22 de marzo de 1998
Durante la noche entre el 21 y el 22, Nuestra Señora, acompañada de los ángeles, ha traído muchas hostias que ha depositado sobre flores en la habitación de Marisa.
A la mañana siguiente, cuando don Claudio se ha dado cuenta del milagro ocurrido, después de haber adorado a Jesús presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad en la Eucaristía, ha tomado las hostias de sobre las flores y las ha puesto en un píxide; algunas de ellas estaban mojada de suero, el agua de la que habla San Juan. Ha bajado a la capilla para anunciar el nuevo milagro eucarístico a los presentes. Cuando ha vuelto a salir, revestido de los ornamentos sagrados y acompañado por los jóvenes, Don Claudio ha constatado que se había realizado un nuevo milagro eucarístico: una hostia grande, de cuyo interior surgían gotas de sangre que se estaban expandiendo sobre su superficie, había sido colocada en el píxide, sobre las hostias anteriores. Alegría y emoción grandísima han vuelto al corazón de los que se han encontrado frente a la sexta hostia que había derramado sangre. La Eucaristía fue llevada solemnemente en procesión, después con ella fueron bendecidos los presentes y sobre todo los enfermos.
Durante la aparición la Madre de la Eucaristía ha explicado: "La sangre ha salido una vez más de la hostia para salvar las almas y por la conversión de los grandes hombres. Jesús ha amado mucho a los hombres, incluso a los que le han escupido y flagelado. La historia se repite. Hoy se flagelan a otras personas, personas que aman a mi Hijo Jesús.
Para vuestro sacerdote y para vuestra hermana ésta será una semana santa, una semana de continuo sufrimiento. Incluso si obedecieran a la autoridad eclesiástica y dijesen: "Si, hacemos lo que nos decís", querrían pisotearlos igualmente. Los grandes hombres quieren llevar a mis dos hijos a la muerte moral y también a la física. No quieren un diálogo abierto, como entre padre e hijo, no leen ni siquiera las cartas enviadas por el sacerdote y si las leen o las pones de lado o las rompen y luego mandan decretos sin haber examinado o interrogado a nadie, sin venir a ver que mi Hijo sangra. Los decretos no son válidos. Mis queridos hijos, vosotros no podéis comprender hasta el fondo cuán grande es el sufrimiento de mis dos hijos y cuanta maldad hay en contra de ellos. Mirad a Jesús Eucaristía que sangra. Dios ha hecho este milagro porque aún quiere ayudaros y haceros comprender hasta el fondo que, desgraciadamente, la autoridad eclesiástica esta tomando rumbos muy graves. Hoy parece que mis dos hijos hayan perdido la batalla, pero después habrá la victoria, la alegría y la paz. Pero tú, Marisella, tendrás alegría sólo en el Paraíso".