Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Dios Padre dialoga con sus hijos

INTRODUCCION

El Obispo y la Vidente han querido hacer un gran regalo a nuestra comunidad y a todos los que, esparcidos por el mundo, aman, veneran e invocan a la Madre de la Eucaristía.

Después de haber obtenido el permiso del Cielo, han autorizado la publicación de las Cartas de Dios y de las conversaciones tenidas con las Tres Personas Divinas, con la Virgen y con algunos Santos, durante el periodo estival del año pasado.

Nos encontramos ante un acontecimiento único y ante una decisión importante. De hecho los mensajes sobrenaturales dados durante el curso del año social, en presencia de la Comunidad, han sido siempre íntegra y fielmente publicados en nuestro giornalino "Perlas de la Madre de la Eucaristía" y han sido divulgados en nuestra página de Internet www.madredelleucaristia.it, mientras que los que han sido dados sólo al Obispo y a la Vidente durante los meses de verano de los años anteriores, salvo rara excepción, los han guardado en secreto. Los motivos de la confidencialidad son dos:

1) son estrechamente personales,

2) contienen noticias, revelaciones e informaciones sobre la Iglesia y sobre otros delicados e importantes argumentos.

Ya que el periodo veraniego del 2006 ha sido para el Obispo y la Vidente particularmente duro, lleno de problemas y pródigo en sufrimientos, Dios se ha manifestado con una frecuencia tal que no tiene igual en toda la Historia de la Iglesia, como ha afirmado la Virgen.

El Padre Celeste ha permitido al Obispo y a la Vidente que lo llamen "Papá" y se ha volcado sobre el sufrimiento de sus dos hijitos con dulzura inimaginable.

Lágrimas de emoción han orlado los ojos de los que han tenido el privilegio de hacerse cargo de la publicación de estas cartas de Dios, que recogen el amor infinito de Dios-Papá hacia sus dos hijos a los que ha llamado a llevar a cabo en la Iglesia la doble misión:

1) Hacer triunfar la Eucaristía en todo el mundo,

2) Hacer renacer la Iglesia

Estamos seguros de que el contenido de estas Cartas de Dios no sólo emocionará y conmoverá el corazón de los que las leerán, sino que enriquecerá sobre todo su alma y les hará experimentar y gustar la paternidad de Dios y la maternidad de la Virgen.

Estamos agradecidos a nuestro Obispo, Mons. Claudio Gatti, y a nuestra hermana Marisa Rossi que han querido abrirnos su corazón, pero sobre todo el corazón de Dios y de la Madre de la Eucaristía.

A todos os pedimos que oréis mucho y que ofrezcáis a Dios florilegios, sacrificios, ayunos y mortificaciones para que aumenten las conversiones de las almas y para acelerar las intervenciones divinas que darán al Obispo y la Vidente la victoria que les ha sido prometida desde hace mucho tiempo


Alba Adriatica (TE), 7 julio 2006 - h. 12:45 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¡Cuánta gente!

Nuestra Señora - Yo, la Madre de la Eucaristía, hablo la primera en el día de la fiesta de vuestro santo Obispo, San Claudio. Aquí tengo conmigo a San Claudio, Obispo de la Eucaristía, como lo eres tú.

Me gustaría mucho que os amaseis como os amamos Nosotros y que el sufrimiento os dé también alegría. Me gustaría veros sonreír y festejar. Excelencia si te hacen pequeños regalos, acéptalos, es una alegría para ellos hacerlos; démosles alegría también a ellos.

San Claudio - Mi querido Obispo de la Eucaristía. Rezo cada día por ti y te amo mucho; ¡si supieses cuántas personas grandes y pequeñas rezan por ti! Al final triunfarás. Tu vida es dura, el inicio de tu triunfo se alarga cada vez más, pero no estás solo, tienes a Marisella que te ayuda y ha ofrecido su vida por ti. Dios Omnipotente me ha dado permiso para hablarte, querido Obispo de la Eucaristía. Somos dos Obispos de la Eucaristía.

Marisa - Oye, ¿puedo decirte una cosa? A mi me interesa que abraces a mi Obispo, Monseñor Claudio Gatti, apriétalo junto a tu corazón, al corazón de Jesús, de María y de todos.

Tu me tienes que ayudar, Virgencita, ayúdame a superar este momento de crisis, que creo que no durará siempre, después habrá la alegría, la fuerza y el valor que tu me darás, que Jesús, todos los ángeles y los Santos del Paraíso me darán. ¿Verdad, mamaíta, que me ayudarás también tu?

Nuestra Señora - Ánimo, mis queridos hijitos, sed fuertes y cuando ocurra alguna cosa por culpa de las personas que no se comportan bien, dejadlas estar y solamente decid: "Te has comportado mal" y basta, sin discutir.

Tratad de amar a todos. Vosotros queréis mucho a las personas y los otros no aman, por esto sufrís.

San Claudio - Monseñor Claudio Gatti, te amo y ruego por ti, en el Paraíso todos rezan por ti. Ánimo, el tiempo se acerca, dice Dios. Yo no conozco el tiempo de Dios; sólo os digo ánimo y seguid adelante en nombre de Jesús, de María, de San José, de la querida Abuela Yolanda y de todas las personas que os aman, seguid adelante y quereos.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Obispo - ¿Puedo hablar?

Nuestra Señora - Sí. ¿Pretendías más, Don Claudio?

Obispo - Estamos todavía en el momento de la espera, de la prueba y del sufrimiento. Por mediación tuya doy gracias a Dios por la ayuda visible que he constatado en tantos momentos, si no hubiese habido vuestra ayuda en este momento Marisa ya no estaría.

¿Te acuerdas cuando el año pasado te pedía que pudiéramos estar juntos con tranquilidad y serenidad porque creía que serían las últimas vacaciones juntos? Todo aquello que te pedí el año pasado lo repito este año, si es posible. Ella quiere estar en nuestra compañía, pobrecita, está siempre sola, si le quitamos también nuestra compañía cuando comemos y cuando estamos juntos en la mesa, ¿qué le queda? ¿ Le puede conceder Dios, si esta es Su voluntad, la posibilidad de comer algo aunque sea poco y aconsejado, si es posible, por ti?

Nuestra Señora - Claro, yo puedo aconsejaros todo, pero la situación de Marisella es muy grave.

Obispo - Ya lo sé.

Nuestra Señora - Es muy sensible, tiene una hipersensibilidad de miedo y ahora el estómago se resiente, como en este momento, porque su salud está empeorando; le hemos dado la Eucaristía y tiene hambre de nuevo.

Obispo - ¿Cómo es posible?

Nuestra Señora - Ella tiene que comer la Eucaristía y un poco de alimento.

Obispo - Pero no es capaz…

Nuestra Señora - Poco a poco llegará también a alimentarse sólo con la Eucaristía, pero ahora no podría, porque tiene un tumor, que le come incluso aquel poco de Eucaristía que le damos. Esperemos que Dios le dé lo que necesita comer y sigamos adelante. Esperemos que pronto termine todo esto. Tenéis que tener más fuerza y más ánimo.

Marisa - Bueno, más que esto, ¡yo no sé!

Obispo - Mi hermanita es una roca.

Nuestra Señora - El estómago está ya estropeado. También el hígado y el bazo están enfermos, pero el estómago es el más enfermo.

Obispo - Pero Jesús es Dios y puede hacerlo todo.

Nuestra Señora - Sí, lo puede hacer todo.

Obispo - Ya sé que ella se está inmolando por mi futuro y por esto le tendría que decir gracias cada segundo, pero hazla estar un poquito mejor porque así salimos y goza aquel poco que puede gozar. La Eucaristía es Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Nuestra Señora - Ahora vamos a ver como va la jornada de hoy, que no se presenta nada bien.

Obispo - ¿Podemos salir un poquito para que se distraiga?

Nuestra Señora - Sí, podéis salir siempre.

Obispo - ¿Ahora? Pero cuando hay sol no podemos salir.

Nuestra Señora - Este sol no hace daño.

Obispo - Está bien, salgamos enseguida y así veremos si puede distraerse.

Nuestra Señora - Puede ser que caminando le venga el vahído de estómago y tenga más hambre.

Obispo - Si no lo sabes tú, que eres la Madre de Dios…

Nuestra Señora - Ya sé que soy la Madre de Dios.

Obispo - Yo soy una pequeña criatura…

Nuestra Señora - Es Dios el que decide.

Obispo - Sí, de acuerdo, estoy convencido de ello, ¿se lo podemos pedir a Dios?

Nuestra Señora - Podéis pedirle todo lo que queráis.

Obispo - Yo querría defenderla, en este último período, de los sufrimientos causados por los hombres, pero no lo consigo, gracias de todos modos por haber venido.

Nuestra Señora - Adiós, amor mío. Felicidades a nuestro querido Obispo.

Obispo - ¿Ha hablado la Abuela Yolanda?

Marisa - La abuela Yolanda ha dicho solamente: "Quered a mi hija, no la hagáis sufrir". No sé porqué ha dicho eso.

Alba Adriatica (TE), 10 julio 2006 - h. 10:45 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - La Madre te da las gracias por tus sufrimientos, que no han terminado. Te da las gracias por la alegría que das a estos hijitos que tienes contigo, como has hecho esta tarde siguiendo los cantos de montaña. ¿Has visto que la Madre te ha dado un poco de voz?

Marisa - ¿Me la dejas siempre?

Nuestra Señora - Esto depende de Dios, yo te la dejaría siempre. No para cantar sola, pero sí junto al coro. Vosotros no podéis imaginar cuanta alegría me dais cuando estáis serenos, cuando cantáis, cuando reís incluso por tonterías.

Marisa - Porque deseo que las personas se conviertan.

Nuestra Señora - Tu subirás al Cielo conmigo, los ángeles y los Santos y el Obispo te seguirá al Paraíso, te dará un beso y luego volverá a la Tierra para terminar su cometido.

Marisa - ¿Me puedes decir cuando me llevas? Porque estoy verdaderamente cansada, cansada de sufrir.

Nuestra Señora - Tu sabes que Dios lo decide todo y que ahora tiene necesidad de ti, criatura. ¡Cuántas personas se han alejado de Dios y cuántas se han retirado de la misión que habían aceptado! Tú, alma hermosa y santa, sin embargo, te has quedado para ayudar a Dios y sufrir por las almas. Tu lo sabes porque ya estás en el Paraíso, donde todo es alegría, y gozas con tu madre, con la Madre de la Eucaristía, con Jesús, tu esposo, con San José y con todas la personas que has conocido.

Marisa - Me gustaría que algunas personas se convirtieran y creyeran en ti.

Nuestra Señora - En Dios. Yo quiero que se conviertan, pero nadie puede pretender que se conviertan los seres queridos si no quieren. Tú, Marisella, harás todo lo posible para convertir a estas personas.

Marisa - Sí, pero ayúdame, tengo mucha necesidad de ayuda y por la noche déjame dormir un poquito, te lo ruego, sino ¿cómo lo hago para ir en bilocación a ver a los sacerdotes?

Obispo - Esta noche estoy dispuesto a estar despierto yo, con tal de que ella duerma.

Nuestra Señora - Gracias, Excelencia, esto me lo esperaba.

Marisa - Jesús mío, esposo mío dilecto, ayúdanos Tu.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea

alabado Jesucristo. Ánimo y felicidades a todos vosotros.

Marisa - Adiós, adiós, mamaíta.

Abuela Yolanda - Cuando me llamas por la noche, hija mía, vengo siempre a tu lado y veo que sufres mucho. Nadie se puede dar cuenta de lo grande que es tu sufrimiento, sólo el Obispo lo puede comprender. Ánimo, hija mía, dentro de poco nos veremos arriba en el Paraíso; ahora ya estás, pero de otro modo.

Marisa - ¿Tengo el don de la trilocación? No lo sé. Está bien, mamá.

Abuela Yolanda - ¿Le das un beso al Obispo de parte mía?

Marisa - Claro, él te quiere mucho.

NOTA: A los que se tuvieran que escandalizar al leer las cartas de Dios del 14, 15 y 21 de julio 2006 recuerden lo que ha escrito el card. Josef Ratzinger pocos días antes de ser elegido Papa con el nombre de Benedicto XVI.

"Pero ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? Cuantas veces se abusa del santo sacramento de Su presencia, en que vacío y maldad de corazón entra Él a menudo! ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta de Él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de Su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad hay en la Iglesia, y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a Él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el que Él nos espera, para levantarnos de nuestras caídas! Todo esto está presente en Su Pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de Su Cuerpo y de Su Sangre es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Nos abruman su atuendo y su rostro tan sucios. Pero los empañamos nosotros mismos. Nosotros quienes te traicionamos, no obstante los gestos ampulosos y las palabras altisonantes. Ten piedad de tu Iglesia: también en ella Adán, el hombre, cae una y otra vez. Al caer, quedamos en tierra y Satanás se alegra, porque espera que ya nunca podremos levantarnos; espera que tú, siendo arrastrado en la caída de tu Iglesia, quedes abatido para siempre. Pero tú te levantarás. Tú te has reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos. Salva y santifica a tu Iglesia. Sálvanos y santifícanos a todos". (Vía Crucis - Novena Estación)

Alba Adriatica (TE), 14 julio 2006 - h. 4:30 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - No me siento con ánimo de continuar sufriendo, especialmente por los sacerdotes. Basta. Me retiro a mi casa, en via delle Benedettine, con mi Obispo, y no quiero ayudar más a ningún sacerdote, porque mi salud está comprometida y me estoy yendo por culpa de estas personas. Si me dicen que ayude a un joven, a una madre, a un padre, estoy dispuesta, pero no quiero sufrir por los sacerdotes. Condéname, si quieres, no me importa, pero para los sacerdotes no quiero sufrir más, me dan asco (Marisa llora en las espaldas del Obispo). No quiero a los sacerdotes, no los quiero, no los quiero.

Obispo - Virgencita mía, te lo ruego, manifiéstate, ¿ves en qué situación estamos? No podemos más.

Marisa - Yo no estoy enfada con nadie, ni con Dios Padre, ni con Dios Hijo, ni con Dios Espíritu Santo, ni con la Virgencita, pero mi no esta vez es definitivo. No me interesaré más por los sacerdotes. ¿Por qué tengo que pensar en ellos cuando tengo a mis hermanos y a mis hermanas en los que pensar? ¿Por qué tenemos que continuar dando para los sacerdotes que son sucios? Me dan ganas de vomitar cuando hablo de ellos. Lo han recibido todo, no quiero darles nada más a ellos.

Virgencita, créeme, no estoy enfada contigo, no quiero desobedecerte, pero no quiero inmolar mi cuerpo, hacer sufrir a mi alma por estas personas. Yo estoy muriendo y me gustaría morir con alegría, con Dios Padre, con Dios Espíritu Santo, Dios Hijo, la Madre de la Eucaristía, mi madre y mi Obispo. Hacedme partir pronto de este mundo, porque no puedo más. Perdóname, Virgencita, si he dicho estas cosas, no es por maldad, pero no puedo más. Perdóname, pero no puedo más.

Obispo - Ni yo tampoco. Somos dos que no podemos más.

Marisa - Nos ha acaparado muchos años.

Obispo - Treinta y cinco años.

Marisa - Treinta y cinco años de sufrimiento y hemos dicho siempre que sí.

Obispo - Ahora basta.

Marisa - Ahora que vaya a coger a algún otro. Aquellas personas que se han retirado han hecho bien, algunas han muerto, pero ¿Por qué me tiene siempre sufriendo?

Obispo - Pide a Nuestra Señora que venga a ayudarte.

Marisa - ¿Vienes a ayudarme, Virgencita, aunque no me lo merezca?

Nuestra Señora - Pero si yo estoy siempre contigo, tesoro, estoy aquí con vosotros. Tienes razón, es justo lo que dices y Nosotros haremos como quieres.

Marisa - ¿También para el Obispo?

Nuestra Señora - Sí, ahora basta. Basta con todas estas miserias de los hombres de la Iglesia, basta. Yo estoy con vosotros y vosotros estáis conmigo. También los hombres de la Iglesia son mis hijos predilectos, pero no hacen la voluntad de Dios.

Marisa - ¿Cómo estamos contigo? Ayer salimos a dar un paseo y tuvimos que volver atrás, hoy tenemos que lograrlo, pero yo no estoy bien.

Nuestra Señora - Verás que hoy lo conseguirás.

Marisa - Ayuda al Obispo, ayúdalo. Él te ama, te ama mucho, también a mi me ama mucho.

Nuestra Señora - Sí, ya lo sé.

Marisa - Mira, la mamá está llorando y llora por el. Ayúdanos, ayúdanos. Adiós, Virgencita, has prometido que nos ayudarías y yo espero con ansia tu ayuda.

Obispo - ¿Puedo hablar? Pregúntale si puedo hablar.

Marisa - ¿Puede hablar?

Nuestra Señora - Claro.

Obispo - ¿Ha llegado el momento en el que Dios diga basta?

Nuestra Señora - No, no ha llegado, pero después de lo que ha dicho hoy tu hermana, creo que no tendrá que pensar más en los sacerdotes.

Obispo - ¿Que significa esto?

Nuestra Señora - Significa que termina de sufrir por los sacerdotes y nosotros venimos a buscarla.

Marisa - Excelencia, ¿quieres venir conmigo?

Obispo - Tengo que cumplir mi misión. Yo vendré cada tanto arriba y tu vendrás a verme a mi.

Marisa - Entonces recibamos la bendición.

Obispo - Lo que cuenta es que tu estés mejor.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos los hijitos, a las madres, a los papás y a los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Ahora hagamos lo que ha dicho.

Obispo - Salgamos.

Marisa - No voy más en bilocación a ver a los sacerdotes.

Obispo - Estoy contento, estoy contento.

Marisa - Ayer tarde, cuando Nuestra Señora me habló de Milingo, me dio un ataque.

Alba Adriatica (TE), 15 julio 2006 - h. 1:50 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Como lo habías prometido a nuestros padres, así también nos has prometido cosas hermosas a nosotros. Hemos llegado a treinta y cinco años desde que nos has llamado para la gran misión. Hemos padecido mucho, también gozado, pero sobretodo hemos sufrido. Ahora hemos llegado a un punto que ya no tenemos fuerza ni para levantarnos, ni para sentarnos, ni para comer, ni para hablar, ni para hacer nada. Virgencita, pura, santa e Inmaculada, habla con Dios por nosotros y dile que estamos cansados.

Nuestra Señora - Mis queridos hijitos, Dios lo sabe todo. Conoce vuestro cansancio y vuestro sufrimiento y sabe también de tu negativa de ayudar a los sacerdotes y ha consentido.

Marisa - Estoy contenta.

Nuestra Señora - Te queda, sin embargo, el cometido de ayudar a los laicos, a los niños, a los jóvenes. Verás que será más fácil ayudarles a ellos antes que a los sacerdotes.

Dios Padre - También a mi, Dios Padre Omnipotente, me repele hablar del señor Milingo. Si a ti te da repulsión y disgusto este hombre, imagina a Mi, que lo he creado. Todos lo han defendido, empezando por el Santo Padre, los obispos y los cardenales. Le han dado todo: casa, dinero, honores y él ¿qué ha hecho? Ha huido entre los brazos de su mujer. Has hecho bien en renunciar a ayudar a los sacerdotes, no te reñiré nunca por esta negativa. Basta con los sacerdotes, ya sean buenos o malos, basta. Goza de este poco tiempo que te queda por vivir. Gózalo con tu hermano y con las personas que te quieren. Para Mi el tiempo de tu partida hacia el Paraíso está a punto de cumplirse y sé que tu estás contenta. Sé que no estás bien y que el tumor en el estómago te come dentro, por eso sería mejor que te llevásemos al Paraíso. Tampoco en estos momentos estás bien porque piensas en aquellos sucios señores sacerdotes. Ya lo sé, son sucios. Si tuvieses a tu lado a otros sacerdotes como Monseñor Claudio Gatti, todo sería más fácil para ti y para él. Pero te lo ruego, no abandones a los niños, a los jóvenes y a los laicos que quieren convertirse. Sé buena, Marisella, acéptalo todo, pero no ofrezcas tus sufrimientos y tus oraciones por los sacerdotes. Ya sé que te cuesta hablar y que el dolor te está martirizando el cuerpo, por esto te pido a ti, Excelencia, si deseas hablar conmigo. Si quieres, pero no te sientas obligado.

