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Colección de las cartas de Dios

Esta es la verdad sobre el último golpe de satanás

Roma, 17 de noviembre de 2002 - h. 10:30 a.m.

Carta de Dios

Marisa - ¿Has venido tu, Jesús? ¿Has venido para consolarnos?

Jesús - Sí, hijitos míos. Ha llegado el último golpe de satanás, es fuerte, es duro para vosotros, pero es peor para los que lo han inferido, porque perderán su alma. Ha llegado una carta muy perversa, de pocas líneas. Han engañado al Santo Padre, aunque él no lo sabe, porque le hacen firmar las cartas sin que él sepa el contenido. El Papa ha firmado, no la carta que os ha llegado a vosotros, sino el documento que permanece en el Vaticano y en el Vicariato. Os había advertido que tenía que llegar el último golpe de satanás y ha llegado. A vuestro obispo se le ha quitado todo, porque ha sido reducido al estado laical.

Ya que habéis escrito y prometido que no lo abandonaríais nunca, ahora os toca decidir si continuáis a su lado o lo dejáis; pero quien lo deja sabe bien que deja un tesoro.

¿Qué os ha enseñado vuestro obispo? Os ha enseñado el santo Evangelio y como ya he dicho Yo y Mi Madre, de cada línea hace un poema; no hay ningún sacerdote en el mundo que hable como él.

Os ha enseñado el amor, a participar en la Santa Misa, a vivir en el silencio y en el ocultamiento.

Algunas personas que vienen al lugar taumatúrgico, lo notifican todo, incluso las noticias más reservadas de esta familia. Hoy hay presentes aquí también espías. Yo, Jesús, os pregunto: ¿Queréis continuar estando con vuestro obispos o queréis dejarlo también vosotros? Sabed que la vida de vuestro obispo, hasta que no estalle todo, será muy dura y muy sufrida, pero si tiene amigos alrededor conseguirá superar más fácilmente tantos problemas. A vosotros os repito lo que he dicho a mis apóstoles: "¿Queréis iros también vosotros?"; ellos han respondido: "¿Dónde iremos?, sólo tu tienes palabras de vida eterna". Yo os pregunto a vosotros: "¿Dónde iréis, donde encontraréis otro obispo que os hable de Jesús, de la Eucaristía, de la Madre de la Eucaristía, como él?".

Este golpe de satanás es duro, por lo demás os advertí que llegaría este último golpe de satanás y ha llegado, ahora está en Dios decidir cuándo y cómo intervenir.

Hay muchas guerras en el mundo, algunas son tan peligrosas que hacen temblar, por esto Dios espera. Vosotros no conocéis los tiempos de Dios y no podéis pensar que Dios no mantendrá cuanto ha prometido, pero antes es necesario estar en cruz y la vuestra es una cruz muy dura.

Sabed que en esta comunidad no se dice ni se hace nada en secreto, incluso lo que ha llegado del Vicariato os ha sido comunicado. Hoy, aquí, hay espías presentes que están contentos y satisfechos, porque humanamente hablando, sus cabecillas han obtenido victoria. Pero tal como ha triunfado la Eucaristía, triunfaréis también vosotros, pero todavía tenéis que apretar los dientes y seguir adelante.

Desgraciadamente el Papa no ha hecho la voluntad de Dios y por esto la Madre y Yo repetimos a menudo: "Orad, para que el Papa haga la voluntad de Dios".

¿Qué padre no llama al propio hijo para hablarle y comprenderle? En cambio, vuestro obispo no ha sido llamado por el Papa para dialogar juntos.

Los hombres de la Iglesia no han venido nunca al lugar taumatúrgico para examinar y vosotros lo sabéis.

Habéis visto muchos milagros eucarísticos, el más grande es el del 11 de junio del 2000, ocurrido en las manos del obispo durante la consagración.

¿El demonio puede superar a Jesús? No.

Os pido sólo que no os dejéis caer, lo pido al obispo, a la vidente, a los apostolitos y a los adultos. Si queréis, quedaos con el obispo, si tenéis miedo, id a otra parte. Querría que en vuestro corazón respondieseis: "¿Dónde iremos? Sólo Don Claudio nos habla tan bien del santo Evangelio".

Mis queridos hijos, la vida del cristiano que sigue el Evangelio es muy difícil. El que sigue el Evangelio a la letra, lleva un pesado fardo de sufrimiento, pero es mejor llevar la cruz que ir al infierno.

