Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 4 octubre 2006
I lectura: Gal 6,14-18; Salmo 15; Evangelio: Mt 11,25-30
Ordinariamente, cuando hay un retraso, el que se ha retrasado pone excusas. Yo no lo haré porque debemos dar prioridad a la caridad y la solicitud para aquellos que están enfermos y sufren. Este es el motivo por el que, y me entristece, no he podido estar presente desde el inicio de este momento importante.
Vosotros habéis rezado, y este es el compromiso más grande de los cristianos; pero tengo que haceros una pequeña corrección: vosotros que formáis parte de esta comunidad, no os limitéis solo a recitar rosarios, uno después del otro. He tenido que intervenir yo, varias veces, para sugeriros que cantéis o leáis una carta de Dios. Tratad de animar la oración, de otro modo nos transformamos en un coro de ovejas baladoras tratando de pasar el tiempo, a la espera de algo. La oración ha sido y es importante. Esta es la directiva que imperará en este lugar, o, si tuviese que ocurrir en otros lugares, en el caso en el que hubiera un retraso para el inicio de la Santa Misa.
Marisa continúa con su misión, una misión de sufrimiento. Ayer tuvimos, por Su bondad, un largo coloquio con Dios Padre, que duró cerca de una hora. Y, como se suele decir en Roma, nos desahogamos: nos dejó hablar y no nos interrumpió en ningún momento.
Dios, nos permitió decir todo lo que quisimos, aunque él ya estaba al corriente de todo lo que diríamos. Lo que podemos contar es que ha pedido una vez más que tengamos paciencia y ha pedido el sufrimiento: “¿Pensáis que si Yo pudiese prescindir de vuestro sufrimiento, os lo pediría? No puedo, el mundo lo he creado Yo, he creado cada cosa que existe pero, por desgracia, el mundo está yendo hacia su autodestrucción. No es éste el mundo que Yo quería”.
El segundo punto es igualmente angustioso y se refiere a los sacerdotes, sobre todo a los grandes hombres de la Iglesia; continuad rezando por su conversión. A Marisa le ha pedido todavía sufrir para que, al menos una parte de ellos, pueda convertirse y salvarse. Humanamente hablando habríamos deseado cualquier cosa diferente, pero es normal, porque el sufrimiento da miedo a todos.
No penséis nunca que pueda habituarse al sufrimiento, no penséis nunca que quién lleva la carga de la cruz, pueda habituarse a este peso tan tremendo; significaría que estáis perdiendo la sensibilidad, el amor y la caridad. No pronunciéis nunca expresiones desafortunadas como: “Pero esta es su misión”. Poneos vosotros en su lugar y comprenderéis lo dura que es la misión. Son treinta y cinco años que lo estoy viviendo y no me he habituado todavía. A vosotros, por tanto, os pido que os unáis en esta campaña de oración. Yo solicito oraciones, sacrificios, ayunos, incluso del tipo del que os he enseñado, es decir, el sacrifico de comer lo que es desagradable, que no es agradable o no gusta. De este modo, quizá, disminuiréis nuestra carga, haciéndoos vosotros portadores: eh ahí porque lo estoy pidiendo.
Estaba pensando, justamente hoy, en cuál sería el tema del próximo año, qué título darle. Ya lo he identificado: hablaremos de eso en su momento, pero lo que os pido hoy, y lo repetiré a menudo, es esta campaña de oración, de intercesión ante Dios para que el bien, si no en todos, al menos en diversos corazones, pueda triunfar. El Señor ha confirmado que la mayoría de los sacerdotes cree, pero los verdaderos convertidos no son todavía muchos. Hay diferencia entre creer en algo y vivir santamente: Dios quiere que nosotros los sacerdotes y los obispos vivamos santamente. Por tanto, aunque aparentemente nos parezca que todo está en contra, y yo he manifestado claramente esta sensación a Dios, las cosas se están moviendo, quizás, con mensos celeridad de lo que él mismo pueda desear, pero vencer al mal que se está extendiendo y está esparcido, no es fácil. Eh ahí porque pido, también a vosotros, que os unáis en esta campaña. Repito la exhortación de Jesús a los apóstoles: “Rezad, rezad, rezad”
Sí, es verdad, rezad, para no caer en tentación, la tentación del desánimo, del miedo, de ir a otro lado, porque aquí no se verifica y no se realiza nunca nada. Rezad, rezad, rezad, para no caer en tentación. Dios Padre ha hecho algunas referencias sobre el futuro, y a mí, que recordaba que son años, casi un decenio, que no tengo a mi lado un sacerdote, me ha dicho: “No te preocupes, en el momento oportuno serás tú mismo el que escoja todos los sacerdotes, que creerás apropiado tener al lado”. Es la palabra de Dios ésta, no es la palabra de un hombre. ¿Cómo se realizará todo esto? Lo sabe Dios y en parte también nosotros. ¿Y vosotros? Mirad adelante, alimentándoos de esperanza, reforzaos en la fe, creced en la caridad.