridos hijitos, una jornada muy hermosa y rica en frutos espirituales. Amor, oración, sacrificio, éste es el programa para convertirse en santos y vosotros ya lo sois. Sin amor no hay ni sacrificio, ni oración. Todos podéis convertiros en santos. Orad por vuestro Obispo y por vuestra hermana.

Felicitaciones, Excelencia, felicitaciones, Marisella.

Mis dos queridos hijitos, Nosotros os damos las gracias por todo lo que habéis hecho por este sucio mundo. Excelencia, bendíceme, también a los ángeles y a los santos que ahora nos arrodillamos para recibir tu bendición episcopal.

Hijito mío, sé fuerte, aunque el cansancio casi te ha aniquilado. Don Claudio, un beso de tu madre.

Abuela Yolanda - Felicidades, Excelencia, y gracias por todo lo que haces por mi querida hija. Te he querido y quiero mucho. Yo rezo y hago rezar a todo el Paraíso por ti, por el Obispo ordenado por Dios.

Roma (Hospital Villa S. Pietro), 22 marzo 2005 - h. 6:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Es Semana Santa; no tenía que venir, pero habéis orado mucho y heme aquí. Dios te ha acaparado del todo, esta noche has sufrido mucho, pero yo he estado a tu lado junto a tu madre, de otro modo no habrías podido soportarlo. Hija mía, ya sabes que no vivirás por mucho tiempo, que morirás pronto, tu vida se está apagando, pero haremos todo lo posible para que puedas volver a tu casa, de donde emprenderás el vuelo hacia el Paraíso.

Dios tiene sus planes y tú los conoces. Dios te ama inmensamente a ti y al Obispo. Dios se ha servido de vuestras pequeñas, grandísimas almas para salvar a este mundo tan corrupto y tan sucio.

Últimamente no he venido, porque no tenía buenas noticias que comunicaros y os he querido ahorrar algún sufrimiento. Marisella, dulce niña mía, estás sufriendo muchísimo, pero te ruego que no sufras por el que es cabeza de la Iglesia, sufre por el Obispo. Vuestro amor es puro, es santo. Ayudadme, para que los hombres de la iglesia se conviertan, amen a Dios y a las almas, no a sí mismos.

Marisa - Te ruego que no me dejes sola, déjate ver aunque no me hables.

Nuestra Señora - Hija mía, la voz no te volverá, pero en el Paraíso cantarás: "Gloria a Dios en lo alto del Cielo". Tu ya no eres una criatura de la Tierra, ya perteneces al Cielo.

El amor que tienes hacia todos es inmenso, es fuerte, es valeroso. Estás recorriendo el camino que Dios ha querido; tu no te imaginabas que sufrirías tanto.

Marisa - Sufro por el Obispo. A pesar de que está tan cansado, ha podido orar mucho. Yo he orado poco.

Nuestra Señora - Tu vida, tu jornada es toda oración, es Misa cruenta.

Marisa - El año pasado me pediste que ayunara.

Nuestra Señora - Este año, Marisella, no es posible a causa de tus precarias condiciones de salud.

Marisa - ¿Puedo dar un beso a mi madre?

Abuela Yolanda - Adiós, Excelencia, oro y hago que oren para ti. Me parecéis dos ovejitas dispuestas al sacrificio.

Nuestra Señora - Os cubro con mi manto materno. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Roma (Hospital Villa S. Pietro), 24 de marzo 2005 - h. 6:00 p.m.

Jueves Santo (Carta de Dios)

Jesús - Mis dos queridos hijitos, deciros gracias es poco. Habéis hecho muchísimo por la Iglesia, por los sacerdotes y por todos los hombres. He venido porque soy el esposo de Marisella.

El gran milagro eucarístico en la Iglesia y en el mundo ha ocurrido por mediación vuestra, la Eucaristía ha triunfado por mérito vuestro.

Felicidades, Excelencia, felicidades, Marisella, sed fuertes, valerosos, luchadores en la verdad y en el amor.

Mi pequeño cenáculo, os digo que améis y que os améis. Amad a mis dos hijitos que son la culminación del triunfo de la Eucaristía.

Tendréis a Marisella todavía durante un poco de tiempo, amadla y no la hagáis sufrir. Bendigo y doy gracias a los que han ayudado a esta hijita a seguir adelante.

Os bendigo y os traigo junto a mi corazón. Es suficiente, Marisella, estás muy cansada.

Roma, 27 de marzo 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Jesús - Marisella, esta noche has sufrido mucho por la conversión de los hombres de la Iglesia. Vosotros que la amáis, ayudadla a salvar almas.

¡Aleluya! Yo, Jesús, he resucitado; Yo, Jesús, estoy con vosotros; Yo, Jesús, os amo. Aunque hoy es Pascua de Resurrección, no olvidéis mi lamento: "Tengo sed de almas". Gracias, Marisella, que te has dado toda para todos, desde el más grande al más pequeño hombre de la Iglesia.

Amaos, amaos; si alguno se equivoca, no lo juzguéis, pero corregidlo con amor.

¡Aleluya. Cristo ha resucitado! Yo soy Aquél que permanecerá con vosotros hasta el fin del mundo, Yo soy Jesús Eucaristía. La Madre de la Eucaristía, el Obispo de la Eucaristía, la Víctima de la Eucaristía existen por la Eucaristía; si no existiese la Eucaristía, vosotros no seríais nada. Todo es en función de la Eucaristía, todo parte y lleva a la Eucaristía, incluso la confesión eucarística, confesión de amor. Tu eres prisionera de amor.

¡Aleluya! Paz a todos vosotros, pequeños y grandes. Os he hecho un gran don, porque habría tenido que venir sólo para vuestra hermana y para el Obispo, pero he querido daros a todos una esperanza de paz.

Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa - Quiero encomendarte a Ágata, a su familia y a todos los enfermos. Te lo ruego, ayuda a Selenia y a Ángel, haz que no sucumban. Bendice a todos los niños, mis joyitas, y a nuestros enfermos. Te lo ruego, ayúdalos a todos.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, mamá.

Felicitaciones a todos. Excelencia, lleva las felicitaciones de mi parte a todos di que tienen que amarse y quererse, porque en el Paraíso reina el amor.

Adiós, mamaíta, adiós. Ayúdame, si puedes.

Nuestra Señora - He ido ante Dios, que ha dicho que hoy tienes que estar con los tuyos.

Marisa - Está bien, yo obedezco siempre y pido perdón a Dios si alguna vez no consigo soportar el sufrimiento, que es grande. He sufrido toda la noche; ¿no es Pascua de Resurrección también para mi? ¿Ves cuántas cosas te pido hoy?

Adiós a todos.

Mensajes de Abril de 2005

Roma, 2 de abril 2005 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy primer sábado de mes, no habéis venido todos para la aparición, pero yo he venido igualmente para desearos que viváis una Pascua de Resurrección de paz, de vida y para invitaros a orar por los que están a punto de dejar la Tierra y subir al Cielo. Quiero desearos a todos, todo el bien, sobretodo a los que sufren tanto. El sufrimiento de mis dos hijitos es enorme y el amor que tienen hacia todos es grande, incluso para los que los hacen sufrir. Hay personas que aman hasta dar la vida y personas que no saben amar, que no tienen aquella sensibilidad que tienen que mostrar hacia los enfermos. Vosotros, pequeño rebaño, que ya habéis orado mucho, continuad orando, no para aquella (Marisa, N. d R.) que tiene que dejaros, sino para aquel (Obispo, N. d R.) que se queda. El Señor está siempre dispuesto a ayudaros y a bendeciros a todos. Pascua no es solamente el día preestablecido, sino siempre, al igual que siempre es Navidad. Vivid con alegría todas la situaciones y las experiencias, tanto las bonitas como las feas. Si sabéis amaros todo será más fácil. El que no sabe amar, no puede hacer nada, no ama a Dios y si no ama a Dios, no ama al prójimo.

Quereos, como os quiere aquella (Marisa, N. d R.) que os dejará. Orad por el Papa, pero sobre todo por los hombres que lo circundan. Os lo ruego: no dejéis nunca la oración, no dejéis nunca de quereros y de amaros. Yo, la Madre de la Eucaristía, os amo inmensamente y amo a todos, incluso a aquellos que hacen sufrir. Un día, todos tendréis que rendir cuentas a Dios de lo que habéis hecho, por tanto no ignoréis a ninguno, quered a todos: a los niños y a los enfermos. A los que sufren dadles un poco de alegría y de paz.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Gracias a todos por las oraciones que hacéis.

Marisa - Adiós.

Roma, 7 de abril 2005 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, habéis perdido a una persona querida por todo el mundo: el Papa Juan Pablo II. Tenéis que pensar que estaba gravemente enfermo y era muy anciano. Se ha entregado enteramente por la Iglesia. Por desgracia muchos prelados han tergiversado sus enseñanzas y se han apartado del camino recto.

Millones de personas han orado por su curación, pero no han pensado en orar por su partida. De todas formas las oraciones no se han perdido, porque el Santo Padre ha muerto, y porque ellas han proporcionado muchas gracias sobre la humanidad.

Lo mismo vale por las oraciones que habéis hecho por vuestra hermana. ¿Creéis que Dios no os ha escuchado, porque ella no se ha curado ni se curará? Sin embargo vuestras oraciones han ido a parar en beneficio de muchas personas que tenían necesidad.

Todo esto tiene que ayudaros a amaros. No habléis nunca a la espalda de nadie, no seáis chismosos. Si oráis con amor y sinceridad, seréis bendecidos y ayudados por Dios. Orar por los otros, ayuda a salvar a las almas.

Gracias por la adoración eucarística que hacéis con tanto amor.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo. Os traigo a todos junto a mi corazón. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa - Queridos hermanos y hermanas no tengo palabras para agradeceros por todas las oraciones que habéis hecho por mi; no creo que merezca tanto.

Mi testamento es que os améis los unos a los otros. No tenéis que amar sólo a las personas simpáticas, sino a todos, porque Dios ama a los buenos y a los malos.

Espero que al menos otra vez pueda estar con vosotros para daros las gracias en persona. Nuestra Madre repite siempre: "Amemos y amémonos"; sólo el amor lo vence todo y nos lleva al Paraíso.

También yo he orado y sufrido por vosotros, por vuestras familias y continuaré haciéndolo. Sufro y lo ofrezco a Dios.

No me cansaré nunca de repetiros: amaos y respetad a nuestro Obispo; Dios no podía darnos un don más grande.

