Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 3 mayo 2009
I Lectura Hch. 4,8-12; Salmo 117; II Lectura 1 Jn. 3,1-2; Evangelio Jn. 10,11-18
Existe una fuerte relación entre la revelación pública y la privada. Si comparamos el fragmento del S. Evangelio de hoy con la breve, pero significativa, Carta de Dios, traída por Jesús, los conceptos son los mismos, aunque cambien las expresiones.
En aquél tiempo, dijo Jesús: "Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es el pastor ni el propietario de las ovejas, viendo venir al lobo deja las ovejas y huye, y el lobo las ataca y las dispersa, porque es un asalariado y no le importan las ovejas.
Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas y ellas me conocen a mí, igual que mi Padre me conoce a mí, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil. También a ellas tengo que apacentarlas. Ellas escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor.
Por eso el Padre me ama, porque yo doy mi vida para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que la doy yo por mí mismo. Tengo el poder de darla y el poder de recobrarla. Tal es el mandato que he recibido de mi Padre". (Jn. 10,11-18)
En el fragmento evangélico, Jesús es el Buen Pastor y es muy diferente de los pastores mercenarios, los cuales no conducen a las ovejas a los mejores pastos y, si hay algún peligro, piensan sólo en huir para salir indemnes.
Hoy Dios Hijo nos ha comunicado un mensaje en el cual hay mucho para reflexionar y también para sufrir: "Soy vuestro Jesús. Si os acordáis, hace años os dije solamente estas palabras: "Tengo sed de almas". Esta sed Mía continúa, no ha sido satisfecha y hoy os repito: "Tengo sed, tengo mucha sed de almas, de que se conviertan, especialmente los poderosos hombres de la Iglesia y del Estado". No tengo nada más que deciros y os doy mi bendición.".
Hace muchos años que Jesús expresa el deseo de quitarse la sed, pero Su sed se aplaca sólo con la conversión de las almas; hoy ha afirmado que están lejos de Él sobre todo las almas de los que pertenecen a la jerarquía eclesiástica. Ésta es una puñalada para el que ama a la Iglesia. Una vez más, ante la hipocresía de los poderosos hombres de la Iglesia, interviene el juicio de Dios para condenarlos porque no piensan en su propia alma, ni en las almas de los fieles confiados a ellos.
Después de haber escuchado la carta de Dios, he sentido una gran amargura y me he preguntado para qué han servido todos los ayunos, los sufrimientos, las oraciones, las adoraciones eucarísticas, las comuniones, los florilegios y los sacrificios. Para el Señor todo esto no es un desperdicio, aunque no se hayan beneficiado los interesados directos.
El modo de actuar de Jesús a veces puede parecer contradictorio si se mira superficialmente. Hace años pidió que cada uno de nosotros adoptase a un sacerdote, invitándonos a rezar mucho.
A continuación envió a algunos miembros de nuestra comunidad en misión, para dar testimonio a los sacerdotes de Roma y fuera de Roma de todas las obras que Él realizó en el lugar taumatúrgico. Muchos lo aceptaron, pero la reacción negativa de algunos hizo que el Señor dijese, primero a Marisa, después a mí, y después a vosotros, que no se rezara más por ellos. Seguidamente, ya que la situación de los hombres de la Iglesia empeoraba cada vez más, Dios pidió nuevamente oraciones para su conversión. En un coloquio de hace algunos meses, Dios Padre nos hizo saber que la conversión de los sacerdotes es difícil, pero más la de los jóvenes. Éstos, sin embargo, como ha dicho Dios mismo, merecen mayor comprensión porque han recibido poca o, peor aún, ninguna enseñanza de los padres, familias, escuela y de los mismos sacerdotes, mientras que estos últimos han estudiado teología, conocen perfectamente la Ley de Dios, la diferencia entre el bien y el mal y a pesar de eso se comportan como los jóvenes o peor.
Todo esto es verdaderamente triste, porque nos sentimos impotentes. A menudo me pregunto si vale la pena continuar luchando. Pero cuando Jesús viene a mendigar, tratemos de darle de beber. Recordad el coloquio habido entre Cristo y la samaritana en el pozo de Sícar. Jesús estaba cansado y pedía: "Tengo sed, dame de beber". Hoy nos lo repite también a nosotros: "¡Tengo sed de almas!" en la Biblia se mencionan frecuentemente los pastores indignos, en los libros de Ezequiel, Jeremías y Zacarías, por ejemplo. Estos tres profetas, cuando hablamos de pastores indignos, además de los sacerdotes, se refieren también a reyes y profetas. A menudo en la historia de la Iglesia, por desgracia, las personas llamadas por Dios ceden a la tentación de usurpar el don recibido para explotarlo según sus propios fines y sus bajas ambiciones: poder, riqueza y placer. Estas son las tres causas que, por desgracia, equiparan los sacerdotes del Antiguo Testamento hasta nuestros días. El sacerdocio es indispensable, pero tiene que ser honesto y limpio. Así pues hoy volvamos a hacer lo mismo que Cristo, a lo largo del camino hacia el Calvario, cuando cayó y se levantó fatigosamente y mientras se levantaba era humillado y golpeado por los soldados. Emprendamos también nosotros este camino y vayamos hacia el Calvario, acompañemos a Cristo, tratemos de colaborar con la oración, con la inmolación, en el silencio de la adoración, de tal manera que su petición pueda ser escuchada. En la Iglesia también hay pastores santos. En el pasaje de los Hechos de los Apóstoles de hoy destaca la figura de Pedro que representa a todos los sacerdotes que siguen a Cristo.