Obispo - Ante todo, Te doy las gracias, Señor Dios mío, porque en estos quince días, incluso en el gran sufrimiento, he constatado Tu ayuda, porque de lo contrario no habríamos podido festejar nuestros treinta y cinco años. Tu, mi Dios, has dicho a Marisella que le queda muy poco por vivir y la has exhortado a gozar de este último período. Por este motivo, Te pido que le quites algún dolor, tal como el 15 de julio del año pasado le quitaste el tumor de los huesos. Deseo tanto vivir este último tramo de camino junto a mi hermana hablando del Paraíso, de mi futuro y de cómo se puede ayudar a toda esta multitud de personas, abandonada por los pastores, para que vuelvan a Ti, mi Dios. Ea, es este el gran deseo que tengo en el corazón y que no habría dicho si Tu no me hubieses invitado a hacerlo. ¿Es posible, mi Dios, que Marisa pueda estar un poquito mejor? Tu estableces el día y la hora del nacimiento y de la muerte, pero está aquella fecha que yo he indicado por motivos que sabes. Señor me remito a Ti, haz lo que quieras y será siempre lo mejor, pero si puedo insistir, haz que Marisella pueda estar un poquito mejor. No me siento con ánimo de decirte nada más, sino es recomendarte a Tu Iglesia y a los sacerdotes buenos y honestos. Aunque Marisella no tendrá que pensar más en ellos, yo creo que es mi deber pensar y orar por los sacerdotes. Te pido que bendigas a los buenos y neutralices a los malos en el modo que Tu juzgues mejor. Tu Iglesia renacerá, ciertamente del costado de Tu Hijo, por Tu poder y la gracia del Espíritu Santo, pero también por la sangre, las lágrimas y el sufrimiento de Tus hijos, que han ofrecido e inmolado su propia vida por ellos. Entre estos hijos, creo que no soy presuntuoso, podemos considerarnos estar en primer lugar. Mi Dios, bendíceme, dame la fuerza para seguir adelante, pero sobre todo el dominio y el control de mi mismo, porque a veces el cansancio es fuerte y lucho con mi sistema nervioso. No quiero que de mi boca salga ni la más pequeña palabra que involuntariamente haga sufrir a Marisa, que ya sufre tanto, o a algún otro. Señor, dame, como me has dado siempre, mucha gracia para el alma y energía para el cuerpo, para que pueda trabajar hasta el fin y hacer Tu santa voluntad.

Marisa - También yo, Dios, te pido que me des un poco más de fuerza, porque ya no soy capaz ni de hablar, ni de comer, ni estar en pie o sentada, estoy muy cansada. Siento un cansancio que me consume y estoy muy débil, pero quiero continuar amándote y a todo el Paraíso, pero tienes que ayudarme sino es mejor que me lleves ahora, sin esperar mucho tiempo. No pido nada contra Tu voluntad, pero si quieres, llévame. Te encomiendo con todo el corazón a Monseñor Claudio, pensaba que viviría hasta su ascensión a las alturas vertiginosas, pero en las condiciones en que estoy hoy no puedo, no puedo. Tu sabes cuanto le amo, pero no puedo llegar hasta entonces porque me faltan las fuerzas. Si Tu quieres, puedes ayudarme y puedes darnos aquella pequeña fuerza de la que tenemos necesidad.

Dios Padre - Yo, Dios Padre Omnipotente, haré de todo para sanar el mal presente en aquellas personas, pero vosotros no desfallezcáis. Al menos vosotros, quereos y amaos. Yo, Dios Padre, Jesús, el Espíritu Santo, la Madre de la Eucaristía y todos los Santos y los ángeles del Paraíso estamos con vosotros. Recordad que la abuela Yolanda es santa.

Marisa - Gracias. ¿Seré santa yo? No soy buena como mi madre.

Dios Padre - ¡Oh sí, hija mía, serás declarada santa pronto!

Marisa - Gracias.

Dios Padre - Excelencia, si no tienes nada más que decir termino esta Teofanía dedicada a ti, porque tu hermana está muy cansada.

Obispo - Sí, tengo un deseo en el corazón y Tu sabes a lo que me refiero, pero lo hablaremos en otra ocasión.

Dios Padre - No, dilo ahora, no te preocupes.

Obispo - Señor, Tu has hecho los más grandes milagros eucarísticos de la Historia de la Iglesia en el lugar taumatúrgico. Nosotros conservamos la Eucaristía que ha sangrado y algunas hostias que han derramado sangre incluso dos o tres veces. Por el Triunfo de la Eucaristía, por Tu triunfo, a mi modesto parecer, sería hermoso que en el tercer domingo del mes Tu intervinieras para curar a muchos enfermos, incluso graves, con una condición: después que se hayan reconciliado contigo en la Santa Confesión. Lo sabes, desde hace años tengo este pensamiento dentro y que Tu conoces y que hoy me has autorizado a manifestarte.

Dios Padre - Está bien. Os doy las gracias por todo el bien que hacéis por la Iglesia, pero no por esto quiero que continuéis trabajando y sufriendo por los sacerdotes. No, no, basta. Amad a los tullidos, a los enfermos y a las personas que tienen hambre y sed de justicia, pero dejad a los sacerdotes.

Marisa - Sí, sí, estoy contenta.

Dios Padre - ¿Puedo daros la bendición o tienes algo que decir, Don Claudio, Monseñor mío?

Obispo - Te lo hemos dicho todo y ahora, mi Dios, me arrodillo aunque sabes que no podría, pero delante de Ti tengo que postrarme en tierra. Danos Tu bendición y un poco de alivio a Marisa.

Dios Padre - Junto a la Madre, Madre de la Eucaristía y a todos los ángeles y Santos del Paraíso, os bendigo a vosotros y a las personas que os he dicho que ayudaré. Os traigo a todos junto a mi corazón, especialmente a vosotros dos, mis queridos hijitos.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. Excelencia, si no te quieres poner la mitra, puedes evitar el ponértela.

Obispo - Gracias.

Dios Padre - Hazlo así pues, porque estás más hermoso sin mitra.

Marisa - Adiós.

Villetta Barrea (AQ), 18 julio 2006 - h. 2:50 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Me permites estar un poquito mejor, especialmente por la noche, cuando se desencadenan muchos problemas y dolores? Oye, mamá, ¿se lo vas a decir a Dios? No pases a través de nadie, ve directamente a Dios y díselo. Díselo, tesoro, mami, o sino llévanos. Si el Obispo no quiere venir no importa, llévame a mi, no puedo más. Yo soy para el Obispo una gran preocupación y cuando yo ya no esté él estará tranquilo. ¿Vas a hablar con Dios? ¿Se lo dices?

Abuela Yolanda - Sí, tesoro, te prometo que iré a ver a Dios y no iré sola. Llevo conmigo un ejército de ángeles para hablar con Dios, para decirte que al menos te deje estar un poquito mejor, solo un poquito.

Marisa - No pedimos muchos, pedimos solo el poder estar un poquito mejor, tesoro. Mamaíta, ya sé que tu no mandas, pero díselo a Dios. Abuela Yolanda - ¿Y el Obispo?

Marisa - Volvemos a empezar con el Obispo. Él tendrá que hacer renacer la Iglesia. Llévame contigo. Dile a Dios que nos deje estar un poquito mejor, poco, poco, no pedimos tanto.

(Dirigiéndose al Obispo) ¿Verdad, pequeñín?

Obispo - Si no es así haré huelga.

Marisa - Mamá, ¿no te lo crees? Mira que cuando dice una cosa la hace. Está bien, mami, oye, ve a ver a Dios y dile que me haga estar un poquito mejor, que nos deje gozar un poquito en este rincón de paz. Ayúdanos verdaderamente, porque estamos en las últimas, apurados. Adiós, adiós, tesoro.

Abuela Yolanda - Adiós, amor.

Marisa - Acuérdate de nosotros, te lo ruego, acuérdate de nosotros.

Villetta Barrea (AQ), 19 julio 2006 - h. 10:50 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Te hemos esperado y has venido con mi madre. Virgencita, ¿ves cómo estamos reducidos? Somos dos guiñapos, ayúdanos, te lo ruego, haznos descansar y transcurrir una jornada serena, un poco más distendida, sin tantos problemas que nos aflijan. No soy yo sola la que sufre, sino también Su Excelencia y estos muchachos que están con nosotros. Ayúdanos, Virgencita, te lo ruego. Madre, madre de nosotros dos, ayúdanos, tenemos mucha necesidad. Yo no estoy nada bien, aunque en este momento me sienta mejor, continúa ayudándonos, y nosotros estaremos con vosotros y vosotros estaréis con nosotros y juntos rezaremos. Cuando digo que no es porque estoy cansada y no soy capaz de rezar en voz alta, pero rezo en el corazón; rezo contigo, con mamá y con tu santo Obispo. Bendícenos a los dos, ayúdanos, no nos abandones, necesitamos mucha ayuda. No me prolongo más. Te doy las gracias de todo corazón y esperamos tu bendición en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Ánimo, hijitos, ánimo. Pensáis que estáis solos, pero no lo estáis.

Obispo - ¿Puedo hacer una pregunta?

Nuestra Señora - Sí, sí.

Obispo - ¿Sólo Marisella ya no tiene que escribir, ni ir a ver a los sacerdotes, ni a los obispos, ni a los cardenales ni tampoco más arriba? Porque a mi me molesta tener que escribir aquellas cartas a los cardenales.

Nuestra Señora - Lo sé, querido hijito mío, pero tu tienes que ser el jefe de los jóvenes y de los adultos. Marisella ya no irá más a hablar con los hombres de la Iglesia por varios motivos que tu sabes, pero tu no puedes dejarlos solos a todos. Deja estar los sacerdotes, pero ayuda a los jóvenes y a los adultos para que hablen con estas personas, mientras tu te quedas fuera como Marisella.

Obispo - Gracias. Por tanto, ¿ya no tengo que escribir más a aquellos señores?

Nuestra Señora - Sí, escribir sí, pero no ir a hablar o hacer otra cosa. Has terminado como ha terminado Marisella.

Obispo - ¿Cuándo terminará nuestro calvario?

Nuestra Señora - Hijo mío, el calvario es siempre largo. Tened paciencia.

Obispo - Tu has visto cuanto rezo, como esta noche.

Nuestra Señora - Sí, soy muy feliz de sentirte rezar, pero cuando tu hermana no puede, no la fuerces porque está muy mal. Adiós, mi dulce hijo. ¿Tienes aún algo que decir?

Obispo - Hazla estar un poquito mejor y hazla descansar. No puedo decir que velaré por ella porque, ya sabes que las noches pasadas he dormido muy poco. Haznos descansar a los dos.

Nuestra Señora - Tenéis que tomar la pastilla y dormir los dos.

Obispo - Gracias.

Nuestra Señora - Salve, hijitos. Adiós, Excelencia, vete en paz.

Abuela Yolanda - Adiós, Excelencia, vete en paz.

Obispo - Adiós, Abuela Yolanda.

Marisa - Adiós, mamaíta.

Villetta Barrea (AQ), 21 julio 2006 - h. 6:00 p.m. (Carta de Dios)

Abuela Yolanda - (Se dirige a Dios) Dios Padre, soy la Abuela Yolanda, me conoces. No pido nada, solo que ayudes a estos dos hijos míos. Han sufrido siempre, han sufrido también conmigo, ayúdales, te lo ruego. Tu puedes hacerlo, yo sólo puedo rezar.

Dios Padre - Nosotros les estamos ayudando, por supuesto, un poco cada vez, poco a poco. Su misión es muy difícil, pero Yo no les abandono nunca. Tu, Abuela Yolanda, que eres su madre, ayúdalos a vivir contigo, sobre todo a vivir con Dios, con su Papá.

Marisa - Has llevado contigo a todos los ángeles, y están también los niños. ¡Qué hermosos son! ¿Sabes que nos ha nacido una niña, Miriam? Después tendría que nacer otro, Ismael.

Abuela Yolanda - Que dulce nombre Ismael.

Marisa - He sido yo la que lo ha sugerido, ¿te gusta?

Abuela Yolanda - Es hermosísimo.

Marisa - Gioele ¿te gusta?

Abuela Yolanda - Son todos nombres bonitos. Id en paz, hijitos. He dicho muchas veces que no os abandonaré nunca. Claro que vuestra vida es dura, muy dura. Ningún santo ha sufrido lo que sufrís vosotros. Cuando terminéis de sufrir, gozaréis juntos y los otros se darán cuenta de quiénes sois y porqué habéis sufrido tanto.

Marisa - ¿Te puedo saludar, Dios?

Dios Padre - El Obispo me puede decir: "Hola, Papá" y tu: "Hola, Dios!". De todos modos lo hacéis todo igualmente.

Marisa - Nosotros Te queremos. Muchas veces me he preguntado: "¿Pero Dios nos quiere? ¿Por qué si nos quiere nos hace sufrir tanto?". Por la noche, te lo ruego, déjanos dormir. Yo no puedo más, tu hijito no puede más. A Ti, ¿qué te cuesta darnos una mano? Es suficiente con que Tu hagas así (Marisa chasquea los dedos), y nosotros estaremos bien. Adiós, adiós, mamá.

Abuela Yolanda - Adiós, hijo mío, soy tu mamá.

Dios Padre - Adiós, hijo mío, soy tu Papá.

Villetta Barrea (AQ), 21 julio 2006 - h. 6:58 p.m. (Carta de Dios)

(La aparición ha ocurrido en el automóvil)

Marisa - Ven a llevarme, mamá. No puedo más. De Claudio te ocuparás tú, mami. Llévame, estoy cansada, sufro mucho, no todos comprenden mi gran sufrimiento, que es un martirio continuo. Mamá, mamá, pide a Jesús que se me lleve. Manda a alguno que ayude a Don Claudio, no lo dejes solo. Mamaíta, mamaíta, llévame. La mía no es una vida, llévame no puedo vivir más. Dios ha dicho que me ayudaba, pero yo cada vez estoy peor. Mamá, Madre de la Eucaristía, de Jesús; Dios Omnipotente, ángeles y santos del Cielo, yo quiero sufrir, pero estoy cansada y quiero venir con vosotros. Llevadme con vosotros. Si vuestra preocupación es Claudio, llevadlo también a él. ¿Qué hacemos en la Tierra? Sufrir, sólo sufrir. Mamá, te lo ruego, pide a Dios Omnipotente que me lleve. Mamá, mamá bella, tesoro mío, qué hermosa eres, qué hermosa eres, mamá. Ya sé que ciertas personas te han hecho sufrir, son personas que no saben amar pero tu sabes perdonar, ¿verdad?.

Abuela Yolanda - Entonces, Marisella, así como he perdonado yo, tienes que perdonar tu también. Perdona tu también a los que aún te hacen sufrir. Yo muchas veces bajaría a la Tierra para gritarles, después me lo pienso y digo: "Sí, las he perdonado". También tu, hija mía, tienes que perdonarlas, son personas que no son buenas, son personas que no saben amar. Ves, la que se llama atea, es mejor que ellas. Tesoro, es por esto que tu la quieres, es por esto que tu la has adoptado como hija, ella dice que es atea, pero no es verdad. Sin embargo, aquellas que van a la iglesia, que tienen las manos juntas, que reciben a Jesús, son las que te hacen sufrir. Pero tu no estás sola, tu tienes a Monseñor Claudio Gatti. Tienes también a aquella persona que se llama atea, pero no lo es, te quiere, os quiere a los dos. Está Marco que os quiere, Marco ha cambiado. Marco se ha convertido en otra persona, espiritualmente hablando. Después tienes a tus sobrinos, pero el que te quiere verdaderamente es el Obispo. Tesoro mío, vuelvo al Padre a rezar con todos los ángeles, naturalmente con la Madre de la Eucaristía, con San José y con todos los Santos que tu conoces. Voy a rezar por vosotros, porque ya no puedes salir afuera, es demasiado duro. Preguntaré a Dios qué quiere aún de ti y veremos qué dice.

Adiós, hija mía. Adiós, hijo mío, adiós pequeña atea, adiós, Marco, un beso a todos.

Marisa - Estoy cansada, muy cansada.

Villetta Barrea (AQ), 21 julio 2006 - h. 7:00 p.m. (Carta de Dios)

(La aparición ha ocurrido en el automóvil)

Obispo - Mira el Paraíso. ¿Qué ves ahora? Mira adelante.

Marisa - ¿Por qué no filmas aquellas montañas?

Obispo - Tu descríbenos el Paraíso, porque es más interesante.

Marisa - El Paraíso es grandísimo, es muy grande, es muy hermoso.

Obispo - ¿Han llegado delante de Dios?

Marisa - Todavía no. Están todos en camino para llegar delante de Dios y pedir a ver si puedo estar mejor o morir. Mi madre va a pedir esto, pero aún no han llegado.

Obispo - ¿Tan larga es la procesión que va a ver a Dios?

Marisa - El Paraíso es el Paraíso. Es inmenso.

Obispo - ¿Están todos? ¿Es una fila enorme, larguísima?

Marisa - Sí, están todos, niños y muchas almas buenas.

Obispo - ¿Están también Don Giovanni y Don Giorgio?

Marisa - Sí, pero ellos están en el fondo, al lado de mamá está Nuestra Señora, San José y todos los niños.

Obispo - ¿Los sobrinos?

Marisa - Sí, luego llegan todos los otros Santos, primero, entre ellos está Fatina.

Abuela Yolanda (cantando) - Soy yo, Dio mío, soy la madre de Marisa, ¿qué quieres hacer de ella? ¿Quieres llevártela enseguida o dejarla un poquito en la Tierra para gozar con su hermano y estar un poquito mejor? Ea, Dios, estamos todos alrededor Tuyo. He visto la estrella de Dios. Estamos todos alrededor Tuyo para rogarte por aquella criatura. Los nombres que el Obispo le ha dado son exactos.

Marisa - Pero yo no los recuerdo, porque siempre tengo miedo de que se ría de mi.

Obispo - Mártir de amor.

Marisa - Mártir de amor.

Obispo - Heroína del sufrimiento

Marisa - Heroína del sufrimiento.

Obispo - Víctima de la Eucaristía.

Marisa - Víctima de la Eucaristía. Mártir de amor. Heroína del sufrimiento. Víctima de la Eucaristía.

Dios Padre - Yo soy Dios. Os acojo a todos a Mi lado. Juntos orad por Miriam, Marisella. Rezad, para que pueda hacer la voluntad de Dios hasta el fondo. Yo no quiero llevármela, quiero verla terminar de sufrir y luego llevarla al Paraíso. Quería dejarla todavía por poco tiempo con Su Excelencia para gozar un poco de la vida del mundo. La vida de la Tierra es tan sucia, tan impúdica, que casi me desagrada dejarla en este mundo lleno de personas inmorales, empezando por los vértices de la Iglesia.

Marisa - No lo digas, Dios, no lo digas. Yo te oigo, pero no Te veo, he visto la estrella, una estrella grande que brilla, ¿eres Tú?

Dios Padre - Soy Yo. Mientras estés en la Tierra no me verás, pero verás la estrella, una flor y muchos otras escenas maravillosas, pero no me verás hasta que no vengas arriba. Prueba a no comer, hija mía, prueba a tomar solamente la Eucaristía, veremos como va. Yo, Dios, quiero dejarte todavía un poco junto a tu hermano, pero como ves, tu salud está muy probada. Piensa en todas estas personas que están en el Paraíso, todas te aman. Pronto vendrás arriba conMigo y entonces Me verás y serás feliz. Presta atención, mira la estrella. Ánimo, hija mía, ánimo. Prueba a tomar sólo la Eucaristía, aliméntate sólo de Eucaristía, veremos como va.

Marisa - Pero Tú, sabes como va.

Dios Padre - Yo en este momento soy Dios en la Tierra. Si la situación mejora, te dejo todavía un poco, si no va bien, te llevo, hija mía. No puedo continuar viéndote sufrir de este modo.

(Se recita el Padre Nuestro)

Marisa - Gracias, Dios Omnipotente, ayúdame a estar un poquito mejor, si luego no sucede, llévame junto a la estrella. Adiós a todos. La estrella se ha ido.

Villetta Barrea (AQ), 23 julio 2006 - h. 12:00 a.m.

Fenómeno particular

Marisa - No sufro por la guerra, pero rezo por la guerra, porque si llega también a Italia estamos todos perdidos. Sufro muchísimo: primero sufría mucho por los sacerdotes, ahora ya no sufro por ellos, sin embargo me haces estar mal. Te lo repito, no soy capaz de hablar como mi hermano, él tiene una gran riqueza espiritual dentro del corazón y vosotros lo inspiráis al hablar. Yo no sé hablar, tengo este gran dolor que me está destruyendo. Te lo repito, si ha llegado la hora nos lo tienes que decir, como has prometido, porque tenemos que prepararnos espiritualmente y materialmente. Yo no soy buena, no soy una santa, tengo que corregir todavía mis imperfecciones, pero Tu, Dios, no prolongues esta agonía que es muy dolorosa, porque prolongándola nos haces estar mal. Nos dices una cosa, luego nos dices otra, has dicho que nos dirías la fecha de mi muerte, has dicho que preparabas al Obispo para esta partida, sin embargo todavía nada. Yo querría ir al Paraíso perfecta, quizás pretendo demasiado o es imposible.

Obispo - Ya estás en el Paraíso, ya estás en el Paraíso. Esto te lo ha dicho Dios.

Marisa - No, se lo repito: si ha llegado la hora dínoslo, te lo ruego, dínoslo, y volvemos a Roma a prepararnos y yo, estirada en aquél lecho de muerte, estaré contigo. Yo, cuando digo: quiero el ataúd blanco, quiero el vestido blando, lo digo porque me gusta bromear, me gusta reír, me gusta animarme y animar a los otros, a veces hago bromas. Dentro siento esta especie de serpiente que gira dentro y me come. Basta de hablar. Decídete, Dios, si tengo que partir haz que volvamos enseguida a Roma para prepararlo todo. Si no tengo que partir y quieres que me quede con los míos todavía, sobre todo con mi hermano, hazme estar un poquito mejor, un poquito, no digo mucho, un poquito. Habías dicho que me dabas la Eucaristía para no hacerme sufrir al comer, pero yo sufro lo mismo. Sufro aún más, ayer fue una jornada terrible y hoy es como ayer. Yo no puedo más. Te pido perdón si no he sabido darte todo lo que me pedías, te pido perdón si no he sabido sufrir por todas las personas, te pido perdón si me he negado a sufrir por los sacerdotes; Tú, esto lo has aceptado. Te pido perdón si no soy capaz de ofrecerme por esta guerra, sino que solo puedo rezar. Te pido perdón si he hecho sufrir a alguno de mis jóvenes, a alguna persona adulta, si he hecho sufrir a mi hermano, te pido perdón, Dios, te pido perdón si te he hecho sufrir. (Vuelta al Obispo) Te pido perdón si te he hecho sufrir. ¿Es verdad que te he hecho sufrir alguna vez? (El Obispo hace el gesto de que no) Si nos dice que tenemos que irnos porque ha llegado la hora tendremos que marchar.

