Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 1 marzo 2009
I Domingo de Cuaresma
Ciertamente os habéis preguntado cómo es que hoy no ha habido aparición. Como ocurre frecuentemente, antes de la aparición pública ha habido una privada solo para el Obispo y para la Vidente. Ha sido una aparición muy dramática, inmensamente dramática y no estoy exagerando. Ha sido tan dolorosa que Marisa se ha desmayado, se ha sentido mal y por lo tanto no ha sido posible continuar con el mensaje para todos. No puedo deciros más por el momento, no debo añadir nada más…
Cuando la Virgen viene a la Tierra entra en la realidad humana, de hecho muchas veces nos ha dicho: “Soy una persona como vosotros”, por lo tanto sujeta al sufrimiento, a las emociones, a las tensiones y sabed solamente que durante la aparición reservada ni siquiera ella podía proseguir el mensaje, porque lloraba a borbotones.
Esta es la atmósfera con la que entramos en la Cuaresma, una atmósfera de extremo sufrimiento y tensión. Es verdad, todo está en los designios de Dios, lo hemos constatado y pagado en persona, por el bien de las almas, el renacimiento de la Iglesia, la conversión de ese número significativo de personas que sabéis, y también por el triunfo de la Eucaristía y de la Madre de la Eucaristía. El Señor pidió y no nos eximió de un enorme sufrimiento.
Por lo demás, el mismo Juan Pablo II en Fulda, en Alemania, delante de algunos que le estaban insistiendo para saber algo sobre el tercer secreto de Fátima, tomó el rosario en la mano y dijo: “La Iglesia renacerá de la sangre de sus hijos”. Mostrando el rosario, el Papa quiso decir que la oración puede salvar la Iglesia junto a la “sangre de sus hijos”. Sabéis cuánta sangre y cuántas lágrimas han sido derramadas aquí en el lugar taumatúrgico por el Obispo y por la Vidente; también vosotros habéis contribuido.
Alguno se ha escandalizado por lo que está escrito en las cartas de Dios: “La Iglesia renacerá”, pero lo ha dicho también el Papa. Dios no tiene necesidad de aprobaciones humanas, pongámonoslo bien en la cabeza: Dios es libre de hablar, de intervenir cómo y cuándo quiera. Por lo tanto no es necesario que el Papa, con su autoridad, certifique la autenticidad de un mensaje que viene de Dios.
La Cuaresma indica la preparación a la resurrección, al triunfo, a la victoria de Cristo. ¡Cuántas Cuaresmas hemos celebrado! No me refiero a las que habéis vivido individualmente, sino a las vividas en este lugar como comunidad. Si las queremos calcular, teniendo presente los años desde el inicio de las apariciones públicas, es decir desde 1993, son dieciséis años. Dieciséis cuaresmas, todas fuertes, dramáticas, pesadas y dolorosas.
La Cuaresma es la preparación a la gran intervención de Dios: la resurrección. Cristo es Dios y por tanto la resurrección ha brotado de Su poder. Él mismo, sin embargo, antes de llegar a la resurrección, pasó unos 3 años de vida pública que luego culminaron en el dramático momento de la pasión y de la muerte.
¿Cómo se preparó Cristo para la vida pública? Está indicado claramente en el Evangelio de hoy de Marcos: “Luego el Espíritu lo llevó al desierto. Y estuvo en él durante cuarenta días, siendo tentado por Satanás; y vivía entre las bestias salvajes, pero los ángeles le servían. Después de ser Juan encarcelado, Jesús fue a Galilea a predicar el evangelio de Dios; y decía: «Se ha cumplido el tiempo y el reino de Dios está cerca. Arrepentíos y creed en el evangelio». (Mc 1, 12-15). Alguno podría sorprenderse del hecho que Jesucristo, que es Dios, haya sido llevado al desierto y tentado por el demonio. Recordad que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, así que ésta es la explicación: Jesús es tentado por el demonio como hombre, él tiene naturaleza humana y por tanto todo lo que nos pertenece, excepto el pecado y la inclinación a él.
