Los Origenes de la Asociacion Movimento Impegno e Testimonianza "Madre dell'Eucaristia"
Nuestro movimiento tuvo un comienzo modesto en 1971.
Los impulsores del movimiento son el sacerdote Claudio Gatti y la Señorita Marisa Rossi, de Roma.
Don Claudio y Marisa, partiendo de experiencias y ambientes diferentes, tenían en común los mismos ideales: hacer concretamente algo por los sacerdotes en dificultad y comenzar un apostolado más personal e incisivo entre de los jóvenes.
Cada uno de ellos para alcanzar tales objetivos renunció a perspectivas seguras (familia, carrera..) para responder a la particular vocación a la que se sentían llamados.
Empezamos pocos, pero después poco a poco muchos otros se añadieron y esto nos alegró muchísimo, porque la fe es un bien del que gozamos intensamente cuando es vivido en unión a tantos hermanos.
Pusimos como primer objetivo específico de nuestro trabajo a los jóvenes, ya que estaban alejados de los sacramentos y no sacaban adelante ninguna formación religiosa.
Colocamos reclamos en los lugares donde ellos vivían y tratamos de descubrir a los que estaban, de algún modo, interesados en la problemática religiosa.
Ofrecimos a aquéllos la posibilidad de resolver las dudas de fe, de oración y de reflexión, invitándoles a ambientes serenos y poniéndonos a su disposición.
Las primeras actividades apostólicas fueron principalmente: encuentros vespertinos en la escuela para profundizar el conocimiento del mensaje evangélico, retiros espirituales, campamentos-escuela.
El segundo objetivo de nuestro trabajo fue el de sostener a los sacerdotes en dificultad, con la amistad, con el consejo y con la ayuda de todo tipo. De modo reservado y discreto han sido sacadas adelante las iniciativas beneficiosas de algunos sacerdotes y clérigos.
Mientras el trabajo entre los jóvenes ha tenido una respuesta satisfactoria, el encuentro con los sacerdotes y clérigos, a pesar de resultar positivos en diversos casos, ha suscitado en algunos ambientes, animosidad y contrastes
Como sede del movimiento y como vivienda de los responsables del mismo fue alquilado en 1973 un apartamento situado en Via Angelo Capuccio.
Expirado el contrato de alquiler, fue adquirido un nuevo apartamento en Via dei Remanisti en 1976.
Puesto que ni en la primera ni en la segunda sede se garantizaba suficiente independencia y libertad de acción, con el dinero obtenido de la venta del apartamento de nuestra propiedad y con la generosa ayuda de amigos y benefactores en 1981 adquirimos la pequeña villa, donde el movimiento tiene actualmente la sede.
Son llamados a formar parte como miembros efectivos de la Obra, sacerdotes y laicos.
La presencia del sacerdote es indispensable para garantizar la predicación de la Palabra de Dios, la práctica de la vida sacramental en un vínculo más estrecho con el Obispo.
Para los sacerdotes que desearan entrar a formar parte del movimiento se requería la aprobación del propio Ordinario.
Los laicos, miembros internos de la obra, se comprometen a seguir los consejos evangélicos en una consagración personal, dedican todas sus energías a los objetivos del movimiento y están sujetos a la caridad fraterna y a la elección del voluntariado consagrado.
Ya que con la adquisición de la actual sede teníamos a nuestra completa disposición capilla, locales y jardín, pudimos programar nuestras actividades de manera libre y autónoma.
Desde 1981 a 1983 nuestros encuentros religiosos se ajustaron durante la semana en diferentes momentos.
El miércoles era la lectura del Evangelio, hecha con gran atención, a la que seguía una amplia discusión que evidenciaba la actualidad, la grandeza y la profundidad de la Sagrada Escritura.
El jueves un grupo de jóvenes se acercaba de modo cada vez más consciente a la palabra de Dios, a la oración y a la adquisición de valores espirituales.
El viernes había el grupo de oración con la recitación del Santo Rosario, al que seguían oraciones espontáneas y momentos de meditación para encontrar en la fe la fuerza y la ayuda necesaria para vivir la batalla cotidiana.
A estas actividades programadas se añadían otras que no respetaban un calendario prefijado y que consistían en favorecer encuentros personales con los jóvenes para invitarlos a aclarar a sí mismos algunos delicados problemas de fe y de moral o encuentros colectivos para reprender algunos discursos de interés religioso.
Ya que la Eucaristía es "Fuente y apogeo de toda la vida cristiana" (Lumen Gentium) y puesto que "En la Eucaristía está contenido todo el bien espiritual de la Iglesia" (Presbiterorum ordinis), hemos hecho de la Santa Misa el centro de nuestra comunidad.
