Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 4 enero 2009
I Lectura: Sir 24,1-4.12-16; Salmo 147; II Lectura: Ef 1,3-6.15-18; Evangelio: Jn 1,1-18.
Hoy, segundo domingo después de Navidad, delante de nosotros todavía está viva la imagen del pesebre, no solamente desde un punto de vista material y físico, sino sobre todo espiritual, porque creo que bastante frecuentemente cada uno de vosotros ha pensado, recordado, releído con acentos nuevos las páginas del Evangelio que nos habla del nacimiento de Cristo.
Hoy en la segunda lectura, tomada de la carta de San Pablo a los Efesios, vemos de una manera clara, precisa y profunda los efectos de la Encarnación.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales. Él nos ha elegido en Cristo antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables a sus ojos, por puro amor nos ha predestinado a ser sus hijos adoptivos, por medio de Jesucristo y conforme al beneplácito de su voluntad, para hacer resplandecer la gracia maravillosa que nos ha concedido por medio de su querido Hijo. Por lo cual, yo, (Pablo) al conocer vuestra fe en Jesús, el Señor, y el amor a todos los creyentes, no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría que os revele un conocimiento profundo de él; que ilumine los ojos de vuestro corazón, para que conozcáis cuál es la esperanza de su llamada, cuál la riqueza de la gloria de su herencia otorgada a su pueblo. (Ef 1,3-6.15-18)
Si la Segunda Persona de la Santísima Trinidad no se hubiese encarnado, si Dios no se hubiera convertido en hombre, no podríamos leer y creer en realidades ahora presentes en el mundo y en la Iglesia, es lo que dice San Pablo en el pasaje de esta carta.
La carta a los Efesios ha sido objeto de polémicas y discusiones. No quiero entrar en el fondo de estas discusiones, pero mencionaré una para que vosotros también podáis crecer desde el punto de vista cultural. El que conoce la vida de San Pablo, sabe que se quedó durante tres años en Éfeso. Ahora, leyendo esta carta, no limitándonos solo al fragmento, sino a la carta entera, sobresale en San Pablo un escaso conocimiento de Éfeso y de la comunidad de Éfeso. Sobre esto los exegetas empezaron un duelo: si es verdad que la escribió en Éfeso; si la escribió a la comunidad de Laodicea; si la escribió a todas las Iglesias que estaban en las diversas ciudades de Asia Menor. Me parece bastante inútil una discusión semejante porque tenemos, más bien, que centrar la atención sobre el tema central de la carta. La peculiaridad de esta carta de la que habla el apóstol Pablo es el designio de Dios de salvar a todos los hombres, tanto los judíos, como los paganos. Habla de manera completa y clara de la realidad del Cuerpo Místico, es decir, todos los hombres deben incorporarse a Cristo, formar una unidad con Él, ya que de este Cuerpo Místico Cristo es la Cabeza y nosotros somos sus miembros. De aquí se sacan una serie de deducciones: si Cristo ama, nosotros tenemos que amar; si Cristo sufre, nosotros tenemos que sufrir; si Cristo está de parte del que sufre, nosotros tenemos que estar de parte del que sufre. San Pablo no puede olvidar, más bien, a través de algunas expresiones lo evidencia de manera cada vez más precisa, que nosotros vemos a Cristo históricamente niño, adolescente y hombre en la tierra de Palestina, pero también tenemos que ver a Cristo, verdadero Dios. Al inicio de este fragmento Pablo hace un discurso en el que evidencia y manifiesta la igualdad entre el Padre y el Hijo. El inicio es un canto de alabanza: “Bendito sea Dios”. Los que tienen algún año más recordarán que al final de la Misa el sacerdote recitaba una serie de “Bendito”: “Bendito sea Dios, Bendito sea Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre”. Sin embargo, mientras en la oración al final de la Misa la oración estaba dirigida a la reparación, aquí, diciendo “Bendito”, el apóstol Pablo pretende enfatizar la manifestación de la alabanza y del culto que la criatura debe dirigir al Creador: es una exaltación de Dios, un reconocer a Dios verdaderamente superior. Mirad qué profundo significado teológico encierra en sí misma esta simple palabra, “Bendito sea Dios”.