Para nosotros en cambio, muy a menudo las tentaciones nacen de nuestro corazón, de nuestra debilidad, de nuestra fragilidad, de nuestra inclinación al mal, de nuestra concupiscencia y del deseo desordenado. En Cristo todo esto no puede ocurrir, por tanto la tentación no tiene nunca un punto de partida interno como lo tenemos nosotros; así pues el ataque diabólico puede ser solo externo, porque es verdadero hombre pero también es verdadero Dios, por tanto perfecto, exento de cualquier sombra de imperfección.
Hoy os revelo por primera vez un particular: Jesús hasta el momento de la encarnación, no podía ser tentado por el demonio; cuando se convirtió en hombre, incluso siendo Dios, es atacado y tentado. “Luego el Espíritu lo llevó al desierto”: atención aquí se evidencia la acción del Espíritu Santo sobre Jesús Hombre. El pronombre “lo” indica de manera precisa que la Tercera persona de la Santísima Trinidad influye en Cristo Hombre para que se refugie en el desierto durante cuarenta días.
Cuarenta es un número bíblico que aparece con frecuencia: cuarenta son los años de permanencia en el desierto del pueblo judío, porque no había tenido total confianza en Dios, cuarenta son los días de espera antes de que Moisés recibiese el decálogo, cuarenta son los días transcurridos en el desierto por Elías antes de recibir la gran revelación de Dios, la gran experiencia en el monte Oreb y por tanto también la Cuaresma dura cuarenta días.
Ved como vuelve siempre este número bíblico diría que extremadamente significativo.
Como os acabo de explicar, Jesús puede ser tentado, en cuanto hombre, por Satanás. Satanás es la típica expresión que usa Marcos para indicar al demonio. Satanás significa adversario, por lo tanto continúa y se intensifica la lucha que hay entre estos dos contendientes: Jesucristo de una parte y el adversario, que es el demonio, por la otra. Si recordáis la tentación que describe Mateo, podéis llegar a esta conclusión: Jesús como hombre, y lo tengo que ratificar una vez más, tenía delante de sí abiertos dos caminos, el camino del triunfo por recorrer, a través del poder, o bien el camino de la humillación y de la cruz. El demonio lo instó por el camino del triunfo y Cristo lo venció eligiendo en su lugar el camino de la humillación, el camino del sufrimiento. Eh ahí que hoy el evangelio os resulta un poquito más claro respecto a los días pasados.
La humanidad de Cristo se convierte para nosotros en un ejemplo vivo: “Vivía entre las bestias salvajes”; el evangelio de Marcos tiene la característica de resaltar algunos detalles: ¿por qué estaba con las bestias salvajes? ¿Esta imagen no os recuerda al Paraíso terrestre? Cuando Adán paseaba tranquilamente en el Edén circundado de leones, tigres y de todos los demás animales feroces, estos respetaban al hombre. ¿Qué rompió esta relación de convivencia? El pecado. El pecado es siempre la causa de lucha, de división, de tensión y de guerra. Prestad atención, todas las guerras, desde el principio hasta el día de hoy, tienen siempre como causa el pecado: el orgullo del rey, del emperador, del dictador, del gobierno; siempre hay esta manifestación diabólica de oprimir a los débiles para hacerlos siervos y esclavos, ésta es la guerra. “Vivía entre las bestias salvajes”: en esta escena Dios quiere hacernos entender que si el pecado es anulado, como dice Pablo, toda la creación recibe los beneficios. De hecho, con la redención no solo el hombre, sino todo lo creado, ha obtenido beneficios notables. “Pero los ángeles le servían”, otro detalle, Dios es servido por los ángeles; por lo tanto, ved como en la persona de Jesucristo, coexisten la naturaleza humana y la divina. Jesús como hombre padece, pero como Dios tiene derecho al servicio de las criaturas angélicas.
