Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Año Social: 2008-09

Año de la fe

Los mensajes de Dios son traducidos por un miembro de la comunidad, quien no es un traductor profesional. S.E. Mons. Claudio Gatti reconoció el origen sobrenatural de las apariciones (Decreto del 14/9/2000), pero el dió la aprobacion eclesiastica solamente a los mensajes en italiano, para que el no es responsable de errores hechos sin querer de el traductor

Mensajes de Septiembre de 2008

Frontignano (MC), 6 septiembre 2008 - hora 6:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Amén.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

He venido porque es el primer sábado de mes, por el precioso peregrinaje que habéis hecho y para felicitar a los dos jóvenes: Marco y Paola, que hoy se prometen. ¡Qué bueno ha sido Dios con vosotros, muchachos! Dios ama a todos y trata de ayudaros a todos. Tenéis que estar contentos por estos chicos que se han prometido y se preparan para el Sacramento del Matrimonio. Si rezáis, si vivís en gracia de Dios, como ya os he dicho otras veces, haréis feliz mi corazón, el corazón del Obispo y el corazón de todos los que aman, sobre todo el corazón de vuestros padres. Sed felices, amaos y si os peleáis alguna vez, haced enseguida las paces. Os cubro con mi manto y me retiro porque Dios quiere venir en medio de vosotros...

Marisa - Dios mío, ayúdanos, ayuda a los que tienen más necesidad, a los que sufren mucho moralmente y físicamente.

Dios Padre - Yo os ayudo y tu sabes, Alma María, cuanto has sido ayudada durante estos dos meses. Cuantas veces he bajado para ayudaros. Soy feliz al ver la pequeña comunidad que Yo he fundado reunida para rezar; la oración es muy importante. ¿Recordáis a mi Hijo Jesús cuando se retiraba a orar, cuando apoyaba su cabeza sobre el bastón y rezaba por todos?

La paz esté siempre con vosotros.

Yo, Dios, que os he creado, estaré siempre con vosotros. Sin embargo los que no hacen mi voluntad, los que no respetan al Obispo, los que lo calumnian sólo porque ha sido ordenado por Mi, difícilmente se salvarán. ¿Qué les importa a esos si Yo he ordenado a un Obispo? ¿Quién ha ordenado a S. Pablo? ¿Qué diferencia hay entre San Pablo y Claudio? El nombre. Yo soy Dios, soy Aquél que puede hacerlo todo y llevaré a las altas cimas a vuestro Obispo que ha sido ordenado por Mi. Amadlo, amaos todos, tenéis que amaros todos, no solamente a los amigos o a los parientes. Es preciso amar a todos, incluso a los que a veces os hacen sufrir, que os causan pequeños sufrimientos, no aquellos muy grandes que inflingen ciertas personas a mis dos hijitos.

Mirad el cielo, vosotros no veis que es hermoso, sereno, pero Nosotros lo vemos hermoso, celeste, con el sol, la luna y las estrellas, mientras los ángeles dan vueltas a su alrededor, como aquel círculo que habéis visto esta mañana. Allí en medio estaba Yo, estaba Jesús, estaba María, la Madre de la Eucaristía, San José, la abuela Yolanda, la abuela Esperanza y otros. Siéntate, Excelencia, no puedes estar de rodillas. Estaban todos los ángeles y los santos, inmersos en una luz maravillosa; vosotros habéis visto sólo el círculo. Todavía no es el momento de ver más, pero ha sido una visión bellísima, que ninguno ha visto nunca, solamente vosotros la habéis gozado, porque sois predilectos.

Marisa - Perdona, Dios, ¿qué privilegios tenemos? Cuando no sé repetir lo que dices, pregunto a mi Obispo.

Dios Padre - Es tu confesor. ¿Te acuerdas cuando me has pedido que te confesara y Yo te he dicho: "Ve con tu confesor"?

Marisa - Estoy contenta porque Tu amas a todos, grandes y pequeños, sabios e ignorantes, ricos y pobres, los quieres a todos.

Dios Padre - Sobre todo a los niños pequeños, a la pequeña Miriam, a Adrián y a los otros niños que han venido con sus padres a encontrarse con el Obispo y la Vidente, pero hoy no están presentes. Están mis jóvenes, están mis perlas: las pías mujeres, a las que llamo mis perlas. Orad, mis queridísimas perlas, orad mis queridísimos jóvenes, vivid siempre en gracia.

Los niños serán los que llevarán adelante esta dura misión, no al nivel de Alma María, no como Alma María, sólo ella puede llevar adelante esta misión que es dura y difícil, pero Yo la he elegido a ella y ella ha dicho que sí.

Mis queridos hijos, perlas de Dios, jóvenes de Dios, pequeños niños, pero sobre todo mi querido Obispo y mi dulce criatura del Paraíso, seguid adelante, no temáis, la vida es dura y difícil, sé que hay problemas, incluso grandes, pero alguien, de alguna manera os los resolverá.

Adiós a todos, mis pequeños, un beso de Dios y un abrazo de todos Nosotros del Paraíso a vosotros presentes y también a los ausentes que no han podido venir por motivos justificados.

Marisa - Adiós, adiós. Madre mía, se ha ido. ¿Quién viene ahora?

Nuestra Señora - Yo, Marisella.

Marisa - Dios me ha llamado Alma María, ¿tu me llamas Marisella?

Nuestra Señora - Sí. No te cansas nunca de vernos y de hablar con Nosotros.

Mira el círculo que se está formando de nuevo, allí estoy yo. Mis queridos hijos, os doy las gracias por vuestra presencia, sobre todo por la peregrinación. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén. Se alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Frontignano (MC), 7 septiembre 2008 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

He venido porque hoy es domingo y porque Dios Padre me ha dicho: "Ve, María, a ver a mis hijos y recuérdales la Carta de Dios de ayer, no hay nada más que añadir sino el amar: amar al prójimo, amarse a sí mismos, amar a los que no se comportan bien". Hay mucho sufrimiento en mis dos hijitos que vuelven a Roma. Tendrán todavía muchas dificultades, y tendrán necesidad de lo personal; parece extraño que la Madre os diga esto. No tienen personas al lado que los amen y los quieran.

Ya que el amor pasa por delante de todo, tratad de amarlos, tratad en la medida de vuestras posibilidades de hacer algo. No améis solamente a vuestros hijos, a vuestros parientes, a los amigos, sino más bien amad a todos; es tan hermoso el amor. Ayer tarde me conmoví cuando cuatro de vosotros, después del S. Rosario, y ya era tarde, las doce y media de la noche, os quedasteis junto a Marisa que contaba sus aventuras o desventuras; ellos estaban escuchándola, como los apóstoles, cuando escuchaban a Jesús o los discípulos cuando hablaba San Pablo. Los cuatro estaban atentos a lo que decía Marisella y uno de ellos dijo: "A mi estas narraciones me gustan, me quedaría de pie toda la noche" y Marisella respondió: "No, querido, yo me voy a dormir". Sí, esto es bonito, cuando os reunís, tratad de hablar de hechos ocurridos que son bonitos, de las cartas de Dios, del amor recíproco.

El amor hacia los niños es más fácil, el amor hacia los adultos es más difícil, porque hace falta comprender el carácter de la persona. Si una persona habla con ímpetu, en voz alta, no es porque no ame, más bien ama más. No juzguéis nunca, y ayudad a los que tienen que ser ayudados. Si después no aceptan la ayuda, basta, terminad allí. A vosotros quizás os parezca una tontería, pero ayer noche Nosotros sentimos una gran alegría y la Madre os da las gracias. Gracias a los que han ayudado a mis hijos. Ahora escuchad la S. Misa según las intenciones que conocéis, especialmente por la conversión de los jóvenes y de los sacerdotes; orad por vuestro santo Obispo.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo Amén.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - ¿Me das un poco más de voz? Está bien, gracias, saluda de mi parte a mi madre.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Amen.

Marisa - Adiós, está bien. ¿Cuándo me llevas?

Nuestra Señora - Repites siempre esta frase, Marisella, con esta frase terminas siempre la carta de Dios.

Marisa - Dios ha escrito la fecha, está formada por dos números. Lo repito: "¿Cuando me llevas?"

No hay respuesta, quizás quien sabe si se ha perdido en el viento.

Se ha ido.

Roma, 14 septiembre 2008 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Jesús - La Madre ha extendido su manto para permitiros que pudierais hacer la procesión, solo después ha caído la lluvia. Ha sido bueno por muchos motivos. Yo, Jesús, he recibido en el Paraíso de la Visión Beatífica para que gozasen de Dios, a Pío XI, Pío XII y a un señor laico, el abuelo Aladino, del que están presentes los hijos, los sobrinos y los nietos; éste ha llegado al lado de su esposa. Ha sido una escena maravillosa ver a estas personas entrar en el Paraíso donde se ve a Dios. Yo, Jesús, he ido a recogerlos del Paraíso de la Espera para llevarlos delante del Padre. Tenéis que vivir también vosotros esta gran alegría que estamos viviendo Nosotros en el Paraíso y rezar para que otras personas, del Paraíso de la Espera, vayan al Paraíso de la Visión Beatífica, a gozar de Dios para siempre.

Hoy es una gran fiesta, la Exaltación de la Cruz y tu, Marisella, la estás viviendo mejor que todos porque estás en la cruz. Hoy también es el aniversario del primer gran milagro eucarístico; fue muy conmovedor. Aquél día pensasteis que los hombres de la Iglesia habrían aceptado este gran milagro que Dios, por medio de su Hijo Jesús, que soy Yo, había realizado y que todo habría cambiado desde entonces. Sin embargo han pasado trece años y vosotros que habéis oído la historia de estos dos hijitos míos, habéis visto lo duros que han sido sus sufrimientos y cuántos tienen todavía. Dios ha tratado por todos los medios de hacer sobresalir a vuestro sacerdote, ya sea con los otros milagros, ya sea dándole el episcopado, ya sea ordenándole que firmara el decreto con el cual se reconoce el origen sobrenatural de las apariciones y de los milagros eucarísticos ocurridos en este lugar.

Vosotros sabéis que Dios deja al hombre libre de realizar el bien o el mal y mis dos queridos hijitos se han encontrado a menudo soportando el mal. No quiero hablar más sobre estas tristes situaciones, porque también Nosotros los del Cielo sufrimos, pero cuando todo se ponga en su sitio y sean expulsados los que no viven en gracia, los que hacen sacrilegios, entonces la Iglesia renacerá y cambiará.

La Iglesia es de Dios y tiene que ser respetada y amada; vosotros esto ya lo estáis haciendo, porque habéis tenido un Obispo que os ha impartido muchas enseñanzas, pero, sobre todo, mi Madre y vuestra os ha hecho muchas correcciones maternas. Hay quien las ha escuchado y quien se ha marchado, pero esto no importa. Vosotros sabéis perfectamente que Yo y mi Madre estamos siempre con vosotros; también las almas que hoy han entrado en el Paraíso de la Visión Beatífica y todos los que aman están con vosotros.

Amar comporta también mucho sacrificio. Mis dos hijitos han sufrido mucho, han hecho muchos sacrificios y el sufrimiento no se ha aplacado para ellos. Esto tendrá que ocurrir cuanto antes, porque el uno y la otra están muy cansados, están aniquilados. La Iglesia florecerá de nuevo, pero al inicio del cambio será muy duro para aquél que tendrá que hacerla renacer (El Obispo ordenado por Dios N.d.R.). vosotros tendréis que ayudarlo con la oración, con los florilegios, con algún sacrificio y Yo, Jesús, estoy contento, soy feliz si hacéis todo esto. Mi amor por vosotros es grande.

En este momento Yo estoy aquí, la Madre, la Madre de la Eucaristía está aquí, San José, todos los ángeles y los santos están aquí, en este pequeño lugar que Dios ha elegido y ha hecho taumatúrgico. No habléis entre vosotros de cosas que no son bonitas, orad siempre y repito lo que dice la Madre: cuando hay algo que preguntar, preguntadlo directamente al Obispo, no a las personas que trabajan en casa, ellas no saben nada, sólo el Obispo puede daros la respuesta justa y exacta. Ni siquiera Marisella puede dárosla; dejadla tranquila, tiene muchos sufrimientos y Yo estoy con ella. Vivid esta gran fiesta, aunque llueva, porque la lluvia hace bien a la tierra y también a los hombres porque se quedan con la familia. Si habéis podido hacer la procesión, lo debéis a mi Madre y vuestra que ha abierto su manto, sólo después de la procesión, la hermana lluvia ha caído. Yo, Jesús, felicito a mi santo Obispo y a todos vosotros aquí presentes.

Orad por los que están todavía en el Paraíso de la Espera, felices pero no ven a Dios y poco a poco, cuando Dios lo decida, llegarán delante de Él. Recordad, que también las personas ancianas en el Paraíso serán hermosas y jóvenes.

Dios ha creado el Cielo, la Tierra y al hombre y es Dios de los hombres buenos, de los hombres que lo aman, de los hombres que le rezan. Rezad a Dios Padre, a Dios Espíritu Santo y a Mi, Dios Hijo, rezad a la Madre de la Eucaristía y recordad que aquí el agua ha sido bendecida por Dios, por tanto aprovechadlo; pero no es para ti, Marisella, este don no es para ti.

Marisa - Yo no he pedido nada y estoy contenta. Pero si eres mi esposo, tienes que ayudarme un poquito a estar siempre sonriente y alegre aunque el sufrimiento me apriete.

Jesús, bendice a nuestro Obispo, bendice a estos niños, son pequeños, no pueden comprender. Bendice también al que hoy celebra sus trece años y a sus padres. Bendícenos a todos nosotros, Jesús, tenemos necesidad.

Jesús - Claro. Mi sola presencia es bendición para todos.

Marisa - ¿Te vas, Jesús? Oh, sí, ahora los veo bien: Pio XI, Pio XII y aquel señor laico al que amo mucho (El papá de Marisa N.d.R.).

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre y junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a los niños que gritan, que hablan y juegan. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. He abierto el manto cuando estaba a punto de llover, he dicho: "No. La lluvia no tiene que caer en este momento, porque se ha de hacer la procesión eucarística y está mi Hijo Jesús que triunfa".

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Roma, 15 septiembre 2008 - hora 7:02 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Me gustaría ver a los niños, Emmanuel y Sara, que viven en esta casa porque me gustaría bendecirlos. Cuando llevéis el agua a la tía para que se cure, también tenéis que rezar, hijitos míos. Sara, Emmanuel tenéis que decir a todos los primitos: "La Virgencita os manda un beso".

Mis queridos hijos, hoy es otra fiesta mía, la fiesta de María Dolorosa, pero yo soy siempre la Madre de la Eucaristía. Me gusta venir en medio de vosotros y estar con vosotros. Marisella, te diré algo entre líneas. Yo he pedido que recéis, pero sobre todo lo ha pedido mi hijo Jesús. Hoy os pido que recéis por todo el mundo y sobre todo por vuestra hermosa Italia. Vosotros veis como las cosas no van bien para nada, por culpa de los poderosos personajes y de las personas que se sienten superiores. Si no rezáis por vuestra hermosa Italia, las cosas irán cada vez peor, se enredarán cada día más; lo que dicen los medios de comunicación no es nada con comparación a lo que está sucediendo. También los niños tienen que aprender a rezar, los niños son buenos, son valientes y también tienen que rezar.

Cuando el viejo Simeón me dijo: "Una espada traspasará tu corazón", yo ya sabía lo que le sucedería a mi hijo Jesús, pero también sabía que con su muerte y resurrección se abrirían de nuevo las puertas del Paraíso. Atención: el Paraíso no tiene puertas, es una manera de hablar, tratad de comprender cuando la Madre habla. Ayer os repetí, que no es difícil ir al Paraíso, basta amar: a los padres, a los amigos, a los niños, a todos. El Paraíso os espera a todos, Dios os quiere a todos salvos, y vosotros podéis llegar a la meta. Me disgusta que no haya muchas personas, porque hoy tenía una bendición particular que dar a los presentes, en nombre de mi Hijo Jesús. ¿Por qué no se responde a la llamada de Dios? ¡Cuántas personas desearían participar en las apariciones, tener a la Virgencita en medio de ellos!.

Hoy celebráis la fiesta de María Dolorosa, yo he sufrido por la muerte de mi Hijo y he gozado por su resurrección. Ahora hay alguno en el Tierra que sufre muchísimo, mucho, mucho, mucho más; Dios continúa pidiendo y la persona responde siempre que sí, es un sí grande, lleno de amor. Orad, hijos míos, orad para que el mundo cambie y los hombres se conviertan. Dios no ha creado el mundo así de corrupto y sucio. Esto ya os lo he dicho, pero tengo que repetirlo, porque los hombres todavía no comprenden.

Yo estoy con vosotros, vengo de buena gana en medio de vosotros. Éste debería ser un lugar lleno de personas que vienen a escuchar las cartas de Dios, pero no están, y Dios se pone siempre en último lugar. Ánimo, aprended a poner a Dios en el primer lugar y todo será más fácil, pero no para ti, Marisella. Ánimo, estoy a vuestro lado, estoy al lado de los niños, de los padres, de los abuelos, de todas las personas que aman a mi Hijo Jesús, que reciben a Jesús en gracia. Estoy siempre con vosotros y estoy dispuesta a ayudaros cuando algo no funciona: puede ocurrir un accidente de coche, la caída de un niño, pueden ocurrir tantas desgracias en este mundo, pero yo no os dejo y estoy con vosotros. Lo que Dios me dice, yo lo hago. Yo estoy siempre dispuesta a dar una gracia, salvar una persona, hacer nacer un niño, pero tiene que decírmelo Dios, tiene que hablar Él. Gracias a vosotros que habéis respondido a esta llamada. Ánimo, mis queridos hijos, junto a mi Santo Obispo y vuestro os bendigo a todos. ¿Cuándo llegaréis a comprender que tenéis un Santo Obispo? Respetadlo, amadlo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Oye: ¿te ha dicho Dios cuando me lleva? Porque yo me he cansado de esperar, ya no puedo soportar tantos dolores.

Nuestra Señora - Ánimo, Marisella.

Marisa - Adiós. No me lo dice, yo quiero irme, me he cansado…

Roma, 21 septiembre 2008 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Amen. Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Ayer Jesús vino con gran alegría a hablar a mis dos hijitos y ha comunicado que los jóvenes convertidos han llegado a veinte mil. Sí, es verdad, proceden lentamente, pero de diez mil, donde nos habíamos quedado parados tanto tiempo, hemos llegado a veinte mil, y esto es fruto de los sufrimientos de mis dos hijitos y de vuestras oraciones.

La Madre está contenta, pero más que nadie está contento Dios. Dios es Amor Infinito, como bien sabéis, y ama a todos. Cuando a alguien le llegan sufrimientos no es porque Dios no lo ame. Justamente alguno ha observado: "Podría hacer estar mejor a los que están tan mal". No podéis despotricar contra Dios, hacer la voluntad de Dios es la mejor decisión. Yo estoy aquí, vosotros sabéis que estoy a menudo con vosotros y que Dios no ha privilegiado nunca a los grandes grupos, donde van tantas personas. Dios ha escogido este pequeño lugar y lo ha hecho taumatúrgico. Cuando caminéis sobre esta tierra, cuando apoyéis vuestros pies en este suelo, cuando trabajéis en este pequeño lugar, tenéis que pensar que todo aquí es taumatúrgico, es santo. Ha sido grande el amor de Dios en lo que a vosotros se refiere y cada vez os bendice, a sus hijos, pero sobre todo bendice a los niños. Los niños juegan y parece que no siguen mis discursos, sin embargo los escuchan con atención. Hoy no están presentes muchos jóvenes, están atareados en otra parte, pero os puedo decir que desde lejos están rezando por todos vosotros. Claro que, llegar a veinte mil jóvenes convertidos, después de tantas oraciones y sufrimientos, no es mucho, pero es mejor eso que nada. ¿No es verdad?. ¿No estáis de acuerdo? Esperemos que continúe todavía avanzando más. Naturalmente hay quien sufre mucho (Marisa, N.d.R) por estos jóvenes, pero después tendrá la recompensa eterna.

Sé que es duro, es muy duro y tu me comprendes bien, Marisella. Tu vida es todo un sufrimiento, tienes el cuerpo lacerado desde la cabeza a los pies, y a pesar de las lágrimas, a pesar de los gritos por el dolor, has continuado haciendo la voluntad de Dios. También vosotros, en la medida de vuestras posibilidades, haced siempre la voluntad de Dios y Dios estará siempre con vosotros. Vosotros esperáis el fatídico día, pero no podéis ni siquiera imaginar cuanto lo están esperando mis dos hijos. Hacer la voluntad de Dios no es tan fácil, es más fácil comprender que Dios Omnipotente es Amor. Vosotros, que amáis a este lugar, continuad orando. ¿Recordáis cuando os he dicho que recéis por vuestra hermosa Italia? No todos habéis creído que Italia se iba a pique: ahora os habéis dado cuenta solos qué la situación es difícil, por esto os pido que recéis. Alguno piensa en su corazón: "Pero Dios podría dar la vuelta a todo". Dios lo puede hacer todo, pero ha dejado al hombre libre de hacer el bien y el mal. No son los pequeños hombres los que hacen el mal, son los poderosos personajes los que lo arruinan siempre todo. Y quien paga siempre las consecuencias son los pobres.

Hay una gran semejanza en la vida de San Pedro y de vuestro Obispo que él mismo os tendría que decir. Se asemejan en todo y han seguido adelante como Dios ha querido. Mis queridos hijos, orad, no os canséis nunca de rezar. Yo soy repetitiva, os hago siempre las mismas recomendaciones porque quiero llevaros a la santidad. Pequeña Mariasole, ¿le das un beso a tus primitos y a tus amiguitos de parte de la Virgencita? Mírame, estoy aquí arriba. ¿No me ves?

Marisa - Oye, aquella historia que ha contado a mi madre, ¿es verdad?

Nuestra Señora - Es la sacrosanta verdad.

Marisa - ¿Por qué no haces que venga a ayudarnos quien tu sabes?

Nuestra Señora - También tu , ayer por la tarde fuiste ayudada, Marisella. Hoy no estás bien, pero ayer estabas peor.

Marisa - No estoy bien y me hacen mucho daño las piernas y el estómago.

Nuestra Señora - Ánimo a todos, hijos míos. Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, cercanos y lejanos, a vuestros niños, a los que tanto quiero. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén.

Sí, es verdad, tienes razón se nombra poco a José, a mi amado esposo, gracias por haberlo recordado. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espirito Santo y de San José. Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Adiós, sí, estoy muy, muy cansada y sufro mucho. Yo trato de esconder los dolores como hacía antes, pero veo que no puedo más. No quiero que los otros se den cuenta de que estoy en esta situación, pero es más fuerte que yo, no puedo más. Saluda a mi madre y a mi padre. Adiós.

Nuestra Señora - Adiós, Mariasole, dale un besito a la Virgencita, Mariasole, estrellita.

Marisa - Se ha marchado.

Obispo - ¿Se ha marchado? Luego vuelve para la S. Misa.

Roma, 28 septiembre 2008 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Amen.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Con gran alegría os doy la noticia de que últimamente se han convertido otros veinte mil jóvenes y hemos llegado a cuarenta mil; gracias a todos vosotros. Es bonito ver a estos jóvenes cambiar de vida, volver a Cristo, y esto ha sucedido porque vosotros habéis rezado y alguien (Marisa, N.d.R.) ha sufrido mucho por ellos. Marisella, ya sé que estás esperando una respuesta, pero no la tengo, Dios todavía no me la ha dado.

Marisa - Pues entonces, perdóname, pero dile a Dios que no quiero oír hablar más de misiones, también yo digo basta. Estoy cansada y estoy muy enferma; lo habéis dicho también vosotros que estoy muy enferma y que no tengo la fuerza de poder sufrir más. La tengo para rezar, para hacer algún florilegio y alguna vigilia por la noche, pero para lo demás, no.

Nuestra Señora - Entiendo, Marisella, lo que quieres decir, pero tu sabes que Dios todavía espera mucho de ti.

Marisa - ¡Oh no, no, no puedo más!

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, me dirijo a vosotros, aunque seáis un pequeño grupo, y como siempre, os digo que recéis por algunas intenciones mías: por los esposos que no pueden tener niños y por las madres que sufren; una esposa y un esposo tienen que tener hijos y seguir adelante en la vida conyugal. Rezad por estas madres, rezad por estos niños, porque en el tiempo en el que vivimos no se sabe donde irán a acabar, si las cosas continúan de este modo. Vosotros pensáis: Dios lo puede hacer todo; sí, es verdad, pero también sabéis que Dios no violentará nunca al hombre.

Marisa - Pero solo a mi me pide sin que exprese el consentimiento.

Nuestra Señora - Por esto os invito a la oración continua, fuerte, y yo estaré con vosotros. Recordad que después de la muerte veréis a Dios. Vosotros sabéis que la partida de las personas ocurre por enfermedad, por ancianidad o por otros motivos. Cuando una persona muere, porque está enferma, no es porque no ame a Dios. Vosotros viviréis hasta que Dios quiera. Sabéis perfectamente que Dios es el Omnipotente, el Supremo, el Omnisciente y Aquél que lo puede hacer todo, pero como ya os he dicho otras veces, y lo repito todavía hoy, no violentará nunca al hombre. Ha dado muchas gracias y hecho muchos milagros que vosotros ni siquiera sabéis. ¿Quién ha dado las gracias a Dios? Algunos incluso se han ido después de haber recibido el milagro, la gracia.

Marisa - Entonces me permito decirte que otorgues las gracias a los que están presentes, que vienen aquí, que aman a Jesús. Hay muchos esposos que esperan a sus niños y no llegan, haz que puedan tenerlos también ellos. Te encomiendo a Magdalena, la pequeña criatura; vosotros sabéis lo que es mejor para esta niña y para cualquier otro enfermo: si es bueno que muera o que viva. Queremos darte las gracias por las personas que han sido agradecidas a Dios, pero son pocas, muy pocas.

Nuestra Señora - Ya lo sé, y es por eso que os invito a rezar: porque el que recibe el milagro, la gracia, tiene que ser agradecido a Dios, no a sí mismo, ni a los doctores. Los doctores son buenos, muy buenos, pero también ellos pueden equivocarse. No todos los enfermos que son curados, sanan, así pues rezad también por los doctores, porque la tarea es muy difícil para quien lo hace con amor, con el corazón, con caridad. Pensad por cuantas intenciones tenéis que rezar: por los doctores, por los enfermeros, por los superiores, por los jefes de Estado, por los jefes de la Iglesia. Pero ya te he dicho, Marisella, que por los sacerdotes tu no tienes que hacer nada más. Espero con ansia vuestras oraciones, por todos los que sufren mucho.

Gracias mis queridos hijos. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños, a los que han nacido, a los que tienen que nacer y a los niños más grandes. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo Amen.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo Amén.

Marisa - Me esperaba una respuesta de Dios, esperaba que habría dicho algo para mí, ayer tarde he forzado tanto la mano, pero veo que no lo he conseguido.

Nuestra Señora - Ánimo, Marisella, verás que pronto sabrás lo que has pedido.

Marisa - Está bien. Adiós.

Mensajes de Octubre de 2008

Roma, 4 octubre 2008 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

No es propio de mi empezar una aparición con una regañina. Me disgusta, pero desde hace tiempo que ya no hay orden para orar. Cuando empecéis el Santo Rosario, tenéis que terminarlo. Hay que recitar la Salve Regina y las Letanías. Si no hacéis todo lo que vuestro Obispo os dice, os quedaréis siempre atrás. El Rosario se tiene que empezar a las seis, y, si a las seis y media no se ha terminado, no sólo interrumpís la oración, sino que además os dais la vuelta para apremiar a la persona que tiene que entonar el Magnificat. ¿Cuántas veces os he dicho que yo os espero? Así no hay orden, no rezáis unidos a Dios, a Jesús y a mi. Tenéis que rezar con amor.

No es justo que recéis sólo por rezar, o que alguno entone un canto solo por entonarlo. Me parece que el Obispo ya ha encargado a las personas que tienen que cantar los cantos, ¿cómo es que éstos ya no cantan? Hace que ser obedientes también en esto, esto significa amar a Dios. A menudo no comprendéis lo que vuestro Obispo os dice. ¿Por qué habéis empezado a las seis y cuarto? No sabíais que se tenía que empezar a las seis? Esto no es bonito. Tiempo atrás había más unión y mucha precisión, tanto para la oración como para la aparición; para todo. Os habéis empezado a relajar un poquito.

No son las personas las que mandan, sino el Obispo; metéoslo bien en la cabeza. El Obispo, aunque esté probado, amargado y sufra, ha sido ordenado por Dios. ¿Qué hombre, después de San Pedro y de los Apóstoles, ha sido ordenado por Dios? Sólo Monseñor Claudio. Por lo tanto respetad sus órdenes: no mandáis vosotros, es él el que manda, a menos que él ordene a alguno a que diga o haga algo. Espero que esta regañina mía se haya comprendido. Si alguno no ha comprendido que pregunte al Obispo, sólo a él. Gracias y perdonad esta intervención mía.

Dios me ha mandado aquí, en medio de vosotros, para deciros que mis dos hijitos están sufriendo enormemente y el sufrimiento los está deteriorando y consumiendo verdaderamente. Vosotros no podéis imaginar lo triste que es encontrarse solo. El Obispo no tiene un sacerdote, una hermana, un laico comprometido que verdaderamente le ayude. Tiene a su lado a una criatura que sufre, que no camina, que no puede hacer nada. Alguno de vosotros ha dado un paso al frente para ayudarlo, pero a él le falta un sacerdote que lo ayude. Alguno está pensando: "¿Por qué nos lo dices a nosotros, Virgencita? ¿Dios no puede ayudarlo?". Sí, tenéis razón, Dios lo puede hacer, pero ya que se dirige a vosotros, ya que os lo pide a vosotros, quiere decir que espera vuestras oraciones. ¿Cuántas oraciones? Muchas. Hay que rezar siempre. ¿Habéis visto que los jóvenes convertidos han llegado a sesenta mil por las oraciones, los sufrimientos, los florilegios y los sacrificios? ¿No es esto una alegría para todos vosotros? Todos estáis esperando que algo se mueva, que vuestra hermana parta pronto, también ella y el Obispo, porque las cosas cambiarán. Vuestro Obispo tendrá que poner en orden la Iglesia, limpiarla de masones, de ladrones, de deshonestos, de las personas inmorales; no tengo que enumerarlo todo. Entonces habrá todavía más necesidad de vuestras oraciones. Sí, Marisella, he entendido lo que me quieres preguntar.

Marisa - Quería decirte que los dos números han pasado y más que pasado. ¿Cuándo terminará este Calvario? Me parece estar siempre en el Calvario. ¿Cuándo terminará? El sufrimiento ayuda a los otros, pero yo he dicho basta a Dios.

No puedo más, es imposible continuar así. Lo digo con amargura, porque me disgusta, pero ya no tengo más fuerza, ya no tengo nada. No sé hacer nada y no puedo hacer nada. Soy yo ahora la que pido el "Basta" de Dios. Solo yo puedo pedírselo, porque sé lo que quiere decir terminar esta vida e ir a gozar de la otra, la de Jesús, de la María y estar con los míos. Pero Dios, cuando Le hago esta pregunta, se encierra en el más profundo silencio y no me habla. Cuando Le pregunto: "¿Cuándo me moriré?, se calla, no habla. Yo he dicho a Dios: basta, estoy cansada, estoy deshecha, puedo rezar como los otros, puedo hacer ayunos, de todos modos los hago siempre y puedo hacer florilegios. Estoy muy, muy agitada, por no decir preocupada. Ayudadme Vosotros a superar todo esto. Estas pobres personas ¿qué pueden hacer?: rezan y nos siguen, pero varios se han ido, porque han visto que no llega nada. ¿Quieres que permanezcamos solos el Obispo y yo, como has dicho en 1.973? Espero que no, espero que nos quieras verdaderamente.

Nuestra Señora - Yo, la Madre, os digo, una vez más, ánimo, mis queridos hijos, la meta está cerca.

Marisa - (En voz baja) ¿Qué meta está cerca?

Nuestra Señora - Ánimo Marisella, sé buena. Trata de comprendernos.

Marisa - ¿Yo tengo que comprenderos a Vosotros? Pero vosotros tenéis que comprenderme a mi. ¿Verdad?

Obispo - Verdad.

Marisa - El Obispo ha dicho que es verdad. Comprendednos a nosotros dos, porque verdaderamente estamos sucumbiendo. Nos parece que nos hundimos y no vemos la mano de Jesús que nos salva. Perdóname si hablo así, pero llevo tanto dentro, que ya no sé que decir.

Nuestra Señora - Está bien, Marisella, hablaremos cuando estemos solas.

Marisa - Ah no, cuando estamos solas no soy capaz de hablar, sin embargo cuando están mis hermanos me siento más fuerte.

Nuestra Señora - Ánimo, ánimo, ánimo. Rezad, rezad, rezad. No os canséis nunca de rezar. Veo que corréis por todo y os preocupáis de los niños, de la escuela, de la piscina, de la danza, del tenis, corréis de la mañana a la noche. ¿Y la oración a Dios? Muy poca, pocos minutos.

Marisa - Ahora haremos más minutos de oración.

Nuestra Señora - No tu, no, tu ya rezas mucho día y noche.

Marisa - Está bien.

Nuestra Señora - Bendigo a vuestros seres queridos, a los niños lejanos, a las personas que no pueden venir y también a las personas que no quieren venir...

Junto a mi Obispo y vuestro, no digo santo porque no quiere que lo diga, os bendigo a vosotros y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén

Marisa - Acuérdate de mí, acuérdate de nosotros. Adiós. (Marisa manda un beso a Nuestra Señora).

Roma, 5 octubre 2008 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy, domingo, es fiesta de precepto, yo estoy aquí en medio de vosotros. Las advertencias que os he hecho han sido puestas en práctica, pero cuidado, no las olvidéis nunca, porque no son difíciles. Yo soy vuestra Madre y cuando algo no va bien, ¿qué hace una madre con su hijito? Lo corrige, lo reprende, lo mismo hago yo con vosotros. Cuando algo no está bien os doy una advertencia materna y no ofendo a nadie, porque se que todos oráis y todos amáis. Si alguna cosita no va bien, la Madre tiene que hacéroslo notar y vosotros tenéis que seguir adelante teniendo presente cuanto ella os dice.

Muchas veces se me pregunta algo, a lo que yo, creedme, no puedo responder, porque es Dios el que lo puede todo y lo hace todo. Él trata por todos los medios de facilitar el trabajo de Marisella, de darle la posibilidad de ayudar a las personas que tienen necesidad, para llevarlas a Jesús. A vosotros os parece que Dios dice una cosa y luego hace otra. El deseo de Dios es el de convertir todas las almas que sea posible y cuando ocurren cosas feas en el mundo, Dios llama a su alma predilecta y le pide ayuda. No tiene necesidad de su ayuda y de ninguna otra ayuda, pero quiere que también algunas personas de la Tierra ayuden. No son muchas, creedme, son muy pocas. Si estuviesen presentes en cada nación, tres, cuatro personas que hicieran lo que hacen vuestra hermana y vuestro Obispo, las cosas irían mucho mejor. Harían falta estas personas en el Vaticano, en el Vicariato, en las parroquias, en las diócesis, en las naciones, en todas partes. ¿Os preguntáis por qué vuestra hermana sufre siempre? Responde, Marisella, ¿por qué sufres siempre tu?

Marisa - No lo sé. Vosotros me habéis llamado y yo he dicho: "Sí, heme aquí". Pero el domingo dije "basta" y hoy lo repito: "basta". No creo que Dios se ofenda, si es un Padre tendrá que escuchar también a sus hijos.

Nuestra Señora - Tienes razón, Marisella, pero me gustaría que aquellas personas que vienen el domingo, el martes y el viernes rezasen mucho. A ellos no les pedimos ni el sufrimiento físico ni el moral, sino solo la oración, el ayuno y los florilegios; es fácil hacer florilegios. Entonces veréis que Dios estará contento y ayudará a todos. Por lo demás, no es una cosa de poca importancia la conversión de sesenta mil jóvenes en todo el mundo. Vosotros sabéis lo difícil que es convertir a los jóvenes, pero, una vez convertidos, es raro que se vuelvan atrás. He dado esta misión a Marisella. ¿Quién es más adecuada que ella para rezar y sufrir por la conversión de los jóvenes? Pido vuestra ayuda, pido oraciones a todos, grandes y pequeños, porque también los pequeños pueden rezar y sé que están rezando. Habéis recibido mucho de vuestro Obispo, llevad adelante también vosotros esta misión.

Gracias, gracias sobretodo por vuestra presencia. Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Amen.

Alabado sea Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Ahora no os pongáis a hablar, sino rezad y cuando la Misa se acabe, y Jesús haya sido llevado a su lugar, no habléis porque podéis molestar a los que rezan. Tratad de hablar bajito al menos; aunque ya no esté Jesús, es siempre un lugar santo. Gracias. Adiós a todos.

Roma, 7 octubre 2008 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos. Es bonito ver la iglesia llena.

Marisa - Porque es pequeña.

Nuestra Señora - Me gusta que respondáis, cuando el Obispo dice: "Tengo algo importante que deciros". Entonces la curiosidad se vuelve fuerte, y es bonito que vengáis a escuchar. Yo os invito, como siempre, a rezar; vosotros sabéis lo importante que son las oraciones. También mi venida en medio de vosotros tiene que estimularos a rezar. Sara, Emmanuel, si me miráis...

Emmanuel - ¿Podemos?

Nuestra Señora - Sí.

Marisa - (En voz baja) Déjate ver por los pequeños.

Nuestra Señora - Ya sé que es difícil para ti, Marisella, escuchar a causa de todo lo que estás sufriendo. Acuérdate que el amor de Dios no te ha olvidado nunca. Cuando dices algo a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, a la Madre de la Eucaristía, Nosotros siempre estamos a la escucha, a cualquier hora, en cualquier momento, incluso cuando en la noche tratas por todos los medios de esconder tus dolores y de sofocar los lamentos para no molestar a nadie. Yo me acerco a los enfermos que están solos y que tienen fuertes dolores, para ayudarlos. Haced también vosotros lo mismo. No todos los enfermos tienen necesidad de ayuda, como los que sufren de la mañana a la noche. Os invito a rezar por la primera intención que ya sabéis: la partida de Marisella para el Paraíso.

Marisa - Yo quería decirte algo. Ya que he dicho dos veces basta, no quiero pensar más en las misiones, he sufrido mucho por muchas misiones, pero ahora mi físico está muy cansado y probado. Dejadme sólo la misión para la conversión de los jóvenes, para las otras, basta, y pasad los secretos al Obispo.

Nuestra Señora - ¿Crees, Marisella, que el Obispo está mejor que tu?

Marisa - No, pero siendo él un sacerdote lleno de amor y de caridad, puede hacerlo mejor, yo ya no soy buena. No puedo más. Tu has combatido durante ocho años, durante la enfermedad de San José y nosotros hemos llegado a treinta y siete años, sin contar los precedentes. Por ahora te pido solamente esto: haz de manera que las oraciones dirigidas a mi sean derivadas a los jóvenes, para todos los jóvenes. Yo puedo quedarme así debilitada y esperar el gran momento que Dios me ha prometido tantas veces, pero que todavía no llega.

Nuestra Señora - Sí, es verdad, pero es justo que yo pida oraciones a todos: grandes y pequeños. Hay muchos enfermos graves y hace falta rezar por ellos. Hay muchos jóvenes que viven desperdigados por el mundo y hace falta rezar por ellos. Por otra parte, vosotros sabéis cuál es la situación en vuestra hermosa Italia y ya que no podéis hacer nada, en la medida que podáis, al menos rezad todos juntos. Y Dios tiene que ayudaros, he dicho: "Tiene".

Marisa - ¿Pero cuando?

Nuestra Señora - Os dejo en el Corazón de Jesús. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, especialmente a todos los niños presentes y ausentes. Bendigo a todas las personas que están lejos de Jesús. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo.

Marisa - ¿Te acordarás del primer punto: rezar por mi partida? Gracias.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Adiós (Marisa manda un beso a Nuestra Señora). ¿Te dejarás ver alguna vez por los niños? Desean tanto verte.

Nuestra Señora - Yo los veo bien. Es necesario que en la escuela sean buenos, menos distraídos, y cuando tienen que comer no tienen que hacer tanta historia.

Emmanuel - ¿Cómo tenemos que ser?

Nuestra Señora - Buenos. Bravo, Emmanuel, buenos y tu lo sabes. Adiós a todos, una abrazo a todos.

