6 de junio de 1999
El 6 de junio de 1999, a las 7:30 horas, mientras Don Claudio estaba subiendo de su estudio al piso superior de la casa, a lo largo de las escaleras ha percibido el característico y dulce perfume que advierte de la presencia Eucarística traída por Jesús o por la Virgen. El sacerdote se ha trasladado inmediatamente a la capillita provisional que custodiaba la Eucaristía que había sangrado el 17 de mayo de 1998, pero no ha encontrado ninguna particularidad. Ha interrogado a Marisa para conocer el origen del perfume, pero tampoco ella le ha sabido dar ninguna explicación.
Don Claudio y Marisa entonces se han fijado más atentamente en la Eucaristía y con estupor han visto una escena que quedará en su mente para toda la vida. La hostia que después de la primera efusión de sangre había asumido la forma de concha se había transformado y había asumido la forma de corazón. La sangre fresca se sobreponía a la sangre derramada el 17 de mayo de 1998 que se había secado. Vistosas gotas habían manchado el cojincillo sobre el cual estaba colocada la hostia en el interior de un cáliz de cristal.
Otro hecho los ha conmocionado: sobre el corporal de debajo del cáliz de cristal aparecía bien visible una mancha de sangre.
El sacerdote y Marisa han orado y adorado a Jesús Eucaristía, continuando mirando fijamente la sangre divina que salía formando un pequeño arroyo en la confluencia de la parte transversal y horizontal de la hostia.
Inmediatamente después, Don Claudio ha llamado por teléfono a los jóvenes y a algunos adultos, par que vinieran enseguida para constatar y ser testimonios del suceso eucarístico extraordinario, así como filmar enseguida por televisión y tomar fotos para tener una documentación detallada.
A las 10:00 horas, precedido por todos los jóvenes, Don Claudio ha llevado la Eucaristía que había derramado sangre a la capilla, donde se habían recogido muchas personas. Ha contado a los presentes el milagro; todos han adorado, orado y cantado. El sacerdote, conmovido y feliz, ha llevado solemnemente en procesión la Eucaristía, de la cual por dos veces había derramado sangre.
La procesión estaba encabezada por Marisa que llevaba la cruz sobre sus espalda como le había ordenado Jesús.
Ella, que puede hacer solo pocos pasos con la ayuda de las muletas, caminaba expresamente, sostenida por la potencia de Dios.
Terminada la procesión, Jesús ha comunicado la carta de Dios que, a causa de su particular importancia, referimos integralmente
Marisa: "Sí, nos has dado una gran alegría, Señor, pero ahora ¿qué debemos hacer?"
Jesús: Lo que habéis hecho, mis queridos hijos. Esta noche mi Corazón ha estallado, mi sangre ha manado y ha pasado a través del cáliz de cristal, como cuando la Eucaristía salida del crucifijo pasó a través de la caja puesta como protección. MI sangre ha manado de alegría, de amor, de sufrimiento. Este nuevo gran milagro ha ocurrido para demostrar a los hombres que mi Corazón estalla cada momento: cuando hay almas que aman y sufren, cuando hay hombres que no creen. Este gran milagro en el milagro del milagro es un don para vosotros. Vosotros dad testimonio, gritadlo; no tengáis miedo de lo que el hombre puede decir o hacer. Mi Corazón ha estallado de amor y esto solamente lo habéis notado a las 7:30, pero desde la medianoche mi Corazón sangraba especialmente por mis queridos hijos predilectos. Sangra por ellos, se alegra por vosotros que estáis haciendo mucho para obtener la paz, para amar al prójimo. No dejéis que nadie toque la Eucaristía que ha sangrado, ni siquiera a los colaboradores del gran cabeza de la Iglesia, sino solamente a él en persona; desgraciadamente esto no sucederá. Alguno ha tenido miedo.
¿Por qué, hijos míos?. Mi Corazón ama, mi amor es grande, os amo a todos y ninguno de vosotros puede amar como Yo Jesús. Marisa, has hecho también demasiado, has llevado la cruz, has sufrido la pasión y la sudoración, ahora te ruego, ¡siéntate!".
Marisa: "Sí, debo ser sincera, estoy un poquito cansada.
Jesús: "No todos habéis comprendido este milagro en el milagro del milagro. Los hombres de la Iglesia continuarán sonriendo, burlándose de vosotros, diciendo que estáis locos, pero Yo soy el primer loco, como dijeron cuando caminaba a lo largo de las calles de Jerusalén: "¡Este está loco y endemoniado!". Mis queridos hijos, si Yo era un endemoniado, un loco, vosotros lo sois como Yo. Dad gracia a Dios entonces de estar locos como vuestro Jesús.
Mi corazón ha estallado y ha derramado sangre y agua de aquella hostia que había ya sangrado el 17 de mayo de 1998, hace más de un año; desde entonces estoy aquí con vosotros. Dios Padre ama mucho este lugar taumatúrgico y os ama a vosotros. Aquí estamos presentes Dios Padre, Dios Espíritu Santo y Yo, Dios Hijo; están presentes la Madre de la Eucaristía, los ángeles, los santos y las almas salvadas; todo el Paraíso está encerrado en este lugar taumatúrgico, mi pequeño rebaño. Mi corazón ha estallado de amor por vosotros y de sufrimiento por los hombres que todavía no saben amar. Este milagro tan grande debe haceros cambiar, mis queridos hijos. Echad fuera, y me repito una vez mas, la susceptibilidad, los celos, el pensar mal de los otros, el ver el mal en los otros, no; en vosotros esto no debe existir. Mi Corazón ha estallado por vosotros, porque Yo soy vuestro gran amor.
Estáis delante de Jesús Eucaristía que desde medianoche sangra; alguno me ha hecho compañía. Ahora deseo que participéis en la Santa Misa con mucho amor, haced estallar vuestro corazón de amor, pero no hasta el punto de sangrar, no, Jesús no os pido esto, pero vuestro corazón debe ser mío, solamente mío. Buenos deseos a todos.
Esta noche, Marisella, mientras derramaba sangre, Yo he secado tus lágrimas y tu sangre. Tú solo me has mirado, estabas emocionada, has orado, y a un cierto punto no sabías que más hacer y Yo te he dicho: "Hija mía, es tiempo ya que te vayas a dormir un poquito".
Mis queridos hijos, haced que vuestro corazón estalle de amor por los hombres que no me aman, que no aman a Jesús Eucaristía, a la Madre de la Eucaristía y por los que Dios ha llamado para testimoniar. Junto a mi querido sacerdote predilecto os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados".
Nuestra Señora: "Y Yo, vuestra mamá, os traigo a todos junto a mi Corazón y os cubro con mi manto materno. No puedo hablar más porque está Jesús Eucaristía. Buena Santa Misa. Participad con todo el corazón a la Santa Misa. Sea alabado Jesucristo".