Os he dicho siempre que leáis la Palabra de Dios con inteligencia y atención. “Después de ser Juan encarcelado, Jesús fue a Galilea a predicar el evangelio de Dios” (Mc 1, 14), aquí el evangelio dice que Juan fue encarcelado; sin embargo, la palabra griega es más precisa y la traducción correcta es “encarcelado por traición”. ¿Sabíais que Juan Bautista fue traicionado? Porqué fue encarcelado por Herodes en un territorio sobre el cual éste no tenía ninguna jurisdicción. Por lo tanto no teniendo jurisdicción ¿Cómo lo hizo? Herodes, “ese zorro”, como fue definido por Jesús, es astuto y habrá usado alguna estratagema para encarcelarlo.
Como al inicio de la Pasión de Cristo hay una traición, también así al inicio del drama de Juan hay una traición. El precursor se asemeja a aquel que debe anunciar. Entonces qué sucede, que “Jesús fue a Galilea a predicar el evangelio de Dios; y decía: «Se ha cumplido el tiempo y el reino de Dios está cerca. Arrepentíos y creed en el evangelio». (Mc 1. 14-15); en dos versículos se habla dos veces del evangelio: “Predicar el evangelio” y cuando Jesús dice: “Creed en el evangelio”, ¿qué significa aquí la palabra “evangelio”, cuál es el concepto teológico? En este caso “evangelio” es la revelación de los designios de salvación de Dios realizados a través de Cristo, en pocas palabras: la redención. “Creed en el evangelio” significa “Creed en Mí que os redimo, creed en la redención que realizo”, pero atención para creer y aceptar a Cristo redentor hay que cambiar de opinión, “metanoeite” dicen los griegos, es decir, cambiar el modo de razonar. ¿Qué es la conversión? Es el paso de un modo de vivir, de razonar, de ser a otro modo. Yo reconozco, acepto a Cristo como redentor si cambio mi modo de ser, de vivir, de razonar.
Para acercarse a Cristo tenemos que razonar como razona Él, debemos esforzarnos por vivir como él vive y entonces de este modo podemos darnos cuenta que “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca”, es decir la redención.
El Reino de Dios es la obra redentora de Cristo y en este punto empieza para nosotros la Cuaresma. No podemos retirarnos al desierto, aunque a mí me iría muy bien: rezaría más y descansaría. No podemos retirarnos por lo tanto al desierto, pero recordad que el mundo en el que vivimos es ya un desierto, de hecho siempre sufrimos tentaciones. En la mentalidad bíblica el desierto es un lugar donde el hombre puede encontrar a Dios, es el lugar donde la oración se eleva más fácilmente a Dios, es el lugar donde la penitencia, el ayuno puede ser vivido de modo más preciso y atento. Sin embargo, se entiende también que nuestro desierto es este mundo, no hay necesidad de ir al Sahara o al desierto de Judea donde fue Jesús. Este mundo es el desierto para nosotros, no tenemos excusas, no tenemos justificaciones. Por lo tanto podemos, estando en el mundo, acercarnos a Cristo con la oración y la penitencia, nadie está exento de todo esto.
Por lo tanto todos nos encontramos en la misma condición y si queremos podemos alcanzar a Cristo y recibir los beneficios como pertenecientes a su Reino, es decir que somos Su conquista.
Todo lo que hoy se ha dicho es hermoso, habéis crecido en la cultura teológica y en la formación religiosa, pero todo esto exige un compromiso. Yo puedo esforzarme para haceros comprender algunas realidades, pero vosotros las debéis conquistar con vuestro compromiso, con vuestra dedicación y testimonio. Como dije el miércoles de ceniza, la cuaresma es un momento fuerte litúrgicamente y propicio, por lo que el hombre puede acercarse más a Dios.