Marisa - Adiós.

Roma, 12 octubre 2008 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

Finalmente habéis comprendido como rezar. Siempre se tiene que mover alguien un poquito para enseñaros a rezar. Os invito a intensificar la oración, si es posible. Vosotros no dejaréis nunca a vuestro Obispo, aunque alguno se haya retirado por la avanzada edad, por la salud o porqué se ha cansado de esperar las intervenciones que Dios ha prometido.

Yo también estoy con vosotros y os doy las gracias porque tratáis por todos los medios de adornar la Basílica; esto le gusta a Jesús que después de la consagración está realmente presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en medio de vosotros.

Ánimo, mis queridos hijos. Id adelante y no os preguntéis tantos porqués. Es difícil responder a los porqués de Dios.

La Madre, junto al santo Obispo, os da la bendición y os cubre con el manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Ánimo, hijitos.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Roma, 19 octubre 2008 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

He venido en medio de vosotros con el corazón lleno de sufrimiento por todo lo que no funciona, pero sobre todo por lo que tiene que llegar y se hace esperar. Os doy las gracias por las oraciones, pero tratad de ser más precisos; cuando empecéis una oración tenéis que terminarla, no la interrumpáis, no se puede interrumpir una oración para empezar otra. Cuando oréis recluíos en vosotros mismos y dirigíos a Dios Omnipotente, a Jesús, a la Madre de la Eucaristía para que os den la fuerza y el valor de soportarlo todo, de aceptarlo todo.

Vosotros sabéis que la vida es difícil para todos, por esto Dios quiere que yo venga en medio de vosotros para daros fuerza y valor. Sé que esperáis el fatídico día, pero llegará cuando Dios lo decida.

Dios ha hablado, ha hecho muchas promesas, pero todavía no ha dicho "sí" o mejor "ciertamente", porque el Obispo no quiere que se diga "sí", sino "ciertamente". Cuando Dios diga "ciertamente", todo llegará para quien ha sabido esperar. Notaréis la ausencia, no tanto de la Vidente como la del Obispo. Cuando se aleje de vosotros, cuando vaya donde Dios Padre quiere, notaréis mucho la falta de estos dos hijitos. El "ciertamente" de Dios vendrá, vendrá, esperadlo, no habléis, no digáis aquellas palabras que he oído: ¿Qué hace Dios? ¿Por qué no interviene?. Cuando Dios me llamó para convertirme en la Madre de Jesús yo no dije "porqué?", "¿cómo? ", "¿cuándo?", solo que no conocía varón, pero sabía perfectamente lo que tenía que hacer.

Marisa - Sí, pero tu eres la Madre, eres una criatura grande, nosotros somos pequeñitos y no hemos comprendido lo que Dios quiere hacer o no quiere hacer y cuándo dirá "ciertamente". Yo he dicho solamente que es hora de que Dios me lleve, porque empiezo a convertirme en pesada para esta pobre gente.

Nuestra Señora - ¿Qué quieres decir con pesada?

Marisa - No empieces a burlarte de mi tu también.

Nuestra Señora - No. No tenéis que decir nunca, nunca: "¿Por qué Dios dice una cosa y luego hace otra?". Ciertamente Dios puede hacer lo que quiera y cuando llegue aquél "si", como dices tu, Marisella, grande como el sol, la Tierra y todo lo que la rodea, entonces tu partirás para el Paraíso e irás muy arriba.

Marisa - Yo he pedido estar un poquito mejor, no mucho, un poquito para no ser una carga a los otros. He pedido solo esto, no he pedido la curación, no puedo continuar viviendo así. Ahora te hago una pregunta: Virgencita querida, tu en mi lugar ¿qué harías?

Nuestra Señora - Lo que haces tu, me lamentaría también.

Marisa - Gracias.

Nuestra Señora - Pero no me lamentaría nunca contra Dios, Dios sabe lo que quiere, Dios sabe lo que tiene que hacer.

Marisa - Entonces no tenía que decirme todos aquellos secretos.

Nuestra Señora - Hijitos queridos, es difícil comprender los porqués de Dios, Dios sabe lo que tiene que hacer y el que ama verdaderamente a Dios tiene que aceptar; tiene que decir "ciertamente", como dices tu, Marisella..

Marisa - Verdaderamente me lo ha dicho el Obispo que diga "ciertamente" y ya no decir "sí". De todos modos al menos hazlo por aquellas personas que vienen con tanto sacrificio a rezar. Han empezado a hacer otra vez la hora de la adoración ¿para qué?

Nuestra Señora - Es Dios el que lo quiere así y tu ¿quién eres para preguntarte el porqué?

Marisa - Ya no pregunto nada mas, por favor. Espera un minuto. (Dirigiéndose al Obispo) Ha dicho que a Dios no se le tiene que preguntar el porqué, pero que se ha de decir "ciertamente"

Obispo - Nosotros nunca, nunca, nunca hemos perdido la fe en Dios, pero ya que estamos probados y cansados, creo que se nos permitirá decirlo.

Nuestra Señora - Ciertamente.

Marisa - Oye, Virgencita, está bien, yo no digo ni "sí" ni "ciertamente", me quedo con lo que he dicho el domingo que no me tomaré ninguna responsabilidad más por las personas que saben cuando es pecado y cuando no es pecado, podría hacerlo por las personas que no han recibido nada ni de los padres ni de los sacerdotes; por las personas que no conocen a Jesús, no conocen la Eucaristía, por estos puedo sólo rezar, entendámonos bien, no sufrir, porque ya no puedo más.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, mientras escucháis este diálogo tan prepotente, en sentido bueno, naturalmente, orad. Cuantas veces os he dicho: si no comprendéis algo no habléis entre vosotros, porque no comprenderéis nada, hablad con el Obispo. Cuando queréis sabéis algo de una persona que ni siquiera conocéis, hablad con el Obispo, pero no habléis con él de argumentos insignificantes, no tiene tiempo para esto; en su escritorio de oro hay acumulado mucho trabajo. Orad todos el uno por el otro sin hablar mal. Esto no es bonito, esto no lo quiere Dios. ¿Amáis a Dios? Haced como Él os dice.

Gracias si ponéis en práctica todas las cartas de Dios; no es fácil, lo entiendo perfectamente, porque sois humanos; pero algo podéis hacer.

Gracias de nuevo y junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a todos lo niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Amén. Alabado sea Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Roma, 24 octubre 2008 - hora 8:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

Vosotros quizás no habéis comprendido todavía la importancia de la presencia de Dios en vuestra vida. Dios ama: sé que es difícil que los hombres que viven en la Tierra lo comprendan. ¿Cuándo habéis oído decir que un hombre de la Tierra ha conversado con Dios y Dios ha dicho lo que tenía o no que hacer? Volviendo a la conversación entre Dios y el Obispo y la Vidente de esta mañana, quiero explicaros lo que Dios quiere de vosotros: que seáis más solidarios con el Obispo.

Entender a Dios no es fácil, pero si consiguierais comprenderlo al menos cuando habla por mediación mía, sería todo más fácil. Hoy, vosotros festejáis a la Madre de la Eucaristía: yo soy la Madre de la Eucaristía. Vosotros haréis la fiesta el domingo, pero hoy es el día dedicado a la Madre de la Eucaristía. Vosotros no conocéis las conversaciones que Dios ha hecho conmigo, Madre de la Eucaristía, a veces también yo me quedaba perpleja y me preguntaba: "¿Qué tengo que hacer? ¿Qué quiere Dios de mi?". También algunos santos han repetido: "¿Por qué me ha escogido Dios? ¿Para hacer qué? ¿Para que esté mal? ¿Para caminar con las muletas? ¿Para estar sentada en una silla de ruedas? ¿Por qué me ha escogido si no puedo hacer nada?". Estas palabras las he oído también de Juan Pablo II. ¿Por qué lo había escogido Dios si luego cada poco le sucedía algo, tenía que caminar con el bastón y estaba sufriendo y con dolores? También otras almas buenas y santas hoy dicen esto.

Mirad, mis queridos hijos, si os ponéis con la cabeza inclinada, en señal de humildad, quizás podréis comprender algo. Esta mañana Dios ha tratado de daros golosinas para llevaros adelante poco a poco. Como se hace con los niños, cuando la mamá dice: "Si eres bueno te doy un caramelo" y así el niño sigue adelante y crece; lo mismo ha hecho Dios con vosotros. Os ha dado algo para daros ánimo, para que sigáis adelante. Estad tranquilos, todo se realizará. Hay otra cosa que ha herido mucho mi corazón. He pedido muchas veces: sed solidarios con el Obispo, no huyáis de él, porque huir del Obispo significa huir de Dios. Permaneced a su lado, sed solidarios. Hay personas que vienen de lejos para ser solidarios con el Obispo y en cambio vosotros huís de él. Esto no es amor, hijitos queridos, esto es replegarse sobre sí mismo. Si amáis a una persona hacéis de todo para estar a su lado, para ayudarla.

¿Quién está ayudando al Obispo en este período tan doloroso, tan triste? Poquísimos jóvenes, entre los adultos hay alguno que da más. Yo he puesto a los jóvenes como pilares para ayudar al Obispo. ¿Dónde están? ¿No lo ayudan porque tienen un niño? Se puede ayudar al Obispo también con un niño, se puede ser solidario también con un niño. Amad a Dios, amad al Obispo. Él os ama, es inútil repetiros que está sufriendo mucho y que está muy cansado, tan cansado que no puede ni siquiera hacer dirección espiritual, y muchos tienen necesidad.

Marisa - Perdona, Virgencita, ¿puedo decirte una cosa? Entonces ¿por qué no pides a Dios que le dé aquella fuerza que le falta para ayudar también a los otros? Sólo Dios puede dar la fuerza, los hombres hacen lo que pueden hacer. Nosotros esperamos la fuerza y la ayuda de Dios. ¿Has oído como hablan de Jesús los pequeños?

Nuestra Señora - A veces parece que vosotros los grandes huyáis de Jesús; huyendo de Él huís de vuestro Obispo, por esto os repito: amadlo, amadlo, amadlo. Cuando uno muere, aunque haya sido malo o poco bueno durante la vida terrena es considerado un santo. Dicen de él: era bueno, hacía caridad. No es así, es necesario ser santos en la Tierra, es necesario amar durante la vida. La Madre de la Eucaristía os da las gracias por vuestra presencia. Muchos no vienen porque no ocurre nunca nada. Están equivocados, quiere decir que no han comprendido nada. Yo os he dicho: sed solidarios con el Obispo, amad a Dios, como Él os ama.

Marisella, ¿qué tienes en la cara?

Marisa - No te burles tu también, ¡por favor!

Nuestra Señora - Sí, lo he dicho para verte sonreís. ¿has visto que ayer la doctora ha dicho que tienes una bonita sonrisa y que eres hermosa?

Marisa - Beh, no veía bien. Virgencita, nosotros trataremos de hacer todo lo posible, pero ponte en mi lugar. Si veo al Obispo reducido a aquel estado, ¿cómo lo hago para hacer como si nada? Trato de hacer bromas, de reír, pero cada vez me llega un golpetazo, luego otro y permanecen abrazados, no es que alguno se vaya, no, no, se quedan todos.

Nuestra Señora - A veces tu discurso, Marisella, lo podemos comprender solamente yo y el Obispo. Muchos no pueden comprender. Te dicen: "¡Mira que bien estás!" y tu en aquél momento estás muy mal, estás más enferma de lo que piensan ellos.

Marisa - No quiero hablar de mi, quiero solamente la ayuda para el Obispo. Si tu ayudas al Obispo y el Obispo sube la pendiente, también los jóvenes y los adultos suben la pendiente. Haznos esta gracia. ¿Tanto te cuesta? Dinos el precio y nosotros pagamos.

Nuestra Señora - Eres siempre ocurrente y traviesa, Marisella.

Marisa - ¿Y qué quieres que haga? A veces tengo tanta necesidad de llorar, como me ha dicho una persona. Trata de ayudarnos. Yo he dicho no a mi sufrimiento y con el no me quedo.

Nuestra Señora - ¿También por los jóvenes?

Marisa - Ciertamente.

Nuestra Señora - Está bien, por ahora hagamos como tu quieres, Marisella, después ya veremos.

Marisella - Yo cambiaré cuando vea al Obispo volver a ser brillante, sonriente y alegre.

Nuestra Señora - Está bien, Dios Padre ha oído lo que has dicho y ciertamente hará algo por él, pero luego no te quejes.

Marisa - No, no. Yo estoy contenta, contentísima si Dios hace algo por él. Te recomiendo a mis niños. Yo no soy mamá, pero los siento a todos míos. Ayuda a estos pequeños a crecer y ayuda a los grandes a cambiar la cabeza, porque hay mucha confusión, no se entiende nada. Todos hablan y todos tienen razón, pequeños y grandes; ayúdanos a todos, te lo ruego.

Nuestra Señora - Sí, Marisella, acuérdate de la gran gracia que Dios te hizo el viernes.

Marisa - Pero yo no quiero la gracia, quiero morir, no me tiene que hacer a mi la gracia, ¡tiene que hacerla al Obispo!. Está bien. (Se recita el Padre Nuestro...)

Nuestra Señora - Os lo ruego, hijitos, sed solidarios con vuestro Obispo, ayudadlo como podáis, y yo estaré siempre con vosotros.

Junto a mi santo Obispo os bendigo y a vuestros seres queridos, bendigo a todos los niños presentes y ausentes, a todas las personas que no han podido venir. Os bendigo a todos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Alabado sea Jesucristo.

Roma, 26 octubre 2008 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Jesús - Yo soy Jesús. He venido para felicitar a mi Madre y vuestra y a todos vosotros. Hoy celebráis la Madre de la Eucaristía. Mi Madre es la Madre de la Eucaristía. Le han dado muchos títulos, pero ella es la Madre de la Eucaristía y desde hace muchos años se ha aparece a la pequeña Marisella y continúa apareciéndosele de noche o de día, según la necesidad.

Yo, vuestro Jesús, estoy siempre presente. Todo lo que ha dicho vuestro Obispo es la sacrosanta verdad: sus palabras salen del corazón y son palabras de esperanza y de dolor. Vosotros, pequeña comunidad, habéis sido llamados por Dios que ha hecho taumatúrgico esta lugar. Dios Padre, el Espíritu Santo y Yo hemos elevado y privilegiado este lugar, pero las personas no me han escuchado. El que aún continúe viniendo aquí tendrá una recompensa muy grande. Es verdad: nuestro "pronto" no es el vuestro. En el Paraíso hay otro modo de pensar y de actuar. Estáis cansados y probados, pero no es Dios el que quiere esto. La Madre de la Eucaristía os ha impartido muchas enseñanzas, os ha enseñado a amar, a donarse, a sufrir y a ofrecer a Dios. Os ha enseñado a hacer la voluntad de Dios; ya lo sé, no es fácil. Yo, Jesús, me inclino delante de Él, el Espíritu Santo se inclina delante de Él, porque Nosotros somos uno solo.

También vosotros tenéis que estar siempre unidos en la oración, en el trabajo y sobre todo en el amor. Yo, Jesús, no tengo palabras para daros las gracias por lo que hacéis; ponéis el corazón para que todo sea hermoso. Bella la presentación, bonitos los adornos, todo lo que habéis hecho es bonito, pero yo quiero que vuestra alma sea hermosa. Tenéis que tener más sensibilidad, más amor hacia todos porque Dios es Amor y, si Dios es Amor, no puede defraudaros. Nosotros no podemos defraudaros. Vosotros no podéis comprender la diferencia que hay entre el Paraíso y la Tierra. Por esto os preguntáis, os decís, rezáis, todo esto es muy hermoso. Os habéis preguntado alguna vez: "¿Cómo es que la Virgencita, la Madre de la Eucaristía viene a este pequeño lugar, donde hay un pequeño grupo y no va a los grandes lugares donde hay tanta gente? ¿Por qué ha escogido justamente este lugar?" ¿Os lo habéis preguntado? Porque os quiere santos, incluso con vuestras imperfecciones. No importa, sois humanos y la naturaleza humana también puede rebelarse, puede tener pequeñas caídas. Nosotros estamos dispuestos a perdonar. Ahora os digo una cosa para haceros sonreír: perdonadnos también a Nosotros. Nosotros nos comportamos de una manera y vosotros de otra.

Marisa - Tengo tantas cosas que pedirte, pero no puedo.

Jesús - Tratad de comprender cuanta fiesta hay alrededor de la Madre de la Eucaristía, cuantas almas ya no están en el Paraíso de la Espera, y han ido al Paraíso de la Visión Beatífica. Están los papas: León XIII, Pío XI, Pío XII, Pablo VI, Juan Pablo I, algunos los has conocido, Marisella. Pues bien, todos están conmigo. Hay también muchos laicos, hombres y mujeres y muchos niños. Para los niños es más fácil entrar en el Paraíso, pero para los grandes es más trabajoso. Yo quiero que seáis sencillos, humildes, que no juzguéis, no miréis a otros lugares, no habléis de otras cosas. Este es el lugar santo que Dios ha querido; tenéis que ser felices de esto. No os digo lo que sufre vuestra hermana, porque sería triste, ni lo que sufre vuestro Obispo, porque ya lo habéis comprendido bien.

Os hago una pequeña recomendación: cuando vuestro Obispo hable, escuchadlo, no penséis en otra cosa, sino no comprendéis y cometéis equivocaciones. Cuando una persona importante habla, se la ha de escuchar, no se ha de dormir, aunque Yo os haya dicho que podéis dormir delante de Jesús. Pero cuando habla Jesús, ¿dormís? Cuando Yo os hablo para haceros comprender algo, estáis atentos, tratáis de comprender cada pequeña palabra. Lo mismo tiene que ser cuando habla vuestro Obispo. A veces, cuando ha terminado de hablar, alguno que no ha comprendido pregunta al vecino, esto no tiene que ocurrir. Cuantas veces la Madre ha dicho: "Si no comprendéis algo preguntádselo al Obispo, no habléis entre vosotros, arruináis la belleza de lo que ha dicho". Eh ahí a mi Madre, eh ahí a vuestra Madre, está de fiesta, y tiene a todos los niños, a todos los santos, a todos los papas y a tu madre alrededor, Marisella.

Marisa - Sí, la veo.

Jesús - Tenéis que ser felices porque Dios os ha escogido y tenéis que ser solidarios con el Obispo. No digáis también vosotros: yo no voy más porque no sucede nada. Cuantas personas dicen que se han retirado por esto, pero no es por esto, es porque según ellos había demasiado compromiso. Ir al encuentro bíblico el viernes, a la hora de la adoración el martes y participar en la Santa Misa y en la aparición del domingo ¿es demasiado compromiso? ¿Cómo es que en el trabajo hacéis ocho, diez horas y estáis incluso mal pagados? ¿No es un compromiso también aquello? ¿Cómo es que allí os comprometéis y con Dios no? Amad con el mismo amor con que Dios os ama y queréos. Felicitaciones a todos.

Nuestra Señora - Soy vuestra Madre y os doy las gracias por las oraciones, por todo lo que habéis hecho por mi fiesta. Soy feliz porque hoy han entrado muchas almas en el Paraíso de la Visión Beatífica; esto me da alegría. Quiero que también vosotros, cuando llegue el momento, entréis en el Paraíso. Yo estoy siempre con vosotros y lo que Dios ha prometido, el basta de Dios, llegará. Dios no puede traicionar, hará lo que ha prometido. ¿Cuándo? Esperad con paciencia, tenéis mucha. ¿Verdad, Excelencia?

Obispo - Me darán el Oscar a la paciencia.

Marisa - ¿Entendido? Nos darán el Oscar a él y a mi.

Nuestra Señora - Tu sé buena.

Marisa - Tratad de venir a ayudarnos.

Nuestra Señora - Yo os estoy ayudando, pero vosotros no lo creéis. La Santísima Trinidad os está ayudando, pero vosotros dudáis.

Marisa - No es que dudemos es que somos criaturas humanas y nos preguntamos muchos porqués.

Nuestra Señora - Sí, es verdad, pero también os he enseñado: no os preguntéis tantos porqués de Dios. Yo, la Madre de la Eucaristía, os doy las gracias a todos, uno por uno. Os quiero, mis queridos hijos, os quiero. Queréos también vosotros. Cuando una persona sufre, ayudadla, id a verla al hospital o en casa, entrad con una sonrisa y hablad de argumentos bonitos, no habléis de los que hacen sufrir.

Marisa - ¿Daréis el Oscar al Obispo? Lo he preguntado porque pensaba que era una pregunta que había que hacer.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre, en todo y para todo y os quiero. Gracias por la fiesta, sé que no haréis, como dice vuestro Obispo, el ágape, porque ha pedido solo oración, solo compromiso espiritual. ¿Se hace la fiesta para comer? Se hace la fiesta para orar.

Marisa - Sí, pero acuérdate que nosotros vivimos en la Tierra.

Nuestra Señora - Está bien, mis queridos hijos, os doy las gracias a todos, os quiero. Junto al Paraíso y a nuestro santo Obispo os bendigo, os abrazo a todos y os estrecho junto a mi corazón. No puedo decir "os cubro con mi manto materno", porque ya ayer tarde Marsella sabía que hoy no llovería, porque lo habría extendido sobre vosotros para que no lloviera.

Marisa - Lo sabía. ¿Me harás estar un poquito mejor?

Nuestra Señora - Tenías que obedecer a Yari, Marisella. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós, mamá.

Roma, 31 octubre 2008 - hora 8:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos. Es vuestra Madre la que os habla. Muchas veces he dicho: cuando entréis en una iglesia, id cerca de Jesús, id cerca del Sagrario, Él está allí. ¿Por qué os quedáis siempre al fondo y alguien os tiene que llamar la atención? Vosotros pretendéis de Dios la respuesta, pero si no hacéis lo que Él os dice por mediación mía, ¿cómo podéis pretenderlo? Os lo he dicho: agarraos al Sagrario, id cerca de Jesús, demostrad el amor a Jesús, estando a su lado. ¿Os acordáis de la hemorroisa? Con tal de tocar su manto, porque sabía que se curaría, hizo de todo para acercársele, para estar a su lado y por tocarlo, y vosotros en cambio os alejáis. ¿Por qué suceden todavía estas situaciones? A veces son justamente las personas que frecuentan este lugar desde hace años las que se comportan de este modo. Mis queridos hijos, el amor de Madre me sugiere lo que tengo que deciros y os lo digo. Lo mío, son llamadas de atención maternas, las mismas que una madre o un padre haría a su propio hijo, pero vosotros, he dicho, si lo recordáis, que ya habéis llegado a la universidad. ¿Por qué os comportáis todavía como niños? ¿Por qué no ponéis en práctica los pequeños consejos, que sin embargo son grandes, porque se refieren a Jesús, mi Hijo Jesús que ha muerto por cada uno de vosotros? Eh ahí porque os repito: amad, amad, amad; primero amad y luego rezad, primero aprended a amar y después rezad. Ésta es una llamada de atención hecha con amor por la Madre del Cielo y de la Tierra. Mis queridos hijos, estoy muy triste por lo que está sucediendo en la Tierra. Vosotros no lo sabéis todo, pero hay muchas personas que mueren de hambre, hay personas que no pueden seguir adelante, viviendo con tranquilidad porque sus niños tienen hambre. El que está bien económicamente continúa estando bien y el que está mal continúa yendo hacia abajo. El mundo va muy mal y, si lo recordáis, desde hace tiempo que os digo que recéis por vuestra hermosa Italia. Por desgracia todo el mundo va mal; tampoco Italia va bien.

Los ricos se vuelven más ricos y los pobres desfallecen. Os pido a vosotros, junto con el Paraíso, que recéis por aquellas personas que no tienen que comer. Yo, desde el Cielo, lo veo todo y podéis imaginar lo que aparece ante mis ojos. Yo, la Madre del Cielo y de la Tierra, sufro con vosotros y lloro, porque veo muchas personas que tienen hambre. Hay sacerdotes ricos y sacerdotes que lloran, porque no tiene que comer y no llegan a final de mes. Hay laicos que están bien, siguen adelante, y pobres que van mal y no pueden. Veo niños que tienen hambre y se agarran al vestido de su madre y dicen: "Mamá tengo hambre". Las madres no tienen nada que darles, o incluso no comen ellas para dárselo a sus niños. Esta es Italia, este es el mundo entero. Según vosotros ¿qué debería hacer Dios? ¿Hacer que murieran todos los responsables de esta situación? No, son sus criaturas también ellos. Pero ellos están siempre mejor, por esto os invito a orar por quien sufre. Pensad en aquellos lugares donde he aparecido y ahora ya no me aparezco, ellos se han enriquecido y han recibido mucho dinero. ¿A quién se piden las ofrendas? Al pobre, al jubilado, a la viuda. No, mis queridos hijos, así no funciona. Vosotros sois generosos, sois buenos, habéis hecho ofrendas consistentes, pero hay tantas y tantas personas que no hacen nada para ayudar a los pobres. Se ayudan a los países extranjeros, a las naciones pobres, pero a Italia, en vuestra Italia ¿quién piensa? Si cada uno de los poderosos personajes pensase en su propia patria, las situaciones serían mejores. Esta Carta de Dios me ha sido dada en el último momento, justamente para que os hablase de esto. ¿Qué os puedo decir? Orad. Hay entre vosotros quien sufre por la salud, pero dando gracias a Dios, tiene una cierta tranquilidad económica. Orad por los pobres, por los ancianos que son abandonado por todos, por los niños que tienen hambre. ¡Oh, cuántos, cuántos hay en todo el mundo! Eh ahí porque a alguno le pido, siempre en nombre de Dios, que sufra para ayudar a los hermanos a vivir con más tranquilidad. Pero no me cansaré nunca de deciros: tenéis que vivir en gracia, tenéis que recibir a Jesús, muerto en cruz por cada uno de vosotros, en gracia. Si no estáis con la conciencia tranquila, no vayáis a recibir la Santa Comunión, os lo ruego, porque mi corazón sufre. Primero uníos a Dios por medio de la Confesión y después recibid a Jesús con el corazón abierto, lleno de amor, de paz y de serenidad. Continuad pidiendo a Dios y Él se dejará oír. Estas son pruebas que manda a los hombres que no están en orden y vosotros sabéis quienes son. Os preguntáis: "¿Por esto tienen que pagar los niños, los ancianos y los pobres?". No, pero cuanto más pobre es uno, más sufre. Ánimo a todos vosotros, por desgracia no sois muchos, por desgracia no todos han respondido a la llamada de Dios. Algunos no vienen porque la Vidente ya no baja en medio de ellos, otros porque no hay mucha gente, otros por pereza; otros querrían venir, pero no tienen buena salud. Cuantas gracias han sido dadas, cuantas veces Dios ha ayudado a las personas. Entonces ánimo también para vosotros, ayudad, ayudaos y amaos.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros niños enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Ánimo, Marisella. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Alabado sea Jesucristo.

Marisa - Adiós. Sí, ya lo sé, pero ¿qué podemos hacer? Nosotros no tenemos la cabida de aquellas personas.

Nuestra Señora - Vosotros hacéis incluso demasiado, Marisella.

Marisa - Adiós.

Mensajes de Noviembre del 2008

Roma, 1° noviembre 2008 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Espero que hayáis meditado el mensaje de ayer y que trataréis de ponerlo en práctica, no es difícil, es suficiente amar para poder hacer lo que Dios ha pedido.

Yo estoy con vosotros y os ayudo en todas las cosas, pequeñas y grandes, aunque no os deis cuenta y no sintáis mi, o mejor, nuestra ayuda. La Madre está siempre con vosotros. Tratad de ayudar, todo lo que sea posible, a aquellas personas que no tienen posibilidades económicas, porque, como os dije ayer tarde, el mundo no va bien. Tampoco vuestra hermosa Italia va bien. Cuantas veces os he dicho: orad por vuestra hermosa Italia, porque no va bien. Los ricos se vuelven riquísimos y los pobres pobrísimos; es siempre el pobre el que paga por todos. Ya sé lo que estás pensando, Marisella: cuando Dios os pide algo vosotros enseguida decís que sí y cuando vosotros le pedís a Dios, los tiempos se alargan. Los tiempos de Dios no son los vuestros.

Marisa - Este discurso lo haremos a seis ojos. (Nuestra Señora, Obispo y Vidente, N. d. R.)

Nuestra Señora - Después hablaremos. Ahora preséntame a este niño, al pequeño Gioele, pequeño gran hombre. Cógelo, Marisella, cógelo, no tengas miedo... no hace falta que te levantes...

Marisa - Helo ahí, también él es una criatura nuestra. Tu has dicho que crecerá sano y bueno.

Nuestra Señora - Marisella, yo hago crecer a todos los niños buenos y sanos, pero también depende de sus padres. Os digo a vosotros, padres, lo que he dicho también a los otros: si el niño tiene necesidad de ser reprendido, no chilléis, no levantéis la voz, no le zurréis, ponedle una penitencia...

Marisa - Ahora te pongo también a ti una penitencia...

Nuestra Señora - ... Ponedle una penitencia, privadle de alguna cosa, pero no lo zurréis, a menos que haya hecho algo grave. Los niños reflejan el nerviosismo de los padres.

(Gioele llora)

Marisa - ¿El niño Jesús se comportaba así? Se lo damos a su madre. Dale un besito al niño... ¿tiene hambre?... Gracias, Virgencita, porque ayudas a estos niños.

Nuestra Señora - Hoy está también Mariasole. Mariasole es a la que le dan más azotainas, tiene un caracterillo fuerte; y pensar que tiene un papá tan dulce y una mamá... un poco menos. Ánimo, haced crecer a vuestros niños sanos, buenos y respetuosos. Cuando llegue el momento de ir a la S. Misa, tienen que ir. Tienen que ser preparados para la S. Comunión. También tu, Marisella, tienes que hacer tu parte.

Marisa - Las tías sirven para los regalos, no sirven para otro cosa, porque si se permiten regañar, los niños le dicen: no eres mi madre. ¿Entonces qué tengo que hacer?

Nuestra Señora - No importa, tu continúa. No tendrás miedo de un niño o de una niña, ¿verdad?.

Marisa - No.

Nuestra Señora - Esta es una aparición extraordinaria para el pequeño Gioele, que el domingo próximo entrará a formar parte de los cristianos, y será una nueva criatura que se añadirá a las otras. Gioele será también su ángel, además de el del Obispo. Os invito una vez más a rezar por todo lo que os dije ayer tarde. Estad unidos, estáis un poco desperdigados.

Marisa - ¿Ya sabes que estás hablando romano, como nosotros? Desparramados No sé si es romano o no.

Nuestra Señora - Ánimo, Marisa, dentro de poco te volverá un poco de voz para hablar un poquito mejor. Sé feliz.

Marisa - ¿Cómo lo hago para ser feliz? ¿El Obispo?

Obispo - ¿Cómo lo hago para ser feliz?

Nuestra Señora - Os comprendo y no os juzgo, porque tenéis razón, pero vosotros sabéis que la felicidad no es de este mundo.

Marisa - Me he dado cuenta.

Nuestra Señora - Seréis felices cuando vayáis a gozar del Paraíso.

Marisa - ¿Pero cuándo? Es desde 1989 que me has dicho aquella oración que habla de la nostalgia del Paraíso. Vale.

Nuestra Señora - Queridos padres, os lo ruego, haced que crezca bien este niño. Tiene necesidad de amor, de afecto, ahora que apenas tiene un mes y después, cuando sea más grande. Los padres que duermen poco porque los niños lloran, no tienen que quejarse. ¿No lo sabían antes? Tu lo has dicho, Marisella, que lo experimenten antes, porque cuando nace el niño es más difícil. Os doy las gracias a todos y os felicito a todos, especialmente a los que no tienen el Santo en el Paraíso.

Junto al Obispo os bendigo, a todos los niños y a los enfermos. Os cubro con mi manto materno y os estrecho fuerte contra mi seno materno. Id en el paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Felicidades a los padres, a los abuelos, a las hermanas, a los hermanos, pero sobre todo al Obispo y a Marisella que son...

Marisa - No se puede decir. Está bien, gracias.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Sea alabado Jesucristo.

Roma, 2 noviembre 2008 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Como bien sabéis, es una gran alegría para mi venir a este lugar taumatúrgico, porque estoy segura de que Dios está con vosotros, está siempre con vosotros, aunque no hable. Me gustaría mucho que esta jornada fuera dedicada a las personas que sufren, a los niños y a los ancianos que mueren de hambre. Como ya os he dicho, si los Jefes del Estado, si los peces gordos dieran algo propio a la propia patria, las situaciones serían mejores. Y sin embargo ¿qué sucede? Los italianos mandan a África, África manda a otro continente y este último a otros y así se destruyen las ciudades, porque hoy por hoy, todos tenéis necesidad de ayuda, también vuestra "bella Italia". Cuantas veces os he dicho: orad por vuestra "bella Italia", las cosas no van bien, el mundo va hacia atrás. Quizás no lo creéis, cuando la Madre os dice que las situaciones son realmente así. Cuando luego explotan, entonces alguno dice: "La Virgencita lo había dicho, tenía razón". ¿Creéis que os digo cosas que no son verdad? Cuando esperáis algo de Dios no continuéis formulando las mismas quejas: "Dios pues, Dios no puede, Dios... Dios. En el momento en el que ni siquiera lo esperéis, Dios hará lo que ha dicho: lo tiene que hacer, porque Dios es Dios, no es un hombre cualquiera. Si tampoco Dios mantiene las promesas, ¿verdad, Marisella, qué hacemos?

Marisa - No lo sé. Solo sé que estamos cansados de esperar, esto sí, y tu lo sabes. ¿Cuándo, cuando? Te lo repito una vez más: ¿Cuándo hará Dios lo que ha prometido? Nosotros esperamos, a veces refunfuñando, a veces nos quedamos en silencio, a veces tenemos las lágrimas en los ojos, pero continuamos esperando. Sí, también hay un poco de desánimo, hay un poco de desilusión, un poco de amargura: somos hombres, somos de carne y hueso. Cada tanto cedemos, cedemos a la tentación y nos preguntamos: ¿Por qué Dios no hace algo por nosotros?.

Nos quiere, ha escogido este lugar taumatúrgico, ha otorgado muchas gracias ¿y luego? Sentimos como si nos hubiera abandonado, por eso ayer tarde, cuando viniste, Virgencita, de repente, te dije: "Si no queréis hacerlo por nosotros, hacedlo al menos por el Obispo, decidíos por él"; porque, decidido por él, nosotros estamos en último lugar. Por tanto esperamos, esperamos con ansia. No me avergüenzo de decirte que estoy muy cansada y probada cada día y cada noche más, pero no importa. Puedo decir que estoy contenta, aunque a veces las lágrimas salgan de los ojos. Lloro, río, hago bromas con los jóvenes cuando vienen, trato de hacer sonreír también al Obispo, pero no es fácil. Está muy decaído, moral y físicamente. Ayúdanos, te lo ruego, tu que eres la Madre de todos, demuéstranoslo.

Nuestra Señora - Y tu, Marisella, demuéstrame que eres mi hija. Cada tanto sacas alguna palabrita un poco fuerte, parece que estés enfadada con Dios.

Marisa - Yo no estoy enfadada con nadie, quiero solamente ver triunfar al Obispo, solamente esto y luego que sea lo que Dios quiera. Ya lo sé que irá a la madriguera de los lobos y a la cueva de las serpientes, pero poco a poco estos lobos y estas serpientes morirán o se volverán inofensivas. Ayúdanos a todos, todos tenemos necesidad de tu ayuda, díselo también a Dios, si quieres, o se lo digo yo.

Nuestra Señora - Marisella, Dios ya lo ha escuchado todo.

Marisa - Bien. Tu quieres oración y nosotros rezaremos, tu quieres sacrificios y nosotros haremos sacrificios, tu quieres el sufrimiento de Marisella y tendrás el sufrimiento de Marisella, pero un poco de calma (en voz baja) también nos la puede dar Dios. ¿No?

Nuestra Señora - Pues bien, sí, pido oración a todos. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros niños, a los enfermos, a los ancianos y a todos los que lo necesitan.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Roma, 7 noviembre 2008 - hora 8:45 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Vengo en medio de vosotros siempre con mucha alegría. La Madre ve todas vuestras desilusiones, preocupaciones y enfermedades; puedo verlo todo y me gustaría ayudaros a todos. Por desgracia, como ya os he dicho otras veces, las cosas no van bien en ninguna parte del mundo. Los hombres se odian, sobre todo los que están en los lugares de responsabilidad. Vosotros os tenéis que amar, como siempre os he dicho. Yo estaré siempre con vosotros, ayudaré a los que tienen más necesidad, naturalmente al Obispo, a la Vidente y a toda mi pequeña comunidad a la que Dios ama tanto. Os quiero, mis queridos hijos, pero sé que estáis viviendo un momento difícil, especialmente el que está a la cabeza de esta pequeña comunidad.

Llegará vuestro momento y todo será más fácil, aunque al principio del renacimiento de la Iglesia requerirá mucho sufrimiento, por esto os invito a rezar.

Cuando ocurren pequeñas discusiones en familia, haced primero la paz antes de acostaros. La paz reine siempre con vosotros. Marisella, ya lo sé, no hace falta que me digas nada.

Marisa - No te digo nada.

Nuestra Señora - Sé lo que quieres decirme.

Marisa - Quería decirte solamente que estoy muy probada, muy cansada y tu sabes lo que querría; lo saben todos. Serán más felices sin una persona como yo al lado.

Nuestra Señora - No hables así, Marisella, no serán felices, estarán disgustados, pero, por tu bien, tienes que partir para el Paraíso.

Marisa - ¿Pero cuándo?

Nuestra Señora - Mi estima, mi confianza, mi amor por vosotros es tan grande que ni siquiera lo imagináis. Cuando habléis, tratad de hacerlo de manera más dulce, aunque se hable en plural, no quiere decir que la referencia incluya a todos. A veces cuando uno está cansado y probado ocurre que habla de manera dura; yo no quiero que os comportéis así.

Cuando vuelva a ver la iglesia llena como antes, cuando las personas comprendan que alejándose de este lugar taumatúrgico se han alejado de Jesús y de mi, habrán buenas novedades para todos. ¿Por qué se han cansado de rezar? Y sin embargo estar en la comunidad no requiere mucho compromiso. Se pide estar presentes el viernes, el primer sábado de mes, el domingo y las fiestas de precepto. No creo que sea un compromiso gravoso. Os he dicho que podéis rezar en casa, cuando vais a la compra, en cualquier momento, pero en los días que os he enumerado, es vuestro deber venir aquí. Decídselo también a los otros, no tengáis miedo de hablar, porque Dios está con vosotros, yo, La Madre de la Eucaristía, estoy con vosotros. Gracias.

Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, a los enfermos, especialmente a los niños que están sufriendo por el hambre. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Sí, he entendido, pero tienes que venir, si lo prometes y no vienes, nosotros estamos mal.

Obispo - Muy mal.

Roma, 9 noviembre 2008 - hora 10:40 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy es una gran fiesta. El pequeño Gioele María entra a formar parte de los cristianos. Es un niñito amado por sus padres, por sus parientes, por el padrino, por la madrina y por todos. Dios ha puesto los ojos en él y le ayuda a hacerlo crecer bueno, obediente a los padres, a los abuelos, a todos. Con gran alegría veo a este pequeño niño dormir en los brazos de su papá. La Madre desea todo bien a todos, a los abuelos, a los padres y al pequeño Gioele María.

Marisa - ¿Y a los padrinos?

Nuestra Señora - También a los padrinos, Marisella, sé buena. Invito a los mayores a rezar por los niños, siempre; estad a su lado. Os lo ruego: no los zurréis, no les peguéis, no les estiréis fuerte de los brazos, para que sean buenos, dadles un castigo. Los niños no se han de tocar de ninguna manera. El niño tiene necesidad de todo, un mañana será diferente. Sí, pequeño, llora, te hace bien a los pulmones. Los que están en la basílica, por desgracia no ven nada, pero vosotros sabéis perfectamente como bautiza vuestro Obispo a los niños. En este momento descienden Gioele, el ángel del Obispo, que será también el ángel del pequeño Gioele, y todos los otros ángeles para festejar al pequeño Gioele María. Naturalmente está mi Jesús, la Virgencita, S. José, la Abuela Yolanda y las almas santas que con tanto amor han servido a Dios.

Junto a mi santo Obispo os bendigo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisella, besa al pequeño Gioele; tu lo has visto cuando todavía estaba en el seno de la madre.