Desde 1988 a 1993 nos propusimos el objetivo de formar un cenáculo que debía volver a proponer el espíritu de la primera comunidad cristiana. Los miembros de nuestra comunidad debían "ser asiduos en escuchar las enseñanzas, en la unión fraterna, en la fracción del pan y en la oración" (Hc. 2, 42).
Hemos tratado de formar los miembros del cenáculo a un convencido e inteligente conocimiento de la Palabra de Dios, respetando lo que dice el Concilio Vaticano II: "Los fieles se acerquen de buen grado al sagrado texto, sea por medio de la Sagrada Liturgia rica de palabras divinas, sea mediante la pía lectura, sea por medio de las iniciativas adaptadas a tales objetivos" (Dei verbum)
Los miembros del cenáculo han sido formados además para participar en la Santa Misa "conscientemente, plenamente y activamente" (Sacrosanctum Concilium), a "partir el pan cada día" (Hc 2, 46), es decir, participar en la Santa Misa no solo en las fiestas de precepto, sino más veces a la semana, con el objetivo final, ya alcanzado por varios, de participar todos los días.
Los miembros de nuestra comunidad han sido educados "para ser asiduos y concordes en la oración" (Hc 1, 14), a acercarse frecuentemente al sacramento de la reconciliación porque "la confesión individual íntegra y la absolución, constituyen el único modo ordinario con el que el fiel, consciente del pecado grave, se reconcilia con Dios y la Iglesia (C.D.C. 960) y en la dirección espiritual frecuente para crecer en una vida espiritual responsable y madura".
El amor a la Virgen "exaltada por la gracia de Dios, después de su Hijo, y por encima de todos los ángeles y los hombres, porque es la Madre Santísima de Dios, que ha tomado parte de los misterios de Dios y es justamente honrada por la Iglesia con culto especial" (Lumen gentium) nosotros lo manifestamos con convicción y preparación.
Invocamos a la Virgen con el título "Madre de la Eucaristía".
Este título en síntesis contiene la fe en la Eucaristía, el amor a la Virgen y la unidad con la Iglesia, comunidad que se reúne entorno a la mesa eucarística.
Organizamos una serie de actividades apostólicas.
Todos los días abríamos la capilla a los que querían participar en la oración: Santo Rosario, Santa Misa, Vísperas.
El jueves después de la celebración de la Santa Misa, hacíamos el encuentro bíblico.
El primer sábado de cada mes estaba dedicado a la oración por la Iglesia y por la paz del mundo.
El segundo sábado de cada mes hacíamos un breve retiro espiritual.
Todos los domingos y fiestas de precepto a las 11 horas había la Santa Misa para la comunidad entera.
Nosotros no somos una comunidad que se encierra en sí misma, amamos a la Iglesia, trabajamos para la Iglesia y estamos dispuestos a sufrir por ella.
En todos estos largos años también se ha desarrollado la historia de las apariciones de Jesús, de la Virgen, de San José y de otros santos a Marisa.
Estas apariciones son anteriores a 1971, año en el cual Don Claudio y Marisa por voluntad del Señor, se encontraron, pero en esta sede hablamos solo de las apariciones que van desde el mencionado año hasta hoy.
Este largo período puede ser subdivido en tres partes. La primera va desde 1971 a 1988, la segunda de 1988 a 1993 y la tercera de 1993 a nuestros días.
Durante la primera etapa sólo pocas personas tuvieron conocimiento de estas apariciones y sólo don Claudio ha participado siempre.
Antes de aceptar los orígenes sobrenaturales, Don Claudio los estudió, consideró y sometió a atento examen y se ha hizo aconsejar, instruir y guiar por personas preparadas y competentes, porque en los comienzos de estas experiencias sobrenaturales era muy joven e impreparado. Examinó los mensajes y comprobó que en ellos no había nada en contraposición con la Sagrada Escritura. Tuvo siempre presente lo que dice San Pablo: "Aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os predicase un evangelio diferente del que os hemos predicado, sea anatema" (Gl 1,8)
Tuvo la confirmación de que los mensajes venían de Dios porque le ayudaron las personas que los habían puesto en práctica cosechando notables frutos espirituales.
También sobre este punto es iluminadora la Palabra de Dios: "El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, dominio de sí" (Gl 5, 22).
Encontró en los mensajes sincero amor a la Iglesia, respeto a la jerarquía eclesiástica y plena docilidad al magisterio. En ellos cosechó también un inmenso amor, a menudo con sufrimiento, pero siempre respetuoso por los sacerdotes, llamados "hijos predilectos".
