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Tercera apelación de Dios Padre a la humanidad

4 de noviembre de 2001

Roma, 4 de noviembre de 2001 - h.10:45 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Quién eres tu?

Dios Padre - Yo soy Dios Padre y he venido a este lugar, elegido por Mi, para daros las gracias y para invitaros a orar, como ha pedido a menudo María, Madre de la Eucaristía. Esta vez os invito a orar por todos los sacerdotes, desde el Papa al sacerdote más pequeño, y por todos los superiores, desde el más grande al más pequeño. Yo estoy harto de ver tanta porquería en este mundo que he creado y de lo cual ahora los hombres no se dan cuenta. La porquería arranca de los jóvenes, de los adultos y de los ancianos. Estoy harto de ver tanta porquería. Vosotros habéis sido elegidos por Mi, a vosotros os he mandado a María, Madre de la Eucaristía para orar con vosotros y para llevar mis cartas, que no siempre son tomadas en consideración.

Sí, Yo soy Dios. Tu no me puedes ver, Marisella, porque nadie puede ver a Dios. Cuando termine vuestra vida, después del juicio, conoceréis a Dios, a aquel Dios que ha creado el mundo, aquel Dios que ha entregado a su Hijo a la muerte por vosotros y por todos los hombres.

Vosotros preguntáis por qué Dios no interviene y repetís: "¿Por qué, Dios, por qué?". Aquellos largos porqué, aquella sarta de por qué que oigo a menudo, me afligen.

Caminad por el camino recto, pensad en orar por la paz; no penséis en cultivar antipatía o simpatía recíproca, no caigáis en la envidia, en los celos, en la calumnia y la difamación. Os invito a participar en la oración más santa, más grande, más elevada, que es la Santa Misa y a hacer la Santa Comunión. Como tantas veces se os ha dicho, recibid la Eucaristía en gracia, de otro modo, no la toméis y continuad bien. No se puede recibir a Jesús Eucaristía en pecado, porque hacéis un sacrilegio y entonces el demonio os atrae hacia sí. Cuando el demonio entra en un alma es bien difícil que salga, si no hay una voluntad firme y decidida.

Repito: estoy harto de ver tanta suciedad en este planeta tierra, que he amado tanto y que, a pesar de todo, continúo amando y a donde continúo enviando a la Madre de la Eucaristía por vosotros. La Madre de la Eucaristía aparece solo aquí, con vosotros. En este momento vuestra hermana la ve de rodillas a mis pies, con la cabeza inclinada hasta tierra y lo mismo hacen todos los niños, las almas salvadas, los santos, los ángeles, porque Yo soy Dios y no hay otro Dios fuera de Mí. Pero no por esto los miembros de otras religiones no son salvados, si se comportan bien. Yo soy el Dios de todos, amo a todos y quiero salvar a todos.

Y entonces Yo, Dios, confío en vosotros, pequeño rebaño, como siempre.

Dentro de poco empezarán los encuentros bíblicos. ¿Qué oración es la más importante después de la Santa Misa?. Conoced la Palabra de Dios, Mi Palabra. Conoceréis al gran Pablo y Yo enviaré a la Madre de la Eucaristía, junto a sus niños, donde vosotros y con vosotros, cada vez; pero que entre vosotros haya amor, oración, sacrificio.

Marisa - Ya no se le oye.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, soy vuestra Madre. ¿Habéis oído todo lo que Dios Padre ha dicho?. Este planeta tierra es todo una porquería. Lo que ha dicho es grave, es triste, pero yo os ayudaré a orar, por las almas que no saben orar, por aquellas almas que viven en la porquería.

Marisa - Yo, Virgencita, te quiero encomendar a todos los niños. Que no sufran nunca por culpa de los hombres malvados y las mujeres malvadas; protégelos tú. Los niños son radiantes, unos soles, buenos, protégelos tú. Te encomiendo a todos los niños, a los enfermos, a todos.

Nuestra Señora - Te confío a toda la Iglesia, Marisella.

Marisa - Pero no como esta noche, un poco menos.

Nuestra Señora - A todos os confío mi Iglesia, la Iglesia de Jesús. El que pueda que haga ayuno y adoración eucarística. Os lo ruego, participad en el encuentro bíblico, una vez a la semana haced este sacrificio, después estaréis más contentos y satisfechos.

Junto a mi santo obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los niños. Estad tranquilos, mis hijos los protegerán. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, Virgencita. Sí, cuando he oído la voz de Dios he tenido un poco de... no sé si miedo o sugestión. Nosotros continuamos estando en medio de esta porquería. Tu, una vez dijiste que un lirio sumergido en el fango sale siempre limpio, si quiere.

Nuestra Señora - ¿Te acuerdas?

Marisa - Adiós. Don Claudio ha venido Dios Padre.

Don Claudio - Lo hemos oído.

Marisa - Tenía un poco de tembleque.