Cartas de Dios: Verano 2007
INTRODUCCION
S. E. Mons. Claudio Gatti, Obispo ordenado por Dios, y la Vidente Marisa Rossi nos han hecho un nuevo y gran regalo: han autorizado la publicación de los encuentros y de las conversaciones que han tenido con Dios Padre, con Jesús y con la Virgen durante el verano 2007.
En estas cartas de Dios revela de modo evidente el amor y la compasión de los interlocutores celestes y el afecto y la confianza de los interlocutores terrenos.
El que lea estos escritos con sencillez recibirá un fuerte empuje para aprender a tratar a Dios como Papá, a Jesús como Hermano y a la Madre de la Eucaristía como Madre.
Alba Adriatica (TE), 8 julio 2007 - hora 6:33 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¿Te parece que no quiero verte? ¿Me quitas un poco de sufrimiento? Estoy muy cansada... Los otros duermen siempre, nosotros decimos: "El que duerme no pilla peces"
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, hace mucho tiempo que no vengo a hablaros; ¿alguien ha notado mi falta?
Obispo - ¡Como no!
Nuestra Señora - Yo he venido siempre, no os he abandonado nunca, yo también he sentido deseos de venir a veros y de hablaros.
Marisa - Pero nosotros también te hemos llamado esta noche y hemos hecho mucha oración.
Nuestra Señora - Quería bromear un poquito. Vuestra misión ha terminado hace tiempo, pero Dios Padre todavía continúa pidiendo vuestra ayuda. Yo, la Madre de la Eucaristía, estoy con el Santo Padre, no con aquél Santo Padre. Orad por todos, aunque no lo merezcan, que no estén en gracia o que no estén con la conciencia tranquila. Es vuestro deber rezar por los otros, ayudar a los otros, y hoy, más que nunca, rezad sobre todo por los enfermos: los de la comunidad y los de fuera de la comunidad. Algunos enfermos los conocéis porque lo dicen, otros no los conocéis porque no hablan y aceptan el sufrimiento en silencio: orad por estas personas. Tu, Excelencia, tienes a Marisella, por la que rezar mucho, mucho, mucho. Dios ama a Marisella y la quiere consigo, quiere que la ayudes. Es difícil aceptar y poner en práctica lo que Dios dice, pero vosotros sabéis como hacerlo. Orad por los que están de vacaciones. Es correcto que vayan de vacaciones, es conveniente que sus hijitos gocen del sol, del mar y de la montaña. Excelencia, tu puedes bañarte, pero tu hermana no puede hacer nada y cuando alguna vez estalla por causa justa, no la regañes; es una mujer probada al cien por cien, es una mujer llamada por Dios para ayudar al prójimo. La ayuda espiritual tiene que ser ofrecida también para Yolanda, Lorenza y tantos otros enfermos que no están bien. No os deprimáis, sed fuertes, amad a Dios Papá, amadme a mi, Madre de la Eucaristía y amad a vuestro prójimo. Tenéis que ser más fuertes y aceptar el sufrimiento que a veces hacer perder la cabeza y la calma, porque los dolores son muy fuertes. Cuando recorría las calles de Judea y de Galilea con mi Jesús, hablábamos a menudo de las personas enfermas que Dios habría sanado. Hablábamos a menudo de sus apóstoles; no estaban todos bien. No creáis que para ellos la vida haya sido fácil. Os ruego que pongáis en práctica cuando Dios Padre os dice y amad al prójimo. Gracias, si escucháis y ponéis en práctica cuanto os he dicho.
Marisa - Yo, Marisa, quería pedirte si me puedes dar un poco de voz, porque la que tenía te la has vuelto a llevar.
Nuestra Señora - Bien. Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Bendigo a todos vuestros niños: los que están lejos y los que están cerca. Os bendigo a todos vosotros y os traigo a todos junto a mi corazón. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Adiós, Marisella, adiós a todos.
Marisa - Primero estaba encima de aquel árbol, luego ha bajado, casi a nuestra altura.
Alba Adriatica (TE), 13 julio 2007 - hora 7:34 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Nos sentimos muy solos, tenemos necesidad de tu ayuda, Mamá, Mamaíta querida, ven en nuestra ayuda. Este último día ha sido muy duro. Cuando vayamos a la montaña, ¿estarás cerca de nosotros con Jesús? Si puedes, mándanos también a Dios.
Nuestra Señora - Hija mía, nosotros hemos venido muchas veces, pero vosotros no sentíais nuestra presencia. Han venido Dios Papá y Jesús, hemos venido yo y la abuela Yolanda, a veces hemos traído también a la abuela Esperanza y a tía Anna. Cuando estáis muy decaídos, no os dais cuenta de nuestra presencia, pero nosotros hemos venido siempre. Todo lo que habéis dicho esta mañana, nos ha hecho sufrir mucho.
Marisa - Hemos sufrido también nosotros, tenemos necesidad de vosotros, estamos solos, no tenemos ni un sacerdote, ni una hermana, tenemos a estos jovencitos que nos quieren, que nos ayudan. ¿Cómo lo tengo que decir?
Obispo - Son chicos generosos.
Marisa - Perdona, Virgencita. Estos chicos generosos se prodigan mucho para ayudarnos. Te lo ruego mándanos a otros para ayudarnos, incluso cuando volvamos a Roma. Quería pedirte: ¿por qué no haces que respire mejor para poder hablar contigo y para poder cantar? No tengo voz, se ha ido completamente. Cuando oigo a los otros cantar, y yo no puedo cantar, siento una pesadumbre...
Nuestra Señora - Bien, ahora recemos todos juntos. Padre nuestro Gloria Ave María
Marisa - Nuestra Señora de Lourdes, ruega por nosotros. Nuestra Señora de Fátima, ruega por nosotros. Madre de la Eucaristía, ruega por nosotros, por tus hijos y ayúdanos.
Nuestra Señora - Marisella, me gustaría que recitaseis todos juntos, con calma, el Santo Rosario.
Marisa - Sí, sí, nosotros lo recitamos siempre, te lo prometo. Adiós, adiós, mamá. Excelencia mamá te manda un beso.
Obispo - ¿Y Nuestra Señora, no?
Marisa - Mamá es más mujer, Nuestra Señora es más santa que sé yo.
Villetta Barrea (AQ), 15 julio 2007 - hora 1:37 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, he venido para estar junto a vosotros, a vuestro lado, en esta fiesta tan importante. Han transcurrido treinta y seis años de vuestro encuentro, treinta y seis años de sufrimiento y de sacrificio, pero también de alegría. Tenéis que saber que Dios, para vosotros dos, está preparando una fiesta de un modo celestial, como se festeja en el Paraíso. Las felicitaciones de todo el Paraíso son en primer lugar para el Obispo, por su episcopado, por su cumpleaños, por los treinta y seis años de vida amarga, dura y difícil, que le han proporcionado tanto sufrimiento, pero también mucha alegría. Mis dos ángeles, juntos habéis salvado muchas almas. No penséis: "A nosotros ¿qué nos importa? Nos importa salvar nuestra alma". Pero vuestra alma está ya salvada, las otras almas tienen necesidad de vuestro sufrimiento. Mis queridos hijos, continuad estando al lado del Obispo, ayudándolo como mejor podáis. Ya lo sé, es muy difícil, porque está solo, porque no tiene a nadie a su lado. Dios, a menudo, habla de su soledad y de mandarle sacerdotes, pero todavía no se ve a ninguno. Algunos obispos y sacerdotes han sido ya preparados y ordenados para trabajar con él, pero yo, la Madre de la Eucaristía, me contentaría si tres o cuatro sacerdotes estuviesen a su lado ahora para ayudarlo y para que no se sienta solo; esto llegará. Dios ha hecho muchas promesas y, humanamente hablando, parece que todo lo que ha prometido se ha alejado. ¿Por qué? No se sabe, pero estoy segura de que, aunque se vuelvan atrás, continuarán haciendo el camino para llegar donde Dios quiere. El hecho de que Marisella no duerma, respire mal y tenga dolores por todas partes, no tiene nada que ver con lo que Dios ha prometido al Obispo. Ella es un alma que sufre. No tiene ya los estigmas visibles, pero tiene los invisibles que son mucho más dolorosos. Tiene también fuertes dolores naturales. Muchas personas tienen dolores naturales. ¿Qué queréis hacer? ¿Abandonarlo todo? ¿Dejarlo todo? Cuando regreséis a Roma, reemprenderás tu trabajo, tu ministerio episcopal y, si Dios te manda sacerdotes, esperemos que sean buenos y santos. En este momento se está acercando todo el Paraíso, delante de todos está la abuela Yolanda, la que te ama inmensamente y llora a menudo por ti. Los ángeles y los santos han venido para felicitaros por los treinta y seis años de vuestra larga vida en común y de vuestra misión. Todos juntos ahora gritemos: "Felicidades a ti, Excelencia, felicidades a ti, Marisella". No dudéis de Dios, llegará Su momento. Mis queridos hijitos, dedicad esta jornada a vuestro Obispo, orad por él, tiene mucha necesidad, porque está flaqueando, física y moralmente. Os lo ruego estad a su lado y ayudadlo siempre. Yo, junto a mi santo Obispo y a todos los sacerdotes del Paraíso, os bendigo, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Mirad a lo alto dulcemente, al final de la montaña ¿Quién hay?
Marisa - Está ella estilizada, es muy hermosa. Mirad entre estas dos ramas que se enlazan, en medio está ella, rodeada de todos los ángeles y santos. ¿Has entendido donde?
Obispo - Sí, pero yo no veo nada.
Marisa - ¿Ves aquellas dos ramas?
Obispo - ¿Las dos primeras?
Marisa - Sí, en medio, a lo alto, al final de la montaña está la Virgencita estilizada.
Chiara - ¿Entre aquellas dos ramas?
Marisa - Sí. ¿Habéis entendido? Si la veis, mejor para vosotros, si no la veis, peor para vosotros. Orad, orad, orad, porque está llegando el momento de verla.
Obispo - ¿Dónde está aquella cosa oscura?
Marisa - No, es clara, no oscura. Bravo, allá en medio, sí. Pero tenéis que mirar a lo alto, sobre la cima de la montaña.
Chiara - ¿En el verde o en el cielo?
Marisa - Un parte en el verde y el resto en el cielo.
Obispo - Ahora la veo. Es evanescente.
Marisa - Reconozco a Don Enrico, Fatina, mamá, tía Anna, abuela y luego a todos los jóvenes, los chicos y niños que han muerto en tierna edad. Está Tommaso, el niño está delante de Nuestra Señora.
Obispo - ¿Están nuestros sobrinos?
Marisa - Están nuestros sobrinos y están todos los negritos que he llevado conmigo al Paraíso.
Villetta Barrea (AQ), 16 julio 2007 - hora 7:46 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - No tenéis que enfadaros con nadie, os he dicho que Dios hará lo que ha prometido. Vosotros diréis: "¿Pero cuándo llegará este momento? ¿Cuándo terminará toda esta lucha y este hablar de Dios, que dice una cosa y luego hace otra?".
Marisa - Virgencita mía, yo he llorado mucho, he sufrido mucho, como los otros, y estaba indecisa de si continuar haciendo todo lo que habíamos hecho hasta ahora. Ya son treinta y seis años que seguimos recorriendo este camino de sacrificio y de sufrimiento. Has venido porque hemos recitado el Santo Rosario; no te escondo que lo he recitado por el Obispo. Me ha dicho: "Di el Rosario, Marisa", y yo, en un primer momento he dicho que no, pero luego lo he recitado. Hemos rezado delante de tu estatua. Sí, te veo circundada de luz. No sabemos que más hacer, si continuar celebrando la S. Misa, si rezar o qué decir a las personas.
Nuestra Señora - Marisella, tenéis que participar en la S. Misa. La S. Misa se ha de celebrar; todos tienen que celebrar o escuchar la S. Misa y vosotros tenéis que ser los primeros. He comprendido el desahogo, sé todo lo que ha sucedido, he respetado vuestro llanto. Yo habría actuado como vosotros, me habría comportado como vosotros, pero no descuidéis la S. Misa, por el amor de Dios. Que no haya nunca personas como vosotros, como tu y el Obispo, que descuiden la S. Misa.
Marisa - Oye, no sé lo que hará el Obispo, porque no lo hemos hablado, pero, hablando entre nosotras dos, se han burlado de él y bastante; primero le habéis dicho una cosa y luego habéis hecho otra. Dios lo ha ordenado Obispo, ¿para hacer qué? ¿Qué hace este hombre? Decidlo vosotros. ¿Me podéis explicar que hace? Me asiste, me cura, me custodia. ¿Es este su trabajo? Déjamelo decir, de todas maneras todos pensamos igual. Él lo hace de buena gana, porque me quiere, porque es un alma buena, porque es un alma santa, pero ¿es este su ministerio episcopal? ¿Es esto lo que Dios ha querido?
Nuestra Señora - No, Marisella, no digas esto; comprender a Dio no es fácil.
Marisa - Si comprender a Dios no es fácil, ¿por qué tenemos que obedecerle? ¿Por qué tenemos que hacer todo lo que dice? Hemos hecho siempre lo que Él ha dicho, hemos obedecido a todo lo que nos ha mandado, pero no nos hubiéramos imaginado nunca llegar a esta situación. Yo ya no puedo estar de pie, ya no camino sola, tengo necesidad de todo, y todos tienen que ayudarme, porque sola no puedo hacer ni deshacer la cama, lavarme, cambiarme, prepararme la comida y ocuparme de todas las demás exigencias humanas, no me parece bonito esto. Pero todavía hoy lo repito, si Dios lo ha decidido así, que se haga Su voluntad. Claro que no estoy de acuerdo. ¿Por qué cada poco me haces ver tanta luz que cambia continuamente de color?
Nuestra Señora - Tesoro, yo, mi amado esposo, tu madre y algunos santos, estamos delante de ti.
Marisa - ¿Por qué no me respondes a las preguntas que te he hecho?
Nuestra Señora - Yo me encuentro en tu misma situación. Dios lo hace todo, Dios manda, Dios decide, yo solo puedo repetirte: "No descuidéis la S. Misa". ¿Ya no queréis congregar a las personas de vuestro alrededor? No importa, pero tenéis que celebrar o participar en la S. Misa, es el acto de culto más importante, más grande. Os doy las gracias y os bendigo porque me habéis recitado el Santo Rosario, aunque, según vosotros, no lo merecía. Toda esta conversación ha sido seguida por Dios. Veamos que sucede.
Marisa - Espera un momento, no te vayas, ¡espera! ¿Qué decimos a los otros jóvenes? Los presentes lo han visto, lo han vivido con nosotros, pero ¿qué les decimos a los otros?
Villetta Barrea (AQ), 17 julio 2007 - hora 11:10 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¿Crees que nos hemos equivocado al enfadarnos con Dios? Sí, un poco estamos enfadados con Él, porque muchas veces nos ha hecho promesas que luego no se han realizado, ha sido siempre así. Ahora, ya que has venido, dinos algo, haznos saber algo, te lo ruego, María, Madre de Jesús y Madre nuestra.
Nuestra Señora - Marisella, ¿qué quieres que te diga? Yo hago lo que Dios me dice. Todas las cartas que os he traído, me las ha dado Él. ¿Crees que Dios no mantendrá su palabra?
Marisa - Sí, pienso justamente esto, porque desde que me ha dicho que moriría y que el Obispo me acompañaría al Paraíso, han pasado años. ¿Y qué ha sucedido? Me gustaría saber esto. ¿Por qué Dios no ha mantenido todo lo que había prometido? No se ha realizado nada de lo que había prometido. Nosotros hemos obedecido siempre: "Hazte el vestido", y nosotros lo hemos hecho. "hazte el cubrecama", y lo hemos hecho, "Buscad un bonito ataúd", y hemos obedecido. Hemos hecho siempre lo que nos ha pedido. ¿Por qué todo ha cambiado? Nosotros dos estamos muy cansados y muy probados; continuar viviendo así es difícil. Ayer tarde oíste a Su Excelencia, no quería celebrar la S. Misa. Sé que son frases que se dicen en un momento de tristeza, de dolor y de abatimiento, porque estoy segura que nunca omitirá la celebración de la S. Misa.
Nuestra Señora - Marisella, yo también estoy segura de esto. Vosotros no deis importancia a cuanto Su Excelencia dice en ciertos momentos, ayudadlo y convencedlo de que no piense en ciertas cosas.
Marisa - Espera, Virgencita porque no estoy bien y tengo que tratar de acomodarme. Espero que hayas venido para decirnos algo. ¿Qué nos querías decir, Virgencita? Veo siempre a tu lado a mi madre que llora. No es bonito para una hija ver a su madre, que está en el Paraíso, que está llorando, sobre todo después que ha sufrido en la Tierra durante muchos años.
Nuestra Señora - Marisella, llora solo cuando viene a la Tierra conmigo.
Marisa - Ya lo sé, también yo lloro y trato de comprender el comportamiento de Dios Omnipotente.