Don Claudio, también recordaba muy bien las palabras de Jesús: "¡Generación perversa y adúltera una señal pide" (Mt 12, 39), pidió y obtuvo signos y prodigios que le confortaron para aceptar el origen sobrenatural de estas apariciones. Le fueron comunicados con notable anticipo la verificación de hechos, algunos de los cuales extremadamente importantes para la Iglesia y para la sociedad, que se realizaron puntualmente en la fecha indicada.
Finalmente sintió dirigidas a sí mismo las palabras de Gamaliel: "Si esta actividad es de origen humano, será destruida, pero si viene de Dios, no conseguiréis derrotarla, no os suceda que os encontréis combatiendo contra Dios" (Hc 5, 38-39)
El primer período (del 1971 al 1988) ha sido para Don Claudio y Marisa el más hermoso, el que recuerdan con más agrado porque han vivido estas experiencias sobrenaturales sin preocuparse de tener qe ponerse bajo la crítica, la curiosidad, la desconfianza u hostilidad de las personas.
La Virgen los ha guiado con amor y paciencia sin que por ello faltaran, en el momento oportuno, también las reprimendas que Ella llamaba "reclamos maternos". Les confió en aquellos años, misiones cuya delicadeza impone envolverlo en el silencio y discreción.
A veces el trabajo no fue comprendido, no fue aceptado, daba frutos que no todos llegaban a captar.
Los mismos superiores, aún en la oscuridad de estas experiencias sobrenaturales, probablemente se hicieron preguntas, pero quizás viendo en ellos sinceridad y desinterés callaron y supieron esperar.
De 1998 a 1993 en las apariciones fueron admitidas personas llamadas por la Virgen para formar un cenáculo de oración y de formación. No todos, y era previsible, respondieron a la llamada; algunos por motivos fácilmente particulares, se alejaron y la parábola de los invitados al banquete de bodas del hijo del rey se ha repitió. En el primer período el sufrimiento no faltó, pero en el segundo se presentó con más intensidad y bajo diversos nombres: incomprensión, envidia, celos, calumnia y miedo de lo sobrenatural.
A veces eligieron callar, a veces se vieron obligados a defenderse; frecuentemente son puestos en la situación de sucumbir. Desánimo, amargura, desaliento y abatimiento les han hecho compañía y el deseo de mandarlo todo a paseo ha sido fuerte, irrefrenable.
Los ha salvado del naufragio la gracia de Dios, a menudo se reflejan en el corazón, las palabras del Señor a Pablo: "Te basta mi gracia" (2 Co 12,9).
Les han ayudado los hermanos y las hermanas de nuestro cenáculo que se han estrechado entorno a ellos con amor y fe.
Pueden repetir a los miembros de nuestra comunidad lo que dice S. Pablo a los Filipenses: "Gracias a vuestra oración y a la ayuda del Espíritu de Jesucristo en nada quedaré confundido" (Fl 1, 19-20)
A estos hermanos y hermanas desde octubre de 1988 la Virgen les ha dado mensajes, como dice Ella misma, "para conduciros de la mano poco a poco a la santidad" (Men. Octubre 1988)
En 1993 empieza el tercer período de estas apariciones que son todas para vivirlas.
Después de veintidós años de ocultamiento y de silencio, Dios ha querido que estas apariciones fuesen abiertas a todos, conocidas por todos como resultado del mensaje del 20 de junio de 1993.
Cuando Don Claudio y Marisa recibieron este mensaje les asaltó el miedo y la turbación. Se han sintieron solos, débiles, indefensos y se preguntaron angustiados: "¿Cómo podremos sostener la acometida y el peso que las apariciones públicas comportan?".
Aún una vez más la Palabra de Dios infundió en ellos paz y seguridad: "El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad" (Rm. 8, 26) "Cuando soy débil, es cuando soy fuerte" (2 Co 12, 10).
Jesús y la Virgen les han ayudado a abandonarse a Dios y los han invitado a decir: "Es voluntad de Dios. Así sea" (Men. Del 27 de junio de 1993).
Antes que las apariciones se hicieran públicas, se informaba previamente a la autoridad eclesiástica.
Ha sucedido por primera vez en la historia de la Iglesia que la autoridad eclesiástica haya sido informada del comienzo de las apariciones públicas, es decir, en presencia de todos, antes que a ellas fuesen admitidas las personas.
De hecho, Don Claudio el 24 de septiembre de 1993 habló larga y detalladamente de estas presuntas apariciones con el Obispo Auxiliar S.E. Cesare Nosiglia.
En la misma circunstancia dejó al Obispo el manuscrito de los mensajes "La catequesis de Dios" y le invitóo a leerlo y a señalarle, en el caso que fuese necesario, sus observaciones.