¿Cuál es la diferencia entre Jesús y nosotros? Él está en el desierto y nosotros estamos en el desierto; las bestias salvajes a Él no le molestaban, en nosotros en cambio las bestias salvajes de nuestro desierto nos molestan. ¿Cuáles son las bestias salvajes que nos molestan? La mentalidad del mundo, las ideas, los valores y los intereses del mundo. Este es el motivo por el cual Jesús hizo aquella maravillosa oración al Padre: “No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno. Ellos no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo”. (Jn 17, 15-16). Nosotros podemos y tenemos que vivir inmersos en esta sociedad, pero tratando de alejarnos de lo que contamina la sociedad en la que vivimos.
El mundo se dirige, y esto lo ha dicho muchas veces la Virgen, hacia su propia autodestrucción. El mundo se desmorona, lo habéis oído, pero estas verdades tan impactantes y dramáticas están ante nuestros ojos todos los días. Los periódicos, la televisión y las revistas informan sobre los problemas de la sociedad: homicidios de inocentes, guerras injustas, pedofilia, víctimas de todas las formas de abuso, incluido el abuso sexual. Basta que abráis los periódicos y siempre tenéis una visión fea de la sociedad.
Jesús vivía con las bestias salvajes porque reconocían Su poder. Nosotros podemos modificar, transformar el ambiente en el que vivimos, solo cambiándonos a nosotros mismos. ¿Quién ha dicho: “Por ellos yo me consagro a mí mismo, para que también ellos se consagren en la verdad” (Jn 17, 19)? Jesús. Entonces cuánto más santos seamos, estaremos más comprometidos y procuraremos que la gracia de Dios abunde en nosotros y seremos más bienhechores de la sociedad. Los benefactores de la sociedad no son aquellos que donan dinero para construir cosas hermosas o dignas: hospitales, escuelas, hospitales de leprosos, etc. Los verdaderos benefactores son los que, a través de la propia santidad, atraen de Dios las gracias sobre el mundo en que viven.
No es verdad que solo los benefactores de los bienes materiales ofrecen beneficios a la humanidad.
Recordad el episodio evangélico de la viuda que dio pocas monedas, pero que ha fue alabada por Jesús. Ella dio lo necesario para vivir al tesoro del templo, aunque echó unas pocas monedas, no fue superfluo. En cambio, los fariseos, esos astutos, arrojaron muchas monedas pequeñas, de esta manera el ruido era tan fuerte que cuando la gente pasaba, los alababan por su generosidad. Son los mismos fariseos que se ponen a rezar en las plazas, que cuando ayunan transfiguran el rostro, adoptan tristeza.
Cuando hacemos el bien, tenemos que hacerlo sin intereses, sin que nadie se acuerde de ello. No nos tiene que importar si los hombres se acuerdan. Solo el juicio de Dios cuenta y Dios no se equivoca, aunque a veces nos parezca incomprensible Su modo de obrar.
Esta es una cuaresma comprometida, yo os digo que es la más importante de las dieciséis precedentes, no porque sea la última, sino porque siento que se está macerando algo, florecerá algo positivo y hermoso. Yo siento esto, quiero sentirlo. Y entonces os pido a vosotros que colaboréis con el Obispo y con la Vidente porque verdaderamente tenemos que arrancar a Dios la famosa palabra: “Basta”. ¿Lo conseguiremos? Solo depende de nosotros, depende solo de vosotros, y entonces cada día de cuaresma, en la oración, en la S. Misa, en el agradecimiento después de la comunión, en el rosario, en el ayuno, en las vigilias incluso nocturnas debemos insistir continuamente y decir: “Señor apresúrate a decir basta”.
¿Recordáis el año pasado lo que dijo Jesús el 29 de junio? “Yo, Jesús, te digo: ánimo don Claudio, ánimo Excelencia. Querías una palabrita que fuese cercana a “Basta”? Hela ahí: “Pronto”. Entonces podemos pedir a Jesús con insistencia y perseverancia: “¿No ha llegado ya el momento de decir Basta?”
Quiero esperar que estas palabras sean seguidas de hechos y de realidades, porque creedme, por mi que os hablo, por muchos motivos que sabéis y otros que no sabéis, sería triste y dramático si Dios tuviera que atrasar todavía una vez más su “Basta”
Alabado sea Jesucristo.