Nuestra Señora - No os desaniméis, tratad siempre de ser buenos, valientes, como lo habéis sido siempre.
Marisa - Pero es difícil, Virgencita. ¿No crees que es difícil comportarse como tu dices? ¿Por qué Dios nos trata así? ¿Por qué los hombres malos tienen de todo, todos los bienes y nosotros, que hemos siempre tratado de hacer todo lo que Dios nos ha dicho, somos tratados de este modo? ¿Por qué? Oh, si tu pudieras decirnos al menos el porqué. Quizás tendríamos más valor para aceptar nuestra dolorosa situación.
Nuestra Señora - Yo solo puedo deciros que Dios os ama con un amor inmenso.
Marisa - Pero ¿cómo podemos comprender y aceptar esto, Virgencita, cuando todo va al revés para nosotros?
Nuestra Señora - No digo nada más, digo solamente: no descuidéis la oración y orad al Espíritu Santo. Llamad en vuestra ayuda a todas las personas que conocéis y que están en el Paraíso.
Marisa - Perdona mi ignorancia, pero no puedo comprender lo que dices. Pero, si dices esto, ¿yo que puedo decir? ¿No lo hago? No soy capaz. Lo puedo decir en tono de rabia, como hoy, porque he estado muy mal. Sí, he estado muy mal por culpa de Dios, porque Él me hace sufrir mucho y hace sufrir también al Obispo y a los que están a nuestro lado. ¿Qué diremos a lo jóvenes, a los adultos, qué diremos? ¿Qué Dios se ha burlado de nosotros?
Nuestra Señora - No, no digáis nunca esto, porque yo siempre estoy con vosotros y estoy atenta a lo que decís. Ahora continuad escuchando las canciones y rezando. ¿Qué ocurre, Excelencia?
Obispo - Yo quisiera al menos una afirmación; se la he pedido a Dios y te la repito a ti: ¿por qué no nos haces descansar por la noche? ¡Cuántas noches, desde que hemos salido de Roma, hemos pasado en blanco! Has dicho que llamemos en nuestra ayuda a los que conocemos y que están en el Paraíso. Yo he llamado a todos: a Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, a ti, a San José, a la abuela Yolanda, Fatina, a mis amigos sacerdotes, los he llamado a todos, pero las noches han transcurrido igualmente en blanco. Ya no podemos más. ¿Cómo puedes decir: "Dios os ama con un amor inmenso" y luego no interviene mandándote a ti y a la abuela Yolanda para hacernos dormir? ¿Qué pido yo? Solo esto: poder dormir, porque estamos de vacaciones y tenemos que reponernos. Me has dicho: "Durante el día no estés siempre angustiado". ¿Has visto que, durante la jornada, Marisa no ha comido nada? Mañana hará lo mismo y pasado lo mismo; ¿podemos seguir adelante así? ¿Por qué no has dicho nada al respecto?
Nuestra Señora - Yo he dicho lo que podía decir. Marisella por la noche no duerme, no por causa nuestra, sino porque piensa en las personas enfermas, en las personas que viven en pecado, en las personas que tienen que convertirse.
Marisa - Sí, sí, es verdad que pienso en todo esto, pero también te he dicho: ayúdame a descansar y haz que descanse también el Obispo, te he pedido esto.
Nuestra Señora - Sí, es verdad, Marisella, que has pedido esto, pero sois tan buenos que, a veces, es difícil aceptar lo que pedís.
Obispo - Esto no lo he entendido.
Marisa - ¿Es difícil aceptar lo que nosotros pedimos? Pero ¡lo pedimos con tanta sencillez y con tanto amor! Vamos, ve ante Dios a decirle que esperamos que nos deje descansar, tenemos necesidad, sino no podremos continuar.
Nuestra Señora - Iré ante Dios y vendrá conmigo también la abuela Yolanda. Iremos a hablarle y a pedirle lo que habéis pedido vosotros. Ahora os doy mi bendición y os deseo una buena noche, esperemos que sea como pedís.
Marisa - Adiós, mamá. Mamá, ve tu también ante Dios, a pedirle que nos deje descansar, no pedimos la luna; así no podemos seguir, no puedo más y arrastro también a tu Excelencia. Está bien, adiós, mamá, adiós, tesoro.
Villetta Barrea (AQ), 20 julio 2007 - hora 3:40 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Ayúdanos, mándanos a la cama a descansar un poquito, porque el dolor es fuerte y hasta que no esté mejor, estos no se van a la cama. ¿Te gusta: no van?
Nuestra Señora - Marisella, cuando llegan estos sufrimientos, es necesario también aceptarlos. Has pasado tres días discretamente, ahora estás sufriendo mucho, pero volverá todo a la normalidad. En lugar de ir a dormir a las dos, como tantas noches habéis hecho, iréis a dormir a las cuatro, a las cinco. ¿Quién os dice que os levantéis a las diez o a mediodía? Nadie.
Marisa - ¿Qué tiene que ver todo este discurso con el hacerme estar mejor? ¿Qué le tengo que decir?
Obispo - Hasta que hora ha establecido Dios que nosotros oremos y tu sufras.
Marisa - ¿Hasta qué hora ha establecido?
Nuestra Señora - Dios no ha establecido ninguna hora. No hay una hora para Nosotros, la hora es siempre aquella, siempre igual.
Marisa - ¡Va, pizpireta! Dime, pizpireta! La he llamado pizpireta. Va, mándanos a dormir a todos. ¿Verdad, Iaio? No puedo más con mis piernas. Tu dirás: (Marisa se dirige al Obispo) "Por qué te diriges a mi y no a ellos?"
Obispo - No, no digo nada, estoy muy, muy bajo de moral.
Marisa - Esto no funciona.
Villetta Barrea (AQ), 20 julio 2007 - hora 2:30 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Vosotros esperabais la ayuda y la habéis tenido, porque, mi querido Obispo predilecto, si ayer tarde no hubiese estado yo, Marisella habría quedado paralizada en la cama, sin poder mover las piernas, y gritando de dolor. ¿Has visto como ha ocurrido? Habéis tenido ayuda, pero vosotros estáis tan hundidos....
Obispo - Y cansados
Nuestra Señora - Que no podéis entender cuando tenéis ayuda y cuando no la tenéis. Yo soy una Madre. ¿Creese que te habría dicho una frase como esta?
Marisa - Te pedimos perdón si hemos entendido mal. Quizás los demasiados sufrimientos
Nuestra Señora - No quizás, seguramente.
Marisa - No entendemos nada cuando hablas. Si es así, te pido excusas.
Nuestra Señora - No, Marisella, tenéis que estar convencidos de que es así.
Obispo - Yo estoy convencido de que es así, pero honestamente no podemos más. Sé perfectamente que estos sufrimientos son naturales, pero ¿no ves cómo nos estamos debilitando y como estamos para el arrastre? No hemos tenido una jornada tranquila. Vosotros decís que la ayudáis, ya lo sé. Pero añado con mucha franqueza y sinceridad: ¿por qué Dios Papá no se la ha llevado todavía al Paraíso, así ella gozaría y yo descansaría?
Nuestra Señora - Esta decisión pertenece a Dios, pero a mi me interesa solamente deciros que siempre habéis tenido ayuda y mucha. ¿Qué habrías hecho tu, si tu hermana se hubiera quedado paralizada o hubiese muerto aquella noche en su cama? ¿Qué habrías hecho? ¿Cómo habrías actuado?
Obispo - Me habría disgustado, habría sufrido, habría llorado.
Nuestra Señora - ¿Y luego la cogías y te la llevabas a Roma?
Obispo - ¿Y qué otra cosa habría tenido que hacer?
Nuestra Señora - Entonces, según tu, ¿ha habido la gran ayuda de Dios?
Obispo - Tu lo dices y yo reconozco y acepto que ha habido ayuda por parte de Dios. Yo, ayer, no tenía conocimiento de esta ayuda, por tanto, no sabiéndolo...
Nuestra Señora - ¿Cada vez os tengo que decir: Dios os ayuda?, ¿cada vez? Tu sabes que Marisa está mal y que Dios siempre ayuda, siempre.
Obispo - Yo deseo ardientemente un poco de tranquilidad y de descanso. Esto es lo que pido, esto es lo que pedimos todos. Sé que Marisa tiene una gravísima situación de salud, esto lo sabemos todos, pero te pregunto a ti, que eres nuestra Madre: ¿estamos descansando? Sé sincera, dínoslo: ¿estamos descansando de esta manera?
Nuestra Señora - No. Poco, no todo lo que vosotros deseabais y Nosotros queríamos, pero han pasado pocos días desde que estáis aquí y en estos primeros días algo ha ido bien. Esperemos que la situación cambie. El hecho de esta noche no tiene nada que ver con el descanso: ha sido un hecho natural, inesperado; tan inesperado que nos ha cogido de sorpresa. Ya estabais desanimados, estabais muy desalentados por todo lo que ocurre alrededor vuestros y ahora Dios ha dicho: "Basta, aflojemos la presa y mandemos ayuda"
Obispo - Entonces... No digas que soy testarudo, pero cuando, después de años y años de pruebas, de cansancio, he oído decir a Dios que se obligaba a dejarnos pasar las vacaciones más serenas y, honestamente no lo han sido, me he hundido.
Nuestra Señora - Esto, todavía no podéis decirlo.
Obispo - Pero ya han pasado veinte días.
Nuestra Señora - Deja estar los días del mar.
Obispo - ¿Y cuáles tengo que contar?
Nuestra Señora - Tu sabes que la permanencia en el mar, para Marisa, era contraproducente. De hecho habéis ido allí, por ti, para que pudieras ir al mar, para bañarte, como te había prescrito el doctor. Para ella el mar es contraproducente, y los días en el mar han ido mal para ella y bien para ti.
Obispo - Bueno, tampoco para mi han ido bien.
Nuestra Señora - Porqué estabas viendo a una persona, a la que quieres, que estaba mal. Pero desde que estáis aquí han habido dos días más tranquilos. Habéis pasado dos, tres noches, descansando. Tu dirás: ¿qué es eso en comparación a los treinta y seis años que hemos sufrido?". Hijo mío, no te tienes que comportar así, porque te diré, que Marisa tendrá todavía dolores mientras esté en vida, tendrá todavía sufrimientos y no puedes pretender que Dios se los quite.
Obispo - No, solo he pedido que se los disminuya.
Nuestra Señora - Dios te tiene que ayudar, te dará la ayuda.
Obispo - Se lo pido siempre.
Nuestra Señora - Y esta ayuda la habéis tenido. Tu sabes lo mal que me he sentido, en lo referente a Dios. Es la Madre la que te hace una confesión, es la Madre del Cielo, es Nuestra Señora. También yo me he sentido mal y me he equivocado.
Obispo - No, no te has equivocado.
Nuestra Señora - Habéis tenido ayuda.
Obispo - No digas que te has equivocado, tu no te puedes equivocar.
Nuestra Señora - ¿Que te tengo que decir? Aquello no lo puedo decir, aquello no lo puedo hacer.
Obispo - No, no. Lo digo porque te respeto demasiado y te quiero mucho.
Nuestra Señora - Al veros así reducidos ha habido un momento, para mi y para la abuela Yolanda, en el que nos hemos desanimado; ha durado poco, nos hemos repuesto y vosotros habéis descansado. Claro que no habéis dormido las horas "del cerdo", como dices tu, habéis dormido menos, pero habéis descansado. También durante la tarde habéis descansado un poquito. Hijo mío, más de esto no podéis tener; vuestro físico está ya consumido.
Obispo - ¿Entonces?
Nuestra Señora - Entonces orad, para que Dios se lleve pronto a Marisella y que esto suceda justo en la fecha que has indicado tu. También yo, la Virgen, estoy rezando para esta fecha. Cuando nos llevemos a Marisella, tu tendrás tus días de descanso, y luego... ¿qué más tiene que decirte la Madre?
Obispo - ¿Dios me castigará porque he discutido tanto?
Nuestra Señora - Dios no castiga a nadie, Dios es Padre, Dios es bueno y no castiga a nadie. Vosotros hombres, cuando las cosas no funcionan, os enfadáis con Dios, pero Dios no castiga, porque Dios es Amor.
Obispo - Entonces, ¿acompañaré da Marisella al Paraíso?
Nuestra Señora - ¡Claro, lo ha prometido! Gloria Ángel de Dios El eterno descanso Dios no castiga, Dios es solamente Amor. Acuérdate, hijo mío, que he venido esta mañana, porque antes no podía venir, tu sabes el porqué...
Obispo - Lo sé, lo sé, gracias.
Marisa - ¿Podemos comer?
Villetta Barrea (AQ), 21 julio 2007 - hora 8:47 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Tratad de caminar siempre rectamente y amaros siempre. Tened amor hacia todos, también hacia las personas que hacen sufrir y veréis que yo estoy siempre a vuestro lado. Tenía que venir sino quién oía a mi Obispo, a mi... Cada vez que hace cantar esta canción, yo vengo, pero ya estaba presente cuando habéis cantado "Ven, María".
Marisa - Virgencita te doy las gracias por tu cercanía, por esta ayuda que nos das a todos nosotros.
Nuestra Señora - Una señorita esta mañana se ha caído y si no hubiera intervenido yo, porque Dios me ha dicho: "Ve, María, corre", habríais vivido una triste jornada y sin embargo estáis todos en buena compañía. Os queréis, os amáis mutuamente; esto es hermoso.
Marisa - Oye, ¿los ves? Son dos delfines, símbolo de la fidelidad; uno es de oro amarillo y el otro de oro blanco..., ¿a ella, le importa esto?
Obispo - ¿Y por qué se lo dices?
Marisa - Perdona, Virgencita, no era esto lo que te quería decir, porque tengo un dolor de estómago que me hace desvariar... hazme estar un poquito mejor, para alegrarme junto a mis amigos, te lo ruego. Hoy me he ido enseguida de su lado, no podía más. Mamá, ¿te quieres despertar? Corres siempre para ir ante Dios, pues corre para venir también a mi.
Nuestra Señora - Dad gracias a Dios por la joven hijita que se ha salvado. Esta gracia es importante porque podía permanecer paralizada, podía no volver en sí, sin embargo... ha llegado y yo estoy contenta, como estoy contenta del bien que os demostráis el uno por el otro.
Marisa - Ah, ¡espera! Alejandro me ha traído los zapatos...
Obispo - De oro.
Marisa - De oro. Cuando esta mañana me he levantado, no había nadie para ayudarme a ponérmelas, no podía llamar al Obispo. Comprenderás, ya me lo hace todo el Obispo... pero no podía ponérmelas. ¿Verdad que no me las podías poner?
Obispo - Me cuesta ponerme de rodillas, y tu sabes el motivo.
Marisa - A mi estas apariciones me gustan más, porque tu sonríes, estás alegre y también nosotros tratamos de estar alegres, porque sabes que a Marisella le gusta reír y bromear. No tenemos palabras para darte las gracias por haber salvado a Paola y por habernos dado a Giovannone, Alejandro, Marco, Titti y Clara, mi dama de compañía, que me quiere mucho.
Nuestra Señora - ¿Decimos un Padre Nuestro unidos a Dios?
Marisa - Sí, Virgencita.
Todos los presentes - Padre nuestro Gloria
Nuestra Señora - El Ave María decidla solos, porque... yo pienso como tu, Marisella, una no puede rezar para sí misma.
Marisa - Ah, gracias, gracias.
Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.
(Todos aplauden y cantan Aleluya)
Obispo - Paola, todavía te tendremos que aguantar.
Marisa - Estoy contenta por ella, no me esperaba esta nueva intervención de Dios.
Villetta Barrea (AQ), 22 julio 2007 - hora 12:31 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Perdóname, Virgencita, si no he recitado el Magnificat.
Nuestra Señora - Te veo muy cansada, hijita. El descanso que has hecho esta noche no te sirve de nada o de bien poco, porque tienes tantas, tantas noches que recuperar. Por desgracia tu salud deja siempre que desear por varios motivos. Esta noche hemos estado a tu lado y has podido descansar, por esto agradecemos a Dios Padre Omnipotente que, a pesar de tu silencio, te ayuda. Mis queridos hijos, mejor dicho, adorados hijos, vosotros que estáis aquí para ayudar a mis dos hijitos a pasar las vacaciones, sois de admirar. Una persona trabaja mucho y está cansada, pero, dentro de poco se irá y descansará con su "maridito".
Marisa - Todos estamos cansados, todos tenemos necesidad de descanso.