También expuso al Obispo Auxiliar el programa que había sido elaborado: catequesis, oración, aparición, Santa Misa, y el estilo que había sido decidido: silencio, recogimiento, escucha, participación, en un clima privado de fanatismo, de búsqueda de sensacionalismos, de culto de la persona.
Desde el inicio habíamos querido trabajar en estrecha unión y dependencia con la autoridad eclesiástica, remitiéndonos a su juicio sobre el origen sobrenatural de las presuntas apariciones y esto ha sido públicamente y frecuentemente repetido.
Nos hemos comportado como María y José después del nacimiento de Jesús; ellos no han dicho a ninguno que Jesús había nacido, pero no han impedido a los pastores que difundieran la noticia de su nacimiento.
Nosotros no hemos hecho nunca propaganda de estas presuntas apariciones, pero tampoco hemos impedido a quienes han venido, a los que han sido invitados de los miembros externos de la comunidad, que hablaran y difundieran la noticia.
Durante la aparición no se ve ni se oye a la Virgen, pero se oye a través de la voz de Marisa lo que la Virgen le comunica.
La Madre de la Eucaristía habla en arameo a Marisa que solo durante los éxtasis tiene el don de conocer esta lengua, traduce al italiano contextualmente lo que la Virgen dice en arameo.
Todos los presentes pueden escuchar, por medio de Marisa, el mensaje y a veces el diálogo que se desarrolla entre la Virgen y Marisa, entre Jesús y Marisa.
A veces la Virgen da mensajes personales o secretos que deben ser conocidos solo por los interesados o por todos en un segundo momento. En estos casos sólo Marisa oye lo que la Virgen dicta en un silencio total. La vidente escribe en una taquigrafía enseñada por la Virgen y que ninguno está en grado de descifrar.
Estos mensajes son transcritos sucesivamente en italiano y consignados a Don Claudio que los conserva y refiere, si están de acuerdo, a los interesados.
Una vez consignados los mensajes personales Marisa los olvida, porque incumbe solo al sacerdote conocer los secretos de las almas para guiarlas.
La Virgen ha dado también mensajes para sacerdotes, para las hermanas y para los videntes. Por el momento son todos secretos, ha sido solo, por orden de la Virgen, publicado el primero de los mensajes a los sacerdotes que ella ha llamado "el decálogo para los sacerdotes" porque contiene diez maravillosos reclamos maternos.
Ha sido ultimado el primer volumen de la vida de la Virgen. La Virgen ha dictado y continúa dictando su vida a Marisa. Expondremos al comienzo del libro de la vida la modalidad con que ha sido compuesto y comentaremos también las diversas etapas de esta composición.
Han venido para participar en las presuntas apariciones peregrinos de Roma y de fuera de Roma, de Italia y fuera de Italia, de Europa y fuera de Europa.
Los folletos de los mensajes han sido, tras petición, enviados a todas partes.
La Virgen ha consignado a Marisa una serie de secretos que se refieren a los sucesos del mundo, de la Iglesia y de Italia. Nos ha enseñado a no tener miedo de los secretos, sino a tener miedo de no vivir en gracia: "Los secretos son duros solo para los que no está en gracia, los que están con mi Hijo Jesús, no deben temer nada" (Men. 3 de Octubre de 1992).
Estas apariciones han sido definidas por Jesús y la Virgen "Las más difíciles, las más combatidas y las más importantes" (Mens. 12 de junio de 1994 y 17 de julio de 1994). La Virgen ha repetido frecuentemente: "Si, la Eucaristía triunfará" (Men,. 31 de agosto de 1994).
Este anuncio encuentra todavía rechazo y oposición. Nosotros somos pequeños, débiles, pobres criaturas que, por quererlo Dios así, nos limitamos a prestarle voz, mente y corazón a la Virgen para hacer conocer la divina voluntad.
Por consiguiente compartimos con la Virgen el rechazo y la oposición que provoca este anuncio.
La Eucaristía que hoy no es amada, es rechazada, es olvidada, llegará al "Corazón de la iglesia y del mundo".
Finalmente el hombre amará, porque recibirá amor de la Eucaristía, esperará porque recibirá la esperanza de la Eucaristía, creerá porque recibirá la fe de la Eucaristía, el hombre vivirá en fgracia porque aceptará recibir la vida de Dios, el hombre volverá a Dios y estará unido a Dios.
De esta unión alcanzada entre Dios y el hombre, obtendrán beneficios maravillosos los individuos, la familia, la comunidad, la Iglesia y el mundo.
