Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 6 mayo 2007

V DOMINGO DE PASCUA (AÑO C)
Primera lectura: Hc 14,21-27; Salmo 144; Segunda lectura: Ap 21,1-5; Evangelio: Jn 13,31-35

El Evangelio de Juan es el que me llamó la atención y me atrajo de una manera especial porque el tema del que estamos hablando, incluso si el pasaje es corto, es de una importancia, de tal intensidad que, si se pusiera en la práctica, pondría a la Iglesia de hoy en una situación completamente diferente de la que, desafortunadamente, aparece a los ojos de todos. El fragmento empieza con una particularidad: “Cuando Judas salió del cenáculo”. La de Judas es una presencia desfavorable, negativa, especialmente para Cristo. Su presencia impide la intimidad y aquella familiaridad que Jesús quiere dar a su gran discurso y que ocupa también los capítulos siguientes del Evangelio de Juan. Judas se va y Jesús se encuentra circundado por sus amigos. Él sabe, porque es Dios, que lo traicionarán y lo dejarán solo, pero a pesar de esto, sabe el amor de los apóstoles que lo han dejado todo para seguirlo y han abandonado todo lo que en ellos se oponía a Él. El suyo es un amor todavía demasiado humano y, hasta que no es sostenido por el amor de Dios, todavía habrá posibles fragilidades, debilidades y alejamientos de Cristo. Jesús está en el cenáculo, pero, además de Él, que se está ofreciendo como Redentor, está también la que lo ha puesto en el mundo, María, Madre de la Eucaristía. Hay una discusión entre los seguidores que debaten el mérito a la circunstancia de que Judas estuviese presente o no en el momento de la institución de la Eucaristía. A mi parecer no estaba presente por el motivo que acabo de explicaros: Cristo busca intimidad, amor, familiaridad y, aunque en forma todavía imperfecta, la encuentra en los apóstoles, en los once, y no en Judas, porque sabía que lo traicionaría. Jesús esperó a que saliese del cenáculo, justamente para darse completamente como Pan eucarístico y como Palabra. Ahora nosotros nos detenemos a examinar este don de Jesús como Palabra. Hay expresiones que aparecen aparentemente fuera de lugar; Jesús está a punto de empezar Su Pasión, está a punto de ir al encuentro de la muerte, entonces ¿Cómo es posible que diga: “El Hijo del Hombre ha sido glorificado”? Él será humillado y juzgado dentro de poco y será condenado a muerte, por eso ¿dónde es posible ver emerger esta glorificación? Sin embargo antes de explicar este concepto hay que especificar que, cuando nosotros hablamos de Dios, tenemos que dejar de lado la categoría humana, los modos comunes de entender y de comprender, y hay que escoger la comprensión que Dios mismo ofrece de sus enseñanzas y de sus palabras. El Hijo del Hombre, Cristo, ha sido glorificado en el sentido que el Padre ha aceptado la oblación, la ofrenda, pero sobre todo, la obediencia que Cristo ha demostrado respecto al Padre. El Padre, desde la eternidad, además de la creación del hombre y de cualquier otra realidad, también estableció redención y esto tenía que ser la tarea de su Hijo, de Dios Hijo, de la Segunda persona de la Santísima Trinidad. Pues bien Cristo, como dice el salmo, “ha entrado en el mundo” diciendo que se inmolaba y ofrecía Su Cuerpo al Padre, porque todos los otros sacrificios de animales eran inútiles para asegurar que la alianza pudiera volver a estrecharse con un vínculo satisfactorio y positivo. No solo el Hijo es glorificado, sino que es glorificado también el Padre, por tanto el concepto es el mismo: la Gloria la damos a Dios cuando Le obedecemos. Cada vez que nosotros obedecemos a Dios, en el cumplimiento del decálogo, en el cumplimiento de este