Las personas que tienen la fuerza y el poder en la mano, en lugar de reunirse para pensar en los pobres, en los enfermos, en las guerras, se han reunido en una mesa redonda para condenar a vuestro obispo; esto no durará todavía mucho. Dios sabe cuando llegará el momento para derrotar a estas personas. Querría que antes de morir el Papa, comprendiese el error y llamase a este sencillo obispo que ama tanto a las almas, y que ha dado todo de sí mismo, incluso la salud física".

Hijitos míos, ¿qué queréis hacer? ¿Cuál es vuestra intención? Alguno de vosotros notifica lo que se dice aquí a las personas que no forman parte de esta comunidad. Cuando notifiquéis las cartas de Dios, la catequesis del obispo, notificadlo todo con amor y exactamente, sin añadir nada vuestro porque perjudicáis al obispo.

Alguno de vosotros notifica mal, no exactamente, lo que decimos Nosotros y vuestro obispo y este modo de hablar lleva descrédito a Don Claudio y a toda la comunidad.

Sé que tenéis un gran abatimiento dentro, pero Nosotros estamos a vuestro lado, ¿verdad Madre, que estamos cerca de nuestros hijitos?

Nuestra Señora - Sí, y no los abandonaremos nunca, nunca. Esta cruz tan pesada que lleváis en la espalda es para el bien de toda la humanidad. El Sr. Ruini ha vencido, el Sr. Ratzinger ha vencido, el Sr. Bertone ha vencido, todos los señores cardenales, obispos y sacerdotes han vencido, incluso el que es el más alto de todos ha vencido, aunque no sabe lo que ha firmado. Han pensado: "Destruyamos a este sacerdote y viviremos tranquilos disfrutando de las riquezas acumuladas y el poder conquistado".

Si vuestro obispo hubiese sido un gran prelado, no habría sido tratado como sabéis.

Un prelado, después de que se ha ido de la Iglesia, se ha casado, ha hecho el acto conyugal, el acto sexual y todo lo que ha querido, ha vuelto luego triunfante a la Iglesia. Le han dado una hermosa villa, con un toldo anejo, donde celebrar las misas de curación.

¡Cuántas excusas han inventado los grandes sacerdotes para defender a aquel prelado!: "Ha sido drogado, ha sido plagiado, no estaba en sí". ¿Se puede plagiar a una persona de setenta años? Aquel prelado ha vuelto a la Iglesia, porque ha llevado mucho dinero. Vuestro obispo hace el bien, trata de salvar a las almas y es pisoteado, porque molesta a aquellas personas por su sinceridad, por su bondad y por su amor a todos.

Ahora os toca decidir a vosotros. Jesús ha vuelto al Padre y al Espíritu Santo, yo estoy aquí con vosotros.

Querría estar siempre con vosotros, querría haceros entrar en el corazón mi pensamiento, que es el pensamiento de Dios.

No traicionéis, no traicionéis, porque la muerte llega para todos y cuando estéis muertos, ¿dónde iréis? ¿Queréis ir al infierno?, iros de aquí. ¿Queréis ir al Paraíso?, seguid las huellas de vuestro obispo. Y la paz sea con todos vosotros.

Ánimo a todos, orad por vuestro obispo; no os digo que oréis por la conversión de aquellas personas, no vale la pena. Vosotros, espías, que escucháis, notificad cuanto es justo, notificad la verdad, no ofendáis gravemente la verdad, no calumniéis y difaméis para tener un puesto elevado en la Iglesia.

¿Qué os importa si matáis al hombre, si matáis al obispo? Señor Ruini, Señor Ratzinger, Señor Bertone y la hermosa compañía, ¿por qué no tenéis el valor de hablar francamente entre vosotros y deciros a la cara lo que pensáis el uno del otro?

¡Cuántas personas han ido al Vicariato!

Muchas personas que han estado en este lugar, que han tenido curaciones milagrosas, que han sido ayudadas por Dios, por vuestras oraciones, se han ido de este lugar, no en silencio, no con reconocimiento, no orando, sino calumniando y difamando; y vosotros los conocéis. Los cabecillas de todo esto son ... Y otras personas que han continuado condenando a este pobre obispo. La madre del obispo ha traicionado al hijo, no ha tenido nunca el valor de decir la verdad. A vosotros os confío el trabajo de orar por estas personas.

Marisa - Basta, no digas nada más, te lo ruego.

