7 de diciembre de 1997
El mes de diciembre se ha abierto con un significativo milagro eucarístico. Había iniciado hacía poco, eran cerca de las tres de la mañana y Marisa a causa de sus dolores no podía dormir y oraba, cuando ha viso de improviso un rayo atravesar su habitación inmersa en la oscuridad. Ha llamado a Don Claudio que estaba amodorrado, apenas se dio cuenta entró, encendió la luz. La estancia estaba inundada de aquel perfume particular que advertía de la presencia de la Eucaristía, traída por Jesús o por la Virgen. Los dos espontáneamente han girado la mirada hacia el estandarte de la Madre de la Eucaristía que había sido entregado el primer día y que provisionalmente había sido colocado en la habitación de Marisa. Con estupor han visto una blanca hostia apoyada en el estandarte, exactamente sobre el cáliz. Del interior de la hostia tenía que haber salido suero para estar pegada la hostia en la tela del estandarte. Don Claudio y Marisa no han querido desvelar a los otros que dormían y se han entretenido en oración y adoración por un poco de tiempo, después en voz baja han cantado cantos eucarísticos para dar alabanza a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, a Dios Uno y Trino presente en la Eucaristía.
Cuando los otros miembros de la familia se han despertado, enseguida han sentido el perfume eucarístico que ya había invadido la casa y han comprendido que algo grande había sucedido durante la noche. Cuando todos se han reunido para la oración de la mañana, Don Claudio ha contado todo lo que había pasado y ha invitado a los presentes a trasladarse delante del estandarte donde estaba la Eucaristía para adorar a Jesús, presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad bajo la apariencia del pan. El estandarte con la Eucaristía se ha quedado en la habitación de Marisa y los jóvenes y los íntimos se han alternado en oración delante de él.
Desde hacía tiempo Don Claudio había propuesto a los miembros de la comunidad y a las personas que venían a orar al lugar taumatúrgico de trasladarse a San Pedro para manifestar al Papa nuestra unión con él y nuestra docilidad a él. Ha dado la fecha a todos del 7 de diciembre de 1997, primer domingo de Adviento, en la plaza de San Pedro. El estandarte debía ser inaugurado por la peregrinación del Papa, pero Don Claudio, después que fue depositada la Eucaristía, estaba inseguro si llevarla igualmente a San Pedro, temiendo que alguno viendo la forma, pudiese faltarle el respeto.
Marisa ha manifestado este temor: "Desearíamos saber que debemos hacer de la Eucaristía, porque tenemos miedo que alguno pueda ironizar" y la Virgen ha respondido: "Cuando Dios Padre diga lo que ha de hacerse, yo te lo diré enseguida" (Mensaje del 4/12/1997).
Pocos días después llegó por medio de la Virgen la respuesta de Dios: "No debéis continuamente preguntaros si llevar o no al Santo Padre la Eucaristía que Yo he traído. Dios ha hecho que Jesús Eucaristía estuviese recostada en el estandarte. ¿Por qué quitarlo? ¿Por qué tener miedo? Pueden ironizar, peor para ellos; pueden burlarse de vosotros, dejadlos hacer. Cuando después lleguen los momentos duros, llorarán, pero entonces será demasiado tarde" (Mensaje del 7/12/1997).
Por otra parte la Virgen ha dejado a Don Claudio libre de decidir. Nuestro sacerdote, naturalmente, como siempre ha hecho, se ha abandonado a Dios y ha sido feliz llevando a San Pedro el estandarte con la Eucaristía.. El primer domingo de Adviento nos hemos encontrado en la gran plaza proveniendo de diversas zonas de Roma. Estaban presentes también grupos de personas provenientes de Lombardía, de Liguria, de Veneto, de Cerdeña, de Marche, de Sicilia, de Campania, de otras regiones de Italia y también del extranjero. Nos hemos colocado delante de la ventana desde la cual se asomaría el Papa y comenzamos a orar. El apretado grupo estaba reunido en torno al estandarte sobre el cual destacaba la cándida hostia. Estuvimos orando ininterrumpidamente hasta que, puntual como siempre, se ha asomado Juan Pablo II, acogido por todos nosotros con un estrepitoso aplauso. Marisa ha visto enseguida a la Madre de la Eucaristía cerca del papa, que por dos veces se ha quedado en silencio.
Terminado el Angelus, el Papa se ha retirado y la Virgen ha anunciado: "Hoy he hecho mi ingreso en el Vaticano y este ingreso continuará. He dicho al Santo Padre donde estaba la Eucaristía y él la ha adorado". La revelación que el Papa había adorado la Eucaristía que la Virgen había transportado al lugar taumatúrgico y había depositado en el estandarte de la Madre de la Eucaristía nos ha conmovido, pero sobretodo nos ha hecho sentir en comunión con el Vicario de Cristo y miembros vivos de la Iglesia.
Esta jornada histórica se ha concluido con una velada de oración, en la cual han participado en profundo recogimiento muchas personas. La Virgen, como ha referido Marisa, se ha quedado a orar y a cantar con nosotros durante todo el tiempo y nos ha asegurado que "la historia de la Iglesia hablará de la Madre de la Eucaristía, de la que cierra la historia y cuando los grandes hombres lo comprendan se convertirán. Ellos ya saben, ya conocen, pero están dispuestos a perseguir a estos dos hijitos míos, a difamarlos, a calumniarlos, incluso si viven de modo muy humilde, sencillo y reservado" (Mensaje del 7/12/1997).