Roma, 14 noviembre 2008 - hora 8:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Estoy aquí con vosotros, espero este día con ansia para veros, para ayudaros, sobre todo para ayudar a los que sufren. Os he pedido tantas veces que recéis por los niños enfermos, abandonados, y habéis respondido a mi llamada. Hay personas que sufren por culpa de otros hombres y eso, a mi, la Madre, me duele. Le digo a aquél joven: ánimo, adelante, no te abatas tanto, no vale la pena. Te pido perdón si de lo Alto de los Cielos ha llegado aquella indicación. Dios os dice lo que tenéis que hacer y, si después no respondéis, sois vosotros los que pagáis las consecuencias. No os preocupéis, obedeced siempre a Dios, ánimo y adelante. Yo soy vuestra Madre y, como dije ayer por la mañana a vuestra hermana, Dios está siempre a vuestro lado, yo estoy siempre a vuestro lado, especialmente de aquellos que sufren, de los niños lejanos y cercanos.

Ánimo a todos. Ánimo también a ti, Marisella.

Marisa - Me gustaría estar un poquito mejor, poco, poco.

Nuestra Señora - Niños, amad a la Virgencita, mandadme un beso. Adiós, Emmanuel, ¿me mandas un beso, cariño? Dáselo también a tu hermanita y luego, el domingo, a tus primitos diciendo: "Este beso lo manda la Virgen, la Madre de la Eucaristía"

A todos los niños que forman parte de esta comunidad, y también a los que no forman parte, mando mi saludo y mi beso.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Adiós, Sara, manda un beso a la Virgencita.

Marisa - (Dirigiéndose al Obispo) Nuestra Señora no ha continuado porque estoy demasiado mal. No puedo traducir y repetir lo que dice.

Roma, 16 noviembre 2008 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sé que es un momento muy difícil para vosotros, pero tenéis que estar más serenos, más calmados y soportar a las personas que no son como vosotros querríais que fueran. (La virgen se dirige al Obispo y a la Vidente, N.d.R.)

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. La oración os lleva a Jesús y Él ha dicho: "Aprended a amar y después rezad", no olvidéis esta frase. Muchas personas que se comportaban mal, hacían sufrir al prójimo, blasfemaban, se han convertido porque han aprendido a amar. Vosotros no los conocéis, pero hay muchos en el Paraíso, han subido al Cielo solo por haber hecho un acto de amor. Yo deseo que vosotros realicéis actos de amor, que os queráis, que os soportéis mutuamente. Pueden haber momentos duros, difíciles, pero no por eso os tenéis que desanimar, sino que tenéis que estar siempre dispuestos a soportarlo todo, a tener valor y yo estaré en medio de vosotros. Alguno piensa que es difícil llegar a la santidad. Oh no, no es así. Si conseguís amar al vecino, al hermano, a la hermana, a los amigos y hacéis actos de amor y de paz, iréis enseguida al Paraíso. Deseo mucho que os améis, tenéis que amar incluso a los que no participan en la S. Misa, que no vienen al lugar bendecido por Dios. Este es un lugar taumatúrgico, Dios lo ha querido así, el porqué lo sabréis en el futuro. Aquí ha habido conversiones y sanaciones; esto es muy importante. Pero poned atención, Dios sana, ayuda y llama, pero si no se hace lo que Él pide, si no hay amor, no hay nada. Os lo repito: amad a Dios, creed en Dios y cuando os dice algo, hacedlo, sino os ponéis en contra de Él. Me gustaría mucho que enseñaseis a vuestros hijos la importancia de amar a Dios. Dios es uno solo, nadie lo ha visto nunca, pero Él os ve a todos y os ama a todos, a unos de una manera a otros de otra, y sabe a quien pedir más o menos sufrimiento. Orad, para que Dios os conceda una fe grande en Él.

Mis queridos jóvenes, divertíos también, que gusto sentí ayer, cuando estabais todos juntos celebrando una fiestecita. ¿No creéis que es bonito? No os digo que lo hagáis siempre, porque estáis muy ocupados con los deberes familiares, pero cada tanto haced estos encuentros. No os avergoncéis de decir una pequeña oración y, si no podéis hacer la señal de la cruz porque hay mucha gente que os mira, hacedla sobre el corazón con el pulgar, haced una señal de la cruz pequeñita y, en aquel momento, estáis unidos a mi y yo estoy con vosotros. Ánimo hijitos, yo os amo. Dios os ama y el Paraíso os ama. Es necesario saber rezar bien. Es bonito que antes de empezar a comer, se diga la oración, es bonito que sean los niños los que la digan. Son los niños los que se acuerdan de rezar. La Virgencita os da las gracias porque es mérito de los padres si los niños son así. Tendrían que ser un poco más buenos.

Marisa - Son pequeñitos. No sé donde están.

Nuestra Señora - ¿Cómo que no lo sabes? Uno está contigo.

Marisa - Él (vuelta hacia el pequeño Emmanuel) es el hombre de la oración cuando quiere.

Nuestra Señora - Querido Emmanuel, reza, cariño, reza por papá y por mamá, por tus tíos, por tus primitos. Reza por las almas que sufren, por los niños que tienen hambre, que no tienen nada que comer y no tienen medicinas para curarse. Vosotros, sin embargo, niños, tenéis de todo, no os falta de nada. ¿Verdad Emmanuel? Tratad de ser buenos chicos, de obedecer sobre todo a los padres. ¿Te acuerdas del cuarto mandamiento? Honra a tu padre y a tu madre. Emmanuel, ¿qué significa honra a tu padre y a tu madre?

Emanuele - Obedecer a los padres.

Nuestra Señora - ¡Oh, si todos los niños fuesen así!

Marisa - Virgencita, ayúdanos un poquito también a nosotros los mayores a ser más fuertes y más buenos porque cuando hay sufrimiento, es difícil ser buenos. Me asombra que, a pesar de todo, a pesar de todo el sufrimiento y los dolores, podamos rezar.

Nuestra Señora - Hay muchas personas que rezan en los hospitales y muchas que tienen en la mano el santo Rosario. Es una oración larga, lo comprendo, y muchos se cansan, se duermen. Si vosotros meditáis bien los misterios, será difícil que os durmáis, pero para los niños es más difícil. Os doy las gracias por vuestra presencia. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos. Bendigo a todos los niños, especialmente a los enfermos y los que no tienen nada que comer. Os traigo a todos junto a mi corazón.

Os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Emmanuel, ¿me mandas un besito?

Gracias, hijito.

Roma, 21 noviembre 2008 - hora 8:40 (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Es un placer veros aquí para participar antes que nada de la S. Misa, siempre en gracia de Dios, y para escuchar el encuentro bíblico. Vosotros no podéis imaginar lo importante que es conocer la Palabra de Dios. He venido desde muy lejos, aunque para mi el venir aquí es como hacer un salto y encontrarme sobre el lugar. Yo y Marisella estábamos en Burundi y ahora estamos aquí. Estoy en medio de vosotros para llevaros un poco de alegría y un poco de paz. Sé que estáis pasando un periodo muy duro, tanto por los hombres de la Tierra, como...

Marisa - …por los del Cielo. Lo digo yo, si tu tienes miedo de decirlo.

Nuestra Señora - No tengo miedo de decirlo, pero me gustaría haceros comprender lo grande que es el amor de Dios y el mío hacia vosotros y los niños. ¡Oh, cuántos niños continúan muriendo de hambre porque no tienen las asistencias necesarias para curar las enfermedades! Vuestra hermana sabe perfectamente cuál es la situación. Vosotros, pequeñas florecillas, los niños, y grandes florecillas, los grandes, no podéis imaginar lo que hay en otros países. Habéis comprendido finalmente que también aquí, en vuestra bella Italia, las cosas no van bien. Os pido que recéis mucho, pido a los niños que recen por los otros niños que no tienen la posibilidad de jugar, porque la miseria, el hambre y la enfermedad los aplastan y cada poco alguno vuela hacia Dios. Volar hacia Dios es lo más hermoso que pueda pasar, ya sea a los grandes que a los pequeños. Hay quien espera partir desde hace tiempo (Marisa, N.d.R.), pero tiene que esperar todavía un poco, muy poco, porque la salud empeora cada vez más. Rezad, rezad por todos los niños del mundo; sois abuelos, tíos, madres, padres. Todos tenéis niños. Rezad sobre todo por los que están enfermos y por los que no tienen que comer. Desde hace algunos días que voy junto a ellos con Marisella, su situación es muy triste.

Marisella, ¿a ti que te puedo decir? Ánimo. Y a ti, mi querido y santo Obispo, ánimo, no te derrumbes cuando veas a tu hermana que no está bien, no resuelves nada y estás mal tu también.

Tenéis que amaros todos, a pesar del sufrimiento, las pruebas, las personas que hacen sufrir, y son muchas. Quereos, todos. Los niños tienes que respetar a los padres, los padres tienen que tener un poco más de paciencia con los niños y todo será más bonito. Mi saludo es para los que están lejos, que están de viaje y para los que están enfermos. Gracias.

Junto a mi santo Obispo os bendigo a vosotros y a todos los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Roma, 23 noviembre 2008 - hora 11:10 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Hoy es la fiesta de Cristo Rey, pero tu, Marisella, sabes perfectamente que Cristo es Rey sin corona; los Reyes del Cielo no tienen corona.

Marisa - Deseo darte las gracias por esta noche, aunque eran las cuatro, digamos casi de mañana, he podido descansar un poco. Pero ahora está comenzando de nuevo el tremendo dolor, y por eso, Jesús, te pido con todo el corazón que me hagas superar esta crisis.

Jesús - Si los niños procuran rezar, Yo estaré con ellos y los ayudaré siempre. Marisella, algo tengo que decirles a ellos, sino se cansan. Ahora tengo que ir al Padre y te dejo a la Madre.

Nuestra Señora - Mariasole, ¿no quieres estar con la Virgencita? ¿Y tú, Sara? Emmanuel has hecho bien lo que tenías que hacer, pero hay todavía mucho trabajo y el trabajo es obedecer a los padres. Cuando te llaman, ve enseguida, haz una bonita carrera y di: "Aquí estoy, papá, aquí estoy, mamá", así se ve el amor que tienes por tus padres.

Marisella, esta noche hemos venido a ayudarte y tu sabes que si no hubiésemos venido estarías deshecha. Sí, a las cuatro todo se ha terminado y ahora de nuevo todo empieza. Tu sabes lo que te ha dicho Dios. No soy yo, la Made, la que hago preguntas, es Dios el que habla y puede pedir todo lo que quiera.

Marisa - ¿Podría hacerme estar un poquito mejor? Ayer noche no pedí que me curara, pedí estar mejor, no por mi, sino por el Obispo, por Yari y Laura que viven aquí conmigo. Pido estar mejor sólo aquel poco que me sirve para sonreír y para hablar con los míos.

Nuestra Señora - Volvamos a la fiesta de Cristo Rey. Mi Hijo, tu Esposo, es Cristo Rey. El Rey más grande de todos los de la Tierra; Él es Rey sin corona. Cuantas coronas me ponen también a mí, pero no es así. El Paraíso es alegría y amor, no hay pompas inútiles. Pido a todos que recéis, lo pido también a Mariasole, a Sara, a Emmanuel, a Jacobo, el muchachito grande, y a Samuel, aunque es un poco caprichoso.

En esta fiesta ha habido el milagro eucarístico tan perseguido, por el cual habéis sufrido mucho. ¿Por qué ofender la Eucaristía? ¿Por qué decir: "Tira aquel pedazo de pan"? ¿Por qué no creer en la Eucaristía de la cual ha salido sangre en las manos de vuestro Obispo? Recordad: los que no creen en la Eucaristía tendrán que pasar cuentas muy tristes con Dios. Vosotros, en cambio, habéis creído en todo. Vosotros, adultos, continuad rezando, sé que rezáis mucho. También los jóvenes rezan, continuamos llamándolos jóvenes; también los niños rezan. Dios tendrá que cambiar de idea.

Ya sé que en la vida hay quien goza y quien sufre. Marisella, sufre y ofrece por todos los niños pobres, solos, por los misioneros, por los enfermos, hay muchos, también los doctores se enferman y hay que ayudarlos también a ellos, como hay que ayudar también a los enfermeros.

Marisa - Virgencita, mientras hablas estás riendo, pero nosotros estamos sufriendo muchísimo. Te lo ruego, haz que no vuelva a empezar la historia de ayer.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, grandes y pequeños, la Madre os ama, Jesús os ama, Dios os ama a todos. Yo estoy siempre con vosotros. A Marisella le parecía que no le llegaría la gracia y después ha llegado, tarde, pero ha llegado. Quiero llevaros a todos en mi corazón, especialmente a los niños. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Marisa - ¿Cuándo me llevaréis? Los dos números han pasado hace tiempo.

Nuestra Señora - Tienes razón. Os dejo, mis queridos hijos, hay la S. Misa. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Marisa - Ayúdame, te lo ruego. Saluda a mi madre, no la hagáis llorar.

Roma, 28 noviembre 2008 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Como siempre es para mi una alegría venir en medio de vosotros. Me disgusta que algunas personas no vengan porque la vidente no está presente, porque no baja a la iglesia. No podéis comprender cuanto sufre y lo mal que está también por vosotros. El que se comporta de este modo quiere decir que todavía no ha comprendido la importancia de participar en la S. Misa, tomar la S. Comunión, ir a Confesarse, vivir en gracia y recitar el S. Rosario. La Vidente es la última y vale solo por aquel poco tiempo que yo estoy con ella. ¿Por qué no obedecéis y no ponéis en práctica las cartas de Dios? ¿Por qué en la iglesia continuáis hablando en voz alta cuando se ha terminado la S. Misa? ¿Por qué os dais la vuelta a menudo para ver quien entra y quien sale? Dios ha dicho: "Cuando recéis acercaos al Sagrario, mirad el Sagrario, no os giréis a mirar, a saludar, a sonreír a quien entra y a quien sale". Para vosotros quizás son pequeñas recomendaciones, pero para Dios son grandes. Cuando estáis delante de Jesús, delante del Sagrario, está Él y basta, no hay otros, está Jesús y vosotros.

Muchas personas por falta de amor no van al Paraíso. El amor, la caridad llevan al Paraíso, aunque una persona haya llevado una vida no buena, no bella. Sé que rezáis mucho, pero la oración no basta. Ha dicho Jesús: "Aprended a amar y después rezad", porque el amor es la virtud más bella y más grande que os acerca a Dios, porque Dios es Amor.

Cuidado, Marisella, porque estoy leyendo lo que estás pensando. Sí, ya lo sé, humanamente hablando podría deciros que tenéis razón, pero espiritualmente hablando no. Anna, pequeña Anna, ponte de pie y siéntate, no estés de rodillas, porque después estás peor. Todos sabéis cuantas veces he dicho: "El que no pueda arrodillarse que esté de pie y el que no pueda estar ni siquiera de pie que esté sentado". ¿Qué hay más hermoso que estar cómodo y rezar a Jesús y mirar fijos al Sagrario porque allí está mi Hijo?

El domingo es el primer domingo de Adviento. Vuestro Obispo tiene que decidir si hacer la novena o el triduo. De todos modos Yo estoy siempre con vosotros, en cualquier momento y en cualquier lugar que estéis... que estáis.

Marisa - Estéis o estáis está bien, es lo mismo. Perdona, pero mi italiano no es siempre correcto.

Nuestra Señora - ¿Hablas mejor el francés, Marisella?

Marisa - No.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os doy las gracias por vuestra presencia. Poned en práctica cuanto la Carta de Dios ha expuesto, poned en práctica mis reproches maternos.

Junto a mi santo Obispo y vuestros os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Te lo ruego, ayúdame. Adiós. Mi madre esta tarde, ¿no está? ¿Cómo es eso? ¿La saludas de mi parte y le das un beso?

Roma, 30 noviembre 2008 - hora 10:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Gracias porque has venido a vernos. Estamos muy tristes y tu lo sabes.

Nuestra Señora - He venido para deciros que recéis, no tengo mucho que decir, porque la Carta de Dios es muy breve. Está escrito solamente: "Di a mis hijos que recen, pero antes tienen que aprender a amar". La cruz y el sufrimiento tienen que mitigarse aunque para alguien (para Marisa, N.d.R.) estarán presentes hasta el final. Deciros ánimo me parece una tomadura de pelo, digo solamente sed fuertes, tened fe y creed en Dios. Dios es Amor y tenéis que amarlo, a pesar de todas las dificultades de la vida. Solo poquísimas personas, dos personas, sufren mucho. Ánimo, tened fe. Vosotros queríais celebrar el año de la realización de las promesas. Es más apropiado el año de la Fe, pero es nuestro Obispo el que tiene que decidir.

Me dan ganas de decir ánimo, ánimo, ánimo, pero me parece que os tome el pelo. Nosotros os amamos mucho, aunque esté presente un gran sufrimiento, pero recordad que Dios Amor está con vosotros. Gracias. Poned en práctica cuanto Dios ha dicho hasta ahora en los mensajes. Cuando sepáis poner en práctica los reproches de Dios y los reproches maternos, entonces todo cambiará.

Gracias una vez más, mis queridos hijos, por vuestra presencia. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo a todos vosotros; sois héroes por haber venido aquí, a pesar de la tormenta. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Adiós.

Marisa - Ayúdanos al menos a afrontar esta gran prueba, danos la fuerza, sobre todo al Obispo. Adiós.

Mensajes de Diciembre de 2008

Roma, 5 diciembre 2008 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Marisella, lo que has dicho es verdad.

Marisa - Espera un momento. Ha venido aunque se ha expuesto el Santísimo. ¿Qué quiere decir?

Obispo - Que se han cambiado las disposiciones.

Marisa - ¿Ellos cambian siempre?

Obispo - ¡Exacto!

Marisa - Entonces está bien.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos. Vosotros sabéis que cuando se hace el encuentro bíblico yo estoy siempre presente; hoy Jesús Eucaristía está expuesto, pero Dios Padre me ha mandado igualmente, con la abuela Yolanda, para ayudar a todos los que sufren. Es preciso saber aceptar el sufrimiento, aunque a veces sea fuerte y duro. Si no actuáis como debéis, sufrís aún más. Yo he venido porque he obedecido a Dios Padre. Hijitos, rezad, amad, aceptad al menos los pequeños sufrimientos y volved a sonreír, aunque el mundo vaya hacia atrás. No que riáis, sino sonriáis, que seáis brillantes como antes. Volcán y Mascota, ¿os acordáis cuanta vitalidad había en vosotros? Yari hacía siempre chistes y hacía reír a todos, pero el más brillante de todos era vuestro Obispo. No verlo tal como era antes, me duele, pero Dios lo quiere así, lo ha decidido así.

Marisa - ¿Así como?

Nuestra Señora - No hagas preguntas, Marisella.

Marisa - Algunos días he estado un poco mejor, porque ha venido mi madre a ayudarme y luego ha regresado con Dios Padre. Hoy he estado muy mal y ¿has visto como se ha quedado el Obispo? No puede verme sufrir tanto y tiene razón. De todos modos, si tienes alguna novedad bonita que decirnos, dínosla y si todavía es tabú, continuaremos rezando, apretando los dientes, el que los tenga, y seguiremos adelante. A veces nos viene la tentación de cerrarlo todo, de pararlo todo y de no hacer nada más, pero cuando llega el momento de la aparición, sobre todo de la Santa Misa y de la Santa Comunión, nos reponemos y continuamos. ¿Durante cuanto tiempo aún? ¿Cuánto tiempo tiene que transcurrir todavía? He visto llorar muchas veces a mi madre. ¿Por qué, si está en el Paraíso, tiene que llorar? ¿Por qué no gozar del Paraíso como todos? Me ve sufrir a mi, al Obispo y a todos los que están alrededor nuestro y que nos quieren. Cuando veo a mi madre, el corazón se me llena de alegría. También hoy le he suplicado que me hiciera estar un poquito mejor. Me he dirigido a mi madre terrena y ella me ha ayudado.

Nuestra Señora - Marisella, te han quitado el micrófono.

Marisa - Han sido los niños.

Nuestra Señora - Tenéis que tener aún mucha paciencia con vuestros niños, como Dios la tiene con vosotros.

Marisa - Hemos decidido hacer el Año de la Fe. El día de tu fiesta, antes era también la nuestra, te presentaré el libro de nuestra vida. El Obispo ha quitado muchas páginas, porque eran penosas y hacían sufrir.

Nuestra Señora - Marisella, yo ya he leído toda vuestra vida, pero si me la presentas, estoy contenta. En la portada poned a Jesús Dulce Maestro y a la Madre de la Eucaristía.

Marisa - Está bien, está bien, gracias.

Nuestra Señora - Marisella, no me gusta cuando haces eso.

Marisa - Porque quiero mucho al Obispo.

Nuestra Señora - Vosotros os tenéis un gran amor recíproco y lo tenéis hacia todos. Habéis vivido muchos momentos llenos de tristeza, os he visto muchas veces tristes y me gustaría no verlo más. Para la fiesta de la Inmaculada empezad de nuevo a sonreír, no a reír. Vamos a ver quien es el mejor haciendo esto, incluidos los niños, los que están presentes y los que no están. Sé que los niños recitan la oracioncita por la noche, por la mañana y antes de comer. Esto es muy bonito. Os repito una vez más: tened paciencia con vuestros hijos, como Dios la tiene con vosotros.

Marisa - ¡Oh no, nosotros tenemos paciencia con Dios! No sé si iré al Paraíso. Tu lees en el corazón y sabes que queremos mucho a Dios y a todos los que están en el Paraíso. Últimamente me he pegado a Pablo VI, que ha entrado en el Paraíso de la visión beatífica el 6 de agosto. Con él ha entrado Juan Pablo I. Después han entrado Pío XII, Pío XI y León XVI.

Nuestra Señora - Vosotros dos, queridos hijitos, me hacéis sonreír tanto.

Marisa - Menos mal, al menos hacemos algo bueno.

Nuestra Señora - Pues bien, hijitos, la Madre os da las gracias por vuestra presencia. Como siempre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Mando un beso a los niños, también a los ausentes.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Roma, 6 diciembre 2008 - hora 6:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy, además del primer día del triduo a la Inmaculada, es también el primer sábado de mes y yo estoy de nuevo en medio de vosotros. Tengo que haceros una recomendación. Cuando os encontréis con personas que os dicen que ven a la Virgen o a Jesús, responded: "Está bien, gracias. Rezad por mi". No discutáis, no digáis nada más, porque no todos estáis preparados para afrontar y responder a aquellas personas; sólo el Obispo está preparado y puede responder. Su cometido es duro y difícil, porque cuando a aquellos se les toca y se les dice a la cara: "Lo siento esto no es verdad", porque dicen herejías, se vuelven hostiles, malvados y de sus ojos sale un odio tremendo. Vosotros ya sabéis quien me ve a mi, quien ve a Jesús y quien no ve a Dios, pero lo oye. No escuchéis a nadie, no escuchéis a los que dicen que vendrá el Anticristo. Con educación, gentilmente, decid: "Está bien, gracias. Rece por mi", sin añadir nada más. Esta sugerencia se la di hace muchos años a vuestra hermana. Ella, a menudo, cuando bajaba y se encontraba con estas personas, decía solamente: "Rece por mi". Y es justo, porque estas personas se vuelven malas si se les dice a la cara: "No te creo". Vosotros no lo hagáis, porque sólo el Obispo, o un sacerdote bien preparado, pueden responder de manera ecuánime a estas personas. A vosotros solo os digo que recéis, porque son justamente estas personas las que arruinan aquel poco de bueno que hay en la Iglesia, porque dicen herejías; vosotros sed dóciles, pensad en rezar. Hoy he querido venir con los Santos que han entrado en el Paraíso de la Visión beatífica y están delante de Dios. Os pido que recéis por los que están en el Paraíso de la Espera, que son muchos. Rezad también por los que están en el Purgatorio, para que de este modo puedan también ellos subir al Paraíso de la Espera. Estos no ven a Dios, pero en ellos hay alegría, amor, canto, oración, de todo. Esto lo pido, tanto a los grandes como a los pequeños, tanto a los adultos como a los jóvenes, digamos ex jóvenes, pero delante de los adultos son jóvenes: orad porque yo quiero veros a todos en el Paraíso de la Espera y luego, poco a poco, llegaréis a la grandísima meta del Paraíso de la Visión Beatífica.

Hoy, lo que más me ha conmovido es ver a las personas que han venido de muy lejos para oír a la Madre, para oír lo que digo, y no digo nada nuevo, digo sólo que recéis por todos, en mayor medida por aquellas personas que sufren, que no tienen comida, que no tienen agua, que no tienen nada y que mueren. Hoy, a través de Marisa, he preguntado a un niño si quería dinerito por el dientecito que le había caído o si quería dárselo a los niños, a los ciegos, y él con una bonita sonrisa, con los ojitos luminosos ha dicho: "A los niños, a los ciegos". Me ha conmovido muchísimo la alegría de este niño al dar. Pobrecito, había renunciado a su dinerito y es ya la segunda vez que hace este acto de generosidad. Yo no os pido nunca grandes sacrificios a vosotros, os pido solamente, a quien pueda, sin rendir cuentas a nadie, que ayude a estos pobres niños. Marisella sabe cuántos son y cómo sufren. Vosotros, gracias a Dios Omnipotente, estáis todavía bien. Aunque también en Italia hay pobreza y también miseria, pero cuando se ve a los niños morir porque no tienen nada que comer, no tienen nada que beber, no tienen medicinas para curarse, el corazón se encoge y se vuelve pequeño, pequeño.

Marisa - Virgencita, ¿puedo hacerte una pregunta? ¿Dios no podría hacer algo más por estos niños? Yo no digo que les mande dinero, porque Vosotros allí arriba no tenéis. ¿Verdad? (dirigiéndose al Obispo). Vosotros no tenéis dinero, pero Dios podría ayudarles de otros modos: mandar a las personas que los ayuden, porque nuestra ayuda es importante para estos pequeños y también para los adultos; también ellos sufren. Veo que sonríes, Virgencita. Madre de la Eucaristía, Madre de Jesús y Madre nuestra, ayuda a todos los que tienen necesidad, ayuda a los enfermos, que hay muchos, los hospitales están llenos y ya no saben donde ponerlos.

Nuestra Señora - Cuando llegue aquel día tan esperado por ti, yo te ayudaré, pero sin dinero, porque en el Paraíso no hay dinero; te ayudaré a hacer algo bonito por todas las personas.

Marisa - ¿Cuándo me llevarás?... Tengo dolores por todas partes y a veces tengo que callar, tengo que esconderlo, porque alguien (el Obispo N.d.R.) sufre más que yo y yo no quiero esto. Virgencita, óyeme bien: cuando vais todos junto a Dios Padre, ¿qué le decís? Decidle que ayude a aquellas personas que están en la Tierra y que son muchas y ayudadme un poquito también a mi.

Nuestra Señora - Tu sabes cual es tu camino, Marisella.

Marisa - Sí, pero no lo digas, no lo repitas, lo sé yo y basta.

Nuestra Señora - Os doy las gracias por el triduo que estáis haciendo de todo el corazón y por las oraciones. Mañana es el último día del triduo. Antes hacíais una gran fiesta. Me gustaría veros de nuevo alegres y celebrando una gran fiesta.

Marisa - Pero nos faltan las fuerzas, Virgencita. Danos tu ayuda, porque estamos cansados y desmoralizados.

Nuestra Señora - Marisella, ¿sabes que te digo? Que desde hace algún tiempo, para hablar…

Marisa - …tienes que preguntar a Dios Padre lo que tienes que decir.

Nuestra Señora - Eres una pillina.

Marisa - Yo soy una pillina. Tengo una congoja aquí...

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, orad todo lo que podáis. Repito una vez más: tened más paciencia con vuestros hijos. Crecen y cambian su manera de hablar, de actuar, de moverse. Paciencia. Es el Año de la Fe, pero a los padres les digo: celebrad también el Año de la Paciencia.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, a los enfermos, a los misioneros. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo.

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Roma, 7 diciembre 2008 - hora 7:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Marisella, para verme, no necesitas las gafas. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es el último día del triduo. Alguno está pensando que la Madre se repite. Es verdad; me repito para invitaros a rezar, a recibir a Jesús en gracia y que améis a todos; por otra parte las madres se repiten con sus niños. Yo he dicho a las madres: paciencia, paciencia, y ahora os digo a vosotros que tengáis paciencia con vuestra Madre del Cielo, que se encuentra en medio de vosotros desde que el Obispo ha empezado a contar de nuevo su vida y la de Marisella. Su vida ha sido sufrida y la han aceptado con amor.

Estoy aquí para deciros que recéis por las personas enfermas. Mañana es la gran fiesta y todos tenéis que participar. Yo, con toda la Corte Celestial, estaré con vosotros, porque Dios me ha dicho: "Ve, María, y lleva contigo a todas las personas santas de Paraíso". Soy feliz al venir, y poder estar con vosotros, participando en la S. Misa, esta tarde y mañana, porque para mi es hermoso estar junto a vosotros y sobre todo con los que sufren, porque tienen más necesidad de la Madre. Quiero daros las gracias a todos, especialmente a las personas que han venido desde lejos. Siento que la criatura escogida por Dios no puede estar en medio de vosotros, porque su salud declina cada día, pero ella os ve como yo os veo uno a uno. Leo en vuestros corazones y vuestros pensamientos, los afanes, las dificultades. Os pido que améis sobre todo a los que sufren, que améis a los niños, a los enfermos y yo estaré con vosotros, siempre. Me gusta veros cuando habláis con el Obispo, cuando le preguntáis algo, cuando sonreís a sus chistes, no son frecuentes como antes, pero consigue ser brillante, a pesar de todo. Cuando llegue la hora, el Obispo será feliz en el Paraíso y ayudará a los que estén aún vivos.

Marisa - Pero yo…

Nuestra Señora - Sí, Marisella, antes te irás tu, no te preocupes. El alma hermosa que Dios ha escogido, cuando vaya al Paraíso podrá ayudar a los que se queden en la Tierra, especialmente a los niños que se convertirán en grandes.

Yo soy la Inmaculada, yo soy la Madre de la Eucaristía y mañana, dos Vírgenes junto a Bernadette y Marisella, estarán con vosotros y rezarán por vosotros. También esta noche haremos una vigilia muy larga y rezaremos por todas las personas que tienen necesidad; también tu, Marisella, tienes mucha necesidad de ayuda, pero no te preocupes, quédate tal como eres; eres capaz de hacer alguna broma graciosa y veo que muchas veces haces reír también a los chicos que vienen a ayudarte. Es hermoso y a Nosotros nos gusta mucho.

Marisa - Ahora estoy arriba, en el Paraíso, contigo, ¡qué bonito, qué fiesta, qué luz! ¿Has dicho que venías a la Tierra?

Nuestra Señora - Sí, para llevarte al Paraíso y hacerte gozar.

Marisa - Pero luego me vuelves a mandar abajo y yo empiezo de nuevo. Es hermosísimo, ver a mi madre, a la abuela Esperanza y a muchas personas que conozco y de las que no recuerdo el nombre. Está Fatina. Virgencita, ¡qué gracia tan grande me has dado!

Nuestra Señora - Ahora, Marisella, recemos junto a las criaturas de la Tierra, porque veo que estás muy cansada.

Marisa - Pero aquí no, en el Paraíso no estoy cansada.

Nuestra Señora - Invocad, mis queridos hijos, a la Inmaculada, a la Madre de la Eucaristía. Pensad que, cuando invoca a la Inmaculada, vuestra hermana dice cada tarde, cada noche siete coronillas y pide las gracias para cada uno de vosotros, para los niños, para los enfermos, sobre todo para el Obispo y para un sobrinito suyo que tiene necesidad de ayuda. Gracias, mis queridos hijos, por vuestra presencia, gracias una vez más a los que han venido de lejos.

Junto a mi santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados y a todos los niños del mundo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén. Alabado sea Jesucristo. Adiós, Marisella, te llevaré otra vez conmigo arriba.

Marisa - Adiós.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Excelencia, no me he dado cuenta de que estaba en el Paraíso. Había tanta luz, he visto a tantas personas, todo era luminoso, todo era una fiesta. Ella ha venido a la Tierra y luego hemos ido arriba al Paraíso.

Obispo - ¡Qué hermoso!

Marisa - Pero si ella no me lo hubiera dicho, hubiera gozado de esta experiencia, pero no sabía que...

Obispo - No te dabas cuentas de que estabas en el Paraíso.

Marisa - No, porque no me doy cuenta nunca de nada, soy un desastre.

Obispo - No, no, no digas eso.

Marisa - Es que estoy mal.

Obispo - Muy mal.

Roma, 8 diciembre 2008 - hora 11:00 a.m. (Carta de Dios)

Fiesta de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es una gran fiesta, la fiesta de María Inmaculada. Yo soy la Madre de la Eucaristía. Se que me queréis presentar el recuento de vuestra vida desde 1971 a 1973, yo ya la he leído toda; es muy, muy hermosa. La Madre está contenta de todos vosotros. El sufrimiento de alguno no termina nunca, y ayer, lo podéis decir perfectamente, que habéis tenido una ayuda muy grande, porque estaba a punto de suceder algo grave y no era justo. Yo estoy siempre con vosotros, yo soy vuestra Madre, la Madre del Cielo y de la Tierra. Quiero felicitaros a todos, como vosotros me felicitáis a mí. Muchas felicidades a los dos jóvenes ministros que se han comportado muy bien; uno de ellos cada poco se cansa, pero ha sido muy bueno. Sé que la oración y las funciones largas pueden cansar, pero esto puede servir a los pequeños y a los grandes para ser más fuertes y ofrecer a Jesús al menos estos pequeños florilegios. Es preciso intensificar la oración con los seres queridos y solos, haced al menos una pequeña oración. ¿Os acordáis cuando en los primeros mensajes pedía que dijerais una pequeña oración? Si miráis el reloj, y todos lo tenéis, os daréis cuenta que para decir un Padre Nuestro, una Ave María y un Gloria al Padre no se requiere ni siquiera un minuto. ¿Por qué no dais un minuto a Dios antes de acostaros? Por la mañana, cuando os levantéis, haced una bella señal de la Cruz y decid: "Gracias, Jesús, porque me das este nuevo día". No hacen falta grandes oraciones, porque muchos tienen deberes de escuela o de trabajo. La mayor parte reza en el coche y mientras esperáis levantad un momentito los ojos al Cielo y decid: "Gracias, Dios, por este nuevo día". O bien: "Ayúdame, Dios, a ser mejor y más bueno", esto vale para todos, para los grandes y para los pequeños.

Hoy tenía que ser una gran fiesta, pero la salud deja mucho que desear. Cuando alguien dejará esta Tierra, haréis de nuevo grandes fiestas. Doy las gracias al santo Obispo por el modo como ha llevado adelante esta pequeña comunidad, enseñándolo todo, desde la señal de la Cruz, hasta recibir a Jesús en gracia. Cuando recibáis la S. Comunión tenéis que estar siempre en gracia de Dios; no recibáis el sacramento de la Comunión, si no estáis en gracia, id a confesaros. No miréis quien confiesa, sino pensad que en aquel momento es Jesús el que os escucha y os perdona.

Marisa - Ahora está la Inmaculada y Bernadette está de rodillas.

Nuestra Señora - Sí, queremos celebrarlo juntas, pero este año la Madre no ha traído lo que te había prometido, pero llegará.

Marisa - Perdóname, Virgencita, pero a mi no me interesa aquello, me interesa que me lleves arriba.

Nuestra Señora - Va, va, Marisella.

Marisa - Estoy siempre mal.

Nuestra Señora - De todos modos, ya que hoy la función y la procesión son muy largas, no quiero cansaros más. Espero que vosotros dos, jóvenes ministros, cuando os llamen para las grandes fiestas, digáis enseguida: "Sí, Excelencia, estamos listos". Yo, cuando alguien tiene necesidad y me llama, voy. Aunque no me veáis, sabed que yo estoy con vosotros. No podéis imaginar lo que podía sucederle a esta criatura ayer tarde. Con la abuela Yolanda, que todos llamamos "Abuela", he venido para salvar a Marisella. Os he dicho que hagáis pequeñas oraciones, invocaciones a Jesús: "Sagrado Corazón de Jesús, confío en Ti. Ayúdame a ser mejor, a ser bueno y a ayudar al prójimo". Los niños no tienen que pelearse entre ellos, especialmente los hermanitos y tienen que obedecer a los padres. Yo he dicho que los padres tienen que tener paciencia, paciencia, paciencia, pero los hijos no tienen que aprovecharse de ello. Espero que alguno esté sonriendo por lo que estoy diciendo. Ha empezado el Año de la Fe, pero no sé decirte nada más, Marisella.

Marisa - Sí, pero te lo digo yo. Cuando a mi me parece que me muero, vosotros venís a ayudarme a estar bien. He dicho que no quiero esta ayuda, porque pienso que estoy lista para la partida.

Nuestra Señora - Sí, claro, cuando Dios diga: "Traedla", Nosotros vendremos a buscarte y tu Obispo te acompañará al Paraíso.

Marisa - ¿Cuándo? ¿Cuándo? ¿Has visto el libro de la vida? ¿lo has leído? ¿Has visto cuántos dolores y cuántos sufrimientos nos han inflingido los sacerdotes, los laicos y los que se han ido de aquí? Han dicho muchas mentiras, nos han tratado mal, nos han calumniado y difamado. Las hemos pasado canutas. Vosotros nos decís: "¡Ánimo!". Yo digo a Dios: "¡Ánimo, Padre mío, ánimo!" ¡Haz mi voluntad una sola vez!".

Dios Padre - Yo, Dios, sé cuando llevarte. Te quiero mucho. ¿Crees que porque sufres Dios no te quiere? No, esto es un error. Yo amo, porque Dios es amor, es solo amor.

Marisa - Sí, Dios, pero ésta es mi forma de hablar.

Dios Padre - Sí, ya lo sé, Marisella, y me gusta como hablas, porque lo que tienes en el corazón lo dices abiertamente. Yo te amo, como te ama tu esposo Jesús y como te ama el Espíritu Santo. Ánimo a todos, felicidades a todos. Marisella, sé que estás privada de todo. Te gustaba distribuir la S. Comunión, te había quedado sólo eso. Te gustaba cantar. Ya no tienes nada, es verdad, se te ha quitado todo, pero tienes un alma hermosísima, aunque a veces te enfadas o te irritas por lo que es justo. Tu alma y tu corazón han sido tomados por Dios, me gustaría hacer con todos vosotros lo mismo.

Nuestra Señora - De nuevo la Madre os felicita a todos. Buena y santa fiesta. Durante la jornada tratad de rezar, de dirigir la mirada a Dios y decir: "Dios, Te amo". Ésta es la oración más bella y más corta.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a los dos nuevos jóvenes ministros, a todos los niños presentes y ausentes, todas las personas que no han podido venir porque la salud se lo ha impedido, a los misioneros y especialmente a los niños que están sufriendo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo.

En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Roma, 12 diciembre 2008 - hora 8:40 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Quería decirte que ya es hora que nos hagas descansar. Estamos cansados y tenemos necesidad de reposo. Durante la jornada he tenido una crisis que no deseo a nadie; tu has visto perfectamente lo duro y difícil que ha sido aquel momento. Ya hace días que no puedo dormir, hace días que estoy sobre este sofá y estoy continuamente tosiendo.

De acuerdo que tengo que sufrir, pero en este último período que me queda, habrías tenido que hacerme estar mejor, más que nada por las personas con las que vivo. Te lo pido por obediencia al Obispo, porque yo no te habría pedido nada. Tu sabes como estoy, como ha sido esta noche, no ha ido bien en absoluto, no he pegado ojo; también yo soy de carne y hueso como todos. Tu has dormido, cuando San José estaba mal, todos habéis dormido. Hablo por mi, pero tu sabes que lo que digo también vale para el Obispo: estamos cansados, cansados, cansados de todo. Si empiezo a hablar después...

Obispo - Sigue, sigue.

Marisa - Hemos pedido muchas veces estar un poquito mejor, no tanto por mi, sino por el Obispo y por las personas que viven aquí, sobretodo por aquellas dos criaturas. Pensaba formar una familia, alegre y serena, incluso con los sufrimientos, porque hay por todas partes, pero a nosotros dos nos has tomado justo...

¿Por qué no vienes como antes? ¿Tienes miedo? Más que decirte lo que pienso, que estoy desilusionada de todo lo que en la vida me has hecho pasar, de cómo habéis tratado al Obispo, no lo puedo decir. Pero, si no queréis decirme el día en el que moriré, si no me queréis hacer estar un poquito mejor, allá vosotros, yo no tengo nada más que decir, que preguntar, ya no sé que más pedir, y me avergüenzo de repetir siempre las mismas preguntas. Si tu terminases con las apariciones, yo estaría contenta, porque también la comunidad, aunque son pocos, está cansada, todos están cansados.

