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Cartas de Dios: Verano 2008

El Obispo y la Vidente nos han hecho un nuevo y gran regalo: han querido compartir con nosotros la predilección, el afecto, la amistad y la cercanía que Dios Padre, Jesús y la Madre de la Eucaristía les han demostrado durante el período estival del 2008.

Han ocurrido frecuentemente Teofanías y apariciones de la Madre, cuando Mons. Claudio y Marisa se encontraban en el mar, en el coche, en el centro comercial, el restaurante, o cuando admiraban el maravilloso espectáculo de la naturaleza.

Los dos hijos de Dios han dialogado con lo sobrenatural de un modo libre, confidencial, sincero y Dios ha llegado a bromear con ellos y ha tener ocurrencias simpáticas.

No han faltado los diálogos centrados en los graves y delicados problemas de la Iglesia, pero en la mayoría de ellos la Madre ha pedido un secreto muy riguroso. Sólo los hipócritas, los falsos profetas, los mercenarios, no reconocerán la autenticidad y la veracidad de estas revelaciones privadas y sobrenaturales.


Silvi Marina (TE), 6 julio 2008 - hora 12:55 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - ¿Has terminado de arreglarte, Marisella?

Antes que nada os doy las gracias por vuestra presencia. Estos dos hijitos han hecho trabajar mucho a Marisella.

Marisa - Está bien, pero dilo bajito, los otros no tienen que saberlo. Escucha, quiero encomendarte a Paola y a Marco. Trata de arreglar también a estos dos, después nos queda también Giorgetto.

Nuestra Señora - Estos dos pretenden demasiado, no aceptan fácilmente las indicaciones de Dios. Uno lo quiere hecho y el otro crudo, pero dejemos de lado las bromas. Quiero invitaros a rezar por la situación tan crítica que se está creando en Italia. Podéis rezar a cualquier hora, incluso quien tiene barriguita puede rezar con su pequeño Gioele, todos tenéis que rezar por vuestra hermosa Italia. Os lo he dicho muchas veces, pero esta vez os lo repito con el corazón en la mano: rezad por vuestra hermosa Italia. Os invito a poner en práctica lo que vuestro Obispo os ha dicho. Ningún hombre, desde que Dios ha creado el mundo, ha hablado como él con tanto valor y tanto amor. Poned en prácticas sus enseñanzas. Sed sencillos, puros, honestos, sinceros, generosos, caritativos. Todos tenéis que amar. Donde hay caridad y amor, allí está Dios; yo quiero llevaros a Dios.

Quereos, sólo quería deciros esto, porque está llegando mi Hijo Jesús, el Esposo de Marisella.

Marisa - ¡Qué hermoso eres! ¡Eres el más hermoso de todos! Oye, Jesús, ¿cómo lo haces para ser tan hermoso? Tu eres el Hijo de Dios, eres Dios, eres la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Tu eres todo y yo nada. ¿Yo soy hermosa? Estoy segura que dirás que no.

Jesús - No te habría escogido si no fueses hermosa; eres hermosa por dentro. Todos tenéis que ser hermosos por dentro, vuestra alma tiene que emanar luz, alegría y amor. Yo amo muchísimo a Marisella.

Marisa - Entonces, ¿por qué me haces sufrir a mi y haces sufrir al Obispo al que llamas "Hijito" y "Hermano". Le pones muchos apodos y lo haces sufrir. Pero de todos modos gracias, porque esta noche he descansado. Sí, yo me conformo con descansar pocas horas, no soy como Marco que quiere dormir muchas horas. La historia de la mariposa es una estupidez, ¿verdad Jesús?

Jesús - Sí, el amor verdadero es aquél del cual os hablará vuestro Obispo, ningún hombre, hablo de sacerdotes, sicólogos, siquiatras y otros expertos, ha hablado de este amor. ¿Por qué a dos jóvenes que quieren afrontar la vida juntos nadie le ha hablado nunca de este amor? ¿Os lo habéis preguntado? Yo en el Jordán he hablado de este amor con vuestro Obispo y le he dado aquellas enseñanzas para todos aquellos que avanzan en esta comunidad. Ahora me gustaría que escuchaseis la S. Misa, antes que nada como ha dicho la Madre: por vuestra hermosa Italia, por estos dos jóvenes, por la que tiene en el vientre al pequeño Gioele, por la señora Yolanda, para los jóvenes presentes y por los que están lejos. Rezad por todas estas personas, por los niños, por la pequeña Mariselle, para que no tenga más problemas de salud y para que sus padres no tengan que correr al hospital.

Marisa - Oye, Jesús, ahora te lo puedo decir, entre Mariselle y yo no hay diferencias. Yo he empezado a sufrir cuando era pequeña y ahora mírame, dentro de poco me iré y estoy siempre enferma.

Jesús - Lo sé, hija mía, Dios te ha dado las enfermedades para la salvación de los demás.

Marisa - ¿Tengo que estar siempre mal? ¿Podría estar un poquito mejor del estómago, hoy? Si quieres no como nada.

Jesús - Estos temas los tienes que mencionar cuando estás a solas conmigo, Yo y tu solos. ¿No somos esposos?

Marisa - Sí, sí.

Jesús - Mis queridos hijos, vuestro Jesús os desea una larga vida juntos, quereos todos. Vosotros los presentes sois todos amigos, mejor dicho, sois más que amigos, porque os queréis y Jesús os da las gracias por todo lo que habéis hecho por estos dos hijitos, el Obispo y la Vidente, sin vosotros no habrían podido salir de vacaciones.

Marisa - Jesús, nosotros tenemos un sargento, aquella hacer ir a todos derechos!. Es la madre de Gioele.

Jesús - Sí, es decidida.

Marisa - Se ha vuelto decidida porque se ha llevado muchos rapapolvos.

Jesús - Es muy decidida, su marido tendría que ser un poquito más espabilado. De todos modos os doy las gracias a todos, continuad amándoos. Gracias, Excelencia, por el amor que das a todos. Sí, Yo te amo, Excelencia.

Marisa - Y entonces si nos amas, haznos estar un poquito mejor, haz que no sea una carga para nadie, sobre todo para el Obispo. El día había empezado bien, después cuando he comido ha ido mal.

Jesús - Lo sé.

Marisa - Si quisieras, tu podrías hacer algo.

Jesús - Sí, pero es Dios Padre el que lo decide todo.

Marisa - No digas eso, porque después yo me peleo.

Jesús - Marisella, no hables así de Dios.

Marisa - Está bien, me gusta bromear. Bromea con los infantes y deja estar a los santos. Dios no es solo Santo, es Supremo, es Todo. También el Obispo es santo: esta mañana dormía como un santo, como un angelito. Jesús, ahora Te lo digo seriamente, haz que todos puedan estar bien y yo un poquito mejor, porque no quiero ser una carga para nadie. La Excelencia, como dice la Abuela Yolanda, se preocupa y sufre cuando estoy mal. Antes no era así, era fuerte, ahora cuando estoy un poco mal, se derrumba. El 15 de julio hace treinta y siete años que me soporta, dice él, pero yo también lo soporto a él, nos soportamos mutuamente.

Jesús - Y yo os soporto a los dos.

Marisa - El Obispo es bueno, es un santo, también él tiene que ser santo pronto. Pero ¿ser santo pronto significa que tiene que morir pronto? Menos mal así se viene conmigo. Me disgusta irme y dejarle en la Tierra luchando contra aquellos señores.

Jesús - Marisella, ¿quieres quedarte aún en la Tierra?

Marisa - No, no, no, entendámonos, he dicho que me disgusta dejarlo, pero no quiero estar aún en la Tierra, "¡Me he cansao!". Jesús, no bromees sobre estos temas. ¿Por qué ríes? ¿Cuándo me voy? Al menos decidme la fecha. Va, Jesús, dime la fecha, te lo ruego, dilo flojito. ¿Ni siquiera a mi me la puedes decir? ¿Se la quieres decir al Obispo?

Jesús - Es Dios el que tiene que hablar.

Marisa - ¿Por qué, Tu no eres Dios?

Jesús - Sí, yo soy Dios Hijo.

Marisa - Está bien. Te prometemos comportarnos todo lo bien que podamos, pero somos criaturas humanas, somos débiles, la carne es débil pero el espíritu es fuerte.

Jesús - Yo, Jesús, os doy las gracias, queridos muchachos, por todo lo que habéis hecho…

Marisa - … Ya lo has dicho y ellos ya no son muchachos, ¡porque aquí la más joven es la que espera un niño!

Jesús - Dirijamos la mira hacia Dios y recitemos juntos: Padre Nuestro…

Marisa - Jesús, ¿haces que se me pase un poco el dolor al estómago? Quería decirte que no he sido capaz de hablar con aquella señora, no me ha apetecido ni siquiera verla, pero lo siento, porque yo no soy así.

Jesús - Marisella, no podías ni verla ni hablarle, te ha perturbado demasiado, os ha destrozado mucho, de manera especial a ti, porque estaba muy celosa de ti y de lo mucho que os queréis vosotros dos. Ha sufrido mucho por los celos, te ha deseado el mal y te lo ha hecho. No te preocupes, has actuado bien. Recuerda que el Obispo sabe lo que hace. Excelencia, ¿bendecimos juntos a estos hijitos?

Obispo - Con alegría.

Jesús - ¿Te sabe mal levantarte?

Obispo - Heme aquí.

Jesús - Bravo.

Obispo - El Señor esté con vosotros.

Todos - Y con tu espíritu.

Obispo - Bendito sea el nombre del Señor.

Todos - Ahora y siempre.

Obispo - Nuestra ayuda es el nombre del Señor.

Todos - Que ha hecho el Cielo y la Tierra.

Obispo - Que os bendiga Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Todos - Amén.

Obispo - Sea alabado Jesucristo.

Todos - Siempre sea alabado.

Marisa - Adiós, Esposo mío, adiós a Todos. Adiós, mamaíta

Abuela Yolanda - Excelencia, soy la Abuela Yolanda y te mando un beso. Gracias por lo que haces por mi hija.

Marisa - Mamá, ayúdame tu también, porque tengo necesidad, adiós, mamaíta.

Obispo - ¿Se han ido todos?

Marisa - Se han ido todos juntos, como una nube…

Silvi Marina (TE), 7 julio 2008 - hora 8:25 p.m. (Carta de Dios)

Dios Padre - Marisella, ten confianza en nosotros.

Marisa - ¿Qué son estas luces que estoy viendo?

Dios Padre - Son las luces del Paraíso, hija mía. No te podemos llevar ahora, porque quien te quiere sufriría. El Obispo no tiene ninguna culpa de lo que ha ocurrido, porque ha actuado con todo el amor. Él ama al hombre, como yo amo al hombre, pero el hombre no responde.

Cuantas veces hemos dicho: "Tu molde se ha tirado, Excelencia, hermano mío, hijo mío". Lo mismo que para Clara. No hay otra Clara y el molde ha sido tirado. Cuando Marisella le ha dicho: "¿No podías esperar?", lo decía en serio, porque tiene necesidad de ella, luego se ha arrepentido y ha admitido que es justo que Gioele venga al mundo entre personas que lo aman. Decid a mis amigos sacerdotes predilectos: el que no sabe amar, va al infierno, porque solamente el amor, como escuchasteis ayer de vuestro Obispo, lleva al Paraíso.

Ánimo, hija mía, tienes dolores desde la cabeza a los pies, estás probada al cien por cien. Nosotros os hemos ayudado, pero ¿cómo se puede ayudar cuando en medio de vosotros hay personas egoístas? Aquellas personas no saben amar. El que se ama a sí mismo, no puede venir a mi presencia. Ánimo, Marisella, ánimo, hija mía, estás probadísima. Sufrirás dolores fortísimos, peores que los de la Pasión, pero nosotros te ayudaremos. No te preocupes de las luces que ves, son los ángeles del Cielo que velan al Obispo, a ti y a Clara. Las otras personas son culpables, no son buenas. Aquella señora, aquella persona, ha hecho mucho daño y todavía continuará haciéndolo.

Marisa - Dios mío, ¿que tenemos que hacer? Una ya ha sido echada.

Dios Padre - Es orgullosa, soberbia y vanidosa. Tenéis que reprenderla cada vez; si se corrige bien, sino, como para tantas otras personas, el infierno la espera. El infierno existe, está lleno de papas, cardenales, obispos, sacerdotes, hermanas y laicos que creían que eran buenos cristianos. No penséis que al final Jesús será misericordioso, no, al final, Yo, Dios, seré justo. El que haya merecido el infierno, porque no ha sabido amar o se ha amado sólo a sí mismo, irá al infierno. Vosotros vendréis a gozar del Paraíso. Lástima que no están todos presentes para escuchar lo importante que es amar con la "A" mayúscula. Amad. Gracias, Clara, por lo que tratas de hacer del mejor modo posible por mis hijos. Te bendigo, hija mía.

Hija mía, esposa adorada de Jesús, ánimo, estás muy probada, estás más probada tú que Jesús en la cruz. Cuando María asistía a San José y todos los santos que están en el Paraíso, no han pasado lo que tu y tu hermano estáis pasando y sufriendo. Quiero que éstas sean vacaciones, para vosotros dos. Quien puede ayudaros, por desgracia, se quedará pocos días, pues tiene que volver a casa, porque espera un niño.

Marisa - Dios, ¿la ayudarás? No la hagas sufrir. Haz crecer a ese niño como Tu quieres.

Dios Padre - Sí, Marisella, ahora trata de descansar, no pienses en nada más. No pienses que no sabes perdonar, que has pecado. ¿Cómo puedes decir estas cosas?

Marisa - Ahora tengo un poco de rabia dentro, no puedo perdonar y entonces pienso que falto a la caridad.

Dios Padre - No, hija mía, Yo, Dios, en tu lugar lo habría hecho peor. Ánimo, sé buena y ama a los que aman y saben amar.

Marisa - Dios, me has dado dos hijas: Oriana e Clara y luego está Mariselle.

Dios Padre - Cierto, están Marisella y Mariselle.

Marisa - ¿La ayudarás?

Dios Padre - Sí. Ahora, Marisella, Dios se tiene que ir. Tu no me ves, hija mía, pero yo te veo y veo cuanto estáis sufriendo tu y el Obispo, que con tanto amor quería llevarte a que te bañaras. Era una alegría suya y una alegría tuya. Por desgracia por culpa de los hombres, ha ido mal. Paciencia, os reharéis. Ahora trata de descansar. Haré que los ángeles te velen: Ismael, el tuyo y Gioele, el del Obispo.

Marisa - Adiós, Dios.

Silvi Marina (TE), 10 julio 2008 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

(Aparición ocurrida en el mar)

Marisa - Soy muy feliz a pesar de los dolores, los pasados, los actuales y los que me dais para evitar la guerra civil. Pero ¿qué culpa tengo yo si estalla la guerra civil?

Nuestra Señora - Sé más dulce al hablar, Marisella. Ánimo, ánimo. Gracias, mis queridos hijitos, por lo que hacéis por Marisa con amor, sencillez y sacrificio. Ánimo, Marisella, el momento está cerca. ¿Cuánto podrás vivir aún?

Marisa - Quieres burlarte de mi con esta historia. Ve ante Dios a pedirle que nos lleve a todos al Paraíso.

Nuestra Señora - Marisa, ni siquiera tu madre me pedía estas cosas.

Marisa - Pero yo soy Marisa, no soy mi madre. Oye, virgencita, hoy he hecho venir a aquella persona a comer con nosotros, pero me he arrepentido porque apenas le preguntas algo te suelta una mentira. ¿Cómo lo tengo que hacer?

Nuestra Señora - El Paraíso está abierto a todos, el Infierno está abierto a los que no aman.

Silvi Marina (TE), 12 julio 2008 - hora 2:52 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Abraza el sufrimiento con amor, hijita, esposa dilecta de Jesús, así me ayudarás para el viaje del S. Padre y por todos los jóvenes que van a Australia, por desgracia solo van para divertirse, porque saben que no pagarán y podrán pasar los días con alegría y diversión. Cuando hacíamos largos viajes a pie o en el borrico, no teníamos nada. Sin embargo cuando viajan personajes importantes de la Iglesia, lo tienen todo: doctores, especialistas, periodistas y son atendidos por muchos jóvenes... ¿Os acordáis cuando en Tor Vergata no hicieron ni siquiera una señal de la cruz, no recitaron ni siquiera un Padre Nuestro? Tú, Excelencia, te contentas con ver nubes en forma de ángel. Sí, has visto muchos ángeles que rodeaban a Jesús, a la Madre de la Eucaristía, a San José, a la Abuela Yolanda y estaba también Marisella. Estabas embelesado mirando; éramos Nosotros que te protegíamos y estábamos a tu lado. Esta vez has contado finalmente la visión de la que has gozado: "He visto los ángeles, eran nubes en forma de ángel". Éramos Nosotros los del Paraíso que te rodeábamos. Eso que sufre vuestra hermana es querido por Dios. Os preguntáis: "¿Dios tiene necesidad de ella?" Espiritualmente hablando no, humanamente hablando, sí, tiene necesidad de criaturas terrenas que le ayuden, pero además de Marisella, no hay otras criaturas. Ella sufre, se queja, llora, pero está contenta de ofrecernos su sufrimiento a Nosotros los del Paraíso y para la gente de la Tierra. ¡Cuánta gente hay que no se comporta bien! Vosotros no podéis comprender cuanto odio hay en el mundo, como se odian los hombres. Por esto he querido que hoy vuestra hermana sufriese la pasión y también yo he sufrido la pasión. Ahora que ha terminado, tiene sus dolores naturales y le duele el estómago, las piernas, los brazos, la cabeza, los ojos y la boca. Ella está contenta de ayudar, como os ha ayudado a cada uno de vosotros; tendríais que darle las gracias día y noche por la ayuda que os ha dado. Aunque no os hayáis dado cuenta, os lo digo yo, a todos os ha dado su ayuda, no se dejado a ninguno, los ha cogido a todos; falta alguno, pero lo cogeremos también a él.