No oréis por mi curación, sino por mi partida, porque estoy cansada de sufrir. Si Dios quiere que vaya al Paraíso, continuaré orando por vosotros, pero sobretodo por mi Obispo, mi padre, mi hermano, mi amigo.

Una vez más, gracias. Adiós a todos.

Roma, 10 de abril 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Te encomiendo a algunas personas, especialmente Ágata y María Winkler, están muy enfermas; tu puedes interceder ante Dios para ayudarlas. Yo me ofrezco a ti por entero.

Te lo suplico: haz descansar a nuestro Obispo, está muy cansado. Cada uno tiene que seguir su camino, yo sigo el mío, porque Dios lo quiere así.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es una gran alegría para mí estar en medio de vosotros y oíros rezar, hay mucho por lo que orar. Muchas veces oigo al Obispo que dice: "Enseñad a orar a los niños, incluso a los pequeñitos". Mariasole puede orar con sus gritos y con su llanto, Sara y Emmanuel pueden orar diciendo: "Jesús, te amo"; es fácil para Emmanuel y quizás también para Sara. Hay otros niños: Samuel, Jacobo, David María, Mauro, sus oraciones son muy agradables a Dios.

Vosotros, que estáis haciendo este camino desde hace tiempo, no os desaniméis y seguid adelante con la oración, la adoración y el sacrificio.

¿Cuántas veces os he dicho que os améis? El amor comporta también sacrificio, no comporta solamente alegría y no es sólo para quien es simpático; el amor tiene que abarcar a todos, hasta el final. Orad por el nuevo Papa y ayudad a vuestra hermana a aceptar los grandes sufrimientos que Dios le pide. Recordad: la muerte de toda persona es vida, no tenéis sólo que llorar, sino también alegraros porque el alma vuelve al Padre. También vosotros tenéis que estar preparados para morir, porque no sabéis a que hora la hermana muerte se presentará, por tanto vivid siempre en gracia y amando al prójimo, incluso a los que hacen sufrir.

Tratad de poner en práctica cuanto os está diciendo la Madre, porque Dios lo quiere así. Hoy es el tercer domingo después de la santa Pascua y ya os he dicho que todos los días tienen que ser Navidad y Pascua. Cada día tendréis alegrías y algún sufrimiento, haréis pequeños florilegios y experimentaréis el amor recíproco hacia todos. Amaos como Jesús y yo os amamos a todos vosotros.

El sufrimiento de vuestra hermana ha permitido que algunas almas volviesen al redil; ella no se da cuenta que el mérito es suyo, después de Dios, naturalmente.

Orad por el nuevo Papa, para que gobierne la Iglesia de manera buena, pura e inmaculada.

Marisa - Te encomiendo de nuevo a aquellas personas que te he nombrado, me importan mucho. Si es la voluntad de Dios que vayan al Padre, que se haga siempre Su voluntad.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo ordenado por Dios, y vuestro, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, adiós a todos vosotros que estáis presentes. Adiós, mamá.

Roma, 14 de abril 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Creedme, este es un momento delicado e importante para orar. El 18 empieza el cónclave y no podéis imaginar cuantas luchas hay entre cardenales y cuantas miserias hay entre ellos; por esto os pido a vosotros que oréis. Tenéis razón, la Madre os pide siempre que oréis, una vez por un motivo, otra vez por otro, pero esta es la vida humana, es necesario orar para obtener lo mejor y para que Jesús, mi Jesús, os ayude a todos.

Es un momento difícil, de gran sufrimiento y hay una lucha continua entre las personas que ocupan altos cargos. Recordad que si el Espíritu Santo no interviene, el que sea elegido Papa, ciertamente no será aquel que Dios quiere y el que quería vuestro Papa, Juan Pablo II.

Cada hombre tiene sus imperfecciones y por esto no pierde el Paraíso; sólo por los pecados graves se pierde el Paraíso. Vosotros continuad orando y no os canséis de orar por vuestro Obispo y por el cónclave que está a punto de empezar. Hay una lucha tremenda entre los cardenales porque cada uno quiere su Papa, cada uno quiere mandar. Digo a todos, jóvenes y menos jóvenes, que no os canséis de orar; no digáis que estáis cansados y que tenéis sueño, porque cuando vais a trabajar, ponéis toda la buena voluntad para llegar a tiempo. Yo pido oración, oración, oración.

Doy las gracias a los que han hecho la adoración eucarística y ponen todo su amor en hacerla. Mientras vosotros hacéis adoración en la capilla, el Obispo y la Vidente la hacen en casa, porque la Vidente no puede bajar. Adorad a Jesús Eucaristía, amad a Jesús Eucaristía. Os lo repito una vez más: orad por vuestro Obispo y por todos los cardenales que participarán en el cónclave.

Cambio de tema. Una persona ha dicho que no se haga hablar a Marisella, porque oírla hace daño y se sufre. No, Jesús quiere que vuestra hermana os comunique la carta de Dios, vosotros escuchadla tal como pueda hablar, hoy tiene un poco más de voz. Ayer tarde estaba partiendo hacia el Padre, pero las oraciones del Obispo y de sus sobrinos presentes han permitido que permaneciese todavía en medio de vosotros. Junto a ella orad por el cónclave y por vuestro Obispo.

Marisa - Virgencita, te encomiendo a la señora María Winkler, a la pequeña Anna y a tantas otras personas que tienen necesidad de tu ayuda. Te lo ruego pide ayuda a Dios, no para mi, sino para estas personas. Están muy enfermas y tienen hijos. Te doy gracias por Sara, me has hecho un gran regalo. Cuando haya necesidad, tómame enseguida y llévame donde quieras. Te lo agradezco.

Nuestra Señora - Gracias a ti, Marisella, por todo lo que haces por la Iglesia, por el Obispo y por las personas enfermas. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Felicidades a todos y gracias de parte de Marisella por las oraciones que hacéis por ella.

Marisa - Adiós.

Roma, 21 de abril 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Os tengo que decir que una vez más Dios os ha pedido una gran prueba, muy dura y muy pesada. ¿Por qué lo ha hecho Dios? No podéis saberlo, pero es cierto que no os abandonará.

La Madre os da las gracias por lo que habéis hecho. Hay quien ha hecho ayuno, quien ha hecho adoración y quien ha orado; continuad, el que pueda, haciendo todo esto por vuestro Obispo. Dios, vosotros lo sabéis, espera el momento favorable para realizar sus intervenciones y espera la conversión de los grandes hombres de la iglesia. No olvidéis lo que he dicho a sor Lucía: "Habrán Cardenales contra Cardenales y Obispos contra Obispos"; en el cónclave ha habido una lucha muy difícil y muy dura entre los cardenales.

Ha sido elegido el Papa, dejémosle disfrutar, deseémosle que se comporte bien, que ame verdaderamente a la Iglesia, de todos modos antes o después también él os dejará. Digo solamente: orad por su conversión y la de los grandes prelados.

Ánimo, mis queridos hijos, la Madre sufre con vosotros; yo no os he dejado, Dios no os ha dejado. Dios os ama. Vosotros pensáis: "¿Es este el Amor de Dios?". El amor de Dios es grande, Él sabe qué hacer y cómo comportarse, por tanto no os preguntéis tantos porqués y orad. El que paga por todo esto es vuestro Obispo y vuestra hermana: su sufrimiento continuará hasta la elección de vuestro Obispo. Por tanto orad y amaos, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - ¿No nos das la bendición?

Nuestra Señora - No, porque está Jesús conmigo y cuando está presente Jesús, bendice con su simple presencia.

Adiós a todos y buena S. Misa.

Marisa - Adiós. Se ha ido.

Roma, 24 de abril 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Yo también esperaba que vuestra hermana bajase, pero por desgracia su salud empeora y el sufrimiento continúa. Cuanto más aumenta el sufrimiento más dificultad tiene en sostenerse en pie y en estar sentada. Esto no os tiene que preocupar. Quiero que oréis por el Santo Padre, por todos los que lo circundan, pero sobretodo por vuestro Obispo.

Es difícil para vosotros comprender ciertas situaciones, no podéis comprenderlas, porque Dios tampoco puede explicarlo todo; por esto os invito a la oración. Y luego, como siempre, me repito: amaos. Sois pocos y tenéis que amaros mucho, mucho más. Amad a los que están lejos y que no creen, pero sobre todo amad a mi Jesús, a Jesús Eucaristía. Ahora ya lo habéis comprendido: desde que vuestro Obispo ha hablado de la Eucaristía, todos hablan y hacen adoración. No citan nunca la fuente, pero a vosotros os tiene que bastar que se hable de la Eucaristía y que se ame la Eucaristía.

Mis queridos hijos, dentro de poco llegará la fiesta de Pentecostés, el 15 de mayo. Justo en ese día festejaréis a vuestro Obispo, y quizás también a la Vidente; hay un quizás muy grande, porque cada día que pasa el sufrimiento aumenta y la salud declina.

No os digo nada más, os traigo solamente la carta de Dios en la que se habla sólo de amor y de adoración eucarística.

Mis queridos hijos, ¡cuánto os amo yo, pero sobre todo cuánto os ama Dios! Hoy hay mucha gente en S. Pedro para festejar al Santo Padre, y vosotros sabéis cuál es la situación, aunque no diga muchas palabras. Os lo repito: orad, sobretodo leed el S. Evangelio, leed las cartas de Dios y os daréis cuenta que cada vez son más hermosas, precisas, y de cómo os prepara Dios a todo lo que ocurre en el mundo.

Vuestra hermana sabía desde hace tiempo, por revelación sobrenatural, quien sería elegido Papa y lo ha comunicado a vuestro Obispo. También otros, especialmente extranjeros, sabían desde hace años, pero no de lo alto, quien sería elegido. Meditad sobre esto y orad por el Santo Padre. Os preguntáis: ¿también el Santo Padre tiene necesidad de oraciones? Sí, e incluso de mucha oración. Pero vosotros sabéis que tenéis que orar sobretodo por vuestro Obispo, para que sea reconocido por el que ha sido elegido por los hombres: el Santo Padre.

Gracias por todo lo que hacéis.

Junto a mi Obispo, santo Obispo, y vuestro, os bendigo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Invocad al Espíritu Santo cada día. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, Adiós.

Roma, 28 de abril 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¡Todos se han ido! ¡Viene la Virgencita!

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Vengo siempre en medio de vosotros con gran alegría. Justamente, como ha dicho vuestro Obispo, es hermoso orar, hacer adoración y escuchar la S. Misa, pero no tenéis que olvidaros de amar, de tener caridad hacia todos. Muchas veces os he dicho: amad a los enfermos, ayudad a todos los enfermos, grandes y pequeños.