Hemos rezado, el Obispo les ha enseñado a rezar, a sufrir y a aceptar el sufrimiento, pero este sufrimiento es verdadero martirio. Antes lo llamábamos martirio de amor, ahora lo llamamos martirio de ¿qué?.

Obispo - De rabia.

Marisa - De rabia. Mira a ver si esta noche queréis que descansemos. Yo estoy también de buena gana aquí en el sofá, con tal que cuando apoye la espalda y levanto las piernas, pueda dormir un poquito. He estado toda la noche mirando la televisión, ¿te parece bonito? Era una transmisión bonita, me gustaba, pero he estado mal, muy mal.

A este punto no tengo palabras para agradeceros lo que nos hacéis pasar. Si esto quiere decir amor de Dios, yo no entiendo nada, no sé nada. Después de haber obedecido desde el nacimiento hasta hoy, pienso que me he equivocado en todo, tenía que haber hecho una vida como los demás y no aceptar todas estas cosas, que a mi no me han dado nada. En lugar de ser más buena, soy más mala.

No está. Ha oído, no es sorda.

Obispo - Claro.

Marisa - Ha venido finalmente.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo.

Ya lo sé, mis queridos hijos, que sois pocos. Por primera vez después de muchos años, la purificación ha llegado también a Italia y sobre todo a la ciudad eterna: Roma. Cuando os hablé de la purificación, quizás no lo creistéis demasiado, porque no os había tocado, pero hoy puedo decirlo: la purificación, por tantos pecados que se cometen, ha llegado también a Roma, donde está el Santo Padre. ¿Qué puede deciros una Madre que ve desde el Cielo este desgarro? Continúa cayendo agua y continúan los evacuados teniendo que huir. ¿Pensabais que no os tocaría? Dios es igual para todos. Ha cogido no solo Italia, sino también otras naciones donde hay guerra, carestía, malaria, donde hay tanto y tanto sufrimiento: ésta es la purificación. No me queda más que deciros que recéis. Rezad, cogeos a la oración. ¿Os acordáis cuando os dije: "Las personas se arrastrarán de rodillas hasta el altar, para pedir gracias? Vosotros hasta ahora habéis estado bastante mimados. La purificación es tremenda, Dios no quiere esto, pero ocurre por culpa de los hombres que no creen, que continúan cometiendo sacrilegios. Es muy, muy difícil convertir al hombre que Dios ha creado. Os digo solamente que recéis. Ninguno de vosotros ha pensado que la purificación llegaría, y es tremenda. Os había advertido: cuando llegue la purificación, será tremenda para todos. Yo, la Madre, si me queréis todavía como Madre, os digo solamente que recéis lo más que podáis y que hagáis rezar a vuestros niños, porque su oración es potente. Vosotros que estáis aquí presentes, pocos a causa del mal tiempo que ha impedido a otros de salir de casa, porque es muy peligroso, tratad de avisar telefónicamente a todos los demás y decidles que recen, que recen, que recen. No digo nada más. Hija mía, es Dios el que te ha pedido el martirio, no he sido yo.

Marisa - Pero yo solo he pedido descansar por la noche.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, la Madre os ama. El que padece pruebas las tiene que soportar también por los otros. Gracias y buena oración a vosotros que os habéis reunido en la capillita.

Marisa - Sí, pero no me decís algo, yo no... Ahora os pido solamente que nos dejéis descansar, estamos muy cansados y probados.

Nuestra Señora - Gracias a vosotros que habéis podido venir a rezar por los que no han podido venir. Alguno se arriesga, porque el agua aumenta. Rezad para que el río Tíber se abaje.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a los niños, a todas aquellas personas que han tenido que ser evacuadas, las personas que están en guerra y las personas enfermas. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Marisa - Oye, ¿puedo decirte una cosa? ¿Te pido demasiado si te digo que nos ayudes también a nosotros? Yo no te pido que esté bien, sé que es difícil, porque tengo demasiadas enfermedades, pero haznos descansar como a todos los hombres. Incluso los niños rezan por mi, dicen la oracioncita. Yo me dirijo a ti, Madre, te llamo Madre después de tanto tiempo, ayúdanos, tenemos necesidad de ayuda. Gracias.

Nuestra Señora - Niños, ¿mandáis un beso a la Virgencita al menos vosotros?

Marisa - Los niños son buenos, nos dan alegría.

Nuestra Señora - Sí, está el filósofo y la filósofa.

Marisa - Son mis joyitas. Adiós. ¿He dicho todo lo que tenía que decir?

Obispo - Has sido valiente.

Marisa - Gracias.

Roma, 14 diciembre 2008 - hora 10:40 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

Os habéis dado cuenta de que la purificación ha llegado y aún no ha terminado. ¿Quién ha ido a rezar? ¿Quién ha rezado a Dios para pedir que terminara este momento tan difícil? Las familias pobres se han puesto de rodillas a rezar, pero los que habrían tenido que dar ejemplo, no lo han hecho: ni los sacerdotes, ni las hermanas, ni los que se llaman cristianos comprometidos. Vosotros, quizás, no habéis creído hasta el fondo en la purificación. Habrá otras lluvias, pero yo trataré de detener la mano de Dios, como he hecho en estos días, de lo contrario habría habido un desastre mayor y habrían pagado siempre las personas pobres. Por esto a vosotros os pido que recéis. No pido sufrimientos, pido solo que recéis a Dios y que perdonéis a los que continúan ofendiéndolo, recibiendo la Eucaristía sin estar en gracia.

Os repito: haced rezar a vuestros niños, para que las lluvias cesen, para que todo el mundo vuelva a Dios. Todas estas inundaciones, terremotos, guerras, carestías, enfermedades pueden inducir a pensar que ha llegado el fin del mundo. No, no es el fin del mundo, pero hay muchos sufrimientos por todo el mal que sucede en la Tierra. No me dirijo solo a vosotros presentes, sino a todos, porque las cartas de Dios van dirigidas a todos; todos tienen que saber lo que sucede en el mundo. Hace falta rezar y no cansarse nunca de rezar.

Marisella, esta noche he venido a ayudarte, pero tu estabas sufriendo tanto que no eras capaz de comprenderlo y rezabas mucho por aquellas personas que están sufriendo a causa de las lluvias, por los evacuados, por los niños, que se cogen al seno de la madre y lloran. Lo que veis vosotros en la televisión no es nada comparado con lo que he visto yo. Os lo ruego, no abandonéis nunca la oración, sed comprensivos, como lo habéis sido siempre; continuad siéndolo, porque el momento terrible todavía no ha llegado, y si llega, yo os ayudaré y protegeré a los que han amado verdaderamente a mi Hijo Jesús.

Cuantas veces, incluso con lágrimas en los ojos, os he dicho: "No recibáis a Jesús si no estáis en gracia", si llegan tantas desgracias al mundo es por culpa de estos sacrilegios. Hoy sólo cuenta el sexo, la diversión, el hacerse daño el uno al otro y tantas otras cosas malas. La oración cansa, la oración deja que desear. Os lo repito una vez más: rezad, rezad, rezad. ¿Recordáis la frase de mi Hijo Jesús: ¿"Tengo sed de almas?". Dad de beber a Jesús.

Gracias, mis queridos hijos, por vuestra presencia.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a todos los niños presentes y ausentes. Bendigo a todos los que no han podido venir por causa del trabajo, sobretodo a aquella pobre gente que está sufriendo por las lluvias incesantes. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo

Marisa - Gracias.

Roma, 21 diciembre 2008 - hora 10:45 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

Vuestra hermana se fatiga mucho al hablar, me ha dicho: "Estoy dispuesta, porque las personas que te quieren te están esperando" y heme aquí. Vuestra Madre os invita a tener siempre mucho valor y fuerza y a rezar siempre. La oración es muy importante. ¿Cuándo recibís a Jesús en gracia, no sentís una gran alegría en vuestro corazón? Aprended a dar gracias pensando que habéis recibido a Jesús en vuestro corazón. Quizás no os habéis dado cuenta, pero yo estoy siempre con vosotros durante la S. Misa, durante el encuentro bíblico y en casa para ayudar a mis dos hijitos. Tenéis que tener aún mucha fuerza, mucho valor y mucho amor. Dios os ama, yo os amo y todo el Paraíso os ama. Dios ha escogido este grupo porque, a pesar de todo, habéis sido capaces de dar más de cuanto han dado los demás. Los otros van donde yo no aparezco, rezan poco, hacen excursiones para ir a los santuarios durante cuatro o cinco días. Dios ha visto que vosotros estabais dispuestos y ha dicho: "¿Por qué no llamarlos a ellos?" y yo, por orden de Dios, os he llamado a vosotros, mi pequeño rebaño, porque os amo a todos. Ánimo. Sé que habéis preparado la canastilla a Jesús; vosotros sabéis que la canastilla a Jesús consiste en oraciones, sacrificios y florilegios. Alguno ha hecho el florilegio de no comer dulces. Este florilegio tenía que llegar hasta el 24 de diciembre; pero yo soy una madre y comprendo. Mi pequeño rebaño, el amor hacia vosotros es muy grande. Os repito, habéis sido elegidos y ahora estáis aquí. Junto a mi santo sacerdote, Obispo ordenado por Dios, os bendigo a todos: grandes y pequeños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Roma, 24 diciembre 2008 - hora 11:50 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Desde que has venido con S. José, tienes en brazos al niño Jesús y lo estrechas fuerte contra tu corazón; en nombre de todos, me gustaría pedirte que nos ayudes. Para mi no pido nada, te pido que hagas estar bien al Obispo, porque está muy cansado y muy probado. Tienes que ayudar a las personas que con tanto sacrificio y amor vienen aquí. Tienes que ayudar a los niños, a crecer bien, a ser buenos, esforzados y obedientes.

Nuestra Señora - ¿No pides nada para ti, Marisella?

Marisa - Me gustaría solamente ir a dormir a mi cama, no en el sofá, porque estoy muy cansada, de todos modos haced lo que queráis Vosotros, me someto a la voluntad de Dios, porque tanto si digo que sí como si digo que no, es siempre Él el que decide y yo tengo que inclinar la cabeza; en el fondo ¿quién soy yo?.

Jesús - Tu eres mi esposa, recuérdalo, Marisella.

Dios Padre - Y yo soy Dios. Os he dado a mi hijo Jesús para redimiros y abriros de nuevo del Paraíso. Este niño es Dios, es Jesús. Lo que has pedido es justo: la paz y la ayuda para los niños pobres y para los enfermos. Esta vez he sentido que has pedido también por ti, finalmente.

Marisa - Dios, Dios mío, Tu que eres amor, ayúdanos a todos a hacer Tu voluntad, a ser fuertes, valerosos, danos aquella ayuda que tanto deseamos y esperamos. Me gustaría decirte, Dios, aunque no te veo, pero te oigo, que estoy dispuesta, llévame, llévame arriba contigo,

Dios Padre - Ya sé, Marisella, que esperas esto. Solamente Yo sé cuando llegará el momento, el justo para todos.

Marisa - ¿Qué significa el justo para todos? Dios, no te vayas, no me dejes así, te lo ruego.

Dios Padre - Te dejo al pequeño Jesús, a María, Madre de la Eucaristía, a San José, a tu madre y a todos los ángeles y santos. Alarga tus brazos, coge al pequeño Jesús y estréchalo fuerte contra tu corazón.

Marisa - ¡Qué hermoso eres! ¡Qué tierno eres, pequeño! ¿Puedo tenerlo un poco más?

Nuestra Señora - Sí. Yo soy la Madre, la Madre de la Eucaristía. El pequeño Jesús, que ahora estrechas entre tus brazos, te ha ayudado a soportar las numerosas crisis que has tenido esta noche. A todos os digo: rezad y no caigáis en tentación, porque cuando sois débiles, el demonio gira en torno a vosotros para haceros caer. Dios está contigo y con todos vosotros. La paz sea con todos vosotros. Marisella el sufrimiento es fuerte, es grande y ningún santo ha sufrido tanto como tu. Si Dios ha pedido esto, tendrá sus motivos, no se divierte pidiendo sufrimiento. Di lo que piensas, Marisella, dilo si quieres.

Marisa - Quería decir que ya que en la Tierra somos tantos, ¿por qué no ha cogido alguno más, así el Obispo estaría mucho mejor y yo un poquito. Pequeño Emmanuel, ¿por qué me miras con tanto amor, tienes que decir algo a la Virgencita?

Nuestra Señora - ¿Quieres decirme algo?

Emmanuel - No.

Nuestra Señora - ¿No? ¿Y tu, Sara?

Emmanuel - No me viene nada a la mente.

Sara - No lo sé.

Nuestra Señora - ¿No quieres decir nada a la Virgencita?

Emmanuel - No me viene nada a la mente.

Nuestra Señora - ¿Amas a Jesús?

Emmanuel - Sí.

Nuestra Señora - Todos los niños quieren mucho al pequeño Jesús.

Marisa - San José, que no te caiga, él es pequeñito. Yo, Marisella, Marisa, o Mariselle, llámame como quieras, esta noche me esperaba algo grande: irme, volar al Paraíso, porque cuando la enfermedad es grave es muy difícil ser bueno y aceptar siempre la voluntad de Dios. A veces puede haber rebelión, y entonces ¿Cómo acabar en el Paraíso?

Nuestra Señora - Oh, el Paraíso está para todos. Vosotros sabéis que el niño Jesús no ha nacido el 25 de diciembre. ¿Verdad, Emmanuel? ¿Cuándo nació Jesús?

Emmanuel -En Marzo o Abril.

Nuestra Señora - En primavera, bravo. No hacía tanto frío como ahora, pero mi amor y el amor del pequeño Jesús os calentará a todos; vosotros ya habéis preparado la canastilla.

Marisa - ¿Ni siquiera hoy me haces el regalo de saber algo más sobre mi partida? Entonces, si puedes, haz que pueda acostarme en mi cama, porque son dieciocho noches que estoy en este sofá y estoy muy cansada. ¿Puedes decirme algo?

Nuestra Señora - Sí, digo algo a todos los presentes: gracias por haber venido a pesar del frío y de la lejanía, porque yo estoy aquí con vosotros, con mi pequeño Jesús y con San José. Está también tu madre, Marisella. Mira cuantas personas están aquí de rodillas rezando por el Obispo. Ánimo este es el momento más duro de la prueba moral, pero la superaréis, porque yo estoy con vosotros. Gracias por vuestra presencia. La Madre, junto a su pequeño niño Jesús, os felicita a todos. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en paz y alegría. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Adiós. Espero que me digas el día. Haced lo que queráis. Adiós, adiós, mamá.

Emmanuel - Tía, ¿puedo hacer un pregunta?

Marisa - ¿A mi?

Emmanuel - Sí.

Marisa - ¿A la Virgencita?

Emmanuel - No, a ti. Cuando la Virgencita te ha dado a Jesús, ¿te has conmovido?

Marisa - Sí. El niño Jesús es pequeñito, suave, tierno. Lo he tenido junto a mi corazón, como te tenía a ti y a Sara, cuando erais pequeñitos.

Roma, 25 diciembre 2008 - hora 10:40 a.m. (Carta de Dios)

Navidad del Señor

Nuestra Señora - Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

Cada año el Niño Jesús desciende del Cielo y viene a la Tierra para estar en medio de vosotros. Gozad de esto y aprovechadlo para pedir todo lo que necesitáis. Él os mira, os bendice con su dulce manita y lee en vuestros corazones. Pedidle, preguntadle, llamad y Jesús, Dios Niño, antes o después os dará las gracias que necesitáis.

Marisa - Antes o más bien después. Oye, ¿estoy hablando con Dios?

Nuestra Señora - Estás hablando con Dios Jesús, pequeño Niño en los brazos de mamá y de papá. Todos los niños tienen que mirar al Niño Jesús y ser esforzados y buenos como Él. El Niño Jesús era bueno: daba vuelta a su delicado dedito entre mis cabellos. Él viene a la Tierra para ayudar a todos. Sabéis que ha habido la purificación y Yo, la Madre de la Eucaristía he detenido el brazo de Dios, porque ha habido un momento muy difícil y lo he parado. Vosotros no podéis ni siquiera imaginar qué catástrofe os habrías encontrado todos, empezando por los que viven en los grandes palacios, hasta los que viven en los pequeños alojamientos. Hoy Jesús Niño está aquí en medio de vosotros para ayudaros. ¿Has visto como ayer noche, Marisella, cuándo tu pediste poder dormir en la cama, Él que hizo? Te sonrió y tu has dormido en la cama.

Marisa - Oye, tendría que decir gracias, pero tengo miedo de decir cosas que no son bonitas.

Obispo - Dí lo que sientas.

Marisa - Tendría que decir gracias, pero no me siento capaz de decirlo, porque he pasado dieciocho noches en blanco.

Obispo - Justo.

Marisa - Ayúdame (vuelta hacia el Obispo)

Nuestra Señora - No es necesario que pidas ayuda al Obispo, estoy yo aquí, que soy tu Madre.

Marisa - Sí. Me da alegría verte a ti y a todos los demás. Esta noche te he pedido dos cosas, quizás se referían demasiado a mi persona, y Tu sabes cuáles son. Estoy muy cansada, me gusta reír y sonreír, especialmente cuando hay personas conmigo, pero mi vida es dura, muy dura. Después te he pedido que ayudes al Obispo a estar mejor, haz que le pase aquel dolor que le impide trabajar. Unos de una manera y otros de otra, todos tenemos dolores, exteriores e interiores; de éstos últimos el Obispo los tiene todos.

Nuestra Señora - Ayer noche te dije: "Piensa también en ti alguna vez, Marisella y pide algo también para ti".

Marisa - Si yo no pido, hay quien ha pedido por mi tantas veces. Esta noche, también yo he pedido: "¿Cuándo me llevas?". Y te he cantado también: "Respuesta no hay, quien sabe, si estará perdida en el viento". No te tienes que reír, porque me vienen ganas de reír también a mi (Marisa tose). Ves, estas cosas no sucedían antes, porque cuando había la aparición yo estaba siempre bien. Ahora sin embargo todo lo que tiene que llegar, llega incluso en los momentos más bellos de la aparición.

¿No me das al Niño Jesús? Yo no contagio, se lo he preguntado también a mi doctor que me ha dicho que son los otros los que pueden traerme a mi las enfermedades, no yo a los demás. Así, pues, ¿me das al Niño Jesús?

Nuestra Señora - Ten.

Marisa - Pequeño, tierno y aterciopelado. Cógelo tu, San José, ayúdame. No lo dejes caer, sino quien nos bendice luego.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, continuad rezando para que Nuestro Jesús Salvador traiga la paz a todos, especialmente a los que están en guerra, que mueren de hambre, de sed y de enfermedades. Que el Niño Jesús de la paz a todos; a ti solo te puedo decir: "Ánimo, Marisella".

Marisa - Si me dices que la meta está cerca, estaré más contenta.

Nuestra Señora - Marisella, te dejo; sabes que nos vemos a menudo.

Marisa - Sí, pero tráeme la buena noticia. Te encomiendo a todos nuestros enfermos, también a los de nuestros parientes: mi hermana, mi hermano, Nicola, Ágata. Los niños están bien pero tienen que ser ayudados, pero sobre todo el Obispo tiene que estar bien, después hay otro sobrino, tu sabes quien es.

Nuestra Señora - Sí, he entendido, Marisella.

Para todos vaya la paz del Niño Jesús. Continuad rezándole, no solamente el día de su venida a la Tierra, sino siempre.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo a todos. Os traigo a todos junto a mi corazón, como en este momento José y Yo estamos apretando al Niño Jesús. Os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Felicidades a todos.

Alabado sea Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós, pequeño Jesús.

Roma, 28 diciembre 2008 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es la fiesta de la Sagrada Familia: José, María y el pequeño Jesús.

Vosotros sabéis que mataron a muchos niños. Algunos padres mataron incluso a sus propios hijos con tal de salvar su propia vida y tener dinero. Hoy celebráis la Sagrada Familia: papá, mamá e hijo. Nuestra vida no ha sido fácil, ha sido muy dura, llena de incomprensiones. Éramos pobres, y algunas personas vecinas nos traían comida, porque no teníamos nada. También hoy hay buenas familias que sufren, que no tienen que comer y tienen una salud precaria.

Gracia a Dios, vuestros hijos pueden vivir de una manera más alegre. ¿Verdad Mariasole?

Mariasole - No.

Marisa - Es un poco graciosilla la niña, pero es muy buena y forma parte de una santa familia.

Nuestra Señora - Marisella, todas las familias que siguen nuestro ejemplo, que se aman, son como nuestra pequeña familia de Nazareth. El amor lo vence todo, el amor os hace santos y os lleva al Paraíso. Marisella, no quiero que me des las gracias.

Marisa - Llévame arriba, no te lo diría más si supiese la fecha; todavía está todo indeciso a mi alrededor y no soy capaz de comprender.

Nuestra Señora - Ruego por las sagradas familias, las santas familias y también tu, Marisella, ruega por las familias jóvenes y no tan jóvenes, las familias que todavía pueden quererse y amarse. Eso no impide que haya pequeñas contrariedades, pero esto forma parte de la vida, y depende del carácter de cada uno de vosotros. Me gustaría invitaros a que rezaseis a los niños que están en el Paraíso, son muchos y continúan muriendo cada día. Orad por las familia, por los niños, por todos.

Marisa - ¿Somos una familia privilegiada? Esta es la respuesta que quería oír. (Marisa se dirige al Obispo) ¿Has entendido?

Obispo - ¿Que ha dicho?

Marisa - Que somos privilegiados.

Nuestra Señora - Marisella, sois privilegiados porque entre tantos hombres Dios os ha llamado a vosotros dos. ¿Por qué justamente a vosotros dos?

Marisa - No lo sé, ya no hablamos de esto. Yo estoy tan llena dentro, no solo de catarro, sino de tantas cosas, que no lo digo porque no soy buena hablando bien. Yo no he estudiado, no soy licenciada, hablo igual que como. Yo continuaré rezando, tengo muchas familias por las que rezar. Te doy las gracias por aquella madre que finalmente ha tenido un niño. Después que me has dicho que le toque la barriga, ha tenido un niño, que se llama Matías. Te doy las gracias por las gracias que haces a los demás, cada tanto llega un telefonazo: Nuestra Señora me ha concedido esta gracia, gracias a ti. ¿Pero a nosotros?

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, no me quiero prolongar más, porque todavía estáis de fiesta y tenéis mucho que hacer. Orad y no me cansaré de repetíroslo, por las familias, por los niños, también por las comunidades religiosas, donde hay situaciones muy difíciles.

Marisa - Está bien, está bien. Si alguna vez se me escapa alguna palabra romanesca, acéptala, porque yo he nacido en Roma. ¿Tu me perdonas, verdad?

Nuestra Señora - Si te ha perdonado Dios, te perdono yo también.

Marisa - Gracias.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo.

Marisa - A mi, naturalmente, no me dices nada. ¿Cuándo partiré?

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - ¿Qué año nuevo?

Nuestra Señora - Este.

Marisa - No he visto a mi madre, ¿como es eso?

Nuestra Señora - Como no la ves, hela aquí a mi lado.

Marisa - Mamá, ¿has visto que ayer vino Franco?, estabas contenta.

Abuela Yolanda - Tu estabas conmovida, después de cuatro años.

Marisa - Si tengo que esperar todavía cuatro años, me conviene morir pronto. Adiós.

Abuela Yolanda - Adiós. Gracias por todo, trata de querer a mis seres queridos, a todos los niños.

Marisa - Sí, sí, ya lo sé, pero no puedo hablar. Adiós.

Abuela Yolanda - Adiós, Mariasole.

Mensajes de Enero de 2009

Roma, 1° enero 2009 - hora 0:01 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Aquí estoy con vosotros, mis queridos hijos. Estáis celebrando el final del año viejo y el principio del nuevo. Soy vuestra Madre y he venido sólo para felicitaros; luego me pondré a la escucha, como vosotros.

Marisa - Dios, Dios mío. Veo la rosa que se mueve. ¿Puedo hablarte como hablo con la Madre? Todos esperamos Tu "basta" para limpiar la Iglesia para que triunfe aquél que Tu has escogido. Dios, Dios mío, perdóname si algunas veces he sido impetuosa al hablar contigo. (Gioele hace unos sonidos). ¿Has oído? También él te llama.

Dios Padre - Mis queridos hijos predilectos, soy Dios, vuestro Dios, vuestro Todo. No tenéis que hablar como si quisierais sugerirme lo que tengo que hacer. Es verdad; justamente para atenuar la difícil situación he dicho que intervendré pronto y he hecho otras promesas. Yo sé cuándo llegará el momento de intervenir, Yo diré a vuestro Obispo cuando será, puede ser mañana u otro día; esto, para vosotros, no tiene que ser diferente. No os pediré permiso cuando vuestra hermana tenga que partir. Yo he sido más que generoso al deciros algunas cosas, lo he hecho para daros un poco de alegría. Pero ¿por qué Yo, Dios, tengo que hacer esto? Vosotros Me habéis hecho muchas veces la mismas preguntas y Yo, para complaceros, he respondido: será pronto, vengo pronto, la llevaré pronto. Yo sé el momento, la hora y el día, solamente Yo. ¿Estáis cansados de tener con vosotros a vuestra hermana?

Marisa - Sí, sí, sí, te respondo yo por todos. Estoy cansada, el Obispo está cansado, todos están cansados. Ahora soy yo la que te pide que me hagas estar un poquito mejor, para que no sea una carga ni para el Obispo ni para nadie.

Dios Padre - Yo soy Dios y os amo con un amor tan grande, que ninguno de vosotros puede entender. Yo sé cuándo, cómo y porqué intervendré. Es verdad, he hecho preparar todo lo necesario, todo está listo, pero ¿por qué Dios tiene que hacer lo que vosotros pedís y vosotros no hacéis lo que Yo pido?

Marisa - Perdona, Dios, ¿me permites decirte una cosita pequeña, pequeña? Yo he pedido y lo han pensado también ellos, ir junto a mi madre. Quiero vivir serena, tranquila, en paz, porque estoy muy cansada. A veces me toca recitar, hacer bromas, aunque en aquel momento tenga muchas ganas de llorar, pero trato de sonreír, de hacer incluso chistes, para no decir estupideces, dada mi inteligencia.

Dios Padre - Cuidado, Marisella, Yo te he dado la inteligencia y Yo soy Dios.

Marisa - Madre mía, ¿y qué he dicho de grave? Mira, nosotros estamos todos aquí reunidos porque te queremos y porque esperamos lo que has prometido, empezando por el Obispo y por mi, por todos los demás, incluidos los pequeños, también Gioele que protesta y quiere saber cuando me llevarás. Dios mío, te lo ruego, no me hagas esperar todavía demasiado, o si no hazme estar un poquito mejor.

Dios Padre - Yo te ayudo a estar un poco mejor, pero esta es tu condición: tu eres una enferma gravísima, no grave y te estamos ayudando. Aquella noche ¿quién te ha despertado? ¿No ha sido un ángel el que te ha salvado cuando estabas a punto de volar? No soy Yo acaso quien manda la ayuda a todos, no solo a ti, sino también a los jóvenes y sobre todo a los niños?

Marisa - ¿Qué tengo que hacer, Dios mío? Dímelo Tú, porque cuando hablo, me equivoco; esto es seguro. ¿Qué quieres aún de mí? Te lo he dado todo, mejor dicho, Tú me lo has quitado todo.

Dios Padre - Vaya, estas salidas me gustan, Marisella.

Marisa - Sí, está bien, las hago para tener la moral alta, pero me lo has quitado todo.

Dios Padre - Mira, mira, que felices son tus parientes, los santos, los ángeles, la Madre de la Eucaristía, San José; todos te están mirando con una sonrisa celestial.

Marisa - Quizás no soy capaz de hacerme entender.

Dios Padre - He entendido perfectamente, he entendido perfectamente. Tu esperabas que esta noche Yo te dijese: mañana te llevo. Te puedo llevar también conmigo, a Mi no me cuesta nada.

Marisa - Vale, ojalá.

Dios Padre - ¿Por qué no me ayudáis todavía un poco? Tu eres la esposa de Jesús. He mandado a mi Hijo Jesús a morir por vosotros, y tú quieres ser menos?

Marisa - Espera un momento, Dios. Yo he pensado … (Se dirige al Obispo)

Dios Padre - ¿Tienes que preguntar algo al Obispo?

(Marisa habla en voz baja con el Obispo, pero no se entiende lo que dicen)

Marisa - También el Obispo está muy cansado y no puede más. El Obispo no ejerce de Obispo. ¿Qué hace el Obispo ordenado por Dios? De cuidador. Está bien, perdóname, pero estoy emocionada, ya no sé que más decir, qué pedir, porque después que hayas vuelto a tu trono, yo me tengo que comer todas las críticas de estos, de todos modos te he dicho lo que tenía que decir. Te lo repito, el Obispo está muy cansado.

Dios Padre - No hagas esa cara, Marisella, no eres tu cuando te comportas así.

Marisa - ¿Y qué cara tengo que hacer? ¿Puede hablar el Obispo?

Dios Padre - Claro.

(El Obispo, que estaba sentado por motivos evidentes, se arrodilla)

Obispo - Dios mío, me pongo de rodillas para indicarte que, a pesar de todo, nosotros te amamos y te respetamos. Diciendo nosotros, me refiero exclusivamente a Marisa y a mi. Tu ves como pasamos las jornadas, Tu ves cuantas noches hemos pasado en blanco. Tu ves como, por desgracia, cosa que no ocurría en el pasado, me enfado por culpa de personas que me están llevando verdaderamente a la exasperación. Une todo esto y verás a un Obispo muy cansado, a un Obispo deseoso no de ver triunfos, porque llegarán cuanto Tu lo has establecido, sino de no llevar ya más la vida que, desde hace años, Marisa y yo llevamos. Mira, esto es lo que pido y para esto pido tu ayuda. Ayúdanos a vivir un poquito mejor, ayúdanos a estar un poquito mejor.

Me has dado el episcopado, pero déjamelo también ejercer, Dios mío. ¿Tengo que esperar todavía? Ya son nueve los años que soy Obispo. Con respecto al tema de la partida de Marisa, estoy de acuerdo con ella, porque deseo verla finalmente feliz. Ahora me siento, Dios mío, ten paciencia. Deseo verla feliz, todos los días la veo llorar y repetir: "Dios mío, llévame, llévame". Quien vive a su lado ¿qué otra cosa mejor puede desear para ella? Claro: que esto ocurra cuando Tu lo has establecido, pero nos habéis dicho que recemos para su partida y nosotros lo estamos haciendo. Vuelvo al primer tema, Dios mío: no nos hagas vivir más como hemos vivido últimamente. Estoy destrozado, yo no era así, ahora estoy tenso, nervioso, estallo fácilmente, no tengo nunca un momento de paz. ¿No tienes un poquito de piedad y compasión por nosotros? Sé que nos amas, sé que esperas todavía nuestros sufrimientos, pero ¿cuántos te hemos dado hasta ahora? Soy tu hijo y hablo a Dios Papá, porque Tu lo permites. Ninguna criatura ha hablado con Dios tan libremente: de esto soy consciente y por esto te doy las gracias. Termino mi discurso, quizás un poco confuso, Dios mío, pero ésta es nuestra situación. No tenemos ayudas adecuadas dentro de casa, no tengo un sacerdote en el que apoyarme, no tengo una persona adecuada que me ayude.

Marisa - Dios, escucha a tu Obispo.

Obispo - Dios mío: esta espera por una vida diferente, y no hablo del triunfo, ¿será breve?

Dios Padre - Será breve por lo que respecta a Nosotros, hijo, hijito predilecto. Lo has dicho todo del mejor modo posible, pero no tenéis que decir siempre a Dios. "Date prisa, realiza lo que has prometido, no nos amas" y otras cosas, porque aunque no me ofendo, me duele oír estas frases. Ya no veo sonrisas. Si Marisella está mal, ¿por qué no tenéis que sonreír? Está mal, tiene sus problemas de salud, pero Nosotros la ayudamos; metéoslo bien en la cabeza, Marisella es ayudada, porque si no lo fuese, estaría en la cama agonizante, pero no moribunda. Su dolor y su sufrimiento sirven para muchas misiones, y gracias a Mi, Dios, tiene altos y bajos, y cuando se recupera es otra persona.

Marisa - Oye, ¿por qué ahora tengo dolor de estómago?

Dios Padre - Marisella, porque estás muy debilitada y sufriente. Me gustaría veros jugar, estar sonrientes, quizás os pido demasiado, pero me gustaría oíros cantar y alborozar. No hables bajito al Obispo, Marisella, porque te oigo igualmente.

Marisa - Estoy hablando de lo que tu has dicho, no estoy hablando de los secretos. De todos modos, me permito decirte, que las chácharas están a cero y me gustaría que tu, como Dios, como Padre, como Esposo, hicieras algo más tangible. ¿De acuerdo? (Dirigida al Obispo) El Obispo ha dicho que está bien.

Dios Padre - Marisella, aunque te equivoques al hablar, yo te comprendo perfectamente. Os habéis dejado ir y esto de vosotros no me lo esperaba. Laura, Yari, tenéis que ayudar, que no os vean desmoralizados, esto vale para todos, pero sobre todo para los sobrinos.

Marisa - Ellos sufren porque nos quieren, si no nos quisieran no sufrirían, ¿no te parece?

Dios Padre - No es ese el modo de demostrar el amor hacia uno que sufre. La Iglesia será saneada.

Marisa - He entendido, ¿pero cuándo?

Dios Padre - La Iglesia será sanada y habrá mucho, mucho que hacer. ¿No os dais cuenta de cómo se odian los hombres, se matan, hacen guerras entre ellos y matan sobre todo a los niños? ¿Esto no os dice nada?

Marisa - Sí, pero ¿que podemos hacer nosotros? He ido incluso tres veces a Gaza y no es que me guste, porque sufro mucho al ver ciertas escenas.

Dios Padre - Bueno, hijitos, comencemos este nuevo año con salud y santidad, para vosotros, con santidad y salud para el Obispo, ¿con santidad para Marisella? La salud de Marisella es muy precaria, es muy grave pero, cuando puede superar la crisis, ya veis que sabe bromear y reír. Quizás todavía no habéis comprendido quién es Marisella.

Marisa - Dios, te encomiendo a Mariselle y Domenico que no está bien. También entre los presentes no todos están bien. Aquí una doctora que tiene algún problema, es una que sonríe, que es fuerte, es un volcán, como dice Nuestra Señora. Te ruego que protejas a mis sobrinos, Jacobo, Samuel, Emmanuel, Sara, Mariasole, a los otros niños y a los jóvenes. Te encomiendo también a los hijitos de Manolo, tienen necesidad de tu ayuda, y si quieres también a mis hermanos, están los dos enfermos y sobre todo mi hermana Anna; Dios, te la encomiendo con todo el corazón, dame a mi sus dolores, hazla estar bien, te lo ruego.

Dios Padre - En resumen tendría que hacer estar bien a todos.

Marisa - Yo te lo pido, luego Tu haz lo que quieras.

Dios Padre - Bueno, hijitos, os deseo un buen año a todos; que sea un año de paz, de oración, de amor hacia todos.

Marisa - Se ha ido, ya no está la rosa.

Nuestra Señora - Sí. Estoy yo, Marisella.

Marisa - Gracias, Virgencita. Oye, no sé si he entendido bien lo que Dios ha dicho.

Nuestra Señora - Has entendido perfectamente: también tu has hablado muy bien y Dios te ha escuchado. También yo, junto con la abuela Yolanda, que abraza en su corazón a sus sobrinos y nietos y a mi santo Obispo os deseo un buen año y os doy mi bendición a todos, estrechándoos muy fuerte en mi corazón. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo.

Amén.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós. Adiós, mamá, felicidades

Abuela Yolanda - Felicidades también a ti, hija mía, a Franco, Roberto y Anna.

Marisa - Mamá, ayuda a Anna. Annarella, la pequeñita, ¿te acuerdas? Adiós, mamaíta. Un beso al santo Obispo de parte de la abuela Yolanda. Se han ido todos.

Roma, 3 enero 2009 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Vosotros no habéis escuchado la carta que Dios ha dado la noche de Fin de Año: es una carta muy hermosa que espero que sea leída o escuchada por todos. Dios ha estado muy cerca de todos, incluso de aquella que ha marchado de esta tierra y ha volado; Marisella ha sufrido porque quería marchar ella y en cambio no ha sido así. Me gustaría mucho que estuvieseis más llenos de fe y de amor hacia Dios, cuando algo no va bien, no la toméis ni con Él ni con los hombres, con nadie, el mundo es esto, el hombre es esto, hay enfermedades, guerras, tempestades y otras desgracias. ¿Por qué recriminar? No os queda más que rezar a Dios, para que haga que se acabe todo esto, por vosotros y por todos. Con gran alegría he empezado el nuevo año con el primer sábado de mes. Ahora empiezan de nuevo los primeros sábados de mes; cada mes me gustaría veros aquí, conmigo. Ahora puedo también comprender que no hay muchas personas, porque algunos están fuera, otros están mal. Empezad este primer sábado del mes como hacíais en los primeros tiempos. Venid a escucharme y rezad por todos los que tienen necesidad. Gracias. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, a vuestros niños, a vuestros enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Roma, 4 enero 2009 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

La carta de Dios contiene bien poco porque Él quiere que, cuando tengáis en la mano lo que dijo en la noche entre el final del 2008 y el principio del 2009, lo meditéis con mucha paciencia y calma. Orad siempre y amad.

Que cada uno de vosotros abrace su cruz porque, si os dais la vuelta, encontráis la de vuestro amigo que es cada vez más pesada que la vuestra. Abrazad la cruz, besad la cruz, porque es vida, es resurrección y os lleva al Paraíso. Amad, orad continuamente, sin cansaros. Gracias. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Sed felices al menos vosotros e id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Un beso a todos los niños y a todos los que sufren. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Roma, 6 enero 2009 - hora 10:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Ahora te quiero mirar bien, bien.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es la gran fiesta de la Epifanía. Epifanía quiere decir Manifestación: manifestación de Jesús en la Tierra, para que todos los hombres se vuelvan buenos y se respeten mutuamente. Cuando oigáis algo que turba vuestro corazón, no soy yo la que hablo, sino que es el demonio que trata de desviar mis discursos y engañaros. La Madre habla siempre bien de sus hijos, puede hacer reproches maternos, puede corregir, pero no hablar de manera maliciosa. Es verdad, Dios a veces permite pruebas para haceros crecer en santidad, pero más que a nadie a sometido a la prueba a mis dos hijos, el Obispo y Marisella, que no me ha reconocido, porque no estaba bien. Ahora me miras con estupor, lo ves soy yo, Marisella.

Marisa - Sí, sí. Lo veo.

Nuestra Señora - Tratad de comprender esta manifestación de Dios en la Tierra, en el mundo entero, tratad de no cansaros nunca de rezar, especialmente los niños tienen que rezar. Aunque todavía no me veáis, queridos pequeños, rezad lo mismo, porque yo sí veo y estoy siempre con vosotros.

Muchos dicen: "Con la Epifanía se acaban todas las fiestas". Oh no, cada día es fiesta, vosotros lo sabéis, para quien recibe a Jesús en gracia. Cada día goza de un rincón del Paraíso el que vive en gracia y recibe a Jesús en gracia. Cada día goza de un rincón de Paraíso el que vive en gracia y recibe a Jesús en gracia. No hay que esperar la S. Navidad, la S. Pascua, la Epifanía, el Fin de Año para decir: "Es fiesta, es fiesta". Cada día tiene que ser fiesta para vosotros los cristianos, para amar a Jesús y recibirlo en gracia. A veces se deja a Jesús quizás para pasar una tarde mejor. Humanamente hablando puede ser así, pero recibid primero a Jesús en gracia; acercaos a Él con todo el amor que podáis. Me permito, delante de todos, pedir humildemente perdón al Obispo, pero yo he obedecido a Dios y Dios ama al Obispo. A veces mis dos hijos son sometidos a duras pruebas para salvar a alguno, alguna cosa, alguna ciudad, alguna región, pero Dios los ama y os ama. Permaneced siempre en el amor de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Yo soy vuestra Madre, y tenéis que creer cuanto os digo. Amad y rezad. ¿Qué ha dicho Jesús? Aprended a amar y después rezad. Si rezáis y no amáis, perdéis el tiempo. Poned en práctica lo que Jesús dice, lo que Dios dice, lo que vuestra Madre dice.

Felicidades a todos y buena "Befana", especialmente para los niños.

Marisa - ¿Y los grandes?