Y continua: “Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Esta es alta teología, se destaca la paternidad divina de Dios, la filiación divina de Cristo, pero aquí empezamos a tropezar porque nos encontramos en el misterio Trinitario. Dios es Padre, Jesús es Hijo, sin embargo entre Padre e Hijo hay una perfecta identidad, el Hijo es igual al Padre, el Hijo es eterno como el Padre, Omnipotente como el Padre, Omnisciente como el Padre; podéis tomar también todos los demás atributos divinos y llegaréis siempre a igualar al Hijo con el Padre. Esta es alta teología. Como estamos distraídos, como somos superficiales, cuando nos preparamos para leer la escritura corremos, sin embargo debemos detenernos, no solo en cada línea, sino incluso en cada palabra. También aquí ya se evidencia la realidad del Cuerpo Místico: “Nos ha bendecido en Cristo”. Por tanto la bendición que tenemos que dar a Dios como alabanza, desciende de los cielos, el origen es divino y desciende de Dios todo otro beneficio espiritual que podamos tener u obtener, pero solo si estamos unidos a Cristo. El hombre está unido a Cristo cuando tiene la gracia. El hombre que tiene pecado, hablamos de pecados graves, pecados mortales, no está unido a Cristo. Por tanto la identidad del Cuerpo Místico significa el conjunto de todas las personas que tienen la gracia de Dios. No solo los cristianos, los católicos tienen la gracia de Dios. De esta manera se amplía el plan de salvación. Lo absurdo es que como miembros del Cuerpo Místico puede haber personas no cristianas, pero que tienen la gracia, mientras que fuera, al no pertenecer al Cuerpo Místico, hay católicos que viven en pecado. Esto es lo que dice San Pablo y que debo resaltar nuevamente, ya que no está suficientemente predicado. Ahora me dirijo a los que frecuentan la Iglesia desde hace más de medio siglo; ¿Habéis oído alguna vez un concepto semejante? ¿Por qué estas verdades tan profundas y tan consoladoras no se dicen? La salvación se obtiene si estamos unidos a Cristo, pero aquí hay todavía otra cosa que resaltar. Cada uno de nosotros que está en gracia es una persona escogida individualmente por Dios, pero si he sido escogido yo y si ha sido escogido cada uno de vosotros, no significa que Dios no haya escogido a los otros. A cada elección de Dios tiene que seguir la adhesión, el “sí” por parte del hombre. Como María pronunció el “Sí” el día de la Anunciación, entonces, así como en el día de la Anunciación Dios obró la gran intervención de la Encarnación, a nuestro “Sí”, Dios obra la gran intervención de la conversión, de la adhesión a Él. Después releed estos fragmentos y los saborearéis de manera maravillosa.
¿Cómo es posible que Dios nos haya escogido “antes de la creación del mundo”, antes que empezásemos a existir? Nosotros estábamos presentes porque todo está presente en la mente de Dios, que nos ama inmensamente desde la eternidad, antes de que empezásemos a amarle a Él. También aquí el discurso del amor hace ver a Dios como primer y absoluto protagonista, nosotros lo secundamos, lo seguimos, pero no podemos poner en el mismo nivel nuestra respuesta con la llamada de Dios.
El Señor llama mucho antes, el hombre responde, si es que responde, mucho después. Esta es una brecha enorme, inmensa, infinita entre Dios y el hombre, pero está llena del amor de Dios.
“Para que fuésemos santos e irreprochables a sus ojos, por puro amor”. Por lo tanto en el amor. Cuando leáis la palabra de Dios deteneos, gustadla, no tengáis prisa, porque aquí está la verdad infinita que se revela progresivamente en la historia del hombre.
“Nos ha predestinado a ser sus hijos adoptivos, por medio de Jesucristo”. Comprendemos el concepto de predestinación. Los herejes han hablado de predestinación, pero en el sentido de que Dios predestinó a unos para salvación ya otros para condenación. No es esto lo que afirma Pablo. Usando este verbo, predestinar, San Pablo ha dicho que antes de nuestro ser, Dios quería y quiere que todo hombre se salve. Si el hombre no se salva no es porque Dios lo haya predestinado a la condenación, sino porqué, abusando de la libertad y de su libre albedrío, le da la espalda a Dios, lo rechaza y se opone a Él.
“Según el designo de amor”. Esta expresión vuelve, es repetitiva. Todo lo que Dios hace, lo hace con un doble propósito: su propia gloria y el bien de los demás. Es justo que la acción que parte de Dios, vuelva a Dios a través de la colaboración humana. Esta es la alabanza que Dios quiere, esta es alabanza que Dios pide, esta es la alabanza que tenemos que dar a Dios. Pues, una vez que somos, como dice Pablo, “gratificados en el hijo amado”, es decir cuando somos uno con Cristo, para nosotros es una gratificación, entonces en ese momentolos efectos y las consecuencias de esta filiación son tan grandes y hermosas, que quien se pone frente a esta obra maestra de Dios no puede dejar de darLe alabanza, gloria y honra. Para ser incorporados a Cristo, hace falta el ministerio, ordinariamente, o bien Dios viene como quiere y a Dios todo le es posible.
“He sabido de vuestra fe, del amor que tenéis y por esto os doy gracias”. Eh ahí el pastor que da gracias a Dios por su rebaño, cuando ese está unido, es conducido hacia la verdad y responde conscientemente a los impulsos que vienen de Dios directamente o a través de sus ministros. San Pablo reza a Dios para que pueda dar el Espíritu de Sabiduría y de Revelación a los habitantes de Éfeso y le ruego yo también para que os pueda dar también a vosotros el Espíritu de Sabiduría y de Revelación. La Sabiduría de Dios nos ayuda a comprender la verdad de Dios, pero nosotros podemos comprenderla no con la inteligencia humana y el estudio, sino sencillamente cuando estamos iluminados por el Espíritu Santo, o cuando formamos parte del Cuerpo Místico. Por tanto todo buen pastor debería rezar a Dios para que realmente este Espíritu de Sabiduría y Revelación, revelación significa manifestación, pueda realizarse en todo ser humano o, al menos, en todo ser sobre el que se dirija su acción pastoral y sacerdotal.