No pongáis excusas como: "Tenemos miedo de estorbar", para sustraeros a estos actos de caridad. Si el Obispo alguna vez ha dicho que no a quien quería visitar a Marisella, es porque vuestra hermana sufría la pasión y no podía hacer subir a las personas, o hacerla responder al teléfono. Que no ocurra más este inconveniente, porque estáis caminando bastante bien, estáis yendo adelante. Vosotros oráis mucho, pero tenéis que tener mucha caridad y sensibilidad hacia todos; quien no tiene caridad, quien no tiene sensibilidad, quien no dice la verdad, no está con Dios, está contra Dios. Para demostrar que tenéis amor hacia todos no tenéis que hacer corrillos, no tenéis que hacer amistad solo con algunos, sino con todos. Tenéis que ser un grupo unido y cuando hay algo que no funciona, tenéis que hacerlo comprender también al otro: esto vale tanto para los jóvenes como para los adultos. Tenéis que tener amor hacia todos, no solamente para los amigos con los que salís; no tenéis que abandonar a las otras personas y sobretodo a los enfermos. Os había pedido que hicierais voluntariado, lo habéis empezado, pero luego habéis cesado. ¿Por qué? Y sin embargo hay muchas personas entre vosotros que están libres.

A pesar de todo esto, yo os amo, mis queridos hijos, ya os lo he dicho otras veces, os amo inmensamente. No podéis imaginar qué grande es mi amor por vosotros. Ahora os pido que oréis por vuestra hermana, para que pueda bajar al menos para la fiesta del 1º de mayo, cuando tres parejas de jóvenes harán, unos la promesa y otros el empeño. Para ella, bajar el 13 de mayo será un poco difícil porque la función es por la noche, pero orad para que el 15 de mayo pueda estar al lado de Su Excelencia, como lo ha estado siempre. Ahorradle el que hable, porque cuando habla, se le va la voz. Espero que lleguéis a comprender lo que digo: oración, oración, oración. Haced como los apóstoles que mientras iban de una ciudad a otra para enseñar el Evangelio, oraban. ¿Cuántas veces he dicho: cuando una persona se equivoca tiene que ser reprendida según el Evangelio, con caridad y amor?. No tenéis que decir: "No importa, todo ha terminado, todo ha pasado". No, esto no está bien, tenéis que hacer la corrección fraterna, esto es lo que os he enseñado desde hace tiempo, especialmente a aquellas personas que desde hace años vienen aquí.

Adiós, Sara, ¿le das un beso a la Virgencita?

Mis queridos hijos, amaos también vosotros como yo os amo y ayudaos mutuamente. Cuando dais un paso adelante continuad dando más y yo estaré siempre con vosotros, Jesús estará siempre con vosotros, el Espíritu Santo estará siempre con vosotros y todos los ángeles y los santos estarán siempre con vosotros. El Papa Juan Pablo II ha subido al Paraíso con Nosotros, no está delante porque ha subido el último. Rezad a los que están el Paraíso, porque ellos a su vez rezan por vosotros. Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Adiós, Sara, ¿mandas un besito a la Virgencita?. Adiós, tesoro.

Marisa - Adiós. Ayúdanos, Virgencita, a ser buenos, a ser como Jesús quiere. Nosotros lo intentamos, pero ya sabes que tenemos muchas imperfecciones.

Adiós. Adiós, mamá. Está bien, no será tan fácil para mi, ya hago un sacrificio, el de no poder cantar y tu sabes que me gusta cantar. Bien. Adiós, adiós.

Excelencia, primero se ha ido la Trinidad, con los ángeles y los santos y después ha venido la Virgen con otros ángeles y santos. Oremos y amémonos.

Mensajes de Mayo de 2005

Roma, 1 de mayo 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. En primer lugar mis mejores deseos son para los jóvenes que hoy se prometerán o comprometerán.

Marisa - Estoy muy decaída y no soy capaz de hablar con una voz más fuerte. Sé que todos rezan por mi; dales a ellos la satisfacción de que pueda estar un poquito mejor. He orado mucho por los papas, he orado mucho por el Obispo, por los jóvenes y por los adultos, ahora, por orden del Obispo, te pido que me permitas estar mejor.

Nuestra Señora - Felicidades a los jóvenes y a todos vosotros presentes. Mis queridos hijos, acoged este gran don que Dios os ha hecho, gracias a vuestra hermana, porque estáis juntos por sus oraciones y sufrimientos.

No puedo deciros otra cosa que oréis, para que se haga hasta el fondo la voluntad de Dios. Sobretodo orad por vuestro Obispo, para que tenga la fuerza y el valor de continuar adelante.

Un beso a todos los niños presentes y un saludo a todos. A ti, mi querida hija, un beso de parte de Dios. Gracias.

Orad, orad, orad especialmente en este año eucarístico, que también es el año de la Madre de la Eucaristía. Recordad que la Madre de la Eucaristía se ha aparecido sólo en este lugar.

Junto a mi Obispo y vuestro bendigo a los que se prometen y a los que se comprometen y a todas las personas presentes. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós a todos.

Roma, 5 de mayo 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Jesús - Yo, Jesús, hoy he subido al Cielo. Las puertas se han abierto y el Paraíso acoge a todos los que aman a Dios, que hacen la voluntad de Dios. Vivir en la Tierra se vuelve cada vez más difícil y pocos tienen el valor de vivir santamente en la Tierra. Conozco poquísimas personas que viven santamente en la Tierra y por esto son combatidas, criticadas, calumniadas, pero no importa, el Paraíso está abierto para todos los hombres de buena voluntad, para los que hacen la voluntad de Dios y que aman al prójimo. Amor, os lo he dicho muchas veces, significa: sacrificio, oración, donación, actuar como lo hace mi Madre con vosotros.

Yo he subido al Paraíso para abriros las puertas, ahora os toca a vosotros subir aquí arriba cuando Dios os llame.

Os preguntáis porqué las personas buenas sufren tanto. Por voluntad de Dios, para salvar a las almas y para amar a todos los que hacen sufrir. El domingo haréis una gran fiesta para celebrar la Ascensión, pero os digo desde ahora que si venís por vuestra hermana, ella no estará por orden del médico; si en cambio venís porque habéis comprendido que es importante ante todo amar a Dios, incluso si las personas llamadas por Él están ausentes, entonces sois bienvenidos.

Os invito a orar por la pequeña Priscila, por Ana, por María Winkler y por todas las almas que tienen necesidad de ayuda. Los niños enfermos son muchos, creedme, basta ir a un hospital y ver cuantos hay; os invito a orar por ellos. Os invito a orar por vuestro Obispo y por vuestra Vidente. Orad y amaos. Os repito lo que mi Madre os ha dicho ya: "No cotilleéis, no os dividáis en pequeños grupos, amaos todos, ayudaos mutuamente si queréis gozar del Paraíso. Gracias por todo.

Junto a mi Obispo y vuestro, Yo, Jesús, y la Madre os bendecimos a vosotros y a vuestros seres queridos. Bendigo a todos los niños y a los enfermos. Bendigo a Ágata, a Ángel y a todas las personas que tienen necesidad de Mi ayuda. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Sí, lo he visto todo, pero estoy muy cansada. He visto a Jesús, a los papas, a la Virgen, a mi madre, a todos. Estoy muy cansada, tengo miedo de no volver a recuperarme. Paciencia, que se haga la voluntad de Dios. Adiós a todos, adiós. Está bien.

Excelencia, se han ido todos.

Roma, 7 de mayo 2005 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Desde 1993 yo me aparezco en este lugar taumatúrgico cada primer sábado de mes; algunas veces han habido muchas personas, otras veces pocas. Las personas están dispuestas a hacer kilómetros y kilómetros para ir a los lugares donde creen que yo aparezco y sin embargo hay solamente una persona que habla, en cambio aquí yo estoy presente. Os repito una vez más que yo me aparezco solamente en este lugar taumatúrgico como Madre de la Eucaristía. Muchos se han apropiado de este título, porque es el año eucarístico, pero yo, la Madre de la Eucaristía, me aparezco solo en este lugar.

Me aflige muchísimo oír hablar mal del Papa Juan Pablo II y del Papa Benedicto XVI. Los hombres de la Iglesia hacen carreras para ver quien habla peor el uno del otro. Juan Pablo II está aquí a mi lado, él está triste por todas las maldades que se dicen a cuenta suya y por el mal que continúan haciendo los cardenales y los obispos, que dicen que aman a Dios y sin embargo no aman a nadie.

Dios me manda aquí, a un pequeño lugar, donde hay personas humildes y una vidente muy enferma. Yo vengo, me quedo con vosotros, escucho vuestras súplicas, vuestras oraciones y veo vuestros corazones que laten de amargura, de alegría, de sufrimiento. Todo esto se acabará pronto. Yo digo siempre que oréis por el Santo Padre. No os maravilléis si digo que oréis por su conversión, también él es un hombre. Se necesita orar por la conversión del Santo Padre, de los cardenales, de los obispos, de los sacerdotes y de los laicos: adultos y jóvenes. Es necesario orar para que se conviertan en santos. Es fácil llegar al trono de Dios si uno se comporta bien, si acepta hacer la voluntad de Dios y ama a sus hermanos. Es muy hermoso hablar con los niños, con los pequeños, recoger su sonrisa, su llanto, su amor, pero para los adultos esto es muy difícil.

Mañana es la fiesta de la madre, por tanto es también mi fiesta. ¿Qué haréis para la fiesta de vuestra Madre? Orad muchísimo para todas las madres porque tienen que educar a los hijos y los tienen que llevar a la conversión. Lo que más me interesa es que oréis por el Santo Padre y por vuestro Obispo, para que sea ayudado a llevar adelante su misión, muy hermosa, muy grande y muy difícil. ¿Verdad, Marisella?.

Marisa - Sí.

Nuestra Señora - Cuantas veces os he dicho: daos la mano, formad una cadena, elevad lo ojos al cielo y orad a Dios Omnipotente diciendo: Padre Nuestro… Gloria al Padre…" Por obediencia a Dios y por amor, recitemos el Ave María.

Mis buenos deseos son para todos los niños, especialmente Samuel, que ha cumplido cinco años. Vosotros, jóvenes, orad más, orad de rodillas, si podéis, no estirados en la cama, porque os dormís. Amad a Dios, a Jesús, al Espíritu Santo, a la Madre de la Eucaristía y a vuestro Obispo. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños, a los enfermos: Ágata, Ángel, María Winkler, Priscila. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - El doctor me ha dicho que mañana no puedo bajar. ¿Me dejarás bajar el 15 de mayo?.