Nuestra Señora - Cuando Jesús y yo caminábamos por el Jordán, a veces sentíamos un cansancio que no era indiferente. Jesús daba los pasos más largos que los míos, por lo que me fatigaba para caminar a su lado, entonces se paraba, me decía: "Mamá, ven a Mi lado" y me daba el brazo para que caminara a su lado. La escena era bellísima. Los apóstoles, también ellos caminaban de prisa, se ponían a un lado para dejar pasar a la Madre de Jesús. También vosotros, cuando estáis con una persona que no es capaz de tener vuestro mismo paso, aminorad la marcha, caminad más despacio y retomad el camino juntos, así también podréis rezar juntos. Alguno pensará: "¿Pero tenemos que rezar siempre?". Sí, tenéis que rezar siempre, incluso cuando camináis, trabajáis, habláis, porque todo momento es bueno para dirigir la mirada a Dios. Mirad, hoy he venido para daros estos pequeños consejos, pero, si lo pensáis bien, son muy importantes. He visto una muchacha que caminaba de prisa, daba pasos de gigante, por lo que era difícil ir detrás suyo. Así pues hay que acortar el paso y dar la posibilidad a los otros de caminar juntos. Por ejemplo, no podéis poner a Paola junto a Clara; Clara da pasos de gigante, Paola es más sosegada. De todos modos os deseo que paséis una buena fiesta a todos vosotros, pasadla en buena armonía. Tratad de dar todo de vosotros mismos al Obispo y a la Vidente, ayudadlos todo lo que podáis. La Vidente está desfallecida, pero tiene que llegar hasta una cierta fecha y no puede irse ahora, tiene que quedarse todavía con vosotros.
Marisa - Oye, Virgencita ya que estoy cansada y tengo mucho sueño, ¿podría dormir en lugar de comer?
Nuestra Señora - Se está bien en la mesa con los amigos. Come algo junto a ellos, luego te vas a descansar un poco y cuando los otros estén preparados para ir a Scanno, id todos juntos a pasear alrededor del lago. Si la silla de ruedas no se puede desplazar, la señorita Marisa se queda mirando el panorama y los otros dan una vuelta por el lago. Puede quedarse sola, nadie tiene que sacrificarse para quedarse con ella, ella lo quiere así. Yo iré con la abuela Yolanda a hacerle compañía. ¿De acuerdo? No es verdad, Marisella, que te gusta cuando hablo así y no doy rapapolvos?
Marisa - Pero si tu nunca has dado rapapolvos. Los da Dios, cuando llega y dice: "Yo soy Dios". ¿Sabes que le he preguntado que si se había convertido? Pero bromeaba, porque Él ha sonreído. Hoy no lo hagas venir porque quiero estar solo contigo y con la abuela Yolanda. Esta noche, si Dios quiere hacer una escapadilla, que venga, nosotros lo acogeremos con los brazos abiertos, porque amamos a Dios.
Nuestra Señora - Marisella, ¡si todos los videntes hubiesen sido como tu! Hoy ya no hay videntes. El vidente tiene que sacrificarse, tiene que inmolarse, tiene que convertirse en mártir, hostia viviente, como tú. Yo me divierto cuando vengo a hablar contigo porque sacas lo que tienes en el corazón, eres así, tienes que decir lo que piensas.
Marisa - Tu también dices lo que piensas.
Obispo - También yo.
Marisa - También él.
Nuestra Señora - Su Excelencia diciendo la verdad supera a todos. ¡Clara pórtate bien!
Marisa - Paola quiere un chico extraordinario, Marco quiere una chica alta y rubia. ¿Sabes que hice ayer? Le dí una muñeca alta y rubia.
Nuestra Señora - Me gustáis así: cuando bromeáis y reís entre vosotros. Tenéis que quereos siempre. ¿Verdad, Titti?
Titti - Sí, Marisa.
Marisa - Mira que es la Virgen la que dice que nos queramos.
Nuestra Señora - La mamaíta no tiene nada más que deciros, rezaré con vosotros, especialmente para la fecha escogida por vuestro Obispo para la marcha de Marisa. Todos en el Paraíso estamos rezando por vosotros. Os doy las gracias por el bien que hacéis. Id en la paz de Dios Padre, Dio Hijo, Dios Espíritu Santo.
Marisa - Adiós, mamá, te veo. Hoy la Virgen tenía ganas de bromear.
Villetta Barrea (AQ), 26 julio 2007 - hora 5:46 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Hijo mío, aunque no te respondía, escuchaba tus oraciones. Mi corazón sufría, no era capaz de responderte, de decirte nada, de decirte alguna palabra de ánimo. Pero tu sabes, que estoy a tu lado. Si aquellas personas son así, ¿qué le vas a hacer? Hijo mío, no te tienes que amargar tanto, si tu hermana está mal. Su sensibilidad, su manera de ser la llevan a sufrir por una nadería. Yo estoy a tu lado, abuela Yolanda está a tu lado, pero sobre todo a tu lado está...
Dios Papá - Yo, tu Dios, estoy a tu lado, Excelencia Reverendísima. Sientes amargura y desilusión, porque el hombre no sabe amar. El que sabe amar encuentra el sufrimiento. Yo soy tu Dios y te amo inmensamente. Te gustaría ver algo grande, pero por ahora no hay nada. Marisella tiene que sufrir no porque Yo lo quiera, sino porque éste es su camino, su sendero. Si encontráis personas que no saben amar, y diría, que me detestan, no os preocupéis. ¿Cuánto tiempo podrán estar aún en la Tierra? Para ellos habrá algo feo; para vosotros no, vosotros gozaréis conmigo, con Jesús, con la Madre de la Eucaristía, con el amado José, con la abuela Yolanda y con todas las otras personas. Marisella se acuerda de los sufrimientos del año pasado y de los demonios, que la querían envenenar y casi lo consiguieron. Ella sí que está sufriendo muchísimo. Ha vivido otro año de sufrimiento. ¿Qué queréis hacerle? Continuad adelante. Tenéis a Clara, tendrá su carácter, pero no os defraudará y os ama; está Marco que apenas está libre, viene a veros y vendrán otros jóvenes, los que os quieren tanto. Ánimo, Excelencia, ¿quieres pedirme algo? ¿Te has bloqueado?
Obispo - Me he bloqueado, porque he rezado tanto, he esperado tanto, he creído tanto en unas vacaciones de recuperación y que habríamos estado mejor. Sin embargo tengo que darte las gracias por las noches que podemos descansar, porque Tu lo quieres y lo prometes. Mi Dios, ¿cuándo terminará todo este sufrimiento?
Dios Papá - Acabará, acabará, estate tranquilo. Ahora, Yo, Dios, me alejo. Antes cuando indicabas en el cielo aquellas figuras, Nosotros estábamos allí, pero tu hermana estaba tan decaída que no tenía ganas de decir nada ni de ver nada. Nosotros estábamos allí, os mirábamos y os seguíamos paso a paso. Ánimo, dejad hacer...
Obispo - ¿Te puedo preguntar una cosa más?
Dios Papá - Está bien.
Obispo - ¿La puedes ayudar en lo que se refiere a la alimentación? No come casi nada.
Dios Papá - No te preocupes de esto, comerá cuando esté bien. Nosotros la ayudamos. ¿Crees que habría llegado hasta este momento sin comer?
Obispo - No.
Dios Papá - La ayuda existe. Ahora, bien o mal, podrá dormir por la noche. En vez de levantarte a las ocho o a las nueve, levántate a las once, no importa, estáis de vacaciones. Si os dormís a las tres o a las cuatro, levantaos tranquilamente a las once, no os preocupéis por esto. Estate tranquilo, porque Marisa no está abandonada de ningún modo.
Obispo - Gracias.
Dios Papá - Adiós a todos de vuestro Dios Papá. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Villetta Barrea (AQ), 28 julio 2007 - hora 11:25 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - A mi me gusta mucho cantar el Ave María, pero me habéis quitado también la voz y no puedo cantar. Virgencita, el Obispo y yo estamos muy cansados, muy probados, porque por la noche no dormimos y vamos a la cama a las cinco. Oramos, no hemos descuidado nunca la oración. ¿Qué más tenemos que hacer? ¿Por qué no nos das ayuda y sostén? Vosotros decís que nos ayudáis y que más no nos podéis dar, pero a mi me parece extraño que Dios no pueda dar más que esta ayuda. Por la noche tengo miedo de ir a la cama, porque estoy segura que después de diez minutos tengo que levantarme. Vuelvo a la cama, luego me vuelvo a levantar y me pongo en el sofá esperando el día.
Nuestra Señora - No digas eso, Marisella. Ya sabes que te ayudamos desde hace mucho tiempo, eres ayudada siempre. Has sido ayudada cuando has sido cogida y maltratada a cuchillazos por un hombre. ¿Quién te ha ayudado? ¿Quién te ha sustraído de las manos de aquél bruto? ¿No he sido yo? Y cuando has tenido otras experiencias dolorosas con otras personas, incluidos los sacerdotes, que te han golpeado, ¿no he venido yo en tu ayuda?
Marisa - Sí, ya lo sé, pero nosotros ahora necesitamos una ayuda más grande. Estamos los dos exhaustos, el Obispo no está enfermo, pero tiene un cansancio físico enorme. Está probado físicamente y... no me viene la palabra, no importa, de todos modos tu lo entiendes igualmente. Trata de ayudarnos, de hacernos pasar estos últimos días más tranquilamente tenemos todavía un mes por delante y, si quieres me ayudáis a estar un poquito mejor, también el Obispo descansará más. Nosotros os amamos mucho. ¿Por qué tenemos que sufrir siempre? Hay tantas personas en la Tierra que podrían ocupar nuestro lugar.
Nuestra Señora - ¿Tu crees, Marisella?
Marisa - Sí. Creo que sí. ¿Por qué?
Nuestra Señora - ¿Te acuerdas de cuando, bromeando con los jóvenes habéis preguntado quién quería ocupar vuestro lugar? Todos lo han rechazado, y han dicho que se habrían ido enseguida. ¿Crees que en el mundo hay personas que aceptarían tu misión y la del Obispo? No, no las hay. Yo os pido una vez más que os arméis de santa paciencia y que tengáis fe y confianza en Dios. Estos jóvenes que vienen a ayudaros son para vosotros una gran ayuda.
Marisa - Sí, pero vienen a comer. Uno, se queja si no tiene un plato de pasta abundante, dice que no ha comido. No, estoy bromeando, no te enfades conmigo.
Nuestra Señora - A mi me gusta cuando bromeas, Marisella, a mi me gusta mucho tu manera de ser y de hablar conmigo, porque me tratas verdaderamente como a una madre, como a una hermana. Mira, también tu madre está riendo.
Marisa - Sí, pero veo que cada vez que hablo, tu le das la vuelta a la tortilla. Nosotros no podemos más. Venga, sé buena.
Nuestra Señora - Pero nosotros, Marisella, vamos siempre a rezar delante de Dios. Cuando llegues arriba, te darás cuenta de lo que es el Paraíso, quien es Dios, quiénes son las almas santas.
Marisa - Está bien, por ahora quiere decir que tengo que estar todavía aquí abajo. Nosotros hemos escogido una fecha, tu lo sabes, por tanto es inútil repetirlo. Si aquella fecha os parece bien, yo estoy contenta. Sufro hasta aquella fecha y luego vuelo al Paraíso.
Nuestra Señora - Ahora, mis queridos hijos, la Madre os da su bendición, junto a todos los santos que están a mi lado y junto al Obispo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Villetta Barrea (AQ), 29 julio 2007 - hora 12:23 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Querida Marisella, te tengo que decir que habría venido igualmente. He escuchado las hermosas palabras de mi Obispo, son conmovedoras y yo estoy con él en todo lo que ha dicho. Vosotros deseáis mi presencia y yo vengo de buena gana, pero esperáis siempre que os diga algo bonito, algo grande; pero esto por ahora no puede ser. Si Dios dice que hay que esperar, que tener paciencia, que tener confianza, ¿por qué vosotros la perdéis? No puedo, cada vez que vengo, daros las noticias que esperáis. No existen. Vosotros sabéis que Dios os ama y hará todo lo posible para ayudaros. Algunas veces no he tenido valor para venir, porque en medio de vosotros había personas que habían hecho sacrilegio. No tenía valor de venir porque, si hubiese venido en aquel momento, habría dicho tantas cosas que no son bonitas y que a mi, la Virgen, la Madre de la Eucaristía, no me gustan. Yo vengo de buena gana en medio de vosotros incluso todos los días, si queréis, pero tenéis que estar todos en gracia, si no estáis todos en gracia no me veréis más. Ya que vosotros, aquí presentes, estáis todos en gracia, yo he venido. ¿Tenía alguna nueva noticia que daros? No, no tengo ninguna noticia si no es la de repetiros que recéis el uno por el otro, por el Obispo y sobre todo por la Vidente, que en este momento, está tocando fondo. Se ha repuesto un poco, porque he venido yo, pero no es esto lo que ella quiere, ella quiere saber el día de su muerte, quiere saber el día en que partirá de esta Tierra, porque está mal. No es para ella este mundo y por eso espera la noticia; la hermosa y gran noticia llegará. Entonces seréis todos libres, ya no tendréis el peso de Marisella que está mal y llama a la gente por la noche. El Obispo estará libre sin su Marisella al lado, y entonces todo se recompondrá, todo será bonito y feliz porque un alma que, es ya del Cielo, habrá subido al Cielo. Tu, Marisella, no eres un alma de la Tierra, no eres capaz de ser un alma de la Tierra; tu, según Dios, eres un alma del cielo, aunque vives muy dolorosamente en un mundo que te es ajeno.
Marisa - Perdóname, pues: ¿cuándo pensáis llevarme? No me respondas que no lo sabes, sino ya no vendré más allá arriba.
Nuestra Señora - Estas son decisiones de Dios. Cuando llegue el momento, me mandará a decir: "Marisella, ha llegado la hora".
Marisa - El Obispo y yo hemos pedido poder transcurrir algunas semanas de felicidad juntos, días de alegría; habéis dicho que sí, pero luego, ¿qué ha pasado? Nada. No duermo nunca, hace noches que no duermo. Estoy siempre mal y tengo que despertar a las personas por la noche para que me ayuden; esto no me va, no me gusta. Yo que iba de noche a curar a los enfermos que me llamaban, ahora tengo que llamar a los otros. No, no, Virgencita, no estamos de acuerdo, así no va bien. Me habéis hecho una promesa muy hermosa pero luego no se ha realizado. ¿Qué tengo que pensar? Al menos ayudad al Obispo, ayudad al Obispo, también a él le habéis prometido tantas cosas, ¿y luego? Y sin embargo sabéis que es una persona santa. ¿Qué habéis hecho para ayudarlo?.
Nuestra Señora - Tienes razón, Marisella, en todo lo que dices, pero tenemos que hacer lo que Dios dice, no podemos hacer lo que el hombre de la Tierra dice.
Marisa - Pues ve ante Dios a decirle todo lo que te he dicho, aunque ya sé que lo oye todo. De todos modos si tengo que estar aquí hasta el final del mes de agosto en estas condiciones, no me quedo, es mejor volver a casa. Te lo ruego, ve ante Dios, suplícale que nos ayude, te lo ruego Virgencita, suplícaselo mucho y lleva contigo a mi madre.
Nuestra Señora - He hecho muchas veces, como tu dices, Marisella, pero se ve que la hora no ha llegado.
Marisa - ¿Entonces no le dices nada?
Nuestra Señora - Bueno, yo he terminado, si hay alguien que tiene algo que pedir, que aproveche, sino daré mi bendición.
Marisa - Creo que nadie tiene nada que preguntar cuando hablas tu o Dios o Jesús. ¿Qué podemos decir nosotros pobres mortales? Gracias por haberme escuchado.
Nuestra Señora - Quédate tranquila que ante Dios vamos todos los días. Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo
Marisa - ¿Quién es aquel de detrás tuyo? ¡La rosa! ¡Es Dios! Dios, has venido, dinos algo, te lo ruego.
Dios Papá - Sabed esperar con alegría. Adiós a todos de vuestro Dios Papá, como dice el Obispo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Marisa - Excelencia, esta vez podías hablar. ¿Por qué no has hablado?
Obispo - He hablado antes.
Marisa - Nuestra Señora ha dicho: "Si alguno quiere decir algo, que hable".
Obispo - La invitación no estaba dirigida a mi.
Marisa - A todos.
Obispo - Sí ya lo sé, yo ya había hablado antes.
Villetta Barrea (AQ), 30 julio 2007 - hora 11:46 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Ya sé que pedimos mucho y repetimos siempre las mismas preguntas, pero vosotros dais siempre las mismas respuestas. Querednos un poco, dadnos las gracias que os pedimos y de las que tenemos tanta necesidad. He pedido que me deis la voz, ahora es lo último que pido, hay otras cosas mucho más importantes. Me gustaría tanto que ayudases a mi sacerdote, a mi Obispo, no quiero verlo postrado así. Dice que está así por mi. Yo le he dicho: Este es el sufrimiento que tengo que tener. Lo tengo que tener, punto y basta. ¿Por qué él tiene que sufrir tanto por mi?
