Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 7 junio 2009
S. Trinidad (Año B)
I Lectura: Dt 4,32-34.39-40; Salmo 32; II Lectura: Rm 8,14-17; Evangelio: Mt. 28,16-20
No quiero pasar ni un minuto en el Purgatorio por no haber cumplido mi deber, por lo tanto tengo que intervenir seriamente y a veces ser inflexible cuando las situaciones en el interior de la comunidad se deshilachan. No hacer la corrección fraterna es un pecado grave de omisión, porque impide al hermano aprovechar una llamada de atención que es útil y cambiar el propio estilo de vida y luego gozar del Paraíso cuando llegue la muerte.
Sabéis que el camino para llegar a la santidad es como un raíl compuesto de dos elementos: la Eucaristía y la Palabra de Dios. Para llegar a la santidad no es suficiente participar en la S. Misa del domingo. Esto no lo ha dicho nunca la Virgen ni yo tampoco. Si queréis convertiros en santos tenéis que amar a Jesús Eucaristía y conocer a Jesús Palabra; si no conocéis la palabra de Dios, no podréis comportaros bien, de hecho en la comunidad han ocurrido situaciones que no están bien.
Como lo han indicado también de lo Alto, no he llegado nunca a la severidad de Jesús respecto a sus discípulos y ni siquiera a la de Padre Pío y, sin embargo, alguno de vosotros se ha quejado. Si releéis las cartas de Dios, tendréis la confirmación de que digo la verdad; no he dicho nunca una cosa por otra. A veces he afirmado cosas que resultaban desagradables para quien me escuchaba, no porque estuviesen equivocadas sino que el tocar lo íntimo de las conciencias, despertaban la soberbia, la falsedad y la susceptibilidad.
Ha ocurrido, por ejemplo, que he hecho una corrección fraterna a una familia y a otras dos personas, a causa de un comportamiento equivocado referente a la vidente. La familia ha reconocido el error y ha pedido perdón, mientras que las otras personas no han aparecido; después han mostrado, además, fastidio e irritación cuando un hermano y una hermana de la comunidad han ido a hacerles la corrección fraterna. Exhorto a estas personas a cambiar o sino aquella es la puerta y no volváis más. La caridad fraterna falla cuando se experimentan estas situaciones. Me pregunto qué es lo que ocurriría en esta comunidad, si hipotéticamente, Marisa estuviese ya en el Paraíso, donde espero que Dios la acoja pronto y si el Obispo ya no estuviese presente aquí. Hay un proverbio latino que dice: "Tot capita tot sententiae" (Tantas son las cabezas, tantos los juicios" N.d.R.). No sé si los dos grupos, el de los jóvenes y el de los adultos, serían capaces de estar unidos armoniosamente. En el grupo de los jóvenes habría una conexión grande, ciertamente más grande que la de los adultos. No podéis creer que sois autosuficientes, cuando no demostráis responsabilidad en las pequeñas cosas, porque las olvidáis.
Si tenéis necesidad de explicaciones, y, en lugar de dirigiros al Obispo, habláis entre vosotros, no dais prueba de humildad y sencillez; así se producen incomprensiones y no respetáis las disposiciones de la Virgen.
Cuando la Madre de la Eucaristía hace observaciones, no hay que encerrarse en un comportamiento defensivo. Alguno ha llegado a decir, además: "Sólo porque lo dice la Virgen lo creo, pero a mí no me parece". Ésta es una afirmación aberrante y es falta de humildad. Es inútil que recéis si luego os comportáis de este modo.
No me gusta hacer comparaciones pero la Virgen el 15 de julio de 1996, con motivo de nuestro 25º año de sufrimiento y de trabajo juntos, hizo esta afirmación: "Había tanta diferencia entre Jesús y los apóstoles, entres los apóstoles y los discípulos y entre los discípulos y las personas que encontrábamos a los largo del camino" y añadió: "Hay tanta diferencia entre " Completad vosotros la frase con los términos adecuados de comparación y entenderéis la situación. No dejéis que la Palabra de Dios suene en vano para vosotros. "Algún dios intentó jamás venir a buscarse una nación de en medio de otra nación por medio de pruebas, señales, prodigios y guerra, con manos fuerte y tenso brazo, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios hizo con vosotros, ante vuestros mismos ojos, en Egipto?" (Dt 4, 34). Esta pregunta estaba dirigida a los hebreos, pero yo la puedo hacer a la comunidad. Vosotros que frecuentáis, con perseverancia, este lugar taumatúrgico el viernes y el domingo, sois llamados a la santidad.
