Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Oración pronunciada por S.E. Mons. Claudio Gatti el 14 junio 2009


Ésta es la oración que S.E. Mons. Claudio Gatti, Obispo ordenado por Dios, ha pronunciado espontáneamente delante de la Eucaristía que ha sangrado en ocasión de la Fiesta del Corpus Domini.

Oh Jesús, tu nombre es una sinfonía de sonidos que se reclinan y se colocan en el pentagrama musical y expresan estas notas: tristeza y esperanza. Aún no digo alegría porque, incluso con las mejores intenciones, todavía no soy capaz de ver una nota en la que pueda explotar el Aleluya o el Gloria a Dios. Más bien son notas que no hacen otra cosa que gritar con tonalidades diversas: “¡Maranatá, ven Señor!”.

Querido Jesús, parece casi un contrasentido invitar al Fundador y Cabeza a volver a entrar a su Iglesia; por desgracia, los hombres de la Iglesia te han bloqueado el camino, han sustituido tu trono por el de ellos. Para avanzar en el mundo caminan sobre alfombras reales, sobre las que tú debes pasar, porque eres Dios. Las flores que adornan el altar, como signo de homenaje a tu presencia, han sido colocadas para la vanagloria de estos ministros, cuyo único interés es superar a los demás por el número de participantes en su ministerio y en su celebración eucarística.

Oh Jesús, tu nombre es dulce y poderoso; tu nombre para nosotros es querido y cuántas veces, en las largas noches y en los días interminables, Marisa y yo no hemos hecho otra cosa que invocarlo. En mi corazón resuena aquel canto sacado de las inspiradas palabras de Pablo: “Si Cristo está con nosotros, ¿quién contra nosotros?”. Jesús con la confianza que me has dado siempre, respondo a Pablo que tenemos a todos en contra: el que está vestido de blanco y se sienta, tú sabes de qué modo, en el trono de Pedro, ayudado de sus aliados poderosos y ricos; contra nosotros hay parientes, amigos y personas que durante un tiempo han formado parte de esta comunidad y han recibido gracias de Ti, más grandes que las que nosotros hemos recibido; congregaciones enteras de monjas nos combaten. Ayer, Jesús, refiriéndote a una en particular, la llamaste cueva de víboras. Eh ahí cuál es la imagen: la cueva de lobos en el Vaticano, en el Vicariato y en los otros centros episcopales. Las casas religiosas son guaridas de víboras que se muerden unas a otras. Y esto dura desde hace mucho tiempo. Se sienten vencedoras y vencedores, nos condenan con satisfacción, nos señalan a nosotros que queremos serte fieles, como el peligro número uno de la Iglesia, mientras que Marisa, la comunidad y yo, de manera proporcionada y diversa, lo hemos dado todo por la Iglesia, tú lo sabes. Y lo que te dimos ayer, Jesús, sabes cuánto nos ha costado; lo hemos hecho, lo hemos prometido, porque amamos la Iglesia.

Ahora te pido una cosa: haz de modo que todos aquellos enemigos que te he enumerado, puedan ser, en el menor tiempo posible, barridos de los lugares que ocupan. “Se derrumbarán y caerán”, como dijo la Madre de la Eucaristía tres veces, “como bolos”. Este aplazamiento constante nos trastorna, nos hace sentir mal, muy mal: nos destruye y siempre hablo de una manera particular del Obispo y de la Vidente. Digo esto con vergüenza, nos cuesta caminar, sentarnos, hablar, comer e ir a la cama: cada gesto o acción humana nos cuesta un esfuerzo enorme.

Hoy es el 14 de junio del 2009, no soy nadie para hacer tus cuentas, pero me gustaría mucho y tú sabes en lo que estoy pensando. Así pues, desde el momento en que yo renuncio a hacer cuentas, ¡hazlas tú! Tú no tienes necesidad de calculadoras y serán más rápidas, más seguras y más justas.

El “Sí” pronunciado ayer, nos costó mucho. Este “Sí”, nos ha destruido, pero hemos vencido porque, después de una lucha tremenda, nunca sostenida hasta ahora, lo hemos conseguido decir, y lo repetimos hoy, dirigiéndonos a Dios Papá: “Fiat Voluntas Tua”. Incluso sin comprender, sin compartir o darnos cuenta, hemos dicho “Sí”. Una vez, tú mismo dijiste que este “Sí” es más grande que el sol, y yo me permito añadir que, hoy, se ha convertido en grande como todo el universo. Tú lo sabes: es un “Sí” que toca el Cielo, es un "Sí" que pasa por la Tierra y llega al Purgatorio. Y tú has dicho que es más grande que otro “Sí”; ya sabes a qué me refiero, peo no añado nada más porque sino alguien podría escandalizarse.

Jesús, por ahora, del pentagrama salen notas que inducen al llanto, a la tristeza y a la melancolía, pero tú eres el mejor compositor, además de Bach, Beethoven, Mozart, Verdi, Puccini o Bellini. Todos los compositores del pasado, del presente y del futuro, no son nada respecto a ti. Entonces prepara tú aquel canto que acogerá a Marisa en el Paraíso, mejor dicho, ya sé que ya está preparado. Nos gustaría conocerlo también nosotros, pequeños hombres de la Tierra, para que nuestra unión entre Cielo y Tierra sea sólida, solemne y cantada.

Ves Jesús, mis hermanos dicen que hablo demasiado, pero lo dicen benignamente, porque les gusta escucharme. Hablo mucho porque es un desahogo, una necesidad que siento urgente dentro de mí, para manifestar lo que tengo en el corazón. Moriría, me destruiría, me asfixiaría si tú, querido Jesús no me escuchases pacientemente, como también lo hizo anoche la Madre de la Eucaristía con igual paciencia y cierta ironía, para superar quizás el momento más dramático de nuestra existencia.

Marisa y yo te hemos renovado nuestro “Sí” con la esperanza de que, pronto, podamos sentir sobre nuestras cabezas, como los pastores en Belén, el canto del Gloria: y que este canto puede difundirse de iglesia en iglesia, de casa en casa, de ciudad en ciudad, para que los hombres comprendan finalmente que aquí está Dios.

Dios Papá, no te he querido olvidar, siempre he hablado contigo estos días. Desde el otro día, he empezado a hablar a Jesús y, un poco en serio y un poco bromeando, hemos formado una nueva familia: la de Roma. ¿Te acuerdas? Dado que Dios Padre y Dios Espíritu Santo no tienen la humanidad, entonces a la Sagrada Familia, es decir a Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, a María, la Madre de la Eucaristía y a San José, el Custodio de la Eucaristía, he añadido a la abuela Yolanda, la adoradora perfecta de la Eucaristía, después Marisa, la Víctima de la Eucaristía y finalmente al Obispo de la Eucaristía. Durante veinte siglos habéis estado solo vosotros tres, después nosotros hemos llamado y vosotros nos habéis abierto, nos habéis acomodado.

Ahora juntos, elevemos los ojos al Cielo y, lentamente recitemos el Padre Nuestro.

(se recita el Padre Nuestro)

Y ahora Jesús bendice esta nueva familia que, para distinguirla de la de Nazaret, la hemos llamado la familia de Roma. Bendice a todas las personas que, espiritualmente quieren formar parte de ella. No queremos dejar fuera a nadie, podemos ser una hermosa y alegre familia mundial.