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo, a mi Jesús, a S. José y a todos los ángeles del Paraíso os bendigo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Ya sé que sufres, Marisella, cuando hablas.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. Estás viviendo un gran sufrimiento. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Roma, 9 enero 2009 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, solo quiero deciros, que sois heroicos, por todo lo que habéis pasado, y por lo que ha sucedido con Lucifer. Tenéis que tratar de amaros más, hacéis todavía pequeñas faltas que han de ser corregidas. Os invito a rezar y a hablar entre vosotros, esto es verdadero amor.

Para mi es una gran alegría que estéis haciendo el triduo, para celebrar el aniversario de la victoria de vuestro Obispo ordenado por Dios. Él ha triunfado; vosotros decís que no, él mismo dice que no, pero yo que soy vuestra Madre sé que ha triunfado. Naturalmente, no se triunfa con la falsedad, con las mentiras, con los hurtos. El triunfo es vuestro, el triunfo es el de vuestro Obispo. Yo os continúo trayendo pequeños mensajes, de las pequeñas cartas de Dios, porque ya se os ha dicho todo y también se ha repetido muchas veces. Ahora estáis caminando bastante bien, pero alguno se comporta como principal y esto no es bonito, como ocurre en esta casa, donde las sirvientas son las dueñas y mis dos queridos hijitos son los siervos. Si no podéis cambiar, le diré a Marisella que os hable.

Marisa - No, háblales tu, te lo ruego.

Nuestra Señora - De todos modos, sois heroicos, sois buenos, y tenéis que reconocer las imperfecciones: nadie es perfecto, recordadlo bien, sólo Dios es perfecto.

Marisa - ¿Puedes preguntarle a Dios si, cuando el dolor de estómago es tan fuerte que me siento comer por dentro, puedo tomar la Eucaristía en lugar de la comida?

Nuestra Señora - Pero yo te había dicho, Marisella, que podías hacer lo uno y lo otro: cuando no puedas comer, toma la Eucaristía y cuando puedas, come algo.

Marisa - Espera un minuto. (Vuelta al Obispo) ¿Ya le había dicho esto?

Obispo - No lo recuerdo, nos ha dicho tantas cosas. Está bien, estoy contento, de todos modos …

Marisa - Ella se lo preguntará a Dios, pero si sabe que Dios no dirá que no.

Obispo - ¿Ha dicho que ya puedes empezar?

Marisa - Sí, sí… Porque para mi recibir a Jesús es más fácil que comer.

Nuestra Señora - Pero quiero que te nutras también de proteínas; cuando sientas la necesidad de comer, come, cuando no puedas, cuando la jornada es dura a causa del estómago, toma la Eucaristía.

Marisa - Está bien, lo hago de buena gana. Oye, ¿no tienes nada más que decirme de parte de Dios?

Nuestra Señora - Ya sé lo que tu quieres saber, Marisella.

Marisa - Te explico. Cada día voy cada vez más atrás y la situación se vuelve mas pesada para el Obispo, porque al final es él el que lucha conmigo; por esto esperaba aquel sí. Si puedes, pregúntale a Dios como tu sabes hacer, no digo hoy, ni mañana, ni pasado mañana, digo solamente que se decida, porque si Él espera que se acaben las guerras, llego a 200 años y no soy nada bonita con 200 años. Soy fea. ¿Lo he dicho todo? Lo he dicho todo.

Nuestra Señora - Iré ante Dios, no te preocupes. Ahora estoy aquí con vosotros, después iré con Dios y renovaré la pregunta que tu has dicho.

Marisa - Pero tienes que llorar, tienes que suplicarle. Ahora siempre tengo ganas de dormir y sin embargo tengo que estar despierta, porque sino pierdo un montón de tiempo y ya no hago nada.

Nuestra Señora - Está bien, Marisella, le preguntaré a Dios todo lo que quieras, pero que sepas que puedes Comulgar cuando el estómago no está bien.

Roma, 10 enero 2009 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - He venido para felicitar al Obispo ordenado por Dios. Tu eres una persona importante, aunque no seas capaz de convencerte. Hoy celebras el séptimo aniversario del Triunfo de la Eucaristía, y piensas: "Pero ¿qué celebro? Todavía no veo nada". Si he venido yo, la Madre, y dentro de poco llegará Dios para felicitarte, es porque eres una persona importante, muy importante.

Lo que no acepto es la confianza y falta de respeto que hay a veces en lo que a ti respecta; esto no es bonito. Tienen que amarte como te amamos nosotros y como te ama la abuela Yolanda.

Marisa - ¡Aquí está Dios!

Dios Padre - Felicidades, hijo mío, felicidades. Yo te he ordenado Obispo. Has sido ordenado por Mi, por Dios. No te preocupes si los otros no comprenden y no lo aceptan. Hoy he venido por ti, hijito. No tienes que pensar que eres una personas inútil, eres una persona muy importante. Si esto no se acepta hasta ahora en la Tierra, es porque los hombres son malvados, pero en el cielo ya eres el gran Obispo, más que Obispo, eres...

Yo, Dios, te doy mi más cariñosa y sincera felicitación. Te quiero, Obispo. Te quiero, pequeño Claudio; desde pequeñito has empezado a corretear para llegar al sacerdocio con amor y sufrimiento. Tu sabes mejor que Yo que el hombre es celoso. Por desgracia tu manera de ser tan desenvuelto, tan generoso, tan sincero ha generado en ciertas personas muchos celos. Sé siempre así, permanece siempre así, no cambies, hijo, y has de saber que Nosotros estamos todos contigo. Cuando llegue el momento de la partida de tu hermana, empezarás a volar tu también y tendrás cerca a tus jóvenes o ex - jóvenes; su deber entonces será el de ayudarte. No estarás solo, estaré Yo, pero sobre todo estarán la Madre Celeste y la abuela Yolanda que te ayudarán. Por otra parte mandaré también a Marisella a que te ayude.

Ánimo, hijo, ánimo, ánimo.

Yo, Dios, te amo inmensamente, y te bendigo en nombre el Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Adiós, hijo.

Obispo - Adiós, Dios Papá.

Marisa - El cielo se ha iluminado, las estrellas brillan, los ángeles y los santos, sobre todo tu Papa Pablo VI, rezan por ti.

Nuestra Señora - La Madre te dice: ánimo, hijo, adelante, no te detengas por cada cosita que ocurre. No mires si Marisella está más o menos mal, no te preocupes, si puedes, ayúdala como ya estás haciendo, éste es su camino.

Marisa - Ayer te pedí que me hicieras estar un poquito mejor, así el Obispo tendría menos que hacer. Dame la posibilidad de ser un poco independiente, así también yo hago mi parte. Quiero ayudarlo. ¿Te acuerdas cuando lo ayudaba a escribir tu vida y las cartas de Dios? Ahora ya no hago nada. Dale las gracias a Dios por haberme concedido que pueda Comulgar en lugar de comer, estoy muy contenta.

Adiós, Virgencita, adiós, hermosa mía.

Nuestra Señora - Yo, la Madre, os tengo siempre abrazados en mi corazón. Excelencia, te cubro con mi manto materno, a tus hijos y a los hijos de tus hijos.

Quería decirte una cosa, hijito: Dios ama a todos, pero su amor en lo que a ti se refiere es mucho, mucho más grande.

Adiós hijo.

Obispo - Gracias por haber venido y da las gracias a Dios Papá en mi nombre. Esperaba que vinieras tu, pero no pensaba en absoluto que Dios dejase su trono, como dice Marisa, para venir a felicitarme.

Nuestra Señora - Dios es un papá.

Obispo - Adiós, abuela Yolanda.

Abuela Yolanda - Adiós, hijo.

Roma, 11 enero 2009 - hora 11:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Aún estáis homenajeando a vuestro Obispo por su victoria y esto nos gusta. También Nosotros continuamos homenajeándole y le homenajearemos siempre, hasta que suba a las alturas estupendas.

Habéis recitado oraciones muy hermosas. Releed los mensajes, porque están llenos de amor, de paz y de serenidad. He venido antes para preparar el camino a Dios Omnipotente. Nosotros los del Paraíso estamos aquí dispuestos a acogerlo. Los ángeles y los santos, todos los presentes, esperan que Dios Omnipotente, el Rey del Cielo y de la Tierra, descienda hasta vosotros para felicitaros y saludaros.

Dios Padre - Sí, mis queridos hijos, Yo, Dios, he venido también hoy para felicitar de la manera más entrañable y fuerte a mi Obispo, a vuestro Obispo. Él cree que no ejerce como Obispo, piensa que no hace nada, pero no es verdad, porque también en el silencio, en el ocultamiento se puede dar todo a Dios y a los hombres. Yo he querido que él se convirtiera en Obispo, Yo lo he ordenado Obispo. Yo he querido el triunfo de la Eucaristía. Si hoy en muchas iglesias, y aumentan cada vez más, hacen adoración, rezan delante de la Eucaristía, te lo debo a ti, Excelencia. Con tus escritos, con tus homilías y catequesis que son robadas, pero bienvenido sea el robo si es para bien, has realizado el Triunfo de la Eucaristía. Si hacen adoración eucarística, si hacen vigilias nocturnas, es porque tu has dado luz verde y has querido esto en tu pequeña iglesia, llamada por la Madre: "mi pequeño joyero".

De esta pequeña iglesia ha salido todo esto que está cambiando la Iglesia, sobre todo el amor por la Eucaristía, el don más hermoso, más importante, porque os hace ganar el Paraíso, si vivís siempre en gracia. Yo, Dios, no puedo sino darte las gracias por lo que has hecho y doy las gracias también a todos los que vienen aquí para rezar; entre vosotros, hay personas que rezan mucho. Doy las gracias a los que rezan en los lugares de trabajo, de viaje, mientras caminan o están en el coche. ¿A quién debo todo esto? A ti, Excelencia. Y tu dices que no has hecho nada; has hecho de todo. Hoy en todo el mundo adoran a mi Jesús, muchos hacen adoración y hacen vigilas nocturnas por mérito tuyo, por gracia tuya, y Yo soy feliz de esto. Estoy contento, muy contento de lo que has hecho por todo el mundo, no solo por la Iglesia. La Iglesia se ha de limpiar. Hay quien hace adoración porque las cámaras de televisión lo televisan todo, esto es fanatismo y falsedad. Pero hay también quien hace adoración en silencio, en el ocultamiento, esto es verdadero amor hacia Mi, hacia Dios, hacia vuestro Padre. Felicidades a todos.

Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os estrecho a todos muy fuerte en mi corazón, especialmente a ti, Excelencia. Os cubro con mi manto materno e id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Quería decirte una cosa, Dios, me permito decirla. Cuando ocurren pequeños inconvenientes, no Te enfades mucho y tampoco el Obispo se tiene que enfadar, son cosas que suceden, porque somos pobres hombres.

Nuestra Señora - Está bien. Todo no puede ser perfecto.

Marisa - ¡Nos has hecho un gran regalo! Adiós. Adiós, Virgencita, adiós Mamá, adiós a todos.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Amén.

Sea alabado Jesucristo.

Roma, 16 enero 2009 - hora 8:37 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Amén.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy, viernes, es el día del encuentro bíblico, y es importante participar, pero antes la Madre tiene que hacer algún reproche materno. Antes que nada tengo que preguntaros: ¿por qué los misterios del Rosario que vuestro Obispo ha compuesto con tanto amor, esta tarde no se han recitado? ¿Por qué no habéis recitado los misterios que Dios está contento de oír? ¿Por qué no han leído los misterios más personas? ¿Por qué cuando entráis en la iglesia, no vais delante del Sagrario y no os arrodilláis, en lugar de mirar si detrás hay sitio? ¿Por qué no obedecéis a cuanto se os dice? Dios tiene en cuenta todo esto. No creo que sea tan difícil obedecer a Dios. Os pongo un ejemplo. Mirad a vuestro Obispo y a vuestra hermana: han obedecido a Dios, continúan obedeciendo y sufren mucho. A vosotros en el fondo se os piden pequeños sacrificios. ¿Por qué no hacerlos? Tratad de pasaros el libro, todos tienen que cooperar y leer estos Santos misterios; son hermosos y le gustan mucho a Dios Padre. ¿Por qué no hacer partícipes a los otros? Es verdad, alguno dice que no ve o que no tiene las gafas, pero hay personas que saben leer y ven bien; todos tenéis que participar en la oración. Estos son reproches maternos y os los hago porque os amo, os quiero y sé que Dios quiere esto. Aprended a obedecer, a hacer lo que se os pide. No tiene que ser siempre el Obispo el que os reprenda. Yo leo la Carta de Dios y os comunico lo que Dios dice. Os llamo la atención con amor, con dulzura, con caridad. ¿Por qué desobedecéis, por qué no hacéis lo que os digo? ¿Por qué cuando entráis en la capilla corréis enseguida a la sacristía? ¿Queréis las gracias? Procurad merecerlas. Espero que esta manera mía de hablar no ofenda a nadie. Vosotros sabéis que siempre he hecho reproches maternos a todos; grandes y pequeños. Por tanto, tratad de hacer todo lo que debéis, sin esperar que sea el Obispo el que intervenga. Vuestro Obispo está muy cansado, está muy probado y si le amáis verdaderamente, haced como ha dicho, pero sobre todo haced como Dios ha dicho.

Marisa - ¿Puedo pedirte una cosa?

Nuestra Señora - No me preguntas cuando te irás al Paraíso.

Marisa - No, no, no, no pienso en ello para nada. Danos un poco de fuerza y de valor para seguir adelante, sobre todo al Obispo ordenado por Dios. Te damos las gracias también por la ayuda no grande, pequeñita, que nos das, así podemos descansar un poquito más, pero el cansancio es mucho.

Nuestra Señora - Os doy las gracias a todos vosotros aquí presentes. Aceptad este reproche materno. Es Dios el que os habla, yo no hago más que mencionar lo que Él dice. Gracias y perdonad si he tenido el atrevimiento de deciros estas cosas, de haceros estos reproches. Quiero ser yo la que los haga, no el Obispo, él tiene que ejercer de Obispo, de los reproches me ocupo yo. Ánimo, hijitos, adelante con fe, con confianza, con esperanza. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados y a todos los niños de todo el mundo. Os pido que recéis para que las guerras terminen. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Roma, 18 enero 2009 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Amén. Mis queridos hijos, soy vuestra Madre, María, Madre de la Eucaristía. Vengo a menudo en medio de vosotros para ayudaros a resolver todos los problemas que os resultan pesados en la vida, si es voluntad de Dios.

Marisa - Virgencita, te encomiendo a Débora y a la pequeña Eleonora.

Nuestra Señora - Las gracias no siempre llegan. Tenéis que comprender que, si todos los enfermos obtuviesen las gracias, ya no habría enfermos. Rezar es siempre hermoso, encomendadme a las personas que tienen necesidad y yo iré corriendo al Padre a pedirle que conceda estas gracias.

Marisa - Te encomiendo a la gente que muere a causa de la guerra, a los niños que tienen hambre y no tienen nada que comer. Nuestros niños son afortunados, pero nos gustaría que también todos los otros niños lo fuesen.

Nuestra Señora - Por desgracia termina una guerra y empiezan otras tres, en todo el mundo hay muchas guerras. No acaban nunca y estallan por el deseo del dinero y para aumentar el poder. La misma rueda gira siempre tanto en el Vaticano, como en el Vicariato, como en los Estados. Es bonito rezar por los seres queridos, pero también es bonito rezar por todos.

Marisa - ¿Puedo permitirme el pedirte que ayudes mucho, mucho al Obispo y a aquel pariente mío pequeñito que conoces bien? Cuanto más continúo hablando contigo más necesidad siento de pedirte y pedirte.

Nuestra Señora - Marisella, tienes que pedir por todos, por las personas que sufren, las hay también entre las que están en la capillita. Marisella, tu no lo sabes, pero cuando voy ante Dios, le leo la lista, porque tengo muchos que encomendarle. Tu sabes que sólo me aparezco aquí, en este pequeño lugar, pero tengo que abarcar también a los otros enfermos y a las demás familias. Los cónyuges continúan separándose y viviendo fuera del matrimonio. Muchas personas se separan, se vuelven a juntar y se separan de nuevo. Para ellos la vida es bella, pero no tienen la gracia del sacramento del matrimonio, porque vosotros sabéis que los sacramentos aumentan la gracia. Yo sé a quién tengo que ir y a quien tengo que encomendar. Yo estoy siempre con vosotros como cuando esta noche has sufrido a causa de esa tos, que no te dejaba respirar. Yo estaba contigo y te ayudaba.

Marisa - Haz que me pase este dolor de garganta porque no puedo hablar, no puedo tragar, aunque tengo que decir que estoy mucho mejor que ayer. Gracias por venir, gracias si vas ante Dios a encomendarnos a todos, porque todos tenemos necesidad. Gracias.

Nuestra Señora - Gracias a vosotros que me habéis escuchado. Espero que pondréis en práctica cuanto dije el viernes en el encuentro bíblico. Junto a mi santo Obispo os bendigo y a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós (Marisa manda un beso a Nuestra Señora). Adiós Abuela Yolanda, adiós, mamá.

Roma, 23 enero 2009 - hora 8:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos..

La Madre os da las gracias por haber obedecido cuando, hace ocho días, os hice dulces reproches. Son caricias que una madre hace a sus niños cuando no se comportan bien, y sólo porque los ama. Os invito siempre a rezar por todas las personas que tienen necesidad, sobre todo por los jóvenes enfermos. Quizás no todos comprendéis la importancia del encuentro bíblico, pero los que están atentos, ahora digo algo para que os riáis, los que tratan de no dormir, escuchan bien lo que vuestro Obispo dice y cuenta. El que no es capaz de permanecer despierto que no se ponga en los primeros bancos, que se vaya al fondo, y haga una buena cabezada en los brazos de Jesús. Es bonito dormir en los brazos de Jesús. ¿No lo habéis pensado nunca? Y sin embargo a mi me parece haberlo dicho, tal como el niño duerme seguro en los brazos de su madre, también vosotros haced lo mismo, seguros en el abrazo y en el beso de Jesús. Escuchar el encuentro bíblico es muy importante. Os he dicho otras veces que no todos los sacerdotes explican la Palabra de Dios como vuestro Obispo. Almacenad todo lo que podáis, porque así podéis responder también a los sacerdotes, a los laicos comprometidos, a quien quiera que sea, pero si no estáis preparados, si no escucháis al Obispo, ¿cómo podéis responder a aquellas personas que a veces intentan haceros caer? Ánimo, ánimo a todos. Le digo a vuestro Obispo y a Marisella que tengan mucho valor para afrontar la dura lucha que cada día se presenta por un motivo u otro, si no es por una cosa, es por la otra.

Si no es por una cosa, es por la otra, Marisella, estate atenta.

Marisa - Está bien, ¿ahora te pones también tu a corregirme? De todos modos, en nombre de todos, te doy las gracias por la ayuda que das, por el amor que demuestras, porque también tus reproches maternos son dictados por el gran amor hacia todos. Virgencita, dile a Dios que nos bendiga a todos, que bendiga a los niños, a los ancianos, a los enfermos y especialmente a los niños del tercer y cuarto mundo. Hay en el mundo situaciones muy tristes y preocupantes y tu lo sabes. Yo también rezo mucho, muchísimo, pero tu nos tienes que ayudar a tener fuerza y valor para seguir adelante. Cuando Dios se decida a tomar aquella santa decisión que no me atrevo a decir, estaré dispuesta. Por ahora quiero vivir siempre en gracia de Dios, como tu nos has enseñado.

Nuestra Señora - También vosotros, mis queridos hijos vivid siempre en gracia. Cuidado: el que habla demasiado antes o después se bloquea y puede decir cosas que no son bonitas. Procurad que haya silencio alrededor vuestro y escuchad a Dios. Gracias. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa - Virgencita, ¿nos ayudarás para el encuentro de mañana?

Nuestra Señora - Sí, pero tu te tienes que quedar en silencio en tu habitación.

Marisa - Sí, Señor.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós.

Le he dicho sí, Señor. Me ha dicho que tengo que estar en silencio y encerrada.

Obispo - Como he dicho yo.

Roma, 25 enero 2009 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Estabas presente desde hace tiempo escuchando nuestras oraciones.

Nuestra Señora - Tu lo sabes que estoy siempre presente: vosotros no me veis, pero yo estoy con vosotros rezando, escuchando al Obispo y participando en la Santa Misa, es muy importante recibir a Jesús en gracia.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Es siempre con alegría que vengo en medio de vosotros. Vuelvo a pensar en el encuentro de ayer que ha dado muchos frutos, pero no dejéis pasar mucho tiempo antes de hacer otro. Los jóvenes son todos grandes, pero todavía tienen necesidad del padre. Sugiero, si se puede hacer o si el Obispo tiene tiempo, que se haga también un retiro para los adultos. Haced un retiro breve, de una media jornada y terminadlo con la Santa Misa. Es muy importante que os veáis y que habléis para corregir los defectos. Todos tienen necesidad de hacer el retiro, pequeños y grandes. Os invito de nuevo a todos a rezar por este mundo, no me avergüenzo de repetirlo, que va muy mal y por las personas que se quedan sin trabajo. Solamente con la oración dirigida a Dios puede conseguirse todo. Rezad y pensad en aquellas pobres personas que se quedan sin trabajo, en aquellos niños que tienen necesidad de comer, de alimentarse, de vestirse, de ir al colegio y todo esto, por desgracia, en los otros mundos no existe, a pesar de la buena voluntad de tantos voluntarios. ¿Sabíais que no todas las ayudas llegan a su destino?, y entonces ¿qué se puede hacer? Rezad y haced que recen vuestros niños, es muy importante su oración y es escuchada por Dios. Ánimo a vosotros, jóvenes, que el encuentro de ayer lleve verdaderamente fruto para todos. Tratad de almacenar y de poner en práctica cuanto os ha dicho vuestro Obispo en nombre de Dios: también yo era como vosotros. Ánimo y siempre adelante. Si os asomáis a la ventana veis como es el mundo; tratad de ayudarlo con la oración, con los sacrificios, con el amor. No os sintáis como si ya hubieseis llegado. Trabajad siempre, id adelante con todos y ayudad a todos.

Gracias, Dios tiene que daros la respuesta que esperáis.

Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños de todas las razas, de todas las naciones, de todas las religiones. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós.

Roma, 30 enero 2009 - hora 8:30 p.m (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Con gran alegría llego en medio de vosotros, cuando Dios me dice: "María, ve con mis hijos". Por desgracia hay muchos enfermos y la gripe ha tocado a muchos, pero esto no tiene que desorientaros. No miréis el número, preocupaos de si quien reza está en gracia de Dios y recibe a Jesús en gracia. Por lo que se refiera a vuestra hermana no es importante para vosotros; sino para ella. Cuando Dios decida, se realizará cuanto ha prometido. No preguntéis, rezad, y yo rezaré junto a vosotros y a los niños, que rezan muy bien.

Marisa - Ha estado malito, probrecito.

Nuestra Señora - Ya sé que tu, estás dispuesta a dar la vida por todos.

Marisa - Por las personas que tienen necesidad y por lo enfermos, yo estoy dispuesta a todo. Cuando llegue aquel día, yo será muy feliz, así yo iré a un lugar y él a otro y nos separaremos. ¿Quién ocupará el sitio del Obispo?

Emmanuel - No lo sé.

Marisa - Emmanuel no lo sabe.

Nuestra Señora - Hijitos, rezad mucho por vosotros mismos, por vuestras familias, por vuestros niños, sobrinos, nietos, rezad por todos. Que Dios os acompañe siempre a todos hacia la felicidad del Paraíso. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Mensajes de Febrero de 2009

Roma, 1° febrero 2009 - hora 10:38 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Me disgusta, mis queridos hijos, pero tengo que deciros algo de todo lo que sucedió ayer. Se hace el retiro para crecer espiritualmente, no para hablar de pequeñeces, que se dicen del uno y del otro. ¿Habéis crecido espiritualmente? Quizás cuando estáis en la iglesia rezando juntos, pero el retiro no ha sido una cosa piadosa, cada uno culpaba al otro, para defenderse a sí mismo.

Vosotros todavía hacéis grupitos y hace años que os digo: "no hagáis grupitos, comportaos del mismo modo con todos". Hay que perdonar al pecador y ayudar a la persona imperfecta. El que puede tiene que hacerlo. Si alguno no tiene modo de hacerlo, no tiene importancia; tenéis que comprender si lo que dice corresponde a la verdad. Vosotros esperáis que Dios realice lo que ha prometido, vosotros esperáis el Paraíso, pero ¿qué dais a Dios? ¿Qué dais al Obispo? ¿Qué dais a vuestro grupo? A veces os comportáis como niños, cuando en la escuela se enfadan porque uno ha pisado un pie del otro y discuten. No es esta la vida espiritual. Ayer teníais que crecer, sin embargo, humanamente hablando, ha sido un fracaso.

Cuando Dios quiera que hagáis otro retiro, si estáis dispuestos a hacerlo como se debe, aceptad, sino es mejor que no. Aquello no ha sido un retiro, me disgusta tener que decir esto. Yo, la Madre, he sufrido, el Obispo ha sufrido y creo que también alguno de vosotros ha sufrido.

Dios, que perdona siempre, os de la gracia y la alegría de emprender de nuevo el camino espiritual y de amaros mutuamente. Es inútil que cantéis: "Amaos, amaos" y luego no os amáis; cantar es rezar dos veces. Si cantáis y no reflexionáis en las palabras, todo se vuelve inútil.

Espero que escuchéis cuanto he dicho. También ayer, después de tantas veces de haber dicho: "Poneos delante de Jesús Eucaristía", las sillas de delante del Sagrario estaban vacías y detrás estaban las personas. ¿Por qué hacéis eso? ¿Por qué queréis que Dios y la Virgen os ayuden y vosotros no hacéis nada? Respondeos. Os digo como vuestro Obispo: haced el trabajito en casa y respondeos si lo que habéis hecho es correcto.

A pesar de todo os doy la bendición junto a mi santo Obispo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Roma, 2 febrero 2009 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora -En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. En este momento yo, mi amado esposo José y el pequeño Jesús entramos en el templo, donde nos esperan el viejo Simeón y la profetisa Ana. El niño patalea, se alegra y se divierte dándole vueltas a su dedito entre mis cabellos. El viejo Simeón cuando vio a Jesús, feliz y contento dijo: "Ahora deja, oh Señor, que tu siervo se vaya en paz, porque mis ojos han visto tu salvación". También vosotros, cuando entréis en la iglesia, acercaos al Sagrario, acercaos a Jesús. ¿Cuántas veces lo he dicho? ¿Por qué no obedecéis? ¿Por qué sois tan duros? Y sin embargo es tan hermoso acercarse a Jesús y decir: "Jesús, estoy cerca de ti, te amo, como te ha amado y te ha esperado el viejo Simeón". He dado el niño a Marisella, que lo tiene entre sus brazos con mucho amor. Su misión se vuelve cada vez más difícil, su sufrimiento es cada vez más grande, pero ella ama al pequeño Jesús, me ama mi, la Madre de la Eucaristía, ama a San José y ama a todos los hombres de buena voluntad. Sobre todo os ama a todos vosotros, incluso a los que parece que siguen, que cambian y luego se detienen. El camino espiritual es una alegría. El pequeño Jesús se alegra al ver a las almas que caminan hacia él. Amaos como Dios Papá os ha amado. Quereos. Estrecha, Marisella, al pequeño Jesús contra tu corazón y siente la suavidad de su piel de terciopelo; ahora es grandecito, no como el día de su nacimiento.

Marisa - Sí, ya lo sé.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, cambiad la mente, cambiad vuestro corazón y ofrecédselo a Jesús con todo el amor que podáis. Cada uno de vosotros en su corazón tiene que comprender cuando actúa bien o cuando mal.

Marisa - Tómalo, cógelo, María; cógelo, porque pesa.

Nuestra Señora - Mirad a mi pequeño y amado Jesús. Ya que Herodes temía que se convirtiera en Rey, mató a muchos niños desde cero a dos años. No pudo matar a Jesús, que murió de mayor para salvarnos y para reabrirnos el Paraíso, porque nos ama infinitamente. También vosotros tenéis que amar a Jesús. Dios os ha creado a su imagen y semejanza y ¿en qué consiste esta semejanza con Dios? Preguntáoslo en vuestro corazón. Con la ayuda de Dios podréis seguir adelante, caminando en la vida espiritual. Yo, la Madre, he tenido una infancia tranquila y una vida de pobreza cuando era adulta y casada con mi amado esposo José. No hacíamos pequeños grupitos, sino que nos reuníamos a rezar todos juntos. No forméis grupitos de dos o tres personas, no dejéis de lado a las demás. Cuando hay algo que no entendéis, no habléis entre vosotros, decídselo a vuestro Obispo, él os escucha, a pesar de todo el trabajo que tiene que hacer para sí y el que tiene que hacer por vuestra hermana; él, si le preguntáis cosas sabias, no dirá nunca que no. Seguid adelante, pensad en el Paraíso. Os he dicho que todos me veréis en el lugar taumatúrgico, pero si no estáis en gracia, ¿cómo puedo dejarme ver? ¿Por qué creáis pequeños grupitos, por qué existen rivalidades entre vosotros? Amaos todos, como yo os amo, sobre todo como Dios os ama, e incluso como vuestro Obispo y vuestra hermana os aman. Marisella cuando sufre y se encuentra sola tiene siempre el rosario en la mano y reza por todos. Hacedlo también vosotros. Os doy las gracias si escucháis este sencillo y hermoso mensaje que Dios ha dado, y sobre todo si sois capaces de ponerlo en práctica. Gracias a todos. Hoy celebráis la Presentación de Jesús en el templo y mi Purificación, aunque no tenía necesidad, pero he querido dar buen ejemplo a todas las madres. A todas las madres les digo: felicidades, amad a vuestros hijos, amad a vuestros nietos, amaos entre vosotros, no améis solamente al hermano o a la hermana o al hijo, amad a todos. Gracias. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos, bendigo a los que hoy están en otro sitio a festejar al pequeño Emmanuel y no han podido venir. Bendigo a los enfermos que deseaban venir y a todos los niños. Os estrecho muy fuerte contra mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Hijitos, invocad al Espíritu Santo que os ilumine y os ayude a todos. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Adiós, Jesús, adiós. Se ha ido.

Roma, 6 febrero 2009 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Con gran alegría, como ya sabéis bien, vengo en medio de vosotros. Me gusta oíros rezar a Dios. Rezad el uno por el otro, corregíos el uno al otro; no tengáis miedo. No vuelvo sobre el punto que ya conocéis bien, os repito solo: amaos como yo os amo. Cada vez que os veo rezar, rezo junto a vosotros con mucha alegría, aunque alguno se distraiga o continúa todavía dándose la vuelta. No os tenéis que saludar en la iglesia, delante de Jesús Eucaristía, sino afuera. Muchas veces os he dicho: cuando entréis en la iglesia, acercaos al Sagrario, mirad el Sagrario, allí está mi hijo Jesús, está aquél que ha muerto en cruz por todos. Es mi gran deseo corregiros cada vez que no vais bien. ¿Soy o no soy vuestra Madre? Cuando hago algún reproche materno, lo digo sólo porque os amo, y esto es difícil. También para las madres y los padres es difícil corregir a sus hijos, pero poco a poco podréis hacer también esto, porque estoy a vuestro lado. Es difícil si los niños son pequeños, es más difícil si son más grandes, es dificilísimo si son mayores. ¿Qué hay que hacer? Rezad, rezad, rezad. Aprended a amar y después rezad, no olvidéis estas frase de Jesús.

Marisella, hoy me has gustado, a pesar del sufrimiento, los dolores, la pasión, has conseguido sonreír, estar alegre, trabajar y pintar el escudo del Santo Padre. (No del actual, sino del futuro Papa)

Marisa - (En voz baja) Calla, que te oyen. Lo dibujo ahora porque cuando esté el futuro Papa, yo ya no estaré. Le quiero dejar algo como recuerdo mío.

Nuestra Señora - Eres terrible, Marisella. Marisella y Mariselle, puestas juntas sois dos personas que verdaderamente...

Marisa - Cuando nací era buena, cuando crecí era menos buena, ahora que estoy el final de la vida soy pésima.

Nuestra Señora - No digas esto, Marisella. Tu sabes que no eres como lo describes, tu sabes que amas a todos, incluso demasiado. Amas especialmente a los que te hacen sufrir, amas porque sabes amar, porque has aprendido a amar. Tienes que decir a tu querido Obispo que también él ha aprendido a amar. Amaos y yo estaré con vosotros. Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo estarán siempre con vosotros. Gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo. Estaré presente en el encuentro bíblico que vuestro Obispo hace con tanto amor y tanto sufrimiento. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con m manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo, del espíritu Santo. Amén.

Roma, 7 febrero 2009 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Es el primer sábado de mes de febrero y veo que estáis presentes. Lo que nos ha asombrado del Obispo es que lo ha dado completamente todo, lo ha donado a favor del prójimo. Se ha despojado de todo y junto a él, también Marisella. ¡No podéis imaginar que alegría siento!. Que hermoso es que un Obispo se despoje de todo para los demás.

Os lo ruego, comportaos bien, trabajad bien, tomad ejemplo del Obispo, porque os ha dado mucho. Estoy aquí para el primer sábado, por la reunión que habéis hecho, pero sobre todo para admirar como vuestro Obispo lo ha dado todo. Cuando le llegan regalos, los da a los pobres, a los ciegos, a los necesitados. ¡Oh cuánto ejemplo os da vuestro Obispo!

Marisa - Sí, ya lo sé, me he equivocado, pero yo no conozco bien el italiano. Si estás contenta, si todo el Paraíso estáis contentos de lo que ha hecho el Obispo, no penséis en mi italiano. Mira que también se equivocan los profesores y los periodistas.

Nuestra Señora - Marisella, únete a las personas, reza con ellas, ámalas y sobre todo ama a los que te han hecho sufrir tanto.

Marisa - Perdonar sí, pero amar es difícil.

Obispo - Tienes razón.

Marisa - ¿Quién tiene razón?

Obispo - Tú, es difícil amar a quien te ha hecho sufrir voluntariamente.

Marisa - ¿Has oído lo que ha dicho el Papa? (No Benedicto XVI, N.d.R.) Yo perdono a aquellas personas, ¿pero cómo puedo amarlas?

Nuestra Señora - Tienes que dar ejemplo a todas las personas presentes. Me desagrada que nunca sean numerosas. Si todos leyeran las cartas de Dios y las pusieran en práctica, sería todo más hermoso y más fácil. Hija mía, quédate todavía en la Tierra, porque aquí hay tanta necesidad. Dios te ha dicho hace algunos días: "Asómate a la ventana y mira como está el mundo".

Marisa - ¿Que culpa tengo yo si el mundo es tan corrupto? Pero no me dejes por mucho más tiempo.

Nuestra Señora - Cuanto me gusta ver al Obispo reír. Bravo, Excelencia, ríe hijo mío, llegará la fiesta también para ti, para Marisella, para todos los jóvenes, para los adultos y sobre todo para los niños.

Marisa - A propósito de niños, quería pedirte una cosa. Nosotros tenemos niños que son muy inteligentes, pero también muy vivarachos; ¿no podrías dar una ayuda para que estuvieran un poco más calmados?

Nuestra Señora - Marisella, ¿para que sirven todas las oraciones que dices por la noche? Dices todos los nombres.

Marisa - Si, pero me desagrada porque los niños son bonitos, son inteligentes y son...

Obispo - Excesivamente vivaces.

Marisa - Excesivamente vivaces.

Nuestra Señora - Verás que se calmarán también ellos poco a poco. Tu no te tienes que preocupar tanto y no tienes que llorar, cuando oyes que un niño llora. ¿Nosotras dos nos entendemos, verdad, Marisella?

Marisa - Tengo a Jacobo, Samuel, Mariasole, Sara, Emmanuel, que ahora es más bueno; los pequeñitos: Ismael, Miriam, Adrián que se ha ido, Gioele y todos los niños que son nietos de las personas que están aquí; tienen nietos también mayores de 18 y 20 años. Yo ruego por todos estos, pero me gustaría que todos estos pequeñitos...

Nuestra Señora - ¿Qué querrías?

Marisa - Me gustaría que fuesen un poco más tranquilos.

Nuestra Señora - Está bien, Marisella, pero yo no he venido por esto, he venido para deciros que améis y recéis.

Marisa - Amar también a los niños.

Nuestra Señora - Ahora doy mi bendición sino, si continuas hablando nos darán las nueve de la noche.

Marisa - ¿Volverás esta noche?

Nuestra Señora - Esta noche no, después de medianoche.

Marisa - Hazme dormir a aquella hora. Gracias por lo mucho que nos quieres, gracias porque a pesar de que somos pocos y no muy buenos, vienes igualmente a visitarnos, a ayudarnos y a decirnos muchas palabras hermosas.

Nuestra Señora - Entonces, Marisella, acuérdate: hay que perdonar para amar. Yo, Madre de la Eucaristía, he perdonado y amado siempre

Marisa - Sí, pero yo no soy tu, yo sólo puedo perdonar. El Obispo ha dicho que está bien perdonar solamente. Perdono a todos, pero amar me resulta difícil.

Obispo - Perdonar ya es amar.

Marisa - Querida Virgencita, perdonar ya es amar.

Nuestra Señora - Oh, gracias, Excelencia, no sabía que perdonar ya fuese amar, esperaba de ti esta explicación, no la conocía.

Marisa - Bromeas. Si perdono a una persona y le hablo, esto ya es amor. ¿No?

Nuestra Señora - Todos juntos recitemos el Padre nuestro.

Padre nuestro...

Nuestra Señora - Gracias, Marisella, por la relación que tienes conmigo.

Marisa - ¿Estás contenta?

Nuestra Señora - Junto a toda la corte celeste, que está conmigo y con el Santo Obispo os doy la bendición. Os cubro con mi manto materno. Os quiero apretar fuerte, fuerte a mi corazón. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Perdóname, Virgencita si me he atrevido a tanto. Perdonar es amar; tu me perdonas, por tanto me amas. Adiós mamá.

Abuela Yolanda - Adiós, pequeña Selenia y Yari. Adiós, Excelencia.

Marisa - Están también Lauretta, Laura y muchas madres que tienen niños. Gracias, mamá, adiós. Que bella eres. No te lo digo a ti, Virgencita, se lo digo a mi madre. Adiós.

Roma, 8 febrero 2009 - hora 10:38 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Os repito que para mi es una gran alegría venir en medio de vosotros. Es muy bonito recitar el S. Rosario juntos, hacer dos coros y no correr. Esto le gusta a mi Hijo Jesús. Os invito a rezar por una misión muy importante. Alguno está pensando: "Cuántas oraciones nos pide Dios". Sí, es verdad, Dios os pide mucho porque sabe que, aunque os quejáis, todos decís que sí, grandes y pequeños. Cada vez que Dios dice: "Tengo necesidad de oraciones para una misión"; vosotros, en vuestro corazón, estoy segura, de que decís que sí.

Marisa - Yo digo no, los otros pueden decir si, yo ya he dicho muchos, ahora basta. ¿Te parece bien?

Nuestra Señora - Hijita mía, haz lo que quieras. Si tienes ganas de decirlo, lo dices, si no tienes ganas, no lo digas, de todos modos estoy segura que en tu corazón hay un sí muy grande. Tenéis que rezar también por la pequeña Mariselle, que hoy cumple un año. Es una niña muy buena, delicada y tiene necesidad de ayuda y de oraciones. Claro que, no puedo decir esto por cada uno que cumpla los años, pero esta niña, su padre y su madre tienen necesidad de oraciones.

Marisa - Y también la madrina. ¿Correcto?

Nuestra Señora - Os invito a escuchar bien las lecturas y el S. Evangelio de hoy. Las lecturas contienen palabras muy importantes y ningún hombre de la Tierra puede cambiar el Evangelio. Cuando las leáis tratad de estar atentos. Mientras el Obispo las explica, escuchadlo, no os distraigáis, porque lo que dice es muy importante. Cuando podáis, en lugar de reuniros de tres en tres y hacer pequeños grupitos, reuníos juntos y rezad por la intención de Dios. Gracias.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós. Hazme estar un poquito mejor, hazlo por ellos, no por mi. Tengo el tembleque dentro. Gracias. Saluda a mi madre, ¿por qué no ha venido hoy?

Nuestra Señora - Venga, ánimo, Marisella.

Marisa - Está bien (Marisa manda un beso). Este llévaselo a mi madre. Adiós.

Están Laura, Yari, Lauretta y Selenia. Te encomiendo a Mariselle, tienes que ayudarla. Gracias por todo.