Reflexionad sobre las obras que Dios ha realizado delante de vuestros ojos: milagros eucarísticos prodigiosos, sanaciones de muchas personas que de no ser así se habrían muerto o habrían tenido que sufrir intervenciones quirúrgicas y ha dado hijos a quién no habría podido tener. Preguntémonos por tanto cuál es nuestro comportamiento respecto a todo esto y si seremos dignos cuando la Virgen se nos revelará también a nosotros.
La vida espiritual es humildad sencillez y sinceridad y todo esto tiene que ser completado con el amor. Muchas veces he explicado qué consecuencias negativas se derivan si se forman los grupitos en el interior de la comunidad. Una vez la Virgen usó el término "cotilleo", por el cual todos os ofendisteis. En las ocasiones en las que estáis juntos, en el coche para llegar a este lugar o incluso en otros momentos, rezad y, si queréis hablar, hacedlo de vosotros mismos, no de los otros, sobretodo de las personas que no están presentes. Sin embargo ha ocurrido todo lo contrario y esto no es bonito.
Hablad del Paraíso, de las cartas de Dios y de los milagros eucarísticos o de la Iglesia que está yendo hacia una situación de hundimiento total a causa de los hombres que la gobiernan.
Ha empezado la gran misión: rezar por el renacimiento de la Iglesia. En la vigilia de oración del jueves erais numerosos, sin embargo el viernes en el encuentro bíblico hubo una menor afluencia. Podíais dar un poco más a Dios, porque Él nos lo ha dado todo. Los que se han ido antes a casa para descansar, no han gozado del hermosísimo coloquio entre Jesús y Marisa. No tenéis que tener tanta prisa cuando rezáis; a menudo llegáis tarde por mirar la televisión, leer cosas poco importantes o charlar con los amigos, pero cuando se reúne para rezar por la Iglesia no se tiene la fuerza y el amor de prolongar el tiempo dedicado.
La Iglesia no puede renacer si los que han sido llamados para esta misión no trabajan para volverse santos. Cada uno de nosotros tiene su vida privada, pero si yo estoy aquí hablándoos y rezando con vosotros, a pesar de las numerosas noches en blando, también vosotros lo podéis hacer.
La caridad y el amor dejan mucho que desear y de esta manera no se llega a la santidad. La Abuela Yolanda es santa no porque ha estudiado teología o ha escrito tratados, sino porque ha dado amor y ha recibido poco en proporción al que ha dado. Una vez me dijo: "He hecho el bien a todos y nadie me lo hace a mí, si no hubiese sido por su Excelencia, habría muerto hace tiempo". Yo no tengo inhibiciones al hablar y digo siempre la verdad, por otra parte, he pagado en primera persona por haberme comportado así, pero cuando vaya ante Dios no podrá decirme que he mentido. Me he sentido incómodo, pero más que yo lo ha estado el mismo Jesús. "El que ama a su padre y a su madre más que a mí no es digno de mí" (Mt. 10. 37), "Si tu mano te escandaliza, córtatela" (Mc 9, 43), Si tu ojo te escandaliza, quítatelo" (Mc 9. 47), "El que escandaliza a uno de estos pequeños que creen, es mejor para él que se ate una rueda de molino al cuello y sea echado el mar" (Mc 9, 42). Quizás hayáis olvidado estas enseñanzas que no tienen que ser tomados al pie de la letra, pero sirven para hacernos comprender la severidad y la inflexibilidad que el cristiano tiene que oponer al mar.
No pongáis obstáculos a la participación en el encuentro bíblico. Hoy echáis de menos los milagros eucarísticos, pero cuando había a menudo, muchas personas se habían habituado. Me pregunto cómo lo haréis cuando ya no hayan las apariciones de la Virgen, porque Marisa habría ido al Cielo, o incluso cuando el Obispo ya no esté más en este lugar para explicaros la Palabra de Dios.