Obispo - Que nos lo diga.

Marisa - Es lo que he dicho. No podemos continuar así. Dios, no sé que más decirte.

(El Obispo manda llamar a los otros)

Marisa - Yo te amo. Dio, te amo, te amo, te he amado mucho, no me avergüenzo de decirlo. He amado mucho a los hombres, a todos, incluso a los que me hacían sufrir. Pensaba que no sabía amar, sin embargo sé amar. Sé amar a todos, quiero amar a todos, pero queda poco tiempo, siento que ha llegado la hora. Si esta hora ha llegado, Dios mío, háblalo con el Obispo; dile: "Marcha a Roma, ha llegado la hora de preparar la partida de esta hija". Si, por el contrario, todavía no ha llegado la hora, y tengo todavía un poco de tiempo, hazme gozar un poco con mis amigos y mi Obispo, hazme estar mejor. Has dicho que si tomaba la Eucaristía estaría mejor, sin embargo estoy siempre mal, mal, mal.

Dios, Papá mío, yo te amo, como a todos, aunque alguna vez de mi boca salen palabras fuertes, pero hablo así, aunque es para bromear un poco, para animar un poco. Te pido perdón, corrige estas imperfecciones mías y decídete. Toma una decisión, Dios mío, ¿tanto necesitas para tomar una decisión? Si tenemos que partir, partamos para prepararlo todo para nuestro bien. (Vuelta al Obispo) ¿Verdad? Tu estabas de acuerdo. Adiós, Dios, adiós, Madre de la Eucaristía, adiós, San José, adiós mamá, pronto vendré a veros.

Me gustaría vivir en una situación mejor que esta, sino vengo a buscarte y juntas seremos felices, porque yo así no puedo más y tampoco el Obispo puede más, no se aguanta ya de pié, ya no puede hacer nada. No es posible que Tu durante treinta y cinco años hayas tratado a estos dos hijos tuyos de este modo. Nosotros hemos dicho que sí a todo, estoy cansada, estoy cansada.

(Se canta "Te amo, Señor")

Marisa - Ves, Jesús, que a pesar de todo, somos capaces de cantar, de llorar, de rezar y de reír, pero espero una respuesta. Si tengo que morir dentro de poco, tenemos que irnos a Roma, Tú lo sabes. Yo no quiero morir aquí, quiero morir en Roma con los míos. Si por el contrario me das todavía un poco de salud, haz que yo esté un poquito mejor. No me hagas pasar las noches de aquel modo, es para enloquecer. Y luego tienes que dejar dormir al Obispo, porque tampoco él se aguanta de pié ¿y como lo hará para ayudarme? Yo no soy una niña, yo soy grande.

Nuestra Señora dice: permanece niña. Tienes que ayudarnos a estar bien, un poquito, poco, poco, pero quítame este dolor que tengo aquí que me atormenta. (Vuelta al Obispo) ¿Nos das la bendición?

Obispo - ¿Y no dicen nada?

Marisa - Todavía no.

Obispo - ¿Cantamos un canto?

Marisa - No, danos la bendición, basta, estoy cansada.

(El Obispo da la bendición a los presentes y da la Comunión a Marisa)

Villetta Barrea (AQ), 23 julio 2006 - h. 1:20 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Mírala, Mírala. Te doy las gracias por haber venido. Tenemos mucha necesidad de ti, de tu ayuda, de la ayuda de Dios Padre, de Jesús, del Espíritu Santo, de San José y de mi madre. Tenemos necesidad de una respuesta muy importante, comprensible, segura. No podemos continuar de este modo.

Nuestra Señora - Marisella, te tomo la palabra y me uno a las oraciones que el Obispo formuló ayer tarde y a todas las oraciones de esta noche y de esta mañana en las que os habéis dirigido a Dios como hijos; vosotros sois hijos de Dios. La partida está llegando, pero no sucederá en estos días. Aún queda un poco de tiempo para estar juntos, para gozar y para orar. Sé que el sufrimiento es grande.

Tu, antes has dicho que te sientes imperfecta y la Madre te pregunta: ¿En qué cosas? No sabrías responderme. Por tanto la respuesta de Dios es que la partida llega, pero aún tendréis tiempo, poco tiempo naturalmente, para estar juntos. Esto no os tiene que afligir, os tiene que consolar. Tenéis que decir que finalmente vuestra hermana acabará de sufrir, y cuando esté en el Cielo con Nosotros, orará por vosotros. Orará también por vuestros seres queridos, por vuestros amigos, parientes, hijos que no creen y que llegarán a creer. Tenéis que aceptar la partida de vuestra hermana, porque tiene que terminar de sufrir.

Os digo que ella no ha pedido sufrir para que cesen las guerras, ha pedido sólo orar, no pide más sufrimientos, no pide coger las enfermedades de quien está mal, ella puede sólo orar y también vosotros tenéis que orar por ella. Orad para que Dios le de la fuerza a ella y al Obispo de aceptarlo todo hasta el fondo. Cuando lleve a Marisella al Paraíso, tendréis que hacer una ceremonia más hermosa que la de un matrimonio, que de una Primera Comunión, que la de la Confirmación y que la del Bautismo. Tendréis que hacer una ceremonia grandísima a los ojos de la gente y a los ojos de todo el Paraíso, y tendréis que ser felices. Marisella, sé que sufres mucho, que sientes aquella serpiente que te come dentro. Sí, es verdad, tienes el mal dentro que te come, que te consume, que te deteriora, que te aniquila, pero mira, dentro de poco tiempo estarás perfectamente, puedes expectorar. El dolor ha disminuido, y esto lo debes a las oraciones de Su Excelencia y de estos amigos aquí presentes.

Ánimo, adelante en gracia de Dios. No te enfades con Dios, Él no tiene nada que ver, ésta es la vida natural del mundo. Sed buenos, aceptad este sufrimiento de Marisella, aceptad su partida, su subida al Padre, porque será un bien también para vosotros. Marisella, querría llamarte Miriam y con todos los nombres con los que te he llamado cuando eras pequeñita, pero dejémoslo estar, te doy la fuerza de aceptar y de seguir adelante, junto a Su Excelencia, vuestro santo Obispo. Me repito de nuevo, para ser declarados santos por Dios no hace falta recoger testimonios y hacer procesos, no hace falta sacar los tapices en S. Pedro. Para Dios vuestro Obispo es santo y Marisella es santa.

Dios os bendice a todos, Dios os ayuda a todos vosotros, Dios os ama y tu, Marisella, lo amas, ya lo sé. Aceptadlo todo. Ahora mirad, ya no existe el problema con la comida que antes originaba una discusión continua. Ella toma a Jesús y vivirá por Jesús todo el tiempo que le queda. Gracias por vuestras oraciones.

Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestro seres queridos, vuestros parientes, vuestros hijos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Excelencia, te lo ruego, basta de lágrimas.

Marisa - Adiós.

Se ha ido.

Obispo - Para ti se acerca tu mundo y cuando estés allí arriba, serás poderosísima.

Marisa - ¿Poderosísima?

Obispo - Convertirás a muchas otras personas.

Pero yo no lo entiendo: ellos lloran siempre ¿y yo no me puedo desahogar?

Villetta Barrea (AQ), 25 julio 2006 - h. 0:40 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Dos demonios grandes, fuertes, feos han asustado a vuestra hermana y están dispuestos a volver para hacerle daño. Están, más que nunca, celosos de ella, porque saben que ella les quitará muchas almas.

Cuando suba al Paraíso, llevará consigo a las almas del Purgatorio, que Dios haya decidido. El gran temor, que ha tenido hoy, pobre criatura, le recuerda la que tuvo de pequeña y que hoy se ha repetido de un modo muy impresionante y malvado. Los demonios han tratado de matarla, aterrorizándola. Monseñor, no la dejes sola. Ya sé que tienes mucho trabajo que hacer, pero no la dejes sola. Pon una pequeña cátedra de oro en su habitación y trabaja a su lado. Ya sé que te pido mucho, pero si Dios no interviene, hasta su muerte, tiene necesidad de tu ayuda. También tú, Clara, cuando trabajes, no hagas tanto jaleo y controla la situación de Marisella por si tiene necesidad de ayuda. Ayuda también al Obispo, porque no lo puede hacer todo él solo. Lo que ha ocurrido ha sido terrible, pero Nosotros le hemos ayudado y la hemos salvado. Os lo repito, estas terribles situaciones y estas maldades sucederán otra vez. Los demonios tratarán de atravesar su cuerpo y su alma, pero ella es de Dios y ellos no pueden hacer lo que quieran.

Marisella, sé fuerte y valiente, bromea, ríe, haz chistes, tal como sabes hacer, y sigue adelante. Excelencia, no te tienes que preocupar tanto. Si puedes hacer lo que te he dicho, hazlo, si no puedes, manda a alguno que viva en gracia para que la ayude.

Vosotros no podéis imaginar lo feo y tremendo que ha sido lo que ha sucedido, ha ocurrido algo para meter miedo al mundo entero. Os lo repito, ocurrirán todavía otras maldades diabólicas contra ella, porque ella ya es de Dios y ellos no lo quieren. Dios le ha dado la posibilidad de llevar al Paraíso a las almas del Purgatorio y ellos esto no lo quieren; por esto tratarán una vez más de matarla por todos los medios, pero no ocurrirá, estad tranquilos. Sufrirá, sufrirá mucho, pero no ocurrirá nada que pueda matarla. Os pido a vosotros que tengáis ánimo. No quería hablaros de lo que ha ocurrido hoy, he esperado todo el día y después, al final, le he dicho a Marisella: "Marisella, hablemos esta tarde de ellos, así esta noche dormiréis". Veo que Monseñor está muy cansado, como lo está Clara, pero tu, Marisella eres la que está peor de todos, y eres la más bromista de todos.

Jesús, la Madre de la Eucaristía, la Abuela Yolanda y todos los ángeles y los Santos te ayudarán y te dan las gracias. Sé que ahora tienes mucha hambre. Toma la Eucaristía entera, verás que te pasará el dolor de estómago. Ya sé que Dios te ha dado un sufrimiento que no es indiferente. Los otros están contentos que no comas, ni bebas, y tu también tendrías que estar contenta, porque sufres mucho menos.

Marisa - Pero yo ahora estoy sufriendo, ayer sufrí. ¿Cuál es el día que no haya sufrido? Aquel famoso 8 de julio. Ayudadme, os lo ruego, lo necesito mucho. Necesito vuestra ayuda. Sois muchos, ayudad al Obispo y a mi.

Nuestra Señora - El Paraíso está abriendo todo lo creado para llevaros arriba. Como habéis visto los niños juegan con las flores y están inmersos en una armonía muy hermosa, así lo tenéis que hacer también vosotros. Cantad, orad, alabad a Dios, aunque alguna vez penséis que Dios os hace sufrir mucho. Es necesario hacer Su voluntad y seguir adelante.

Adiós a todos. Adiós, Marisella, os deseo una buena noche a todos.

Junto a mi santo Obispo, os bendigo, hijitos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Recordad a los niños, las flores y los cantos.

Marisa - ¿Tengo que jugar como los niños?

Nuestra Señora - Marisella, tu eres como los niños.

Marisa - No me hagas avergonzar.

Nuestra Señora - Otras veces te he dicho, quédate así como eres, porque nos gusta así. Al que no te respete, al que no te quiera, hazle una sonrisa, quizás, recoge una flor y ofrécesela.

Marisa - ¿Y con qué piernas?

Nuestra Señora - No te preocupes. Id en la paz de Dios Padre de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Adiós, mamá.

Abuela Yolanda - Dale este beso a Su Excelencia (manda un beso).

Marisa - Ya sé que piensas mucho en él. Entonces si piensas tanto en él, ayúdalo. Está cansado, está cansado, yo lo veo muy cansado.

Abuela Yolanda - No te preocupes.

Marisa - ¿Cómo lo hago para no preocuparme cuando veo a mi hermano que está cansado?

Abuela Yolanda - No te preocupes.

Marisa - Está bien. Adiós a todos.

Se han ido.

Villetta Barrea (AQ), 26 julio 2006 - hora 0:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Puedo hablar antes que tu, Virgencita mía?

Nuestra Señora - Sí.

Marisa - Gracias. Me gustaría comprender qué es lo que ha ocurrido esta tarde, te lo ruego, aunque lo que tengas que decirme no sea bonito. ¿Qué ha ocurrido en mi cuerpo? Me gustaría saber sólo esto, para mi tranquilidad y después te ruego que me dejes descansar y que dejes descansar a Su Excelencia y a las personas que están con nosotros. Dime que ha ocurrido, porque yo enloquezco, esta tarde estoy enloqueciendo.

Nuestra Señora - Marisella, no te acuerdas de todo lo que dije ayer: que el demonio te atacaría de todos las maneras posibles y el demonio te ha atacado haciéndote comer dos hojas de ensalada envenenada.

Marisa - ¿Pero por qué no me lo has dicho antes?

Nuestra Señora - El demonio es poderoso, muy poderoso y los que te atacan son los más poderosos que existen. Es él el que ha intentado quemar tu estómago, para hacerte estar mal. Te lo he dicho y lo digo también a Su Excelencia, tenéis que estar atentos, es el momento más terrible de tu vida, hija mía. El demonio te tienta de todas las maneras, no te toca porque tienes la Eucaristía, pero hace otras cosas, mucho más fuertes, mucho más graves. Tu estabas cansada y no has entendido cuando te he dicho: "Deja de comer".

Marisa - No he entendido, no he entendido, sentía sólo que la ensalada estaba muy amarga, y ahora tengo todavía la boca muy amarga. Nuestra Señora - Pues bien, te lo repito, hija mía, los demonios te asedian. Se marcha uno y viene otro, se marchan dos y vienen tres, se van tres y vienen cuatro, porque quieren dañarte, quieren matarte, por esto yo te he dicho: "¡No estés nunca sola!" Es suficiente que esté a tu lado una persona en gracia, naturalmente.

Obispo - Pero estaba yo.

Marisa - Pero ¿cuándo ha ocurrido todo esto? Esta tarde, cuando tú, Excelencia, descansabas.

Nuestra Señora - Justamente porque el Obispo descansaba se han aprovechado de ti, te han dicho que comieras y tu has comido.

Marisa - Pero yo creía que eras tú la que me decías esto.

Nuestra Señora - No, Marisella, tu sabes que tienes que vivir de la Eucaristía, no podía decirte esto.

Marisa - Pues entonces, ¿por qué no me habéis zarandeado. Por qué no me habéis impedido que coma? Yo estoy mal, estoy enloqueciendo por todos estos dolores, no puedo vivir así y conmigo tampoco el Obispo. Yo no permito esto, no lo quiero, te lo ruego, sálvale al menos a él, sálvalo, sálvalo.

Nuestra Señora - De ahora en adelante estate atenta, porque el demonio se podrá presentar bajo el aspecto de un hombre o una mujer. ¿Te acuerdas cuando se presentó con mis vestidos pero tenía un rostro espantoso? Te lo repito, tienes que estar atenta, porque también una mujer o un hombre, bajo cuya semblanza se esconde el demonio, pueden hacerte daño. Los demonios que quieren aterrorizarte y matarte son muchísimos. No estés nunca sola, estate siempre con alguna persona que viva en gracia. Marisella, escucha a la Madre, haz como te digo, reza, sufre y ofrece tus sufrimientos y no escuches a nadie, escucha solo al Obispo. Excelencia, ayuda a esta hija.

Obispo - Estoy dispuesto a ayudarla, pero tengo una confusión tal que ya no comprendo nada. Tu lo has visto: estaba rezando y me he dormido. ¿Qué tengo que hacer, velar las veinticuatro horas del día? ¿Estar siempre despierto? ¿Qué tengo que hacer?

Nuestra Señora - No, no, en los momentos en que duermas vendré yo, estaré yo con ella.

Obispo - Y hoy, ¿por qué hoy no estabas?, perdóname.

Nuestra Señora - Hoy he venido dos veces, no pensaba que sucedería esto. También yo cuando estoy presente en la Tierra soy una mujer como vosotros, actúo como vosotros y no hubiera pensado nunca que el demonio a pesar de mi presencia, habría intentado envenenarte.

Obispo - Perdóname, Madre del Cielo, será que yo ya no entiendo nada, pero ¿no podías haberme despertado, no podías haberme hecho comprender el engaño que estaba preparando el demonio? ¿Qué está ocurriendo aquí?

Nuestra Señora - Ya te he dicho que también yo, cuando estoy en la Tierra soy una mujer como las otras

Obispo - ¿Y quién puede defendernos, entonces?

Nuestra Señora - Si hubiese comprendido la intención del demonio para con ella, te habría despertado y habría dicho: "Baja de la cama y ves con tu hermana".

Marisa - El Obispo reza mucho, mucho, mucho, está siempre con el rosario en la mano, está siempre dispuesto a orar. Virgencita haznos comprender algo más, porque hemos sido reducidos a la mínima expresión. Tampoco yo comprendo nada, tengo la cabeza que me estalla, me da vueltas, el Obispo sufre la misma situación. ¿Por qué nos estáis oprimiendo de este modo? ¿No puede intervenir Dios?

Nuestra Señora - No digo nada más hijita, pero a partir de esta tarde tú y el Obispo llevaréis el rosario en el brazo y estaréis siempre juntos, a menos que el Obispo tenga obligaciones o necesidad de realizar algo, en cuyo caso a tu lado estará Clara o algún otro en gracia de Dios. Yo, como madre, os pido perdón si no he sido capaz de entender el engaño diabólico. Como mujer de la Tierra, tampoco yo he comprendido lo que estaba sucediendo. Perdonadme, hijos míos.

Obispo - ¿Pero Dios no te lo podía hacer comprender?

Nuestra Señora - Sí, pero no ha dicho nada.

Obispo - ¿Por qué?

Nuestra Señora - Clara. Te doy las gracias por lo que haces por Marisella. Estate a su lado. No la dejes nunca sola, el tiempo se acorta

Obispo - Virgencita mía, tu sabes que siempre estoy a su lado y también hoy, cuando un joven me ha hablado de ir a dar una vuelta, yo he respondido: "No, estoy cansado", pero el verdadero motivo era que quería estar al lado de Marisa.

Nuestra Señora - Te lo ruego, Excelencia, te lo ruego, sé fuerte como lo has sido siempre.

Obispo - ¿Puedes quitarnos este incubo diabólico?

Nuestra Señora - No te derrumbes, Claudio, no te derrumbes, hijo mío.

Obispo - No me derrumbo, no me derrumbo. Dios mío, me dirijo a Ti. Dios mío ¿por qué permites que nos suceda lo que no ha sucedido nunca a nadie? ¿Por qué nos ocurre en un momento ya de por sí tan duro? Padre, yo me dirijo directamente a Ti, me salto la mediación de Nuestra Señora. ¿Por qué ocurre esto que nos está desgarrando? Dios mío, ¿quieres nuestro exterminio? Padre Celeste, ¿quieres vernos acabados?

Dios Padre - Nunca, nunca, hijo mío.

Obispo - Dio mío, he rezado mucho, porque preveía que sucedería algo terrible. He rezado a nuestros ángeles custodios, Ismael y Gioele, para que nos defendieran, pero ninguno de los dos nos ha defendido.

Dios Padre - Os han defendido, de lo contrario a estas horas Marisella ya no estaría y no habrías podido hacer aquella hermosa ceremonia que has dicho. Ella está todavía contigo. ¿No estás contento de que esté todavía contigo?

Obispo - Sí, Dios mío, pero ¡a qué precio!

Dios Padre - Entonces, ¿quieres que me la lleve?

Obispo - No. Primero tenemos que volver a Roma, no ahora, Dios mío. Te lo ruego, Te lo suplico, Tu eres Omnipotente. Sé que los demonios se la tienen jurada a muerte por el bien que ha hecho y las conversiones que ha obtenido con sus sufrimientos. Dañándola a ella, saben que me dañan también a mi. Te lo ruego, Te lo suplico, Dios mío, manda a tus ángeles, que nos hagan de baluarte contra estos demonios. Yo lucharé, haré todo lo que esté en mi poder, para alejarlos. Ya sé que ésta es la última lucha y nosotros venceremos contra los demonios, porque Tú estás con nosotros. Pero me permito decir que oír como ha hablado hoy la Virgen, me estremece. Dios mío, ¿me oyes?

Dios Padre - Sí, te oigo.