Roma, 11 febrero 2009 - hora 7:15 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo.

Nuestra Señora - Hoy, fiesta del enfermo, rezad por todos, porque el que más y el que menos, todos tenéis algo que pedir a Dios por la salud espiritual y por la salud material. Hijos míos, hoy es vuestra fiesta, la fiesta del enfermo. Vuestro Obispo os dará su bendición e impondrá las manos estando yo a su lado. Traeré conmigo a la abuela Yolanda, la que ha sabido amar a todos, incluso a los que le hacían sufrir. Es feliz por la relación entre hermano y hermana, es feliz en el Paraíso, es feliz, Excelencia, cuando te ve sonreír. Pero desde hace tiempo ya no oye tus bromas, ya no ve tus sonrisas. Tu sabes lo grande que es su amor por ti. Dice siempre: "Recemos por la Excelencia".

Ánimo a todos, ánimo a los enfermos. Esta es la vida terrena. Hay enfermos de espíritu y enfermos de cuerpo. Recemos por estos enfermos, para que tengan la fuerza de resistir y de aceptar la enfermedad. Rezad por los jóvenes y por los niños. ¡Cuántos niños y jóvenes hay en los hospitales!. Junto a mi santo Obispo mando mi bendición a todos los enfermos, de toda raza y nacionalidad, cristianos y no cristianos, para Dios no hay diferencia, son todos hijos suyos, criaturas suyas. Ánimo a todos, y a ti, Marisella, no me atrevo a decir. "Ánimo, hijita".

Marisa - ¿Puedo decirte una cosa yo? Quería pedirte que ayudes mucho, mucho al Obispo y a mi Annarella, como la llama mi madre. Haz que esté un poquito mejor, no que se tenga que sanar del todo, por favor, pero que esté mejor. Dame a mi todo lo que tiene, así la puedo ayudar, puedo ayudar a sus hijos y a sus sobrinos. Virgencita, tu que eres madre, puedes entender.

Nuestra Señora - Marisella, ¿quieres coger todavía más sufrimientos? No hay sitio, estás llena.

Marisa - Sí, pero ayuda a mi hermana, a mis hermanos, a mis parientes, a los parientes de Su Excelencia, y todos los parientes de los que están desmoralizados de esperar, de esperar una ayuda. Gracias, Virgencita, gracias.

Nuestra Señora - En este momento, junto a mi santo Obispo, doy la bendición a todos los enfermos presentes y ausentes. Después de la S. Misa el Obispo, yo, la abuela Yolanda y mi esposo daremos juntos la bendición a los enfermos. Señor, yo soy tu Madre, ayuda a estos pobres enfermos.

Marisa - Gracias, gracias, Virgencita.

Nuestra Señora - Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Buena salud a todos. Felicidades. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Adiós, mamá, adiós.

Roma, 13 febrero 2009 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Es vuestra Madre, la Madre de la Eucaristía, la que os habla. Mi amor por vosotros, lo sabéis, es grande pero no os preguntéis tantos porqués, sólo Dios sabe qué hacer y cómo hacerlo. A vosotros os pido que recéis por los niños, por los enfermos, que son muchos y por el Tercer Mundo. Haced bien vuestro trabajo, rezad también durante el trabajo, si es posible, y quereos. Dios ha dicho: amaos como Yo os amo. Amaos y rezad.

Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a todos los niños, el que está dormido y el que está despierto, los que no están presentes y los que están presentes, bendigo sobre todo a los enfermos que tienen necesidad. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Roma, 20 febrero 2009 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Ya sé que amas mucho a tus sobrinos.

Marisa - ¿Qué voy a hacer?

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

No todos sabéis que hoy es el aniversario de otra fiesta mía: la Madre de la Confianza, la Protectora de los seminaristas del Seminario Mayor de Roma. Ya que habéis celebrado el año de la Confianza, rezad a la Madre de la Confianza, rezadme a mi, siempre. Para que os ayude a todos. Hoy es una gran fiesta para los seminaristas.

Yo he formado a vuestro Obispo desde la edad de ocho años y he llevado adelante su formación hasta que Dios lo ha ordenado Obispo, ahora es vuestro Obispo, más adelante veréis quien será.

Os invito a rezar a Nuestra Señora, cualquier nombre que tenga, pero no a la de la silla, de la cinta. Yo no soy Nuestra Señora de la cinta o de la silla, yo soy la Madre de la Eucaristía. Invocadme también como Nuestra Señora de la Confianza, Nuestra Señora del Buen Consejo, o con otros nombre más adecuados.

Os invito a hacer el encuentro, porque vuestro Obispo os dirá algo sobre la Madre de la Confianza. Vosotros sabéis cuanto nos interesa el encuentro bíblico, sobre todo cuando habla de San Pablo y de sus cartas, porque son bonitas e importantes. Tratad de unir vuestras pequeñas fuerzas físicas a las grandes fuerzas espirituales y seguid siempre adelante, como os he enseñado. Atención: no hagáis grupos, no habléis a la espalda, tenéis que ayudaros mutuamente todos, de los grandes a los pequeños. Es por eso que yo, Madre de la Confianza, Madre de la Eucaristía, os doy las gracias, es por esto que a menudo voy delante de Dios a pedir las gracias que cada uno necesita. Os lo ruego, como dice vuestra hermana, el que tiene dientes tiene que sonreír con los treinta y dos dientes.

Marisa - (Marisa sonríe) Está bien, pero nos tienes que ayudar, porque nosotros solos no podemos.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, id a comulgar, siempre, todos los días y si no podéis, como ya os he dicho otras veces, haced la Comunión espiritual, recibid espiritualmente a Jesús en vuestro corazón. Gracias.

Marisa - Querría saber algo sobre la carta que el Obispo ha escrito al card. Vicario.

Nuestra Señora - Dale tiempo al tiempo.

Marisa - Sí, nosotros siempre damos tiempo al tiempo.

Nuestra Señora - No empieces a hablar, bichirrín, Marisella. Ánimo, adelante. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos, bendigo a los niños, a los enfermos y a todas las personas que tienen necesidad de mi ayuda. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Adiós.

Roma, 22 febrero 2009 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos,

Hoy es el último domingo de Carnaval, muchos hacen fiesta y se divierten, vosotros, en cambio, estáis recogidos en oración. También vosotros tenéis que divertiros siempre en santidad, en justicia, en dulzura, en caridad hacia todos, especialmente hacia vuestros hijos. Dios os ha hecho un gran don al daros criaturas tan bonitas, buenas aunque un poco caprichosas; no pueden ser perfectas, recordad que sólo Dios es perfecto. ¿Qué tienes en la mano, Marisella?

Marisa - Quería presentarte el libro de las Cartas de Dios del Año Social 2007-2008 y la presentación de nuestro Obispo. Mira todas estas palabras escritas; si fuéramos capaces de poner en práctica la centésima parta de lo que está escrito en todos los libros, ya seríamos santos. Por desgracia tenemos todavía mucho que corregir.

Nuestra Señora - Y podéis conseguirlo, mis queridos hijos. Os he dicho tantas veces que sólo Dios es perfecto, vosotros no sois perfectos, pero podéis mejorar el carácter, volveros buenos con todos. Cuando el Obispo habla escuchad lo que dice, no le hagáis repetir siempre las mismas cosas. Él repite y repite y vosotros falláis y falláis. El que no se vea con coraje de llevar a cabo las obligaciones más difíciles, como preparar la Santa Misa y los hábitos del sacerdote, que se ponga de lado y deje hacerlo a los otros. No hay necesidad de que todos estén alrededor del Obispo. Habéis visto como se ha vestido solo y ha añadido: "¡No me he despeinado!". Podéis ayudarlo, en primer lugar poniendo en práctica lo que dice. Si os acordáis de cuantas veces yo os he dicho: "Cuando entréis en la Iglesia, ocupad los primeros lugares, id cerca de Jesús Sacramentado" y sin embargo cuantas veces habéis sido reprendidos para que vayáis delante, para que estéis cerca de Jesús. Vosotros pedís a Dios las gracias, pero Dios ¿cuántas cosas os ha pedido a vosotros? ¿Las habéis hecho? ¿Habéis puesto en práctica lo que Dios dice a través de la Madre de la Eucaristía? No. A veces os comportáis como niños, a los que se les ha de repetir muchas veces las mismas cosas y cuando no obedecen hay que levantar la voz. Así, vuestro Obispo o los ministros extraordinarios cuando os dicen cosas muchas veces, al final os cansáis y obedecéis, o bien hacéis ver que no os enteráis y esto no es bonito. Queréis de Dios las realizaciones grandes, haced también vosotros lo que se os pide: ir delante, cerca de Jesús, no giraros en la Iglesia, no mirar a los otros, no saludaros en la Iglesia. Vosotros entrad, saludad a Jesús y basta, no hay necesidad de nada más. El que lea este libro con buena intención y todos los demás ya publicados, puede llegar a la santidad; muchos los leen a escondidas. Muchas personas cogen los libros y los dan a otros que no creen en lo que Dios ha obrado en este lugar taumatúrgico. Estos últimos copian las frases y repiten lo que el Obispo dice. Esto podría ser bonito; pero no está bien coger las palabras del Obispo, hacerlas propias y no citar el autor. Trabajad en silencio y si alguno toma de vuestros libros, no importa. Dios sabe perfectamente de donde vienen y de quien son ciertas enseñanzas. Os lo ruego el 9 y sobre todo el 15 de marzo, que la comunidad homenajee al Obispo. Gracias. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo y a vuestros seres queridos. Bendigo este santo libro: las cartas de Dios y la presentación.

Marisa - ¿Estás contenta de todo este trabajo? Pero ahora ya basta de hacer trabajar al Obispo, porque sus dedos se consumen y ya no podrá escribir más cuando se convierta en Papa... ¡Oh, se me ha escapado!

Nuestra Señora - No importa, Marisella, se ve que la palabra tenía que salir.

Marisa - Gracias.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros niños, a vuestros enfermos, a los que no han podido venir por motivos de salud o de trabajo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Roma, 27 febrero 2009 - hora 80:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén. Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Marisa - Virgencita, antes de que hables, ¿puedo decirte una cosa? Tengo la impresión de que estemos mendigando que ocurra lo que Dios ha prometido. Si tenemos que esperar y mendigar, danos la fuerza, porque ya no tenemos.

Nuestra Señora - De acuerdo, hija mía. Ahora os quiero hablar de la S. Cuaresma. Vosotros sabéis, al menos las personas más ancianas, que antes se hacía una Cuaresma caracterizada por florilegios, sacrificios y no se comía carne, sino pescado; esto no quiere decir nada porque, como ha dicho hoy vuestra hermana hablando con sus seres queridos, hoy el pescado cuesta más que la carne, por tanto no es este el problema. Tenéis que hacer pequeños florilegios, evitar los dulces, disminuir la fruta, controlaros en la comida, no tenéis, como decís vosotros, que atiborraros de comida. Esto no quiere decir, tratad de entenderme, que no tengáis que comer, no quiero decir esto, más bien recomiendo que no hagan ayuno aquellos que toman muchas medicinas para tener en forma a su propio cuerpo, porque tienen muchos males. El que no está bien, el que no tiene fuerza, que toma muchas medicinas, tiene que comer. Tratad de no entenderme mal, tratad solo de eliminar el dulce, que además también engorda, como decís vosotros.

Marisa - Virgencita, trataremos de poner en práctica cuanto has dicho, pero estamos cansados, probados, desilusionados, y como he dicho antes, estamos aquí ante Vosotros mendigando lo que nos habéis prometido y que todavía no se ve. Sin embargo rezamos; o ¡cuánto rezamos todos!. Sí, de acuerdo, hay entre nosotros pequeñas incomprensiones, nadie es perfecto, además nos habéis enseñado que sólo Dios es perfecto.

Nuestra Señora - Si, pero yo no miro estos defectos. Tenéis que intentar quereros, ayudaros mutuamente y poner en práctica las cartas que Dios manda, porque sería todo más fácil y ayudaríais mucho mejor a vuestro Obispo y a aquellos que os aman. Haced esta Cuaresma con el mismo espíritu con el que habéis preparado la canastilla para el nacimiento del pequeño Jesús, haced la S. Cuaresma, esperando que Jesús muera, resucite y reabra el Paraíso. Mirad que el infierno existe, aunque muchos sacerdotes dicen que no existe y está lleno, pero hay sitio todavía, oh, hay mucho sitio todavía para los que no viven como Dios quiere.

Excelencia, gracias por cuanto has dicho a Dios, Él sonríe por vuestro continuo empeño, y aunque hay mucho cansancio, no tenéis que pensar cada día en todo lo que ha prometido, si lo ha dicho llegará. ¿Por qué no creer a Dios?

Marisa - ¡Yo creo cuando veo! El Obispo ha dicho que he hecho bien en decir esto. Haznos ver un poco de luz, danos un poco de alegría, mándanos personas que nos quieran verdaderamente, estamos cansados de tener que sufrir siempre. Me has dado la tarea de proteger a los niños y hasta ahora lo he podido hacer. Gracias, gracias y dile a Dios, tu que puedes, que piense bien en lo que ha dicho nuestro Obispo.

Nuestra Señora - Claro, yo puedo y se lo diré todo a Dios, pero él lo ha oído todo. Ánimo, Yari; ya sé, piensas que os tomo el pelo cuando digo: procurad sonreír. Lo digo porque sonriendo tenéis más fuerza, si os dejáis ir, ya no tenéis ni siquiera fuerzas para hablar, para conversar entre vosotros cuando estáis juntos, esto vale también para Laura, pero sobre todo para el Obispo. Tenéis dos niños, procurad que no se den cuenta nunca de vuestra situación. Yo los amo demasiado, amo a todos los niños. Marisella continuará ejerciendo su tarea hasta la muerte y después la ejercerá todavía mejor y los envolverá a todos. Tratad de hacer el Vía Crucis no sólo el viernes, quien pueda, que lo haga en casa incluso todos los días. Ha sido compuesto por vuestro Obispo y es muy hermoso, muchos lo han cogido y copiado, incluso en las altas esferas.

Marisa - De todos modos nos lo copian todo.

Nuestra Señora - Está bien, ahora preparaos para la S. Misa y para el encuentro bíblico, que, a pesar del cansancio, de la amargura, de las diversas vicisitudes de la jornada, vuestro Obispo lo lleva a cabo siempre con la máxima calificación, no solo con matrícula de honor, sino mucho, mucho, mucho mas. Gracias. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a todos los niños, a los niños del Tercer Mundo, a los enfermos. Bendigo también a los que no aman a Jesús, espero que lleguen a amarlo. No habléis de las personas que no vale la pena ni siquiera mencionar. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Estás guapa, Marisella, con un ojo cerrado, las gafas, el oxígeno y el nebulizador.

Piensa cuanto te ama Dios.

Marisa - ¡Oye lo que dice! Está bien. Adiós, adiós. Dale un beso a mi madre. Mamá, te lo ruego, ayúdame, si rezas por todos los enfermos reza también por mi, para que tenga la fuerza de aceptarlo todo y luego finalmente partir hacia aquel largo viaje para el Paraíso. Adiós, mamaíta. Se han ido.

Mensajes de Marzo de 2009

Roma, 6 marzo 2009 - hora 8:39 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Hace tiempo que estabas presente, para escucharnos. Nosotros tratamos de rezar día y noche y esperamos lo que Dios ha prometido. Yo no te pido nada más, haced lo que queráis.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hoy ha empezado el triduo para la fiesta de vuestro Obispo, que él quiere que sea también para la Víctima. Os doy las gracias por estar presentes y haber venido a rezar, es muy importante rezar por ellos y por cada uno de vosotros. La oración, especialmente el S. Rosario, ayuda mucho a todos. Mañana es el primer sábado de mes y es el segundo día del triduo, tratad de venir para rezar. Os parecerá extraño que pida siempre oraciones, oraciones y oraciones, pero vosotros sabéis el motivo, lo pido sobre todo para vuestro Obispo y para la Víctima de vuestro Obispo.

Marisa - Gracias. Por mi parte me gustaría pedirte una cosa, aunque todos lo oigan: yo ya no puedo comer nada y me alimento sólo de la Eucaristía, pero, después de tres o cuatro horas que la he tomado, tengo de nuevo una fuerte debilidad que me penetra hasta los huesos y empieza de nuevo el dolor de estómago; no sé que tengo que hacer. Si vosotros me aconsejáis cómo tengo que comer, ya que todavía tengo que vivir un poco, todos estarán tranquilos. Hoy he tomado ya tres veces la S. Comunión, he estado bien durante dos o tres horas y luego todo ha empezado desde el principio; decidme qué tengo que hacer y qué tengo que comer. Os parecerá extraño que en lugar de pensar en los demás estoy pensando en mi misma. ¿Qué puedo hacer? Vosotros no me lleváis y me dejáis todavía aquí, yo estoy cansada de sufrir, no puedo más, no es éste el modo de vivir de un cristiano que ha amado mucho y ha sacrificado toda su vida por vosotros. Decidme algo, no será difícil decir a un alma de la Tierra como tiene que vivir.

Nuestra Señora - Tienes que abandonarte a Dios.

Marisa - ¿Y que significa? ¿Que no tengo que comer? Decídmelo.

Nuestra Señora - Tu abandónate a Dios y Él te dirá lo que hacer. También todos vosotros, aquí presentes, cuando tengáis algún pequeño problema, abandonaos a Dios, pensad en vuestro Obispo, en la Víctima del Obispo y en lo que sufren. Veréis que vuestros sufrimientos se convierten en florecillas, no son tan difíciles. Recordad que ni siquiera la muerte da miedo, porque morir es resucitar y quien muere en gracia va al Paraíso a gozar para siempre. Os lo ruego: haced bien este triduo, en el fondo son apenas tres días. Antes hacíais la novena, ahora vais reduciendo cada vez más, pero lo entiendo perfectamente. Recitad el S. Rosario, rezad y yo rezaré siempre junto a vosotros. Felicidades a todos.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo a vosotros, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén.

Roma, 7 marzo 2009 - hora 7:10 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Ayer os hablé del S. Rosario, no lo olvidéis nunca, si acaso recitad diez Ave Marías cada vez, no todo junto, si no tenéis tiempo, pero no lo dejéis nunca. Además, acordaos de confesaros al menos una vez al mes, antes decía cada quince días, ahora os digo que os confeséis al menos una vez al mes, porque todo sacramento aumenta la gracia y todos tenéis necesidad para subir en un futuro al gran Paraíso. Yo os espero, todos os esperamos, no hay edad para partir e ir al Paraíso, se puede subir pronto o tarde, lo importante es ganárselo. Yo, la Madre, rezo mucho por los niños, por los ancianos, por los adultos, por todas las personas que tienen necesidad.

Me encomiendo siempre a vuestras oraciones, por las intenciones que sabéis de hace tiempo. Ayudaos mutuamente, rezad el uno por el otro, amaos mutuamente y no os detengáis en las cosas tontas, pueriles, sino seguid adelante, que vean que habéis madurado, que os habéis vuelto mayores. Una vez os dije que estabais en la universidad y al día siguiente os abandonasteis. ¿Por qué cuando os alabo, al día siguiente os abandonáis? Tenéis que seguir adelante, subir, crecer siempre. Quiero que todos, grandes y pequeños, frecuentéis la universidad. Rezad por las personas que tienen que ir al Paraíso, rezad por los enfermos que son muchos y, como siempre, rezad por vuestro Obispo.

Gracias. Haced bien este segundo día de triduo y recordad la importancia del primer sábado de mes, porque me he aparecido en primer sábado y me he quedado con vosotros.

Gracias. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a los niños y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Tengo que deciros todavía una cosa. Alguna vez he oído decir: "Hoy la Carta de Dios es corta", hijitos míos, tenéis tantas y tantas cartas de Dios que leer, releed aquéllas, releed los libros, porque son importantes para todos. Gracias.

Alabado sea Jesucristo.

Adiós a todos.

Roma, 8 marzo 2009 - hora 10:38 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

Pensad en el fragmento del Magnificat, que dice: "Derribó a los poderosos de sus tronos", es muy importante, porque Dios, en silencio, está derribando del trono a los poderosos. Vosotros no os dais cuenta de lo importante que es lo que Dios está haciendo desde hace tiempo para derribar a los poderosos de sus tronos. Ayer os invité a recitar el santo Rosario, es una oración muy importante para obtener las gracias y las ayudas. Después de la Santa Misa, la Santa Comunión y la Santa confesión, es la oración más importante. Los sacramentos aumentan la gracia, el santo Rosario os ayuda a crecer espiritualmente y a ser buenos, comprensivos y a amar a todos. Amar a los buenos es fácil, amar a los que no son buenos es difícil, pero Jesús ha dicho: "Amaos como Yo os he amado", por tanto tenéis que amaros todos, incluso a los que hacen sufrir.

Éste es un momento trágico, un momento muy infeliz para vuestra hermana, pero dirijamos el pensamiento a mañana, día en el que es el aniversario de la ordenación sacerdotal de vuestro Obispo. La fiesta grande ha sido aplazada para el 15 de marzo, pero mañana es el día del aniversario y el que pueda que venga a la S. Misa con alegría y con una sonrisa. El que no pueda que no venga, que rece en su casa por el Obispo. Yo estaré siempre con él, a su lado y le ayudaré en todo, vosotros, si queréis, podéis hacer otro tanto. Marisella, tu todavía tienes que quedarte aquí, no puedes bajar a la capilla.

Marisa - Tengo un nudo en la garganta, si supieses… Hago lo que decís. Pero me habría gustado bajar para participar de la S. Misa con mi Obispo.

Nuestra Señora - Si Dios quiere bajarás el 15, pero tiene que quererlo Dios. Si dice no, no bajarás, si dice sí, hijita, bajarás junto a los demás y todos juntos haréis una gran fiesta espiritual. Todos los que están enfermos y no podrán venir, aquél día tendrán que rezar por el Obispo y Dios os ayudará y os bendecirá.

Felicidades, por el momento, Excelencia, de parte de todos Nosotros, y mañana el que pueda vendrá y estarán contigo las personas que te quieren. Gracias por todo, gracias por las oraciones que habéis hecho por vuestro Obispo.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos dentro de mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo.

Roma, 9 marzo 2009 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Obispo - Es a Ti, Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios uno y Trino, Dios Papá, Dios Hermano, Dios Amigo; es a ti, Madre de la Eucaristía, que estás siempre a nuestro lado, es a ti San José, Custodio de la Eucaristía, al que amamos de manera sólo inferior al amor hacia tu esposa, es a ti, abuela Yolanda, que eres nuestra madre, a los que nos dirigimos.

Este encuentro nuestro ha sido esperado y temido: esperado, porque esperábamos que Dios dijese algo de lo que esperamos; temido, porque temíamos que, tampoco esta vez, dijese nada. Mi corazón es el de Marisa, está repleto de tristeza, pero no quiero repetir, al menos en este momento, las lamentaciones de Jeremías; me dirijo sobre todo a Ti, Dios mío. Si es verdad, como vosotros habéis dicho, que los sufrimientos de Marisa son superiores a los de Jesús, y que mis sufrimientos han superado los de los santos del Paraíso, entonces verdaderamente podemos decir con Jesús: "nuestra alma está triste hasta el punto de morir". Jesús pronunció esta frase y, después de ni siquiera veinticuatro horas, estaba de nuevo a la derecha del Padre, en el Paraíso, su residencia habitual porque es Dios. Nuestra alma está triste hasta el punto de morir desde hace tanto tiempo, demasiado tiempo, y sólo tu, Dios mío, puedes cambiar esta tristeza en alegría, restituir en esta casa aquella atmósfera de serenidad, de alegría y de paz, que desde hace tiempo ya no se siente. Nos esforzamos en vivir y vivimos aplastados por el sufrimiento. Luchamos contra la esperanza para no caer. Tu sabes, Dios mío, cuantos lamentos han salido de nuestro corazón, cuantas lágrimas de nuestros ojos. Ya no podemos vivir de este modo, sin alegría y con luchas continuas, porque todo se ha vuelto en contra nuestra y no quiero considerar los particulares. Si no eres Tú, Dios mío, nuestro refugio, ¿quién lo es? Si no eres Tú nuestro Padre, ¿quién lo es? Si no eres tú, querida Madre de la Eucaristía, nuestra Madre, ¿Quién lo es? Si no sois vosotros, San José y abuela Yolanda, nuestros protectores y confidentes, ¿quiénes pueden ser?

Mirad lo que hay dentro de nosotros. Dios mío, no nos pidas más sufrimientos; podremos decir que sí, pero al día siguiente estaremos de nuevo en la tristeza más absoluta, porque nos sentimos desgarrados y aplastados. Hace ya mucho tiempo que estamos en esta situación, desde hace demasiados años comemos, además del Pan Eucarístico, también el del sufrimiento, que es duro, destroza los dientes y no se digiere fácilmente. Hemos pasado las de Caín y ahora, Dios mío, te ruego, te conjuro, te suplico: di basta. Llama a Marisa al Paraíso, le has demorado muchas veces la entrada en el Paraíso. A mi dame un poco de paz. En una oración recité que, si uno puede elegir entre lo bonito y lo feo, entre el bien y el mal, y escoge lo feo y el mal, es poco inteligente. Nosotros escogemos lo bonito y el bien, que para ella consiste en venir pronto Contigo, y para mi que pueda descansar, relajarme y recuperarme, antes de subir a las alturas estupendas; y dirigir las direcciones espirituales que se han interrumpido desde hace demasiados años. Basta, no quiero añadir nada más, porque Tú lo sabes todo; antes de que te lo diga, Tú conoces cada pensamiento, preocupación, amargura, tensión. Dale a aquella que Te ha ofrecido todo de sí misma, hasta la inmolación completa, antes de que venga contigo, algún día de paz, de alegría, que pueda vivir plenamente con sus seres queridos, con el Obispo ordenado por Dios y con esta comunidad tan probada y que te encomiendo ardientemente.

Te encomiendo también a los sacerdotes de Roma y, más que a otros, a mis ex compañeros de Seminario, los que me han dado la espalda y que, este año, no me han hecho saber ni siquiera dónde y cuándo se reunirían. Te los encomiendo: sálvalos, Tú los puedes salvar. Salva a los buenos sacerdotes que están en Roma y aparta a un rincón a tus enemigos. Haznos entender lo que quería decir la Madre de la Eucaristía, cuando ayer nos dijo que desde hace tiempo estás destituyendo a tus enemigos en la Iglesia. Gracias por haberme escuchado; y creo que he hablado también en nombre de Marisa.

Marisa - Si, has hablado también en mi nombre, porque lo que el Obispo ha dicho es la sacrosanta verdad. Yo, como ves, no estoy nada bien. Esperaba que, al menos hoy, habría transcurrido la jornada diferente de las demás, pero, por desgracia, no estoy bien. Te lo he dado todo y continuaré dándotelo hasta que me lleves contigo. Llévame pronto contigo, porque estoy cansada y si yo me voy pronto, el Obispo podrá descansar y ganar altura.

Dios Padre - Querido hermano mío, soy Yo, Dios el que te habla. Tu has querido que todos tus ex compañeros no te buscasen más, no te escribiesen más, no te llamasen más y a ellos les parecía mentira aceptar tus peticiones. Tu sabes también que, entre ellos y tu, estoy Yo para protegerte. La Madre, San José, la abuela Yolanda y sobre todo la Trinidad están dispuestos a ayudarte. Estamos preparando el lugar a Marisella, no te preocupes. Tu estás pensando: "¿Cuándo?" Acuérdate que mis tiempos no son vuestros tiempos. Yo lo hago todo con mucha calma, y con la voluntad de hacer lo mejor para ella y para ti. Me disgusta no poderme prolongar más, porque mi Marisella no está bien y tu lo tendrías que entender más que los otros. De todos modos estate tranquilo, porque lo que he prometido lo mantendré. Ahora no te digo el día, pero cuando llegue, lo sabrás el primero. Todo lo que has dicho responde a la verdad, pero Yo soy Dios y sé que tengo que proceder de este modo. Os abrazo, Mis queridos hijos, a los dos, os quiero mucho, como nunca he amado a nadie. La Madre, S. José, la abuela Yolanda y todos los ángeles y los santos del Paraíso os aman y os quieren mucho. Deja estar a tus compañeros, reza sólo por ellos. Sigue adelante tranquilo por tu camino, al final vendrán todos a tus pies a llorar y a pedirte perdón. Ten paciencia, pero Marisella tiene necesidad...

Obispo - De descanso.

Dios Padre - Yo, Dios, os bendigo a los dos, os abrazo tiernamente, porque soy vuestro Papá. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Roma, 13 marzo 2009 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo.

Mis dos queridos hijitos, vuestra Madre da vueltas siempre por valles, por mares, por montes, por todas partes, para ayudar a las personas que tienen verdaderamente necesidad. ¿Podéis pensar pues que no venga a ayudaros a vosotros? Ayer tuvisteis una ayuda muy fuerte, que ni siquiera no me atrevo a deciros, porque es difícil entender lo que ha ocurrido, pero vosotros dos habéis tenido ayuda por parte de Dios, de Jesús, mía y de la abuela Yolanda. Cuando os sucede algo, no tenéis que preocuparos, porque yo estoy con vosotros. Si voy por todas partes, ¿os parece que no vengo a veros a vosotros? Es sólo que no siempre se puede obtener lo que se pide. Dios dice lo que tenemos que hacer y Nosotros hacemos lo que nos dice. Obedecer a Dios, hacer Su voluntad es muy hermoso, aunque para vosotros los hombres os parece difícil. A veces os parece que Dios no escuche vuestras oraciones. No, él las escucha, pero a veces hay cosas que no se pueden obtener. Hace falta que haya algún sufrimiento, sino ¿cuándo se renovará este mundo? ¿Cuándo se renovará la Iglesia?

La Iglesia tiene necesidad de renovación. Dios se dirige a vosotros, como se dirige a Nosotros los del Paraíso para ayudar, para rezar, para que todo vaya bien. Vosotros sabéis mejor que yo que las cosas no van bien en la Iglesia, es inútil esconderlo, es inútil admitirlo entre dientes. Hay que cambiar la Iglesia, y para cambiarla hace falta una persona fuerte, poderosa, que la ame verdaderamente. Esperemos que esto llegue pronto, porque ver a Dios triste y preocupado no me gusta. Es bonito ver a Dios cuando habla y sonríe, cuando cantamos los salmos, pero, ver a Dios triste, nos hace daño incluso a Nosotros.

Nos dirigimos a todos, grandes y pequeños, no a los pequeños de un mes, sino a los pequeños como Jacobo, Samuel, Emmanuel, Sara, Mariasole. Ellos ahora no están presentes, pero tienen que hacer algo y a los padres les toca enseñar lo que tienen que hacer. Veréis que finalmente todo volverá a ser hermoso y vosotros seréis felices. El mundo cambiará porque la Iglesia cambiará. Gracias a todos.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a todos los niños, bendigo sobre todo a vuestro Obispo. Os lo ruego, hacedle una gran fiesta, aunque esté muy probado. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Roma, 15 marzo 2009 - hora 11:48 a.m. (Carta de Dios

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Nuestra Señora - Hoy es una gran fiesta para Nosotros los del Paraíso, para el Obispo, la Vidente y para todos los que estáis aquí presentes. He oído muchas palabras hermosas que habéis dirigido a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, y me he deleitado con todo esto. Tratad de poner en práctica estas palabras y de no olvidarlas nunca. Pensad a menudo en lo que habéis dicho, porque tenéis que ponerlo en práctica.

Rezad por el Obispo, por la Vidente, por vuestro pequeño cenáculo y por el mundo, para que cambie, ya es hora de que cambie porque, como ya os he dicho otras veces, las cosas no van para nada bien. A vosotros, mi pequeño rebaño, confío esta tarea de trabajar, de procurar que la Iglesia cambie completamente, de arriba abajo y se renueve; Esto os incumbe a vosotros. Vosotros diréis: "Justo a nosotros que somos un pequeño rebaño ¿nos das este gran trabajo?", sí, es a los pequeños que Dios ha revelado las cosas hermosas. Si no os volvéis pequeños como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos: poned en práctica estas palabras y amad todo lo que podáis.

Vuestra hermana está dando un ejemplo de obediencia muy grande a Dios Padre Omnipotente. Dice siempre que sí a lo que Dios le pide, pero no puede decir a todos "Obedezco", sólo a Dios, a Jesús y al Espíritu Santo.

Marisa - Obedezco. Haré todo lo que quieras, pero dame también la fuerza de seguir adelante y de llegar a la meta cuanto antes; vosotros sabéis desde hace tiempo que espero este momento.

Nuestra Señora - Entonces todo será más fácil para vuestro Obispo y también para vosotros. Hoy parece que se celebre una gran fiesta solo en el lugar taumatúrgico, pero también en el Paraíso están celebrando este aniversario y los casi treinta y ocho años de trabajo y de sufrimiento de mis dos hijitos.

A todo lo que Dios les ha pedido, nunca han dicho que no. Alguna vez, cuando había gran sufrimiento, Marisella ha dicho: "No, basta", luego se arrepentía y decía: "Como Tu quieras, mi Dios, que se haga tu voluntad", pero esto lo decía en silencio, de manera que nadie pudiese oír lo que decía su corazón a su Esposo Jesús. Os deseo muchas felicidades a todos..

Marisa - Tenéis que perdonarme si no me quedo con vosotros. Después de la Misa tengo que salir porque la salud declina y tengo que ir a descansar, pero vosotros quedaos, haced compañía a mi Obispo, haced una competición a ver quien está más cerca del Obispo, a ver quien le ama más, sin decir cosas tontas. Hablad de amor hacia Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, hacia la Madre de la Eucaristía y a todos los santos del Paraíso. Gracias a todos y perdonadme si no puedo quedarme con vosotros, porque para mi la Misa es bastante larga.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a todos los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. No olvidéis nunca de rezar por Marisella, para que haga la voluntad de Dios y esta voluntad divina se acerque cuanto antes.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Roma, 19 marzo 2009 - hora 8:40 p.m. (Carta de Dios)

San José - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Dios me ha mandado a mi, José, para traeros un pequeño mensaje de amor y de paz. Yo os miro desde el Cielo y veo tantos sufrimientos, verdaderamente tantos, y me pregunto: "¿Qué habría hecho yo en su lugar? ¿Cómo me habría comportado?" Como vosotros: habría llorando, habría sufrido y habría amado.

A veces es difícil amar a quien hace sufrir, mis dos queridos hijitos, aunque a vosotros no os lo parezca. Yo, José, que hoy soy homenajeado, estoy con vosotros y he estado con vosotros toda la noche, he velado con vosotros, he rezado con vosotros para que Dios os ayudase a soportar este largo y duro martirio, porque vuestra vida es un martirio.

Mis queridos hijos, también vosotros, cuando tenéis algún pequeño sufrimiento os preguntáis: "¿Por qué Dios permite este dolor? ¿Por qué actúa así?" Vosotros no podéis ni siquiera imaginar el sufrimiento que tienen mis dos hijitos, ellos se enfadan, lloran y aman. Esta tarde, para ser sinceros, vuestra hermana no quería que yo viniera a traeros mi saludo, pero luego, ha respetado el deseo de su director espiritual, de sus sobrinos y de las personas que están en la capilla rezando y ha dicho: "No tengo que pensar en mí misma, sino en los demás", y entonces se ha preparado para recibirme a mi, José, que respecto a Nuestra Señora, a Jesús y a Dios Omnipotente, soy simplemente un santo.

Marisa - Según tú, eres un simple santo, pero para nosotros no es así, eres un gran santo y sabes que nuestro Obispo te ama muchísimo. No sabíamos que hubieras estado con nosotros toda la noche para rezar; y por esto te damos las gracias. Ayúdanos a soportar esta dura existencia, haz que pronto me lleven arriba, muy pronto, no el pronto de Dios, sino el de los hombres. Yo quiero irme, estoy muy cansada; quiero ser fuerte y no quiero llorar. Tenéis que llevarme por el Obispo, por mis sobrinos, por todas las personas que están abajo rezando, no puedo soportar más ni los dolores, ni esta dura prueba, ni este atroz martirio, que vivo desde la mañana a la noche y de la noche a la mañana. Perdóname, San José, si te hablo de este modo; también yo he aprendido del Obispo a quererte mucho.

Ayúdanos, te lo ruego, haz que pueda partir pronto y que el Obispo pueda volar donde Dios le ha prometido. Las promesas de Dios se tienen que realizar enseguida, porque así ya no podemos continuar, yo estoy muy cansada, ya no puedo soportar nada, pero a pesar de esto, puedo rezar por los enfermos, por los pobres, por los niños, por el Tercer Mundo, rezo por todos, menos por los que están destruyendo el mundo y la Iglesia. Ayúdanos, San José, ayuda al Obispo que ha dado todo de sí mismo por la Iglesia, ayúdalo, te lo ruego, y haz que yo esté en gracia de Dios cuando decidáis llevarme arriba. Perdonadme, perdonad esta franqueza mía, pero tengo que decir lo que pienso. Ayúdanos a todos, todos tenemos necesidad de vuestra ayuda: los hijos, las madres y los padres. Hoy es la fiesta de los papás; ¿te has acordado de ellos?

San José - He rezado por todos los papás, Marisella, queda tranquilla.

Marisa - ¿A quién tengo que pedir ayuda: a ti o a Nuestra Señora, a los otros santos o a Dios Omnipotente? Os lo ruego con todo el corazón, ¡llevadme pronto, llevadme! (Marisa llora) Perdonadme...

San José - Ahora llega mi amada esposa para daros la bendición junto a mi y al Obispo.

Nuestra Señora - En nombre de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo os bendigo a todos. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - No te olvides, San José, que te he dicho que pidas a Dios que me lleve pronto: es un bien para todos, creedme. Felicidades, adiós.

Roma, 20 marzo 2009 - hora 8:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

Ayer tarde vino mi amado esposo a daros el mensaje. Os recuerdo a todos que, los mensajes que Nosotros traemos, son todos de Dios, como dije una vez bromeando, nosotros somos los carteros que traen las cartas de Dios. Os he pedido que recéis y continúo pidiéndolo; no os preocupéis por quien rezar, como no os tenéis que preocupar por los que tienen que dejar el lugar taumatúrgico, el Obispo por un motivo y la Vidente por otro. La Madre os repite a menudo que améis siempre, que vigiléis bien a vuestros hijos, que os ayudéis mutuamente, que no penséis en cosas que no son bonitas, que no hagáis juicios que no son correctos, porque no tenéis que juzgar vosotros, sino solo Dios y el Obispo. Os lo ruego que recéis muchísimo, sobre todo por los enfermos graves, que no saben a quien pedir ayuda porque tienen menos sufrimiento.

No quiero prolongarme más, pero quiero ver la pequeña medallita de S. José. La medallita es pequeña, pero Él es muy grande y Yo, junto a mi Jesús y a mi amado esposo, bendigo este objeto, donado con tanto amor por la que ama al Obispo más que a un hermano.

Mis queridos hijos, cuantas veces os he dicho: releed los mensajes, si tenéis los libros leedlos, no os limitéis a grabar o a acceder a Internet, porque los mensajes, corregidos y revisados, son los que publica vuestro Obispo, vuestro director espiritual.

Os deseo a todos un buen fin de semana y que Dios puede bendeciros a todos y dar la ayuda a los que aman y, a pesar de todo, pueden almacenar aquel poco que les es posible. Ya lo sé, hija mía, que estás sufriendo mucho.

Marisa - Quería pedirte una cosa: haz que esta noche pueda ir bien para el Obispo y para la que se sacrifica para venir aquí y ayudar a la tía...

Nuestra Señora - Quereos mucho. Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amen.

Alabado sea Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Virgencita espera un momentito. Sara, ven. Este es Emmanuel y esta es la niña que esta tarde se ha querido poner guapa para ti. Da una bendición a todos los demás niños, Jacobo, Samuel, Mariasole, Miriam, Ismael, Adrián...

Emmanuel - Mariselle.

Marisa - Mariselle, gracias por la sugerencia y Gioele. Bendice a todos estos niños, hijos de nuestra comunidad. Gracias. Adiós.

Emmanuel - ¿Por qué habéis comprando la medallita de S. José?

Marisa - La tenemos que regalar al tío, porque el tío es el papá de todos.

Roma, 22 marzo 2009 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Mis queridos hijitos, cuánto me ha gustado esta mañana el oíros hablar del Paraíso; estad tranquilos, el lugar por el momento está preparado solamente para una persona, la que vosotros conocéis. Es una gran alegría hablar del Paraíso, oír de las almas que animan: "Tiene que morir".

Marisa - Sí, si yo tengo que morir. Han dicho que me harán un cartel, donde escribirán: "Tienes que morir".