Nuestra Señora - Que se haga la voluntad de Dios. Marisella.

Marisa - ¿Podré bajar?

Nuestra Señora - Abandónate a Dios.

Marisa - Adiós, adiós.

Don Claudio, Excelencia, perdón, he pedido por dos veces que me deje bajar y me ha respondido que me abandone a Dios.

Obispo - Oraremos todos para que puedas bajar.

Marisa - Menos mal que ahora tengo un poco más de voz.

Obispo - Sí.

Roma, 8 de mayo 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Felicitaciones a todas las madres y a las abuelas, doblemente madres.

Marisa - Te encomiendo a María Winkler, Ágata, Nicola, la pequeña Priscila, Ana y todas las personas que están hospitalizadas, ayúdalas, no las abandones, si quieres, si puedes, si Dios quiere.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, vosotros no podéis imaginar cuán grande es el deseo de Dios de daros lo que ha prometido, pero nos encontramos en un laberinto del cual es difícil salir. Como ya os dije ayer, un Papa muerto y ya en el Paraíso es criticado por lo que ha hecho; otro Papa, apenas elegido, trata por todos los medios de sobresalir y de llamar la atención de todos los fieles para que lo sigan a él. Por esto os he dicho que oréis por el Papa: es muy importante. No podéis ni siquiera imaginar lo que puede suceder: luchas en la Iglesia, los cardenales se destruyen y los obispos se desaniman. ¿Cuál es su preocupación? El poder. ¡Oh sí!, la búsqueda del poder está siempre en primer lugar; por esto os invito a orar. Vosotros estáis impacientes como lo estoy yo también para que vuestro Obispo sea reconocido por el Papa; a veces se acerca esta jornada grandiosa y a veces se aleja, como ahora, porque al Papa es necesario hacerle muchas correcciones, en todo y por todo. Madres, abuelos e hijos, orad, orad por el Papa, por todas las madres y por todos los niños, especialmente por los enfermos en los hospitales, que a veces están solos, muy solos.

Ánimo, estoy siempre a vuestro lado.

Os lo ruego: con Ágata sed fuertes y dulces al mismo tiempo, tratad de comprender a Nicola, vive una situación muy crítica. Estuve orando hasta ayer por Ángel, ahora está curado.

Mariasole, tienes que aprender a mandar un beso a la Virgencita. Sara, manda un beso a la Virgencita. Buena chica, Sarita.

No tengo nada más que deciros, hijitos, a no ser que os vuelva a repetir los buenos deseos para todas las madres, pero sobretodo, orad, orad, orad por la Iglesia. No podéis imaginar, y lo digo desde hace tiempo, lo crítica que es la situación de la Iglesia. No os dejéis engañar porque vaya mucha gente a San Pedro. No sabéis lo que hay dentro de aquél que ha sido elegido Papa. Al menos tú, Excelencia, que lo sabes, no te tienes que desanimar porque vuestra situación no se arregle. ¿Cómo se puede arreglar? ¿Quieres ir enseguida dentro de una cueva de víboras o quieres permanecer todavía donde estás para ayudar a la Iglesia a renacer? Cuando te quedes solo y llegues donde sabes, al inicio de tu trabajo será muy difícil y comprenderás porque Dios ha esperado tanto.

Marisa - Quería pedirte: ¿me permites que baje el domingo? No digo el 13 y la vigilia, porque es tarde, pero el domingo haz que pueda bajar junto a mi comunidad.

Nuestra Señora - Marisella, ves por ti misma que cada día hay algo que no funciona. Ayer parecía que todo iba bien y luego, de improviso, te sentiste mal. Si te coge una crisis en medio de los demás, ¿qué haces?

Marisa - Está Selenia. Ella me ayuda. Está bien, pensemos en hoy, en orar, en festejar a las madres, a las abuelas y a todos los niños. Mariasole, manda un beso a la Virgencita. Sarita lo ha mandado. ¿Verdad, Sarita?.

Nuestra Señora - Ánimo. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa - Cuando encomiendo las personas a la Virgen, tenéis que orar también vosotros, porque están muy enfermas. Cada vez que tengo que hablar, siento ahogo.

Roma, 13 de mayo 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. La fiesta en el Paraíso ya empezó ayer. La abuela Yolanda y la abuela Esperanza han disfrutado conmigo y con Jesús. Quizás os preguntaréis: "¿Cómo es que la fiesta empezó ayer?". Ninguno de vosotros sabe que hoy Marisella festeja las bodas de oro: 50 años de dedicación a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. Como dice Su Excelencia, Monseñor Claudio Gatti, después de la víspera empieza la gran fiesta. No podéis imaginar qué importante es esta fiesta para vuestra hermana, aunque la salud vaya declinando y las dificultades de la vida aumenten. A pesar de todo, ella se alegra junto a nosotros, también su madre se alegra, sonríe, está contenta y se coge de la mano de la abuela Esperanza, su madre.

Es una gran alegría para nosotros en el Paraíso tener almas que durante 50 años han ofrecido su vida a Dios. No hay necesidad de ser declarados santos por la autoridad eclesiástica, no hay necesidad de exponer el tapiz en el balcón de S. Pedro. Dios ha ayudado a vuestra hermana en todo y por todo. Cuando vosotros decíais: "¿Qué hace Dios? ¿Dios no nos ayuda? ¿Nos ha abandonado Dios?", vuestra queja era justa, pero Dios no os había olvidado. Os lo repito: si Dios os hubiese olvidado, vuestra hermana hoy ya no estaría, habría ido con su madre, con su abuela y con todos los que han muerto y están salvados: su querida Fatina y tantas otras almas. Para canonizar a una persona muerta, que es considerada buena por todos, hacen falta muchos estudios, pero para Dios no es así. Todos podéis convertiros en santos para Dios sin necesidad de tantos estudios ni de tantas palabras que a veces no son justas ni exactas.

Los santos son los que hacen la voluntad de Dios, aman a Dios, se dedican a Él. Sólo Dios, vuestra hermana y Su Excelencia saben lo que ha sufrido, cuanto ha sufrido Marisella y cuanto silencio ha habido en torno a ella. Hacedla feliz, ha de vivir todavía poco, amadla. Amad a todos, daos vosotros mismos a los otros.

Hoy, 13 de mayo, vuestra hermana festeja el 50º aniversario de su donación a Dios, de sus votos de pobreza, castidad y obediencia. Festejadla, cantad lo mejor que podáis, cantad también por ella, porque su voz ya no volverá. Esto la hace sufrir mucho y ella, entre lágrimas y el llanto, ha aceptado también esto. Estos son los santos: los que hacen la voluntad de Dios. A veces parece difícil, pero es tan hermoso hacer la voluntad de Dios, es tan hermoso amar y prodigarse por los otros. Mis queridos hijos, sé que es tarde, que tenéis todavía mucho que hacer y yo no puedo continuar haciendo hablar a vuestra hermana, porque la voz desaparecería del todo. Junto a mi está su amado esposo Jesús y su madre.

Te ruego, Marisella, que estés al lado de Ana.

Marisa - ¿Cómo lo hago para estar a su lado? Ella vive en un lugar y yo en otro, pero oro mucho por ella.

Nuestra Señora - Sed verdaderamente dos hermanas, como Dios quiere. Amaos, no miréis lo que hacen los otros. ¿Ves cuántas almas salvadas te miran, sonríen y oran por ti? Tu tienes muchas hermanas, hermanos, tienes sobrinos y nietos.

Tu vida es un emblema, es un florecer de amor, de servicio a todos. Yo te deseo todo bien, hija mía.

Jesús - Yo soy tu amado esposo. Ven, dilecta, entre mis brazos y te llevaré conmigo a las alturas estupendas del Paraíso. Emmanuel y Sara, tenéis que ser dos buenos niños que aman al papá, a la mamá, a la abuela y a los tíos. Emmanuel, no molestes a tu hermanita, Sara es pequeñita.

Marisa - Ven, Sara. La quería coger, pero se ha ido.

Jesús - Mi abrazo llega a todos los niños, a todos tus sobrinitos.

Marisa - Te encomiendo a Samuel, a su madre, a Ágata, a María Winkler, a Priscila que está curada gracias a ti. Te encomiendo a todas las personas enfermas.

¡Mamá! Mamá, ¿tu no me dices nada?

Abuela Yolanda - Hija mía, me has dado tanto ejemplo, que me has llevado hasta aquí arriba. Trata de querer mucho a tus hermanos y a tu hermana.

Marisa - Sí, ya lo hago, yo los quiero mucho a todos, pero tú dile algo a Ana, le gustaría mucho que le dijeras algo.

Abuela Yolanda - Te quiero mucho, hija mía, te quiero mucho, Ana. Ánimo, la vida no es tan fácil para ti, pero tu madre está a tu lado; incluso cuando descansas yo te vigilo. Hago lo mismo contigo, Excelencia Reverendísima. Todo el amor que te he dado y que te doy ahora es para ayudarte en todo y por todo, pero no digas nunca que os hemos abandonado.

¿Me mandas un beso Emmanuel? ¿Sara me mandas un beso?

Gracias mis queridos hijos, gracias a todos vosotros que habéis orado, hecho sacrificios, ayunos y adoración eucarística por vuestra hermana. Gracias, gracias por todo.

Marisa - Mamá, estás hablando tú, ¿has tomado el lugar de la Virgencita?

Abuela Yolanda - ¡Tengo tantas cosas en el corazón!.

Marisa - Se ha ido junto a la abuela.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre, os doy las gracias y os bendigo por todo lo que habéis hecho. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós a todos, sois tantos que no sé si saludar. Adiós, mamita, ayuda a Ana, ayuda a todos. Adiós, abuela, adiós, Fatina, adiós a todos. Hay tantos niños, está Stefanuccio y todos nuestros demás niños. Adiós a todos.

Se van todos como una avalancha.

Roma, 15 de mayo 2005 - h. 11:00 a.m. (Carta de Dios)

Jesús - Soy vuestro Jesús y no tengo palabras para agradeceros por todo lo que habéis hecho. Hoy es la fiesta del Espíritu Santo y estamos aquí los tres: Dios Padre, Dios Espíritu Santo y Dios Hijo. Está la Madre de la Eucaristía y están presentes todos los ángeles y los santos, desde los pequeños a los grandes. Ha sido una gran alegría para Mi ver con cuanto amor habéis tratado de prepararlo todo, pero lo que me ha impresionado mucho es la red de los pescadores. Vosotros no lo veis, pero está el mar y los pescadores que recogen los peces. Tiene un significado hermosísimo, nadie podía pensar una cosa de esta índole, y sin embargo alguno ha llegado a hacer lo que a Mi me gusta tanto. Todo ha sido muy hermoso.