Marisa - Dios mío, Padre mío, no me abandones en este momento. ¿Dónde estás, Papá? Haz que este dolor tan atroz se calme, que pueda descansar y mañana volver a empezar una vida difícil, pero llena de amor para salvar a otras almas. Dios, Dios mío, Padre mío no nos abandones, te lo ruego, tenemos necesidad de tu ayuda. Ahora sólo tenemos una chica que nos está ayudando. ¿Puedes mandarnos a alguna otra persona que nos ayude?. Pero que sea buena, que nos ame verdaderamente.

Dios Padre - Ahora no pienses en esto, quédate todavía un poquito aquí y luego veta a la cama y átate el rosario al brazo

Obispo - Sé que yo también me tengo que atar el rosario al brazo.

Marisa - ¿Nos quieres, Dios? Ten un poco de atención, un poco de piedad, un poco de compasión por nosotros. ¿Cómo está mi mamá? ¿Está bien? ¿Por qué no me hace estar un poquito bien? Vivo de la Eucaristía, no como nada. Esta tarde los demonios me han reducido a este estado, pero si Tu quieres, puedes ayudarme y hacerme estar mejor. ¿Puedes hacerme estar mejor? ¿Puedes hacerme reposar? Si pudiese vomitar. Me libraría de estos gusanos, de los animales que tengo dentro y sería feliz contigo, Dios, contigo María y con mi hermano.

Nuestra Señora - Adiós, hijos míos, os deseo una buena noche y os ayudo cuanto puedo. Si los demonios se presentan de nuevo, tenéis que ser fuertes y agarraros al rosario y si tuvieras que vomitar, hija mía, no te preocupes, porque los gusanos se marcharán y tu estarás mejor.

Marisa - ¿Os podemos dar las buenas noches? Jesús, buenas noches, Dios, buenas noches. Tened un poco de compasión por nosotros, os lo ruego. En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - ¿Has entendido lo que ha pasado?

Obispo - He entendido lo que ha pasado Marisella.

Marisa - ¿Que tengo que hacer? Ya no entiendo nada.

Obispo - Nosotros te ayudaremos.

Villetta Barrea (AQ), 26 julio 2006 - h. 2:50 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - A Don Claudio, sólo porque ha celebrado una S. Misa en el lugar taumatúrgico, se le ha suspendido a divinis. Después, porque ha sido ordenado Obispo por Dios, ha sido reducido al estado laical. El Obispo ha sufrido siempre y continúa sufriendo. Me habéis hecho tomar la Eucaristía en lugar de alimento y estoy muy mal, aunque le he dicho al Obispo que estaba mejor, pero no era verdad. He dicho que había dormido toda la noche, pero no era verdad.

Dios, ¿qué quieres de nosotros?. ¿Dónde estás, o dónde te has escondido? ¿Para qué le ha servido el sacerdocio si luego le han prohibido celebrar la S. Misa? ¿Para qué le ha servido haber sido ordenado Obispo por Ti, Dios mío? ¿Para sufrir, para ser humillado y condenado? ¡Cuántas calumnias y difamaciones ha sufrido el Obispo! Te lo repito: ¿para qué ha servido alimentarme de la Eucaristía, si luego estoy mal? Por otro lado están los demonios que nos atormentan. Mándalos marchar. Hacen cosas horribles, espantosas, nauseabundas. Mándalos marchar. Perdónanos, Dios, pero estoy enfadada contigo. ¿Por qué me has dado el don de alimentarme de la Eucaristía? Para contentar al Obispo? Pero yo estoy mal. Piensa en todo lo que nos has quitado. Nosotros sólo hemos sufrido. Te pido perdón, pero siento necesidad de decirte lo que pienso. Y tu, María, Madre de la Eucaristía, ¿por qué ya no nos ayudas como antes? ¿Y tu mamá, qué haces en el cielo? ¿Por qué no vienes a ayudarnos?

Abuela Yolanda - Hijos míos, yo estoy con vosotros, pero sólo soy una simple criatura de Dios, no soy tan importante como creéis.

Marisa - Mamá, mamá, tu eres importante, al menos para nosotros lo eres. Ayúdanos, mamaíta, te lo ruego, ayúdanos o llévanos; dile a Dios que nos lleve, porque el sufrimiento es mucho. Os pido sólo que ayudéis al Obispo cuando yo ya no esté. Ayúdalo, mamá, te lo pido a ti; ayuda a tu hijo, Virgencita, ayúdalo. Dios, no sé donde te has escondido, pero si quieres, ayuda al Obispo. Tu lo has ordenado, pero lo has llevado a un sufrimiento enorme. Perdonadme por lo que he dicho; si merezco la bendición, dádmela y si no la merezco no me la deis, de todos modos mi pensamiento en cuanto a Dios permanece igual. Mi amor por Ti, Dios, es muy grande, pero ahora me siento muerta.

Dios Padre - Marisella, Yo soy Dios. Te he ayudado y nunca te has dado cuenta. Sí, es verdad, hay muchos demonios que dan vueltas a tu alrededor y tratan por todos los medios de hacerte morir, para que no te lleves las almas del Purgatorio al Paraíso, pero hasta ahora no lo han conseguido. Sólo yo se cuáles son las que vendrán arriba y luego te lo diré también a ti y vendrás arriba con ellas. Excelencia, tu Papá casi no tiene ánimo para decirte ánimo.

Obispo - Dios mío, ya no tengo fuerza ni valor.

Dios Padre - Te digo ánimo. Tenéis que tener mucho ánimo, porque sois muy maltratados por los hombres y por los demonios. Pero ahora, te lo ruego, hazlo por tu hermana, ve a comer algo para que tengas más fuerzas, de lo contrario te debilitarás.

Obispo - ¿Y ella?

Dios Padre - A ella le digo que vuelva a empezar a comer un poquito. Marisa - Dios, yo te he dicho: me has dado la Eucaristía para hacerme estar mejor, y estaban todos contentos, sin embargo yo he sufrido y sufro todavía, pero haz lo que te parezca, lo que quieras. ¿Tengo que tomar la Eucaristía? Tomaré la Eucaristía. ¿Tengo que tomar un poco de alimento? Lo tomaré.

Obispo - Papá, dinos una palabra clara.

Dios Padre - He dicho: Marisella, puedes comer un poquito.

Obispo - ¿El que?

Dios Padre - Cualquier cosa. O toma sólo la Eucaristía, o la Eucaristía y un poquito de alimento.

Obispo - ¿Qué es mejor?

Marisa - Si también con la Eucaristía el estómago está muy mal, no quiero comer, porque ni siquiera tengo hambre. No comprendo porque me das la Eucaristía para que esté mejor y sin embargo estoy peor, esto no soy capaz de aceptarlo. Incluso cuando hemos puesto la Eucaristía en agua, para que yo la pudiese beber sin peligro, he estado mal, esto no soy capaz de aceptarlo, mi Dios, pero que se haga tu voluntad.

Dios Padre - Espera todavía un poco, porque tienes que actuar a escondidas de los demonios. Toma la Eucaristía y veamos qué pasa. Obispo - Dio mío, ¿por qué no te la llevas? Tu eres Dios... ¿me respondes?

Dios Padre - Yo soy Dios, pero esta criatura tiene que inmolarse hasta el fondo para salvar a la almas.

Obispo - Pero así no podemos vivir.

Marisa - Dame a mi todo el sufrimiento y deja libre al Obispo y dale la fuerza. Me ha ayudado siempre, ha sido siempre fuerte, pero no soy capaz de verlo reducido así. Somos dos, él no puede verme reducida así y yo no lo puedo verle a él reducido así, y tú, ¿qué haces, Dios? ¿Te escondes?

Dios Padre - Yo estoy en medio de vosotros. Esta otra prueba que os he pedido, especialmente a ti, Marisella, es para salvar muchas almas.

Marisa - ¿Y yo no tengo necesidad de ser salvada, cuando te he dicho que estoy muy mal al alimentarme sólo de la Eucaristía?. Perdona mi atrevimiento.

Dios Padre - No me he ofendido, sé que no sale del corazón

Obispo - Dios mío, tenemos por delante más de un mes, yo no me veo capaz de vivirlo en estas condiciones.

Marisa - Respóndele a él. No puede más. ¿Quieres ayudarnos? Aunque yo esté mal, dale a él la fuerza. Ya he comprendido que el dolor permanecerá, pero lo que me mata es el hecho de que todos pensaban, incluso los sobrinos, que alimentándome de la Eucaristía, estaría bien, y todos eran felices, pero no sabían que sin embargo yo sufría y no podía ni siquiera decirlo.

Dios Padre - Tesoros de Dios, seguid adelante con fe y amor. Yo, Dios, estoy con vosotros y no os abandonaré nunca.

Villetta Barrea (AQ), 26 julio 2006 - h. 10:55 p.m. (Carta de Dios)

Dios Padre - Excelencia, hijito mío, tesoro de Dios, te has inmolado para la conversión de los sacerdotes, especialmente por los altos prelados. Recuerda que Yo lo decido todo y sólo Yo puedo decidir si tu me puedes ver o no me puedes ver, mientras estés con vida. Tu no puedes decir: "Cuando acompañe a Marisella al Paraíso, en su partida, no veré a Dios"

Obispo - Gracias, Papá.

Dios Padre - No digo nada más. Porque si todavía tuviera que hablar…

Obispo - No, habla, habla, me gusta, cuando hablas Dios mío.

Marisa - A ti te gusta, pero a mi, Marisa, no.

Obispo - ¿Por qué?

Marisa - Porque estoy cansada y no tengo la fuerza para mantener el diálogo con Dios.

Obispo - Entonces dejémoslo estar.

Dios Padre - Hijito, me tienes que escuchar.

Obispo - Dime, Dios mío, Papá mío.

Dios Padre - Tú no tienes que decir nada, soy Yo, Dios el que lo decide todo. Como ves he sido Yo el que ha decidido sobre Marisella. Vosotros los hombres no podéis cambiar lo que Yo digo o hago.

Obispo - No faltaría más.

Dios Padre - Tu que sabes, si me verás o no me verás cuando acompañes al Paraíso a tu hermana. Tu tienes que hacer sólo lo que Yo te digo que hagas y si Yo, Dios, te quiero llevar arriba, ¿tú quién eres para decir que no?

Obispo - Pero yo vengo de buena gana, faltaría más.

Dios Padre - No bromeo Yo, Dios.

Obispo - Ya lo sé, Señor.

Dios Padre - No digas faltaría más, porque...

Obispo - Quizás soy poco claro esta tarde, pero es lógico que mi gran deseo es el de hacer Tu voluntad, siempre

Dios Padre - El sufrimiento grande es el de tu hermana …

Obispo - Sí, es verdad.

Dios Padre - Eso no quiere decir que tu seas menos santo que ella o más santo que ella. Deja que decida Dios, Yo soy Dios, Yo soy tu Papá. ¿Has comprendido bien?

Obispo - He entendido perfectamente.

Dios Padre - ¿Entonces?

Obispo - Gracias, Dios mío, Papá mío.

Marisa - ¿Ahora dices gracias porque nos ha dicho todo esto?

Obispo - ¿Te parece poco?

Marisa - Dios nos sonríe.

Nuestra Señora - Yo, la Madre de la Eucaristía, San José y todos los ángeles y Santos del Paraíso, estamos aquí presente con vosotros. Pequeños hijos, no tenéis que tener miedo. Sí, conozco a los demonios, son enormes, son horribles, son malvados y pueden hacerte daño. Pero mientras tengas a Jesús, a mi, al Obispo y a las personas cercanas que rezan, serás ayudada, hijita.

Marisa - Yo estoy segura de que me ayudáis, pero no te olvides de que soy muy miedosa. Yo no puedo olvidar aquel tremendo día, aquel fuego horrible, como no puedo olvidar que me han hecho comer veneno. Ahora tengo miedo, mucho miedo. Si tenéis que decirme, en algún momento, que tengo que comer, yo no comería porque tengo miedo de comer, tengo miedo de beber, tengo miedo de todo. Me gustaría, Señor y Virgencita, que me ayudaseis a soportar el sufrimiento, porque mi cuerpo está martirizado por todas partes y yo ya no tengo fuerzas para soportar todo este sufrimiento. He hecho una pregunta a Dios y espero su respuesta. Yo haré lo que Él decida, pero vivir es duro para mi, muy duro. Ahora deseo saber si tía Ana está en el Paraíso con la abuela y con mi madre.

Nuestra Señora - Marisella, la tía Ana está en el Paraíso desde hace años. ¿Te acuerdas cuando la llamabas la Virgencita? Has hablado a menudo con ella. Claro que aquí arriba en el Paraíso, la que reina es la Abuela Yolanda, pero también está la tía Ana, de la que hoy es su onomástica, porque es la fiesta de Santa Ana y de San Joaquín, mis padres.

Marisa - Por lo tanto, mamá, además de su madre, mi abuela, tiene también a su hermana.

Nuestra Señora - La tía Ana subió al Paraíso antes que la Abuela Yolanda, hace ya cuarenta y ocho años que ha muerto, tesoro.

Marisa - ¿Le dirás a Dios que me dé la respuesta que espero con tanta ansia? No me preocupa que sea sí o no, mientras tenga la respuesta ya que haré la voluntad de Dios. De todos formas, ¿cuánto me queda por vivir? Si queréis podéis darme un poco de alegría en el tiempo que me queda por vivir.

Oye, Jesús, ¿Dios se ha ido a dormir? ¿No viene a ver a Su Excelencia?.

Jesús - No exageremos ahora, nosotros no dormimos, nosotros cantamos, oramos, estamos todos unidos en el amor, en la caridad, en la oración, junto a Dios. Cuando tu veas una flor hermosísima, es Dios, cuando veas una estrella brillantísima, como hace pocos días, es Dios. Mientras vivas en la Tierra verás a Dios bajo la forma de una flor o de una estrella, después cuando vengas al Paraíso, verás a Dios tal como es, y entonces tendrás una gran y hermosa alegría.

Ánimo, Marisella, sé fuerte y acepta este sufrimiento tan grande, estás martirizada en todo el cuerpo, tu eres Mártir de la Eucaristía.

Marisa - Está bien, después se lo pregunto a mi hermano Obispo, porque yo no me acuerdo nunca de las cosas.

Jesús - Está bien, ahora continuad haciendo el homenaje a María, y después tendrás que tomar aquellas medicinas para dormir.

Marisa - ¿Me dejaréis dormir un poco?

Jesús - No toda la noche, naturalmente, dormirás un poquito.

Marisa - Gracias.

Obispo - Jesús, ¿podemos velar nosotros a turnos y dejas que repose Marisella?

Jesús - Los otros no, porque trabajan mucho desde la mañana a la noche.

Obispo - Velaré yo.

Jesús - Tu no, porque tienes que atender a muchas obligaciones, tienes que ayudar a tu hermana, tienes que escribir y hacer tu trabajo. Marisella velará por todos. Estad contentos y obedeced todos.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - También está tía Ana. Adiós, adiós a todos, saludad a Dios de mi parte.

Villetta Barrea (AQ), 27 julio 2006 - h. 9:27 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Heme aquí, Marisella. Soy la Madre de la Eucaristía, y estoy en compañía de la Abuela Yolanda. Dios dará la respuesta, y se la dará al Obispo, pero no sé cuando. La única cosa que sale de mi es el consejo de que comas las judías que tu misma puedes condimentar.

Marisa - No conozco las judías.

Obispo - ¿Puedes comer judías?

Marisa - ¿Las conozco?

Obispo - Son las que tu has dicho que condimentarías. ¿Puede comerlas?

Nuestra Señora - Sí, esta noche.

Obispo - ¿Eres tú, Virgencita o algún otro?

Marisa - Es Nuestra Señora. ¿Qué quieres decir?

Obispo - ¿Es la Madre de la Eucaristía?

Marisa - Es Nuestra Señora. Sí, es muy hermosa, también es hermosa mi madre.

Nuestra Señora - Esta noche y cada día, según como te encuentres, te diremos qué comer. Si tienes este horrible dolor de estómago de hoy, tomarás sólo la Eucaristía, de lo contrario, comerás un poco. Esta noche come dos judías.

Marisa - Pero a mi no me gustan.

Nuestra Señora - Condiméntalas como has dicho y ya verás como te gustarán, si el Obispo lo permite.

Obispo - ¡Oh sí, sí, sí!

Marisa - ¡Qué tiene que ver el Obispo!, es Dios el que decide.

Nuestra Señora - No, tesoro, este consejo sale de la Madre. Soy yo, la Madre de la Eucaristía, la que te digo que comas por la noche las judías verdes. ¿Sabes porque te lo digo? Porque no te gustan. Tú cómelas y haz el florilegio

Marisa - ¡Pero qué lista! Espera, Don Claudio, ¿sabes qué ha dicho?

Obispo - Lo he oído. Pregúntale porque has tenido tanta hambre hoy, a pesar de haber tomado varias veces la Eucaristía.

Marisa - ¿Por qué he tenido tanta hambre hoy a pesar de haber tomado la Eucaristía?

Nuestra Señora - Dios lo ha permitido. Cuando llegan situaciones particulares o grandes, es Dios, sólo Él, el que decide y tu has sido muy valiente, porque has tenido fe hasta el final, has aceptado hacer la voluntad de Dios, has obedecido a Dios hasta el final. Comer las judías verdes para ti es un sacrificio, por lo tanto come las judías cuando puedas.

Marisa - Pero ¿por qué?

Nuestra Señora - Es un sacrificio porque no te gustan, es un florilegio porque no te gustan.

Obispo - Basta con que no te hagan daño.

Marisa - No entiendo nada.

Nuestra Señora - No te preocupes, el Obispo ha comprendido perfectamente.

Marisa - Oye, pero ¿dado que no me gustan, no me harán daño?.

Nuestra Señora - No, si te digo que las comas. Tienes que hacer el florilegio, la mortificación y el sacrificio. ¿No te gustan? Te las comes. ¿Te gustaría un alimento sabroso, aquél sobre el que hemos hablado hoy? No te lo comes. Compréndeme, come unas poquitas judías y en conjunto haces un sacrificio, un florilegio y una mortificación que delante de Dios tiene un valor enorme. Después está la Eucaristía, tesoro. No te preocupes si sufrieras de hambre, porque Dios me dirá lo que tienes que hacer, yo obedeceré a Dios y tu me obedecerás a mi. ¿Estás contenta?

Marisa - Sí, sí. Estoy contenta, basta que no me hagan daño, pero por comer dos judías tengo que hacer el florilegio, la mortificación y si están mal condimentadas se redobla el florilegio.

Nuestra Señora - No, las condimentas tu sola, como has hecho otras veces.

Marisa - Dime la verdad, ¿verdaderamente las puedo comer? Porque yo sufro, pero no quiero desobedecer a Dios, por favor, he obedecido siempre a Dios, no quiero desobedecer. ¿Puedo comerlas verdaderamente?

Nuestra Señora - Marisella, soy tu Madre, ¿no pensarás que te digo una cosa por otra?

Marisa - No, pero en estos últimos tiempos ha habido tal lío de palabras, que no he comprendido nada. ¿Está bien lo que le he dicho?

Obispo - Sí, valiente.

Marisa - ¿Valiente? Tú eres valiente.

Obispo - No, tú eres valiente.

Marisa - Si yo soy valiente, tu eres … (se refiere a Nuestra Señora)

Obispo - Ella es muy valiente.

Marisa - Tu eres bravísima.

Obispo - A una madre se le puede decir todo.

Marisa - Estaba pensando que ayer ella se había reído mucho.

Obispo - Hoy en cambio hemos reído menos.

Marisa - Sí.

Obispo - Yo había comprendido que Dios te había permitido tener el dolor de estómago, te lo he dicho.

Marisa - Don Claudio, ¿estarás conmigo cuando coma?

Nuestra Señora - Si está el Obispo contigo, Marisella, ¿quieres que esté también yo? Si te como las judías ¿tú que comerás?

Marisa - No me comas aquellas dos judías que me dan. Sí, está bien, te doy las gracias, Virgencita, sé que no merezco nada, pero no quiero desobedecer a Dios de ninguna manera.

Nuestra Señora - Entonces oremos junto a Dios Omnipotente, Padre nuestro…

Marisa - Virgencita, haz que el Obispo esté bien, también Marcos, Clara y Marisella. Adiós, gracias, gracias, gracias. Lo bueno es que a mi las judías no me gustan.

Obispo - ¿Cómo va el estómago?

Marisa - Bien.

Obispo - Estoy contento.

Marisa - Ha pasado el dolor.

Villetta Barrea (AQ), 29 julio 2006 - h. 0:40 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Dios Espíritu Santo, deseamos que nos digas algo: que nos amas, que nos quieres, que nos ayudas. Te necesitamos. Mi querido Obispo pide siempre el don de lenguas. ¿Le podrías dar este don? No necesita el don de todas las lenguas, basta con que le des el don de hablar el francés, el inglés, el alemán, el portugués, el español, el árabe y el ruso.

Dios Espíritu Santo - Marisella, me los estás pidiendo todos.

Marisa - Lo pido para él, porque no es capaz de hablar con todas las personas extranjeras, él no puede hablarles y escucharles, porque no conoce su lengua. ¿Me prometes, Dios Espíritu Santo, que le darás este don? A mí quítamelo todo, de todos modos no me quejo, porque no tengo nada y dáselo al Obispo, que tanto lo necesita. También tiene necesidad de personas que le ayuden, que lo quieran, que lo respeten. Mándanos a alguien, como tiene que ser, te lo ruego. Espíritu Santo, Espíritu de amor, ilumina mi mente, inflama mi corazón, ayúdanos a nosotros y a todas las personas que te invocan, porque Te necesitan. Yo no pido nada para mí, sólo pido el don de lenguas para mi Obispo. ¿Cuándo llegará este don de lenguas?.

