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Oraciones y reflexiones para la novena en honor de San José

Texto elaborado por el Obispo Claudio Gatti

Esta novena ha sido compuesta en un momento de particular sufrimiento en nuestra vida. Habíamos tenido siempre una gran amor y una particular predilección hacia San José; el uno y la otra nos habían sido transmitidos por la Virgen.

La esposa purísima ha expresado su agradecimiento por esta novena en honor de su castísimo esposo y ha manifestado el deseo de que fuese publicada antes que su vida, para hacer conocer y amar a aquel que ha tenido el privilegio y la responsabilidad de ser llamado "padre" del Hijo de Dios.

El mismo San José, ha manifestado su agradecimiento como resultado de su mensaje del 19 de marzo de 1994.

Confiamos que la meditación de esta novena pueda comportar bienes espirituales a nuestros hermanos como ha hecho con nosotros.

Oración

Amado y silencioso San José, queremos volver a recorrer tu existencia terrena poco a poco, ella es una recta luminosa que llega a Dios. Como un recta que forma muchos puntos, así tu vida está llena de muchas etapas intermedias, preciosas e importantes que preceden a la meta final: la felicidad y el gozo del Paraíso.

Te invitamos a estar presente en nuestra vida para tener la garantía de gozar de la compañía de tu esposa y de la gracia de tu hijo putativo que has amado, reconocido y adorado como a tu Dios.

 

PRIMER DIA

El nacimiento de un lirio: San José

San José en su nacimiento fue acogido por la complacencia y la sonrisa de la Santísima Trinidad.

Cada una de las Tres Personas Divinas obraron y dejaron su propia huella en el alma de esta criatura elegida para un destino tan alto, como silencioso y oculto.

Dios Padre lo preparó a la misión de ser esposo de María y a la responsabilidad de ser padre putativo de su Divino Hijo.

Dios Hijo lo amó con un amor único y particular, lo llamó con el dulce nombre de "padre", lo ha respetó y escuchó como hijo dócil y obediente.

Dios Espíritu Santo lo enriqueció con dones, gracias y carismas particulares, para que pudiese desarrollar con humilde abandono, su papel en el plano de la salvación.

El nacimiento de San José es como el primer resplandor que, en el firmamento celeste, preanuncia la aurora de las primeras horas del día: María, y el esplendor del sol a mediodía: Jesús.

El nacimiento de San José anticipa, precede al nacimiento de María y al nacimiento de Jesús, es una luz más tenue respeto a aquella llena de María y a aquella fúlgida de Jesús, pero es una luz que Dios ama, aprecia y reconoce en medio del latir de tantas luces.

 

SEGUNDO DIA

San José: adolescente humilde y dócil

San José vivió su adolescencia en la sencillez, en la docilidad y en el respeto hacia sus padres.

Para ejercitar, de adulto, papeles importantes y responsabilidad delicada, es necesario adquirir en la adolescencia un estilo de vida que debe ser plasmado con autoridad por los educadores, porque pretender que se formen solos significa exponerse a un peligro serio y un seguro fracaso.

El amor respetuoso y confiado de San José hacia sus padres fue un amor en continuo crecimiento porque, por disponibilidad natural, presente en cada niño, fue convirtiéndose progresivamente en una virtud, sostenida por su interés y ayuda de Dios.

José observó con fe y convicción el mandamiento divino: honrar al padre y a la madre. En ellos no vio sólo personas maduras y expertas, sino a Dios mismo que se sirve de sus criaturas y los eleva a la dignidad y responsabilidad de ser sus colaboradores en la acción del crecimiento humano y espiritual del hombre. Si San José ha vivido el papel de esposo y de padre putativo con madurez, responsabilidad y autoridad es porqué ha vencido y dominado el orgullo, ha vivido sereno y confiado de forma oculta.

Ha reservado el primer lugar a Dios, inmediatamente después ha colocado al prójimo, y para sí ha querido siempre el último sitio.

 

TERCER DIA

San José: joven puro

San José es un testimonio luminoso y convincente de una vida hermoseada por una virtud tan amada de Dios: la pureza.

Los puros recuerdan, a un mundo que se sumerge cada vez más en los placeres desordenados de la carne, que la pureza es la condición definitiva y final del hombre: "Seréis como ángeles de Dios en el cielo" (Mt 22,30)

La pureza permite al hombre vivir con Dios una realización íntima y dedicarse de manera generosa al servicio de los hermanos.

La pureza ha sido una virtud que San José ha custodiado celosamente durante los años de juventud y de vida conyugal, yendo incluso contra la mentalidad de su pueblo y de su tiempo que sólo consideraba como transitoria la elección de vivir casto y nunca definitiva.

San José ha defendido su pureza de la concupiscencia de la carne, de las tentaciones del demonio y de los apremios del mundo con la oración, la vigilancia, el ayuno.

San José ha estado dispuesto y feliz de ofrecer a Dios el lirio de su pureza, el mismo lirio que después con María ofrecerá de nuevo a Dios durante los años de la vida conyugal.

