30 de junio de 1996
El mes de Junio acaba con un nuevo milagro Eucarístico. Algunas personas presentes en nuestra capilla de repente vieron que en la pequeña estatua del Niño Jesús hay tres Hostias visibles. Y todavía las mismas personas afirman que, besando al Niño Jesús, no habían visto nada como esto... Pero porqué maravillarse de este nuevo milagro Eucarístico puesto que el día anterior San Pedro había informado de antemano: " Nuestro Señor ha decidido ejecutar otro milagro mañana. Yo no sé lo que pueda ser, dejémosle todo a él, quien decide todo, quien ama a todos, aún a aquéllos que no entienden y de quien quiere la conversión." Cuando don Claudio y Marisa son informados de la aparición de las Hostias sobre el Niño Jesús, bajan a la capilla a adorar la Eucaristía. Se forma una procesión por el jardín; Marisa, a quien el Señor concede, aun cuando momentáneamente, caminar de una manera rápida, trae al Niño Jesús en quien, bien visible a todos, se ponen las Hostias. Se pone la pequeña estatua del Niño Jesús con las Hostias en un altar temporal. La Madre de la Eucaristía quien acompaña a Jesús la Eucaristía dice: "El más grande lugar, el más importante y más fuerte que Dios ha escogido, es esta esquina de Roma, ciudad descristianizada. Agranden este pequeño lugar, donde no hay lugar para recibir a tanta gente. Está en ustedes hacerlo grande, primero que nada con la gracia de Dios y con oración." Luego el gran anuncio profético llega: "Ayuden, nunca no lo he pedido, ayuden para hacer posible el construir una gran iglesia, como Dios quiere, dedicada a la Madre de la Eucaristía. Vamos: como pequeñas gotas forman el mar, así muchas pequeñas ofrendas pueden construir una iglesia; probablemente su hermana no lo verá, pero ustedes si. Oro con ustedes de manera que tengan el valor, la fuerza, la generosidad, la caridad, el amor para llevar a cabo la Voluntad de Dios". No sabemos donde se alzará, con que dinero se construirá y cuando la veremos terminada... Pero no importa saberlo de antemano, lo que importa es tener la certeza de que lo que Dios quiere será realizado y ningún hombre, ninguna dificultad, ningún problema puede impedirlo. Nuestra Señora le dice a Marisa que tome en sus brazos al pequeño Jacopo, hijo de dos jóvenes de nuestra comunidad y agrega: "Si no se vuelven tan pequeños como el Niño Jesús, como este pequeño niño, no entrarán en al Reino de los Cielos. Deben ser pequeños, humildes, sencillos." Jacopo tiene nueve meses y es elegido por Nuestro Señor para distribuir la Sagrada Comunión a los sacerdotes presentes. Ante nuestros ojos una escena maravillosa aparece: el pequeño Jacopo en los brazos de su tía, toma la Hostia entre sus dedos pulgar e índice, la pone en la boca de los sacerdotes presentes, abre sus dedos y retira su pequeña mano: ¡como un perfecto ministro extraordinario de la Eucaristía!
La reunión de oración acaba como Nuestra Señora declara: "Ahora la vidente debe poner sus manos en las personas enfermas y el sacerdote debe bendecirlos. Reciban la bendición y la imposición de manos en la gracia de Dios, luego vayan y asistan a la Santa Misa y reciban la Sagrada Comunión en estado de gracia".