Oración pronunciada por S.E. Mons. Claudio Gatti el 13 abril 2008
En los últimos meses el sufrimiento de nuestra hermana Marisa ha aumentado cada vez más, llegando a una intensidad tan elevada que ha empujado al Obispo a pedir a la comunidad una "campaña espiritual" de florilegios, ayunos y oraciones para implorar la misericordia de Dios y acelerar los tiempos de Su intervención.
Querida Madre del Cielo, el título con el que te invocamos, Madre de la Eucaristía, es dulce, suave y nos conforta en los momentos de la prueba, del sufrimiento y del dolor.
Yo, Obispo ordenado por Dios, llamado por Dios a llevar a cabo en la Iglesia, junto a Marisa, misiones que a juicio humano son difíciles, sino imposibles, en este momento en el que las fluctuaciones de la tempestad parecen sumergirnos, que el sol se esconde detrás de las nubes, que la luna no ilumina nuestro camino fatigoso y probado, interpretando también los sentimientos de mis hermanos y de mis hermanas, me dirijo a ti, que eres poderosa por gracia delante de Dios.
Tu eres la Madre de Dios, la Madre de la Eucaristía, la Madre de la Iglesia, es a ti que con confianza me dirijo. Hemos aprendido a dirigirnos a Dios llamándolo Papá de manera familiar, pero siempre unido al respeto, pero es hacia la madre que los hijos tienen más confianza, más facilidad de diálogo y más sintonía. Sé que en este momento, como en todos los otros en los que nos dirigimos a ti, estás escuchando con amor y paciencia.
Tu sabes lo que ha madurado en mi corazón desde ayer tarde hasta esta mañana: hacer una campaña de oración, de florilegios, de sacrificioes y, para el que pueda, de ayunos, para implorar de Dios, junto a ti, a todo el Paraíso y a nuestros hermanos que están en el Pugatorio, que anticipe lo que está en sus designios. Sólo tu puedes conseguirlo, sólo tu puedes realizar este deseo nuestro. En el pasado has dado prueba de este poder tuyo, cuando has acelerado la venida del Espíritu Santo sobre ti y sus apóstoles en el Cenáculo y cuando en las bodas de Caná has hecho anticipar a Jesús el momento de obrar milagros. Tu sabes mejor que nosotros como llevar a cabo el cometido de Madre y de Mediadora. Tu ves como la Vidente y yo estamos cansados y probados, parece que el agotamiento nos está minando la existencia y, como ya te dije el domingo, nos cuesta también sonreir y hablar. Nos consuela saber que, si estamos llegando a este desgaste, es para colaborar y realizar el triunfo de la Eucaristía, tu triunfo y el triunfo de la Iglesia; ahora este último trozo de camino es muy duro y difícil. A menudo perdemos el ánimo, no porque no queramos avanzar, no porque estemos inciertos de la meta, sino simplemente porque mirando la meta, con nuestras fuerzas, ya acabadas, nos parece demasiado lejana y distante.
Nos hemos inclinado siempre, aunque a veces con un tumulto interior y a veces con lamentos exteriores, a la voluntad de Dios que nos ha llevado de una situación a la otra. Nosotros en todos estos cambios lo hemos seguido. Pero ahora, oh Madre, te decimos con ternura filial: convence a Dios para que intervenga, porque estamos en el año de la esperanza. Un tercio de este año ya ha transcurrido, faltan nueve meses para que termine. Al declarar el año de la esperanza he alimentado en mi la confianza de que señalaría el inicio de las intervenciones de Dios. Reconozco que en 1999, año en el que se tenía que realizar nuestro triunfo, no estábamos preparados. En medio de nosotros habían manzanas podridas, pero ahora han sido quitadas. De hecho a través de tus caricias maternas y de los ánimos que nos has dado frecuentemente, creo que esta comunidad ha aprendido a amar a Dios, a la Eucaristía y a todos los hombres. También entre nosotros, a veces, hay todavía alguna chispa y saltan pequeñas discusiones provocadas por los celos y la envidia, pero son calmadas enseguida por el amor.
Oh Madre, sé tu nuestra conductora. Como cuando nos pediste que realizáramos aquellas misiones con los sacerdotes de Roma y yo te dije: "Sé tu nuestra reina, ve delante y nosotros iremos detrás", también hoy te repito: "Tu eres nuestra Madre, ve delante y nosotros vendremos detrás". Ya sé que tu, puesto que eres nuestra Madre, quisieras ver terminado nuestro Getsemaní. Yo amo Getsemaní, pero desde hace ya mucho tiempo nos hemos encerrado en él. Conocemos cada rincón de este huerto, cada planta, hemos contado cada hoja de los olivos, para resaltar cuanto tiempo hace que estamos dentro. Ahora tómanos de la mano y llévanos al Tabor, transfigura nuestro aspecto tan probado, afligido, triste en un porte sereno, alegre, eufórico, porque tu eres también la Madre de la alegría y quieres darla a tus hijos.
Nosotros nos comprometemos desde hoy a hacer una campaña de oración y de buenas acciones durante un mes, que terminará el 13 de mayo, fiestra de Nuestra Señora de Fátima, a la que estamos muy ligados por los motivos que me ha dicho Dios Papá
He iniciado esta oración tomando prestado un término militar "campaña" y la termino tomando también prestado otro término militar "acorralamiento". Sí, nosotros queremos acorralar a Dios junto a ti y a todo el Paraíso, con nuesro amor, con nuestra fe, con nuestra esperanza, con nuestras oraciones y nuestras buenas acciones. No nos levantaremos de esta posición de oración y de sufrimiento, hasta que Dios, sonriendo, te diga a ti y tu nos lo comuniques a nosotros, que finalmente el largo período de prueba ha terminado o por lo menos está a punto de terminar. Marisa y yo te ofrecemos como don estos 37 años. Tu sabes mejor que nosotros lo duros que han sido, qué sufridos y llenos de espinas. Te los ofrecemos, tú envuélvelos en tu amor materno y preséntalos a Dios, junto a mi amado José, a la querida abuela Yolanda, a los últimos papas y a todos los ángeles y santos, para que verdaderamente pueda empezar cuanto antes lo que Dios nos ha prometido y que nosotros creemos ciegamente y confiadamente esperamos.
Madre, gracias porque me has escuchado. Dios Papá, ciertamente ha seguido palabra por palabra esta oración mía, y también a Ti te dirigimos nuestro afectuoso saludo, nuestro amor agradecido y la petición de perdón porque no siempre hemos estado a la altura de la misión que nos has confiado. Tu sabes, Dios, que te amamos y por Ti estamos dispuestos también a dar la vida.
A Ti, Dios Papá, a Ti, Dios Hermano, a Ti, Dios Amigo, a Ti, Dios Uno y Trino, gloria y honor por todos los siglos de los siglos. Amén.
Roma, 13 abril 2008
+ Claudio Gatti
Obispo ordenado por Dios
Obispo de la Eucaristía