Se que es muy difícil hablar cuando llegan las grandes fiestas, porque hay quien está alegre y quien sufre. Vosotros no podéis imaginar qué difícil ha sido para vuestra hermana bajar; estaba contenta de estar en medio de vosotros, pero al mismo tiempo sufría muchísimo. El problema de la voz le hace sufrir mucho, pero vosotros, que sois buenos y comprensivos, podéis ayudarla. Dejemos este tema, lo retomaré en las conversaciones que tendré con ella, cuando le diga todo lo que tengo que decirle. En estos días ha tenido la alegría de ver al lado de la Virgen a su madre, a su abuela, a los sobrinitos y a todos los que la han amado. Ella ha dado las gracias continuamente a las personas de la comunidad que han orado mucho por ella. Pero dejemos estar también esto, pensad en la red, en los pescadores y sobre todo en la fiesta del Espíritu Santo. Cada año repito que oréis al Espíritu Santo, no os olvidéis de Él. Tratad por todos los medios de amaros. Cuantas veces, sea la Madre de la Eucaristía que vuestro Jesús, han repetido: "Amaos, amaos, el tiempo está cerca, no dura eternamente; convertíos y creed en el Evangelio". Amaos el uno al otro como Yo, Jesús, os amo a vosotros. No me prolongo más, no querría que le faltaran las fuerzas a vuestra hermana, porque entonces no disfrutaría ni siquiera de la S. Misa. Yo, Jesús, puedo ayudarla, Nosotros podemos ayudarla, pero vosotros sabéis cuál es el designio de Dios; todos tenéis que aceptarlo con amor. Pensad en la red, pensad en orar al Espíritu Santo y amaos como Yo os amo, como vuestro Obispo os ama. Hoy el Obispo está de fiesta, ya que es Pentecostés, va vestido de rojo; ¿os habéis dado cuenta? Lleva el sobrepelliz. ¿Sabéis lo qué es? El sobrepelliz es aquel hábito blanco que llega hasta las rodillas. Gozad en este día en todo y por todo. Participad con alegría en el ágape, ayudaos mutuamente, quereos mucho, quereos mucho, quereos mucho. Tenemos, tenéis que salvar la Iglesia; conseguiréis salvarla si oráis, os amáis y continuáis haciendo adoración eucarística y ayuno, pero sólo quien pueda hacerlo, no estáis obligados, os lo ruego.

Es lógico que las felicitaciones del Paraíso sean para mi Obispo y vuestro, para la Vidente y para todos vosotros, para todos los niños y para los enfermos: Ágata, su marido Nicola, el pequeño Samuel, aunque no tenga una enfermedad grave, para María Winkler y para tantos otros enfermos que sufren. A Yolanda le ayudan. Orad sobretodo por los enfermos; vuestro Obispo dice que el enfermo es antes que nada. Tenéis que orar primero para su conversión y después para su curación. Si llegan las dos, gracias a Dios.

Yo, Jesús, bendigo lo que vuestra hermana ha querido regalar a los jóvenes. Vosotros, adultos, no os ofendáis, sois demasiados. Bendigo a todos vuestros objetos sagrados.

Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Recordad la red, la estrella de mar y las conchitas

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, Jesús y gracias. ¿Me permites tener un poquito más de voz? Ayer hablaba un poquito mejor. No cantar me cuesta y Tú lo sabes. ¡Está bien, adiós, Jesús!.

Se ha ido con todos y está sonriente.

Obispo - Menos mal.

Marisa - Reía y miraba la red. La red le ha impresionado.

Obispo - También a mi me ha impresionado la red.

Roma, 22 de mayo 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy es la gran fiesta de la Santísima Trinidad; orad a Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, no os canséis nunca de orar a la Santísima Trinidad.

La situación de la Iglesia continua empeorando, los hombres de la Iglesia hablan constantemente y es difícil creer cuanto dicen. ¿Cuándo se sabrá la verdad? ¿Tendrá que hablar Dios en persona para que se conozca? Hablan del secreto de Fátima y no dicen la verdad. Parece que no tengan confianza en vosotros pequeños hombres y se burlen de vosotros. Se aprovechan de vosotros porque no sois de alto rango, no sois grandes licenciados, no sois grandes personajes y no dicen la verdad. A cualquier hombre que he oído hablar de este secreto ha dicho estas palabras textuales: "Pero, ¿nos toman por estúpidos? Si el secreto no era malo, si no era preocupante, ¿por qué no lo han revelado los anteriores papas?.

Mis queridos hijos, los hombres, aunque sean sencillos, no son estúpidos, más bien a veces son más inteligentes que los que han estudiado tanto. Científicos y teólogos han estudiado el secreto de Fátima, pero ninguno de ellos ha entendido que si éste, hubiese sido bonito, tenía que haber sido revelado para la alegría del pueblo, para la alegría de la gente. Os invito a orar, para que se sepa la verdad.

Mis queridos hijos, os he de decir algo que no os gustará. Alguien se ha permitido decir que aquí es todo una payasada y esto ha hecho sufrir a algunos, sobre todo a vuestro Obispo. Si vosotros pensáis que venir aquí, orar, hacer la promesa y el compromiso es una payasada, marchaos. Tres personas de la comunidad, en lugar de defender al Obispo, se han puesto a reír y a bromear, considerándolo un chiste. Hay personas que hacen pecados sin darse cuenta. La glotonería es un pecado, reír sobre acusaciones graves, sobre todo dirigidas al Obispo, es pecado. Es hora de terminar de maltratar al Obispo, él no tiene necesidad de ninguno de vosotros, pide solo oraciones. Si para vosotros lo que sucede aquí es una payasada, marchaos. Es hora de terminar, hace ya muchos años que el Obispo es tratado mal por un motivo u otro, sea por los superiores sea por los inferiores. Habéis dicho siempre que defenderíais al Obispo y en todas las fiestas habéis leído poesías y dicho hermosas palabras, elogiándole. Vuestra hermana dijo una vez que habláis bien pero reaccionáis mal, ésta es la sacrosanta verdad. Los que han reído y bromeado sobre la palabra ofensiva dirigida al Obispo y a la comunidad, no están en orden con Dios. No se requieren grandes pecados mortales para no estar en orden con Dios, incluso con estas faltas tampoco estáis en orden con Dios, porque han sido ofendidos gravemente el Obispo y la comunidad. Probablemente no conocéis bien el pecado de la glotonería: cuando uno come más de lo que necesita peca de glotonería. Ayer tarde el Obispo bajó para comer por motivos de salud, pero alguno de los jóvenes se lo había comido todo. Esto es glotonería porque ya había comido mucho y bien en la mesa. El Obispo había dicho: "Dejad esto para…" y sin embargo no se dejó nada. Pensadlo bien: reír sobre la frase de que aquí es todo una payasada, es pecado; no es pecado mortal, pero es grave porque han sido ofendidos gravemente el Obispo, los jóvenes y la comunidad. ¿Hacéis el payaso vosotros porque oráis e imploráis a Dios para que todo se vuelva tranquilo y pacífico? ¡No! ¿Entonces? El mío, es un reclamo materno, no una verdadera regañina, pero está bien que confeséis las dos faltas de las que he hablado.

Espero que me hayáis comprendido, aunque nunca antes hubiera hablado de la glotonería. Tratad por todos los medios de mejorar. Cuando tenéis novio o novia no tenéis que sentir que ya habéis llegado a la cima, porque todavía tenéis que crecer, tenéis que madurar. A veces me parecéis niñas en brazos de vuestros novios o niños en brazos de vuestras novias, esto no es bonito. La vida cristiana os tiene que llevar a la fortaleza, a la caridad, al amor, al equilibrio, a la humildad.

Espero que hoy la situación cambie; el que tiene que comprender sabe perfectamente de quién estoy hablando. Y ahora ánimo, corregíos. Estaba a punto de decir, como ha dicho el Papa Juan Pablo II: "Corejíos". Continuad adelante, no habéis llegado a la cima porque tengáis novio o novia, la vida es una lucha continua. Buscad el bien para todos. Cuando Dios quiera que os caséis y tengáis niños, veréis como todo se volverá para vosotros hermoso y sublime.

Os lo repito: una vez más habéis faltado gravemente hacia vuestro Obispo, y esta vez han sido tres jóvenes. Una vez son los adultos, otra vez los jóvenes los que lo hacen sufrir; así vuestro Obispo no puede vivir y ocuparse de todos los compromisos y el trabajo, porque está solo. Algún joven le ayuda, pero es él el que lo tiene que hacer todo. Está solo, tiene que asistir también a una persona muy enferma a su lado, y vosotros lo hacéis sufrir. Que no ocurra más todo esto.

Gracias si ponéis en práctica mi mensaje. Hoy tenía que venir la Santísima Trinidad; la Tres Divinas Personas han querido que yo os dijese esto y os trajese la carta de Dios.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los enfermos y a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Roma, 26 de mayo de 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es vuestro Jesús el que os habla, vuestro Jesús, que mañana será llevado en procesión. Corpus Domini: Yo estoy en fiesta, a pesar de los sufrimientos y de los dolores que siento cuando vengo a la Tierra. Continuad orando, amándoos, ayudándoos mutuamente. Ayudad a convertirse a los hombres de la Iglesia y a las otras personas. Si hablan mal de vosotros o no os escuchan, saludad con una hermosa sonrisa y marchad. ¿Qué más se puede hacer? Yo, Jesús, he despedido por los aires a los tenderetes, he azotado a las personas, he sido muy severo, pero después he vuelto con una hermosa sonrisa para demostrar a los que habían faltado, que mi amor era siempre igual. También vuestro amor sea igual para todos, no tengáis preferencias, simpatías o antipatías; el amor y la caridad se tienen que dar a todos.

Mis queridos hijos, vosotros sabéis cuanto ha sufrido vuestro Jesús, pero hay algunas almas que sufren muchísimo, no sólo tres días, sino durante días y días, años y años, para salvar a los hombres que Dios ha creado. A vosotros os pido que oréis continuamente y os doy gracias por la adoración eucarística que hacéis con fe y amor, pero cuidado al orgullo, a la soberbia, atención a no sentiros que ya habéis llegado a la cima. No todo lo que sucede os tiene que importar, hablo a todos, pero no es para todos. Si vivís en la alegría, todo va bien, pero si llega un sufrimiento corréis al Obispo a llorar y cuando éste pasa, ya no os importa nada, todo os resbala. Cuidado a estos enfados, que pueden convertirse en graves.