Nuestra Señora - Marisella querida, dulce criatura del Cielo y de la Tierra, tu argumentación es directa, pero para uno que te ama y que está a tu lado desde hace años, es difícil no poderte amar, es difícil no sufrir. ¿Te acuerdas cuando tu madre estaba enferma, cuánto has sufrido? Ahora es lo mismo para el Obispo. Hace años, años y años que estáis juntos y tu, hija mía, siempre has sufrido. Marisella, te lo ruego, cuando veas que el Obispo está desanimado y te dice: "Estoy mal porque tu estás mal", ten un poco de paciencia, acepta esta manera suya de hablar. Sí, está abatido por ti y por tantos otros motivos. Naturalmente ahora está desanimado por ti.
Marisa - Pues entonces, si está abatido por mi, ¿por qué no hacéis algo por mi para que esté un poco mejor? Hoy ha sido una jornada muy dura para mi y muchos sufrimientos los he escondido. ¿Puedo vivir siempre escondiéndolo todo?
Nuestra Señora - No, Marisella, no puedes esconderlo todo, pero algo puedes hacer. ¿Ves a tu madre como te mira? Te mira con aquellos ojitos grandes.
Marisa - ¿Puede hablar mi madre?
Nuestra Señora - Claro, habla a tu hija abuela Yolanda.
Abuela Yolanda - Marisella, escucha lo que te dice la Virgencita: que tengas paciencia cuando veas a tu hermano decaído. Él es un Obispo muy probado. ¿Creéis que es nuestra la culpa? No, éste es el planeta Tierra, está hecho de este modo. Dios os ama, yo soy testigo, os ama muchísimo. Esperad con alegría sus intervenciones. Los juegos que hacéis por la noche nos gustan mucho, le gustan mucho a Jesús, a la Virgencita y a todos lo santos. Adiós, Marisella, un beso a la Excelencia, un beso a ti, hija mía. Doy las gracias a Clara por cuanto ha hecho por vosotros. Adiós, tesoro.
Marisa - Virgencita, ¿podría estar un poquito mejor para que esté mejor también la Excelencia?
Nuestra Señora - Sí, tu estás mejor. Nuestra ayuda está, Marisella, tienes mucha ayuda, pero por desgracia este es tu camino y no se puede hacer nada. Dios te ha escogido. Dios te ha llamado y te quiere toda suya. Os doy las gracias por el bien que hacéis incluso en el silencio. Nosotros cada día vamos a hablar con Dios de vosotros y Dios dice: "Son criaturas santas", pero no añade nada más, Él sabe lo que tiene que hacer. Ánimo, Marisella, ánimo, Excelencia, ánimo, nosotros estamos con vosotros. Sabéis porque no quiero venir, vendría todos los días, pero ¿qué tengo que deciros? Siempre las mismas palabras. Mientras Dios no haga lo que ha decidido, yo vendré para decir siempre las mismas palabras. También hay personas que se ofenden. ¿Qué tengo que hacer?
Marisa - No, no, ven igualmente, si se ofenden, paciencia, pero tu ven igualmente.
Nuestra Señora - Excelencia, levántate y bendice conmigo a estos hijitos.
(El Obispo da la bendición)
Marisa - Te tengo que dar un beso de parte de mi madre, Excelencia.
Obispo - Gracias.
Marisa - Ahora que la Virgencita ha venido, ¿estáis contentos?
Obispo - Todo lo contentos que puedan estarlo personas en una situación como la nuestra, porque nuestra situación es dura y pesada.
Villetta Barrea (AQ), 31 julio 2007 - hora 10:09 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Estaba presente con Jesús, el Espíritu Santo, San José y la abuela Yolanda, para oír cuanto decíais a Dios Padre Omnipotente: era razonable, era preciso, era la verdad. También Nosotros, cuando vamos ante Dios para pedirle algo, hablamos de este modo. Yo he prometido que vendría a menudo y vendré a menudo para ayudaros a ser fuertes, para ayudar sobretodo al Obispo. Recupérate, hijo mío, recupérate, porque estos hijos tienen necesidad de ti y yo, tu Madre, estoy siempre a tu lado y tú lo sabes, especialmente cuando rezas, pero sobretodo cuando celebras la S. Misa. Yo estoy a tu lado y en la consagración me arrodillo con la cabeza tocando el suelo para adorar a Dios. Ánimo a todos, divertíos, jugad como las otras noches y yo estaré con vosotros. Os bendigo junto a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
Marisa - ¿Te vas tan pronto?
Nuestra Señora - Conténtate, Marisella.
Marisa - Excelencia, has visto, ¡ha venido!
Obispo - Estaba también antes, ¿No?
Marisa - Antes estaba calladita, calladita.
Villetta Barrea (AQ), 1° agosto 2007 - hora 9:56 p.m. (Carta de Dios)
Dios Papá - Hijo mío, sabía lo que dirías y lo he tomado en consideración. Yo os amo. Sí, es verdad, desde hace mucho tiempo os hago esperar para llevar a Marisella al Paraíso. Cuando digo: "El tiempo se acerca", quiero decir el Nuestro, no vuestro tiempo. El tiempo de Marisella se está acercando, pero antes tiene que estar todo preparado en el Paraíso, porque su ingreso tiene que ser algo grande y hermoso.
Nadie sabe lo que Yo, Dios Papá, estoy preparando.
Tu hermana es ayudada; sufre y sufre mucho, no lo pongo en duda, pero es ayudada por la Madre de la Eucaristía, por su madre y sobre todo por Mi, que soy Dios Papá, al que a menudo invocas y al cual dirigís frases no muy bonitas, pero que Yo acepto. Que sepas que estamos preparando en el Paraíso algo grande y hermoso que ningún hombre de la Tierra ni ningún santo del Cielo puede entender, ni siquiera Marisella, porque para ella será toda una sorpresa. Puedo decirte que se refiere a la realidad espiritual y material. Su vestido no será igual al de los demás, porque tiene que presentarse a su esposo Jesús.
Ya sé que ahora la vida de Marisella es triste, dura y difícil, pero ella, con Nuestra ayuda, es capaz de superar todos los sufrimientos y las dificultades. Ríe, bromea y hace chistes, aunque no tenga ganas, para no preocuparte y por amor a los presentes.
Hoy ha roto a llorar, porque estaba saturada, y apenas ha hablado con su hermana y con los sobrinitos a los que está muy apegada. Te ama a ti más que a ninguna otra persona; te ama profundamente y no quiere verte sufrir.
Acuérdate de lo que te he dicho: "Estamos preparando algo grande y hermoso, espiritual y material, para Marisella, cuando vaya al encuentro de su esposo Jesús".
Estad tranquilos. Yo os quiero y os amo inmensamente. Creedme. ¿Verdad, Marisella?
Marisa - Sí, pero el Obispo y yo sufrimos mucho, porque de todo lo que se nos ha prometido, hasta hoy no se ha realizado nada.
Dios Papá - Vosotros no sabéis lo que Dios Papá está preparando para vosotros.
Marisa - Oye, Dios, te lo digo con todo el corazón: si el Obispo tiene que ir al Vaticano y sufrir como ha sufrido hasta ahora, llévalo conmigo, llévanos juntos. No lo mandes al Vaticano, donde será traicionado con maldades y calumnias, como ya ha ocurrido hasta ahora. Tu, Dios, sabes como están las cosas en el Vaticano y nos las has contado también a nosotros, por esto te lo suplico: no lo mandes a la madriguera de los lobos, al nido de víboras.
Dios Papá - Marisella, tomaré en consideración lo que tengo que hacer. Ahora participa en la S. Misa y tu, Excelencia, celebra la S. Misa como has hecho siempre: con amor y sufrimiento. Luego jugad.
Nuestra Señora - Yo, Jesús, S. José y la abuela Yolanda estamos siempre con vosotros. Excelencia, si tienes algo que decirme, habla pues; después cerraremos este encuentro con una hermosa señal de la cruz. A ti.
Obispo - ¿Nos mandas la rosa, como anoche para descansar?
Marisa - Querida Madre del Cielo, el Obispo no te ha pedido nada nuevo, te ha pedido una rosa sin espinas, como nos habías prometido. Déjanos descansar esta noche. ¿Nos mandas la rosa?
Nuestra Señora - Veamos lo que ha decidido Dios, Nuestro Padre.
Marisa - Adiós, Dios Papá, manda un beso al Obispo. Ayúdanos, te lo ruego. Somos dos criaturas que tienen necesidad de Tu ayuda; ayúdanos. Estoy contenta de lo que estáis preparando para mi en el Paraíso, pero mientras esté en la Tierra, ayúdanos a descansar y a estar un poquito mejor.
Adiós a todos. Os mandamos un gran beso.
Villetta Barrea (AQ), 3 agosto 2007 - hora 0:00 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Hijo mío, ¿qué consejos os puedo dar? Todo lo has dicho tú. Nosotros os estamos ayudando, pero la situación de Marisella es grave, mejor dicho es gravísima. Nosotros hacemos lo que podemos. Estamos preparando su venida al Paraíso, como Dios Padre te dijo ayer noche. Estamos preparándolo todo, incluso el vestido, que no será como el de los demás. Ya lo sé, está sufriendo, incluso ahora tiene dolores muy fuertes, pero tiene a su alrededor mucho amor: el Nuestro y el vuestro. Orad por ella, para que tenga la fuerza de aceptar y de soportarlo todo. Os abrazo y os beso con cariño, como dice la abuela Yolanda.
Marisa - Adiós. Ha venido.
Obispo - Estaba seguro que vendría.
Marisa - Hace días que dijo que vendría todos los días, porque ella viene de buena gana, pero no acepta que las personas que están presentes no estén en gracia. No es bonito que Dios venga a hablar y haya personas que no viven en gracia.
Villetta Barrea (AQ), 4 agosto 2007 - hora 11:14 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Marisella, no estás nada bien, pero yo te ayudaré; también esta noche llegará una rosa para ti. No podía dejar a estos hijitos sin mi presencia, porque los amo demasiado. Os ruego que continuéis rezando, no penséis solo en la diversión y el trabajo, pensad también en la oración que se vuelve cada vez más importante para vuestra hermana. Ella sabe que Dios le está preparando una fiesta muy grande y todos en un futuro sabréis cual es. Cuando sea llevada al Paraíso, notaréis su ausencia, pero os alegraréis, porque a menudo vendrá a veros.
Ahora solo deseo deciros que os améis, que os queráis, que os ayudéis mutuamente: el amor lo vence todo y os lleva directos al Paraíso, a grandes y pequeños. Tenéis que perdonar mi retraso, porque esperaba que vuestra hermana se recuperase un poquito, pero su salud va cada vez peor y entonces he dicho: "Es bueno que vaya; aunque no sea nada más que para ayudarla a ella y a vosotros". Gracias, mis queridos hijos, gracias por lo que hacéis por mis dos dilectos hijitos. Creed y tener siempre fe en Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.
Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.
Ánimo, Marisella, la cruz es pesada, es grande y tendrás que llevarla hasta el fin.
Marisa - Está bien, basta con que me ayudéis. Gracias.
Nuestra Señora - Un beso a los niños, Emmanuel y Sara; adiós, niños.
Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Gracias por haber venido, yo ya no contaba con ello. No me siento bien, tengo necesidad de relajarme.
Nuestra Señora - Sí, hazlo, Marisella, no te preocupes.
Marisa - Adiós, mamá. Han desaparecido.
Obispo - Cuando ha aparecido la Virgen, has saltado de la cama. Madre mía, ¡qué agilidad!
Villetta Barrea (AQ), 5 agosto 2007 - hora 1:40 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Os ruego que transcribáis la oración que ha hecho el Obispo y la deis a las personas, porque es muy importante y muy hermosa; ha sido muy agradable a Dios. Leedla, ponedla en práctica y dadla a los otros del grupo, al cenáculo. Dios habla en él, por esto hace reflexiones muy hermosas e importantes. Todas sus oraciones son siempre inspiradas por Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Si sois capaces de uniros a las tres Personas Divinas con amor, fe, esperanza y caridad, seréis personas amables, llenas de amor y deseosas de correr hacia el Paraíso.
¿Qué más puedo deciros todavía después de lo que ha dicho el Obispo? Puedo deciros que oréis, que améis, que ayudéis a vuestra hermana a estar un poquito mejor; hoy está sufriendo mucho, pero trata de estar serena y de sonreír. Sara, los cabellos están bien, no te preocupes. ¿Qué hace Emmanuel? ¿Estará durmiendo?
Emmanuel - Estoy oyendo música.
Nuestra Señora - Creedme, yo no tengo nada más que añadir. Poned en práctica lo que vuestro Obispo, inspirado por Dios, dice para vosotros, para él, para todos y por amor a todo lo Creado.
Os bendigo, mis queridos hijos, junto a mi santo Obispo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.
Marisa - ¿Terminas así?
Nuestra Señora - Sí porque me da la sensación de menospreciar una oración muy hermosa.
Marisa - Bueno, si tu lo dices
Obispo - ¿La puedo menospreciar yo?
Nuestra Señora - ¡No! ¡Jamás!!
Marisa - Adiós.
Villetta Barrea (AQ), 5 agosto 2007 - hora 11:35 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Te agradezco tu ayuda. No es que no quiera que vengas, el problema es que me siento mal y entonces prefiero callar. Estoy contenta cuando vienes, especialmente si rezas con nosotros y nos ayudas.
Nuestra Señora - Marisella, cuando tengas necesidad de expectorar, tienes que hacerlo, sino te destrozas. Obedece a la Madre, por favor, y obedece al Obispo.
Marisa - Pero a mi de da vergüenza cuando están presentes otras personas.
Nuestra Señora - No te tiene que preocupar, todos son amigos tuyos, todas las personas que te quieren, por tanto haz lo que tengas que hacer, cuando tengas necesidad. Adiós, hija mía, rezo siempre con vosotros.
Marisa - Gracias. Estamos al final del primer misterio.
Nuestra Señora - Ya lo sé, porque estoy rezando con vosotros.
Obispo - (En voz baja, dirigiéndose a Marisa) Pregúntale si puedes no comer, porque todo lo que comes te perjudica.
Marisa - Existe también el problema del comer, porque todo lo que como me perjudica el estómago y si tomo las medicinas, estoy todavía peor.
Nuestra Señora - Marisella, ya te lo he dicho: llegará el momento en el que ya no comerás nada y no tomarás más medicinas, pero Nosotros te ayudaremos, no te preocupes.
Marisa - Cuando estoy en la mesa con los otros, me gusta comer con ellos.
Nuestra Señora - Haz lo que puedas, pero no exageres en nada. ¿Vale? Marisa - La Virgen se ha quedado para rezar con nosotros.
Villetta Barrea (AQ), 6 agosto 2007 - hora 10:28 p.m. (Carta de Dios)
Transfiguración del Señor
Marisa - ¿Has venido tu, Jesús, en medio de nosotros? He visto tu transfiguración, y tengo que decir como S. Pedro: "Hagamos tres tiendas, una para Moisés, una para Jesús y una para Elías".
Jesús - Mis queridos hijos, he venido para festejar con vosotros este día tan importante: la Transfiguración. Vosotros sabéis que hoy es el aniversario también de la muerte de Pablo VI y del abuelo Aladino, y, ya que los dos están en el Paraíso, dirigíos a ellos, para que os ayuden a llevar adelante vuestra familia, el trabajo y todas las demás obligaciones. Hoy quería estar con vosotros, mientras recitabais el Rosario, pero Dios ha mandado a la Madre, la Madre de la Eucaristía y a la abuela Yolanda a rezar con vosotros. Éste es un momento muy difícil para vuestra hermana, es un momento de gran sufrimiento; hoy además de todos los dolores naturales, ha sufrido también...
Marisa - No lo digas, te lo ruego.
Jesús - Sí, esposa mía dilecta, has sufrido también la pasión. Has sufrido muchísimo, pero has sido heroica, has escondido bien todo el sufrimiento y los dolores que tenías. Yo estaba a tu lado, porque soy tu esposo y tu eres mi esposa. Chicos, tratad de amarme, porque soy vuestro Jesús, amad a la Madre de la Eucaristía, porque es vuestra Madre, ampliad vuestro amor también a vuestros hijos. A veces son caprichosos, pero es normal, son niños; no los golpeéis, dadle solo alguna azotaina, pero no los golpeéis, os lo ruego, porque Nosotros los del Paraíso, sufrimos muchísimo por eso. Quiero quitar a vuestra hermana, en estos últimos tiempos algún sufrimiento. Dios Padre le ha mandado rosas, ahora son ya siete las noches que consigue dormir, aunque durante el día todo se vuelve más difícil. ¿Os habéis dado cuenta, que vuestra hermana, a pesar de todo es capaz de sonreír, de bromear y de hablar? Así hay que comportarse: el sufrimiento no os tiene que afligir, sino llevaros a las más altas esferas del Paraíso, porque os quiero a todos conmigo, cuando llegue el momento. Nos os preocupéis, no ha llegado vuestro momento, sed felices y estad contentos y Yo, Jesús, doy las gracias a esta familia que ha venido a veros. Junto a mi santo Obispo os bendigo, os traigo a todos junto a mi corazón, y como dice la Madre del Cielo, os cubro con mi manto. Id en la paz de Dios Padre, Dios Espíritu Santo y de Mi, Dios Hijo. Sea alabado Jesucristo. Ánimo y adelante, siempre.