Nuestra Señora - Está bien, Marisella, habéis hablado mucho del Paraíso, ahora tengo que hablar a aquellas queridas almas, que están en la Basílica esperando mi venida y yo estoy también en medio de ellos. Lo que os he dicho referente a aquel personaje, guardáoslo para vosotros. Si es capaz, lo dirá él mismo. Mis queridos hijos continuad rezando por aquellas personas que sufren mucho y que tienen que usar ciertos instrumentos pata salvar la vida. Mis dos queridos hijitos, estoy siempre con vosotros, habéis vivido seis días de dolor y de sacrificio, pero hoy la situación ha mejorado un poco, por esto cuando os digo que recéis y que tengáis fuerza y valor, no tenéis que estar tristes, porque yo estoy con vosotros, aunque esta noche alguien me ha desobedecido.

Marisa - Yo, siempre yo.

Nuestra Señora - Pero la comprendo, porque despertar a una persona cuando duerme profundamente es difícil. Mis queridos hijos, sopesad vuestras acciones y sed un poquito más calmados con vuestros niños; son pequeños, no pueden comprender. Por tanto calma tanto cuando estudian, como cuando no quieren comer, o cuando son traviesos, son niños, no lo olvidéis, también mi pequeño Jesús era un poco travieso.

Cuando un niño quiere a la Virgencita y tiene que hacer los trabajos, tiene que decir: "Sí, papá, sí, mamá, los hago enseguida, de prisa, así luego puedo jugar". Cuando el niño tiene algún caprichito, sed más dulces, la dulzura para los niños es muy importante porque sino empeoran, esto vale para todos los niños, también para los que no conocéis. Por tanto estad tranquilos y sed dulces, aunque a veces sea difícil. No levantéis la voz para haceros entender, porque cuanto más levantáis la voz mas empeoran ellos, en cambio con la dulzura, como he visto hacer alguna vez, obtenéis mucho más. Rezar por la partida de Marisella, rezad por todos los que tienen necesidad de conversión. Convertíos y creed en el Evangelio. Emmanuel, sé bueno, haz primero los deberes, después ve a jugar, no tienes que obligar a tu mamá y tu papá a que te repitan cuarenta veces: "Haz los deberes, haz los deberes, haz los deberes", tu eres un niño diligente. Se volverán diligentes también las niñas que irán a primero, el niño que irá a cuarto y el estudiante que frecuentará el instituto. Mis pequeños ángeles, tenéis que amar a vuestros padres, querer a todos los niños, no pelearos entre vosotros. Sed buenos porque yo, la Madre, estoy siempre con vosotros y os ayudo, tanto cuando jugáis, como cuando las niñas hacen aquellos dibujitos que le gustan tanto a Jesús y a mi. Queridos niños pequeños, sed buenos y dulces; la mamá y el papá son personas importantes para vosotros, por tanto tenéis que obedecerles. ¿Verdad Mariasole?, ahora bostezas. Quería solamente hablaros de los niños, porque de la partida de Marisella lo haremos cuando estemos solos, yo y mis dos hijitos. En este momento bendigo a éstos y a los demás niños, porque quiero que sean buenos. Tienen que entender que los padres los quieren mucho y que por ellos lo hacen todo.

Gracias. A todos los grandes les recomiendo más dulzura hacia los niños si quieren obtener más. Alguna azotaina hace falta, pero no les peguéis nunca en la cabeza, la espalda o en los brazos. Ahora mandad un besito a la Virgencita que os mira. Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo.

Roma, 25 marzo 2009 - hora 8:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es una jornada particular para vuestro Obispo y vuestra vidente. Dios está tratando por todos los medios de darles fuerza y valor y os la está dando también a vosotros. Os invita a rezar siempre. Alguno, dentro de algunos días, celebra nueve años de matrimonio y yo quiero estar a su lado, junto a sus niños. Los acompañaré donde quieren ir. Quiero, antes que nada, agradecer a mis hijos por el valor que han tenido al hablar con Dios. Con Dios se habla como a un padre y, si hace falta decir algo, se dice, sin tantos titubeos. Yo estoy siempre con vosotros, aunque a veces no sentís mi presencia. Alguno de vosotros tiene que sentirla, porque Marisella ha rezado mucho por el nacimiento de un niño y un niño ha nacido. Éstas son grandes gracias.

Marisa - Pido la gracia para nosotros dos; a nosotros los niños no nos nacen...

Nuestra Señora - Si os fiáis completamente de Dios, si creéis cuanto Dios os está diciendo, haréis vuestro camino como os ha prometido y esto os tiene que dar fuerza y valor para seguir adelante. Me hubiera gustado mucho que todo hubiese terminado y comenzara un hermosa vida para el Obispo, para la vidente y para todos vosotros, mi pequeño Cenáculo. Sé cuanto amáis a vuestro Obispo, continuad amándolo, estad a su lado, ayudadlo, si podéis, sin hacer grandes sacrificios, y sin que les falte nada a vuestra familia, él tiene necesidad y Dios os lo agradecerá infinitamente, porque Dios es bueno, Dios es generoso, Dios es Omnipotente.

Marisa - ¿Y nosotros somos malos?

Nuestra Señora - No te he dicho esto, Marisella. Tu piensa en el camino que dentro de poco tienes que hacer para el Paraíso, y tú, Obispo, piensa en el tuyo, que será más duro que el de la vidente, porque entrarás en la guarida de los lobos, pero, así me lo ha dicho Dios, estaré a tu lado y te ayudaré siempre. Gracias por vuestras oraciones. Felicidades a todos. Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Marisa - Oye: cuando veas a Dios, le dices que no se tiene que enfadar conmigo, porque he sido un poco... polémica con Él. No hace falta que se enfade, no está bien, sino la caridad ¿dónde va a parar? Adiós. Está bien. Oye, puesto que me habéis hecho hacer algunos pasos, ¿hasta cuando pensáis que podré caminar? ¿Es momentánea o estable la mejora?

Nuestra Señora - Dios te lo hará saber.

Marisa - Gracias, adiós.

Roma, 27 marzo 2009 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

A veces me pregunto: ¿Cuántos encuentros bíblicos habéis hecho y cuántas hermosas explicaciones os ha dado vuestro Obispo? Os ha dado explicaciones muy importantes, no se ha limitado a hacer una simple lectura, como para decir que se ha leído el S. Evangelio y la Sagrada Biblia, sino una lectura llena de explicaciones, adaptadas a cada uno de vosotros. ¿Habéis tratado de aprender y almacenar todo lo que el Obispo decía? Recordad que para él ha sido un esfuerzo continuo hacer el encuentro bíblico, especialmente en este último período, porque tiene mucho, mucho que hacer, tiene que asistir a una persona enferma en casa. Él se desvive por ella.

Tenéis un Obispo que, verdaderamente, sería para llevarlo enseguida a los altares, pero por ahora contentémonos con mandarlo a las alturas estupendas. Creo que vosotros estaréis todos contentos, pero él tendrá tanto, tanto que hacer. Alguien ha dicho que se tire aceite hirviendo en la tierra para eliminar a los malvados, pero Dios no resuelve así las situaciones. Hace falta rezar, amar, ayudar a convertir estas personas y no es fácil, creedme. Es más fácil ocuparse de un niño, explicar a un niño, que convencer a un adulto que cambie. Me pregunto porqué una persona adulta no comprende nunca y siempre tiene algo que preguntar. Como os he dicho tantas veces, vosotros preguntad, pero hacedlo sólo a vuestro Obispo y él sabrá daros todas las explicaciones. Ciertamente no tiene el tiempo que tenía antes, porque está solo, está muy ocupado con el trabajo, esta muy ocupado con hacer los libros de los mensajes, en escribir cartas a los personajes importantes, pero sobre todo en ocuparse de quien está mal. Está muy absorbido por todo, también por Dios, que lo ha cogido todo para sí y ya no lo ha dejado. Rezad, rezad también por la partida de Marisella, que no llega nunca y por vuestro Obispo. Rezad también por cada uno de vosotros, porque todos tenéis necesidad de oraciones. Gracias. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Bendigo la cátedra de oro, sobre todo al que está sentado detrás.

Gracias. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Siempre he dicho tantas y tantas palabras, como las ha dicho vuestro Obispo, ahora tratad de almacenar y de poner en práctica lo que hemos dicho.

Marisa - Adiós, hermosa.

Roma, 29 marzo 2009 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

Marisa - Oye, Virgencita, antes de que hables tu, me gustaría decirte una cosa yo. Cuando vienes, ya que yo no tengo mucha voz para repetir lo que dices, trata de decirnos alguna cosa importante, porque todos deseamos ardientemente oírla.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, heme aquí, presente en medio de vosotros, para hablaros de argumentos muy hermosos, pero no de lo que queréis.

Marisa - Yo ya he comprendido.

Nuestra Señora - Quería deciros solamente que, Dios os da las gracias por las oraciones que hacéis por la única intención que vuestro Obispo ha pedido: la partida de Marisella. Continuad, continuad adelante así. El Obispo ha dicho: "Recemos que ocurra después de Pascua" y vuestra hermana, bromeando, ha replicado: "Sí, después de las vacaciones de verano".

Marisa - ¿Y empezamos el nuevo año? No, no estoy de acuerdo. Esta vez yo me rebelo. ¿Entendido? También el Obispo se rebela, también todos los presentes y los ausentes se rebelan. Mariasole no está contenta, Mariasole quiere que me vaya.

También ella ha gritado con gran voz aquello que yo he gritado. "Tengo que morir". Tu me has dicho que, después de mi partida, yo puedo ayudar más a las personas, a que nazcan otros niños y tu sabes a quien me refiero. Los niños son alegrías y dolores, pero más que nada son alegrías. Cuando se vuelvan más grandecitos serán un poco prepotentes.

Nuestra Señora - Sí, pero son siempre alegrías. Os ruego que continuéis rezando por la venida de otros niños, haremos una nueva generación, ya que los jóvenes ya son casi adultos o ya adultos. Tratad de amaros todos, de quereros y rezad por la intención que ha propuesto el Obispo. La Madre no tiene nada más que decir, porque la Carta de Dios es bastante breve. Dios no escribe con la pluma y la tinta, porque en el Paraíso no hay. No confundáis siempre las cosas, en el Paraíso no hay nada material, sólo hay alegría, deseos de cantar, recitar salmos y rezar a Dios, sólo esto. No hay nada más. Sí, el Paraíso es hermoso, es grande, es alegre y está dispuesto a acoger a las almas de la Tierra, si lo quieren. Junto a mi dulce y santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Están presentes Jacobo y Mariasole, el más grande y la más pequeña de los sobrinos. Adiós.

Nuestra Señora - Mariasole, ¿me mandas un beso?

Marisa - Ella parece una rosa mística, pero no lo es, es Mariasole.

Mensajes de Abril de 2009

Roma, 3 abril 2009 - hora 8:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Alabado sea Jesucristo.

Mis queridos hijos, este es el gran momento para intensificar todo lo que podáis vuestras oraciones. No sois muchos, no estáis todos, pero el que esté presente que intensifique la oración por Marisella. Ella está sufriendo muchísimo y el sufrimiento la está consumiendo, pero ella lo ofrece a Dios. Ahora os leerá una carta que ha querido escribir, porque no pudiéndoos hablar de uno en uno, ha preferido dirigirse a todos a la vez. El domingo la leerá de nuevo para los que hoy no están presentes. Escuchadla y ponedla en práctica. Gracias a todos.

(Marisa lee el testamento espiritual que ha sido incluido en la Carta de Dios del 5 de abril 2009, en su forma completa y definitiva, N.d.R.)

Nuestra Señora - Muy bien, Marisella, has estado muy bien.

Mis queridos hijos, no me queda más que daros, junto a mi santo Obispo, la bendición, recordando en las oraciones a todos grandes y pequeños.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Adiós, adiós, mamá; adiós a todos.

Roma, 4 abril 2009 - hora 6:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy, primer sábado de mes, después de haber escuchado aquella preciosa lectura que os ha escrito vuestra hermana, creía que alguno daría algún paso adelante, pero veo que todavía hay mucho que hacer. Lo que me ha entristecido muchísimo es que se falta a la caridad, sabiendo que se falta a la caridad, incluso hacia el Obispo. Alguno ha hablado como si el Obispo hubiese faltado y esto es grave. El que lo ha hecho, el que ha hecho sufrir al Obispo ha cometido una acción muy grave. Vosotros sabéis que Dios ha dicho: "Ay del que haga sufrir a mi Obispo". No es levantando la voz y marchándose sin saludar como se resuelven las situaciones.

A veces parece que no queráis comprender lo que el Obispo dice, y sin embargo habla un italiano perfecto y sencillo, adaptado a todos. ¿Os parece que el Obispo os quiera hacer faltar a la caridad hacia un hermano? En una comunidad, por pequeña que sea, todos tienen que ejercer la caridad, no solamente uno y siempre el mismo. No ha sido bonito lo que ha ocurrido, se ha efectuado un gesto maleducado ante dos personas malas, que han disfrutado. Vosotros ya sabéis que estos dos queridos hijitos míos tienen dos personas que los hacen sufrir mucho cada día. Ellos han callado, han permanecido en silencio, no han dicho nada, sólo al final os han hablado a vosotros esperando una ayuda vuestra, sin embargo no la han tenido. Ay de aquel que falta a la caridad, sobre todo en relación al Obispo.

Ayer vuestra hermana os escribió un mensaje de bondad, de ánimo, para preparaos bien a la muerte, porque todos tienen que estar preparados y sin embargo todo se ha echado por tierra. Mañana permitiré que se lea otra vez lo que ha escrito con sus manos doloridas y temblorosas y, si alguno quiere una copia, la puede pedir al Obispo o a Yari. Obedeced y os daréis cuenta que, cuando obedecéis, las cosas van siempre bien. En cambio cuando empezáis a retorceros sobre vosotros mismos, las cosas ya no van bien. Vuestra Madre os dice que esta es una Carta de Dios muy sufrida. Os hablo y os corrijo porque os quiero; lo mismo ha tratado de hacer por todos los medios, el Obispo, pero ha sido criticado y esto es triste y es grave.

Mis queridos hijos, ¿queréis volar a alturas estupendas? ¿Queréis ir al Paraíso? ¿Queréis ser buenos con todos? Todos tienen que ejercer la caridad, no siempre las mismas personas. Claro, si uno está enfermo no puede hacer caridad a quien está bien. Me disgusta que después de la carta de ayer, de vuestra hermana, haya ocurrido esto, es un hecho muy grave. Os lo ruego: no habléis entre vosotros, no cotilleéis entre vosotros, porque solo conseguiréis echar por tierra el bien que vuestro Obispo se ha esforzado en hacer. Ha hecho mucho bien, por tanto si habláis entre vosotros, si hacéis de marujas, como dicen en la Tierra, no es bonito. Yo quiero a mi Obispo y no quiero que sea tratado mal por nadie. Los niños, los jóvenes no han llegado nunca a este punto, algún adulto si. ¿Por qué? ¿Son mejores los jóvenes?

Tratad de corregiros, tratad de amaros; aprended a amar, después rezad, si rezáis y no amáis ¡es todo inútil, hijos míos!. ¡Es la Madre la que os habla y ésta es la Carta de Dios! Haced todo lo que se os dice, sois un pequeño grupo y yo os quiero mucho. Como veis estoy a menudo con vosotros, no estoy en los grandes lugares, no voy a nombrarlos, yo estoy con vosotros, aunque solo seáis una o dos personas; yo estaré siempre con vosotros. Ahora os invito a rezar por el Obispo y a rezar por las personas que no saben amar. Reconciliaos con Dios. Gracias y perdonad mi modo de hablar tan sincero.

Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Gracias, Virgencita, porque nosotros somos niños y nos tienes que ayudar. Adiós, adiós, mamá; adiós a todos. Quería preguntar: ¿Cuándo me lleváis? Pero no he tenido valor.

Obispo - No era el momento.

Roma, 5 abril 2009 - hora 11:30 a.m. (Carta de Dios)

(Marisa lee su testamento espiritual a toda la comunidad, N.d.R.)

Marisa - Queridos hermanos y hermanas, es con gran alegría que de nuevo leo esta carta para los que estaban ausentes el viernes pasado, día del encuentro bíblico. Sé que habéis hecho vuestra la invitación de Nuestra Señora de rezar por mi partida y que habéis escuchado la propuesta del Obispo, de empezar una campaña de oración también por la misma intención. Dios Padre está contento de esta iniciativa, la aprueba y la anima.

Jesús, mi dulce esposo, sabe que deseo ardientemente que pueda llegar junto a él cuanto antes, no solo porque ya estoy al final de mis fuerzas, que la salud ya no responde a las medicinas y que estoy cansada de sufrir, sino porque tampoco tengo ganas de vivir en este mundo sucio y corrupto.

Grito con Pablo: "Deseo morir para estar con Cristo".

Os doy las gracias por las oraciones que estáis haciendo y os suplico que continuéis haciéndolas con mayor insistencia. Éste es un hermoso gesto de amor hacia mi.

Si Dios quiere, cuando esté en el Paraíso, os encomendaré a cada uno de vosotros y a vuestros seres queridos.

Rezaré también por vuestras intenciones.

No me olvidaré de ninguno, porque habéis estado al lado del Obispo y de mi en los numerosos momentos dolorosos de nuestra misión. Cuando ya no esté, no abandonéis al Obispo, no lo hagáis sufrir y continuad estando a su lado, sobre todo cuando vuele a las alturas estupendas. No será fácil para él, como ha dicho la Madre de la Eucaristía, "entrar en la guarida de los lobos". En aquél momento tendrá más necesidad de vosotros, de vuestra ayuda, de vuestro amor y de vuestras oraciones. No tratéis de destacar, sentíos los últimos, porque los últimos serán los primeros, y vosotros tenéis que ser los primeros. No habléis a la espalda, no discutáis entre vosotros, sino amaos; aprended a amar, después rezad.

Llevo conmigo el rostro de cada uno de vosotros para que, de cualquier modo, podáis estar delante de Dios Papá, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Si Dios me lo permite, vendré a buscaros a vuestras casas para recoger vuestras oraciones y llevaros sus gracias. No lloréis mi muerte, no vale la pena, sino más bien alegraos porque finalmente habré alcanzado la felicidad. Voy a prepararos un lugar en el Paraíso, donde os espero a todos.

Termino como me ha enseñado mi mamá: "Os beso a todos tiernamente. Vuestra afectuosísima hermana Marisa"·

Buena Santa Pascua a todos.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Después de lo que ha leído vuestra hermana, yo, Madre de la Eucaristía, no tengo nada más que añadir. Sería feliz si consiguierais ponerlo en práctica, porque os deja un testamento de amor y os invita a quereros bien y a no comportaros como ayer. Ayer usé una expresión típicamente italiana: "No hagáis de marujas". Si hay algo que comprender sabéis a quién tenéis que ir, pero vosotros no vais nunca y, si lo hacéis, no habláis de vosotros mismos, sino de los demás y esto no es bonito. Volved a empezar, almacenadlo todo, ponedlo todo en práctica, continuad rezando por la intención que el Obispo os ha comunicado y yo estaré siempre con vosotros. Vuestra hermana habría podido escribir una carta muy larga, incluso de cien páginas, pero ciertamente no habría podido leerlas todas, así que ha tratado de reducirla lo mejor posible, por lo demás, cuando uno pone el corazón y el amor en lo que hace, no hay necesidad de tantos preámbulos. Vosotros ya sabéis que las medicinas ya no hacen ningún efecto en vuestra hermana y cada día y cada noche algo no va bien. Nosotros estamos con ella, naturalmente para darle fuerza y valor, no para sanarla, porque la decisión ya está tomada. Os pido que continuéis rezando, no os peleéis, no creéis problemas donde no los hay. El mundo ya es muy corrupto y muy sucio, vosotros tratad de tener limpio vuestro rincón de paz. Gracias. Santa…. Santa… Santa…

Marisa - Me habría gustado que el Obispo, como Jesús, entrase con el asnillo. ¿Sabes, Virgencita, que no me acuerdo de que fiesta es hoy? Ya me acuerdo. Si el domingo que viene es Pascua, hoy es el domingo de Ramos. Yo me siento fuera de todo esto que sucede a mi alrededor. Si uno no participa en la S. Misa comunitaria y no toma parte en las funciones litúrgicas se olvida de todo, pero esta es la vida de quien tiene que partir, no con el tren, no con el avión, sino con los ángeles hacia el Paraíso.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro, que yo respeto siempre, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros niños, a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo.

Marisa - Quería preguntarte si en la tumba, lo que hagan, que no lo sé, porque yo quiero ir bajo tierra, puedo poner la escultura que ha hecho Claudia.

Nuestra Señora - Sí, pero la foto, porque la escultura la roban enseguida.

Marisa - Sí, sí, la foto. Gracias. Adiós.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Adiós. Saluda a todos los del Cielo. Dentro de poco los alcanzaré. No me hagas esperar mucho. Adiós.

Roma, 9 abril 2009 - hora 8:38 p.m. (Carta de Dios)

Jueves Santo

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Felicidades a todos, mis queridos hijos. Hoy es una fiesta grandísima, vosotros festejáis a Jesús Eucaristía. Recordad que justamente en la Última Cena hubo la traición de Judas. La institución de la Eucaristía en la Última Cena fue el momento más hermoso, más sentido, y sin embargo alguien ha traicionado. Esto os lo digo a vosotros porque no me gustaría que alguno traicionara la Eucaristía, el Pan del Cielo y al Obispo de la Eucaristía. Los ángeles descienden, llevando en la mano la Eucaristía, y van hasta l'Aquila, a Onna y a las otras zonas del terremoto, porque todos tratan de reunirse, por cuanto es posible, para celebrar la Última Cena.

¿Quién puede comprender la importancia de la Eucaristía y de todos los milagros eucarísticos que han ocurrido en muchos lugares? Rezad, no os alejéis nunca de Jesús Eucaristía, cualquiera que sea vuestro trabajo, a menos que uno esté mal o esté obligado por el trabajo a ausentarse. Amad a Jesús Eucaristía, pensad que Jesús fue traicionado con un beso. Vosotros no lo traicionéis, tratad siempre de amar, como dijo Jesús hace muchos años: "Aprended a amar y después rezad". Ha habido, entre vosotros, algo que no ha gustado a Jesús, pero todo ha vuelto a estar en orden y yo, la Madre de la Eucaristía, espero tanto que

todo esté siempre en orden, que todos se amen, que todos se respeten, pero sobre todo que respeten al Obispo de la Eucaristía. Mis felicitaciones y las del Paraíso son para todos vosotros, grandes y pequeños. Cuando se haga el lavado de los pies, estad recogidos, no os miréis el uno al otro, sino recogeos en silencio y rezad. Gracias.

Marisa - Quería preguntarte una cosa, porque me la ha ordenado el Obispo: si puedo estar un poquito mejor. Yo he obedecido.

Nuestra Señora - Ánimo, Marisella, ánimo y gracias.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros niños, a vuestros ancianos, a todos los enfermos y a los que se encomiendan a vuestras oraciones.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén.

Felicidades a todos. ¡Viva la Eucaristía, siempre!.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Roma, 12 abril 2009 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Pascua del Señor

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy es una gran fiesta y yo he premiado a vuestra hermana haciéndola dormir esta noche. No me olvidaré nunca de deciros: comulgad, tomad la S. Comunión en gracia. En gracia significa también ser sinceros, no decir mentiras y ser buenos. El que lea las lecturas, tiene que tener un tono fuerte, de manera que todas las personas, incluso las que oyen poco, comprendan. ¿Verdad, Marisella?

Marisa - En lugar de decirme estas cosas, ¿por qué no me lleváis?

Nuestra Señora - No es el momento para hablar de tu partida, Marisella. Hoy es la gran fiesta de tu esposo Jesús, es Él el que tendrá que decidir por ti, eres su esposa, Nosotros no tenemos nada que ver. ¿Cómo decís vosotros?

Marisa - Entre mujer y marido no poner el dedo. Yo cada tanto lo pongo porque no soy ni mujer ni marido, soy la madre de todos.

Nuestra Señora - Tienes razón, Marisella, has dado mucho a todos. Me gustaría recordaros un momento de la vida de Jesús, cuando subió al Cielo y se llevó consigo a todas las almas que esperaban su muerte y resurrección. Cuando resucitó era hermoso, muy hermoso, más hermoso que cuando vivía en la Tierra y tu lo sabes.

Marisa - Sí.

Nuestra Señora - Os repito una vez más: quereos, amaos, mis queridos hijos, el tiempo está cerca para todos, recordad que para la muerte no hay edad, por tanto hay que comportarse siempre bien y amar a todos, también al hermanito, a la hermanita y la primita. Los niños tienen que comportarse como niños. Jesús ha dicho: "Dejad que los niños vengan a mi".

Amaos, amad a Jesús, amad a María, Madre de la Eucaristía, amad al Obispo y a la víctima de la Eucaristía. Mis queridos hijos, estoy siempre a vuestro lado, como lo he estado durante días y días en los países en lo que ha habido terremotos para ayudar, junto a mi amado esposo José, con la abuela Yolanda y Marisella. Rezad por aquellos niños y aquellas personas golpeadas por un terremoto fuerte, casi violento, de las que muchas personas han subido al Paraíso. Los niños son buenos si quieren. ¿Verdad, Mariasole que los niños son buenos?

Marisa - Es una niña.

Nuestra Señora - En esta gran fiesta no quiero decir cosas que no son bonitas, la Carta de Dios es muy hermosa, habla sólo de amor, amor, amor hacia todos, pequeños, adultos y ancianos. Esta bendita caridad todavía no se comprende. Todos los del cenáculo tenéis que ejercitar la caridad, no pavonearos, esto no es bonito. La caridad se ejerce en silencio. No hay que comportarse como aquellas personas de las que habla Jesús, que ponían dinero para hacer ruido y llamar la atención de los presentes. La viejita tiró un céntimo poco a poco para no hacerse notar. Esto es hermoso, la humildad y silencio, la caridad y silencio. Haced las cosas con amor, pero en silencio. No hay que hacer sonar nada, no hay que llamar a nadie. Amaos, adoraos, si podéis, pero ya que se adora solamente a Dios, de la adoración bajamos al amor. Amaos todos como amo yo, María, Madre de la Eucaristía, y como ama el esposo de Marisella. Miradlo ahí, hermoso, radiante.

Marisa - Jesús, estás más hermoso que de costumbre. La canción habla de un esposo vestido de blanco. Aunque yo, lo sabes...

Jesús - Ya lo sé, ya sé, que tienes, Marisella...

Marisa - Jesús, ¿cuándo me llevas? Cuanto antes me vaya, antes resucitará el Obispo y todos estarán contentos, también yo estaré contenta, mejor dicho contentísima.

Jesús - Yo, Jesús, os felicito a todos. Soy vuestro Jesús, y os deseo a todos una santa Pascua. Que sea Pascua todos los días, como es Navidad todos los días. No hay que esperar Pascua o Navidad para confesarse y comulgar, porque cada día es Navidad, cada día es Pascua, por tanto felicidades a todos. Adiós, Marisella.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro, y con las felicitaciones del Paraíso, os bendigo, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Roma, 17 abril 2009 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Es hermoso cuando cantáis "Mi alma magnifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador". Hace pocos días hice una amonestación dura, porque una persona había faltado al respeto al Obispo; hoy ha ocurrido de nuevo. Yo no quiero decir que lo hagáis deliberadamente con maldad, pero estad atentos. Tratad de respetarlo, no es ese el modo de tratar a una persona, de ninguna manera. Pensáis que hacéis las cosas bien y en cambio os equivocáis. Respetad al Obispo y a las personas que están a vuestro lado, cada uno de vosotros ha de ser respetado. Si rezáis, si cantáis el Magníficat y otros cantos y luego faltáis al respeto, caridad y amor, ¿qué obtenéis? ¿Qué llega a Dios? ¡Cuántas veces os he dicho: amaos!. ¿Es tan difícil amar? Ánimo. Respetaos y amaos mutuamente. Una vez más os repito: aprended a amar, después rezad. Aprended a querer a las personas, a defender a las personas cuando hay necesidad.

Amad a todos, también a los que os tuvieran que pisar un pie. Esto es amor, esto es caridad. Si no llegáis a la caridad, al amor y a quereros, ¿Cuándo llegaréis al Paraíso? A vosotros ánimo y fuerza para seguir adelante.

Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo a todos, a vuestros seres queridos, a los enfermos, a los niños, a los que sufren. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Roma, 24 abril 2009 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia.

Veo que lentamente las personas disminuyen cada vez más. Claro, éste no es un lugar que atraiga, no es un lugar donde se juega, donde se divierte, como en otras partes. Es un lugar donde se reza solamente. Yo he querido esto, y creo que vosotros estáis de acuerdo. Vosotros también sabéis que hay personas que van a los santuarios y, después de haberlo visitado y participado en la S. Misa, se comportan mal entre ellos. Entonces a mi sólo me queda rezar y agarrarme a este pequeño lugar.

Dios Padre - Soy vuestro Dios que os habla. Yo estoy apegadísimo a este pequeño lugar, os amo a todos y deseo que vengáis todos al Paraíso conmigo. Respetad a vuestro Obispo.

Junto a mi Santo Obispo y vuestro os bendigo.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Alabado sea Jesucristo.

Roma, 25 abril 2009 - hora 7:43 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, he escuchado la S. Misa con vosotros y he participado en los cantos con vosotros. He dado también a Marisella la posibilidad de cantar como pudiera. Su voz se ha unido a las vuestras y ha formado un coro. La Madre os da las gracias por lo que hacéis, pero tenéis que estar atentos porque todavía algún pequeño defecto que no funciona. ¿Hace falta tanto para ser hombres? Convertirse en machos y hembras es fácil, pero convertirse en hombres y mujeres de Dios requiere compromiso.

Tomad siempre a Jesús, recibir siempre a Jesús, y él estará con vosotros y os dará la fuerza. Amad a vuestros niños, amad a vuestras mujeres, amad a vuestros maridos.

Marisa - ¿Y yo?

Nuestra Señora - Tu, Marisella, por ahora ama al Obispo y a tu Esposo que te espera.

De todos modos si podéis, aunque sois un grupo pequeño, ayudad y haced caridad a otros jóvenes que no vienen, haréis una gran y hermosa acción. Cuando aprendáis a amar, a amaros y a ayudaros mutuamente el paraíso estará con vosotros.

Gracias. Id en el paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén.

Alabado sea Jesucristo.

Marisa - Adiós, Madre. Has cantado conmigo, "Del cielo…". Se han ido todos.

Obispo - Has cantado.

Marisa - Con la voz de mamá.

Obispo - Era la misma voz.

Marisa - La persona que os dice a la cara lo que piensa, aunque si es duro, es sincera, os ama, por tanto tratad de amaros diciéndoos siempre la verdad y Nuestra Señora estará siempre con nosotros, con todos nosotros. Gracias.

Roma, 26 abril 2009 - hora 10:35 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Alabado sea Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy, domingo, tendría que estar dedicado al descanso, pero a veces es difícil, porque los hombres piensan en todo, menos en la S. Misa que es importantísima.

Mis queridos hijitos, Paola y Marco, hoy pronunciaréis el compromiso a Dios, a vosotros mismos, a vuestro Obispo que os ha preparado, bastante bien, a pesar de no haber tenido el tiempo que deseaba tener. El compromiso es decir siempre "Sí" a Dios, estar comprometidos el uno al otro, ayudarse recíprocamente y, si ha habido alguna pelea, no os acostéis enfadados y sin hablaros, sino haced las paces, amar y rezar. Este compromiso parece una tontería, pero es muy importante porque os prepara para el "Sí" a Dios, al Matrimonio que es un gran sacramento, que hoy es despreciado. Pocos respetan el sacrametno del Matrimonio.

Vosotros comportaos siempre bien, dad buen ejemplo. Vosotros que

estáis aquí presentes ayudad a estos hijitos, rezad por ellos, para que puedan llegar a la meta serenos, confiados: parece fácil, pero no lo es. Cuando dos se aman pueden llegar a la meta, con vosotros detrás que rezáis, con los padres, con los parientes y con los pequeños niños que rezan. ¡Oh, es tan hermoso el sacramento del Matrimonio! El que recibe el sacramento del Matrimonio es muy afortunado. Amaos, respetaos, sed sinceros el uno con el otro y Dios os bendecirá siempre.

Junto a mi Santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros parientes. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Alabado sea Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Marisa - Gracias.

Mensajes de Mayo de 2009

Roma, 1° mayo 2009 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Es vuestra Madre la que os habla. He traído a mi amado esposo José porque lo celebramos, como siempre, tanto el 1º de mayo como el 19 de marzo; para nosotros es una gran fiesta. Habla, mi amado esposo, di algo a mis hijos.

San José - Yo no suelo hablar como la Madre de la Eucaristía, como mi Hijo Jesús, pero rezo siempre por vosotros y os invito también a vosotros a que recéis. Todos, grandes y pequeños, tenéis necesidad de rezar. Cuando llegue el momento tan esperado para vuestra hermana, haréis una gran fiesta; no tenéis que olvidarla.

Ahora tengo que hacer alguna corrección en nombre de Jesús, porque alguna vez, cuando vuestra hermana está cansada o ha dormido poco, no comprende bien lo que le decimos. Ella sigue adelante con la Eucaristía, toma la Eucaristía, pero no por esto tiene que dejar el alimento natural, con tal de que sea ligero, para que no le duela el estómago. Por otra parte tiene que tomar las medicinas, porque Dios no se las ha quitado; las tiene que tomar todas. Ayer pasó solo con un jarabe para el dolor de estómago. Cualquier cosa que tomaba, ligera o no, tenía que tomarse el Maalox, tres cucharaditas cada vez y todo el día lo pasó así. Así que espero que al menos el Obispo y la presidenta de los jóvenes hayan comprendido qué y cómo tiene que comer esta hijita. Ella no siempre es capaz de comprender lo que le decimos. Tiene que tomar la Eucaristía, además tiene que ingerir pequeñas cantidades y si le duele el estómago ha de tomar el Maalox; las medicinas hay que tomarlas. Si la doctora decide quitarle alguna porque no hay necesidad, está bien también esto. De todos modos espero que todo se haya comprendido.

Yo, José, he vivido con el pequeño Jesús durante varios años, después la enfermedad me ha tocado también a mi durante ocho años, y no he podido seguir a mi hijo. Se sufre mucho cuando uno ya no puede ayudar a su hijo. Le dejé la responsabilidad de hacer todo lo que hubiera debido hacer yo. Yo soy su padre putativo, aunque me siento padre en todo y para todo. Cuando decís: San José, padre putativo, no me gusta mucho. Decir papá de Jesús es más hermoso y yo os doy las gracias por esto. Rezad mucho por todas las personas que tienen necesidad y personas que necesitan oraciones hay muchas; yo rezaré por ellas y vosotros uniros a mi. Me gustaría, como ha pedido la Virgencita, que cuando digáis el Santo Rosario cantéis la Salve Regina, pero no interpretando las notas equivocadas; hay quien hace una nota y quien hace otra. La Salve Regina ha sido siempre cantada. Que sea una sola persona la que entone, no muchas en diferentes momentos; lo mismo tenéis que hacer cuando cantáis en la Comunión. Una persona tiene que entonar y las otras tienen que continuar. Espero haberme explicado. Estáis pensando: ahora también José empieza a reñirnos. No, yo solo he dicho lo que la Virgencita me ha dicho que diga; por mi podéis hacer lo que sintáis, pero cuando se da lo mejor es mejor para todos. Cuando esté listo el testamente de vuestra hermana y cuando esté lista la sonrisa de Dios tendréis estos regalos. Gracias por la fiesta, gracias por las oraciones. Os invito a rezar por todos los niños, también ellos tienen necesidad de oraciones, por los grandes y por los super grandes, sobre todo por vuestro Obispo. Me retiro ordenadamente dejando a la Virgencita el cometido de bendeciros.

Nuestra Señora - Y yo, como Madre vuestra, os cubro a todos con mi manto materno. Junto a mi Santo Obispo os bendigo. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Adiós, San José.

Roma, 2 mayo 2009 - hora 6:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Para mi, como Madre, es difícil hablaros a todos por medio de la que ha sido llamada por Dios como Vidente, porque esta noche ha tenido tres veces la pasión y ahora, es ya un milagro que pueda pronunciar alguna palabra y estar con vosotros. Yo pido oración para su buena muerte o para que sufra menos, porque tiene muchos dolores atroces. Cuando ayer os habló mi amado esposo con mucha dulzura y dijo: "Llamadme papá y no padre putativo", me he conmovido mucho, deseaba que llegase a pedir esto, porque es bonito decir papá y no padre putativo. A vosotros os pido muchas oraciones, no me cansaré nunca de repetiros: rezad, el momento de la partida de Marisella está cercano, pero el momento de Dios no es el vuestro. Para vosotros "cercano" puede ser mañana, para Dios no es así, puede ser pasado mañana o cuando Él quiera. Ayudad a vuestra hermana a soportar este gran dolor. Sé que rezáis, sé que estáis a su lado, sé que rezáis según las intenciones de vuestro Obispo: por esto la Madre os da las gracias.

Si os acordáis, vuestra hermana hace diez años fue declarada santa por Dios, ella no deseaba que se recordara este aniversario, porque se avergüenza. Ser santos significa haber hecho siempre la voluntad de Dios; ella la ha hecho siempre, aunque a veces haya sido difícil, porque hay personas que la hacen sufrir mucho. Hace diez años, Dios la declaró santa, un año antes declaró santo a vuestro Obispo, pero no por esto no tienen necesidad de oraciones. Orad por ellos, sed solidarios con ellos, amadlos, respetadlos y queredles, como siempre os he dicho, y yo, la Madre, estaré siempre con vosotros.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. Perdonad si este mensaje es corto, pero es cuanto Dios ha escrito y yo, como cartera, os la he traído a vosotros. Adiós y felicidades a todos. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Gracias. Adiós. ¿Saludas de mi parte a mi madre? La he invocado mucho esta noche.

Roma, 3 mayo 2009 - hora 10:40 a.m. (Carta de Dios)

Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Soy vuestro Jesús. Si os acordáis, hace años dije solamente estas palabras: "Tengo sed de almas". Esta continua sed mía no ha sido satisfecha, y hoy os repito a vosotros: "Tengo sed, tengo mucha sed de almas que se conviertan, especialmente los grandes hombres de la Iglesia y del Estado". No tengo nada más que deciros y os doy mi bendición. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Jesús, ¿qué quiere decir esta frase tan significativa?

Jesús - Sí, es muy significativa. Cuanto más grito que tengo sed menos se responde a mi súplica. Hablo en general, para todo el mundo, naturalmente. Si vosotros podéis, quitadme la sed. Gracias.

Marisa - Adiós, adiós, Jesús.

Roma, 8 mayo 2009 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Gracias por la paciencia que tenéis al soportar todo lo que les sucede a mis dos queridos hijos. También ellos tienen mucha paciencia conmigo, Jesús, Dios y toda la corte celeste. Este balón de oxígeno tan grande, que habéis querido poner en el centro de la habitación para que lo vea, me hace sonreír; en nuestros tiempos no había estos remedios médicos y era un poco más difícil sobrevivir. Yo estoy siempre con vosotros. Cuando por la mañana el Obispo recita aquellas largas y hermosísimas oraciones que nos conmueven a todos nosotros, incluso si no respondemos y no decimos nada, estamos allí escuchándole, disfrutamos, gozamos de cuanto dice y sufrimos. No podemos responder a cada pregunta que hace, sino tendríamos que estar siempre conversando con él, desde la mañana a la noche.

Marisa - ¡No os haría daño! (El Obispo hace una señal de aprobación a las palabras de Marisa - N.d.R.) El Obispo ha dicho que no me he equivocado hablando así, porque hablar con vosotros nos da fuerza y valor para seguir adelante. El doctor ha dicho que el Obispo no está bien y la salud de Marisella va cada vez más atrás, entonces por enésima vez te pregunto: ¿me queréis llevar, si o no? Decidme lo que habéis decidido. Porque si es un no me resigno, si es un sí, estoy dispuesta, no me falta nada, o mejor me falta solo el ataúd blando con las florecillas: mi sobrino lo ha encontrado en Internet. Yo querría comportarme como San Pablo con Jesús después que se convirtió, querría aceptar todo lo que decís, junto a las personas del cenáculo que no hacen otra cosa que rezar, rezar y sobre todo junto al Obispo. Sí, es verdad, he llorado toda la noche por los dolores. Pero, ¿quién estaba a mi lado? Tu y mi madre. Yo lloraba por los dolores, no podía más, era más fuerte que yo. Si queréis, podéis llevarme. ¿Qué se necesita para llevarme? No me interesan ni tan siquiera todas las cosas hermosas que han sido preparadas con tanto amor. Tomadme y llevadme. Porque, sinceramente, no puedo más. He dicho a mis seres queridos: en lugar de rezar para que me llevan, rezad al contrario, para que me quede, así seréis escuchados. ¿Me he explicado?