Nuestra Señora - Marisella, está bien que la comunidad sepa que algunas personas han tenido el milagro de la curación y han condenado a mi obispo, al obispo ordenado por Dios, al obispo de la Eucaristía y añado, al obispo del amor.

Espero haber sido clara al decíroslo todo; está en vosotros ahora decidir lo que hacer. Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo, sobretodo, a los enfermos y a las personas que se han alejado de la Iglesia.

Procurad que no estalle la guerra, porque entonces todos se pondrán de rodillas a orar, incluidos los obispos y cardenales y arrastrarán las rodillas hasta el altar para pedir perdón, pero será demasiado tarde.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo. Os lo ruego, no habléis entre vosotros y mucho menos con las personas que no pertenecen a la comunidad. El que no sepa hablar, que calle, porque el que ha hablado sin permiso lo ha arruinado siempre todo.

Escuchad la santa Misa por las personas que he nombrado, pero sobretodo, por la paz en el mundo.

Marisella, tenía que hablar, tesoro, tenía que hacerlo.

 

Roma, 21 de noviembre del 2002 - h. 8:40 p.m.

Carta de Dios

Marisa - Gracias por haber venido. Querría encomendarte a Bárbara, Ricardo y pascual que me pide siempre que lo encomiende y a todos los enfermos, sobretodo los enfermos de espíritu, los que reciben a tu Hijo

Jesús sin estar en gracia; sé que esto te hace sufrir mucho.

Nuestra Señora - Mis queridos hijos: "Derribó del trono a los poderosos y enalteció a los humildes"; meditad esta frase que antes o después se cumplirá.

Sois muy probados, como ya hemos dicho yo y mi Hijo Jesús. Este es el momento en el que podréis ver quien está con Jesús Eucaristía y con el obispo, este es el momento más duro, porque ha llegado el golpe de Satanás más fuerte. Recordad: Satanás no es sólo un espíritu que se ha rebelado a Dios, sino también el hombre que, con tal de vengarse, está dispuesto a matar; no tiene importancia si es hermano, hermana, padre o madre. algunas personas que han recibido milagros de mi, quieren vengarse, quieren matar. Dios le ha hecho la gracia de no morir y ellos se lo agradecen calumniando a mis dos hijitos. Cuántas oraciones han sido hechas, cuantos sufrimientos han sido vividos por estas persona que estaban muriendo, por el niño que estaba perdiendo la vida bajo un camión y Dios los ha salvado. ¿Qué hace Dios?. ¿Salva a las malas personas y no ayuda a las buenas?. No es así, Dios espera que los hombres se conviertan, al menos lo que quieren convertirse. Otras veces ya os he dicho que el círculo se está estrechando cada vez más, pero recordad: aunque quedéis poco, Dios padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo y yo, la Virgencita, como me llama Enmanuel, todos los ángeles y los santos, estaremos con vosotros. ¿Hasta cuándo podrá vencer el demonio?. Recordad que los demonios son muchos, los malos son más numerosos que los buenos y por ahora cantan victoria, están dispuestos a matar, pero yo esto no permitiré. Si estáis con mi Obispo y vuestro, Dios está con vosotros. dios ayuda a todos los que quieren ser ayudados. Nuestro sufrimiento es grande, porque estas personas sacrílegas cada día van a recibir a mi Hijo Jesús.

Querría dejarlo, no hablar más de estas tristes realidades, porque me hacen sufrir y también a vosotros. ellos continúan faltando a la caridad, tergiversan las cosas y os inculpan a vosotros, inculpan a todos y no saben que sobretodo inculpan a Dios. Yo, vuestra Madre, la Virgencita, que tanto os ama, vengo por vosotros: si vengo a este lugar es por vosotros, pequeño rebaño, que todavía sentís el amor. Continuad teniendo siempre amor hacia todos, amor hacia Dios, amor hacia el prójimo y hacia los que están al lado de Dios y del Obispo. Sed valientes, a veces tengo casi temor de decirlo: ánimo, ánimo, no os rindáis y recordad: "Derribó del trono a los poderosos y enalteció a los humildes". Ánimo, Dios Omnipotente, el Padre de todos los hombres está con vosotros.

Hoy es la presentación en el templo de María Niña. Tú, Marisella, ves a María Niña.