Dios Espíritu Santo - Cuando Dios lo diga, Dios sabe.

Marisa - Aún tiene que decir cuando.

Dios Espíritu Santo - Tenéis que comprender que Dios hace todo lo que quiere, como quiere y cuando quiere, no tenéis que ser vosotros los que decidáis.

Marisa - Pero podemos pedir.

Dios Espíritu Santo - Sí, podéis pedir todo lo que queráis. ¿Has visto, Marisella, como hoy Dios te ha escuchado?

Marisa - Sí, de hecho, no me lo esperaba, porque no soy buena. Tengo que decir lo que pienso, no puedo callar.

Dios Espíritu Santo - Es necesario ser así: decir lo que uno piensa, decir siempre la verdad. Excelencia queridísima, prepárate, y cuando Dios quiera, te dará lo que pides, pero sólo cuando Él lo decida. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Descienda sobre vosotros la bendición del Espíritu Santo y de María, Madre de la Eucaristía. ¡Cuidado! Hay personas que dicen: "En el nombre del Padre, de la Madre, del Hijo y del Espíritu Santo". Es una blasfemia, es una herejía gravísima. Las personas son tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo; Nuestra Señora es la Madre de todos, pero es una criatura.

Marisa - Nosotros no hemos utilizado nunca esta fórmula, no la había pensado nunca.

Está bien, adiós.

Dios Espíritu Santo - El Espíritu Santo descienda sobre vosotros. Adiós, Marisella.

Marisa - Es la primera vez que el Espíritu Santo me llama Marisella, no lo había oído nunca antes.

Obispo - ¿Pero te das cuenta? Nosotros lo llamamos y Dios viene.

Villetta Barrea (AQ), 29 julio 2006 - h. 9:35 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Somos tres Miriam: Nuestra Señora, Marisella y la pequeña.

He venido para bendecir a la pequeña Miriam. La había bendecido ya en el hospital cuando acababa de nacer y tu estabas conmigo, Marisella, también allí estábamos tres Miriam.

Bendigo a los padres; os lo ruego, no la viciéis, no la miméis demasiado y procurad que pueda crecer santa

Marisa - Miriam ahora está viendo a la Virgencita y ríe. La Virgencita te mira, tesoro. Mira, te sonríe.

Bendícenos a todos y ayúdanos a soportar estos largos y duros sufrimientos, ayuda sobre todo al Obispo que ya no puede vivir de este modo; yo no lo puedo ayudar más que así.

Dios me había prometido ayudarme e impedir que los demonios nos atormentaran. No los dejes venir más, ¡te lo ruego! Hemos sufrido muchísimo. Haz que no vengan más y danos un poco de paz, de tranquilidad, de serenidad. Ayuda también a la pequeña Clara que ha estado a nuestro lado y ha sufrido mucho con nosotros, pero sobre todo ayuda al Obispo.

Nuestra Señora - Y a los jóvenes, la Madre recomienda al Obispo...

Marisa - ¡Tu eres Dios!

Dios Padre - Sí, me reconoces porque has visto la estrella. Marisella, tienes un tesoro de niña en los brazos, y es gracias a ti, el que esta niña esté ahora en medio de vosotros.

Te lo prometo, y Dios no miente, que los demonios no vendrán más a torturarte, no vendrán más, hija mía. Has sufrido demasiado. Toma la Eucaristía y come algo que te guste comer.

Excelencia, los demonios no vendrás más porque yo los aplastaré uno a uno.

Obispo - Gracias, Dios mío.

Marisa - Gracias, Dios. ¿Ves esta niña? Es también mía.

Dios Padre - Es sobretodo tuya, Marisella, porque ha nacido gracias a tus sufrimientos.

Marisa - Te doy las gracias, ahora querría Tu bendición.

Dios Padre - Levántate, pues, Excelencia.

Marisa - Querría Tu bendición para esta niña.

Dios Padre - Yo, Dios Padre, te bendigo, pequeña Miriam, junto a tus padres y a Marisella. Crece hermosa, buena, fuerte y valiente. Os bendigo a todos.

Yo, Dios Omnipotente, a vuestros ojos he sido demasiado severo y demasiado duro, pero he hecho lo que tenía que hacer. Ahora la situación cambiará, aquellos demonios no vendrán más y vosotros seréis felices. Pero, Marisella, tu sabes que no puedo quitarte los dolores. El sufrimiento es tu misión.

Marisa - Sí, está bien, no me importan los dolores, estoy contenta de esta intervención Tuya. Tengo una gran alegría. Gracias. Estoy contenta sobretodo por Su Excelencia. ¿Le quieres? Le has dicho que te llame Papá y luego lo haces sufrir.

Dios Padre - No ocurrirá nada más. El cielo se está ensanchando para vuestra alegría y felicidad. Habrá todavía sufrimientos y dificultades, porque forman parte de la naturaleza humana y es humano que ocurran, pero lo importante es que aquellos horribles monstruos no vengan más, porque Yo los abatiré uno a uno come he empezado esta tarde.

Marisa - Perdona, Dios, ¿puedo sentarme porque ya no puedo estar más de pie?

¡Mira, como te mira!

Gracias, Dios, gracias por esta alegría que nos has dado. Nos has dado un mensaje no muy largo, pero grandísimo para nosotros. Excelencia, ¿estás contento?

Obispo - Estoy contentísimo.

(Los presentes canta el Aleluya)

Marisa - ¿Ya no está Dios?

Nuestra Señora - No, Marisella, estamos tu Madre y la Abuela Yolanda. Cuando tengas hambre y la Eucaristía no te llene, toma alguna cosa, pero tienes que oírme y verme para comer.

Marisa - Gracias, Virgencita, quizás no merezco esta alegría. De todos modos, gracias.

Nuestra Señora - Os bendigo a todos. Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, mis queridos jóvenes. Bendigo al Obispo y el Obispo naturalmente bendice a la Madre y a su hermana.

Abuela Yolanda - Adiós, Excelencia, soy la Abuela Yolanda. Rezo mucho por ti y por Marisella, y también por la pequeña Miriam.

Nuestra Señora - Y yo, la Madre de la Eucaristía, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Obispo - Marisa, ¿has entendido que los demonios ya no vendrán más? Y no será necesario bendecir cada vez lo que comas y lo que bebas.

Marisa - No me esperaba que nos dijese esto.

Obispo - Les hemos arrancado la gracia. No podíamos vivir así

Villetta Barrea (AQ), 30 julio 2006 - h. 1:10 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Virgencita, también está Miriam. Está agitada, la estoy acunando. Tiene hambre, ¿también el Niño Jesús tenía siempre hambre?

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, os doy las gracias por vuestra presencia y por lo que habéis hecho por mis dos ángeles. Todo es hermoso para quien actúa con amor y vosotros lo habéis hecho todo con amor y sacrificio. Mis queridos hijos, pequeños apostolitos, también vosotros ahora ya sois bastante grandes. La Madre os ama y Dios ha querido concederos las gracias, especialmente a ti, Marisella. Dios vendrá también hoy para hablaros, para deciros algo que queréis saber, entender, aunque entender a Dios no es fácil. Lo que os tengo que decir es que estoy contenta de como os habéis comportado.

Marisa - ¡Mira a Dios! Hoy veo una hermosa flor toda iluminada y allí estás Tú. Yo no te veo, Te veré cuando llegará el momento en el que me llevarás arriba, si lo merezco, porque si no me vuelvo buena, es difícil subir contigo. Hoy has venido con una hermosa flor. Deseo hacerte una pregunta, pero no sé si te la haré bien. Tu has dicho que los demonios han sido pisoteados o has empezado a pisotearlos, a abatirlos. Querríamos saber si todos los demonios del mundo serán abatidos, pisoteados o sólo los que han luchado contra nosotros para hacernos daño.

Dios Padre - Marisella, no todos serán abatidos, por el momento, pero poco a poco se llegará también a esto. Por ahora contentaros con que hayan sido abatidos los que os han molestado. Ahora estás tranquila, hoy pareces una persona feliz y contenta porque no tienes miedo.

Marisa - No tengo miedo y después, desde que vienes Tú a menudo yo soy feliz y no tengo miedo. Esta ayuda dásela también al Obispo, hazlo feliz, tiene necesidad. Perdona si me permito, pero Tú ¿no podrías mandar a alguien que nos quiera para ayudarnos?

Dios Padre - Soy Yo el que manda, Yo el que decide, Yo el que obra y vosotros tenéis que estar en silencio. Si Yo digo al Obispo: "Hoy te llevo al Paraíso conmigo" él solamente tiene que aceptar.

Marisa - Espera un momento, no corras tanto, todavía es pronto, él primero tiene que arreglar la situación de la Iglesia. Hasta que me llames a mi...

Dios Padre - ¿Ves, Marisella, como te has vuelto sencilla incluso con tu Dios que no ves?

Marisa - Sí, pero aquella flor es maravillosa y aquellas luces que iluminan todo el entorno son hermosísimas.

Dios Padre - Por tanto, ánimo, hijitos, no os desaniméis tanto, sed felices y dad un poco de alegría a estos dos hijitos y Yo, Dios, os la daré a vosotros porque os quiero llevar a todos al Paraíso.

Marisa - ¿Y Miriam?

Dios Padre - Estás apegada a Miriam.

Marisa - Sí. Quería...

Dios Padre - Ella se queda en la Tierra con sus padres, tu irás a verla, la ayudarás, ayudarás a la pequeña y luego cuando sea la hora, porque llega para todos, subirá conmigo.

Marisa - Ella quiere cantar, pero no tiene voz.

Dios Padre - Está bien, hijitos, participad a la S. Misa, pensad que allí está Jesús. Comulgad, vivid todos en gracia. Cantad, pero ¡tenéis que cantar bien!. Clara, tenéis que cantar bien.

Villetta Barrea (AQ), 31 julio 2006 - h. 0:50 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Habéis vivido tres años llenos de sufrimiento. Marisella ha estado muchas veces cerca de la muerte y ahora se resiente de todo esto. El cansancio es grande, la debilidad es mucha, yo estoy a su lado también por la noche cuando duerme. Esta noche ha acusado mucha debilidad, porque ella, pobrecita, se resiente de todo, pero no tenéis que preocuparos de esto.

Obispo - ¿La dejarás dormir esta noche?

Nuestra Señora - Si estoy a su lado es para hacerla dormir. Os lo repito, no tenéis que preocuparos porque ha llegado el momento en que se resiente de todo lo que ha pasado. No ha sufrido sólo para sí misma, sino también para vosotros, especialmente para ti, Don Claudio, Excelencia Reverendísima.

Obispo - Lo sé.

Nuestra Señora - Ha sufrido a causa de aquellas personas que conoces. No tenéis que preocuparos, porque éstas son...

Obispo - Insensibles.

Nuestra Señora - En este momento estas personas la están trastornando, aunque a veces hace ver que no es nada, sufre muchísimo.

Hijos míos, estoy a vuestro lado. Buenas noches a todos.

Marisa - Excelencia, no te tienes que preocupar, porque si te preocupas no me dejas vivir.

Obispo - ¿Estás más tranquila ahora, Marisa?

Marisa - Sí, aunque noto como si me tuviera que deslizar dentro de una fosa.

Villetta Barrea (AQ), 5 agosto 2006 - h. 10:55 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijitos, es hora de aumentar la oración, para que termine la guerra y triunfe la paz. Orad por todos los que sufren, que mueren por culpa de tantos malvados. Rezad por mis dos hijitos, yo siempre estoy a su lado, en cualquier momento, aunque ellos digan que no lo advierten. Yo soy la Madre de la Eucaristía y amo a todos mis hijos, pequeños y grandes. Tratad de comprender lo difícil que es mi cometido.

Cuando el cielo se nubla, se pone feo y amenazante, enseguida os preocupáis de taparos y de ir a casa. Cuando luego despunta el sol, vuestros corazones exultan. El sol es Cristo, la luna soy yo, la Virgencita. ¿Es muy difícil estar en contacto con Jesús y con Nuestra Señora cada día? Si llueve, si hay sol, si hace frío tenéis que estar siempre en contacto con todos. Os ruego que recéis por aquellas personas que están en Roma y que por el calor han sufrido y sufren todavía, por aquellas personas que van a nuestra Basílica a rezar por vosotros. Vosotros rezad por ellas.

Cuando vayamos al Jordán, todo será bonito, habrá sol, una luz hermosísima y nuestro Jesús hablará con el Obispo para ayudarlo a llevar adelante este duro camino. Tu, Marisella, sabes lo que te espera, así pues te invito a orar por el Obispo y a sufrir por él, como haces siempre.

Marisa - Espero que no hayas olvidado que rezo por él, he dado la vida por mi Obispo. Si llega donde Dios quiere, es gracias a todos los que han rezado por él.

Nuestra Señora - Niños, Sara y Emmanuel, tenéis que ser buenos, juiciosos, tenéis que comer, hablar, escribir, jugar, lo podéis hacer todo, pero tenéis que obedecer sobre todo a papá y a mamá. Mis queridos hijos, yo me retiro y voy ante Dios Padre y mañana estaré de nuevo con vosotros.

Esta noche, Marisella, probablemente dormirás poco porque tengo que decirte algunos de los nombres de aquellos que llevarás contigo al Paraíso.

Marisa - ¿Están también ellos?

Nuestra Señora - Sí.

Marisa - ¡Dios mío! ¿Se lo puedo decir al Obispo?

Nuestra Señora - Después.

Marisa - Está bien. Yo continuaré rezando por todos aquellos. ¿Cuántos son los que tienen que venir conmigo al Paraíso?

Nuestra Señora - En total serán mas de 3000. ¿Estás contenta de esto?

Marisa - Claro que estoy contenta, pero lo que me has dicho ahora me hace aún más contenta. Yo querría que todos los hombres fuesen al Paraíso con Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, y para cantar juntos alabanzas a Dios, rezar a Dios, recitar los salmos, permanecer unidos a Él.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo os bendigo, bendigo a Emmanuel y a Sara. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Villetta Barrea (AQ), 6 agosto 2006 - h. 12:30 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Dios Padre me ha mandado hoy a vosotros para deciros que la columna de las personas que tiene que subir al Paraíso poco a poco camina, las personas ya no están quietas. El mérito de esto Dios os lo da a vosotros, es un don grande que os hace. Tendríais que ser felices sabiendo que vuestros seres queridos subirán al Paraíso. Por esto os digo: rezad, rezad por vuestros muertos, para que también ellos suban al Paraíso. Se ha formado una corona de flores muy hermosa. A la cabeza de esta corona está la Virgencita, san José, Abuela Yolanda que van paso tras paso para llegar hasta a lo alto del Paraíso. Recordad: conquistar el Paraíso no significa estar siempre en oración, o ir a los santuarios a rezar. El Paraíso se conquista con el amor, la obediencia, la caridad. Todos tenéis que ser una sola cosa, os tenéis que amar. Entre las personas que están yendo al Paraíso, queda todavía mucho camino, algunas no han ido nunca a la iglesia, han rezado poco, pero han sabido amar. No sirve, os repito, estar con las manos juntas orando, sirve sobre todo amar a todos, incluso a los que hacen sufrir. Yo espero aquel día en el que vuestra hermana subirá al Paraíso llevándose detrás de ella todas estas almas que son más de 3000: hay niños que tienen uso de razón, adultos, sacerdotes, obispos, cardenales, todos subirán poco a poco hacia Dios. El que ve a Dios vive una gran alegría y felicidad. Ver a Dios no es posibles para vosotros en este momento, pero cuando subáis al Paraíso lo veréis tal como es Él. Dios nos ha hecho hijos suyos y nos ha amado como a hijos.

No me queda más que deciros: rezad y no os desaniméis, porque en aquel momento el demonio os tienta. Si os desanimáis y estáis hundidos el demonio se precipita hacia vosotros y os hace pecar. Tenéis que ser fuertes porque tenéis que vencer al demonio. ¿Cómo se vence al demonio? Con la oración, con el amor, con el amarse unos a otros. El demonio huye especialmente cuando tenéis la Eucaristía. Recibid la Eucaristía todos los días, no la dejéis nunca, a menos que haya motivos importantes por los que no podáis ir a la iglesia. De lo contrario corred, Comulgad, recibid a Jesús en vuestro corazón y veréis que el demonio no podrá haceros nada. Incluso cuando estáis hundidos y os derrumbáis, uníos a Jesús Eucaristía y seguid adelante. Ved cuanta miseria hay alrededor: la guerra, las personas que matan. Tenéis que tratar de rezar para impedir que el demonio extermine a las almas y hacer que el mundo se vuelva como Dios lo ha creado. Dios no ha creado el mundo para haceros sufrir, sino porque os ha amado. Vosotros hombres no habéis comprendido todo esto y continuáis sin rezar y os angustiáis. Haced penitencia, haced pequeños florilegios, haced rezar a vuestros niños y veréis como todo va bien.

Gracias de todo corazón a los que cooperan en esta campaña para salvar a las almas.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, bendigo a todos los niños y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Villetta Barrea (AQ), 13 agosto 2006 - h. 1:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Solo si recibís a Jesús cada día, podéis ir al Paraíso. Sin Jesús Eucaristía, no podéis ir al Paraíso. He venido solamente para saludaros. El que viene después de mi, tiene mucho que deciros.

Dios Padre - Yo soy Dios. He venido a diario durante un tiempo y hoy, después de algunos días, vuelvo de nuevo a vosotros para daros las gracias por todo lo que estáis haciendo: los florilegios y la penitencia que, como ha sugerido vuestro Obispo, habéis hecho por la paz, para ayudar a Marisella y para tantas personas que tienen necesidad. Continuad, porque los hombres formulan siempre muchas palabras, pero la paz no llega de modo definitivo. Hoy hay paz, mañana no se sabe. Vosotros que os vais y dejáis este lugar, rezad y haced penitencia, quizás un poco más fácil.

Marisa - Han escogido comer hígado, no se lo he dicho yo.

Dios Padre - Haced lo que podáis, pero rezad por la paz en el mundo. Yo, Dios, estaré a vuestro lado, cerca de vosotros y os ayudaré, como ayudaré también a los que están lejos de vacaciones. Será para Mi una gran alegría veros recibir a Jesús Eucaristía; así un día podréis subir al Paraíso. ¿Sabéis cuántas personas suben al Paraíso con Marisella? Hasta hoy ¡son 3.540! y la mayor parte de sus nombres no han sido escritos. Pobre Marisella, acordarse de todos los nombres es difícil, entonces cada tanto vengo Yo y le digo los nombres que tiene que escribir junto al Obispo. Hoy añadid a Lauro, Giacomo, Luca, son todas personas santas y por otra parte a Máximo, Antonello, Juan y muchos otros. Con el nombre de Yolanda sólo está tu madre. ¿Habrá otra Yolanda? Quien sabe. Esto os tiene que dar alegría. Pensad en cuando también vosotros haréis un cordón de flores y subiréis al Paraíso, donde encontraréis mucha alegría, mucho amor y mucha caridad.

Y luego vendrán otros, otros muchos y al final vendrán también los hijos.

Marisa - Dios, ¿por qué se ríe mamá?

Dios Padre - Porque está pensando en todas las almas que vendrán al Paraíso contigo, atadas una a una con las flores. ¿Cuántas almas tenemos que salvar aún, Marisella?

Marisa - Las salvamos a todas. ¡Estás Tú!

Dios Padre - Sí, Yo quiero salvarlas a todas. Te he hecho sufrir mucho para salvar a las almas, para salvar a la Iglesia, para el nuevo Papa, y tu sabes a quien me refiero. Hay tantas cosas aún por hacer.

Marisa - Oye, Dios, hablemos de hombre a mujer. ¿Se puede decir así?

Obispo - De creador a criatura.

Marisa - De creador a criatura. Si tengo que esperar todo lo que tienes que hacer ¡yo ya no me muero! Tenía que morir en marzo y después en junio, hemos llegado a agosto y estoy todavía viva. ¿Cuándo me llevarás? Si no me llevas, ¿cómo lo hago para estirar la cuerda de todas aquellas almas?

Dios Padre - Ánimo, Marisella, sé que bromeas.

Marisa - No, no, no, no bromeo en absoluto. Te hablo de creador a criatura. ¿Has oído como ha dicho el Obispo? ¿Cuándo iré arriba? ¿Cuándo llevaré a todos los otros al Paraíso? No has tenido palabra, mi querido Dios. Yo te quiero y te amo, pero no puedo callar lo que pienso, porque eres Dios. (Marisa se dirige al Obispo) Dime si me equivoco.

Obispo - No, es la hija que habla al Padre.

Marisa - Soy la hija que habla al Padre. Tratemos de apresurarnos, haz que, al llegar a Roma, todo se termine, todo se acabe, de lo contrario voy a comprar un ataúd y me meto dentro. Todos se ríen allí arriba, también mamá se ríe.

Dios Padre - Ánimo, hijita mía, estoy a tu lado, te quiero como te quieren todas las personas del Paraíso, especialmente tu esposo Jesús, la Madre de la Eucaristía, San José, la Abuela Yolanda, tía Ana y la abuela Esperanza.

