Homilía de S.E. Mons. Claudio Gatti del 9 noviembre 2008
I lectura: 1 Cor 12,12-28; Salmo 33 2-3,6-19; II lectura: 1Pe 2,4-5,9-10; Evangelio: Mt 22,35-40
Bautismo de Gioele
Hoy en la alegría de este rito hemos abierto de par en par los brazos y el corazón a este niño que es "la última adquisición" de nuestra comunidad. Cada vez que un niño nace y es bautizado, tenemos que pensar que Dios reafirma su paternidad y que no nos ha olvidado: la demostración es que cada nacimiento indica, también por parte de Dios, el importante acto de la creación. Esta alma es espíritu vital y lo que nos acerca como semejanza a Dios.
Hoy empieza el camino y el compromiso que por ahora asumen los padres y los padrinos y a continuación, creciendo, asumirá el bautizado. Un compromiso total y completo, por el que estamos en situación de realizar lo que nuestro gran amigo Pablo ha condensado en pocas líneas: "Del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros y todos los miembros del cuerpo con ser muchos forman un solo cuerpo, así también Cristo. Porque todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, fuimos bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido del mismo Espíritu".
Él habla de la Iglesia. El cuerpo místico de Cristo es Su Iglesia, es la comunidad de los bautizados, es la comunidad de los que viven en gracia de Dios. Jurídicamente el que está bautizado y vive en pecado pertenece a la Iglesia, pero moralmente no forma parte, sea cual sea el papel que desempeñe este bautizado: sacerdote, obispo, cardenal o Papa. Si no está en gracia de Dios no es miembro del cuerpo místico. Jesús esto nos lo ha enseñado claramente cuando se ha presentado bajo la imagen de la vid y de los sarmientos: el sarmiento que no está unido a la vid, no recibe vitalidad, se seca y sólo sirve para ser quemado y para alimentar el fuego. Nosotros queremos, in primis, yo como pastor de esta comunidad, desear a Gioele y a toda su familia que sea una pequeña Iglesia. Del mismo modo que es esencial que para ser Iglesia, Cristo ha de estar presente y ser amado, por los miembros que forman parte, igualmente, si también vosotros deseáis ser Iglesia pequeña, Iglesia doméstica, tenéis que estar completamente unidos a Cristo.
Pablo, como de costumbre, sabe presentar estos conceptos altos y profundos de la mejor manera: "De hecho el cuerpo no se compone de un miembro sólo, sino de muchos miembros". Igualmente, en una familia tiene que haber esta unidad, porque si se rompe entran aquellos conflictos que luego dan lugar a las separaciones y al divorcio, que son una herida, o peor aún, una destrucción. Cada miembro tiene una función de servicio respecto a los demás miembros. Yo no afirmo la superioridad de uno respecto al otro, sino que la paridad y la diversidad tienen que llevar a la maduración para llegar a la armonía. Si quisiera usar una imagen podría y tendría que indicar como cabeza de este cuerpo al esposo, al papá, pero como corazón a la mamá; los dos miembros no pueden estar separados de ninguna manera, porque con la separación llega la muerte. De hecho, tal como el cuerpo muere si el cerebro o el corazón no funcionan, del mismo modo la familia muere si el padre, el esposo o la madre, la esposa, no funcionan. Eh ahí porque tenemos que estar unidos en Cristo, estar vitalizados por su gracia, ser guiados por su luz y resolver los problemas de la vida y de la existencia terrena teniendo presentes sus enseñanzas. Ésta es la familia cristiana.
Vosotros podéis preguntarme: "¿Hay familias así?". Yo os respondo que sí. Todos vosotros, sobre todo vosotros los jóvenes, habéis sido llamados a realizar este modelo de familia, y es en este modelo que tienen que inspirarse vuestros hijos y también los que están en contacto con vosotros: parientes, amigos, conocidos, colegas de trabajo y personas que os encontréis ocasionalmente; ésta es la unidad que garantiza la familia. Dios es Aquél al que tenemos que escuchar; Él quiere una unión cimentada por el amor y esto nos pone en una condición de dificultad y de incapacidad de ser comprendido por el mundo. Pedro, que sustituye a Pablo en la enseñanza, nos hace comprender este concepto: "Acercaos a Cristo, piedra viva rechazada por los hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios". Pedro recuerda lo que ha dicho su Maestro y nuestro: el Cabeza y fundador de la Iglesia, que se presenta a sí mismo como piedra rechazada por los hombres pero convertida en piedra angular. Él es Aquél que une el edificio de manera segura y tranquila. Las familias que pierden la orientación, es porque han rechazado a Cristo y, a menudo, escondidos tras la palabra "libertad", pueden provocar graves consecuencias en la familia.