El problema más grande es que muchas personas reciben a mi Hijo Jesús y, no estando en gracia, hacen sacrilegios cada día; esto es grave. Son tantas estas personas. Parece que se divierten hablando mal del Obispo y de la vidente, como hacen los cardenales, los obispos y los sacerdotes, que se reúnen para hablar mal. No se reúnen para orar, sino para hablar mal, difamar y calumniar: "Me vengaré y lo pisotearé", esto es lo que ha dicho el Señor Ruini y lo ha hecho. Vosotros continudad amando a Dios, a vuestro Obispo y amaros entre vosotros. gracias.

Junto a mi Obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Ayúdanos, te lo ruego, no nos abandones. Enmanuel di adiós a la Virgencita… por lo que puedo hacer, porque tampoco yo puedo más. ¿Has dado el besito a la Virgencita?.

 

Roma 24 de noviembre del 2002 - h. 10:40 a.m.

Carta de Dios

Jesús - Soy yo, Jesús y soy acogido por los lloros y los gritos de los niños. Vengo en nombre de la Madre de la Eucaristía, de los ángeles y de los santos, a dar las gracias a los que cada vez, con mucho amor y algunas discusiones, embellecen el altar, ésta es una gran alegría para todos.

Hoy es la fiesta de Cristo Rey. Recordad Cristo sin la corona, o con la corona de espinas. Es una gran alegría veros aquí reunidos, aunque ha llegado muy fuerte el último golpe de Satanás. No me preocupa el golpe de Satanás, pero me preocupan aquellas personas que no han sabido amar. Es justo decir: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen".

Mis queridos hermanos, vuestro Jesús y todo el Paraíso se alegran, en este día, al veros aquí reunidos para orar y para hacer la procesión la cual a mi, Jesús, me gusta tanto; soy feliz de que améis y adoréis a Jesús Eucaristía. Creedme, digo esto con mucha sencillez, porque en el Paraíso no hay orgullo ni envidia, sino mucha humildad y mucho amor; y os lo digo a vosotros porque sois mi pequeño rebaño, que Jesús ama tanto. Os lo ruego, cuando notifiquéis el mensaje no digáis cosas que no son verdaderas para haceros los interesantes ante los que os escuchan. Decid la verdad, por lo demás, aquí se habla en voz alta, el Obispo habla a todos a través del micrófono y no hay secretos; los secretos los conserva vuestra hermana en el corazón y son muy pesados para ella y en un futuro muy duros para los hombres si no se convierten.

Gracias por este amor que demostráis a Cristo Rey, pero sobretodo a Jesús Eucaristía y a la Madre de la Eucaristía que está siempre conmigo. También cuando hacía viajes largos, de un pueblo a oro, mi Madre, en bilocación, como haces tú, Marisella, estaba siempre a mi lado y me ayudaba muchísimo. También alguno de vosotros ha sentido a vuestra hermana en bilocación; soy yo quien la envío para que os ayude, para daros ánimos y haceros aceptar la voluntad de Dios. haced la voluntad de Dios y no miréis a los otros cómo se comportan y cómo actúan. El que hace la voluntad de Dios es siempre feliz, vive en la alegría y vivirá en el Paraíso, yo os quiero en el Paraíso.

Abuela Yolanda, tu sufrimiento es muy grande, pero Dios continúa teniéndote en vida porque quiere que sufras por este mundo tan corrupto, y te da las gracias por lo que haces, por todos los rosarios que dice, por el dolor que sufres. Dios os ha escogido a las dos: madre e hija, y yo os doy las gracias en nombre de todo el Paraíso.

Mi querido Obispo, Excelencia Reverendísima, tú si que eres el verdadero Obispo, porque eres bueno y humilde. Cuando hablas del Santo Evangelio, no eres tu, sino que soy Yo dentro de ti el que habla. Hablas bien y actúas bien; tu lealtad y sinceridad a algunos les hace bien, a otros les hace reventar de envidia y de celos. Tu eres mi Obispo, el Obispo de todo el Paraíso, el Obispo de este rebaño, que a ti te parece pequeño, pero que sin embargo, está presente en todo el mundo. si hablan de la Eucaristía, lo debemos a este lugar taumatúrgico, te lo debemos a ti, Excelencia, que hablas tan bien de la Eucaristía. La gente accede a Internet para conocer, para entender que es Jesús Eucaristía y quién es Jesús Eucaristía. Tu lo explicas tan bien y por esto, todos nosotros te damos las gracias. Gracias, sé fuerte, sé fuerte; que sepas que siempre están en la verdad. Si te digo que eres humilde, no te debes avergonzar, es la verdad: sólo se tiene que avergonzar si se ofende a Dios, si se peca contra Dios y contra el Espíritu Santo; desgraciadamente muchos pecan contra el Espíritu Santo.