El casto esposo de la Virgen puede ayudarnos a comprender la belleza de la pureza, pero sobretodo puede orar, interceder por nosotros en los momentos de las tentaciones y en los momentos en los que nuestra pureza puede ser comprometida.

 

CUARTO DIA

José y María desposados

José y María son propuestos, a los jóvenes que se aman, como la pareja que ha llegado a la altura más sublime del amor intenso en toda su extensión, profundidad y plenitud.

Cuando los dos jóvenes se ven por primera vez sienten nacer en su corazón un amor puro y auténtico. José y María experimentan aquellos sentimientos, emociones y afectos que indican que ha nacido la flor del amor, aquel amor que tiene a Dios como fuente y como meta, son conscientes de haberse encontrado porque Dios ha puesto al uno en el camino del otro.

José descubre, por iluminación interior, que su futura esposa está dotada de dones particulares: los dones naturales, preternaturales y sobrenaturales. María se da cuenta que su futuro esposo es justo, respetuoso de la ley de Dios, amante de la oración, dispuesto al sacrificio.

El amor de estos dos jóvenes crece cada día más. Ellos se comprometen en conocerse, comprenderse y ayudarse. Oran juntos y la oración, además de unirlos a Dios, los une cada vez más entre ellos. Ayunan juntos y esto infunde en ellos nuevas energías espirituales. Meditan juntos la Palabra de Dios y en su alma aumenta la luz que les hace conocer y aceptar los designios que Dios tiene para ellos.

Cuántas veces han leído los pasajes del Antiguo Testamento que hablan del Mesías y en su corazón han experimentado emociones y conmociones particulares.

Los jóvenes José y María son el ejemplo y el testimonio más luminoso y completo para los jóvenes de todos los tiempos que se preparan a pronunciar su "si" definitivo delante de Dios

 

QUINTO DIA

El amor de los Esposos José y María

El amor que une a María y José es el más elevado, completo y auténtico amor conyugal. Se sienten realmente marido y mujer, son esposos por voluntad de Dios, pero también por elección y aceptación personal. María y José han querido, no podía ser de otro modo, estar unidos por el amor que tiene a Dios como fuente y meta, no por el amor que nace del empuje y exigencias físicas o que privilegia solo alguna facultad o cualidad del cuerpo.

El amor que proviene de Dios eleva al hombre a alturas vertiginosas, el amor que nace de otras fuentes no es capaz de elevarse más allá de la modesta dimensión terrena. María y José, cuando se unieron en matrimonio, eran hermosos, jóvenes, llenos de amor recíproco, formaban juntos una pareja hermosísima.

Estos esposos estaban también admirados y enamorados el uno del otro, de la belleza espiritual, tenían privilegiadas las cualidades del alma, las únicas que permiten vivir en compañía de Dios sobre la tierra y en completo servicio a los hermanos.

Han amado y se han amado como amarán todos los hombres en el paraíso después de la resurrección de los cuerpos, como nos ha enseñado Jesús.

José y María, esposos auténticos y maravillosos, nos enseñan que sólo de Dios nace el verdadero amor que une para siempre a un hombre y una mujer.

 

SEXTO DIA

José y la familia

La santa familia de Nazaret se propone como ejemplo a todas las familias cristianas. Jesús, María y José viven cada uno el propio papel con sencillez, autenticidad y amor. Jesús es el hijo dócil y obediente, María es la esposa y madre responsable y generosa, José es el esposo y el padre animado de auténtico espíritu de servicio.

Las horas de la jornada estaban armonizadas por la oración común y la lectura de la Palabra de Dios. Los momentos más deseados y esperados eran aquellos en los que la sagrada familia se reunía en una conversación en la que se veía a Jesús como maestro y María y José como discípulos..

El hijo de Dios, encarnándose, había nacido (Fil 2,6) sin renunciar a sus atributos divinos y en la intimidad de la casa de Nazaret, se manifiesta como "Palabra de Dios" (Jn 1,1)

Los corazones buenos y sinceros de María y José eran la tierra buena donde, cayendo la palabra de Dios, producía el fruto "ciento por uno" (Lc 8,5-15)

José y María escuchando a Jesús, no estaban estupefactos como los doctores del templo, por su inteligencia (Lc 2, 47), sabían escuchar al Hijo de Dios y lo escuchaban con amor y fe.

Por tanto, Jesús, el Hijo de Dios, quiso estar sujeto a un hombre (Lc 2,51) y José no se sustrajo a su tarea delicada y comprometida, sino que la vivió con serenidad, responsabilidad y convicción, porque sabía que ésta era la voluntad de Dios. San José enseña con su vida que, cualquier cosa que desempeñe el hombre no debe permitir que su serenidad, silencio y quietud interior sean turbados por nada.

 

SEPTIMO DIA

El silencio de San José

El Evangelio no nos da ni siquiera un palabra de más sobre San José, aunque él no es un simple figurante, sino un protagonista en el Evangelio de la infancia de Jesús.

