Oración pronunciada por S.E. Mons. Claudio Gatti el 14 septiembre 2008
Ésta es la oración que S.E. Mons. Claudio Gatti, Obispo ordenado por Dios, ha pronunciado espontáneamente delante de la Eucaristía que ha sangrado en ocasión de la fiesta de la Exaltación de la Cruz
Oh Señor, en medio del lloriqueo de todos estos niños, no es fácil concentrarse y dirigir nuestro pensamiento a Ti. Pero sabemos que Tú has dicho: “Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de Dios” (Mt 10, 14). Dios mío, por desgracia a causa del cansancio, de la postración y del agotamiento, es difícil expresar todo lo que te querríamos decir.
En primer lugar nos inclinamos ante Ti, realmente presente en la S. Eucaristía. Junto a Ti, Dios Hermano, nosotros adoramos a Dios Papá y a Dios Amigo: la Trinidad está delante de nosotros.
Delante de Ti, Dios Uno y Trino, nuestro amor se refuerza cada vez más, porque estamos delante de la fuente del Amor. El mundo, Dios Mío, tiene necesidad de Tu Amor. Dios Papá, Tú has mandado a Tu Hijo para dar nueva fertilidad y vitalidad al planeta Tierra. La sangre divina de Jesús ha sido derramada sobre cada rincón de la Tierra para hacerla fructificar pero, como Tú mismo has contado en la parábola de la semilla, las zarzas, las espinas, las piedras han impedido que estos terrenos den los frutos requeridos. Tú has hecho de todo para que el mundo y la Iglesia resurgieran, pero nosotros los hombres hemos hecho poco.
En particular hablo de todos los que habrían tenido que amarte y hacerte amar, conocerte y hacerte conocer y que en cambio a menudo han tratado de centrar la atención exclusivamente sobre ellos. Los hombres de la Iglesia han tratado de interponerse entre Ti, Dios mío, y los hermanos para captar los homenajes y honores. Por desgracia eclesiásticos que ocupan cargos importantes en la jerarquía eclesiástica, incluso en Tu presencia, han dirigido sobre sí mismos los aplausos y aclamaciones, que sin embargo tenían que ser dirigidos a Ti, Dios mío. ¿Cómo es posible todo esto? Quien debería predicarte, en lugar de ponerse a un lado de rodillas, destaca y se impone a los hermanos casi pretendiendo quitarte Tu lugar.
De aquí vienen los males que durante siglos han afligido a Tu Iglesia, pero ahora, oh Señor, con Tu triunfo, con el triunfo de la Eucaristía y de la Madre de la Eucaristía, el mundo está preparado para acogerte y esperar sólo Tu señal para gritar al unísono: “Alabanza, gloria y honor a Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo”.
Dios mío, hoy hemos querido, si es posible decirlo, anticipar este triunfo Tuyo en el mundo y en la Iglesia. Tú has derrotado el mal clavado en aquella cruz que nosotros amamos y a la cual nos dirigimos sedientos de luz, deseosos de consuelo y ávidos de gracia. Sí, Jesús Eucaristía, Tu destacas en la Cruz. La cruz es salvación y esperanza, la cruz es amor. Sin la cruz no hay Tu presencia Eucarística, porque el sacrificio Eucarístico es la actualización de Tu sacrificio en cada rincón de la Tierra.
En este momento, Dios mío, cada uno de mis hermanos, de mis hermanas, de mis hijos, de mis hijos aquí presentes, siento que su corazón te grita: “Jesús te amo, Jesús quiero seguirte, quiero hacer Tu voluntad”. Escucha sus voces, acompañadas también por gestos de amor y de situaciones de sufrimiento. Dios mío, para llegar a Ti, el hombre tiene que purificarse y la purificación tiene lugar a través de la inmolación, la renuncia al pecado y la aceptación de Tu ley.
Qué dulce es, Dios mío, estar en Tu presencia, qué dulce es poderte hablar, qué dulce es sentir lo que Tú dices: a veces a través de Tu Madre y a veces a través de las inspiraciones que pones en el corazón de cada uno de nosotros. Dios mío, me gustaría gritar a todo el mundo que cada uno de nosotros te ama y espera Tu abrazo.
Hoy sabemos que Tú admitirás ante tu presencia a dos papas y un laico. Nos lo anunciaste hace unos días y también queremos disfrutar de la alegría que estas tres almas tendrán al ser finalmente admitidas ante Tu presencia, al Paraíso de la Visión Beatífica. Nosotros deseamos que todas las almas presentes en el Paraíso de la Espera pasen al de la Visión Beatífica y por esto, Dios mío, rezaremos como Tú nos has pedido, para que estos hermanos nuestros puedan estar inundados de la alegría infinita que se desparrama en Tu presencia.
Ahora, por último, Te renuevo el homenaje de las naciones de todo el mundo. El gesto simbólico con el cual las banderas se han inclinado y han formado una alfombra sobre la que Tú has pasado, significa exactamente esto: el homenaje de todos los pueblos a Ti Dios Uno y Trino, a Ti Dios Padre, a Ti Dios Hijo y a Ti Dios Espíritu Santo. Todos los pueblos Te alaban, junto a los ángeles y los santos y, nosotros, pequeños, sencillos y humildes criaturas, nos unimos al coro para cantar: “¡Santo, Santo, Santo es el Señor! ¡A nosotros Tu amor por siempre, a Ti nuestra fidelidad por siempre!”
Por Cristo nuestro Señor.