Marisa - Hay tres jóvenes que arreglar. Tengo a Paola, Giorgio y Marco; son a cual más duro. ¿Qué hacemos? Mira a ver que puedes hacer.

Nuestra Señora - Sí, pero yo quiero que recen por ti cada día, no sólo cuando estás mal o cuando se acuerdan; cada día tienen que hacer una oración por ti, Marisella, te lo mereces. Si rezamos Nosotros por ti, pueden rezar también ellos. Nosotros los del Paraíso te damos las gracias por lo que haces, por lo que sufres y ofreces. ¿A quién ofreces? Ante todo a Dios, después a los hombres a los que tratas por todos los medios de llevar a Dios. Gracias. Ahora, Marisella, recitemos juntos la oración de Jesús: Padre Nuestro...

Marisa - Virgencita, quería pedirte una cosa: por aquella señora ¿qué tengo que hacer? Es desconfiada, no cree nunca en nada. ¿Qué tenemos que hacer?

Nuestra Señora - Tu la quieres, Marisella, lo sé; dices que no la quieres, pero la quieres mucho. Estás hecha de ese modo: tienes que decir lo que tienes en el corazón, pero los quieres a todos.

Marisa - Está bien, pero no me has respondido; ¿qué tengo que hacer? ¿Se lo dices tu?

Nuestra Señora - No, puedes decirlo sólo al Obispo.

Ahora junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros sobrinos, a Yolanda, a sus sobrinos y a su hijo. Os traigo a todos junto a mi corazón, cuando digo a mi corazón os estrecho verdaderamente. Os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós a todos. ¡Es grande el Paraíso! Adiós, está bien.

Silvi Marina (TE), 15 julio 2008 - hora 12:00 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sé que esperáis con ansia mi venida a la Tierra, y heme aquí en medio de vosotros; por ahora estoy sola, luego llegará el Paraíso. Me gustaría volver a retomar el discurso que probablemente hará sufrir a alguien, pero eso que han hecho esas mujeres es gravísimo.

No es solo muy grave porque algunas personas estaban a punto de morir, sino porque la pequeña Mariselle, los maridos y vosotros que sois sus padres habríais sufrido mucho. Ha sido un momento duro, difícil; el que se queda siempre sufre más. Dios Omnipotente os ha salvado a todos, pero mis dos hijitos han sufrido muchísimo y todavía se resienten. ¿Qué habría ocurrido si nuestro Dios Papá, como lo llama vuestro Obispo, no hubiese intervenido? Las personas responsables de cuanto ha sucedido no lo han sentido hasta el fondo, no han comprendido la gravedad de lo que han hecho. Vuestro Obispo ha tenido la fuerza y el valor de llamarlas y de confesarlas, pero ¿para que ha servido todo esto? Vuestro Obispo, antes de marchar, les había encargado a ellos dos encarecidamente y les había suplicado: "Os lo ruego, procurad que todo vaya bien, somos pocos, tenemos que querernos" y ha repetido la hermosa frase de Jesús: "Aprended a amar y luego orad". Es inútil rezar, entrar en la sala donde está Jesús Eucaristía, besar la tierra y no amar al prójimo. Es inútil amar a los animales, abrazarlos, darles de comer y no llevar de comer al prójimo. Ahora os puedo decir que vuestro Obispo ha hecho muchos ayunos, porque le han traído de comer por despecho cada día los mismos alimentos. Os digo esto para que podáis comprender que en un momento de desconsuelo, de desánimo, vuestro Obispo podría levantar la voz también con vosotros, no porque lo quiera, sino porque está cansado, está probado en todos los sentidos. Yo repito cuanto ha dicho Dios: "Mientras los sufrimientos vienen de lo Alto, es sacrosanto, pero cuando son los hombres los que hacen sufrir voluntariamente, la cosa es gravísima".

Y sin embargo estas personas han tenido el valor de tomar la Santa Comunión el mismo día en que sucedía todo esto. El lunes por la tarde ocurrió otra tragedia: otra persona provocó muchas contusiones en el cuerpo de vuestra hermana, que todavía la hacen sufrir y le han quitado las pocas fuerzas que tenía. Cuando os dije que el mundo no iba bien, no me refería a los de lejos, sino a los de cerca. Las personas que están al lado de un santo Obispo no aman. Lo han hecho todo por despecho, por hacer sufrir, por celos hacia vuestra hermana; han llegado al punto de disgustarse por no estar enfermas, porque querían reclamar la atención sobre ellos por parte del Obispo.

Eso que ha ocurrido el lunes y el sábado es muy grave, gravísimo y creo que mis dos hijitos se quedarán afectados para siempre. Dios ha intervenido para salvar lo salvable y hoy estáis aquí reunidos para rezar conmigo. Sí, Mariselle, y la pequeña y dulce criatura que todavía está en el vientre materno, recordad que sois milagros vivos. Quien está pagando las consecuencia son el Obispo y la Vidente, pero Dios les ayudará también a ellos.

Marisa - Oye, Virgencita, ¿la ayuda de Dios sería que yo todavía no me voy? Ya no soy capaz de esconder, camuflar, sonreír y hacer ver que no pasa nada, es más fuerte que yo y cada noche tengo que luchar por un motivo u otro. De todos modos, me conformo: de diez días he dormido cinco noches, aunque no plenamente. Lo que te pido, y tu pídeselo a Dios, es que ayudes al Obispo. Él tiene necesidad de ayuda, de la verdadera ayuda por parte de Dios. Daos prisa, daos prisa, parece que el tiempo de la partida se aleje, daos prisa a llevarme, os lo ruego. Yo quiero irme, quiero irme, porque tengo que proteger al Obispo, a sus jóvenes, especialmente a los que lo aman, a sus sobrinos, a sus nietos, a los niños pequeños niños. Ayúdanos a todos, pide a Dios que se dé prisa cuanto antes, no me puede llevar a casi morir y luego hacerme resucitar. Yo no quiero resucitar, yo me quiero ir, quiero ir con mi madre, que me ha dicho que en el Paraíso seré más hermosa que ella, pero no es verdad, porque mi madre es muy hermosa, hermosísima, pero llora a menudo cuando viene a la Tierra contigo. ¿Por qué tiene que llorar? ¿Por qué tiene que sufrir todavía?

Nuestra Señora - Marisella, cuando venimos a la Tierra sufrimos como vosotros y más que vosotros, pero cuando volvemos al Paraíso tenemos alegría, luz, paz, cantos y mucho amor y caridad. Las personas que aún no están en el Paraíso "zighirinato", como tu lo llamas no gozan de Dios. No es fácil gozar de Dios si no se es puro, santo, lleno de amor y caridad. Tu tiempo se está acercando, no te preocupes por esto. Cuando llegue, el que ama verdaderamente al Obispo tiene que estar, en esos momentos, muy cerca de él. Después poco a poco subirá a las alturas vertiginosas y tendrá que encontrar personas buenas, santas, que lo ayuden. Tendrá que limpiar la Iglesia, porque está sucia, como está sucio todo el mundo que continúa yendo hacia atrás y la gente continúa muriendo de hambre. Muchos niños mueren porque no tienen nada que comer, no tienen medicinas, no tienen nada; vosotros sois todavía afortunados. Rezad por ellos.

Marisa - Jesús, esposo mío dilecto, cuanto te he deseado en los momentos tristes, en los momentos oscuros, en los momentos de gran sufrimiento para mi y mis seres queridos. Tu has venido para decirme...

Jesús - Ánimo, Marisella, Dios los salvará. Tu ya no tienes fuerza, pero no importa, de todos modos tienes que marchar. En cambio tenemos que rezar por el santo Obispo, para que tenga fuerzas; hace tres días que no puede ni siquiera caminar y dice la Misa sentado. Un Obispo como él, lleno de amor, ha llegado a decir la Misa sentado, porque no se aguanta de pie; esto es grave. Come poco y siempre los mismos alimentos, durante cuatro noches le han traído queso. ¿Es posible esto? No se puede comer siempre la misma comida. En el Jordán mis dos hijitos han comido pescado.

Marisa - Jesús, no sé si he cometido una falta, porque he ido al restaurante a ordenar la comida, al menos hemos comido un poco mejor.

Jesús - Marisella, tu no comes.

Marisa - No importa, yo me ofrezco de buena gana por los demás: grandes y pequeños. Hoy, quédate con nosotros, Jesús, haznos compañía en este día tan triste, tan oscuro, en el que celebramos los 37 años de largo sufrimiento, no tanto los primeros años, pero sí los últimos. Ayuda al Obispo, te lo ruego, ayuda al Obispo, a las madres, a los padres, a los niños, haz que yo sea capaz de darme toda entera para los demás, porque estoy muy cansada. Jesús, Tu eres mi esposo, pero a veces no te siento a mi lado. ¿No sientes el deseo de llevarme para tenerme siempre contigo?

Jesús - Marisella, puedo hacer, un cumplido a Mariselle y a Mariasole? Mariasole está muy guapa con las gafitas, el reloj y el telefonillo, parece una doctora. Mariselle es brillante también ella, sonríe. ¡Oh que gran don habéis recibido mamás y papás!.

Marisa - Oye… ¿Nos ayudas?

Jesús - Luego hablamos tu y yo, Marisella.

Marisa - La mamá de Mariselle tiene miedo de traer al mundo a otro hijo y tiene razón, después de todo lo que ha pasado, también otra señora tiene miedo, porque los doctores son más miedosos que los enfermos.

Marisa - Ayuda a Luca que está lejos, ayuda a los sobrinos que no han podido venir, pero es mejor que sean pocos cada vez. Ayuda a mi hermana Annarella, como la llamaba mi madre. ¿Te acuerdas, mamá, cuando la llamabas Annarella? Ahora aquí tenemos tres niños: Mariasole, Mariselle y Gioele en el vientre. Gracias, gracias, gracias por el gran milagro que habéis hecho para nosotros.

Jesús - Excelencia, ¿quizás esperabas algo más grande, verdad?

Obispo - Sí.

Jesús - Pero tu sabes que hoy no es el día elegido por Dios.

Obispo - Esto sí.

Jesús - Trata de entenderme. Ahora tengo que pensar en vosotros, especialmente en ti, Marisella.

Marisa - ¿Marisella yo o Marisella ella?

Jesús - Excelencia, tienes que estar tranquilo, porque Marisella te dejará, pero antes quiere dejarlo todo preparado; tu lo sabes.

Obispo - Gracias.

Marisa - Mamá, ¿tu no dices nada?

Abuela Yolanda - Sí, quería saludar a mi pequeña Selenia, Mariselle y Mariasole, no la he conocido, pero la he visto cuando estaba en el vientre.

Marisa - Y luego está Gioele. Su madre ha dicho que tienes que ir con ella a la sala de partos.

Abuela Yolanda - Yo, como madre de todos vosotros, os felicito a todos, especialmente a la Excelencia y a ti, Marisella.

Marisa - Mamá ¿sabes que me pongo tu camisón para dormir?

Abuela Yolanda - Lo sé todo, Marisella, no hace falta que te esfuerces en recordármelo.

Marisa - Ayuda a nuestros sobrinos y nietos y a esta vivaracha. ¿Has visto que niña más bonita?

Abuela Yolanda - Todos los niños son bonitos. Excelencia, ánimo estoy siempre a tu lado, como ya sabes.

Marisa - Adiós.

Nuestra Señora - Junto a mi santo Obispo y vuestro, os bendigo, a los niños que están lejos, a los sobrinos lejanos, a todas las personas que no han podido venir, porque esta casa es pequeña, parece una casa de muñecas. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén.

Sea alabado Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo.

Silvi Marina (TE), 16 julio 2008 - hora 7:00 p.m. (Carta de Dios)

(Aparición ocurrida en el mar)

Marisa - ¿Has venido tu, Jesús?

Jesús - Algunas personas que te rodean no te aman.

Marisa - ¿Pero cómo? Te encomiendo a los presentes, a mis amigos, a los sobrinos, a todos los jóvenes y adultos de la comunidad.

Jesús - Ayúdame a beber mi cáliz amargo. Tengo sed, tengo sed de almas. Ayúdame.

Marisa - Yo te ayudo, Jesús.

Jesús - Eres mi Esposa dilecta. Si no te aman a ti que te ven, no pueden amarme a Mi que no me ven. Yo no soy amado, muchas personas no me aman. Todos tienen que convertirse, incluso el Papa. La gaviota que habéis visto volar antes era el Espíritu Santo.

Marisella, estamos esperando que vengas al Paraíso.

Silvi Marina (TE), 19 julio 2008 - hora 7:00 p.m. (Carta de Dios)

(Aparición ocurrida en el mar)

Marisa - ¿Te dejas oír por los otros? Yo sufro si los otros no te pueden oír.

Nuestra Señora - Marisa, yo hago siempre lo que Dios me dice.

Marisa - Dales otra oportunidad.

Nuestra Señora - ¿Por qué ellos tienen que tener otra oportunidad y los demás no? Han recibido mucho. Me hacen sufrir particularmente las personas que comulgan sin estar en gracia. Se han equivocado y continúan haciéndolo. Escuchad lo que vuestro Obispo os dice, habla para vuestro bien. Si no hubiese intervenido Dios, el Obispo habría terminado en un hospital y tu, Marisella, habrías muerto deshidratada. Hay envidia, celos, egoísmo. ¿Veis aquella nube? Allí está Dios. Dios puede aparecer bajo cualquier forma.

Dios Padre - No estaría aquí si no os amase muchísimo. Ahora llega la pregunta habitual.

Marisa - ¿Cuándo me llevas?

Dios Padre - El último tramo de vida tenía que ser mejor, pero a causa de tantos pecados en el mundo, Dios te ha pedido la inmolación. El mundo no va, los hombres de la Iglesia y los políticos no se comportan bien. Sé siempre una niña, Marisella, no cambies nunca.

Marisa - Pero yo soy vieja. Me llaman Marisella, a veces me da apuro y a veces me gusta.

Dios Padre - Yo también soy viejo, pero soy siempre Dios.

Nuestra Señora - Ahora continuad rezando el S. Rosario.

Silvi Marina (TE), 20 julio 2008 - hora 7:00 p.m. (Carta de Dios)

(Aparición ocurrida en el mar)

Nuestra Señora - Hoy no está Dios Padre, está el Espíritu Santo y yo.

Es inútil enfadarse con las personas que no viven en gracia. Si no han escuchado lo que Jesús les ha dicho de que si se hubieran convertido las habría salvado, ¿cómo pueden escucharos a vosotros? Es un continuo enredo de mentiras. Amad a estos dos hijitos míos, ayudadlos.

Hoy no estás bien, Marisa, y sabes el motivo. Tu, Marisella, bromeas y haces chistes para levantar la moral a tus amigos, pero no estás bien.

Alguno corre de aquí para allá para comer y piensa en una cama para dormir. En el Paraíso no se duerme y no se come. ¿Cómo lo haréis, si venís al Paraíso?

Silvi Marina, (TE), 21 julio 2008 - hora 7:00 p.m. (Carta de Dios)

(Aparición ocurrida en el mar)

Marisa - ¿No has venido porque teníamos que terminar el rosario? Nuestra Señora - No es por este motivo. Sufro mucho al ver a tantos jóvenes que no viven en gracia y no se comportan bien. Hacen daño, se masturban; tu, Marisella, no sabes lo que quiere decir esta palabra, aunque el Obispo te la ha explicado, pero no importa. Los pecados más graves que cometen son aquellos contra el amor y la caridad y aquellos contra el sexto mandamiento. Son pecados graves y ofenden a Dios.

Marisa - Veo que estás sufriendo.

Nuestra Señora - Sí sufro mucho. He venido para pedirte que sufras para los jóvenes que van tras este Papa que no da un buen ejemplo. Estos jóvenes van a los puntos de acogida y pecan.

Marisa - Sí, acepto, pero tenéis que ayudarme porque soy débil y pequeña.

Nuestra Señora - Rezad por aquellos jóvenes que son muy orgullosos, también ellos tienen necesidad de vuestras oraciones. Hacía tiempo que quería pedirte que sufrieras por los jóvenes.

Marisa - Sabes que te digo siempre que sí.

Nuestra Señora - Vosotros jóvenes, permaneced siempre buenos y caritativos. Marco, escucha al Obispo, lo que te dice es para tu bien, él te quiere mucho. Haz lo que te dice y no te preocupes si de la otra parte no hay respuesta, tu habrás hecho tu deber. Esta tarde salid, y mientras estáis paseando, escuchad lo que dicen las personas, seguid sus temas. Ahora venid cerca, os quiero bendecir junto al Obispo. Os lo ruego, procurad que cuando yo venga, no haya personas que no estén en gracia.