Os deseo todo bien a todos por la fiesta del Corpus Domini, que vosotros celebraréis el domingo.

Junto a mi Obispo y vuestro os doy mi bendición a todos. Adiós pequeña Sara, manda un beso a tu Jesús. Adiós, Emmanuel, Mariasole, Jacobo, Samuel, Nicola y todos los niños. Sé que me quieres encomendar a los enfermos.

Marisa - Sí, son muchos y Tu lo sabes. Hay un señor que está muriendo, después están Ágata, María Winkler, Nicola y todos los niños que están hospitalizados. ¿Pasaremos esta noche a saludarlos y a hacerles compañía?

Jesús - Sí, Marisella, esta noche iremos.

Marisa - Gracias.

Jesús - Os bendigo a todos vosotros presentes y a todos los objetos sagrados que lleváis encima.

Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os estrecho fuerte junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós a todos.

Excelencia, estaban todos.

Roma, 29 de mayo 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es normal y justo que sea vuestro Jesús el que venga en medio de vosotros para traeros la carta de Dios. Corpus Domini: hoy es la fiesta grande de la Eucaristía. ¡Si los hombres llegasen a comprender lo importante que es vivir de Jesús Eucaristía cada día! Pensad: ¿cuántas veces coméis al día para vuestro cuerpo? Diversas. Recibir una vez a al día Jesús Eucaristía os da la fuerza y el valor de continuar. Habéis recitado hermosas oraciones, pero necesitáis ponerlas en práctica. Yo, Jesús Eucaristía, estoy con vosotros cuando vosotros estáis conmigo. El que no recibe mi Cuerpo y mi Sangre no puede vivir en gracia, no puede amar, no puede tener sensibilidad hacia el prójimo. Muchas veces mi Madre y vuestra ha dicho: "Vivid en gracia, recibid a Jesús Eucaristía y tendréis la fuerza de soportar los sufrimientos y los lutos en familia". Una persona ha partido hace poco de la Tierra y hace falta orar, para que Jesús la reciba pronto entre sus brazos.

Marisa - Jesús, te encomiendo a una familia que tiene mucha necesidad: papá, mamá, hija; Marco, Lucas, Roberta, Maria Winkler, Ágata y su marido Nicola, y tantas personas enfermas que se confían a mis oraciones. Jesús, tu lo puedes todo, puedes sanar a todos o bien llevarlos contigo al Paraíso, siempre, como Tu dices, si viven en gracia, si viven de la Eucaristía.

Jesús - Sólo la Eucaristía os ayudará a subir al Paraíso. Recibid a Jesús Eucaristía en gracia, si no estáis en gracia, no comulguéis. Yo, Jesús, cuando entro en vuestros corazones, si no están en orden, continúo sangrando. Sangro Yo, sangran mi Madre y mi esposa dilecta. Vosotros sois un pequeño cenáculo y tendríais que vivir todos en gracia y recibir cada día a Jesús Eucaristía. Mis dos hijitos han seguido adelante todos estos años porque Yo, Jesús, entrando en sus corazones, les he dado la fuerza de luchar contra todo y todos. Vosotros sabéis que su sufrimiento es grande; si no Me hubiesen recibido a Mi, Jesús Eucaristía, no habrían podido llevar adelante la misión. Hoy dedicadlo a la Eucaristía; si no estáis en orden, id primero a confesaros y después recibid a Jesús. El que dice que ha perdido la Misa y no ha tenido tiempo de confesarse dice una mentira, porque en Roma se celebran muchas S. Misas. Por tanto el que no esté en orden, que se confiese y después comulgue, reciba a Jesús Eucaristía en el corazón y viva siempre en gracia con Dios y en paz con los parientes, los amigos, los conocidos y con todos. Si alguno no está en orden, no os toca a vosotros decirlo, sino que la conciencia tiene que hablar. Por desgracia hay personas que han matado su conciencia y no comprenden nada, esto les ocurre a los laicos, a los sacerdotes y a los poderosos jefes de la Iglesia. Vosotros recibidme en gracia, Yo estoy contento de entrar en vuestros corazones, de ayudaros, de daros paz y serenidad, de ayudar a vuestros pequeños niños y de estar siempre con vosotros.

Felicidades, Excelencia, por el gran amor que tienes a la Eucaristía. A ti, mi pequeña esposa…

Marisa - No lo digas, no lo digas. Está bien, obedezco.

Jesús - A todos vosotros, Jesús, os felicita. Vivid de la Eucaristía y os daréis cuenta de cómo todo es más fácil. Incluso si alguno muere, con Jesús Eucaristía tendrá la fuerza de afrontar el dolor. Ánimo a todos.

Nuestra Señora - Yo, vuestra Madre, os felicito igualmente. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los enfermos, especialmente a los que vuestra hermana ha encomendado. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Buena y santa Eucaristía. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós a todos.

¿Me permites estar un poquito mejor? Poco, poco, poco.

Roma, 31 de mayo 2005 - h. 8:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Hoy es una fiesta grande: mi visitación a santa Isabel. He hecho un gesto de caridad, de servicio a mi prima anciana que tenía la alegría de esperar un niño. Yo he ido con mi amado esposo a su casa para ayudarla durante tres meses. Cuando nació el pequeño Juan Bautista volví a Nazaret. Vosotros sabéis lo que pasó entre el pequeño Jesús y el pequeño Juan Bautista, porque se lo he dictado a Marisa en el libro de mi vida; si no lo recordáis, releedlo. Este es el último día del mes de mayo, que este año ha sido muy difícil y muy duro para vuestra hermana. Ninguno de vosotros ha preguntado el motivo por el que, a diferencia de los otros años, ha habido únicamente la aparición sólo el primer sábado del mes. Me he visto obligada a hacer esto por vuestra hermana que, por motivos de salud, no podía estar cada día con vosotros y conmigo. Las cartas que Dios me da no son seguidas bien, no son releídas ni meditadas porque, si lo hubieseis hecho, seriáis ya santos; yo quiero llevaros a todos a la santidad.

El mes de mayo ha sido duro y penoso también para el Obispo. La historia no acaba y se repite una vez más, mis dos hijitos sufren por culpa de las personas que no aman, especialmente a causa de los parientes que no aman, que no saben amar y a pesar de todo, calumnian y difaman. Repetid el "Magnificat", el himno al amor, y sentiréis una gran fuerza en vuestro corazón al amar y al ayudar al prójimo. Os convertiréis en personas felices, contentas y dispuestas a ayudar al prójimo, como he hecho yo. Yo he dejado mi casa y, a pesar del embarazo, del camino espinoso y duro, he ido a encontrar a mi prima, ya anciana, para servirla. He hecho un gran gesto de amor que todos tendríais que imitar. Veo que cada uno piensa en si mismo, en sus parientes y en los amigos, pero no piensa en estas dos almas que Dios ha escogido y a las cuales ha dado un sufrimiento muy grande. Vosotros oráis, hacéis adoración, pero tenéis que crecer en el amor y en la sensibilidad, que falta todos los días falta en esta casa. ¿Es tan difícil amar al prójimo, a los niños a los enfermos? ¿Se tiene que amar a una persona solo cuando está a punto de morir? No, las personas se han de amar siempre; yo he amado siempre, tanto a las personas que vivían cerca de mí, como a los parientes que me han dicho palabras no bonitas. Tenía que defender al pequeño Jesús y entonces acepté todo por amor Suyo, de mi amado esposo José, del prójimo y de los jóvenes que venían a buscar a mi Hijo Jesús. También vosotros tendríais que hacer lo mismo, no penséis sólo en vosotros mismos, sino más bien tratad de amar a todos.

Os lo repito: Mayo ha sido un mes muy difícil para mis dos queridos hijitos, pero vosotros ¿qué habéis hecho por ellos? Habéis preguntado ¿cómo es que no hay aparición todos los sábados? Habéis orado, habéis hecho adoración, pero ¿ha habido amor en todo esto? Si ha habido es un bien para vosotros, pero si no ha habido ¿para qué ha servido orar tanto? Yo, vuestra Madre, estoy segura que ha habido amor, no digo en todos, pero en la mayor parte de vosotros. Continuad así. Este es el momento más difícil y más duro para vuestro Obispo y si no puede contar con vosotros, ¿con quién puede contar? Una vez dije que teníais que ser columnas sobre las cuales vuestro Obispo se pudiera apoyar, pero veo que algunos, poco a poco, se desmoronan por falta de amor.

Orad, hijos míos, orad mucho por el nuevo Papa y por los obispos, para que puedan salvar la Iglesia, de otro modo recaerá todo sobre las espaldas de vuestro Obispo. Yo estoy con él, Jesús, San José, los santos, los papas están con él, las madres y los niños están con él, haced también vosotros lo mismo, no penséis sólo en vosotros mismos, pensad en vuestro Obispo, pensad en todas las personas que están a vuestro lado. Si falta el amor, la sensibilidad, la ayuda al enfermo que tiene necesidad de asistencia, es difícil ganar el Paraíso. Yo quiero llevaros al Paraíso. Dios dice siempre: "Llevemos al Paraíso a las almas que aman, que saben amar". Vosotros, pequeñas flores en medio de un desierto, en medio de personas que os destruyen cada día, sabed que yo estoy siempre con vosotros, mando a muchas personas para que os ayuden. Si algunas personas se retiran, no os preocupéis, seguid adelante con todo el amor que podáis. Hijos míos, esta noche en casa, antes de dormiros, recitad el "Magnificat" con la Madre de la Eucaristía. Gracias a todos; aunque la presencia no ha sido tan numerosa como deseaba, os doy las gracias. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todas las personas enfermas. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Vuestra hermana sufre la pasión de Cristo, orad por ella.

Marisa - Adiós. Adiós, mamá, nos tienes que ayudar, adiós a todos.