Marisa - Adiós. Están presentes Pablo VI y mi padre. Te has vuelto hermoso y joven. ¿También nosotros nos volvereremos jóvenes y hermosos?
Jesús - Sí, Marisella, estate tranquila.
Marisa - Adiós, Jesús, adiós. Había una multitud de almas santas detrás de Jesús que han desaparecido en un instante.
Obispo - Ellos son rápidos en marcharse. Y entonces, ¿te hará estar mejor?
Marisa - Pero si yo estoy mejor.
Villetta Barrea (AQ), 8 agosto 2007 - hora 5:44 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Gracias por haber venido, ayúdame a estar un poquito mejor con el estómago y con el brazo.
Nuestra Señora - Marisella, tienes que estar sentada, no estirada porque el estómago se contrae. Acuérdate de que te hemos ayudado, de otro modo verías las estrellas por los dolores.
Marisa - Te pido que me hagas estar un poquito mejor del estómago y del brazo porque me duele desde el seno hasta debajo de la axila, no sé que pueda ser. Me he puesto una inyección para el estómago.
Nuestra Señora - No te puedes poner otra, es un calmante y no se pueden poner dos calmantes juntos, tu lo sabes, Marisella.
Marisa - Sí, pero cuando una está mal, no se da cuenta de nada. Te doy las gracias, de todos modos, por haberme ayudado a estar un poquito mejor. No puedo mover el brazo, porque me duele. Te lo ruego, manda a la cama al Obispo, de todos modos no puede hacerme nada, yo estoy aquí quieta, quieta.
Nuestra Señora - Es él quien lo tiene que decidir. No se siente capaz de dejarte sola, yo haría como el Obispo, no dejaría solo a quién está mal. Marisa - Está bien, como queráis. Adiós, mamá, gracias por la ayuda.
Villetta Barrea (AQ), 9 agosto 2007 - hora 0:41 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Aquí estoy, lista para responder a mi amado Obispo. Tendrá que tomar el Alción y luego otra vez el Tavor. Si esto no fuese suficiente para descansar, se tiene que poner una inyección, porque si el estómago no está bien, como en este momento, podría ocasionar momentos atroces, como los que habéis pasado. Yo diría, como Madre y también como doctora, digamos, que tu, Obispo, le des 0,25 de Alción, y luego, antes de ir a dormir, el Tavor; y veamos como va esta noche. Si después el dolor volviera a molestar como ayer, como esta noche, y como hoy, entonces tenéis que pincharla de nuevo. Nosotros la ayudaremos en todos los casos, por ahora no le pinchemos y démosle el Alción y el Tavor. Más de esto no te puedo decir, porque hay otro problema: ella no come y tiene el cuerpo débil, por esto no acepta bien las medicinas. Hoy no le habéis dado ninguna medicina y habéis hecho bien y mal: bien porque el estómago ha estado mejor, mal porque la respiración se ha resentido y no ha podido expectorar. Cada cosa que hacéis por Marisella tiene dos posibilidades y tenéis que tratar de escoger la más conveniente para no hacerla sufrir tanto. Esta tarde ha sufrido mucho, trataba de hablar, de sonreír, de bromear con los niños, pero tenía un dolor tremendo y yo le he puesto la mano sobre el corazón, tratando de ayudarla, pero al final ha perdido el sentido y yo y su madre la hemos asistido. Es una persona muy probada, que sufre mucho, tiene muchos problemas de salud, no tiene solo uno, querido Obispo. Y como que está apegadísima a sus sobrinos y sobrinitos, sufre porque sabe que no puede entretenerse con ellos, no puede jugar con ellos. Cuando la niña, Sara, le ha dicho: "Tía, tu no puedes jugar porque no estás de pie, pero si quieres te ponemos en la silla de ruedas delante de la puerta y haces de portera" y Emmanuel, el hermanito, ha replicado: "Pero si no se puede levantar, ¿cómo lo hace para coger la pelota?", ha sufrido mucho.
Marisa - Cuando veo los pequeñines, me gustaría jugar con ellos, porque siempre he jugado con mis sobrinos, sin embargo ahora no; ya no puedo ser una persona viva, me siento una persona muerta. Está bien, Virgencita, hagamos como tu has dicho, pero tu nos tienes que ayudar, no tanto por mi, tu lo sabes, sino por el Obispo.
Ayúdalo, te lo ruego, tiene necesidad; si lo ayudas a él, yo seré feliz.
Nuestra Señora - Está bien, Marisella, Nosotros en el Paraíso rezamos por ti, te animamos y te ayudamos siempre. Vosotros, hijitos, que estáis aquí presentes, antes de acostaros, rezad por vuestra tía, por vuestra hermana, por vuestra amiga, sobre todo rezad por el Obispo. Junto al Obispo os doy mi bendición. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.
Marisa - Adiós.
Villetta Barrea (AQ), 12 agosto 2007 - hora 12:30 a.m. (Carta de Dios)
Obispo - Dios Papá, Dios Hermano, Dios Amigo, Dios Uno y Trino, te encomendamos a nuestra comunidad, que está formada por muchas personas que sufren. Te encomiendo a Marisa, que veo sufrir continuamente, Yolanda, Lorenza, Daniela y Paolo; en estas personas el sufrimiento es más demoledor. Dios mío, Tu lo puedes todo, Tu puedes sanar las enfermedades y hacer disminuir el sufrimiento. Te ruego por los que están enfermos y lejos, pero sobre todo por los que están a nuestro lado en este momento. Te pido: manda a la Madre de la Eucaristía a hacer lo que hacía Jesús cuando vivía en Palestina; sanaba a los enfermos y mitigaba sus sufrimientos. Nosotros creemos firmemente en Ti, Dios Uno y Trino, nos abandonamos a Tu divina voluntad y nos permitimos pedir ayuda, protección y mediación para nuestros enfermos.
(Se canta el Magnificat)
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.
Mi agradecimiento es en primer lugar para los sobrinos que, por turno, han venido a ver a los tíos. Cuando estos dos hijitos míos están a punto de hundirse, está bien que alguno los ayude a llevar adelante su misión larga y dolorosa. Por esto la Virgen os agradece a vosotros y a los que ya han venido y regresado a casa.
Ya lo sé que estás mal, Marisella, muy mal.
Marisa - Por orden del Obispo, tengo que preguntarte si hay algo que se pueda hacer por mi, porque continuar adelante así, se vuelve cada vez más difícil.
Nuestra Señora - Ya has tomado el calmante y esta noche ponte la inyección. Trata de descansar, hija mía, tienes necesidad de mucho, mucho reposo.
Marisa - Sí, te doy las gracias, pero cuando vengas, no hables de mi.
Nuestra Señora - Ya sé que está preocupada por dos personas, pero que quieres, hace falta tener mucha paciencia, como la tiene el Obispo. El Obispo tiene mucha paciencia.
Marisa - Continúa dándosela, para que pueda ayudar a todos. Bendice a nuestros niños, a los pequeños que han venido a vernos. Bendice a los que están mal y que son muchos, bendícenos también a nosotros que esperamos siempre algo bueno. Sinceramente tengo dificultad de seguirte, porque me siento como si me comieran por dentro, Virgencita.
Nuestra Señora - Haz como te he dicho y verás que pasarás bien la noche. Continuarás adelante y formarás un ramo de flores con las rosas que Dios te mandará cada noche. Mis queridos hijos, tratad de comprender a esta hijita y de ayudarla. Ella hace todo lo que puede, hace de todo para quereros y, amaros, especialmente a Mariasole, Sara, Emmanuel, Samuel, Jacobo, que ya es un muchacho y Denis, Miguel, Nicole y todos los niños que han formado parte o que formarán parte de nuestra comunidad.
Junto a mi Santo Obispo os bendigo y a vuestros seres queridos, bendigo a los que están lejos y a los enfermos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
Sea alabado Jesucristo.
Villetta Barrea (AQ), 15 agosto 2007 - hora 12:00 a.m. (Carta de Dios)
Asunción de la Bienaventurada Virgen María
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Hoy, como ya sabéis, es otra gran fiesta mía, la Asunción de María Santísima al Cielo. ¿Cuántos de vosotros subirán a gozar en el Cielo? Me están festejando en el Cielo y en la Tierra, pero los hombres de la Tierra no me dan satisfacción, porque piensan más en sí mismos, en gozar y en divertirse. Quiero que recen y que amen a los hermanos, sobretodo a los que sufren. Yo y mi amado esposo deseamos estar con los que me quieren. Ahora me retiro, porque vendrá Dios en medio de vosotros.
Marisa - Dios, ¿por qué nos haces sufrir tanto? ¿Por qué no nos ayudas a hacer algo bonito y bueno y nos concedes las gracias que te hemos pedido? El Obispo y yo te hemos pedido poder transcurrir el último período de mi vida con tranquilidad, con alegría y en paz. ¿Por qué no nos concedes esto? ¿Por qué nuestras noches son borrascosas, incluso si conseguimos dormir un poco? Oye, Dios, te lo digo con todo el corazón; pero ¿Tu nos amas a nosotros dos?
Dios Papá - Claro que os amo. ¿Crees que estaría aquí con vosotros si no os amase?
Excelencia, ¿cuántas veces tengo que decirte que mi amor por vosotros es infinito? ¿Por qué me haces siempre las mismas preguntas, a las que tengo que dar siempre las mismas respuestas? Yo estoy con vosotros, la Madre está con vosotros, todo el Paraíso está con vosotros. Cuando invocáis a Dios, Papá, Dios Hermano, Dios Amigo, Yo estoy con vosotros. No tenéis que dudar. Ya lo sé: no dudáis. Ya lo sé, os estoy haciendo esperar desde hace mucho tiempo la muerte de Marisella y tu triunfo, pero, te lo repito, estamos preparándolo todo. Tu querrías saber cuándo y cómo, el día y el mes, pero no es posible. Cuando llegue la hora, tu serás el primero en saberlo, el primero en sufrir y en alegrarte, porque tu hermana sube al Paraíso con la Madre del Cielo. No tenéis que dudar. Dios Papá, Dios Hermano, Dios Amigo, Dios Uno y Trino os ama. Marisella, te permito estar de pie, pero no puedes estar de rodillas, tesoro, porque tienes las piernas deshechas, los huesos están comidos internamente, por esto tienes tantos dolores. La espalda te duele, los pies te duelen, la cabeza te duele, pero hoy te doy la alegría de poder estar de pie.
Marisa - ¿Durante cuánto tiempo?
Dios Papá - Mira, otra que pregunta por el tiempo.
Marisa - Me lo ha enseñado el Obispo. Dios mío, ayúdanos, de verdad, estamos en la tierra, estamos hundidos moralmente, estamos hechos polvo también físicamente. Te lo ruego, ayúdanos.
Dios Papá - No me lo pidas más, porque Yo os estoy ayudando. Os lo suplico, creed todo lo que os digo: Yo os estoy ayudando. Yo soy vuestro Papá, ¿por qué no tendría que ayudaros a vosotros, hijos míos? Recordad: hago cada cosa a su tiempo. Orad por los miembros del cenáculo que están lejos, sobre todo por los enfermos; hay muchos enfermos en vuestra comunidad y sé que rezáis mucho por ellos. Ahora siéntate, Marisella, te lo ruego.
Marisa - Gracias, gracias porque me has dejado estar de pie para honrarte. Cuanto Tu estás presente es muy hermoso arrodillarse o estar de pie. Gracias. Dios, por mi parte te prometo que trataré de estar con la moral alta, que no estaré amargada, y trataré de reponerme físicamente, pero me dan ganas de llorar por los dolores, que son muchos. Oye, Dios, pero ¿Tú has tenido dolores?
Dios Papá - No.
Marisa - Entonces no puedes comprender los míos. (Girada hacia el Obispo) ¿Verdad que no puede comprender como los tengo yo?
Obispo - No tiene la experiencia de los dolores, pero, puesto que es Dios, conoce lo que es el dolor.
Marisa - Dice el Obispo que no tienes la experiencia del dolor. Ayúdanos, parecemos dos huerfanitos abandonados por todos. Incluso quien nos quiere, no puede comprender lo que estamos pasando. Dios Papá, ayuda a mi hermano, tiene mucha necesidad. Gracias.
Nos ha dado la bendición y se ha ido.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, este es el don que os había prometido: la venida de Dios Padre en medio de vosotros. Os doy las gracias por las oraciones que hacéis durante la jornada, y sobre todo durante las excursiones. (N.d.R. paseos en coche)
Marisa - ¿Qué excursiones? Ayer estaba molida del todo.
Nuestra Señora - Tu esposo Jesús, mi amado esposo José, la abuela Yolanda y yo os amamos mucho. Os traigo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Un beso al pequeño Ismael María. Un beso a los niños que no están presentes y a vosotros.
Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
(Marisa, dirigiéndose a Nuestra Señora le dice)
Marisa - Oye, recuerda a Dios Papá lo que nos ha prometido. Pínchale. Obispo - Se dice: "presiónale".
(Nueva aparición de Dios Papá después que se ha bromeado sobre la frase de Marisa)
Dios Papá - Estás sentada, Marisella. ¿Querrías importunarme?
Marisa - Sí, porque Tu estás demasiado tranquilo, Te sientas en Tu trono, tranquilamente. He dicho a la Virgen que te venga a importunar. ¿Cómo es que has vuelto?
Dios Papá - Porque os quiero y quiero estar con vosotros todavía.
Marisa - Gracias, ven a menudo, entonces. ¿Te gusta esto? (Marisa enseña el anillo con los delfines) son dos delfines, símbolo de fidelidad, uno eres Tu y el otro soy yo.
Obispo - No, uno soy yo y el otro eres tu.
Marisa - Cuando habla el Obispo hay que callar y obedecer. Uno es él y el otro soy yo. Nosotros te seremos fieles hasta el final. No sólo la Virgen, sino que haré venir a todos los santos a importunarte. Adiós, Dios, Dios Papá, gracias por haber venido, nos has hecho pasar un rato alegre. Esperemos que dure....
Dios Papá - El Obispo tiene que tener paciencia
Marisa - Pero él tiene razón.
Dios Papá - No tiene razón, porque quiere las cosas cocidas y comidas, como dicen en Roma.
Obispo - No es verdad.
Dios Papá - Él tiene que esperar el tiempo que haga falta.
Obispo - No quiero las cosas cocidas y comidas.
Dios Papá - Excelencia, Yo no digo mentiras.
Obispo - Pero ¿qué "yo"?
Dios Papá - Yo, Dios.
Obispo - Yo estoy hablando contigo (Dirigiéndose a Marisa).
Marisa - Pero tu le has respondido a Él, porque ha dicho que quieres las cosas cocidas y comidas.
Dios Papá - Hijo mío, ahora sé bueno, sonríe, sé brillante, si alguien no se comporta bien, llámale la atención y si persiste en la maldad, mándalo...
Obispo - ¿Dónde?
Dios Papá - Fuera, fuera.
Obispo - Ahora ¿quién es el que habla, tu o Él?
Marisa - Él, siempre Él.
Dios Papá - Si las personas no se comportan bien, si te hacen sufrir, fuera, fuera, fuera.
Obispo - Fuera ¿de dónde?
Dios Papá - De tu casa.
Obispo - ¿Puedo sentarme, Dios Papá?
Dios Papá - Sí, sí, siéntate, tesoro.
Obispo - ¿Podemos hablar un momentito de padre a hijo?
Dios Papá - Sí, habla.
Obispo - Dios Papá, Tu sabes todo lo que tengo en el corazón, por tanto no voy a repetirlo, te digo solamente: ¿te parece posible esta vida humana, la que nosotros estamos pasando?
Dios Papá - Para los otros no, para vosotros sí; vuestra llamada es muy grande.
Obispo - Pero ¿es posible que estemos rodeados siempre de sufrimiento, de incomprensión, de maldad, de calumnias, de arriba abajo?
Dios Papá - Porque las personas son malas. Acuérdate que desde que he creado el mundo, el hombre siempre ha sido malo, empezando por Caín y Abel.
Obispo - Pero Abel era bueno, ¿nuestros Abeles dónde están?
Dios Papá - Tienes a los jóvenes, son medio Abeles.
Obispo - Pero ellos tienen familia y trabajo.
Dios Papá - Cuando pueden te ayudan.
(Dios Papá espera a que se cambie el casete de la cámara de video que se había terminado)
Obispo - Gracias por la paciencia que has tenido.
Dios Papá - He tenido la paciencia de escuchar a Marisa que jugaba con Ismael, he tenido la paciencia de esperar a que Fabricio cambiara el casete de la cámara; os amo tanto que sería capaz de esperaros hasta esta noche.
Marisa - Vayamos despacio, yo quiero salir.
Dios Papá - Ahora me despido, mis queridos hijos y os lo ruego, tened confianza en Mi. No os preocupéis, vendré a veros para estar con vosotros.