Todo girará en torno a la Eucaristía y de la Eucaristía todo recibirá luz, fuerza y calor.
Como conclusión de cuanto se ha expuesto referimos las palabras de la Virgen: "Estas son las apariciones que Dios Padre ha querido, en este pequeño lugar, para hacer triunfar a mi Hijo Jesús" (Men. 16 de octubre de 1994)
Han lanzado en contra nuestra maldad y calumnias; hemos recibido críticas feroces y duros juicios. Hemos estado a punto de renunciar a luchar para volver a vivir una vida menos atormentada, también porque nos han dado serias preocupaciones graves problemas de salud.
Pero con la gracia de Dios y con la ayuda de los miembros de la comunidad y de muchos hermanos y hermanas hemos superado cansancio, desilusión, desánimo y miedo a sufrir.
Hemos seguido el consejo de la Virgen: "Cuando estéis verdaderamente postrados, cansados, alargad los brazos, alzad los ojos al cielo y gritad: Padre nuestro..." (Men. 5 de marzo de 1994).
Hemos encontrado protección, guía, fuerza y sostén en la Eucaristía: nos hemos apretado, como pulguitas, bajo el manto de la Madre de la Eucaristía.
Humanamente hablando, somos conscientes de la superioridad de quien nos hostiga, igual que somos conscientes de nuestra debilidad y poquedad, pero en el corazón resuenan las palabras proféticas de la Madre de la Eucaristía: "Combatid la dura batalla, la larga batalla y después será el triunfo de la Eucaristía y será también vuestro triunfo" (Men, 31 de julio de 1994).
El 14 de Septiembre de 1995 en el jardín de nuestra sede de la Vía delle Benedettine ha ocurrido el primer gran milagro eucarístico que se ha repetido muchas otras veces en presencia de miles de personas. Bien se puede afirmar que lo extraordinario se ha vuelto normalidad y que estas milagrosas apariciones deberán, en el futuro, ser recordadas sobretodo como apariciones eucarísticas.
Nosotros, miembros del "Movimento Impegno e Testimonianza - Madre dell'Eucaristia" hemos visto y hemos creído junto a muchas otras personas; tenemos derecho a creer.
El milagro eucarístico del 14 de septiembre de 1995 ocurrió durante la procesión. Del costado de Jesús, se volvió visible la sagrada hostia que se colocó en las manos recogidas de la señorita Marisa Rossi.
Donde ocurrió el primer gran milagro Eucarístico se puso una cruz como recuerdo.
Aquel fue el día en que el Señor comenzó a manifestarse y a ser visible para todos los presentes apareciendo solo las especies del pan eucarístico.
Se ha colocado más veces también sobre el cáliz puesto en la mano izquierda de la estatua de la Madre de la Eucaristía, situada en la pequeña capilla. Tal estatua es el símbolo de nuestro Movimiento, pero sobre todo símbolo de la unión que debe haber entre Dios y nosotros. Con estas apariciones, la Virgen nos invita a ir a su Hijo para estar en unión con El y para poder llegar a la santidad, meta de cada uno de nosotros. Además los milagros eucarísticos han ocurrido sobre una tercera estatua. La del Niño Jesús, puesto sobre el altar de la capillita.
La Eucaristía ha sido encontrada más veces sobre la estatua del Niñito que alarga los brazos: uno hacia el cielo y el otro hacia los hombres de la tierra, de modo que nos haga comprender que El está presente allí y puede y quiere en cualquier modo estar cercano a nosotros.
La cruz y las dos estatuas son importantes para el Movimiento, para la Comunidad, para todos nosotros y para los que desean amar la Eucaristía. Estas estatuas han sido declaradas, por voluntad de Dios, "taumatúrgicas". La cruz recuerda el "sacrificio" de Jesús y su "infinito amor" en nuestras confrontaciones; la estatua del Niño Jesús recuerda la "alegría" de estar unido a Dios para crecer siempre más en la santidad: la estatua de la madre de la Eucaristía recuerda aquella dulce "unión" entre el Padre y los hijos. Su mirada es particular porque se dirige simultanemente a los hijos, al cielo y a la Eucaristía que tiene en la mano. Fue esculpida en 1980 por el Sr. Adolfo Insam de Ortisei (BZ). La misma Virgen indicó a Marisa y a Don Claudio el escultor a quien dirigirse. El escultor hacia varios años que no ejercía por su avanzada edad. A pesar de todo aceptó, pero no consiguió representar perfectamente la triple mirada de la que se habla arriba. Una vez llegada a Roma la estatua cambió mucho la expresión, hasta el punto de no ser reconocida por el mismo escultor, al que le fueron enviadas sucesivamente las fotos.