Ánimo, ten fe y fuerza. Adiós, Marisella.

Nuestra Señora - Dios se ha ido y ha comunicado buenas noticias a vuestra hermana. Yo, junto a vuestro santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados y a todas aquellas personas que están atadas una a la otra con una flor para subir al Paraíso. Os traigo a todos conmigo y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Villetta Barrea (AQ), 14 agosto 2006 - h. 2:40 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Estoy escuchando lo que decís.

Nuestra Señora - Te doy las gracias por todos los florilegios y sacrificios que has hecho, por el amor que demuestras hacia las personas: tu director espiritual, Monseñor Claudio Gatti, tus sobrinos, tus nietecitos y a las dos señoras que están aquí para ayudaros. No penséis más en lo que ha ocurrido. No os turbéis por aquel triste recuerdo.

Marisa - Sí, pero cuando como, siento todavía un sabor tan amargo. No se tiene que decir, pero siento repugnancia y no soy capaz de comer porque me noto la boca amarguísima. De todos modos os doy las gracias, sobretodo porque me habéis dejado dormir. Ahora quería haceros una pregunta, se la dirijo a Jesús, a mi Esposo: ya que no puedo comer, porque noto siempre el amargor de aquel día, ¿puedo comer judías verdes?

Jesús - Claro, para Nosotros es siempre ensalada.

Marisa - Ayer me dijiste que no.

Jesús - Queríamos ver hasta donde llega tu sacrificio. Has cumplido igualmente el sacrificio aunque no hayas comido la ensalada. Por tanto quédate tranquila, vive tranquila, de lo contrario no podremos ni siquiera decirte los nombres de las otras personas que subirán contigo al Paraíso. Sé feliz, hija mía, mañana es la fiesta de la Asunción de María. Celebrad una hermosa S. Misa, aunque seáis pocos. Rezad por las personas que están lejos y por las personas que os han proporcionado tanto dolor y tanto sufrimiento. En la comida estarás con ellos y comerás con ellos, esta noche te diré lo que podrás comer.

Ahora os bendigo a vosotros y a aquellos que están arriba, especialmente a los niños. Me gustaría que salierais a tomar el aire. Salid, tratad de hacer caminar a vuestra hermana porque las piernas ya no pueden más; probad siempre, de todos modos, a hacerla caminar.

Marisa - No son ellos los que no quieren probar, soy yo que no puedo caminar.

Jesús - Bueno, probadlo, primero un minuto, después otro minuto, después otro minuto, hasta llegar a los 5 minutos. Querido Monseñor, tienes que hacer el regalo a tu hermana

Obispo - ¿No vale aquel con las cartas?

Jesús - Quien sabe si llegará a tiempo. Tu, de todas formas, hazle un regalo personal.

Obispo - Lo hago de buena gana, ya lo sabes.

Marisa - No hay tiendas.

Obispo - No sé donde hacerlo.

Marisa - Tienes que estar tranquilo, porque no se gasta dinero. Tenemos que pagar esta casa, la otra casa y la casa de Roma. Oye, Jesús, quería preguntarte: ¿me quieres verdaderamente? ¿Por qué me hacéis sufrir tanto, tanto, tanto? Ya sé que son necesarios los sufrimientos para salvar a las almas, para que triunfe la paz, para el futuro Papa y para el renacimiento de la Iglesia, pero yo estoy muy cansada, mucho, pero no diré nunca que no, no me retiraré nunca, quédate tranquilo. Jesús, seré siempre tu dilecta esposa y Tú mi dilecto esposo. Gracias.

Jesús - Yo, Jesús, os bendigo y os traigo con alegría en mi Corazón. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Sea alabado Jesucristo.

Villetta Barrea (AQ), 14 agosto 2006 - h. 11:30 p.m. (Carta de Dios)

San José - Cuando están presentes Dios Padre, Jesús y mi amada esposa, yo ¿qué os puedo decir? Sólo que os amo. Amaos todos. No puedo decir otra cosa, sino que os améis.

Nuestra Señora - Junto a mi amado esposo San José, bendigo a todos los presentes en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Villetta Barrea (AQ), 15 agosto 2006 - h. 12:45 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¡Estás vestida de fiesta!

Nuestra Señora - Como vosotros; hoy he hecho todo lo posible para estar hermosa

Marisa - Tienes un vestido bellísimo.

Nuestra Señora - Antes de subir al Cielo y después de habernos detenido en el Jordán, hemos ido a Getsemaní y allí hemos rezado. Ha sido conmovedor ver a los niños rezar con la cabeza hasta el suelo y recitar el Padre Nuestro y el Ave María en hebreo. Los niños no se han movido hasta que no hemos terminado de rezar; también nosotros estábamos con la cabeza inclinada en el suelo. Todos los ángeles nos circundaban y esperaban mi Asunción al Cielo. Después de un poco, he oído a mi Todo que me llamaba: "María, ven" y he sido de nuevo asunta al Cielo. Cuando morí, fui enseguida transfigurada y fui asunta en alma y cuerpo al Paraíso, donde he gozado muchísimo de ver a tantas personas queridas por mi, como hoy gozo al veros a vosotros, personas queridas por mi.

Ha sido muy hermoso cuando desde el Jordán hemos partido y hemos ido a rezar a Getsemaní, donde hemos visto a los niños con la cabeza hasta el suelo que, de rodillas, rezaban, rezaban, rezaban. Ahora no rezan, porque están jugando, pero en la S. Misa hacedlos venir; son pequeños, pero uno ha hecho la Primera Comunión y el otro, si quiere, puede seguir a su hermano. Hoy es una gran fiesta en el Paraíso y también vosotros tenéis que hacer una gran fiesta. Alguno me ha pedido un regalo para Marisella, ha dicho: "Yo le he hecho un regalo, ¿y tu?. Me has dicho que le haga un regalo y he ido a hacérselo. De vosotros quiero el regalo que la hagáis estar un poquito mejor". De hecho, hoy está mejor y ha descansado, aunque la enfermedad está y es grave, pero ella es capaz de superar incluso esto, haciendo también el payaso y la cómica.

Marisa - ¿Por qué me dices esto? A mi me gusta bromear y cuando estoy mal si me decaigo es peor. Sin embargo bromeo contigo, con Jesús y con los otros del Paraíso. Y con los de la Tierra no hablemos.

Nuestra Señora - Me gustaría que en este día de la fiesta de mi Asunción al Cielo, rezaseis más. Id a dar un paseo y cuando estéis en el coche recitad el S. Rosario despacio y con el corazón. Orad por todas las personas que se están preparando para subir al Paraíso con Marisella. Gozad de esta alegría.

Excelencia, ¿no estás contento de que todas estas almas vayan a gozar del Paraíso?

Obispo - Felicísimo.

Nuestra Señora - Hay muchos sacerdotes.

Obispo - Esta es una gran alegría.

Nuestra Señora - Hay también obispos y cardenales.

Obispo - ¿Cómo se llama el Obispo del Águila cuyo apellido no recuerdo?

Nuestra Señora - ¿Pretendes que te diga todos los apellidos de todos los obispos y sacerdotes?

Obispo - Es uno de los pocos que nos ha querido.

Nuestra Señora - Lo sé. Mira en tu cuaderno de apuntes, donde encontrarás su nombre. Cada día escribís el nombre de centenares de personas, tienes que estar contento.

Obispo - Lo estoy.

Nuestra Señora - Poco a poco. No se pueden escribir los nombres de 3.540 personas, todos juntos, es una fatiga enorme. ¿Te has dado cuenta de que a Marisella le duele la cabeza cuando te dice los nombres? Hacedlo poco a poco. Vosotros ayudadlos con la oración y si conocéis algún buen sacerdote muerto, alguna persona muerta decídselo a vuestro Obispo. Ahora te nombro a Ana, la abuela de Jacobo.

Marisa - Sí, la he conocido. ¿Viene conmigo?

Nuestra Señora - Claro.

Marisa - Cuando se lo diga a Franco estará muy feliz y se conmoverá. Ayúdanos a llevar a otras almas, es lógico, especialmente a nuestros parientes.

Nuestra Señora - Hoy me gustaría oír hablar al Obispo. ¿Tienes algo que decir a tu Madre?

Obispo - Antes que nada, te doy las gracias. Soy yo el que te ha dicho: "Yo le he hecho el regalo, ahora hacedlo vosotros", porque cuando Marisa está un poquito mejor yo revivo. Perdona la osadía, hago una comparación que no quiere ser irreverente. Me comporto como Dios cuando se manifiesta a Marisella bajo forma de flor: cuando dice noticias bonitas rebosa luz y alegría, cuando dice noticias feas se marchita. Yo hago lo mismo con Marisella: cuando está un poquito mejor reboso de alegría y cuando la veo sufrir me marchito; por tanto tengo algo en común con nuestro Papá.

Actualmente estoy gozando muchísimo, porque son enumerados los nombres de los parientes y sacerdotes conocidos que irán al Paraíso. Es una alegría enorme para mi, porque en el Paraíso nos haremos buena compañía. Ahora te pido: ten bajo tu manto a los sacerdotes que tendré que ordenar obispos y a los obispos y cardenales que me tendrán que ayudar. Dentro de un poco de tiempo empiezo a pensar en estos. Ahora estoy pensando en el futuro de la Iglesia y en mi futuro. Por un lado deseo que se apresure, para que el bien triunfe, por el otro tengo mucho miedo, pero luego pienso que estaréis tú, Marisella y la Abuela Yolanda que me ayudaréis y entonces me tranquilizo. De todos modos, gracias. Te pido que bendigas a todos los miembros de la comunidad que han estado a nuestro lado en los momentos dolorosos y te pido que pongas tu mano en especial sobre los niños. Hazlos crecer sanos espiritualmente y físicamente, aparta lejos de su alma el mal, para que sean verdaderamente los hijos de la Madre de la Eucaristía.

Gracias por haberme escuchado.

Nuestra Señora - Gracias a todos vosotros.

Junto a mi santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Villetta Barrea (AQ), 20 agosto 2006 - h. 3:15 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Marisella, tu sufrimiento es grande porque las almas que hay que salvar son muchas. Mira cuántas almas llevas en tu haber cuando vayas con el Padre Celestre. ¿No estás contenta de esto?

Marisa - Sí, estoy contenta, pero ya no puedo más. Somos dos los que sufrimos, dos los que estamos reducidos a pedazos, porque no tenemos a nadie que nos ayude, que esté a nuestro lado. No tenemos a nadie, estamos sólo nosotros dos.

Nuestra Señora - Dos vosotros y cinco Nosotros, somos siete personas.

Marisa - Sí, pero vosotros estáis allá arriba y nosotros estamos aquí abajo; es terrible. El planeta Tierra me da mucho miedo, no quiero estar más en la Tierra. Te lo ruego, ayúdanos. Hoy he comido un poquito, haz que esté un poco mejor, que no tenga estos fuertes dolores que me hacen gritar y estar mal. Ayúdanos.

Nuestra Señora - Nosotros os ayudamos.

Marisa - Siempre dices eso, pero no sentimos la ayuda

Nuestra Señora - Nosotros os ayudamos, Marisella, pero más que eso no podemos hacer porque tu cometido es llevar al Paraíso muchas almas; por esto cada tanto viene el gran sufrimiento que te hace sufrir tanto, pero luego verás como todo será hermoso y gozarás junto a tu madre.

Marisa - Me gustaría que llevases conmigo al Paraíso también al Obispo. ¿Qué hace aquí? No hace otra cosa que sufrir, sufrir y sufrir. Hace un tiempo que sólo lo veo llorar, no es posible que un hombre que Dios ha ordenado Obispo, tenga que llorar siempre y sufrir. Yo no soy capaz de verlo tan oprimido. Trata de entenderme, Virgencita, te lo ruego, llévalo conmigo, llévanos a los dos juntos.

Nuestra Señora - Esta es una decisión que tiene que tomar Dio Padre. Marisa - Todo lo tiene que decidir Dios Padre, pero en definitiva, nosotros estamos cansados, muy cansados. Lo hemos dado todo a todos: a los hombres, a los sacerdotes y a la Iglesia; ahora basta, no podemos más. Nos tienes que ayudar, te lo ruego, nos tienes que ayudar.

Nuestra Señora - Claro que os tengo que ayudar, yo soy la Madre, pero tu cometido, Marisella, permanece.

Marisa - ¿Todavía? No me hagas sufrir como esta noche, te lo ruego. No puedo sufrir como esta noche. Te lo ruego, Virgencita, te lo ruego de todo corazón, llévanos, y si no nos quieres llevar a los dos, llévame a mi, y a él mándalo donde Dios quiere que vaya.

Nuestra Señora - Recuerda, Marisa, que convertirse en Papa significa vivir grandes sufrimientos y afrontar grandes sacrificios.

Marisa - Tú lo ayudarás. ¿Qué clase de Madre serías sino?

Nuestra Señora - Me gusta cuando hablas así. Ahora en nombre de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, y junto a mi santo Obispo os bendigo, os cubro con mi manto materno, os estrecho fuerte contra mi corazón, como estrecho contra mi corazón a la pequeña Miriam, y os llevo conmigo.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Marisa - Adiós, mamá.

Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Estaba también mi madre.

Villetta Barrea (AQ), 20 agosto 2006 - h. 11:30 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por lo que habéis decidido hacer: renunciar al sueño para orar por Marisella. Si tenéis alguna dificultad, nos os preocupéis, id a la cama, pero si podéis hacer este sacrificio por vuestra hermana, hacedlo y Dios estará contento, como lo estaré yo. También la Abuela Yolanda estará contenta. No podéis imaginar lo grande que es mi amor cuando os veo tan cercanos el uno del otro y os ayudáis, cuando habláis de Jesús, de María, cuando vuestro Obispo empieza a hacer catequesis que, entre paréntesis, no termina nunca. A vosotros os gusta y estáis contentos, lo estamos también nosotros. Esta tarde no tenía que venir, pero Dios me ha dicho: "Ve, María, dulce Madre, ve con estos mis pequeños hijos, ayúdales, hazles comprender que estamos a su lado, aunque haya gran sufrimiento, porque la misión de Marisella es esta". Otras misiones que tenía le han sido quitadas, pero la de sufrir por los hombres, de hacer que los hombres se conviertan, es suya, y vosotros tenéis que ser felices.

Marisa - Quería decirte solamente que esta noche me dejes dormir un poquito, porque los dolores son fuertes y el cansancio es mucho. Si tu quieres, ve delante de Dios, te pones de rodillas delante de él; como hacía Jesús en Getsemaní, con la cabeza inclinada hasta el suelo y le dices: "Dios, Padre Omnipotente, ayuda a estos hijos míos, déjalos descansar", verás que no te dirá que no, porque Dios, a su manera nos ama; somos nosotros los que a veces no comprendemos su amor.

Nuestra Señora - Gracias, gracias porque estáis aquí reunidos. Han vuelto también dos ovejuelas, las otras están todavía dando vueltas, pero todos los jóvenes harán la penitencia de no dormir y rezar. Yo os doy las gracias y junto a mi Obispo santo y mártir os bendigo, a vuestros seres queridos, a los muchachos que están con vosotros y a todos los que están fuera y que tienen familia. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, mamá, no hagas como esta noche, ven si te necesito; bichirrín, se lo digo a mi madre, no a la Virgen.

Villetta Barrea (AQ), 22 agosto 2006 - h. 8:15 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Yo soy la Reina del Cielo, pero no tengo corona y tu lo sabes. Mira a mi alrededor a todos los ángeles y a los Santos, mira a la Abuela Yolanda, qué recogida en oración está. Yo os amo como Madre y como Reina. No me esperabais porque hoy nosotras dos ya habíamos hablado.

Marisa - Sí, pero creía que lo habían oído también ellos, sin embargo no han oído nada.

Nuestra Señora - Hemos hablado de Su Excelencia, Monseñor Claudio, y hemos hablado bien de él. Dios está esperando la conversión de sus hijos, sobre todo de los sacerdotes. Esta prueba tan dura, que parece que no se acabará nunca, terminará porque el Obispo no puede vivir así y no puede luchar siempre contra los pastores indignos. Tenéis que estar a lado del Obispo en el sufrimiento, tenéis que rezar por él, no enfadaros por las pequeñeces. Dios quiere el amor y vosotros tenéis que amaros, mis queridos hijitos. Tenéis que amaros todos y si alguno no se comporta bien, no tiene que estar presente en mi aparición y en la manifestación de Dios. No tiene que participar en la S. Misa si no puede Comulgar. Si no comulgáis ¿qué venís a hacer a Misa? Orad por todos los pecadores. ¿Has visto, Marisella, cuántas almas vendrán al Paraíso contigo? Estoy contenta que entre ellos están los parientes de Monseñor Claudio y tus parientes: os lo merecéis. Cuando Dios lo decida, esta subida al Paraíso será una gran fiesta para todos y tu, hija mía, gozarás como gozará Su Excelencia porque es hora de que finalmente también vosotros tengáis una gran alegría. Orad a María Reina, orad, orad porque siendo reina, puedo tener la fuerza para ayudaros. Tratad de no llorar, no es llorando como se resuelven las situaciones, sino rezando.

Obispo - Pero yo rezo mucho.

Nuestra Señora - Y lloras mucho. Ánimo, Monseñor Claudio, hermano mío, hijo mío, ánimo. Mis queridos hijitos, estáis viviendo una prueba que ningún hombre en el mundo ha tenido nunca. Cuando decís: "Aquellos que son malos gozan y son felices, mientras que los buenos sufren siempre" es verdad, desde el punto de vista humano es así; pero Dios a vosotros os dará algo más grande, el Paraíso para la eternidad. ¿Cuánto podéis vivir aún? Después gozaréis en el Paraíso para siempre. Gracias por vuestra presencia.

Monseñor Claudio, te lo ruego, quiero verte sereno y brillante; sé que es difícil, pero puedes conseguirlo. Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Lamento, Marisella, que tengas tanto sufrimiento y que los hombres no sean capaces de comprenderlo, pero veo que estás serena y vives con alegría. Te doy las gracias por esto.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, Reina, hermosa, sin corona, ¿te quedas con nosotros también durante la S. Misa? ¿Estarás al lado del Obispo?

Nuestra Señora - Sí, como siempre, y traeré también a la Abuela Yolanda y a San José.

Marisa - Estate a su lado, estréchalo, estechélo junto a ti.

Marisa - Después, durante la S. Misa, vendrán también San José y la Abuela Yolanda.

Obispo - Sí, esta vez lo he oído, lo han oído todos. Esperemos que llegue pronto el momento de la alegría; Dios la está preparando.

Marisa - Eso ha dicho.

Villetta Barrea (AQ), 22 agosto 2006 - h. 11:52 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Es tan difícil soportar los sufrimientos y las adversidades, Dios mío, Padre Omnipotente, Creador de todas las criaturas. Tu que nos has amado hasta darnos a tu Hijo, ayúdame, te lo ruego, hazme estar un poquito mejor. ¿No ves que la Madre llora? Lo tienes que hacer sobre todo por Monseñor, no puede pasar la noche en blanco para asistirme, porque estoy llena de dolores. Yo Te lo he pedido, no Te obligo. Si quieres, ayúdame, necesito Tu ayuda, si no puedes ayudarme porque tus planes son otros, que se haga Tu voluntad.

Dios, ten piedad de mi si no soy capaz de sufrir como Tu quieres, perdóname si alguna vez Te llamo como si fueras mi hermano. Ten piedad de mi, Dios, ten piedad de mi. Perdóname, Dios, perdona mi franqueza al hablarTe. Haz que cesen un poquito los dolores, poco, poco, no pido mucho. Te pido sólo descansar, dormir, tengo necesidad de dormir. ¿Ves cómo tampoco durante el día soy capaz de hacer nada y termino por dormirme a cualquier hora? Dios Padre ayúdame y ayúdanos: no podemos más. Te hemos dicho siempre que sí y continuaremos diciéndoTelo, pero nos tienes que ayudar, como tantas veces has prometido.

Dios Padre - Yo soy Dios. Cuando ha llegado el momento de ayudaros he estado siempre presente. A veces estaban presentes personas que no merecían estar presentes en mi presencia, entonces Yo me he retirado y he mandado a la Madre: ella ha hablado en mi nombre. Marisella, dulce criatura del Cielo, sé fuerte. Monseñor Claudio, hijo mío, sé fuerte. Os ayudaré, como he hecho siempre, aunque vosotros penséis lo contrario, pero vuestro camino es duro y espinoso. ¿Recuerdas, Claudio? Arrastraremos estas pobres y míseras carnes, sin que la boca pronuncie una palabra amarga de rebelión. ¿Recuerdas, hijo Claudio?

Obispo - Lo recuerdo.

Marisa - Sí, Dios, pero ayúdanos.

Dios Padre - Os doy mi santa bendición. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, Dios, gracias. Haznos estar un poquito mejor, Te lo ruego, porque yo no puedo vivir así.

Dios Padre - ¿Todavía me desafías, todavía no tienes confianza en mi?. Yo estoy siempre dispuesto a ayudaros, son los hombres los que me echan.

Marisa - Yo no.