Mensajes de Junio de 2005

Roma, 4 de junio 2005 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es la fiesta del Corazón Inmaculado de María, pero soy siempre yo, la Madre de la Eucaristía. Vuestra hermana, antes de que empezase la aparición, me ha encomendado a muchas personas enfermas; no os digo los nombres, vosotros ya los conocéis y por ello os invito a orar. ¡Cuánta fuerza tenéis que tener para salvar a vuestros hermanos! Poco a poco conseguiréis salvarlos: tanto a los enfermos de cuerpo, como a los de espíritu. Yo, la Madre de la Eucaristía, estoy con vosotros, también con los que están lejos y me acuerdo de todos. Hago como vuestro Obispo, que por la tarde manda su bendición a todos los que conocen este lugar, tanto del extranjero, como de Italia. Cada tarde recibís la santa bendición de vuestro Obispo.

"Corazón Inmaculado de María, salva a tu pueblo"; vosotros podéis recitar también esta jaculatoria: "Madre de la Eucaristía, salva a tu pueblo, salva a nuestra hermosa Italia, salva al mundo entero, salva a los que han sido elegidos para puestos de responsabilidad". Llegar al poder da alegría y no está mal tenerla, pero es necesario amar a todos. Sin embargo se continúa haciendo sufrir, especialmente a los sacerdotes que han sido suspendidos a divinis, que son muchos. Algunos han sido suspendidos por motivos graves, otros por venganza y por despecho de los obispos. Yo, la Madre de la Eucaristía, os invito a orar y a amar siempre.

Vosotros que estáis presentes en este pequeño cenáculo, orad a la Madre de la Eucaristía, pero sobretodo a mi Jesús y recibidlo siempre en gracia. Este es el Año Eucarístico, pero para vosotros debe durar hasta la muerte. Recibir a Jesús Eucaristía en gracia, amar a Jesús Eucaristía: esto es lo que Dios quiere. Os recuerdo que el primer sábado de mes es muy importante, porque las apariciones empezaron justamente en este día. Ánimo, el tiempo ya es bueno. Es fácil orar, es fácil amar, es fácil querer a todos los que están a vuestro lado.

Mis queridos hijos, vuestra Madre está contenta por vuestra presencia y por lo que hacéis en este lugar taumatúrgico; hay quien trabaja de una manera, y quien trabaja de otra.

Ofrecedlo todo a Dios y trabajad en silencio, sin murmurar y con amor hacia todos. Recordad: "Madre de la Eucaristía, salva a tu pueblo"; el pueblo tiene mucha necesidad de ser salvado, tiene mucha necesidad de ayuda.

Mis queridos hijos, es vuestra Madre la que os habla, os ama y está siempre a vuestro lado, aunque vosotros no os deis cuenta. Vosotros no podéis imaginar cuantas desgracias habrían ocurrido si la Madre no hubiese estado a vuestro lado, sobretodo al lado del Obispo. Dios os protege a todos desde lo alto de los Cielos.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los enfermos, a los que están lejos y no han podido venir. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Hasta mañana, os espero a todos. Gracias.

Roma, 9 de junio 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Se que esperáis con ansia el jueves, porque la Madre viene a hablaros. Me siento muy feliz de estar entre vosotros y entre los niños. ¿Verdad, Sara? Quiero recordaros una enseñanza que habéis leído más de una vez en el Santo Evangelio. ¿Cuántas veces ha dicho mi Hijo Jesús que tenéis que perdonar al hermano? Setenta veces siete, por lo tanto, siempre. Claro, si la falta es muy grave, es necesario reprender al hermano y si pide perdón, tiene que ser perdonado. Tenéis que perdonar a todos, pequeños y grandes, setenta veces siete, o sea siempre. La carta de Dios es muy larga, pero yo, la Madre, viendo el sufrimiento y todos los dolores de vuestra hermana, no quiero extenderme más. Fijad en vuestra mente esta enseñanza: perdonar al hermano setenta veces siete. Una vez más os repito: "Paciencia, mis queridos hijos, paciencia. Sé que estáis cansados, pero tenéis que tener todavía mucha paciencia". Acordaos de mostrar caridad hacia todos y yo estaré siempre con vosotros, junto a los ángeles y santos y sobretodo a Jesús, porque os amo a todos inmensamente. También vosotros amaos unos a otros, como os ha amado mi Hijo Jesús.

Gracias si hacéis lo que os he dicho: perdonar setenta veces siete. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Una vez más os pido que oréis por vuestra hermana, para que tenga la fuerza de soportar todos los sufrimientos espirituales, físicos y morales.

Felicitaciones a todos, mis queridos hijos.

Roma, 11 de junio 2005 - h. 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - No sé que decir, quiero escuchar y entender lo que me dices.

Nuestra Señora - Hoy, Marisella, es una gran fiesta para vosotros, pero por desgracia tú no puedes participar a causa de tu salud. Acuérdate de que si hubieses tenido la Eucaristía te habría protegido, pero la Eucaristía se había consumido y ocurrió lo que ocurrió. Te digo solamente que tu cuerpo está martirizado por todas partes y tienes necesidad de mucha ayuda.

Marisa - El Obispo ya no puede más.

Nuestra Señora - Pero te ayuda igualmente

Volvamos al día 11 de junio de 2000, cuando ocurrió el milagro eucarístico más grande de toda la historia de la Iglesia. Ellos creen todo lo que ha ocurrido en el lugar taumatúrgico, pero no quieren dar satisfacciones y tienen miedo de que todo el pueblo vaya tras vuestro Obispo.

Tenéis que festejar este día y tenéis que recordarlo siempre vosotros y recordárselo a los otros. Mando un beso y una ayuda a estos niños, que son muy vivarachos, pero es mejor que sean vivarachos, alegres y quieran jugar, mientras que los padres tienen que educarlos. Un papá no tiene que besuquear siempre a su hijita, sino que tiene que venir también a orar a este lugar taumatúrgico. Tengo miedo, lo digo como Madre, que se ha dejado ir un poco.

Marisa - El tiene también graves problemas de familia.

Nuestra Señora - ¿Entonces tus sufrimientos y tus oraciones no valen? Me has encomendado siempre a la mamá Ágata, al papá Nicola, a Alejandra, una mamá de 28 años, que ha tenido un grave accidente y ha dejado a una niña como Sara y a tantos otros enfermos.

Marisa - Ayúdame a orar para esta señora de 28 años, que está entubada.

Nuestra Señora - Las oraciones sirven y cuando venís a orar al lugar taumatúrgico, son aún más importantes. Muchas personas van a los santuarios que han sido declarados taumatúrgicos, mientras que éste ha sido declarado por Dios y es un lugar santo. Si el lugar es santo tiene que ayudar también a la personas, claro, Dios sabe a quien dar la gracia y la fuerza de soportar los sufrimientos.

Marisella, tu estás pasando por un período muy fuerte y duro y lo ofreces todo por la salvación de las almas. Tienes dolores en los pies, en las manos, en la cabeza, en la espalda, en el costado: todo tu cuerpo está martirizado, pero nadie puede comprender hasta qué punto.

Por tanto no me demoro más, porque vuestra hermana no está bien, pero ruega por vosotros, por el santo Obispo y por los niños, está muy apegada a los niños. Ora por todas las personas enfermas.

Gracias. Felicidades una vez más por esta fiesta, aunque no sea celebrada como Jesús, yo, todos los ángeles y los santos querríamos.

Id en la paz e Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Paz, hijos míos, sed alegres, vosotros que podéis. Dejad el sufrimiento a quién ha sido llamado por Dios. Cuando Dios llama, no se puede decir que no. Adiós, Marisella.

Marisa - Ayúdame, no puedo más, ayuda al Obispos que está solo luchando conmigo.

Adiós, mamá, adiós a todos vosotros que estáis al lado de la Virgencita, orad también por mi, tengo mucha necesidad, quiero conquistar el Paraíso cada día. Si Dios me manda al infierno para salvar las almas, está bien, pero me contento también con el Purgatorio.

Roma, 12 de junio 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Os ruego que tengáis un poquito de paciencia al esperarme cuando vuestra hermana está mal. Cuando falta la salud, se vuelve más difícil prepararse. Hoy habéis empezado además ocho minutos antes del horario establecido. Sería hermoso continuar orando cuando vuestra hermana, por motivos de salud, no está lista. La Madre os pide mucha, mucha paciencia, especialmente cuando hay la aparición, porque tiene necesidad de ayuda y con ella están dos o tres personas. Es necesario orar mucho, porque hay por todas partes mucha miseria y mucha suciedad, como dijo el papa Benedicto XVI cuando era cardenal. ¿Por qué no ayudaros y ayudar a este mundo tan sucio? ¿Por qué no tratar de amar al hermano, sabiendo que está mal? Esperar es amor. Me parece, desde mi punto de vista de Madre, que tenéis prisa por terminar la oración para iros; no son aquellos cinco minutos lo que cuentan. Ánimo, no volváis atrás, ayudad a mis hijos a continuar adelante, ayudad a vuestra hermana a estar un poco mejor. Ella no desea la curación, ha pedido solo estar un poquito mejor, porque sabe que si está mejor ella, están mejor todos. Ella reza por vosotros y por vuestros familiares, porque os ama con un amor que es difícil describir.

Mis queridos hijos, habéis dado otro disgusto a la Madre del Cielo. Ayer, 11 de junio, era el aniversario de milagro eucarístico, cuando durante la Santa Misa celebrada por vuestro Obispo, después de la consagración, de la hostia brotó la sangre; éste es el milagro más grande de toda la Iglesia. ¿Quién ha venido a orar? ¿Quién ha comprendido la grandeza de este gran don que Dios os ha hecho? ¡Pocos! Erais pocos, muy pocos y, diría, siempre los mismos. Haced apostolado, dad testimonio, hablad a las personas que vienen sólo el domingo y no el jueves. ¿Por qué el 11 de junio han faltado tantas personas? Si no me amáis a mí, la Madre de la Eucaristía, no amáis tampoco a Jesús Eucaristía, y si no amáis a Jesús Eucaristía, no podéis amar a vuestro prójimo.

Os lo ruego, lo he dicho tantas veces, continuad el camino, haced un paso adelante, uno cada vez, y seguid adelante con Jesús Eucaristía y María, la Madre de la Eucaristía.

Vosotros no os dais cuenta cuantas personas piratean lo que vuestro Obispo dice, lo que la Vidente dice cuando os comunica la carta de Dios. Roban las poesías, las oraciones, las catequesis, las homilías del Obispo, pero mis dos hijos están tranquilos, no dicen nada, dejan hacer, porque saben que el buen tiempo, el tiempo de verano llegará y entonces será muy difícil que estas personas se conviertan. Gracias por vuestra presencia.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Sara, la Virgencita te bendice y te cubre con su manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Perdonadme si he osado deciros tanto, pero tenía que hacer estas correcciones, no podía callar. Adiós a todos, buen domingo.

