Carta de Dios
Roma, 29 de junio de 2002 - h. 10:50 a.m.
Jesús - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Vuestro Jesús está contento de cómo habéis preparado la fiesta; habéis sido verdaderamente hábiles en hacerlo funcionar todo de la mejor manera. Desde el Paraíso hemos descendido todos a la Tierra y nos hemos alegrado con vosotros. El calor no os espanta; humanamente hablando, es duro estar quietos bajo el sol, pero Dios ha mandado un poco de aire, y habéis notado un poco el frescor. Pensad que entre vosotros hay quien no puede soportar absolutamente nada el calor, porque puede tener colapsos, sin embargo ha superado todo el malestar provocado por el calor porque ha sido ayudado, como ha sido ayudada vuestra hermana para caminar.
Mientras estabais sumergidos en el silencio, le he dicho: "Ve, hija mía, camina". Naturalmente no caminará siempre, caminará solamente durante la fiesta, después volverá a estar como antes. No por esto se tiene que desanimar, la vida continua aunque esté sentada en una butaca, en una silla de ruedas, en una silla. Si conseguís amaros como yo os amo, os daréis cuenta de cómo todo será más fácil. Oh, es dulce y suave estar aquí en medio de vosotros con mi Madre y vuestra, con mi padre José, con los ángeles, los santos y todas las almas salvadas. Hay gran fiesta en este pequeño lugar taumatúrgico, llamado así por Dios. Este lugar, poco a poco tendrá que engrandecerse, pero a Dios le gusta esta tienda-basílica, este entoldado hecho con tanto amor y sacrificio. Nosotros estamos aquí, la Trinidad: Padre, Espíritu Santo y Yo Dios Hijo, está aquí.
(Se recita el Gloria al Padre)
Inclinad la cabeza junto a mi y a la Madre del cielo y continuad orando en silencio en vuestros corazones, hablad con Jesús, hablad.
Está presente el último santo canonizado por el Papa: san Padre Pío de Pietralcina, porque ama a sus hijos que lo aman.
Dios Padre - Ahora soy Yo, Dios, quien os habla. No me veis, ninguno de vosotros puede verme, ni siquiera tu, Marisella, puedes verme. Estoy aquí presente para deciros que todos vuestros sacrificios, vuestros sufrimientos, vuestro amor, han realizado la conversión de tres mil quinientos millones y una personas.
Mis queridos hijos, soy Yo, Dios quien os habla y os da las gracias: Yo, Dios, os doy gracias a vosotras pequeñas criaturas, por todo lo que habéis hecho, pero aún no habéis terminado de orar, de hacer florilegios y sacrificios. En este pequeño lugar que Yo he buscado, que Yo he definido taumatúrgico, tenéis que continuar orando hasta que se acaben las guerras, se acabe el terrorismo y tantas otras maldades que ocurren en este mundo tan corrupto, como ha dicho mi hijo Jesús. Sí, tenéis que continuar, también porque ya es tiempo de que los padres dejen de matar a los hijos y los hijos a los padres con tanta facilidad. Los hombres tienen más compasión por un animal, que por una criatura de Dios.
Hoy alegraos por este gran anuncio que os he dado, os habéis merecido esta alegría. Yo, aunque vosotros no me veis, os veo, lo veo todo, ayudo a todos los que quieren ser ayudados. No os preguntéis nunca: "¿Por qué Dios no hace esto? ¿Por qué Dios no hace esto otro?". Yo soy Dios y sé lo que tengo que hacer. Cuando he ordenado obispo a vuestro sacerdote, he dicho: "Te ordeno obispo", no he dicho: "Si quieres, te ordeno obispo"; la situación es muy diferente. Pero los hombres no lo han aceptado, mis hombres no lo han aceptado. Eh ahí porque es necesario orar tanto por los hombres de la Iglesia que reciben a Cristo sin estar en gracia; por los hombres de poder que hablan y no son capaces de obtener nunca nada ni de salvar el mundo. Tenéis que orar por vuestros hijos, por vuestros sobrinos, porque en el futuro serán ellos los que saquen adelante este mundo tan pervertido, este mundo que solo busca diversión malsana; Yo quiero que os divirtáis, pero con diversión sana.
Marisa - Te oigo hablar y no Te veo, Dios mío.
Jesús - Mis queridos hijos, es de nuevo vuestro Jesús quien os habla, y una vez más gracias por esta Misa. Vividla como si fuese la última de tres mil millones quinientas mil y una misas.
Os bendigo a todos, aunque hoy hayáis tenido tantas bendiciones. Quizás habrá pronto algún santo entre vosotros.
Marisa - Tu lo sabes, Jesús, si no lo sabes tu, ¿quién lo sabe?
Jesús - Adiós, hija mía, gracias por todo lo que has hecho por la Iglesia.
Nuestra Señora - Y yo, vuestra Madre, os cubro a todos con mi manto materno. Os tengo a todos muy apretados junto a mi corazón; id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Se alabado Jesucristo.
Aplaudid una vez más y cantad aleluya en honor de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. A todos vosotros gracias.
(Se canta del Aleluya en agradecimiento)
Buena santa Misa y buena jornada a todos.
Marisa - Se han ido todos, eran muchos.
Don Claudio - Todo el paraíso estaba aquí.
Marisa - Sí.