Silvi Marina (TE), 23 julio 2008 - hora 8:00 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Piensa en ti esta tarde, Paoletta, tienes que pensar en tu vida. ¿Qué quieres hacer tu? Decídete, hijita, decídete a dar aquel paso que a ti te parece muy difícil, pero es muy hermoso; cree. Te dejo escoger: o das aquel paso o vienes conmigo; es mejor que des el paso, porque conmigo se sufre. Señor, escucha mi voz; tengo mucha necesidad de Ti, porque estoy muy débil y muy enferma. Si Tu quieres, puedes ayudarme a soportarlo todo. Yo he dicho que sí, y ayudaré a la Virgencita a salvar a nuestros niños, a nuestros jóvenes y a todos los jóvenes del mundo. Jesús, mi dilecto, me ofrezco a Ti, aunque esté débil y enferma. Señor, he dicho a Paola lo que tenía que hacer. Jesús ¿he hecho bien en darle esos consejos?

Jesús - Claro, hijita, cuando das un consejo es siempre bueno. A Paola no le queda más que obedecer a Jesús, al Obispo y a ti. Tiene que pensar en sí misma. Repítele si quieres lo que le has dicho.

Marisa - Paoletta querida, ya es hora de que pienses en ti misma. Los años pasan, ¿cuándo te decidirás a pensar en ti misma? Obedece al Obispo, pon en práctica sus palabras, son siempre palabras dictadas con gran amor, como ha hecho Clara, como ha hecho Oriana, como ha hecho Antonella, como ha hecho Giulia y compañía. Todos han obedecido a Dios. Pero ahora, Jesús, Te pido: ¿Hacemos una oración por una buena y santa muerte de Marisa? Porque estoy muy cansada y hago cansar a los demás. Yo no quiero que los otros por causa mía se cansen, o estén mal. Excelencia, ¿decimos una oración para la buena muerte de Marisella?

Obispo - Oh Señor, Dios nuestro, Uno y Trino, Tu nos has permitido dirigirnos a Ti llamándote con afectuosos nombres: Dios Papá, Dios Hermano, Dios Amigo. Ante Ti inclino la cabeza, doblo la rodilla y Te reconozco mi Dios y Señor. Tu sabes, que en estos 37 años, que he vivido día tras día junto a mi hermana, la he visto siempre gemir bajo los golpes de la pasión y sufrir sed en la Cruz. Han sido más numerosos los días en los que la he visto gemir, que los días en los que la he visto feliz, incluso cuando la veía sonreír, sabía que su cuerpo estaba martirizado y su alma lacerada. Ella me ha pedido que rezase para que su muerte sea buena y santa, yo la he contentado, aunque ya sé ciertamente que lo será, porque cuando ocurra, será asistida por las personas más santas del Paraíso, por Nuestra Señora, por S. José y por su madre, que la introducirán en el Paraíso, donde Tu, Jesús, su esposo, la acogerás y la presentarás a todo el Paraíso como la esposa más fiel, aquella, que ha estado más cerca de Ti, aquella, que ha tomado sobre sí Tus sufrimientos y los ha hecho propios. El Paraíso te elevará a Ti, Dios mío, himnos, cantos y salmos. Pero ahora que su vida parece llegar a la conclusión, tiene sufrimientos continuos y dolores tremendos. Estaba presente cuando Nuestra Señora le ha pedido que cumpliera la última misión, que Tu quieres que haga: sufrir e inmolarse por la conversión de los jóvenes, que son como ovejas sin pastor; o, si tienen pastores, son mercenarios, porque no enseñan Tus mandamientos, no tienen en el corazón Tu amor, no tienen en el alma Tu gracia. Has escogido una vez más a una persona humilde, sencilla, condenada por el mundo, exaltada por el Cielo para esta última misión. Si me lo permites, Dios mío, me comprometo yo mismo y a toda la comunidad a compartir los sufrimientos de Marisa, y sostenerla con la oración, con los ayunos, con los sacrificios y los florilegios, para que ella pueda tener, como Tu habías decidido al principio, un final más sereno y tranquilo. Verla sufrir como en estos días y sobre todo en esta noche, me ha hecho estar mal, muy mal. Dios mío, concédenos un poco de paz y de serenidad. Tengo que darte las gracias por todos las ayudas que nos has dado, por las personas que has salvado de la muerte o del hospital; ella y yo somos de las personas salvadas. Te doy las gracias, Dios mío, porque le das la posibilidad de gozar del mar, un mar cálido, calentado por Tu amor, en el que nos recreamos y nadamos serenos y contentos como niños. Mientras nadamos viene la Madre, viene el Espíritu Santo, y también Tú, Dios Papá has venido: la Trinidad ha venido para sus pequeñas criaturas. ¿Quiénes somos nosotros respecto a Dios Omnipotente? Tu has dicho: "Vengo porque os amo mucho, hijos míos", y es en este amor Tuyo, al que yo me confío y Te digo: Dios mío, si esta es Tu voluntad, aligérale a ella el sufrimiento y acepta el compromiso de mi comunidad para dar a Marisa la posibilidad de que estos días sean más serenos y felices. Ella me ha pedido que haga una oración para una muerte santa y buena, pero Tu ya la has declarado santa y si uno es santo, la muerte será santa. Yo me permito decir, no la hagas morir ahora, como ella quería, porque sería traumática su muerte en este momento, en estas condiciones, en esta situación. Dios mío, sé que estás escuchando estas pobres palabras mías. Jesús, sé que estás al lado de Tu Esposa. Espíritu Santo, sé que ayudas a aquella a la que has dado tantos dones y carismas. Madre de la Eucaristía, tu has apoyado la cabeza de Marisa en tu pecho, como cuando has apoyado la cabeza de Jesús muerto y bajado de la cruz. Abuela Yolanda, tu eres nuestra madre de la Tierra, tu que has vivido con nosotros los últimos años de tu vida, que hemos intentado por todos los medios posibles que fuera, más serena, menos difícil, menos dura, menos sufrida, ahora haz lo mismo por tu hija: tú, que eres tan querida por Dios, tú, que eres tan poderosa ante Dios, pídele a Dios, insiste para que diga pronto "Basta". Dios mío, concédele el último período de su vida más sereno y más tranquilo, porque queremos recordarla feliz, serena, no aplastada, devastada por el sufrimiento, que ya ha generado tantas conversiones. Una misión empezada hace pocos días, cuenta en Tu cuaderno la conversión de centenares de jóvenes. Gracias, Dios mío, por haberme escuchado. A Ti solo, el honor, la gloria, el hosanna, el aleluya por todos los siglos de los siglos. Amén.

Silvi Marina (TE), 25 julio 2008 - hora 2:50 a.m. (Carta de Dios)

Marisa - Me habéis tomado la palabra. He dicho sí para ayudar a los jóvenes, he pedido a los adultos y a nuestros jóvenes que me ayuden y alguno ya ha respondido afirmativamente. Pero mi sí no estaba ligado al sufrimiento del Obispo, sino solo a mi sufrimiento, de un modo sosegado, no tan atroz. Me he sentido quemar por todas partes, no puedo seguir de este modo. Es verdad, hemos pasado días buenos y días no tan buenos y la mayor parte de estos últimos no han dependido de Jesús, sino de los hombres. Tú, la Virgencita y Jesús, nos habéis ayudado mucho, pero en estos últimos días he sufrido muchísimo. No retiraré nunca mi sí, pero tratad de tomarlo con benevolencia y con dulzura. Ayudadme, porque me quema todo el cuerpo y el pobre Obispo sufre. Vosotros habéis dicho que estaríamos mejor, que él estaría bien, pero el que vaya por la mañana a caminar no significa que hayáis mantenido lo que habéis prometido. El Obispo tiene que vivir más tranquilo y no sufrir tanto cuando yo estoy mal. Vosotros lo sabéis, yo no diré nunca que no a Dios, aunque a veces me quejo, alboroto y digo también que mi Obispo es malo porque no me ha llevado al hospital.

Nuestra Señora - Pero el Obispo ha hecho bien, Marisella, no tenía que llevarte al hospital.

Marisa - Lo sé, pero cuando los dolores son muy fuertes, uno no sabe lo que dice. Te repito que no retiro mi sí, pero tenéis que ayudarnos, tenéis que darnos vuestra ayuda, porque nos lo merecemos. Hace ya mucho tiempo que nos hacéis sufrir. Que se haga Tu voluntad, pero ayudadnos. Hasta las cuatro de la mañana hago vigilia, si no tuviese dolores tan fuertes la haría de más buena gana por aquellos que se tienen que convertir. Pero si me hacéis hacer vigila con todos los dolores, como puedo seguir adelante. Yo estoy muy cansada y el Obispo está más cansado que yo porque estas situaciones dolorosas lo destrozan, no puede soportarlo. Es verdad hemos pasado días buenos y noches buenas, pero es poco para nosotros que hemos sufrido tantos años.

Obispo - Demasiados años.

Marisa - ¿Has oído? Entonces ¿tanto os cuesta hacer que estemos un poquito mejor? Si yo estoy un poquito mejor, está bien también el Obispo. Pero si yo estoy mal, ¿a quién me dirijo? Tengo que recurrir por fuerza a él, yo no tengo a nadie. Y entonces recurro a vosotros y os digo: ayudadnos. Haced que todo esto haya sido pasajero y que desde hoy estemos un poquito mejor. Estate tranquila que no retiro mi sí; por todos los jóvenes del mundo heme aquí, estoy dispuesta, pero no a sufrir tan atrozmente y sentir mi cuerpo quemar. Te lo ruego, Virgencita Santa, no me hagas ver a mi madre llorando siempre, ayúdanos porque tenemos necesidad (se recita un Padre Nuestro, Gloria y Ave). Virgencita, esperamos con ansia tu ayuda. Si quieres ayudarnos, sale un gracias de lo profundo de nuestro corazón, y creo que nos los merecemos. Así que haced lo que os parezca, yo no sé que más decir y qué más hacer. Si el Obispo tiene algo que deciros hablará él, yo no tengo más palabras.

Nuestra Señora - ¿Quieres decir algo, Excelencia?

Obispo - Estoy trastornado.

Nuestra Señora - No, no tienes que estar trastornado.

Obispo - Sí, estoy trastocado y no tengo nada más que añadir porque me gustaría quitar de mi corazón tanta amargura. ¿Nos es lícito decir que estamos en la total amargura?

Nuestra Señora - Sí.

Obispo - ¿Y por qué continuáis haciéndonos vivir de este modo? A mi no me habéis ni siquiera preguntado el parecer, solo a ella se lo habéis preguntado. ¿Cuál es mi parte en todo esto?

Nuestra Señora - Ayudar a tu hermana, ella puede sufrir.

Obispo - No hasta este punto.

Marisa - Has oído, no hasta este punto.

Nuestra Señora - Cuando tu hermana se levanta, porque no puede dormir, déjala que haga. Ella va en silencio, tranquila, tranquila a pintar y así es feliz. Cuando le llega el sueño verás que ella también se va a dormir. No tienes que preocuparte si ella no duerme, nosotros la ayudamos.

Marisa - Pero esta noche no solo era imposible dormir, es que me quemaba.

Nuestra Señora - Y entonces te hemos ayudado.

Marisa - Es doloroso sufrir tanto y tanto tiempo, antes que llegue la ayuda.

Obispo - Había pedido no asistir más a estas escenas tremendas, no ver más estas escenas dolorosas, porque me destrozan. Permíteme, hagamos una comparación: si en mi lugar estuvieses tú y en el lugar de Marisa estuviese S. José, después de muchos años de sufrimiento ¿cómo habrías actuado tu, tendiendo presente que Marisa ha sufrido más que Jesús?

Nuestra Señora - Habría actuado como Marisella. No acepto que tu tengas que sufrir por ella, esto no. Hijo mío, ¿cómo salvamos a todos estos jóvenes?

Obispo - ¿De este modo?

Marisa - Pero sin quemazón. Cuando no duermo, trabajo y gano también algún dinerito, ¡has visto!, río por no llorar.

Obispo - Yo deseo un poquito de paz, deseo un poco de serenidad.

Nuestra Señora - Tienes razón.

Obispo - No es verdad que hayamos tenido días serenos.

Nuestra Señora - Sí, habéis tenido días serenos.

Obispo - … Y noches tremendas.

Nuestra Señora - Hijos míos, ahora id a descansar, yo velaré vuestro sueño.

Silvi Marina (TE), 26 julio 2008 - hora 6:30 p.m. (Carta de Dios)

(Aparición ocurrida en el mar)

Marisa - ¿Has venido? Pensaba que no vendrías.

Nuestra Señora - Vengo solo cuando hay personas en gracia.

Marisa - Ayúdame a estar un poco mejor. ¡Mamá!

Abuela Yolanda - Hola, hija mía. No vemos el momento que vengas al Paraíso y esto ocurrirá pronto, pero tu sabes que el pronto de Dios no es el pronto de los hombres.

Marisa - Tampoco lo veo yo, me he cansado de estar en la Tierra.

Abuela Yolanda - Doy las gracias a la Excelencia por todo lo que hace por ti y le mando un beso. Doy las gracias también a los jóvenes, que vienen para ayudar.

Marisa - Gracias, mamá, adiós.

Nuestra Señora - Gracias, Excelencia, por todo lo que haces, eres un hombre fuerte. El Obispo es más fuerte que S. José, porque ha afrontado y afronta desde hace mucho tiempo situaciones mucho más difíciles en la vida. El Obispo es santo, tu eres santa.

(Marisa toma las manos de Marco y Paola)

Ha sido muy hermoso lo que habéis hecho hoy. No hay que esperar siempre palabras dulces, tiene que haber también momentos en los que hay que enfrentarse, esto significa amarse. Sed siempre sinceros entre vosotros. Dios ha querido vuestra unión. Si discutís, no vayáis a dormir sin haber hecho antes las paces.

Marisa - ¿Qué era el fuego que sentí la otra noche? He sentido que todo mi cuerpo se quemaba.

Nuestra Señora - Has sentido el sufrimiento de quemarse entre las llamas, como muchos mártires.

Marisa - Ha sido terrible, he sentido un enorme sufrimiento, te ruego que no me lo hagas sentir más.

Nuestra Señora - Sentías el fuego en aquel modo y Dios te ha permitido salvar a quinientos jóvenes. Ahora en total, son setecientos.

Marisa - Te lo ruego, no me des más aquel tipo de sufrimiento, es demasiado fuerte para mí, no puedo soportarlo.

Nuestra Señora - Estate tranquila, no se te dará más. Tendrás, de todos modos, otros tipos de sufrimientos, porque sufrir es tu misión.

Marisa - ¿Y el problema del intestino?

Nuestra Señora - Se trataba de una oclusión intestinal, de la que te hemos salvado. Podías morir, pero no había llegado aún tu hora y Dios Padre ha intervenido.

Silvi Marina (TE), 26 julio 2008 - hora 8:18 p.m. (Coloquio entre Jesús y Marisa)

Marisa - Que hermosos ojos tienes, Jesús.

Jesús - … Estás realizando la misión más difícil.

Marisa - ¿Por qué me las das todas a mi?

Jesús - Porque tienes un corazón grande y el que tiene un corazón grande está dispuesto a todo.

Marisa - Tengo mucha chicha.

Jesús - Dios no mira la chicha, mira el corazón.

Marisa - Cuando hoy ha venido mi madre con la Virgen y mi madre ha hablado del Obispo, de la Excelencia, yo he sentido una gran alegría porque el Obispo ha querido mucho a mi madre, la ha tratado como a una reina.

Jesús - Como a una madre.

Marisa - Sí, como a una madre. Jesús, cuando vienes, me da gusto, yo te quiero mucho, pero no soy capaz de ser buena.

Jesús - ¿Qué te ha dicho hoy la Madre del Cielo, la Madre de la Eucaristía?

Marisa - ¡Tu Madre!

Jesús - No digas que no eres buena, no lo tienes que decir.

Marisa - Me viene espontáneo.

Jesús - Y ha añadido: "Tu eres una santa".

Marisa - ¿Yo?

Jesús - Sí. ¿Te dan ganas de reír?

Marisa - Sí, me dan ganas de reír, porque soy muy mala!

Jesús - Si el mundo estuviese compuesto por personas como tu, sería más hermoso que el Paraíso Terrestre.

Marisa - Jesús… Jesús, en estos últimos tiempos no soy tan capaz de perdonar.

Jesús - El perdón viene del corazón. Muchas personas, cuando reciben ofensas, maldades, calumnias, para hacerse ver delante de los otros dicen: "Yo he perdonado al que me ha ofendido", pero en el corazón no hay perdón, ni amor. En tu corazón en cambio hay amor y hay perdón.

Marisa - … Lo hay porque no me gusta no perdonar. Hoy, Jesús, he tenido una gran alegría, esperemos que dure. ¿Sabes como decía mi madre? "Sandura"

Jesús - Acuérdate que Dios da las gracias y el hombre tiene que corresponder a las gracias. Dios no suplanta al hombre ni a su voluntad. Dios da todas las gracias, todas las ayudas y luego dice: "Mira, Yo te he puesto a mano la fuerza necesaria, si quieres, depende de ti utilizarla, pero puedes también rechazarla", así lo ha dicho un gran teólogo, San Agustín, del que el Obispo ha hablado alguna vez...