Pedro pronuncia un discurso fuerte y valeroso en casa de Anás, el mismo lugar en que algunas semanas antes, había renegado de Jesús. En aquella ocasión había una simple sirvienta, ahora tiene que afrontar al sanedrín y a los ancianos con intrépido coraje, recordando sus culpas y sus responsabilidades y acusándoles de la muerte de Cristo: "Sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel, que éste se encuentra sano ante vosotros en virtud del nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y Dios resucitó de entre los muertos". (Hc 4, 10)
Este coraje indómito es obra de Dios Espíritu Santo. Jesús dijo: "Cuando os entreguen no os preocupéis sobre cómo habéis de hablar o que habéis de decir, porque en aquel momento se os sugerirá lo que debéis decir. Pues no seréis vosotros los que hablaréis, es el Espíritu de vuestro Padre que hablará en vosotros" (Mt. 10,19-20). En veinte siglos de la historia de la Iglesia muchos humildes y sencillos sacerdotes, incluso sin haber llegado a tener un papel relevante en la jerarquía eclesiástica, han tenido, como Pedro, la misma fuerza y el mismo valor, suscitados por el Espíritu Santo.
La Iglesia ha continuado a lo largo de los siglos gracias a estos y no por el mérito de los mercenarios de alto rango y llegará el momento en el que se realizará la profecía de Cristo: "Serán un sólo rebaño y un sólo pastor" (Jn 10, 16).
Hoy, la situación es triste y preocupante, pero tenemos que creer en la profecía del Señor y, finalmente, tendremos pastores según el corazón de Dios. "Os daré pastores según mi corazón, que os guiarán con ciencia e inteligencia" (Jer. 3,15), así lo ha prometido Dios al Profeta Jeremías que había arremetido contra los pastores indignos. La Palabra de Dios no se limita sólo a un período histórico, sino que abarca todos los siglos. Vivamos, por tanto, con fe la espera de lo que numerosas veces nos ha anunciado: la Iglesia renacerá y serán destituidos los pastores indignos.
Sin embargo, sólo Dios, conoce cuanto tiempo tiene que pasar todavía para que se realice Su promesa; estamos llamados a estar despiertos y vigilantes como las vírgenes prudentes con el aceite y las lámparas encendidas, signo de oración y de adoración. La Virgen nos ha exhortado frecuentemente: "Despertaos de este largo sueño". Tenemos que estar despiertos a la espera del Esposo que entrará de nuevo en Su Iglesia, para conducirla hacia los pastores que Él haya suscitado.
Todo esto empezará sólo después de la muerte de nuestra hermana Marisa. No creáis a los falsos profetas engañosos, incluso de alto rango, que enunciarán eventos y situaciones que no ocurrirán. Dios nos ha revelado que algunos personajes que hoy ocupan un lugar relevante en la jerarquía eclesiástica, leen todo lo que publicamos en nuestra página Web y tienen un gran temor: esto es absurdo. De hecho, si tienen miedo significa que creen, pero a pesar de eso, continúan oponiéndose a los designios de Dios y a los auténticos profetas de Dios.
Los tiempos de Dios son diferentes de los nuestros, nosotros querríamos que la espera fuese breve. El pueblo hebreo esperó durante siglos la venida del Mesías y después ni siquiera lo reconoció. Diversas veces el Señor nos ha explicado que Su "dentro de poco" o "en breve" es diferente del nuestro. La espera para el Obispo y la Vidente es larga a causa del gran sufrimiento, para ellos un día es como si fuese una semana, una semana es un mes, un mes es un año y un año es como diez.
Releed todas las cartas de Dios y tratad de contar cuantas veces Dios ha confirmado que mantendrá Su promesa. Esta promesa inspira temor a algunos personajes de la jerarquía eclesiástica de tal manera que les impide dormir.
Termino citando al evangelista Juan, el discípulo predilecto, el cual en pocas líneas ha escrito un poema.
Queridos, mirad que amor tan grande nos ha dado el Padre al llamarnos hijos de Dios, ¡y los somos realmente! Si el mundo no nos conoce es porque no le ha conocido a él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, pero lo que seremos no ha sido revelado todavía. Sabemos que cuando Él se manifieste seremos semejantes a él, porque lo veremos tal y como es. (1Jn. 3, 1-2)
Él nos explica la belleza, la grandeza, la dignidad de ser realmente hijos de Dios: "mirad que amor tan grande nos ha dado el Padre al llamarnos hijos de Dios, ¡y los somos realmente!". La traducción literal del griego hace más comprensible el significado: "y los somos por generación". Somos Hijos de Dios por generación, significa que la semejanza entre el hombre y Dios es la misma que hay entre padres e hijos; como la semejanza en el hombre se transmite a través de la generación, del mismo modo la semejanza entre nosotros y Dios se realiza a través de la vida nueva que Cristo infunda en nuestra alma.
Sin embargo, mientras que la filiación natural, una vez establecida, ya no cambia, la divina, en cambio, tiene un potencial tal que se perfecciona y se sublima durante toda la vida con la gracia dada a través de los sacramentos y una vida comprometida.
Esta semejanza alcanzará todo su poder cuando estemos en el Paraíso. De hecho, incluso si en la Tierra tuviésemos que llegar a un elevado nivel de santidad, no podríamos ver a Dios tal como es; cuando lleguemos al Paraíso Dios realizará en nosotros otra obra maestra que nos permitirá verlo y gozarlo.
Si habéis comprendido todo eso meditadlo y difundidlo. Dad gracias a Dios, porque con nosotros ha sido verdaderamente benévolo, misericordioso y generoso.