Mis queridos hijos, una vez más la Madre y yo os repetimos: dad gracias a Dios por tener un obispo dispuesto a todo, a ayudaros, a haceros comprender el Santo Evangelio y a introducirlo dentro de vuestro corazón. Dad gracias a Dios y dad gracias a vuestro obispo, sed solidarios con él, no habléis a sus espaldas, sino más bien hablad siempre de amor, en cualquier momento. Los que sufren por enfermedad y tienen sufrimientos morales, que lo ofrezcan a Dios padre, a Dios Espíritu Santo y a Mi, Dios Hijo.

Gracias por esta fiesta de Cristo Rey. Os repito: Cristo Rey sin corona, pero con la corona de espinas, ¿verdad, Marisella?.

Marisa - Sí, la siento bien.

Jesús - Estaré presente en la Santa Misa, en la Consagración, que es el momento más grande. La Madre de la Eucaristía estará conmigo y hoy, Dios lo ha querido así, estará presente también San José.

Marisa - ¡Jesús se ha ido y a mi no me ha dicho nada!.

Nuestra Señora - Marisella, Jesús te ha hablado de la corona.

Marisa - ¡Gracias!.

Nuestra Señora - Sabéis que con la presencia de Jesús, con la presencia de la Eucaristía tenías ya la bendición, pero yo, como Madre, junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a estos niños charlatanes y llorones. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

Sé siempre humilde y no te avergüences de serlo, Excelencia.

Marisa - Se han ido todos.

 

Roma, 7 de diciembre del 2002 - h. 10:35 p.m.

Carta de Dios

Nuestra Señora - Heme aquí, delante de vosotros, mis queridos hijos, para continuar vuestras oraciones. Lo he escuchado todo, no se me escapa ni siquiera una palabra. Todo lo que ha sido dicho esta tarde es verdad: el que no lo ha comprendido, ya no lo comprenderá. "Derribó del trono a los poderosos y enalteció a los humildes". ¿Recordáis esta frase que ya os he dicho otras veces? ¿Quiénes son los humildes?. Son los que hacen la voluntad de Dios, son los que aman a Jesús Eucaristía, que aman al prójimo y que dan a las almas todo de sí mismos.

El golpe de Satanás que ha llegado es muy pesado y el sufrimiento es muy grande. Vosotros no podéis ni siquiera comprender qué grande es el sufrimiento de mis dos queridos hijitos, sobre todo el de nuestro querido obispo: Su Excelencia Monseñor Claudio Gatti, ordenado por Dios. Su ordenación episcopal tiene más valor porque ha sido hecha por Dios, que la que hacen los hombres. Todo ha estallado por esta ordenación episcopal hecha por Dios. Los hombres de la Iglesia están celosos y envidiosos por esta elección que Dios ha hecho y no hará otra. ¿Por qué no aceptar un obispo más en la Iglesia?. Un obispo más haría el bien y un obispo ordenado por Dios haría mucho bien, pero los celos y la envidia continúan siempre adelante y haciendo sufrir y destruyendo a los hombres de Dios. Vosotros habéis dicho bien que Dios ha obtenido su victoria y que Su Excelencia Monseñor Claudio ha obtenido su victoria. Oh, será todavía calumniado, escarnecido y se mofarán de él, será todavía abandonado y traicionado también por los que han venido a este lugar y han recibido gracias espirituales y curaciones milagrosas. Podría deciros los nombres de estas personas, pero no quiero subrayar continuamente lo que ellas han hecho de malo contra el Obispo. Dios ha escogido este pequeño lugar taumatúrgico, no ha querido un gran espacio, una gran extensión del tierra donde se podía construir, fabricar y hacer tantas otras cosas; Dios ha inclinado la cabeza sobre este pedacito de terreno, sobre esta pequeña casa y se ha dado todo a Su Obispo.

El que haya comprendido, que ponga en práctica lo que ha sido dicho. Los que han sido nombrados cabezas de la Iglesia matan a los verdaderos cabezas de la Iglesia.