Marisa - Jesús, una vez Tu has dicho que no hay ningún teólogo, ningún mariólogo que hable como la Excelencia. Que hermoso eres, Jesús, me embeleso mirándote.

Jesús - También tu, eres hermosa.

Marisa - No, yo soy una mujer de la Tierra.

Jesús - Tu sabes que todas las personas del Cielo cuando van a ver a alguien de la Tierra para hablarle, darle mensajes, confiarle misiones en nombre de Dios, ven el alma, si es hermosa, perfumada de virtudes, llena de amor, deseosa de inmolación. Aunque a veces se queje, Dios no se ofende. Si supieses cuantas veces se queja el Obispo.

Marisa - Porque está soportando demasiadas cosas. Jesús, Tu lo sabes.

Jesús - Lo sé, lo sé.

Marisa - Él y yo las estamos pasando canutas.

Jesús - Es verdad.

Marisa - Termino una misión y ya me dais otra.

Jesús - En el mundo, por desgracia, no hay personas que quieran vivir la inmolación en el escondimiento. Todos quieren aparecer en televisión, todos quiere que los periódicos hablen de ellos. Estas personas, cuando leen los periódicos, que a menudo, además, les pagan, para que los periodistas hablen bien de ellos, se comportan como pavos. Delante de Dios aumentan sus responsabilidades, porque si no hay sinceridad, no hay amor. Las personas, incluso las que viven contigo, no han comprendido la importancia, la necesidad de ser sinceros, por desgracia continúan mintiendo.

Marisa - Yo las he ayudado, ¿qué más puedo hacer?

Jesús - Lo sé, también el Obispo las ha ayudado y tu sabes que el Obispo se irrita, cuando comprende que no hay sinceridad.

Marisa - También Marisella.

Jesús - Ante una mentira se vuelve duro, fuerte, pero no ha sido nunca tan duro y tan fuerte como ha sido Jesús con los apóstoles y con otras personas.

Marisa - Los apóstoles se han convertido todos en santos.

Jesús - Uno de los doce me ha traicionado.

Marisa - Por tanto no te tienes que quejar. Claudio muchas veces dice: "Me siento un fracasado, soy un fracasado". Pero no es verdad. El Obispo no es un fracasado porque lo ha intentado todo, si luego alguno no corresponde, peor para él.

Jesús - ¿Recuerdas la parábola del hijo pródigo?

Marisa - Sí, es la que más me gusta. Por la noche jugamos a hacer preguntas sobre el Evangelio. ¡Qué desbarajuste, Jesús!

Jesús - Si supieses como ríen todos y se complacen en el Paraíso, cuando jugáis al Evangelio. Tu Me has visto a Mi, Jesús, a Nuestra Señora, a San José, a la Abuela Yolanda y muchos otros santos.

Marisa - … Y reíais, reíais, reíais.

Jesús - Porque conocemos las preguntas que hace el listillo del Obispo, antes de que las diga.

Marisa -A mi el Obispo me ha dicho que mi memoria ya no es la de antes, mi vista ya no es la de antes, mis orejas ya no son las de antes.

Jesús - Tu salud no es la de antes. Ya sabes que tu salud en estos últimos veinte días ha empeorado.

Marisa - Y sin embargo yo me siento …

Jesús - No lo digas, sería una mentira.

Marisa - Con el estómago lo estoy pasando muy mal, pero el dolor de piernas, cuando voy al agua, me pasa.

Jesús - ¿Cuánto tiempo estás en el agua?

Marisa - Como una hora, no saldría nunca.

Jesús - ¿Cuántas horas tiene un día?

Marisa - Veinticuatro.

Jesús - Entonces una hora estás bien y veintitrés sufres..

Marisa - Ya es mucho; aquellos que están en el hospital no están bien ni siquiera una hora.

Jesús - Pero ninguno de los enfermos está tan mal, ni sufre como tu.

Marisa - Si lo sabes ¿por qué me haces sufrir?

Jesús - Te lo he dicho antes, no hay otras almas que me ayuden a soportar la cruz. No hay, porque todos quieren protagonismo. ¿Sabes cuál es el motivo por el cual ya no hay más videntes? Porque todos querían convertirse en "Star", todos pretendían que sus apariciones fueran las más grandes y las más importantes.

Marisa - Yo no soy así, yo no quiero ser así.

Jesús - Y han empezado a decir mentiras sobre mentiras: "La Virgen me ha dicho...., la Virgen me ha anunciado" y nada es verdad. Esto lo sabes.

Marisa - Por desgracia sí.

Jesús - ¿Te acuerdas de lo que ha dicho el Obispo? ¿Cuáles son los tres grandes males de la Iglesia?

Marisa - Los sacerdotes, las hermanas y los videntes.

Jesús - Tiene razón.

Marisa - ¿También yo estoy en medio?

Jesús - No. No todos los sacerdotes son Judas, no todas las hermanas son sacrílegas. Y no todos los videntes son traidores y mercenarios. Tu sabes que tienen ricas cuentas en el banco, se han comprado joyas, casas confortables, automóviles y además, cuando hacen viajes, porque dicen que tienen que llevar el anuncio, el mensaje al mundo, y no es verdad, tienen su séquito, como el Papa, incluso el médico. No es esto lo que Dios quiere. ¿Te acuerdas lo que ha dicho la Virgen a Don Claudio: "Cuando empieces a moverte primero tienes que ir a las naciones pobres"?

Marisa - Sí, yo ya he empezado en las naciones pobres.

Jesús - Sí, pero una cosa es en bilocación y otra cosa es ir normalmente.

Marisa - Pero también se sufre en bilocación.

Jesús - Sí, sí, esto es verdad. ¿Dónde hacen las jornadas mundiales de la juventud? En las naciones ricas.

Marisa - Claro, hay más sitio.

Jesús - En cambio, cuando el Obispo vaya de viaje, tendrá que ir antes a las naciones pobres.

Marisa - ¿El Obispo oye todo lo que estás diciendo?

Jesús - Claro. No es importante que haya tapices preciosos, bandas musicales, ministros emperifollados para acogerlo.

Marisa - Jesús, ¿también conoces la palabra "emperifollado"?

Jesús - Claro.

Marisa - Oye, Jesús, te digo una última cosa, porque a las ocho y media cenamos.

Jesús - Si miras el reloj, ha pasado de la hora.

Marisa - Jesús, queremos comprar una casa en Frontignano, para tener un apoyo cercano al lugar taumatúrgico…

Jesús - Es para tener una casa del Movimiento que tendrá que conservar la memoria de lo que ha ocurrido en esta zona.

Marisa - Jesús, ¿podemos hacerlo?

Jesús - ¿Me pides dinero?

Marisa - También. Jesús, he pensado pedir una ofrenda a todos los miembros de la comunidad, sobre todo a los jóvenes, porque ganan más que muchos señores. Tienen que cooperar todos, quizás con un euro. ¿Es poco un euro?

Jesús - No solo las personas de Roma, sino también las de fuera de Roma tienen que cooperar.

Marisa - Claro. ¿Es poco un euro? Entonces digamos diez euros.

Jesús - Está bien.

Marisa - Después, el que puede dar más, dará más, el que no pueda, no dará nada. Yo para dar la ofrenda tengo que pedir dinero al Obispo.

Jesús - Lo sé, lo sé.

Marisa - Este tacaño no me da ni una lira.

Jesús - ¿Es tacaño el Obispo?

Marisa - No, he dicho una tontería, pero me gustaría tener algún dinerito cuando salgo.

Jesús - Pero los pierdes. ¿Cuántas veces te los ha dado y no te acuerdas de donde los has puesto?

Marisa - Ahora no los quiero, porque estando en la silla de ruedas, ¿qué gasto puedo hacer?

Jesús - Pero cuando estabas bien, ¿te acuerdas de que te daba todo el dinero de la casa para afrontar los gastos?

Marisa - Y los perdía, porque no estaba habituada a tener dinero. ¿Quién ha tenido nunca dinero? Tengo que beber. Jesús, ¿me permites beber? Se me ha secado la boca.

Jesús - Claro. Traedle un vaso de té.

Marisa - Ahora me gustaría Jesús, que, ya que tenemos que comer, Tu bendijeses los alimentos. (Marisa llama al Obispo) ¡Excelencia! ¿Dónde se ha ido? Llamad al Obispo y decidle que está Jesús.

Jesús - Después de la bendición lo verás. Tomará de nuevo su sitio. ¿Aún no has entendido que si está uno el otro se va al Paraíso?

Marisa - Baja Jesús y sube Don Claudio.

Jesús - Exacto. Ahora os bendigo.

Silvi Marina (TE), 29 julio 2008 - hora 9:00 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - …Doy las gracias al Obispo por la generosidad que tiene con vosotros. Marisella, te estabas marchando, en silencio, y tu esposo me ha dicho: "Mamá, ayuda a Marisella, te lo ruego" y también para mi ha sido duro ayudarte. No tenéis que forzarla a comer, no puede comer demasiado, su estómago está reducido a mínimos. El cáncer trabaja, camina, come, y continúa comiendo. Tenéis que ser muy sensibles, dulces, comprensivos hacia vuestra hermana: Nosotros los del Cielo la estamos ayudando muchísimo. Te doy las gracias, Obispo, porque has dicho que has sentido la ayuda para Marisella y sobre todo para ti, porque has podido hacer un mes de deporte para tratar de poner de nuevo a tono tu pierna. Para Marisella la permanencia en el mar ha estado llena de sufrimientos. Por desgracia es llamada todavía por Dios para otras misiones, y son muchas, pero cuando parta de este mundo tan corrupto, sentiréis mucho su falta. Sentiréis mucho la falta de una persona que, aunque sufre, hace reír, sabe hacer chistes para levantar la moral de las personas. Ha sufrido mucho estos últimos días por una persona que no lo merece, pero conocéis su sensibilidad, su amor hacia todos. Yo, la Madre de la Eucaristía, os doy las gracias. Rezad y permaneced en contacto con Marisella, porque ella os tiene en contacto con Jesús y conmigo. Ánimo. Gracias, Marco, por lo que haces por mis hijos, gracias a vosotros que estáis aquí con Marisella.

Marisa - Oye, Virgencita, ¿sabes que me llamo Alma?

Nuestra Señora - Sí, lo sé. ¿Te gusta Alma? ¿Quieres que te llame Alma?

Marisa - Como quieras, está bien.

Obispo - ¿Podemos pasar la noche en oración por Marisella?

Nuestra Señora - Perdona, Excelencia, pero sobre esto no estoy de acuerdo, porque si sucumbes también tu, Marisella no te puede ayudar.

Obispo - Hago dos horas yo y dos horas los otros.

Nuestra Señora - Haced como lo sintáis.

Obispo - Gracias.

Nuestra Señora - No pongo freno a vuestras peticiones, pero pensadlo bien.

Marisa - ¿Como lo hace Marco para estar dos horas en oración, si duerme como un lirón?.

Nuestra Señora - Está bien, Marisella, eres chistosa, me gusta así. Hija mía, tu sufrimiento es muy grande, tu lo sabes, he dicho también que es más grande que el de alguien muy querido por mi. Cuando Marisella no puede dormir, dejadla ir a pintar, dejadla hacer algo, porque cuando está en la cama y no duerme, tiene muchos pensamientos y muchas preocupaciones. Ella intenta pintar hasta las dos, las tres, las cuatro, después ya no puede más y tiene que tomar las medicinas para ir a dormir, también, a causa de esto el estómago no funciona bien, porque toma demasiados medicamentos.

De todos modos el Obispo es también un buen doctor.

Adiós, mis queridos hijos, os mando un beso a todos. Junto a mi Santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a vuestros sobrinitos. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Adiós.

Marisa - Adiós, Mamá. Mamá ¿te quedas conmigo? Esta mañana cuando tenía necesidad no has venido.

Abuela Yolanda - Tenía cosas que hacer con Dios, Marisella, hija mía, adorada, ánimo.

Marisa - Saluda a mi esposo. Adiós.

Abuela Yolanda - Adiós a todos.

Silvi Marina (TE), 30 julio 2008 - hora 7:50 p.m. (Carta de Dios)

(Aparición ocurrida en el mar)

Nuestra Señora - Hola, María Alma.

Marisa - ¿Sabes lo que significa?

Nuestra Señora - Claro, Marisella, yo lo sé todo.

Marisa - He aprendido esta palabra jugando al Evangelio.

Nuestra Señora - Rezad mucho por vuestra hermana, ayudadla.

Marisa - Hoy tengo problemillas en el agua con el baricentro.

Nuestra Señora - Una persona que sufre y tiene que morir, ríe, bromea y levanta el ánimo a los demás. Has hecho reír mucho a todo el Paraíso, todavía ahora están riendo de tus ocurrencias. No se ha visto nunca una criatura en la Tierra que haga reír tanto, a pesar de todos los dolores y todos los problemas. Todo lo que has dicho estaba bien, pero no hacía falta repetir aquella palabra.

Marisa - No la digo nunca, era la primera vez, pero tenía un nudo en el estómago y me ha salido del corazón.

Nuestra Señora - Marisella, tu no estás nunca sola, tienes al Obispo y nos tiene a Nosotros los del Cielo. Rezad por Marisa, vosotros que estáis a su lado y la conocéis, para que tenga la fuerza de hacer hasta el fondo la voluntad de Dios.

Frontignano (MC), 1° agosto 2008 - hora 11:27 p.m. (Carta de Dios)

(Marisa está mal)

Marisa - Virgencita, si no puedes hacer nada, ayúdame al menos a soportar este gran dolor, no puedo más. Hace muchos años que sufro y ahora no puedo más, no puedo más. Te lo ruego, haz algo, ayúdame a soportar el gran dolor. No te digo que lo quites, sino que me ayudes a soportarlo. Ayúdame a soportar este gran dolor, es inmenso, parece que dentro me estalle todo, yo no puedo más.

Nuestra Señora - Marisella, ya sé que sufres mucho, pero has dicho que sí a Dios y tienes que continuar salvando a los jóvenes de este mundo.

Marisa - Sí, estoy de acuerdo, pero hazme sentir menos dolor, no puedo soportarlo más. Hace años y años que sufro, no puedo más, me siento muy cansada, hacedlo al menos por mi hermano Obispo.

Nuestra Señora - Marisella, yo te ayudaré como pueda. Haz respiraciones profundas. Yo te ayudo, pero no te puedo quitar el dolor.

Obispo - Al menos un poquito, Madre santa del Cielo.

Marisa - Hazme estar solo un poquito mejor.

Obispo - Si tu le quitas un poco de dolor, yo me pongo toda la noche en oración, pero no me hagas ver lo mucho que sufre.

Marisa - ¿Has oído?

Nuestra Señora - Es Dios el que decide.

Obispo - Me he dirigido también a Él.

Marisa - Yo he dicho sí, porque amo a todos, pero no pensaba que tuviera que sufrir todavía tanto. Pensaba que los últimos tiempos de mi vida serían felices, más bonitos con los chicos y con mi Obispo, hermano, padre, todo. Nos estáis destrozando a los dos, nos estáis destrozando.

Nuestra Señora - No hables así, Marisella, no es así, créeme. Alma querida, María Alma, estrella del cielo, criatura del Cielo, perla de Dios, no es así, pero cuando se dice sí a Dios...

Marisa - Entonces ya no le diré que sí, porque estoy demasiado mal y hago estar mal a las personas que están a mi lado. Al menos hazme estar un poquito mejor, sólo un poquito.

Nuestra Señora - Ya estás un poquito mejor, porque tu no sabes lo que hay.

Obispo - ¿Hay un tumor? ¿Hay un tumor?

Marisa - Siento agujas por todas partes. ¿Por qué tengo que vivir de este modo? ¿No podré nunca gozar durante la vida? ¿Por qué tengo que sufrir tanto?

Nuestra Señora - Cuanto más amas, más sufres, hija mía.

Marisa - Entonces, quiero amar menos y ya no diré más que sí ¿Puedo retirar mi si?

Obispo - Sí, lo puedes retirar.

Marisa - ¿Lo puedo retirar?

Nuestra Señora - Marisella, ¿dices que no a Dios?

Marisa - ¿Pero qué tengo que hacer?

Nuestra Señora - Marisella, tu no te das cuenta de que estás un poco mejor, aunque el sufrimiento es fuerte, y tu sufres dolores atroces.

Obispo - ¿Me permitís a mi decir dos palabras? ¿Cómo podemos vivir de este modo?

Nuestra Señora - Como habéis vivido hasta ahora. Dios os da la fuerza.

Marisa - Yo no la siento.

Nuestra Señora - Diré a Dios que estás dispuesta a renunciar.

Marisa - No, esto no, pero que me haga estar un poquito mejor.

Nuestra Señora - Ánimo, Marisella, estoy cerca de ti, estoy a tu lado, como tienes a tu lado a tu hermano Obispo.

Marisa - Pero él sufre, él está mal. ¿No veis que está mal? También los jóvenes, que me quieren, están mal.

Nuestra Señora - Sí, lo sé. Ánimo, sé fuerte. Te doy mi bendición, junto al Obispo: en el nombre del Padre del Hijo, del Espíritu Santo. Amén

Obispo - Marisella mía, ¿cómo estás ahora?

Marisa - Un poquito mejor, un poquito mejor.