nuevo mandamiento del amor que fue establecido al inicio de la nueva alianza, pues bien, cada vez que respetamos estas leyes, le damos gloria a Dios, en el sentido de que aceptamos sus enseñanzas, aceptamos sus directivas y nos inclinamos a cumplirlas con un gesto de obediencia y docilidad. Si Dios ha sido glorificado en Él, también “Dios lo glorificará”. La paradoja es que Jesús está a punto de morir, pero lo que para los hombres es humillación, para Dios es exaltación. A los ojos de los hombres Cristo es humillado cuando sube a la cruz, cuando es clavado a la cruz; para Dios, en cambio, Cristo en aquel momento es exaltado, lo ha dicho él mismo: “¡Cuando sea exaltado en la cruz atraeré a todos los seres, a toda persona a Mí!”. He aquí la Gloria que Cristo ha buscado y querido. Cristo, dócilmente, ha hecho suya esta muerte con una aceptación libre y voluntaria y Dios lo glorificará enseguida, en el sentido de que, con la redención, con la muerte de Cristo, el Paraíso es abierto y acceden las almas de los justos que están en los infiernos y en aquel limbo que nosotros siempre hemos predicado y afirmado que no existe. El limbo no ha existido nunca. A propósito, la afirmación de que los niños que morían sin haber tenido la posibilidad de ser bautizados fueran al limbo, es una mera invención teológica. Finalmente, hace poco tiempo, también la Iglesia ha afirmado que es una teoría equivocada, por desgracia se ha necesitado demasiado tiempo. Nosotros tenemos cartas de Dios, una del 2001 y una del 2006, en la que Jesucristo dice exactamente que no existe el limbo. Pero ¿por qué no existe el limbo? ¿Por qué os estoy hablando de esto? Porque está todo absorbido, como veremos luego, por el amor de Dios. “Yo os doy un mandamiento nuevo” y comenzamos a hablar con temor sobre esta maravillosa ley del amor. “Yo Cristo, Yo Dios, os doy a vosotros”: indica un don que nos da el Señor y esto debe ser enfatizado. No es una imposición, sino que es un don, porque cuando se habla de amor, hay que tener siempre presente, de manera clara, el que ama de una parte y el que es amado de la otra. “Amaos como Yo os he amado”, éstas son las palabras que pronunció el Señor. Yo para amar, así como cada uno de vosotros, para dar amor, tengo que ser antes objeto de amor; no puedo dar amor a los otros si no he sido amado anteriormente por alguien, en el campo sobrenatural de Dios, en el campo natural de los padres, de los parientes y de los educadores. Sabemos, por experiencia y porque lo dicen también los estudiosos, que aquél que no ha encontrado el amor no sabrá nunca darlo, no sabrá nunca mostrar este amor. Ahora comprendéis bien el significado de la expresión: “El amor de Dios es preventivo”, es decir previene nuestro amor; el Suyo es infinito, el nuestro es limitado, el Suyo es perfecto, el nuestro es imperfecto. Su amor dura desde la eternidad, porque hemos estado siempre presentes en la mente de Dios y Él ha amado a cada uno de nosotros de una manera personal y diferente el uno del otro. Si en nosotros hay el amor de Dios, entonces hay la realización de sus designios, si hay amor, el hombre aprovecha al máximo su perfección. Hay una expresión en la que todavía quiero centrar vuestra atención: en la versión del pasaje que hemos leído está la palabra hijos míos, "hijos míos voy a estar ya muy poco con vosotros", no sé y no entiendo por qué no hemos anunciado exactamente la palabra que refleja más y mejor lo que Cristo dijo, es decir hijitos y no hijos. Jesús sabe muy bien que está a punto de morir, entonces en todo este discurso que, repito, después se prolonga en los capítulos siguientes, existe esta ansia, este amoroso