17 de mayo de 1998
Durante la noche, la Virgen ha entrado, estando la puerta cerrada, en la capilla. Ha tomado el ostensorio, lo ha colocado en medio del altar y ha entronizado a Jesús Eucaristía. Ha abierto la puertecita del tabernáculo, anteriormente cerrada con llave por Don Claudio, y ha colocado muchas formas consagradas. Por último en la habitación de Marisa, sobre las flores y en el cáliz de la estatua blanca ha depositado otras formas consagradas que han llenado la casa de un perfume particular.
Sobre las 9,30, Don Claudio ha entrado en la capillita, ya llena de fieles, para disponerse como es habitual a dar cuenta y explicar los últimos mensajes de la Virgen, recibidos por Marisa. Apenas había llegado, cuando un timbrazo insólito de interfono ha roto el silencio. Han llamado a Don Claudio que ha subido precipitadamente a la casa. Poco después una señora se ha asomado a la puerta de la capilla para advertir a algunos jóvenes, miembros de la asociación, que alcanzaran a su vez a Don Claudio.
Nos hemos dado cuenta, enseguida, que algo excepcional debía estar pasando y nos hemos quedado para esperar orando en silencio.
Marisa informaba enseguida a Don Claudio que, mientras ella estaba momentáneamente ausente, en su habitación, apoyada por Jesús sobre flores, había una hostia grande de cuyo interior borboteaban gotas de sangre: al darse cuenta del suceso milagroso habían estado dos señoras. Era la séptima vez, desde que empezó el 14 de septiembre de 1995, la serie de los milagros eucarísticos, que Jesús o la Madre de la Eucaristía traían hostias manchadas de sangre
Los jóvenes, después de haber adorado a Jesús presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad en la Eucaristía sangrante, han tomado fotografías y lo han sacado en vídeo para documentar el gran milagro eucarístico.
Don Claudio ha vuelto inmediatamente a la capilla, ha alcanzado el pequeño altar y por el micrófono ha explicado a los presentes cuanto había ocurrido.
Terminado de hablar, Don Claudio y los jóvenes han vuelto a subir de nuevo a la habitación donde estaba la Eucaristía que emanaba sangre y se dieron cuenta que en el intervalo, la sangre había continuado saliendo, transformando la forma originaria de la hostia.
Pasados pocos minutos, Don Claudio ha reentrado en la capilla; a breve distancia seguían Marisa, llevada del brazo por los jóvenes hasta el cochecito, y los otros.
Marisa, palidísima, y sufriendo bastante, ha entrado en la capilla sentada en la silla de ruedas, sosteniendo en un platito bien visible, una hostia grande plegada ligeramente, en forma de concha; en el interior del borde blanco, habían presentes vistosas manchas de sangre.
Unas pocas palabras aún y después Don Claudio ha tomado de las manos de Marisa la Eucaristía y lentamente, parándose, ha pasado entre los fieles para permitir a todos ver de cerca como estaba la hostia: entonces, la parte central, vista de cerca, aparecía inflada, mojada y estriada de sangre, muy semejante a una porción de carne viva; hacia el exterior, la sangre era más densa y formaba una orla irregular y marcada.
Don Claudio ha recibido de la Virgen la orden de conservar celosamente la Eucaristía que ha derramado sangre y que cada domingo deberá ser llevada solemnemente en procesión.
La Madre de la Eucaristía ha contado en presencia de los miembros de diversos grupos de oración de Italia como ha sucedido el milagro de la Eucaristía que ha derramado sangre: "Jesús ha traído la hostia sustraída a un sacerdote que celebraba por hábito y no creía lo que estaba haciendo en aquel momento. La sangre ha comenzado a borbotear y yo he dicho a Jesús: Tomemos esta hostia, llevémosla al pequeño rincón de Paraíso, el lugar taumatúrgico, porque allí será amada, adorada y respetada". Jesús, con todo el amor del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, acompañado por el Espíritu Santo bajo forma de cándida paloma, ha entrado en la habitación de Marisella y ha depositado sobre las sencillas flores a Jesús Eucaristía. La sangre continuaba manando y la hostia se inflaba, si, estaba muy inflada. Yo no quiero que esta hostia sea entregada a los hombres de la Iglesia y a los adultos que no creen. Hay grupos que corren de un santuario a otro , de un sitio a otro y no han comprendido que el lugar taumatúrgico más importante y bendecido de Dios es este pequeño rincón de la Tierra escondido, ultrajado, perseguido por tantos, tantos tantos".