Eucharist Miracle Eucharist Miracles

6 de abril de 2002

En la carta de Dios del 4 de abril de 2002, la Madre de la Eucaristía ha pedido a la comunidad que se recogiera en oración el primer sábado de mes para obtener el don de la paz. Actualmente, además de la guerra en Palestina, otros cuarenta y cinco conflictos afligen el mundo y son causa de muerte, destrucción y sufrimiento. Muchas veces la Madre de la Eucaristía nos ha anunciado el riesgo de que la guerra pueda golpear también a Italia y por esto nos ha invitado a intensificar la oración, el ayuno y los florilegios.

El 6 de abril, por tanto, nuestra comunidad ha ofrecido a Dios un día de oración, adoración eucarística y ayuno. Nuestra hermana Marisa, no pudiendo unirse a la comunidad en la capillita, a causa del sufrimiento provocado por la pasión, se ha recogido en adoración en su habitación delante de la Eucaristía que había sangrado el 16 de mayo de 2000. La hostia ha sido apoyada verticalmente en la caja y entronizada sobre la cómoda de su habitación.

El 16 de mayo de 2000 esta hostia había sido sustraída por la Madre de la Eucaristía a un eclesiástico, que todavía ocupa un puesto muy importante en la jerarquía de la Iglesia, mientras celebraba la Santa Misa. Terminada la consagración, él había visto surgir de la hostia grande algunas gotas de sangre, pero fastidiado por lo que estaba ocurriendo, con gesto enojado había alejado la hostia ensangrentada, pidiendo al ayudante una segunda hostia para proseguir la celebración. Ya que la hostia que había derramado sangre, según la intención del celebrante, iba a ser destinada para una misa negra, Nuestra Señora, por orden de Dios, la había sustraído inmediatamente al sacrílego celebrante para transportarla al lugar taumatúrgico, donde habría sido amada, adorada y custodiada celosamente.

El 6 de abril pasado, mientras nuestro obispo celebraba la Santa Misa, que Marisa seguía vía radio desde su habitación, un miembro de la comunidad entrando en la habitación ha notado una nueva efusión de sangre de la hostia y ha advertido enseguida a Marisa del suceso. Nuestra hermana, sorprendida, se ha acercado y ha notado surgir la sangre del centro de la hostia, que se difundía sobre la casi entera superficie.

Poco después Marisa, que se había quedado sola, ha sentido y visto un tremendo terremoto conmover toda la casa y sobretodo ha visto los objetos que estaban sobre la cómoda de enfrente suyo, volcarse, caerse y hacerse añicos. El suceso sobrenatural ha durado pocos segundos, ya que Marisa ha visto que todo volvía intacto a su sitio. Esta es la misma experiencia que han vivido los que estaban al pie de la cruz inmediatamente después de la muerte de Jesús. "Y Jesús dando un fuerte grito, expiró. Y el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo, tembló la tierra y las rocas se hendieron" (Mt. 27,50-51).

Nuestra hermana ha tenido del Señor el don de ver esta escena más veces; en aquel dramático instante la naturaleza gimió porque murió su creador. Al término de la Santa Misa, el obispo ha sido inmediatamente informado del milagro ocurrido y poco después los miembros de la comunidad han subido en pequeños grupos a la habitación de Marisa para adorar a la Eucaristía. Entrados en la habitación, han advertido el característico, dulce e intenso perfume que siempre acompaña los milagros eucarísticos.

En el lugar taumatúrgico nosotros conservamos cuatro hostias ensangrentadas que, a pesar del transcurso de los años, están todavía perfectamente conservadas y cuya sangre no se ha descompuesto. De esas, ésta es la tercera en la que se ha repetido una efusión de sangre en un intervalo de meses; este hecho es único en la historia de la Iglesia.

El obispo ha recordado que cuando ocurre la efusión de sangre de una hostia grande, Cristo sufre por la situación espiritual de los sacerdotes y de la Iglesia. Además, el fenómeno sobrenatural al que ha asistido Marisa en ocasión de este último milagro, indica que la muerte de Cristo no es un suceso histórico pasado, sino que se actualiza cada vez que la Iglesia celebra el sacrificio eucarístico en la Santa Misa.