cuidado por dejar a sus apóstoles, como testamento, no solo la enseñanza, sino la expresión de la cual se constituye esta enseñanza. De hecho, esta es la única vez en todo el Evangelio en que aparece esta palabra: "hijitos", y no entiendo por qué la hemos quitado y hemos puesto "hijos". La palabra correcta es “hijitos”, esto está confirmado por Juan, el autor del Evangelio, cuando escribirá su primera carta y usará frecuentemente esta expresión, “hijitos” dirigida a los cristianos, pero no es una expresión que ha inventado y acuñado él, es una expresión, un término, una palabra que ha absorbido y aprendido de Cristo. En la palabra “hijitos” hay todo el amor, la delicadeza, la preocupación paterna, está el deseo de continuar estando presente, aunque de una manera diferente: “voy a estar ya muy poco con vosotros”. Después de la resurrección de Cristo habrá sin embargo una presencia operativa, fuerte y continuada que se realiza de un modo particular en la Eucaristía y en la Palabra, como confirma con la afirmación: “Cuando están reunidas dos o más personas, Yo estoy en medio de ellas y estoy con ellas”. Cuando hay una familia, cuando hay una comunidad que está reunida en nombre de Cristo, entonces Cristo mismo se hace presente. “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”, esta expresión debería colocarse claramente en oficinas, hogares, lugares de poder de la autoridad eclesiástica, no me interesa, por el momento, la autoridad civil. “Amaos como Yo os he amado”: cada miembro de la jerarquía, leyéndola, debería interrogarse todos los días y preguntarse: “¿Amo yo a mis hermanos? ¿Amo a las ovejas que Dios me ha confiado con amor desinteresado y fuerte?”. Si esto se hiciera, el renacimiento de la Iglesia estaría ya a un punto mucho más alto de lo que está actualmente. ¿Por qué hay esta decadencia espiritual? ¡Por qué no hay amor! ¿Cómo es posible pensar que aquel señor que tiene un cargo eclesiástico y que viste ciertas ropas de un color diferente, ame cuando no hace otra cosa que manifestar su autoridad de manera incluso opresiva y asfixiante? ¿Esto es amor? No. Esto no es amor, esto no es respeto de la ley del Nuevo Testamento y entonces lo único que podemos hacer es asegurarnos de que esta ley pueda ser verdaderamente operativa en todos los niveles, empezando desde lo alto, porque cada reforma tiene que empezar desde lo alto y descender cada vez más abajo. Hacerlo en sentido contrario no es fácil, pero desde lo alto hacia abajo es mucho más fácil, debería ser más fácil. Recemos pues para que verdaderamente esta ley de amor pueda penetrar en cada comunidad, en cada Iglesia, en cada familia, en todos los rincones vitales de la Iglesia y engrasar los mecanismos que ahora están bloqueados por la hipocresía, el interés, el egoísmo, la malicia y la dureza de corazón. Los mecanismos tienen que ser puestos de nuevo en movimiento y su aceite es el del amor, el camino es el del amor, porque es el mismo Cristo quien lo dice: “De esto todos sabrán que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros”; si no hay amor, puedes ser hermana, religioso, sacerdote, obispo, cardenal e incluso Papa, no tendrás el distintivo de cristiano. Solo si sabemos amar los otros nos pueden reconocer como discípulos del Señor, si no hay amor entonces no somos discípulos, y aún menos maestros para nuestros hermanos. Recordemos, seremos juzgados por el amor, es sobre este mandamiento y en torno a este mandamiento que girará el juicio de Dios, así pues anticipémoslo, examinándonos y preguntándonos hasta dónde somos capaces de amar y esto a Gloria de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo. Amén.