Mis queridos hijos, la Madre os da las gracias por vuestra presencia. Naturalmente, habría sido muy hermoso ver aquí reunidas a todas las almas que han sido llamadas, que han venido a este lugar taumatúrgico, que han orado, que han pedido gracias y las han recibido. Vuestra hermana no ha recibido gracias para sí, pero ha orado por los otros, ella sufre y no está nunca bien, pero esto no le preocupa, lo ofrece todo por su Obispo, por la Iglesia y por vosotros que venías a est lugar, que afrontáis también largos viajes para venir a escuchar la Palabra de Dios y lo que yo, Madre de la Eucaristía, digo. Mi amor es grande, también vuestro amor tiene que ser grande. ¿Veis cómo poco a poco vuestros problemas se resuelven?. Se arregla todo, pero no se arregla vuestra hermana. También vuestro Obispo triunfará y triunfará con Jesús Eucaristía, triunfará con su Madre, la Madre de la Eucaristía, triunfará con mi esposo José, que tanto le ama, y triunfará con los ángeles y los santos. Cuando triunfe, para los que se han alejado, calumniado y difamado, y para los que han escuchado estas calumnias y difamaciones sin defenderle, sin luchar, oh, será muy triste.

Mis queridos hijos, hoy es el primer sábado de mes, mañana es mi fiesta, la fiesta del vuestra Madre. Cuando es la fiesta de alguno de vuestra familia, hacéis de todo para celebrarlo, para hacer feliz al festejado. Yo, para mi fiesta, deseo vuestras oraciones, vuestros pequeños sacrificios, vuestros ayunos. Tu, Marisella, continúa sufriendo por la Iglesia y por nuestro querido Obispo.

Felicidades a todos, mis queridos hijos, felicidades a los que han venido de lejos, felicidades a los que son de Italia y a los que son de fuera de Italia y no pueden venir. Veros aquí reunidos, aunque no sois numerosos, me da alegría. Recordad que donde va tanta gente, millones y millones de personas, tenéis que estar atentos a la masonería y a los que hacen de todo para enriquecerse. Vuestro obispo no busca la riqueza, busca las almas, quiere ayudar a las almas a salvarse. Si habéis comprendido lo que ha sido leído, si habéis comprendido lo que ha sido hecho para condenar al Obispo, éste era el último golpe de Satanás, tenéis que estar a su lado. Los enemigos de mi Hijo Jesús no desistirán de luchar, antes bien continuarán con más fuerza, porque ven que vuestro Obispo es fuerte, es valeroso, y lucha; pero ama a todos.

Mis queridos hijos, no quiero alargarme, ya es muy tarde y todavía tenéis que escuchar la Santa Misa. Gracias.

Junto a mi obispo y vuestro os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados; bendigo a los niños, a los ancianos, a los enfermos. Yo, como Madre, os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Ves, Marisella, Lauretta está contigo. El designio de Dios era este: que esta tarde te ayudase a soportar el sufrimiento.

Marisa - Gracias.

Nuestra Señora - Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, pequeño.

Se ha ido. Pero no he entendido; ¿qué quería decir?.

 

Roma, 29 de diciembre del 2002 - h. 10:30 a.m.

Carta de Dios

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, a veces en la familia del Obispo ocurren situaciones tan preocupantes que, desgraciadamente, no permiten que puedan ser puntuales, que puedan bajar y orar junto a vosotros. Cuando hay dos enfermos, cuando hay una mujer que llora por los dolores y otra persona que sufre, se vuelve más difícil el preparase y ser puntuales porque es necesario dar alivio a quien sufre, pero vosotros en el intervalo, habéis orado, no habéis perdido tiempo. Estos pobres hijos míos, no consiguen orar demasiado porque hay alguna cosa en la familia que no funciona. Todos vosotros conocéis a la abuela Yolanda: estaba mal, lloraba por los dolores y naturalmente, en este momento la doctora Selenia está arriba con ella. El que está al lado de quien está mal, sufre, como yo he sufrido mucho durante ocho años al lado de mi esposo José. Pero en esta casa la situación es mucho más crítica y difícil que la mía cuando cuidaba a mi amado esposo. Vosotros tenéis que dar gracias a Dios de la mañana a la noche porque os ha dado un poco más de salud. Cierto, no todos estáis bien, hay quien tiene necesidad de ayuda, y quien puede hacerlo todo él solo. Hay enfermos que no tienen necesidad de ayuda y enfermos que tienen necesidad de asistencia continua.