Dios Padre - ¡Oh no, hija mía, pequeña Marisella! Tu has sufrido siempre, desde el nacimiento, no eres tu la que me echa. Adiós, pequeña. Un beso también a mi pequeño gran Obispo ordenado por Mi. Los hombres que hablan mal de él, que no creen que Yo lo he ordenado Obispo, irán al infierno.

Yo soy el amo del Cielo y de Tierra, y puedo hacer lo que quiera. ¡Ay de aquél que se ha permitido hablar mal y calumniar a mi Obispo!. Ha dicho bien tu hermana, Claudio: "En la Tierra podemos vivir hasta cien años, pero en el Paraíso gozaremos por toda la eternidad". Así pues, aspirad al Paraíso y no penséis en el tiempo que tenéis que estar en la Tierra. Rezad junto a María, Madre de la Eucaristía, a San José a la madre de Marisella, que también yo, Dios, llamo Abuela Yolanda, y estaréis unidos a Mi. Orad, orad, orad.

Marisa - Adiós.

Villetta Barrea (AQ), 23 agosto 2006 - h. 10:20 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Esta es la hora de la gran oración en el Paraíso.

Marisa - Entonces ¿por qué estás hablando conmigo?

Nuestra Señora - Marisella, ¿cómo te permites?

Marisa - Ya sabes que bromeo. ¿Cuándo le pedirás a Dios Padre eso que tanto deseo?

Nuestra Señora - Tu primero habla con tu director espiritual y pregúntale: "¿Quieres venir al Paraíso conmigo?".

Marisa - Él quiere venir al Paraíso conmigo

Nuestra Señora - Está bien. Tu pregúntaselo y luego hablaré con Dios Omnipotente. ¿De acuerdo?

Marisa - ¿Sabes que me cuesta hablar y respirar?... Sí he comprendido. Adiós. Ahora intentaré comer algo. Me gustaría sentir que los otros me quieren un poco, poco, poco. Tu te preguntas porqué, pero yo siento esta necesidad; saber que los otros me aman, me da valor.

¿Me llevas arriba con Monseñor? Llévanos arriba, te lo ruego, ¡no me apetece nada dejarlo en la Tierra!

Obispo - Pero yo te acompañaré.

Marisa - No, quédate conmigo en el Paraíso.

Obispo - Tengo que volver, tengo cosas que hacer, no puedo dejar la comunidad. Acuérdate de lo que ha escrito S. Pablo.

Villetta Barrea (AQ), 24 agosto 2006 - h. 11:50 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Te lo ruego, no hables más como esta tarde. Has visto que jornada hemos tenido los dos. Cuando tengas que venir, avísanos, si quieres, pero no nos hagas esperar tanto tiempo. Estamos sufriendo muchísimo. Dios se hace sentir para decirme que tengo que hacer Su voluntad. Tu cuando vienes eres una dulce mamá, pero no nos das ninguna noticia de lo que tiene que suceder. Hemos escrito los nombres de las personas que tengo que llevar al Paraíso, pero ¿cómo y cuándo sucederá? Pide a Dios que nos ayude un poquito.

Vivimos en una condición desastrosa, pero te amamos mucho y amamos a Dios, aunque nos sentimos como bajo tierra. Estamos sufriendo como ningún hombre de la Tierra ha sufrido nunca, nadie podrá comprender nuestro sufrimiento. ¡Ven, Mamá, ven más a menudo!. Te necesitamos. ¿No ves como estamos de consumidos? Es desde 1999 que nos parece que se nos ha tomado el pelo: "Llegará esto, llegará aquello", pero hasta ahora no ha llegado nada. El sufrimiento es muy grande, no podemos soportarlo más. Tratamos de sonreís, de hablar con las personas que vienen a vernos, pero nuestro corazón está a pedazos. ¿Nos puedes ayudar, tu, Madre? Dinos, te lo ruego, ¿qué hemos he hacer? Yo pensaba que ya había terminado, pero estoy peor que antes y aún me encuentro en este planeta Tierra. Dios me ha llamado "criatura del Cielo". ¿Qué Cielo? ¿El que está abajo o el que está arriba? Yo no me siento criatura del Cielo. No me mires a mí, mira a nuestro Obispo, al que tu amas tanto y dices que es tu hijo. Tu lo amas, pero ¿qué hacer por él? Desde que ha sido ordenado Obispo por Dios, ¿qué ha tenido? Sufrimiento, sufrimiento y sufrimiento; estamos cansados. ¿Tenemos que continuar viviendo así? Tenemos intención de dejarlo todo, de cerrarlo todo y recluirnos en casa, quizás para trabajar y escribir. A mi me gustaría mucho que el Obispo lo cerrase todo. Él siempre piensa en la comunidad, pero en el fondo, aunque son buenos, ¿qué puede hacer la comunidad por nosotros? Que vayan a sus parroquias, terminarán de sufrir también ellos. ¿Por qué Dios no se decide a llevarnos?

Nuestra Señora - Marisella, no te he oído hablar nunca así. Se ve que en tu corazón y en el del Obispo hay un gran sufrimiento. Yo he rezado mucho con tu madre y tu sabes cuantas veces hemos ido de rodillas delante de Dios y hemos rezado con la cabeza inclinada por vosotros. Dios tiene sus planes. Haced Su voluntad, no hagáis sufrir a la Madre y os daréis cuenta que todo irá mejor.

Marisa - Mamá, mamaíta, se me presenta una noche no muy bonita, ven a estar a mi lado, a ayudarme, porque estoy muy cansada. ¡Ven mamaíta!

Abuela Yolanda - Ya verás como podrás descansar, tesoro, aunque tengas muchos dolores, hija mía. No te he visto sufrir nunca tanto y ¿quieres que tu madre no llore por esto?

Marisa - Yo solo digo: ayúdanos, tenemos necesidad de vuestra ayuda.

Nuestra Señora - Está bien, esta tarde hablaremos de nuevo con Dios Padre, rezaremos de rodillas con todos los ángeles y los Santos. Le pediremos eso que has dicho, Marisella, y veremos lo que nos dice. Si dice que tenéis que hacer todavía Su voluntad, escoged vosotros: o continuáis haciendo su voluntad o bien os retiráis como has dicho.

Marisa - Sí, pero no es bonito esto; después de tantos años de sufrimiento, no me parece bonito tener que retirarnos.

Nuestra Señora - Marisella, yo lo digo por ti, por el Obispo, aunque os retiréis no ofenderéis a Dios. Haced la voluntad de Dios y Dios os hará comprender lo que quiere. No estás bien, Marisella, la enfermedad continua adelante y los dolores aumentan. No cojas nada más sobre tu espalda, deja que los otros trabajen también por la Iglesia.

Junto a mi grande y santo Obispo, Monseñor Claudio, os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, mamá.

Abuela Yolanda - Dale un beso a mi Obispo por mi.

Marisa - Sí, pero rezad por nosotros, no podemos más.

Obispo - Has estado muy bien.

Marisa - He dicho lo que sentía en el corazón.

Obispo - Es lo que yo habría dicho.

Marisa - Pero no entiendo nada.

Villetta Barrea (AQ), 26 agosto 2006 - h. 0:10 a.m. (Carta de Dios)

Dios Padre - Yo soy Dios, Marisella, tu no me ves, pero ves la flor; la hermosura de esta flor es la hermosura de tu alma.

Sí, puedes tomar la Eucaristía cuando quieras y si luego aún tienes hambre, intenta comer algo. Ya estábamos de acuerdo así, pero me parece que el Obispo y tu no me habéis comprendido. Ya había dicho que tenías que tomar la Eucaristía y si no era suficiente, podías comer un poquito, poco a poco; este poco a poco no te ha entrado en la cabeza. ¿Verdad, Marisella?

Marisa - Sí, Dios, tienes razón. ¿Quién te lo ha ido a decir, la Virgen y mi madre?

Dios Padre - Sí. Han venido las dos preocupadas y se han arrodillado con la cabeza inclinada, como están haciendo ahora tus seres queridos. Excelencia, te lo ruego, levántate, ya eres bastante mártir.

Marisa - ¿Y estos?

Dios Padre - No, ellos pueden estar de rodillas.

Marisa - Oye, Dios, ¿está bien así?

Dios Padre - Sí, Marisella, pero ten cuidado cuando hables, hija mía, tesoro mío, porque yo te entiendo, criatura del Cielo, pero no todos pueden comprender cuando tu hablas de cierta manera. Levantaos, hijitos, para recibir mi bendición. Os bendigo a todos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - ¿Te puedo decir adiós, Dios?

Dios Padre - Claro.

Marisa - Te digo también gracias, Dios porque estás a nuestro lado siempre. Yo no quiero nada para mí, puedes llevarme cuando quieras, pero te encomiendo a Su Excelencia Monseñor Claudio. Tu lo has ordenado Obispo y Tu tienes que preocuparte por él. ¿Verdad, Dios, que lo harás?

Dios Padre - Si me lo dices tu de este modo.

Marisa - Ayúdalo, te lo ruego, también cuando se quedará solo, porque yo ya no estaré, ayúdalo. ¿Me mandarás a la Tierra para ayudarlo?

Dios Padre - Sí, quédate tranquilla, criatura del Cielo.

Marisa - Dios se ha ido. Adiós, mamá, adiós Virgencita, gracias porque habéis rogado a Dios que venga a hablarnos. Ahora se ha ido, porque ya no está la flor, es bellísima. ¡oh cuánto daría por encontrarla!.

Nuestra Señora - Un día, cuando estés un poco mejor, la dibujaremos entra las dos.

Marisa - ¿Pero cuándo?

Nuestra Señora - Nos sentaremos en la mesita y dibujaremos la flor de Dios y la estrella de Dios. Adiós, criatura del Cielo, adiós.

Marisa - Adiós, mamá, adiós.

Nuestra Señora - Dale mi beso a Su Excelencia.

Abuela Yolanda - La Excelencia es el más hermoso.

Marisa - Está bien. Adiós, adiós mamá.

Villetta Barrea (AQ), 26 agosto 2006 - h. 11:05 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Perdóname si no estoy arreglada de manera digna para recibirte, pero has venido improvisadamente. Me muevo con dificultad, tu lo sabes, acéptame tal como soy.

Nuestra Señora - Mis queridos hijitos, estoy aquí por los que han venido a verme por primera vez desde que estáis en la montaña, por la pequeña Mariasole, por Ana, porque su mamá está conmigo, y por todos vosotros aquí presentes. Nosotros estamos rezando muchísimo para saber la respuesta de Dios, pero no es fácil tener esta respuesta, como vosotros queréis. Si Dios viniese y os dijese: "Sí, mañana haré todo lo que os he prometido", estaríais todos contentos, pero Dios quiere salvar todavía otras almas, al menos las que no conocen bien la religión. ¿Habéis visto cuántas almas están listas para subir al Paraíso? Y habrá todavía más.

Quiero ayudaros para que aceptéis la voluntad de Dios. No podéis decir cada día: "¿Dios, Dios, qué haces? ¿Qué dices? ¿Cuándo vienes? Esperamos una respuesta tuya". No, con Dios no se habla de esta manera. A Dios se le dice: "Dios, esperamos una respuesta Tuya, pero que se haga Tu voluntad". Vosotros estáis en gracia de Dios. Los que se tienen que preocupar son los pecadores, los que no están en gracia.

La Abuela Yolanda está radiante, desde que ha subido al Paraíso es otra persona. Ama a todos, viene a menudo conmigo a ver a los niños, a los pobres, a los enfermos y cuando ha terminado su trabajo se arrodilla conmigo delante de Dios y pide gracias para vosotros. Ella sabe como están las cosas. Lo que Dios os ha prometido llegará. Tenéis razón, son ya muchos años que esperáis la llegada de la santa palabra de Dios; llegará, pero tenemos que ayudar a otras personas a subir al Cielo. Pensad, de las 3.540 personas, ya se han escrito los nombres de 1.600; ésta ¿no es una alegría para vosotros? Tenéis que estar contentos. San Claudio, Monseñor, Obispo ordenado por Dios, sé bueno, sé comprensivo, escucha y acepta la voluntad de Dios. Estoy contenta de que reces por la noche, pero tu primera obligación es la de dormir. Todos tenéis que dormir para poder trabajar al día siguiente. A ti, Marisella, ¿qué te puedo decir?. Ahora perteneces del todo a Dios, eres criatura del Cielo. Te digo solo que reces por aquellas almas que son buenas, pero que no tienen a nadie que les enseñe los Mandamientos y todo lo que Dios quiere. Por tanto, ten paciencia, hija mía, sé que la espera es larga y que tenías que haber subido al Paraíso desde hace muchos meses. Subirás, no te preocupes, porque no estás nada bien. Tú ríes, bromeas, cantas y hablas, pero tu salud está declinando y contigo vendrán todas aquellas almas del Purgatorio. Entre ellas están tus parientes y los del Obispo ordenado por Dios. Conmigo estará la Abuela Yolanda y junto a ti guiaremos a todas aquellas almas del Purgatorio. No hay respuesta de Dios; humanamente hablando, es triste, pero no es así, la respuesta de Dios llegará; sed más dóciles, tened más confianza, tened más amor hacia Dios, porque Dios es amor y os ama inmensamente. Abuela Yolanda diles algo a estoy hijitos.

Abuela Yolanda - Hola, Ana, soy tu madre y soy muy feliz, sé feliz también tu. Hola, Selenia, pequeña nieta, que has querido tanto a tu abuela. Juntas hemos sufrido tanto, pero yo hoy soy feliz. Tu tienes a tu marido, tienes a la pequeña Mariasole y aquí están también los otros niños que tu sabes. Quereos todos.

Marisa - Mamá, ¿puedes decirle a la Virgen que ayude a todos mis sobrinos y nietos para que estén bien? Mamá, ¿me mandas un beso? Abuela Yolanda - No solo a ti, se lo mando también a Ana, Selenia, Mariasole y Angelo. Mariasole, manda un besito a la abuela y también a la Virgencita. También yo rezo a Dios por ti, Monseñor, la Excelencia, él que estaba dispuesto a todo con tal de ayudarme, que cuando me veía sola venía a hablar conmigo. Qué dulce ha sido aquel hombre, aquel Monseñor, aquel Obispo.

Marisa - Gracias, mamá, gracias.

Nuestra Señora - Yo, la Virgencita, junto a la Abuela Yolanda y a mi santo Obispo os bendigo, os cubro con mi manto materno y os estrecho fuerte contra mi corazón. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Recordad que hoy no tenía que venir, pero he venido por vosotros, queridos míos.

Marisa - Adiós, mamá. Se han ido.

Obispo - Demos gracias a Dios que ha mandado a la Virgen y a la Abuela Yolanda.

Villetta Barrea (AQ), 27 agosto 2006 - h. 4:15 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - ¿Es verdad que tienes debilidad por Don Claudio?

Nuestra Señora - Yo tengo debilidad por todas las almas que aman a mi Hijo Jesús y que viven en gracia de Dios.

Marisa - Oye, ¿puedo hacerte una pregunta? ¿Dónde está Dios?

Dios Padre - ¡Heme aquí!

Marisa - Hoy viene como una estrella. ¡Qué hermosa es y es grande, grande, grande! ¿Has visto, Dios, como tampoco hoy las cosas han ido bien? Nosotros rezamos, tratamos de hacer todo lo posible y luego llega un imprevisto, pero no es culpa de nadie. Tengo dolor de estómago, pero soy feliz de no haber dado problemas. Haz calmar un poquito a Don Claudio, él tiene razón, toda la razón de este mundo.

Se amarga mucho cuando ve falta de sensibilidad hacia quien sufre.

Ha venido también el Espíritu Santo. Ahora están presentes los tres Jesús. Dios, ¿quieres perdonarnos a todos? Somos un poco débiles, tenemos pequeñas imperfecciones.

Dios Padre - Marisella, no te tienes que preocupar de nada.

Marisa - De todos modos nos quieres igualmente. Yo me inclino y adoro a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. ¿Porqué Jesús está aquí y allí?

Jesús - Porque soy Dios y puedo estar en cualquier lugar.

Marisa - Jesús, Tu eres dulce, incluso demasiado. Nos gustaría ir a pasear, ¿nos mandas una pizca de sol?

Dios Padre - Aunque no hubiera sol, podéis salir lo mismo. ¿Qué hacéis encerrados en casa? Tendrás tiempo para estar encerrada.

Marisa - Oye, ¿en el Paraíso tendré aire? A mi es lo que me falta.

Dios Padre - Recuerda que tienes que dibujar con la Virgencita la flor y la estrella. Verás que poco a poco todo irá bien.

Marisa - Ahora están los tres Jesús iguales y distintos, Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Padre tiene la estrella, el Hijo los estigmas, el Espíritu Santo la paloma.

Adiós a todos, adiós, Virgencita. Adiós, mamá, gracias por haberme ayudado antes. Don Claudio...

Obispo - Dime.

Marisa - Han venido los tres Jesús.

Obispo - Me he dado cuenta, aunque no los haya visto.

Marisa - Yo he hablado con Jesús.

Obispo - Sí.

Marisa - Y he tratado de hablar también con Dios.

Obispo - Has hablado con Dios.

Marisa - No es fácil hablar con Dios.

Obispo - Pero, ¿te das cuenta que la Santísima Trinidad ha bajado para hablar contigo?

Marisa - ¿Y quién soy yo?

Obispo - Para Dios eres importante.

Marisa - Ahora se ha ido, de lo contrario se lo preguntaba.

Obispo - No es necesario que vuelva, lo ha dicho Él mismo: "Para Mí, Dios, eres la persona más importante de la Tierra"

Marisa - Ahora quiero la hermosa flor, ¿dónde la encuentro?

Obispo - Te doy un consejo: coge un folio.

Marisa - Y copio un dibujo.

Obispo - Toma un bolígrafo o un lápiz, después le dices a la Virgen: "Apoya tu mano sobre la mía y guía mi mano para hacer el dibujo". ¿Has entendido? Así dibujas la flor y la estrella.

Marisa - Me pregunto: ¿tenía Dios que venir bajo el aspecto de una estrella o de una flor? ¿No hubiera sido más fácil para mi si hubiera venido bajo el aspecto humano?

Obispo - Ha venido bajo el aspecto de Jesús. En el Antiguo Testamento Dios se manifestó como fuego o como una nube, a Moisés se le manifestó como una zarza ardiente.

Marisa - A mi bajo el aspecto de una estrella y de una flor.

Obispo - Es más hermoso.

Villetta Barrea (AQ), 29 agosto 2006 - h. 11:00 p.m. (Conversación de Marisa con Jesús)

Marisa - ¿Por qué estás triste, Jesús? ¿Qué te hemos hecho para dejarte así?.

Jesús - Vosotros no habéis hecho nada.

Marisa - ¿Estás pensando en los sacerdotes?

Jesús - Pienso siempre en ellos.

Marisa - Me has dicho a mi que no piense más en ellos, y además que no rece más por ellos, ¿y tú?

Jesús - Tu no tienes que pensar en ellos.

Marisa - ¿Y Tu, Jesús, tienes que pensar en ellos?

Jesús - Yo he instituido el sacerdocio, el sacramento del Orden y los sacerdotes lo han ensuciado.

Marisa - ¿Por esto lloras, Jesús? Te lo ruego, no llores más.

Jesús - Es normal que llore por mis sacerdotes, muchos se comportan mal.

Marisa - ¿Puedo secarte las lágrimas?

Jesús - Puedes.

Marisa - No llores, Jesús, estoy yo, si quieres vuelvo a empezar a sufrir y a rezar por los sacerdotes.

Jesús - No, no, no.

Marisa - No hagas esto. Mira cuantas lágrimas te bajan.

Jesús - ¿Dónde está Don Claudio?

Marisa - No lo sé, no lo sé, estaba aquí ahora ¿quieres que lo llame?

Jesús - Cuando baja Jesús, ¿dónde va Don Claudio?

Marisa - Arriba, al Paraíso y está mejor que yo.

Jesús - Ha llegado la Madre.

Marisa - Mamá, oh Madre de la Eucaristía, ven a consolar a tu Hijo que llora. Yo no valgo para nada. Quiero sufrir de nuevo por los sacerdotes, pero Jesús no quiere.

Jesús - Esto nunca. Yo no quiero.

Marisa - Y yo obedezco.

Jesús - Está bien.

Marisa - Pero no quiero verte así, Jesús. Hemos tenido tantas conversaciones bonitas juntos.

Jesús - Prueba a hablar con la Madre.

Marisa - ¿Que le tengo que decir?

Jesús - Lo que quieras.

Marisa - La única cosa que puedo decir es que ayude a su Hijo. ¿Por qué no lo ayudáis? Ayudad también al Obispo y a mi. Ha llegado el fin de las vacaciones. ¿Han sido vacaciones? Hemos tenido solamente sufrimientos, sufrimientos y sufrimientos. ¿Por qué permitís todo esto? Me gustaría entenderlo. Yo siempre he hecho lo que Dios ha pedido, he dicho siempre que sí, pero no pensaba que vería llorar tanto a Jesús; se está poniendo enfermo de este modo.

Jesús - Jesús no se enferma, sólo sufre.

Marisa - Virgencita, ¿no podrías venir a Su lado? Es tu Hijo. Ha dicho que no se enferma que sólo sufre, pero también el sufrimiento es duro, yo lo sé porque lo he pasado y lo vivo todavía. Ahora estoy mejor que Jesús.

Nuestra Señora - Marisella, que estás diciendo.