Marisa - Adiós.

Nuestra Señora - Sara, ¿mandas un beso a la Virgencita?

Roma, 19 de junio 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Como siempre, vengo ente vosotros con mucha alegría. Os invito a la oración constante por todos los sacerdotes, como ya os he dicho. Esta noche he dado un mensaje personal tanto al Obispo como a la Vidente, pero él estaba ocupado y preocupado por la pierna de Marisa.

Marisa - Te pido con todo el corazón: ¿cuándo se curará la pierna? He pasado muchas noches en blanco por los continuos dolores.

Nuestra Señora - Mira, Marisella, estos son dolores naturales que poco a poco tienen que curarse, no son dolores espirituales, como la flagelación que has vivido ayer y anteayer. Si todos los enfermos tuviesen que curarse, sería muy hermoso, pero no es posible. Entonces yo os pregunto: si las personas enfermas fuesen curadas, no habría ni enfermos, ni enfermedades y las consecuencias del pecado original ¿deberían cesar? No es posible.

Marisa - Yo solo he preguntado cuando me curo y si curo, porque el dolor es atroz y yo no puedo soportarlo todo siempre.

Nuestra Señora - Entonces vosotros, pequeño cenáculo, orad por esta hijita, para que tenga la fuerza de aceptar este largo sufrimiento, que nadie puede comprender lo grande es.

Yo os amo y os respeto, hay hombres y sacerdotes que no aman, no respetan y traicionan con mucha facilidad. Vosotros en cambio, tratad por todos los medios de ser valientes, buenos y ayudar al prójimo con todo el corazón, con toda la alegría que podáis dar.

Marisa - Dios me lo ha cogido todo de mí, incluso la voz, a la que valoraba más que todo. ¿Tengo que aceptar siempre?

Nuestra Señora - Mis queridos niños pequeños, Mariasole y Sara, alegraos. Oh, los niños lloran, pero ¡también hacen sonreír mucho! ¿Verdad, Mariasole? Ven, tesoro, ven a abrazar a tu tía. Mando mi bendición a Sara, a Mariasole, Emmanuel, Jacobo, Samuel, David María, Mauro y a todos los niños que están presentes.

Marisella, tu camino es difícil y no es comprendido por todos. No pueden comprender la gravedad de tu salud y el peso de tu sufrimiento, que ofreces por la Iglesia y por el Obispo, que un mañana tendrá mucho que hacer. Espero que vosotros, jóvenes, estéis a su lado, porque tendrá necesidad de vosotros. Cuando Don Claudio subirá a las alturas estupendas tu, Marisella, volarás donde Dios quiere, será todo hermoso, feliz y vosotros estaréis contentos. Tenéis que ayudar a mis dos hijos desde ahora, pero no hay esta ayuda verdadera y propiamente dicha.

Marisa - Querido Jesús, Jesús mío, mi esposo venerado, ayúdame, permanece siempre a mi lado y dame la fuerza de aceptarlo todo. El sufrimiento es mucho, pero yo soy igualmente feliz. Claro, a veces no soy buena como debería, el carácter es el que es, pero lo importante es amar y querer a todos.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós a todos. Estoy muy cansada.

Roma, 20 de junio 2005 - h. 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Dios Padre - Yo soy Dios Padre y vengo a festejar con vosotros el sexto aniversario de cuando vuestro sacerdote fue ordenado Obispo. Era el 20 de junio de 1999 y el anuncio fue repetido también el 27 y el 29. Es una gran alegría para Nosotros saber que en la Tierra hay todavía alguno que sabe amar con todo el corazón. Es una jornada de fiesta que estáis viviendo de manera bastante triste. No os tenéis que desanimar; Yo, Dios, mantendré cuanto he prometido. Mis queridos hijos, vosotros lo sabéis, porque os he hecho preparar algo excepcional, grande y hermoso. Sí, ya lo sé, la salud de Marisella escasea, pero sabéis que vuestra hermana ofrece su sufrimiento por el Obispo, por sus queridos sobrinos, por los pequeños sobrinitos, por todas las personas que se han encomendado a sus oraciones, por su hermanita, por vosotros y por la Iglesia. Tendríais que estar felices y contentos de saber que un alma se ofrece completamente por vosotros.

También vosotros que me escucháis, tenéis que poner en práctica cuanto digo. Dios no habla nunca sin ton ni son, cuando habla sabe lo que dice. Sé que es difícil a veces comprender lo que os digo, como has afirmado tu Marisella, y Laura. A veces comprender los mensajes es difícil, parece que sean casi una tomadura de pelo. Así lo habéis dicho, pero no es verdad, creedme. Festejad a vuestro Obispo. No estará mucho tiempo todavía para ser festejado por vosotros, como no tendréis tampoco mucho tiempo para festejar a vuestra hermana. Marisella os ama a todos con un amor inmenso y desde el Paraíso os ayudará en toda tribulación y en toda circunstancia.

Yo, Dios, os digo: tenéis que dar confianza a las personas que la merecen y no darla a quien no la merece.

Marisa - Oh Dios, Dios mío, como siempre te encomiendo a nuestros enfermos: Ágata, Nicola, Maria Winkler, Alejandra y tantos otros que tienen necesidad de tu ayuda.

Dios Padre - No tenéis que afligiros por lo que está sufriendo vuestra hermana; Yo Dios, la he elegido y la llevaré conmigo a alturas estupendas. Cuando la lleve conmigo, vuestro Obispo subirá a alturas vertiginosas, pero tened paciencia: Yo, Dios, estoy con vosotros y no os abandono.

Felicidades a todos, al Obispo, a la Vidente, a los adultos y a los jóvenes, sobretodo a los niños y a todas las personas que forman parte del cenáculo y que viene a ayudar con amor.

Marisa - Dios se ha ido.

Nuestra Señora - Sí, Dios se ha ido y he venido yo, vuestra Madre, a hacer fiesta con vosotros.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Ánimo, hijitos.

Marisa - Adiós. Sí, veo a mi madre a tu lado. Estoy un poco enfadada con ella, pero la quiero mucho. Ha sido siempre una mujer que ha dado un ejemplo excepcional. Querría ser como ella y subir al Paraíso con ella. ¿Me lo prometes? Adiós, mamita. ¿Te deja hablar Dios?

Abuela Yolanda - Sí, Dios quiere que te ayude a ti, al Obispo, a todos mis sobrinos, nietos, sobrinos adoptados, yernos, nueras y a todas las personas que se encomiendan a mis oraciones. Adiós a todos, vuestra abuela Yolanda os anima.

Marisa - Estaban todos los niños a su alrededor. Vaya, ahora me vuelve el cansancio.

Roma, 26 de junio de 2005 - h. 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Cuando llega el domingo es fiesta para todos, pero todos los días tendrían que ser de fiesta, todos los días tendrían que ser una gran fiesta para todos: la fiesta de la Virgen y de Jesús. Tiene que ser fiesta todos los domingos, porque Dios lo quiere. Celebrad todos los domingos todos juntos. Quereos, amaos recíprocamente. Amad a Jesús, a la Virgen, a cada uno de vosotros. Quererse todos es el compromiso más grande que existe desde el punto de vista espiritual, de Dios. Mis queridos hijos, os dejo en las manos de Dios, de Jesús, del Espíritu Santo, de los santos, de los ángeles y de todas las personas que están en el Paraíso y oran por todos vosotros. Amaos siempre como Jesús os ha amado. Mis queridos hijos, os dejo entre los brazos de Jesús porque el dolor sobrenatural está devorando a vuestra hermana. Tened paciencia, tened paciencia y orad por todos los hombres de buena voluntad.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, adiós a todos; adiós mamaíta.

Roma, 29 de junio 2005 - h. 11:00 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

"Mi alma magnifica al Señor", lo mismo tendríais que repetir cada día también vosotros, recitad este himno al amor.

Se ha terminado el año social; ha sido un año de sufrimiento, de tribulación, pero también de alegría diría. ¿Por qué no? Es necesario poner alegría en este año tan duro, tan difícil, tan probado por mis dos queridos hijos, día y noche. Yo, vuestra Madre, he vivido con ellos alegrías, tribulaciones y todo lo que comporta salvar a otras almas; Dios quiere esto, Dios quiere la salvación de las almas. Todas las personas que han venido de lejos aman a Dios y al prójimo; saben amar con todo el corazón. Aprended también vosotros a amar como aman mi amado esposo y mi amado Obispo, el que ha sido ordenado por Dios Obispo, y un mañana, ¿Dónde subirá? Amad a la que ha amado mucho a las almas y las ha protegido, ha protegido a muchas. Me gustaría que también vosotros supierais amar al prójimo y a vosotros mismos. Es verdad lo repito una vez más, ha sido un año muy duro, muy difícil, muy probado por todos, pero Dios no os abandona, Dios os ama y os amará por siempre. Ama a los que llevará consigo al Paraíso, a las almas salvadas y a las que se han dejado amar por todos. Ama a lo pequeños niños, a los grandes, a los enfermos; oh, ¡cuántos son los enfermos! Siento que vuestra hermana me repite los hombres, no todos, serían demasiados; cito uno María Winkler una mamá tan dulce y amada por todos sus hijos. Muchos enfermos están en el hospital, muchos niños están en el hospital y muchas mamás se aferran a María, Madre de la Eucaristía para recibir la gracia de la curación. Pedid, preguntad, no os canséis de pedir gracias.

Una vez más o pido que oréis por Alejandra y por todas las almas que se han encomendado a las oraciones: Francisca, María, Teresa y todas las demás que no nombro. Orad también por las almas que se tienen que convertir espiritualmente y tienen que amarse y amar a todos.

Hoy es una gran fiesta, es el último día del año social. Procurad que el próximo sea un año lleno de amor y de gracia, de amor hacia Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo y hacia la Madre de la Eucaristía, hacia San José y todas las almas que han subido al Paraíso. Que en vosotros esté siempre el amor hacia el prójimo y dirigidlo sobretodo a las almas que han sufrido mucho, a vuestro santo Obispo. Oh sí, ¡santo Obispo! Esperad que suba aún más en la jerarquía, por esto tenéis que amarlo y orar por él. Dios desde lo alto de los Cielos os bendecirá a todos. Gracias. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Amaos, hijos míos, como Dios os ama. Alabado sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adíós, mamá, adiós a todos. Dame un poquito de salud, porque siento que no tendré fuerzas hasta el final. Sé que no me lo merezco, pero si quieres ayudarme, ayúdame. Adiós.