Marisa - Gracias, Dios, adiós.
Obispo - Gracias.
Villetta Barrea (AQ), 17 agosto 2007 - hora 8:22 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Marisella, estoy contenta por las oraciones que haces, por los rosarios que recitáis y por la S. Misas que escucháis. Orad con fe y amor. He venido para estar a vuestro lado, os he prometido que no os abandonaría y no os abandonaré nunca.
Dios Papá - Escucho siempre con amor las palabras que dice vuestro santo Obispo, porque para Nosotros ya es santo.
Marisa - ¿Y yo?
Dios Papá - Ya lo sabes que eres santa.
Marisa - Una vez me dijiste que era una criatura del Cielo, pero yo estoy en la Tierra.
Dios Papá - Marisella, no empieces con los berrinches. Tu eres una criatura del Cielo, es Dios Papá el que te lo dice. He venido solamente para desearos todo el bien y para daros mi santa bendición. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Marisa - Adiós, Dios Papá, adiós, Madre de la Eucaristía, adiós, mamá.
Dios Papá - Ya lo sé que estás mal, hijita, por desgracia estarás siempre mal, sea por culpa de los hombres o porque eres una persona muy enferma. Te queremos mucho y te estamos preparando algo grande en el Paraíso; lo sabes.
Marisa - Sí, ya sé que estáis preparando mi venida al Paraíso, pero no sé la fecha, no sé el día preciso.
Dios Papá - Marisella, ¡no empieces como el Obispo!
Marisa - Está bien, no digo nada, está bien así, adiós.
Villetta Barrea (AQ), 19 agosto 2007 - hora 00:44 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Gracias. ¿Puedo estar sentada?
Nuestra Señora - Estate como quieras, ángel mío, criatura del Cielo. Nosotros hacemos todo lo que podemos para que estés mejor, pero a veces es difícil. Esta noche será dura, pero haremos de todo para estar a tu lado, de manera que puedas superar el dolor y el Obispo pueda descansar. Pequeña criatura del cielo, cuántos sufrimientos te hemos pedido, pero lo ha decidido todo Dios antes de tu nacimiento. Nosotros te damos las gracias de todo corazón por todo lo que ha hecho por la Iglesia, por los sacerdotes, por los adultos, por los jóvenes y por lo que continuarás haciendo cuando llegues con tu madre al Paraíso; entonces todo será más fácil para ti. Ahora tienes que tener mucha paciencia todavía.
Marisa - Pero yo no pido mucho, pido solo dormir por la noche. Hoy he estado muy mal todo el día, pero si esta noche me dejas descansar estoy contenta. Si por el día no estoy bien, paciencia, porque la jornada pasa antes, salgo, estoy en compañía y rezo.
Nuestra Señora - Gracias, Marisella, sé que rezáis muchos, el Obispo reza muchísimo. Gracias de todo corazón por lo que hacéis vosotros jóvenes por mis dos hijitos.
Marisa - A veces, el Obispo y yo tenemos miedo de perder el alma.
Nuestra Señora - No, Marisella, vosotros no perderéis el alma, porque espiritualmente hablando, ya estáis en el Paraíso. Míralo, míralo tu el Paraíso.
Marisa - Gracias, gracias, no merezco todo esto. Ayuda a las personas que nos quieren, ayuda a mis jóvenes y a los niños de mis jóvenes, son criaturas inocentes y buenas. ¿Has visto a Miriam como te besa? ¿Cuántos besitos te manda?
Nuestra Señora - Soy feliz por todo esto, estoy contenta de vosotros, porque rezáis. Mis queridos hijitos, la Madre os deja y vuelve a Dios Padre, pero recordad: cuanto estéis con el Obispo, yo estoy siempre a su lado y con él. Ánimo, Marisella, sé fuerte, hija mía, has sido siempre heroica, has sido verdaderamente la mujer fuerte del Evangelio, aunque para nosotros eres una pequeña criatura del Cielo. "Dejad que los niños vengan a mi, porque de ellos es el Reino de los Cielos" ha dicho Jesús, pero no se refería a la edad, se refería al amor, aquel amor que parte y vuelve a Dios; Dios es amor. Gracias. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y la pequeña que duerme. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Marisa - Mándame a mi madre esta noche, si tu no puedes venir.
Villetta Barrea (AQ), 19 agosto 2007 - hora 1:05 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Dios Papá, Dios Hermano, Dios Amigo, Dios mío, gracias por tu inesperada venida.
Dios Papá - Están también presentes la Virgencita, la abuela Yolanda y todos los ángeles y santos. Mira cuantos niños hay a Mi alrededor.
Marisa - Dios mío, si has vendido, dinos algo.
Dios Papá - Marisella, no empieces tu también, ya te lo he dicho, cuando sea el momento lo sabréis. Ahora quiero que recéis por una nación que está yendo a la deriva. Esta tarde te llevaré conmigo, no me verás naturalmente, pero sentirás Mi presencia. Junto a la Madre del Cielo y a tu madre iremos a ayudar a aquella pobre gente. Tu quieres venir, y yo estoy de acuerdo, pero si supieras cuanto trabajo queda todavía por hacer.
Marisa - Dios mío, el Obispo dice siempre: "Puesto que hay tantos millones de hombres en la Tierra, ¿podrías llamar a algún otro?". Yo estoy muy cansada, a veces lo escondo, a veces río y bromeo, pero el cansancio es fuerte en mi. Esta mañana, cuando me he despertado, he dicho: "Me quedo en la cama todavía un rato", porque me sentía desfallecida, después, pensando en todo lo que tengo que hacer, me he levantado, pero estoy muy fatigada. Pero tengo que darte las gracias de la gran y hermosa rosa que me has mandado esta noche, no me esperaba que pudiera descansar. Gracias, mi Dios.
Dios Papá - No me lo tienes que agradecer. Cada uno tiene lo suyo; tu has merecido esta gran rosa y Yo te la he dado.
Marisa - Yo no encuentro, para comprarla, una rosa tan grande.
Dios Papá - Compra la que quieras tu sabes que yo me manifiesto a través de una rosa, como en este momento, o la estrella, o aquélla hermosa flor africana que tanto te gusta, porque tu amas África. Esta noche iremos a salvar una nación de África.
Marisa - ¿Te vas? Quédate un poquito más con nosotros.
Dios Papá - Tengo que irme; el cometido de la aparición es de la Madre, de la Madre de la Eucaristía. Adiós pequeño ángel del Cielo, nos veremos esta noche, te veré y no me verás.
Marisa - Gracias, Dios mío, gracias.
Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. He sentido una gran alegría al ver que Dios Papá ha venido en medio de vosotros. Marisella, te has quedado maravillada, no te lo esperabas, pero Dios Papá hace estas improvisaciones y vosotros tendríais que estar felices y contentos. Una vez más os doy las gracias por las oraciones que hacéis, pero ampliadlas para todo el mundo. El Obispo ha orado por esta ciudad, por esta fiesta, por esta gente, por las personas que vienen de vacaciones a este lugar. En vacaciones muchos pecan gravemente y esto nos hace sufrir mucho. El sacrilegio es el pecado más grave y más feo que aleja de Jesús Eucaristía. No os alejéis nunca de Jesús Eucaristía, tenéis que ser siempre sus hijos y tú su esposa. Tiene razón el Obispo cuando dice: "Aquella canción está adaptada para ti". Sí, aquella canción está adaptada para ti, Marisella".
Marisa - ¿Puedo hablar? Vosotros veis en mi tantas cosas que yo no veo, ni siento, y
Nuestra Señora - Continuad rezando. Hoy los padres y la pequeña Miriam vuelven a casa. Sé que te disgustará mucho, Marisella, pero esta es la vida. Ellos tienen que volver, el trabajo los espera. No quiero prolongarme más, porque siento que tu voz se está yendo. A veces te ayudamos a cantar y a hablar y ya veces la voz se va, pero esto es un hecho natural, tus cuerdas vocales están muy consumidas y te fatigas al hablar. Estoy contenta que aunque seáis pocos, os reunís para rezar. Orad especialmente en los días de fiesta, porque se cometen más pecados. La Madre os da las gracias y junto a todo el Paraíso y a mi Obispo, al cual pido el permiso, os doy la santa bendición.
Os llevamos juntos a Nuestro corazón. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.
Villetta Barrea (AQ), 22 agosto 2007 - hora 2:30 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Si has perdonado, quiere decir que amas; tu has amado siempre a todos. Recupérate. Te encuentras en Villetta Barrea y has pasado un momento muy crítico. Ahora vete a descansar. Di solamente una oracioncita, esta noche. Hija, mía, angelito del Cielo, ¡qué buena eres!.
Marisa - Como dices que soy buena si yo me siento tan mala. Ahora hazme estar un poquito mejor, porque no me siento nada bien y no se lo quiero decir al Obispo, mi hermano, porque no quiero que se preocupe de mi. Virgencita santa, Virgen toda blanca, tu que has visto a Jesús en la cruz, escucha mi voz. Yo te amo mucho, haz que sea buena y pronto santa.
Nuestra Señora - ¿Pero qué dices, ángel mío? Tu eres una criatura del Cielo. Ahora digamos una oración para ti.
Marisa - Adiós, Virgencita. Ayúdame, te lo ruego. Tengo un poco de lío en la cabeza, no entiendo nada, no sé donde me encuentro, no sé nada. Nuestra Señora - Ahora vete a acostar con tu hermano; él estará a tu lado y te ayudará. Nosotros te ayudaremos a descansar.
Marisa - No sé donde está el servicio, Virgencita.
Nuestra Señora - Vete hacia adelante, gira a la izquierda, y allí está el servicio; después los otros te llevarán a la cama.
Marisa - ¿Porque estoy tan confundida y no veo?
Nuestra Señora - Porque amas demasiado y tu amor te desgasta; pero es hermoso amar al prójimo, aunque haga sufrir. Ve, hijita, ve.
Marisa - Adiós, saluda a mi madre. Yo no puedo ver.
Obispo - Te ayudaremos nosotros, Marisella.
Marisa - ¿Nos vamos?
Villetta Barrea (AQ), 22 agosto 2007 - hora 7:40 p.m. (Carta de Dios)
Bienaventurada Virgen María Reina
Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.
Hoy es una gran fiesta para Nosotros en el Paraíso, es la fiesta de María Reina. Marisella, alguien te ha llamado Reina a ti también.
Marisa - Pero yo no soy Reina, soy una pobrecita.
Nuestra Señora - Antes de nada quiero dar las gracias a vuestro Obispo, porque ha querido haceros un regalito. Claro, mereceríais mucho más por lo que habéis hecho, pero no podía hacer más que esto. Tiene que afrontar muchos gastos y pagar muchas medicinas, más que esto no podía hacer, lo ha hecho con todo el corazón, con todo el amor. Por esto he venido a bendecir los regalitos que os ha hecho para cada uno de vosotros. Sed felices por esto.
Mis queridos hijos, jovenzuelos, digamos, que habéis venido aquí para ayudar a mis dos hijos, la Madre os da las gracias y os bendice, a vuestros seres queridos, a la pequeña Maria Claudia, a todos los niños y a todos los sobrinitos. La fiesta de María Reina es una gran fiesta, pero no es muy celebrada en la Tierra, diría que ni siquiera es conocida, pero vosotros la habéis recordado, desde que os quedasteis en aquel pueblecito, en la provincia de Macerata, donde vino el autocar, el día veintidós y las personas no hacían otra cosa que hablar. Yo he venido y he bendecido a todos igualmente.
Cuando vengo quiero bendecir a todos los presentes y mandar mi bendición a los que están ausentes y lejos por diversos motivos, sobre todo a los enfermos. Entre vosotros tenéis enfermos graves, orad por ellos. La jaculatoria a la abuela Yolanda para vuestros enfermos, es hermosísima, también yo rezo por ellos. Cuando alguno de vosotros partirá y subirá al Cielo (la Vidente, N.D.R.), habrán ayudas, consuelo y milagros. El que se quedará (el Obispo, N.D.R.), al principio sufrirá, luego se pasará y recordará las cosas hermosas que han ocurrido. Orad, mis queridos hijos, orad por esta partida. Es muy importante para ella, pero también por los otros. Cada día, aunque Marisella no tenga éxtasis, yo vendré a bendeciros. Gracias.
Junto a mi Obispo y vuestro, que hoy por desgracia no está muy bien, os bendigo, a vuestros seres queridos y vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.
Sea alabado Jesucristo.
Obispo - ¿Puedo hacer una pregunta?
Nuestra Señora - Claro.
Obispo - ¿Ayer noche Marisella habría venido al Paraíso, si no la hubieseis retenido aún en la Tierra?
Nuestra Señora - Sí.
Obispo - Gracias, porque ella tiene que ir al Paraíso cuando esté en Roma.
Nuestra Señora - Sí; por esto ha sido ayudada, pero estaba mal, muy mal, además no recordaba donde estaba, no veía y no reconocía a nadie. He venido con la abuela Yolanda, nos hemos puesto a su lado para hacerla dormir y ha descansado, no tanto como otras veces, pero ha descansado. ¿Quieres saber algo más, Excelencia?
Obispo - Espero siempre aquella respuesta de Dios, por ahora está bien así. Gracias.
Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.
Nuestra Señora - Adios.
Marisa - Adios, Mamá. Gracias. Nos ha bendecido uno a uno.
Villetta Barrea (AQ), 24 agosto 2007 - hora 11:12 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - No tengo un solo dolor, sino que todo mi cuerpo está lleno de dolores. Te pido: al menos cúrame alguna enfermedad, no para siempre, porque mi sobrina, médico, me ha dicho que tengo varias enfermedades crónicas. ¿Crees que he sido golosa?
Nuestra Señora - No, Marisella, no comes nunca nada, alguna vez que comes algo, lo comes con gusto. La enfermedad es muy grave y avanza cada día. Conseguimos hacerte descansar por la noche, no seis, sino siete horas, porque, por desgracia, tienes que levantarte por un motivo u otro y tienes que expectorar, pero te estamos ayudando, hija mía, criatura del Cielo
Marisa - Hoy no siento esta ayuda, se lo he dicho también a Dios Padre. "Yo no siento vuestra ayuda". Si estoy bien yo, están bien también estas personas que están a mi lado, sobre todo está bien el Obispo. Una vez por problemas de salud, otra vez por los dolores, yo estoy siempre mal. ¿Puedes hacer algo? Te lo ruego, ve tu ante Dios Padre y pídele que me haga estar un poco mejor, poco, poco, así puedo estar en armonía con mis amigos. No juego, porque no me siento bien; y desde que Jesús me ha puesto la corona de espina, sufro más. A propósito, ¿cuándo me la quitará?
Nuestra Señora - El domingo por la mañana, tesoro.
Marisa - ¡¿El domingo por la mañana?! ¡Oh Dios! Hoy, ¿qué día es?
Obispo - Hoy es viernes.
Marisa - ¡¿Todavía?!
Nuestra Señora - Sí, pero Nosotros te ayudaremos, no te preocupes. También los estigmas te hacen daño, aunque
Obispo - El golpe de lanza.
Marisa - Me duelen también el hígado y los huesos, me hace daño todo. Está bien, si Vosotros me ayudías lo acepto, de todos modos si no lo acepto, lo decidís siempre Vosotros. Si me ayudáis, tendré más fuerza y valor para soportarlo todo por amor de Jesús, de mi Esposo, por amor de todas las personas que me aman y son pocas.
Nuestra Señora - Marisella, Tienes a todo el Paraíso que te ama.
Marisa - Sí, pero ahora estoy todavía en la Tierra y me gustaría estar un poquito mejor, poco, poco. Imagina, el estómago me está haciendo un daño tremendo, y es un tontería respecto a los otros sufrimientos. Añade la corona de espinas, los estigmas, el golpe de lanza y sigue sumando. Pero, si me ayudáis, acepto, haced lo que queráis.
Nuestra Señora - Te damos las gracias, Marisella, por todo lo que haces.
Marisa - Pero me habías dicho que no tendría que sufrir más por los sacerdotes
Nuestra Señora - Por los sacerdotes no, pero por el triunfo de la Iglesia sí.
Marisa - Entonces ¿por qué no me llevas a mi y hacer volar a la cima de la Iglesia al Obispo Claudio? Estaremos todos felices y contentos.
Nuestra Señora - Está bien, Marisella, continuad jugando, nos gusta mucho cuando os vemos jugar. Incluso si dices alguna salvajada, no te preocupes, no es esto lo que nos ofende, en absoluto. Dios os ama, yo os amo, la abuela Yolanda os ama.
Marisa - ¿Dios nos ama de verdad?
Nuestra Señora - Marisella, ¿qué dices?
Marisa - ¿Por qué me hace sufrir tanto?
Nuestra Señora - Dios te ama. Ánimo. Os doy mi bendición. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Marisa - Adiós. Un beso a todo el Paraíso. Gracias por haber venido. ¿Dios está descansando? ¿Por esto no ha venido?
