Eucharist Miracle Eucharist Miracles

Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 6 diciembre 2007

I lectura: Is 26,1-6; Salmo: Sal 117; Evangelio: Mt 7,21.24-27.

Deseo meditar y reflexionar con vosotros sobre una expresión presente en el Evangelio que acabamos de escuchar: "No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos sino aquél que hace la voluntad de Mi Padre que está en los Cielos" (Mt 7, 21). Os explicaré exactamente esta frase del Evangelio de manera que también vosotros podáis comprender la enseñanza de Cristo.

¿Qué quiere decir el Señor? Por ahora dejo en suspenso esta pregunta para hacer primero algunas consideraciones.

Varias veces os ha ocurrido también a vosotros que escucháis a los sacerdotes que sabíais o teníais la sospecha de que no eran buenos ministros de Dios y os habéis asombrado de las hermosas e interesantes palabras pronunciadas por estos. Tales sacerdotes pertenecen a la categoría de los que se limitan a hablar. Ahora comprenderéis mejor la enseñanza evangélica: el verdadero y auténtico discípulo del Señor, el que forma parte de Sus íntimos cumple Su voluntad, actúa como él y no se limita a hablar.

Aunque los escritos de estos ministros fuesen citados por los medios de comunicación, publicados en los periódicos, presentados en televisión o incluso se convirtieran en objeto de estudio, seminarios o si incluso sus obras obtuvieran una resonancia mundial, tales pastores no podrían ser considerados amigos de Dios porque no cumplen Su voluntad.

Ahora habéis entendido mi necesidad de hablaros: el Señor una vez más desea hacernos comprender lo que distingue al hombre de Dios, de aquél que no le pertenece y eso consiste en hacer o no Su divina voluntad. Los amigos de Dios son los que con tal de hacer Su voluntad soportan sufrimientos, renuncias, sacrificios y persecuciones. Los otros, en cambio, probablemente, parecen piadosos, se muestran como personas pías y devotas pero sólo de palabra; sin embargo algunos fieles, escuchándoles, ingenuamente, se sorprenderá.

Recordad lo que Jesús nos reveló en junio: "Ahora ya sabéis que muchos sacerdotes no están en orden, además no lo están los que tienen el trabajo de hacer exorcismos. Hay sacerdotes exorcistas que están endemoniados. No os tenéis que asustar; si estáis conmigo, Yo estoy con vosotros; si Me amáis, Yo os amo a vosotros" (Carta de Dios, 15 junio 2007). Por desgracia algunos exorcistas que están llamado a luchar y a echar fuera del cuerpo a los demonios, y repito del cuerpo y no del alma, ya que el demonio no puede tomar posesión del alma, ellos mismos son esclavos del demonio. Satanás actúa a través de estos sembrando confusión, cizaña y pánico. No importa que se trate de un exorcista, el demonio es padre de la mentira y no prescindirá ni siquiera a quien tiene la etiqueta de "Exorcista". Satanás entra si encuentra la puerta abierta. Odio, aversión, envidia, celos, calumnia y difamación son las fisuras, las puertas a través de las cuales el demonio entra y, como dice Jesús, una vez que ha entrado en el interior de una casa barrida, lo destruye todo.

Por lo tanto, puede ser íntimo y más cercano a Dios un niño en gracia que ama a Jesús del mismo modo en que es capaz de amar a sus padres. Está mucho más cerca de Dios un enfermo ignorado de todos, que a menudo vive solo y en el sufrimiento: éste en el lecho del dolor está en cruz, sólo en compañía del sufrimiento, pero está más cerca de Dios. Recordad como llama Jesús a los ancianos "Mis perlas", vosotros ancianos tenéis que consideraros las perlas de Jesús.

Estas son las realidades que tenemos que tener presente y no seguir los estereotipos de los lugares habituales, sino oír, escuchar, ser fieles y dóciles a la Palabra de Dios. Ved como todavía una vez más la Palabra de Dios es sorprendente, clara, iluminadora por lo que en vuestra vida no os dejéis impresionar por los que están con las manos juntas, los cuellos torcidos o las rodillas peladas, más bien observad si hacen la voluntad de Dios.

El que hace Su voluntad está mucho más alto de los que pretenden presentar y hacer conocer el rostro de Cristo a los demás.