Frontignano (MC), 1° agosto 2008 - hora 11:56 p.m. (Carta de Dios)

(Marisa está mal)

Dios Padre - Marisella, ¿piensas que soy un Dios malvado?

Marisa - No, no he pensado nunca esto, me gustaría solo estar un poquito mejor. Dios, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Dios Padre - Hija mía, criatura del Cielo, criatura de Dios, amor de Dios, no te he abandonado, te he pedido que sufrieras y tu has dicho que sí.

Marisa - No pensaba que sufriría tanto, porque mi cuerpo está comido por el sufrimiento.

Dios Padre - Hija mía adorada, Yo soy tu Dios. Yo pido, llamo y, según la respuesta, acepto, pero te ayudaré a estar mejor.

Marisa - ¿Cuándo? ¿Cuándo? Me siento morir. Mamá no llores, mamá, yo soy feliz lo mismo, solo que no tengo la fuerza de soportar todos estos sufrimientos. Antes que nada me duelen los estigmas y luego tengo muchos dolores naturales. Los has tenido también tu, Mamaíta, habla con Dios. ¡Dios, Dios mío! Me siento abandonada, pero quiero hacer Tu voluntad. Yo soy una mísera criatura terrena, yo soy una gran pecadora.

Dios Padre - ¿Qué dices, Marisella? ¿Tu eres una gran pecadora? Si todos los pecadores fuesen como tu, el Paraíso estaría lleno, lleno.

Marisa - Cuando sufro tanto, me siento una gran pecadora, porque digo: "Dios me hace sufrir, porque soy una gran pecadora".

Dios Padre - No es así, tu no eres una gran pecadora. Yo estaré a tu lado, con la Madre de la Eucaristía, con tu madre y con tu Esposo Jesús.

Marisa - Hacedme estar un poquito mejor, hacedlo por la Excelencia, hacedlo por los chicos, hacedlo por Gioele, Mariselle, Adrián, Ismael, Miriam, Mariasole, Sara, Emmanuel, Samuel, Jacobo, hacedlo por ellos, por mis sobrinos. Os lo ruego, hacedlo sobretodo por la Excelencia. No puede continuar viviendo y sufriendo siempre.

Dios Padre - Verás, Marisella, como tu Dios te ayudará.

Marisa - ¿Cuándo? ¿Cuándo? Dios, no nos haces decir ni siquiera la S. Misa, ¿ésta es una ayuda?

Dios Padre - Tu sufrías tanto que he preferido que te desmayaras, así se calmaba un poco el dolor.

Marisa - Dios, perdóname, quizás he dudado de Ti, he dudado de Tu amor, no lo sé. Me parece que amo a todos y luego me doy cuenta que, sin embargo soy una pecadora. ¿Puedo preguntárselo a mi confesor?

Dios Padre - Sí, pregúntale si quieres.

Marisa - ¿Soy un gran pecadora?

Obispo - No eres ni siquiera una pecadora.

Marisa - ¿Y quién soy yo?.

Obispo - Eres una alma que se inmola día y noche, continuamente, en el sufrimiento más total. Tu cuerpo es macerado por el sufrimiento, como los granos de trigo que son molidos en el molino.

Marisa - Te llevo a ti también conmigo. Créeme. No quiero que tu sufras por mi y sin embargo veo que sufres. Dios, ¿me permites que beba un poco de agua? (todos juntos) Padre nuestro... Dios mío, hazlo por la Excelencia y hazlo por mis hijos.

Dios Padre - ¿Ves, Marisella, que grande es tu amor? Te preocupas siempre de los otros y esto es hermoso, esto te hace rica en amor.

Marisa - ¿De verdad? ¿Me harás estar un poquito mejor?

Dios Padre - Sí, ángel mío, tesoro de Dios.

Marisa - Adiós, Dios, adiós, gracias. Adiós mamaíta, no llores, sino no puedo soportarlo todo. Sé feliz por ti y por mi y reza por la Excelencia. Adiós, mamá.

Frontignano (MC), 3 agosto 2008 - hora 8:47 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos. Con alegría he venido aquí, a este lugar, donde en el 97 habéis sido amenazados por el demonio. Él trató de empujaros por el precipicio para que cayerais abajo, pero llegué yo, luego llegó Jesús, mi Jesús y vuestro y os salvamos. Muchas veces el diablo ha intentado mataros, pero todavía estáis aquí, porque yo estoy con vosotros, Jesús está con vosotros, Dios está con vosotros.

Marisa - Dios mío, gracias porque has venido.

Dios Padre - Sé que sufres, Marisella, porque las otras dos personas no están aquí presentes, pero Yo no puedo mandar a Jesús Eucaristía y a Su Madre, vuestra Madre, en medio de personas que no están en gracia. Yo quiero que viváis en gracia, siempre, os quiero sencillos, humildes, como el pequeño Gioele que se mueve en el seno materno. Yo soy Dios, Yo mando, puedo hacer lo que quiera.

Marisa - Deja que encontremos también una trucha.

Dios Padre - Os dejaré encontrar también una trucha. Por el gran sufrimiento de vuestra hermana hoy ya son cinco mil los chicos convertidos, pero tienen que perseverar, no pueden convertirse y luego volver atrás. Vosotros sabéis que en el mundo hay millones y millones de chicos que tienen que ser convertidos. Cuando mandamos el sufrimiento a vuestra hermana, es porque ha dicho que sí. Vosotros ayudadla a llevar este fardo tan pesado.

Marisa - Se ha ido, ya no veo la luz, ya no Te siento Dios.

Nuestra Señora - Marisella, soy yo, la Madre, que en nombre de todo el Paraíso te doy las gracias a ti y a los que te ayudan a llevar este fardo, como Dios ha dicho. Rezad y amaos como Jesús os ha amado a todos. Ahora me retiro porque también tu, Marisella, tienes que volver a casa para no ponerte enferma. Sientes un vientecillo fresco mandado por Dios y ves volar a los ángeles alrededor vuestro. Ánimo a todos. Junto a mi Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos y a todos los niños. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Ánimo, Marisella, vuelve al coche.

Marisa - Es tan bonito cuando te veo. Antes he dicho una palabrita un poco fuerte, pero cuando hace falta, hace falta. Gracias. ¿Estás de acuerdo conmigo que no tienen que decir tantas tonterías al Obispo?

Nuestra Señora - Ciertamente, pero ahora entra en el coche porque hace frío.

Frontignano (MC), 4 agosto 2008 - hora 8:50 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - El estómago me duele, el tumor dentro trabaja y come.

Nuestra Señora - Pero yo estoy siempre con vosotros. Los dos hombres no tienen que comer tanto y las dos mujeres tienen que comer un poquito más, especialmente Paola, ella no tiene dolor de estómago.

Marisella, he venido para hacerte compañía y hacerte ver que estoy siempre a tu lado.

Marisa - Me gustaría saber que intenciones tenéis esta noche. ¿Me vais a hacer pasar otra noche en blanco?

Nuestra Señora - Tu has dicho que eres prisionera de Dios.

Marisa - ¿Y entonces?

Nuestra Señora - Ahora come algo, luego nos veremos. Buen provecho, hijos míos.

Todos - Gracias.

Nuestra Señora - Felicidades a la nueva pareja. Comportaos bien, quereos y sed sinceros el uno con la otra. Decíroslo todo, no escondáis nada, como han hecho siempre mis dos grandes hijitos.

Marisa - Está bien; trataré de comer algo.

Frontignano (MC), 4 agosto 2008 - hora 9:50 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Quería ir a dibujar para no dar problemas, pero no podía desplazarme porque estaba demasiado mal. ¿Has visto? No siempre soy capaz de esconder el sufrimiento. Virgencita, ayúdanos a nosotros dos, ayuda a tus hijitos, haz que el encuentro de estos dos jóvenes tan bonito continúe hasta el final de su vida, no como el nuestro, porque hemos sufrido mucho y continuamos sufriendo. No creo que te pida tanto si te pido que me dejes descansar o bien no tener dolores y permanecer despierta, con tal de que consiga dormir la Excelencia.

Nuestra Señora - Marisella, Marisella querida, ángel de Dios, perla de Dios, criatura del Cielo, tenemos que hacer todos la voluntad de Dios.

Marisa - Perdona, ¿cuál sería la voluntad de Dios? ¿Qué tengo que pasar esta noche como las pasadas?

Nuestra Señora - Espero que no, estoy a tu lado, pero también Dios te ama con locura.

Marisa - Si a todos los que ama, los ama como a mi, la locura es mía, porque me vuelvo loca.

Nuestra Señora - Ánimo, Marisella, ánimo, el tiempo se acerca y todos te recordarán por como has sufrido, has actuado, has sonreído y has hecho que se divirtieran las personas. A mi no me asombran para nada las palabras que dices: es tan hermoso reír y hacer reír a los demás, levantar la moral de todos y tu tienes esta capacidad. Eres simpatiquísima. Tienen razón los otros, especialmente Clara cuando dice: "Cuando estás abatida es el momento en que sonríes, eres más alegre y pones tanta fuerza de voluntad para no caer".

Marisa - Sí, pero esta noche he llorado.

Nuestra Señora - Sí, lo sé. Yo estaba a tu lado y te abrazaba, pero tu no me sentías; esto me ha disgustado, porque yo estaba contigo.

Marisa - Pero si estás conmigo, ¿por qué no me ayudas?

Nuestra Señora - La ayuda la tenéis, creedme hijos míos, no digáis más que no tenéis ayuda, si no tuvierais ayuda, tu ahora estarías en una cama atormentándote y dando vueltas por los dolores tan atroces que nunca ningún hombre ha padecido en la Tierra. Ánimo y adelante. Vosotros dos, mis queridos hijitos, quered a vuestros padres, no a los que os han dado a luz, sino los que han tratado de daros una ayuda muy fuerte. No los hagáis sufrir, al menos vosotros. Sed buenos, sed capaces de amar y ayudar. Gracias en nombre de todo el Paraíso.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Cuanta luz, madre mía.

Nuestra Señora - Sí, ahora esta luz, Marisella, se va. Ánimo, id a casa.

Obispo y jóvenes presentes - Adiós, adiós.

Marisa - Saluda a mi madre.

Nuestra Señora - He aquí a tu madre.

Marisa - Hola, mamá. Perdona si cada tanto te llamo y te hago sufrir una vez más, porque veo que lloras siempre cuando vienes y yo estoy mal. Pero ¿qué puedo hacer?

Abuela Yolanda - Dios, Jesús y la Madre de la Eucaristía dicen: "Quédate niña, hija mía, no crezcas nunca".

Marisa - He crecido a lo largo y ancho. Está bien. Adiós, mamá, adiós.

Obispo - Adiós, Abuela Yolanda.

Abuela Yolanda - Dale un beso a la Excelencia de parte mía.

Marisa - Están Marco y Paola, no sé si los has conocido. Ellos nos quieren.

Abuela Yolanda - Tienen que quereros, porque lo merecéis. Cuando algo no va bien, la Excelencia tiene que reprender a todos, sin distinción de edad.

Marisa - Está bien. Adiós, basta. Besos.

Frontignano (MC), 5 agosto 2008 - hora 8:35 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Me gustaría que rezaseis por Pablo VI, mañana es el aniversario de su muerte y la del abuelo Aladino. Además es la fiesta de la Transfiguración. Reuníos para rezar.

Cuando me deseáis, pedid, como has hecho tu, Paola, y yo vengo, porque me gusta estar con vosotros, pero sin aprovecharos..., basta una vez.

Obispo - Al día.

Nuestra Señora - Os dejo, mis queridos hijos. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Frontignano (MC), 6 agosto 2008 - hora 0:04 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Marisella no ha podido participar en muchos encuentros bíblicos y lo echa en falta.

Marisa - Sí, me falta, porque una cosa es estar en la capilla, oír, entender todo lo que dice el Obispo y otra cosa es estar en la habitación y desde la televisión oír al Obispo que habla, mientras los niños juegan, gritan y saltan en la cama. Di a tu querido hijo predilecto que haga las preguntas directamente, sin trampas, porque una como yo que no sigue los encuentros bíblicos desde hace años, cae en las trampas. Yo soy ignorante, soy una Vidente ignorante.

Obispo - Esta mañana has hablado muy bien a dos chicos que te escuchaban asombrados, felices y con la boca abierta. Yo escuchaba detrás de la puerta y no me he movido porque he tenido miedo de que mi presencia te pudiese bloquear.

Marisa - Pero es diferente; yo he contado las experiencias que he vivido en el Paraíso. El Paraíso ahora está aquí conmigo, porque estoy en gracia, porque he tomado a Jesús Eucaristía. El Obispo hace las preguntas capciosas, esto no lo puedo tragar, porque me tiene que hacer la pregunta precisa. Es verdad, Virgencita, que sí.

Nuestra Señora - Tienes razón, hija mía.

Marisa - El Obispo me dice que soy inteligente, pero yo no lo creo.

Nuestra Señora - Marisella, Alma de mi corazón, tu ofendes a Dios así.

Marisa - Ahora ofendo también a Dios. Pero ¿qué tengo que decir entonces?

Obispo - No tienes memoria.

Marisa - No tengo memoria. Si hoy oigo una cosa y mañana la repiten, difícilmente la recuerdo. Cuando luego los otros responden, siento que la sabía, pero no la recordaba. ¿Es un pecado?

Nuestra Señora - ¡Pero qué dices! Oye, Marisella quería decirte... (Silencio)

Marisa - ¿De verdad? ¡Es lo que ha dicho el Obispo por la calle! (Silencio)

Oh, estoy contenta, lo estoy sobretodo por el Obispo.

Nuestra Señora - Vuestro amor es idéntico al mío y al de San José. Basta miraros cuando tratáis de ayudar a las personas. ¿Quién entiende lo grande que es vuestro amor?

Marisa - Yo estoy hecha así.

Nuestra Señora - Ángel del Cielo, Tesoro del Cielo, Víctima de amor, Tesoro de Dios. ¡Oh si los otros videntes hubiesen sido como tu!

Marisa - ¿Puedo decírselo al Obispo?

Nuestra Señora - Sí, esta noche.

Marisa - ¡Espera! Es medianoche y cinco.

Nuestra Señora - Nosotros no tenemos reloj, para nosotros no hay horario. Tenéis que llegar a conseguir que sea siempre día en vuestra alma y en vuestro corazón haya siempre luz.

Marisa - ¿Puedo hacerte una pregunta?

Nuestra Señora - Ya sé lo que quieres pedirme, Marisella. Esto está en los planes de Dios.

Marisa - ¿Me cantaréis una nana? Decís que son una niña, pues entonces quiero una canción de cuna durante la noche.

Nuestra Señora - Todo está en los planes de Dios. Tu conoces la misión, tu sabes lo que Dios quiere de ti.

Marisa - No lo digo por mi, hacedlo por el Obispo. (Silencio)

Nuestra Señora - Bien, os doy mi bendición, queridos hijos, y, como sabéis muy bien, estoy siempre a vuestro lado y os traigo junto a mi corazón.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marisa - Saluda a mi madre.

Frontignano (MC), 6 agosto 2008 - hora 7:00 p.m. (Carta de Dios)

Obispo - Dios, Uno y Trino, Dios Papá Nuestro, Dios Hermano Nuestro, Dios Amigo Nuestro, a Ti la gloria y el honore por los siglos.

Dios mío, yo Obispo ordenado por Ti, en nombre también de los que están presentes, Te doy las gracias porque has querido que participásemos de un momento hermoso, grandioso, solemne del Paraíso: dos Papas que Marisa y yo hemos amado tanto: Pablo VI y Juan Pablo I, vendrán delante de Ti, a Tu presencia, gozarán de la visión beatífica y estarán embriagados de Tu amor.

Dios Padre - Hijo mío, Yo soy Dios y hoy, en este día de Fiesta, la Transfiguración de mi Hijo Jesús, los ángeles cogen a estos dos santos papas y los acompañan delante de Mí.

Marisa - Dios, me estoy emocionando…

Dios Padre - He aquí el gran Pablo VI y el gran Juan Pablo I. Desde el Paraíso de la Espera los ángeles lo están llevando delante de Mi. Ahora me ven, Yo los he hecho santos. Un señor en el fondo mira con las lágrimas en los ojos, tu sabes que hoy es también el aniversario de la muerte de tu papá...

Marisa - ¿Cómo es posible describir todo esto para hacer comprender a los hombres lo que es el Paraíso?

Dios Padre - Yo lo he decidido así y que así sea. Todos los hombres de la Iglesia, sobre todo las personas que han conocido a estos dos santos, tienen que saber que están delante de Mi y me ven, aunque Yo sea un Espíritu purísimo.

Marisa - Dios mío, yo no te veo, solo te oigo. Veo a Pablo VI, a Juan Pablo I y a muchos otros santos delante de Ti. Dios mío, ayúdanos a entender estos grandes acontecimientos, aunque no te veamos. Tu haces cosas grandiosas. ¡Qué grande es tu amor por todos los hombres!

Dios Padre - He hecho a los hombres a mi imagen y semejanza, por desgracia lo han olvidado, Alma María, tu lo sabes.

Hoy es una gran fiesta, la Transfiguración de Mi Hijo Jesús, pero más grande es haber cogido a estos dos santos Papas y haberlos llevado delante de Mi. Aquí está Jesús transfigurado.