Esta es también una propuesta a algo hermoso, grande e importante que haremos la próxima semana. ¿Recordáis la fecha del 10 de enero de 2002? Ante todo pido que recuperéis aquel escrito que habíais hecho, que yo olvidé y cuya existencia me ha sido recordada: “Mi Obispo, ordenado por Mí, ha obtenido la victoria”. Sacadla y exponedla hoy, primero en esta capilla y luego si no celebramos Misa en esta capilla será expuesta en la basílica. Será expuesta desde hoy porque tiene que recordar, aunque no haya necesidad, lo que Dios nos hizo saber el 10 de enero de 2002. Dado que queremos solemnizar la fiesta, se aplazará al domingo siguiente. Por tanto el domingo próximo, 11 de enero, celebraremos lo que Dios nos hizo saber el 10 de enero de 2002. Esta celebración puede consistir en aceptar lo que la Madre de la Eucaristía nos pide continuamente: rezad, rezad, rezad. Ya sé que rezamos, ya sé que rezáis y, a veces, nos sentimos cansados, porque “rezamos, rezamos, pero aquí nunca se ve nada”. Pero son estos los momentos en los que es necesario apretar los dientes, aquellos que tienen, y seguir adelante.
Del 2002 al 2009 son siete años. Siete es un número sagrado, es un número que vuelve: las siete obras de misericordia espirituales, las siete obras de misericordia corporales, los siete dones del Espíritu Santo y creo que si vamos a buscar, habrá todavía algún otro evento asociado al número siete y esto me hace esperar también que para nosotros tiene un sentido, que es un número significativo.
La jornada eucarística del martes será aplazada al jueves y haremos un triduo: jueves, viernes y sábado. El viernes, el segundo día, habrá el encuentro bíblico y el sábado, el que pueda, el que quiera, que venga y haremos el tercer día del triduo. El domingo 11 de enero no habrá procesión, un poco a causa del frío y un poco porque no sabemos si lloverá, pero haremos la oración, la adoración eucarística y será expuesto Jesús Eucaristía solemnemente. En la primera parte, cantos y oraciones espontáneas, después seguirá la aparición y la Santa Misa. Creo que es un buen modo para honrar esta fecha y celebrarla. No quiero ser hipócrita, no lo he sido nunca en mi vida y, menos quiero serlo ahora: me hubiera gustado que esta celebración ocurriese en un clima más alegre, más sereno, más pacífico, pero desafortunadamente, no es así. La Virgen nos dice que sonriamos, que sigamos adelante, pero también es verdad que uno para estallar de alegría tiene que tener una motivación. Nosotros tenemos el motivo de la espera, ninguno de nosotros puede ser como la Virgen, ella ha vivido la espera del nacimiento con alegría, pero por otra parte toda madre la vive con alegría. Ya que nos gustaría, querríamos, desearíamos, cada uno dará su aporte en la medida de lo posible. Eh ahí porque os pido también que recéis, de manera particular por el Obispo y por la Vidente. La Virgen dijo, el 10 de enero del 2002, que esta victoria se había realizado por el coraje del uno y el sufrimiento de la otra y la colaboración de vuestras oraciones. Es una victoria enorme, es una gran victoria, cuyo alcance aún no se puede evaluar, pero creo que se evaluará en el futuro. Es una victoria que ha cambiado el rostro de la Iglesia, que ha cambiado la Iglesia en su interior, que ha marcado la derrota de los enemigos de la Eucaristía, una victoria enorme, grandísima, que Marisa vio representada con aquel escrito con letras de oro. Pues bien, tratemos de recopilar este escrito, pues quiero que sea evidenciado. Ya sé que no puede obrar milagros solo el escrito, el milagro solo lo puede obrar Él, eh ahí porque he dicho que rezaremos. Nos recogeremos una vez más alrededor de la Eucaristía gimiendo, esforzándonos en sonreír, tratando de seguir adelante. En la oración, cuando es sincera, se puede decir todo a Dios, una oración que sale del corazón. Espero que ninguno haga una oración de exhibición, sino que cada uno haga, al menos los que quieran, una oración dictada exclusivamente desde el corazón. Es una semana importante para mí, para la Vidente, para la comunidad, para los designios de Dios y esperemos que nos llegue alguna bendición de lo alto.
Volvamos a Pablo. Dios es infinito, sus bendiciones no acaban nunca, incluso dentro de tres mil años Dios podrá derramar sus bendiciones de manera copiosa, abundante para los hombres y esperemos que nosotros podamos cosechar abundancia de bendiciones el domingo próximo. Podremos no merecerlas, nuestro comportamiento podría no haber estado siempre a la altura de la situación; digo nuestro, no me excluyo, pero, mirando a la Virgen que nos llama a ir hacia el Señor, hacia su Hijo, vayamos allí con serenidad, con confianza y con amor.
Sea alabado Jesucristo.