Ha pasado la Santa Navidad, pero para vosotros que hacéis un cierto camino, es siempre Navidad.

A mi lado está mi amado esposo José: juntos sostenemos al pequeño Niño Jesús, que os mira, como hace de costumbre, y sonríe. Quiero deciros, aunque la abuela no está presente, que la mañana de la Santa Navidad, el Niño levantó el bracito y permaneció bastante tiempo en aquella posición para saludar a la abuela Yolanda. Y ella, a pesar del dolor, sonrió y sintió una gran alegría, pero pensó que quizás era un efecto óptico. Sin embargo, era el pequeño Jesús que la saludaba, levantando el bracito; lo está haciendo también con vosotros ahora. Vosotros no veis nada, pero Nosotros os vemos, amamos a todos, incluso a los que no son buenos.

Todos estáis en conocimiento de la carta que ha llegado a vuestro obispo. No hay nada, dice solamente que ha sido reducido al estado laical, no indica el motivo, no dice nada al respecto. Ha sido hecha ver a más juristas, a más personas que estudian Derecho Canónico y todos han dicho: "Pero, ¿qué es esto?: No dice nada, no dice el motivo". Para nosotros ha sido una gran alegría sentir a estas personas y a algunos sacerdotes que trabajan en el Vaticano afirmar: "¿Qué carta es esta?. No hay el motivo de la condena, no hay nada". No se condena, no se reduce al estado laical a un sacerdote, por que sigue las apariciones, porque cree en las apariciones eucarísticas. Vosotros ya lo sabéis bien, porque más veces ha sido dicho, que para reducir a un sacerdote al estado laical se tienen que cometer delitos muy graves, enumerados en el Código de Derecho Canónico, por tanto defended a vuestro Obispo.

Ahora pensad en José, en María y en el pequeño Jesús, tratad de imitarle tanto como os sea posible. Recordad que entre todas las familias que tienen más sufrimientos, que luchan cada día, es aquella en la que viven vuestro Obispo, Marisa y su madre; orad por ellos. Yo oro por todos vosotros, por las personas enfermas, por todos los que tienen necesidad.

Felicidades a todos, continuad amando la Eucaristía.

Junto a mi obispo y vuestro, os bendigo, a vuestros seres queridos, a vuestros objetos sagrados. Bendigo a la pobre abuela Yolanda. Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisella, no llores, sé fuerte, has sido siempre fuerte.

Marisa - Si estoy mal yo no importa, pero no soy capaz de ver a mi madre sufrir tanto. Puede llegar incluso a 300 años, pero verla en estas condiciones me mata, no lo soporto. Tendría que darte las gracias, porque le has dado tantos años de vida, pero ¿tendrá que sufrir siempre de este modo?

Perdóname, adiós.

Adiós a todos vosotros que conozco. Están nuestros queridos difuntos. Están los niños, los ángeles y los santos que circundan a la Sagrada Familia. Adiós a todos, adiós.

De tanta gente que había no se ha quedado nadie.

Obispo - ¿Somos nadie nosotros?.

Marisa - No.

 

Roma, 9 de enero del 2003 - h. 10:30 a.m.

Carta de Dios

Nuestra Señora - Mis queridos hijos, gracias por vuestra presencia. Vuestra hermana me ha encomendado a todos los que sufren y tienen necesidad de ayuda. Para alguno el sufrimiento es muy grande, es muy fuerte y a veces difícil de soportar. Me ha encomendado a Pedro, Ana, Stefano, María, Juana y muchas otras personas, pero no a sí misma. Me gustaría mucho que en este día tan hermoso, en el que conmemoráis la victoria obtenida, continuaseis orando. No podéis comprender qué importante es la oración en este momento. Gracias por la adoración que habéis hecho delante de Jesús Eucaristía, gracias por todo. Me gustaría mucho que continuarais caminando por este difícil camino, o mejor dicho, muy difícil, porque sabéis perfectamente que los grandes hombres de la Iglesia han destruido la obra de Dios. Todo lo que está aquí alrededor vuestro es obra de Dios, los hombres y el diablo pueden destruir las obras de Dios, pero no pueden destruir a Dios Omnipotente, porque nadie puede destruir a Dios. Si continuáis orando, sufriendo, aceptando cualquier sufrimiento, amandoos, siendo sinceros, puros y leales, Dios estará con vosotros.