Marisa - ¡Jesús!

Dios Padre - Has dicho bien, Marisella, sus vestidos son esplendorosos, blanquísimos. Tu los ves blancos como la nieve. No te preocupes de nada más, piensa un poquito en tu salud, todavía durante poco.

Excelencia, ¡tienes fe en Mi!

Obispo - Tengo mucha, Dios mío.

Dios Padre - Continúa teniéndola también después de la muerte de tu hermana, porque tendrás mucho, mucho que trabajar por la Iglesia. Por desgracia los hombres, cuando digo hombres, quiero decir también las mujeres, naturalmente, no han comprendido todavía el amor de Dios hacia ellos y no cambian, no se convierten. No quiero decir nada más, arruinaría la fiesta.

Hijos míos, jóvenes, amaos como Yo os amo y respetaos. Como dice vuestro Obispo, que imparte tantas bonitas enseñanzas, puede haber incluso pequeñas peleas o discusiones, pero antes de iros a la cama, pedíos perdón, daos un beso y volved a empezar; esto es verdadero amor, es verdadera caridad hacia todos.

Os invito a amar a estos dos queridos hijos míos.

Pablo VI - Excelencia, soy Pablo VI, Juan Bautista Montini. Gracias por el amor que has demostrado hacia mi persona.

Juan Pablo I - Lo has demostrado también hacia mi. Yo soy Juan Pablo I, Albino Luciani.

Dios Padre - Gracias, Excelencia, por el amor que tienes hacia los sacerdotes que por desgracia no te han respetado, pero Yo, Dios, te respetaré hasta el final. Cuando vengas aquí conmigo, serás el más feliz de todos.

Ánimo, Marisella, tu trabajo es duro, lo sé, es muy duro. Tu cuerpo está martirizado, lleno de llagas, visibles e invisibles y sufres también la pasión, pero mira cuantas personas han entrado en el Paraíso de la Espera por tu amor y por tus sufrimientos. Muchos jóvenes vendrán conmigo por mérito tuyo. Ánimo, quereos. Mientras podáis, vosotros jóvenes presentes y también los ausentes, ayudad al Obispo, ayudad a Marisella, Alma María, a aceptar y soportar con amor y fuerza todos los sufrimientos.

Excelencia!

Obispo - Heme aquí, Dios mío.

Dios Padre - ¿Me amas más que todos los hombres que están en la Tierra y sobre todo de los que han sido llamados hijos predilectos, pero no han correspondido a la llamada? ¿Me amas más que ellos?

Obispo - Mi Dios, te respondo como Pedro I ha respondido a Jesús: "Señor, Tu sabes que Te amo".

Dios Padre - Tendrás que cambiar mi Iglesia y ¡será muy duro! Ánimo a todos. Ahora, participad en la S. Misa, festejad la Transfiguración de Jesús Eucaristía, con Pablo VI, Juan Pablo I y todos los que están en el Paraíso de la Espera, incluido tu padre, del que hoy es el aniversario de su muerte. Marisella, estate tranquila, goza de todo esto que estás viendo.

Marisa - Pero como lo hago para verlo todo, tengo los ojos débiles.

Dios Padre - Ánimo, mi niña, ángel mío, criatura del Cielo, Víctima de Amor.

Jesús - ¡Ven, ven, mi dilecta, con Tu Esposo Jesús!

Dios Padre - Junto a la Excelencia, a Pablo VI, a Juan Pablo I y a la Madre del Cielo, bendigo a todos los hombres de la Tierra. Levántate, excelencia, y bendice con tu Dios.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - No sé a quien besar. ¡Adiós a todos!

Que pequeño es este lugar en comparación con el Paraíso.

Obispo - Ahora nos tienes que contar lo que has visto.

Marisa - Cuando se ha abierto el Paraíso, he visto que era enorme, inmenso, adornado de flores, de luces de diversos colores como el arco iris. En medio de los que estaban en el Paraíso de la Espera destacaba María, la Madre de la Eucaristía, circundada por ejércitos de ángeles.

Al lado de ella estaban Pablo VI, Juan Bautista Moroni y Juan Pablo I, Albino Luciani. De repente he oído un fuerte trueno, he visto una luz maravillosa. Era Dios. Pero yo no lo veía, veía solo algo que se movía. Me han dicho que Dios alargaba sus brazos blancos, enormes, yo no veía a Dios, no lo olvidéis. He visto a los dos Papas venir hacia delante con la cabeza inclinada y las manos juntas, caminaban despacio y al llegar delante de Dios se han arrodillado. Todos los ángeles de alrededor hacían fiesta y cantaban: "Aleluya, aleluya, aleluya". Dios ha hablado a estos dos grandes Papas, mientras los ángeles continuaban dando vueltas, cantando y, a pesar de que el canto angélico era fuerte, se oía la voz de Dios. En medio, entre Dios y ellos, estaba Jesús, del que he visto la Transfiguración.

Obispo - Has visto a Jesús subir a lo alto.

Marisa - A Jesús sí, pero a Dios no.

Obispo - Mientras vivas en la Tierra, no podrás ver a Dios.

Marisa - Luego al fondo, al fondo, he visto a papá, estaba en el Paraíso de la Espera y lloraba.

Obispo - Llegará su momento para ir al Paraíso de la Visión Beatífica.

Marisa - Hoy es su aniversario. Nada más. Cuando tengo que contar estos acontecimientos tan grandes, yo me pierdo!

Obispo - Es clarísimo lo que has dicho.

Marisa - Me pierdo porque es difícil describirlo todo y hacer comprender a los hombres, especialmente a los de la Iglesia, quien es Dios, quiénes son las personas que están en el Paraíso de la Espera y las que están en el Paraíso de la Visión Beatífica.

Los hombres de la Iglesia no han comprendido nada del Paraíso, piensan en Jesús Misericordioso, piensan que ahora pueden hacer lo que quieran, porque al final Jesús será misericordioso y los llevará al Paraíso. No es así. No, tenemos que amar y ser buenos hasta el final. Sólo si uno no ha recibido lo que hemos recibido nosotros, recibirá la misericordia de Dios, pero para las personas que han recibido tanto no habrá la misericordia de Jesús, sino el juicio de Dios. Esto es importante. Hay que decir a todos que Dios será misericordioso con quien no ha tenido ayuda. Pero para quien ha tenido ayuda, habrá el juicio de Dios, la justicia de Dios, y será tremenda.

Obispo - Nosotros estamos contentos de lo que hemos oído de Dios, y también confundidos, porque ¿quién somos nosotros para ser testigos de un acontecimiento tan grande celebrado por todo el Paraíso?

Marisa - ¿Y quién somos nosotros para sufrir tanto, mientras los otros gozan?

Obispo - Sí, esto también es verdad. Pero en nosotros tiene que haber reconocimiento y gratitud hacia Dios porque nos ha hecho participar de esta grandioso acontecimiento. Tu lo has visto, nosotros hemos asistido con el alma, se puede decir, a este acontecimiento que me gustaría gritar a toda la Iglesia; en el futuro lo haré ciertamente.

Marisa - Los ángeles no tenían alas.

Obispo - Lo sé, lo sé.

Marisa - En medio de ellos estaba mi madre, la abuela Esperanza, tía Ana, Fatina, Stefanuccio y muchos otros niños.

Obispo - Estaban Nicolás, Simón Pedro.

Marisa - Pablo.

Obispo - Miriam y muchos otros.

Marisa - Chicos, tratemos de ser buenos con todos y si alguno nos hace sufrir, preguntémosle porqué nos hace sufrir, porqué se comporta así, pero el amor se tiene que dar a todos.

Respetad a vuestros padres, pero respeto a los padres no significa que tenéis que someteros a sus ideas, si son diferentes de las vuestras. Yo respeto a mi padre, pero él me tiene que respetar a mi. Como hijo y como hija. Si este respeto no está, es lógico que yo, como hijo me abandono a Dios y hago lo que Dios me pide. No sé si me he explicado.

Obispo - Mensaje recibido.

Marisa - Yo no sirvo para hablar.

Obispo - Has sido muy clara. Estas experiencias sobrenaturales se han de contar, se han de predicar; nosotros estamos dispuestos para cuando venga el momento, el tuyo antes y luego el mío.

Marisa - Ahora participemos en la S. Misa.

Frontignano (MC), 7 agosto 2008 - hora 10:53 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Marisella, tienes que pensar que, a pesar de sus defectos, los jóvenes te quieren. Te lo ruego, come lo que puedas porque tienes dificultades para comer, pero come con ánimo. Yo estoy contigo.

Marisa - Te doy gracias, Virgencita, yo necesito tu ayuda, pero ayuda sobre todo a Claudio, ayuda a mi hermano, son treinta y siete años que combate conmigo. Dale una ayuda y haz que con mi muerte pueda resucitar como Cristo.

Nuestra Señora - Esta palabra "como Cristo" me ha gustado mucho. Te bendigo, hija mía, y bendigo a los que están contigo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Adiós. Claudio.

Obispo - ¿Sí? Dímelo todo.

Frontignano (MC), 8 agosto 2008 - hora 3:34 p.m. (Carta de Dios)

Dios Padre - Dios ha existido siempre desde el principio del mundo.

Obispo - Desde la eternidad.

Dios Padre - ¿Quieres corregir también a Dios, por casualidad?

Obispo - No, por favor.

Dios Padre - Pues entonces estate calladito. Excelencia, sé que estás preparado, sé que lo sabes todo, pero déjame hablar. ¿Ni siquiera Me dejas hablar? ¿Quieres corregir las oraciones, quieres corregir el ofertorio, quieres corregir el C.I.C.? Tienes que corregir sobre todo a las almas de la Tierra que no comprenden nada.

Obispo - ¿Cómo lo hago, mi Dios?

Dios Padre - ¿Es difícil?

Obispo - ¿Cómo lo hago?

Dios Padre - Recuerda que es difícil cuando falta el amor y aparece el orgullo. Cuando aparece la soberbia, el amor desaparece; esto es lo que tienes que hacer comprender.

Obispo - ¿Y entonces qué tengo que hacer?

Dios Padre - No todos pueden comprenderlo, porque no todos aman a Dios como Dios ama a todos. Amaos como Yo os he amado y perdonad a ciertas personas.

Obispo - Sí, pero una vez, dos veces, diez veces, veinte veces. ¿Cuántas veces?

Dios Padre - Beh, hasta cincuenta puedes llegar.

Obispo - ¿Hasta cuántas he llegado, según Tú?

Dios Padre - Hasta trescientas.

Obispo - Entonces he superado los cincuenta.

Dios Padre - Si, pero puesto que todavía tienes 41 años, también puedes llegar más arriba....

Que sepas que Dios te ama. Cuando Marisella o Alma María te pide para jugar al Evangelio, tienes que hacerlo, porque le hace bien. Ella no tiene tu memoria; ella sabe las cosas, pero las olvida.

Obispo - Porque está cansada y enferma.

Dios Padre - Porque está cansada y enferma. El que no quiere entender esto no importa, pero tu lo sabes.

Obispo - Oye, Dios, ¿te puedo hacer una pegunta?

Dios Padre - Sí, dulcemente.

Obispo - ¿Yo soy dulce, mi Dios?

Dios Padre - Sí, ¡como el azúcar que has encontrado hoy en el zumo!

Obispo - Cuando tengo que defender a Marisa yo me vuelvo fuerte y duro.

Dios Padre - Sí, y es correcto, pero cuando Marisella está callada y no dice nada, tu también estás callado, de todos modos no se resuelve nada.

Obispo - Es triste esto.

Dios Padre - Es triste y hace sufrir.

Obispo - Mucho.

Dios Padre - Pues entonces déjalo estar. Levanta los ojos al cielo y mírame. Tu no ves nada, pero Yo te veo. Y cuando tu hermana no consigue dormir, no la fuerces a que vaya a la cama, porque sufre más. Tu vete a la cama, tu tienes que dormir. Mira, aunque ella no haya dormido o haya dormido poco, esta lista para bromear, para reír, para jugar, no te tienes que preocupar por ella, estoy Yo.

Obispo - Esto lo sé y estoy contento de ello, pero...

Dios Padre - … Es más fuerte que tú el ayudarla.

Obispo - Exacto, Dios mío.

Dios Padre - Lo comprendo perfectamente.

Obispo - Me lo has enseñado Tu, este estilo de vida..

Dios Padre - Sí, mantenlo.

Obispo - Si pudiese hacer algo, ya sabes que lo haría de muy buena gana.

Dios Padre - Sí, pero no con todos se puede hacer algo; por desgracia el mundo es así, la sociedad es así y los hombres son así. ¿Por qué le he dado la misión a Marisella?

Obispo - A propósito de la misión…

Dios Padre - ¡Si supieses lo dura que es!

Obispo - Les digo a todos que es tan difícil como la de convertir a los sacerdotes. ¿Te puedo hacer otra pregunta?

Dios Padre - Sí. Las preguntas que haces son todas "zighirinate".

Obispo - A propósito, ¿es bonito decir "Paraíso de la Espera"?

Dios Padre - Sí, es muy bonito.

Obispo - ¿Lo apruebas, entonces?

Dios Padre - Claro, gracias por haber ayudado a tu hermana. Para ella, niña como es, es más bonito "zighirinato", pero para los hombres que tienen que comprender, es más bonito, como lo dices tu.

Obispo - ¿A cuántas conversiones de jóvenes ha llegado?

Dios Padre - Estamos todavía a 5.000, tesoro.

Obispo - Oh, Dios mío.

Dios Padre - … Tesoro de Dios. No va adelante la misión.

Obispo - ¿Con todos sus sufrimientos?

Dios Padre - Y Marisella está aceptando muchas, muchas, muchas.

Obispo - ¿Están también nuestras oraciones?

Dios Padre - Claro.

Obispo - Y estamos tan atrasados.

Dios Padre - Sí. Los sacerdotes convertidos a su tiempo son muy pocos.

Obispo - Pero ¿cómo se explica esto, Dio mío?

Dios Padre - Se explica porque en ellos no hay amor, no creen en Dios, no creen en el más allá. Porque si creyeran en Dios, si creyeran en todas las cartas que Yo os he mandado, ya serían todos santos. ¡Cuantas cartas he mandado a través de la Madre de la Eucaristía, cuántas correcciones y llamadas he hecho! Has visto, se os está restableciendo la salud.

Obispo - Sí.

Dios Padre - Estas son las criaturas humanas. Yo no quería esto, quería al hombre a mi imagen y semejanza, pero el hombre ha destruido lo que Yo quería.

Obispo - ¿Y no puedes hacer nada más?

Dios Padre - Rezad, rezad, rezad.

Obispo - ¿Has visto, Dios mío, qué bonito es rezar cuando estamos en el coche? EL coche se convierte en una iglesia que se desplaza.

Dios Padre - Continuad rezando.

Obispo - La llamo adoración itinerante, hoy también la haremos.

Dios Padre - Ánimo, hijito, ahora es bueno que Yo vuelva a mi lugar.

Obispo - Mi Dios Papá, Te doy las gracias por haber venido.

Dios Padre - Yo te doy gracias a ti por lo que haces por Marisella.

Obispo - Lo hago de buen grado.

Dios Padre - Os bendigo, mis queridos hijos, en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Frontignano (MC), 8 agosto 2008 - hora 3:49 p.m. (Carta de Dios)

Dios Padre - Excelencia, cuando me veas te darás cuenta de quien soy, ahora ni siquiera tu hermana me ve.

Obispo - Lo sé.

Dios Padre - Cuando hablo, ella ve una flor o una estrella que se mueve.

Obispo - Pero ella…

Dios Padre - ¿Pero ella?

Obispo - Tendrá la alegría de verte antes que yo.

Dios Padre - Pero tiene también un sufrimiento mucho más grande.

Obispo - Más grande que el mío, cierto.

Dios Padre - Y tiene una tarea que no es fácil.

Obispo - Sí, lo sé.

Dios Padre - Tiene varios secretos.

Obispo - ¿Se tienen que realizar todos?

Dios Padre - Tienes los ojos bellísimos, Excelencia, luminosos.

Obispo - Porque te amo, Dio mío.

Dios Padre - Estoy contento, me tienes que amar.

Obispo - Si no te amase, no te seguiría.

Dios Padre - ¿Estás llorando?

Obispo - Me estoy conmoviendo, porque hablar con Dios es un privilegio que tienen pocos. Gracias, Dios Papá.

Dios Padre - ¡No me hagas bajar de nuevo las escaleras!

Obispo - No, Dios mío.

Marisa - ¿Cuándo se ha visto que Nuestra Señora haya venido tres veces en poco tiempo?

Obispo - Cuando estábamos en el coche, pero una cosa es Nuestra Señora y otra cosa es Dios.

Frontignano (MC), 9 agosto 2008 - hora 7:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Tratad de estar siempre con las personas que os quieren, y tu, Marisella, Alma María, Miriam, no tengas miedo, aquella es tu casa y la del Obispo.

Yo he bajado del Cielo para estar en medio de vosotros, he escuchado la S. Misa estando al lado del Obispo y he rezado mucho.

Miriam, pequeña criatura, crece bien, crece sana, y tu, Marisella, Alma María, Miriam, imagina cuantos nombre tienes, estás siempre en nuestros pensamientos.

Estamos preparando el modo para llamarte.