Nuestra Señora - No, Marisella, Dios me ha mandado a mi, no te preocupes, Dios no esta descansando, está pensando en todo el mundo.
Marisa - Está bien, adiós.
Villetta Barrea (AQ), 26 agosto 2007 - hora 12:49 a.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Sea alabado Jesucristo.
Es bonito oír cantar, especialmente cuando todos hacen la misma voz, pero si hay una segunda voz, se ha de hacer. ¿Por qué os unís a quien tiene la voz cantante? Os he dicho esto en tono de broma. Sin embargo os pido seriamente que todas las oraciones que hace vuestro Obispo se graben, transcriban y se reciten por todos. Cada oración es hermosísima, cada oración hace referencia a Dios y a la Iglesia. Os he dicho que no habléis más de los sacerdotes, sino del triunfo de la Iglesia, de esto sí, el resto dejádnoslo a Nosotros.
He venido con el permiso de Dios Padre, a traeros una carta sencilla, pero llena de amor por vosotros. Dios os ama sobre todas las cosas, Dios protege a los humildes, no a los orgullosos y a los soberbios. Todos tenéis que progresar en la vida espiritual con humildad, sinceridad, sencillez y amor: aquel amor que tiene a Dios como fuente y meta. Como dice vuestro Obispo, Dios Papá, Dios Hermano, Dios Amigo, es vuestro Dios. Tenéis que amarLe a Él y a las personas, incluso si no se comportan como os gustaría; no por esto tienen que ser censuradas, sino ayudadas y comprendidas. Si no quieren ser ayudadas, no os corresponde a vosotros juzgar, me refiero al cenáculo. Cada uno de vosotros tiene el propio carácter, pero cada acción vuestra tiene que ser orienta hacia Dios. Si vais hacia Dios, id también hacia Sus criaturas. Vosotros sois criaturas de Dios, yo soy una criatura de Dios y todos tenemos que amar a Dios. Cuando os confían tareas o misiones no os envanezcáis, permaneced humildes y sencillos. No os sintáis nunca que ya habéis llegado a la meta. Os pongo un ejemplo: vuestra hermana sabe desde hace tiempo cuál es su lugar en el Paraíso, pero no se ha envanecido nunca, al contrario ha mostrado temor de dar este paso. No os sintáis nunca que habéis llegado a la mete, sed siempre humildes, píos, devotos, amad, insisto mucho en el amor, porque Dios es amor y vosotros tenéis que ser sus hijos llenos de amor.
En el Paraíso se están preparando grandes festejos y alguno (el Obispo N.D.R.) quiere sabe la hora y el momento de la partida de Marisella. Esto no es posible, Dios prepara y cuando todo esté listo dirá: "Hemos llegado a la meta". Tened confianza, mucha fe en Dios, no os desmoralicéis. Sobretodo tened alta la moral, aunque a veces tengáis deseos de golpear la cabeza contra la pared. Como dice la carta de Dios Padre, levantad la cabeza, tenedla siempre en alto, porque Nosotros los del Paraíso estamos con vosotros.
Ánimo, hijitos míos, tratad de ser amigos de todos, no hagáis grupitos. Tenéis que formar un bonito cenáculo, un bonito grupo de jóvenes, yo estaré siempre con vosotros, como estoy siempre con mi Obispo, mi hijo. A ti, Marisella, ¿qué te puedo decir? Ánimo, hija mía, el sufrimiento te está probando cada día y cada noche; esta noche has dormido placenteramente en mis brazos.
Marisa - Ven siempre, no vengas sólo una vez, cuando te parece bien, ven cada vez y hazme dormir, sin interrupción.
Obispo - Esta noche ha sido bonito.
Marisa - Yo no tengo palabras para agradecértelo y sobre todo a Dios, porque esta noche ha llegado una gran rosa. Nosotros no tenemos grandes rosas, nos contentamos con recoger las pequeñas rosas del jardín. ¿Las podemos coger?
Nuestra Señora - Pues claro que sí, todo es de Dios, Dios lo ha creado todo.
Marisa - Que buena eres, eres muy buena.
Nuestra Señora - Doy las gracias a todos por lo que habéis hecho por mi Obispo, por Marisella, la criatura del Cielo. Cuando estéis en vuestras casas o en el trabajo, continuad orando por estos dos hijitos, porque tienen necesidad de mucha fuerza para seguir adelante; sólo con la oración podéis obtener lo que queráis. Gracias por la ayuda que han dado también los otros que han venido y que se han ido. Yo, vuestra Madre, junto a mi santo Obispo, os bendigo, a vuestros seres queridos, a los objetos sagrados que el Obispo ha tenido el detalle de daros.
Marisa - ¡Detallazo!
Nuestra Señora - Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno, como os he cubierto siempre durante este período. De hecho aquí no ha llovido, y por los alrededores sí.
Marisa - Hemos tenido siempre Sol.
Nuestra Señora - ¿Gracias a quién? A Dios. Te has deleitado del Sol y de la Luna.
Marisa - Tu eres la Luna y Jesús es el Sol.
Nuestra Señora - Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.
Sea alabado Jesucristo.
Marisa - Adiós, mamá, hoy sonríes, gracias, mamá
En el nombre del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo.
Ha venido mi madre.
Obispo - Viene siempre.
Marisa - Hoy sonreía.
Obispo - Menos mal. Pobrecita., ayer lloró mucho.
Villetta Barrea (AQ), 26 agosto 2007 - hora 1:01 p.m. (Carta de Dios)
(S.E. Mons. Claudio Gatti, Obispo ordenado por Dio, está hablando a los presentes)
Obispo - Cuando hago oraciones espontáneas, viene Jesús, Nuestra Señora, San José y la abuela Yolanda.
Dios Papá - Y Yo, Dios, ¿no vengo? Quería oír hablar al Obispo.
Marisa - Él habla así, pero te quiere.
Dios Papá - Claro, ya sé que me quiere.
Marisa - Dios mío, gracias por haber venido, hazme estar un poquito mejor, porque también ayer noche estuve a punto de morir. Ahora hazme estar viva. Gracias, mi Dios, gracias por todo lo que haces por nosotros, aunque nuestra moral a veces se hunde, pero luego se levanta.
Dios Papá - Ánimo, Excelencia, criatura del Cielo.
Marisa - ¿También él es ahora criatura del Cielo?
Dios Papá - Ánimo, ya sabes que no te abandono, ya sabes que estoy a tu lado. Habla, di lo que quieras, refunfuña, si quieres, quédate tranquilo, Yo no me altero en absoluto.
Ánimo, hijitos míos, os doy mi gran bendición y extiendo los brazos sobre vosotros. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Adiós, Excelencia.
Obispo - Adiós, Papá.
Dios Papá - Esto quería oír: "Adiós, Papá".
Marisa - Entonces también yo digo: "Adiós, Papá".
Villetta Barrea (AQ), 29 agosto 2007 - hora 00:12 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - Querría pedirte que me hicieras estar un poquito mejor, no por mi, sino por los otros, por los que viven aquí conmigo, sobre todo el Obispo. He comido y ha ido mal, he tomado las medicinas y ha sido peor. ¿Qué tengo que hacer?
Nuestra Señora - Intenta tomar las medicinas también mañana, porque te sientan bien. Si el estómago continúa haciéndote daño, déjalo estar todo, hija mía, es inútil intentarlo; pide ayuda a Dios Padre como se lo pedimos Nosotros. Las piernas te duelen, la cabeza te duele, la espalda, el estómago, todo el cuerpo está dolorido y Nosotros te podemos ayudar aquel poco que Dios permite. Come con calma, pero si no puedes masticar bien, deja la comida. Mañana probemos con las medicinas, Nosotros te ayudaremos, hija mía. ¿Crees que no nos da pena? ¿Crees que Nosotros no vemos tu sufrimiento y no sufrimos? Sí, pero éste es tu trabajo, éste es tu modo de amar a Dios y a la Iglesia. Ánimo, estamos todos a tu lado.
Marisa - Virgencita, no pido para mi, sino para el Obispo. Él está mal cuando yo estoy mal. Te pido también que nos hagas descansar, que no nos hagas pasar las noches como hace dos días. Ayúdanos a amarte cada vez más, a pesar de todos estos sufrimientos.
Nuestra Señora - Ánimo, criatura del Cielo, Nosotros estamos a tu lado, aunque no te lo parezca. Has sufrido mucho, es un sufrimiento continuo el tuyo, día tras día. Algunos mártires han muerto enseguida, han sufrido durante un breve tiempo. Tu estás sufriendo desde hace años, he aquí porque digo que tu martirio es continuo, mejor dicho cada día es mas grande. Hay muchas personas que oran por ti, especialmente el Obispo. Ánimo, sé fuerte, hija mía, y espero que puedas estar en los brazos de Dios cuanto antes.
Marisa - Gracias, ayúdanos esta noche, porque tengo demasiados sufrimientos.
Nuestra Señora - ¿Has visto que el dolor de la pierna te lo he hecho pasar? Ahora la cabeza está un poco mejor y el estómago, por desgracia, está maltratado por las medicinas. Por esto he dicho que probéis todavía mañana y si no va bien, dejadlo. Levantad los ojos al Cielo, mirad a Dios, aunque no lo veáis, y recitad: Padre Nuestro... Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Ánimo, Marisella.
Marisa - ¿Me harás dormir esta noche? Te lo ruego, tengo tanto miedo a la noche.
Nuestra Señora - Estaremos a tu lado.
Marisa - Adiós.
Villetta Barrea (AQ), 31 agosto 2007 - hora 11:11 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - Yo no te sugiero las respuestas del juego, no lo he hecho nunca, ni lo haré nunca. Eres una criatura de Dios, una criatura de la Tierra, por tanto si las conoces bien, si no las sabes quiere decir que no has estudiado.
He venido para animarte y hacerte ir adelante. Ahora conseguís descansar por la noche, gracias a Dios. Durante el día tienes bastantes dolores, diría que para dar y vender, pero serás ayudada, hija mía, si no fueses ayudada no estarías así. La alegría de jugar, de sonreír, de reír, te ayuda mucho. Gracias, Marisella, así tendría que ser todo cristiano, no desanimarse, sino abandonarse a Dios, vivir, alegrarse y rezar.
Gracias. Os bendigo a todos, en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.
Marisa - ¿No me sugieres la respuesta?
Nuestra Señora - No.
Marisa - Vale. Yo no lo he pensado, esta de aquí (indicando a Clara) me la ha propuesto, todos los pensamientos van a ella. ¡Algo más de siete años de Purgatorio tendrá que hacer!.
Nuestra Señora - No. Encontrarás un hueco también para ella.
Marisa - Está bien, te encomiendo de modo particular al Obispo. Estoy cogiendo todas las enfermedades, de la que tiene que parir, del que tiene que ser operado... No puedo más. Trata de hacer estar bien a alguno, porque yo ya no puedo más. Adiós.
Villetta Barrea (AQ), 1° septiembre 2007 - hora 8:34 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Veo mucha luz, pero Nuestra Señora aún no viene.
Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. En este primer sábado de mes me encuentro con gran alegría junto a vosotros. Faltan las personas del cenáculo, pero yo las veo a todos, veo a los adultos a los jóvenes y a los niños.
Hay un canto que a mi me gusta mucho y que impresiona a Jesús y a su criatura del Cielo (Marisa N.d.R.). vosotros lo sabéis, podéis cantarlo de tanto en tanto. Hoy he venido para deciros que os améis, que os ayudéis mutuamente, que os corrijáis. Si alguien se equivoca, reprendedlo con amor y caridad. Puede ocurrir que alguno se equivoque por varios motivos, entonces le toca al hermano o a la hermana el corregirlo, con amor, os lo ruego.
Vengo de buena gana en medio a vosotros, pero por desgracia siempre hay alguna nota que desentona. Me gustaría mucho ayudar a estas personas, y también a mi Obispo le querría ayudar, pero veo que no es fácil. Son personas dominadas por el orgullo y por la soberbia, saben que se equivocan, pero no lo admiten.
Esto ocurre tanto a algún adulto, como a algún joven, pero los jóvenes son pocos. Los jóvenes aman mucho a mis dos queridos hijitos, como los amo yo, la Madre de la Eucaristía.
Cuando recientemente hemos estado en el Jordán, Jesús ha abrazado al Obispo, ha hablado largamente con él y le ha dicho muchas cosas hermosas. El Obispo tiene que tener mucha fuerza y valor para afrontar a las personas que van en contra de él, y son muchas; a vosotros os pido que recéis por él. Jesús lo ama, yo lo amo, los niños lo aman, pero sobre todo Dios lo ama, aquel Dios que a menudo y de buena gana se hace presente en medio de vosotros. Él lo sabe todo y escucha con mucho amor y paciencia a todas las personas que lo invocan. Invocad también vosotros al Omnipotente: "Dios, Dios mío, ayúdanos, ayuda a cada uno de nosotros, ayuda a las personas enfermas y a los que están en el hospital, Tu puedes hacerlo". Dirigíos a Dios con sencillez, con amor, como Jesús hablaba a los niños y a los grandes, con amor. Esta noche volveremos al Jordán.
Marisa - Entonces esta noche como. Sí, está bien.
Nuestra Señora - Esta noche tendremos mucho que hacer, porque de allí iremos al Nepal para ayudar a las familias. Será una noche larga, pero vosotros no os daréis cuenta cuando es de día y cuando es de noche, porque habrá siempre luz; todo será iluminado porque Dios está con nosotros.
Cuando veáis la luz, decid enseguida: "¡Qué hermosa luz, cuánta luz!". Dios os ama. Corregid vuestros defectos, ayudaos el uno al otro y si alguno quiere hacerse el amo, porque pretende saberlo todo, dejadlo estar. Recordad que no es difícil ir al Paraíso, pero hace falta mucho amor. Si no amáis, no iréis al Paraíso.
Marisa - Nosotros, todos los aquí presentes, ¿iremos enseguida al Paraíso?
Nuestra Señora - Marisella, has hecho una pregunta indiscreta... no te lo puedo decir; de dos estoy segura, pero no puedo nada de los otros. Sé más silenciosa y escucha.
Marisa - Está bien, gracias por haber venido, gracias por las bonitas palabras y gracias por la ayuda.
Villetta Barrea (AQ), 2 septiembre 2007 - hora 1:47 p.m. (Narración de Marisa)
Marisa - Antes que llegue Nuestra Señora tengo que decir algo que quizás no sabré explicar bien, porque no tengo un lenguaje tan desenvuelto como el Obispo. He pasado una noche muy dura y difícil, pero he sido ayudada también por Jesús. A pesar de su ayuda, los dolores se han dejado sentir de manera muy fuerte. He sabido que se han salvado muchas almas que vivían desde hacía mucho tiempo en pecado mortal y muchos jóvenes que estaban en... ¿cómo se llama el sitio?
Obispo - Loreto.
Marisa - Cristo que estaba en cruz me ha pedido que sufriera esta noche por el Papa. Yo me he rebelado un poco y he respondido: "me habías dicho que no tenía que sufrir más por los sacerdotes, sino por los laicos, por los jóvenes y los niños. ¿Cómo es que ahora me pides esto?"
Jesús con la cabeza inclinada y con los ojos llenos de lágrimas me ha dicho: "Marisella, ayúdame".
El sufrimiento ha sido continuo y tremendo durante toda la noche. He tenido dolores que no deseo ni siquiera al peor enemigo y que me han quitado la vista. He estado ciega durante bastante tiempo. Los dolores aumentaban, las espinas se clavaban en la frente y los clavos entraban en las manos y en los pies y he dicho a Jesús: "Que sea como Tu quieres" y he aceptado. No se si sólo por esta noche o me dará todavía tanto sufrimiento otras noches. Espero que no sea así porque no podría. Quizás no os lo he pedido nunca, pero ahora os pido que recéis un poquito por mi, para que tenga la fuerza de aceptar todo esto, porque me parece imposible que antes Jesús me haya dicho que no tendría que sufrir por los sacerdotes y luego además me ha pedido que sufra por Ratzinger. Os he contado lo que me ha sucedido esta noche con palabras mías, porque no soy capaz de hablar bien.
Obispo - ¿Tienes que sufrir por su conversión?
Marisa - No me ha dicho nada, no sé si es para su conversión. Jesús ha esperado mi "Sí" de rodillas delante de mi, y yo al final he dicho: "Sí". Creo que se lo habrías dicho también tu.
Obispo - No lo sé.
Marisa - Creo que cualquiera le habría dicho que sí al final, porque ¿cómo puedes decir que no a Cristo que está de rodillas y que llorando te pide ayuda? ¿Cómo haces para decir que no? He necesitado un buen rato antes de responder, no he respondido enseguida, porque he pensado en todas nuestras conversaciones, y en todo lo que me había dicho Dios, que la misión del sufrimiento por los sacerdotes se había terminado. He estado bastante tiempo reflexionando. Pero ¡qué tiene que reflexionar una ignorante como yo! Y he dicho que sí.