El Señor, en el Antiguo Testamento, pide que se observen sus leyes y Sus enseñanzas y nosotros hemos recibido muchas. En ningún lugar ha habido tantas apariciones como aquí: en Lourdes ha habido dieciocho, en Fátima nueve y en Medjugorje se han terminado hace ya unos pocos años. Desde 1986 hasta hoy, podemos contar millares de apariciones de la Virgen que todavía hoy continúan. Preguntémonos si merecemos todo esto. Es hora de ponerse la ceniza en la cabeza, de reconocer nuestros errores, nuestras faltas y no escondernos detrás de los problemas personales. En las últimas líneas del Evangelio de Mateo de hoy está escrito: "id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he enseñado. Y sabed que yo estoy con vosotros hasta el final del mundo" (Mt 28, 19-20). Estoy convencido de que os estoy enseñando exactamente lo que Jesús, a su vez, ha recomendado y enseñado. No he ofendido nunca la verdad y he sido duro, tenía que serlo en virtud de la caridad. Algunas personas todavía forman parte de esta comunidad justamente gracias a la dureza del Obispo y cuando vayamos a la otra parte me lo agradecerán eternamente. Con los comportamientos dulzones no se hacen las correcciones fraterna, ni se educa a los hijos; hace falta amor que tiene tantas facetas: la cordialidad, la dulzura, la conversación, pero también la severidad, la autoridad y la fuerza. La enseñanza de Jesús: "Yo estoy con todos vosotros hasta el final del mundo", significa que Él está presente cuando la gracia habita en nosotros. Si tenemos la gracia en el alma, Jesús se hace presente de varias maneras: cuando dos o más personas están reunidas en Su nombre, cuando meditamos Su palabra, es decir, el Evangelio, o incluso cuando somos probados y sufrimos.
Inclinemos la cabeza ante la Trinidad. Dios, revelándose en las apariciones, nos ha permitido que lo llamemos con los nombres más dulces y familiares: Papá, Hermano y Amigo; gracias a nuestra experiencia toda la Iglesia puede beneficiarse de esta manifestación de bondad, paternidad, fraternidad y amistad de Dios
La Iglesia puede renacer sólo a través de la santidad de cada uno de nosotros. Es inútil acusar a aquél obispo, a aquél cardenal o aquél sacerdote que no cumple su deber, si tampoco nosotros lo hacemos siempre.
Aprovechad esta llamada de atención, porque no es fácil hablar de este modo, sería mucho más sencillo decir que recéis bien y que seáis buenos, así encontraría también más consenso. Ninguna comunidad reza como la nuestra, en ninguna iglesia se aprecia el mismo silencio y recogimiento presentes aquí y muchos de vosotros tenéis una mayor formación espiritual que los sacerdotes. Sin embargo, todavía no me conformo, porque no sois santos. Ésta tiene que ser una comunidad de santos. No es imposible convertirse en santos, de otro modo yo no estaría aquí perdiendo el tiempo en vano. La santidad es vivir de manera ordinaria, sencilla, con intensidad la vida, no creáis que sea tan difícil. Si tuviera que arrancar todavía la hierba de la charla inútil, diré los nombres públicamente y echaré fuera a los responsables, no puedo permitir que unas pocas personas contaminen a todas las demás.
Me gustaría saludaros en el Paraíso, pero no en el Paraíso de la Espera, sino más bien en el de la Visión Beatífica. En el fondo vosotros habéis sido llamados a una vida modesta, sencilla, sin grandes compromisos o responsabilidades. Si un hermano tiene necesidad, ayudadlo, no esperéis que os lo pida; si una hermana está en dificultad, intervenid con delicadeza. A quién se le ofrece ayuda, que no se haga el arrogante y lo rechace, porque también esto ha ocurrido. Si un hermano te pide como estás y tú estás mal, no le respondáis que estáis bien o bien que no le interesa.
Ahora, en lugar de recitar el Credo, recitemos el Acto de Dolor.