Marisa - Que estoy mejor que Jesús. Jesús está en Getsemaní y llora. Yo quiero estar a su lado y llorar con Él. Venid también tu y mi madre a llorar a Getsemaní, así lo transformamos en un lagrimatorio. A mi sólo me importa que vengas a ayudar a Jesús, después ayuda a Don Claudio. Tú sabes lo que Don Claudio está pasando, él es fuerte.

Nuestra Señora - Es fuerte, pero hoy se ha hundido.

Marisa - Se ha hundido y yo no me he dado cuenta. Lo he visto correr, ir a comprar un regalo para una persona y pensaba que estaba alegre (Marisa llora). No pensaba... no pensaba que estaba hundido, que estaba mal. ¿Cómo es que no me he dado cuenta?

Jesús - No llores.

Marisa - Pero tu también lloras, Jesús.

Jesús - Ya no lloro más.

Marisa - Veo tus ojos; están rojos y llenos de lágrimas. Tienes el rostro rojo, no estás bien.

Jesús - Que sí, estoy bien.

Marisa - ¡Cómo te arde el rostro!

Jesús - Es el amor el que lo inflama.

Marisa - Que te hace estragos.

Jesús - ¿Estás mal, Marisella? No llores.

Marisa - No, no estoy mal.

Jesús - No llores, Marisella.

Marisa - No tenemos que terminar el día de este modo. (Marisa llora) Yo he hecho todo lo posible para estar animada y no me he dado cuenta que Don Claudio estaba tan decaído

Jesús - ¡Marisa, Marisa! Ahora soy yo el que te dice a ti que no llores.

Marisa - ¿Y cómo lo hago para no llorar?

Jesús - Te lo digo yo, no llores, basta de llorar.

Marisa - Virgencita, ¿nos quieres ayudar? Déjame estar a mi, no te preocupes por mi, de todos modos, como ha dicho Dios, dentro de poco me voy. Sin embargo el Obispo ha sido siempre calumniado, ultrajado, se han burlado de él; le han faltado al respeto y lo han abatido. Ahora trata de ayudarlo, te lo ruego, estamos solos, os tenemos a vosotros los del Cielo, pero vosotros estáis arriba en el Cielo, nosotros estamos todavía en la Tierra, para luchar. Te pido perdón si no me he dado cuenta de que tu también estabas decaído.

Jesús - Ni siquiera lo digas.

Marisa - No, yo me tengo que dar cuenta cuanto Tu estás decaído y tienes necesidad. Tú, mi Jesús, mi esposo. También el Obispo está muy decaído.

Jesús - El Obispo está decaído, Jesús está decaído, la esposa de Jesús esta decaída, ¿y tu madre?

Marisa - Está animada.

Jesús - ¿Ves como soy capaz de sonreír? Continúa hablando con la Madre, ella te entiende.

Marisa - No, no me entiende nadie.

Jesús - Habla con tu madre.

Marisa - ¿Qué tengo que decirle? No sé lo que tengo que decirle.

Jesús - La Abuela Yolanda está llorando.

Marisa - Sí. No sé que le tengo que decir.

Jesús - Habla con la Abuela Yolanda, verás que te responderá, tienes el permiso de Dios.

Marisa - Mamá, mamá, no llores, tesoro, ¿sabes que dentro de poco, si Dios mantiene la palabra, vengo al Paraíso? No llores.

Abuela Yolanda - Estamos rezando mucho por el Obispo, por la Excelencia. Hija mía, tu no puedes imaginar cuantos corren a arrodillarse delante de Dios, para rezar por la Excelencia. Me parecéis dos pajaritos encerrados en una jaula, solos, abandonados, pero nosotros estamos con vosotros, está Dios, está la Madre de la Eucaristía, está San José, están tantas personas que os quieren y os aman aquí en el Paraíso. En la Tierra es más difícil encontrar personas que os amen, hay celos, envidia, maledicencia, hay mucha maldad. Marisella, ¿rezamos todos juntos, con Su Excelencia, dirigiendo la mirada hacia Dios?

Padre nuestro... Gloria al Padre... Ave María...

Nuestra Señora - Ánimo, hijitos, vuestra victoria llegará; hace falta esperar todavía, pero llegará. Nosotros no os dejamos solos, estamos con vosotros y los hombres de la Tierra os hacen sufrir, comportaos como decía Dante: "No te preocupes de ellos, mira y pasa". Ayudad a la Excelencia, como dice la Abuela Yolanda, ayudad a Marisella.

Marisa - ¿Cuándo llegará el momento de mi partida de esta Tierra? Entonces estará mejor también la Excelencia y espero que lo ayudaréis mucho.

Marisa - Te saludo María, saluda a Jesús de parte mía, te espero a la hora de mi muerte. Adiós, gracias, adiós, mamaíta. ¿Claudio?

Obispo - Estoy aquí.

Marisa - ¿Dónde has estado hasta ahora en Getsemaní o en el Paraíso?

Obispo - En Getsemaní.

Marisa - ¿Con Jesús?

Obispo - Sí.

Marisa - Yo también estaba, pero no te he visto.

Obispo - Estaba también Don Claudio, en aquél momento Jesús y Don Claudio eran uno solo.

Marisa - ¿Y yo que era?.

Obispo - Tu eras una sola con la Virgen, el sufrimiento de la una era el sufrimiento de la otra.

Marisa - ¿Estás un poco mejor?

Obispo - Sí.

Marisa - ¿Seguro?

Obispo - ¿No lo ves?

Marisa - No, no lo veo.

Obispo - ¿No ves bien?

Marisa - Antes de ir a la cama, tomémonos la presión. Tengo que obedecer a Jesús y a la Virgen

Obispo - ¿Ellos quieren que me tome la presión?

Marisa - Claro. Mientras estés viviendo en esta Tierra, te tienes que cuidar.

Villetta Barrea (AQ), 1 settembre 2006 - h. 0:25 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Hola, hola. He tenido mucho miedo, porque tenía miedo que no vinieras. Han venido también mi madre y San José. Virgencita, hoy no he sido muy buena.

Nuestra Señora - Marisella, no digas esto. Eres más que buena, teniendo en cuenta lo que estás pasando. Son los otros los que tienen que ayudarte y comprenderte. Has tenido escondido dentro de ti tantas cosas terribles, para no hacer sufrir a tu hermano y mi hijo, la Excelencia. No tienes que esconderlo durante mucho (golpes de tos).

Marisa - Perdona, tengo un poco de tos.

Nuestra Señora - Digamos un poco. No tienes que tener dentro de ti durante mucho tiempo las cosas terribles que puedes decir a tu hermano, a tu director espiritual, de lo contrario se te pone peor el hígado y sobre todo el estómago. No has sido mala, estate tranquila, has sido más que buena. Cuando el amor es grande se llega incluso al conflicto. ¿Por qué? Esto ocurre porque vosotros amáis a Dios y amáis también a los hombres, tratáis de ayudarlos a todos. Vosotros no habéis hecho sufrir ni una vez a Jesús ni a mi, nunca. No nos habéis hecho sufrir nunca, mientras que hay millares de personas que nos hacen sufrir por su manera de hablar y de comportarse. Por esto nosotros os amamos tanto y si no me he dejado ver hasta ahora, los motivos te los diré esta noche, cuando venga a hacerte dormir.

Marisa - ¿Me harás dormir pronto, porque estoy muy cansada?

Nuestra Señora - Sí, sí. Ahora veamos lo que tenemos que hacer, porque estamos todos reunidos delante de Dios, de rodilla rezando. Yo me he alejado y he traído conmigo a tu querida mamá y a mi amado esposo, después tenemos que volver. Hay largas veladas de oración. Tu sabes que donde estamos nosotros no hay tarde, ni mañana, ni noche ni día; te hablo así para hacerte comprender que hay largos momentos de oración, de cantos, de salmos, de himnos, tenemos que estar presentes todos delante de Dios y rezamos por vosotros, mis queridos y dulces hijos. Criatura del Cielo, acepta cuando te llamamos así, porque es la verdad.

Marisa - Pero cuando la gente oye estas expresiones, yo me avergüenzo. No me gusta que me llamen así, porque yo me siento una criatura de la Tierra, ¡mira como estoy! Soy una criatura sin arte ni parte

Nuestra Señora - No, deja que digan. ¿Cómo te llama Dios, Nuestro Padre?: Joya de Dios, Tesoro de Dios, Amor de Dios, lo mismo vale también para Su Excelencia; veo que sonríe. Tu consigues disimularlo mejor, esconder mejor el gran sufrimiento. Eso que hiciste ayer tarde fue una escena muy agradable, y nos hemos reído muchísimo. Su Excelencia es más reservado y se nota más su sufrimiento. El gesto que habéis hecho al llamar por teléfono a aquel sacerdote ha sido muy hermoso. Esperemos que su conversión continúe y que pueda llegar al Paraíso. Ahora esperad, veamos como se desenvuelve la situación para él y luego, probablemente, bajará de nuevo en medio de vosotros.

Marisa - Sí, pero yo, perdonad si me permito, quería saber cuando voy para arriba. ¿Cuándo me llevas? Yo no puedo más así, soy un peso también para Su Excelencia.

Nuestra Señora - Sí, ya lo sé, Marisella, pero es Dios el que lo decide todo. Ahora hay otras preocupaciones y otras prioridades, después ya verás que te llevará arriba, no te preocupes.

Marisa - Sí, pero ¿cuándo, cuántos meses tengo que esperar aún? Espera un momento, no te muevas, hay una estampa de la Madre de la Eucaristía.

Obispo - Cógela, Juan.

Marisa - Espera, Virgencita...

Esta oración la has dictado tú el 13 de mayo de 1989. está escrito: "Quiero llegar contigo al Paraíso y por el momento colma mi corazón con este anhelo" En 1989 la Virgen me ha dictado esta oración y yo te he leído el ultimo trozo. De 1989 han pasado...

Obispo - Diecisiete años.

Marisa - Son diecisiete años que siento la nostalgia del Paraíso. Tenía que marchar en Navidad, tenía que marchar en Pascua, tenía que marchar el 9 de marzo, pero estoy todavía aquí. Estoy mal, estoy muriendo, siento la muerte, luego me reanimo como las flores

Obispo - Reavivo.

Marisa - Reavivo, reanimo. Su Excelencia me ha sugerido como tengo que hablar: reavivo. Entonces ¿cuándo vengo al Paraíso? Al menos decidme más o menos una fecha, no pido tanto. Cuando vienes me hablas de la Iglesia, de los sacerdotes, de los niños y de las madres que sufren, de la guerra y de tantos otros graves asuntos. También nosotros dos sufrimos, porque mi presencia en la Tierra molesta a los otros y da preocupaciones a la Excelencia, que después de mi muerte será libre para volar. Tu has dicho que tiene que descansar después de mi muerte.

Nuestra Señora - ¿Estás enfadada, Marisella?

Marisa - Sí, me enfado sola. Díselo a Dios, que me he cansado de estar aquí en la Tierra. Nos tienes que mandar a alguien bueno, porque nosotros solos no podemos.

Nuestra Señora - Me gustaría decir una cosa. ¿Cómo es que cuando estaba la Abuela Yolanda lo llevaba todo ella sola? ¿Limpiar, planchar, la ropa, la comida y hacer la compra? Porque la Abuela Yolanda hacía todas esas cosas con amor. Oraba mucho y mientras vosotros descansabais, iba a la capillita a limpiarla, en silencio, estaban sólo ella y Jesús. ¿Por qué ahora necesitáis tantas personas alrededor?

Marisa - No lo sé, pero tenemos también dos chicos y dos niños.

Nuestra Señora - Sí. Sí, ya sé cuantos sois. Sé quiénes sois y que os sentís solos

Marisa - Nos sentimos solos porque nuestros sobrinos nos quieren pero tienen su familia. Díselo que estamos solos.

Obispo - Estamos solos. No tengo ningún sacerdote después de tantos años

Marisa - Después de tantos años. Quizás pueda decir que tiene uno de ochenta y un años. ¿Te parece bonito esto? ¿Por qué tiene que estar solo? ¿Por qué lo ha ordenado Obispo Dios?

Nuestra Señora - Marisella, ¿cómo te permites hacerme todas estas preguntas y dirigirme todos estos porqués? Relee la Carta de Dios, es inútil preguntarse tantos porqués, no hay nunca una respuesta.

Marisa - ¿Entonces tengo que callar y el Obispo tiene que vivir solo? Si Dios lo ha ordenado Obispo, tendrá que darle la posibilidad de ejercer el episcopado. Si se hubiera quedado como simple sacerdote no hubieran sucedido tantas cosas como han sucedido y todas desagradables.

Nuestra Señora - Es por esto, Marisella, que tu tienes que rezar. Tienes que ayudar a convertir a aquellas personas.

Marisa - ¿Todas aquellas personas que han hablado mal? ¿Y yo cuándo me muero? ¡Oh, Señor mío! Pero ¿yo cuándo me muero, cuándo me voy?

Nuestra Señora - No te preocupes, pronto.

Marisa - "Quiero venir contigo al Paraíso y por ahora colma mi corazón con este anhelo", esta oración ha sido dictado el 13 de mayo de 1989, son diecisiete años que yo recito esta oración. Aquí está tu hijo.

Nuestra Señora - Marisella, no preguntes tantos porqués. Dios no traiciona y sabe lo que hace. Te has dado toda a Él, has dicho tu "sí", has abrazado la cruz, ahora acéptala. Cuando tu te vayas, verás que Su Excelencia tendrá más fuerza, más vigor y habrán más persona a su lado.

Marisa - Pero ayudadlo, no lo dejéis solo. Ahora no tiene a nadie. ¿Queréis ayudarlo?

Nuestra Señora - Marisella, me estás reprendiendo.

Marisa - Oh Dios, Don Claudio, ¿la estoy reprendiendo?

Obispo - Nuestra Señora está bromeando.

Marisa - De todos modos yo no tengo ganas de bromas, porque me he enfadado un poco. Protege a nuestros jóvenes, a nuestros sobrinos, a los niños.

Nuestra Señora - Ahora te daré una noticia que quizás no te gustará. El domingo iremos al Jordán.

Marisa - No, me gusta, pero la noticia que quería oír es cuando llega mi partida. Oye, ¿puedo subir con el papel de plata sin que gasten dinero para la caja?

Nuestra Señora - Marisella, tienes que hacer como todos los demás.

Marisa - Perdona, ¿por qué tengo que hacer gastar dinero a Su Excelencia? Yo compro dos rollos de papel de plata, me envuelvo yo sola, me pongo un nudo aquí, me preparo para la buena muerte y luego nos vamos arriba. No estoy guapa, pero no importa.

Nuestra Señora - Marisella, ahora termina de bromear.

Marisa - No, no, yo no he bromeado, entonces no nos hemos entendido. Yo me quiero ir de esta Tierra, me he cansado. Tengo que sufrir siempre, sufrir y sufrir porque me venís a decir que hace falta salvar a aquella o aquella otra persona.

Está bien, oremos. Cundo yo hablo contigo o con Jesús, con Dios con san José, con mi madre y con la Excelencia, tenéis siempre razón. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Padre nuestro…Gloria al Padre… Ave Maria…

Marisa - Adiós, mamá, saluda también a tía Ana, tía Gina, tía Gianna, tía Silvana y tía Enza.

Abuela Yolanda - Tu sabes que tienes que darle mi beso a la Excelencia. Marisa - Está bien, mamá, dile a Dios que me deje venir arriba, te lo ruego, ¿vale?

Nuestra Señora - ¿No quieres ni siquiera la bendición, Marisella?

Marisa - Sí, está bien, de todos modos me la da la Excelencia. Se me ha escapado, ya lo sabes que estoy hecha así.

Nuestra Señora - Junto a mi Obispo y vuestro bendigo a los aquí presentes, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, adiós, acuérdate, ve ante Dios a decirle que estoy lista. No nos hace falta la caja, me pongo en el papel de plata y vengo. Se han ido. Creía que estaba bromeando pero hablaba seriamente.

Obispo - Nuestra Señora ha hablado así para animarnos y desdramatizar la situación.

Marisa - De hecho mira como me ha animado

Obispo - De todos modos vendrá luego y continuaréis el tema.

Villetta Barrea (AQ), 3 settembre 2006 - h. 0:10 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Gracias, Virgencita, por haber venido, te añorábamos.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, esta aparición vale también para mañana. Ha pasado la medianoche. Estáis muy cansados, tenéis que preparar las maletas y volver a Roma. ¿Es triste para ti, Marisella, volver a Roma?

Marisa - Sí. Si caminase sería mejor para mí, porque podría salir de casa, como todos los demás, sin embargo ahora tengo que volver a Roma y encerrarme en aquella habitación sin poder bajar y salir fuera al jardín, y me cuesta. Aquí tenía la posibilidad de salir al jardín y alguno me llevaba con el coche por las montañas.

Nuestra Señora - Sí, Marisella, esta alegría se ha terminado.

Marisa - No hemos pasado meses de vacaciones, sino de dura prueba, de sufrimiento, de sacrifico y al volver a Roma tengo mucho miedo. Si tu me ayudas y estás a mi lado, tendré la fuerza de estar serena y de aceptar cualquier sufrimiento.

Nuestra Señora - Mañana iremos al Jordán y allí serás feliz porque para ti es como un trozo de Paraíso.

Mis queridos hijos, estoy muy contenta cuando hacéis una velada para la Madre de la Eucaristía o para Jesús, todo esto me hace feliz, pero me gustaría veros más unidos. Tenéis que mostrar más amor, más comprensión, más sensibilidad los unos hacia los otros; esto es lo que Dios quiere de todos: de vosotros que estáis aquí presentes y de los que están lejos. No creéis problemas a nuestros dos hijitos, ya tienen muchos, pero dadles ayuda, amor y comprensión. Es verdad, tiene razón su Excelencia cuando dice que nosotros no hemos sufrido como ellos cuando vivíamos en Nazareth. Se han burlado de nosotros y hemos sido calumniados también nosotros, pero el mundo de entonces era diferente.

Ahora vivís en un mundo donde las personas son muchas y no saben amar, incluidos los sacerdotes. Las personas tienen sus problemas y no piensan en los que sufren. Cuantas veces me gustaría venir y decir: "Estáis haciendo sufrir a vuestros hermanos", pero Dios me dice: "María, déjalo estar, de todos modos no lo entenderían, aunque apareciese Yo, Dios, en la Tierra, siempre tendrían algo que decir". Al menos vosotros, que estáis guiados por mí desde hace muchos años, tratad de quereros, tratad de ayudaros.

Habéis sido buenos, cada vez que vuestro director espiritual os ha pedido ayuda para Marisella. Continuad así, es hermoso quererse, es hermoso ayudarse.

Marisa - Oye, Virgencita, ¿me dejarás dormir esta noche? Estoy muy cansada de estar en esta Tierra, estoy cansada de no dormir y estoy cansada de tener dolores, dolores y dolores. Trato de esconderlos, hago todo lo posible, pero no es fácil, a veces se me hace muy difícil.

Nuestra Señora - Marisella, la pasada noche vinimos tres veces a ayudarte, pero tu cuerpo estaba martirizado por los dolores en todas partes.

Marisa - Sí, entiendo, pero si yo no descanso, no descansa tampoco el Obispo, él tiene que descansar está muy cansado. ¿Lo ves? Mira bien a la cara a tu hijo predilecto. ¿Ves qué cansado está?. Si yo duermo, él duerme.

No me atrevo a pedirte otra cosa, aunque la dificultad para comer permanece. Voy adelante día a día y cuando ya no pueda comer espero que llegue el momento de la partida. Llevadme al cielo, no me hagáis esperar todavía.

Virgencita, Virgencita, madre mía, María, te lo ruego, llévame, si me llevas, descansará también el Obispo

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, quiero que vayáis a descansar pronto. No vayáis tarde, porque os cansáis y luego no tenéis fuerza para hacer lo que tenéis que hacer. Os doy las gracias por lo que habéis hecho, por la ayuda que habéis dado a mi Obispo y a Marisella.

Juan, gracias por lo que has hecho por mis dos hijos. La Madre te da las gracias y te felicita. Gracias mis queridos hijos, junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo a vuestros seres queridos, a los niños que sufren. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, mamá, déjame descansar, te lo ruego, estoy muy cansada, no tengo ni una parte del cuerpo sin sufrimiento. ¿Se dice así?

Obispo - Sí.

Marisa - Ves, escondo, bromeo, río, hago todo lo posible, pero estoy cansada. Adiós, mamá, quédate conmigo esta noche, quedaos conmigo esta noche, os lo ruego. Cuando llegue la última noche o el último día estad a mi lado, estad sobre todo al lado del Obispo, tendrá necesidad de vuestra presencia. Adiós, adiós, mamá

Nuestra Señora - Dale un beso al Obispo de parte mía.

Marisa - Se han ido.

Obispo - Ánimo, valor.

Marisa - Trato de hacer todo lo posible

Obispo - Estás haciendo todo lo posible.

Marisa - Pero si me llevan es mejor para todos.

Obispo - Rezaremos todos para que se realice pronto tu justo deseo.

Marisa - Sí, y también porque me encuentro mal en esta Tierra, no soy capaz de vivir en ella. Muchas personas me hacen sufrir y yo soy sensible y sufro

Obispo - ¿Te sientes prisionera del mundo?

Marisa - Sí, me siento atada, exactamente.