Villetta Barrea (AQ), 2 septiembre 2007 - hora 1:57 p.m. (Carta de Dios)
Nuestra Señora - No, Marisella, quería que primero acabaras tu discurso. Ha sido un discurso muy sencillo, pero comprensible; no te preocupes.
Mis queridos hijos, lo que ha dicho vuestra hermana se ha repetido tantas veces y continúa repitiéndose. También en mis tiempos se presentaban estas situaciones. Yo estaba en el punto de mira porque estaba en gracia. El que no estaba en gracia era tratado bien, pero a mi esposo José y a mi no nos trataban bien, especialmente nuestros parientes. Por tanto no os tenéis ni que alarmar, ni preocupar si el mundo continúa siendo así. Dios ha creado un mundo hermoso, ha creado el mar, los ríos, las flores, las montañas y todo lo que es hermoso, pero el hombre lo ha ensuciado y destruido. ¿De qué modo? El que es orgulloso, el que abusa del poder, es tratado con respeto. Pero vosotros combatís el orgullo y la soberbia, cultiváis el amor hacia todos y ayudáis a todos.
Yo he sentido muchas cosas respecto a mi. Me han criticado, porque había tomado a un hombre mayor que yo o decían que me había casado con él porque era guapo. No sabían que Dios me había dado a este santo hombre, este santo Hijo para conservar mi pureza, mi virginidad. Esto el mundo no lo comprende, no lo entiende. Si uno de vosotros se comporta bien, no es comprendido, es juzgado mal. Vosotros ¿pensáis que entre los apóstoles no tenían celos? Sí, tenían un poco, pero conseguían corregirse, amarse y quererse. ¿Creéis que todas aquellas personas que corrían detrás de Jesús eran discípulos fieles y dóciles? No. Corrían detrás de Jesús por interés, por hacer ver que estaban con Él; había muchas personas que no lo amaban. Pero Jesús los miraba fijamente y los amaba a todos, como hizo con el joven rico, que no comprendió nada. Cuando Jesús le dijo que vendiera todas sus posesiones y que lo siguiera, se marchó triste. Cuando Jesús os pide algún sacrificio o alguna renuncia, estad tranquilos no os pide grandes cosas, hacedlas, decid sí a Jesús. Él os ama a todos. Ama con un amor infinito al Obispo, que alguna vez le pregunta: "Jesús, ¿me amas?. Sí, Jesús ama al Obispo, os ama a vosotros jóvenes y a los adultos. El amor lo vence todo y os lleva al Paraíso.
Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.
Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Villetta Barrea (AQ), 6 septiembre 2007 - hora 7:58 p.m. (Carta de Dios)
Marisa - Yo sufro por estas heridas que antes eran invisibles, luego se han vuelto visibles y finalmente de nuevo invisibles. Se han abierto delante de todos de un modo tan... cruento que creía que enloquecía. Ahora que son invisibles sufro más, pero estoy contenta, porque no se ven. Quería solamente saber: ¿cuándo me quitarás estos dolores que me quitan la respiración? Hoy he estado todo el tiempo encerrada aquí dentro, me falta el aire, me falta el cielo, y a pesar de todo, he trabajado y rezado con mis hermanos.
Jesús - Marisella, estate tranquila, antes de la cena te quitaré los sufrimientos de los estigmas, pero los otros dolores forman parte de la naturaleza humana.
Marisa - Te doy las gracias, Jesús. Si me haces estar bien estos tres últimos días, estaremos todos contentos.
Jesús - Marisella, ¿quién ha pedido sufrir por aquellos dos jóvenes? ¿No has sido tu? Y yo te he dicho que sí. Tu dices que sí cuando Yo te pido algo y Yo te digo que sí cuando pides algo.
Marisa - ¿Entonces que tengo que hacer? ¿No tengo que sufrir por mis jóvenes?
Obispo - Oremos, Jesús.
Marisa - Sí, oremos por los dos jóvenes y por todos los otros enfermos, oremos también por Marisella, para que esté bien estos tres últimos días, como el Obispo, mi queridísimo hermano y amigo, desea.
Obispo - Jesús, si Tu quieres, rezaremos toda la noche.
Jesús - No. Por la noche tenéis que dormir.
Marisa - ¿Nos ayudarás a dormir? Esta noche me he dormido después de las cuatro. Mi dormir no es tranquilo, porque tengo que levantarme a menudo para ir al baño; todas estas interrupciones me hacen perder el sueño. Aunque me vuelva a dormir, no descanso las horas que un cristiano tendría que dormir. Yo no quiero dormir las horas del puerco, pero ni siquiera las del asno, quiero dormir un poquito más porque tengo necesidad. ¿Has visto que he hecho hoy durante todo el día? He dormido en el sofá y he ido a la cama cuando los otros se han ido a comer. ¿Esta noche dormiré?
Jesús - Esta noche dormirás, Marisella. El principio del descanso para ti siempre es difícil, porque se tiene que poner un poco de orden en todo tu cuerpo, pero verás que te dormirás. De todos modos verás que antes de la cena ya no tendrás los sufrimientos de los estigmas.
Marisa - Perdona, Jesús, si me permito, este dolor tan atroz me atormenta la cabeza, la espalda, los pies y las manos. ¿No podrías, ya que apenas quedan tres días, hacerme estar un poquito mejor?
Jesús - Sí, está bien, estos tres días estarás mejor, no bien, mejor. ¿Vale así?
Obispo - Gracias, Jesús.
Marisa - Jesús, si lo dices tu Claro que si me hicieras estar bien del todo, sería mejor, pero contentémonos. Quería decirte que volviendo a Roma, tenemos grandes dificultades. ¿Podrías ajustar la situación? Jesús - Marisella, te prometo que trataré de ajustar también esta situación, pero acuérdate que es muy difícil.
Marisa - Cuando me lleves. ¿sabes que el Obispo tiene que ir a descansar?
Jesús - Sí, sí, es justo, es justo así.
Marisa - Tengo el corazón lleno de cosas para decirte y ahora no me acuerdo de nada más, pero lo que me importaba era si tu aceptabas la propuesta del Obispo: estar mejor los últimos tres días de nuestra permanencia en la montaña.
Jesús - Aceptaré lo que ha pedido el Obispo pero después, estate tranquila. No digo que estarás bien al 100%, no puedes, porque tu cuerpo está muy enfermo. Algunas personas que están a tu lado no se dan cuenta de cuan enferma estás.
Marisa - ¿Sabes que no me doy cuenta de que estoy tan enferma? A mi me parece que estoy mejor. ¿Verdad, Jesús?
Jesús - Sí, estás mejor, si esto te conforma.
Marisa - Sí, a mi me parece que estoy mejor, si quitamos los dolores que me llegan de improviso. El Obispo dice que no y yo digo que sí. ¿Tu que dices?
Jesús - Sí, pienso como tu.
Marisa - Gracias, Jesús. (Marisa manda varios besos a Jesús) ¿Saludas de mi parte a mi madre de la Tierra, a mi Madre del Cielo, a S. José, a los sobrinos y a todos aquellos niños africanos que te he traído arriba? Salúdalos a todos. Adiós, Jesús, gracias, mil gracias, gracias también de parte del Obispo; espero que esté contento. Sí, adiós. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Jesús, eres mi esposo dilecto. ¿Estás contento, "Iaio"?
Obispo - ¡Feliz! Digamos enseguida la S. Misa en acción de gracias.
Villetta Barrea (AQ), 8 septiembre 2007 - hora 6:00 p.m. (Carta de Dios)
Natividad de la Bienaventurada Virgen María
Obispo - Señor, Dios Uno y Trino, Dios Papá, Dios Amigo, si tuviera que sacar las conclusiones de este período de vacaciones, tendría que decir, honestamente, que ha habido ayuda, sobre todo durante las noches y en algunos momentos de emergencia del día, pero no volvemos a Roma descansados, como esperábamos. Estamos cansados, ninguno de nosotros puede decir que vuelve a Roma tranquilizado. Marisa sostiene este encuentro contigo, querida Mamá, sólo por nosotros. Yo no lo habría querido hacer porque sé en que condiciones está, pero me gusta que hayas venido y sobre todo si la ayudas a ella.
Ya sé que no hace falta hacer preguntas, pero alguna que se refiere a nosotros es legítimo hacerla. ¿Cómo lo vamos a hacer para empezar un nuevo año en estas condiciones?
Claro, como has dicho tantas veces, si tu no nos hubieses ayudado habríamos sucumbido, tirados en la cama, sin fuerzas, pero en nuestras condiciones ¿cómo es posible trabajar y dar lo mejor de sí mismo?. Mi Dios, yo te hago esta pregunta. Tu conoces también todos los otros problemas de nuestra casa, sabes lo graves que son, lo difíciles que son. ¡Todas nuestras cruces, mi Dios, son pesadas! ¿Nos puedes quitar alguna? Si no es este el momento de respondernos, yo espero, dinos Tú cuando y Te escucharemos, como hemos hecho siempre. Nos gustaría alegrarnos, demostrar a todos nuestra alegría y felicidad, pero como ves, Marisa esta sin fuerzas y yo ya no puedo soportar más nuestra situación, que me esfuerzo en vivirla en la oración y en el abandono a Ti. Dios mío, ¿cuándo acabarán nuestros sufrimientos? He dicho que no tengo miedo de luchar, estoy dispuesto a luchar con todos los enemigos, que son muchos y poderosos, como ha dicho la Madre de la Eucaristía el domingo, pero no tengo fuerza para resistir a ciertas situaciones familiares, que me perjudican el físico y me hieren el alma.
Tu has dicho que hemos convertido muchas almas, sobre todo ella con sus sufrimientos, ayudado a las personas de la comunidad a superar momentos difíciles y críticos y dado nuevas energías a la Iglesia, para que pueda renacer y triunfar. Jesús, Tu has dicho: "Cuando hayáis hecho lo que teníais que hacer, decid: somos siervos inútiles", ea, nosotros nos sentimos siervos inútiles. Sólo Tú, mi Dios, eres necesario, sólo Tu, mi Dios, eres importante. Claro que, si nos has llamado a vivir y a cubrirnos de responsabilidades, quiere decir que tienes confianza en nosotros y nosotros trataremos de merecerla, pero mi Dios ayúdanos, y como los apóstoles, no grito, porque ya no tengo más fuerzas, pero murmuro: "Señor, despierta, que perecemos". De todos modos, mi Dios, a Ti la alabanza, la gloria y el honor por todos los siglos de los siglos. Amén.
Nuestra Señora - Ahora respondo a mi santo Obispo en nombre de Dios. Habéis sido muy ayudados, las dificultades eran grandes y numerosas, porque Marisella no está nada bien. Ayer dije que no le dierais medicación y está mejor. Mañana volvéis a casa y esta pobre criatura del Cielo no saldrá más. ¿Quién la sacará fuera? Nadie. Hay que subir y bajar escaleras. Nosotros no podemos sanarla del todo, porque Dios lo ha decidido así. Pero la ayuda le ha sido dada, una ayuda que no habéis reconocido hasta el fondo, porque veis a vuestra hermana enferma sufriendo siempre y sufre mucho, mucho. ¿La habéis oído quejarse alguna vez por el dolor? Si alguna vez lo ha hecho, es porque también ella es una criatura humana.
Marisella, el Cielo está preparando algo grande, como ya te he dicho. Ahora estás rezando por Gigi Sabani y por Luciano Pavarotti, para que vengan al Paraíso.
Nuestro santo Obispo tiene que prepararse para las alturas estupendas. Es justo cuando dices que te gustaría llevártelo contigo. Humanamente hablando es justo, porque sabes que al principio sufrirá mucho. Pero si te lo llevas, ¿quién arreglará y hará renacer la Iglesia?
Marisa - Tu y Dios. Perdona, me ha salido del corazón. ¿Por qué tiene que arreglar él la Iglesia? Ya ha sufrido mucho. No ha descansado ni siquiera un solo día. Déjale descansar un tiempo, así se repondrá y luego mandadlo a las alturas estupendas. ¿Está contento el Señor Dios? Pedídselo si está contento.
Nuestra Señora - Marisella, Dios está contento con todo, con tal de que no hagáis el mal, con tal de que no pequéis. Son los pecados los que ofenden a Dios, no estas manchitas, ni estas rabietas que tienes tu.
Marisa - Un momento, yo no me he enrabiado esta tarde, he dicho con todo el corazón: "Tu y el Señor Dios poned en su lugar a la Iglesia", el Santo se va a descansar y yo, espero, vengo al Paraíso, pronto, pronto, pronto.
Nuestra Señora - También alguno de los apóstoles en su corazón decía esto. Quería morir, marcharse, porque estaba cansado de soportar tantos sufrimientos y a las personas que hablaban mal. Yo escuchaba lo que decían, pero la decisión de llevárselo la tomaba Dios.
Marisa - Virgencita, mañana estoy en mi casa, que es también casa tuya. Ve a ver que puedes hacer. Dile al Señor Dios que necesito mucha ayuda, porque si estoy bien, el señor Santo aquí presente, más que santo, está bien también él.
Villetta Barrea (AQ), 9 septiembre 2007 - hora 11:00 a.m. (Carta de Dios)
Marisa - ¿Cómo es que has venido vestida de fiesta?
Nuestra Señora - Ayer fue mi fiesta, pero también hoy Dios Padre ha querido que estuviésemos todos vestidos de fiesta.
¿Os acordáis que San Pablo persiguió a los cristianos y los hizo matar?
En el camino de Damasco se le apareció Jesús, cayó del caballo y se quedó ciego. Después le fue restituida la vista, fue ordenado Obispo y empezó a predicar por la ciudad y de una región a otra. No se preocupaba para nada de los que le perseguían y lo maldecían, sino que continuó adelante convencido de que Jesús es el Salvador. Estoy segura de que vosotros conocéis a San Pablo, porque vuestro Obispo os habla mucho de él. Y aunque persiguió y mató a los cristianos, hoy es santo. Os he dicho esto para haceros comprender que cada uno de vosotros puede convertirse en santo. No hay necesidad de hacer grandes cosas para llegar a la santidad, basta hacer bien las pequeñas cosas. Dios llama a todos a la santidad. Cuantas personas que no estaban en gracia, se han convertido, han realizado obras buenas, ejercitado la caridad y socorrido a los pobres; por esto Dios les ha abierto el Paraíso.
Así también vosotros actuad con amor. Dios no os ha llamado a hacer grandes cosas. Uno se puede volver santo haciendo pequeñas cosas. Yo estaré al lado de los que se comportan de este modo. Mis queridos hijos, mis palabras son sencillas, pero ricas en amor: obedeced, haced la voluntad de Dios, amad al prójimo y a los que tienen necesidad, y os daréis cuenta de cómo todo se vuelve fácil. Yo os quiero conmigo en el Paraíso. Gracias si respondéis a esta llamada. Junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros niños, a todas las familias y al pequeño cenáculo. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.
Marisella, sabes lo que te espera, es inútil hablar de ello. Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
(Marisa está mal)
Marisa - Dime tu que tengo que hacer, que tengo que comer.
Nuestra Señora - ¿Vas a vomitar, Marisella?
Marisa - No sé que decirte, he hecho todo lo que he podido. He probado un poco de alimento, pero me dan ganas de vomitar. ¿Qué tengo que hacer? He comido tres
Obispo - Macarrones.
Marisa - He comido tres macarrones.
Nuestra Señora - Poco. Si quieres tener calorías, si quieres estar un poquito junto a los demás, tienes que comer algo más y beber. Tu ni bebes ni comes.
Marisa - He probado la ensalada: es amarga. Tengo la boca con mal gusto ya de por sí
Nuestra Señora - No hay una persona adecuada para ti, el Obispo no te puede hacer comer, no es su trabajo.
Marisa - No tengo a nadie que me pueda ayudar. Ahora como un flan, con la esperanza de que vaya para abajo, porque el estómago me duele. Tengo acidez dentro. ¿Tengo que discutir también contigo?
Nuestra Señora - Tienes que afrontar un viaje, Marisella.
Marisa - Me duele el estómago. Ahora probaré un flan, pero basta porque no puedo más. Ahora me duele el estómago, el páncreas, el colon, todo me duele.
Si ha llegado mi momento, decidmelo, os lo ruego. Tened un poco de compasión y de piedad por mi. Tu hablas de caridad y yo te pido compasión y piedad.
Obispo - Dirijámonos a Dios Papá.
Marisa - Ve, pregunta a Dios Papá a ver que puedo hacer. Pues si ha decidido que ya ha llegado mi hora, sea bienvenida. No podéis hacerme comer cosas que me hacen daño. Está bien, adiós. Yo lo pruebo. Entretanto ve ante Dios Papá a pedírselo. ¿Por qué me duele así el estómago? No he tenido nunca un dolor tan fuerte.
Obispo - ¿Por qué insisten en que tienes que comer si no puedes?
Marisa - Porque tengo frío, no tengo calorías.
Obispo - Dios Papá ¿no puede intervenir de manera extraordinaria?
Marisa - Le he dicho que vaya ante Dios.