Del silencio exterior que caracteriza y distingue a San José, pasa al silencio interior espontáneamente.

¿Qué significa silencio interior? Significa hacer callar todas las otras voces para escuchar sólo la voz de Dios.

Dios habla de muchas maneras, a todos y siempre, pero el hombre voluntariamente no lo escucha porque está más seducidos por mensajes que estimulan los placeres desordenados y por metas no apreciables a la luz de Dios.

Dios habló al corazón de José, libre de inútiles afanes humanos. José vivió en unión con Dios constante y dialogante.

Sólo el silencio interior es capaz de transformarse en un diálogo, rico en amor, con Dios y en una disponibilidad generosa hacia los hermanos. Hablar del silencio interior de San José significa presentar a un hombre rico en vida interior y atento a la realidad exterior.

San José ha sido proclamado patrón de la Iglesia Universal, ya que con amor, con diligencia, incluso a costa de privaciones, incomprensiones y sufrimientos, protegió al pequeño Jesús. Ahora, con su poderosa intercesión, defiende a la Iglesia de los peligros que atentan a su existencia, integridad y unidad, porque la Iglesia es el sacramento de Cristo; en la Iglesia y por la Iglesia, Cristo está presente en el mundo.

San José protege la unidad y la concordia de las comunidades familiares, religiosas y eclesiales, de las divisiones, incomprensiones, personalismos y errores.

 

OCTAVO DIA

El abandono a Dios de San José

Abandonarse a Dios significa decir sí a Dios con el corazón y la voluntad, cuando el hombre está tentado de decir que no. Abandonarse a Dios, al principio, puede provocar un profundo desgarro que progresivamente es reabsorbido a medida que el hombre consigue alzarse a una visión de fe vigorosa y serena. San José tuvo siempre presente este fragmento de Antiguo Testamento:

"Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos,

vuestros caminos no son mis caminos

- oráculo del Señor-.

Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra,

así aventajan mis caminos a los vuestros

y mis pensamientos a los vuestros" (Is 55,8-9).

Uno de los pecados más frecuentes y graves de nuestro tiempo es la pretensión del hombre de imponer a Dios programas, métodos y soluciones que, en su orgullo y en su estupidez, considera mejores.

San José ofrece a la Iglesia su modelo de vida, sometido serenamente y abandonado confiadamente a Dios.

Se abandonó siempre a Dios, incluso cuando estaba desgarrado en el alma y en los afectos, cuando vivió situaciones humanamente incomprensibles y dramáticas: la maternidad misteriosa de María, la huida a Egipto, la pérdida del niño Jesús y los silenciosos años de la vida en Nazaret. Las pruebas a las que fue sometido San José, fueron muy fuertes y sus sufrimientos muy dolorosos, pero su abandono a Dios fue perfecto y convencido.

San José dio su aportación silenciosa, pero válida, a la obra redentora de Jesús, que lo ha llamado con el dulce nombre de abbà: padre.

 

NOVENO DIA

La muerte de San José

San José entra en silencio en la narración evangélica y sale de puntillas. Sabemos sólo que durante los años que vivió con Jesús y María en Nazaret trabajó como "carpintero" (Mt 13,55), pero de su muerte, cuándo y cómo ocurrió no sabemos anda.

José es presentado en el Evangelio como justo (Mt 1,19) y el significado que hay que dar a esta palabra no es solo "perfecto delante de la ley" sino sobretodo "el que ha conseguido una perfección moral". La expresión "justo" encuentra su colocación en las bienaventuranzas: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados" (Mt 5,6), y aquí la justicia indica los bienes espirituales que Dios da al hombre con la salvación. El esposo de María "en su hambre y sed de justicia" estuvo abundantemente saciado porque extrajo, a manos llenas, de la fuente de la gracia: Dios Omnipotente.

Cuando estaba en casa o trabajaba o estaba en compañía de su hijo putativo, a José le bastaba alzar la mirada para ver a Dios Hijo y adorarlo unido a Dios Padre y a Dios Espíritu Santo.

Con la Santísima Trinidad hubo una unión ininterrumpida, una estrecha relación y un coloquio personal. Ríos de luz y de gracia inundaron y enriquecieron el alma de San José.

Aquel que es "justo" durante la vida se presentará a Dios rico en "justicia" en el momento de la muerte y Dios lo acogerá en sus brazos con infinito amor. San José, durante el paso de la vida a la muerte fue asistido por Jesús, que oraba con el padre putativo y le sugería las palabras que José repetía cada vez más débil físicamente, pero con mayor fe, esperanza y amor.

María estaba unida en este coro de oraciones y ante su mente discurrían los años pasados junto a su casto esposo en la oración, en el ocultamiento, en el sacrificio, en la meditación de la Palabra de Dios y en el amor a Dios y al prójimo.

San José estaba sereno, confiado porque sus manos estrechaban las manos del Hijo de Dios, su hijo putativo y las de la Madre de Dios, su purísima esposa.

El humilde San José se durmió en el beso de Dios Hijo y se despertó en el abrazo de la Santísima Trinidad.