Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 8 diciembre 2007
I lectura: Gen 3,9-15.20; Salmo 97; II lectura: Ef 1,3-6.11-12; Evangelio: Lc 1,26-38.
Aunque la homilía de hoy la ha hecho Jesús y era hermosa, conmovedora y llena de ideas para reflexionar, también yo poniéndome siempre detrás del Divino Maestro, siento del deber de hablaros. En primer lugar me gustaría exhortaros a cada uno de vosotros para que os dirijáis a vuestro ángel custodio. Espero que tengáis familiaridad con vuestro ángel, aunque no conozcáis el nombre. Es un don que Dios concede a toda criatura humana independientemente de la religión, de la cultura o nación a la que pertenezca. Pedid a vuestro ángel custodio, yo ya le he pedido a mi ángel, Gioele, que os conduzca, que os acompañe ante María Inmaculada Concepción, Madre de la Eucaristía, para que contempléis, encantados y asombrados, la más grande obra maestra de Dios, la que siendo criatura humana, es reconocida, por los que tienen naturaleza angélica y espiritual, como a su reina. Sumergíos en la belleza de esta excepcional obra de Dios. Quizás estemos habituados a sentir siempre el mismo concepto que indica la grandeza de la Virgen, es decir que la cantidad de gracia presente en su alma es superior a la suma de toda la gracia presente en los hombres. Esto, a veces, nos deja indiferentes ya que se ha convertido en un concepto tan obvio que parece que es así por descontado y ya no hay emoción ni participación. Esto es erróneo y es por esto que me gustaría invitaros a reflexionar sobre el dogma de la Inmaculada Concepción, no solamente sobre el aspecto negativo, es decir la privación del pecado original y de cualquier otro pecado, sino también sobre el aspecto positivo.
"En aquél tiempo, el ángel Gabriel fue mandado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen, desposada con un hombre de la casa de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró donde ella estaba, y le dijo: "Alégrate, llena de gracia; el Señor está contigo". Ante estas palabras, María se turbó y se preguntaba qué significaría tal saludo. El ángel le dijo: "No tengas miedo, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Será grande y se le llamará Hijo del altísimo; el Señor le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al ángel: "¿Cómo será esto, pues no conozco varón?". El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño que nazca será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, tu parienta Isabel ha concebido también un hijo en su ancianidad, y la que se llamaba estéril está ya de seis meses, porque no hay nada imposible para Dios". María dijo: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra". Y el ángel la dejó".(Lc 1,26-38).
Para que podáis comprender mejor, os digo que a ninguno de los santos canonizados por la Iglesia puede ser dirigido el saludo de Gabriel, es decir que ninguno de ellos puede ser invocado como "lleno" o "llena de gracia". Se trata de otra gran intervención de Dios, que no sólo ha hecho a María llena de gracia, sino que le ha dado una alma, la más amplia posible como capacidad, para recibir la gracia. Dios ha dado a María toda la gracia que podía, no hay posibilidad de añadir más. Cuando una persona es declarada santa, y no es necesario el juicio de la Iglesia, sino que el único, importante, verdadero y auténtico juicio es del de Dios, es como un contenedor que no está completamente lleno, aunque esté presente en él mucha santidad. Si enumerásemos todos los santos del calendario litúrgico, de ninguno podríamos decir que tiene en sí toda la gracia que podía estar presente en su alma. En María, al contrario, hay un doble aspecto: es capaz de recibir una cantidad de gracia inmensa y esta gracia, que potencialmente le podía haberle sido donada, realmente le ha sido dada. Espero haber sido capaz de haceros comprender la grandeza y la belleza de este misterio y ya que nosotros no podemos cuantificar la santidad de la Virgen ni su gracia, podemos decir que es mucha, enorme, inmensa, pero son expresiones humanas que no podrán nunca definir el concepto tan elevado del que estamos hablando.
En presencia de una obra maestra tal, que los ángeles reconocen como a su reina, empieza el canto de la "Salve Regina" que conocemos perfectamente: "Dios te Salve Reina vida, dulzura y esperanza ". La virgen es la esperanza del género humano, la esperanza de la Iglesia, la esperanza de todo ser humano, porque todos los hombres, admirados y atónitos, ante esta obra maestra de Dios, puedan ser confortados, iluminados por esta gracia. Mirad a María llena de gracia en este cuadro y, en este otro, ved la caída de nuestros padres, Adán y Eva.