Nuestra Señora - Sí, Marisella, te explicas muy bien. Eres una niña, como siempre, pero te explicas muy bien.

Marisa - Mira que si no me lleváis, le pongo a alguien aquel balón de oxígeno. Oye, Virgencita, el doctor hoy me ha dado la medicina Efferalgan, que la otra vez, si bien recuerdo, me hizo daño al estómago.

Nuestra Señora - Marisella, tu no puedes tomar medicinas, porque tu estómago está a trozos.

Marisa - (Dirigiéndose al Obispo) ¿Cómo se llama la parte del cuerpo donde tengo el dolor?

Obispo - Caja torácica.

Marisa - Ha sido tocada la caja torácica, el aparato digestivo, el bazo, el hígado, basta, yo no puedo, no soy una santa, no estoy hecha de hierro. Decidíos, verás que todos estarán contentos y todos rezarán mucho más, para que este mundo asqueroso vaya hacia el bien. Si no tengo que tomar esta medicina, ¿tengo que tomar las otras medicinas para el estómago?

Nuestra Señora - Entretanto piensa en ponerte las inyecciones, que son cuatro al día y veremos como va. ¿Creéis o no creéis, querido Obispo, que nosotros os ayudamos siempre? Por desgracia la enferma está gravísima, no voy a repetirlo. Os toca a vosotros ayudarla, quererla, no hacerla sufrir, no serle gravosos con el mal que tiene. Ya tiene bastante ella sola con sufrir por lo que tiene. Todos vosotros, mis queridos hijos, continuad rezando y, como siempre os he dicho, amad a vuestro Obispo. Amaos el uno al otro, no murmuréis entre vosotros, no habléis en la iglesia, hace pocos días he visto a un joven darse la vuelta en la Iglesia y reír; esto no es bonito y he obligado a Marisella a decírselo.

Marisa - Tengo que hacer todas estas penitencias. Quería decirte que además de estas medicinas, tengo otras.

Nuestra Señora - El Buscopan y las otras las puedes tomar, tesoro. Por otra parte también tu sobrina, la doctora Selenia, te había dicho que no tienes que tomar aquella medicina de ninguna manera.

Marisa - Sí, ya lo sé, pero me olvido de las cosas. El médico de casa sabe que tengo el estómago hecho polvo, pero él las prescribe y yo ya no sé que tengo que hacer.

Nuestra Señora - Os invito a leer la conversión de S. Pablo y meditarla. Veréis cuantas analogías encontraréis en la relación entre Jesús y S. Pablo, entre Jesús y Marisa, entre Jesús y el Obispo. Quereos, siempre. No tengo palabras para dar las gracias a tus sobrinos que vienen a hacerte compañía por la noche para que descanse el Obispo. Es duro, pero ellos sacrifican una noche cada tanto, mientras que el Obispo no duerme ninguna noche, como tu. Ayudad a esos dos hijitos míos y Dios os dará el mérito a todos, grandes y pequeños, a vuestros niños y a vuestros sobrinos. Mis queridos hijos, pequeño cenáculo, os doy las gracias por lo que hacéis y os repito: quereos, es muy importante amarse. Esto vale para todos: mujer, marido, hijos, sobrinos, abuelos, tíos y tíos abuelos.

Marisa - Yo no soy tía solo para hacer regalos, sino para todo.

Nuestra Señora -Tus sobrinos te quieren. Ánimo, Marisella. Una vez más os doy las gracias por todo lo que hacéis por estos dos hijitos míos, ayudadlos porque tienen mucha, mucha necesidad. Esta vez incluso el Obispo se ha derrumbado, ayudadlo os lo ruego. Gracias. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Yolanda, saluda a tus seres queridos.

Abuela Yolanda - Hola, Annarella, hola Yari, hola Lauretta, hola Laura, hola niños aunque no estéis presentes. Hola mi gran hijo Obispo, hola Marisella.

Marisa - Hola mamá, ayúdanos te lo ruego y estate a nuestro lado, lo necesitamos mucho.

Nuestra Señora - Mi saludo va también a todos los demás hijos y sobrinos que no están y a todos los miembros del cenáculo. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo.

Marisa - Adiós, mamá. No puedo ser siempre buena y valiente, pero hago todo lo que puedo.

Roma, 10 mayo 2009 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos,

Me gustaría deciros algo que se refiere al Magnificat; cuando lo recitéis, pensad en las palabras que decís. ¿Recordáis cuando he repetido por tres veces: "Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes"? El Magnificat es el canto al amor y el amor, como bien sabéis, lo abarca todo: la paciencia, la sinceridad, la lealtad, el amor puede abarcar cualquier cosa. Dirigid el amor a Dios, a Jesús, a José, a mi, María, Madre de la Eucaristía y a todos los santos que están en el Paraíso. Recordad que existe el Paraíso de la Espera, de donde salen los santos para llegar al Paraíso de la visión beatífica. Las almas que están en el Purgatorio tendrán que permanecer un cierto tiempo antes de subir al Paraíso. Cuando recitéis el Magnificat, recitadlo con todo el amor, con todo el corazón, para que los que están en el Paraíso de la Espera puedan pasar pronto al Paraíso de la visión beatífica y los que están en el Purgatorio, puedan subir al Paraíso, y todo será más hermoso y más suave.

Marisa - (Habla privadamente con Nuestra Señora)

Nuestra Señora - Ya lo sé, lo sé todo, pero no de rosa ciertamente.

Marisa - Me encomiendo a ti. He esperado tanto volar al Paraíso el día 13, pero siento que aquella no es la fecha de mi partida. Esta noche he descansado un poquito, aunque no me siento bien, pero no importa, de todos modos estoy habituada a estar mal.

Nuestra Señora - No importa, Marisella, de todos modos ¡estás habituada! Me gustaría tanto llevaros a todos a alturas estupendas, llevaros a todos delante de Dios, a gozar de Dios, no os contentéis con solo una ojeada, o con aquel bocadito que se mueve en las flores, tenéis que gozar de Dios, cantar, alabarLe.

Marisa - Has dicho que cuando esté arriba, me devolverás la voz: ¿será verdad o tengo que dudar de ello?

Nuestra Señora - ¿Tu dudas de mi, Marisella?

Marisa - ¡No tengo voz para nada! Todos me dicen que hablo como la Abuela Yolanda cuando estaba en vida, pero ahora mi mamá tiene una voz maravillosa.

Nuestra Señora - Me gustaría mucho que rezaseis por los enfermos y, sobre todo, por los que en Abruzzo han sufrido, están sufriendo y todavía no tienen la posibilidad de tener lo necesario. Si tuviera que hacer una lista, diría que tenéis muchas intenciones por las que rezar. No os dejéis ir, no penséis solo en vosotros mismos, en vuestras familias, pensad en las personas lejanas, en las personas enfermas, en los que ya no tienen nada, no me refiero solo en el Abruzzo, hay muchos otras ciudades, muchas otras naciones que se encuentran en las mismas condiciones. Ánimo, no os canséis nunca de rezar y, última cosa: "amaos", como Dios os ha amado. Rezad, para que todo ocurra como Dios quiere.

Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos. Bendigo a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo.

Marisa - La voz se ha ido.

Roma, 17 mayo 2009 - hora 11:20 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Por qué estás callada y no hablas?

Nuestra Señora - ¿No lo ves, Marisella? Estoy esperando a todos los Santos del Cielo, a los Ángeles y naturalmente a Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, San José y la Abuela Yolanda. Cuando estemos todos preparados te homenajearemos en la Tierra y en el Cielo.

Marisa - Quería decirte una cosa, pero intenta oírme solo tu.

Nuestra Señora - Como lo hago para oír solo yo, aquí todos tienen los oídos para oír.

Marisa - No habléis siempre de Marisa, porque yo me avergüenzo; yo querría esconderme. Cuando se habla de todas las personas es más bonito. Me gustaría hablar de mis jóvenes, de los niños, del pequeño cenáculo, y sobre todo hablar del Santo Obispo: así me gusta.

Nuestra Señora - ¿Tenemos que hacer lo que dices tu o lo que decimos Nosotros?

Marisa - Oh no, por favor, lo que decís Vosotros, pero yo he dado un consejo. ¿Se puede dar un consejo a la Virgen?

Obispo - Como hija, sí.

Marisa - Puedo dar un consejo como hija.

Nuestra Señora - Queridos hijos, es una gran alegría para mi veros aquí reunidos, aunque no estéis todos, el número para Nosotros no tiene importancia, lo importante es que sepáis amar a todos y quereros. Marisella, si no puedes cantar, no importa, canta con el corazón.

Marisa - No es lo mismo.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, quería daros las gracias por la intención que habéis escogido para vuestra hermana y por las oraciones que continuáis haciendo. Os preguntaréis: ¿por qué no se decide Dios?

Marisa - Sí, es verdad, esto lo he preguntado también yo más de una vez, pero Dios ¿por qué no se decide?, ¿qué más quiere? Le he dado todo, más que todo.

Nuestra Señora - Si Dios no se decide quiere decir que hay algo que hacer todavía.

Marisa - El sufrimiento no, eso no, basta, ya tengo demasiado. Aprovecho para decirte que quiero que ayudéis al Obispo, al cenáculo, a los jóvenes, digamos jóvenes, y a los niños pequeños que son muy espabilados. ¿Has visto cuántos niños hay? Tu estás contenta cuando ves a los niños, ¿verdad?

Nuestra Señora - Me gustaría que continuarais rezando por aquella intención, y que la decisión sea rápida para ella y para vosotros.

Marisa - Tu sabes, que yo lo tengo todo preparado, no me falta nada. Voy incluso al Purgatorio, basta con que me llevéis, me he cansado de vivir.

Querida Virgencita, cuánto te amo y cuanto te amaré siempre a ti y a todo el Paraíso.

Nuestra Señora - Sin embargo, señorita Marisella, la sonrisa de Dios ¿dónde ha ido a parar?

Marisa - La tiene él. ¿La tienes tu? La tiene el Obispo.

Nuestra Señora - ¿Qué esperas a recitarlo?

Marisa - Bueno, cuando esté preparado. Nuestro Obispo, cuando se sienta en la cátedra de oro, siempre tiene cosas que hacer. ¿Dónde está el Obispo? En el estudio. Él tiene mucho que hacer, nosotros tenemos que ayudarlo. Mi querida Virgencita, mira a ver que puede hacer por mi. Yo me avergüenzo de decirlo, pero estoy muy cansada de vivir en la Tierra. Y es un mundo que no me gusta, y pensar que Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza, pero ¿dónde está el hombre a su imagen y semejanza, qué final ha tenido? Ya, al principio, hubo la muerte de Abel. Dios ha creado a los hombres a su imagen y semejanza, pero los hombres no se le parecen, especialmente los grandes jefes. ¿Qué tenemos que hacer nosotros?

Nuestra Señora - Vosotros nada, solo tenéis que rezar con todo el corazón. Yo estoy contenta de verte en medio de tus seres queridos, aunque, dicho entre nosotros, te ha costado muchísimo, hasta el punto que estabas dispuesta a renunciar a bajar, pero la alegría de estar en medio a los otros ha sido más fuerte y has bajado. Verás, hemos prometido que te ayudaríamos a estar sentada siempre y estarás sentada siempre: no hay necesidad de poner el sofá, quédate tranquila y nosotros te ayudaremos.

Marisa - Como quieras. Oye, ¿Le dices a mi Esposo a ver cuando se decide a venir a buscarme para ser toda suya? Dice que soy su esposa, ha escogido incluso un canto, ¿y luego? Heme aquí, estoy toda desmontada, así se dice en italiano, no estoy bien, no me siento nada bien, pero no lo quiero decir a los míos. Tu dices siempre que estoy gravísima, y sin embargo yo me siento una flor rejuvenecida.

Nuestra Señora - No bromees, Marisella, tu sabes cuales son tus condiciones.

Marisa - Sí, sí, pero bromear nos ayuda a mirar un poco más allá. De todos modos te doy las gracias porque has dado la posibilidad al cenáculo de rezar por mi partida. Quiero irme, estoy cansada de estar en la tierra, llévame, ya lo he dado todo. No tengo nada más que dar.

Nuestra Señora - ¿Tu crees?

Marisa - No, no me digas esto porque yo no tengo nada que dar, lo he dado todo, punto final. Mamá veo que sonríes. ¿Es verdad que la Virgen ha gastado una broma?

Abuela Yolanda - Sí, hija mía. Nos gustaría coger siempre algo de quien está en la Tierra, especialmente cuando la persona es buena, pero el cansancio es mucho, y el dolor es grande.

Marisa - Silencio, están cantando en coro: "Una voz..." Yo no tengo voz. Porque no me dais un poquito y me dais la posibilidad de cantar, me gustaba mucho cantar.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, me dirijo a todos vosotros, gracias por las oraciones, continuad rezando, amad a vuestra hermana, pero sobre todo amad al Obispo, tiene necesidad de ayuda, de vuestra comprensión. Cada tanto hay alguno que se va. Luego pide perdón y vuelve. Hay que ser siempre buenos.

Marisa - También yo cada tanto me voy fuera y vuelvo. De todos modos te doy las gracias en nombre de todos y te ruego: ayúdanos una vez más, y haz que mi partida sea cuanto antes, sino el vestido se volverá feo.

Nuestra Señora - Está bien. Me reúno con todo los Ángeles y los Santos, naturalmente están presentes Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, San José, todos los Papas y los Santos. Junto a vuestro Santo Obispo os doy mi bendición. Adiós a todos.

Marisa - ¿Has oído que voz tengo? Cada vez eres más hermosa, también mi madre es hermosa, sois todos hermosos.

Roma, 22 mayo 2009 - hora 8:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Tengo trabajo que hacer, tengo que hacer bendecir los misterios de luz, que el Obispo ha preparado con tanto amor y los anillos de los futuros esposos. He aquí que la bendición de Nuestra Señora desciende sobre los misterios de luz y sobre los anillos de los dos jóvenes. Yo, por desgracia, es inútil esconderlo, no me siento nada bien, pero he hecho lo poco que podía hacer. Gracias y perdonad todos, tened paciencia conmigo, por desgracia mi salud empeora cada vez más.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a los misterios de luz, a los anillos de los dos jóvenes. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Orad por mi, para que llegue pronto mi partida.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Gracias.

Roma, 24 mayo 2009 - hora 11:13 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos y dulces hijos.

Hoy es una gran fiesta: dos jóvenes se convierten en marido y mujer. Tienen que amarse, respetarse, ser generosos y sinceros recíprocamente. Cuando algo no funciona, tienen que reconciliarse enseguida, antes de irse a dormir. Felicidades desde lo más alto de los Cielos, felicidades de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, felicidades de San José, de la Madre, la Madre de la Eucaristía. Felicidades a todos, también a los parientes, amigos, sobretodo a los padres; amad a vuestros hijos, estad a su lado cuando podáis. Cuando tienen necesidad, no os alejéis de ellos, sino ayudadlos siempre. Vosotros, parientes, estad unidos, no os dividáis, no hagáis fiesta solamente el día de la boda. Para los esposos tiene que ser fiesta cada día, y el último día tiene que ser todavía más grande, cuánto más avanzáis más tenéis que celebrarlo. Vosotros, pequeño cenáculo, que con tanto amor habéis venido aquí para estar cerca y alentar a estos dos espositos, continuad rezando por ellos. A todos os digo: estad cerca de ellos con la oración, no es necesario estar a su lado físicamente, porque a veces es imposible, pero con la oración es siempre posible. Mis felicitaciones son también para el abuelo Aldo, para la abuela María, para los padres de Marco, para el hermanito, para su hermana, a todos extiendo mi gran amor. Rezad y reconciliaos siempre, no os dejéis ir. Vosotros, mis queridos esposos, sois hermosos, porque sois hermosos por dentro del alma y cuando uno es hermoso en el alma, es hermoso también fuera. Os deseo todo bien, ayer os bendije vuestros anillos, hoy bendigo el collar y los pendientes que lleva la esposa, porque era justo que se los pusiera. Os bendigo a todos y os abrazo amorosamente. La Madre, la Madre de la Eucaristía y todos los que están aquí conmigo, os abrazan y os besan, junto a mi Santo Obispo. Id en paz. Sea alabado Jesucristo.

Roma, 31 mayo 2009 - hora 10:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo mis queridos hijos.

Marisa - Hoy es Pentecostés, una fiesta grandísima, como la Pascua, pero falta algo. No se entiende porque estos jóvenes cada tanto olvidan algo: faltaba la guía; es hermosa, es roja, es el color del Espíritu Santo, de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Cuando en el Cenáculo descendió el Espíritu Santo, se posó sobre María y sobre los apóstoles que estaban reunidos rezando justamente para pedir su venida sobre ellos. Todos eran capaces de hablar todas las lenguas, todos podían comprender lo que los otros decían. La Madre de la Eucaristía estaba con ellos, rezaba con ellos y hablaba todas las lenguas, como desea alguno de nosotros. El Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, es Dios infinito; tenemos que amarlo, tenemos que rezarle siempre por todos los que tienen necesidad. Yo rezo al Espíritu Santo por todos vosotros, para que os de la fuerza y el valor de seguir adelante y os conceda sus dones. Gracias a todos los presentes. Os tengo que dejar, porque mi camino es otro, es distinto. Vosotros tenéis que rezar, ya no por mi, sino por la Iglesia; todos y cada uno. Gracias.

Nuestra Señora - Junto a mi Santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a todas las personas que aman al Espíritu Santo. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Amén. Adiós a todos.

Marisa - Virgencita, me había olvidado de presentarte este regalo que he querido hacer a mi hermano Obispo, como recuerdo por el X aniversario de su ordenación episcopal. Es hermosísimo y muy significativo. Cuando quiera se lo tendrá que poner en el cuello porque es un regalo muy precioso. Gracias y perdona si te lo he presentado con retraso.

Mensajes de Junio de 2009

Roma, 1° junio 2009 - hora 10:00 p.m. (Coloquio entre el Obispo y Marisa en éxtasi)

Marisa - Querido Claudio, has dicho palabras muy elevadas, muy agradables a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, a la Madre de la Eucaristía, a San José, a la Abuela Yolanda. Son demasiado elevadas para que una personita como yo pueda entenderlas, y sin embargo las he entendido, te he seguido y he sonreído. Me parecías un niño que hablaba a su papá, continúa así también después, cuando ya no esté, continúa hablando así con Dios y Él hablará contigo. Te lo ruego, no me olvides, acuérdate de mi, de esta hijita que no ha sabido dar todo lo que podía dar.

Obispo - Has dado más de lo que habrías podido dar.

Marisa - Habría podido dar más, he sido incluso mala.

Obispo - No.

Marisa - Continua hablando con Dios así, habla también conmigo si quieres.

Obispo - Claro, Marisa. Ha llegado quizás el momento; esto es lo que he pedido a Dios, que en los últimos momentos pudiésemos hablarnos y recordar. ¿Te acuerdas de nuestro primer encuentro, te acuerdas cuándo saliste llorando de la iglesia de Visso, dedicada a la Asunción de Nuestra Señora?

Marisa - Lo recuerdo todo.

Obispo - Te ofrecí un helado entonces...

Marisa - … Y me ofreces un helado hoy.

Obispo - Después de treinta y ocho años te he ofrecido otro helado, pero había una diferencia, ¿la recuerdas?

Marisa - Sí.

Obispo - Aquél era un heladote…

Marisa - Este es un heladito.

Obispo - … Que ni siquiera has terminado.

Marisa - Porque no puedo, no porque tu no me lo quieras dar.

Obispo - Claro, ya lo sé. ¿Te acuerdas de aquellas largas apariciones?

Marisa - Tres horas de rodillas.

Obispo - Empezábamos el rosario, después tú de repente caías de rodillas, y mientras todos dormían, incluso aquel sacerdote dormía...

Marisa - Dormía y comía.

Obispo - …Nosotros hablábamos, o mejor dicho tu hablabas, y yo me preguntaba: pero ¿quién es?

Marisa - ¿Quién es esta loca?

Obispo - No, quien es la persona invisible. Había comprendido, no enseguida, pero bastante pronto que era una presencia invisible, pero podía ser Jesús, un ángel, la Virgen; porque si te acuerdas, entonces las apariciones ocurrían de manera silenciosa, por tanto yo, no pudiendo seguir el diálogo, tampoco podía comprender a quien te dirigías.

Marisa - Es verdad.

Obispo - Y luego, cada vez que volvíamos a nuestra tienda, a la que habíamos llamado el establo de Belén, ¿quién nos molestaba?

Marisa - El sacerdote y el topo.

Obispo - El topo.

Marisa - También el sacerdote.

Obispo - No, aquél dormía. Era el topo el que nos molestaba, que estaba en todas partes. Por la mañana, fresca, fresca, cogías a dos o tres muchachos y corrías con el famoso coche y te ibas deprisa a hacer la compra. Yo veía que salías disparada por aquella calle, entonces no te hacían daño las piedras, los saltos, los baches y cuando volvías, nos afanábamos para dar de comer a estos chicos, que no se lo merecían.

Marisa - Porque a veces lo tiraban.

Obispo - Y yo me enfadaba. Pero los hemos convertido. Imagina, ahora aquellos chicos serán papás y quizás abuelos, porque tendrán más de cincuenta años. ¿Te das cuenta cuántos años han pasado? ¿Te acuerdas cuál ha sido mi alegría más grande, después del sufrimiento de oír palabrotas y blasfemias, que decían los chicos mientras celebraba?.

Marisa - Vinieron a ti y te dijeron: "Don Claudio, querría confesarme".

Obispo - Yo respondía: "¿Qué? Pero si tu no sabes ni siquiera lo que significa confesarse".

Marisa - Sí, decir los pecados.

Obispo - Y ¿cómo lo harás para decirlos?

Marisa - Porque Marisa me ha ayudado y me ha dicho: "Acuérdate, tus pecados son estos y estos".

Obispo - Después que se han confesado y Comulgado, sabiendo que a los chicos no les gusta mucho el Rosario, porque lo encuentran aburrido y repetitivo, he pensado: "Si también dicen que quieren recitar el rosario, me tengo que rendir", y aquella tarde, lo recuerdo, me he rendido y he llorado de alegría. Pero después que he llorado yo, has llorado tu también, cuando cantábamos el canto scout: "Es la hora del adiós". Y llorabas, llorabas. Durante treinta y ocho años no nos hemos dicho nunca adiós.

Marisa - Pero esta vez nos toca.

Obispo - Ha llegado el momento del adiós.

Marisa - Esperemos.

Obispo - ¿Tenemos algún huésped aquí con nosotros?

Marisa - Está solamente la Santa Virgen.

Obispo - ¿Ni siquiera la abuela Yolanda? Ella es la que te puede decir la frase que Jesús ha dicho a los apóstoles: "Duc in altum, bogad mar adentro y marchad". El mar adentro es el Paraíso. Cuando volvimos del campamento a Roma, no teníamos nada que comer.

Marisa - Teníamos pan seco.

Obispo - Y el arroz que había quemado.

Marisa - También.

Obispo - ¿Lo recuerdas? ¿Y que comimos?

Marisa - Una sandía.

Obispo - Fui a comprar una sandía porque era el período de las sandías. Buena aquella comida: pan y sandía.

Marisa - También aquel de Brindisi fue bueno: patatas y pan.

Obispo - Pero tenemos que decir que no nos ha faltado de nada.

Marisa - Es verdad.

Obispo - Ella nos aseguró que tendríamos todo lo necesario y cuando, para ahorrar nos contentábamos con comer panecillos, ella nos reñía: "Si os mando dinerito, id a comer".

Marisa - Estábamos en Recanati.

Obispo - Y Numana ¿que te recuerda?

Marisa - Que te tiraban piedras y tu dormías, con la cabeza apoyada en mis piernas. Aquellos te tiraban piedras y yo los miraba.

Obispo - ¿Dónde pusimos la tienda?

Marisa - En la arena.

Obispo - Éramos ingenuos. Pero lo conseguimos. ¿Te acuerdas que no teniendo el altar, dónde he celebrado la Santa Misa?

Marisa - Sobre mi cuerpo.

Obispo - Exacto. ¿Y que ha quedado en tu cuerpo?

Marisa - La forma de la hostia y del cáliz.

Obispo - Pero sin quemaduras. Era una cosa hermosa y dulce. Imagina, era agosto de 1971, y no lo esperábamos, pero aquél fue el primer signo, la primera indicación de que Dios nos había llamado para el triunfo de la Eucaristía.

Roma, 5 junio 2009 - hora 9:47 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Señor, he visto, al niño subir a la escalera para llamarte, pedirte ayuda y Tu has respondido, pero nadie te ha oído. Has respondido con voz dulce, tranquila y has dicho: "Sí, yo os ayudaré porque yo soy el esposo de Marisella"

Nos has hecho combatir largas batallas, vivir una larga pasión, recorrer un doloroso Vía Crucis y nosotros pensábamos que a la quinceava estación todo florecería en el corazón de las personas: la bondad, la alegría, la caridad, el amor. Desde el sagrario has hablado y has dicho: "Hola, Emmanuel, sé bueno", pero él no te ha oído. Repite más fuerte, Jesús: "Bravo, Emmanuel, sé bueno". Es de estos niños, de estos corazones puros de quiénes te dejas conmover. Los grandes pueden cambiar, pueden convertirse en santos, tienen que convertirse en santos, pero los pequeños ya son santos, porque son buenos e inocentes. Tu, Jesús, dentro del sagrario has mirado con hermosos ojos, lleno de amor al pequeño Emmanuel y le has dicho: "Bravo, hijo mío, sé valiente, sé bueno con todos: con los padres, con los abuelos, con los tíos, con todos, si quieres, puedes serlo. Yo soy tu Jesús, soy Jesús grande, no soy Jesús pequeño, porque ya me he vuelto grande; tu, Emmanuel, en cambio, eres pequeño". ¿Qué significa Emmanuel? ¿Sabes lo que significa Emmanuel? No oigo tu vocecita. Dios con nosotros.

Vosotras, almas hermosas, almas santas, que hacéis sacrificios para venir a este pequeñísimo lugar donde vienen pocas personas, porque las demás no han comprendido todavía la importancia de escuchar, de rezar, de volverse buenos, valientes, santos, no tenéis que mirar a uno y a otro, lo que dice uno o el otro, mirad el sagrario de Jesús. Cuando entréis en la iglesia, id a los primeros bancos, mirad el sagrario y decid a Jesús: "Dios, Jesús, ámanos, llévanos al Paraíso, lleva a Marisa al Paraíso, ya es hora de que vaya. ¿No te parece que ha pasado el tiempo?" tú, en aquella cajita llena de luz dirás: "Sí, ya es hora de que partas, hija mía". Pero ¿cuándo, mi querido esposo, cuándo me llevarás? Yo estoy esperando día tras día, estoy muy mal, y ahora has hecho enfermar también al Obispo. No tenías que hacerlo enfermar, él tiene que estar bien sino ¿como lo hace para ayudarme? Yo tengo necesidad de ser ayudada. Haz que pueda partir pronto. Partiré con alegría, con amor, y me gustaría tener a mi lado a los niños, sobre todo al pequeño Emmanuel. ¿Dónde estás pequeño Emmanuel? Jesús te mira, te habla, como os habla a cada uno de vosotros. Si hacéis silencio en vuestro corazón, sentiréis a Jesús que os habla. Durante mucho tiempo ha habido silencio, durante mucho tiempo la Madre, la Madre de la Eucaristía no ha hablado. Perdona, Jesús, me dan ganas de llorar, me salen las lágrimas, ten paciencia. También Tú, esposo mío, ya no hablabas, Dios ya no hablaba, San José, mi madre, a la que a menudo veo llorar, ya no hablaban. Sin embargo os amamos. ¿Por qué no nos habláis? Decídnoslo.

Jesús - Nosotros hablamos, Marisella, sois vosotros los que no oís.

Marisa - No somos sordos. Si verdaderamente habláis, os digo: llevadme ya, todo está preparado, planchado y dispuesto. Llevadme ya y dejad libre al santo Obispo, está enfermo, ha estado muy mal, no teníais que hacerlo enfermar, os lo ruego, hacedlo por él, llevadme ya.

Jesús - Y Yo, desde el sagrario te hablo, hija mía, y te digo: "Te irás, no puedo decirte si será mañana, te irás y verás que tu santo Obispo estará feliz y contento, aunque sufrirá en el corazón y derramará lágrimas, igual que todos los demás, pero la alegría de la partida se quedará". ¿Dónde está el pequeño Emmanuel?

Marisa - Se ha escondido, él hace estas bromitas, se esconde. Jesús, te ruego sólo por el Obispo, ayúdalo, escucha a Emmanuel que ha llamado a la puertecita del sagrario y ha dicho: "Jesús, haz que estén bien la tía y el tío". ¿Lo harás esto? ¿Verdad? Mejor dicho, haz estar bien sólo al tío. Gracias, Emmanuel, que has sabido hablar con dulzura a Jesús, a mi Jesús, a mi esposo. ¿Cuándo vendrás a llevarme, mi esposo dilecto? ¿Cuándo me llevarás contigo a gozar para siempre? He sufrido muchos años, muchos, ahora ya es hora de gozar, ¿no te parece? Así gozará también el Obispo.

Jesús - Mis queridos hijos, gracias porques estáis aquí presentes. Lástima que están ausentes los que tendrían que estar presentes, pero se han ido, han tenido prisa por marcharse, para llegar a casa, así, cuando suceden hermosos episodios las personas no están presentes. Este es un episodio hermosísimo, realizado por el pqueño Emmanuel. Mis queridos hijos, os dejo a mi Madre, porque es su trabajo saludaros.

Nuestra Señora - Sí, yo, Madre de la Eucaristía, saludo a todos junto a la abuela Yolanda y a S. José. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. El que pueda que reciba la bendición de rodillas. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, bendigo a todos los niños y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijos, Dios Espíritu Santo.

El que quiera se puede quedar para hacer adoración y hablar con Jesús, pero en silencio; hablad con Jesús. Mi Hijo concede gracias, pero impone también penitencias, sufrimientos, ésta es la vida terrena, después habrá la vida celeste y la sonrisa de Dios. El sol resplandece, la luna da luz y todo el firmamento brilla. Las estrellas, la luz, los árboles, las montañas, las colinas y el mar alaban a Dios que sonríe a todo esto. ¿Pensáis que no sonríe a las criaturas humanas? Adiós a todos. Os lo ruego, no dejéis la oración, rezad siempre por vuestro Obispo.

Marisa - Jesús, Tú, te escondes, pero yo te veo en el sagrario, ven a llevarme, te espero. Adiós.

Roma, 6 junio 2009 - hora 7:15 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Perdonad si mi voz es débil, pero quiero repetir lo que he dicho antes. Hay tres o cuatro cosas que no van bien en esta comunidad: I) tenéis que recitar el S. Rosario a las 18:30 durante el período veraniego y a las 18:00 durante el período invernal ; II) cuando se leen los misterios hay que decirlos con el micrófono, sino el que está lejos no oye. He sabido hoy, y me disgusta mucho, que hay personas que se reúnen de dos en dos y son, como se dice en Roma, unos remilgados, no pueden ver al uno o a la otra, y esto no es bonito. Cuantas veces vuestro sacerdote, ahora ya Obispo, os ha dicho: "Respetaos, amaos", sin embargo esto todavía no se hace, faltan al respeto y al amor. Todavía alguno va a preguntar: "¿Mañana es primer sábado de mes?"; no sólo se ha equivocado quien lo ha preguntado, sino que también la que tenía que estar muy preparada se ha equivocado aún más. Estos inconvenientes y defectos no tienen que existir; somos muy pocos y ¡tenemos que querernos! ¡Tratemos de estimarnos mutuamente! Cuántas veces ha dicho Dios: "Amaos, como Yo os he amado", y nosotros sin embargo no nos amamos, tenemos siempre algo que decir. No digo los nombres porque sería demasiado triste, pero si los inconvenientes continúan los diré, si todavía estoy con vida.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, poned en práctica cuanto ha dicho vuestra hermana. Yo soy la Madre de la Eucaristía, también yo noto todos estos defectos y no son bonitos. Cuando entréis en la iglesia, id cerca del sagrario. El que estaba presente ayer pudo ver la alegría de aquel niño, Emmanuel, que ha llamado al sagrario y ha pedido a Jesús que hiciera estar bien a su tío y a su tía, con sencillez y amor. También vosotros tenéis que ser, sencillos como niños y amaros todos. Hoy, primer sábado del mes de junio, ¿Quién ha tratado de intensificar la oración? ¿Quién ha pensado en rezar al Sagrado Corazón de Jesús? Este es el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, rezad. A veces un niño pequeño de ocho meses une las manos e intenta rezar, es el pequeño Gioele, pero ¿quién hace esto? Ni siquiera los grandes, por tanto recogeos en oración, rezad y amaos; aprended a amar, después rezad. ¿Recordáis esta frase? Yo felicito a todos, para que pongáis en práctica todo lo que os he dicho.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, que todavía no es respetado como debería, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén.

Roma, 12 junio 2009 - hora 8:10 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo amén,

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy, al menos en esta capilla, se festeja a Cristo Jesús, que ha sangrado, que ha muerto en cruz por todos nosotros para abrirnos de nuevo el Paraíso.

Marisa - Oh, que hermoso es saber que en el Cielo está Jesús, el que ha sangrado, el que abierto de nuevo el Paraíso y que reza con todos los ángeles y los santos, pero sobre todo con Dios, con Nuestras Señora, con S. José, con la abuela Yolanda y con todas las personas que han subido al Paraíso. Sangre de Cristo, ayúdanos a todos a convertirnos en santos, haz que todos podamos aumentar nuestra fe en Ti. Por la sangre que has derramado por nuestros pecados, que sean salvados al menos la mayor parte de los hombres, que se salven por tu sangre derramada por todos nosotros. Sabes, hay tantas almas que sufren, que derraman sangre y viven en varios lugares del mundo. ¿Por qué derraman sangre? Para salvar a los hombres del pecado, para que el hombre se vuelva santo. Cristo con su sangre quiere que todos sean santos y que estén a su lado, los quiere inmaculados, puros, especialmente los que son buenos y los que sufren.

Nuestra Señora - Ya sé que a veces el sufrimiento es muy duro, ¿verdad, Marisella? Hoy para ti ha sido un continuo sufrimiento, pero Dios te ayudará, Dios Padre estará contigo, tú harás lo que Él te diga, y el Obispo hará lo que Dios diga. Esta es la misión más grande, más hermosa, más completa: hacer la voluntad de Dios. Todos tenemos que hacer la voluntad de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo; para esto ha muerto Jesús en cruz y ha derramado tanta sangre, nosotros tenemos que obedecer a Dios, hacer siempre su santa voluntad.

Cuando Jesús empezó a sangrar, los hombres malvados continuaban insultándolo: era triste este espectáculo y nadie podía hacer nada, ni siquiera la Madre. La Virgencita estaba sola al lado de Jesús, ni siquiera estaban S. Juan y las otras pías mujeres, pero Jesús era feliz derramando su sangre por todos los hombres de buena voluntad. Así os digo a vosotros: cuando sucede algo parecido, cuando vuestra hermana ha perdido tanta, pero tanta de su sangre, que casi ha vencido la carrera con Dios, con Jesús crucificado, se han salvado muchas almas.

"¿Dónde están?" diría una persona. Las ha salvado, a Nosotros nos importa que estén salvadas. "Salve, Cristo, rey de los Judíos", decían los esbirros y le escupían encima, tenía sed y le daban vinagre, tenía hambre, tenía frío, y sin embargo estaba contento de sufrir y el mismo día llevó consigo al Paraíso al ladrón arrepentido. Si ha llevado consigo al ladrón arrepentido, llevará también a alguno de vosotros arrepentido. Cuando alguien muere, el último cuarto de hora todavía puede pedir perdón a Jesús crucificado y se salvará. Ánimo, ánimo a todos, la misión de hoy ha sido muy dura y difícil y tendrá que ser llevada adelante.

Marisa - Oye, quería pedirte una cosa, no sé como decirla, quería pedirte: pero, ¿cuándo voy para arriba yo?

Jesús - Tienes que aprender solamente a hacer la voluntad de Dios, entonces subirás a los otros montes, a las esferas del firmamento, al sol, a la luna, a las estrellas, subirás en medio de ellos y serás feliz, hija mía. Ánimo y adelante con respeto el uno por el otro.

Junto a mi Obispo y vuestro, yo, Jesucristo, os bendigo a todos.

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Jesús, ¿cuándo me llevas? Me he cansado, ya no puedo estar más así, estoy siempre mal, siempre mal, siempre mal. El que calla otorga. Adiós, Jesús. No te rías. (dirigida al Obispo)

Obispo - Me he quitado el solideo porque al final he comprendido que estaba Jesús.

Marisa - También estaba Dios... Gracias porque has vuelto de nuevo, pero la obediencia yo la tengo que hacer a Dios, él la tiene que hacer a Dios, los dos juntos la hacemos a Dios. ¿Te gusta? Se hace así. Pero ¿cuándo me llevas? Me habéis hecho gastar un montón de dinero. Perdona si te he reclamado, Jesús, pero Tú eres tan obediente que saltas enseguida.

Roma, 29 junio 2009 - hora 12:22 a.m. (Carta de Dios)

Jesús - En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, amén.

Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy es la gran fiesta de nuestros Pedro y Pablo. Vosotros conocéis muy bien su historia: fueron ordenados Obispos por Jesús, hace muchos siglos y Jesús después de tantos siglos ha ordenado personalmente Obispo a vuestro sacerdote. ¿Por qué entonces podía hacerlo y hoy no? ¿Por qué hoy es criticado, calumniado y difamado? Han pasado siglos desde que han sido ordenados Pedro y Pablo y han pasado años desde que ha sido ordenado nuestro Obispo.

Marisa - De todos modos, dejémoslo estar. Nosotros, Jesús, te damos las gracias porque hoy nuestro Obispo está aquí en medio de nosotros. Hasta ayer tuvimos miedo de que no pudiese bajar, que se hubiese visto obligado a quedarse en casa enfermo, después Tu nos has concedido la gracia, le has ayudado, le has hecho feliz incluso con la colaboración de la doctora que se ha prestado a ayudarlo hasta el fondo. Don Claudio ha descansado bien toda la noche, esperemos que todos esto continúe. Jesús, ayúdanos a todos nosotros porque todos lo necesitamos de un modo u otro. Queridos Pedro y Pablo, amad a nuestro Obispo, es vuestro hermano, amadlo todo lo que podáis, defendedlo todo lo que podáis.

¿Por qué has levantado el brazo, Jesús? ¿No quieres defenderlo?

Jesús - Verdaderamente lo he levantado para defenderlo.

Marisa - ¡Gracias! Quizás no somos tan valientes y buenos para que merezcamos tanto, pero lo intentamos. Tratamos por todos los medios de ser buenos, de ser valientes, de hacer todo lo que Tú nos dices. Has constatado que hemos hecho todo lo que Tú nos has dicho, tanto nosotros como nuestros jóvenes: por esto no tengo palabras para darles las gracias.

Jesús - Grande fiesta, fiesta de amor, de paz, de realeza que deberá triunfar en esta Iglesia. Cuando todo triunfe y renazca la nueva Iglesia, el Obispo empezará a trabajar en la nueva Iglesia.

Marisa - Jesús, mándale ayuda a él y a todos los que colaboran con él, porque él solo no puede, nosotros Te rogamos y Te damos las gracias por esta ayuda. Querido Jesús, quédate a nuestro lado, no nos abandones, no nos dejes solos. Virgencita, Madre de la Eucaristía, sé nuestra Madre. S. José, Abuela Yolanda, sed nuestros protectores, ayúdanos siempre, tenemos necesidad de ayuda. Gracias.

Nuestra Señora - Yo, la Madre de la Eucaristía, junto a todos los ángeles y santos del Paraíso, donde hoy se celebra una gran fiesta, y tú lo sabes, Marisella, os bendecimos a vosotros, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendecimos a los niños, a los adultos, a los jóvenes; bendecimos a todos los están enfermos, en los hospitales, a los que están puestos en el punto de mira y masacrados, y tu, Marisella, sabes también esto.

Marisa - Bendícenos a todos.

Nuestra Señora - En el nombre Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén. Sea alabado Jesúscristo.