Carta enviada por los jóvenes del Movimento Impegno e Testimonianza "Madre dell'Eucaristia" al Cardenal Sodano el 10 de mayo de 1999
Señor Cardenal,
Somos parejas de jóvenes formadas en el interior del Movimento Impegno e Testimonianza --Madre de la Eucaristía, que tienen el deseo de casarse para formar una familia. Cada uno de nosotros puede afirmar que, tanto en la unión en la pareja como en el grupo, ha aumentado proporcionalmente con la unión y el amor hacia Jesús Eucaristía y a la Madre de la Eucaristía. Nos lo ha hecho conocer don Claudio Gatti, nuestro director espiritual, gracias al cual hemos comprendido la importancia de vivir un encuentro cotidiano con el Señor en la Eucaristía. En estos años, nuestro patrimonio espiritual ha crecido también con la participación en los encuentros bíblicos, en los retiros y en la dirección espiritual.
Nuestro sacerdote nos ha comunicado las grandes enseñanzas de Jesús y de la Madre de la Eucaristía para formarnos, primero como personas y luego como pareja y en el futuro como familia.
Pero actualmente nuestro deseo de casarnos choca con la imposibilidad por parte de nuestro sacerdote de celebrar la Santa Misa, por cuanto ha sido suspendido a divinis. La suspensión le ha sido infligida, porque él no ha aceptado la orden de la autoridad eclesiástica de deshacerse y de renegar de la Eucaristía que ha sangrado y ha rehusado reconocer que se haya engañado a sí mismo y a la comunidad haciendo adorar "un trozo de pan". Cualquier otra persona que hubiese actuado con engaño y con mala fe, habría elegido el camino más simple e indoloro: aceptar el compromiso y pactar la restitución de la Santa Misa, Pero don Claudio ha elegido el camino humanamente más difícil: la de defender a Jesús Eucaristía, dando testimonio valientemente de la verdad, de la autenticidad y de lo sobrenatural de los milagros eucarísticos.
Así que tampoco nosotros podemos renegar de nuestro sacerdote; en particular una pareja de nuestros amigos han preferido posponer el propio matrimonio antes que hacerlo celebrar por otro sacerdote que no los ha amado y seguido como don Claudio. Como un hijo que ama a su padre no aceptaría nunca casarse sin la presencia de aquel que lo ha engendrado a la vida, así tampoco ninguno de nosotros aceptará casarse sin la presencia, en la iglesia delante del altar, de aquel que los ha engendrado a la nueva vida en Cristo.
Hemos escrito estas breves pero sinceras palabras para hacerle comprender cuanto amamos a nuestro sacerdote y cuanto deseamos que sea él el que celebre nuestros matrimonios.
Le suplicamos, como hijos que se dirigen al propio padre, que vuelva a examinar la posición de don Claudio, a fin de que sea revocada la suspensión a divinis y le sea restituida la facultad de celebrar la Santa Misa. Asegure por nosotros al Santo Padre que lo recordamos cada día en nuestras oraciones; esto ha pedido el secretario Mons. Stanislao a través de un amigo polaco común.
El papa que conoce a Marisa y a don Claudio puede extender su mano, como ha hecho Cristo con Pedro, para impedirles que se "ahoguen".
Le saludamos afectuosamente.
Roma, 10 de mayo de 1999