"Después de que Adán hubo comido del árbol, el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: "¿Dónde estás". Respondió: "He oído tus pasos en el jardín: he tenido miedo, porque estoy desnudo y me he escondido". El Señor Dios prosiguió: "¿Quién te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿No habrás comido del árbol del que te prohibí comer?". El hombre respondió: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí". El Señor Dios dijo a la mujer: "¿Qué es lo que has hecho?". Y la mujer respondió: "La serpiente me engañó y comí". El Señor Dios dijo a la serpiente: "Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los ganados y entre todas las bestias del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás del polvo de la tierra todos los días de tu vida. Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te aplastará la cabeza y tú sólo tocarás su calcañal". A la mujer le dijo: "Multiplicaré los trabajos de tus preñeces. Con dolor parirás a tus hijos; tu deseo te arrastrará hacia tu marido, que te dominará". Al hombre le dijo: "Por haber hecho caso a tu mujer y por haber comido del árbol prohibido, maldita sea la tierra por tu culpa. Con trabajo sacarás de ella tu alimento todo el tiempo de tu vida. Ella te dará espinas y cardos, y comerás la hierba de los campos. Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado; porque polvo eres y en polvo te has de convertir". El hombre llamó Eva a su mujer, porque ella fue la madre de todos los vivientes. (Gen. 3,9-15.20).
Nadie, excepto María ha recibido tanta gracia y tantos dones sobrenaturales como nuestros padres. También ellos eran una obra maestra y nosotros habríamos podido ser como ellos, pero la tentación hizo que conscientemente y voluntariamente, y nosotros en este caso tenemos que ponernos a su lado, habíamos desobedecido y dado la espalda a Dios, por lo que de la grandeza y riqueza espiritual nos hemos precipitado a la pobreza, a la fragilidad y a la debilidad. Pero a pesar de que tanta fragilidad se transmita de generación en generación, permanece en el ser humano la esperanza de levantarse de nuevo. "Pongo enemistad entre ti y la mujer" y la mujer y el hijo que de ella nacerá traerán la victoria, por tanto María es esperanza en el sentido de que la humanidad en ella ha encontrado la justa compensación, desde un punto de vista humano, después de haber ofendido a Dios.
María es la esperanza del género humano, la esperanza de la Iglesia. Jesús ha preanunciado muy claramente que a lo largo de los siglos encontraríamos persecuciones, que además nuestros propios parientes nos traicionarían, que nos ofenderían. Todos esto significa sufrimiento, significa dolor, humillación. La Iglesia en este camino suyo, a veces espinoso, hirsuto y difícil está sostenida por María que dice: "He acompañado a mi Hijo a lo largo de Su camino, del mismo modo acompaño a la Iglesia que mi Hijo me ha confiado en el momento supremo de su muerte". Podemos esperar y tener la certeza de asemejarnos a Dios porque ésta es Su voluntad: "Hizo al hombre a Su imagen y semejanza" (Génesis 1, 27), pero nunca habíamos pensado que si nos asemejamos a Dios nos asemejamos espiritualmente también a la Virgen. Si existe semejanza física entre madre, padre natural e hijos naturales, del mismo modo puede existir semejanza espiritual también con la Inmaculada Concepción. Podemos esperar y, ya que esperanza es certeza, tener la certeza de convertirnos en hostia pura, inmaculada y agradable a Dios.