Muchas veces os he dicho que améis a todos, no sólo a las personas que os aman; vuestro amor tiene que ser grande como el Corazón de Jesús. El Corazón de mi Hijo Jesús es enorme y ama a todos, porque Jesús ha muerto por todos. Mi Corazón ha sufrido por todos. Nuestro amor es siempre grande, incluso si alguno nos hace sufrir. Jesús y yo, la Madre, continuamos amando, también a los que voluntariamente, con maldad, hacen sufrir y hablo de los grandes hombres.

No podéis ni siquiera imaginar cuántos niños mueren de hambre cada día, en todas las naciones, éstos no tienen ayuda, ni medicinas, no tienen nada, mientras que los poderosos continúan enriqueciéndose con las guerras y acumulando tesoros. ¡Oh, si los tesoros del Vaticano fuesen dados a los pobres de todas las naciones!. No pueden continuar muriendo los niños y las madres porque no tienen nada. Los que se encuentran en los hospitales comprenden perfectamente lo que quiero decir. Eh ahí porque digo que estas personas poderosas, que tienen bienes, tesoros, y miles de millones, tienen que ayudar a estos niños, a estas madres y a estos padres que no tienen trabajo.

Has escrito una hermosa carta, Excelencia, has consumido de nuevo tus fuerzas por los cardenales, los obispos, los responsables de la Curia Romana, el Vicariato y los sacerdotes de Roma, para que comprendan el mal que están haciendo y que han hecho, para que comprendan que están luchando contra Dios y siguen a Satanás. La carta saldrá, porque Dios lo ha decidido así. Podrán convertirse todavía algunos de mis hijos predilectos, pero habrá otros que, de un modo u otro, tratarán de destruiros. Su satisfacción más grande y más hermosa sería matar al obispo y a la vidente, pero Dios no lo permitirá. Mis dos hijos pueden sufrir y están sufriendo muchísimo; la vidente está sufriendo las llagas de mi Hijo Jesús y ha derramado mucha sangre, pero nadie podrá hacerles daño. Han venido algunos médicos que se han entretenido examinando los estigmas, han constatado que no había mal olor, ni infección. Han observado que los ojos y los dedos no tenían síntomas de debilidad y han exclamado: "¡Qué perfume se percibe!".

Vosotros, que lo habéis visto tantas veces, tendríais que ser los primeros en estar convertidos. Esta carta podría hacer el bien a todos, incluso a los grandes. Por tanto, Excelencia, manda la carta, pero como siempre, te repito: no esperes nada. Oh, muchos creen, muchos saben que estás en la verdad y que has obtenido la victoria, de la cual mañana celebráis el aniversario. Muchos saben que eres una persona honesta, buena y generosa, que tienes caridad y amor hacia todos, pero prefieren estar de parte de los hombres que están contra Dios. Yo sólo te digo: ánimo, ánimo. Tu hermana sufre la pasión, tu sufrimiento es diferente, pero es muy grande.

Me gustaría mucho estar siempre a vuestro lado y hablar con vosotros, que a pesar de todo, continuáis este duro y doloroso camino.

Bendigo esta carta que ha escrito mi sacerdote predilecto, mi obispo, el gran obispo ordenado por Dios. Los hombres pueden decir lo que quieran, pero Dios lo ha ordenado obispo y nadie puede mandar a Dios, que es el dueño del Cielo y de la Tierra y de cuanto contiene el mundo entero; sólo Dios puede hacer lo que quiera.

Os deseo todo el bien a todos, deseo que oréis, pero sobretodo, que améis.

Junto a mi obispo y vuestro, ordenado por Dios, al obispo de la Eucaristía, os bendigo, a vuestros seres queridos, vuestros objetos sagrados. Bendigo a los enfermos que están en casa, a los de los hospitales y a los enfermos que se encuentran solos luchando contra la enfermedad.

Os traigo a todos junto a mi corazón y os cubro con mi manto materno.

Excelencia Reverendísima, la Madre del Cielo quiere tu bendición, pues ya cierro esta carta de Dios.

(El Obispo imparte la bendición episcopal)

Gracias, Excelencia, yo estoy aquí arriba, ¿no me ves?. Me has bendecido.

La Madre os trae a todos junto a su corazón y os cubre con su manto materno. Id en la paz de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. Sea alabado Jesucristo.

Marisa - Adiós, gracias. Eres una verdadera Madre, una Madre buena, buena. Adiós.

Ha mirado la carta y la ha leído toda.

Obispo - ¿Le ha gustado?.