Cristo es la piedra viva y Pedro nos enseña: "También vosotros sois piedras vivas", pero se entiende que, como Cristo fue rechazado, también vosotros, si queréis ser piedras viva, seréis rechazados. Entre Dios y el mundo hay incomunicabilidad, entendiendo como mundo todo lo que está bajo el dominio de Satanás. Este es el concepto que quiere presentarnos y hacernos comprender Pedro. ¿Cómo podemos resistir nosotros, pequeñas piedras? Basta con estar unidos a la piedra angular que sostiene todo el edificio. Como toda piedra sirve para edificar el edificio material, igualmente cada alma, incluso la más pequeña, sirve para edificar el edificio espiritual: ese se construye primero en familia, después en la comunidad a la que se pertenece, tanto parroquial como diocesana, hasta llegar al gran edificio espiritual que es la Iglesia en su integridad y en su globalidad. Esto nos coloca en situación de privilegio porque nos eleva a una dignidad a la que el hombre por sí solo no habría llegado nunca; si nosotros somos piedras vivas unidas y vinculadas por la primera piedra, que es Cristo, nos convertimos también en estirpe elegida, una generación sobre la que se apoya la llamada a la salvación, y entramos a formar parte del sacerdocio real.
Pedro no habla del sacerdocio ministerial, sino de aquel sacerdocio que indica el culto limpio, honesto y maravilloso que tenemos que atribuir a Cristo. ¿Recordáis las primeras páginas de la Biblia, los sacrificios ofrecidos por Abel o Caín? Abel ofrecía a Dios los corderitos más preciosos de su rebaño, Caín ofrecía los peores frutos de la agricultura que él mismo había cultivado. Podemos ser Abel o podemos ser Caín. Esta división por desgracia está también presente en nosotros los sacerdotes y obispos. También nosotros, al celebrar el Sacrificio Eucarístico, incluso teniendo el mismo de valor infinito, lo presentamos a Dios con manos sucias si no vivimos en gracia o con manos limpias si seguimos la enseñanza del Maestro.
Por lo tanto tenemos que reconocer a Jesús presente en nuestra vida, dejarnos plasmar por su gracia y seguir sus enseñanzas. Todos los que se identifican con estos valores se vuelven una nación santa. Cada nación se identifica en su historia, cultura y tradición. Nosotros nos convertimos en una nación santa si nos identificamos en los que se comprometen a vivir en el amor, en la gracia y en la amistad de Dios. De nación santa podemos convertirnos en pueblo de Dios.
En el mundo hay dos pueblos: el de Dios y el su antagonista. Diciendo pueblo de Dios no lo restrinjo solamente al Cristianismo; de hecho pertenecen también a Dios los miembros de otras religiones que viven honestamente la propia. También para ellos, y esto lo hemos tenido muchas veces como enseñanza, hay la salvación durante la vida y la gloria eterna después de la muerte. Nosotros formamos parte del pueblo de Dios.
Gioele ha entrado a formar parte del pueblo de Dios. ¿Quién tiene que defender a los niños del peligro de salir del pueblo de Dios? Vosotros padres y también vosotros padrinos tenéis esta delicada tarea. La salud física es importante: cuántas noches se pasan en blanco si un niño está mal, cuántos médicos son consultados y cuántos sacrificios sin ahorrar en gastos, son afrontados si un niño está mal físicamente. ¿Y espiritualmente? El compromiso de los padres es el de ocuparse también de la salud del alma. Si esto no se hace, no se ama al hijo como se debería. Dios nos ama porque tenemos un alma y un cuerpo. Nosotros tenemos que preocuparnos tanto del uno como del otro. Es difícil ser padres en el mundo de hoy, donde parece que todo se oponga a Cristo, a sus enseñanzas y a nuestros valores. Es difícil ser padres cristianos, pero si queremos salvar del mal a nuestros hijos tenemos que hacer lo posible y lo imposible para que éstos sean siempre amados por Dios y a su vez amen a Dios.
¿Para qué sirve recibir el Bautismo y luego desentenderse? ¿Cuántos padres llevan a Bautizar a sus hijos y piensan que todo se acaba con un refresco o dando una recepción? Todos los padres se acuerdan del día del nacimiento de sus hijos, pero ¿cuántos se acuerdan del día del bautismo de sus hijos? Quiere decir que no han comprendido la importancia de ser "estirpe elegida, sacerdocio real, nación santa y pueblo de Dios". Vosotros lo habéis entendido, así que añadid la fiesta para nuestros hijos, y lo digo no sólo por Gioele, sino para todos nuestros niños, algunos de los cuales veo aquí y a los que saludo con afecto. Preguntad a vuestros padres cuándo habéis sido bautizados y exigid de vuestros padres que os hagan una fiestecita también en el aniversario del Bautismo. ¿No os gustaría tener una fiesta más? ¿No os gustaría una ocasión de más para tener regalitos? Entonces sed listos y poned en práctica lo que os estoy diciendo: informaos del día de vuestro Bautismo y si a los padres se les olvida recordádselo el día anterior diciendo: "Mamá, papá, mañana es el aniversario de mi Bautismo". ¿Os gustaría hacerlo? Esta iniciativa de hacer la fiesta del Bautismo tendrá ecos que llegarán a toda la Iglesia. Que Dios os bendiga, nos bendiga, nos tenga siempre unidos en Su amor y en el amor recíproco. Sea alabado Jesucristo.