Lo sé que sufres mucho, pero te queda poco, viendo lo que Dios dijo ayer.

Hija mía, sé feliz, deja estar aquellas personas que son falsas.

Marisa - Virgencita, no soy capaz, es mas fuerte que yo.

Nuestra Señora - ¿Creéis que ellas no comen? No os tenéis que preocupar porque comen. Cuando estáis fuera ellos comen, se lavan y descansan. Cuando estáis en casa, parece que todo el trabajo recaiga sobre ellos.

Vosotros que venís del mar sed felices en estos montes. Yo me encuentro aquí y he bajado por vosotros.

Ven, Miriam, tengo que darte un beso.

Marisa - Sí, pero es muy tímida. La Virgencita te da un beso, tienes que crecer buena, buena. buena.

Miriam - No.

Federica - ¡Cómo que no, sì!

Nuestra Señora - Es pequeñita todavía. Este beso es para todos vuestros niños: desde el pequeño Adrián al gran Jacobo. Marisella, cuando recitas cinco coronillas por la noche, nos unimos a ti y rezamos contigo. Esta noche eran las tres y tu tenías que decir todavía las cinco coronillas; te has preocupado y has empezado a decirlas, pero yo te he quitado la coronilla; las he dicho yo y tu te has dormido.

Marisa - Oye, ¿porque no haces esto todas las noches? El otro día fui a dormir a las siete, en todo este período he dormido sólo tres noches.

Demuéstranos que nos quieres tanto.

Nuestra Señora - ¿Cómo no voy a quereros a todos vosotros que rezáis mucho?

Miriam - Virgencita!

Marisa - Mira…

Miriam - Virgencita!

Nuestra Señora - Os quiero mucho. Cuando vuestra hermana vuele al Cielo, ciertamente lloraréis, pero tenéis que alegraros porque finalmente va a gozar nuestra criatura del Cielo, la Víctima de amor, la Perla de Dios, el Amor de Dios. Excelencia…

Obispo - Heme aquí.

Nuestra Señora - No tengo palabras para agradecerte por todo lo que has hecho primero por la abuela Yolanda y luego por Marisella. No te atormentes, deja estar aquellas personas. Sé superior, porque eres superior a ellos. No son sinceras, sino mentirosas. Les hemos dado mucha ayuda, para tratar de que cambien de idea, pero como ves, ni siquiera nosotros hemos podido.

Miriam - ¡La luz!

Nuestra Señora - Sí, Miriam, ¡hay mucha luz, hay mucha luz! Ánimo, mis queridos hijos, ahora volviendo a casa recitad el S. Rosario según el modo del Obispo.

Marisa - Pero no sus oraciones, porque duran cuarenta y cinco minutos. Él habla bien, lo dices siempre. Cada uno dirá una pequeña intención.

Imagina, cada diez Ave Marías, habla durante cuarenta y cinco minutos.

Nuestra Señora - Miriam, tienes que dar un beso a todos los niños del camping. ¿Entendido? A todos los niños del camping tienes que darles un beso, se lo manda la Virgencita.

Marisa - ¡Que buena eres! Verdaderamente demuestras que nos amas.

Nuestra Señora - He venido principalmente por ti, Marisella, porque el sufrimiento te está consumiendo.

Marisa - Pero no adelgazo ni un gramo. ¿Te parece bonito esto? Todos me ven gordinflona y dicen: "Está bien, está hermosa, gorda, lozana!" ¡Pero qué lozana!

Nuestra Señora - Miriam, mírame, estoy aquí. ¿Ves cuánta luz, tesoro?

Miriam - ¡Luz!

Nuestra Señora - Sí, ¡mucha luz!

Marisa - Virgencita, ¿ve mucha luz?

Nuestra Señora - Sí, Marisella.

Marisa - ¡Entonces te ve!

Nuestra Señora - No, pero ve mucha luz.

Ahora vuelvo al Padre, como sabes y me acompaña tu madre, santa Abuela Yolanda.

Marisa - Nosotros decimos venerable, porque tenemos miedo de que la gente nos diga que estamos locos.

Nuestra Señora - De todas formas os lo dicen igualmente, por tanto no os preocupéis. No os tenéis que preocupar, han tomado por loco a Jesús, ¿quieres que nos os tomen por locos a vosotros?

Junto a mi Santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a todos los niños. Os cubro con mi manto materno estechándoos fuertemente contra mi corazón.

Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo que ha pasado dulcemente sobre vosotros. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

Marisa - Adiós. Parece que te vayas con el caballo.

Nuestra Señora - No, Marisella, voy a pie.

Marisa - Y yo estoy en la silla de ruedas.

Nuestra Señora - Ves, eres más afortunada que yo.

Marisa - Sí, mucho. Adiós, mamá.

Abuela Yolanda - Adiós, Excelencia.

Obispo - Adiós, Abuela Yolanda.

Frontignano (MC), 10 agosto 2008 - hora 7:00 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Oh Virgencita santa, te lo ruego, escucha las palabras del Obispo, escucha las palabras de tu hijo, ayúdanos a descansar, a estar un poquito mejor. Me avergüenzo de decirlo, pero tengo necesidad de tu ayuda.

Nuestra Señora - Marisella, Alma María, ¡si tu supieses la gran ayuda que te he dado esta noche! Todo el Paraíso estaba recogido en oración por ti, porque no había llegado tu hora, pero estabas a punto de irte. Dios no ha querido esto. Has sufrido mucho, hija mía, pero tu sabes como está el mundo. Tu lo has visto, has visto cada país, cada ciudad, cada nación.

Has dicho "Sí", Marisella, no lo olvides.

Marisa - Yo he dicho "Sí", pero no sabía que el sufrimiento fuese tan atroz. Yo no puedo más; si quieres puedes hacer que esté un poquito mejor, hazlo por tu Obispo.

Tu estás siempre con nosotros y nos ayudas. No tengo ganas de daros las gracias, porque me habéis ayudado a no morir. ¡Yo quería morir! Yo estaba a punto de irme, ¿por qué no me habéis dejado ir? ¡No puedo más, no puedo vivir más! Esta noche dejadme descansar al menos un poquito aunque sea a ratos, como ha dicho el Obispo, pero ahorradme aquellos grandes dolores, son demasiado fuertes. En lugar de deshincharme, me estoy hinchando por todas partes y estoy mal, porque estar hinchada me quita el respiro. ¿Tanto os cuesta hacer que esté un poquito mejor?

Nuestra Señora - No, Marisella, no nos cuesta nada, pero ésta es la misión que tu has aceptado. Has hablado con Dios y la has aceptado. Nosotros no te dejaremos y te ayudaremos, te hemos ayudado siempre, hija mía.

Marisa - Cada vez que vienes, veo a mi madre que llora. ¿La habéis llevado al Paraíso para hacerla sufrir, para hacerla ver cuanto sufre su hija? Yo no quiero ver a mi madre que llora, quiero verla feliz, en este tiempo la veo siempre llorando.

Nuestra Señora - Es verdad, tienes razón. También yo estoy llorando, estoy llorando por este mundo tan corrupto, que va hacia atrás, va hacia la destrucción. Dios te ha elegido a ti, heroína del sufrimiento, Perla de Dios, Criatura de Dios, Víctima de Amor de Dios.

Ánimo, Giovanni, trata de estar cerca de estos dos hijos míos, ayúdalos como puedas, lo más que puedas. Sé su amigo, su hermano hasta el fondo.

Marco ha ayudado mucho y ha cambiado mucho; todos los que se acercan a mis hijos pueden cambiar, si quieren.

Marisa - Ayuda al Obispo, te lo ruego.

Nuestra Señora - Sí. Junto a mi santo Obispo os bendigo.

Marisa - Adiós. Mamá, no llores, tesoro. ¡Claudio!

Obispo - Aquí estoy.

Marisa - Ha venido Nuestra Señora.

Frontignano (MC), 15 agosto 2008 - hora 12:00 a.m. (Carta de Dios)

Asunción de la Bienaventurada Virgen María

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Vosotros sabéis que vengo en medio de vosotros con gran alegría. Hoy es la fiesta de la Asunta, pero sobre todo es la fiesta de la Madre de la Eucaristía. Como ya os he dicho otras veces, me han dado muchos nombres, a veces extraños, pero mi nombre es Madre de la Eucaristía. Rezad, rezad por la conversión de los jóvenes. Imaginad, después de tantos sufrimientos de Marisella, estamos todavía en 5000. ¿Cuándo se convertirán los jóvenes de todo el mundo?

Yo estoy con vosotros, os he ayudado muchísimo, mis queridos hijitos, he estado siempre a vuestro lado en los momentos de necesidad, en los momentos de dificultad. Marisella tendrá que morir, espero que pronto, como Dios Padre ha dicho, pero vosotros tenéis que continuar ayudándola con la oración y con los pequeños sufrimientos. Hay que pensar en los demás, hay que amar a los demás. Amaos como yo os he amado. No tenéis que estar con el ansia de preparar la comida; puede ser una cosa muy hermosa, pero no exageréis. Nosotros comíamos pescado y ensalada y éramos felices. Hoy, vosotros y todas las demás personas del mundo estáis empeñados en hacer una buena comida, pero ¿quién ha rezado esta mañana? Quiero que vuestras oraciones sean fuertes para la conversión de los jóvenes. Los que tienen niños que se acuerden de que se convertirán en jóvenes. Si el mundo cambia ahora, para ellos será todo más fácil, pero si no cambia ahora, para ellos será todo más difícil. Yo estoy en la Tierra con vosotros y estoy vestida de fiesta porque Dios Padre quiere que, cuando se celebren las grandes fiestas, incluso Nosotros los del Paraíso nos vistamos de fiesta.

Bravo, Ismael María, bravo, tesoro, reza también tú.

Vuestra hermana no está nada bien, no ha pegado ojo durante toda la noche. Yo he estado con ella, a su lado, pero no podía dormir porque los dolores eran fuertes, la comían por dentro, por todas partes. Tened paciencia si hoy no veis a Marisella con la sonrisa y el deseo de bromear, no es capaz, es más fuerte que ella, pero vosotros tenéis que sonreír, bromear; no esperéis que sea siempre ella la que os empuje a sonreír y bromear. Cada vez que ella tiene alguna ocurrencia graciosa, vosotros reís con alegría; esto es amor, si ella actúa así, hacedlo también vosotros. Amaos, mis queridos hijos, amaos. Si el Obispo se comporta de cierta manera con las personas, estoy yo detrás que lo invito a comportarse así, está Jesús que le inspira a comportarse así. Si estáis con Dios, continuad amando.

Asunta María al Cielo en cuerpo y alma. Sí, pero yo soy la Madre de la Eucaristía.

Rezad por vuestros hijos y por vuestros sobrinos, hay mucha necesidad de oración.

Gracias a todos y perdonad si no me prolongo más, ya que la salud de Marisella deja mucho que desear.

Junto a mi santo Obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a los niños, Ismael, aquí presente, a los niños que están lejos, a los niños que están solos, a los niños que son abandonados y tirados a la basura. Os bendigo a todos. Os traigo junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Cuando vuestra hermana parta para el Paraíso, muchas cosas cambiarán para el Obispo y para vosotros.

Felicidades.

Marisa - Adiós a todos.

Nuestra Señora - Ve, Marisa, ve donde tienes que ir, ve a descansar.

Marisa - Adiós.

Frontignano (MC), 17 agosto 2008 - hora 12:00 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - ¿Has terminado de hablar con Emmanuel y Sara, Marisella?

Marisa - Sí. Tu nos has enseñado que cuando hablamos con los niños, no tenemos que interrumpir el tema.

Nuestra Señora - Sí, pero ahora ¿no ves a las personas del Cielo que han venido para estar junto a ti y a todos? Me gustaría dar las gracias en primer lugar a Emmanuel y a Sara que están aquí presentes: Emmanuel hace de ayuda de cámara y Sara sonríe con su bonita boquita.

Marisa - Tiene el dedo en la boca.

Nuestra Señora - Poco a poco, ya no se pondrá el dedito en la boca.

Sea alabado Jesucristo.

Mis queridos hijos, os doy las gracias por vuestra presencia aquí, en medio de los montes. Vosotros no podéis imaginar cuantas veces Jesús, Yo y todos los santos hemos descendido en medio de vosotros. ¿Os acordáis cuando el demonio intentó tiraros montaña abajo y nosotros intervenimos para salvaros? El demonio es tan listo que hizo sonar el teléfono y obligó a Giovanni a alejarse de vosotros. Él lo aprovechó para tiraros por debajo, pero no pudo; de esto tenéis que entender que nosotros estamos siempre presentes cuando hay necesidad de ayuda. Os he dicho que pronto Dios llamará a vuestra hermana pero el "pronto" de Dios ciertamente no es el vuestro, de todos modos se está poniendo en marcha una gran preparación, que requiere mucho trabajo, para acogerla en el Paraíso.

El 14 de septiembre el Papa Pío XII será llamado ante Dios y con él entrará en el Paraíso de la Visión Beatífica otro Papa: Pío XI. Tenéis que rezar por Juan Pablo II. Recordad, como ya he dicho otras veces, que la caridad y el amor os hacen gozar de Dios. Si no hay amor la demora en el Paraíso de la Espera puede ser de un día, de un año, de diez años o de más. Por tanto aprended a amar, como siempre os he dicho. El amor es la virtud que queda para toda la eternidad.

Marisa - ¿Qué es aquella luz amarilla que veo? Virgencita, es difícil amar a los que hacen daño y hacen sufrir voluntariamente. Yo tengo mucha dificultad.

Nuestra Señora - Lo sé, Marisella, no es fácil, pero tienes que amar; si no puedes amar reza, reza mucho por su conversión. Todos se tienen que convertir. La conversión de los jóvenes va lentamente: hemos llegado a 7000 y son pocos, muy pocos; de estos 7000 ¿quién perseverará hasta el fondo? Por esto te digo a ti, Emmanuel, sé siempre bueno. Tienes que querer a tus amigos, pero sobre todo a tu papá, a tu mamá, a tu hermanita y a los tíos; tienes que rezar por ellos. Ahora has aprendido el Padre Nuestro, y lo dices bien, has aprendido la oración de antes de comer, y la dices bien; también Sara reza bien y lo dice todo bien, pero se está comiendo el dedito...

Marisa - ¿Es verdad que poco a poco se quitará el vicio?

Nuestra Señora - Sí, pero no es esto lo que me preocupa. Yo quiero que los niños crezcan sanos, fuertes, obedientes y llenos de amor y caridad hacia los demás. Esto tendrán que enseñarlo los padres, cuando el Obispo ya no esté y la Vidente vuele al Paraíso. Es competencia de los padres enseñar a sus hijos y amar a todos.

Os pido que hagáis tres días de triduo por la venida de Pío XII delante de Dios.

Marisella, Pío XII es tu Papa, aquél con el que has ido a recoger los muertos a San Lorenzo. ¿Te acuerdas?

Marisa - Sí que lo recuerdo. Oye, quería decirte una cosa: me mandas siempre a recoger los muertos, me mandas a África donde los niños mueren y me has mandado a Yugoslavia donde han muerto muchos niños, mándame también a ver a los que están vivos. ¿Ya no voy a ir a Georgia?

Nuestra Señora - No, tesoro, ya no irás más a Georgia, pero rezad por Rusia, por Georgia y para que terminen las guerras que hay en el mundo. El que está bien continúa estando bien y engrandeciéndose, mientras los pobres pagan siempre.

Marisa - Oye, quizás diga una estupidez, pero Dios ¿no podría darse una vueltecita por todos estos lugares?

Nuestra Señora - Marisella, calma, Dios está por todas partes, por tanto está también en estos sitios y tu lo sabes.

Marisa - Lo sé, pero no le he visto nunca.

Nuestra Señora - Os invito a rezar por todos, sobre todo por vuestro Obispo, porque él se tiene que convertir en...y tiene que cambiar la Iglesia. Su trabajo será muy duro y sufrirá mucho. Muchas personas lo criticarán y lo odiarán, pero él tiene que salvar a la Iglesia. Vosotros jóvenes, Yari, Laura tenéis que ayudarlo, aunque tengáis trabajo y familia.

Marisa - Pero cuando el Obispo esté allá ¿cómo pueden ayudarlo? ¿Sabes que he pintado tres sábanas de plaza y media para cuando vaya allá?

Nuestra Señora - Está bien, Marisella, ahora recojámonos en oración. Como os he enseñado, alargad los brazos, levantad los ojos al Cielo y decid: Padre Nuestro..

Quiero mandar mi bendición a todos los que están lejos, a los padres y a los hijos. Mi beso es para Emmanuel y Sara, sed buenos, jugad, pero sin peleas y sin daros empujones.

Marisa - Tu lo ves todo.

Nuestra Señora - Giovanni y Yolanda, la Virgencita no tiene palabras para agradeceros lo que hacéis por mis hijos. Dios os bendiga a vosotros y a vuestros seres queridos. Rezad por la conversión de vuestros hijos; también Marisella cooperará en esto.

Nuestra Señora - Ahora, junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Excelencia, he visto muchos colores, más numerosos y hermosos que los del arco iris

Obispo - Es la luz de Dios.

Marisa - Sí, tenía muchos colores: amarillo, verde, celeste, rosa y muchos otros.

