Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Oración pronunciada por S.E. Mons. Claudio Gatti el 23 octubre 2005


Fiesta de la Madre de la Eucaristía

Oh Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios Uno y Trino, nosotros en este momento nos inclinamos en adoración silenciosa y reverente delante de Ti para afirmar nuestra fe en los dos grandes misterios que caracterizan el cristianismo: la Unidad y la Trinidad de Dios y la Tuya, Señor Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre presente realmente en la Eucaristía. Oh Señor, aquí delante de nosotros, realmente y simbólicamente, están presentes todas las realidades que han llenado, desde hace treinta y cuatro años, nuestra vida, la de Marisa y la mía. Estás tú Señor, Tú, Padre, Tú, Hijo y tú, Espíritu Santo; están la Eucaristía, la Madre de la Eucaristía, realmente presente en cuerpo y alma al lado de su Hijo, representada por nosotros, que no podemos verla porque los designios de Dios aún tienen que realizarse, por la maravillosa estatua y por la reliquia que he apoyado a Tus pies. Está San José, el hombre silencioso pero para nosotros tan elocuente porque nos ha traído tantas veces las cartas de Dios, aquél que ha vivido junto a su esposa los tormentos del Calvario y estaba allí presente. Están los milagros eucarísticos, representados por el cuadro que se ha pintado, y éstas son tus palabras oh Señor, el más grande milagro de toda la historia de la Iglesia. A los pies del altar hay la representación de lo que hoy es la realidad: la blancura, el amor, la belleza de la Eucaristía, de la que brotan ríos y torrentes de agua viva que transforman el desierto en jardines maravillosos, ricos de coloridas flores que han llegado a los confines de la tierra por primera vez por la acción de María; eh ahí que estas flores indican que la acción de la Madre, de manera real y misteriosa, ha precedido y preparado la del Hijo. Y, por último, el bajorrelieve que representa la Última Cena, con Aquella que después de Ti, Jesús, ha sido la protagonista más grande y más importante. Era justo que en el momento de la institución de la Eucaristía La que Tú has llamado Madre de la Eucaristía estuviese presente para acogerte como Te ha acogido en el momento del Sí cuando te has encarnado en su seno y cuando la noche de Navidad has salido dejándolo virgen e ileso. Eh ahí Señor, todos estos pensamientos han afluido en mi mente y yo los propongo a mis hermanos; hay una riqueza inmensa en todos estos pensamientos y reflexiones porque es Tu riqueza la que enriquece nuestra pobreza, es Tu poder el que sostiene nuestra debilidad, es Tu amor el que cancela nuestro egoísmo. Señor, si Tú no hubieses estado como presencia eucarística, yo me pregunto a mismo y a mis hermanos, ¿qué seríamos ahora sin Ti? Es una pregunta a la cual la respuesta tiene que seguir en el silencio de cada uno de nosotros; qué sería mi vida sin Jesús Eucaristía y qué es hoy la vida con él. Señor Tú eres nuestro Dios y nosotros, Tus hijos y Tus criaturas, levantamos los ojos hacia Ti, abrimos el corazón a nuestras confidencias, Te decimos todos nuestros problemas y Tú, oh Jesús, que estás presente, apoya Tu mano en nuestro corazón, danos a nosotros, a nuestro intelecto, la luz de entender más y mejor Tus designios y sobre todo aceptarlos incluso cuando son para nosotros duros. Haz, oh Señor, que realmente con el corazón podamos repetir “Dios mío que se haga tu voluntad” porque a veces la resistencia humana nos hace sentir que amenaza con paralizarnos e impedirnos decir estas palabras. Sólo abandonándonos a Ti, y como dice Dante, en Tu voluntad está nuestra paz y nuestra realización. Nos inclinamos a Ti reconociéndote nuestro Dios y Señor. Jesús Eucaristía, toma estas palabras mías por lo que son, Te suplico Señor haz renacer cuanto antes a la Iglesia que Tú has fundado, que Tú has instituido. Los hombres, por desgracia, se creen los dueños pero la Iglesia es Tuya y sólo tuya y nosotros sacerdotes y obispos podemos sencillamente servirla y no adueñarnos. Señor, haz renacer a Tu Iglesia, haz que vuelva al espíritu primitivo, haz que los cristianos de hoy tengan las virtudes de los cristianos de entonces que acogían Tu palabra a través de la instrucción y las enseñanzas de los apóstoles que amaban, partían el pan eucarístico y se nutrían de él, que manifestaban amor recíproco y que estaban unidos en la oración constante y perpetua. En la Iglesia hay demasiado individualismo, demasiada soberbia y demasiada suciedad, manda Tu Espíritu a lavar todas estas manchas y a restituir al rostro de la Iglesia, aquel candor, aquel brillo que ha perdido por culpa de los hombres que la han traicionado e instrumentalizado. Jesús qué más decirte si no que nos bendigas a cada uno de nosotros; bendice nuestra comunidad, refuerza los propósitos de bien que hay en nosotros, sostén nuestra voluntad que a veces vacila bajo el peso de la cruz; danos tu paz, haznos sentir Tu amor y pon dentro de cada uno de nosotros el ardiente propósito de ser testigo de Tu Palabra y de Tu presencia para Tu Gloria, para el renacimiento de la Iglesia, por la salvación de las almas y para nuestra santificación. Amén.