Deseo añadir también una reflexión. Me he empeñado en buscar en la Sagrada Escritura, en el Nuevo Testamento, todos los fragmentos que se refieren a la esperanza, en Pablo, de manera particular, en Pedro, en Juan, en los Hechos de los Apóstoles y he encontrado cerca de treinta. Me gustaría comentar con vosotros al menos uno, el más común, el más conocido y difundido. Se encuentra en la carta a los romanos, en el punto en el que, refiriéndose a Abraham, Pablo escribe: "Él creyó contra toda esperanza" (Rom. 4, 18). Creo que no ha sido suficientemente destacado el auténtico concepto que Pablo quiere indicar con esta expresión. Ordinariamente, llegados a este paso de la Escritura, los comentadores lo evitan porque probablemente no han comprendido el problema. ¿Qué significa esperar contra toda esperanza? En este fragmento se habla tanto de la esperanza humana, es decir, la comúnmente presente en la vida de los hombres, como la esperanza sobrenatural, es decir, la virtud teologal, presente sólo cuando el hombre está en gracia, si el hombre vive en el pecado no posee la virtud teologal de la esperanza. Esperar contra toda esperanza significa tener la certeza de que lo que Dios ha dicho se realizará y que el Señor me sostiene al aceptar, al creer, al llevar adelante cuanto me ha indicado, por tanto, significa creer ciegamente en Dios incluso cuando las apariencias humanas son completamente contrarias. En el caso siguiente nos encontramos ante un hecho concreto. Dios dice a Abraham que se convertiría en el fundador de muchos pueblos. Milagrosamente, ya que era anciano y estéril, engendra a Isaac. De su descendencia además del pueblo de Israel surgirían también otros pueblos. Dios le pide sin embargo que ofrezca a su hijo, como víctima de sacrificio. Incluso faltando las condiciones humanas, en Abraham permaneció la certeza de que se convertiría en fundador de un pueblo numeroso como las estrellas del cielo. También nosotros estamos llamados, como Abraham, a esperar contra toda esperanza. Aquél que os habla, ordenado Obispo por Dios, está actualmente, y lo habéis oído también en la Carta de Dios, fuera del Clero. ¿Cómo es posible que el que ha sido expulsado del Clero pueda convertirse en cabeza del Clero? Nosotros lo creemos, por tanto, esperamos, es decir tenemos la certeza de que lo que Dios ha prometido también se realizará aunque las condiciones, las apariencias humanas indican exactamente lo contrario. Nadie podría pensar que una persona muerta moralmente pueda resucitar para cumplir cosas tan grandes que se pueda maravillar el mundo entero. Por eso hemos publicado el año de la esperanza, por esto os he hablado de la esperanza. Tenemos que pedir a la madre de la esperanza que nos dé e infunda en nosotros la esperanza, justamente en el momento presente en el que estamos más solos, abandonados, traicionados, humillados, calumniados y dispersos. Todos los que ya se han ido lejos de nosotros, se han distanciado. Si tuvieran que estar presentes aquí todas las personas que han venido a este lugar, este jardín no los podría albergar. En contra nuestra están los hechos humanos y sin embargo nosotros continuamos creyendo. ¿Nos consideran ilusos? ¿Dios engaña? ¿Abraham es un iluso? Entonces sigamos a Abraham y, permitidme con todo el respeto que siento por él, alguien quizás ha demostrado tener mayor esperanza que él, porque Abraham la ha manifestado en un período de tiempo limitado, hay quien la está demostrando desde hace más de treinta y seis años. Al lado de estos hay otras personas, vosotros. Cada uno de vosotros continua esperando, aunque los tiempos son diferentes para cada uno, pero también en este caso yo aplico para vosotros la parábola de los talentos: no cuenta el tiempo y la cantidad, cuenta la perseverancia con la que desde el momento en que una persona es llamada responde a la llamada de Dios. La S. Misa que celebro es justo para obtener para mí, para Marisa y para vosotros una esperanza cada vez más fuerte. Tenemos necesidad de ser reforzados en la certeza de que Dios no defrauda, que Dios no defrauda, sino que realiza cuanto ha prometido cuando Él lo decide. Ahora leed estas otras dos pequeñas expresiones, dos perlas sacadas de la escritura de Pablo, nuestro gran amigo: "La esperanza no defrauda" (Rom 5,5), que es la conclusión de lo que he dicho. La otra: "Tened alegría mediante la esperanza" (Rom 12, 12), sugiere que además de no ser ilusos no tenemos que sentirnos como tal, sino esperar la realización de los designios de Dios esforzándonos, porque no es automático, en vivir en una espera alegre, la espera de María. La Virgen desde el momento de la Anunciación al momento del nacimiento de Jesús ha esperado con alegría, pero también con temblor, con sufrimiento porque sabía que el niño que había en su seno sufriría mucho. Nosotros mismos, con sorpresa, hemos aprendido de sus palabras que mientras acompañaba a Jesús en el camino del Calvario, viendo a Jesús que arrastraba la cruz, cubierto de heridas y de sangre, en aquel momento, incluso sufriendo, se alegraba porque de la muerte de su Hijo resucitarían otros hijos, muchos hijos, nosotros deseamos que todos los hijos. Sea alabado Jesucristo.