Obispo - Son los mismos que hemos visto aquél día en la calle, mientras volvíamos a Roma. ¿Te acuerdas?

Emmanuel - Tía, ¿por qué la Virgencita ha dicho que ya no vas más a Georgia?

Marisa - Porque estoy cansada y estoy mal.

Emmanuel - ¿Para qué tenías que ir?

Marisa - Porque hay guerra y yo tengo que ayudar a los niños. ¿entendido?

Emmanuel - ¿Por que ya no vas a ayudarlos?

Obispo - Porque tu tía está muy cansada de ver tantas escenas desagradables, niños y ancianos heridos, madres que lloran, porque no tienen nada que dar a sus hijos. ¿Vale?

Frontignano (MC), 20 agosto 2008 - hora 7:42 p.m. (Carta de Dios)

Marisa - Gracias por haber venido a este lugar tan bonito para nosotros, para mi especialmente, y tan silencioso. Sí, es verdad los sufrimientos son muchos, a veces los aceptos y a veces me rebelo porque estoy muy cansada.

Nuestra Señora - Lo sé, Marisella, no te tienes que preocupar por esto, en tu lugar cualquier persona habría tenido las mismas reacciones, mas bien tengo que decirte: eres muy buena luchando con ciertas personas.

Marisa - Oye, Virgencita, yo quiero luchar, pero no quiero que otras personas sufran por mi. Está Su Excelencia que sufre, está Yolanda que sufre, está Giovanni que sufre. Los sobrinos y los jóvenes cuando vienen sufren. ¿Por qué tienen que sufrir todas estas personas por mi? De acuerdo que me quieren, pero dame la fuerza para aceptar todo lo que me hacen, todo lo que dicen. Ahora Yolanda se marchará y nosotros ¿qué haremos hasta el 7 de septiembre? ¿Nos ayudarás tu?

Nuestra Señora - Haré que tengáis dinero para que vayáis a comer fuera, no estáis solos, tenéis a Giovanni y Yolanda que pueden ayudaros, por lo demás si Yolanda todavía está con vida te lo debe a ti, Marisella.

Marisa - No digas esto, no lo digas, yo no tengo nada que ver.

Nuestra Señora - Si muchas personas están todavía con vida, te lo deben a ti, Marisella, si aquella niña hace tres años ha sido curada por Dios en el lugar taumatúrgico, te lo debe a ti, Marisella. Ahora tiene ocho años, es una niña bonita, va siempre a la Iglesia y da las gracias a Dios y a Marisella.

Marisa - Esto no lo sabía.

Nuestra Señora -No te tienes que preocupar, cuando Yolanda se vaya, porque tiene que trabajar, no os quedaréis solos y seréis ayudados lo mismo. Si te acuerdas también Marco y Paolo han hecho su parte. Cuando iban a comprar comida y pagaban ellos, yo les hacía encontrar dinero en el bolsito; ellos no lo saben y por el momento no lo tienen que saber, porque esta es mi ayuda silenciosa para todos. Tu has dado mucho, has dado toda tu vida por los demás, ¿por qué los otros no tienen que hacer algo por ti y por la Excelencia?

Marisa - ¿Por qué lo llamas la Excelencia como mi madre?

Nuestra Señora - Porque a nosotros nos gusta más la Excelencia.

En este cementerio hay muchas personas sepultadas, muchas es un decir, porque el pueblo es pequeño. Vosotros cuando digáis la Santa Misa, rezad también por ellos, para que puedan subir al Paraíso de la Espera. Acuérdate de hacer fiesta cuando Pío XI y Pío XII salgan del Paraíso de la Espera y vayan al de la Visión Beatífica

Marisa - ¿Por qué cuándo hagamos la fiesta de la Santa Cruz tenemos que homenajearles también a ellos? También Jacobo celebra la fiesta; de acuerdo no es lo mismo, pero... está bien, está bien, está bien. Abre tu manto materno, grande y hermoso. Mamá, ¿no me dices nada tu?

Abuela Yolanda - Yo también quiero dar las gracias a Giovanni y Yolanda por lo que han hecho por vosotros. Gracias, hijitos, que Dios os bendiga

Marisa - Adiós, mamá.

Obispo - Adiós, Abuela Yolanda.

Abuela Yolanda - Mando un beso a los cuatro, y a ti, hija mía te estrecho en mi corazón. Sé que sufres mucho, mucho, ni siquiera la Excelencia se da cuenta completamente lo grande que es tu sufrimiento.

Nuestra Señora - Gracias por las oraciones, gracias por las cinco coronillas que dices, Marisella, por el S. Rosario, la S. Misa, gracias a todos vosotros. Bien, hijitos, decid vuestra S. Misa para que luego podáis ir a comer.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Frontignano (MC), 22 agosto 2008 - hora 11:06 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Hoy es la fiesta de la Reina del Cielo y de la Tierra, dadme vuestro amor. Si los otros no se comportan bien no tenéis que intervenir vosotros, sino que lo han de hacer los sacerdotes y reprenderlos. Hoy es mi fiesta, Reina del Cielo y de la Tierra, y es también la tuya, Marisella, porque todos se están preparando para recibirte.

Yo os doy mi gran amor. Incluso cuando estáis en el restaurante yo estoy siempre con vosotros, pero vuestra hermana tiene vergüenza de decirlo, no es ninguna vergüenza, puedo estar yo también en medio de vosotros.

Rezad, rezad por las personas que no saben amar, por las personas que no conocen el significado de la palabra amor y no saben rezar. Sirven solo para desempeñar trabajos terrenos, humanos y cuando es la hora de la oración se retiran. Yo estoy siempre con vosotros y os ayudo. ¿Qué deciros de Marisella, de Alma María? No está nada bien, está muy mal, por la noche descansa solo si yo la estrecho entre mis brazos; sufre mucho, tiene dolores atroces. Ella ofrece todo esto por los jóvenes, por los sacerdotes, por la conversión de todos; vosotros ayudadla y acompañadla siempre.

Gracias, gracias por vuestra ayuda, Dios desde lo alto de los Cielos os bendice. Yo os llevo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Ánimo, Marisella, ya sé que hace falta mucho, mucho, mucho valor. Como Jesús ha gritado: "Padre Mío, no me abandones", también tu alguna vez has dicho: "Padre Mío, no me abandones". Dios te da la fuerza de aceptarlo todo. Adiós, Marisella.

Marisa - Adiós, saluda a mi madre.

Nuestra Señora - Id a casa, hijitos, porque estáis muy cansados, especialmente el que conduce (Giovanni N.d.R.) y el que sufre con Marisella (Obispo N.d.R.) y duerme poco para ayudarla. Marisella sufre muchísimo por todos. Adelante, ánimo, volved a vuestra casa y si notáis algo, callad, por favor callad, porque la salud de Marisella se resentiría.

Obispo - Gracias por haber venido.

Marisa - Gracias. Aquí tuvo lugar el primer encuentro con Don Claudio, yo estaba allá abajo y él venía rodeado de muchos chicos.

Obispo - Sí, lo recuerdo muy bien.

Marisa - Te acuerdas, Virgencita, cuando le he dicho: "Yo soy Marisa" tímida, tímida y él ha respondido: "Y con esto?" Una vez él me ha dicho una cosa y yo le he dicho: "Y con esto?"

Nuestra Señora - Brava, Marisella, ¿te acuerdas? Sé alegre y sonriente, sonríes un poco menos en este período, sonríes por fuerza, ánimo a los tres. Adiós.

Marisa - Adiós.

Frontignano (MC), 24 agosto 2008 - hora 7:40 p.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, es vuestra Madre la que habla. Vosotros no podéis imaginar lo cercana que he estado hoy de vosotros. Marisella, cuando estabas en la cama y te sentías mal, yo te he dicho: "llama al Obispo", pero tu no has querido para no crear problemas. Esto es bonito, pero cuando te sientas mal, tienes que llamarle, no puedes permanecer sola.

Marisa - Estabas tu.

Nuestra Señora - Sí, pero siempre hay necesidad del Obispo. Me gustaría mucho que en estos últimos días pasaseis en este valle, en estas montañas tan hermosas, un período sereno y pudieseis sonreír un poco, gozar un poco. Si aquellas personas se comportan mal no digáis nada más, dejadlas que hagan, peor para ellas, de todos modos ya se sabe donde acabarán.

Marisa - Mi salud va cada vez empeorando, hasta que llegará el fin, y luego llegaré yo también al Padre Celeste que está en los Cielos.

Nuestra Señora - Sí, Marisella, llegarás tu también, porque un alma tan hermosa, tan blanca, tan pura, tan llena de amor, de caridad, no hay entre los santos; volarás pronto al Padre.

Marisa - ¿Y el Obispo?

Nuestra Señora - El Obispo tiene su tarea, tu la tuya, piensa alguna vez en ti.

Marisa - Porque le quiero.

Nuestra Señora - Rezad, hijos míos, no os canséis de rezar, haced pocas oraciones, quizás pequeñas, pero rezad; incluso después de haber comido se puede rezar y dar las gracias a Dios. Te dejo, Marisella, vendré a buscarte esta noche.

Querido Obispo ordenado por Dios, Dios te ha dado un gran don, pero los hombres no lo han querido aceptar. ¿Por qué no lo han aceptado? Solo por envidia y celos, porque saben perfectamente que Dios puede hacer lo que quiera. Por tanto tened paciencia y continuad adelante con amor y caridad. Os bendigo, mis queridos hijos, estrechándoos fuertemente en mi corazón.

Marisa - Virgencita, estoy muy cansada.

Nuestra Señora - Ve, ve tranquilla, hijita.

Marisa - Adiós.

Frontignano (MC), 31 agosto 2008 - hora 12:40 a.m. (Carta de Dios)

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo, mis queridos hijos.

Gracias, Mariasole, porque has venido delante de mi. Eres una buena niña. Yo te quiero mucho. Tu eres un don de Dios.

Mis queridos hijos, hoy es el último domingo del mes de agosto. Las conversiones de los jóvenes van lentamente, son diez mil. No tienen la culpa si están lejos de Dios, la culpa, me desagrada decirlo, es de los sacerdotes y de los padres. No han sabido educar a los jóvenes, especialmente los que forman parte de la Congregación Salesiana. Piensan solo en atraer a lo chicos con el juego y a empujarlos a convertirse en sacerdotes, pero no es ésta la manera. Cuántas veces ha dicho Jesús: "¡Pocos sacerdotes, pero santos!" No es fácil, especialmente en el mundo en el que vivís en este momento, ser buenos cristianos. Vosotros ni siquiera os dais cuenta, porque vivís en gracia, porque estás serenos, pero Nosotros los del Cielo vemos muchas cosas desagradables y esto lastima el corazón de mi Hijo Jesús.

A vosotros os pido oración, oración, oración. ¿Cómo puedo llevarme a Marisella, arriba conmigo al Paraíso, cuando el mundo va hacia atrás? ¿Cuándo nadie ha aceptado la misión del sufrimiento? Pero el momento está llegando también para ella y vosotros continuaréis rezando por estas personas. Amaos siempre, amad a los niños y los niños tienen que amar a los padres. ¿Verdad Mariasole?

Mariasole - Sí.

Nuestra Señora - Mariasole es una niña muy buena y un milagro viviente.

Marisa - Gracias, Virgencita, nosotros esperamos otro milagro, trata de ayudarnos, todos tenemos necesidad de tu ayuda. Haz que estos esposos sean felices y concédeles todo lo que desean. Pídeselo a Dios Padre, pídeselo dulcemente, poco a poco, porque podría...

Nuestra Señora - No, Marisella, Dios Padre no se molesta por estas cosas. Es siempre afable, es siempre dulce, es siempre bueno, más aún, os diré que cuando ha podido bromear con vosotros, lo ha hecho con todo el corazón y yo soy testigo. Id en paz, mis queridos hijos, dad la paz a vuestros sobrinos, a vuestros primitos, a todos los niños que conocéis, a vuestros tíos y quereos. Mariasole, cuando vuelvas al camping tienes que dar un beso a tus primitos y decir: te lo manda la Virgencita, ¿vale?

Mariasole - Sí.

Nuestra Señora - Gracias, mis queridos hijos, junto a mi santo Obispo os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Frontignano (MC), 4 septiembre 2008 - hora 11:20 p.m. (Carta de Dios)

Dios Padre - Estoy contento de que, a pesar de la grave enfermedad, seas capaz de sonreír y de hacer reír; esto me gusta. Pero no os riáis de la imagen que hacen de Mi en las estampitas, porque a mi me dan ganas de llorar cuando las veo.

Marisa - Te hacen como te imaginan.

Dios Padre - Y tú, ¿cómo me imaginas?

Marisa - Hermoso, radiante, luminoso, como esta estrella de la que salen tus palabras, pero no te veo.

Dios Padre - Yo, Dios Padre, doy las gracias a Jacobo por la atención que pone al seguir lo que dice el Obispo y al pequeño Samuel, porque es capaz de recordar lo que oye del Obispo. Los grandes son desmemoriados. Yo soy grande, pero no soy desmemoriado.

Marisa - Espera un momento, tu, Dios, ¿puedes ser desmemoriado?

Dios Padre - Yo no soy desmemoriado, soy Dios, soy Aquél que os ama y os ha dado a Su Hijo Jesús para volver a abriros el Paraíso. El 14, Excelencia, para la fiesta de la Cruz dos Papas y un laico subirán al Paraíso donde me verán. Después otros laicos vendrán conmigo y cuando me vean quedarán atónitos y harán una comparación con las estampitas como has hecho tú. Sé que estás muy mal, Marisella, nosotros te ayudamos, pero los dolores son tremendos, son fuertes. Sientes algo que te corroe y te come dentro y, a pesar de eso, eres capaz de sonreír, de hacer reír y te esfuerzas en comer algo. Los glóbulos rojos han subido un poco y los glóbulos blancos son altos. Los dolores son fuertes, pero ¿quién puede comprender lo que tu pasas, lo que tu sufres, pequeña criatura, amor de Dios? Igualmente ¿quién puede comprender quién soy Yo? No me conocen y por esto se aprovechan de Mi. Los hombres no te conocen, no saben cuál es tu situación, porque eres capaz de enmascarar, de esconder el sufrimiento y el lamento, esto es justo que sea. Pero la mayor parte de las veces, especialmente cuando hay personas, eres capaz de reír, de sonreír y hacer reír. Continúa esta grande y dura misión, que desde hace años llevas adelante.

Marisa - Oye, Dios, aunque no te vea, ¿puedo pedirte que me dejes ver a Gioele?

Dios Padre - Pero ya lo has visto.

Marisa - Y ¿puedo pedirte que ayudes a la madre a que sea fuerte en el momento del parto?

Dios Padre - Será fuerte porque estará la Abuela Yolanda, y estarás tu, Marisella. Tienes que ser fuerte tu también, porque el mal está avanzando velozmente.

Marisa - ¿Cuándo me llevas? ¿Cuándo me harás morir?

Dios Padre - Pronto.

Marisa - Dices siempre pronto, pero pasa el tiempo y yo no sé si podré continuar todavía adelante.

Dios Padre - Tienes dos bonitos corazones sobre tu corazón.

Marisa - ¿Corazones? Ah, ¿esta joya?

Dios Padre - En el Paraíso no hay estas cosas.

Marisa - No me importa, a mi me basta con que me lleves al Paraíso. ¿Voy derecha, derecha al Paraíso de la Visión Beatífica o al Paraíso de la Espera?

Dios Padre - Como puedes decir esto, hija mía. Derecha ante Mi, con el vestido que tu sabes. Doy las gracias a los presentes por haber venido para hacer compañía a estos dos hijitos. Tendréis que ayudar al Obispo, porque lo que tendrá que hacer después de la muerte de Marisella será muy duro para él; luchar con aquellas personas que conocéis bien no es fácil (los enemigos de Dios, N.d.R.)

Marisa - Pero tu lo ayudarás.

Dios Padre - Sí, lo que devo. No puedo hacerlo todo, no tengo que hacerlo todo, el hombre tiene que intentar de hacerlo solo, rezar y tener almas que recen por él

Marisa - ¿Le mandarás a la Abuela Yolanda a cocinar?

Dios Padre - No, tesoro de Dios. La Abuela Yolanda no puede venir a cocinar para el Obispo.

Marisa - Entonces porque no me haces estar mejor de las piernas, así puedo ir yo a preparar de comer para el Obispo, porque no nos respetan, nos tratan de la manera que tu sabes. La Virgencita una vez ha dicho que nosotros somos los siervos y ellos los dueños.

Dios Padre - Ahora no te preocupes, piensa en continuar a dar las respuestas sobre el S. Evangelio. Gracias, Excelencia, por el esfuerzo que haces cada tarde con mis hijos. Ya sé que es fatigoso, especialmente cuando Marisella no se acuerda de lo que has dicho.

Marisa - La memoria es débil, ¿me puedes dar un poco más?

Dios Padre - Ahora, entretanto os doy mi bendición junto al santo Obispo. (Dios Padre imparte la bendición juntamente con el Obispo).

Marisa - ¿Puedo decir, adiós, Dios?

Dios Padre - Claro.

Marisa - Adiós.

Dios Padre - Adiós, Criatura del Cielo, Víctima de la Eucaristía, Amor de Dios, Tesoro de Dios.

Marisa - Adiós. Acuérdate de llevarme, gracias.