Al término de la S. Misa, S.E. Mons. Claudio Gatti hizo una reflexión sobre la fiesta del 13 de mayo: Aniversario de los votos de Marisa y Fiesta de la Bienaventurada Virgen María de Fátima


La Virgen, apareciéndose en Lourdes, dijo: “Yo soy la Inmaculada Concepción” y, apareciendo aquí en Roma, dijo: “La Inmaculada Concepción abre la historia, la Madre de la Eucaristía cierra la historia”, por tanto hay un perfecta relación y desarrollo entre Lourdes y Roma. Por otra parte, la Virgen apareciéndose a Bernadette, le dio el mensaje de la penitencia: sólo a través de la penitencia el hombre, después de ser purificado, puede llegar a reconciliarse con Dios. Hay también un episodio muy importante ocurrido en 1916, un año antes del inicio de las apariciones de Fátima: un ángel, el ángel de Portugal, se había aparecido a los tres pastorcillos enseñándoles un cáliz y una hostia sobre él suspendida en el aire. Después del ángel se inclinó en adoración, por tanto ya entonces había empezado el discurso eucarístico, que después ha sido desarrollado por la Madre de la Eucaristía apareciéndose aquí en Roma a Marisa.

En el mensaje de Fátima se encuentra también el inicio de la purificación de la Iglesia. El tercer secreto, como sabéis, no ha sido revelado en su integridad. Y Dios mismo y la Virgen, apareciéndose a Marisa, han dado la correcta interpretación de la parte que ha sido revelada: el designio del Señor de hacer renacer la Iglesia. Hay, por tanto, un acercamiento y un desarrollo entre Roma y Fátima y nosotros podemos decir que estamos completamente dentro del mensaje del secreto revelado.

Este año es también el 90 aniversario de las apariciones de Fátima y es una fecha importante, diría que histórica. Lamento que en la Iglesia este aniversario se haya mantenido casi en silencio sin darle la importancia apropiada. De hecho, estas apariciones, de acuerdo con el juicio de Dios, que es lo que cuenta, son relevantes para lo que implicaron con respecto al renacimiento de la Iglesia.

El próximo 13 de mayo, por tanto, es una fecha importante. Este año coincide con el domingo, así no será difícil para nosotros celebrarlo de manera más solemne; también es el aniversario de la consagración a Dios de Marisa. Como Dios se ha servido de una humilde criatura y tres pastorcillos, tres simples niños y Bernardette, también se ha servido de nuestra hermana, otra humilde criatura, para hacer triunfar la verdad y sobre todo la Eucaristía en la Iglesia.

Al igual que, con motivo de mi aniversario de ordenación sacerdotal, celebramos la fiesta del sacerdocio, también en el aniversario de la consagración de Marisa ampliaremos la mirada a todas las almas consagradas, no sacerdotales, que se han ofrecido al Señor, para que su consagración sea cada vez más pura, honesta y generosa. Esperemos que Marisa pueda estar presente para festejar su aniversario y la realidad de la que os he hablado, porque su presencia está ligada siempre a la voluntad de Dios. Esta noche ha sido particularmente dura y dolorosa para nuestra hermana y esto le ha impedido estar hoy presente, porque está literalmente deshecha.

Así pues hagamos un triduo como hemos hecho también para el aniversario de mi ordenación, sobre todo para pedir al Señor que realice cuanto ha prometido y que se apresuren los tiempos porque, honestamente, incluso abandonándonos a su voluntad, estamos cansados de esperar. El próximo martes, no habrá jornada de adoración eucarística que trasladaremos al jueves; el viernes habrá encuentro bíblico, por tanto no pido nada de particular porque los horarios son los habituales que ya conocéis. El sábado, en cambio, habrá la vigilia durante la cual continuaré contándoos nuestra historia antes de las apariciones. El domingo llevaremos solemnemente en procesión la reliquia de la Virgen; somos los únicos que tenemos un auténtica reliquia de la Virgen, de San José y de Jesús: los cabellos de una y del otro entrelazados juntos se enrollan para forman un único rizo.

Haremos una procesión solemne, pediremos a María que se haga intérprete de nuestros deseos, de nuestras necesidades. Os lo ruego que esté siempre vigilante y viva en vosotros la intención de que la Iglesia pueda, cuanto antes, volver a emprender el camino, guiada por la luz del Evangelio y de la Eucaristía.

Sea alabado Jesucristo.