Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Oración pronunciada por S.E. Mons. Claudio Gatti el 26 noviembre 2006


Ésta es la oración que S.E. Mons. Claudio Gatti, Obispo ordenado por Dios, ha pronunciado espontáneamente delante de la Eucaristía que ha sangrado en ocasión de la fiesta de Cristo Rey.


Oh Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre, Hijo de Dios y de María, Madre de la Eucaristía, Salvador y Redentor, hermano Nuestro, nos inclinamos ante Ti, Jesús, reconociendo que eres nuestro Dios. Te adoramos, querido Jesús, realmente presente en la Eucaristía y, en este momento, dirigimos gestos y suspiros de amor, desde nuestro corazón, como dardos ardientes, a todos los sagrarios de la Tierra, donde Tú estás realmente presente.

Jesús, durante la procesión, mientras Te acompañaba y veía a mis hermanos y mis hermanas inclinarse delante de Ti, y las banderas ondear al viento en Tu honor, he sentido tristeza. Tú eres el Rey del Universo y me hubiera gustado que, a Tu paso, hubiese estado presente una gran multitud de personas pero, por ahora, tienes que contentarte con este pequeño grupo. Sin embargo, con los ojos del alma, he visto Tu triunfo, en la plaza más famosa del mundo: Te he visto pasar bajo centenares de banderas, sobre una alfombra inmensa y variopinta de pétalos de flores, aclamado por millares de personas presentes y he visto también millones de personas que te veían a través de los medios de comunicación. Entonces mi corazón se ha alegrado, no por mí, sino por Ti: es justo que, en Tu nombre y en Tu presencia, todos los hombres inclinen la cabeza, doblen las rodillas y te reconozcan como Mesías y Salvador.

Gracias Jesús, porque Te has encarnado por amor nuestro y has escogido un tipo de vida tan incomprensible desde el punto de vista humano: los largos años de Tu silencio y los pocos años de Tu vida pública, inmersa en el apostolado. Nos has enseñado que Tú, oh Dios, eres el protagonista absoluto de la Historia: solo gracias a Tu presencia y a Tu poder das inicio y conclusión a las situaciones que están conformes a Tu voluntad. Tu acción pasa a través de muchos errores, muchos límites, muchas imperfecciones humanas y somos conscientes de todo esto.

Tú, Señor, has sabido cómo mantener firme a tu Iglesia, incluso si los hombres la hieren. De hecho, hoy está todavía presente y viva en el mundo, porque Tú la sostienes. Tus palabras: “Y sabed que yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo” (Mt 28,20) son una realidad que realizas día tras día. Si hubiera dependido de nosotros los hombres, la Iglesia ya no existiría, sin embargo, a pesar de todo, vivirá hasta el último día, porque Tú, Jesús Eucaristía, la alimentas, la fortaleces, la animas con Tu presencia eucarística.

Gracias, porque nos has permitido gustar y conocer la belleza, la grandeza, la necesidad y la importancia de la Eucaristía. Tú nos has acercado cada vez más a vivir el misterio eucarístico. Antes no podíamos comprenderlo, pero ahora gustamos, comprendemos y participamos de manera más profunda y consciente en la Santa Misa.

Gracias Jesús por todos los dones y por todos los milagros eucarísticos que has realizado en este lugar. Hoy conmemoramos el del 26 de noviembre de 1995, ocurrido según Tu estilo. Los hombres entonces habían acudido aquí solo por curiosidad y porque pensaban que verían algo sensacional, sin embargo se encontraron ante Tu presencia y reaccionaron mal. Se comportaron mejor los sencillos pastores de Belén, cuando te vieron recién nacido, pequeño en una humilde gruta y se alegraron porque habías nacido. Te reconocieron como Mesías y Salvador sin la ostentación de Tu divinidad, sino en Tu debilidad de niño necesitado de asistencia y cuidado. Tengo que admitir, con renovado dolor y sufrimiento, que también los jefes de la Iglesia no han querido reconocer Tu presencia. Pero Tú eres Dios Omnipotente y, a pesar de todo, aquél día hiciste salir, de Tu corazón traspasado, torrentes de gracias que han alimentado, ayudado y sostenido a la Iglesia. Tú la gobiernas y sostienes con mano fuerte, con corazón indómito, con voluntad inquebrantable, a pesar de que muchos de sus pastores se han alejado de Ti.

Gracias, Señor porque, a pesar de todo, continuas estando presente y teniendo paciencia. Es verdad, a veces somos impacientes, a veces resoplamos y mostramos nuestro cansancio, porque lo que has prometido parece, no solo, que no se acerca, sino que además se aleja. Tú lees en nuestros corazones y sabes que, a pesar todo, creemos en Ti y te amamos: resoplamos y te amamos, resoplamos y reconocemos que eres nuestro Dios. Eh ahí porque, Señor, Tú no nos culpas de ciertos comportamientos sino que, pacientemente, los aceptas y haces que podamos seguir adelante y repito, a veces, resoplando.

Gracias, Jesús, porque nos has llamado, nos has estrechado en tu corazón y porque has hecho que nosotros, cotidianamente, podamos beber de tu corazón traspasado de donde mana siempre, para quien lo quiera, agua y sangre, gracia y bendición.

Gracias, Jesús, porque estás aquí, delante de nosotros, y nos abres los tesoros de tu misericordia.